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DURANTE
ILUSTRACIÓN EUROPEA
UNIVERSITAT DE VALENCIA
JAIY1ES V1\N HOl<l\! lvlliLTOhT
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Sobre la historia del término «público», véase Lucian I-16lscher, ((Óffentlichkcit», en Ge
schicht!iche Crundbegr(fje: Hislorisches Lexikon zur politischen-sozia!en S'prache in Deutsch
land, edición de Otto Brunncr, Werner Co11ze y Rcinhart Koselleck, vol. IV (Stuttgart, 1978),
págs. 413-467.
!6 INTRODTJCCíÓN: ¿QUÉ ES LA ESFER_/\ PÚBLICA? 17
disposición de aquellos que) al rnargen de su ¡erni-qtlia blicm> adquirió en la cultura política de la !lustración. Los tres capítulos
pagar por ellos. La 111ercantiliza-ció:n de la literatura Iesultante de la popu siguientes dedicados a la evolución de Ja la escritura y la escena
laridad de la novela del siglo xvm, los servíc1os culturales de que podían indagan sobre las posibiiidades y dilemas planteados por la expansión de
disnoner los clientes de los balnearios de moda como el de Bath en Ingla- la audiencia de obras literarias y teatrales. Finalmente, el capítulo 6 dedi
" -
!erra o el de Bad Pynnont en Alemania, la transfonnacióo que sufrieron cado a los salones, el 7 a las tabernas y cafés, y el 8 a la francmasonería
los teatros para dejar de ser instituciones cortesanas y convertirse en insti analizan las nuevas forrnas de sociabilidad que acon1pañaron al auge del
tuciones culturales, las zonas de entretenimiento agrupadas en !orno a los público durante la Europa de la Ilustración. Este libro es necesariamente
bulevares de París o apiñadas en los parques de atracciones de Ranelagh selectivo en cuanto al tipo de públicos que analiza. No he prestado aten
de Londres o del Prater de Viena ejemplificaban todos ellos la expansión ción a otras áreas) como la pintura o todo io que rodea. a los conciertos, en
de las redes de lo impreso y de la sociabilidad característica de la Ilustra los qu_e las gentes de la época ta1nbién otorgaron a «el público» tma nueva
ción del siglo xvrn. Anunciaban la llegada de «el público» como árbitro relevancia y lidiaron asimismo con la pregunta de cómo conformarlo o
político y cultural, una entidad a la que las gentes de la época acabaron incluso defínirlo. 3 En su co111unto, esta obra tampoco explora las esferas
por referirse cada vez más como a un tribunal soberano. En 1782, Frie públicas de las protestas populares plebeyas ni de la sociabilidad que los
drich Schiller escribió: «El público lo es todo para mi escuela, mi so historiadores sociales han hecho tanto por iluminar. 4 Hacerlo supondría
berano, mi amigo fieL A este tribunal, y sólo a este, me someteré». El escribrr un libro completamente diferente, y en su mayor parte la esfera
Theatrica/ Guardian de Londres ratificaba la soberanía del público sobre pública abordada aquí estaba habitada por hombres y mujeres con los su
la escena cuando en l 791 afirmaba que «el público es el único iurado al ficientes bienes y educación para disfrutar del acceso regular a periódi
cual se han de someter los méritos de un actor o una actriz, y cuando los cos, novelas y demás productos de la cultura impresa del siglo XVllL
esfuerzos de un artista quedan estampados por aquel con el sello de su En tanto que obra de síntesis comparada, este libro se erige sobre un
sanción o de su aplauso, a ello no debería elevarse ninguna apelación>>. cuerpo de tradición académica francesa, alemana y angloamericana que
En 1747, el critico de arte francés La Fon! de Saint-Yenne, el primero en
demandar la creación de un museo público en el Louvre, justificaba su
propuesta sobre la base de que «es sólo en los labios de aquellos hombres 3
Estos temas han sido analizados recientemente en diferentes y 1nuy est-imu!::lntes obras.
rectos y equitativos que co11stíh1ycn el Público [...] donde podemos en Sobre la pintuTa y la esfera pública en el siglo XVlll, véase Cro\v, Pintura y sociedad en el París
contrar el lenguaje de la verdad». En el dominio de lo político la «opinión del siglo xv111, así como David H. Solkin, Paintingfor Money: The Visual Arts and the Public
Sphere in Eighteenth Century England (Nevv Haven y Londres, 1992). Sobre los públicos musi
pública» adquirió influencia y legitimidad incluso ante los ojos de un so cales, véase Listening in Paris: A Cultural .filstory, de James H. Johnson (Berkeley, 1995) y
berano teóricamente absoluto como Luis XVI, guíen escribió: «Siempre John Brewer, The Pleasures of the Jmagination: English Culture in the Eighieen!h Century
(Londres, 1997), en sus capítulos 10 y 14.
debo consultar la opinión pública; nunca se equivoca».'
4 Las obras de Gcorge Rudé y, sobre todo, de E. P. Tho1npso11 inauguraron un sendero en
Centrado en Inglaterra, Francia y los estados germanoparlantes, este este cmnpo. Véase Rudé, The Crowd in f-fistory: A Study of Popular Disturban ces in Fronce
libro trata de la creciente importancia de «el público» en la vida del siglo and England, 1730-1848 (Nueva York, 1964). (Existe edición en espafiol: La multitud en lo his
toria. Los disturbios populares en Francia e Inglaterra, 1730 1848. Madrid: Siglo XXI, 1989.
xvm Los capítulos l y 2 analizan las dimensiones políticas de este proce Traducción de Ofelia Castillo.); Rudé, París and London in the Eighteenth Cent!iiY.' Studies in
so y sirven como estudios de casos de la importancia que la «Opinión pú- Popular Prolest (Nueva York, 1971). (Existe edición en español: Protesta popular y revolución
en el siglo .XVIII. Barcelona: Ariel, 1978. Traducción de Alejandro Pérez.) De 'Thompson., véase
su li.íaking ofthe English Working Cfass (Londres, 1964) (Existe edición en español: LafOnna
ción de fa clase obrera en Inglaterra. Barcelona: Crítica. l989. Traducción de Elena Grau), así
como los ensayos reeditados en su obra Customs in Common: Studies in Traditional Popular
2
Las citas proceden de: Friedrich Schiller, Sdmtliche Werke, edición de G. Fricke y H. Culture (Nueva York, 1993) (Existe edición en españo[: Costumbres en común. Barcelona:
Güpfert (Nlunich, 1959), V:856; Leo Hugues, The Drama'.> Patrons: A Study qf'the Eighteenth Crítica. 1995. Traducción de Jordi Beltrán y Eva Rodríguez). Sobre la protesta popular urbana,
Ce11tu1J1 London Audience {Austin y Londres, 1971), pág. 5; Thon1as E. Crow, Painters and véase también William Beik, Urban Protest in Seventeenth-Century France: The Culture of
Pubfic Lifi:: in Eighteenth-Century Puris (Ne>v Haven y Londres, 1985), pág. 6 (Existe edición Retribution (Cmnbridge, 1997); Günther Lottes, Polilische Át!fkltirung und plebejisches Puh
en español: Pintura y sociedad en el París de! siglo XVIII. Hondarribia, Ncrca, 1989. Traducción likunt: Zur Theorie und Praxis des englischen Radikalismus im spdten 18. Jahrhundert (Mu
de Luis Carlos Benito Cardenal); John Hardn1an, French Politics 1774-1789: From the Acces nich, 1979); Andreas Gr.iessinger, Das symholisches Kapital der Ehre: Streikbewegungen und
sion ofLouis .YVI to the Fall of!he Bastille {Londres y Nueva York, 1995), pág. 232. Sobre la kollektives Bewusstein deutscher Handwerksgesel!en im .l 8. Jahrhundert (Frá11cfort del Meno,
opinión pública como «tribunal)), véase fvfona Ozouf, «"Public Opinion" at the End of the Old 1981). Sobre an1bos contextos, rural y urbano, véase Andreas VVürgler, Unruhen und Ójjént
Rcgime», Journal ofl!1odern History, 60 (1988), págs. 9-13. lichkeit: Stiidtische und Liindliche Protextbewegungen im 18. Jahrhunderf (Tubinga, 1995).
18 D\TRODUCCIÓN: ¿QUÉ ES lA ES FER.A. PÚBLICA? 19
ha enor1nen1cntc durante J.as dos últilnas décadas. Gran parte de en sus preocupaciones como filósofo: ¿cuáles son las condiciones bajo
esta tradición acadérnica está en ]a obra del filósofo alemán y las cuales puede darse una discusión racional, critica y verdaderamente
teórico cultural Jürgen Habermas Su obra Historia .Y critica de la opinión abierta de los asuntos públicos? Para una meior comprensión histórica y
}Jública: la estructural de !a vido JJÚÍJ!ica fne publicada en teórica, vueJve la vista hacia finales del siglo X'/H y el siglo xvnr, cuando
1962, y en unos pocos años se convirtió en una de las obras de teoría po surgió en su forma clásica el ideal de lo que Habermas llama la «esfera
lítica y social 1nás arnplia1nente co.mentadas en la escena intelectual de burguesa». 7 Haber1nas entendía que esta esfera pública era sobre
Alemania occidental. 5 Sin embargo su impacto fuera del entorno germa todo un dominio de comunicación marcado por unos nuevos espacios de
noparlante fue tardío, ya que las traducciones francesa e inglesa no apare debate, unas formas urbanas de sociabilidad y de espacio público más
cieron hasta 1978 y 1989 respectivamente .. Dy ahí que en el entorno aca abiertas y accesibles, y una explosión de la cultura impresa en forma de
ct6mico angloamericano el libro gozara durante inucho tie1npo de una revistas, periodisn10 político, novelas y critica, Reconocía que la supuesta
especie de categoria de libro culto, dominio exclusivo de un grupo relati apertura e igualitarismo de la esfera pública burguesa escondían en su in
vamente reducido de académicos capaces de leer el original slernán. La terior intereses de clase) y que en los siglos XIX y XX perdería su función
publicación de la lrnducción francesa en 1978 allanó ei camino para una crítica a medida que fuera siendo absorbida por la cultura de consumo de
recepción más amplia de la obra hasta que, finalmente, apareció en inglés masas" Sin embargo, aun así consideraba que podían rescatarse las nor
casi treinta años después de que se publicara por primera vez. 6 mas de la esfera públics y seguir conslltuyendo un modelo de debate ra
Aunque Historia y crítica de la opinión pública es la obra de Haber cional, crítico y abierto"
mas con un carácter 1nás histórico, aborda una cuestión que sería central La esfera pública burguesa de Habermas era el producto histórico de
dos procesos evolutivos de largo recorrido. El primero era el auge de los
modernos estados-nación procedentes de finales de la Edad Media, pro
5
Jürgcn I-Iabcn11as, Struldurwa11dei der ójf'entlichkeit: Untersuchungen zur einen Kale
gorie der biirgerlichen Gesellschaft (Darmstadt y Nuwied, 1962), El libro de Habermas adqui rió
ceso este que se desarrolló de la mano de la emergencia de la sociedad
un carácter casi canónico entre !a nueva izquierda alemana, y fue un texto teó1ico relevante para el como dominio diferenciado del estado, Con su monopolio sobre la fuerza
tnovimicnto csh1diantil alemán <le la década de 1960. Su rápida acogida debe interpre tarse en el y la violencia, el estado moderno se convertiría en la esfera del poder po
contexto de la política interior alemana de la época, sobre todo el desencanto ante el advenimiento en
1966 de la Gran Coalición entre los dos partidos -políticos alcn1anes rnayorita 1ios: el de los lítico, mientras que la sociedad acabarla por ei1tenderse como el dominio
socialdemócratas {SPD) y la Un.ión Dcn1ócraln Cristiana (CDU). La coalición SPD-CDU convenció del interés y la ac1lv1dad privados. En la Edad Media no existía una dis
a muchos de los nlilitantes de la izquierda de que no tenían voz opositora en el parlamento
ale1nán, y de que cualquier oposición auténtica tenía que situarse al n1argen de las estructuras de
tmción semejante, ya gue el «estado» medieval no ejercía nada parecido a
gobierno existentes. En la recepción del libro de I-Iaben:nas también iníluyó la cmnpaña 1nediátiea la soberanía en el sentido moderno. Las funciones admimstra!Jva, militar,
lanzada contra el movin1iento estudiantil alcn1án por parte de la edi.torial Springer en el Bildzeitung, judicial y fiscal que asociamos con el estado moderno eran ejercidas en
el tabloide sensacionalista de derechas. La c1itíca de los 1ncdios de comunicación que I-Iabennas
fonnulaba en Historia y crítica de la opinión pública resonaba en la Nueva Izquierda alc111a11a su lugar a diferentes niveles por los señores feudales, las ciudades, la igle
debido a que parecía mostrar un:J estrategia de creación de una es fera pública de acción política sia, los gremios y otros individuos o corporaciones «privadas>» Los seño
exlraparlamentaria y nutónoina al margen de 1as instituciones burocráticas del estado e itunune al
consenso manipulador de unos medios de comunicación monopolizados. Sin embargo, IIabennas fue
res feudales, por ejemplo, no eran simplemente tcrratementes privados, ya
sintiéndose cada vez más incón1odo con la deriva violenta que detectó en la izqliicrda estudiantil, y que entre sus derechos de propiedad se incluían los derechos de adminis
para el verano de 1968, cuando Jos SDS ale manes se volvieron poco a poco 1nás radicales (y, según tración y jurisdicción sobre sus siervos, La relación entre los señores feu
:Habermas, acriticmnente utópicos), la brecha entre Haber.mas y la izquierda radical se había
abierto. Sobre el debate entre Habermas y los SDS alemanes, véase Habermas, «Die dales y sus siervos tenía por tanto un carácter político y social al mismo
Scheinrevolution und ihre Kinden>, y Oskar Negt,
«Eink:itung», en Die Linke Antwortet Jürgen l!abermas (Fráncfort del Meno, 1968), págs. 5-
32. Sobre el contexto político general, véase Robert C. Holub, Jürgen Habennas: Critic in the
Public Sphere (Londres y Nueva York, 1991), págs. 78-98. 7 Para un análisis del concepto de esfera pública de I-Iabennas, un buen lugar por el que
6 La edición francesa se publicó bajo el título de L'espace public: Archéofogie de la publi cmnenzar es Craig CalholLll, <<Introducción: Habennas and the Public Sphere», en Calhoun, ed.,
cité comme dimension constitutive de la société bourgeoise, traducción al francés de l\;far B. de Hahermas and the Public S'phere (Cambridge, Mass., y Londres, 1992). También pueden en
Lauanay {París, 1978). La traducción inglesa es: The Structural TransfOnnation of the Public contrarse análisis muy perspicaces en Dena Goodn1an, «Public Sphere and Private Life: To\vard
Sphere: An Jnquiry into a Category of Bourgeois Society, traducción de Thomas Burger (Cam a Synthesis of Current Hist01iographical Approaches to the Old Regime)), flistory and Theory
bri<lge, Mass., 1989). [La prin1era edición en español es de 1981, y bajo el ya citado título de 31 (1992); Margaret Jacob, «The Mental Landscape ofthe Public Sphere: A European Perspec
1-fistorio y crítica de la opinión púhlica. La transformación estructura! de la vida pública apare tive>>, Eighteenth Century Studies 28 (1994); y Anthony J. La Vopa, «Conceiving a Public: Ideas
ció en Ja editorial Gustavo Gili en traducción de Antonio Dmnénech y Rafael Grasa. (lV. del T)] and Society in Eighteenth-Century Europe», Journal of/Vfodern History 64 (1992).
n1edida que "!os estados territoriales fi.1eron consolidando su autoridad
20 tiempo. Pero a durante los con11e112os de la Edad Ivioderna, absorbieron pro gresivan1ente
muchas de las funciones políticas que anteriormente habían sido ejercidas INTRODTJCCH)N, ¿QUÉ ES LA ESFERA PÚBLlCA? 21
corno derechos de seüorío por ]os nobles, -1.as ciudades, las organizaciones
eclesiásticas, etcétera. Estos poderes eran ejercidos ahora por un estado
mimo político presidido por ei estado y otro privado en el que los indivi
soberano cuya autoridad se definía 1nás nítidan1ente frente a sus súbditos,
duos se asociaban librernente y perseguían sus propios intereses. g
Esta consolidación de la autondad del estado fue más visi ble en los
Al mismo tíempo, sostiene Habermas, como el mercado reemplazó al
regímenes absolutistas de los siglos XV!l y xv1n, en los que la soberanía
hogar en tanto que locus prin1ario ele producción e intercambio, la esfera
hallaba expresión simbólica a través de lo que Habermas llama
de la familia y el hogar se transformó en consecuencia, El siglo XVJll fue
«publicidad representativa)) del ritual y exhibición de la corle, La pompa
testigo de la emergencia de una nueva concepción de la fa1nil ia como es
y la grandeza de la corte absolutista pretendía subrayar la distancia exis
fera de intimidad y afecto por parte de la burguesía, El modelo clásico de
tente entre el soberano y el súbdito, y centrar la atención sobre el gober
hogar según Aristóteles había establecido que esta era una esfera de coer
nante como única encamación de la autoridad pública, Pero en la misma
ción y necesidad, de rango inferior a aquel otro de la libertad que ejercía
medida en que las ceremonias de la corte carecían de sentido sin una au
el ciudadano varón en la polis, El hogar aristotélico era coercitivo debido
diencia que las contemplara, así las afirmaciones por parte de la monar
a la autoridad absoluta que el patriarca ejercía sobre las mujeres, los niños
quía absoluta de su autoridad púhlica presuponen que existe un cuerpo
y los esclavos que lo componían, Era una esfera de necesidad, ya que su
privado de súbditos bajo el gobierno regio, Al convertir al estado en el lo
función principal era la de satisfacer las necesidades básicas como por
cus del poder soberano, el absolutismo fundó también la sociedad como
ejemplo la de reproducción biológica y la de producción de bienes, que a
un dominio privado distinto de aqueL Fue en el seno de este dominio so
su vez dotaba al ciudadano varón del tiempo libre y la independencia ne
cial privado, la forma embrionaria de la moderna «sociedad civil», donde
cesarias para su plena participación en la vida política de la pohs, En la
emergería la esfera pública burguesa,
Edad Media, el hogar de un noble acaparaba de manera similar un amplio
El segundo proceso evolutivo que enmarca la fonnación de la esfera
rango de funciones, ya que los derechos de propiedad comprendidos en
pública burguesa, el auge del capitalismo, desvinculó aún más el estado y
un señorío de la nobleza incluían la dominación de los siervos que se po
la sociedad, La sociedad, aun sometida políticamente al estado, adquirió
seía. El hogar de un noble era una unidad de producción, pero también
una autonomía y una conciencia de sí crecientes a través de las fuerzas
una esfera de do1ninación.
integradoras del capitalismo mercantiL La expansión de los mercados na Sin embargo, en Jos comienzos de la Edad Moderna, el capitalismo y
cionales e internacionales aceleró el flujo de información y la circulación el auge del estado empezaron a despojar al hogar de estas funciones más
de bienes a medida qne las redes de comunicación se fueron volviendo antiguas, Como el mercado sustituyó al hogar como sede principal de la
más amplias y más densas mediante las mejoras en el transporte, el cre producción de bienes, y como el estado territorial absorbía cada vez más
cimiento de los servicios postales y el incremento de los periódicos y fo Habermas, S.XVIII las funciones administrativa y 1ucl1cial anteriormente ejercidas por el ho
lletos comerciales en circulación cuya finalidad era responder a una acen gar, este se fue privatizando cada vez más, Si bien quedó desprovisto de
tuada demanda de información relevante para los mercados, tanto interiores muchas de sus funciones productivas y coercitivas, también obtuvo una
corno exteriores. Aunque los propios gobiernos promovieron estos avan mayor autonomía frente al estado y el mundo del trabajo, Lo que resultó
ces con el ánimo de fomentar el comercio e incre1nentar sus ingresos, la de ello fue el nuevo modelo de familia burguesa para el que la esfera do
integración social y económica creada por aquellas redes de comunica méstica no era fundamentalmente una esfera de prodncción y domina
ción y comercio en expansión reforzaron la creciente independencia de la ción, sino de intimidad y afecto, La familia burguesa, privada y por tanto
sociedad, En el siglo xvm esta nueva sensación de autonomía encontraba protegida de la intrusión del exterior, en su calidad de refügio de la coer
modo de expresión en la emergente ciencia de la economía política, con ción del estado y de las necesidades del trabajo, estaba concebida como
su idea de sociedad de mercado como esfera autónoma de intercambio su
jeta a sus propias leyes, Todo ello cristalizó a comienzos del siglo x1x en
la antítesis hegeliana entre estado y sociedad, que distinguía entre un do- g Sobre esle proceso véuse la más reciente obni_ de MaTvin B. Becker, The Emergence of
Civil Society in the Eighteenth Century: A Privileged J.l1oment in the History ofEngland, Scot
land, and Frunce (Bloon1ington e 1ndianapoLis, 1994). E! análisis del propio HBbei.111.ss utilizn
las perspectivas teóricas del inedievalista austriaco Otlo Bnumer. Véase Brunner, Land and
Lordship: Structures of Governance in A1edi81al Austria, con introducción y traducción al in
glés de Ho\.vard Kanlinsky y Jan1es Van Horn Melton (Filadelfia, 1992), especiahnente el capi
tulo 2.
22 }iJvlES "VAN EOiZN .1ELTON un enclave de hu:n1anidnd bien de cuna y de
poder que ft1era de cl1a sociales y políticas. Su
rdeal de 1natri11101110 arnistoso 'IÍnculos entre inarido y 111uJer
'.'J'TRODUCC1ÓN; ¿QUÉ ES LA FSFERA PÚ"Bl.ICA?
que tuv1eran un. carácter en1ocional y no sHnplemente econón1ico. Consi 23
deraba a los niños con10 objetos de a1T1or y de cuidados, siendo la fan1ilia
un espacio para la adquisición d_e la rnoraL
f'"""'cm ao como Jos semananos morales de Addison y Steele, y pos1'm<Jr
I-Tabermas reconocía que estos i.deales eran hasta cierto punto un
inente en las novelas sentin1entales de San1uel PJ.chardson, Jean Jacques
onstr to ideológico. Los 1nás recientes historiadores del 1natrin1onio y
Rousseau o el ]Oven fohann Wolfgang von Goethe, esbozó el mapa de un
la familia no se han cansado de poner de relieve las dimensiones de géne
dorninio privado autónomo a través de su preocupación por el lnundo de
ro 1a «domest1cAdad burguesa», y el siglo xvnT contó sin duda con 811
la familia, el amor, el cortejo y la sociabilidad. La esfern pública füerana
cuota de padres de clase media tiránicos que reinaban sobre familias de
se desarrolló conjuntame.nte con instituciones de sociabilidad. co1no los
clase n1edia clisfuncionalcsY I-Iereclero ele u11a tradición inarxista que toda
cafés, los clubs de lectora y los salones. En tanto que escenario en donde
vía perlnanecía relativamente ajena a las cuestíones de género, H-abermas
los sujetos individuales se involucraban en discusiones racionales y criti
en todo caso centraba su atención por e1 contrario en las relaciones de
propiedad co: o principal fuente de inconsistencia de los ideales burgue
cas pronto se desplazó más allá del mundo literario no político y amplíó
ses de la fam1.ha. Por una parte) sostiene Haber1nas, las norn1as de intimi su alcance hacia cuestiones poHticas" Haberrnas considera que este pro
dad y amor que se desarrollaron en el seno de la privacidad y la autono ceso se desarrolló en primer lugar en Tnglatcrra, en donde cnc11entra evi
mía del hogar burgués eran ideales universales, cualidades humanas que dencias de una esfera pública ya politizada a finales del siglo xvu y
trascendían la jerarquía y la clase sociaL Por otra parte, dado que Ja pro!e principios del xvm. Después se produjeron variantes en e! continente,
g_1da esfera de la familia bmguesa debía su relativa autonomía a la pose tipificadas por la publicación de la Encyclopédie en Francia ( 175 1-72) y
swn de propiedades, la exclusión de los desposeídos era lo que rellenaba Ja e111ergencia del periodismo político e11 los territorios del Sacro Imperio
de contenido la universalidad de la ideología doméstica burguesa. Esta Romano dmante la década de 1770. En las vísperas de la Revolución
contradicción emergería posterior1nente en la tensión entre los ideales Francesa, críticos y periodistas ilustrados de toda Europa se habían recu bierto
universales de apertura, inclusión e igualdad de la esfera pública h111·m1P''" ya con el manto de 1a «opinión pública» (en Francia, opinion publi que y
Y su exclusión de fácto de aquellos qnc carecían de las propiedades v Ja en Alemania Puhhzitiit o óffenlliche Meinung) cuando demandaban una
educación necesarias para de eHos. '" transformación fundamental del antiguo orden.
Aun así, 1-Tabermas se negaba a descalificar las norn1as de la fa1niha Así, la esfera pública burguesa surgió en el seno dd domino privado
burguesa porque füeran una ficción Ideológica. Sl! universalidad propor de ]a pero adquirilia finalmente una carga política. Corno don1i
c10naba el fundamento moral al ideal de un público socialmente trascen nio del discurso y el debate, sostj_ene Haberr.rnas, la esfera pUbHca descan
dente que desafiara la legithnidad de las relaciones jerárquicas asin1étri saba sobre tres suposiciones, En prirn.er lugar, se afir1naba que eran los
cas sobrn las que se basaba el orden social y político del Antiguo Régi dictados de la razón, y no la autoridad o identidad del hablante (o escri
men. Nacidas de la privacidad e «interioridad» de la fan1ilia burguesa, estas tor), quienes habían de ser el árbitro exclusivo del debate. Como dominio
norn1as ingresaron en una arena pública 1n_ás amplia a través del inercado de comunicación que afirmaba ignorar la posición social la es
literario del siglo XVJJL Esta esfera pública literaria crn, al menos en 8118 fera pública era en principio inclusiva: la pertenencia no estaba basada en
con1ienzos, fundan1entah11ente apolítica. Ejetnpllficada en publicaciones la jerarquía almque sí presuponía educación, ya que la plena participa·
1
ción en ella dependía de la capacidad que uno tuviera para suscribir ideas
que aparecían en hbros, periódicos y demás productos de la cultura im
9
presa. En segundo lugar, nada era i111nune a la critica. En su forma m s
u><mc1rn, la esfera pública afirn1aba su derecho a someter todo a escruti nio:
no sólo el arte, la música o ei mundo de las letras, sino también las
creencias religiosas la acción del gobierno o .los privilegjos de las élites.
Por tanto, para Haber1nas, su ámbito se extendía inexorablemente a indi
Lynn u t.ha seüal. do que bs novelas francesas de rnediados del siglo X'ilil «retrataban viduos e instituciones tradicionalrnentc exentos del análisis. Finahnente,
un ento1110 ranultar desahnado, tanto n las novelas esc1i1as por JTIL jeres e11 las que las esposas
s . e1 frc11taban a los ª?usos de los i 1andos cmno en las novelas escritas por hoi11brcs en las que la esfera pública burguesa era hostil al secreto. La pubhcidad era un prin
h;Jos rebeldes ? sacrilegos se enfn;:ntaban a padres tiránicos». 771e Family Romance of !he cipio esencial de la esfera pública, y aquella se oponía a la noción absolu
l1rench Revolut1on (Berkeley y Los Angeles, 1992), pág. 23.
tista de Ja política como arcanum, «secreto» o «misterio» del que nadie
24 JNTRODUCCTÓN: ¿QUÉ ES LA ESF.ER.A PÚBLICi\? 25
n1ás que los gobernantes y sus rnil1istros dcbi_eran tener conoc1n1iento. El muy bien los límites de estas afirmaciones universales, Es más, los idea
rey prusiano Federico H establecía el principio absolutista del secreto en les de la esfera pública burguesa presuponían una separación entre el es
un decreto de l 784: tado y la sociedad que se reveló cada vez más insostenible durante el
transcurso del siglo XIX. Por una parte) esta separacjón socavada
Una persona privada no está autorizada a e1uitir juicios públicos, por el estado de bienestar socialmente intervencionista y, por otra, por el
espe cialmente juicios reprobatorios, sobre tratados., procederes, creciente poder de las empresas y los gremios,, que eran ostensiblemente
leyes, re glas y directivas del soberano y de lo corte, de sus
«privados», pero que paulatinamente fueron asumiendo un carácter cuasi
servidores estata les, de colegios y cortes judiciales, ni está
autorizada a dar a conocer noticias recibidas acerca de todo ello ni a público. A medida c¡ue los lazos entre estado y sociedad füeron erosio
divulgarlas por n1edio de la impresión. -una persona privada no está nándose la privacidad de la familia se vio continuamente invadida por la
capacitada para someter todas esas cosas ajuicio porque le falta e1 in1roJción del estado y las instituciones A medida que la fa milia
conocüniento con1pleto de las cir iba perdiendo sus vestigios de autonomía fue quedando reducida a un
cunstancias y los 1notivos. 10
do1ninio do111éstico pasivo sujeto a la intrusión de fuerzas exteriores y
vulnerable a las fuerzas manipuladoras de los medios de comunicación
Para Federico los asuntos de gobierno resultaban necesariamente
v la «industria cultural», Exactamente igual que la familia qt1edó sumida
oscuros e incomprensibles para cualquiera que no fuera el propio rey y su
n el espacio del consumo pasivo, así la esfera pública perdió su vertiente
círculo más cercano (él mismo llegó a organizar el secuestro y la violen
crítica y se rindió al gobierno de la publicidad, las relaciones públicas y la
cia física contra los periodistas extranjeros que pensaban de otro modo),
cultura de consu1no de masas.
Por el contrario, la ideología de la esfera pública suponía que las personas
La aparente permisividad de Habermas aquí procedía de la tradición
privadas podían deliberar racionalmente sobre cuestiones públicas y que,
de Theodor Adorno y Max Horklieimer, sus mentores mc11xistas que sub
además, los juicios colectivos de la «opinión pública» podían hacer que el
rayaban igualmente el papel que desempeñó la cultura de masas del ca
gobierno foera más racionaL Pero para que la opinión pública fuera racio
pitalismo tardío en la promoción de la conformidad y el asentimiento pa
nal tenía que estar informada, y una opinión pública informada descansa
sivos, Sin embargo, Habennas tenía algo más de fe en el potencial crítico
ba sobre un mayor grado de transparencia en el gobierno, También exigía
perdurable de la esfera pública burguesa y de los ideales de la Ilustración
que el debate sobre cuestiones públicas fuera abierto y estuviera relativa
sobre los que se basaba, En su obra Dialéctica de la Ilustración (1947),
mente libre de las ataduras de la censura,
publicada en medio de los escombros de la guerra y el genocidio, Adorno
Estas normas, sostiene Habermas, encontraron su expresión 1nás des
y Horkheimer se habían ocupado de la cara más oscura de la racionalidad
arrollada en el espíritu crítico de finales de la Ilustración (aquí subraya
de la Ilustración en tanto que fuente de control y dominación tecnocráti
especialmente la importancia de la filosofía moral de Immanuel Kant) y
cos, Quince años más tarde, Habermas se inclinaba más por subrayar el
en los desafios al orden tradicional desencadenados por la Revolución
potencial democrático y emancipador de la Ilustración, Aun reconociendo
Francesa, Dichas normas se convertirían en los principios básicos del li
que la esfera pública de la Ilustración no había conseguido vivir de acuer
beralismo del siglo XlX y en su ideal de sociedad civil como esfera de
do con sus propias normas, creía no obstante que proporcionaba un mo
libertad, Para Habermas, de todos modos, la era «heroica» de la esfera
delo de debate critico y abierto cuya promesa moral trascendía sus orige
pública liberal-burguesa fue relativamente breve y sucumbió finalmente
nes ideológicos,
víctima de las transformaciones sociales y políticas del siglo XIX, Las ma
Si los historiadores, y particularmente los historiadores de la Europa
sas empobrecidas de los primeros tiempos de la industrialización, que ca
dci siglo xvm, han abrazado los puntos de vista del libro de Habermas
recían de las propiedades y la educación que eran las premisas sobre las
con especial vigor, ello se debe en gran medida a su capacidad para inte
que se basaba la participación en la esfera pública burguesa, señalaban
grar aproximaciones aparentemente dispares a este campo, La esfera pú
blica relacionaba lo privado y lo público, Su rango discursivo abarcaba
desde el dominio doméstico basta el mercado literario, las fonnas e insti
10
Citado en Habcnnas, Historia y crítica de la opinión pública, pág. 25 [pág. 63 de la 4ª tuciones de la sociabilidad y los espacios del debate político, Mediante la
edición en español. Reproducimos esa traducción (il/_ del T)]. Sobre el secreto y el absolutismo
véase A.ndrcas Gestrich, Ahsolutisn1us und ÓjfCntlichkeir: Politische Kommunikation in Deutsch
exploración de la relevancia pública del discurso y la sociabilidad priva-
land zu Beginn des 18. Jahrhunderts (Gotinga, 1994), págs. 34-74.
26 lNTRODUCClÓN'. ¿QUÉ ES LA ESFERA PÜ13LTCA? 27
dos, el rnode!o de Habern1as vincula 1-o social c:on lo ,6 nirna a que asistían a los teatros o se sentaban en los cafés, había un sustancial
los a los discursos sobre la fa1nilia y nú1nero de aristócratas .. Y, al menos en Vrancia y en los estados ger1nano
"'i'Jutvo otros sobre el gobierno, o las prácticas con1u parlantes, los miembros de la clase medía que más activamente participa
CRÍTICA A LOS
nicativas de las sociedades y salones de lectura con las estructJras socia ban en Ja cultura de la esfera pública no eran por regla general miembros
les y políticas Por estas razones, la cantidad y el espectro de estudiosos de la burguesía económicamente dinámica y en alza de cufio inarxista. La
DE
que bebieron del hbro de Habermas ha siclo tan extendiéndose mayor de los ho1nbres de letras de clase media de Franela te11ian un
desde el dominio de la histona intclectnal y cultural hasta el de la histona pasado como .profesionales y sus ingresos no procedían ni del con1crcio
de la política y las instituciones, ni de las manufacturas, sino de los privilegios recibidos o comprados a la
Dicho esto, es evidente también que algunos aspectos importantes de corona, De manera similar, los hombres de letras de clase media alemana
su interpretación deben Inodificarse y, en algunos casos) rechazarse cate solían ser profesores universitarios, funcionarios patrimoniales o na:stnres
górica c11te< Uno de eHos es su cronología. Es dificil sostener la visión protestantes, profesiones 1n_ás vinculadas a un entor110 absolutista princi
de Habermas de que la esfera pliblíca de debc(te y crÍtlca del siglo xvrn pesco que a uno comercial o rnanufacturero. En este libro, por tanto) he
emergiera en primera instancia en el dorrünio literario y sólo posterior preferido el término esfera pública «ilnstrada» al de «burguesa>), El pri
mente se En Jng1aterra, el periodis1no fue inuy prós mero re1nite a la especificidad histórica de 1a esfera pública analizada
pero mucho antes de que se hubieran popularizado las novelas sentimen aquí en cuanto que se refiere no sólo a un don1inio público cualquiera, si
tales y los semanarios de moral que Habermas asocia con la esfera no al que surge de unas condiciones específicas de finales del siglo XVII y
pública literaria; y en Francia la idea de «Opinión pública» como tríbunal principios del siglo XVllL
político soberano ya se estaba artictllando en 1as polémicas religiosas de Aparte del hecho de que tanto los aristócratas como los nnembros de
las décadas de 1720 y l 730n Sirva esto no para negar la importancia la clase media participaron de las instituciones y prácticas de la esfera
política de unas prácticas literarias aparentemente no políticas, sino más blica ilustrada, calificar a la esfera pública de burguesa plantea también
bien para poner en cuestión la prioridad temporal que Habermas les ha otros problemas. 12 Ello presupone, al menos en el contexto del siglo xvm,
bía asignado, una cierta teleología al evocar imágenes de una lucha de clases que hace
De modo aún más fundamental, el modelo de Habermas emplea rm saltar las cadenas a las que el absolutismo y el orden feudal la habían cir
rnarco Tnarxista bastante convencional que Jai n1ayor parte de Ios historia cunscrito, En este proceso se atribuye a la esfera pública un papel que era
dores de hoy día encontrarían anticuado. Pocos) por CJe1nplo, atribuirían a implícitamente opositor y, por tanto, implacablemente hostil hacia la so
la burguesía del Plcntiguo Régi111en el tipo de cohesión social y conc1enc1a ciedad e inst1tuc1ones tradicionales del Antiguo Régimen, No cabe duda de
de Clase que Habermas les atribuye, Su énfasis en el carácter burgués de que la esfera pública ilustrada presentaba rasgos de oposición (o, como los
la esfera pública encaja mejor en Inglaterra, en donde los historiadores ilamaría Habermas, emancipatorios) Alimentaba prácticas de sociabilidad
han redescubierto en décadas 1nás recientes la importancia de la «clase más amplias, y mediante la extensión de la esfera de discusión y debate sí
media» e11 la vida social y cultural inglesa del siglo XVllL También es contó con potencial para desafiar a las prerrogativas de las instituciones y
cierto que esa participación en la esfera públíca del siglo xvm presuponía élites tradicionalmente dominantes, Pero centrarse exclusivan1ente en las
un nivel de alfabetización y educación relativan1ente alto, cosa que en su dimensiones subversivas de la esfera pública ilustrada pasa por alto la re
mayor era patrimonio de aquellos con las suficientes propiedades sistencia y adaptabilidad de la sociedad e instituciones del Antiguo Régi
como para poder permitírselo, Pero el hecho de que fueran acomodados men, que fue bastante capaz de reconocer el potencial conmnicatívo de la
quienes do1ninaran la esfera pública, no convierte a esta en burguesa. En esfera pública, No sólo los grupos opositores, sino también la corona y
tre los lectores de novelas y publicaciones periódicas del siglo xvm, las las demás instituciones trailicionaks, apelaban a la «0pinión pública» pa-
gentes que pertenecían a sociedades de lectura y logias masónicas, las
12 Para un análisis tle este problen1a, véase el intercan1bio de pareceres entre l(cith Baker y
11 Sobre los problemas de la cronología de Habennas en el contexto ale1nán, véase Roger Chartier en «Dialogue sur l'espace public: Keilh Michael Baker, Roger Charticn>, Poli
Gcstrich, Ahsolutismus und (Jjf'entlichkeit, págs. 28-33. tix: 1/·avaux de science politique 26 ( 1994), págs. l 0-13
ban de una visibilidad sin las cuales muchas prácticas e instituciones de la irremisiblemente machista tampoco fue incondicionalmente feminista,
esfera pública hablian sido inconcebibles, Para legitimar su participación Las ambigüedades de la esfera pública del siglo xvm todavía se encuen·
estaban las nociones ilustradas de sociabilidad que consideraban que la tran entre nosotros, lo cual explica por qué Ia obra Historia y crítica de la
convivencia de los sexos era algo fundamental para el progreso de la so opinión pública de Habermas signe interesando a los especialistas de
ciedad civil, «No son por tanto las artes, las ciencias y el aprendizaje, si- campos que abarcan desde la historia, el ensayo literario y la música hasta
la sociología, la teoría femillista o la ciencia poiítica, En nuestros días, los
ordenadores e Internet han supuesto una rcvoh1ción en las comunicacio-
16
En el prefacio a la edición ale1nana de su libro de 1990, Habermas señala esta cuestión
en respuesta a la critica fenlÍnista de las teorías políticas y sociales contractuales que Carole
Pateman expone en 771e Sexual Conh·act (Stanford, 1988) (Existe edición en español: El 18\-Villiam Alexander, The I listory of Tf'ómen ji·om the Earlies Antiquity, to the Present
contra to sexual. Rubí: Anthropos, 1995. Traducción de Maria Luisa Femerias). Time, 3" ed. (Londres, 1782), i:iv-v, según cita de Sylvana Tomasel!i, <(Thc Enlightenment De
17 Sobre esta cuestión, véase Goodn1an, «Public Sphcrc and Prívate Life», págs. 14-20. bate on Women». History VVorkshop Journal 20 (1985), pág. 121; Thcodor Gottlieb von Hippel,
Véase también Kcith Baker, «Defining the Public Sphere in Eighteenth-Century France: Varia On Improving the Status ofFVomen, edición, introducción y traducción al inglés de Timoihy F.
tions on a Themc by Fiabennas)), en Calhoun, ed_, !labermas and the Public Sphere, págs. 202- Sc!lner (Detroit, 1979), pág. l 70.
203; Daniel Gordon, «Philosophy, Sociology, and Gender in the Enlightcnment Conception of 19 Amanda Vickery desarrolla este importante len1a en «Goldeu Age to Separate Spheres?
Public Opinion», French Historical Studies 17 (1992), págs. 899-900: Lawrcnce E. Klcin, J\ Rcview of the Calegorics and Chronology of Tinglish VV01nen's History», Historical
«Üen dcr and the Public/Privatc Distinction in the Eighteenth Century>>, Eighteenth Century Journal 36 (1993), y en su reciente estudio. The GentlemanS Daughter. Women: Lives in
Studies 29 (1995), págs, 97-109, Georgian Hng/and (New Haven y Londres, 1998), pág. 9.
nes que ha estado rnarcada_ por la 2nis1r121 contradicción que dividió la es
tera pública ilustrada: por una redes de información en cxnansifm
pero también una brecha creciente entre aquellos que disfrutaban de su
acceso a ellas y aql1ellos otros que no.sobre todo, los lazos entre lo pú
blico y lo privado parecen hoy aún más inestables y escurridizos de lo que
lo eran cuando hace casi cuarenta 2ños Habermas publicó su libro. Senci
llamente el problema de dónde situar aquellos lazos persiste en nuestro
discurso político, ya sea en las jeremiadas de los críticos culturales que se
lamentan de nuestra famosa preocupación por las vidas privadas de los
personajes públicos, en los debates sobre la legalidad del aborto o la fi
nanciación pública de las campañas electorales, en los manifiestos pos
PRIMERA PARTE
modernos que critican la idea misma de «lo público» como estrategia pa
ra n1arginar n1inorías o en los te1nores producidos por un capitalismo La política y aparición de pública»:
global que parece más inmune que nunca al control y la responsabilidad
públicas. Por estas razones, lo que el filósofo John Dcwey llamó «lo pú los casos de Inglaterra y Francia
blico y sus problemas» seguirá suscitando el análisis y el debate.
1. LAS PECULIARIDADES DEL CASO INGLÉS
2
Mark Knights, Poli tics and Opinion in Crisis, 1678-1781 (Catnbridge, 1994), págs.
168 y 227-305. Sobre el radicalisn10 popular durante la Revolución inglesa, e1 estudio
clásico es el de Ch1istopher Hill, The World Turned Upside Down: Radical Ideas during
rhe English Revo!ution (Londres, 1972), pág. 17.
L/\S PECUJJ/\JUDADES DEL CASO TNGLÉS 37 Y cele brar v1ctonas políticas o aniversarios políticamente
comprometidos (co mo por ejemplo, el cumpleaños de Guillenno ll!
libros y revistas períódicas. El resultado fue la para los whigs o el Día de la Restauración para los torie,s), La
proliferación de em presas editoriales, cuyo número había frecuencia de elecciones mantuvo la rivalidad entre partidos a un
aumentado en 1724 hasta setenta y cinco en L.ondres y nivel K11uy alto. Danie_i DefOe señaló que
veintiocho en provincias. La pren.sa britáruca llegó a encont1arse «la certeza de que habrá nuevas elecciones en tres años es una
entre las 1nás libres de Europa por SH efervescente 2nercado de desafortu
revistas políticas, panfletos y periódicos, nada ocasión para n1antener vivas en el las divisiones y 1-as
luchas entre partidos, que de otro modo habrían desaparecido con el
La Ley del Trienio o Trienal ele 1694 tambíén frie crucial para 3
la insti tiempo».
tucionalización de una esfera pública política Aungue los En esta atmósfera enormemente polarizada, los dos partidos
Estuardo ha bían preferido no convocar el parlamento o dejar desarro llaron sus propias ideologías y estilos políticos distintivos_
pasar los años sin con vocar elecciones generales, la Ley Trienal Los tories aca baron por defender el anglicanismo más próximo a
disponía que se debían celebrar elecciones al 1nenos cada tres la iglesia católrca, los principios monárquicos de sucesión
años. Las consecuencias fueron in1nediatas y profündas: entre hereditaria, la oposicíón al permanente y a la participación
1694 y 1716, mientras estuvo vigente la Ley Trienal, se en los asuntos continentales y, en algun s sectores del partido, el
celebrarou diez elecciones generales (cuatro de ellas sólo entice jacobitisrno (es decir, el apoyo a la rcstaurac1on del pretendiente
1692 y de los Estuardo exiliado). Los whigs se asociaron con la sucesión
\ 702). Más de dos décadas de campaña electornl protestante, con la feroz oposición a los jacobitas y con la tole
ininterrumpida movili rancia hacia los disidentes protestantes. La guerra, un fenómeno
zaron a un sustancial segmento de la población que con el paso cuyo pa pel en la expansión de una esfera pública política tanto
del tien1- po, se acabó acostumbrando a la participación pública entonces como
en los asuntos polí ticos de la nación .. En este acalorado clima
político, los líderes wlugs Y tories desarrollaron maquinarias
propagandisticas bien_ engrasadas en las que alistaron bajo sus
3 Citado en J. A. Downic, Robert Harley and the Press: Propagando and Public
respectivas pancartas a periódicos y revistas. Los clubes y Opinion in
organizaciones de partidos políticos se reunían regularn1ente en theAge r (Swiji and Defoe (Cainbridgc, 1979), pág. l.
la vasta red de cafés y tabernas de Londres para tramar estrategias
38 JAlv1ES VAf.J HORN Solía estai- de moda pasar por alto la modernidad de la política
IY1ELTON britá nica del siglo xvnL Este agnosticismo se desarrolló como
reacción a las narraciones tradicionales de los whigs, quienes sin
posteriorruente no sobreeshmar&ej radicalizó aún más el clhna embargo consideraban al siglo xvm otra fase más del triunfante
po lítico. Las enormes dernandas fiscales ocas1ox_1_adas por 1.a avance de la nación hacia Ja li bertad constitucional y el imperio
cont¡enda de Gran Bretaña con Francia durante la Guerra de Sucesión mundiaL Revisionistas como Sir Lewis Namier minimizaban los
Española (1701- 1714) obligaba a la corona a convocar todos los años al rasgos propios de aquella política británica del siglo xvm -los
parlamento para desarrollar debates partidistas y tratar de conseguir un partidos, las elecciones, los conflictos constitucionales que los
programa casi dia rio de la vida parlarnentaria, Las cuestiones de la guerra historiadores whig habían considerado tan gloriosos y únicos_
y ·1a paz se in1- pugnaban acaloradamente, y aunque los reportajes Muy al contrario, Namier subrayaba los rasgos aristocráticos y
de la vida parlamenta ria en los periódicos siguieron estando oligárqui cos de Ja política hannoveriana y de la dominación
prohibidos hasta 1771, ambos partidos se servían de la prensa para ejercida en el parla mento por un número relativamente reducido de
divulgar sus posiciones_ Todo esto servía para atraer cada vez más famrlias muy poderosas_ Al subrayar la restricción del derecho al
público a los debates sobre cuestiones na cionales, las cuales lo sufragio, la existencia de un elec torado supuestamente apático y la
politizaban al tiempo que lo educaban_
continua influencia de la corona en el parla1nento, la LAS l'TICtTLlARlDADES DEL CASO
interpretación de Nan1ier menospreciaba la ünportancia del INGLÉS 39
conflicto ideológico y electoraL En la década de 1980, una
segunda oleada de revisionismo planteó más dudas acerca de las c1da por la corona y por un puñado de políticos aristócratas_
dimensiones mo derna y «progresista» de la cultura política Contaminado por su asociación con la fallida rebelión Jacobita de J
hannoveriana_ El representante más franco de esta tendencia, J C 715, el partido tory se hundió en un descenso electoral que
D. Clark, retrataba la Inglaterra del si glo xvm como un orden garantizó el gobierno de un solo mrtirlc hasta la ascensión de Jorge
social y político profundamente tradicional en el que la corona, la lll en 1760_ Es más, la derogación de la Ley Trienal en 1716
iglesia anglicana y la aristocracia continuaron ejerciendo su prolongó la vida parlamentaria desde los tres años hasta los siete, y
influencia hasta la Ley de Reforma Política de 1832_ Tras rechazar mediante ello redujo de forma muy marcada la frecuen cia de
las nociones de inspiración whig acerca del carácter excepcional elecciones parlan1entarias_ La intenciónj si no la consecuencia, era
del caso in glés, Clark concluía que Inglaterra no era fortalecer la influencia política de los patrones locales, diluir el
esencialmente diferente de los regímenes absolutistas del impacto de la iniciativa del votante y debilitar el efecto de la
continente_ participación popular. El extremo hasta el que esta medida
Es verdad que en las décadas posteriores a la ascensión de la desanimó a los candidatos rivales a Jos cargos viene atestiguado
dinastía de Hannover (1714) Ja política británica se volvió en ciertos por un marcado descenso en el número de los escaños en disputa
aspectos me nos dinámica y abierta. La relativa estabilidad que entre 1705, cuando concurrieron a las elecciones el 65% de los
supuso la supremacía de los whigs baio los reinados de Jorge I condados representados en el parlamento, y l765, cuando sólo lo
(1714-27) y .Jorge II (1727-60) descansaba en gran medida sobre el hizo el 7,5%_ 4
control e influencia oligárquica ejer- Otra señal de la reducción de la base popular de la política
electoral con posterioridad a 1714 fue el declive del porcentaje de
población con derecho a voto en relación con la cifra de población
en su conjunto. En 1715, el electorado de Inglaterra y Gales pudo
haber alcanzado la cifra global de 300_000 votantes, el 23,4% de los
varones adultos_ Para finales del siglo xvm, este derecho se había
incrementado en 40.000 personas; pero como la población de
referencia había aumentado a un ritruo aún más rápido, la
proporción de adultos varones que podían votar había des cendido
en términos relativos hasta el 17,2%.. 5 Gran parte de este descen so
reflejaba la falta de cualqmer típo de mscripc1ón sistemática en el
cen so de la creciente población urbana de Gran Bretaña. De las
sesenta y ocho ciudades inglesas que en 1700 tenían una población
de 2_500 o más habitantes, diecisiete estaban infrarrepresentadas en
el parlamento_ La rá pida urbanización acentuó aún más esta
disparidad, ya que el número de ciudades que no contaba con
ninguna representación parlamentaria alcan zó la cifra de cuarenta
en 1750. Los criticas han relacionado de forma ru tinaria estos
centros urbanos no representados con los «burgos podridos» rurales
escasamente poblados que enviaban a uno o más representantes al
parlamento_
Finalmente, mm cuando la corona británica estuviera
ostensiblemente más limitada en sus poderes que la mayoría de sus
homólogas continenta- (Cain bridge, 1976), pág. 6.
5
H. T. Dickinson, The Politics of the Peop!e in Eighteenth-Centu1y Britain (Nueva
York,
1995),
pág_
4
John Brewer, Party ldeology and Popular Politics al rhe Acce.s·sion o.l George JI! 32_
4
( LAS PECl}LlARIDADES DEL CASO TNGLÉS 4í
)
Nicolas Rogcrs, VVhigs and Cities: Popular Politics in the Age r fFValpole and
Pitt (üx fonl, 1989), págs, 39ü-391.
9
Rogcrs, Vhigs and Cities, págs_ 390-391; Franlc O'Gorma.n, Voters, Patrons, and
Porties: The Unreformed Electoral System nf !Ianoverian Hngland 1734-1832 (Oxford,
1989), págs. 199-23],
42 .IAtvlES '/A_N HORN pasado por la ciudad desde que se fue con vuestra Ex celencia, ni
l'v1ELTCN creo que pidiera su voto a un solo hombre; y estoy firmemen te
convencido de que la mitad de los votantes que se han perdido, se
John Wi1kes puso en c1rcuJación 40.000 folletos en una han perdido por esta imperdonable negiigcncrn: el pueblo está
circunscripción de 3.500votantes. 10 Tanto durante coi110 entre las ofendido por ello » En 1784, otro agente electoral de Sir William
campañas) de los candi datos se esperaba que mantuvieran contacto Milner que hacía campaña por un escaño de York criticó en privado
regulaI y cara a cara con sus electores. 1\unque el pueblo llano al candidato por su in accesibilidad: «Me terno que tiene un estilo
fuera respetuoso --una suposición que demasiado frío y descortés para hacer conquistas importantes o
E. p_ Thompson contribuyó mucho a revisar-, 11 su deferencia duraderas en los afectos de una po blación, cuyos habitantes deben
venía con ser tratados al menos como iguales; y pro hac vice [a este respecto]
formada por cierto sentido de la rec1proc1dar1 Esperaban que un como superiores. Se debe atender al calmoso apretón de manos y a la
candida to fuera accesible, asequible y les pidiera su apoyo en breve conversación familiar>» 12
persona, En 1733, William Hay, un agente electoral del duque de En tanto que asuntos bien visibles y a menudo prolongados, los
Ncwcastle, advirtió al duque que uno de sus clientes ritua
parlamentarios podría perder las próximas elecciones debido a que les electorales sometían a los candidatos al escrutmio público
no conseguía cu_ltivar la relaciór1 personal con sus electores: «No ha continuado, Como reunían a los electores en diversos acontecimientos
informales, también alimentaban la discusión y el intercambio de },AS PECUL!ARJDADES DEL CASO
especulaciones e rn forrnación políticas, «Invitan>, la común práctica lNGLÉS 43
mediante la cual los candidatos agasajaban a los votantes con
alcohol, comida e incluso aloja miento en posadas y tabernas a cada una de las cuales asistieron entre 700 y LOOO partidariosn
locales, era un requisito previo para la par ticipación electoral y un Todas estas eran ocasiones para discutir los méritos y defectos de un
importante escenario de sociabilidad durante y entre las campañas, candidato 0 de su oponente, así corno para debatir cuestiones de
En los días previos a unas elecciones, los votantes relevancia local o na cionaL
-normalmente a cuenta de un candidato- bebían, cenaban o Por tanto, centrarse demasiado ceñidamente en los burgos
desayunaban juntos, En los días de la votación a menudo podridos o en los sufragios restrictivos significa pasar por alto la
marchaban en procesión ha cia la tribuna y, una vez que los votos ilnportancia de las elecciones hannoverianas, Éstas daban lugar a un
se habían contabilizado, asistían a cenas de celebración ofrecidas flujo regular y sostenido de información política entre gobernantes y
por el candidato, Después de la victoriosa campaña de Charles gobernados, así como al con tacto periódico y cara a cara, Todo ello
James Fox para obtener su escaño en Westminster en 1784, sus proporcionaba a la política hanno veriana un grado de exposición y
directores de campaña organizaron cinco cenas de celebración, transparencia públicas que sencillamente no existían en los estados
absolutistas de Francia, Alemania o Austria, Un rasgo más prosaico
de la cultura política hannoveriana, como por ejemplo el auge de los
10
Dickinson, Politics ofthe People, pág. 45. grupos de presión organizados, estimuló también la difusión de
11
Véase por cjcn1plo su clásica obra La forn;ación de la clase obrera en
Inglaterra (Lon dres, 1963), así co1no Vhigs and Hunters: The Origin ofthe BlackAct
infonnación a lo largo y ancho de la esfera pública, Aunque en el
(Nueva York, 1975). siglo xvm, al igual que hoy día, se solía considerar a los grupos de
12 Las cilas anteriores proceden de Dickinson, Politics ofthe Peopfe. págs. 30-3 l. presión co mo una fuente de corrupción e influencia secreta, los
grupos de interés or ganizados formaban parte integrante de aquella
esfera pública británica en expansión, del mismo modo que sus
periódicos, revistas y cafés, En la Gran Bretaña del siglo xvrn
proliferaron los grupos de presión dedicados al comercio y a las
1nanufacturas, en parte como consecuencia de una eco nomía
capitalista pujante, y en parte también como consecuencia de lacre
ciente dependencia de los impuestos por parte del gobierno para
financiar sus necesidades militares. Los intentos del gobierno por
imponer obliga c10nes tributarias uniformes sobre mercancías que
iban desde ia cerveza y los licores hasta las velas o los transportes
impulsó a los artesanos manu factureros de las mercancías afectadas
a unirse para insistír en la revoca ción o disminución del gravamen.
En el transcurso del siglo se crearon or ganizaciones comerciales
que recaudaban cuotas de sus miembros para sufragar los gastos
de los integrantes del grupo de presión, quienes, a su vez,
presentaban sus argumentaciones ante comisiones parlamentarias,
Asociaciones manufactureras regionales como la Midland
Association of lrorunasters [Asociación de Maestros del Acero de
Midland] o el West Riding Conunittee of Worsted Manufacturers
[Comité de Empresarios Manufactureros de Estambres de West
Riding] se convirtieron en podero sos grupos de niterés que ejercían
presión, La expansión del imperio britá nico de ultramar produjo
también grupos de presión comercial, como el Virginia lvferchanls
[Comerciantes de Virginia] o la Society ofWest índian Merchants
[Sociedad de Comerciantes de las Indias Occidentales], 13 Ibid., pág. 47.
intereses locales en nacionales. Cuando en 1785, por ejemplo, se
44 jJüvIIS \/1\N BORN
creó una Cámara General de Manufacturas para influir en la política
ivlt.LTON
fiscal del ministerio de Pitt, la conciencia política de los
Parn finales del la m0sicm p2riar;¡entm·ia empresarios manufactureros locales se amplió, toda vez que
una l1abitual de los intereses
acabaron integrándose en una con1unidad de intereses n1ás amplia.
co1rH::n::i2les y los cua les ensancharon la esfera
pública en varios aspectos. Para ernpezar, ·ios
grupos de presión constituían una fuente de datos
estadísticos e informes, que se abrían paso en el dominio público a
través de sus peti ciones al parla:r11ento y de la prensa. Los cargos del
gobierno, especial 7 mente aquellos que se ocupaban de cuestiones
coloniales, encontraban en los grupos de presión una útil fuente de
estadísticas e información espe cializada sobre cuestiones industriales
y comerciales. Y a la inversa) los miembros de los grupos de
presión desempeñaban un papel clave en la apertura del do1ninlo
público al escrutinio tan1bién público, n1ediante 1a presión que
ejercían para que el gobierno diera a conocer docu1nentos oficiales
relevantes para su industria o negocio concreto. Por tanto, aun que
indudablemente los grupos de presión incrementaban la influencia
en el gobierno de intereses creados, también sirvieron para hacer
que el go bierno fuera más transparente mediante la elaboración y
obtención de da tos estadísticos e informes. Los miembros de los
grupos de presión, como aquellos que posteriormente en ese mismo
siglo hicieron campaña en fa vor de la refmma parlamentaría, se
volvieron adeptos al uso de periódicos y panfletos para influir en la
opinión tanto dentro como füera del parla mento. La crisis del
impuesto de consumos de 1733, que fue provocada por el intento
del ministerio de Walpole de gravar con impuestos el vino y el
tabaco, fue un presagio de cuán potente llegaría a ser la
combinación de los grupos de presión y la prensa. Aqui los
representantes ele las mdus trias afectadas publicaron sus protestas
en panfletos, folletos y hojas nn presas con estadísticas, todas las
cuales estaban encaminadas a mfluir en la opinión tanto dentro
como fuera del parlamento. En la segunda mitad del siglo xvm, los
grupos comerciales y marmfactureros dependían de pe riódicos
locales o nacionales para presionar en favor de la promulgación de
nuevos decretos o de la derogación de los viejos. En este proceso,
el crecimiento de Jos grupos de presión ensanchó la escena del
debate y de la acción política extraparlamentaría transformando los
LA_S PECULIARIDADES Dl::L CASO INGLÉS 45 manipulación de agentes de la corona, como para que pudiera
se1·vir de voz de la nación; más allá de las instituciones formales
del poder, había qne apelar a un público extraparlamentario capaz
LA POLÍTICA Y LA PRENSA de forzar la reforma de un gobierno recalcitrante,
Aquí Bolingbroke y sus aliados nacionales se sirvieron de las
La élite aristocrática que dominaba el parlamento durante la herra mientas del periodismo político para movilizar a una
era de la supremacía whig (1714-1760) no era monolítica. Estaba oposición extrapar-
atravesada por mtensas rivalidades personales y fisuras
ideológicas., mnchas de las cua les precedían al acceso de los
Hannover a la corona, lo cual proporciona ba una cniia a través de
la cual las voces políticas disidentes podían movi lizar en
momentos de crisis a un público extraparlamentario.
Durante las décadas de 1720 y 1730, la principal
maDifestación de es tas divisiones fue la emergencia de una
opos1c1ón «nacional» o «patrióti ca» al ministerío de Walpok.
Articulada por disidentes radicales whig en coalición con un
partido to1y que ahora estaba consignado eficazmente a los bancos
traseros del parla.mento, esta oposición criticaba el control del
parlamento por parte de la corte y sus ministros. Varias exigencias
oposi toras, como por ejemplo la de unas legislaturas más cortas,
Ia sustitución del ejército existente por una milicia ciudadana, la
reducción del patro nazgo de la corona o la eliminación de los
burgos podridos, se convirtie ron en parte esencial del radicalismo
político de finales del siglo XV!!L En otros aspectos la oposición
nacional miraba más hacia el pasado que ha cia el futuro Gran
parte del apoyo de los tories, por ejemplo, descansaba en una
peqneíia aristocracia local mezquina y en declíve cuya posición
económica había sido socavada por los impuestos sobre la tierra
recauda dos para combatir contra Francia durante la Guerra de
Sucesión Española (l 710-1714), Pero si fueron segmentos
desafectos de la anstocrncia terra teniente los que constituyeron el
núcleo duro de la base política de los to ries, la exclusión de este
partido de la corte y de Jos altos cargos también lo convirtió en el
aliado natural de un electorado urbano que se sentía po líticamente
excluido e infrarrepresentado. Sin poder disponer del patro nazgo y
con pocas oportunidades de derribar con medios electorales la
maquinaria whig de Walpole, los líderes tory como Lmd
Bolingbroke apelaban a grupos urbanos desafectos «de la calle»
-es decir, del exterior del parlamento- que entendían que el
ministerio de Walpole estaba domi nado por una camarilla
corrupta de corredores de bolsa y gentes de las fi nanzas. En esta
estrategia estaba ímplícita la convicción de que el parla mento se
había vuelto demasiado corrupto, demasiado vulnerable a la
LA.S ?ECliLJAlUDADES DEL CASO lNGLÉS
46 JAJVJES \ljú\f HORN Jv1ELTON
47
lamentaría. Una de sus armas füe The (1726-1746), el neTíé>dí dad religiosa hacia el protestantismo no anglicano privó al partido de una
co de oposición inás Íi:ln1oso y que n1ás ejemplares vendía durante la era Walpok. potencial füente de disidencia política. Además, las tácticas de oposición
Sometiendo a Walpole y a su ministerio a una mcesante corrien te de invectivas, The desarrolladas por Bolingbroke y sus aliados operaron como instmmentos
Craflsrnan gozó en la cima de su popularidad de una tirada de entre I0.000 y 12.000 de las facciones en el seuo de la élite política, aun cuando dichos instru
ejemplares de cada número. Arremetía contra el impuesto sobre la tierra, contra los mentos fueran adaptados posteriormente de un modo más amplio por ra
especuladores de bolsa, con tra el ejército existente, contra las legislaturas prolongadas y dicales populares como John Wilkes. Dichos instrumentos estaban dise
contra las corruptas consecuencias de la «Robinocracia», término que se aphcó al ñados para suscitar o manipular la opinión desde arriba, no para que ésta
ministerio de Sir Roberl Walpole. El periódico denll!1ciaba sobre todo lo insidioso del se expresara desde abajo. Lo que emergió durante la segunda mitad del si
secreto ministerial y exigía mayor publicidad y apertura en el gobierno. The Crafisman glo xvm füe =a esfera de acción política extraparlamentaria que cada
adoptó su nombre de su declarado objetivo de exponer la «astucia»* que inundaba la vez füe adoptando un carácter más nacional en Sll enfoque, más autono
política de la época: «Mi objetivo principal será por tanto -escribía Bolingbroke en el mía frente a las élites políticas y mayor organización desde abajo. El con
número inaugural desvelar los oscuros secretos del Arte de la política y seguirle la pista tinuo crecilniento del periodismo político favoreció estos avances. Dura11-
a través de todos sus meandros e intrincados recovecos». 14 Este 1enguaje de denuncia te las décadas que siguieron a la decisión del parlamento de 1695 de no
pública y publicidad inunda las páginas de The Crciftsman: «He mos seguido la pista de la renovar la Ley de Autorizaciones, Londres adquirió renombre por el nú
Corrupción a través de los oscuros lugares des de los que acecha, y hemos expuesto su mero, diversidad y difusión de sus periódicos. Su primer periódico diario,
deformidad a la verdadera luz del día. Hemos abogado por la causa de la Virtud pública y el Daily Courant, empezó a publicarse en 1702, aunque el que mayor di
contra las tergi versaciones de aquellos que se han esforzado por desdeñarla». 15 La retóri ca fusión tuvo en el Londres de esta época fue The Postman con una periodi
y las tácticas de la oposición nacional hicieron mucho por ampliar la esfera del debate cidad de tres números por semana, cuya tirada media en agosto de 1712
político más allá del mundo de la corle y el parlamento. Durante la crisis del impuesto de füe de 3.812 ejemplares. Para finales de la década de 1720, semanarios
consumos de 1733, periódicos como The Craftsman mostraban cómo se podía hacer uso corno The London Journal y The Crciftsman vendían unos 10.000 ejem
político efectivo del poder de la prensa contribuyendo a movilizar la agi!ación plares de cada número. En 1746, la ciudad contaba con dieciocho periódi
exlraparlamen taria contra el proyecto de Walpole de gravar el vino y el tabaco. La opo cos1 entre los cuales se encontraban seis diarios, seis de aparición tres
sición también perfeccionó otras tácticas extraparlamentarias durante este periodo, tales dias a la semana y seis semanarios La tabla 1 ofrece un perfil cuantita
corno las campañas peticionarias o la creación de clubes y sociedades electorales que tivo de los periódicos de Londres durante los siguientes años del siglo.
instruían a sus diputados sobre cómo votar una También aumentó el número de periódicos provinciales. Norwich fue la
primera ciudad de provincias que tuvo su propio periódico (1701), seg"ida
de Bristol (1702), Exeter (1704), Shrewsbury (1705), Yarmouth (1708) y
Worcester (1709). En 1735 se publicaban en Inglaterra unos veinticinco
periódicos provinciales, y en 1782 el número se había duplicado.
detenuinada materia. Estas técnicas se convertirían posteriormente en un
ingrediente básico de la política radical británica, y no es accidental que TABLA 1
el término @pinión pública» -hasta la fecha de escaso uso en inglés- em Periódicos de Londres, 1746-1790
pezara a cobrar actualidad durante la década de 1730.
Aun así, Bolingbroke y la oposición nacional de las décadas de 1720 1746 1770 1783 1790
y 1730 nll!1ca consiguieron mantener el apoyo de las masas para un pro
grama de reforma política global. Un obstáculo para ello fue el conserva Diarios 9 14
6 5
durismo inherente del partido tory, cuya base de anglicanismo y hostili- Dos o tTes veces a la semana 6 10 7
Se:tnanarios 6 4 2
ÚJtal 18 19 16
* Hay un juego de palabras intraducible en el nombre del periódico. Crafisman significa --- ---
«artesano» o «artífice». Con esa 1nisn1a raíz, craftiness significa «picardía» o ((astucia». (N. del T) Fuente: Bob Harris, Politics and the Rise (?{ the .Press: Britain and f'rance, l 620-
14 The Craftsman, 1(1726), pág. 6. 1800 (Londres y Nueva York, 1996), pág. 10.
15 !bid., dedicatoria_
en Gran Bretaña estuvo al servicio del colonialismo y de las guerras a que daba gabine te de Walpole en tratar de mantener con el suficiente vigor la guerra con tra
lugar, Más que cualquier otro tipo de aconteci miento, era la guerra la que España, La participación de Gran Bretaña en la Guerra de Sucesión de los Austrias
despertaba a la opinión pública y estimulaba el crecimiento del periodismo (1740-1748), que despertó sospechas de que la corona estaba sacrificando los
político, Un panfleto publicado en Londres en 1760 se hacía eco de «el aluvión intereses británicos en favor de sus propios intereses han noverianos, s11scitó otra
de panfletos políticos, que con tanta rapidez acrecientan su caudal desde la ruidosa can1paña de prensa; y la subsiguiente po pularidad de William Pitt el Viejo
imprenta cada vez que estamos en descansaba en gran medida sobre los éxitos militares de Gran Bretaña durante
la Guerra de los Siete Años (1756-1763), Los asuntos de la guerra y la paz
fueron también la ocasión para el ascenso de John Wilkes en 1763 a nn plano
destacado de la políti-
ir, Bob I-Ianis, Po/itics and the Rise ofthe Press: Brilain and F'rance, 1620-1800 (Londres y
Nueva York, 1996), pág. 12.
50 JAlvil::S VA?.J HORN MELTON calificaba de traición a los intereses británicos. Pos teriormente, :ft1e la desastrosa y
secesionista Go.erra de la Independencia de los Estados Unidos lo que proporcionó
ca nacional. Su seúalado centra IJI en el número 45 del tlorth Briton un importante empuje a la ca1npaña por la rcforn1a lanzada por el
d10 a la ratificación por del gobie1110 del_ Tratado de París, que WJlkes m.oviniiento asocia tivo de Christophcr Wyvill.
Por tanto, entre 1739 y 1.782 el compromiso casi constante de Gran Bretaña
con la guerra supuso que la prensa, que para la mayoría de los súbditos bntánicos
LAS PECUIJARTDADES DEL C1\SO lNGLÉS 5l
era la fuente de información principal sobre cuestiones militares y diplomáticas,
q_ue se circunscribía a las instituciones de la corona, los Lores y los Con1unes ..
asumiera un papel aún mayor en la vida política. Un panfleto de Londres en 1761
Dichas preocupaciones reflejaban la creencia, ampliamente compartida por la mayoría
proclamaba que «los principios políticos de la mayoría de los LTigleses se
de los whigs y los tories hasta comieuzos de la década de 1770, de que se deberían
encuentran completamente bajo la influen cia de los panfletos y los periódicos». 19 En
prohibir los reportaies periodísticos ele todos los procedimientos y debates
la década de 1760, una prensa cada vez más agresiva había despertado entre
importantes llevados a cabo en el parla1nento .. De acuerdo con e1lo, hasta 1771 se
algunos observadores temo res de que su papel independiente amenazara el frágil
consideraba una violación del privilegio parlamentario que los periódicos publicaran
equilibrio entre mo narquía, aristocracia y democracia sobre el que supuestamente se
basaba la constitución británica. Estas críticas temían que la prensa, en su calidad de debates y dis cursos más allá de la alocución del rey a la Cámara de los Lores y de
«cuarto estado» auto-proclamado, estuviera usurpando el tradicional papel los Comunes en la apertura de una sesión. Los impresores que violaban esta
de la Cámara de los Comunes como espacio en el que hacer campaña y ar ticular las disposición eran 1nultados o incluso encarcelados,
opiniones de la nación. En su obra Political Considerations on the Present Crisis Ni la corona ni los miembros del parlamento estaban mdefensos ante
(Londres, 1762), Marriot señalaba: una prensa hostil. Aunque la suspensión de la Ley de Autorizaciones ha bía
eliminado efectivamente la censura a la publicación, continua ban existiendo
Cada Jcy [...] que no provenga de una petición al par1anncnto y no se eleve al límites sobre la libertad de prensa. En 1707, los temores de una conspiración
trono por su canal constitucional tiende en gran medida a ero sionar al gobierno jacobita habían conducido a que el parlamento apro bara una ley que convertía en
en 1nomentos críticos. En esos ino1nentos es muy peligroso crear e introducir en alta traición atacar el principio de que sólo pudiera acceder al trono un protestante.
1a constitución, por así decirlo, un cuarto estado de carácter de1nocrático, y por Esta ley fue reforzada en l 719, cuando el jacobita John Mathews fue ahorcado por
tanto lo Tnás probable es que por naturaleza se oponga al gobierno con10 fuerza publicar un panfleto en el que apelaba a la restauración de los Estuardo. El
a través de las artes de cualquier conjunto de hombres con talento que tengan un
in
Impuesto sobre el Timbre de 1712, el prototipo de la infame Ley del Timbre
terés privado en exaltar a otros q11izá no tan sensatos como ellos.20 Americana de 1763, también estaba diseñado para discernir entre panfletos
antiguberna mentales y periódicos. El impuesto de 1712 y sus sucesores no fueron
Estos temores estaban enraizados en un discurso constitucional más anti guo que es peciahncnte efectivos. Los Ílnpresores a menudo conseguían evadir esta medida
consideraba la escena política como una arena relativamente es- publicando en formatos diferentes de aquellos que se especifica ban en el impuesto
sobre el timbre. Sin embargo, allá donde el impuesto se ilr1plantó con éxito,
convirtió a los periódicos rnás pequeños en los 111ás vulnerables económicamente y,
por tanto, más susceptibles a los sobornos y las subvenciones gubernamentales.
19
A Lelterfrom a British Officer 1Vow in German.r· (Londres, 1761), citado en Schlenke, Un freno aún más importante a la prensa fueron las leyes del libelo de Gran
England und dasfriderizianische Preussen, págs. 74-75.
°
2
Citado en Eckhart Hellrnuth, (<Thc Pa!ladium of All Other Eng!ish Libcrties: Reflcctions Bretaña, que se ap1icaban grosera1nente no sólo contra las obras di fan1atorias, sino
on the Liberty of the Press in England during the 1760s and 1770s», en 1Icllmuth, ce\., The contra cualquier publicación que se considerara injuriosa para la paz pública. Según
Th1nsformation uf Politica! Culture: England and Germany in the Late Eighteenth Centluy (Oxfonl., esta definición, cualquier ataque al parlamen to, al rey o a sus ministros podía
1991), pág. 486. Sobre las críticas de la prensa co1no cuarto estado. véase J. A. Gunn, Beyond Liberty and
Property: The Process o.f Se(fRecognition in Eighteenth-Centiuy Political T71ought (Kingston y Montreal, interpretarse como sedicioso y sujeto a litigio por libelo. Durante el reinado de
1983), pág. 273. Jorge l tuvieron lugar un gran nú mero de procesos por libelo sedicioso, y sobre
todo iban dirigidos contra tratados jacobitas. La administración de Walpole
interpuso con éxito nu merosos procedimientos judiciales de libelo contra los
editores de perió dicos como The Crajisman, y durante el reinado de Jorge JII se
celebraron entre 1760 y 1790 setenta juicios por libelo sedicioso. 21 Aun cuando
no
21
Arlhur Aspinall, Politics and the Press in England (Londres, 1949), pág. 4 l.
52 JAlvlES VAN BORN ;v·!P:LTOJ:'.T amenaza de los procedimientos de libelo esta blecíó sin duda la auto-imposición de
límites en las criticas de la prensa,
tuvieran éxito, los por podían hacerse sentir econón1icamen- te en El acoso o los procedimientos judiciales del gobierno corrían el ries go por
aquellos que constituían su Los periódicos de oposición 1r1.ás grandes y con supuesto de incrementar la notoriedad de nn periódico y, mediante ella, de
un sólido respaldo econó1nlco conseguían amort!zar los costes del acoso incrementar sns ventas, Una crítica de The Crafisman afümaba que sus editores
guberna1nental, pero aquellos otros pequeños eran más vulnerables y la deliberadamente «escriben cada dos por tres algo por lo que esperan [ser
procesados], y si es de otro modo se supone que el perió dico ha perdido su
capacidad de conmocióm>n Las ofensivas guberna mentales contra periodistas
LAS FECULIARlDADES DEL CASO illGLÉS 53
hostiles también podían volverse políticamen te contra el propio gobierno, como
Bute, uno de los chivos expiatorios ministeriales favoritos de Wilkes, con trarrestaba
bien demuestran los torpes intentos del ministerio de Grenviile de amordazar a
John Wilkes en 1763, Por es tas razones, a la corona y sus ministros las burlas políticas de sus críticos financiando la publicación de dos periódicos y
nonnalmente les parecía inás efectivo utilizar las mismas armas periodísticas que contratando a nna red de espías de café para sondear
sus críticos, En lugar de tratar de reprimir la crítica periodística mediante arrestos !a opinión pública, De modo similar, durante la Guerra de Independencia
y hostiga miento, los gobiernos preferían subvencionar la publicación de periódicos de Estados Unidos el ministerio de North utilizó la pluma de escritores como
y panfletos que mostraran las políticas gubernamentales bajo una luz fa vorabk Smnuel Johnson para eludir los ataques de los panfletistas y
Sir Robert Harley, que fue secretario de estado y ministro de ha cienda durante el distas que estaban contra la guerra,
reinado de la reina Ana (1702-1714), había sido pionero en el uso de la prensa
como herramienta gubernamental En 1704, Harley empezó a subvencionar la
Review de Defoe para que fuera portavoz de su gobierno, y su nómina periodística EL RADICALISMO Y LA POLÍTICA EXTRAPARLAMENTARlA
llegó a incluir a Jonathan Swift, Ri chard Steele y otros escritores menores, APARTIRDE 1760
Walpole gastaba anualmente una media de entre 5,000 y 10,000 libras en
subvenciones a la prensa, dando lugar a que The Crafisman se quejara falsamente La década de J 760 fue decisiva para la emergencia de la opinión y la "c•hv1rl,10
diciendo qne «hemos visto a algunos grandes hombres rebajarse mucho, hasta el extraparlamentaria como fuerza autónoma de Ja política británi ca. Esta innovación
punto de char lar con escritores de noticias y periodistas con el fin de obstaculizar era en parte la cuhninación de n1ás de dos décadas de guerra, la cual había
to das las avenidas hacia la Verdad e inducirlos, mediante sobornos, a servir ensanchado la arena política extraparlamentaria al espolear el crecimiento de la
a sus corruptos fines con una inteligencia repleta de imaginación y falsas prensa y estimular el interés público por los asuntos nacionales, También era
representaciones»n Las elecciones a Westminster de 1749, cuando el partido de la consecuencia de las cambiantes alianzas entre partidos que se sucedieron tras el
corte financió la circulación de 227,500 folletos de gran for mato y de cartas de ascenso al trono de Jorge llI en J 760, En consonancia con su deseo de ser un «rey
apoyo a su candidato, ilustran el punto hasta el cual el gobierno trataba de patriota)) que goberna ra por encima de todos los partidos, Jorge III incluyó a los
explotar el potencial político de lo impreso, Lord tories en su nuevo gobierno y, con ello, puso fin a casi medio siglo de exclusión
del gobierno de este partido. Irónicamente, el efecto que ello tuvo fue el de
destruir 21 los torie,5 co1110 fuerza política cohesionada, ya q11e su rehabili tación
22
política los despojó de unas señas de identidad como partido de la oposición
nacional forjadas durante décadas, El marco whfg,tory que tra dicionalmente había
definido la contienda parlamentaria se disolvía ahora en un pnñado de facciones
cambiantes y cedía el paso a una sucesión de gobiernos débiles y divididos, Una
vez que los tories 110 se vieron obliga dos a apelar a la calle en compensación por
su apartamiento del gobierno, las voces políticas disidentes fuera del parlamento
perdieron a un tradi cional patrocinador de la élite política británica y tuvieron que
valerse de nuevo de sus propios recursos, En el curso de la década, esta oposición
extraparlamentaria desarrolló su propia identidad como fuerza autónoma que
demandaba reformas constitucionales radicales,
Estaba formada en gran medida por elementos desafectos de las clases media y
media-baja de Londres y de otros centros urbanos, Los altos ni veles de fiscalidad
originados por la Guerra de los Siete Años y posterior
Li?erty and, the C'.·aftsntan: A Project fhr lmproving the Country Jnurnaf (Londres, 1,730), r.ag. 4, mente por la guerra en Norteamérica subrayaban la discrepancia entre las
egun se cita en M1chacl Harris, London NC1vspapers in the Age oj'Walpole: A Study oj the On¿:;ins ofthe
lvfodern English Press (Londres y Toronto, 1987), pág. 150.
contribuciones económicas de estos grupos urbanos y su inadecuada re
23
The Craftsman 2, 9 de diciembre ( 1726), pág. 12. presentación en el parlamento, Estos pequeños comerciantes, tenderos,
54
; AS PECULIARlDADES DEL CASO TNGLÉS 55
profesionales acabado por creeJ de qHe su detención constituía una violación de sus privi egios parla1nen-
que, ya que D"'-·"'-rJ-P'-' dcs:DHlDlJrcio11a1ia dre las cargas
1- 1iP'-"' Will<es pasó a la ofensiva y calificó las acciones del gobierno co"
:t"1scales rno propias del intento de un régin1en corrupto y arbjtrario de socavar las
de la guerra, el gobierno ser n1ás sensible a sus intereses y opin·lo ,,r>e:c1."''"' de prensa y violar los derechos de los súbditos británicos. La
nes. La recl de logias soc1edades pa.trióticas. Cámara de los Comunes tornó represalias votando a favor de que se con,
asociaciones de co1nercio y dc1nás organizaciones de: ayuda rnutua que oirler'rn que ese número 45 constituía libelo sedicioso, y Wilkcs sólo pu,
habían proliferado en la urbari_a durante las dos ante do eludir el arresto huyendo a París. A finales de í 763, cuando el
riores ali1nentaron su creciente sentido de autonon1ía política y social. A público del Drury Lane Theater ele Londres recibió la aparición de
diferencia de los clubes políticos de la época de la Restauración y de prin" Jorge In con
c1p10s del siglo xvrn, que habían estado íntimamente ligados a los dos aritos de «Wilkes y Libertad» y una enojada multitud de Loudres impidió
partidos principales y gobernados en su rnayor por políticos b 1 '
a tJ.n verdugo ordinario que ctunpliera con_ el decreto par amentar10 que
aristócratas, estas asociaciones se desarrollaro'Jl de forn1a independiente ordenaba la queina pública del nln11ero 45 del lYorth Briton, VllHces ya
del liderazgo y la iniciativa de los partidos políticos. Además de ofrecer se convertido claran1ente en un héroe popular.
cordialidad y una salida para las actividades benéficas, proporcionaban El sentimiento de apoyo a Wilkes decayó durante su exílío, pero revi"
apoyo moral y econón1ico a los rnien1bros que se enfrentaban 3 en-fern 1e vi0 en 1768 cuando este regresó a Inglaterra para tratar de conseguir un
dades repentinas) al desemp-ieo o a deudas. Así, representaban un colchón escaño en las elecciones generales de ese año, A pesar de su victoria, fue
para una clase media y med1a,baja cada vez más dependiente del crédíto encarcelado para que cum_pliera su condena anterior por libelo, y cuando
Y más vuh1erable a las vicisitudes de la expansiva pero volátil economía tras su liberación reanudó sus ataques contra el gobierno) fue expu1sado
de mercado de Gran Bretaña. 24 del parlan1ento. Cuando se celebraron unas nuevas elecciones para ocupar
El caso Wilkes fue la cau.s'e cé.lCbre que polarizó a este público extra Ja vacante de su escaño por Middlesex y volvió a ganarlo, fue expulsado
parlamentario y politizó sus redes asociativas. John Wilkes, hijo de un una vez más y reemplazado por su rival derrotado. Estas represBlia.s parla"
destilador, fue un personaje libertino cuya carrera política había sido más mcntarias sólo consiguieron aumentar su popularidad entre los pequeí\os
bien mediocre antes de 1762 Diputado electo de los whig en 1757 e ini" con1erciantes, empresarios tYJ_anufactureros, n1inoristas y tenderos, para
ciahncnte cliente del n1inisterio de Nevvcastle yVVilkes inició su ca ITern los que Wilkcs se había convertido en un sín1bolo de su exclusión
como político radical en l 762 tras su propio políti" ca. Estos grupos se aglutir1aron en torno a su causa movilizando en su
co, el North Brifon. Para esa época se había llnido a Ja oposición contra el de fensa a sus clubes y sociedades y creando otros nuevos para recaudar
gobierno de. Lord Bute, el favoríto de Jorge !U. W1lkcs apoyó eí llama, di nero para él. Los c1ubes en favor de Willces n1anifestaciones
1mento de P1tt para la contmuación de la Guerra de los Siete Años y con, ca11ejeras para protestar contra su detención, las celebraciones de las ta
denó las negociaciones de paz del gobierno porque .las consideraba una bernas rnarcaron las fechas de su cumpleaños y de sus victorias electora-
capitulación de los intereses políticos y econórrücos británicos. Los ata y se organizaron campañas de cartas a 1a prensa en apoyo de su causa.
ques de Wilkes, que incluían escandalosas indirectas relativas a las rela" Los partidarios de Wilkes utilizaron también originales técnicas de co"
ciones de Lord Bute con la madre del rey, culminaron en el famoso núme" merciahzación que anticipaban las can1paüas políticas lnodernas y iner
ro 45 ele! North Briton que condenaba el Tratado de París y parecía poner cantilizadas. En destacados expositores solidarios se compraba todo tipo
en entredicho la honestidad del rey Enfurecido por este ataque personal a de parafernalia pro,Willccs que iba desde poncheras y grabados basta in"
la corona, el nuevo gobierno de Grenville respondió a ello arrestando a s1gnias, pipas y jarros La fenomenal popularidad de Wílkcs lo catapultó
Wilkes y a otras cuarenta y ocho personas (en su mayoría impresores y ¡¡, finalmente hasta el cargo de intendente municipal de Londres en l774, y
breros) a las que cornideraba responsables de la publicacíón. Aunque el desp11és a obtener un escafio en la Cán1ara de tos Con1unes ese n1ismo
tnbunal responsable de Juzgar el caso liberó pronto a Wílkes sobre la base afio. A lo largo de la década de l 770 siguió siendo un portavoz de la re,
forma parlamentaria y la libertad de prensa, aunque para finales de la dé,
2 cada el liderazgo de esta causa había pasado a Christopher Wyvill Y otros
+ Véase Jobn Brevver, «Conuncrcialization and Politics». en Neil McKcndrick John Brew
Y J. H. í' umb, eds., The.Birth o./n Consunzer Sociei)r The Commercialization )f Eighteen;
activistas radicales.
Centiuy E ngland (Bloon11ngton, 1982), págs. 217-220 · Los especialistas tienden ahora a subrayar Jos vínculos entre el fenó"
56 J;-\.l\tH:S VAi'I !!QRL"'\j ív'IE1TON
meno de apoyo a Wilkes y los y temas de oposi
ción" Kathleen W1lson, por ejemplo, ha descrito cómo la adulación popu
lar inspirada por la victoria naval del almirante Edwarcl Vernon en 1740 LAS PECULIARIDADES DEL CASO INGLÉS 57
sobre España prefiguraba el culto a Wílkes Vernon, un crítico de la polí
tica exterior de Walpole, se había convertído en un núcleo de unión de la Ciertamente, a pesar de los parecidos con anteriores discursos de opo
oposición popular al régm1en y a su supuesta mcompetencia en la protec sición y protesta, el movimiento wilkista supuso un cambio radical en el
ción de los intereses coloniales británicos" Durante muchos aúos después, papel que éste asignó a la opinión pública" A diferencia de la antigua opo
el perfil del rostro de Vemon -al igual que el de Wilkes a partir de 1763- sición nacional, que fundamentalmente estaba preocupada por convertir
adornó innumerables carteles de tabernas a lo largo de toda Inglaterra, y al parlamento en algo más independiente ele la corona, Wilkes y sus suce
Monte Vernon, la casa de Gcorge Washington en Virginia que constmyó sores radicales estaban más interesados en hacer del parlamento algo más
su hermanastro en 1743, recibió ese nombre en honor del vicealmirante" dependiente de las opiniones de aquellos que lo elegían" Los apasionados
Había otros antecedentes" Los temas de la soberanía popular y la resisten llamamientos de Wilkes a la opinión pública constituían una necesidad
cia a la tiranía invocados por los seguidores radicales de Wilkes se pueden táctica: en su calidad de paria parlamentario que no podía esperar aynda
rastrear en los discursos radicales whig hasta finales del siglo xvn, y las ni del rey ni de los Comunes, la opinión pública era su último refugio"
exigencias pro- Wilkes de legislaturas más cortas y de restricciones en el Pero en la década de 1770, incluso después de que la cruzada personal
patronazgo de la corona habían sido moneda común de la oposición na de Wilkes hubiera prevalecido, los radicales desarrollaron un programa
cional a Walpok Se pueden escuchar ecos del The Crafisman de Boling constitucional más coherente diseñado para forjar líneas de influencia di
recia entre el parlamento y la opinión pública" El llamamiento a la opi
broke en el lenguaje de denuncia y publicidad ele Wilkes, y ambos acla
nión pública y la búsqueda de medios que garantizaran su influencia polí
maron la iluminadora mirada de la prensa como un antídoto necesario
tica habían de ser lll1 rasgo definitorio del radicalismo británico de finales
contra el secreto del gobierno" Como escribió Wilkes en el primer número
de su North Briton ( del siglo XVllL
1762), Como verdaderamente había sucedido con el movimiento wilkista,
n1uchos de los rasgos sustantivos de esta campaña no eran 11uevos. La su
La hbertad de prensa es derecho inalienable de un ciudadano británi presión de los burgos podridos y el aumento del número de escaños parla
co, y con justicia estú considerado el baluarte lTiás firme de las mentarios para los condados con mayor población suponfan la reiteración
liberta des de este país. lia sido el terror de todos los 1nalos ministros de unas propuestas de reforma de hacía ya mncho tiempo" Si bien polémi
debido a sus oscuros y peligrosos designios, y su debilidades, cas, las demandas radicales de elecciones anuales como forma de sensibi
incompetencias o an1bigüedades han sido conslguientemente
lizar a los Comunes con la voluntad del electorado también eran una am
detectadas y expuestas al púbhco., normalmente en sus vivos y
ajustados colores, para que car garan con el odio de la humanidad [...] pliación de las viejas demandas nacionales de regresar a las legislaturas
Una admini.stración perversa y corrupta debe naturalmente tener pavor trienales" Incluso las demandas realizadas por James Burgh y otros radi
a esta apelación al i11undo, y lo tendrá porque inanticne en igualdad cales de una arrolladora ampliación del sufragio tenían precedentes en el
todos !os 111edios de inforn1a ción del príncipe, el parlamento y el pensan1iento radical vvhig anterior. Lo que sí era nuevo eran los n1edios a
pueblo.
través de los cuales los radicales esperaban implantar estos cambios. Li
derado por Christopher Wyvill, un antiguo clérigo de procedencia aristó
Aqní, Wilkes y sus seguidores iban ele hecho más allá de los anteriores crata, el movimiento asociativo originado en Yorkshire en 1779 y en el
Haman1ientos en favor de 1nayor transparencia en el gobierno cuando in año siguiente se extendió al Londres metropolitano y a todos los conda
sistían en el derecho de periódicos y revistas a proporcionar relatos deta dos a lo largo y ancho de Inglaterra" Lo que alimentaba este movimiento
llados de los debates parlamentarios" En 1768, en medio del redoblado in era el creciente desencanto por el comportamiento del gobierno en la gue
terés público despertado por el regreso de Wilkes a Inglaterra y por su rra americana, que agudizó viejas sospechas acerca de las conspiraciones
campaúa parlamentaria, los periódicos partidarios de Wilkes desafiaron de la corte y el secreto ministeriaL El programa de Wyvill apelaba a la
repetidamente la prohibición sobre la información parlamentaria" Sus es creación de una red coordinada de asociaciones de condados para elevar
fuerzos tuvieron éxito y después de 1771 el parlamento no hizo ningún al parlamento una propuesta de reformas electorales" Para principios de
intento más de procesar a periódicos que violaran la prohibición. 1780, el movimiento había canalizado peticiones de treinta y ocho conda
dos y distritos, cuyos delegados se reunieron en Londres posteriormente
ese mismo año para coordinar sus acciones como un único conjunto. Sus
58 LAS PECULIA"!ZTDADES DEL CASO INGLÉS 59
tarnbién una de puuwciuc;u de los Comunes en l 783 y 1785 de las tentativas de Pitt el Joven por pri
periódicos para tratar de obtener apoyo local para e y roga ban var clel derecho de representación a los burgos podridos, el movimiento
a !os votantes que negaran su apoyo a candidato padamen tario parecía tener ya poco que exhibir a cambio de sus esfuerzos
que i-10 se a apoyar Ia refoni-ia s1 resultaba elegido Sin embargo, en la década de 1780 la cultura británica había
Por tanto, el mo'Iimíento c1-e no trataba sólo de n1ovilizar la experimentado de hecho una transformación fundamental. El término
opinión pública, sino tan1bién de institucionalizarla con10 agente autóno «opinión pública>> no sólo se había convertido en moneda de uso corrien
mo de reforma Wyvill se defendió con firmeza de las tentaciones de la te en el discurso político, sino que en el parlamento muchos habían aca
oposición de Rockingham en el parlan1ento para unirse al 1novÍlTI.iento, bado por considerar que estaban en deuda con ella, El cambio fue eviden
aunque Charles James Fox y sus seguidores sí consiguieron in-filtrarse en te en políticos como Fox, que en 1770 había negado el valor de consultar
la asociación de Westininster con10 parte de su exitosa ca1npaña por ]a a la opinión extraparlamentaria pero en 1783 sostenía que ningún 1ninís
elección de Fox en 1780, Las filiales londinenses clel movimiento, prmci tro que actuara al margen de ella debería conservar su puesto, 26 Fuera del
palmente la Society ji>r Constilutional Information [Sociedad para la fn parlamento, la destacada proliferación ele sociedades de debate de clase
fOrn1ación Constitucional] de Jol111 Cart\vright pron1ovieron los intentos
1
media durante Ja década de 1780 indica hasta qué punto este público ha
de \iVyvilJ de organizar la opinión extraparlarn.entaria en direcciones aún bía adqtürido conciencia de sí. Para l 780, Londres contaba con unos
más radicales. Como imaginó Jolm Jebb, el discípulo radical de Cart treinta y cinco clubes de debate en los que la asistencia iba de entre las
VJiight, una asociación nacional permanente de delegados electos por su 400 a las J ,200 personas. Algunas de estas sociedades eran radicales en
fragio universal operaria con10 una especie de «contra-parlamento» (algu su política y proporcionaban un espacio para debates sobre la reforma
nos radicales hablaban ele hecho de un «Parlamento de la calle») que constitucional. Otras, con un carácter político menos marcado, debatían
presionaría al gobierno para implantar la reforma electoral. 25 A diferencia sobre asuntos de n1atrin1onio, cortesía y an1or ro1nántico, De manera sig
de Wyvill, Jebb contemplaba so propuesta de asociación no simplemente nificativa, todas ellas eran iniciativas con1erciales que tenían lugar en sa
con10 un cuerpo peticionario, sino con10 e1 rival de un parlamento corrup lones alquilados y se anunciaban en la prensa, un testimonio de una cultu
to al que había que obhgar desde füera a que se reformara. ra política 1nercantilizada y reVl1elta debido a la agitación en favor de
Las deraan<las de sufragio universal asustaban a los del Wilkes ele las décadas de 1760 y 1770. En el caso de las sociedades ele
movi1niento, la de los cuales eran cornerciantes, tenderos, e1npre uvuacc, esta n1ercantíhzación tenía el efecto de anirnar a las igual
sar1os n1anuf3-ctureros y profesionales relativarnente prósperos que te111iai1 que a los hombres para que asistieraJ1 corr10 ciientes de pago. En abril de
las co11secuencias de incluir en el censo a los desposeí.dos y las gentes sin 1780, The London Cowvnl anunció un debate en el Oratorical Hall sobre
formación, Como normalmente era el caso en el siglo xvm, aquellos que las siguientes cuestiones: «¿Acaso en los diez últimos años la conducta ele
se identificaba11 con la caritativa voz de la opinión pública tenían cuidado oposición no ha sido umformemente coherente con Ja utilidad pública? y
de distinguirse a sí rmsmos del vulgo .. En el verano de 1780, el estallido 0Es verdad que el pueblo de Manda ha fundado sus demandas en el ejem
de la acción popular de la muchedumbre más violenta del Londres ele] si plo y la conducta de América"» El anuncio añadía: «Se espera
glo xvm, los disturbios anticatólicos de Gordon (tomaron el nombre de rncnte de las damas que se su1nen al debate.» 27 En algunas sociedades de
Lord George Gordon, el Iícler de la virnlentamente anticatólica Asocia debate como «El parlamento femenino» sólo se permitía que hablaran
ción Protestante), ahondó aún más la preocupación por las consecuencias 1nujeres, y entre las preguntas para sus debates se encontraba ¡a de·
de otorgar el derecho al voto a los desposeídos, Todo esto sirvió para de «¿Qué razón se puede esgnmir para excluu al Bello Sexo ele los privile
bilitar el apoyo de la clase media al movimiento de Wyvill, y el retorno de gios de la sociedad civil o de la participación liberal en sus discusiones?»
la paz a partir de 1783 diluyó aún más el descontento que había estimula El Parlamento Femenino se reunía en el Casino, un salón sito en Great
do las demandas ele reforma parlamentaria, Con la derrota en la Cámara Marlborough Street, que formaba parte de un consorcio comercial bajo el
26 ]bid.' pág. 28 l.
25 Véase Gunn, Beyond Liherly and Properly, pl'lg. 83. 27 Citado en Donna T Andrc\v, cd., London Deboting Socierir?s 1776-1799 (Londres, 1994),
pílg, 87,
.ll Citado en reter Frascr, <<Pub!ic Petitioning and Par!ian1cnt before 1832)), ffistory 46
an .
tica. La obra de J, A, W Gunn Beyond Liberty ond 2°roperíy: The Process o./ Self 1983); y Eckhart Hellinüth, «The Pallad1u1n of f>ll tner - ngl sh Libert:es.pRefl c-
Recognition in Eighieenth-C'entury Po!itical Thought (K_ingston y IViontrcal, 1983) t"ions on th e, 1...
.ú :berty
• 0¡' th"'
..., Press in England
. dunnlT
o 1.ne l 7o0s and 1770vn,
. ..,n Hel.l-
+h d Th :e TransfOnnation of'Politica! (.'ulture: England and Gern1an}' ln the Late
analiza la creciente importancia de la «opinión pública» en el pensamiento político ; fu'e:n f c:níutJ' .(Oxford, 199 l ). J. A. Dovvnie, Robert,.Harley an the Press: Pro-
1
británico. Véase tan1bié11 su contribución «Court Wb.iggery - Justifyíng º ¡ ,• p, /;/¡'c Opi'nion in the Aae of'S1vi+f ancl Defoe (C;:rmbndgc, 1979), des-
Innovation»
nauanca an..,i 1 - , o . )' . .
en Gordon J. Schochet, ed., Politics, Politene.\\V, and 1Dafriotis1n, Folger Institutc Cen rib el amplio uso de ]as s11bvcncíones a la prens por parte <lel gol:nerno,_ para o
tcr for the History of Political Thought, 4 (Washington D.C, !993),
Í,orn1ar ¡a op1,n1'o' n pu' blr'ca a co1n;enzos del siglo xv11t. Un excelente
cstud10 A e •
La obra de Paul Monod Jacobitis1n and the _English People, 1688-1788 (Cam del auge del perlodis1no político en Gran Bretaña y Francia es la obra de
bridge, 1989) es muy buena para entender e11novimiento jacobita co-m_o fuente de ac compma, t'iv 0 1620 / "()') (L
Bob }{arris _Politics and the Rise oj· the Press: B il f!/1 a 1d ..PranL:e, .- ( .o -·
tivisrno extraparlan1entario. Sobre el partido tory co1no fuerza en la política electoral , y N ueva, -..rork , 1996). Sobre Ja ¡Jrensa y la op1n1on publica, veuse M1cih\.1a. el,
dres
Har n s,
" '
inglesa, véase Lirida Colley, Jn De_fiance < ( Oligarchy: The To1y Party 1714-1760 r• - · .
London 1\ fcwspaper in . [!/TValpole: St:1dy_( th Or of J _oaern t!,l1.
s the Age A Í e g1ns the
(Cambridge, 1982). La ünportancia de BoJingbroke para la teoría y práctica de la Exile and the Jacohites (Londres y Rio (frande, 1995), vuelven a evaluar los origenes
oposición política en los prüneros años de la Inglaterra hannoveriana se analiza en y el impacto del fracaso del parlamento para renovar la Ley de Autorizaciones en
Isaac Kramnick, Bolingbroke and His C'ircle: The Poli tics of Nostalgia in the Age aj' 1694. Sobre las políticas gubernarnentales hacia la prensa, véase Frederick Siebert,
Wc1lpole (Cambridge, Mass., 1968). Sobre Wilkes, la biografia Rnás reciente de P D. G. Freedon1 of the Press in England 1476-1776 (Urbana, 1952); Laurence Hanson,
Thomas, John Wilkes: A Friend to liberty (Oxford, !996) es bastante pedestre; aún Govern-
vale la pena leer el estudio anterior de Geo_rgc Rudé, Wilkes and Liberty: A Social
Study ( f 1763 to 1774 (Oxford, 1962). La contribución de John Brevver, «Comrnercla
lization and Pofitlcs», en Neil l'vicKendrick et al,, cds., The Birth o.la C'onsiuner So
ciety: The Conunercialization of Eighteenth-C'entury England (Bloomington, 1982)
es buena sobre la «venta» de \Vilkes como político; sobre los movin1ientos extrapar-
1amcntarios en favor de la reforma política después de Wílkes, véase lan Christie,
TVilkes, f vvill, and Re.form: The Parlia1neníary Re./Orm J\;foven1ent in British
Politics, 1760-.l 785 (Londres, 1962), y Eugene: C. Black, The .Association: British
Extrapar lia1nenta1y Political Organization. 1769-! 793 (Catnbridge, Mass., 1963).
Donna Andre\v ha Ua1nado la atención sobre la amplia red de sociedades de debate
que se desarrolló en el Londres de finales del siglo XVIH. Véase su contribuc1ón
«Popular Culture and Public Debate: London 1780», J-hstorical Journal 39 ( 1966), así
como su volumen publicado bajo el titulo de London Debating Sociefies 1776-1779
(Londres, 1994). Sobre la participación de las mujeres en la política electoral en la
Inglaterra de finales del siglo xvnr, véase Elainc Chalus, «That Epidemical I\liadness:
Wo1nen and Electoral Politics in the Late Ei.ghteenth Century», en Hannah Barker y
Elaine Cha lus, eds,, Gender in Eighteenth-Century England (Nueva York, 1997). Los
orígenes del realismo popular en la década de 1790 continúan siendo una cuestión
n1uy discu tida. Sobre los diferentes puntos de vista, véase H. T. Dickinson, British
Radicalis1n and the French Revolution, 1789-1815 (Oxford, 1985), y los ensayos que
aparecen en Mark Philip, ed., The French Revolution and British Popular _Politics
(Cambridge, 1991),
Los historiadores han dedicado considerable atención al desarrollo de la prensa
en la lnglaterra del siglo xvrn. Lois G. Schwoerer, «Liberly of the Press and Public
Opinion: 1660-1695», en J. R. Iones, ed., Liherty Secured? Britain Befare and Ajier
1688 (Stanford, 1992) y Paul Monoc «The facobite Press and English Censorship,
1689-1695>1, en Evehne Cruickshank.s y E<lward Corp, eds., The Stuart Court in
<r/ii:;h Press (Londres y Toronto, J. 987); Robert f-Iarns, A Putnol Press: 1Vat1onal Pol1-
7i,c ' and ihe London Press in the J740s (_Oxford, 1993); Manfred Sc le ke, Engla_n ;
und das fl"iderizianische Preussen 1740-1763: Ein Beitrag zun1 Ver oltn1s von Po rfl,{
und Jff ntlicher f\!leinung in England des 18. Jahrhunderts (Fnburgo Y Mu.:11 h,
1963).; y Tviaric Peters, Pitt and Popularity: The Patriot 1'v!úuster and london Opuuon
during the S'even Years FVt:ir (Oxford, 1980).
2 OPACIDAD Y TRANSPARENCIA: LA CULTURA
POLÍTICA FRANCESA EN EL SIGLO XVIII
1
Véase J. G. A. Pocock, Commetce, and History: Essays on Po{itical Thoughl and Histmy,
Chiefl_v in !he Eighteenth Century (Cambridge, 1985), págs. 77-79.
68 !i1_1v1 s 'v'AN HORN !V1EL1'0N 1ncntahncntc y E-i rey gobernaba en el 1narco de un or den
constitucional instituido por Dios Yi por tanto) inn1utable. En su cali dad de
antiguos ideales rücdnevales que concebían l.a realeza en térn1inos funda- representante de en Ja el monarca cstal';a obligado a preservar dicho
orden de acuerdo con los principios de la religión y la justicia. Luis XV expresó
la idea de qu_e el orden constitucional era fijo e inmutable cuando en 1768 declaró
OPACIDAD Y TlZAJ\TSP1-\RENClA 69
que el estado que él legara a sus suce sores debería tener la misma constitución
tTla de es proteger lo que a cada hombre le pertenece [..] norn1a que no
que poseía cuando él lo heredó. Aquí el gobierno del soberano estaba definido en
ténninos de conserva ción, no de transformación) y las funciones de la rcalezg eran solo consiste en mantener los derechos de propiedad, sino también en preservar los
fu11dan1en talmente judiciales más que administrativas. De ahí que en 1725 el derechos adscritos a la persona y aquellos que proceden de las prerrogativas de
nacimiento y pat:rimonio.» 3 Bajo este modelo
jurista Math1eu Marai declarara que «según la ley, el rey es un juez», y el obispo
cía! de realeza, el concepto ele esfera pública implícl!o quedaba enorme mente
Bossuet, el famoso teórico del derecho divino de los reyes en el siglo XV!T,
restringido. Mediante la asignación al rey del cumplimiento de los privilegws de
señaló lo siguiente en su obra Política sacuda de las Sagradas Escri turas (publicada
agueilos a quienes gobernaba se delimitaban con nitidez las áreas en las que 1a
póstumamcnte en 1709):
corona podía intervenir lcgítünarncnte en las vidas de sus súbditos.
Aunque desde el reinado de Louis XIV en adelante un estilo de go
La finalidad del gobierno es e! bien y la conservación del estado. Para
conservarlo, primero se debe mantener en él una buena constitución [...] La bierno cada vez más activo y administrativo había socavado esta antigua visión de
buena constitución del cuerpo del estado consiste en dos co sas, a saber, la la realeza, el privilegio sigu-!ó siendo una piedra angular del ab solutismo francés hasta
religión y la justicia: éstas son los principios internos y constitutivos de los el fin del A.ntiguo Régin1en. La esencia u11srna del privilegio era la
estados. Mediante la primera, se da a Dios Jo que le corresponde, y mediante especificidad, ya que los privilegios (literalmente <de yes privadas») de un estado
lo. última se da a los hombres lo adecuado
y lo correcto. 2 o cuerpo colectivo no eran compartidos por ningún otro grupo y, por tanto, eran
exclusivos. Como los privilegios de que gozaba cada entidad colectiva eran
En el contexto de este discurso judicial, «lo adecuado y lo correcto» sig nificaba específicos, ningún individuo o institución que 110 füera la corona podía hablar o
entre otras cosas los derechos de propiedad y de la persona co rrespondientes al actuar para la comuni dad política en su conjunto. Francia, efectivamente, tenia
nacírrnento y patnmonio propios. El reino se entendía como un variado algo de asan1- blea nacional representativa en Ja forma de los Estados Generales,
ensamblaje de cuerpos y propíedades colectivas -el cle ro, la nobleza, los que la corona había convocado periódicamente desde finales de la Edad Media
municipios, los parlements, los gremios o las universi dades, por citar solo unos con el fin de obtener Ja aprobación para impuestos adicionales o de movi lizar su
pocos- que a menudo se solapaban entre sí, pe ro cnya pertenencia a rmo u otro apoyo en tiempos de guerra. Pero al margen del hecho de que la corona no
comp011aba sus propios privilegios sancionados juridicamente. Un rey gobernaba co:nvocado los Estados Generales desde 1614, su propia estructura reforzaba el
particularismo y los privilegios sobre los que se basaba la sociedad francesa
con justicia a sus súbditos, dándoles lo que era adecuado y correcto, cuando
cumplía con aquellos privilegios. Los magistrados del Par/ement de París Hasta !789 los delegados reunidos de los tres estados (el clero, la nobleza y la
expresaron este con cepto de Justicia real en una protesta que formularon ante la plebe) no votaban en común, sino por separado, elaborando sus quejas y
corona en 1776: «La justicia, Señor, es el primer deber de los reyes. La primera peticiones de acuerdo con ello. Los delegados de los Estados Generales no
nor- representaban a la nación en nin gém sentido abstracto, sino sólo a los Cllcrpos
colectivos y Jurisdicciones regionales que conformaban los respectivos estados.
Cada uno de ellos estaba relacionado con el todo sólo a través de la persona del
2 rey, que ern el único personaje público en cuya persona se encarnaba la nación.
Por tanto, como señalaba Keith Baker, en el seno del modelo judicial
tradicional de monarquía absoluta «no puede haber ninguna discusión útil de
cuestiones políticas, ya que no existe ningún público al margen de la persona del
rey».4 Sólo al rey se le consideraba capaz de percibir la co-
Las citas proceden de Miche1 Antaine, <íLa 1nonarchic <ibsolue)), en Keith Baker, ed., The French
Revo utio an the Creation of1Uodern Pul.itical Cultur , vol. I: The Polilicul Culture 0¡· the Old_ Reg1me
1Oxford Y Nueva York, 1987), pag. 11, y Ke1th Bakcr, Jnventing the French
R;volutron: Essays on Fre11ch Po/iticol Culture in the E( hleenth Centiay (Can1bridge, 1991), 3
Citado en Baker, lnventing the French Revolution, pág. 114.
pag. 113. 4
!bid.,pág.114.
70 OPAClDAD Y TRANSPARENCIA 71
rnunidad po1íhca coino un todo y de to1nar decisiones que afectaran al tiene cierto sentido, define Ja importancia de los par/e
reino en su conjunto. Sólo eI rey tenía conocirniento de los misterios del ments de un modo demasiado estrecho_ Por muy interesado u obstruccio
estado, y el reiterado uso por parte de la corona de la fórmula «secret du nista que pudiera haber sido, la oposición del parlement proporcionaba
roi» ponía de 111ani.ficsto una visión de la esfera pública que restringía to una cuña institucional a través de la cual se impugnaban adecuada1nente
da la acción polítlca legítima al rey y sus consejeros El amargo legado de Jos esfuerzos de la corona por controlar el debate político público, aun
las guerras de religión del siglo XVT -el cont1icto confesional, la desinte cnonrln COlllO consecuencia de ello, el parlernent fuera VÍCtÍlna deJ miS1110
gración del reÍ110 en facciones aristocráticas en competencia o el asesina público que contribuyó a crear,
to de dos reyes en menos de tres décadas-- había parecido confirmar la
creencia realista de que el rango de individuos y grupos autorizados a for
mular demandas mediante el discurso político público debía limitarse es EL JAJ'ISENISMO Y LA EMERGENCJA DE UNA ESFERA PÚBLICA
trechamente_ Durante la segunda mitad del siglo XVll este punto de vista DE OPOSICIÓN
se vio aún más fortalecido con el auge de las teorías del derecho divino
que elevaban la persona del rey hasta el grado de la deificación, Estas Una limitación importante del modelo de esfera pública de Habermas
teorías ofrecían una sanción teológica al concepto de política co1110 «secre es la escasa in1porta11cia que concede a la rellgión. Habermas consideraba
to» o «misterio» al que nadie más que el rey y sus conseicros podían te la nueva esfera pública del siglo xvm corno un fenómeno fundamental
ner acceso_ Al caracterizar el secreto de los consejos del rey de forma mente secular y filosóficamente emaizado en la Ilustración_ Sin embargo,
análoga al del misterio e insondabilidad de la sabiduría de Dios, las teo las cuestiones religiosas provocaron encendidas polémicas en el siglo
rías del derecho divino otorgaban sanción religiosa a las demandas reales xvm, y su papel en la expansión de las esferas públicas de la política y lo
de que la esfera de acción y deliberación política pertenecieran sólo al rey unpreso merece más énfasis_ El anticatolicismo seguía estando profunda
y a sus consejeros_ mente afianzado en la cultura política inglesa del siglo xvm, como queda
A pesar de la ausencia de cuerpos representativos nacionales a través en evidencia en el incesante torrente de panfletos antijacobitas producidos
de cuya oposición se pudieran expresar y negociar legítimamente las polí durante la primera mitad del siglo, en la quema de monigotes del Papa
ticas reales, si existía un vehículo de oposición institucionalizada en ]as que tan a menudo acompailaba a las celebrac10nes y protestas políticas
instituciones judiciales conocidas con10 parfen1ents. 'fécnica1nente los populares, y en los disturbios anticatólicos de Londres de 1780, De mane
parlements eran tribunales reales que habían sido creados por la cdrona ra similar, en los territorios del Sacro Imperio Romano las polémicas en
en el siglo Xl!L Estos organismos ejercían una autondad judicial de orden tre y dentro de las confesiones protestante y católica dieron lugar a mu
superior, tanto como tribunales de apelación como a través de su respon chos más panfletos que las polémicas seculares_ Testimonio abundante de
sabilidad en la verificación de que un edicto real concordara con las leyes este hecho ofrecen los miles de libros y panfletos que surgieron de los de
existentes en una provincia o región_ Allá donde hallaban inconsistencias bates entre los pietistas alemanes y sus oponentes, los luteranos ortodo
o violaciones de leyes existentes, los magistrados de un par/ement remi xos, a finales del siglo XVll y principios del siglo XVlll, la invectiva de la
tían a la corona una protesta en la qne especificaban sus objeciones_ Aun propaganda protestante provocada por la expulsión de su territorio de
que los reyes franceses podían hacer, y de hecho hacían, caso omiso de 20,000 protestantes llevada a cabo por el arzobispo de Salzburgo en 1731,
una protesta, la negativa de un parle1nent a registrar un edicto real con1- o la avalancha de impresos desatada por los partidarios y los oponentes de
prometía muy seriamente su legitimidad y socavaba su implantación efec las reformas religiosas de José ll en los estados de los Habsburgo durante
tiva_ En una época en la que el creciente papel fiscal y administrativo de la década de 1780,5
la corona chocaba cada vez más con su tradicional papel de salvavuardar
0
E1 in1pacto de !a sobre la de la esfera Sus argu1n_entos anti-papales tenían poco atractivo para la corona, que ya
pública fue visible sobre tod(1 en Francia, co1no bien derriuestra el n1ovi no consideraba al papado una an1enaza seria para 1a soberanía real. La co
miento religioso conocido con10 Jansenlsrno. Nacido en e1 siglo XVTI de rona francesa estaba 1nucho 1nás preocupada por el rnantenin1iento de la
los debates católicos sobre la relación entre ía y e! libre el unidad doctrinal, y asociaba las polémicas jansenistas con la discordia
janser11smo hincapié en la naturaleza pecadora de los seres hun1anos confesional que liabía devastado el reino durante las guerras de religión
y en su absoluta dependencia de la in1nerecida gracia de Dios nara su sal siglo xvt El Papa en realidad no había promulgado Unigenitus por ini
vación. L.os jansenistas eran enormen1ente críticos con los int grantes de ciativa propia, sino bajo la persistente presión de Luis XIV, quien en l 710
la iglesia, especialmente los jesuitas, que atribuían mayor efectividad al había ordenado arrasar el convento de Port-Royal (un baluarte Jansenista)
libre albedrío y, por tanto, eran más optimistas sobre la capacidad de los La corona siguió oponiéndose al movimiento a lo largo del siglo xvm, y en
individuos para ganarse la salvación mediante buenas obras y la me 1730 oficialmente que Unigenitus era «una ley de la iglesia y del
diación de la iglesia" Los estrictos puntos de vista del jansenismo sobre la estado», La jerarquía eclesiástica francesa co1npartía este antagonis1no., y
penitencia sostenían que los individuos debían buscar la absolución y par los obispos antijansenistas trataron de suprirnir el inovimiento reiterada
ticipar de la comunión sólo después de sufrir un proceso de conversión y mente dando órdenes a los sacerdotes de que negaran los sacramentos a
contrición interior. Las inclinaciones del jansenistno hacia Ia austeridad y aquellos que fueran sospechosos de albergar simpatías jansenistas"
la predestinación guardaban cierta semeianza con el calvinismo, y ya en Pero no era simplemente el miedo al cisma religioso lo que inspiraba
1653 el papado estaba suficientemente convencido de la heterodoxia del la hostilidad de la corona hacia el jansemsmo" Luis XIV calificaba a los
movimiento para declarar heréticos varios puntos de vista atribuidos a la jansenistas de «republícanos», acusación que a pesar de toda su hipérbole
teología jansenista, señalaba el potencial de oposición política del movimiento .. Se puede se-
Aunque el jansenismo encontró adeptos a lo largo y ancho de toda la la pista de las orientaciones antiabsolutistas del jansenismo basta sus
Europa católica, los llamamientos papales a la eliminación del movimien rafees en las teorías conciliares de finales de la Edad Media, que conside
to despertaron una particular oposición en Francia debido a las antiguas raban que la autoridad de la jerarquía eclesiástica lo era por delegación del
tradiciones galicanas del reino" El galicanismo había surgido a finales de cuerpo de creyentes que constituía la iglesia en su conjimto" En el l:rans
la Edad Media co1no reacción contra las afirmaciones papales de sobera curso del siglo XVTIT el discurso constitucional jansenista transfirió esta
nía universal, y defendía la autonon11a de la iglesia idea de delegación a la esfera política, poniendo asi en cuestión las de1nan
francesa frente a la de Roma" La corona había aceptado los argumentos das absolutistas de la corona mediante la definición de la autoridad real
galicanos porque 3 justificar sus esfuerzos por ejercer autori con10 una delegación de los derechos de1 soberano por parte de la llación
dad política y fiscal sobre la iglesia de Francia. Los par/ements, impa Los rasgos proto-republicanos del jansenismo se vieron aún más reforza
cientes por defender su propia autoridad Jurisdiccional contra la intrusión dos por el papel que asignaba al clero ba10 en el gobierno de la iglesia, el
de la iglesia, sostenían puntos de vista galicanos aún más agresivos. De énfasis que atribuía a la participación de los laicos, y la desaprobación de
modo que en 1713, cuando la bula Unigenitus demmc1ó por heréti la pompa real y la exhibición implícita en su austera visión del mundo.
cas 101 proposiciones bailadas en un comentario del Nuevo Testamento El atractivo popular del jansenismo se hizo evidente por pri.mera vez
publicado por el jansenista francés Pasquier Quesnel, sus defensores pu en 1727, cuando los informes de curaciones milagrosas realizadas eo la
dieron hacer uso de todo un arsenal de combate galicano muy bien guar tumba de un antiguo diácono jansenista empezaron a atraer a multitudes
dado en protesta por la publicación de la bula en Francia" de peregrinos al cementerio parisino de Saint Médard" Durante los cinco
años siguientes, miles de personas se abrieron paso hacia Saint Médard
La corona pennanec1ó indiferente a la retórica galicana del jansenismo
atraídos por las narraciones de individuos enfermos que habían visitado el
y, además, Luis XIV había sido hostil al movimiento desde sus orígenes"
lugar y habían quedado curados de sus males después de experünentar
violentos espasmos y convulsiones" 6 Cuando ni el acoso del gobierno m
an l Redemption .in Eighteenth-Century Gernu:ny (Ithaca, 1992), analiza la respuesta publici tana
a las expulsiones de Salzburgo. Sobre el impacto de las refo1mas de José Il sobi-e la cul tura
impresa de Viena, véase Lcslie Bodi, Tauwetter in Wien · zur Prosa der Osterreichischen 6 Sobre el inovirniento convulsionmio, véase Robcrt Krciser, iVliracles, Convulsions, and
Aufk!iirung (Fráncfort del Meno, 1977). Ecclesiastica! Politics in EarZv Eighteenth-Century París (Princclon, 1978).
74 J1\!VIES "VAN HORN l\11.ELTON (}PACIDAD Y TRANSPARENCIA 75
las amenazas episcopa]es de excorrn1n1ón consiguieron elilninar a los lla les de los par!ements pennitieron que el movimiento obtuviera en mo
n1ados corrvtdsionncnresj el cardenal Fleury (principa1111inistro de Luis inentos críticos apoyo parlamentario de la campaña contra Unigenitus,
XV en aquella época) condenó las reuniones porque suponían una ocasión En 1730, Ja oposición de los parlements a Unigenitus había adoptado
para la «conversación y cerró el cernenterío en 1732. E1 gobierno un giro más ac!Jvo. El Parlement de París empezó a atender demandas de
siguió persiguiendo a los convuls.ionnaires recalcitrantes que se congrega perseguidos por jansenismo, y en 1732 la corona exilió de la capital a 139
ban en París por todas partes, y para 1735 el fenórneno segiüa su curso n 1agístrados por desafiar una declaración real que h1nitaba las protestas
Su efecto, sin embargo, füe el de ampliar la base popular del jansenis parlamentarias sobre esta materia. Durante las tres décadas siguientes,
mo como movimiento opositor. Esta oposición cobró fuerza institucional Unigenitus siguió siendo una cuestión de amarga disputa entre la corona,
gracias a que gozó del apoyo del Parlement de París, algunos de cuyos ma el Parlement y la iglesia, las tres instituciones más poderosas de la monar
gistrados tenía11 tendencias jansenistas o al menos se oponian a la persecu quía. Los obispos antijansenistas continuaron denunciando la oposición a
ción de los jansenistas sobre la base del principio constitucional. David Unigenitus, y los persistentes intentos de negar los sacramentos a los acu
Bell ha mostrado cómo las simpatías jansenistas estaban particularmente sados de janscmsmo contnbuyeron a mantener viva la polémica. El Parle
extendidas entre los avocats au parlements, los abogados autorizados a menl de París respondió prohibiendo la distribución de diversos tratados
defender casos en los tribunales de los parlements. Existen diversas razo antijansenistas, reafirmando con ello sus derechos jurisdiccionales sobre
nes posibles por las que el entorno del Parlement fuera tan receptivo al la iglesia francesa y negando a Unigenitus el carácter de ley del estado.
movimiento jansenista. Su vertiente puritana podía haber resultado atrac La posición de la corona fue más ambigua. Aunque se mantenía hostil al
tiva para los magistrados y abogados parlamentarios, quienes tradicional jansenismo, lo que más le preocupaba era sofocar la controversia nego
mente se habíari enorgullecido de su austeridad y probidad moral. Otros ciando entre bambalinas con los moderados de ambos bandos o impo
especialistas han encontrado afinidades entre el constitucionalismo parle mendo «silencio» penódicamente a las partes contendientes.
mentaire, con su creencia en que la autoridad real sie111pre sería proclive Sin embargo, el silencio se revelaba dificil de hacer cumplir. El fenó
al abuso a menos que estuviera refrenada por la autoridad judicial de los meno convulsionario había servido para popularizar la polémica jansenista,
tribunales, y el énfasis agustiniano del jansenismo en la corruptibilidad que ahora había empezado a propagarse mucho más allá de las institucio
de la naturaleza humana. Pero lo que fortaleció especialmente la oposi es de la corona, la iglesia y el Parlement. Además, desde la campaña de
ción de los parlen1ents a Unigenitus fue la convicción de que esas tentati panfletos aritígubemamentales de la Fronda (1648-1652)-el lcvantam.iento
vas de los prelados eclesiásticos de hacer respetar la bula subvertían la más importante de la historia de Francia antes de la Revolución- propa
autoridadJunsdiccional de los par/ements. Aquí los portavoces afirmaban ganda impresa no se había distnbuido, m a semejante escala. Ya durante la
el derecho y la autoridad de los parlements para atender las apelaciones Regencia (1715-1723) los oponentes jansenistas a Unigenitus habían publi
de los acusados de jansenismo a los que se había negado los sacramentos cado cientos de panfletos que atacaban la bula, y en 1728 las Nouvelles ff·
o liabían sufrido otras formas de persecución debido a su oposición a clésiastiques iniciaron su destacada carrera como paladín clandestino de la
Unigenitus. Los polemistas jansenistas se aprovecharon de estas preocu causa jansenista. Publicado cada tres o cuatro semanas, este periódico de
paciones jurídicas con consumada habilidad. Sus ataques sobre el «despo gran formato detallaba las tribulaciones de simples párrocos o gentes laicas
tismo» papal resonabari en el entorno incondicionalmente galicano del perseguidas por sus creencias. Nouveiles ecclésiastiques legitimaba la opo
Parlement de París, y las súplicas por el derecho a reparación de los per sición laica a Unigenitus como la de un «público» de hombres y mujeres
seguidos por jansenismo encmttraron en los tribunales de los parlements ordinarios dueños de la capacidad de aventurar opiniones razonables sobre
un oído bien dispuesto en los organismos judiciales, que tradicionalmente cuestiones teológicasº La revista se presentaba como portavoz de este pú
eran protectores de su autoridad jurisdiccional. El Par!ement de Paris no blico, un tribunal que defendía a las víctimas perseguidas por una corona
era un monolito político ni ideológico: al 1guai que otras instituciones rea hostil y una jerarquía eclesiástica corrupta. «El público es un jLrez que no
7
les estaba repleto de facciones, y sólo una minoría de magistrados era lian conseguido corrompern, afirmaba la revista en 1732.
abiertamente jansenista en sus creencias. Pero la ingenuidad retórica de la
propaganda jansenista, su estratégica mezcla de polémica religiosa junto
7 Citado en Pelcr R. Cainpbell, Power and Politics in Oíd Regime 1'/·ance 1720-1745 (Lon
con la apelación a las tradiciones galicanas, y las demandas jurisdicciona-
dres, 1996), pág. 303.
JAivl.ES V/1_"\- HORJ.'! fvE-:I_TON 77
76 OPACIDAD Y TR/\NSPAR"ENCIA
La del corno co1no órgano indepen- utados del Tercer Estado eran abogados, y como ílustran los ejemplos de
diente, infalible y unitario que iuz2.aba las acciones de aquellas institucio- p Danton y Robespicrre, los abogados ocuparían puestos centrales
9
n.es que tradicionaln1entc habían el ]1abía de ser u11 ele- de liderazgo en el régimen revolucionario.
mento clave de este ftJe c-vo]ucionando en el discurso De ahí que los abogados desempeñaran un papel clave en el proceso
politJ.co francés del siglo xvrn_ A rnedida que la polé111ica jansenista fue por el cual Jos conflictos religiosos y consútuc10nales de. las décadas de
desarrollándose, las apelaciones a la <{Opinión pública» fueron aparecien_ 1730 y 1740 pasaron del tradicional marco mst1tuc10nal üe la monarqma
do de manera cada vez m:ís destacada en el arsenal retórico empleado por a una arena pública más amplia. La década de 1750, cuando se reanuda
los abogados jansenistas en los casos que defendían ante el Parlement de ron los conflictos por Unigenitl.Lv con una acrilnonia sin precedentes,
París. Debido a su formación y experiencia oratoria, los abogados estaban mostraba cuánto había avanzado este proceso< La ocasión para renovar el
bien equipados para ocupar el lugar de la tribuna pública. Su franqueza conflicto se presentó en 1749, cuando el anlijansenista arzobispo de París
también reflejaba la relativa libertad de expresión de que gozaban en cali dio orden al clero parisino de que negara los últimos sacra1nentos a aq11e-
dad de miembros de Ja abogacía. Habitualmente los abogados remitían 1los que fueran sospechosos de albergar sLmpatías Jansenistas. El Parle
sus argun1entaciones legales por escrito, y si lo deseaban también tenían ment de París condenó la acción del arzobispo y ordenó al clero que no
derecho a publicar sus casos y difundirlos entre el público en general Es h1c 1era caso a 1a orden, para lo cual se de Jos tradicionales argu
tos docu1nentos, conocidos comúrunente co1no 1nénioires judiciares, a mentos galicanos y conciliares para acusar al arzobispo de que se había
menudo tenían cíentos de páginas, y aparecieron más de cien mil en el excedido en el uso de su autoridad constitucionaL Durante los cinco años
transcurso del siglo xvnL Y lo que es aún más importante, las mémoires siguientes el tono del debate fue volviéndose cada vez más violento a me
judiciares no estaban sujetas a la censura previa; una exención que, con10 dida que los abogados jansenistas fueron introduciendo la polémica en la
ba señalado Be11, las convertía en algo virtualmente único en el mundo arena públíca a través de panfletos, periódicos y mémoires. En 1754, la
editorial del Antiguo Régimen Aunque originalmente se justificaban co monarquía, de acuerdo con su tradicional papel de arbitrar los debates re
mo recurso periodístico para clientes que habían sido víctima de incorrec ligiosos por bien de la tranquilidad pública, impuso una ley de silencio
ciones legales, las n1én1oires se convirtieron en un arn1a importante del sobre las partes contendientes. Una vez más) la consecuencia era aquí que
periodismo de oposición Jansenista. En las apelaciones editadas, a menu la corona tenía Ja autoridad exclusiva para hacer declaraciones públicas
do con marcado carácter sensacionalista, en defensa de clientes persegu.i sobre cuestiones vitales del estado.
dos por obispos anti.1ansenistas, los abogados jansenistas utilizaban sus Sin embargo, como ha sostenido Baker, la intensidad de la polémica
bien afiladas habilídades para la polémica para movilizar la opos1c1ón hizo imposible que la corona consíguiera hacer cun1plir esa orden; ni si
blica contra Unigenitus. Comprensiblemente, la corona miraba con des quiera después de que Luis XV intentara acallar el debate exiliando de la
confianza a estos abogados: el marqués de Argenson, un consejero del capital tanto a los magistrados parlamentarios como al arzobispo. Ade más
las medidas de la corona solo sirvieron para extender el debate cuan do
:1
cardenal Fleury, comparaba a los abogados parisinos con la oposición ra
dical tory y los llamaba «Una especie de pequeña república absolutamente Parlement de París adoptó la inusual medida de publicar sus protes tas,
independiente en el centro del estad0». 8 Pero los abogados parisinos con que circularon por todo el reino. Y lo que era aún más amenazador para
siguieron resistir las tentativas reales de poner freno a su independencia el rey, Jos defensores de Jos magistrados exiliados hacían ahora de la
con amenazas de huelgas judiciales, y utilizaron en defensa de su autono corona, más que de la autoridad papal o episcopal, su objetivo central de
mía el lenguaje del constitucionalismo parlamentario de modos tales qne Ja polémica. En este proceso, los tradicionales argumentos conciliares
presagiaban las posteriores doctrinas más radicales de la soberanía popu empezaron a cristalizar en los conceptos seculares an!!absolutistas de so
lar que emergieron después de 1750. Esta radicalización de la abogacía beranía popular.
parisina se mantuvo hasta la Revolución: en 1789, casi la mitad de los di- foliora Francia «rompía su molde absolutista» (Baker) no sólo porque
se estuvieran elaborando explícitamente las doctrinas de la soberanía po-
8
Citado en David BelL Lal1-yers and Citizens: The Jliaking of u Política! Elite in Old
Regime _France (Nueva York y Oxford, 1994), pág. 6. y !bid
tas de los parlerncnt,s con l.zt debida consideración, pero solo {<c11ando el del gobíerno.» 13 Los esfuerzos realizados por la corona para 1novilizaT el
secreto las decentes y i'.l!lles [... ] que [los magistra apoyo en favor de sus políticas no eran en sí m_ismos nuevos. Du
dos] 1nantengan sus deliberaciones en secreto y pennitárnosles considerar rante los sucesos de la Fronda, tanto los partidarios con10 los oponentes
cuán indecente e 1ndigr10 de su carácter es divulgar invectivas contra 1os "'º''cu'" habían elaborado miles de panfletos. 1ncluso Luis XlV liabía
miembros de mi consejo, a qmenes yo he transmitido las órdenes y que reconocido el valor de la propaganda impresa y no vacilaba en publicar
tan dignos de n1i confianza se han m_ostrado»_ 12 iw;tií-1c;1cJ•)!Hco detalladas de sus polí!ícas de guerra.. las cuales se difundie
Pero la crisis de Maupeou de l 771- l 774 demostró posteriormente la ron a escala masiva entre sus súbditos. Josepli Klaits ha sugerido que, de
incapacidad de la corona para contener la nueva política de la publicidad. la falta de voluntad de la corona para convocar los Estados Genera
En 1771, el canciller real Maupeou implantó una serie de medidas enca les, en los que tanto había confiado la monarquía antes del siglo XVll con
tninadas a poner freno a la independencia de los par!ernents .. Sus reformas el fin de movilizar el apoyo popular en tiempos de guerra, había hecho
abolían la venalidad de sus cargos, garantizando con ello que los magis necesario para la corona el uso de la imprenta como vehículo de pro
trados pudieran ser nombrados o destituidos de acuerdo con los deseos del paganda.
rey. Las medidas también restringían el derecho de protesta, reorganiza Lo relevante acerca del ingreso de Ja corona en la arena periodística a
ban sus cotnpetencias y trataban de copar los parlernents con 1nagistrados de l 750 no eran sus esfuerzos para influir en la «opinlón pública»,
más acomodaticios. Ampliamente calificadas corno una expresión del des sino el hecho de que se produjeran en una en la que !a propia opi
potismo real, las reformas de Maupeou desataron un torrente de escritos níim pública estaba adquiriendo significado y capacidad de actuación en
opositores. Además de las comedidas protestas judiciales que circulaban tanto que categoría política. No había sido así durante los sucesos de la
impresas o en fo1ma manuscrita a lo largo y sncho de todo el reino, las re Fronda: por implacable que hubiera sido su oposición al régimen Mazari
formas provocaron un estallido de carteles, grabados y ripios groseros e no, los panfletístas antigubernamentales no habían exigido una redistribu
injuriosos. Todos ellos vinieron acompañados de más de 160 panfletos de ción fundamental del poder soberano ni apelado a la opinión pública co
oposición de diversa extensión, algunos de los cuales se publicaron en li mo fuente última de la legitimidad política. En aquel entonces no desafia
radas de nada menos que 5.000 ejemplares. La tempestad opositora obligó ban la soberanía de la voluntad real, sino que sostenían más bien que los
finalmente a Luis XVI a derogar la mayoría de las reformas tras su ascen consejeros deshonestos y faltos de escrúpulos la habían subvertido. Sin
so al trono en J 774, lo cual es una prueba aún mayor del grado hasta el einbargo, cuando Luis XVl ascend1ó al trono había emergido una cultura
cual la opinión pública había adquirido capacidad de actuación política. política en la que la opinión pública estaba concebida como tribunal sobe
De hecho, para esa época la corona había empezado a no estar a la al rano cuyos juicíos eran vinculantes para todo el incluido el rey.
tura de sus propias premisas absolutistas reconociendo la existencia de un Una vez gue la corona ingresó en este terrjtorJo co1no actor por derecho
público al que la corona, en no menor medida qne sus críticos, también propio, sancionó una nueva definición de política como algo abierto y
te nía que apelar. Unos pocos años antes de su ascenso al trono, el transparente, y no cerrado, arcano ni secreto. Una vez que la inonarquia
propio Luis XVI había escrito: «Siempre debo consultar a la opinión reconoció la existencia de un público al que la corona, en no menor inedi
pública; nunca se equivoca.» fakob-Nicolas Morcan, un historiador y da que SllS críticos, tenía que apelar, socavó sus propios derechos tradicio
propagandis ta realista, ponía de manifiesto esta aquiescencia cuando en l nales de soberanía.
762 escribía: Baio el reinado de Luis XV!, la nueva importancia que la corona asig
«En este siglo, cuando el pueblo lo juzga todo y tiene tan poco conoci nó a la opinión pública quedó patente en los esflterzos que hicieron los
nnento del que abusar, es necesario oponer a las falsas opiniones otras úti ministros con mentalidad reformadora por utilizarla dándole expresión
les y demostradas. Me parece que el arte de dispensar con eficacía estas institucional. Arme-Robert-facques Tm·got, ministro de finanzas entre
verdades, así como el método de establecerlas, merece parte de la atención 1774 y 1776, aprobó la presentación de un plan de grnn alcance que ha-
13 Las citas proceden de John Hardman, Loui1· XV! (New Haven, 1993) pág. 35, y de Bal<er,
12
El discurso está publicado en Keith Baker, ed., The Old Regime and the French Revolu
tion (Chicago, 1986), págs. 48-50; véo.se también el análisis de Bakcr en !nventing the French Inventing the F"rench Revolution. pág.
7l.
Revolu!ion, págs. 226-232.
82 JA..:vlES \-'AN f-IORN IvIELTON Ul'«\ClDAD Y TRANS1'ARENCJJ\
83
bria dado a una de asan1bleas representativas que abarca
ban desde el nivel de la ald_ea hasta el Las asan1blcas de Turgot del banco) que estaba unido al inonopolio coxnercial de La\v en Louisiana
no estaban d1sefiadas tanto para verificar la autoridad real co1110 para ra (el llamado Plan Mississippi) y que después cerró tras la quiebra de la
cionalizar su facilitando el fl11jo de inforn1aclón sociail pn:cum cm:npan1a en 1720, contribuyó a desacreditar la idea de un banco nacional
desde el conjunto de la sociedad hacia el estado. La breve titularidad de en para todo el tlempo que duró el A.ntiguo Régimen. y pareció
Turgot en su cargo aseguró q11e este no se irnplantara jan1ás, pero confirmar el axioma de que absolutismo y crédito público eran mcompa-
Jacques Necker, el antiguo banquero que desempe11ó el cargo de ministro 15 Pero los costes financieros de la Guerra de los Siete Años, que
de finanzas entre 1777 y 1781 y posteriormente en 1788 y 1789, hizo ga obligaron a la monarquía a depender enormemente de los préstamos co
la de una sensibilidad aún más interesada ante la importancia de la opi mo principal recurso fiscal, resaltaron aún más la cuestión del crédito y
nión pública como füerza política. Hacia el final de su Necker seña su relación con la confianza pública. La creciente dependencia de la coro
ló que ba10 el reinado de Luis XVI «Surgió una autoridad que, armque no rui para sobcitar ayuda explica aún _más por qué la opinión pública) debido
poseía ningún poder definitivo, vigilaba la conducta del gobierno De a su. supuesta relación con el crédito, se convirtió en una categoría tan
lo que estoy hablando es de la autoridad ele la opinión p1Jblica». 14 El peso central en el discurso político francés desde el final de la Guerrn de los
que Necker atribuía a la opinión pública nacía de los in1perativos fiscales Siete A<'los hasta el derrumbamiento del Antiguo Régimen.
de su primer ministerio, cuando se enfrentó a la desalentadora tarea de fi nanciar La importancia que Neckcr atribuía a la opinión pública halló expre
la participación francesa en la Guerra de la Independencia de Es tados sión en su famoso Compte rendu de 1781, cuando adoptó la medida sin
Unidos. Convencido de que los impuestos adicionales no eran ni económicamente precedentes de publicar el presupuesto de la corona. El Compte rendu de
deseables ni políticamente viables, Necker se basó enor memente en el crédito Necker vendió rápidamente más de 20.000 ejemplares y despertó una olea
para financiar la guerra. Sin embargo, reconocía que la capacidad de la da de controversia. Necker defendió la publicación de su relación de ingre
corona para recibir más préstamos dependía de la confianza de los acreedores sos y gastos como una medida que estimularía la confianza pública en las
en la integndad fiscal de la monarquía. El crédito exigía credibilidad, y la operaciones fiscales de Ja corona; pero sus actos horrorizaron a aquellos
credibilidad residía en la confianza públi ca; en otras palabras, en la opinión que estaban en el gobierno, como por ejemplo el ministro de exteriores
pública. Vergennes, quien condenó la medida de Necker porque violaba las consa
Al poner de relieve la relación entre crédito público y opmión pública oradas tradiciones del secreto real. El Compte que supuestamente
o
Necker se hacía eco de algo que había alcanzado el grado de sabiduría dernostraba que las políticas de Necker habían un superávit
convencional en la teoria fiscal del siglo xvm. Los comentaristas mgleses presupuestario) fue sin dt1da un documento interesado, y los historiadores
sostenían con frecuencia que el crédito público y la monarquía absolnta continúan discutiendo aún su veracidad. Pero sería un error desecharlo
eran incompatibles porque los regímenes absolutistas eran demasiado po alegando que era un recurso oportunista. La apelación de Necker a la opi
derosos y caprichosos para sostener la confianza económica pública. En nión pública era absolutamente consistente con otro controvertido rasgo
salzaban el crédito público como barrera ante el despotismo, ya que nin de su ministerio, como lo fue su plan experimental para establecer institu
gún gobierno podía arriesgarse a perder la confianza pública actuando de ciones provinciales de autogobierno.
un modo arbitrario. John Law, el destacado economista escocés a quien la El plan de Nccker, que implantó en 1778 y 1779 en los distritos admi
corona francesa había confiado la gestión del recién creado Banco de nistrativos de Berri y Haute-Guienne, desplazaba en amplias zonas de la
Francia en 1718, había insistido en que el absolutismo podría reconciliar administración provincial la responsabilidad de los intendants reales a
se con las instituciones del crédito público si fusionaba los fondos perso asambleas electas de propietarios. En realidad, el experimento de Necker
nales del rey con los del banco y, mediante ello, vinculaba los intereses trataba de crear órganos institucionales de opi_nión pública a través de los
privados de la corona con el interés público de sus súbditos. El destino cuales se pudiera revisar y reformar el sistema fiscal de la monarquía El
problema del cálculo de Jos ingresos imponibles era una debilidad peren-
14
Jacques Necker, «Le ctcdit)), en DerniCres vues de politique et de .finance, offertes ir fa
15 Véase el perspicaz análisis en Thomas E. ICaiser, «Moncy, Despotis1n, and Public Opin
iVation F'rani;:aise par J\11. Necker (n. p., 1802), pág. 269. ·
ion in Early Eightcenth-Cenlury France: .Tohn Law and the Debate on Royal Crcdit:». Journal
of
}vfodern Histo1y 63 (1991), págs. 4-16.
85
OPACJDAD y TRJ\NSPAR!::'.NClA
84
cntre ·¡os prop1'e;ar,i'os d0.., ,°.., ada distri.to sePº-ún su propio criterio, era. la
coro-
ne de la ad,1T111r11strac1
los terratenientes se habian resistido arduan1ente a ias tentativas de la co na la que est ablecía la cuota del tnbu- to pa.ra , . La idea
i
con-
y recau-
,
17 Citado en Jolu1 I-Iardn1an, French Politics 1774-17 9: From the Accession of Louis XVI
¡0 the Fa!l ofthe Bastille (Londres y Nueva York, 1995), pag. 237.
86
.Ti,Jv1ES \l/\N HORN lvIELTON
OPAC'lDJ-\D Y TRANSPARENCJA 87
htiJ.c1onal_ fue c d12pía11do .
" c:ao a vez ün rnayoi nacional ern cuanto a
su aicance .. -Desde el nivel de la aldea e1 de la ganó tan.ta en la _Francia absclutista. Ta vez ]os escritores y
bl t . Dnmnc11a las asam- puJc;w,vo británicos no estiJ.vieran de acuerdo acerca de si el parlan1cnto
- _eas _uv1ero11 a co Lsecu.encia de en la del rei-
n.. o 2 c1rculos aun n1as representaba o no adecuadamente «el sentir de Ja n2ció:n», pero pocos dis
de la socied d F1 11 ºsi h
. · - a.._ - _.. , · '-'· -" proceso ensanc1
ton 1 a de ·T1u1 h- ! 1· cutirían que el parlamento habría tenido que ser hasta cierto punto recep
os e e ague l os que e
rueron e]eg1dos 2 la
r' ..
\ -, f - ' - - tivo a élj aun cuando }as voces opositoras apelar a la acción ex
, . , · , . , A avorccer la creación de una co1no instl11rnento de presión ante los Con1unes para que
oc1 da pol ti_ca a nr el n1tn11ci¡1a y provinc1al que en1ulara y fina]mentc satisficieran esa obligación. Al menos e11 teoría, la opinión pública tenía
11
vahzara con l antiguas estructuras administrativas de la corona las un institucional, y por esa razón el concepto era 111enos vejatorio en
locus
asamb_leas. contr1buyero:1 a la desn1e1nbración general del gobierno J real el discurso político británico c¡ue en Francia. Allí la ausencia de cuerpos
qu e tau evrdc11te se hab1a vuelto para 1789 ro'no ta '
r 1 _ ,,_es, n1ostraron. cua, n
¡ 1 '
• - • - • ., ,, ' representativos que afirmaran representar los puntos de vista e intereses
l r - siendo el ¡·ueao
. b de Ja ap"l-c ·'
pe. igroso nama acaoado '"' a 1011 a ¡ ·. ·, pu-
a op1n1on , de una circunscripción nacional significaba que 1a «opinión púbhca» era
D .1ca por parte de la r onarqufrL l\!fediante la renuncia a su n1onopolio so- al n1is1110 tien1po invocada con inayor frecuenc]a y inás difícil de definir
bie °.1 debate Y la dehbernción políticas, la corona en realidad había re- Aunque el periodista Louís-Sébastien Mercier señaló en la década ele
nunciado a la soberanía. ··
¡780 que «la opinión pública [l 'opinion publique] cuenta hoy día con
una füerza arrolladora que no se puede contener>\ tan1bién señalaba la
difi cultad de en una cu1tura política que carecía de instituciones
que se manifestara: «¿Exíste el público? ¿Qué es el público? ¿Dónde
EL SECRETO Y SUS ENEMIGOS
está? través de qué órganos manifiesta su voluntad?» 18 Desde la déca
da de J 720 en adelaDte, el término aparece reiteradamente en los infor
n la primavera ele 1789, mí entras la miciativa política pasaba rápida mes policiales, y la obsesión ele la corona con la opmión pública (Luis
n1enLe de una coro a s111 ob.Jetivos a Jos diputados en los Estados XV esperaba con ünpaciencia los inforn1es semanales de sus co1nisarios
Generales, el ambiente al otro lado de! Canal era bastante distinto. A lo ele policía) refleja en parte la dificultad de valornrla en un régimen que
Jarg y ª.n h? de Tng1 terra, cientos de inanifCstacioncs y alocuciones po- carecía de las vibrantes instituciones del gobierno rcpresentativo, 19
pula1,.,.s fehc1tab.an a Jorge Til por recPpenido de - " d. A,J rnis1110 la ausencia de se1r1ejantes órganos proporcionaba al
p · ' l d' , · ·- _{ - "- . su enrer:JT!e1 EH.1.
a1 ec1a que a 1nast1a han.J1overiana no había o-ozado nur d · concepto de opinión pública un carácter tan escurridizo e indeterminado
., . .i · b 1ca e serne¡ante
1 0 1
t --' yo ·Y popu aricad_ EI coJ:i.traste es aún rnás "'c1i ac!o ,.; que que un JJ11plio espectro de voces reclamara su cobertura
¡ · _ - · ' '- -' - -- - se ava. nza. -1- 1ac1· a
e. ,mv1emo d.c 1792-1793. m1en!ras en París la Convención es! ba disp - Como hemos visto, para la década de l 770 los llamamientos a la opinión
:iendose :Jecutar a un rey depuesto, multitudes realistas de toda ln pública se habían convertído en algo normal entre grupos que iban desde
la:elra estaoa_?. que111ando 1non1gotes del tdtra-repubiicano Tho1nas Paine. parlementaires y philosophes hasta mhüstros deí gobierno. Aunqne estos
(,Como se expaca este contraste de escenas? 1, círculos a veces se solapaban (Malesherbes, por eiernplo, fue en diferen
_ , . epoca en tes épocas censor del gobierno, pa!róu de los filósofos y portavoz de los
q 1 a n1onarqu1a francesa estaba apurando sus ú]tünas reservas de credi-
b1,hda aqnel!a otra de su homóloga británica parecía más honda que ¡yorlenients), sus intereses y posicio11es a menudo divergían. Esta hetero
nLnca._ rte e _la respuesta _puede encontrarse observando n1ás de cerca geneidad se extendía hasta el prop10 gobierno, en donde la notable divi
la «0 1n1on puohca» y sus dtfcrentes configuraciones en Gran B t' sión de la corte francesa en facciones a inenudo dio lugar a panfletos des
Francia. re ana y tinados a inovilizar la oposición contra un dctern1inado ministro. Mucho
El término «opinión pública» aparece con mucha más free . ,· º ele lo que pasaba por ser «opinión pública» en la Francia del siglo xvm no
los e t . d' . del siglo XVII de Frnnch que "n el d' uencia vll era la expresión espontánea de actitudes populares, sino que tenia su ori
tico sen os peno 1sticos . . - .
' tscurso
l'
" .· <- ...,
po 1-
gen en panfletos, charlas de café y rumores callejeros provocados por fac-
c.n p1 unera 1nstanc1a
, parece
- naradó·i
i-- leo ,Y' " que F rancia,
JI .
m:nos ,antes de 1787, carecia de los canales institucionalizados de la opi-1
rnoD publica que Gran Bietaña pose[a en su parlamento s· b -
" _ • _ - • 1 n ein argo es 18 !J1uis-Sébastien Nkrciei-, Tableau de Paris (Á1nsterdan1, 1 782- l 7K3}. lI1:282, IV: 135.
prccrnamente esta ausencia lo que nos ayttda a explicar por qué el término 19
Sobre esta cuestión, véase Gunn, Queen ofthe VVorld, pág. 282.
88
ciones de la corte 20 Pero si tea» era en 121 cualquier cosa 1nenos un
fenórneno l.a ausencia de instituciones que pudie- ran afirm_ar 1egitirn 89
OPAClDAD Y TR/-\NSPARENClA
nnente q11e ta que grupos di- vergentes i11voc2iran su antondad, A
falta de la legítimadorn del gobierno representativo, cada uno de ellos estaba
Pero sólo una pequeñísima parte de ellos ·-nunca rnás de cuatro o cJnco--·· contenían
tanto n1ás obligado a re presentar la opinión como algo urútario e indivisible_
antes de la revolución noticias políticas, y la desbordante ina- se ocupaba de
Hasta cierto punto) con10 señaló Fran\'.ois Furet, esta tendencia procedía
lógican1ente de una cultura política absolutista en la que un solo individuo, el cuestiones literarias, filosóficas o científicas. Esta escasez de noticias políticas
rey, ha bía afinnado su autoridad exclusiva para hablar por la nación corno un to in1presas resulta tanto n1ás sorprendente cuando se piensa que sólo Londres
do< En Gran Bretaña, donde el albergaba un amplio espectro de contaba en 1746 con dieciocho perió dicos. Las cifras de difusión son aún más
intereses sociales y económicos, había una mayor tendencia a concebir la opinión elocuentes: mientras que las ventas semanales de los periódicos británicos
pública en términos plurales< En la década de 1730, cuando por prilnera vez el alcanzaban una media de 340,000 ejemplares en 1780, una estimación generosa
tér1nino en1pezó a aparecer regularm_ente en los escritos políticos británicos, en 80,000 o 90,000
los partidaiios del ministerio de Walpole respondían a las afirmaciones de la el número correspondiente a Francia, Esta disparidad es más fla-
2:rante si ne11sa 1nos que la población total de Gran Bretaña era sólo un ter io de la
oposición de que hablaban por la opinión pública con una crítica que suena casi a
post1noden1a por su nonlinalisrno. En representación de esta posición estaba el
de Francia, y su población urbana menos de la mitadn
La relativa escasez de periódicos franceses era el resultado en gran medida
escritor pro-gubernamental del londinense Dai/y Courant, que en l 73 l atacó a la
de un sistema de censura real que databa del cardenal Richelieu, RJchelicu la
oposición por basar su legitimidad en «Ull Gobierno completamente quimérico, la
censura previa sobre la mayoría de publicaciones e hizo del negocio de la
imaginaria Opinión de un vago e indefinido Público, que en modo alguno puede
imprenta algo más dócil al control real mediante la creación de privilegios y
de terminarse o reunirse». 21 rnonopolios. Este régirnen de censura se vino abaJO temporalmente durante las
La existencia de una prensa relativa1nente sin restricciones es otra ra zón por
confrontaciones civiles de Ia Fronda<, pe ro Luis XIV ünpuso a contin11ación
la que las costumbres británicas se 1nclinaban rnás a definir la opinión pública
controles aún n1ás estT1ctos mediante Ja creación de la Oficina del Comercio del
corno plural en su composición, Desde prmcrpios del si
Libro como órgano central de censura Esta oficina trabajaba codo a codo con el
Gremio del Libro de el pequeño grupo de editores autorizados que gozaban del
monopo
lio iePal sobre la producción y distribución de todo el material impreso de
ParísFuera de la los gremios de editores provinciales ejerclan un
1
nonopolio aná1ogo en sus respectivas c111dades y pueblos_ El grc o de
glo xvm, íos lectores británicos se habían acostumbrado a un amplio aba París así como sus ho1nólogos provinciales, cooperaban co_rt el gobierno
1
nico de periódicos y revistas políticas que expresaban un ampho espectro en la inspección de cargan1entos de libros y librerias, y confiscaban el 1n
de puntos de vista< En comparación con ello, la prensa autóctona de Fran cia tenía terial impreso que los censores reales estimaran nocivo para la cmona, la iglesia o
un tono mucho más uniforme. A primera vista, la prensa periódi ca francesa la moral pública< Sobre el papel, las penas eran muy severas, En
parecía haber experimentado un crecimiento impresionante, según el cual el ¡757 la corona decretó sentencia de muerte para cualquiera que escnb1era,
número de períódicos se había multiplicado por más de cuatro entre l 720 y 1800 encargara, publicara o distribuyera «escritos que tendieran a atacar la rel i gión,
(véase más adelante)n agitar el cspíritn, lesionar la autoridad real y perturbar el orden Y la tranquilidad
del estado»H En la práctica, el sistema era más flexible Y po roso< Entre 1659 y
1720-1729 40 1789 sólo 941 individuos -una media de menos de 7 por año- sufrió realmente
1740-1749 90 encarcelación en la Bastilla por ofensas rela cionadas con el comercio de libros,
1770-1779 148
Relativamente pocas obras fueron abiertamente condenadas y quemadas por el
1790-1799 167
verdugo público en el patro
20 Véase Jeremy Popkin, «Pmnphl_et Journalisn1 a11he End of thc Old Regin1e». Eighteenth
Ce11fufJ' Studies22 ( 1989), pág:'.. 358-359
21
Citado en J. A. W. Gunn, «Court \Vhiggcry - Justifying Innovrrtion», en Gorclon J. Scho chct, e<l.,
23
!bid., págs. 59-60. t Darn
2-1Citado en Rayinond Bin1, «Malesherbes and thc Ca11 for a Free P re », en Rober Los
Po!itics, Polite11ess, ond Putriotis111, PolgcJ" [nstitutc Ccnter for thc Hisiory of Political Thought, 4
ton y Daniel Roche, eds., Revo!ution in Pnnt: The Press 1n France l 77J-lu00 (Berkeley Y Ángeles.
(Washington, DC, 1993), pág. 140.
22
Hanis, Pohtics and the Rise of-the Press, pág. 56. 1989), pág. 51.
90 QP,6._CJD.",D Y TRANSPARENCIA 91
de! Palacio de .h.1stici3 de tal corn_o la Durante -as dos con secciones políticas. El ,Journal généra! de France, que em-
décadas que r_s la por e_Je1nplo, e' núrnero de libros pezó 8 publicarse en 1784, ta1nbién contenía noticias políticas
y con_dcnados fue en lnferior a cinco por año.25 El sis- , Ai igual que la Gazette, todos los periódicos pansinos autorizados -sí
te111a ta1nbién en buena parte sobre el criterio de los propios contenían alguna clase de noticias políticas- ofrecían una imagen de la
censores, quienes en ocasioI:Les eran hcrnibres de puntos de vista ilustra dos, autorídad real como algo absoluto e incontestado, Durante el periodo pre
El régimen censor de Malesherbcs (1750-1 cuya tácita pro tección se ¡evo!ucionaúo (l 787-1789) foernn los panfletos más que !os periódicos
autorizó la difusión de la Enc;1clo.pédie y que svavizó las res tricciones sobre la _los cruc sirvieron co1no foro periodístico para los debates que condujeron
importación de periódicos y revistas extranjeras, füe especialmente conocido por a la convocatoria de íos Estados Generales en 1789, La prensa provincial
su liberalidad, Además, los editores clandes tinos y 1os contrabandistas de no era diferente, Hasta 1759, la corona había impuesto rígidas restriccio
dentro y fuera de Francia a rnen11do n1ani fostaban un sorprendente mgemo y nes sobre la publicación de provinciales. En la década siguien
persistencia a la hora de evitar ser descubiertos y detenidos. El co1ncrcio te a la relajación de estas restricciones en 1759 por parte de Malesherbes
ilícito de libros descn1pefió un pa pel crucíal en la difusión de los escritos de se fundaron diez más mtre 1772 y 1777, y en 1788 se estaban pubi icando
la Ilustración, y las Nouvelles ecc/ésiastiques ( 1728-1803), el principal órgano en el reino cuarenta y cuatro periódicos provinciales. Sin cn1bargo, la 1na
de la oposición '"'"'"''' ta, mantuvo en el interior del reino una red secreta de voría de ellos tendía a evitar las noticias poi it!cas incluso en vísperas de
publicación y distri bución que los agentes reales nunca fueron capaces de {E revolución, cuando publicaban princ-ipaln1ente poesía, crítica de 1ibros
err2dicar. y artículos de ciencia, 1nedicina e historia locaL
27
Pero si la censura real era cua1q_uicr cosa n1enos oir1111potente, el he
cho de que antes de la revolución nunca circularan en París nada más que Con diferencia, la mejor fuente de noticias publicadas sobre pol.ítica
cuatro o cinco periódicos políticos publicados en Francia es una prueba nacional estaba fuera del remo, Periódicos extranjeros como la Gazette de
del relativo éxito de la monarquía en Ja contención del periodismo políti Levde en Holanda, el Courier du Bos-Rhin en Alemania y Amwles civiles_
co_ La Frnncia del Antiguo Régimen sólo tenía un periódico diario, el p;iiliques, el iittéraires de Simon-Nicolas-Hcnri Lingue! en Bruselas con
Journa! de Paris, y su for111ato en todo caso tendía a ser Iná.s cultura} que tribuyeron a compensar la escasez de noticias nacionales aparecidas en la
político, De hecho, hasta l 778 el órgano oficial de noticias de Ja monar prensa francesa autóctona. E! ímpetu inicial que se encontraba tras el cre
qu[a, La Guze!le de France (fundada Ia dirección de R.icheheu en cirniento de una prensa extraterritorial en ]engua francesa había sido la
1631), ejerció el monopolio real sobre la publicación de noticias políticas, expulsión en 1685 por parte de Luis XTV de los protestantes franceses
hlm1me la de noticias del extranjero que realizaba la Gazette (los :hugonotes), quienes favorecieron la forn1ación de una diáspora _peri
era razonablen1en.te neutral y equilibrada, la 1nforn1ación sobre cuestiones dístJca francófona justo al otro lado de las fronteras del remo, Introduci
nacionales se centraba casi exclusiv.an1ente en la vida cerelnonial del rey dos clandestinamente de contrabando en el reino, o bajo censores reales
y su corte. El conflicto y la controversia política estaban ausentes de sus más laxos que consentían tácitamente sn entrada, estos periódicos eran lo
páginas, y la for111a en que presentaba 1a política era fw1da1nentalrnente 111ás parecido q_ue se podía encontrar en a la genuina prensa políti
oficial y cstática .. 26 En 1778 el monopolio de la Gazette fue adq1úrido por ca Antes de la década de J 750, el gobierno francés sólo había autonzado
Charles Joseph Pankcoucke, el acaudalado barón parisino de la prensa durante la inonarqu_ía la difusión de cinco periódicos, y a un precio 111uy
que asumió el control editorial del periódico en 1786, Pankcouckc tam alto, Malesherbes' rebajó estas restricciones y en 1780 circulaban legal
bién fundó otros dos periódicos, e! Journa/ de Geneve y el Journal de rnente en Fraricia nueve periódicos extranjeros y a precios n1ás astoau.1-
Bruxelles (que a pesar de sus nombres se publicaban ambos en Francia), bles,
Los periódicos extranjeros co1110 1a Gazette de Leyde ofrecían a sus
lectores una imagen de la monarquía francesa muy diferente de ia que se
25 Daniel Roche, {<Censorship and the })v.bhshing lndustry», c11 Dan1to11 y Roche, cds., Re1' presentaba en Ja prensa nacional autorizada, Durante la crisis de Maupeou
olution in Print, págs. 23-24, y en ese nlisino voltnnen, Robcrl Darnton, <\Philosophy under 1he de 1771-1774, la Gazette, por ejemplo, ofreció relatos favorables de Ja re-
Cloalo>, púg. 27.
"6 Jcre1ny Popkin, «The Prerevolutionary Oügins of Po!ilical .loun1alísn1>>, en Baker, cd.,
Political Culture r?f the Old Regime, pág. 207.
2' Harrus, Politics a11d the Rise ofthe Press, púgs. 56-57.
92 Ol'.i\_C:iDAD '{ TlU-\.NSP/\JZENCIA
93
28
Popkin, ((Prerevolutionary Origins of Po]jtical Journalisn1)), págs. 207-21O.
2'1 Citado en Campbcll, I'ower and Polilics in Old Regime France. pág. 69"
OPACIDAD Y llZANSP/\fillNCJA 95
94 JiUvlFS \lf1_0i HORl\' lVJELTON
da1nental de el con_oclrrJJento er;J poder, y Ia opacidad de fiscales y las privaciones ·materiales in1puestas por la guerra
la sociedad de la corte te:ndia por su propia lógica 2 producír información condujeron incluso a que los más celosos guardianes del secreto real re
que representara sH f\.111ciona111ie:nto poHtico de n1odo _1nás transparente conocieran la obligación de los reyes de explicar a sus súbditos las razo
Los espías) e1r1pleados rutinaria111ente por los 1as facciones y nes para combatir. Jean de La Chapelle, un propagandista real baJO el rei
las cortes extranjeras eran algunos de estos vehículos. Para los cargos y las nado de Luis XIV, afirmaba que los reyes estaban obligados <<a infonnar a
élites provinciales cuyas carreras dependían del conocimiento de lo que se sus súbditos de las resoluciones cuyas consecuencias fueran a
ventilaba en la corte, o para aquellos que simplemente tenían sed de noti hacerse sentir- a lo largo y ancho del mundo», mientras que Joachim Le
cias y habladurías, las cartas manuscritas también eran una codiciada orand, otra pluma al servicio del rey Sol, sostenía igualmente que los go
fuente de información clandestina. Los autores de estas notas hicieron un bernantes estaban moralmente obligados a explicar a sus súbditos las razo
próspero negocio en la Francia del siglo xvrn a pesar de los repetídos es nes para ir a la guerra: «No basta que las acciones de los reyes vengan
fuerzos de la corona por eliminarlos. Los cazanoticias parisinos a menudo siempre acompafiadas de la justicia y la razón. Sus súbditos también deben
mantenían amplias redes de infom1adores que incluían desde taberneros y estar convencidos de ello, particular1nente cuando se emprenden guerras
sirvientes de importantes 1nansiones hasta agentes extranjeros que remi quei si bien justas y necesarias, casi sie1npre traen en su este1a n1uchas rni
tían noticias procede11tes de periódicos extranjeros. A veces estaban asisti Qe11oc»31 Aden1ás de los manifiestos publicados, 1a corona ta1nbién utili
dos por la notable corrupción del servicio postal francés, a cuyos empleados zaba el púlpito como vehículo para diseminar información sobre aconte
se podía sobornar para que proporcionaran noticias y chismorreos inter cimientos militares y diplomáticos. Las misas Te Deum, por ejemplo, tra
ceptados en correspondencia privada u oficial. Había otros cazanoticias dicionalmente celebradas para cornnen1orar i1acünientos y 1natrin1onios
que estaban en la nómina del gobierno, como por ejemplo el caballero de reales, se habían convertido en e1 siglo X\TUT en una ocasión para anun
Mouchy, quien desde la década de 1740 hasta bien entrada la de 1770 ciar importantes avances militares. Se enviaban a obispos y arzobispos
proporcionó informes a la policía regularmente. Mouchy también fue una cartas reales compuestas expresamente para la ocasión, de las cuales és
destacada fuente de información para las Mémozres secrets de Louis Petit tos distribuían luego copias entre el clero parroquial de sus diócesis con
de Bachaumont, otro boletín informativo y folleto escandaloso cuyos instrucciones de que se leyeran en voz alta a sus feligreses. Unas veces
cotilleos políticos y literarios siguen siendo una valiosa fuente para los las cartas exponían las razones del rey para declarar la guerra e mvitaban
historiadores de este periodo. Al estar escritos a n1ano y por tanto ser más a sus súbditos a que rezaran por la v·ictori.a, .tni.entras que otras ofrecían
resistentes a la censura real los boletines 1nanuscritos circulaban
1
descripciones detalladas de victorias militares y encarecían a su audien
ampliamente entre destacadas figuras tanto del mterior como de füera de cia a que diera gracias. El Te Deum combmaba información real Y propa
la corte. Una investigación de l 708, por ejemplo, reveló que entre sus re ganda: las cartas escritas para las treinta y dos misas Te Deum celebradas
ceptores se encontraban el presidente del par/ement de Dijon, el obispo por Luis XV durante la participación de Francia en la Guerra de Sucesión
de Mon!pellier y el intendant de Borgofia, 30 Los boletines informativos Austriaca (1744-1747) no sólo ofrecían relatos detallados de los progre
eran notablemente poco fiables en cuanto a su exactitud, pero se sabía que sos de la guerra; escritas en primera persona, las epístolas del rey se refe
los leía hasta Luis XVI y que gobernantes extranjeros como Federico 11 rían rcpetida1nente a «mi Estado», «mis ejércitos», «1nis conquistas» o
de Prusia se suscribían habitualmente a varios de ellos. ((mis esfüerzos».32 Esta utilización del pronombre personal servia para sub
Pero, ¿qué pasaba con la gente normal, que tema menos acceso a las rayar el carácter de monarquía absoluta de Francia, y el escenario religio
fuentes de noticias políticas impresas o manuscritas'! Es probable qne in so en el que se leían las cartas confería a las palabras del rey un aura de
cluso los súbditos más humildes de la corona estuvieran más informados gravedad y santidad. El tono patriótico debió de haber servido también
acerca de cuestiones políticas de lo que de otro modo pudieran haber es para cultivar en su audiencia cierto sentido de participación en los aconte-
perado, Las guerras aceleraban el flujo de información política. Los sa-
OPACiDAD y TRANSPARENCIA
97
96 }Ah1FS \!/\hT HORJ,' IVfELTGN
que en cualquier otro sitio del mundo; y en donde 1 que uno aprende
cin1 entos de un escencif10 pollt1co 111ás así corno cierta concien-
es in,_ºDOº::. ¡"1.able que en cualqruer otro sJ!JO de.l mundo,» - ·, b
cia de pertenencia a una cornunidad inayor, A n 1enudo estaban involucradas acusaciones de consp1rac1on, so re todo en
Pero estas «cerernonias de inforn1ació:n» eran 1rionó1ogos .reales ad hoc e los rumo_re·'- que se propagaban en tiem. pos de hambrunas, E. n to, - das las
inteI111itentes, No se co1nparar con ]os debates regulares y sostenidos sobre
cr1, s1, s d e subsiºstencia importantes d,el s1ºvlo xvm un sustancia,l nu- j
política que tenían Jugar en la Gran Bretaña del sig1o XVTTI, en donde !a 'bdºt fr,anceses creía que la escasez de grano no . procedia del,4
111ero ce su Jos
discusión relativa1nente ab1crta de asuntos públicos tan to dentro co1no fuera del , ,
tiempo, , . si.no de una siniestra trama para matar de hambre al pueblo.· mal
parla1nento daba lugar a una circlllación 1nás El reparto de villanos variaba: pero entre ellos normalmente se e c ntra
fluida y transparente de información política, Es cierto que las polémicas ba un ro r eal 0 el propio rey · Dura_ n-te la hambru,na de 17,,_5 1720
, , tin1n1s
de los políticos opositores como Bolingbroke o Wilkes estaban repletas , ¡ron rumores de oue el ministro del duc de Borbon se habia hecho C1fCll a_
de alusiones a siniestras cábalas y secretas in.fluencias del gobierno. Pero su
i
rey Luis XV estaba siendo envenenado por el regente; un rumor en diciembre de los ininistros de-1 gobierno e incluso 1os mien1bros de la fa1n1l1 rea.; er1a
1723 de que un perro gran danés había devora do el corazón del regente y que iba un error atribuir la predisposición hacia las teorías de la consp!rac1on a la simple
a ser inhumado; un rumor eu septiem bre de 1729 de que el impuesto de credulidad o la paranoia, Los rumores tenían semeiante fuerza en
capitación se suspendería tras el naci
miento del Delfín; un nm1or en enero de 1762 de que el rey había sido
o.1 Citado en Arletle Farge, Subversive Wurds: Public Opínion in Eig':1teen:h-Century Fn1nce,
asesinado, rumores en agosto de 1773 de que un sacerdote había dejado ·· , glº R . y Morris (University Park, Pa .. 1995), pag. 2b. France,
al
traducido 111 es por' osemdr , . n ,. . Eighteen!h-Centurv
Véase Stcven L. Kap1an, The !•amine P 1ot [ersu :,,1011 _ n1 -
embarazada a la hija de un magistrado parlamentario, «París -escribió el .o.i
Transactions ofthe A1ncrican Philosophical Society, 72 (F1Jadclfia, 1982).
comisario de policía Dubuisson- es el lugar en donde se puede aprender
99
98 ()f;\ClOAD Y TRANSPARENCIA
1a . c,ultura pohtica ej el_',",-¡·d o prccisa1nente a su verosi- obligacibn paternalista de regular los precios y el suministro en épocas de
del
rnL11tuu1. Los rumores de que lin. rura 1 ·b· d ·f] . d ·· escasez, pero no se encuentran acusaciones, tan habituales en la Francia
. ; , , - _ . r:, Ja 1a es ora o a la hua de
und0cJ.la'rni,cione10 naber sido falsos ) Y¡ "'·"-r n s."; 11u·/7J,a sacerdotes que deí siglo xvm, de que la corona o sus ministros hubieran producido deli
podían.
s uctan a sus parroqu1,anas._ Las sospechas de que una hambruna habia beradainente las escaseces para su emiqueci.rniento persona! o para llenar
sido · desencad.enada si- d- o m. r,.n, nc!_ adas pero las arcas del estado .
art1f1cia1Jnent•e
1 ºs e;cmp1,º'_ele funcionarios corruptos y especuladores de grano fal,tos de La diferencia es importante, ya que afecta al núcleo de cómo Jos súbdi-
...,scn.pulos e1an suf1c1ente:;rrie11te abundantes p"ra converti d- h tos franceses y británicos contemplaban a sus respectivos gobiernos. Las
res en pl . bl L . . ª r ic os ruino-
cuestiones del abastecimiento y suministro de grano afectaban a todos los
t · · . a. us1 es. a conv1cc1ón de q- ue la explícación of1·c·r·a l de un
acon- aspectos de la sociedad del siglo XVUL La mayor parte de la gente en el si
ecumento ocultaba lo que en realidad sucedía puede haber carecido de g1o xvrn obtenía del grano el grueso de sus calo1ias, y con diferencia el
fun mento, pero las sospechas de que el gobierno estaba negando infor- mayor porcentaje de sus ingresos familiares iban dirigidos a conseguirlo
1 r 1 n c-ran, comprensrbles en un régín1en que tradicionalmente había Era una fuente de empleo y de ingresos para grandes cantidades de perso
con nas, y una fuente de ingresos fundamental para el estado. Por tanto, el gra
s1-.eArado·el secreto como un elemento mdispensablc del no era una cuestión política, y un índice fundamental de la legitimidad de
gob.i erno. un rég1men era cómo el pueblo explicaba la escasez y reaccio11aba ante
qm, una vez más, las diferencias entre Francia y Gran Bretaña son ella. Así que, ¿por qué la persuasión de las tramas de la hambruna carecía
veladoras. No es que el rumor o las sospechas de conspiración estuvie de la dimensión política más amplia de la que gozaba en Francia?
.an ansentes de la cultura política brítáníca. Más bien al contrario: en Una debilidad crónica del absolutísmo francés, a saber, el bajo nivel
1776, los colonos amencanos justificaron su revuelta como ta le ítima de confianza pliblica en las operaciones fiscales, era parcialmente respon
respudesta a una conspiración del rey y sus ministros para suprimir !rts 11·. sable. Durante la mayor crisis de subsistencia que asoló Francia desde la
b erta es ' y en 1·ª· propi·a nglaterra las acusaciones de cába-las gube Regencia hasta el final del lvltiguo Régilnen, 1as acusaciones de conspira
,- ciones gubernamentales estuvieron inextricablemente ligadas a la descon
mentales y secretas mfluencias fonnaron parte de h i·eto'n·c· ·¡
rna fianza hacia las políticas fiscales de la corona. En la escasez de 1725-
l ,d· d d · ' .a opos1 ora 1726, por en los cafés de París prosperaron los rumores de que l.a
en
as. eca as _e 1760 y 1770. Aún más, al igual que en Francia, las
innu-
meiables acc10n.es de la multitL1d qne acompañaron a los periodos de su
bida de_ los prcc10s del pan estaban alimentadas también por la convicción
opula'. de que las escase_ces de grano estaban inducidas artificialmente is
PeIO
CtO e.stas
li11 o acciones
+ l ' d1fertan
' ' de las de sus homólogos franceses e i -
- p r ,an e : i.n 1ent ras que en Francía casi toda ha D Lll as corona había preferido pagar a uno de sus banqueros mediante operacio
b
Pdel s · l · · m runa importante
, 'ig xvrn vmo acompañada de amplias sospechas de complicidad del nes especulativas en el coinercio de grano antes que arriesgarse a la in1po
;:10ª
go0;ernv, en Inglaterra la sospecha popular parece haber estado d' . . d pularidad de recaudaciones de impuestos adicionales Durante la escasez
exch1s1vamenle a objetivos locales o regionales; comerciant;s de de J 738-1741, circularon acusaciones similares cuando los rumores acu
:;oJmeros, exportadores y, ocasionalmente, panaderos. Las multitudes in'. saban al cardenal F1eury de origínar la escasez con el fin de reducir un dé-
º.esas pueden haber acusado a su corona de no conseguir cun1plir con su de 40 millones de libras producido por los gastos navales y militares
No unporta si estas acusaciones eran ciertas o no (y hay historiadores que
han defendido que ciertamente sí eXJstieron complots para las hambrunas
35 Véase el ensayo clásico de E p Th . [ < 1, c oral ,Eco11on1y of t_he English _Crowd in en la Francia del siglo xvrn). Lo que les daba semcpnte eco e intensidad
the Eighieentb Cenhffy». recienten c1;_t r
York, 19.93· Barcelona 1995) s b ¡ .
0111
rson, Cn 5tu111!Jle.1 en romun {Nueva era su plausibilidad. El endeudamiento de la monarquía era notable, y la
' ' - · ·o re a preocupac1on por ta . · ·,
gloan1encano del siglo xvrn véase Gor ion S - W L - C c nsp1n1c;on en el mundo an- corona sí recurría de hecho a todo tipo de maniobras subrepticias para sa
Causahty and Deccit in the Eio-htcenth Cc0ntu1·y1; u ?llot " o ln ;nacy ana the P a r a noid S tylc:
. , an l 3 9 (1 9 T . tisfacer las demandas de sus acreedores. ,AJ mismo tiempo, los rumores
1::o - rrl /v1urv ºº)
10111 'Juarter/.
th. 1y- im.
TacO1·cc.ett, <íConsp1Iacy Obscssion in 'a Ti111- e of Revol ut1. on . .vc·re,ncLh E- li.tes yand ll -. 0t)'"'-
erro1, 1789-1792», American /{istorica! Revie1r 105 '2 r , , te n1::o1ns o que implicaban a la corona o a sus mimstros eran aún más virulentos debi
· o- f
sostener que «"el. estilo paranoico" pcºb bl
.,
\ OOO), pag_ 7l1, llega al cxtre1no de
-" a en1ente era inenos evidente t· ¡ ¡
do a su imposibíHdad de verificación. La opacidad de las operaciones fis
1nac1011
• en Francia ciue en JuoJ·itcn·a
i:o < , y A inenca
, . de 1 N'Orto1 ]-<_ • ¡ e111e
· · as e·ases con .for- cales de la monarquía explica por qué incluso los funcionarios oficiales,
c1udado de distin<>uir (pág ) ciiti·c , , . tl · ,n cua qu1e1 caso. fackett ti.ene
• 709 1 as creencias e 1 as clas f. ·'
i:o -
<<una cultura popular Lffanccsa] atraves::l'<l a p or l os, 1,Tl1. e d os d e tr.aems acsony ceonnac· 1. on· de Francia y
como el teniente de la policía real D'Argenson en 1740, o Turgot en 1775,
af ectad a por el escepticismo racional de la Ilustracióni> inspuac1ones y Inenos podían sospechar de cierto grado de complicidad del gobierno.
101
J.00 LLúv1r'..S VAN HORN f\1rtTON ü:PACITTAD y TRANSPA.RENCU\
de los costes de la guerra y de la expansión imperial descansaba sobre el alto datos fiscales básicos, Las estimaciones de Ja deuda real: por eicmpk,
nivel de confianza pública en sus operaciones fi_nancicras. La relativa , d dº l 2 bast" 2 4 millones de libras, Esta ausencia ae mformacwn 1ban
es ,, ' ' a '
transparencia de las políticas fiscales del gobremo hizo mucho por gene había de esperarse de 1rn régimen que considerara el presupuesto real, un
rar esta confianza, La recaudación de ünpuestos en Inglaterra estaba más secret d u roz
, y qire en ¡759 confinara en Ja Bastilla a un oscuro escntor
centralizada y, por tanto, más sujeta a supervisión por parte de la hacien da real, , por- distribuir un manuscrito que enumeraba el stipuesto presn_puesto
SUJZO bf ''
al tiempo que la introducción de cualquier medida impositiva ve de ingresos y gastos de la monarquía, Consternado p r .la pu 1cac10 por
nía acompañada por un amplio debate en la Cámara de los Comunes así " N 'keT en
parte u e ec - 1781 dp"" lpresupues"to r_ e, al ' el m. m.isl.rn de, ex_t tenores
"
como en la prensa, Los funcionarios gubernamentales remitían informes Vergennes manifestaba la tradicional adhes1on al prrnc,rpio de scc1e.o lis-
detallados explicando por qué era necesario un impuesto, cómo se iba a cal cuando se lamentaba de que el Compte rendu siguiera «el ejemplo de
recaudar y cuántos ingresos produciría, Los gmpos de presión comercia les y Inglaterra, que publica sus presupuestos; un ejemplo por el que _los ,ante-
pa sad
manufactureros se oponían a un impuesto ai tiempo que facilitaban datos, ya os de Vuestra
- , d yd Jbren iust!frca-
Majestad han mostrado considerable , -
fuera en la prensa o en demandas parlamentarias, en apoyo de su oposición al Los debates sobre la e ren-
11 enconados exactitu Lompie
mismo, Todo esto significaba que para cuando se implantaba un impuesto, había da avers1on». .
sido lo suficientemente discutido corno para desacti var las sospechas públicas e/u el hecho de que los datos presupuestarios fm1da111entalcs pudieran ser
acerca de su legitimidad, Las colonias america nas, en donde la autoridad el rigen de un profundo desacuerdo en los más altos niveles del gobierno
parlamentaria para recaudar impuestos fue pro testada al comienzo de la oderoso testimonio de lo que Necker llamaba la «0scundad
, d ¡ y 11' ' d"
rea J , e S Un
nearura» delPsistema financiero francés, No por casuahda e ª,Pe mo •
década de 1760, constituían una excepción obvia, Pero sobre todo el gobierno
británico experimentó poco de la obs- un"ministro de hacienda francés de mediados del ,siglo xvm, Etrcnne, de
Silhouettc, se utiliza para designar a figuras cuyo ter1or es oscuro) opa-
8
y en ocasiones violenta, oposición a los ünpuestos a la que se en co por dentro y sólo discernible por sus contornos,-' , , ,
frentó la corona francesa. La relativa del fisco británico ele vó la Durante la revolución, señalaba el difunto Franyo1s Furet) «1a_1,dea de
credibilidad finarrciera de la corona, y despertaba confianza entre los
tel,ram
s"rvía de ºreferencia para organizar e interpretar la acc10n.
a [" l que movilizaba , J Era
h b
contribuyentes e inversores nacionales y extranjeros de quienes el es tado concepto las convicciones y cre r1c1as de J or e "
dependía para financiar sus guerras y la expansión de su imperio, que hacía posible en todo momento elaborar una mterpretac10n Y iustm cación
En Francia, por el contrario, la imposición fiscal siguió siendo una de lo que había sucedido», 1 Lynn Hunt "y Trmothy Tackett han subrayado
fuente de tensión permanente entre la corona y sus súbditos, No es que los igualmente la importancia central que tuvo la idea de trama en la
franceses soportaran un carga fiscal relativa más alta que los súbditos británicos,
1, magi, nac1, 0, n I'evolucr'onaria
Además
. , desde el «Gran M.1ed0_ » del verano
40
Al contrario, para la década de 1780 la carga fiscal per capita era tres veces más de ¡789, momento en que los campesinos de toda Francia empun ro la,s
alta en Inglaterra que en Francia, 36 El problema residía más bien en la armas contra una conspiración imaginaria entre bandoleros y ar¡stocratas, hasta la
impenetrabilidad del sistema fiscal francés, No existía nin gún conducto, ni conclusión de la época del Terror en julio de 1794, cuando Ro-
institucional ni en la prensa, a través del cual la informa ción fiscal estuviera
disponible o se analizara en un foro público, El he
cho de que la recandación de impuestos estuviera confiada a una empresa " Ci'tado '"' n Hardn1an ' French Politics 1774-1789, pág. 239.
0 , F. The Financiai
privada, la Farmiers-Gencral, hacía aún más dificil cualquier tipo de su- 3g Cf. James C. Riley, The Seven Yenrs ff'ár and t!ie O!d Rt?gime in tance·
and Economic Toll (Princeton, 1986), pág. 154· _ ·, . l ·n lés de Elborv Foster
39 Fran"ois Furet Interpreting the French Revolut1on, traducc1on a g_,
1 _ "'B ce
.., ' . . .. - l p. . la revofuc1on jrnncesa. ar ·
(Carnbridge, 1978), pág. 53. (Existe ed1c1?n en espano: ensor
lona: Petrel, 1980. Traducción de Arturo F1rpo.) - -k 1 1984) ág. 13;
40 Lynn Hunt, Politics, Ci:liia:e, un Cías.\' in the 1-rench R.evol on {Ber e ey, 'P
.l& John Brcwcr, The Sineiv.1 of Power: War; A1oney and the Fnglish State, 1688-1783 (Cain bridge,
Mass., 1988), pág. 89. Tackett, «Conspiracy Obscss1on 1n a Tnne ofRevolut1on», pag. 6 ·
102
JAMES 'v'AN l-!OkN :VfELTON
OPACJDAD y TRANSPARi':NClA 103
bespierre subló a la supuestarnente por partic1par en_ una traina
secreta contra la república, el lenguaje de la conspirnción incitó y justifi d sl"',zence pollt" zq, ue 26" (!994). Sobre el co]1cepto de opinOión· p, úbli.ca
có la espiral en ascenso de la vio]encia revolucionaria y contrarrevolucio e¡n
/¡f¡c lravaux e, " " , J A W Gunn Oueen of /he WOIU pimonm t 1e
l:: i. Franci a de l s 1 glo X V II I, vease . . . . t 1f1e-Revolution
-
Studics on. Vo1tane
.- rp and
, - f ro n i '
the Rena1ssunce o . .
nar1a. Furet, esta obsesión por las tramas y la conspiración era un fe Public L1fe O; 'ª_nce , (O rd, ). Gun11, «Public OplllJOJJ->>, en
nómeno nuevo, Era la hija bastarda de una conciencia revolucionaria para Terencc the Eighteenth Century, 8pag, 32 . 1955
X º1 llural C!wnge (Cambridge, 1989); y
Mona
. 1 d, Pofitical lnnovaf!on anl
eu fM d H' 1
la cual la oposición abierta y pública a la voluntad popular era inimagina Bell era.,
"Pe bl.
s., Opmmn
-. . " at the En d o fth eOld Regime», Journal q o. ern
, ts o1y
, bli
ble, Según la lógica de la ideología revolucionaria, sostenía Furet, los Ozouf ' « u ic b'' , , d " .
y d um1 na 01 es so r e b , el _ prob' ei
' 11a de la op1n1on .pu
. ca
60 (1988), Son tam ien ir:u , e «The Abbé de Saint-Pierre, Public Opm10n, and
oponentes de la revolución eran moralmente malvados y sus designios no los artículos de Tho1nas E. J"(a1s r h Money Despotism and Public Op1-
eran nunca transparentes, sino siempre ocultos, secretos, conspirados . · f th French Monarc Y)) Y « - ' ' 1 "
the
e Debate Roya
Reconstltut1on o . J h Law and the on Crcalt»,
nion in Early Eightecnth-Century Frnn e" o n 55 (1983) y 63 (1991) de! Journal of
Furet estaba sin duda en lo cierto cuando señalaba la importancia de aparecidos· resnl echvamentc en los volu1nenes
la trama y la conspiración en la imaginación revolucionaria, Pero no cabe 1
'\lfodern History. [ . d" d d cu.ando las disputas sobre la
duda de que se equivocaba cuando consideraba la idea de trama como una · rtanc1a de. la- 1 cea a e 1750' ]' ,
Baker subraya a impo . scnistas se convirtió en una «po
- d1s1uentes Jan ' e ( lt1ca
1 en tos a
invención revolucionaria, La tendencia revolucionaria a contemplar los neo-ativa de os sacrmn los 1
d. ., . rticipantes en la disputa entre os
::o ., , neral en la que tve1sos pa . , d
hechos a través del cristal de la trama y la conspiración, que fue aún más de contestac1on»b mas ], ,ge1,0pi a corona) tratarond e1 gitilnar e sus
' demandas. a. traves . e
violenta en sus consecuencias y estuvo más potenciada por el absolutismo o,, uc se e, ncontra 1a d , P , , p" úbli.ca Sr.n embargo, gi,an parte del academ1c1s.1110
moral de la ideología jacobina, hundía sus raíces en modelos de creencia dsobre 11'nnam1entos a a optnion , ·: d 17?0 730 como !as décadas
cruc1aJes e cs
el jansenis1no apunta a las decadas eh - . y nz ds· Public Opinion in Eighteenth-
nacidos de la cultura política del Antiguo Régimen" La voluntad de creer te proceso. w A l tte Farge Su versive rror p 'l
. (Unlversity Parle,
'
en razones ocultas y acciones subrepticias, la disposición a percibir ambi ease d- re ·d >iel inglés por Roselnary Monis
r cns1 va-
· · ..
C'entury
R France, tra o en Poiver and Polltzcs
uc1 . · d p t Carnpbcll
güedades y la inclinación a sospechar que la apariencia superficial de un nia, 1995), así como al análisis etana: e 1;9 r)_ Sobre el fenó1neno convu)slonario
in Old Regin1e France 1720-17 4) (Lonles., d Ecclesiasfica! Poli tí es in Ec1rly
suceso ocultaba capas más profundas de significado no eran tanto los per K · Mirac!es Convu s1ons, an l .
versos hijos de la ideología revolucionaria como la expresión invertida del véase Robert re1ser, . . '_ 1978) M. análisis se basa sobre todo en a p10-
Eighteenth-Century Fans (Pnnccto , . t ]a poHtica y constitucional del janse
secreto absolutista, Durante las últimas décadas del Antiguo Régimen, a ne ·a obra de Dale Van I(ley sobr.c ad1mporLa mentaclones puede encontrarse en su
, U - en conc1so e svs argu J( ·t'
medida que las nuevas políticas de publicidad absolntistas fueron yuxta - ; the Frcnch Prerevolutionr>,
nismo frances. n resu1n '. _. Creation o¡· li1odern en e1
Politicul
poniéndose a las tradicionales politicas absolutistas del secreto, las ten articulo «Janseníst Consütutiona1 Lcglac ,n 1 the k 1987)
k d Th French Revo ut1011 ana
7 - y Nueva Yor ,
Tvüchacl Ba e h (Time (
siones resultantes demostraron ser demasiado explosivas para que la mo er, ., - E 011 Oxford .
Th 1
A •
Re e 1'
("ulture, vol., I: V e te o/ Culture
1D0/'f
" aj, 1, e ,rG ¡ ' bF.· nch Revolution: Frorn a vin f.o
narquía pudiera adaptarse a ellas, La desgracia de la monarquía fue que Véase ademas ¡Q Religiou .\· Ongzns t ie ie - íff:
oJ . Kley The
ey, 1996
Danuens
) Van A;;a1r
an · ·
, , , t' 1560-1791( New1-laven, ' ' º4)' 'y Van
su estilo de gobierno era demasiado público para eludir el escrutinio, pero the Civlf Constztu ion, . . 1750-1770 (Princeton, 190
1765 (N w
también demasiado opaco para inspirar confianza, ond
the U z · of the «Anczen Regune», . France, 1757-
nrave Jesuits
ing 'J •. f th .fron1 e ,
IC1ey Th Jansenists and the Expulsion e d c·tizen.\" The Making ofa Political
e
' 5) L- b. de David Bell La-ityen¡ an , . . d º
I-Iaven, ¡97 . a o ia - k O for' ] 994) se ocupa de un mo o ...xce
. ld R · f"rancP (Nueva Yor Y x .._., , . . t
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Elite in O eg¡n1e - d l ideolouía de oposicionJansen1s ·a.
lente de la profesión legal con10 agente e"a d º fl'cto nacional para la década de
h b, d caído como fuente e con . l . . [
El jansenlsmo a, 1a ed" J abasteclf, fi"J,ento de com1'da ' financieras y de just1c1a b
re, a
La obra Inventing the French Revolution: Essays Ofl French Po!iticaf C'ulture in 1770' perolascuestlones e_· · , ·,·'
ular y ia oposJ.c1on delosparle1nents. So re ias
the Eighteenth Century, de Keith Baker (Cambridge, 1991), constituye un brillante siguieron
, polarizando la op1111on _po .
h b do mi anál1s1s en a o ra e 1 b d StevenJ
L •
Kaplan Bread,
6) Poli- ,
análisis de los puntales ideológicos del Antiguo Régimen y sus transmutaciones en el políticas del pan, e asa
E
- -,
Retg oj
·r .
ou1s-'
YV 2 vols (La Haya, 197 Y espe-
, ·
1 · lh n
siglo xvrn. Baker describe el auge de una esfera púbhca política fundamentalmente a tiC \' and Po!itica con orn y zn n . ,·n E1"g!1teenth-Century France,
''
cialmente . T he omme
en su trabaJO p, · Plot
h' , r1ersuas1.
S iety on72 (Filadelfia, 1982), La obra de
través del pr:isn1a del discurso político; la n1uy asequible síntesis de Roger Cha1iier,
Transactions of the Amencan Philosop icda h ,ºoc Id Reo-irne in .Prance: The F'inanclal
The Cultural Origins oj' the French Revolution, traducida al inglés por Lydla G. , R'l Th, Seven Years War an t e º 1 e
Cochrane (Dutham, Carolina del l'l"ortc, 1991), se ocupa 1nás de los modos de socia en- lames C. l ey
fiscales a os que s
e
1 · l' p oblemas
bilidad y las formas en las que las audiencias se apropiaban de las ideas y los textos. and Economic Tal/ (Princeton, ,19,86) ana iza tº:;a r véase la más reciente obra de Ju-
f
Sobre las diferencias en cs!as aproximaciones, véase el intercambio entre Baker y ccnto' la corona. Sobre la opos-ic1on parlamen ª. L
l Lo111·s YV 1754-1774 (Cam-
' ¡ lf Pan 'l' Un ler /,
Chartier en «Dialogue sur l'espace public: Kcith Michael Ba1'er, Roger Chartier», Po- lian Svvann Po/itics and the Par e1nen ? , . . de lean Egret, Louis XV
et
'
bridge y Nueva Yor ' . k 1995) ' y el estudio
. , 1970).antiguo
mas La era de Maupeou se ana lizae
l'opposition parlen1enta1re, 1715-1774 (Pans,
6. LAS MUJERES EN PÚBLICO: LOS SALONES
DE LA ILUSTRACIÓN
ec
panslnas más destacadas del IJ _ _ · as sa.onnzeres era la de debate, discusión y juicio público, tal corno señalaban los
textos
críticos a que dieron lugar. Estas diferentes connotac-Jones
-espacial, so
de una condesa francesa L f't . y . Lespmasse, hlJa 1!eg1tnna cial y crítica- contribuyeron todas ellas a definir el espacio del
. a an l nona de salon v . .
las décadas de 1770 y _ Cl ! ienes mas rmportame de salón en la
1780 lar otte von Gremer d l
eia vida pública
Y que había quedado huérfan"
" · "- a e ª" e cuatro 1 - a d , d
Rh - ' e un so dado
Hemiette Herz, que presidian la vid d - " 1 · anos. a
el Levin y siglo xvm yos principios del xrx ad'e salones de
Berlín a finales del
EL AUGE DEL SALÓN
No fue hasta después de ;:;ce ;an_de acaudaladas
familíasjudías. salón pasó a referirse a las . evo uc1on
Los orígenes del salón subyacen en Ja corte renacentista del
Francesa cuando el término
reuniones sociales d l t' d l
e siglo xvr. En la Inglaterra de los Tudor, el círculo literario que
mos en este capítulo Sin emb . e ipo e as que analiza-
.d d . . argo, antenores usos anticip ¡ h rodeaba a Catberinc
ner a social vinculada a la ..b.,. ¡ d an a eteroge- Parr, la sexta esposa de Enrique VIII, fue un modelo, al igual que
. - +' . . nes.
e
las reu
del siglo xvm la socia lile a de los salo H niones cortesanas patrocinadas por lsabella d'Este en Manlua o
palabra ha asta mediados Elisabetta
. ) eta re1ere11c1a lama d
espac10sos y espectaculares l . yor e las veces a los Gonzaga en Urbino. Durante el sigloxv11, el salón fue
sa ones que se encontrab"n
e 1 . .
reales y aristocráticas Pero e t l , e en _as rr1ans1ones identificándose progresiva1nente co1no una institución
. n orno a 759 las mansione d 1
empezaron a apropiarse del térmi "l , , . s e c ase media inconfur1dible1nente fran_cesa) debi do en parte a que el siglo era
r1rse a lo que los ingleses acab no, ""' cual progresrvamente pasó a re-fe en general un periodo de ascendencia cultu
ral francesa, El salón francés, al igual que el teatro, las letras y sin
la
E mp leado para designar aron por conocer corno el s l ' - l
habita . . . a on ele a casa. lengua franceses, marcaba la pauta para el resto de Europa. Pero el
una cwn mas modesta en la ¡ · d pode
duos se socializaban de 11l1a . que ivi- roso sello francés que adquirió el salón también procedía de
transforma
.
atrvarnente más os m
, or1na re 1 inf
uso reflejaba la transformación d 1 ¡· . ima, este nuevo ciones dinásticas producidas en Francia entre 1560 y 1660, periodo
. . . e sa on en un espacio d . bT en el
mas igualitario. Durante el resto d l . 1 .. : e
socia 1 idad
que el salón francés adquiríó su verdadero valor. Un
uso aristocrático co1no sus maf sig o, el terin1no conservó_ tanto su
ter híbrido del salón como t i_ctes_ urgueses, lo cual e.s prueba del carác- sorprendente rasgo de la historia política francesa de este periodo
, err1 or10 en el que se , . fue el poder que ejercieron las mujeres en la corte. Por una parte,
ambas clases sociales. reurnan e mteractuaban
la tradición constitucional francesa (la denominada ley sálica)
Otro uso del término salón estaba car 0ad . impedía que las mujeres fueran herederas del trono. Por tanto, a
principios de la Edad Moderna, una época con un lla
y estéticas. A partir de 1 73 7 b de connotacwnes literarias mativo número de gobernantes femeninos ·-Isabel de Castilla,
. 1 1 María e
las exposiciones de a
' a pa a ra salon se .
u'ílizab bienal t . re,enrs Isabel Tudor, Cristina de Suecia, María Teresa de Austria-,
arte ' e a Francia no
d p. . es pa rncmadas por h Acad . "
e mtura y Escultura y realizadas 1L ' emm contaba con ninguna mujer soberana. Por otra parte, Ja
'rancesa inestabilidad di-
presentaban rm nuevo tipo d _en e. .ouvre. Estas exposiciones re-
N o sólo sus públicos
eran e espacio publico en el p · d xvm.
1 e
soc1· l t d. siglo
M
, - amen e iversos elp . d' P'd 1
Véase Thotnas E. Crovv, I'ainters and Puhlic Life in Eighteenth-Centuty Paris
airobert los describía com . - eno ista r ansa! de (New Ha
o «mixturas, de hombres y mujeres, de todos vcn y Londres, 1985), p g. 1-7. (Existe edición en espafiol: Pintura y sociedad en el
París del siglo XVIII. Hon<larribia: Nerca, 1989. Traducción de Luis Carlos Benito
Cardenal.)
intelectuales de las n1ujeres francesas cultas Su estilo profundamente co i_ icao.o y + do r}e la corona, y a través
Por tanto el auge del salón en la Francia del siglo xvn debe de él
· t d l murdo cxtenor 'º '
1
entender se en el contexto de una cultura política, :literaria y apartarn1en o e l J , del salón con respecto al
filosófica en la que las rnundo de
1nujeres, o al 111enos las rnujeres de clase alta, gozaron de una prominen se hacia sentir la autonom1a
la co rte. J , . de Erlca J-1arth so"bre las «mu.jcres
carte- e o demuestra e
cia sin precedentes. El salón, expresión de esta visibilidtH.. había surgido estumo - t
om . , lones se convirtieron en nnportan
también es
dnrante la segl!l1da mitad del siglo XVI como institución íntimamente vi:n sianas» . . , pnmeros
los ¡-·¡ - sa . r 1630 )' 1
f ca Durante las de -·
'
,
·' d ., s orasT_ - '
cau as e
culada a la corte de Valois. Los lazos simbólicos con la corte todavía po centros de d1scusion loso l b r,--[oso'r{'Jeas el
<
161O y reconocido de 1nanera general co1no el de salón del siglo frnncijs fue u110 d.e los , , 1 salón ofrecia
xvn< La n1ansión (hOtel) cuya construcción encargó para que a s11s
-, d la filosofía cartesiana Aqm, una vez mas e - r1 ·º
albergara su salón) estaba estratég1ca111ente situada cerca del c1on e . . ! de ide?.S crue de otro
n1.o o e0-
la • E nr"'os ;;iccPSO a un munco - - - '-' _
l11tegrani::es ie1ne, ,.,!' , - - t_t cioncs acadé1nicas francesas<
H1 ,
res1dencia pa El ar-
risina de la corona, a la vez que los tapices que adornaban sus salones de , . do p'"'ra eilas en as u1s 1u JmeDt . .,
tar1a cerra el , . ] a los 1J.or:n-
t nferiore e
s
recepción eran un obseqllio de Luís XIII. embargo, había otros rasgos umento de que las inuJeres eran inte ce .u.a - , , ,
g , . +T d t ·"d1ciona1mente en tenmnos de las d!
deí salón de Rambomllet que expresaban su independencia ele la icere11'c1r1s
corte.. El centro social y arquitectónico de su salón era la <\sala bre.s se habrn Jl1ScL!Ca 0 -'" - ,_ , . _ ás dhb;lc"
rYan uro- b0 "' . las 1nentes le1nen1nas,
azul», el dormitoiio m 0
' ' ,_ - -'-
fis1cas entre aJn os s..,,x s.. " , . p . al la 111ente
de1 cuer- 1 0
y biblioteca en donde la 1narquesa recibia a sus invitados 1nientras estaba ducto de cuerpos femen:nros deb1 . ,,.
on"epto rr11sog1nos dº
,
es_- - ·¡- , (' ..,,
¡
recostada en su canapé. Aquí la intimidad de su salón estaba en marcado f.l f' de Descartes 1nut1 1zo os e '"' ,) , . - .-
po, l a oso a
n1cnte 1 18 1 d"f nc1as
fís]cas S1
contraste con el ambiente más fon11al de la corte, y Madame de
ª . -r1. :d d intelectual femenina basada en.
r- •
ltS 1 ere , - .:
t n1bién era cl.ist1nta del sexo, lo cuaJ en
Rambouil Jet era farnosa por s11 aversión a la vida cortesana y pnnc1p10
era d1strnta del ,uei po, a . ,l - t lectualrs de los
ceren1on]aL Conccbi_ do como un refugio de la política y las hombres El
, 1 u er=s en l1on10 ogos 1n e
intrigas ele la corte, el salón de Ran1bouillet indicaba Ia
<;;",
-' Citado en Daniel Gordon, Citizens -.,vithout Sovereignty: Eq1'.ality u,ndSocia'.J;'!i1b in French
Thought, J 670-1789 {Princet011, 1994), pág. 86; sobre lo que sigue, vease tambwn or
don, págs. 95-100.
250 LAS ivfU.II:RES EN p(JBLlCO: LOS S/\.LONES DE LA ILUSTRACTÓN 251
los defensores de h1 sociedad co1TH rc12] a las inujcres en la Todos los pueblos que llenen la desgracia de mantenerlas ,encerradas son
histor]a haciendo del don1irúo e! lo.cus dei progreso 111oral e histó insociables».7 Diderot y JVIontesquieuj sl bien fueron a111b1.guos acerca e
rico ... Mediante ello otorgaban un papel a las inuJeres en el los beneficios de ia civilización, creían que l.a social de las muje
proceso de civilización. A 111edida que aurnentaba la socíabilidad res ern un barómetro del progreso histórico. Cuan! más bárbara o despó
sostenían ellosj también lo hacía el trato y rornántíco entre los tica era una nació11 o un pueblo, sostenían ellos, mas t1ramzaba y opnm1a
sexos. Los hombres pasaron a ver a las mujeres co1no objetos de arrior,
a sus mujeres,
antes que de deseo en bruto. Para conseguir esos objetos, los hombres
tenían que volverse ado rables, 1n.ás co1nplacientes, 1nás agradables .. en
resu1nen, inás civilizados. Las mujeres, por tanto, eran agentes de LA CULTURA DEL SALÓN EN EL PARÍS DEL SIGLO xvm
civilización en la medida en que obligaban a los hombres a volverse más
sociables y refinados. Esta idea quedó expresada avanzado ya el siglo El salón preeminente de la Regencia (1715-1723) fue el de la
por el médico escocés W1lliam Ale xander, quien en su historia en dos marc¡ue- entrº ·¡710 y 1733 'e reunía dos
sadcaL1nb'-'er,t ,,q,ll ,
volúmenes de las mujeres escribió: veces a la semana. Frecuentado tanto por aristócratas como por
«Es al trato social con las mujeres a lo que los hombres deben todos los destacados hombres de letras
esfuerzos que hacen para complacer y ser agradables; y es a la ambición ·vau x 0 Fontenp..,_llº el salón Lamber! se convirtió en uno de
coino M an fundamentales
los centros
'°') ..
cierto sentido, 1a sociedad de Jos eia exclus 1va, si biien se nesponsales miembros del salón (como por ejempio, Vollaire)_ Después,
perrnitía que sus mie1nbros llevaran los que no pertenecían a él este material se compilaba en un boletín, del cual se hacían copias que se
necesita- ban una carta de presentación de alguien fa1noso en quien e] vendían o se repa1ilan de cualqu]er otra for1na entre los a1nigos y corres
salón confia ra. De todos modos, dentro deJ propio salón las de ranpo ponsales de París y de las provincias. Goodman ha señalado que la fun
cla se y nacionalidad se ten1porahnente. En el salón a:offrin ción del salón de la Ilustración como despacho de noticias lo distinguía
esc ·ibía el philosophe Friedrich-Mekhior Grimm, ((todas jerarquía del universo más aislado y autorreferencial de su predecesor del siglo XV'IL
estan mezcladas: el noble, el funcionario, el fmanciero, el escritor, el ar El salón de Ilustración, que dejó de ser un refugio herméticamente ce
tista ..., tod_os son tratados por igual, de modo que[ ...] no se guarda rrado respecto al mundo de la corte, trataba de conformar activamente
ningu na Jerarqma salvo la de la buena sociedad». 8 El tono dialogante del una red de opinión pública e impresa que se expandía rápidamente.
salón de la Ilustración estaba en diametral oposición al de la corte. La Dentro del salón, el lugar que ocupaba la anfitriona era crucial. Ella
estructu ra comunicativa del absolutismo era monológica y jerárquica: la ofrecía, por supuesto, el espacio y los refrigerios, pero s1 era lo suficiente
corona emitía Sll Juicio, que el sujeto pasivo debía obedecer; en mente rica también ofrecía patrocinio a escritores Y artistas que estuvie
contraste con ello, el salón era dialógico y recíproco: sus miembros ran pasando apuros. Sin embargo, la anfitriona del salón era algo más que
debían comunicarse entre sí sobre la base de la equidad y la mutua un ornamento 0 una patrona complaciente. Como ha mostrado Goodman,
amistad. El salón de la Ilustración era visiblemente menos aristocrático su función era regular el discurso del salón mediante la sociabilídad que
que su predecesor del si glo XVlL Julie de Lespinasse, por e3emplo, era fomentaba y las fronteras que había marcado en la conversación. Albergar
hija no legítima, y con sus modestos medios no podía permitirse ofrecer un salón no era un pasatiempo, sino una carrera que exigía un prolongado
las cenas que ordinariamen te se servían en, los salones. Sin embargo, los aprendizaje auspiciado por una sa/onniere mayor y más experimentada
víveres relativamente espar tanos no supoman una afrenta para sus Las reco1npensas eran tanto intelectuales como sociales: al asistir a un sa
invitados, quienes, según escribió Gnmm, «podían prescindir de las lón y posteriormente auspiciar otro igual, una mujer conseguía obtener el
beldades y la riqueza si se les ofrecían tipo de educación que se le negaba de otro modo en los colegios y acade
sus excelsas cualidades y su esprit».9 mias. El salón era su pasaporte a la República de las Letras; un lugar en
La conversación era una parte indispensable de la sociabilidad del sa donde, por así decirlo, podía desempeñar un papel activo en una esfera
lón, pero la oralidad del discurso del salón estaba íntimamente Ji oada a Ja pública en expansión. Consecuenten1ente, dirigir un salón significaba a
pa a ra escrita. Se difundian o leían en voz alta poen1as, ensayos: cartas, go más que ir simplemente al tocador o supervisar a los criados; la anfi
practica esta que proporcionaba a sus autores una especie de crítica previa triona se preparaba en gran medida igual que un alill11no o un profesor se
a la publicación_ Si st1 obra era acogida favorablemente, los escritores más preparan para una clase Suzanne Necker, por ejemplo, dedicaba la víspe
jóvenes podían esperar recibir apoyo de los autor-es ya consolidados e in ra de la reunión de su salón semanal a leer o a escnbir en su diario con el
fluyenks del salón. Los salones también eran centros de afluencia y dise fin de concentrar su pensamiento.
mmac1ón de noticias_ El salón Geoffrin fue una importante fuente de in Cuando el salón se reunía, era la anfitriona la que establecía el orden
formación para el philosophe Jean Fram;ois Marmontel editor de l del día de la discusión. Madame Geoffrin dividía su salón semanal en las
- ' a
rev'.sta semanal semi-oficial Mercure de France, quien asistía al salón y reuniones de los lunes y las de los miércoles, de las cuales a las primeras
VIVla de hecho en la residencia Geoffrin_ El salón parisino de Marie Anne asistían los artistas y a las últimas los escritores. En su salón de los miér
Legendre Doublet, que se reunía todos los sábados desde l 73 J hasta coles establecía que sólo se podía discutir de literatura y filosofía, no de
1771, elaboraba Y difundía de hecho un panfleto de noticias y rumores. Al política; una estrategia destinada a evitar la disensión y el fraccionanüen
llegar al salón Doublct, los invitados registraban en un cuaderno especial to. No es que la conversación del salón fuera apolítica -el debate pohtrco
cualqmer noticia o rumor que hubieran recibido desde la reunión anterior. ocupaba un lugar destacado en los salones de Julie de Lespinasse Y Su
Los apuntes se leían en voz alta junto con las cartas escritas por los co- zanne Necker- sino que más bien la señora del salón consideraba que era
su obJioación hacer respetar las reglas de la educación y el civismo. Ello
8
.. Citado en Peter Seibert, Der literarische Salon: Literatur und Geselligkeit nvischen Auf
klarung und Vormdrz (Siuttgart y Wcimar, 1993), pág. 63.
9
contrib:1ía a suavizar el tono combativo y a menudo personalizado de un
!bid.' pág. 76.
debate que, de lo contrario, habría hecho acto de presencia de forma natu-
·· A'i:b iVlUJERES E'.'l ?ÚBLICO: LOS SALONES DE LA TLUSTRA.CIÓN
257
256 JJ\:'dES \/ 6,_N HORN lvli'.LTON
de serlo, violento en la disputa En ocas10nes habría sangre rante , a evo UClC , _ _ en re sus. 1 ,, 1 ,
que ¡ E11 este "Speclo ilustraban el extremo hasrn e .,ua1 os
tras una discusión». º Los ideales de crítica de la Ilustración. reforzaban
1
tos sa ones. ª ' hd J
• d + la de la llustración se habían ensanc o para a
s de. cultura a
fd,m amen.o ¡¡ " fue
este tono militante y polemizador, que sometía todo al escrutinio crítico
·. d· d- 1780 A medida que la esfera pública de la ustracmn' " e deca
En el tan cargado universo del debate de la !lustración, el dilema para los a e · . ¡ h ·¡ he< y sus d o
de oer el círculo relativamente reducido de os p t.osop. e
philosophes era cómo mantener su filo crítico y polémico sin poner en ¡an o º - · d 1 iw .....
. . . d res para incluir sectores Inás amplios de1 a soc1e act, s sa 0 -
peligro la solidaridad qlle necesitaban para sobrevivir en un entorno so seam o . · . d ,.. - · el 1°b8te
ne fueron convlltiéndose en algo menos lmportante para _e11nn u1:, -
cial y político que en ocasiones era hostiL .,,,
En este aspecto, la anfitriona desempeñaba un papel fündamental a la
público. · t1 · >' las
hora de armonizar las voces a menudo discordantes y estridentes de su Se ha atribuido el declive del salón a la rn nguante m ,uen ia ae ,...
círculo. Marmontei escribió que en presencia de Juhe de Lespinasse, los . l hrra de finales de ia llustracron. Joan Laudes ,ncuenL1
hombres con planteamientos y puntos de vista divergentes se comporta muJebxes den a cu . masculinización de Ia esfera pública en la obra de
prue as e una - ·- _ . .. ,... t 1
Rousseau, cuyos ataques a 1a decadencia y afem1narrne t? . .: r.t1 cor e Y_-ª
T
º:
pan los intervalos de la conversación_ y de la con10 e1 relleno que se -ue las m_ujeres de la aristocracia francesa eran pro.1Tus uas y iso11\as.
introduce en las cajas chinas; no vale nada y [sin embargo] todo se viene ias mujeres de la antigüedad pern1anecja11 en su o.1n1n10 natur l{ e1
abajo sin él»< 12
gar, en
.donde ensefiaban a sus hiJOS las virtudes c1v1cas y marcia.es.
. d b ,"US hiJ. os a nodrizas e
ªº
De todos modos, para la década de 1780 los salones parisinos habían 1nadres d= la aristocracia francesa aban ona an ª ;) .-
empezado a perder su relevancia como centros de debate y discusión. Good '1n'titutric s mientras se dedicaban a entretenimientos frív lo_¡s te_ mttngdaes
man sostiene que a medida que la esfera pública de la Ilustración se füe sexuales. La Revolució11 Francesa,
0 l T ' marco e YHJn o -
conc uye ,. ,anoes, - "D . - i
expandiendo para incluir a círculos cada vez más amplios de productores . ach'sta de la virtud republicana de Rousseau. ste pt.nto
-la m -
y consumidores culturales, fue convirtiendo el tmiverso relativamente de co11cepc10n ' ' - f · b·
de la público/privado que .ª
vista descansaba sobre dicotomía dr rencia
élite del salón en una amalgama más difusa de espacios públicos. Uno de the French Enlightcnment», l!isto1J' o.f European Ideas 13 (1991), pág. 185.
ellos era el café, que para la década de 1780 había adquirido la importan
cia política y literaria de la que había gozado antcrionneute en Londres.
Otro era la logia masónica y los musées, que proliferaron ambos durante
la década de 1780. (La francmasonería, que se remonta en Francia a la dé-
Mujeres Repub]'icanas P'"evo1ucionarias y la de política- füiencia .. Otros ejemplos apuntan hacia una esfera pública que cada
1nen.te destacadas entre las que se cncorrtraban desde la reina hasta la fe- vez estaba volviéndose más integrada, no segregada, desde el punto de
1T1inista Oly1npe de Gouges. vísta del género. Los cafés parisinos particula 1nente aquell que te i n
1
E] rnás ponderado relate de Dena Good1nan otorga un pape11nás irr1- más ouimrw, los centros de ocio y entretenimiento mercanttl1zado
portante a las n1ujeres en la cultura de la Ilustración yJ por tanto, rechaza ap1nados a lo largo de los bulevares importantes del Palais-Royal, eran
mixtos desde
el punto de vista de Landes según el cual la esfera pública es intrinseca - t
e l pun o del- oaénero ' y las transfon.nac1ones producidas en e, l .
d
e
mente machista. En lugax de elto, Goodman atnbuye el dcchve de la Clll blico teatral también arrojan dudas para poder pensar en una esfora pubhca
. · d Como ]1emos visto e•1 el capítulo 5, fue. precisamente en
tura del salón parisino al creciente sentido de autonomía que los hombres mascu l a.
1n1za ·
de letras habían adquiiido a finales del Antiguo Régimcn. 14 Una vez inte la década de J 780 cuando la Comédie Fraiwaise introdujo las butacas en la
riorizada la fe ilustrada en la capacidad de los hornbres para gobernarse a platea y por tanto favoreció !a presencia de un público más ;ntegrado des
si mísmos, sostiene ella, los hombres de letras dejaron de sentlf la necesi de el punto de v!Sla del sexo en lo que tradicionalmente habr sido un
dad de ser «gobernados» en los salones De modo que abandonaron la au coto Jnasculino. Por lo que a Landes se ref1ereJ deben1os ser escept1cos
toridad de la su!onnii:re, cuya brida les había irritado en ocasiones, en fa con. su interpretación de Rol1sseau como alguien en ciert? ·modo
vor de las for1nas de asociación más den1ocráticas que, si bien giiaban en representativo
torno a ho111bres, encontraron en 1as logias y n1usées, De inodo que para de 1os puritos de vista de la T1ustració- sob e las mujeres: :_ª se espect J,
Goodn1an, el declive del salón no era un sínton1a de la decreciente in de cualquier otra cosa. Al margen del hecho de .que !amblen 1'.uede c
fluencia de los ídeales de la Ilustración, sino de su concreción entre los nsr derarse a Rousseau simplemente como un aposto! prcrroma11tlco
hombres de letras, e¡Lte ahora rechazaban la tutela del salón del mismo ne la contra-Ilustración, su discurso reconocidamente machrnta del
modo que muy pronto rechazarían la de su rey repubhca nismo clásico sólo representaba lma corriente del pensamiento
De modo que aunque Landes y Goodman difieran profündamente en de la us tración. Difería radicalmente, por ejemplo, de las concepcrones
la posición social de las mujeres en la esfera pública de la Ilustración de LOJl dorcet, que foe perfectamente capaz de .concebi.r.una soc1edad en
francesa, coinciden al considerar que dicha esfera públíca se había ido la que
volviendo cada vez más machista en vísperas de la Revolución. Paradóji ]as mujeres ejercieran los rnisn1os derechos pol'.t1cos que los ho b_res, ,º
can1ente, sugierer:i que esta 111ascullnizacjón se vio esti_.1_nulada por w1 pro bmócrata prusiano Theodor Gottlieb von Hrppel, cuya obra . obre ia
rnejora tie la condición de la 1n,1,4er ( l792) cr1t1caba con cnu·eza la Rc
olu-
: . t ·ua-· d·cr·c0J10"' de actrva
ción
a Francesa por no consegu1 r o oro ,1 '"''V
las muieres. Puede suceder perfectamente que I1deologia pcobma, al es- tar
inspirada en la recuperación del discurso c1v1co
por momentos sus presupuestos i 1 chi tas. Sin einbargo, e tender que e EL SALÓN EN LA !NGLATERRA DEL SIGLO xvm
periodo jacobino es el legado defrm:ono de los p ntos de vista _de /lus _ tración · ·
Si el auge del salo n france s se vio
·- ·do pnrv.la-'
ravmec1
'.ª
.
sobre las mujeres es algo n1as que eso, E1 hec o de. qu la0 .e1 1 nistas posteriores,
poli ti-
desde el si_glo XIX hasta nuestros d1asJ s1gu1eran re -;-L rriendo a planteamientos igua! d ca de las mujeres en
i_taristas desarroJ lados .durante la Ilusti:ac10 debería bastar para despejar las dudas la corte, entonces el s lón debería haber fJ_ rec1 aún más en Inglaterra
acerca de la rdca de que su esferd La Inglaterra de comienzos de la .modern;d aª bergó más mujeres
pública era intrh1secan1ente machista soberanas que cualqu1er otra monarqu1a de la ep y J
XVlll, los lugares con bai'l.os y las ciudades recreativas sirvieron original
260 JAlvlFS \l/._N l-JOP.J\J
lv(ELTON
mente a una c1iente1a exc1usivan1ente aristocrática. Pero en el curso del si glo,
los centros turísticos como Bath o Tunbridge Vv'eHs fueron ofreciendo sus
la trad1c1ón constituc1onal_ en co;_1tLastc con Ia de la ley sálica en servicios también a cada vez más miembros acomodados de la clase media.
Francia, no a üs de ]a sucesión real. De ahí que en I:n- Los visitantes se sentían atraídos por estos lugares no sólo por los beneficios
re1narDJJ. cuatro rnuJe1es entre 1553 y 1714: María Tudor ( 1553- médicos atribuidos a sus aguas, sino también por sus entreteni mientos
1558), Isabel I (1558-1603), Marfa lI (co-regente con Guillenno lll. ! sociales y culturales. lnícialmente su vida social giraba en tomo
689-
1702) y Ana (1702-171
'
Sin einbargo, y paradójica1nente, el salón nunca alcanzó en Ia cultura
inglesa del siglo XVlll la importancia que adquirió al otro lado del canal.
Sin duda alguna frlglaterra parecía estar bien encammada a desarrollar
una estimulante cultura de salón durnnte la era Tudor y comienzos de Ja
era Estuardo< El círculo hu111anista que rodeaba a Cathcrine la sexta
esposa de Enrique Vlll, era un modelo, al igual que el que rodeaba a la
condesa de Pembroke, una destacada patrona del periodo isabelino. Los
salones se convirtieron en una parte integrante de Ia cultura cortesana y
aristocrática durante los reinados de los Estuardo Jacobo I, cuando los poe
tas Jacobitas como Ben Jonson o John Don ne se reunían regular1nente en
la residencia de la cm1desa de Bedford en Twickenham Park, y Carlos J,
cuando la condesa de Carlislc, favorita de la reü1a consorte Henrietta Ma
ria, presidía un salón hecho a imagen y semejanza del de Madame Ram
bouill et en París
No obstante, el modelo francés de salón nunca arraigó por completo
en Inglaterra. El perturbador impacto de la guerra civil inglesa fmstró el
desarrollo de la cultura de salón en un momento en que la institución es
taba alcanzando en Francia su prüner gran apogeo_ La Restauración hizo
muy poco por recuperar el quizá debido a la sing11lar ünportancia
del café (véase el capítulo 7). Para l 700, cnando los cafés todavía no esta
bau de moda en el contmente, Londres solo tenía unos 2.000. El café, y
no el salón, fue el centro de la sociabilidad literaria en la Inglaterra de Ja
Restauración y de comienzos del neoclasicismo.
L.os cafés ingleses tenian una clientela predon1inantemente inasculina,
y las n1ujeres, cualesquiera que fuesen sus aspiraciones }iterarlas, normal
mente los rehuían. Sin embargo hubo otros espacios públicos en la Ingla
terra del siglo xvm accesibles a mujeres intelectualmente ambiciosas.
Los balnearios y centros tuJisticos eran uno de estos centros de reunión.
Sinto1:1as de la precoz 1nercantilización del ocio en 1a Inglaterra del siglo
Li\S 1'·.1lUJERES EN I'ÚBLICO: LOS SALONES DE LA lLUSTRACIÓN 261 Globalmente, las mujeres con educación de la Inglaterra del siglo
XVHI gozaron de n1ás independencia que sus homólogas franc s s, Sus v1-
das íntelecttiales eran en conjunto más abigarradas y rnenos lnmtadas que
a bailes, conciertos) obras de teatro o juegos; cuando avanzó
las de las salonnieres parisinas, que tanto dependían del salón para acce
el visitantes ta1nbién podían frecuentar una amplia ga1na de
der al mundo de las letras. Las diferencias de educación pueden habe1
1ibrerías,
tecas de présta1no o cafés a la moda. En el bah1eario, al igual que en e·!
desempeñado tan1bién su papel. Lo normal era que las jóvenes francesas
sa·· de clase alta hu_bieran sido en conventos, corno era el caso de
lón se entren1ezclaban individuos de diferente rango y nacionalidad. las salonnieres parisinas Madame d 'Epinay o Madame de Deffand. En
Un visÍtante de Tunbridge Wells en la década de 1760 señaló que contraste con ellas_, la 111ayoria de las jóvenes procedentes de fan1i11as n
«en las grandes salas de reunión se 1nczc1an gentes de todo rango eas inglesas habían sido educadas en casa (Ja Inglaterra protestante, claro
si .ninguna distinción», mientras que en Hwnphry Clinker de está, no tenía conventos)) y su educación por tanto solía estar menos re
Smollet, un visitante de Bath señala con desaprobación «la general glarnentada y is De rnodo que cuando alcanzaban la madur zj te
mezcla de todos los hpos [. ] sin distinción de rango ni fortuna». nían una experiencia del n1undo n1ás variada que !a de sus 110111ologas
Aunque difícilmente puede conside rarse plebeyo el aroma que francesas.
desprendían, estos balnearios sí tendicro.n u11 puent cultural entre la En la Inglaterra del siglo xvrn sí existieron salones, sobre todo los de
aristocracia y las clases medias. Además, al l.gual las blue,stocking. Pero aquí el eje1nplo de las hluestocking es inuy instruc-
que los salones los balnearios y centros t1rr.ist1cos ofrec1an a las _mujeres ya que se!lala algunas de las diferencias fundamentales entre las mu;
1
con intereses literarios e intelectuales un lugar en el que reun1rse con ieres de letras inglesas y francesas. Entre los h1stonadores hteranos, e
hombres y mujeres de similar mentalidad. Las autoras que se término b/uestocking ha acabado por referirse al círculo de las muieres
contaba;1 entre las b/uestocking, como por ejemplo Ehzabeth eruditas inglesas que se reunieron periódicamente desde la década de 1750
Jl/Iontagu o Ehzabetn Carter (véase más arriba), entablaron duraderas
amistades Lntelcctua1es en
los balnearios ingleses. is 8velyn Gordon Bodek, ((Salonnieres _and B1u,cstockings: Educated Obsolescence an<l
. Genninati_ng Fe1ninism)), Ji'eminist Studies 3 ( 1976), pags. 188-J 89.
262
LAS iVIUJERl?.S EN PÜBllCO: LOS SALONES DB LA ILUSTRACIÓN
hasta bien entrada la de l El grupo nació en la de 1750 26J
la for1na de reuniones por Ehzabcth Ivlontagu y Elizabeth
Vesey durante !os veTanos que 1Vfuy pronto) las hombre, la escritora Hannah More escribió: «Todo era muy pero
dos estaban albergando un salón el invierno en lns estábamos tan alegres que parecía que no había esplendor; .Y todas coincí
dependencias de sus residencias londinenses) y entre el de sus dimos en que los homhres no ernn en absoluto tan necesanos como todas
111uJeres se encontraban Hester EhzabeJ:h 16
habíainos ;ido tan tontas de suponel">> .. , .. . . _ .
y, un poco ir1ás aleladas Fanny Burney y _,
Hannah Mo1·e. El tér1nlno hluestocking se refería _,origi Sin embargo ]as b!uestoc!dngs no eran ±ermn1stas, ni s1qut r ue
acuerdo con las del sig]o xVTTL Tampoco exigían derechos. poh.t1cos
par l las
nalmente a un hombre: según James Boswell, fue acuílado en l 78 l l11U·Jeres, n1· d esafiaban su p. apel sub. ordmado en _ el ma_ omo. M, atnmº
cuan tn. m_ o-
do el naturalista Benjamin S!illingflcet, un amigo de Elizabeth entre los escritores más distinguidos de su tiempo> entre los que se encon
Montagu, visitó su círculo vestido con medias azules" Pero al igual que en traban Samuel Johnson, Edward Gibbon, Lamence Sterne, Oliver Gold
los salo nes parisinos, el alma de un salón bluestocking era una m1tjer.
Elizabeth Montagu (de soltera, Robiuson) procedía de una familia
adinerada de la alta bl!rguesía y se había casado con el acaudalado nieto
del primer duque de Sandwich a la edad de veintidós años. Conocía bien
los salones de Pa rís: había entablado amistad con Suzanne Necker en
1775-1776 dmante una visita a París, donde también conoció a Geoffrín y
Deffand. Al igual que aquellas salonméres, Montagu reclutó a sus
invitados de
e
nl·a ¡ ree(i, de Hester Chapone J aflfm aba que «un man d o goza ue 1
- .. .., .
un ho1n bre «a v01 untarian1ente y 0....,011 en-tu.siasm. o reconoc1er_a
c.·orno su suoer1·on.>. De acuerdo r'"'on el ideal de lnatrunon10 de ·com.
d ,re-
_
pane11smo de la; bluestoc!ring, encarecía a11narido a que elevara a su
cho divino de absoluta obediencia de su esposa [...] [i::]n s.u cahdad
111.uje «a la ca tecroría de 811 niejor y rnás querida a1Tdga, y que la dotara
de
ob cqu1os 111ent c:n todos los priviíegios, derechos y libertades de la
amo y J·et'e ast-' gn ado , es indu-dabl- emen.te su sup. erior,». Sua. v,1zaba
17
anustad mas pei-
s_ u a"_pe··
!ación a la obediencia sosteniendo que una muier solo debcna casaise fecta>>. · ·· b di d
on d
Pero dada su bien dispuesta aceptación de la pos1cwn su or na a
smith o Edmund Burke. Además, al igual que Geoffrin o Lespinasse, la 1as muj·eres l· co·1n 0 se exp- la re, " tiva autono1nia de ]as
se P ca1 '- bluestoclu .ngd?
'- Ü
ñora Montagu «gobernaba» su salón sugiriendo te1nas de conversación, Gran parte d la respuesta descansa sobre el hecho de.'qu la may na
solicitando opiniones e impomcndo los patrones de la educación y el gus
,
to. Samuel Joh11son fa llamaba da reina de los Azules»; otros se
las bluestockingi a diferencia de las salonrneres de Pai _i ) conr0orn1aro
referia11 a eHa cariñosamente con10 «El Presidente»,* Montagu
dese1npe
SL '.ª
identidad literaria por derecho propio. Con la excepcwn de nove sta
fió el papel de patrona organizando campañas de suscripción u Madame de Tencin (más conocida hoy día por ser madre de D
ofreciendo pensíones a aspirantes a escnwices
Alembcrt), u'e durante las décadas de 1730 y 1740 sucedió a la
Sin embargo, en otros aspectos las bluestocking eran bastante marquesa de L m ert como la principal anfitriona de un salón de París,
distintas de sus homólogas parisinas. La identidad de una sa/onniere pocas sal mue s del siglo xvrn buscaban el éxito liteiar10 y en raras
estaba inex tncablemente ligada a la de sus invitados masculinos. ocasLones pu_ ,\1:c,ab:tn su obra.. Suzanne Nccker escribió profusamente,
Aunque se some tían a la autoridad y gobierno de ella, su posición pero nunca dec1dto. pu
descansaba finalmente sobre la aprobación de aquel hecho. Las blicar su obra, sino qcie la publicación llegó de forma póstuma p r m1c1
. tiva de su inarido. Las salonnif:res normahnente se involucrab n, en
b/uestocking eran mucho menos
ª
producción literaria o bien en privado bajo la for1;w de c rtas n1
üas',
dependientes de la aprobación masculina y gozaban de mayor e.l1. ar1os o o bien de forma vicana a traves de los ph1!o0ophes
autonomía .e.,nsayos)
frente a los hombres de su círculo. Las bluestocking eran en primer masculinos que asistí.an a sus salones, . .
lugar y principalmente un círculo de muieres (Hornee Walpole las Las bluestocking ofrecen un fresco un tanto d1Stin to ·. Eliz. abeth .M,
denominó como «el primer club femenino jamás conocido»), y si bien onta-.
gu o·b 0 una fama considerable como crítica liternna, reputac10n
SI k eque
de
valoraban
amistad
reunio deJa
Johnso11, Gibbo11 y demás hombres que asistían a sus defen
d'<llV gracias a un famoso ensayo en el que a espear 'ª
ad uirió ia .
nes, no era esencial ninguna presencia masculina para que el grupo 1W - lasq desdeílosas criticas de Voltaire. La traducción de Ep1ct to
1
cionara. Al describir una cena de bluestockings en donde no había ningún realizada por Elizabcth Carter siguió rcin1primiéndose durante todo e1
s1glo XIX, y
1
Caroline Pichkc Denlnviirdigkeiten l/US meinem Leben, ed. En1il Karl Blürn1nl, 2 vols.
(Munich, 1914), 1:48, 20 Citado en I--li1dc Spicl, Fanny van Arnstein: _Daughter of the Enlighte menr 1758 1818,
19!bid., pág. 49. traducido al inglés por C!u·istinc Shuttle\vorth (Nuev8 York y Oxford, 199l), pag. 174.
270 J/\i'vIES VAN HOR.!'-! fvlELTON
LAS lvfUJ!:iIZES FN FÜBLICO LOS SALONES D"E LA ILUSTRACIÓN 27l
' DebDrah Herlz, Jeivish High Society in O!d Regime _Rerlin (J\fovv I-Iaven Y Londres.
2
VV?lff;?ng b?e, G :1·chichte er/ins, 2 vols. (IVlun.ich, 1987), 1:382.
1988), pág, 137.
Fnednch Gedtke, «Uber Bcrlln>>, Berlmische lvfon(l/schr{f! 3 (1784), pág. 144.
272
LAS tvlUJERJ=:S EN PÚBLICO: LOS SPJJ)NES DE LA TLUSTRA.CIÓN 273
queros co1nst11:uian el núcleo de la éhte de la ciudact Todavía estaban
sujetas a diversas restncciones legaJes, y la ley prusiana los califtlcaba de
24
residentes extranjeros I)ero h21sta c¡-ue José lI sua-Fizó las restricciones los ho1nbres y dos qu!ntas partes de las inujeres. Esta unión de nobles y
de ta n1onarq1úa de !_os 1-labsburgo sobre los durante la década de plebeyos fue sin duda típica de los salones de todas partes durnnte el siglo
1760, Berlín fue la única cortesana de-1 ilnperio qv.e no confinaba a xvm, pero en la alta sociedad berlinesa no tenia precedentes el hecho de
la población judía en guetos, que Jos nobles y los judíos se reunieran, ¿Por qué había tantos nobles en
Consecuentemente, el espacio público de la era más asequible la ciudad deseando desechar los prejuicios tradicionales? A veces el en
a los residentes judíos asimilados que en otras cmdades alemanas, Las fa deudamiento económico desempeñó cierto papel a este respecto. La no
milias Herz y Levin residían en los distritos más elegantes de la ciudad y bleza prusiana nunca había constituido una clase particularmente adinera
acudían regularn1ente a su ópera y sus teatros. El crítico y filósofo Moses da, y durante la década de 1790, con el desmoronamiento de la escalada
Mendelssohn, una figura destacada de la !Iustración berlinesa y símbolo especulativa de las propiedades agrarias que se había producido durante
de la asi1nilación cultural judía, ofrecía cenas en su casa a las que asistían ]as tres décadas anteriores, un considerable nú1nero de ellos se enfrentaba a
escritores y eruditos gentiles, El médico Markus Herz, el mando de Hen la ruina económica, Para aquellos que acudieron en masa a Berlín en
rietteJ era un antiguo discípulo de Kant que durante la década de 1780 iin busca de ascensos, créditos o simplemente entreteillmieuto, la perspectiva
partía conferencias de ciencias naturales en su casa. En varias ocasiones de casarse con alguien de una familia rica jud_ía se convirtió en una op
ción cada vez más atractiva. Con10 ha señalado rotunclan1cnte Hannah
Arendt, «de repente, íos ;unkers* empobrecidos vieron en el prestamista
25
su público incluyó a miembros de la familía a los hermanos Hum del Judengasse al padre de una hija con una enom1e dote», Los salones
boldt y a Christian Wilhelm von Dohm, el funcionario ilustrado y desta judíos fueron un Jugar de reunión importante para el cortejo entre hom
cado defensor de la emancipación Judía, bres nobles y mujeres judías, que a menudo terminaban en matrimonio Y
El círculo de Herz era el núcleo del salón de Hennette, que gozó de su dejando a un lado las estrategias matrimoniales, la amistad con miembros
máximo apogeo durante la década de 1790, Entre sus invitados habituales adinerados de la comunidad judia de la ciudad -muchos de los cuales
se encontraban representantes literarios de la generación más joven, como prestaban dinero a los nobles de forma regular- prometía un importante
Friedrich Schleiermacher, los Humboldt o Hei:nrich von Kleist El salón acceso al crédito,
se reunía en dos habitaciones contiguas, una dedicada a Ja discusión cien Pero también entraban en juego 1notivos no materiales. En una época
tífica y otra a la literaria, Hem,iette esta últíma, en donde lideró la en la que el movimiento romántico había empezado a propagarse por toda
causa de! movimiento Sturn1 und Drang y de los pri111eros escritores ro Ja vida cultural e intelectual de Ja ciudad, el exotismo y la rareza de los
mánticos, También asistía Rabel Levin, una íntima amiga de Hemiettc salones iudíos estaba cautivando a los nobles libres de espíritu de la gene
que en la década de 1790 fundó su propio salón, El círculo de Rahel nació ración más joven, Debe recordarse que las salonnieres como Hemictte
como un grnpo de mujeres de la nobleza con las que había e11tablado Herz o Rahel Levin, por enculturadas que pudieran estar, eran todavía ex
amistad durante sus visitas a los balnearios de Bohemia, Muy pronto se tranjeras según las leyes pmsianas vigentes, Ciertamente, su posición al
ensanchó para convertirse en un centro del c1nergente n1_ovimiento román margen de la estructura corporativa establecida en la sociedad prusiana
tico, entre cuyos invitados se contaban el critico Fríedrich Schlegel o el contribuye a explicar la atmósfera relajada e informal que prevalecía en
poeta Jean PauL El filósofo Johann Gottlieb Fichte encontró refugio allí sus salones, (Los asistentes habituales al salón, ya fueran nobles o plebe
después de las acusaciones de ateis1no que le obligaron a renunciar a su yos, se trataban eon la familiar fórmula de Du,)* Aunque la riqueza Y los
cátedra en Jena,
La asistencia al salón de Levm no se reducía a la vanguardia intelec
tual; ta1nbién lo visitaban regularmente destacados representantes de la 2'1Jbid.,pág.115. . ' .
* Junkers es el non1brc que en alemán recibe tradicionalmente la anstocrac.ia terrateniente.
nobleza prusiana, incluido eí príncipe Fernando, sobrino de Federico !l, y
MD ··· ·d(N ·
los descendientes de fmmlias como los von Schlanbrendorff o Jos von 25 H:::nmah Arcndt Rahel Varnhagen: The Li/€:: uf a Jevvish FVoman. ed1c1on revisa a ueva
York y Londres, 1974), pág. 180. (Existe edición en español: Rahel Várnhagen. vida de ima mu
Finckenstein, De hecho, los nobles constituían un importante porcentaje
jerjudía. Barcelona: Lumen, 2000. Traducción de Daniel Najmías.)
de los integrantes de los salones de Berlín: aproximadamente un tercio de * Du es en ale1nán el equivalente a tú en español. (N. del T)
LAS :víUJERES EN p(:-BLlCO: LOS SALONES D"f, LA fLTJSTP CIÓN
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274 JJ\iViES Vi\N i-j(_)fu iv.IELTOJ\I
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conocin1ientos de las de los salones contribuyó a conver- reunía todos los martes a mediodía entre 1811 y 1813 El club, entre
tirlas socialmente en lTÜe111bros de lHl club», su anólnala po- cuyos miembros se encontraban ron1ánticos conservadores corno Adarn
sición social las hbeniba de las se·veras c:o11stricciones de co\nporta1n ento Míiller, Achnn von Arnim o Clemens Brentano, tenía un espíritu nac10na
de la sociedad del Antiguo Régimen. Esa posición social al hsta y frnncófobo En algunos aspectos importantes el Tischgesellschaji
1nisrno tle1npo a reducir el estigiina en el que de lo contrario podrían haber fue un producto de la esfera pública de la Ilustración. Sus reuniones eran
ú1currido los nobles por socializarse con aquellos inferiores a ellos. Al en ocasiones para la discusión y el debate en los que part1c1paban tanto no
trar en un salón judío, el noble cruzaba un umbral social que le liberaba bles como plebeyos. Sus miembros tambié11 se sirvieron de los medios
de las jerarquías dominantes en el exterior. En este scntído, el salón judío impresos, ya que publicaban un periódico, y orga11izaban grup s corales
fue un territorio limítrofe en el que, al menos temporalmente, se desvane para movilizar al patriotismo popular. Sin embargo,' el T1schgesell
cían las diferencias de rango y posición social que existían n1ás allá de schaft era famoso por los grnpos a los que excluía. En el no partrcrpaban
sus mu.ros. las mujeres, y el Tischgesel!schaft sirvió como illla especie de contra-sa
lón masrnlino. Esta exclusión de las mujeres servía para distanciar al club
Los salones judíos de Viena y Berlín inauguraron lo que había de ser del estilo afrancesado del salón judío, que ahora estaba asociado con la
una n1_arca distintiva de la alta cultura centroeuropea desde la Revolución decadencia que supuestamente había minado el poderío moral y militar
Francesa hasta la era 11azi, co1no lo fue la relevancia cultural de un estrato del estado prusiano Abiertamente cristiano, el Tischge.selischaft tarnpo o
Judío adinerado y enculturndo. Estos salones fueron lugares en donde, por admitía judíos; ni siquiera los que se hubieran convertido. Esta .ª clusron
primera vez en la hjstoria de Europa central, judíos y no judíos se reunie indicaba una variedad «moderna» de antisemitismo; la que def1ma lo JU
ron en términos de relativa igualdad. dío en términos raciales más que en términos netamente religiosos. Me
Sin embargo, este encuentro cultural siguió estando cargado de ten diante la lógica de esta definición, m la conversión ni la asimilación bas
sión. Ello puede verse sobre todo en Berlín, en donde los salones judíos tarían para hacer que los judíos formaran parte de la cultura alemana.
alcanzaron la cima de su popularidad en la década de 1790, para después El Tischgesellschaft es un recordatorio de las múltiples Y divcr,sas recciones
perder rápidamente su atractivo Los salones judíos de Berlín debieron su en las que evoíucionaria la esfera pública de la !lustrac10_n. Por una parte,
declive sobre todo al ambiente nacionalista antifrancés que dominaba la el Tischgesellschaft nació de prácticas co1nun1cat1vas y forn;-3s de
capital tras la desastrosa derrota de Prusia ante Napoleón en 1806. Los sociabilidad asociadas con la esfera pública. Sus miembros reconocian que
salones judíos, con sus vinculaciones cosmopolitas e incluso francesas, Ja «opinión pública» era una fuerza que había de. ;novilizarse pm-a la vida
fueron una de las víctimas de esta creciente marea nacionalista. Y lo que política, y que había que cortejarla mediante penod1cos Y reum?nes. Por
era aún 111ás an1enazador) se convirtieron en un objetivo del antise1nitismo otra, su nacionalismo chovinista, su antisem1t1smo y su exclus1on e las
mujeres está en marcado contraste con los rasgos lib ral.es Y manc1-
latente que seguía vivo bajo el barniz de elegancia de la alta sociedad
patorios que Haberrnas había identificado con la esfera publica. E.l Tisch
ber linesa. Alimentando esta violenta reacción antij11dia se encontraba el
gesellschcift y el destino del salón en el Berlín d.e, comien os del Sl.glo XIX
nue vo sentimiento de «patriotismo cristiano» que cobró actualidad en los
muestran que si la esfera pública de la Tlustrac1on ofrecrn potencial para
círcu los intelectuales de Viena tras la ocupación francesa de la ciudad.
una cultura política más abierta, también contenía las semillas de otra
Hom bres que en otro tiempo habían frecuentado los salones judíos de
más cerrada e intolerante.
Berlín, como por ejemplo el novelista Heinrich von Kleist o el
diplomático Frie drich Gentz, ahora los rehuían. Incluso el
relativamente filosemita Wil helm von Humboldt puso fin a su amistad
de años con Rahel Levin.
El declive de los salones judíos de Berlín también reflejaba una cierta
masculinización de la vida cultural de la ciudad, tm síntoma de la remili
tarización ideológica que acompañaba a la lucha contra Napoleón. Un no 26 Mi análisis sigue aquí al de Hertz en Jewislt ffigh Society i11 Old Regime Berlífl, -págs,
table ejemplo de ello fue el Clnb de Comidas Cristiano-Alemán (Tischge 271-275.
sel/schaft), un círculo de destacados intelectuales conservadores que se