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I. Presentación:
El enfoque que por excelencia ha predominado en las prácticas
pedagógicas de la Educación Especial, es el conocido
“Enfoque clínico o médico”. En este modelo, la mirada se
centra en las “deficiencias”, “trastornos” y “problemas” de los
estudiantes y en sus posibilidades de “recuperación” por
medio de tratamientos médicos e intervenciones pedagógicas
en una lógica rehabilitadora.
Consecuente con ello, las intervenciones se plantean con una
racionalidad orientada a fines rehabilitadores y
compensadores de déficit, defectos, anormalidades centradas
en la condición de la persona independiente de su contexto
social y cultural. Como consecuencia de este modelo, al
proceso de evaluación inicial en Educación Especial -
clásicamente denominado diagnóstico- se le ha otorgado una
condición primordial en la detección de necesidades y la
determinación de las posibilidades del sujeto, casi cumpliendo
la función de un oráculo que puede anticipar y determinar la
vida de la persona. La mayoría de las veces, este diagnóstico
es la suma de aplicación de test y pruebas sobre todo lo que
una persona no puede hacer, es decir, “sobre todos los errores,
síntomas y anomalías que permiten clasificar al sujeto dentro
de una categoría diagnóstica“ (Careaga 1997:22)
Además, el diagnóstico escasamente se utiliza como un
referente e insumo de la intervención pedagógica; es decir,
como un instrumento que permita la elección de
metodologías, estrategias y recursos que posibiliten apoyar a
los estudiantes acorde a sus necesidades, planteándose un
trabajo pedagógico pertinente y situado. En tal sentido, la
evaluación “diagnóstica” no se concibe como parte del
proceso pedagógico, ello hace que la información que se
recoge a partir de ésta no sea un insumo para el diseño de los
procesos educativos.
En efecto, actualmente el desafío del proceso pedagógico de
evaluar inicialmente a los estudiantes, es justamente recoger
información sobre los sujetos y sus contextos con la finalidad
de tomar decisiones para potenciar procesos de aprendizaje y
todo lo que ello implica en términos de diseño y gestión de los
procesos de enseñanza y aprendizaje. Haciendo alusión a esta
comprensión del proceso evaluativo, Colomer, Masot y
Navarro (2001)[1] definen el proceso de evaluación
psicopedagógica como “un proceso compartido de recogida
y análisis de información relevante de la situación de
enseñanza-aprendizaje, teniendo en cuenta las
características propias del contexto escolar y familiar, a fin
de tomar decisiones para promover cambios que hagan
posible mejorar la situación planteada”.
En tal sentido, las actuales demandas y desafíos consisten en
abrir la mirada (antiguamente centrada en el sujeto),
invitándonos a comprender la complejidad del ser humano
como seres contextos dependientes y situados. Lo anterior,
implica –en el área de la evaluación inicial- comprenderla
como un proceso investigativo de recogida, análisis e
interpretación de información sobre las múltiples
dimensiones involucradas en el aprendizaje, de ahí viene
entonces el concepto de “evaluación multidimensional”
presente en los actuales discursos y políticas en la materia.
II. Enfoques de Evaluación psicopedagógica:
Todo proceso evaluativo en general, mas el proceso de
evaluación inicial en particular, supone una explicación de los
procesos humanos de desarrollo y aprendizaje. En tal sentido,
cada vez que se realiza un proceso evaluativo y se toman
decisiones sobre las formas, procedimientos e instrumentos a
utilizarse en dicho proceso, inevitablemente se ponen en juego
las representaciones de los profesionales en torno al desarrollo
y al aprendizaje. Es decir, la evaluación nunca es neutra, pues
en ésta subyacen racionalidades y enfoques que involucran
comprensiones y supuestos teóricos que intentan explicar el
desarrollo humano.
Según los autores García Vidal y González Manjón (1992) en
la Evaluación Psicopedagógica se pueden distinguir cuatro
grandes enfoques: Enfoque Psicométrico, el Enfoque
Conductual. El Enfoque del Potencial de Aprendizaje y el
Enfoque del Diagnóstico Pedagógico.
El primero de ellos, el Enfoque Psicométrico o Psicotécnico
tiene como principal característica la finalidad de medir las
aptitudes de los sujetos a través de la utilización de
instrumentos estandarizados, principalmente test psicológicos
de aptitudes, habilidades, conocimientos, intereses,
personalidad y adaptación.
Este enfoque se sustenta en un conjunto de principios cuya
comprensión del rol del proceso evaluativo -y de los sujetos
involucrados en éste- son desde un carácter técnico-
instrumental, cuya pretensión primordial es ajustarse a los
parámetros de la ciencia positivista.
Las principales características de este enfoque son:
La aplicación de los tests ha de entenderse como un experimento científico.
Las capacidades humanas son estables.
La evaluación para ser objetiva debe ser cuantitativa.
El análisis de la información se realiza mediante métodos cuantitativos y
estadísticos, obteniendo puntuaciones típicas y elaboración del perfil del sujeto.