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Calibán y La Bruja Cap 2.

La
acumulación de trabajo y la
degradación de las mujeres. La
construcción de la «diferencia» en la
«transición al capitalismo» Silvia
Federici
Lunes 4 de abril de 2016.

Presentado por: Estefanía Sánchez Vivas y Christhian Rojas Orobajo          

Silvia Federici (1942, Parma, Italia). Historiadora marxista y feminista, investigadora y activista. Es


profesora emérita de la Hofstra University (Long Island, Nueva York) y de Universidad de Port Harcourt
en Nigeria (1984-1986). Llega a Estados Unidos en 1967, con una experiencia de vida enmarcada en una
Italia de los 50’s donde la segunda guerra permite el crecimiento del feminismo que critica la relación de
las mujeres con el Estado y con la familia (patriarcales), y el rol delegado de reproducción orientado al
sacrificio. A mediados de los 70 inicia su investigación sobre las mujeres en la «transición» del
feudalismo al capitalismo en colaboración con la feminista italiana Leopoldina Fortunati. Sus primeros
resultados aparecieron en un libro que publicaron en Italia en 1984, El gran Calibán. Historia del
cuerpo social rebelde en la primera fase del capital. Tras la publicación este libro, Federici se
desempeña como profesora universitaria en Nigeria, hasta 1986. En este periodo la autora es testigo
directo de un proceso de transformación de los países africanos, donde se replicaron los procesos que
estudió en Il Grande Calibano.[1]

Federici nos introduce en este capítulo mencionando algunos hechos que sucedieron la crisis del poder
feudal.  En primer lugar aborda la Guerra de los campesinos alemanes o  Revolución del Hombre
Común (1524-1525) donde al cuerpo campesino se sumaban artesanos y mineros, junto a intelectuales y
soldados profesionales, quienes los apoyaron por considerar que la labor agrícola era fundamental para
el sustento en tiempos de paz.

Pese al gran movimiento logrado, fueron derrotados gracias a la llegada de otros ejércitos convocados
por los príncipes alemanes. Durante la rebelión, el campesinado estableció doce artículos en los que
contemplaban sus exigencias: 1) El derecho a elegir a sus propios pastores, 2) Reducción a los diezmos,
3) La liberación de los siervos, 4) Libertad para cazar y pescar, 5) El derecho de cortar leña en el bosque
para consumo doméstico, 6) Liberación de la opresión y explotación laboral, 7) Paga por trabajo extra,
8) Reducción de los arriendos, 9) Eliminación de castigos arbitrarios, 10) Restitución de los espacios
comunes, 11) Abolición de los impuestos a la herencia, 12) Todos estos artículos deberían ser
examinados sobre la base de las Escrituras.

En segundo lugar expone el caso de la toma de Münster (1534-1535) liderada por los anabaptistas, un
grupo anticlerical que instaló un gobierno comunal fundamentado en la distribución equitativa de los
bienes, en el que la autora resalta la libertad social que gozo la mujer;  sin embargo este suceso tampoco
tuvo éxito por el debilitamiento de su congregación gracias al conflicto interno generado por la
imposición de la poligamia que causó la rebelión femenina y posteriores castigos y ejecuciones de
mujeres.

Ambos ejemplos expuestos estaban ubicados sobre un escenario favorable para un desarrollo social
equilibrado, donde la crisis feudal del s.XIV caracterizada por la decadencia de las relaciones de
poder patrón/trabajador; y por una autosuficiencia local que favoreció la ‘riqueza popular’ mientras
amenazaba a la ‘riqueza capitalista’. Este periodo experimentó según Rodney Hilton «una contracción
de las economías rurales e industriales […] que probablemente la clase dominante sintió antes que
nadie […] Las ganancias señoriales y las utilidades industriales y comerciales comenzaron a caer […]
La revuelta en las ciudades desorganizó la producción industrial y la revuelta en el campo fortaleció la
resistencia campesina al pago de la renta. La renta y las ganancias cayeron aún más» (Milton, 1985:
240-41)[2].

Sin embargo, la clase dominante impidió el curso de esta repentina libertad popular por medio del uso
indiscriminado de la violencia en pos de la apropiación de nuevas fuentes de riqueza y aumentar su
fuerza de trabajo, estableciéndose como bases constantes del proceso de ‘transición’ al capitalismo,
donde el término es una referencia temporal y no formal pues la naturaleza de la palabra (cambio lineal)
es opuesta a los abruptos abusos de los derechos de las sociedades , por lo tanto considera más apropiado
utilizar el concepto de ‘acumulación primitiva’ acuñado por Marx, término al que contrapone su
perspectiva crítica (ver glosario).

Posteriormente, en La devaluación del trabajo femenino, Federici aborda las consecuencias que
sufrieron las mujeres por  la penalización de su autonomía reproductiva, y las consecuencias que esto
generó en la organización capitalista del trabajo en un proceso que degradaba la maternidad como un rol
social forzado impidiendo el desarrollo laboral de las proletarias, relegándolas a un trabajo doméstico
considerado como no  productividad, negándole a la mujer un sentido de aporte social y de
independencia económica, pues cualquier actividad realizada se entendía como apoyo a la producción
del hombre, así la actividad podía ser productiva o no dependiendo del género de quien la desarrollara.

Socialmente, la mujer se veía obligada a contraer matrimonio pues ninguna actividad económica le
reconocía un salario suficiente para subsistir a una mujer soltera, con el cual se le permitía permanecer
en los centros sociales; esto, junto a la expropiación de tierras hizo de la prostitución una de las
principales fuentes de ingreso de las mujeres contra las que se inició una campaña de control y
criminalización que las sometía a castigos, humillaciones públicas y torturas a lo largo de la Europa del
siglo XVI. La devaluación del trabajo femenino se constituye como un esfuerzo mancomunado entre las
autoridades y los gremios de trabajadores masculinos que, por medio de la intimidación y persecución,
supusieron cualquier intento de resistencia: la caza de brujas en la Europa moderna incluía a quienes se
atrevieran a apoyar a las mujeres rebeldes; sobre la mujer se construye un imaginario misógino que
atentó contra su identidad e integridad desde lo político como desde lo cultural.

La mujer es expulsada del lugar del trabajo, es recluida en el lugar doméstico donde su cuerpo se
transforma en un bien común reproductivo y su trabajo deviene en un recurso natural, junto al de sus
hijos, sobre los cuales que el hombre tiene libre acceso y derecho. Silvia concibe el cuerpo femenino
como una fuente de riqueza con cuya explotación se privilegia la estructura laboral capitalista, en
palabras de la autora  “El cuerpo de la mujer empieza a ser visto como una máquina para la producción
de fuerza de trabajo. El útero es mirado literalmente como una fábrica de trabajadores”[3] La familia
se identifica con las instancias de poder (estado-iglesia), y es instrumento de ocultación del trabajo de las
mujeres (quienes además son apartadas de los beneficios familiares afectivos y económicos, donde
aquellos que no se integran al sistema (soltería) eran puestos bajo la supervisión de alguna forma de
autoridad.

Son los procesos de degradación social que desde las representaciones misóginas de la mujer (regañona,
lujuriosa, violenta, emocional, desobediente son las cualidades bajo las que se define el género) hasta la
violencia física correctiva,  los que se insertaron en la comunidad femenina modificando el pensamiento
y la imagen propia, concluyendo en la imagen canónica de feminidad que conservamos desde siglo
XVIII de pasividad y obediencia, ahora influencia moral para los hombres; es en este proceso de
‘transición’ en el que la resistencia devino en la cacería de brujas de la Europa moderna, que destruyo
los comunes femeninos precapitalistas. 

Bajo esta perspectiva, la autora forma parte de la organización campaña internacional por el salario del
trabajo doméstico[4]  (1972) donde realizó un análisis del trabajo de la mujer en el hogar,
considerándolo como un trabajo que produce más que limpieza y  alimentación, pues constituyó el papel
más importante dentro de la organización capitalista del trabajo ya que es la fuente la fuerza de trabajo,
produce la capacidad de la gente de trabajar.

Preguntas generadoras

De acuerdo al concepto de acumulación primitiva abordado por Federici ¿Qué estrategias consideran


convenientes implantar en Colombia para favorecer la distribución equitativa (uso justo) de los bienes
comunes, asegurando su protección y previniendo su explotación? Si ya las hay, identifiquemos cuáles
son y cómo podrían mejorarse en caso de ser insuficientes.
Ante el planteamiento de cercamientos sociales (límites del comportamiento), ¿cuáles son las pérdidas
de comunes bajo esta figura que puede identificar en el patrimonio cultural (material e inmaterial) del
país?

Glosario

Acumulación primitiva/Acumulación originaria (Karl Marx): Se refiere a la expropiación de los


productores directos, y más específicamente, “el aniquilamiento de la propiedad privada que se funda en
el trabajo propio, esto es, la expropiación del trabajador”, permitiendo un elemento clave del
capitalismo: “la explotación del trabajo formalmente libre de otros, es decir, el trabajo asalariado”. El
sentido de la acumulación primitiva es privatizar los medios de producción, de tal modo que sus
propietarios puedan aprovecharse de la existencia de población sin medios que tiene que trabajar para
ellos. Esa privatización afectó sobre todo a las grandes masas rurales, que eran expulsadas del campo y
respondía a un programa político que se ha llamado individualismo agrario. La privatización destruía
decenas de formas tradicionales de definir los derechos de acceso de la población a los medios de
producción y los recursos naturales: vinculación de los siervos a la tierra, derechos comunales, derechos
de compascuo[5], derechos de campo abierto y otros.[6]

Acumulación primitiva/Acumulación originaria (Silvia Federici): Denuncia que Marx examina la


acumulación originaria exclusivamente desde el punto de vista del proletariado de sexo masculino y el
desarrollo de la producción de mercancías, sin prestar atención alguna a las transformaciones que el
surgimiento del capitalismo introdujo en la reproducción de la fuerza de trabajo y en la posición social
de las mujeres. En contraste, Federici centra su mirada en los cambios que la “acumulación originaria”
introduce en la posición social de las mujeres y en la producción de la fuerza de trabajo. Según ella, la
acumulación originaria también debe entenderse como el proceso de desarrollo de una nueva división
sexual del trabajo que somete el trabajo femenino y la función reproductiva de las mujeres a la
reproducción de la fuerza de trabajo y, en definitiva, como el proceso de construcción de un nuevo orden
patriarcal basado en la exclusión de las mujeres del trabajo asalariado y en su subordinación a los
hombres. De este modo, la acumulación originaria es también una acumulación de divisiones y
jerarquías en el seno de la clase trabajadora.[7]

Bien común (Peter Blickle): El bien común es un concepto creado por los campesinos y burgueses de la
baja edad media. En el ámbito alemán, el término mismo se acuña precisamente dentro de mundo
campesino y burgués. El bien común se convierte en la norma en función de la cual las aldeas y las
ciudades organizan su convivencia, es decir, aquellas esferas colectivas por encima de la casa (Haus).
En definitiva, el principio que origina la vida comunal (komunales leben).[8]

Bibliografía

BLICKLE, P. (s.f). El principio del “bien común” como norma para la actividad política. La
aportación de campesinos y burgueses al desarrollo del Estado moderno en Europa Central.
Recuperado desde: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=197004
EZQUERRA, S. (2012). Acumulación por desposesión, género y crisis en el estado. Revista Economía
Crítica, n° 14. pp. 124-147. Recuperado
desde: http://www.revistaeconomiacritica.org/sites/default/files/revistas/n14/Semimonografico-2.-
Ezquerra.pdf

FEDERICI, S. (2004).  Calibán y La Bruja. Madrid: Traficantes de Sueños.

FEDERICI, S. (2013).  Revolución en punto cero. Trabajo doméstico, reproducción y luchas feministas.
Madrid: Traficantes de Sueños.

Recomendaciones adicionales

Entrevista Silvia Federici: Mujeres, cuerpo y acumulación originaria. Calibán y la


Bruja. https://youtu.be/64bHImg-DKQ   

 Crisis doméstica/reproductiva permanente: Una entrevista con Silvia


Federici https://marxismocritico.com/2013/11/22/crisis-domestica-reproductiva-permanente/

Documental Los espigadores y la espigadora. Dir. Agnès Varda


(2000) http://www.veoh.com/watch/v95795145sbRh97Ax

Mujeres entre líneas. Una historia en clave de educación, arte y género. Proyecto Carteles Iconográficos
del Museo Nacional de Colombia. Curaduría por Carmen María Jaramillo
(2015) http://www.museonacional.gov.co/exposiciones/carteles/Paginas/mujeres-entre-lineas.aspx

[1] Moreno Sardà, Amparo. (2011). Reseña: Calibán y la bruja: Mujeres, cuerpo y acumulación
originaria, Traficantes de Sueños, Madrid 2010. Revista Economía Crítica núm. 11.

[2] Federici (2004) p.87.

[3]http://www.feministas.org/silvia-federici-el-cuerpo-de-la.html

[4] Federici (2013) p.22.

[5] El derecho de compascuo o compascolo es el derecho que tiene el dueño de un fundo a introducir su
ganado en fundos ajenos, a cambio de que el ganado de esos otros entre en su fundo, siempre después
de la cosecha y la primera semilla.

[6] http://economiapoliticauacj.blogspot.com/2008/11/1.html

[7] Ezquerra (2012). p.129

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