Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Canción Punto y raya. Aníbal Nazoa (letra) y Juan Carlos Núñez (música)
Prosiguiendo con el recorrido por las cocinas de frontera, hoy nos referiremos a una de las
fronteras más dinámicas y activas de Suramérica, la conformada a lo largo de 155 Km. por
los estados Táchira (Venezuela) y Norte de Santander (Colombia). En esta región se
produce históricamente la mayor intensidad de relaciones entre los habitantes de ambos
países y la más densa red de intercambios de personas, productos y servicios, constituyendo
un importante espacio de fusión familiar y cultural, especialmente sensible a las decisiones
geo-políticas y administrativas que toman ambos países.
La zona que hoy constituye el Táchira estuvo habitada antiguamente por numerosas etnias
de diferentes procedencias, filiaciones y niveles de organización económico-social, algunas
de los cuales fueron agricultores sedentarios que desarrollaron importantes prácticas
agrícolas como los andenes y la construcción de diques. Del otro lado, el valle de Cúcuta lo
poblaron sociedades tribales y cacicazgos, emparentados lingüísticamente con la familia
chibcha y que compartían con los llamados “indios chitareros” (que vivían al sur del
Departamento norte de Santander) el cultivo del maíz, batatas, frijol, arracachas y yuca.
Parte de esta población se desplazó al Táchira e interactuó con los Arawacos del
piedemonte andino, cultivadores de maíz y yuca y hacedores de casabe.
A partir de esos cruces se configuró un sistema alimentario basado en el consumo de maíz,
batatas, frijol, arracachas, yuca, auyama, ají, papa y frutas como guayabas, piñas, caimitos,
curubas, guanábana, lechosa, uchuvas silvestres entre otras, que fue configurando un
repertorio de platos altamente estimados por los vecinos de ambos lados.
En este régimen es importante destacar que tanto tachirenses como santanderianos son
especialmente afectos a las sopas, siendo una de las más populares el mute que incluye
maíz, garbanzos, pasta y alcaparras, menudo, carne de cerdo y res cocinados con agua y
vinagre, y en algunos casos, se le adicionan chorizos. Antonio Montaña, califica al mute
santandereano -similar al mondongo, pero con pasta- como Un plato elaborado, sabio en
texturas y amplio en sabores en el que…resuenan los ecos de otras culturas culinarias.
En las mesas cucuteñas se saborea el típico sancocho: caldo espeso preparado con carne y
hueso (ya sea de pollo, gallina, pescado, res, costilla) con papa, yuca, apio, auyama y
plátano y fríjoles o garbanzos, cuya herencia se asocia, en esta zona, a la presencia de unos
inmigrantes alemanes que se asentaron en el norte de Santander a mediados del S XIX…es
el producto criollizado del plato alsaciano. Añade yuca y plátano, resta tocino, conserva
las hierbas y el clavo, y sustituye el enebro por el cilantro” (Montaña, 2006).
Otros protagonistas importantes son el caldo de pichón (paloma) con venas y sangre de res,
el cuchuco de cebada; la pira, que se parece al ajiaco; el currungo o sopa de maíz, los
chorotes bolitas hechas con una masa de cuajada y harina de maíz, el caldo de albóndiga y
el caldo de panches con peces de río, entre otros.
También en Rubio se sirven sancochos de res, pollo o pescado y hervidos, que a diferencia
de aquellos, además de carne, legumbres y aliños, incluyen plátanos, yuca y hortalizas.
Así mismo, son preferidas por los comensales locales las sopas de arvejas, cebolla, auyama,
apio, tomate, frijoles y otros granos, así como la versión local del famoso ajiaco
cundiboyacense con pollo, res o cochino, en una base de plátanos, verduras picadas -
berenjena, auyama- y arvejas, y el potaje, similar al mondongo, que lleva paticas de
cochino, cabeza, lengua y panza de res.
Otro de los platos que goza de amplia reputación regional es el guiso denominado
pepitoria, que parece haberse generalizado procedente de Venezuela y se prepara con
sangre y menudencias de aves, cochino o chivo, así como la chanfaina con arroz sazonado.
En la zona colombiana son muy apreciadas las llamadas hormigas culonas, que se
consumen tostadas y espolvoreadas con sal, después de desprenderle el abdomen y las
patas.
Resulta interesante destacar el horario y la denominación de las comidas extendidas en la
región: desayuno, mediamañana, once o mediasnueve, entre desayuno y almuerzo;
merienda o puntal hacia las 3 o 4 pm y la cena que en Cúcuta se denomina comida. En
ambos lados, aunque con nombres distintos, no hay mejor desayuno que una pisca,
changua o caldo de tusas, preparación sencilla de tradición aborigen que lleva aliños,
leche, huevo y cilantro, en sus diferentes versiones: con papa, “negra”, “caldo teñido”, etc.
En el norte de Santander la changua se acompañaría de “....café, pan y arepa de maíz pilado
con sal a la que se agrega a veces queso y chicharrón molido. También acostumbran en
algunos lugares la yuca, el maduro y la carne a la hora del desayuno” (Rodríguez, 1964).
En el Táchira no faltarían las arepas, el perico, queso, almojábanas o algunos de los
deliciosos panes dulces andinos.
En materia de dulcería es ampliamente conocido el bocadillo veleño, conserva de guayaba
envuelta en hoja seca de plátano, que al igual que los panes -en todas sus variedades:
camaleón, rellenos de guayaba, quesadillas o tunjas, bizcochos y colaciones como las cucas
o paledonias, almojábanas, mantecadas y rosquetes- constituyen marcadores de identidad
regional. Otros dulces caseros santandereanos como el arrastrado, el tonchalero, el cabello
de ángel y el cortado, se venden en los mercados tachirenses y se consumen en hogares y
ferias populares, junto a las melcochas, los templones o aliados y los buñuelos almibarados
de yuca, apio, papa y plátano tachirenses.
Entre almojábanas, una buena taza de café o una sabrosa caspiroleta, transcurren las vidas
de los ciudadanos en una cotidianidad difícil y compleja, en la que se borran los bordes y la
frontera, en el anhelo compartido por una mejor calidad de vida, seguridad y paz.
(III)
ENTRE LOS LLANOS DE VENEZUELA Y COLOMBIA (III)
La forma emblemática de preparar la carne de res en Apure “…es como ternera criolla o
simplemente “ternera”, que consiste en ensartar las piezas de carne en varas de madera
aromática y asarlas al calor de las brasas” (Cartay, 2010). Para secarla, aún se recurre a la
manera tradicional del Arauca, salándola y poniéndola al sol, con lo cual la carne se
conserva durante mucho tiempo, esta carne seca, combinada con frijol, arroz, topocho y
auyama integra el famoso paloapique, plato infaltable en las mesas llaneras.
Referencias bibliográficas:
Cartay, Rafael: Entre gustos y sabores (2010); MORENO, Làcydes: Palabras junto al fogón (2012) y
VALDERRAMA, María Isabel (2005) “Colombia: una eterna despensa” (2005) en Desde los Andes al
Mundo; Sabor y Saber (2005)
AL SUR: ENCUENTRO ENTRE VENEZUELA, COLOMBIA Y BRASIL (IV)
Referencias bibliográficas: Alex Atala y Carlos Alberto Dória: Com unas, dentes &cuca. Prática
culinária e papo-cabeca ao alcance de todos, 2008; Nelson Méndez: Saberes y Sabores de la
Gastronomía Indígena del Estado Amazonas,2008; Gonzalez, Martha y Nelson Méndez (2008)
“Teología de la Cocina Amazónica: De la selva a las mejores mesas” en Nuestra cultura
gastronómica: origen, influencias y mestizajes, 2008; Enrique Sánchez y Carlos E Sánchez: Paseo
de olla. Recetas de las cocinas regionales de Colombia, 2012.
Cuando recordamos el mapa de Venezuela viene a nuestra memoria la franja rayada que
desde la infancia vemos en su extremo oriental que señala “Zona en reclamación”. En
efecto, se trata del Esequibo, parte importante de la hoy República Cooperativa de Guyana
y territorio en disputa, sujeto al Acuerdo de Ginebra del 17 de febrero de 1966. No obstante
la familiaridad de la imagen, es muy poco lo que los ciudadanos sabemos acerca de esta
zona en cuestión, sobre su geografía, recursos, población y raíces culturales.
Los límites territoriales entre Venezuela (Estados Delta Amacuro y Bolívar) y el Esequibo
miden 743 km y están marcados por el Monte Roraima (punto de convergencia entre
Venezuela, Brasil y Guyana) y Punta Playa en el Delta Amacuro. El territorio en
reclamación tiene una superficie de 167.830 km. y acoge cinco (Barima-Waini, Cuyuni-
Mazaruni, Pomeroon-Supenaam, Potaro-Siparuni, Upper Takutu-Upper Essequibo) de las
diez regiones que forman la nación guyanesa, por cierto, único país de habla inglesa en
América del Sur.
El territorio Esequibo posee gran biodiversidad, una variedad -hasta ahora- incalculable de
especies vegetales y animales, además de diferentes paisajes geográficos que incluyen
costa, selvas tropicales, bosques, sabanas, abundante ríos, manglares y pantanos y la
presencia de recursos forestales y minerales (bauxita, oro, diamantes, manganeso, reservas
de uranio, coltán, petróleo y gas natural).
Al igual que en el oriente venezolano, sus pobladores originarios fueron los arawakos,
quienes le dieron el nombre de “tierra de agua”, caribes y waraos; posteriormente llegaron
los conquistadores europeos y las inmigraciones procedentes de Africa y las Indias
Orientales. Como el resto de Guyana, cuenta con poca población urbana y baja densidad
poblacional, constituyendo una sociedad pluricultural -integrada por indios, africanos,
amerindios y población mixta, que portan diferentes cosmovisiones, idiomas y religiones- y
han incubado importantes conflictos socio-raciales y culturales. Desde el punto de vista de
las filiaciones religiosas se distribuyen entre cristianos (pentecostales, católicos, anglicanos,
adventistas del séptimo día y otras denominaciones), hindúes, musulmanes, rastafaris y
bahaíes.
El “Pepper Pot” (olla picante) es el plato guyanés de mayor popularidad, asociado a las
grandes celebraciones y especialmente a la Navidad (para muchos, el desayuno preferido la
mañana navideña) es un guiso de origen amerindio, de cocción muy lenta preparado con un
tipo o varias carnes, cuyo ingrediente principal es el “cassareep” (casaripo) acompañado de
ajíes y que se ha extendido incluso fuera de las fronteras guyanesas, se acompaña de pan
casero y es una fiesta para los sentidos. Otra preparación emblemática es “boíl & fry” a
través de la cual cocinan los vegetales locales (“ground provisions”) hervidos y salteados
en agua, añadiendo hierbas aromáticas, cebolla, ajo, tomates y algunas veces, pescados
salados. Buen provecho!
Venezuela posee cerca de 4.208 km de costas entre Castilletes (Edo. Zulia) hasta Punta
Playa (en Delta Amacuro), repartidos en fachadas marítimas con el Caribe y el Atlántico
que limitan con los mares territoriales de República Dominicana; Aruba, Curacao, Bonaire,
Saba y San Eustaquio (dependientes de los Países Bajos); Islas Vírgenes Americanas y
Puerto Rico (dependientes de EEUU); Monserrat e Islas Vírgenes (dependientes de Gran
Bretaña); Martinica y Guadalupe (dependientes de Francia) y los países independientes San
Cristóbal y Nieves, Dominica, Santa Lucía, Granada, San Vicente, las Granadinas y
Trinidad y Tobago. Se trata de un borde fronterizo pleno en diversidades geográficas,
culturales y lingüísticas a las cuales no escapa un mosaico gastronómico, resultado de los
complejos procesos socio-históricos que se han dado en la región.
Los estudios etnohistóricos sostienen que estas islas fueron ocupadas por tres oleadas
poblacionales: una primera -los tainos- que aprovechó en su alimentación el ecosistema
manglar que les proporcionó moluscos, conchas y pescados, además de la caza de algunas
especies como iguanas, jutías y venados y la recolección de frutas como piñas, caimitos,
corozos, guayabas y guanábanas. La segunda, de población arahuaca, les legó la yuca y la
tecnología del casabe, además de frutos como batata, maíz, auyama, frijoles y ají. La
tercera, integrada por los caribes, aportó la cuidadosa preparación de carnes y pescado, el
uso del yare en los guisos y del ají como sazonador (Veáse: Lovera, 1991).
Sin duda la yuca, el maíz y el ají conformaron una trilogía básica a la que se añadieron
tubérculos, frijoles, calabazas, carnes de cacería, fauna marítima y muchas frutas. Los
conquistadores y funcionarios coloniales intentaron mantenerse abastecidos de los
productos propios de la mesa europea de la época: trigo, carnes (vacuna, porcina y caprina),
aves de corral, aceite de oliva, vinagre, vinos, aceitunas, frutos secos, quesos, arroz. Con la
llegada de la población africana, a partir del S XVI, se sumaron otros alimentos
característicos como el quimbombó (okra), ñame, ocumo, aceite de palma, gallina de
guinea, el uso de la miel de caña, pimienta y jengibre, y sobre todo, se incorporaron y
generalizaron tres productos, que aunque originarios de Asia, eran muy apreciados por los
africanos: coco, plátano/cambur y caña de azúcar.
Esas herencias, y las más recientes de asiáticos, indios y norteamericanos, hacen parte de
sus despensas y platos característicos, exhibiendo también gustos y preparaciones comunes,
entre las cuales se advierte, en materia de ingredientes, la infaltable presencia del maíz,
yuca, plátanos, granos, mariscos y pescados (en especial bacalao) y las frutas. Tres
preparaciones básicas conviven en casi todo el Caribe: el sofrito, el casabe y las masas de
maíz cocidas de distinta forma.
El sofrito, fondo para la preparación de diferentes platos, lleva ajo, cebolla, tomate y ají
dulce, en algunos casos se le agrega achiote (onoto) y condimentos como orégano o
comino, y presenta especificidades e incluso diferentes nombres: al sofrito cubano se le
ponen hojas de laurel, en el “recaíto” puertorriqueño no puede faltar el culantro (“recao”)
del cual toma su nombre, la “sazón” dominicana licúa vinagre, limón, pimentón y orégano
fresco. En las islas de cultura inglesa no se utiliza el sofrito, sino una forma de marinar
carnes rojas y aves, rica en hierbas y especias, llamada “jerk”.
El casabe, pan del Caribe, acompaña guisos, pescados, sopas y recibe diferentes
denominaciones, siendo la más curiosa la de “bong bong” en las islas vírgenes británicas.
Las masas de maíz están presentes en las mesas antillanas y sobresale entre ellas el “funche,
fungee, fungie” o polenta, que con distintas modalidades se consume junto a pescados,
guisos y sopas, llamado en Trinidad y Tobago “cou-cou” donde se prepara con quimbombó
y mantequilla.
En materia de platos, en todas las islas se cocinan guisos con carnes y tubérculos, aunque
con distinta presentación y gustos: desde el “sancocho” venezolano, dominicano o
puertorriqueño, diferentes “asopaos”, el “jouroumou” (sopa de calabaza haitiana), hasta el
“pepperpot” de Trinidad -Tobago, que es un plato emblemático en el Caribe oriental. Una
sopa muy consistente extendida por el Caribe es el calalú (con acepciones calalou, calaloo,
kalalú, calla loo) que incluye en lo básico quimbombó, carne de res y/o de puerco,
cangrejos, vegetales, y especialmente hojas verdes, que en algunos países reciben también
el nombre de “callaloo” y pueden ser hojas de ocumo, taro, espinacas, pira o amaranto. En
el caribe oriental incluye leche de coco, caracoles, langosta; en las islas vírgenes se sirve
acompañado del “fungee” y en Guadalupe es especialmente apreciado el “calalou au crabe”
(con cangrejo) servido con arroz blanco y “chiquetaille de bacalao”.
La olla en las Antillas Neerlandesas tiene una base holandesa a la que se suman influencias
indonesias, danesas y, por supuesto, las procedentes de los países caribeños vecinos,
observándose , al igual que en el papiamento, una fusión, adaptación y caribeñización de
las recetas tradicionales holandesas. Algunos platos emblemáticos son la sopa holandesa de
arvejas con salchichas y tocineta y el “keshi yena” queso holandés relleno con un guiso
muy especiado de pollo o carnes. La influencia indonesia se aprecia en platos como el “bani
goreng”, el “nasi goreng” y el “saté con salsa de maní” y la de las etnias originarias, en las
preparaciones con base en el maíz y muy especialmente, el “funchi” o polenta, las tortas
fritas conocidas como “Johnny Cakes” y el “pan bati”. En el Caribe oriental son
protagonistas el roti y los domplines (dumplings), así como el curry y las especias,
asociadas al coco y jengibre, los chutneys, salsa de pimienta y los encurtidos preparados en
casa. En Martinica y Guadalupe se advierte la marca de la gastronomía francesa: uso de
especias, especialmente tomillo, salsas y gratinados, preferencia por los mariscos. Algunos
de sus platos son el “poulet boucané” (pollo grillado al estilo boucan), los “dombré”
(bolitas de harina y especias, que se combinan con diferentes granos, sopas y guisos) y
preparaciones con el bacalao como ingrediente principal, como el “féroce d'avocat” (una
pasta de aguacate y bacalao, envuelta en harina de yuca), los “accrás de bacalao” y
“macadam” (guiso que se sirve acompañado de arroz blanco o plátanos).
Este amplísimo repertorio “postreramente” ofrece conservas, tartas y tortas, helados, dulces
en almíbar, espumas confeccionadas a partir de la inagotable variedad de frutas y de los
chocolates productos del cacao que se cultiva en las cercanías. En suma, la fachada
marítima es un viaje intenso por los sabores de la historia, la biodiversidad, la música y el
encanto de compartir.
Referencias bibliográficas: José Rafael Lovera: Gastronomía Caribeña. CEGA, caracas, 1991. Cruz Miguel
Ortiz Cuadra: Puerto Rico en la olla, ¿somos aún lo que comimos?.ediciones Doce Calles, Madrid, 2006