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nuevas alternativas que nos permitan concebir un modo de pensar y de hacer política
rigurosamente humanos. Tal modo de pensar existe y es conocido como humanismo cívico el
cual asume como premisa básica “la radicación humana de lo político y (…) los parámetros
éticos de la sociedad.”2 Esta propuesta filosófico-política, que tiene claras raíces aristotélicas,
siguiendo sus lineamientos básicos, en el presente ensayo procuramos mostrar que la índole
netamente humanista de esta propuesta obedece a su clara sintonía con la naturaleza humana y
su ley intrínseca.
Palabras clave
Humanismo cívico, Alejandro Llano, naturaleza humana, ley natural, política, ética,
1
El presente trabajo es uno de los resultados correspondiente a la primera fase del proyecto Humanismo cívico.
Un nuevo modo de pensar y de comportarse; que desarrolla el grupo Lumen, Escuela de Filosofía de la
Universidad Sergio Arboleda, y ha sido presentado y leído en las XLIV Reuniones Filosóficas: La ley natura,l,
Universidad de Navarra, 27-29 de marzo de 2006.
2
LLANO, A., Humanismo cívico; Barcelona, Ariel, 1999, p.12.
2
hacer política rigurosamente humano en la medida en que sus piezas conceptuales de fondo
sean homologables con los preceptos de la ley natural. Sostengo que tal modo de pensar existe
en la actualidad y es conocido como humanismo cívico el cual asume como premisa básica “la
radicación humana de lo político y (…) los parámetros éticos de la sociedad.”3 Sin embargo,
como bajo el nombre de humanismo cívico cabe agrupar diferentes propuestas filosófico-
mayor nitidez y coherencia a las exigencias de la naturaleza humana y, por lo mismo, merece
Entiendo que la definición de humanismo cívico ofrecida por el profesor Eloy García López
manera genérica, incluir en ella diferentes versiones del humanismo político que, si bien
difieren en importantes aspectos, coinciden todas en sostener los rasgos elementales allí
apuntados: “un nuevo paradigma político en forma de discurso republicano (...) centrado en la
afirmación de la identidad cívica del hombre: el hombre como ser político que vive en una
Básicamente, y por razones de espacio, me referiré a las que considero dos corrientes más
3
LLANO, A., Humanismo cívico; p.12.
4
Prólogo a POCOCK, , J.G.A, El momento maquiavélico. El pensamiento político florentino y la tradición
republicana atlántica. Tr. M. Vázquez y E. García, Madrid, Tecnos, 2002, p. 59.
3
Lo que aúna a los representantes de esta corriente es, en palabras de E. García López,
explica, en la tradición clásica, como un vivir político activo que resulta por principio
primero de los filósofos mencionados debido a que constituye, dentro de esta vertiente,
el autor que ha expuesto de modo más sistemático y sobre bases metafísicas su propio
discurso cívico. Alejandro Llano recoge las aportaciones sobre el tema hechas por
Pocock y atiende, por tanto, a las reflexiones de los mayores representantes del
articular, sin forzar los textos, sus propias argumentaciones con la filosofía política de
Tomás de Aquino, sin duda, el más notable exponente del humanismo político de corte
metafísico.
5
Prólogo a GONZÁLEZ IBÁÑEZ, J., Educación y pensamiento republicano cívico. La búsqueda de la
renovación de la ciudadanía democrática; Valencia, Editorial Germania, 2005, p. 16.
6
En la misma de línea de pensamiento de la Escuela de Cambrigde cabría incluir, tal vez con matices, a otra
figura especialmente nombrada dentro del actual “giro republicano”, me refiero a Philipe Pettit.
7
LLANO, A., Humanismo cívico..., pp. 37 y ss.
4
2. Los nudos conceptuales del humanismo cívico y su plena sintonía con la ley natural
“...la democracia constituye actualmente el único régimen político en el que es posible llevar a
la práctica el humanismo cívico”.8 Se trata del punto de partida inalterable de esta propuesta;
sin embargo, resulta inaplazable la tarea que este humanismo político se ha fijado: repensar la
democracia a partir de categorías metafísicas y éticas; única vía válida para que la democracia
opere como lo que es, un instrumento –no un absoluto-, es decir, un tipo de organización
jurídica y política que debe sustentarse en valores morales para poder servir eficazmente a la
dignidad personal y al bien común. En este sentido, cabe apuntar aquí la sorprendente
humanismo cívico, quien refiriéndose a la república en los Estados Unidos como “reinado
tranquilo de la mayoría”, anota que, si bien es la fuente de todos los poderes, “... en sí no es
La descripción inicial del humanismo cívico ofrecida por el mismo Alejandro Llano nos
servirá de marco conceptual en el que podamos situar los principales componentes doctrinales
sobre los que descansa esta propuesta mostrando, a un tiempo, la solidaridad que ellas
“La primera y más radical es, sin duda, el protagonismo de las personas humanas reales y
figura la consideración de las comunidades humanas –en sus diferentes niveles- como ámbitos
imprescindibles y decisivos para el pleno desarrollo de las mujeres y los hombres que las
componen, los cuales superan de esta forma las actitudes individualistas, para actuar como
humanismo cívico vuelve a conceder un alto valor a la esfera pública (...) como ámbito de
despliegue de las libertades sociales y como instancia de garantía para que la vida de las
a ellas”11. A partir de este primer acercamiento al contenido doctrinal del humanismo cívico se
infiere sin dificultad que la íntima imbricación entre ética y política representa la clave
decisiva para la comprensión cabal de esta propuesta. La dimensión ética de la vida social y
política constituye el rótulo que mejor resume la primera de las notas mencionadas, mientras
que las otras dos remiten en buena medida a la correlativa dimensión social y política de la
ética.
legítima gestora de los asuntos de la polis- se asocia directamente con la noción de dignidad
humana, realidad central de este humanismo político de signo metafísico: “La idea básica de
precisamente el abandono de esta “imagen humanista del hombre y del ciudadano” lo que ha
11
Ibid., p. 15.
12
LLANO, A., Ética y Política, entre modernidad y postmodernidad”; Ética y Sociología. Estudios en memoria
del profesor J. Todolí, O.P., Separata, Salamanca, Ed. San Esteban, 152.
6
profético Tocqueville quiso prevenir a las democracias del siglo XIX13. Lo que sucede es que,
como subraya Alejandro Llano14, se ha radicalizado sólo uno de los aspectos que caracteriza a
aquel otro que constituye, en realidad, una dimensión crucial de la democracia y de la misma
dignidad humana: el ejercicio de la libertad política; específicamente, esa autonomía cívica es,
uno de los puntos clave que el humanismo cívico se propone reivindicar. “Si a esta idea de la
Pero el humanismo cívico apela a una noción de libertad –la libertad como liberación de sí
mismo- que asume y supera los conceptos de libertad negativa (o libertad psicológica)16 y el
de libertad positiva (o libertad para), noción esta última que restablece la olvidada dimensión
social de la libertad. Porque la libertad personal “es algo más que negativa ausencia de
coacción... Es, ante todo, fuerza creadora que trasciende activamente las mediaciones
13
“A medida que las condiciones se igualan, se encuentra un mayor número de individuos que, no siendo ni
bastante ricos ni poderosos para ejercer una gran influencia en la suerte de sus semejantes, han adquirido, sin
embargo, o han conservado, bastantes luces y bienes para satisfacerse a ellos mismos. No deben nada a nadie; no
esperan, por decirlo así, nada de nadie; se habitúan a considerarse siempre aisladamente y se figuran que su
destino está en sus manos...” Así la democracia conduce al hombre “sin cesar hacia sí mismo y amenaza con
encerrarlo en la soledad de su propio corazón.” A., TOCQUEVILLE, La democracia en América. Tr. L. Cuellar,
México, F.C. E., 19572 , P. 467.
14
Cfr , LLANO, A., La vida lograda; Barcelona, Ariel, 2003.
15
LLANO, A., Humanismo cívico..., p. 15.
16
La expresión “libertad negativa” ha sido definitivamente difundida por Isaiah Berlin, para quien libertad en
este sentido significa “estar libre de interferencias más allá de una frontera variable, pero siempre reconocible.”
Dos conceptos de libertad. Tr. A. Rivero, Madrid, Alianza, 2001, p.54. Se trata, no obstante, de una
tergiversación, por lo reducida, del concepto clásico de libertas a coactione o libertad de elección. Para dicho
autor, en efecto, la libertad humana en su significado crucial se limitaría a este aspecto: el de tener total capacidad
de hacer lo “yo quiero”.
7
humanismo cívico.”17 Se trata, por eso, de una comprensión metafísica de la libertad, según la
ontológicamente al bien humano que recibe pleno acabamiento bajo la condición de común.
Con razón, enseña, el Aquinate, de la mano de Aristóteles que “(la comunidad política) busca
el bien principal entre todos los bienes humanos, pues tiende al bien común que es mejor y
Lo dicho hasta aquí permite suponer que para el humanismo cívico hablar de un autónomo
oficio de la ciudadanía implica aceptar la constitutiva dimensión ética de las acciones humanas
porque sin esta premisa es impensable un auténtico humanismo que por definición resulta
inseparable de la radicación moral, en tanto que libres, de las decisiones personales. Por eso,
para el humanismo ciudadano “...la valoración moral de las acciones políticas es su dimensión
más profunda y característica (aunque no la única).”19 En plena consonancia con sus raíces
desmiente la artificiosa escisión entre ética y política –y su obligado correlato: la quiebra entre
ética pública y ética privada- al impugnar un supuesto nivel pre-moral de las acciones
práctica y técnica”21 advirtiendo que su estimación como acciones buenas o malas no es algo
17
LLANO, A., Humanismo cívico, p. 102.
18
SANTO TOMÁS DE AQUINO, Comentario a la Política de Aristótele. Tr. A. Mallea, Pamplona, EUNSA,
2001, I, 1, n° 2.
19
Ibid., p. 52.
20
Cfr Ibid., p. 52.
21
Ibid., p. 50.
8
posterior o resultante de las acciones, sino constitutivo de ellas.22 Se comprende, entonces, que
para este enfoque netamente metafísico y ético de la democracia, resulte, sin más, inhumano,
por antinatural, invocar una presunta “neutralidad” moral del Estado, según la cual las
decisiones públicas escaparían al examen sobre su bondad o malicia éticas. Pero este tema nos
La consideración ética de la praxis social enlaza naturalmente, en efecto, con otro concepto de
origen aristotélico y también central para el humanismo cívico: el de verdad práctica. Noción
que es preciso recuperar si se aspira a conjurar en alguna medida la mencionada ruptura entre
lo que es bueno para el individuo -“bondad” que debe estimarse exclusivamente según el
baremo de las preferencias personales- y lo que es, no bueno, sino correcto en el nivel de la
“verdad” pública. Decisión esta última que se traslada a la esfera de los “expertos en interés
pública”24.
Hablar de racionalidad y de verdad prácticas, por el contrario, equivale a subrayar que no sólo
los ciudadanos para indagar, a través del diálogo racional, la verdad acerca de los asuntos
públicos. Dicho con otras palabras, el humanismo cívico se caracteriza por ser un modo de
pensar que confía en la capacidad de la razón para hallar la verdad; verdad, que en el caso de
22
Cfr. Idem.
23
Cfr LLANO, A., Humanismo cívico..., p. 27.
24
SPAEMANN, R., Europa: ¿Comunidad de valores u ordenamiento jurídico? Madrid, Fundación Iberdrola,
2003, p. 17.
9
conducentes al auténtico bien humano individual y social o vida lograda: “La verdad práctica
de esta visión humanista de la política. No cabe duda de que -tal como sabiamente lo
corrupción política “un término, escribe Pocock, entre cuyos significados el más destacado
(para el discurso cívico florentino) quizá fuera la sustitución de aquellas relaciones públicas
entre ciudadanos a cuyo través la república debía ser gobernada por relaciones privadas.”26 La
Las otras dos notas fundamentales de esta propuesta se pueden abordar conjuntamente si
solamente para vivir, sino para vivir bien”27, lo que en términos aristotélicos equivale a vivir
virtuosamente. La reflexión sapiencial del humanismo clásico nos enseña, en efecto, que ser
feliz o alcanzar una vida lograda, implica un proceso vital dirigido por la libertad humana y
enfocado ineludiblemente hacia la plenitud personal. Acabamiento del propio ser que se logra
desde el núcleo de nosotros mismos. Pero para avanzar en este ideal necesitamos de la polis:
25
Ibid., p. 60.
26
POCOCK, J.G.A., Ob. Cit., p. 180.
27
ARISTÓTELES, Política.; Tr. J.Palli Bonet, Barcelona, Bruguera, 19812 , II, IX.
10
“por ella sucede que el hombre no sólo viva sino que viva bien, en cuanto por las leyes de la
naturaleza racional: la concordia o amistad cívica, ya que “Tal concordia existe entre los
hombres buenos, puesto que éstos están de acuerdo consigo mismos y entre sí; teniendo lo
mismo en la mente, por así decir (pues sus deseos son constantes y no fluctúan como las aguas
Como podemos constatar, la armoniosa trabazón existente entre nociones clave del
humanismo cívico, como las de vida buena, virtudes prácticas, amistad cívica y bien común
confieren a la vida comunitaria una impronta íntegramente humana y, por lo mismo, en plena
sintonía con la ley moral natural: “… hay en el hombre una inclinación al bien
correspondiente a la naturaleza racional, que es la suya propia, como es, por ejemplo, la
inclinación natural a buscar la verdad acerca de Dios y a vivir en sociedad. Y, según esto,
pertenece a la ley natural todo lo que atañe a esta inclinación, como evitar la ignorancia,
respetar a los conciudadanos y todo lo demás relacionado con esto”30. Y refiriéndose a los
actos virtuosos, escribe más adelante el Aquinate “Ya dijimos (a.2), en efecto, que pertenece a
la ley natural todo aquello a lo que el hombre se siente inclinado por naturaleza. Mas todos los
seres se sienten naturalmente inclinados a realizar las operaciones que les corresponden en
consonancia con su forma; por ejemplo, el fuego se inclina por naturaleza a calentar. Y como
la forma propia del hombre es el alma racional, todo hombre se siente naturalmente inclinado
a obrar de acuerdo con la razón. Y esto es obrar virtuosamente. Por consiguiente, así
28
SANTO TOMÁS DE AQUINO, In Política, I, 1, n° 17, y Ibid., III, 5, n° 247, III, 6, n° 224.
29
ARISTÓTELES, Ética Nicomáquea. Tr. J. Palli Bonet, Madrid, Gredos, 1993, IX, 6, 1167b1-10.
30
SANTO TOMÁS DE AQUINO, Suma de Teología; Madrid, BAC, 1989, I-II, q.94, a.2.
11
considerados, todos los actos de las virtudes caen bajo la ley natural, puesto que a cada uno la
Los más señalados representantes del humanismo político insisten repetidamente en esta
natural dimensión social de la ética y de la felicidad. Así L. Lachance remarca que “... es
evidente que para perfeccionar al hombre hay que inspirarse en las leyes profundas de la
actividad humana. Cuando entran en comunidad, los individuos no se apartan por ello de su
ontológico ofrece, entonces, una clave a través de la cual podemos deshacer la mayoría de las
ambigüedades. En este sentido escribe Pocock que el pensamiento florentino era unánime “en
la afirmación general de que cuando los hombres carecían de virtud el mundo se volvía
problemático e ininteligible.”33
Este nuevo modo de pensar y de comportarse propone, por eso, “la sustitución del esquema
que el bien común representa otra pieza medular. Bien común que es resultado y, a la vez,
una equitativa participación en “lo común” entendido como una realidad cualitativa y ética, no
meramente cuantitativa y técnica, aspecto este último que define a la moderna y menguada
31
S.Th., q. 94, a.3.
32
LACHANCE, L., Humanismo político. Individuo y Estado en Tomás de Aquino. Tr. J. Cervantes y J. Cruz
Cruz, Pamplona, EUNSA, 2001, p. 420.m
33
POCOCK, J.G.A., Ob. Cit., p. 181.
34
LLANO, A., Humanismo cívico..., p. 20.
12
noción de “interés general”. El humanismo cívico se propone recuperar, por tanto, una
comprensión del bien común que es inseparable de la vida buena: “...la parte se ordena al todo
necesario que la ley se ocupe de suyo del orden a la felicidad común.”35 Y desde su versión
actualizada, pero en continuidad con la tradición del humanismo clásico, Alejandro Llano
escribe: “El humanismo cívico nos ofrece la clave para superar la dicotomía entre el
Conclusiones
La sociedad humana vive de la verdad
“... la sociedad humana vive de la verdad públicamente presente y (la) existencia de los
pueblos será tanto más rica cuanto más profundamente la realidad les esté abierta y sea
asequible.”37 Magnífica sentencia de J. Pieper que resume gran parte de lo que he procurado
He intentado mostrar, en suma, que existe un modo humano de concebir la praxis social y
metafísico. Fundamentación ontológica de la polis y de la vida civil que permite constatar una
íntima solidaridad entre sus planteamientos y la ley natural, es decir, de aquella palabra
35
S.Th., I-II, q. 90, a.2.
36
LLANO, A., Humanismo cívico..., p. 96.
37
PIEPER, J., Antología; ¿Qué significa el bien común? Tr. J. López de Castro, Barcelona, Herder, 1984, p.75.
13
Porque el humanismo político debe lo humano que lo caracteriza justamente a que es receptivo
de esa normativa esencial en la que es posible leer la verdad sobre el ser humano, esto es, “un
ser personal, consciente y libre, promotor nato del bien común social y requerido por el bien
común trascendente”.39
De modo que, el humanismo político en su versión metafísica clásica enriquecida con las
lúcidas reflexiones de los mejores representantes del discurso cívico contemporáneo, reviste
una extraordinaria actualidad y exige, por tanto, de nuestra parte una mayor atención.
política empeñada en recuperar la verdad esencial sobre el ser humano y su dimensión social
innata. Y de la verdad, y sólo de la verdad, pende en gran medida la suerte de este mundo
atormentado por el sinsentido y la violencia, puesto que “donde y cuando el hombre se deja
iluminar por el resplandor de la verdad, emprende de modo casi natural el camino de la paz.”40
Bibliografía
ARISTÓTELES, Ética Nicomáquea; Trad. J. Pallí Bonet, Madrid, Gredos, l985, 3º
reimpresión.
BERLIN, .I., Dos conceptos de libertad; Tr. A. Rivero, Madrid, Alianza, 2001.
38
Cfr TOMAS DE AQUINO, In Eth., X, 14, n° 1505: “La ley es una palabra que procede de una peculiar
prudencia y de un entendimiento que dirige al bien.”
39
LLANO, A., Humanismo cívico..., p. 100.
40
S.S. BENEDICTO XVI, Mensaje para la celebración de la jornada mundial de la paz, 1 de enero de 2006.
14
SANTO TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica; Texto latino de la edición crítica Leonina,
Trad. y anotaciones por una comisión de los PP. Dominicos presidida por F. Barbado
Viejo O.P., l6 vol., Madrid, 1950-1964.