Naturaleza jurídica de la representación sucesoria
Según Eduardo Zannoni, el término representación surge en el medioevo, concibiendo así a la sucesión por estirpes como el ejercicio del derecho que le correspondía a los descendientes del ascendiente premuerto, los cuales eran representantes del ascendiente fallecido con anterioridad al causante ante la sucesión de este último; es decir, estos descendientes ocupaban el lugar de su ascendiente. Es así que surge la teoría de la ficción definida en el artículo 739 del Código de Napoleón como "una ficción de la ley cuyo efecto es hacer que los representantes ocupen el lugar, grado, y los mismos derechos que el representado". La teoría de la ficción viene siendo dejada de lado; no obstante ello, aún se mantiene en algunas legislaciones como la chilena que en su artículo 934 refiere: "se supone que una persona tiene el lugar y por consiguiente el grado de parentesco y los derechos hereditarios que tendría su padre o madre(. .. )". El derecho de representación se interpreta como una suerte de subrogación; ello debido a que el representante se coloca en el mismo grado, orden y prelación del representado y recibe lo que le hubiera correspondido a éste. Sin embargo, el hecho de que los representantes reciban lo que le hubiera correspondido al representado, no implica necesariamente una subrogación (sobre el particular, y sólo a manera de ejemplos, las figuras de cesión de obligaciones y cesión de la posición contractual no son formas de subrogación). Además, como refiere Augusto Ferrero, si fuera subrogación, el subrogante asumiría la posición jurídica del subrogado; y ¿cuál es esa posición? pues bien, no es otra que la de la premorencia, renuncia, indignidad o desheredación que son los supuestos en los que procede la representación; entonces, ubicado el subrogan te en alguno de esos supuestos, ya no tendría la posibilidad de heredar. Francisco Messineo, en Derecho Civil y Comercial, aporta al tema la teoría de la sustitución legal como naturaleza jurídica de la representación sucesoria; así, dice que en todos los casos en que el llamado no quiera o no pueda suceder, la ley ha dispuesto el instituto de la denominada representación, con la cual se permite que al llamado (representado) lo sustituyan sus descendientes (representantes). Sin embargo, la sustitución tiene contenido propio en el Derecho Sucesorio (artículo 740 del Código Civil) y alude a la designación de una persona por el testador para que reciba la herencia o legado a falta del primer llamado. Entonces la representación sucesoria tendría la misma naturaleza que la sustitución jurídica, conocida como sustitución vulgar; la diferencia estaría en que en un caso el agente de la sustitución es la ley y en el otro el testador.
2. Condiciones para que opere la representación sucesoria
En primer lugar, resulta necesaria la existencia de una sucesión abierta para que comience a funcionar la representación sucesoria, pues si el causante estuviera vivo no podríamos hablar de herencia alguna y serían irrelevantes los supuestos de la procedencia de la institución; así, la premorencia de uno de los herederos no tendría repercusión alguna en tanto aún no se ha abierto la sucesión del causante; en cuanto a la renuncia, como sabemos, no es posible renunciar herencias futuras; y, en cuanto a la indignidad, ella opera judicialmente luego de abrirse la sucesión, mientras que la desheredación sólo cabe por testamento, el cual sólo va a tener efecto al producirse el deceso del testador. Abierta la sucesión del causante, debe haber una primera convocatoria o llamado a los herederos, y si los herederos o alguno de ellos no es hábil para heredar, y no lo es por premorencia, renuncia, indignidad o desheredación, entonces se procede al llamado de sus descendientes La premorencia (supuesto en el que el convocado murió antes que el causante) implica no haberse satisfecho uno de los requisitos para heredar, esto es la existencia o sobrevivencia al causante; como sabemos sólo heredan los que existen al momento en que se abre la sucesión, comprendiéndose dentro de la existencia a los concebidos con la condición de que nazcan vivos; en este supuesto cabe plantearse si opera la representación sucesoria en los casos de muerte conjunta de causante y heredero, no pudiéndose certificar quién de los dos murió primero. Esta situación es resuelta por nuestros legisladores señalando que entre los dos no hay sucesión (artículo 62 que recoge la tesis de la conmorencia), pues si el heredero del causante ha dejado su propia descendencia, acaso ésta no tendrían derecho a representarlo y concurrir a la sucesión, por ejemplo, con otro hijo hábil del causante. Sobre el particular hay dos tesis contradictorias: la primera tesis niega la representación en tanto que, al no haber transmisión entre ellos por haber muerto juntos mal pueden los descendientes del heredero esgrimir la representación de un derecho que el ascendiente jamás tuvo (al respecto, Vattier dice que falta el marco de referencia que la ley tiene en cuenta para determinarlo); en este caso la conmorencia equivaldría a la inexistencia del sucesor y no a la premorencia, entonces al no darse la representación los otros hijos hábiles del causante acrecen su cuota y, de no haber hijos del causante, los descendientes de quien podría haber sido representado heredan como nietos del causante. La segunda tesis aboga por la procedencia de la representación; la premisa para que ésta opere consiste en que el sucesor no hereda por no poder hacerlo, y si murió conjuntamente con el causante, obviamente, no podría hacerlo; en este caso se equipara al conmorente con el premorente en lo que se refiere a los efectos de este último. Borda y Zannoni señalan que la ley sólo requiere que el representado no viva al momento de la apertura de la sucesión, lo cual ocurre en el tema anteriormente planteado. Por nuestra parte, creemos que la misma razón de equidad que justifica la representación se da en el tema de la conmorencia a fin de no dejar de lado a los descendientes del heredero, a la par de que, como ya se señaló, el supuesto de que el heredero (representado) no sea hábil cuando se abre la sucesión se da perfectamente en el caso materia de análisis; por lo tanto, estamos a favor de la representación. Siguiendo con la inhabilidad del heredero, éste también lo es por renuncia. Como sabemos, no hay herencia impuesta; el heredero lo es porque quiere serlo y no porque lo obliguen a ello. La renuncia deberá ser efectuada dentro de los tres meses de la apertura de la sucesión (aun cuando el Código Civil no señala desde cuando comienza a hacerse el cómputo) si es que el heredero se encuentra dentro de la República, o dentro de los seis meses si se halla en el extranjero, debiendo precisarse que la renuncia se retrotrae al momento en que se abre la sucesión. En lo que atañe a la indignidad, ésta es declarada judicialmente, debiendo accionarse dentro del año de la toma de posesión del bien o los bienes de la herencia; también se retrotrae a la apertura de la sucesión. Finalmente, en cuanto a la desheredación, ésta sólo aparece por testamento y sus efectos también son retroactivos al momento de la apertura de la sucesión. Cabe señalar que en cualquiera de los supuestos mencionados, la convocatoria no tuvo éxito y por ello se procede a un segundo llamado. 3. Efectos La existencia del ius repraesentationis excluye el acrecimiento, y produce como efecto fundamental la distribución de la herencia por estirpes. Significa que el (los) representante(s) no recibirán más de lo que hubiera recibido su representado de haber podido o querido suceder. El fundamento de este modo de división de la herencia está en mantener la igualdad de las cuotas y el equilibrio entre los coherederos, de manera que no resulten perjudicados los parientes de grado más próximo por la concurrencia de aquellos que ostentan un más lejano grado de parentesco. Según la ficción legal de que los representantes ocupan el mismo grado parental que su representado respecto al causante, se considera que aquellos, cualquiera sea su número, constituyen una sola persona a efectos de la división, percibiendo la porción que hubiere correspondido a su ascendiente y respondiendo de las mismas obligaciones que hubieren sido imputables al representado (obligación de colacionar). Al interior de la estirpe, si son varios representantes, la distribución se realizará per cápita. Cabría distinguir la representación a efectos sucesorios, de la representación a efectos meramente particionales, entendiendo que no siempre que proceda el derecho de representación, la distribución de la herencia se hará por estirpes, pues matemáticamente se hará por partes iguales en los casos de estirpe única y de pluralidad de estirpes con igual número de miembros. Coinciden la distribución jurídica y la matemática cuando existen herederos de distinto grado de parentesco, o de igual grado, formando estirpes con distinto número de miembros. Puede señalarse también como efecto del derecho de representación la exclusión del acrecimiento hacia los coherederos que componen las otras estirpes, cuando al interior de la estirpe se produzcan la premuerte, incapacidad o renuncia de alguno de sus miembros, acreciendo dicha cuota sólo al resto de sus integrantes. 4. Ámbito sucesorio en que tiene lugar El escenario jurídico natural en que tiene lugar el derecho de representación, precisamente por las antedichas razones que lo fundamentan, es la sucesión intestada. No obstante el Código Civil español confiere derecho de representación a los hijos o descendientes del heredero forzoso que ha sido desheredado por el testador, o declarado indigno por incurrir en alguna causa de indignidad. En el Derecho español sólo procede la representación de las personas vivas en caso de desheredación e indignidad, limitándose aquí la sucesión del descendiente a la cuota de legítima que le hubiere correspondido al ascendiente de haber podido suceder; cfr. artículos 761 y 857 del Código Civil español. La exclusión de la herencia por indignidad o la desheredación hace que los descendientes del indigno o desheredado adquieran la condición de legitimarios La premoriencia del hijo convierte en legitimarios a sus descendientes más próximos en grado al causante y así sucesivamente. El artículo 814, párrafo tercero, del Código Civil español, exige la existencia de un testamento válido en el que se disponga a favor de un descendiente, quien premuere al testador y deja descendencia, la cual es omitida por éste; pero la norma establece una ficción o una presunción (iuris et de iure) según la cual tales descendientes no se consideran preteridos y adquieren su cuota legitimaria en virtud del derecho de representación conferido.
Ahora, proporcione un resumen del documento en 1 o 2 oraciones:El documento explica qué es la sucesión intestada, que ocurre cuando una persona fallece