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Gorgias de Leontinos (ca.490 - 390 y según ) fue el principal exponente del arte
oratoria, tanto así que se le atribuía, como nos dice Filóstrato, el carácter de precursor
del arte oratoria [Vida de los sofistas 29, 1 ss], aunque a Empédocles se le considera el
inventor de ésta, según Diodoro [Siculo, X II53, 1 ss.], es Gorgias, diez años menor que
él, su discípulo más conocido y por eso mismo relacionado con el desarrollo del arte
retórica. Se le reconoce como el primero en dotar una base teórica a la parte oratoria de
la educación [Suda, s.v. Gorgias]. Y eso es lo que enseñaba a quien pudiera pagar las
cien minas, los topoi necesarios para hacer triunfar la tesis propia y crear una habilidad
para poder argumentar sobre cualquier tema.
Era tan reconocido por su maestría en su arte, que, según nos relata Diodoro,
durante el gobierno de Eucles, al rededor del año 427 a. C., cuando Pericles ya había
muerto, Sicilia se encontraba hostigada por los Siracusanos. Resultante de la guerra y
el temor de sucumbir, fueron enviados embajadores a Atenas para convencer a la
asamblea de prestarles ayuda para poder proteger a Leontinos de los invasores
provenientes de Siracusa. Gorgias encabezaba portando el título de Embajador Jefe,
esto debido a su habilidad de la palabra y siendo acreedor de ser distinguido como
inventor de las artes oratorias.
Gorgias desarrolla todo su pensamiento alrededor del poder que ofrece el logos quien
se aprovecha del kairós, con el motivo de argumentar a favor de la tesis propia e ir
basándose en la verosimilitud (to eikós) de ésta. La mayoría de los sofistas seguían un
sistema en común que consistía en la declamación de epideíxeis o «discursos
demostrativos»; este término puede abarcar un extenso abanico de posibilidades.
Gorgias por su parte se jactaba de poder responder a cualquier pregunta. Según
Filóstrato [Vida de los Sofistas I, 1.], se cree que Gorgias es el primero en proclamar un
discurso improvisado y que, en el teatro de Atenas, fue el primero en exclamar
«proponed», demostrando, con esto, que sabía de todo y, de todo, era capaz de hablar.
Esto, según Bellido, debe ser interpretado como una prueba de su habilidad de
argumentar acerca de cualquier tema, denotando así la educación que podían ofrecer;
iniciando a sus estudiantes en el arte retórica y un constante ejercicio del arte de la
educación. En el Gorgias (453a), Platón asegura, en boca de Sócrates, que para el
siciliano la «retórica es artífice de persuasión y que toda su actividad y meollo apuntan
a ese fin». Además, en el Filebo (58a) Platón escribe en el diálogo como Protarco
recuerda que pudo oír de Gorgias que el arte de la persuasión diverge bastante de las
otras artes «porque todo queda sometido a la esclavitud que ella le impone, por medios
voluntarios, no por la violencia».
(…) Si fue la palabra la que la persuadió y engañó su mente tampoco es difícil hacer una
defensa ante tal posibilidad y dejarla libre de la acusación, del modo siguiente. La palabra es
un poderoso soberano que, con un cuerpo pequeñísimo y completamente invisible, lleva a
cabo obras sumamente divinas. Puede, por ejemplo, acabar con el miedo, desterrar la
aflicción, producir la alegría o intensificar la compasión. Que ello es así paso a demostrarlo.
Preciso es también demostrarlo a la opinión de los que escuchan. La poesía toda yo la
considero y defino como palabra en metro. A quienes la escuchan suele invadirles un
escalofrío de terror, una compasión desbordante de lágrimas, una aflicción por amor a los
dolientes; con ocasión de venturas y desventuras de acciones y personas extrañas, el alma
experimenta, por medio de las palabras, una experiencia propia [la tragedia]. Y ya es hora de
que deje este argumento para pasar a otro: los encantamientos inspirados, gracias a las
palabras, aportan placer y apartan el dolor. Efectivamente, al confundirse el poder del
encantamiento con la opinión del alma, la seduce, persuade y transforma mediante la
fascinación. De la fascinación y de la magia se han inventado dos artes (…)
Para Gorgias, los hombres actúan, regularmente, acorde a lo que perciben de las
apariencias; de ahí surge su opinión (dóxa). Puesto que la dóxa no es verdadero
conocimiento (alētheia) es capaz de actuar sobre de ella la palabra (lógos). Como
prueba se ofrecen los filósofos naturales (meteōrologoi), quienes cambian de opinión
mientras pueden hacer aparentes fenómenos visibles. La virtud del lógos se canaliza a
través de la persuasión (peithō) que induce al espectador una ilusión o engaño (apátē).
Tal como lo indica su doctrina en Sobre el no ser, donde, en su tercera tesis, la palabra
es constituida por nuestra percepción de cosas de afuera, por lo que lo que la palabra
‘dulce’ se forma por la referencia a esa cualidad. Es la realidad exterior la que da
sentido a la palabra. Así como no se puede decir que lo visible o lo audible tienen un
fundamento real, del mismo modo sucede con la palabra. Pues cada una es percibida
por un «órgano». Por lo tanto, «la palabra no da cuenta de la mayoría de las cosas que
existen con fundamento real, al igual que tampoco éstas revelan su recíproca
naturaleza».
Según Melero Bellido, Gorgias hace una división del logos. El primer nivel es el
logos de una cosa es lo que la cosa objetivamente es. En el segundo nivel, el logos de
algo es también lo que nosotros entendemos qué es. Y, el tercer nivel, el logos es la
descripción verbal del objeto (su definición, explicación, o lo que se dice de él). De este
modo, hay una distinción entre objeto, pensamiento y palabra, y cada una de estas tres
instancias de la realidad (planos del ser) están referidas al logos.
Nihilismo: entendiendo el concepto procedente del latín nihíl (nada) como una corriente
utilizada para negar cualquier dogma, creencia o principio, se podría decir que Gorgias
es nihilista por lo que se expresa en su opúsculo Sobre el no ser donde los argumentos
se desarrollan de ésta manera: «El primero es que nada existe; el segundo, que, aún en
el caso de que algo exista, es inaprehensible para el hombre; y tercero, que, aún
cuando fuera aprehensible, no puede ser comunicado ni explicado a otros» [Sexto
Empírico Contra los matemáticos VII 65 ss]. Ante la palabra no hay posibilidad de un
conocimiento absoluto.
Logos: según Melero Bellido, lo veían en tres diferentes grados: «a) al campo de la
lengua y la formu lación lingüística, b) al campo del pensamiento y de los procesos
mentales (pensar, razonar, explicar) y c) al campo del mundo real: todo aquello de lo
que podemos hablar (principios estructurales, fórmulas, leyes naturales). Para Gorgias
es una realidad externa a nosotros con la que podemos definir todas las demás cosas
que percibimos. Es un poder casi omnipotente capaz de dominarnos.