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(2) Para una clara y sugerente exposición de estas teorías, vid. C. B. M.lcps¡nsotl: L¿
democtdcia libaal y su época, Madrid, 1982; W. N. NELsoN: La iustificación de la democra-
cia, Rarcelona, 1986.
(3) S. GtNEt: Ensayos ciuiles, Barcelona, 1987, pág. 235.
(9) H. Duslsl-: Was ist Neohonservatismus?, Frankfurt, 1985. Vid. también J. Henrn-
MAS: «Die Kulturkritik der Neokonservativen in den USA und in der Bundesrepublik" , en Die
Neue Unübersichtlichheit, Frankfurt, 1985, págs. 30-56.
2. LA DEMOCRACIA REAL
(13) A. Honu¡-: "Cambios en los modelos de legitimación", en varios: Los ualores éti-
cos en la nueua sociedad demoerática, Madrid, 1985, págs.27-33.
(14) J. S. Mtrt: Sobre la libertad, Madrid, 1970,pág.59.
Que todos puedan darse sus propias leyes significa que todos puedan
decidirlas conjuntamente, tras mantener un diálogo a través del cual in-
tentan conciliar el interés individual con el general. Las decisiones que
afectan a un conjunto no pueden ser tomadas por un grupo unilateralmen-
te, monológicamente, sino conjuntamente, tras un diálogo encaminado a
buscar la mejor solución para todos los afectados por la decisión. Lo cual
supone el cultivo de una actitud, de una forma de vida, cuyos rasgos inten-
taremos bosquejar.
En principio, sería actitud dialógica la de cuantos reconocen en los de-
más individuos {omo en ellos mismos- una capacidad legisladora, de
modo que les consideran -{omo a sí mismos- interlocutores facultados a
la hora de dialogar sobre las decisiones que les afectan y de tomar parte en
ellas. Lo que anteriormente hemos llamado «participación» no sería sólo
"derecho al voto"r sino el reconocimiento previo de la necesidad de un
diálogo, en el que todos los afectados deben participar como interlocuto-
res válidos, y en el que debe tenerse realmente en cuenta los intereses de
todos.
Obviamente, una convicción semejante comporta, como condición de
posibilidad, el compromiso de respetar la vida e integridad física y moral
de cuantos deberían pafticipar en el diálogo, así como el de fomentar po-
sitivamente su nivel material y cultural, de modo que puedan acceder real-
mente al nivel de interlocutores válidos. La eliminación física o moral del
interlocutor potencial, el desinterés -{onsciente o inconsciente- porque
alcance un nivel material y cultural digno, son síntomas inequívocos de
que no se acepta el carácter autolegislador de todos y cada uno de los in-
dividuos y, por tanto, que no interesa el proceder democrático.
Tampoco interesa cuando la actitud de los interlocutores es la de de-
fensa a ultranza de los propios intereses e indiferencia hacia los intereses
ajenos o, a lo sumo, la atención a aquellos de los intereses ajenos que coin-
. iden con los propios. Desde una actitud claramente egoísta, o desde una
actitud estratégica, dirigida únicamente al pacto y a la negociación en que
queden satisfechos los propios intereses, pero no orientada hacia un con-
senso, en que se atienda a los intereses de todos los afectados por el pacto,
no hay diálogo posible, sino sólo monólogos cruzados. Por eso apunté
(16) A. Conrlxa: "I¿ calidad mo¡al del principio ético de universalización", en Siste-
ma, nlúm.77 , 1987 , págs. 179 y 120.