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Dotes físicas:
La salud del candidato suele ser estable, no presenta dolores intensos ni prolongados. Rara
vez suele presentar enfermedades y, a pesar de ellas, puede desarrollar actividades con
normalidad.
Dotes intelectuales:
El candidato posee una inteligencia promedio, más que suficiente para ejercer el ministerio de
la predicación y el estudio. Capacidad para iluminar las conciencias. En los estudios ha
presentado una capacidad, a veces superior a la de sus compañeros. Capacidad para dicernir lo
verdadero de lo falso y lo seguro de lo discutible cuando se trata de materia doctrinal.
Constante intuición. En cuanto a la profundidad del entendimiento, a veces no se preocupa en
conocer las razones profundas de lo que conoce cuanto a obtener un conocimiento general
(en ocasiones memorístico) de lo que desea saber. Suele defender lo que se le presenta como
verdad con tenacidad, aunque a veces pueda cerrarse demasiado a lo que cree, con tal de
imponer sus ideas es capaz de manipular, parafrasear, falsear o utilizar discursos retóricos
obteniendo casi siempre el éxito.
En cuanto al conocimiento suele ser poco influenciable, no suele recrear sus propios juicios
sino que adopta aquellos que le parecen válidos. Existe el peligro de que al reconocer la valía
intelectual de algún autor, su trayectoria y no disentimiento con la Iglesia, apruebe todo lo que
diga sin cuestionamientos. Los juicios doctrinales de la Iglesia los suele aceptar sin discusión.
Su sentido suele ser siempre verdadero, entiende con claridad y sin error aquellos que se le
explica, reconoce las posturas que toman las personas.
Excesiva preocupación por la belleza física, la imagen personal y social, lo que podría
condicionar su acercamiento a la verdad.
Dotes psicológico-morales:
Su temperamento suele ser entusiasta, busca animar al grupo en el ideal y pone los medios
para alcanzar lo que se propone.