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Morales (2017), como se conoce, los derechos humanos han estado presente, con mayor o
menor fuerza, en toda la obra habermasiana. Se encuentran tempranamente en Historia y
crítica de la opinió n pú blica, de 1962, en donde se apunta a la vinculació n específica entre
publicidad y derechos fundamentales. Este tó pico seguirá apareciendo de forma má s bien
fragmentaria en sus obras posteriores, hasta que en la década de los noventa comienza a
cobrar un espacio protagó nico en sus reflexiones políticas sobre democracia, Estados
nacionales y escenarios transnacionales. De esto dará cuenta, primero, la obra que marca
un hito en términos de un abordaje contundente de la temá tica de los derechos: Facticidad
y validez, original de 1992. A ella le seguirá n La inclusió n del otro (1996) y, dos añ os má s
tarde, La constelació n postnacional.
René Kaes, quien sabiamente ha dicho: «No hay institució n, no hay sociedad sin memoria,
sin trabajo de historizació n. La negació n de la memoria y de la historicidad crea las
sociedades que sostienen las utopías criminales». O a Foucault, quien nos ha enseñ ado: «La
historia tiene sentido para un intelectual cuando la resignifica en el presente del social
histó rico, cuando la recontextualiza». Los ú ltimos cincuenta añ os está n caracterizados por
el esfuerzo colectivo de plasmar en normas internacionales aquellos derechos reconocidos
má s en los papeles que en las prá cticas estatales y sociales. Sabemos sobre los avatares de
la construcció n del sujeto de derecho, desde las declaraciones de la Revolució n Francesa
en 1789 y sus precedentes normativos norteamericanos. Su desarrollo no fue lineal y sí
tuvo brutales retrocesos.
Segú n, Locke considera que se tiene derecho a hacer aquellas cosas no prohibidas por la
ley de naturaleza. De este modo, los derechos pueden ser entendidos como una libertad,
pero sin tener un deber de otros má s allá del respeto a la ley de naturaleza.
sobre su teoría y praxis desde una perspectiva compleja de derechos humanos, para
identificar aquellos elementos que caracterizan una tradició n nacida en esa época y que
titulamos “Tradició n Hispanoamericana de Derechos Humanos”.
Luego de establecer los presupuestos arriba comentados, el capítulo primero continú a con
una reflexió n sobre los inicios del derecho subjetivo, buscando demostrar la viabilidad de
que los primeros defensores de indios utilizaran la dimensió n subjetiva del derecho dentro
de su praxis. a lucha realizada a favor de la dignidad de los pueblos indios, para después
adentrarnos al aná lisis de su pensamiento y su obra para ubicarlos como representantes
de la Tradició n Hispanoamericana de Derechos Humanos. Analizamos la manera en que
cada de uno de estos personajes asumió la perspectiva y la opció n del empobrecido, del
oprimido y de la víctima del sistema como criterio fundamental para su pensamiento y su
acció n.
En el caso de Las Casas y Veracruz, y debido al talante filosó fico de sus obras, abordamos la
manera en que podemos fundamentar derechos humanos desde su pensamiento. Con sus
características propias, en ambos encontramos unos fundamentos de derechos humanos
basados en un iusnaturalismo abierto a la pluriculturalidad y en el encuentro con el Otro
en cuanto otro, es decir, en el respeto a la alteridad. Ademá s, en los dos autores, entramos
al aná lisis de la defensa que realizaron de la calidad humana de los indios, tema que en el
siglo XVI era fundamental para realizar y propiciar la defensa de los derechos de los
pueblos originarios de las Indias. Como segunda parte del aná lisis de cada uno de estos
personajes, y una vez establecidas las bases desde las cuá les desarrollaban su
pensamiento y quehacer jurídicos, entramos al aná lisis de los derechos a la vida, a la
igualdad y a la libertad. Tanto en Las Casas, como en Veracruz y Quiroga, encontramos una
comprensió n integral e interdependiente de estos derechos. Por eso, realizamos una
lectura materialista de su praxis y su pensamiento, evitando cualquier idealismo que los
descontextualice.
Segú n, René Kaes, quien sabiamente ha dicho: «No hay institució n, no hay sociedad sin
memoria, sin trabajo de historizació n. La negació n de la memoria y de la historicidad crea
las sociedades que sostienen las utopías criminales». O a Foucault, quien nos ha enseñ ado:
«La historia tiene sentido para un intelectual cuando la resignifica en el presente del social
histó rico, cuando la recontextualiza». Los ú ltimos cincuenta añ os está n caracterizados por
el esfuerzo colectivo de plasmar en normas internacionales aquellos derechos reconocidos
má s en los papeles que en las prá cticas estatales y sociales. Sabemos sobre los avatares de
la construcció n del sujeto de derecho, desde las declaraciones de la Revolució n Francesa
en 1789 y sus precedentes normativos norteamericanos. Su desarrollo no fue lineal y sí
tuvo brutales retrocesos.
Mangia, 2017) El desarrollo social y moral del ser humano no ha sido nunca opaco al
desarrollo de las realidades técnicas científicas. Dichas realidades se constituyen en
condició n de posibilidad para el cambio social, la emergencia de nuevos valores, la
aparició n de nuevos paradigmas éticos y, en definitiva, el advenimiento de nuevas formas
de organizació n social. Es por esa razó n que resulta necesario reflexionar constantemente
y sobre el sentido de la relació n entre los desarrollos técnicos y el entorno humano.
Resulta evidente constatar que la tecnociencia está presente como uno de los hechos
configuradores de la realidad actual, y que el mundo ha cambiado de forma sustancial a
partir de ese impulso. Pero también debemos entenderlo como un fenó meno
multidimensional que proyecta su influencia de una manera directa sobre las realidades
morales, psicoló gicas y sociales. Es por esta razó n que segú n el profesor Maceiras es
necesario considerar dos programas de acció n distintos pero convergentes. El primero, de
cará cter teó rico, estudia la forma en que la tecnociencia está modelando la identidad y la
conciencia humanas. Los nuevos medios técnicos extienden el á mbito de la expresió n y la
comunicació n a otros espacios hasta ahora vedados a los individuos. El segundo objetivo
es de cará cter político pragmá tico, y nos previene frente a la necesidad de elaborar
políticas coherentes que reconozcan las nuevas necesidades humanas para aprovechar
dichos medios, y los nuevos derechos que son inherentes al hecho mismo del vivir en una
sociedad tecnoló gica, las llamadas exigencias políticas de la tecnociencia, Para ello se
buscará argumentar que la inalienabilidad de los derechos del hombre, excluido el derecho
a la vida, no se fundamenta en el propio derecho, sino en la relació n de este con el bien
má s fundamental que buscan preservar. autopreservació n. De este modo, se establece una
suerte de escala de derechos, donde a medida que se desciende se amplía el poder de
enajenació n, siempre y cuando represente un aumento de las expectativas de mejorar las
posibilidades de preservació n.
BIBLIOGRAFIA