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Discalculia
color rojo.
Especialidad psiquiatría
neuropsicología
Sinónimos
Aviso médico
Prevalencia
Las dificultades matemáticas tienen una alta prevalencia en la población
infantil. Un alto porcentaje de niños que tienen dificultades severas en el área
de las matemáticas sufren de discalculia del desarrollo (Morsanyi et al., 2018),
la cual persiste en la edad adulta (Rapin, 2016) y presenta una prevalencia
similar a la de la dislexia del desarrollo y al trastorno por déficit de atención
(con o sin hiperactividad). Los estudios epidemiológicos describen una
prevalencia estimada de entre el 1.3% y el 10.3% (Devine et al., 2013) aunque
la media estimada específicamente en población escolar es del 5-6%
(Kaufmann and Von Aster, 2012; Devine et al., 2013) o del 4 al 7% según
Shalev et al. (2000) y de entre el 3% y el 6 % según G. Price y D. Ansari
(2013).
Etiología
La discalculia tiene un origen genético multifactorial, sin que hasta la actualidad
se hayan identificado los genes de riesgo. Evidencias provenientes de estudios
de análisis genético univariado y multivariado sugieren que dos tercios de la
varianza en la capacidad aritmética pueden ser explicados por genes
compartidos con la capacidad cognitiva general y la lectura. Aunque este
solapamiento genético pone en tela de juicio la especificidad del procesamiento
numérico, existen evidencias de que un tercio de la varianza es explicada por
genes específicos para las matemáticas.
Estos datos parecen aportar la información necesaria para considerar que
existen, en cierto modo, aspectos biológicos y genéticos que determinan la
presencia de estos déficits en aquellas áreas del aprendizaje relacionadas con
la aritmética, cálculos numéricos y por lo tanto de discalculia.La evaluación de
la genética de la discalculia del desarrollo se centró inicialmente en el estudio
comparativo de gemelos y de familias. Son destacables las altas tasas de
concordancia encontradas en los estudios de gemelos. Concretamente, del
0.73 en gemelos monocigotos y del 0.56 en gemelos dicigotos (Alarcon et al.,
1997). Asimismo, los estudios de familias establecieron resultados parecidos
(Shalev et al., 2001). Concretamente, se constató que, en las familias de los
niños diagnosticados de discalculia del desarrollo, también compartían el
trastorno el 66% de las madres, el 40% de los padres, el 53% de los hermanos
y el 44% de familiares de segundo grado. Ello sugiere que en los familiares de
los afectados por el trastorno el riesgo de presentarlo es de 5 a 10 veces mayor
que en la población general. Estudios más recientes (Kovas et al. 2007a,
2007b), muestran resultados en la línea de los mostrados hasta el momento.
En un estudio longitudinal de 7 años, realizando un análisis genético
multivariante y analizando una muestra de 1500 pares de gemelos
monocigotos y de 1375 pares de gemelos dicigotos, se encontró que solo un
30% de la variancia genética era específica para las matemáticas (Tosto et al.,
2014). Por otro lado, la frecuente comorbilidad de la discalculia del desarrollo
con la dislexia del desarrollo coincide con los datos aportados por algunos
estudios recientes, que apuntan que existe una sustancial sobrexposición
genética entre varios trastornos del desarrollo como la dislexia y la discalculia
(Plomin et al., 2007; Haworth et al., 2009).
Comorbilidad
La prevalencia anteriormente mencionada, podría estar enmascarada por la
presencia de otras dificultades de aprendizaje o de comportamiento
(comorbilidad) (Pennington, 2006; Morsanyi et al., 2018).
En ese sentido, las dificultades matemáticas están asociadas a un alto riesgo
de presentar otros trastornos del neurodesarrollo y a contribuir a una baja
calidad de vida en la infancia (Kuhn et al., 2016). En este caso, se ha
observado que el 25% de los niños afectados por la DD presentan comorbilidad
con el TDAH o la dislexia (Rapin, 2016).
Bases cerebrales
Los diferentes estudios realizados hasta el momento indican que el sustrato
neural del procesamiento numérico y el cálculo se encuentra distribuido en
diferentes áreas y/o regiones cerebrales, tanto corticales como subcorticales,
conectadas entre sí formando complejas redes neuronales. La afectación de
una parte de esa red neural conlleva dificultades específicas en el
procesamiento numérico y el cálculo, reflejadas de una u otra manera según la
región/zona afectada).
Los estudios de neuroimagen estructural para determinar la base
neurobiológica de las dificultades matemáticas y la discalculia comenzaron a
realizarse en la década de los 90 en pacientes con daño cerebral adquirido
(Grafman et al., 1989; Levin et al., 1996; Lucchelli and De Renzi, 1993; Mayer
et al., 1999; Moore et al., 1991; Suresh and Sebastian, 2000). A partir del año
2000, empezaron a publicarse estudios realizados con niños/as con DD,
basados en el uso de imágenes obtenidas por resonancia magnética cerebral.
En los diferentes estudios realizados con este tipo de técnicas a niños y niñas
con diagnóstico de discalculia del desarrollo, se ha observado una reducción de
la sustancia gris de algunas regiones del lóbulo parietal, así como diferencias
en los haces de fibras de los lóbulos frontal y parietal (Isaacs et al., 2001;
Molko et al., 2003; Mussolin et al., 2010; Rotzer et al., 2008, 2009;
Rykhlevskaia et al. 2009).
Además, se han observado alteraciones en la conectividad cerebral estructural
asociadas a la discalculia. En este sentido, E. Rykhlevskaia y col. (2009)
realizaron un estudio con 47 niños entre 7 a 9 años con discalculia
comparándolos con niños con un desarrollo típico, mediante la técnica DTI (del
inglés, diffusion tensor imaging). Sus resultados mostraron una reducción de la
sustancia blanca en la corteza temporoparietal derecha. Estos resultados
confirmaban los publicados en estudios previos, por ejemplo de S. Rotzer y col.
(2008), donde se observaba una reducción del volumen de la sustancia blanca
en el lóbulo frontal izquierdo y en el giro parahipocampal derecho en niños DD
comparados con el grupo control. En estudios posteriores se ha confirmado
que la alteración en la conectividad estructural no es únicamente desde el IPS,
sino que afecta también al fascículo longitudinal superior, que conecta áreas
parietales, temporales y frontales y participa en la integración y control de otras
funciones cognitivas (Kucian et al., 2013).
Respecto a la conectividad funcional, el estudio más reciente publicado hasta la
fecha, en nuestro conocimiento, que focaliza su atención en la FC en las
competencias aritméticas, es el realizado por G. Price y col. (2017). Sus
resultados mostraron que mientras que la FC del IPS derecho con su homólogo
contralateral estaba correlacionado positivamente con las habilidades
aritméticas, la FC entre el IPS izquierdo y el polo temporal medial derecho,
además de la FC entre el AG y el giro frontal superior izquierdos, estaban
correlacionada negativamente con estas mismas competencias aritméticas.
Según los autores, sus resultados sugieren que una FC interhemisférica
robusta es importante para el desarrollo matemático.
Aunque los resultados de estos estudios han aportado un mayor conocimiento
de la comunicación entre redes cerebrales, en general, y de la relación de
éstas con el IPS, en particular, en el procesamiento matemático, aún quedan
muchas cuestiones que clarificar, como por ejemplo la relación del IPS con
otras redes cerebrales, como la atencional o la lectora, y la relación de éstas
con los procesos matemáticos.
Cuadro clínico
La discalculia es un término que hace referencia a un amplio rango de
problemas relacionados con el aprendizaje de las habilidades matemáticas. No
existe una única forma de trastorno del aprendizaje de las matemáticas y las
dificultades que se presentan varían de persona a persona. Afectan de modo
diferente en cada momento del ciclo vital de las personas (Serra-Grabulosa &
Sanguinetti, 2015).
En la discalculia se observan dificultades en:
La lectura y escritura de los números, confusión de los signos: +, -, / y ×,
identificación, reversión o transposición de números, etc.
Dificultades con las tablas de multiplicar.
Errores en las operaciones matemáticas básicas (suma, resta,
multiplicación y división).
Dificultades relacionadas con la orientación espacial, tanto la propia
como la de los objetos.
Dificultad con los conceptos abstractos del tiempo y la dirección.
Incapacidad para realizar planificación financiera o presupuestos.
Incapacidad para comprender y recordar conceptos, reglas, fórmulas,
secuencias matemáticas (orden de operaciones).
Déficits en referencia a las relaciones entre figura y longitud.
Hay errores de transcripción, por ejemplo, escribir números dictados.
Dificultad para llevar la puntuación durante los juegos.
Ansiedad, ante aquellas tareas y actividades relacionadas con las
matemáticas.
Dificultades para realizar abstracciones y elaborar asociaciones a partir
de material numérico.
Se utilizan los dedos para contar.
Cuando se dan varios de los síntomas comentados con anterioridad, u otros
similares, se hace preciso acudir a un profesional para realizar una valoración
completa del menor con el fin de valorar el posible caso.
Las dificultades para la comprensión de las matemáticas no tienen por qué
implicar necesariamente la existencia de discalculia. Es normal que muchos
niños tengan en algún momento dificultades con los conceptos numéricos y
aritméticos, pero existen diferentes características que pueden alertarnos de la
posibilidad de que el pequeño presente este trastorno del aprendizaje.
Clasificación
Se presenta de diferentes formas según el diagnóstico o sus características.
Tradicionalmente se ha divido en cuatro tipos:
Diagnóstico
La edad para detectar un problema de discalculia está entre los seis y ocho
años, momento en que se introducen las matemáticas como materia
independiente y se puede comparar el rendimiento de unos niños con otros.
Para realizar un correcto diagnóstico, es necesario que sea diferencial. Es
importante realizar un correcto seguimiento del rendimiento escolar del menor
puesto que en muchas ocasiones se suele confundir discalculia con otros
déficits como el TDAH, u otros factores como falta de motivación para las
matemáticas. Se debe hacer una valoración global del nivel intelectual, con el
fin de comprobar si los déficits asociados a la discalculia, son primarios o
secundarios o si están relacionados con bajo nivel intelectual.
Para realizar el diagnóstico son necesarias unas series de pruebas para medir
diferentes habilidades. La mayoría de estas pruebas o test presentan una alta
fiabilidad y una variación acorde a los patrones de edad y desarrollo propios del
menor al que se pretende evaluar. También es necesario que se produzca un
rendimiento escolar por debajo del nivel esperado.
Los test para evaluar las dificultades en el procesamiento numérico y el cálculo
deben incluir (Serra-Grabulosa & Sanguinetti, 2015):
Tratamiento
Siempre se tiene que realizar en función del diagnóstico previamente
establecido, con el fin de conocer de forma segura las limitaciones y fortalezas
del menor.
Es importante considerar una serie de recomendaciones antes de comenzar el
tratamiento:
Test Tedi-Math. Test creado para evaluar a niños que tienen dificultades
en las habilidades matemáticas básicas. No evalúa el nivel académico, sino
que evalúa si el niño domina las habilidades numéricas más básicas
(baremos solo desde p5 a 3º de educación primaria).