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PRÓLOGO
El fenómeno social del hambre está más que instalado en Argentina. Junto a ello,
la vivencia del genocidio provocado en Iraq, las imágenes que seguimos presenciando, y
el proyecto de crear un nuevo orden mundial basado en esa violencia prepotente y
devastadora, tienen un efecto sobre nuestro psiquismo que suma incertidumbre, angustia,
desorganización del pensamiento y disgregación social. Todos sabemos el modo en que
ello genera situaciones sicosociales, donde el consumo de sustancias sicoactivas aparece
como un modo de paliar tantos sentimientos insoportables.
Pero, a la vez, la invasión a Iraq ha mostrado la hipocresía con la que actúan los
países belicistas respecto del consumo de sustancias. Los periodistas independientes,
algunos de los cuales fueron asesinados en el bombardeo al Hotel Palestina –seguramente
para eliminar molestos testigos del horror- han documentado el uso de sustancias
anfetamínicas por parte del ejército anglonorteamericano, buscando combatir la fatiga,
euforizar frente al miedo, y mantener despiertos a los soldados durante las 24 horas
aumentando su capacidad de matar. Tal como sucede en nuestras historias clínicas, la
falta de motivación para vivir crea condiciones para la drogadependencia. En este caso es
la pobre motivación de los soldados invasores para emprender el que bautizaron como
Operativo Libertad, buscando armas de destrucción masiva inexistentes, armas químicas
en tambores que sólo contenían fertilizantes, terroristas que sólo pueden encontrar entre
sus propias tropas, matando niños, mujeres, ancianos y pueblos enteros, o corresponsales
molestos. Parece que en estos casos las drogas de circulación ilegal pasan a transformarse
en legales, y más aún: capaces de dotar de una razón “civilizadora” para el genocidio.
Hemos dicho reiteradamente que el consumo de sustancias sicoactivas, implica un
proyecto cultural, ideológico, político, militar, de los poderosos del mundo. Y según sus
necesidades de dominio universal ese uso puede estar al servicio de justificar la
intervención en Colombia, o “democratizar a los incultos pueblos árabes”. Nunca en
ningún lugar del planeta, la relación entre terrorismo masivo y consumo de drogas para
la dominación violenta de una nación, quedó tan claramente demostrada como en la
invasión a Iraq. Esto nos hace recordar el reportaje que el Diario “La Nación” de Buenos
Aires le hizo al Profesor Gian Martino Benzi, con motivo del juicio que se le inició al
club de fútbol italiano Juventus, por doping a sus jugadores. Benzi declaró: “La cantidad
de drogas almacenadas en Juventus permite
comparar al equipo con un hospital chico o mediano”. Hacía referencia a que en tal
botiquín se habían hallado 281 tipos diferentes de drogas. Concluía el facultativo: “O los
jugadores estaban siempre enfermos o tomaban drogas por razones no terapéuticas”.
Queda claro que esas “razones no terapéuticas” eran razones iatrogénicas. Pero la
pregunta es ¿Por qué tanta impunidad? Este abuso de sustancias sicoactivas está al
servicio explícito, conciente y conocido del éxito de un gigantesco negocio mundial,
como es el circo futbolístico, movido por un grupo multimillonario de capitales, para los
cuales el consumo de drogas es funcional.
Y lo es también para dependizar a los posibles rebeldes, o paralizar eventuales
denuncias de los propios afectados. También para “descubrir” que tal o cual jugador de
fútbol con poses críticas, es consumidor abusivo. Así quedó fuera del Mundial de los EE.
UU. Diego Armando Maradona, en un Campeonato del cual era sponsor oficial la bebida
alcohólica Budweiser, cuyo consumo excesivo se promovió ligado a la pasión
futbolística. En un caso las drogas se administran para hacer correr más petróleo por los
oleoductos ingleses y norteamericanos. En otro para cotizar más altos los goles, los pases,
y las muertes de jugadores.
Hace pocos días se reinternó en nuestro Hospital un paciente con alcoholismo
crónico, que abandonaba reiteradamente su terapia grupal en el Grupo Institucional de
Alcoholismo (G.I.A). Su estado general era más que malo. Cuando participó de la
reunión, el resto de los miembros del grupo estaba conversando sobre el horror que les
producían las imágenes del genocidio iraquí. Aún confuso, el recién llegado comenzó a
conectarse con el diálogo grupal. En determinado momento relató algo que nunca había
traído hasta ese momento, pese a las muchas internaciones registradas. Asociándolos con
los sucesos de la invasión a aquel país árabe, contó que siendo miembro de la Marina de
Guerra argentina había participado de la represión durante la Dictadura Militar. Jamás
este recuerdo había sido traído. Allí recordamos el escrito de Freud: “La guerra de afuera
detona la guerra de adentro”. Pudo entenderse entonces qué vivencias terribles tapaba la
botella en este paciente, volviendo a señalar el control social que el promovido abuso de
bebidas alcohólicas facilita a los grupos dominantes.
En un reciente reportaje televisivo, se le preguntó a un niño tucumano qué era para
él el hambre. Y así contestó: “Es un dolor que me empieza a la mañana acá (se señaló el
abdomen), luego se me sube acá (se indicaba el tórax) y a la tarde ya me pongo como
loco”. Todo él invadido por una de las sensaciones humanas más crueles y
enloquecedoras. Sensación de vacío lastimante en el vientre, de ahogo y corazón
galopante en el pecho, y locura, angustia, tristeza infinita, desesperación. Así todos los
días, sin horizonte inmediato que prometa el fin de tanto sufrimiento. Una condena sin
plazo fijo ni responsable visible próximo. Más aún: con silencio y ausencia de las
instituciones oficiales supuestamente fundadas en evitar este horror. Todos hemos visto
las fotos de los niños muertos por desnutrición en varias provincias argentinas. ¿Cuánto
tiempo lleva destruir de esa manera a un ser humano? Y sus padres o hermanos que
sobreviven, ¿cómo calmarán tamaño dolor?
Nos han saturado con imágenes de argentinos por miles, revolviendo la basura
buscando comer. ¿Qué gusto tendrá ese alimento? ¿Se puede llamar alimento a eso? ¿Qué
sentirán los padres que llevan esa comida a sus casas? ¿Qué clase de seres humanos se
sentirán? ¿Cómo verán esos niños a sus padres, que sólo pueden proveer tal comida? ¿Qué
sucederá en las parejas? Son millones de personas, día a día, viviendo esta experiencia
aparentemente interminable y a la cual se incorporan cotidianamente más argentinos. El
barato alcohol adormece, anestesia, y calma el dolor o la locura descripta por aquel niño.
No deja de llamar la atención que habiéndose duplicado los precios de los productos de
la canasta familiar, bebidas alcohólicas de abuso promovido y masivo, prácticamente no
han variado su precio. ¿Podemos trabajar en adicciones sin partir de estas vivencias de
más de la mitad de nuestra población?
A falta de Planes nacionales contra el Alcoholismo, asistimos a completos Planes
nacionales de Alcoholización. El mismo Estado nacional que instaló la miseria, la
desocupación, la devaluación, y la devastación sanitaria, se hace el distraído frente a los
crecientes factores sociales inductores de la drogadependencia. Cuando se habla de la
inexistencia de un Programa para terminar con el Alcoholismo, lo que más bien deben
enunciarse son las políticas sanitarias y sociales que promueven la alcoholización
creciente. En tiempos de hambre y guerra, el modelo de salvaje explotación social
impuesto, nos ha permitido ver el modo en que esto mismo sucede en el actual México.
Una disposición del estado mejicano prohibió a las farmacias el expendio de tabaco. La
repuesta del libre comercio no se hizo esperar: ¿Cómo era posible que los sagrados
intereses de los grandes comerciantes fueran asímancillados? Afortunadamente el orden
fue reestablecido casi de inmediato: el mismo Estado nacional compensó a las boticas.
Ahora en lugar de tabaco pueden expender bebidas alcohólicas, como se verá capitales
económicos, sustancias sicoactivas y enfermedad pública se llevan muy bien de la mano.
El nuevo orden mundial se está gestando sobre el enorme desorden de los pueblos
invadidos, y de los próximos que figuran en la lista. Millones de argentinos ya nos
preguntamos ¿Cuándo será nuestro turno? Porque en el propio territorio argentino existe
un lugar “diabólico”, donde las masivas campañas de desinformación organizadas por la
llamada prensa seria, afirman que terrorismo y drogas ilegales se han apropiado de todo.
Me refiero a la bautizada Triple Frontera. Incluso se dice que allí habría hasta peligrosos
árabes. Todos los integrantes del Eje del Mal presentes…Y ya sabemos el trato que dicho
eje recibe. El nuevo derecho internacional no exige ni necesita pruebas: con la acusación
de los poderosos apoyada en la saturación informativa alcanza y sobra.
Hoy nuestro trabajo terapéutico debe ayudar a desentrañar estas profundas razones
del padecimiento humano. Solemos detenernos en el trabajo individual o en los grupos
familiares, buscando allí causales y soluciones. Sin duda que esa tarea es irremplazable.
De lo que se trata es de indagar en conjunto el mundo que todos estamos viviendo, no
girar en torno a la sustancia sino descubrir lo que ella tapa u oculta; no siquiatrizar o
sicologizar el fenomenal proceso de manipulación social presente en la dinámica de las
drogadependencias; develar que estamos frente a planes de subordinación de pueblos y
naciones enteras. Quizás aquella monstruosa Guerra del Opio gracias a la cual Inglaterra
subordinó y aplastó la resistencia anticolonial del pueblo chino pueda servirnos de
dolorosa fuente de aprendizajes. Absolvemos a los verdaderos responsables cada vez que
nos detenemos solamente en las conductas antisociales de este o aquel consumidor. Esas
mismas conductas sólo pueden ser comprendidas si quedan referidas a los marcos
históricos., sociales y políticos actuales generadores de nuevas formas de subjetivad
basadas en la anomia o la transgresión.
Muchas veces hablamos sobre subculturas y lenguajes propios en grupos
consumidores de sustancias sicoactivas. Hay también quien ha comparado esto con
formas tribales de organización humana. El fenómeno no puede ser descifrado si no
vemos que estos tiempos de hambre y guerra, son también tiempos de anomia, donde
todas las normas de la convivencia social han sido violentadas reemplazadas por la ley de
la selva.
Es sabido que el desarrollo de los seres humanos requiere de la existencia de un
sistema normativo que regule y oriente la relación entre individuos, grupos humanos y
sociales. Conocer y enmarcar la vida en un sistema de normas que establecen con claridad
y certeza lo que se puede y lo que se debe es un apuntalamiento del siquismo y de la salud.
La estructura familiar y la subjetividad individual resultan de imposible funcionamiento
adecuado sin leyes que las estructuren y orienten. Es lo que el Derecho sintetiza en
códigos y sistemas legales, consagrando el principio de igualdad ante la ley. La vivencia
de ruptura o de doble discurso respecto de este principio organizador de la vida humana
es fuente permanente de violencia y malestar social. La desintegración de estos ejes
fundantes del siquismo no se hace sin graves consecuencias para individuos, familias y
comunidades. Esto forma parte el material clínico con el que trabajamos a diario.
Es necesario abordar el drama colectivo del desempleo. El trabajo es aquella
actividad que nos diferencia del resto de los animales. La capacidad de transformar la
Naturaleza según nuestras necesidades vertebra la condición humana. Es un organizador
del pensamiento y de la conducta de los hombres. Da sentido a su existencia articulando
al homo sapiens con el homo faber. Estructura horarios, hábitos, relaciones y espacios de
la vida cotidiana. Incluye el aprendizaje de disciplinas para poder pensar, sentir y actuar.
Facilita el proceso de encuentro, organización social e intercambio humano. Habilita
espacios individuales y colectivos en los que se apoya la práctica social. Debemos partir
que ya existe en nuestro país más de una generación que nunca transitó la experiencia
laboral, que desconoce la vida determinada por ese eje familiar a generaciones enteras de
argentinos. Sus horarios, sus contactos sociales, su ocupación del espacio colectivo, sus
formas de encuentro, su organización familiar, sus roles y funciones en el grupo primario
y en el vecindario han experimentado cambios aún no suficientemente estudiados. Nuevas
formas de subjetividad devienen de este proceso que sigue contribuyendo a ensanchar las
brechas generacionales y de género. Cuando trabajamos en Salud Mental, lo hacemos con
seres humanos y grupos que organizan sus propios códigos, lenguajes, estructuras
jerárquicas, relaciones de convivencia y poder, los cuales entran en colisión con grupos
familiares y normas sociales. Lo señalado se observa de inmediato, por ejemplo, en
alcoholismo, otras adicciones y psicopatías. ¿Cómo entender más abarcativamente esta
situación clínica? Existen en nuestro país sectores sociales que también se rigen por
normas que le son propias, y que difieren abiertamente del principio de igualdad ante la
Ley.
La ética y las normas legales prohíben y sancionan el homicidio. Sin embargo un
sector de la sociedad argentina se rige por una norma distinta que le garantiza la
impunidad y el derecho a matar masivamente. Me refiero a los represores de la Dictadura
Militar instalada en 1976, por no citar otros ejemplos. La ética y las normas legales
prohíben y sancionan el robo. Sin embargo existe un sector de la sociedad argentina, me
refiero a los banqueros, que cuentan con normas que les son exclusivas y permiten, y aún
premian, el acto de robo quizás más escandaloso de estos tiempos, cuyo mismo nombre
consagra la diferencia. Me refiero al corralito y al corralón impunes. Evidentemente los
que están dentro de esos corrales disfrutan de un sistema normativo protegido que los
diferencia de los que vivimos del otro lado del cerco.
La ética y las normas legales exigen que todos debemos contribuir al bien común
sosteniendo la cosa pública a través del aporte económico impositivo calculado en
función de nuestro patrimonio. Sin embargo existe un grupo de personas, me refiero a los
grandes evasores, que se rigen por normas que le son privativas y premian el no
cumplimiento de la norma general. Podríamos seguir con la lista de grupos humanos
transgresores sin sanción y con premio. Esto se ha transformado en un modelo social
vinculado al éxito, al poder, al reconocimiento y disfrute de derechos ansiados por todos,
pero disfrutado sólo por los sectores ligados al doble discurso, al doble sistema de normas,
y al doble juego de libros contables. Lo curioso es que no se les considere transgresores.
Este hecho que corrompe y fragmenta la organización social, se ha tornado familiar,
natural, y aceptado.
¿Por qué entonces puede sorprendernos que otros grupos sociales, en este caso
vinculados al consumo de sustancias sicoactivas u otras patologías, adopten normas,
lenguajes, jergas, jerarquías diferentes, que les son propias y ajenas a la ética y a los
principios enunciados como de cumplimiento obligatorio para todos por igual? Lo que
también debe ser trabajado clínicamente es la comprensión de porqué en este caso
socialmente sí se los considera transgresores.
Vuelve a probarse que no hay Salud sin Justicia pareja para todos, e igualdad ante
la Ley. Que las públicamente conocidas desigualdades son fuente permanente de
violencia, de malestar, de enfermedad en cualquiera de sus formas. Los colegas que han
trabajado con familiares de detenidos desaparecidos han mostrado con claridad que la
vivencia de Justicia resulta esencial para el desarrollo normal de los individuos, y que
ésta misma es factor esencial para la reparación del sufrimiento, del dolor, y de los efectos
de la violencia.
Capítulo 4
La comunidad
como agente preventor