Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
profunda experiencia de fe y de esperanza, con una fuerte vinculación eclesial, sólido por su
formación teológica y pedagógica, y a Ia vez persona de nuestro tiempo, capaz de sintonizar
con las necesidades, problemas y esperanzas del hombre contemporáneo. Por ello, Ia
formación que auguramos, y que con ahínco trabajamos, ha de mirar ciertamente a Ia
adquisición de capacidades y conocimientos, atender Ia competencia y experiencia personal,
pero sobre todo, ha de contemplar y tener como objeto Ia asimilación de Ia palabra y de Ia
vida de Jesús, así como el seguimiento del Señor hasta el punto de poder decir a sus
catequizandos: «Aquello que hemos visto y oído, aquello que hemos contemplado, el Verbo de
Ia Vida, eso os-transmitimos para que nuestra alegría sea completa» (IJn, 1). Y así, el catequista
que es llamado, no tanto a transmitir un saber, cuanto a introducir en una «presencia» y a
propiciar un «encuentro» con Jesucristo, ha de vivir vinculado con Ia Palabra que fundamenta
su vida y sobre Ia que se realiza su configuración personal a nivel humano, espiritual y
ministerial.
El saber
*Dimensión humana: - Una persona en relación consigo misma. - Una persona en relación con
los demás. - Una persona en relación con un mundo en cambio. - Una persona de cualidades
humanas. - Una persona «compañero» de camino. * Dimensión cristiana: - Una persona en
relación con Dios. - Un servidor incondicional de los catequizandos. - Una persona integrada en
una comunidad de fe. - Una persona testigo de Ia fe que vive Ia perfecta alegría. - Un «cristiano
con vosotros y catequista para vosotros».
La obra consta de tres grandes partes, divididos cada uno de ellos en pequeños capítulos. Son:
saber mirar con los cinco sentidos (desarrollada en saber mirar, escuchar, tocar, decir y callar);
saber hacer una reunión (desarrollada en: al empezar, la sesión, los textos, los contextos, las
personas, lo imprevisible y la valoración); y saber hacer un estilo de catequesis, donde abordan
algunos temas más usuales de! hacer catequético y que encierran cierta dificultad a los
catequistas. En concreto: catequesis al estilo de Jesús; saber hacia dónde vamos; ¡eso de la
experiencia!; experiencia y comunicación; experiencia y metodología; e! grupo de catequesis;
metodología; una pedagogía viva.
XXXXXXXXXXXXXXXXXXX EL SER
El papa Francisco añadiría su conocida expresión que utilizó en Evangelii gaudium, n. 24, y que
en tantas ocasiones ha vuelto a repetir: «el Señor siempre nos primerea», Él toma la iniciativa
para el compromiso y el camino que te propone. Un catequista vocacionado es una persona,
que ve la realidad que le rodea, y se siente atraído a poner lo que es y lo que tiene al servicio
de esta tarea catequética. «¡Cuántas almas extraviadas por no conocer al amo y Señor», diría
D. Manuel. En medio de esta misión, el catequista, en innumerables ocasiones se sentirá
incapaz, como que no sirve, que no está bien preparado. Pero pone los medios para superar
todo ello, sabiendo que Dios da la fuerza para reilusionarse y superar, con alegría, las
dificultades inherentes al ejercicio de su vocación como catequista. En definitiva, el catequista
es un enamorado de Cristo: Lo conoce, lo ama, lo sigue. Vive lo que cree y anuncia lo que vive,
contagiando así el Evangelio. Por eso, cuando los niños, los jóvenes o los adultos a los que
acompaña, lo encuentran en la vida diaria, distinguen en él o en ella a una persona que
saborea a Cristo y que, sin saberlo y sin merecerlo, se convierte en un destello del amor de
Dios.
El ser: la formación lleva al sujeto a entrar en una dinámica de maduración personal tanto
humana como creyente y evangelizadora. La formación no se entiende como acumulación de
saberes para impartir a los demás. La formación afecta primeramente a la persona del
catequista, de manera que la formación le transforma personalmente. Capacitarse es también
reinterpretarse como creyente. No se reciben conocimientos y aptitudes para hacer o trasmitir
a otros, obviando la asimilación y transformación personal.
. Las dimensiones de la formación: el ser, el saber y el saber hacer. La formación de los
catequistas comprende varias dimensiones. La más profunda hace referencia al ser del
catequista, a su dimensión humana y cristiana. La formación la ha de ayudar a madurar, ante
todo, como persona, como creyente y como apóstol. Después está lo que el catequista debe
hacer para desempeñar bien su tarea. Esta dimensión, penetrada en la doble fidelidad al
mensaje y a la persona humana, requiere que el catequista conozca bien el mensaje que
transmite y, al mismo tiempo, al destinatario que lo recibe y al contexto social en que vive.
Finalmente está la dimensión del saber hacer, ya que la catequesis es un acto de
comunicación. La formación tiende ha hacer del catequista un educador del hombre y de la
vida del hombre.
Fisonomía teológica del catequista: Vamos a analizar cómo ven la Biblia y los documentos del
Magisterio de la Iglesia la fisonomía del catequista. Nos lo muestran, ante todo, como un
testigo de la fe. ¿Por qué? Porque su testimonio se asemeja al profeta: como el profeta, sus
palabras y sus acciones deben presentar el mensaje de Dios al pueblo. Es obvio que no tiene
una inspiración especial de Dios como el profeta. Pero, cuando el catequista es dócil a la
Palabra de Dios y la transmite con fidelidad, es Dios quien habla por ‘l. Se convierte en
instrumento de la Palabra vivificadora.
. La formación del catequista: Somos conscientes de la necesidad que todos los laicos
tienen de una formación sólida e integral. Esta necesidad es más urgente para los catequistas
cuya misión es comunicar a los demás el mensaje de Cristo. Se requiere una formación
permanente que le ayude a conocer mejor su fe a crecer en experiencia y a mantener un
proceso de constante conversión ( GPCM4) La formación del catequista depende mucho del
modelo de catequista que se desea lograr. La meta que nosotros proponemos es formar un
educador de la fe. Esta opción suscita la necesidad de lograr muchas metas. Las hemos
descrito en los apartados anteriores. Ahora, sólo vamos a establecer algunos criterios sobre
cómo lograrlo. No puede haber nueva catequesis sin catequistas bien formados a. Debe
procurarse siempre el equilibrio en los cuatro sectores esenciales de la formación del
catequista: la formación doctrinal. la formación espiritual. la formación metodológica. la
formación humana. b. La formación debe equilibrar la capacitación intelectual con la
experiencia real. Es decir, es indispensable la formación por la acción. Porque la experiencia
directa provoca reflexión y estimula el estudio personal. c. Es necesario definir el modelo de
catequista que se desea conseguir, de acuerdo con las necesidades o con los programas de
trabajo. Es obvio que no es lo mismo preparar un catequista de niños que uno de adultos, o
uno para indígenas de la sierra que para universitarios. El modelo determina el programa de
formación que se impartirá. d. Un buen programa de formación de catequistas debe tener
mecanismos de acompañamiento para ayudar a cada uno ante las dificultades y preguntas que
le vayan surgiendo en su trabajo. e. Debe evaluarse el avance o las necesidades del programa
educativo, para precisar cuáles variantes o novedades se requiere incluir en el programa
inicialmente previsto. Para lograrlo, es muy útil conocer qué piensan y proponen los mismos
catequistas. De lo contrario, hay el riesgo de errar en las apreciaciones y de resolver sólo una
parte de las necesidades.
. Formación doctrinal. a. La formación del catequista inicia con una buena base doctrinal. ¿Por
qué? Porque el conocimiento y asimilación de la fe ofrece la posibilidad de vivir un proceso
catecúmena personal y la experiencia del propio crecimiento en la fe. b. Sean amplios o
reducidos, los programas de formación doctrinal para catequistas deben armonizar siempre las
cuatro reas esenciales de la doctrina cristiana: credo, moral, sacramentos y espiritualidad. c. El
catequista necesita conocer cuáles verdades tienen sólido fundamento y cuáles son opinión de
escuela. Es decir, el catequista necesita doctrina segura para diferenciarla de las múltiples
ideologías existentes. B. Formación espiritual. a. El catequista necesita acrecentar su
experiencia de Dios durante toda su formación. La consigue por la participación litúrgica y
sacramental, por la oración personal y comunitaria, por el ejercicio de hábitos que purifiquen
sus actitudes ante Dios. b. El catequista necesita fuertes experiencias eclesiales para crecer en
sus motivaciones evangélicas. Es muy útil aprovechar las ocasiones que ofrece la vida misma
de la comunidad o momentos especiales como la visita al Obispo, la participación en algún
congreso, etc. c. El catequista debe realizar un proceso constante de superación en su
compromiso de fe durante todo el periodo de formación. Porque lo que más contribuye a
transmitir la fe es el testimonio de vida. Y el catequista, como hombre caído y herido por el
pecado, necesita elevarse para vivir más de acuerdo con el ejemplo de Jesucristo. Todo avance
en la coherencia de su vida con la fe que transmite, ser el mayor ‘éxito en su formación. d. Es
importante desarrollar una actitud eclesial de unidad y de corresponsabilidad que permita al
catequista saber trabajar junto a los otros y dejar trabajar a los otros. Siempre hay el riesgo de
convertirse en críticos despiadados y obstáculo de otro catequista, o de querer aislarse en la
acción evangelizadora. El sentido de catolicidad eclesial debe lograrse con actitudes de respeto
y apoyo a la variedad de carismas presentes en la Iglesia. e. El catequista debe educarse en la
fidelidad a la Iglesia. Debe crecer constantemente en la convicción de que no es el transmisor
de una doctrina propia y de unas metas personales. Debe ser consciente de que es un
miembro de la Iglesia y trabaja en nombre de Ella. Su expresión más común de fidelidad
eclesial la verá en la sumisión que viva ante las pautas que reciba de su Obispo y del Papa
como cabeza de la Iglesia universal. f. La formación debe aportar al catequista la conciencia de
poseer una misión evangelizadora. Y debe valorar que esta misión la ha recibido de Dios por
medio de la Iglesia. Ser catequista es una vocación a la que responder, no un plan personal de
prestigio propio. Cuando el catequista es consciente de su llamada sobrenatural, es más
abierto a los demás, más humilde ante las contrariedades y más dócil al Espíritu. g. Toda la
formación del catequista debe construirse sobre el amor personal a Jesucristo y a la Virgen
Santísima. De este modo, su espiritualidad tendrá motivaciones purificadas y estímulos
fuertes.