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Antonio Beltrdn
La Revolución Científica del siglo xvrr ha ocupado un lugar
cen$al en la historiografía de la ciencia de este siglo.
§
Mitificada en diversos sentidos hasta él srglo xrx, fue negada EQ Revolución cienúfica,
por parte de P. Duhem, que retrotrae sus principales méritos .§
a la Edad Media cristiana, y afirmada y teorizada por la
moderna historiografía de la ciencia que nace con A. Koyré.
-l¡
,§g Renacimienúo e historia
Esa historiografía rupturista que exige la contextualización de EE de la ciencia
la ciencia en la cultura del momento se desarrolló H0)
considerablemente hasta la década de los sesenta, en la que
toma conciencia de su importancia teórica tanto en el trabajo
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de historiador como sobre todo en la filosofía de la ciencia de .EO
T. S. Kuhn.
H.E
El modelo historiográfico desarrollado de Koyré a Kuhn EU
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se gestó en buena parte al hilo de las grandes polémicas
sobre "continuidad" y "ruptura" por una parte, e "internalismo"
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y "externalismo" por otra parte. En ambos casos la Revolución úú
científica del siglo xvl ha sido objeto central de reflexión, y el
lugar y el papel del Renacimiento en esta Revolución ha sido r§
N
tema de amplias discusiones que, en definitiva, tienen que ver §
con la naturaleza de la ciencia. Pero en las últimas décadas el c.S
modelo historiográfico desarrollado de Koyré a Kuhn ha sido
desafiado por los sociólogos de la ciencia que han
§
N
reestructurado el debate internalismo-externalismo. Esos
desarrollos constituyen el objeto de estudio de este trabajo.
\

Antonio Beltrán Maríenseña Historia de la Ciencia en la


Universidad de Barcelona. Se ha ocupado de problemas de ,'i t,t''
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filosofía de la ciencia, publicando artículos sobre Popper y r'\l
Kuhn especialmente. Pero su trabajo se centra sobre todo en
la historia de la ciencia y en especial en la Revolución
Científica del siglo xvr. Es autor del libro Galileo. El autor y su
obra(Barcanova, 1983)y ha preparado la edición de obras de
Fontenelle, Buffon y Galileo.

ISBN 84-323-08ó8-1

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ÍN»rcs

A MODO DE PROLOGO IX
INTRoDUCCION. PRIMERA APROXIMACIÓN, ESBOZO HISTÓRICO DE LA
DTSCIPL]NA

I, EL DESCUBRIMIENTO DE LA CIENCIA MEDIEVAL: EL


CONTINUISMO........... .. 25
I. .EL coNcEpro DE REVoLUCIóN ..... 25
II. TESIS CONTINUISTAS. EL RENACIMIENTO COMO VÍCTIMA ...... 29

A LA BUSQUEDA DEL «RENACIMIENTO CIENTÍFICO» . 5I


L HUMANISMO Y RENACIMIENTO: UN PROBLEMA PREVIO ........ 54
II. APORTACIONES Y VALORAC]ÓN DEL RENACIMIENTO «CIEN-
TÍFICO» 63
III. HERMETISMO Y REVOLUCIÓN CIENTÍFICA. PRIMERA APROXI-
MACIÓN, 7I

). REVOLUCION, FILOSOFÍA, CIENCIA Y MÉTODO 79


I, EL NUEVO CONTINUISMO 79
II, EL MITO DEL MÉ,TODO 87
III. CIENCIA Y FILOSOFÍA 92
IV. «PLATONISMOS» Y «COPERNICANISMOS» ................ 100

4. MAGIA, CIENCIA, LEGALIDAD Y EMPIRISMO 112


I, REVOLUCIÓN CIENTÍFICA, RENACIMIENTO Y RUPTURAS ........ II2
IL CODA: SABERES Y EXPERIMEN'IOS. SOBRE VINO, AGUA, PLOMO
Y ORINA t)5
5. HERMETISMO, CIENCIA MODERNA, RACIONALIDAD Y
CONTEXTUALIZACION r44

6. UNA REVOLUCION CIENTLFICA 167


l. SEGUNDO BALANCE: tL I\'IODELO HISTORIOCRAFICO DE KOYRE 167
II. INTERNALISMO Y EXTERNALISMO: DENTRO Y FUERA ¿DE
DÓNDE? t79
IIL UN INCISO: VERDAD DE LA BUENA. .............. 185
VIfT Pólogo

7. UN NUEVO ¿EXTERNALISMO? 195


A MODO DE PRÓLOGO
BIBLIOGRAFÍA USADA Y CITADA 217
INDICE DE NOMBR.ES 2)r

Este ffabajo tiene unos orígenes un tanto lejanos. Una parte de mi te-
sis doctoral y un artículo que fue leído en un congresode historia de
g,;'":, ,{.' .
#"t.:l¡;--. r - la ciencia en Santiago de Compostela en 1985, constituyen una pri-
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mera aproximación al tema. Pero, desde entonces, han pasado mu-
chas cosas tanto a la historiografía dela ciencia como a míy, en con-
secuencia, el presente texto modifica sustancialmente aquéllos e
incorpora temas nuevos.
El objeto central del tabajo era y es el modelo historiográfico que
se gesta con Koyré y se desarrolla con Kuhn. Eso equivale a decir
que se estudia especialmente el nacimiento y consolidación de la mo-
derna historiografía de la ciencia. Pero en este campo las cosas suce-
dieron y están sucediendo muy deprisa. cuando paite de los tabajos
de historia de la ciencia que se han hecho en las áos últimas décaás,
incluso parte de los que se están haciendo ahora, pueden considerar-
se fruto del modelo kuhniano, en este mismo periodo se ha desarro-
llado enormemente una tendencia sociologista áel estudio de la cien-
cia que aparentemente se presenta como alternativo. Si bien parte de
Kuhn lo hace críticamente, denunciando sus'limitaciones' internalis-
tas y pretende ir más allá reivindicando un nuevo externalismo y una
nueva imagen de la ciencia. Aunque mi trabajo gravita hacia la histo-
riografía de la Revolución científica del siglo xvu y los intereses his-
toriográficos de los sociólogos de la ciencia son mucho más amprios,
no he querido dejar de aludir a esta nueva tendencia. por taná, he
dedicado un último capítulo a los aspectos teóricos centrales de sus
reivindicaciones. Pero lo he hecho desde una perspectiva limitada y
concreta por el objetivo central de este trabajo-: sus
-determinada
relaciones con el modelo kuhniano.
Por otra parte, en mi tesis expresaba mi gratitud a Bach, Mozafi,
Beethoven y Chopin que, según hacía constar, me habían dado o de_
vuelto la fe, la fuerua y la paz, cuando el tral:a1o en el que me acom-
Prólogo INTRODUCCIÓN. PRIMERA APROXIMACIÓN.
ESBOZO HISTORICO DE LA DISCIPLINA
pañaban me las quitaban. Ahora debo añadir aquí mi gratitud a los
gru.rd., de la opera italiana, Rossini, Bellini, Donizetti y, sobre todo,
Verdi y Puccini, que también ayudan mucho cuando uno ya tiene Pues en el avance del espíritu humano, un error es un paso
menos fe, menos fuerza y menos paz' Silvia Díez nos ha soportado a atrás. Aunque éste no afecta más que a las matemáticas mixtas,
todos, incluso cuando yo desafinaba, con paciencia y a menudo in- las que por su alianza con la física se han resentido necesaria-
cluso risueña, 1o cual es de agradecer. mente de la debilidad y de los errores de esra última. Pero no
es así en las matemáticas puras: su progreso no fue interrumpi-
carlos Solís tuvo la amabilidad de leer el texto que sus sabias car-
do jamás por esas caídas vergonzosas, de las que todas las de-
tas ya habían mejorado. Nuestros desacuerdos, siendo pocos, son
más partes de nuestros conocimientos ofrecen tantos ejemplos
más importantes en la música que en la historia de la ciencia. Nunca humillantes.
le perdonaré sus descabelladas, despiadadas, erróneas e injustas críti-
cas a Glenn Gould, al Gould intérprete de El claue bien temperado' MoNrucm. Histoire des Mathématiques.
¿Comprenden ustedes mi perpleja indignación?
Pero siempre tendré París, 1799-1802, vol. r, p. vnl
irr" "grud"..rle su sólida y generosa ayuda en cuestiones de historia
de la ciencia.
De las personas o instituciones que no han ayudado sino que
han entorpecido y entorpecen éste y offos trabajos no mencionaré ni La historiogrufía de la ciencial es una disciplina joven que, sin em-
una, no fuera que encima les gustase. bargo, cuenta ya con viejos maestros, algunos maestros vie;'os y una
compleja prehistoria aún por determinar. Con la historia cambia
Barcelona, junio de 1993. todo, la historiografía también. De ahí que, al pretender determinar
los orígenes de la histori ografía de la ciencia, nos vemos remitidos
por los distintos especialistas al siglo xrx con Comte, al siglo xvrrr con
Condorcet, o incluso al xvu con Bacon. Es bien conocida la influen-
cia de Bacon en enciclopedistas como Diderot y D'Alembert. Con
éstos se reunía, en la librería Charles Antoine Jombert, Jean Etienne
Montucla que, con un claro espíritu enciclopedista, iniciaba así el
Preface a su famosa Histoire des Matbématiques.

Uno de los espectáculos más dignos de atraer la mirada filosófica es, sin du-
da, el del desarrollo del espíritu humano y de las diferenres ramas de sus co-
nocimientos. El famoso canciller Bacon lo destacaba, hace más de un siglo, y
comparaba la Historia, tal como se había escrito hasta entonces, a un árbol
mutilado en una de sus partes más nobles, a una estatua privada de uno de
sus ojos. Nuestras bibliotecas están abarrotadas de prolilas narraciones de si-
tios, batallas, revoluciones. ¡Cuántas vidas de héroes que sólo son ilustres
por e1 rastro de sangre que han dejado a su paso!

I Aunque la solución no me satisface plenamente, me referiré a la «historia de la


ciencia»> entendida como disciplina histórica, o a lo que haga referencia a ella, como
«historiograf,ía de la ciencia>>, dejando la expresión <,historia de la ciencia>> para referir-
me al desarrollo de la ciencia a ravés del tiempo.
Antonio Beltrán Introdacción

Recuerda a continuación a Plinio que destacaba y lamentaba que Bien es cierto que, en el siglo xvIII, estas obras no tenían la más
apenas se encuenren historiadores que nos hayan transmitido los mínima sensibilidad histórica. La <<razon europea)> era la causa del
nombres de los «benefactores de la humanidad» que hicieron inven- progreso de la ciencia y su comespondiente denuncia del fanatismo y
tos útiles para el hombre o extendieron su saber, y en este punto represión eclesiásticos. Nada podía impedir ya que las distintas cien-
Montucla añade: cias alcanzaran la perfección que la física, por ejemplo, ya disfrutaba.
El romanticismo decimonónico, por su parte, se mostró más sensible
Más difícil aún es enconrar quienes se hayan propuesto presentar la des- a ufia ciert^ conciencia histórica. No obstante, estaba lejos de acer-
cripción de los progresos de estas invenciones, o de seguir el espíritu huma- carse a la historia real más de lo que lo había hecho el optimismo
no en su avance y en su desarrollo. ¿Sería, acaso, tal descripción menos inte- ilustrado. Sus especulaciones sobre el espíritu del tiempo y la idea de
resante que la de 1as escenas sangrientas que no deian de producir la historia estaban muy lejos de considerar la precisión y los métodos
ambición y la maldad de los hombres?2. de crítica históricos como una virtud. Kragh cita al respecto un texto
de Henrich Steffens muy elocuente:
Las obras monográficas sobre las respectivas ciencias que, como
Montucla, escribirían distintos científicos, constituyeron el inicio del Hay especialistas de la historia que piensan que no han de hallar descanso
progresivo descubrimiento de la ciencia antigua, inaugurando una hasta que no hayan seguido la maiestuosa corriente de las turbulencias de la
tradición que ha llegado hasta hoy. Pocos son los grandes científicos historia hasta parar en las charcas más sucias, y eso es lo que ellos llaman es-
de nuesto siglo que no hayan dedicado alguna obra, o por 10 menos tudio de las fuentesl-
artículo, a la historia de su propia disciplina i.
Ese desprecio por los problemas y tareas típicas del historiador
2 Montucla 1799-l$o2, vol. t, p. t. Como es frecuente, el nombre del autor segui- era sumamente frecuente incluso entre los que daban a la historia e
do de la fecha y número de página remiten al libro o artículo correspondiente de la bi- historiografía de la ciencia un papel fundamental en lo que hoy lla-
bliografía, donde se da la referencia completa. Siempre se da la fecha de la edición usa- maríamos la «filosofía de la ciencia>>. Buen eJ'émplo de ello es el caso
da, la de la traducción castellana, si es posible, cuando se trata de textos extranjeros de \)íilliam §ühewell, que considerabala historia como el punto de
Sólo cuando me ha parecido pertinenre he incluido entre parénresis la indicación de la paftidr- necesario para una filosofía y metodología de la ciencia, pero
fecha de [a edición original que, en cualquier caso, podrá encontrarse en la bibliografía.
) La mayoría de las veces estos textos constituían más bien reconstrucciones ra- para ello no creía tener, no ya la obligación, sino ni siquiera la necesi-
cionales que trabajos propiamente históricos. En cierto modo, siguen dentro de esta dad de acudir a las fuentes primarias. En este sentido rambién puede
línea trabajos, por otros conceptos sumamente valiosos, como los de R. Dugas, M- mencionarse a autores como Mach, Berthelot u Ostwald. En todos
lX/hittaker. Piénsese además en la mayor parte de trabajos
Jammer, C. Truesdell y E. ellos los intereses filosóficos son el punto de partida y finalidad fun-
escritos por los grandes protagonistas de la física del primer tercio de nuestro siglo
damental de su investigación histórica. Su historiografía de la ciencia
De ellos puede servir como ejemplo el texto de A. Einstein y L. Infeld (1939) 1969.
Más recientemente, podemos encontrar científicos reconocidos en su campo, cuyos tiene como interés fundamental la comprensión de su propia con-
trabajos sobre |a historia de su disciplina ponen claramente de manifiesto la incorpo- temporaneidad científica, o por decirlo de oÚa manera, la corrobora-
ración de preocupaciones y problemas historiográficos que, en ocasiones, afrontan ción de su propia filosofía de la ciencia. Eso también puede afirmarse
directa y explícitamente. Un caso destacable es el de FranEois Jacob 1970. Oabe de un autor como Duhem, pero sus métodos y sus técnicas de crítica
mencionar también el libro de Ernst Mayr 1982.El lector de Mayr puede l)rcguntar-
se si su consideración de la literatura de autores de la Naturphilosopúzt' conro Shc-
lling, Oken o (iarus, como <,fantasiosa cuando no absurdar, habl¿ntlo tlc sus ,'itnaltr da mal en su concepción historiográfica. Recuérdese la conclusión a que Koyré decía
gías ridículamente invcrosímiles, (pp. 187-88), no constituvcn rrrtr t rirlrr cn cl llegar siempre después de su estudio de autores del pasado que decían cosas sorpren-
an¿crclnismg. Per6 16 cicrt6 cs que, t¿lnto en el cas6 {c.Tac¡b c()nl() ('ll , l .l, l!l,ryr, y dentes o ridículas para nosotros: <<y tenía razón». Natur¿lmente no estoy sugiriendo
a pcsar clc sus tlistintrrs concc¡rcioncs, las preocuprcioncs lristotio¡¡rrtlitlts r,,tt: tlttttlttt que perdamos el sentido del humor, o que no nos riamos a gusto, sino sólo que, des-
mris allrÍ clc srrs ¡rlologos o crr¡rilrrlos inicirles sobrc t'l t(trlir, y s( rtll,irttt,rt stt ltisttr pués, podemos seguir raba.jando.
a Véase Kragh 1989, pp.16-17. Resulta curioso cómo desde filosofías aparente-
riar. Ilrr ctrrtl.¡rricr cils(), y r'.rrr in,lt'¡rt nrlt ttci;t tlc cslos (l()s irlrlol ('s, ( l ( () (lll( 1,rlt,lr' itl
tr¡clrrcirse el sigrrit.rrte triltrio: (uiln(l() r¡n lristotiitrlor llc¡i,r,t Lt tottr'ltlsi,,tt,l. ,¡rtt tltt mente tan distantes, Steffens y Lakatos pueden llegar a un similar desprecio por la
tlUt()r (l(.1 l)llSit(l(), I(.(()n()titlrl 1r0t SltS (Oltl('lnl)()lltlltos, tlit('l(rlll(llils,t,¡tt, ,tl¡¡tLttt historia real y sus problemas.
lnnoducción 5
4 Antofiio Bebftín

Fue Sarton, precisamente, quien, de hecho, llevó a cabo hasta


de textos hacen de su obra un punto de referencia muy distinto del
donde era humanamente posible lo que para Comte no había pasado
de los autores mencionados.
de ser un programa. La fundación, en 1.912, de la revista ffimestral
Pero fue con A. Comte cuando el sentido totalizador de la pro-
1s4 la de OszTzs, publicación ocasional para ensayos largos, en 19)6;y
puesta de Bacon hallaúa su reformulación programática más ambi-
la elaboración de su famosa obra Introduction to the History of Science
ciosa. Comte insiste en la utilidad y necesidad del estudio, no ya de (tres volúmenes en cinco partes publicadas en !927, 1931, 1947 y
la historia de cada ciencia particular, sino en el de las ciencias
1948) constituyen una buena muesfa de su concepción comtiana de
tomadas en su conjunto. Éste nos capacitaúa para entender el desa-
la historia de la ciencia. El es, en nuesto siglo, el más esforzado de-
rro1lo de la mente humana y, en definitiva, la historia áe la humani-
fensor de la historia de la ciencia como núcleo central de la historia
dad. Como es bien sabido, si bien esta tesis comportaba un enfoque
de la humanidad.
histórico de la ciencia, éste estaba, vfla vez más, en función del siste-
ma filosófico del positivismo de Comte y de su idea de progreso'
Si tenemos en cuenta que la adquisición y sistematización del conocimiento
mientras que los problemas dei historíador no le preocupaban en 1o positivo es la única actividad humana verdaderamente acumulable y progre-
más mínimo. No resulta ex[año, pues, que Comte no hiciera ningu- siva, comprenderemos enseguida la importancia de esos estudios [se refiere,
na aportación sólida a la historiogrufía de la ciencia. c1aro, a la historiografía de la ciencia]. El que quiera explicar el progreso de
No obstante, en 1832, Comte solicitaba al ministo Guizot la la humanidad tendrá que centrar su explicación en este quehacer, y la histo-
creación de una cátedra de «Historia general de las ciencias>>. Ha- ria de la ciencia, en este sentido amplio, se convierte en piedra angular de
brían de pasar aún sesenta años antes de que ésta se inaugurara en el todas 1as investigaciones históricas. [Y en otro lugar, insiste respecto de la
Collége de France, en 1892, con Pieme Laffite como primer titular, historia de la ciencia] Es en verdad una historia de la civilización humana,
que la ocuparía hasta 1903. Era, pues, casi en el siglo xx cuando se considerada desde el punto de vista más elevadoT.
daba el primer reconocimiento institucio¡al ala Historia de la ciencia
como disciplina que, por 1o demás, no fue inmediatamente continuada
Dada su idea de la unidad sustancial de la ciencia, por encima de
diferencias disciplinarias, nacionales u otras cualesquiera, para Sarton
en otros países'. Parece claro que, por méritos, el sucesor de Laffite
está claro que la única manera de subdividir la histori a de la ciencia
debiera haber sido Paul Tannery quien, a pesar de que tuvo que tra-
es siguiendo un criterio cronológico, como no puede ser de ora ma-
bajar durante cuarenta años en el monopolio estatal del tabaco, se
nera dada su visión. Le obsesiona la cronología.
había convertido en uno de los más grandes historiadores de la cien-
cia de su momento. Pero 1o cierto es que Tannery no sería elegido
para ocupar la cátedra. Tal desatino no precisa mucho comentario 6' Debemos tratar de disponer todos los hechos e ideas científicos en un orden
cronológico, lo que significa que debemos asignar a cada uno de e1los una
fecha tan precisa como sea posible, no la fecha de su nacimiento o publica-
5 En 1919, Aldo Mieli, el historiador italiano, fundaría el Archiuio di Stotia delta ción, sino la de su verdadera incorporación a nuestros conocimientos8.
Scienza que, en 7927, pasaría a llamarse Arcbeion y en 1947 Arcbiues Intetnationales
dlfistoirc des Sciences. Además e¡ 1928 fundaría \a Acadenia Internacional de Historia de Sarton no nos cuenta es que la cátedra fue concedida a Grégoire lX/yrouboff, conoci.
las Ciencias. En estas fechas la e¡seia¡za de la historia de la ciencia se había iniciado
do por sus polémicas en favor de la «Ciencia positiva>> y fundador con Littré de la re-
aún en muy pocas universidades e, incluso años después, la otganización era muy vista La Philosopbie prtsitzaq que enseñó en el Collége de France, hasta 1912, las teo"
precaria cuando no claramente deficiente. En Estados Unidos no alcanz<i plen¡ rcco- rías químico-físicas modernas, sin por ello defraudar a nadie. En 1904, Tannery le
nocimiento institucional hasta 1950. En nuestro país, por el moment¡, cs cl ngmbre comentaba irónicamente en una carta a Duhem «Respecto a la cátedra de Historia de
de un área de conocimiento, de lo que no se sigue nada. Para las conrlici,rnes ,rcadé- las ciencias, tenía que pasar por tres estadios, después del estadio teológico conve.
micas de la historia de la ciencia hasta 1950, puede verse el ensay,, tlt'Srrton .Act¿ nientemente representado por Pierre Laffitte, el estado metafísico que sin duda re.
atque Agenda, en Sarton 1968, pp. 2J-50; más adelante <larenl,,s tniis rt'lt rt ttt ias bi- presentará aún mejor el Sr. \X/yrouboff era indispensable». (Citado por Redondi en su
bliográficas al respecto. «Préface» a Koyré 198ó, p. xrlt.
6 Sarton lo atribuye <<simplemente a que las autori«lltrlcs rl, t'ntt'tt,ltrtrr ( lirrrllltcnte 7 Véase Sarton 1968, p. 1; y Sarton 1952, p. 41.
lo que es la historia de la ciencia. No hahrían comcli<Lr sctttcjitttlr'(slttl)i(l(7 si sc hu 8 Sarton 1952, p.42. No se trata, naturalmente, de que la precisión cronológica
biese tratado de otra disciplina m¿is conocirlrr <lc cllos". ls¡lrlon l()(rl{, ¡r 2l'1. l,o tluc
Antonio Bebrán Introdacción

Como 1o pone de manifiesto el texto citado anteriormente, resul- esto más personas que ahora só1o los científicos, sino los abogados, los
-no
estadistas, los publicistas y aún los educadores-, y en que se reconozca en
ta difícil hallar una defensa más apasionada de la idea de progreso
esa historia la base experimental y racional de 1a vida entre las naciones, de
que la de Sarton, si no es en el siglo xvIII. Pero, en su perspectiva, el
la paz y la justicia. La historia del acercamiento del hombre a la verdad es
progresivo descubrimiento de la verdad no sólo tiene un orden lógi-
también la historia de su acercamiento a la paz. No puede haber paz en nin-
co, también está ordenado en el tiempo, y la historia de la ciencia guna parte sin justicia y sin verdad.
viene a mosffar el paralelismo de los dos órdenes. E,n el mundo mejor que todos esperamos sea fruto de esta guerra [el
Cuando Sarton llegó a los Estados Unidos, algunos estudiosos texto está escrito en 1943) los niños podrán aprender cuál fue la evolución
como James Harvey Robinson y James H. Breasted empezaban a in- de la humanidad y se verá que el progreso de la ciencia es el alma de esa
sistir de nuevo visto la idea en Montucla- en la necesidad evolución.
-hemos
de una <<nueva historia» que prestara más atención a la cultura y las «¿Enseña algo la historia?» La historia dela ciencia enseñará a los hom-
ideas que a reyes y batallas. Pero fue Sarton quien encarnó como na- bres a ser veraces, les enseñará a comportarse como hetmanos y a ayudarse
unos a otros. ¿No es eso bastante? [...] e.
die Ia defensa de este ideal y llevó a cabo una infatigable labor pro-
pagandística en favor de la histori ografía de la ciencia, de su impor-
Latarearealizada por Sarton resulta admirable por su ambición y
tancia y dimensiones culturales. Pero, para Sarton, la historia de ia
amplitud. Pero, como su propio caso muestra, su programa comtiano
ciencia tiene además una importante dimensión ética. No me resisto
era hrealizable. Precisamente la edad de oro de la erudición filológi-
a ffanscribir unos pámafos que, en mi opinión, dan buena muesta no
ca alemana había mosffado, a ffavés de algunos de sus grandes repre-
sólo del historiador, sino también del hombre.
sentantes, Ia inmensidad de la tarea a realizar en cada una de las par-
celas de la historiografía dela ciencia. Los monumentales trabajos de
La historia de la ciencia es sobre todo la historia de la buena voluntad, in-
cluso en épocas en que la benevolencia no reinaba más que en las investiga-
Moritz Cantor en el campo de la historia de las matemáticas, de Jo-
ciones científicas, y es la historia del esfuerzo pacífico, aún en tiempos en- han Ludwig Heiberg en historiografía de las matemáticas, física y as-
que la guema dominaba todo lo demás. Llegará el día en que comprendan tronomía griegas, los de Karl Sudoff en historiografía de la medicina,
a los que podrían añadirse los del inglés Thomas Little Heath, eran
no sea una virtud. Enunciadas aisladamente, buena parte de las tesis de Sarton puede buenos ejemplos de ello.
ser perfectamente asumible actualmente. Por eiemplo, también hoy importantes Pero no fue tanto la dificultad del rabajo a rcalizar como el cam-
maesrros de la historiografía de la ciencia, desde Koyré a Rossi, han defendido cierta bio de presupuestos filosóficos 1o que llevó al abandono del progra-
«unidad» de la ciencia y de ésta con su cultura contemporánea. No obstante, es ob-
vio que en uno y otro caso no se está haciendo la misma afirmación historiográfica.
ma de Sartonlo. Aún a principios de siglo xx, como en los dos siglos
El prologuista de la obra Ensalos de bístoria de la ciencia, de Sarton, afirma que dado anteriores, los filósofos y científicos que dedicaban sus esfuerzos a la
que las teorías son elaboradas por humanos, la mayoría de las obras de Sarton versan historiografía de la ciencia, no lo hacíao considerándola un fin, sino
sobre personas. Esto puede sonar, sin duda, no ya moderno, sino modernísimo (estoy como un medio para confirmar el acierto de su propia concepción
pensando, claro está, en los actuales sociólogos de la ciencia). Sobre todo si a conti-
metodológica de la ciencia moderna, contemporánea, que practica-
nuación leemos, <<estudia, por tanto a los hombres, tratando de discernir las influen-
cias que actuaron en ellos y a través de ellos, relacionándolos siempre con su propia
época>>. Parece la formulación del moderno requisito de la «contextualización>> como
e Sarton 1968, pp. 2l-22.8s una mezcla de elementos teóricos y emocionales sin-
condición de posibilidad de la comprensión de un autor antiguo. Pero cuando vemos
el ejemplo que nos dió Sarton de ello, es obvio que su idea era otra. Efectivamente, gular y conmovedora. Sea cual sea hoy nuestra opinión sobre estas ideas, en Sarton
como cuenta el mismo prologuista, cuando Sarton se interesó en Leonardo da Vinci son, sin duda, fruto de la bondad y de otro momento histórico.
10 La influencia de la historiografía dela filosofía es evidente. Obras como Great
se esforzó por conocer los hechos y problemas con los que Leonardo se encontró.
Pues bien, de ahí surgieron los numerosos volúmenes dela Introduction to the History Cbain of Being de Arthur O. Loveioy, o The Metaphysical Foundations of Modern Science
of Science, en la que trabajó veinte años y que hubo de concluir cuando aún le falta- de Edwin Arthur Burtt son significativas en este sentido. La relevancia de la historia
ban cincuenta años para llegar a Leonardo da Vinci. Se trataba más bien, claro está, de la filosofía para la historia de la ciencia ha sido puesta de manifiesto de modo es-
de ubicarle en el momento y lugar oportuno en la manifestación de la verdad. Véase pecial por una serie de autores que párten de sus propias preocupaciones filosóficas.
Sarton 1968, p. tx. Pueden citarse como ejemplo León Brunschvicg, Emile Meyerson o Ernst Cassirer.
Antonio Beltrán
Introducción 9

ban o admiraban. Pero en esta misma época, más concretamente ciencia, a principios de 1900 resultaba revolucionaria. Quizás, espe-
con el mismo inicio del siglo, esta situación empezaba a cambiar.
cialmente, por su reivindicación del <<sentido histórico>> frente al
En 1901, Paul Tannery publicaba su innovador estudio sobre científico y epistemológico:
la mecánica galileanall. Fue la primera vez, antes de Koyré y fren-
te al experimentalismo radical de la interpretación de Mach, que se
Está claro que para ser un buen historiador de 1a ciencia, no basta ser cientí-
llevaba a calso un análisis conceptual del texto galileano tomando fico. Es preciso, ante todo, querer consagrarse a 1a historia, es decir hacerlo
en cuenta su contexto histórico. Tannery introducía el concepto de con ganas. Hay que desarrollar en uno el sentido histórico, esencialmente di
«état dbsprit contemporain > del que Redondi afirma que pasaría a ser ferente del sentido científico. Es preciso, en fin, adquirir numerosos conoci-
llamado después <,mentalité» en Levy-Brhul y que, en Koyré se con- mientos auxiliares indispensables para un historiador, mientras que son ab-
vertiría en la noción de <,cadre,, o <<structure de pensée»12. En cual- solutamente inútiles al científico que no se interesa más que en el progreso
quier caso, Tannery explicó reiteradamente el sentido de este con- de la ciencia 1a. [Cursiva en el original.]
cepto. Cuando en 1904 presenta su programa de una <,historia de
conjunto de las ciencias» distingue entre una <<historia general, y Pero además hay una segunda propuesta que, en su momento, te-
una <<historia especial», y refiriéndose a la primera dice: nía que resultar sumamente revulsiva:

Reivindico para ésta [...] todo lo relativo tanto a las acciones recíprocas de En 1o que concierne a la filosofía, con su contacto por lo menos he adquiri-
unas ciencias sobre otras, como a las influencias ejetcidas sobre el progre- do la convicción profunda de que los métodos históricos son radicalmente
so o el estancamiento científico por 1os medios intelectual, económico y diferentes de los métodos filosóficos y que, por consiguiente, la enselanza
social. de la historia de la ciencia debe separarse de lo que hoy se llama la Filosofía
Ésta debe dedicarse particularmente a reconsruir en torno a los gran- de la ciencia 1'.
des científicos el círculo de ideas que éstos han encontrado a su alrede-
dor, que han constreñido su genio y que ellos han conseguido romper o No obstante, y precisamente por la necesidad de la contextualiza-
ampliar. ción reivindicada en estos textos, quizás conviene no ser demasiado
Debe, en fin, fijar su atención para cada época en el nivel de la ense- atrevido a la hora de proclamar la «modernidad» de la perspectiva
ñanza en sus diferentes grados, sobre el modo de difusión de las ideas de Tannery, sin un estudio más detallado de la cuestión. De hecho,
científicas, y apuntar a destacar tanto los rasgos característicos del medio Tannery no parece creer que su perspectiva historiográfica esté rom-
intelectual, como los que singularizan a los genios superiores 11. piendo con el positivismo. Muy al contario, el mismo nos dice:
Estamos ante el primer intento de introducir la exigencia de Todos los lectores que conocen por sí mismos el Cours de pbilosophie positiue
contextualización, que si bien hoy es aceptada por todos como un del maestro han podido darse cuenta de que no he introducido absoluta-
elemento fundamental y característico de la historiografía de la mente nada que estuviese en contradicción con la idea de Auguste Comte,
es decir del primer pensador que haya concebido de manera un poco preci-
sa la historia general de las ciencias [...] 16.
11 «Galilée et les principes de la dynamiquerr, hoy en P. Tannery. Mémoires Scienti

fiqaes, en J.-L. Heiberg y H.-G. Zeuthen (comps.), París, Gauthier-Villars, 1912-1950, Y tras lamentar el progresivo desinterés de los historiadores por
t. vt (1.926i), pp- 387-4ú. También constituye uno de los textos recopilados pot Ca-
rugo (comp.) 1978. la ley comtiana de los tes estadios, Tannery añade: <<Creo que hoy soy
r2 Véase el <<Préface» de Redondi a Koyré 1986, p. xI. Si esto es así, parece claro el único de entre éstos historiadores- que ha continuado te-
que la genealogía podría prolongarse hasta incluir tambien el concepto de «paradig-
-los
ma» de Kuhn. Pues, a pesar de la mutua e inveterada indiferencia <1e las tradiciones 1a P. Tannery. «De l'histoire général des sciences>>, Reuue de Synthése bistorique,
francesa y anglosajona, Kuhn sí conoce la tradición <,francesa>> y ésta ocupa un lugar
núm. vIIr, 1904, pp. 1-16 recogido en Tannery 1912-1950; t. x, 1910, pp. L65-166.
importantísimo en su itinerario intelectual. lt Tannery 1912-1950 t. x l9)0, p. l)4.
1r P. Tannery 1912-1950 t. x, i910, pp.178-79.
tb lbid.,p. 181.
10 Antonio Beltrán Introducción l1

niéndola en cuenta)> 17.


De hecho, este punto ilustra oportunamente de el punto de vista filosófico la Edad Media es una gran época,
la necesidad y dificultad de la contextualizacion, no sólo cuando se desde el punto de vista científico, por más importante que sea, Du-
hace historia de la ciencia, sino en cualquier esbozo histórico, como hem Ia ha sobrestimado porque
en este caso, de la historiogralía de \a ciencia. Pero nos enconffare-
mos de nuevo con este tema en un punto mucho más interesante de fDuhem] se atiene demasiado literalmente a las proposiciones científicas
esta breve historia inicial. que parecen preludiar, in terminis, 1as proposiciones fundamentales del me-
Recordemos, por el momento, que Tannery oo ganaúa \a cátedra canicismo del Renacimiento y del siglo xvtt. Pero el espíritu, el conjunto al
que están ligadas, en el que toman cuerpo, el conjunto que les da su única,
de <<Historia de las ciencias>> que Laffitte había inaugurado y ocupado
exacta y real significación ¡es tan diferente! 1e.
hasta 1903, aunque es dudoso que fuera por 1o revolucionarias que
resultaban sus ideas en aquellos momentos. En cualquier caso, las
Las intuiciones de Tannety apatecen aquí de nuevo, como en
ideas de Tannery fueron eclipsadas por ia erudición monumental de
todos los historiadores del grupo mencionados. Pero a éstos pronto
Duhem, cuyas disputas en el campo de la física y de la química le ha-
se uniría Alexandre Koyré.
bían ilevado a la metodología de la ciencia y de ésta a la historia de
Se ha dicho repetidamente que con Koyré la historiografía de la
la ciencia. Frente a Tannery que reivindicaba la historiografía de la
ciencia alcanza su madurez, que es el padre de ia historiografía de
ciencia como un fin y la contexfúalización como un medio, Duhem,
la ciencia actual. Aunque, obviamente, nos referiremos extensamente a
con la metodología como principio y fin de su trabajo de historiador,
é1 a 1o largo de este trabajo, cabe mencionar en esta primera perspec-
buscaba en la historia de la ciencia 1o eterno, universal, estático. Pues
tiva algunos elementos básicos de su biografía intelectual que, en
bien, podría decirse que cada uno de ellos tendría sus discípulos
buena parte, lo son también de nuestro objeto de estudio.
o, por lo menos, serían reivindicados como maestros por distintos Como señala Redondi, Koyré fue el último de los historiadores
grupos.
cosmopolitas, políglotas y de formación y perspectiva enciclopédica.
A Duhem se remitirían historiadores como A. Mieli y P. Brunet, Nacido en la Rusia zartsta en 1892, a los dieciséis años irá a Alema-
entusiastas del estudio del origen, prioridades y filiación de los des-
nia y, posteriormente, a Francia para completar sus estudios. En Go-
cubrimientos, 1o cual es suficientemente indicativo de su concepción
tinga, seguirá los cursos de Hilbert y Husserl. A1 desplazarse a Fran-
historiográfica que, naturalmente, reivindicaba la <<historia de las
cia actuará como uno de los eslabones de la influencia de la
ciencias, de corte positivista.
fenomenología de Husserl en Francia, y será renovador de los estu-
En polémica con éstos y remitiéndose a Tannery, el grupo de his-
dios hegeiianos no sólo en Francia sino en buena parte de Europa.
toriadores encabezado por Abel Rey, Héléne Metzger, Lucien Febvre
En 1911 se establecerá definitivamente en París, y seguirá los cursos
y Federico Enriques postulaban la necesidad de una historiografía de Bergson, André Lalande y Léon Brunschvicg, entre otos. Su tesis
de «ia,> ciencia, entendiéndola como una <<historia filosófica de la sobre LIdée de Dieu dans la pbilosopbie de Saint-Anselnte, interrumpida
ciencia>>. La influencia en el grupo de críticos del positivismo como
por la primera guerra mundial, en la que se presentó como volunta-
Léon Brunschvicg, Emile Meyerson o Pierre Boutroux 18, además de
rio, fue leída en 1923.Iniciaba así una etapa de estudios de historia
la de Tannery, es patente. En cada uno de estos autores encontramos
de la religión y de la filosofía escolástica que se completaría con un
uoa clara oposición a la historiogrufía puramente <,lógica, o <<interna>>
tat:ajo sobre el mismo tema en Descartes2o. Ya en su ffabajo sobre
de la ciencia cuyo objetivo último sería además la comprensión y jus-
tificación de (determinada concepción de) la ciencia contemporánea.
le A. Rey, «Revue d'histoire des sciences>> (á propos de P. Duhem, Le Systéme da
Ante la obra enciclopédica de Duhem, comenta Rey que, si bien des-
monde), Reuue de Slnthise Historique, núm. 11, (1920) 122-125, p. 12). Citado por Re-
dondi en Koyre 1986, p. xvr.
11 Ibid., p. 182. 20 Estos trabajos, especialmente el dedicado a Descartes, pueden considerarse
r8 En 1920, Boutroux ocuparía una nueva cátedra de historia de las ciencias en ¿rúncomo trabajos juveniles, por lo menos en el sentido de que están muy lejos de la
el Collége de France, aunque sólo durante dos años. concepción filosófica e historiográfica que caracterizarán la obra de Koyré. Su valora-
t2 Antonio Beltrán Introducción t)

La Philosophie de Jacob Boehme, así como en sus siguientes estudios so- De hecho, la necesidad de no proyectar nuestros conocimientos
bre la religiosidad y pensamiento filosófico de Sebastian Franck, Para- al pasado, cuando nos enfrentamos a un autor cuyo pensamiento re-
celso, Valentin \X/eigei y Gaspar Schenckfeld se pone de manifiesto no sulta lejano al nuestro, ya se le había hecho más clara aún si cabe, un
sólo la ampliación de su perspectiva temática, sino también un nuevo año antes, en el caso de su estudio sobre Paracelso de 1911. Aqui en
centro de interés metodológico: el análisis de Levy-Bruhl sobre la men- un texto hoy famoso y reiteradamente citado, Koyré formula uno de
talidad primitiva. los principios metodológicos fundamentales de su obra de historia-
Pero las de Husserl y, en menor medída, Levy-Bruhl, no eran las dor:
únicas influencias que experimentaba el pensamiento de Koyré. Suma-
mente importante fue también la del filósofo y crítico del positivismo Cuando se aborda el estudio de un pensamiento que no es el nuestro, lo
Emile Meyerson. Este había insistido en que, a lo largo de la historia más difícil
-y lo más necesario- es, como ha demostrado admirablemente
un gran historiador, no tanto captar 10 que no se sabe y lo que sabía el pen-
de la ciencia, el empirismo de un Bacon o el positivismo de autores
sador en cuestión cuanto olvidar 1o que sabemos o creemos saber. Nosotros
como Comte o Mach jamás había producido ningún fruto científico; añadiríamos que a veces no sólo es necesario olvidar verdades, que se han
por el contrario, los científicos había¡ actuado siempre, más o menos convertido en partes integrantes de nuestro pensamiento, sino incluso adop-
explícitamente, sobre la base de tesis realistas y causalistas. Era una in- tar ciertos modos, ciertas categorías de razonamiento, o al menos ciertos
sistencia que, como muchas otras, podremos encontrar desarollada en principios metafísicos que pára las personas de una época pretérita eran ba-
Koyré21. De hecho la influencia de Meyerson es destacada por Koyré, ses de razonamiento y de búsqueda, tan válidas y también tan seguras como
ya en 7934, en su primer trabajo de historia de la ciencia: su edición, lo son para nosoros 1os principios de la física matemática y los datos de la
21.
traducción y notas del primer libro del De reuolutionibus de Copérnico. astronomía
En la introducción, Koyré desarrollaría ideas apuntadas en Meyerson.
Refiriéndose a Copérnico y su teoría, habla así de la dificuitad de El «gran historiador» a que
se refería Koyré en esta ocasión era
Paul Tannery. Hemos retomado, pues, el hilo conductor de nuestro
imaginar o comprender cabalmente el esfuerzo y 1a osadía de este espíritu desarrollo. Sabemos que, cuando visitaba París, Meyerson se reunía
maravilloso. Necesitaríamos ser capaces de olvidar todo lo que hemos aprendi- con el grupo de historiadores al que aludíamos antes, en el que se
do en la escuela, enconraban entre otros Léon Brunschvicg, Lucien Levy-Bruhl, Salo-
mon Reinach, Héléne Metzger, Gaston Bachelard, y tenían animadas
dice Koyré, y aún no sería suficiente. Entre otras cosas, además, discusiones sobre las grandes trasformaciones de la física a principios
de nuestro siglo2a. También Koyré estaba presente y pudo recibir la
[...] la primera precaución que tomaremos será no ver en Nicolás Copérnico a influencia de unos u otros y de aquellas discusiones en general25.
un precursor de Galileo ni de Kepler, y no interpretarlo a ravés de ellos. [Y Pero, de hecho, las teorías de la relatividad y cuántica tuvieron
añade en nota a pie de página.] Nada ha ejercido influencia más nefasta sobre una profunda influencia más allá del propio campo de la física. Una
la historia que la noción de .,precursor». Considerar a alguien como <<precur-
influencia que, unida a la que tuvo la primera guerra mundial que,
sor» de otro significa, ciertamente, negarse a entenderlo22.
como es sabido, fue una puialada Íapera al optimismo ffadicional

ción, claramente gilsoniana, de Descartes en el trabajo mencionado es prácticamente


2¡ Koyré 1981, p.71.
la opuesta de la que hará en sus Estudios Galileanos.
21 Recordemos por ejemplo su valoración de Bacon y del papel de la «experien- 21 Para un fresca visión de los distintos miembros de este grupo puede verse la se-

cia>> en el nacimiento de la ciencia moderna, en su famosos artículos «Galileo y Pla- gunda parte de Héléne Metzger 1987.
2t Convendría recordar aquí lo que dice Koyré respecto a las influencias. «No in-
tón», «Galileo y la revolución científica» y <<Perspectivas de la historia de la ciencia»,
hoy en Koyré 1977 (ori.g. 197)), pp. \50-179, 180-195 y )77386, respectivamente. Vol- fluye en nosotros todo 1o que leemos o aprendemos. En cierto sentido, tal vez el más
veremos sobre este punto más adelante. profundo, nosotros mismos determinamos las influencias a las que sucumbimos;
22 Koyré en su <<Introduccion» a Copérnico. Las rcuoluciones dc las esferas celestes. Li- nuestros antecesores intelectuales no se nos dan en absoluto, sino que los elegimos li-
broprimero. Buenos Aires, pu»ra¡, 1965 pp 7 y 8. bremente, en gran medida al menos.,> Koyré 1979, p. 10.
t4 Antonio Beltrán Inyoducción t5

que sustentaba la idea de progreso, tuvo importantísimos efectos en los hechos, frente a un tácito inductivismo ingenuo, Febvre destaca
los más distintos ámbitos. el papel epistémicamente acrivo del historiador como 1o es el de
Ateniéndonos brevemente a los más próximos a nuestros intere- cualquier científico. Y, a continuación, especifica en un texto que
ses, la crisis del determinismo, la reformulación de las relaciones su- debe citarse:
jeto-objeto en la física cuántica, venían a poner en cuestión algunos
de los supuestos de la concepción positivista del desarrollo del cono- El histólogo que mira por el ocular de su microscopio ¿capta hechos aisla-
cimiento. Algunos filósofos pusieron de manifiesto las dificultades de dos de una manera inmediata? Lo esencial de su trabajo consiste en crear,
por así decirlo, los objetos de su obscrvación, con ayuda de técnicas fre-
la idea del desarrollo del conocimiento como la acumulación de co-
cuentemente muy complicadas. Y después, una vez adquiridos esos objetos,
nocimientos científicos. No fue asi es cierto, en el positivismo que,
e,n «leer» sus probetas y sus preparados. Tarea singularmente ardua; porque
en su versión remozada, pasaría a ser dominante en la filosofía de la describir lo que se ve, todavía pase, pero ver 1o que se debe describir, eso sí
ciencia, en el hegemónico mundo anglosajón. Pero en Francia, auto- es difícil 28.
res como Bachelard ponían de manifiesto la dificultad de considerar
el desarrollo del conocimiento científico como acumulación de des- Cabe decir que también en ei mundo anglosajón encontamos
cubrimientos: importantes críticos de la historiografía positivista. Especialmente re-
levante sería H. Butterfield. En su conocido estudio The Wbig Inter-
No hay, pues, transición entre el sistema de Newton y el sistema de Eins- pretation of History, destaca que forma parte de dicha interpretación el
tein. No se pasa del primero al segundo acumulando conocimientos, redo- estudiar el pasado con referencia al presenre, en ella el historiador
blando Ia atención en las medidas, rectificando ligeramente 1os principios.
Por el conüario, se requiere un esfuerzo de novedad total26.
pfesta atención a la similitud entre el pasado y el presente, en lugar de estar
atento a las diferencias. De este modo le resultará fácil decir que ha visto el
La concepción de un desarrollo discontinuo de la ciencia se ha- presente en el pasado, imaginará que ha visto una <<raíz>> o una «anticipa-
bía iniciado. ción» del siglo veinte cuando, en realidad, está en un mundo de connotacio-
Pero la revolución de la física de principios de siglo influyó tam- nes totalmente distintas, y se apoya meramente en lo que podría considerar-
bién en historiadores como L. Febvre, en quien provoca una crítica se una analogía errónea 2e.
de la historiografía decimonónica al estilo de Ranke, la <<historiogra-
fía científica». Es bien conocida la máxima de Ranke según la cual su Como es bien sabido, esta crítica sería desarrollada por la obra
historiografía «sólo pretende mostrar qué es lo que ocurrió en reali- de Collinwood, especialmente en su Tbe Idea of Htstory de 1946.perc
dad>>.La base para ello la constituyen los acontecimientos bien docu- el libro de Butterfield tuvo una enorme influencia en el campo de la
mentados que el historiador se limitaría a registrar. Frente a esta his-
toria de <<eventos»> particulares, de .,hechos>> cuya otganlzación formaciones de la física de principios de nuestro siglo y de la primera guerra en la
sólo una de las muchas posibles- en última intancia historiografía.
-obviamente
nos habla tanto del historiador como de la realidad que describe; 28 lbid. Estas afirmaciones pueden resultarnos hoy
familiares. De hecho, temo
frente a esta historiografía, digo, Febvre, con la escuela delos Anna- que la primera cita podría hacer pensar en Popper y la segunda quizás habrá hecho
pensar en Kuhn. En mi opinión, estas dos últimas citas no tienen que ver ni con pop-
/es, insiste en que «El historiador no va rondando al azar a través del
per, porque aquí se habla no de la justif.icación, sino del proceso de descubrimiento, ¡í
pasado, como un ffapero en busca de despojos, sino que parte con con Kuhn, porque todavía no se está afirmando exactamente la carga teórica de los
un proyecto preciso en la mente, un problema a resolver, una hipóte- hechos. Aquí todavía se interpretan becbos mientras que en Kuhn, si queremos conser-
sis de tabajo a verificar>>27. Frente al fetichismo decimonónico de var el insuficiente esquema de la interpretación, lo que se interpretaría son las sensacio-
aes. En cualquier caso, en aquel momenro eran tesis que chocaban directamente con
el ambiente filosófico e historiográfico dominante y apuntaban ya a problemas que si-
26 Bachelard 19)1,p. 46. guen siendo centrales.
27 Febvre 1986, p. 22. En estas páginas Febvre alude a la influencia de las trans- 2e Butterfield 1973, p. 18.
ln*oducción t7
t6 An¡onio Beltrán

<<Historia del pensamiento científico>>. En su bella defensa de Koyré,


historiografía de la ciencia, quizás especialmente años después cuan-
Lucien Febvre recordaba a sus colegas el eror cometido con Tan-
do pubiicO su magistral Los orígenes de la ciencia moderna, de 1949' nery y la brevedad del período de enseñanza de Boutroux, con el
Perá, con ello, nos hemos adelantado a nuestro desarrollo y tenemos
cual desapareció la antigua cátedra de <<Historia de las ciencias>>.
que volver al punto en que 1o dejamos.
Como deiíamos, Koyré pudo ser influido por los miembros del
Una especie de infortunio parece haber perseguido esas tentativas de nues-
grupo que mencionábamos, así como por los autores a los que me he tros antecesores. Hoy se nos presenta la ocasión de reparar el error del des-
r.f..i¿á. De hecho, en una u otra de sus obras, nombra a todos y ca- tino. [Y al final de su emoriva alocución, anadíaf Queridos colegas, perdo-
da uno de los autores del grupo mencionado. No obstante, lo cierto nadme que os lo recuerde: para nuestra vieja casa el momento es gravetl.
es que, fuera cual fuese la influencia concreta que «eligió>> de cada
,r.,o d. ellos o del conjunto, en Koyré se consolidó un nuevo y fruc- El oro candidato era profesor de la Sorbona, un discípulo de
tífero método historiográfico, algunos de cuyos elementos centrales Gilson y defensor de su pbilosopbia perennis, que presentaba un pro-
explicaba Koyré en la redacción de u¡ curriculum uitae de 1951. yecto de <<filosofía de la historia de la filosofía)> como «investigación
de las estructuras intrínsecas y de las técnicas probatorias de la cons-
Desde el comienzo de mis investigaciones, he estado inspirado por la con- titución de cada doctrina>>. Se llamaba Martial Gueroult y ganó la cá-
vicción de la unidad del pensamiento humano, pafticulafmente en sus for- tedra. En su lección inaugural afirmaña:
mas más elevadas; me ha parecido imposible separar, en compartimentos es-
tancos, 1a historia del pensamiento filosófico y la del pensamiento religioso La ciencia como cuerpo de verdades establecidas está fuera de la historia,
del que está impregnado siempre el primero, bien para inspirarse en é1, bien porque la verdad [la del teorema matemárico, de la teoría física] es aquí y en
para oponerse a é1.
sí misma intemporal y no histórica12.
Esta convicción ransformada en principio de investigación, se ha mos-
trado fecunda para la intelección del pensamiento medieval y moderno, in-
Dudo que, en este caso, pueda hablarse de ignorancia de los jue-
cluso en el caso de una filosofía en apariencia tan desprovista de preocupa-
ces que Sarton aduce como justificación en el caso de Tannery. Lo
ciones religiosas como la de Spinoza. Pero había que ir más lejos. He_tenido
qr" .o.rrrÁ..rme rápidamente de que del mismo modo era imposible olvi- cierto es que tal decisión de los miembros del Collége de France,
áar el estrrdio de la estructura del pensamiento científico. despertó tan pocas reacciones que, incluso hoy, apenas se conoce
este hecho.
Y tras aludir a algunos aspectos ya mencionados, acababa formu- No resulta extraño que Koyré se decidiera a h a EE UU, donde
lando otro de sus principios rectores: entró en contacto con el Hístory of Ideas Club, con Ia figura de Arthur
O. Lovejoy al frente. Allí publicaría Koyré su Del mundo cenado al
Por último, hay que estudiar los errores y los fracasos con tanto cuidado uníuerso irufinito, una obra que cubría un período cronológico, e inclu-
como los t.irrnios. Lor errores de un Descartes o un Galileo, los fracasos de so un ámbito teórico, mucho más vasto que cualquiera de sus ffaba-
un Boyle o de un Hooke, no son solamente instructivos; son reveladores jos anteriores. Resulta difícil no atribuir esta diferencia a su contacto
de las dificultades que ha sido necesario vencer, de los obstáculos que ha con Lovejoy y su Historia de las ldeas de tan amplias perspectivas.
habido que superarlo. Como quiera que sea, la historiografía de la ciencia de Koyre
estaba ya muy lejos de la historia interna, metodológica, escrita en
Koyré había escrito y presentado este curricularn aitae oplat
^l ^ función del presente. EI «análisis conceptual» de Koyré pone de ma-
la cátedra que dejaba desierta Gilson, en el Collége de France' Pre-
sentado por Francis Perrin y con el apoyo de Lucien Febvre, propo- rr Koyré 1986, pp. fiIy 134.
nía, con su presentación, la conversión de aquella cátedra en una de 12 Véase Koyré 1986, pp. xxvr.xxvn del «Préface» de Redondi; y pp. 117 ss,
Resulta relevante comparar las afirmaciones de Koyré y Gueroult con el texto de
Montucla transcrito al inicio de la presente introducción.
i0 El texto hoy está recogido en Koyré 1977, pp. 4 y 7.
18 Antonio Beluán Introducción 19

nifiesto las <<subesffucturas filosóficas>>, las <<esffucturas de pensa- presión «revolución historiográfica»ra aludiendo a este hecho. Cuando
miento>> de los científicos del pasado desentrañando los límites de Kuhn critica la antigua historiografía, plantea las dudas y dificultades a
lo pensable en su época. La suya es una historia del pensamiento que llevan las preguntas y tesis tradicionales, en especial, el carácter acu-
científico que, al apuntar a la .andadura del pensamiento en su ac- mulativo de la ciencia. Permítaseme citar extensamente el texto de Kuhn:
tividad creadora>>, y no sólo a los <,resultadosr>, resulta inseparable
de las historias del pensamiento filosófico y religioso, y pone de El resultado de todas estas dudas y dificultades es una revolución historio-
gráfica en el estudio de la ciencia, aunque una revolución que se encuenta
manifiesto los .,factores extralógicosr> de su desarrollo. Es una his-
todavía en sus primeras etapas. Gradualmente, y a menudo sin darse cuenta
toria de la ciencia que denuncia el anacronismo y sustituye el con- cabal de qae lo están haciendo así, algtnos historiadores de la ciencia han co-
cepto positivista de preculsor por el concepto histórico de predece- menzado a plantear nuevos tipos de preguntas y a tÍazar líneas diferentes de
to,1 an la que los .,errores» son tan racionales como las <<verdades>> desarrollo para las ciencias que, frecuentemente, nada tienen de acumulati-
y el desarrollo de la ciencia dista mucho de ser un progreso lí- vasr5. [La cursiva es mía.]
neal'. Es obvio que estamos muy lejos de la concepción ilustrada,
positivista, tan bien expresada por Montucla. Pata éste, el <<error)> Estos historiadores, comenta Kuhn, no se interrogan tanto por la re-
no tiene relevancia teórica ninguna, por cuanto sin duda es achaca- lación de las opiniones de Galileo con la ciencia actual,.oáo por u
ble únicamente ala incapacidad del individuo que 1o comete. Se- relación con su grupo y su entorno inmediato.
guramente por ello merece sólo una consideración moral: es ver-
gonzoso y humillante. Además, insisten en estudiar 1as opiniones de este grupo y de otro similares,
Pero este último punto tiene especial interés porque, a pesar de desde el punto de visra menudo muy diferente de1 de la ciencia moder-
-a
na- que concede a esas opiniones la máxima coherencia interna y el aiuste
todo, señala un elemento crucial parala ubicación de Koyré respec-
más estrecho posible con la naturaleza. vista a través de las obras resulranres
to de la historiografía anterior y la posterior.
que, quizás, estén mejor representadas en los escritos de Koyré, la ciencia no
Es cierto que Koyré nos enseñó a ver la historia de Ia ciencia parece en absoluto la misma empresa discutida por los escritores pertene-
como un proceso de rupturas y discontinuidades lleno de ramifica- cientes a la antigua tadición historiográfica16.
ciones y callejones sin salida. La influencia de sus magisrales traba-
jos sobre las revoluciones astronómica y física de los siglos xvl y xvll No es casuai que Kuhn utilice en este punto la referencia a Galí-
está presente de un modo u offo en la mayor parte de los meiores leo y aluda inmediatamente a Koyré. Cuando I.B. Cohen conmemo-
historiadores de la ciencia contemporáneos de I.B. Cohen a R. §7est- ruba la obra de A. Koyré, comentaba: «1...] É,rudes Galiléennes,, publi-
fall, de A.R. Hall a CH.C. Gillispie, de EJ. Dijksterhuis a M. Clagett, cados en 1939,obra que más que cualquier otra ha sido el origén de
o de R.S. §Testman a T.S. Kuhn, por citar algunos de ellos. la nueua historía de las ciencias. [Cursiva en el original],>i7. Pero,
¿es
Por distintas clases de circunstancias, en EE UU se desarroliarían realmente cierto, como dice Kuhn, que la .,línea de desarrollo» dibu-
buena parte de las directrices de la historiografía dela ciencia que he- jada por Koyré, no tiene nada de acumulatival Veamos ahora un co-
mos visto nacer en Francia a principios de este siglo' Pero la obra de nocido texto de Koyré que alude a estas cuestiones. De nuevo tiene
Koyré sería, allí, decisiva y su influencia determinaría las ffansformacio- interés citarlo extensamente:
nes más importantes de la disciplina que han permitido hablar de
una <,revolución historiográfica>>. Es precisamente Kuhn quien usa la ex- ra La expresión puede ser equívoca. G. Buchdhal hablaba de «A
revolution in
historiography of science», en History of Science, núm. 4 (1965), pp.59-69, refiriéndose
precisamente a la obra de Kuhn.
rr Cuando un punto que rt Kuhn, 1971,p.T.
se habla de la concepción historiográfica de Koyré, hay
)G lbid., pp.2)-24.
merece especial relieve: el papel y estatus que concede a la teoría frente a la praxis en
ri L B. Cohen <<L'oeuvre d'Alexandre Koyré», en Atti del slnposiun internazionale
[a ciencia y su desarrollo, y me ocuparé extensamente de ello más adelante. Aquí mi
propósito es únicamente iustificar la affibución a Koyré de la paternidad de la histo- d1 metodologia, lctgica e filosofia della scienza. «Galileo nella storia e nelk
loia, filosofia
della scienza», Florencia, G. Barbéra Editore, 1967, p. xrr.
riografía de la ciencia moderna y ubicarlo en la génesis de ésta.
20 Antonio Beltrán Innoducción 21

creo incluso que es esa justamente larazón de la gran importancia de la his- finitizactón del universo planteó unos problemas demasiado profun-
toria de las ciencias, deÍpensamiento científico, parula historia general. [...] dos y unas soluciones con demasiado aicance, que abarcaban los
Y también por eso es tan apasionante y al mismo tiempo tan instructiva; campos de la filosofía e incluso la teología, para «permirir un progre-
nos revela ai espíritu humano en lo que tiene de más elevado, en su perse-
so sin impedimentos>> 10.
cución incesante, siempre insatisfecha y siempre renovada de un obietivo
Pero, en cualquier caso, está claro que Koyré cree en un pro-
que siempre se le escapa: 1a búsqueda de la verdad, itinetarium mentis in ue-
greso <<hacia la verdad, y por tanro ¿no significa eso .,acumulativo»,
iirrrr*. ihoru bien, este itinerarium no se da anticipadamente y el espíritu
Do avatTz en línea recta. El camino haciala verdad está 1leno de obstáculos áún a pesar de la pluralidad de <<caminos>> por Ios que parece avan-
y sembrado de errores, y los fracasos son en é1 más frecuentes que los éxitos' zat?4r. Y eso es un elemento, también positivista, que Koyré tiene
hr^.u.or, además, un reveladores e instructivos a veces como los éxitos. Por en común con los historiadores anteriores y le separa de los poste-
ello nos equivocaríamos a1 olvidar el estudio de los errores: através de ellos riores o, más en concreto, de Kuhn. Por tanto, cabe al menos po-
progresa el espíritu haciala verdad. El itinerarium mentis in ueritatern no es un ner en cuestión la exactitud de las afirmaciones de Kuhn, reprodu-
.u*"ino .".,o. Du vueltas y rodeos, se mete en calleiones sin salida, vuelve cidas más arriba, en su mirada retrospectiva alahoru de introducir
atrás, y ni siquiera es un camino, sino varios. El del matemático no es
el del
proseguir todos sus innovadoras ideas. Parece que, incluso el propio Kuhn proyec-
biólogo, ni siquiera el del físico [...] Por eso necesitamos
concreta, es decir, en su sepáfáción histórica- ta algo en su reconstrucción histórica de la <,revolución historiográ-
estos caminos en su realidad
fica» y del surgimiento, a partir de ésta, de una nueva imagen de la
mente dada y resignarnos a escribir historias de las ciencias antes de poder es-
cribir 1a histária ¿le la cienciaen la que vendrán a fundirse como los afluentes ciencia. En mi opinión no se trata de que se haya producido una
de un río se funden en éste. ruptura en la historiografía de la ciencia. Creo que la historiografía
l8' de Kuhn no hace sino desarrollar consecuentemente los elementos
¿Se escribirá algtna vez? Eso sólo lo sabrá el futuro
centrales de la concepción de Koyré que hemos expuesto más arri-
El último tema de <<1a>> ciencia o historia de <<las,> cien- ba. Lo que sí es indudable es que este desarrollo de la historiogra-
por-historiaque, como se ha visto por los textos de
cias- apuntado Koyré fía provocó, o está en la base de, una revolución en la «filosofía de
Tannery es un viejo tema, no es el que me interesa aquí. Me interesa la ciencia>>.
más bién el modeío de progreso científico que Koyré está afirmando Hoy puede resultar difícil, y posiblemente cadavez lo sea más, no
y dando por sentado. Y parece que, de nuevo, nos enconfamos con ver como contradictorias la afirmación de Koyré de la existencia de
ia dificuúad que apuntátamos más arriba respect<¡ a la <,moderni- verdaderas <,revoluciones» científicas y su afirmación del progreso
dad» de Tannery. científico entendido como progreso hacia la verdad. Pero eso, hoy
Es cierto que Koyré insiste una y otra vez el ia no <<linealidad» aparentemente tan inmediato y tan sencillo, ha requerido una pro-
del uprogreso, científico, del <,camino hacia la verdad', insiste en los funda ransformación en la filosofía de la ciencia. Para Koyré y sus
<<retfocesos>>, e incluso vías sin salida en este itinerariurn. colegas, anteriores ala década de los sesenta, simplemente no existía
"u..rirlulár
Eso, desde luego, constituye una negación de características impor- tal conradicción. La idea de progreso de Koyré puede entenderse, a
tantes de la idia de progreso positivista. Por ejemplo, el presupuesto pesar de las <.revoluciones>>, como la de Popper, es decir como au-
de que el progreso áe lá hlstoria áela ciencia es una especie de de- mento de <<verosimilitudr>. Y eso es uno de los elementos fundamen-
dr..iO., lOiica contada del revés. Koyré no va más alla en su refle-
xión teóricá al respecto. Es en sus Íabajos de historiador de la cien- ao Koyré 1979,pp.23.
cia donde se nos indica claramente el sentido de estas afirmaciones' al Tal como yo lo entiendo podemos decir que en Koyré el progreso científico no
En la realidad, la teoría de Tycho Brahe vino después de la de Co- cs «linea[>>, pero sí <<acumulativo». No sabemos cómo se produce este progreso porque

pérníco y no antes como.,lógicamente» debió haber venido'e' La in- Koyré no nos lo explica. ¿Se acumulan ahora no ya <<hechos» como en la concepción
tradicional, sino <(estructuras>>, <(marcos mentales>>? Eso no parece tener mucho sentido.
Pero no lo tiene desde la obra de Kuhn. Dudo que en Koyré, a pesar de su interés por
18 Koyré 1977, pp. )85')86 I-cvy-Bruhl, quepa la pregunta ¿cómo identificamos LA verdad, es decir, cómo nos si-
re Koyré 1977,p.8J. ruamos FUERA de los «marcos mentales>> históricamente dados?
22 Antonio Bebrán Introducción 2)

tales que separa la concepción de Koyré de la nueva de la


ciencia a que alude Kuhn. Decíamos más arriba que Duhem tuvo seguidores como A. Mieli
Un texto de éste último ilustrará perfectamente esta diferencia' y P. Brunet. Pero no fueron los únicos. Su obra, especialmente su in-
terés y revalorización de la ciencia de la Edad Media, tendría gran-
Ya es hora de hacer notar que hasta las páginas finales de este ensayo, no se des continuadores, tanto en EE UU como en Europa, por ejemplo
ha incluido el término 'verdad' sino en una cita de Francis Bacon [...] E1 pro- E. Moody, M. Clagett, A. C. Crombie o §7. A. §ilallace. Se constituirá
ceso de desarrollo descrito en este ensayo ha sido un proceso de evolución así un movimiento historiogtáfico denominado «continuista>> que, no
desdelos comienzos primitivos, un proceso cuyas erapas sucesivas se caracte- sólo reivindica el valor de las aportaciones científicas de la Edád Me-
úzan por una compresión cada vez más detallada y refinada de la naturaleza. dia y reconsidera ei tema de los orígenes de la ciencia moderna, sino
Pero nada de lo que hemos dicho o de 1o que digamos hará que sea un pro- que al hacerlo viene a diluir la Revolución Científica como tal. Se ini-
ceso de evolución bacia algo.Inevitablemente, esa laguna habrá molestado a
ciaba así una de las grandes polémicas de la historiografía de la cien-
muchos lectores. Todos estamos profundamente acostumbrados a considerar
la ciencia como la empresa que se acerca cada vez más a alguna meta esta- cia de nuestro siglo.
blecida de antemano por la natualeza42. Pero si la Edad Media tuvo sus estudiosos, tampoco le faltaron al
Renacimiento. El pensamiento mágico-naturalista, el hermetismo, y
En estas páginas, Kuhn proponía la sustitución, en nuestra con- sus relaciones con el nacimiento de la ciencia moderna han sido ob-
cepción del desarrollo de la ciencia, de «1a-evoiución-hacia-lo-que-de- jeto de estudio por parte de un importante grupo de historiadores
seamos-conocer>> por «1a-evolución-a-partir-de-lo-que-conocemos>>41' que nos han dado tabajos hoy clásicos que han abierto nuevos cam-
Es decir, Kuhn en ningún momento niega que haya progreso científi- pos de investigación. Entre ellos cabe mencionar a F. A. yates,
co. Pero hay que confesar que, tras los capítulos anteriores de La es' P. Rossi, D. P. §üalker, P. M. Rattansi, Allen C. Debus y, en cualquier
tructard de las reaoluciones científicas, no resulta nada fácll aceptar, sin caso, el libro de Marie Boas Hall sobre el Renacimiento científico.
más, que el progreso sea <<un acompañante universal de las revolucio- El famoso trabajo de R. K. Merton sobre la ciencia en la Inglate-
nes científicas>> 44. rra del siglo xvrr puede considerarse un rabajo fundacional de otra
Este último concepto, el de <<revolución científica>> es, en última de las grandes remáticas de la histori ografía de la ciencia de este si-
instancia, el que aglutina el conjunto de problemas que explican tán- glo: <,internalismo» y <<externalismo>>. Una polémica hoy renovada
to las semejanzas como las distancias enffe las afirmaciones de Koyré gracias a los modernos sociólogos de la ciencia.
y las de Kuhn. No es casual que sea el objeto cenral de la <,nueva fi- Parece claro que el estudio de la Revolución Científica del siglo
losofía de la ciencia>> y gue, alavez,la historiografía dela ciencia de xvrr ha sido el centro de las grandes polémicas de la historio grafía de
este siglo, en especial desde Koyré, haya tenido como cenro de inte- la ciencia de este siglo, que, a través de éstas, la historiografía áela
rés y campo de batalla de sus polémicas la Revolución Científica de ciencia se ha consolidado como disciplina. Pasaremos ahoru al análi-
los siglos xvl y xvII. sis de estas polémicas.

a2Kuhn 197 l, pp. 262-2$.


ar Este es un buen momento para justificar nuestrás cursivas en la n l5 En este
texto Kuhn comenta la «revolución historiográfica», y nos dice que algunos historia-
dores, bien representados por Koyré, empiezan a hacer pregunt2lsy att^z^r líneas de
desarrollo que no tienen nada de acumulativos. Pero dice que 1o hacen.,a menudo
sin darse cuenta de que lo están haciendo así>. ¿Es que la historiografía, a diferencia
de la ciencia. sí tiene una meta dada de antemano, una dirección que incluía ya en-
tonces la contradicción entre revolución y progreso hacia la verdad?
4 lbid., p.256. Aunque en el texto de Kuhn esta afirmación está entre interro-
gantes, lo que se pregunta es la causa de que esto suceda, no si sucede, lo cual se da
por sentado.
1. EL DESCUBRIMIENTO DE LA CIENCIA MEDIEVAL:
EL CONTiNUISMO

El desprecio de las ciencias humanas era uno de los principales


carácteres del cristianismo... Hasta la hz de los conocimientos
naturales le era odiosa y sospechosa, pues 1os conocimientos son
muy peligrosos para el éxito de los milagros, y no hay religión
que no fuerce a sus secuaces a engullir algunos absurdos físicos.
Así el triunfo del cristianismo fue la señal de la total decadencia,
tanto de las ciencias como de la filosofía.

Unos monies que tan pronto inventaban antiguos milagros


como los fabricaban nuevos y nurrían de fábulas y de prodigios
la ignorante estupidez del pueblo, al que engañaban para despo-
jarle; unos doctores que empleaban la sutileza de su imagina-
ción para enriquecer su fama con algún absurdo nuevo y para
ampliar, de a1gún modo, los que les habían sido tansmitidos;
unos sacerdotes que obligaban a los príncipes a entregar a las
llamas a los enemigos de su culto y a los hombres que se are-
vían a dudar de uno sólo de sus dogmas, a sospechar de sus im-
posturas o a indignarse con sus crímenes, y a los que por un
momento se apartaban de una ciega obediencia; ... Estos son, en
aquella época, los únicos rasgos que la parte occidental de Eu-
ropa proporciona al cuadro de la especie humana.

Este mismo método


-el de la escolástica- no podía menos que
retrasar en las escuelas el progreso de 1as ciencias naturales. Al-
gunas investigaciones anatómicas; algunos oscuros trabajos sobre
química, empleados únicamente para buscar la gran obra, algu-
nos estudios sobre la geomería, sobre el á1gebra, que no alcanza-
ron a saber todo lo que los árabes habían descubierto, ni a en-
tender las obras de los antiguos; unas observaciones, en fin,
algunos cálculos astonómicos que se limitaban a elaborar, a per-
feccionar unas tablas, y que se veían desvirtuados por una mez-
cla de astrología; éste es el cuadro que tales ciencias presenran.

CoN»oRcpr (1794), Bosquejo de un cuadro bistórico de


los progresos drl espíritu buuano, Madrid, Ed. Nacional,
1980, pp. t4t,150-t5L y t60.

EL CONCEPTO DE REVOLUCIÓN

Si atendemos a la historiografía de la ciencia de este siglo y especial-


mente desde los años 20, no podrá escapar a nuesta atención el he-
26
Antonio Beltrán l.l tlascubrimiento de la ciencia medieual: el continuismo 27

cho de que muchas de las obras más importantes se centran en la Re- En la segunda mirad del siglo xvrr la mayor parte de estos fenó_
volución Científica del siglo xvII -en adelante nc. Si la historiografía ilrcnos ya no son posibles. La naturalez^ está regida por leyes des_
moderna de la ciencia nace y se desarrolla por oposición a la imagen :il)ropomorfizadas, su comportamiento es mecánico. Las <<virtudes
del progreso científico como una sucesión acumulativa de éxitos, ,,t'ultas>> y las formas espirituales han desaparecido y el universo
,fi.-r.áo, por el contr a,o, la existencia de rupturas en el proceso, ;r.túa con una precisión sólo captable matemáticamente. IJna esme-
es natural q;e se dedicara en gran pafte historiar períodos de dis- r,rlcla es, para Hooke, una <<piedra figurada>> más, precisamente de
^
continuidaá del pensamiento científico. Y la nc es, en este sentido, el ,r,¡uellas «propiamente naturales» cuya forma es «muy fácil explicar
mayor y más claro exPonente' nrecánicamente)>2 y que, en sus movimienios, sin duda sigue las
Efáctivamente, ei periodo comprendido en*e la primera mitad nrismas leyes que cualquier otro grave que, desde Galileo, se han
del siglo xu y la segunda del xvu es uno de esos períodos fascinantes rtlo precisando cada vez más.
.n loJ qr.,. .i d.rr.ri. histórico se alrera. Se dan profundas ffasforma- . Pero, ¿cómo se dió este cambio? ¿Qué sucedió para que se
ciones án todo, los ámbitos: político, social, religioso, intelectual, que ,licra una revolución tan radical en la concepción de li natuialezu,
hacia el primer tercio del siglo xvri dan como resultado un cambio ,lcl hombre, y de sus relaciones? Un fenómeno de esta envergadura
radical lu. ..".n.ias básicas, una nueva actitud mental que se plas- ( s siempre complejo. Pero, en el caso que nos ocupa
no hay duda
".,
mará en grandes restructuraciones teóricas, nuevos problemas que ,le que el elemento, o más bien el conjunto de elementos esen-
exigirán .ir, ,rr"rro tipo de respuestas. Una serie de cambios, en defi- , i¿l de este cambio es lo que llamamos hoy Revolución científica
nitla, qre a la larga conformarán un nuevo «sentido común>>, una ,lcl xvr.
otev a u-, e lt a n s c b a uun g. Ahora bien, utilizar esta expresión, asumir este concepto, impli-
Nada más fácil, én principio, que la constatación de ese tout dbs- r'rr enfrentarse a una larga serie de problemas historiográficos y me-
prit el de principios de1 siglo xvr y el de la segunda mitad del siglo t.clológicos de enorme interés: problemas de periodizaclOn iEdad
,ur, .,-rrrrdlo, diferentes». El hombre y la naturaleza -incluso Media - Renacimiento - Modernidad); de relaciones o demarcación
".r.,
Dios- así como sus relaciones, no son los mismos' En el siglo xvt, .rtre _distintas disciplinas (ciencia - filosofía - teología) y sus respec-
en virtud de las relaciones de los signos invisibles de las cosas, de la livas historias: la posibilidad o necesidad de una historia más <.sin-
red oculta de analogías y semeianzas, la naturaleza, -o mhcrocosftsos retica)>, más global, etc. Piénsese especialmente en la cantidad de
de la que el hombré o miÜocosmo.s es fiel reflejo en cada una de sus ¡,r.blemas, tanto historiográficos como filosóficos, suscitados por el
partes-- infinitamente rica, podía producir los más sorprendentes Iibro de T.S. Kuhn La estructura de las reuoluciones científicas.
.f..ro., effectus mirandi, y los más notables <<monsffuos» como el pez- La expresión «Revolución Científica» puede considerarse defi_
con cara de obispo, o el animal llamado Huspalirn que no vive más que nitivamente arcaigada, en Ia historiogra{ía moderna, a paftk de 1954
del viento r. Las fuerzas y virtudes ocultas podían manifestarse en ('n que A. R. Hall la utiliza como rítulo de su libro The scíentific Reuo-
las más distintas formas. Así, la esmeralda, según Paracelso y otros lution, 7500-1800. The Formation of Modern Scientifíc Auitude. pero es
autores renacentistas, es una piedra que beneficia los oios y la memo- ¡rrecisamente a partir de entonces cuando se intensifican las polémi-
ria, protege la castidad y, si ésta es violada por quien lleva la piedra, cas y disensiones que la hacen objeto cental de estudio, discusiones
,u,,,Üié., áta última sufie daño. Se afirma, en estos momentos, que el tlue llegan hasta hoy.
imán saca ala adultera de su cama; que las plantas saturnianas curan Ya en 1957, en un congreso de historiadores de la ciencia, Gior-
la oreja derecha y las marcianas la izquierda. En virtud de las influen- gio de santillana planteaba a sus colegas, refiriéndose al nacimiento
cias aátral"s un Lrombre podía vivir atormentado por su astro como le ,lc la ciencia moderna en el siglo xvII, <<Una revolución, seguramente.
sucede a Ficino con Saturno. [)ero, ¿qué significa eso?>>. Y justo treinta años más tarde, en 19g7,

1 Puede verse un dibu;o de tan notables animales en Ambroise Paré. Monsttuos y


2 Así lo afirma Robert Hooke. Véase R. \X/aller (comp.)
prodigios(1575), Madrid, Ediciones Siruela, 1987, pp'94y 123 respectivamente' 1705, p. 2g0
28 Antonio Beltlán El descubrimiento de la ciencia medietal el continuismo 29

Hooykaas, refiriéndose a la misma cuestión, preguntaba «¿Hubo mente hasta conquistar totalmente el campo semántico del término
algo así como una revolución científica?»>r. Y en efecto, cada uno a paftír de ll89a.
dJ lo, términos de la expresión nos puede remitir a una serie de Sea como fuere, el hecho es que a principios de siglo, en nuestra
problemas que han ocupado gran parte de la historigrafía de la disciplina, se introdujo una visión muy distinta del nacimiento de la
ciencia de eite siglo. Por lo pronto, el término <<revolución» se opo- nueva ciencia y de las aportaciones del siglo xvn.
ne al de .,evol,rciónrr. Con ello Hall se sitúa en una perspectiva his-
".orno que considera
toriográfica el cambio de cosmovisión a que aludía-
pioducto de una <<ruptura>>, y no como resultado de un
-o,
proceso lineal de cambio, es decir, como una <treforma'>' Aquí tene- II. TESIS CONTINUISTAS. EL RENACIMIENTO COMO VICTIMA
rno, yu, como decíamos, el primer gran debate de la historiografía
de nuestro siglo: si la imagen de la naturaleza y del hombre- que Puede afirmarse que las tesis denominadas «continuistas)> nacen, en
aparecen en el siglo xvII, si la nueva ciencia, son el resultado de un el terreno de la historiografia de la ciencia, con Pierre Duhem. Pero
pio..ro u.r*rlutirro, o bien si se introduce, en efecto, mediante la obra de Duhem puede y debe incluirse dentro de un movimiento
sn <<coapuro>, una mutación teórica. historiográfico más amplio que tanto en la historia general, como en
Pero, cabe recordar aquí que, por más que éste haya sido un la de las distintas disciplinas surge a principios de siglo. Se trata de
tema central en la moderna historiografía, y que el <trupturismo» un movimiento que \ü7. K. Fergusons caracterizó como la .,revuelta
señale el nacimiento de la historiografía moderna o actual, no es de cle los medievalistasr. Estos, en efecto, reaccionan conffa la imagen
ningún modo una innovación de este siglo. Por el conÚario, las te- clel Renacimiento, trazada por Jacob Burckhardt hacia mediados del
sis iupturistas, obviamente con ciertas diferencias, han sido domi- xlx en su La Cuhura del Renacimiento en ltalia, cómo un periodo con
nantes desde el siglo xvn por 1o menos. Como es sabido, el Renaci- cntidad propia, innovador y netamente diferenciado del Medievo.
miento se barrtizó a sí mismo para destacar la discontinuidad, su Un periodo con una nueva concepción política en la que surge un
ruptura con la Edad Media. Por otra parte, aunque modernamente, rruevo hombre, con una nueva conciencia de sí mismo, que se desa-
se aluda frecuentemente al sentido del término «revolución, en la rrolla en el «individualismo>>, con un nuevo interés por el mundo ex-
historia política y social, estableciendo a partir de ahí analogías con terior; un hombre irreligioso e inmoral. Todo eso, bajo la influencia
1a historia de la ciencia, lo cierto es que, históricamente, el présta- de ia recuperación y renacimiento de la Antigüedad, serían caracte-
mo se dio en sentido inverso. La historiogrufía política y social to- r'ísticas definitorias del Renacimíento como periodo histórico.
mó el término del campo de la astronomía y la astrología -pense- Es difícil exagerar la importancia dela obra de Burckhardt. Fue
mos, por ejemplo, en ef título de la gran obra de Copérnico Sobre la suficientemente sugestiva como para alimentar las directrices histo-
reuoilición'de las esferas celestes- y designaba, en principio, un fenó- riográficas sobre el Renacimiento hasta finales de siglo. Pero, si prefe-
meno cíclico y continuo. Pero no deja de ser cierto que el sentido limos medir la importancia de una obra por la oposición que des-
moderno que damos al término se debe, en gran p^rte, a las-modi- pierta, la de Burckhardt, en nuestro siglo, es sin duda máxima. Hacia
ficaciones que sufrió su uso tras acontecimientos como la Gloriosa 1910 se inició una reacción que desde distintos campos, y con diver-
Revolucióringlesa de 1688 y la Revolución francesa de 1789' En- sas motivaciones, iba a criticar ia tesis burckhardtiana, reivindicando
tre ambas, y iu.rto en la historiogtafía política como aplicado al ¡',arala Edad Media toda una serie de prioridades cronológicas y teó-
campo científico, el termino <<revolución» se usa tanto en su senti- licas. En las ffes décadas siguientes, estas revisiones críticas no ha-
do primitivo como en el de <<ruptura de continuidad»' Pero, como
{ Para el desarrollo de este tema véase el arrículo de I. B. Cohen 1976, pp.257-
digá, es este último el sentido que irá imponiéndose progresiva-
288; así como I. B. Cohen 1989,4 y 5.
t rü7. K. Ferguson 1969 (orig. 1948), cap. xr.
r R. Hooykaas. «The Rise of Modern Science:
Iwhen and \/hy», The British Jour- ¿'Jacob Burkhardt 1985. Y st Geschishte der Renaissance in ltalien, de 1867 que
nal for t he Il is tory of Science, v ol 20, 4 ( 1 987), pp. 45 )'41 5. complementa la anterior.
l0 Antofiio Bebrárl l.l descubrirniento de la ciencia medieual: el continuisrno )t

rían sino aumentar de manera tan profusa que convertirían Ia cues- n<r ha creado nada realmente nuevo, sino que además ha perdido
tión en un reto para cualquier mente analíticat. rrrucho y bueno de lo antiguo. Vale la pena citarlo:
§7. K. Ferguson, en su estudio historiográfico citado, establece
una triple división de las tesis más importantes que, por lo demás, no L,r diferencia entre el Renacimiento y el Medievo no es una diferencia por
se excluyen mutuamente sino que, al contrario, en muchos casos se 'trma sino por susracción. El Renacimiento, tal como nos lo han descrito,
rr,r fue el Medievo más el hombre, sino e1 Medievo menos Dios; y la tage-
entecruzan e incluso implican.
,lirr es que perdiendo a Dios, el Renacimiento perdía también al hombree.
Por una parte, agrupa a los historiadores que retrotraen los ras-
gos señalados por Burckhardt como característicos del Renacimiento,
Maritain, por su parte, si bien acepta hasta cierto punto la inter-
así como sus orígenes, a algún momento de la Edad Media' Por
¡rrctación burkhardtiana del Renacimiento, hace de éste una valora-
ejemplo, CH. H. Haskins y F.F. \)7alsh que sitúan los orígenes del
r ion totalmente negativa. Lo ve como la fuente de todos los males
Renacimiento en el siglo xu y XIII respectivamente; F. von Bezold y
,lel mundo moderno cuya cultura olvida lo sacro y se vuelve hacia el
F. Schneider que afirman la continuidad de la tadición clásica en el
lr,rmbre. Por 1o menos, en el caso de las valoraciones explícitas, uno
Medievo; J. Maritain, E. Gilson y D. Knowles que descubren en la
t,rbe a que atenerse.
Edad Media un <<humanismo>> continuador del espíritu clásico y anti-
Decíamos que las resis continuistas en la historiografía de la cien-
cipador del renacentista. También hay en este grupo autores clara- , i,r deben ubicarse en este contexto. No obstante, aún manteniendo
mente nacionalistas, como E. Pamas, para quien el humanismo es una
,rra clara relación con los de la historiografía de este período en ge-
creación de la Francia medieval.
rrt'ral, en este campo se plantean una serie de problemas específicos
Por otra parte, estarían los autores que hallan en el Renacimiento (
lue debemos abordar.
características claramente medievales. Entre ellos, L' von Pastor y
Como ya mencionábamos anteriormente, con los humanistas del
Ch. Dejob, que destacan la religiosidad de la Weltangscbauungrertacefl-
tüTalser que la caracterizan como construida lienacimiento se desarrolla una clara conciencia de iniciar una <<nue-
tista, y A. von Martin y E.
r',r edad,>, que es aceptada y claramente destacada por Ia historiogra-
sobre bases medievales, estableciendo una clara continuidad entre am-
lr;r hasta mediados del siglo xrx. El gran mérito de Burckhardt con-
bas, tesis éstas que hallan su versión más extrema en G' Toffanin.
\iste en crear el Renacimiento como un período histórico, dando una
Por último, un posible tercer grupo de historiadores sería el de
unagen global de éste. Pero una de las lagunas más importantes que
los que, no hallando características diferenciadoras suficientes, fusio-
rt nía su monumental obra era la escasa atención, incluso desinterés,
nan ambas épocas en un solo proceso o, en el mejor de los casos, ven ( ()n que trataba la filosofía, la ciencia y, en general, el pensamiento
en el Renacimiento la decadencia de la Edad Media, su <<otoño>>, tr'orico del Renacimiento. El mismo Burckhardt al aludir a las cien-
como lo llamó J. }iluizinga, cuya tesis comparte R. Stadelmann. , irrs naturales en la Italia renacentista nos dice claramente:
J. Nordstróm y J. Boulanger ven en la Francia medievai la cuna del
Renacimiento europeo, al que Italia no habría hecho ningufia aPorta-
l'or lo que concierne a la contribución de los italianos a las ciencias natura-
ción ímportante. Y tan contentos. Pero aún hay más' PataF. Picavet l, s, hemos de remitir al lector a las obras especiales, de las cuales nos es co-
resulta claro que la filosofía medieval no muere hasta el siglo xvuS. r r, rcido únicamente el contradictorio y superficial estudio de Libri 10.
No menos radical es E. Gilson, para quien el Renacimiento no sólo
" E. Gilson. <<Humanisme médiéval et Renaissance»>, en Les idées et les lettres,Pa-
7 La primera edición del libro en 1860 no fue precisamente un éxito editorial, t s. 1932, p. 792. Citado en Ferguson 1969, p. fi4.
r0 Burckhardt 1985, vol. l, p.272. Se refiere aLlbú, His¡oire
como tampoco la segunda de 1868. Posteriormente ya se vendieron más eiemplares. des Sciences Matbéma-
Pero fue, precisamente, en esas <<tres décadas» que mencionamos cuando la tirada de tt,/rcs efi ltalie,4 vols., París, 1818. Eso no obstaba en absoluto para que Burckhardt
las ediciones y las traducciones áumentaron enormemente. Véase Burkhardt 1985. ,litra por sentada la ruptura y diferencia cualitativa de la ciencia renacentista respec-
Prólogo de J. Bofill y Ferro, p. Ix. r,r tle la Edad Media. Aclara que la contoversia sobre la prioridad no le ínteresa en
¿ Si hobiera vivido aquí, apenas ayer, se habría dado cuenta de que había sido ,rl,soluto. Es obvio que en todo país culto surgen hombres que gracias a sus dotes na-
excesivamente pesimista. rrr,rles <,sean capaces de contribuir a los progresos más sorprendentes; hombres de
)2 Antonio Beltnín I l ltscubúmiento de la ciencia medieual; el continuismo )3

Por ota parte,l^ tesis dominante en el campo de la historiografía Como es sabido, ya en su obra La théorie physique: son objet, sa
de la ciencia era la que ubicaba la ruptura, la innovación, en definiti- \tructure, Duhem había desarrollado su concepción ficcionalistalr.
va, el nacimiento de la ciencia moderna, a principios del sigio xvrr. I'ero aquí nos interesa únicamente en cuanto que la utilizay aplica
Así pues, para los historiadores de la ciencia continuistas, el Rena- ( 11 su ffabal'o históriográfico. Hoy sus emores, en este sentido, son
cimiento burckhardtiano no representaba un obstáculo, sino que in- .unpliamente reconocidos. Para empezar, la «teoría físicar> no puede
cluso favorecía sus tesis. No tuvieron más que construir un puente r,lcntificarse con la <(asffonomía>>, como hace Duheml4. Por 1o de-
sobre la laguna que Burckhardt había deiado, puesto que la continui- rnris, no se trata de que la astronomía matemática y la cosmología
dad que se esforzaban en mostrar se establecía entre la Edad Media ',t'rrn dos modos distintos e <<insffumentalismo» o «fic-
y el siglo xvII. Para Duhem, iniciador de la tesis, apenas hay un soio , ionalismo>>- de entender-<<realismo>>
las teorías. Por el contrario, eran dos dis-
logro del siglo xvtI, en el campo de la física, que no se halle anticipa- , ilrlinas distintas, dos modos distintos de enfrentarse a la naturaleze.,
do, de manera más o menos importante, por algún <<precursor>> me- ( ()n sus propios criterios. Pero, además, ni siquiera puede aceptarse
dievai, especialmente del París occamista de finales del siglo xnr y l:r proyección que Duhem hace de su ficcionalismo a la asffonomía
del siglo xw. lrrrsta el siglo xvtt. De hecho, por más que después de Aristóteles los
.rstrónomos se inclinaran, a su pesar, por la predicción sin poder
Si tuviera que fijar la fecha de nacimiento de la ciencia moderna, escoge-
,,lrecer, alavez, una <<explicación» y correlato con la realidad que re-
ría sin dudar el ano 1277, cuando el obispo de París proclamó solemne-
'.,¡ltaran satisfactoriosl5, lo cierto es que nunca renunciaron a conse-
mente que pueden existir muchos mundos y que el conjunto de las esfe-
ras celestiales podría sin contradicción, ser movido en una línea rectall lirrir la unificación de la cosmología y la astronomía y nunca dejan de
a los argumentos físicos en apoyo de sus tesis 16.
Según Duhem, autores como Leonardo o Galileo no serían si- 'rcudir
Pero Duhem no se limita a arribuir a la Edad Media anticipacio-
no meros continuadores, por más que importantes, de la obra ini- rrcs y precursores en el terreno metodológico. También desciende al
ciada entonces en el París del obispo Tempier. En su conocida t('rreno concreto de la física. Hay un texto muy revelador en este
ol¡ra Sozein ta fainomena. Essai sur la notion de théorie pbysique de Pla- scntido que, además de sintetizar tesis que podemos encontrar aquí y
ton a Galilée, Duhem formulaba claramente las razones de su afir- ,rll¿i en los escritos de Duhem, tiene la ventaja de poner de manifiesto
mación anterior. Tras afirmar que los científicos del siglo xx han te- , l carácter apologético de la campaña duhemiana en defensa de la
nido que abandonar ilusiones que pasaban por certezas, continúa: Ldad Media y contra la imagen del Renacimiento de Burckhardt. Se
[...] hoy se ven forzados a reconocer y confesar que la lógica estaba de par- trata de anac rta de 1911que Duhem dirige al padre Bulliot, donde
te de Osiander, de Bellarmino y de Urbano vIII, y no de parte de Kepler y
Galileo; que los primeros habían comprendido el alcance exacto del méto-
Lr <,Una teoría física no es una explicación, sino un sistema de proposiciones ma-
do experimental y que a este respecto, los segundos se habían equivocado.
r('rnáticas deducidas de un pequeño número de principios que tiene como objetivo
fI-a conclusión y el libro de Duhem acaban así:] r(l)resentar tan simple, completa y exactamente como sea posible un conjunto de le-
A pesar de Kepler y Galileo, hoy creemos, con Osiander y Bellarmino, rts experimentales>>. La teoría verdadera o falsa, según Duhem, es la que repfesentd,
que lai hipótesis de 1a física no son más que artificios matemáticos desti- ,lc modo adecuado o no, un coniunto de leyes experimentales (Duhem 1989, p.24).
nados a saluar losfenómenos.l2 lcrtrsla en el original]. la Duhem 1990, pp. 1y 2. Véase al respecto el artículo de Peter K. Machamer
.,liictionalism and realism in 16th century astronomy» en rX/estman (comp.) 1975, pp.
este tipo fueron Gerbert de Reims y Roger Bacon... Ahora bien es cosa muy distinta \16-)51.
[añade] que todo un pueblo haga, antes que los demás pueblos, patrimonio suyo pre- lt Hanson 1978, pp. 102-104; 136-88;144.
ferente la observación e investigación de la Naturaleza, y que en aquel país, por con- 16 Feyerabend <<Realism and Instrumentalism. Comments
on rhe logic of factual
siguiente, no envuelvan al descubridor la amenaza y el silencio, sino que, por el con- support>> (1964), hoy en Feyerabend 1981, vol. t, pp. 176-202; B. Nelson, «Los co-
trário, pueda contar con la acoglda de espíritus afines. Que así ocurriera en Italia, nricnzos de la moderna revolución científica y filosófica: ficcionalismo, probabilismo,
parece indudable>>. I b id. lideísmo y'profetismo" católico», en Hanson, Nelson, Feyerabend, 1976, pp. fi97.
11 Duhem 1906-ú, vol. rr, p. 412. l)'.reden encontrarse un examen de la cuestión y muchas otras referencias en A. Elena
12 Duhem 1990, pp.136y 140. I 985.
11 Antonio Beltnín El descubriniento de la ciencia medieaal: el continuismo )5

entre otras muchas cosas alude a la presencía de \a teología en la significar la inversión de la tesis historiográfica radicional, y constitu-
ciencia griega. Era, claro está, una filosofía p^garra que, con su divini- ye el reverso ideológico de las tesis de Condorcet que dan entrada
^
zación de los asffos y cielos y su atribución a éstos de un movirniento cste capítulo.
perfecto, inffodujo postulados que, si bien fueron provisionalmente Pero, de hecho, Duhem no fue el único en aquellos momentos
útiles, muy pronto se convirtieron en estorbos para la física. En este que valoró tan negativamente el Renacimiento. El citado G. Sarton,
e n un artículo de 1929, hace una valoración igualmente negativa:
punto el texto continua así:

Ahora bien, ¿quién ha roto estas cadenas? El cristianismo. ¿Quién ha soste- l)esde el punto de vista de 1a ciencia, el Renacimiento no fue un renaci-
nido, en pleüsiglo xlv, que los cielos no eran en modo alguno movidos por rniento... no fue tanto un renacer como una pausa o la mitad del camino
inteligencias divinas o angélicas, sino en virtud de un impulso indestructible , ntre dos renaceres ... Desde un punto de vista filosófico así como desde

.o.rf.rido por Dios en el momento de la Creación, exactamente lgual que se un punto de vista científico éste
-el Renacimiento-
lc un retroceso. Comparado con la Escolástica
fue indudablemen-
mueve la Lola\a¡zada por un jugador? Un maestro en artes de París: Juan medieval, tediosa pero honesta,
Buridan. ¿Quién, e¡ l)77, declaró que el movimiento de la Tierra era más l,r filosofía característica de aquella edad, que es el neoplatonismo florentino,
simple y iatisfactorio para el espíritu que el movimiento diurno del firma- Itre una mezcla superficial de ideas demasiado vagas para tener algún valor
,rr."to y quién ha refutado todas las objeciones formuladas contra aquel mo- lt ¿rl 19.
vimiento? offo maesrro parisiense: Nicolás Oresme. ¿Quién ha fundado la
dinámica, descubierto la ley de la caíáa de los graves, sentado las bases de Como es obvio, la perspectiva de Sarton no coincide en todos
una geología? La Escolástica parisina, en una época en la que 1a ortodoxia sr¡s presupuestos filosóficos con la de Duhem. Así, por ejemplo,
catóñca de la Sorbonne era proverbial en el mundo entero' ¿Qué papel han ( uando afkma que los renacentistas llevaron a cabo una cierta labor
jugado en la formación de la ciencia moderna 1os tan alabados espíritus li- (lcstructiva de algunos obstáculos, pero que, en el campo teórico, no
t*. d.l Renacimiento? En su supersticiosa y rutinaria admiración por la an- ( ()nstruyeron nada en su lugar.
tigüedad han ignorado y desdeñado todas las ideas fecundas de la Escolásti- Pero, se da aqui un hecho curioso. Veinte años más tarde, Sarton
.u- d"l ,ig1o ¡11,, rstomando las doctrinas menos sostenibles de 1a física ( scribía un artículo titulado «La busca de la verdad. Breve relato
platónica o peripatética. ¿En qué consistió, en las posftimerías del siglo xvr y del
comienzos del xvrr, ese gran movimiento intelectual que alumbró las teorías l)r'ofyeso científico durante el Renacimiento>>. Lo iniciaba con una
que desde entonces admitimos? En una pura y simple vuelta a 1as enseñan- r()ta a pie de página en la que recordaba que había escríto una po-
á, qr" en la Edad Media había ofrecido 1a Escolástíca de París, no siendo rr,'ncia <<La ciencia en el Renacimiento» la que pertenece el texto
Copérnico 1t Galileo más que los continuado,re.r y, por así decir, los discípulos rle ,¡,,e acabamos de citar- de Ia que decía: -a<<nunca la he vuelto a leer;
Nicolás d. O..t-" y Juan Buridan. Por 1o tanto, si esta ciencia de 1a que l)()r consiguiente, esta lección es independiente de aquel estudio»20.
estamos tan orgullosos ha podido ver la 1uz, es gracias a que la Iglesia Católi- Sin duda, de 1o contrario la contradícción sería flagrante. Aquí el Re-
ca ha sido su comadtona 17. lCursiva mía.] rr:rt'imiento apárece como enofmemente fecundo:

Como se ve, el texto no precisa comentario. Es la formulación ní- l rr cl campo de la ciencia las novedades fueron gigantescas, revolucionarias.
tida de las tesis continuistas en los más distintos ámbitos18, viene a
l .o cxplica por qué los timoratos se asustan de la ciencia. Su instinto es
.r, r'r't¿do: nada puede ser más revolucionario que el crecimiento de1 conoci-
17 Véase Héléne P. Duhem 1916 pp. 165'167. Citado por A Elena 198), p' 9
rri(lrto. Los científicos renacentistas no sólo introdujeron una <(nuev¿ cos-
18 Incluso el de la geología, lo cual ya resulta pasmoso. Las ideas ¿geológicas? de
I r, xto bíblico mucho más en serio que Buridan. Lo que tengan que ver las ideas de
Buridan están tan lejos de las de Stenon o Descartes como cerca de las de Alejandro
de Afro<.lisia ,ob.. equilibrio de la Tierra y los mares y el centro de gravedad de la ll,ritlan con la geología propiamente dicha, que se inicia hacia principios del siglo
"i
Tierra, que tienen poco, si algo, que ver con la geología. Puede verse al respecto Du-
... lrrry que inventarlo.
hem t9i;-lg5S, t. rx (1958). Pero además están no menos lejos de las ideas de los
|
'G. Sarton. «Science in Renaissance», en J.\X/. Thompson et al., The Ciuilisation in
<<teóricos de la Tierra,> ingleses como T Burnet, \X/.
ril/histon, Ray, etc, que, a la ho-
J.
t1 , lit ttdissdnce, Chicago, 1929, pp.76-79. Citado por Ferguson, 1969, pp. f j-fij.
'" Sarton 1968, p. 10j.
ra de formular sus <<teorías de la Tierra» a pesar de 1o dicho por Duhem, se tomaban
Antonio Beltl¿í/t
El descubrimiento de la ciencia mediexal: el continuismo 37
)6
ejemplo, tiende siempre a una cierfa infravaloración. En cuanto a
movisión», sino un nuevo sef. Con frecuencia las novedades fueron tan gfan-
las <<ciencias y artes ocultas>>, su interés rudica únicamente en su es-
des que no deberíamos hablar de Renacimiento, sino de un verdadero naci-
miento, de una cabal iniciación. trecha conexión con las <<ciencias experimentales>>. Aparec e ya aquí
El Renacimiento humanista fue una üasmutación de valores, Dn <<neu) la idea de los <<magos)> como primeros experimentadores, una idea
¿lealr,un nuevo barajar el mazo, aunque muchas de las barajas fueran vieias; que volveremos a encontrar en historiadoras como F. A. Yates. En
en cambio el Renacimiento científico fte rtn <rneu deal, en el cual muchas de cualquier caso, el único valor de estas <<artes operativas>> consiste
la cartas eran totalmente nuevas2r. [Cursiva en original ] precisamente en haber acumulado cimientos empíricos, es decir,
hechos, insrumentos y métodos que la auténtica ciencia podría
Lo cierto es que el libro (Sarton t965) oo presenta en absoluto la atllizar después. Como señala Vasoli:
historia de un cambio de cosmovisión tal como lo entendemos hoy y
metodológicamente no difiere en 1o más mínimo de sus obras ante- Y precisamente en este sentido, su investigación que, en principio, debía
riores. De*hecho, cuando hace sus consideraciones iniciales, estable- cstar dedicada únicamente a la historia de las <,artes y supersticiones ocul-
ce diferencias de este tenor entre los distintos siglos: el intento de tas)>, se ha tenido que ransformar también en el estudio de las <<ciencias
una presentación completa del siglo xIV abarca en so lntroduction to experimentales>>, subproducto inesperado de la superstición mágica. Estas
tbe History of Science, i t9Z peginus. <<Admitamos -dice- que el nú- ciencias, en su desarrollo histórico, se separan, no obstante, de su antigua
mero de á.o.rt..i-i.rrtos científicos se duplicó en el siglo xv y se tri- cnvoltura mágica a medida que van adquiriendo la dignidad y el estatuto
lacionales de só1idas actividades científicas. De modo que la <,verdad»
plicó en el xvlr, en este caso, calcula, una presentación más adecuada
r'ientífica aparece, para Thorndike, como el fruto de una gradual libera-
del Renacimiento le llevaría 8768 páginas22. Es obvio, pues, que no ción de los errores y de la lenta pero segura acumulación de métodos cada
nos encontramos ante una visión rupturista' sino en el más puro posi- vez más racionales24.
tivismo decimonónico y ante una curiosa contabilidad conceptual.
Teniendo en cuenta que el texto está escrito y pensado para las con- No resulta extraño que Thorndike comente una y offa vez lo
ferencias Patten de 1955, qtizás podamos suponer que los nuevos uparadójico>> del progreso científico de finales de la Edad Media y
vientos rupturistas que estaban soplando influyeron el estiio literario la creciente difusión, en estos mismos momentos, de creencias en
de Sarton. No creo que debamos ser muy severos por la fTagrante rodo tipo de .,fuerzas ocultasr> y de las más variadas <<supersticio-
contradicción entre afirmaciones separadas por leinta años. Pensán- rres>>. Para Thorndike, en definitiva, en el temeno científico, lo que
dolo bien, después de tres décadas ni uno ni el mundo son ios mis- insiste una y otra vez en demominar .,el llamado Renacimiento>> no
mos. Lo sorprendente es que mientras que las evaluaciones globales ..'s,a lo sumo, más que una continuación de la Edad Media.
son tan contadictorias, su modo de historiar es el mismo' Las tesis continuistas de estos grandes pioneros, especialmente
Otro gran representante de las tesis continuistas es Lynn Thorn- lrrs de Duhem, fueron posteriormente reformuladas y matizadas por
dike, de Jr"dición tan abrumadora y admirable como la de Duhem. sus continuadores que, en general, centraron su atención en los as-
Su obra más conocida es su monumental A history of Magtc and Expe-
l)e ctos y momentos del pensamiento medieval decisivos para
rimental Science5, que tuvo gran influencia.Ya en libros y artículos Ios inicios de las ciencia moderna. Después de todo, y a pesar de los
anteriores había heiho una valoración muy negativa de la obra e in- ,licho por Duhem, es obvio que en 1277 no surgió una nueva teoría
tereses retóricos y literarios de los humanistas para la ciencia, frente irstronómica, ni una nueva teoría física ni, en definitiva, una nueva
al rigor del ruzooamiento escolástico. Así también efi sv opus tftaius, ,.rsmología. En otras palabras, no nació 1o que suele llamarse la
do.rá. sigue la misma tónica, su estudio de los grandes personajes de .(nueva ciencia» o <(ciencia modernar>.
la ciencá renacentista, como Copérnico, Vesalio, Leonardo, por Los defensores del continuismo tuvieron que especificar, pues,
qué consistía la «anticipación» que habúa hecho el pensamiento
21 Sarton 1965,p.16y 1968, pp. 101-105.
22 Sarton 1965, p.8. 2{ Vasoli (comp.) 1976, véase la «Introducción>> del mismo, pp. 14-75
2r L. Thorndike 1921'1958.
)8 Antonio Beltrín El descubrimiento de la ciencia medieual: el continuismo )9

medieval de la «ciencia moderna,r. La postura de A. C. Crombie es, en cuantitativos. fMenciona el incremento de instrumentos de medida,la capa-
este sentido, ejemplar y no puede ser más clara. En el mismo comienzo cidad de aislar determinadas variables para su control, y continúal Sin em-
bargo, esto no representaba más que progresos realizados con procedimien-
de su estudio monográfico más importante, Robert Grosseteste and the
tos ya conocidos. La original y notable contribución del siglo xvrr fue asociar
origins ofexperimental Science 1100-1700, enuncia claramente su tesis:
la experiencia a la perfección de un nuevo tipo de matemáticas y a la nueva
La historia de la ciencia muestra que los cambios más notables son casi siem- libertad que se tenía para resolver 1os problemas físicos por medio de teo-
pre los producidos por nuevas concepciones del ffabajo científico. La tatea rías matemáticas, de las cuales las más asombrosas son las de la dinámica
q.re e*ig. auténtico genio es la revisión de las preguntas hechas, los tipos de moderna2s.
explicación buscados, los criterios para aceptar una u otra explicación [...] La
característica distintiva del método científico en el siglo xvIr, comparado con el De 1o cual se deduce que Galileo, que no disponía de un <<nuevo
de la antigüa Grecia, fue su concepción de cómo relacionar una teoría con los tipo de matemáticas» debió ser algo así como ¿un mero continuador
hechos observados que explicaba, el coniunto de procedimiento lógicos que genial?. Lo que resulta extraño, en realidad, es que esa <<revolución
comportaba para construif teorías y para someterlas a prueba experimental. La metodológica>>, que descubre Crombie en el siglo xrrr, no produjera,
ciencia moderna debe lamayoría de sus éxitos al uso de estos procedimientos no fuera seguida de una eclosión de descubrimientos científicos.
inductivos y experimentales, que constituyen lo que usualmente se llama «el Pero no hubo tal eclosión. Grosseteste no hizo ni una sola aporta-
método experimental». La tesis de este libro es que la comprensión sistemática, ción, ni siquiera a la óptica, que era su campo favorito. En cuanto a
moderna de al menos los aspectos cualitativos de este método fue creada por
las de sus inmediatos sucesores, no está nada claro que sus aportacio-
filósofos occidentales en el siglo tece. Fueron ellos los que transfolmaron el
nes tuvieran algo que ver con la «metodologíarr,t.
método geomético griego en la ciencia experimental del mundo moderno2t.
J. H. Randali Jr., por su parte, había ubicado el cenrro decisivo
Grosseteste es el gran héroe de esta historia, es el protagonista de de las aportaciones metodológicas en Padua, el centro del aristotelis-
la <<revolución metodológica con la que comienza la ciencia moder- mo renacentista. Durante los siglos xv y xu, dice Randall, Padua fue
na»>26.Pero a partir de é1 pueden seguirse los pasos por los que, desde lo que París y Oxford fueron conjuntamente en el siglo xrv. Y fue
Alberto Magno, pasando por Roger Bacon, \üitelo y Occam, ei aristote- aquí donde se llegó a los conceptos de la física rnatemática a través
lismo paduano, hasta Galileo, Bacon, Descartes, Hooke, Newton, Leib- de una larga cútica interna de las ideas aristotélicas.
niz, ufla vez creado, se desarrolla y aplica el «método experimental».
Algunos, como Occam, cayeron en excesos consagrándose puramente a El «nuevo método>>, lalógica y 1a metodología acogidas y aceptadas por Ga-
la metodología y divorciándola de \a ptáctica. Pero, también hubo lileo y destinadas a convertirse en el método científico de los físicos del xvrr
práctica científica que, según Crombie, se llevó a cabo precisamente [muy diferentes de las numerosas propuestas áelos buccinatores del xvr hasta
para poner a prueba la recién inventada <<metodología». Galileo, Bacon, F Baconl fueron e1 resultado de una fértil reconsrucción crítica de la teoría
bescartes y Newton no sólo heredaron la concepción metodológicá, científica aristotélica emprendida en especial en Padua y fecundada por ias
discusiones metodológicas de los comentadores de los grandes médicos [...]
«Heredaron también la aportación concreta que recibieron las diversas
Es posible seguir paso a paso la gradual elaboración del método aristotélico
ciencias durante este periodo>>21 . ¿Cuál fue, en este ámbito, la conÚi-
alal:uz de la tradición médica, desde su primera discusión por obra de Pie-
hución de los héroes tradicionales de Ia historia del nacimiento de la tro d'Abano hasta su expresión completa en las conmoversias lógicas de Za-
ciencia moderna: de Galileo a Newton? Desde luego, según Crombie, barella en las cuales éste asumió la forma que se convertirá en familiar en
no aportaron ninguna novedad importante, radical o revolucionaria. Galileo y en los científicos del siglo xvlt 10.

La mejora más importante aportada ulteriormente a este método escolástico es


el paso general, en el siglo xvlr, de 1os métodos cualitativos a los métodos 28 lbid., pp.9-70.
2e Véase el amplio comentario que hace Koyré de este libro de Crombie, en Koy-
25 Crombie 1971,p. I (orig. 1951). ré l97l,pp.5l-75. Para el punto mencionado, pp.65-66.
ro
,6 lbid., p. 74. ¡. H. Randall Jr. 1940. Cito por la traducción italiana, «Il metodo scientifico
zt lbid., p. ). allo Studio di Padova", en Philip P. Viener y Aaron Noland 1971, pp. 147-155.
40 Antonio Beluán El descubrimiento dc la ciencia medieoal: el continaismo 47

Con todo, dentro del continuismo puede apreciarse, en el caso Lo mismo podría decirse de E. Moody. Es obvio, recuerda
de algunos autores al menos, una importafite matización de las postu- Moody, que no pueden aceptarse afirmaciones como las de Mach,
ras iniciales y un decidid o rechazo de 1o que se consideran infunda- usuales en tiempos de Duhem y contra las que éste reaccionaba, se-
dos excesos. Este sería el caso, por eiemplo, de historiadores como gún las cuales el anáiisis de Galileo sobre la caída libre inroduce
Ernst Moody y Marshall Clagett. Sus detallados estudios de la estáti- una serie de ideas totalmente desconocidas en su tiempo y que Gali-
ca y mecánica medievales, hoy fundamentales, les permiten diiucidar leo tuvo que crear de Ia nada. Duhem puso de manifiesto que sí se
los logros de los filósofos escolásticos y nominalistas más allá de Aris- conocían muchas de las ideas que aparecen en Galileo. Ahora bien,
tóteles. Ubican, sí, a Galileo dentro de esta tradición, continuándola. para Moody, en contra de la idea muy extendida a partir de Duhem,
Pero su continuismo se basa en la ilusración del uso, por parte de no existió una ciencia de la mecánica del siglo xrv, en el sentido de
Galileo, de conceptos o teoremas elaborados especialmente en el si- una teoría general del movimiento local aplicable atodala naturaleza
glo xrv, y no les impide reconocer la transformación efectuada por y basada en unos pocos principios unitarios. Si se tiene la suficiente
Galileo. paciencia para buscar, en los escritos de física de finales de la Edad
Media, sólo las ideas y ejemplos de análisis cuantitativos que tres si-
Los precursores medievales de Galileo están aquí para quedarse [...] aunque glos más tarde resultarían importantes para la mecánica del siglo xvn
hay que discutir en qué sentido estricto merecen el título que les confirió es posible enconffarlos,
Duhem. Y mientras la mayor parte de nosotros continúa creyendo que ia
verdadera y efectiva revolución científica tuvo lugar en el siglo xvII y no en y es posible consruir, como hizo Duhem, una <<ciencia de la mecánica me-
el xv, la pregunta acerca de qué la convierta en una revolución científica no
dievalrr, que parece formar un todo coherente y estar construida sobre nue-
admite una respuesta simPle 11. vos fundamentos que sustituyen a los de Ia física aristotélica. Pero se trata
de una ilusión, y de una ficción anacrónica, que nosostros podemos cons-
Tanto Moody como Clagett están muy lejos del radicalismo de truir sólo porque Galileo y Newton nos han proporcionado ei esquema en
Duhem o siquiera de Crombie en la obra citada. En su conocida base al cual elegir 1as piezas adecuadas y juntarlas. Se trata de una ficción,
obta The Science of Mechanics in tbe Middle Ages, Clagett renuncia a no porque estas teorías y análisis aislados, concebidos en el siglo xrv como
ocuparse de las discusiones metodológicas de las que se había ocupa- medio para resolver algunas dificultades de la física de Aristóteles, no fuesen
do .,tan lúcidamente» Crombie, dice. Lo que le parece importante y susceptibles de ser puestos como fundamento de una nueva mecánica. Se tra-
necesario es publicar los textos completos subsanando «el procedi- ta de una ficción, simplemente por el hecho de que en el siglo xtv estas
miento de Duhem de citar sólo partes, a menudo privadas del con- ideas no se convirtieron en los principios fundamentales de una nueva cien-
texto>>. Eso permite ver los excesos de Duhem que, según Clagett:
cía,y no fueron generalizadas de modo que provocaran el abandono de doc-
trinas incompatibles derivadas de Aristóteles. Fue Galileo quien hizo todo
eso, esta fue 1a obra que le hizo merecer el título que ha conservado durante
[...] hizo absurdas reivindicaciones de la modernidad de los conceptos me- tres siglos, el de fundador de la mecánica moderna. No creó su mecánica de
dievales: así la teoría del impetus de Buridan se ransforma en sus manos en
la nada, y en este sentido Duhem tenía sin dtáarazón. Pero concibió el rzpo
una teoría de la inercia; y Oresme es considerado inventor de la geometria de ciencia que se convertiría en la mecánica clásica usando materiales a su
analítica, gracias a su sistema de representación gráfica de 1as cualidades y
disposición. Esto es lo que sus precursores medievales no hicieron ni trata-
de los movimientos, y un precursor de Copérnico por su discusión de 1a po- ron de hacer. En esta conquista Galileo no tiene precursores entre sus pre-
sibilidad de la rotación áelaTierra)2. [Cursiva en original]. decesores medievales 31. [Cursiva en el original.]

Nuestra cita en 154^155. Del mismo autor puede verse The School of Padua and tbe
Es obvio que Moody y Clagett, en estos textos, están muy lejos de
Emergence ofModern Science, Padova, Antenore, 1961.
¡r E. Moody. «Galileo and his precursors>>, en C. Golino (comp.), Galileo Reap- Duhem. Tanto que, a veces, parecen muy cerca de Koyré. Si nos ate-
praisellJniv. of California Press, 1966, pp. D43. Cito por la versión italiana «Galileo
e i suoi Precursori», en Carugo, Adriano (comp.), 1978, p.157. ;r E. Moody 1966,pp. 174-175. Al margen de sus libros sobre Occam, la lógica y
)2 Clagett 1972,p.9. la mecánica medievales, sus artículos han sido recogidos en E. Moody 1975.

\
42 Antonio Beltrán El descubrimiento de la ciencia medieual: el continuisrzo 4)

nemos al primer texto citado de Moody, parece que el problema ra- Pero, el más moderno representante del continuismo que, dicho
dica en qué se entienda por .,revolucióo> y «precursor)>. Pero ¿cómo sea de entrada, está de nuevo, mucho más cerca de Duhem que Cla-
los entiende Moody? Lo que podemos deducir de sus palabras es gett o Moody, ve la cuesrión de otra manera. Se tata de §lilliam A.
que para é1 no parecen ser dos conceptos incompatibles. No obstan- §7a11ace. Sus estudios le han llevado a la convicción de que Galileo
te, si recordamos 1o dicho en nuestro capítulo anterior, en 1961, jamás será entendido si se aisla del contexto en el que su obra emer-
cuando Moody escribe este texto, la historiografía rupturista que ve gió. Con ello §Tallace está afirmando que hacía falta prestar atención
como incompatibles ambos conceptos ya se había desarrollado am- al descuidado periodo de los últimos veinte años del siglo xvr, en los
pliamente. que Galileo compuso sus primeros escritos, y él se ha encargado de
Así pues, resulta extaño y a la vez iluminador el hecho de que llenar esta laguna37. El principio metodológico 1o formula algo más
Moody comente, creo que con cierto tono de censura que abajo cuando afirma que algunos estudiosos, enre ellos Drake y
Koyré, han estudiado a Galileo <<a pdrte post», cofi una consideración
Las polémicas en torno a la tesis de Duhem han tenido la tendencia a ser retrospectiva más que atendiendo al contexto en que se desaffolló su
más filosóficas que históricas, más interesadas en e1 significado de los he- rabajo. Dicho de estos historiadores y, especialmente, de Koyré, re-
chos que en los hechos mismosl4. sulta una afirmación sorprendente. Especialmente si tenemos en
cuenta que está hecha por un defensor del continuismo y, por tanto
Naturalmente. Ésa es precisamente la cuestión y así 1o había di- y en cualquier caso, por un defensor de la importancia de los .,pre-
cho explícita y literalmente Koyré diez años antes: cursores>> de Galileo. El de <<precursor>>, evidentemente, es un con-
cepto que sólo tiene sentido <<retrospectivamente», y por eso lo criti-
Los partidarios de una evolución continua, al igual que los de una revolu- ca Koyré. Pero, sea como fuere, §7a11ace dice que é1, como otros
ción, se mantienen todos en sus posiciones, y parecen incapaces de conven- autores Maier y Moody- ha adoptado la perspectiva
cerse unos a otros. Esto es, en mi opinión, mucho menos porque estén en -Duhem,
opuesta <<a parte dnter>, cor. lo que la contextualizacion parece conver-
desacuerdo sobre los hechos que porque lo están sobre la esencia misma de
tirse en una prerrogativa de los medievalistas. Naturalmente, \il/aliace
la ciencia moderna y, por consiguiente, sobre la importancia relativa de algu-
está de acuerdo con la tesis continuista de Duhem, pero precisa:
nos caracteres fundamentales de esta última. Además, 1o que a unos les pare-
ce una diferencia de grado, a otros les parece una oposición de natura-
lezaJ5. La tesis revisada que se defenderá en este ensayo es que e1 período tardo-
medieval no fue el único que conribuyó al surgimiento de la ciencia moder-
Precisamente esta diferencia de apreciación del desacuerdo, na; más importante, quizás, fue 1t: que nosotros denominaremos ,ralta ciencia
meclieval», la ciencia desarrollada principalmente por pensadores del siglo
muestra que se Íata de un desacuerdo «teórico» fundamental y no
lrece, tales como Robert Grosseteste en Oxford y Alberto Magno, Tomás de
de un desacuerdo sobre <,hechos» lo menos en algunos casos,
que incluyen a Moody y a Koyré.
-por
Moody parece creer que esta discu-
Aquino y Giles de Rome en París, todos los cuales rabajaron antes de las
condenas de 1277, o en esencial independencia de éstas. Nuesra posición
sión se puede solucionar acudiendo sólo a los hechosr¿'. Koyré ya será que este primer grupo fue tan influyente en el nacimiento dela nuoua
acepta que la cuestión no es tan simple y no se limita a la ostensión. scienza de Galileo como el grupo posterior; en realidad, sólo cuando las
Son, en efecto, dos posiciones filosóficas distintas. ideas de ambos se yuxtapusieron e1 genio de Galileo tuvo los elementos para
volverse operativol8. fCursiva en el original.]
ra Moody 1966, p. 157.
rt Koyré 1977,p.51.
16 .,Si los historiadores de la ciencia hubieran dedicado más tiempo a una investi- ]i §(/. A. \X/allace 1981, p. rx.
]8 V/allace 1981, p. J04. Pero pueden verse al respecto, las partes nr y rv del li-
gación histórica sobre estc problema, en lugar de dejarse arrastrar a debates apriorís-
ticos sobre la validez o invalidez de la tesis de Duhem, se habría podido alcanzar un bro, especialmente los artículos 1,1-16. En estas páginas, Wallace divide la ciencia me-
conocimiento más profundo de la naturaleza de las conquistas científicas de Galileo». clieval en ,rearlyr, la del siglo xrr y anrerior; «high>>,la del siglo xrrr y primera década
Moody 1966, p. 172. clel xrv; y <<latcr> la del xrv y xv.
Antonio Behrán El descubrirniento de la ciencia medieual: el continuismo 45
44
nominalismo en Galileo En primer lugar valoran como esencial en los logros teóricos del si-
Se ha insistido tanto en la influencia del glo xvrr el elemento metodológico. Y, por otra parte, rerotraen la in-
porque se ha interpretado el método de ambos' es
decir el método
moderno <<método hipo- ffoducción de este <<nuevo método>> o <<método revolucionario» a
<<ex suppositiono>, como una formulación del
una interpretación eOuilrg- uno u otro momento de Ia Edad Media, desde el que es posible se-
tético-áeductivo». Según §7a11ace, ésta es
nunca habría permitido guir <<paso á paso>> su «gradual elaboración» y sus progresos hasta ei
.^dt il;;, ^h ruíl,además, este método
siglo xvn.
ni en la- teoría del
a Galileo sus pretensio;es ni en el copernicanismo' Cualquiera que se interese por la historia de la ciencia en general
;;;;;. Én reatidad, Galiteo heiedó la metodología del-razona- y por el nacimiento de la ciencia moderna en concreto, no puede va-
ffavés de Buridan'
miento <<ex supposition*'ár'la radición tomista' a lorar más que positivamente el uabalo de estos historiadores, en
Ia posibilidad de un conoci-
;;;, ; iii.*á.i^ de Occam, afirmaba cuanto descubridores de la ciencia medieval. Ya no es posible creer que
ái.r,. cierto de la naturaleza, es decir q'" t" asociaba conotro el realis-
poco las ideas que hoy incluiríamos en el campo de la mecánica no sufrie-
preferentemente tomista'
-o. U.t poco de escolasticismo,
el ideal árquimediano de la físico-matemáti- ron cambio alguno desde Aristóteles hasta Galileo. Más aún, hoy ya
á. t.udi.lO., matemática, nadie puede dudar que Galileo conocía al menos parcialmente estas
que Galileo
ca, <<conribuyeron sust;ncialmente a la nueva síntesis tradiciones medievaies y que «en cierto sentido» le influyerona2.
El minucioso estudio que
iba a elaborar en sus últimos escritos>>le'
Por otra parte, no es menos cierto que no es suficiente hailar de-
desde Favaro
wril"." ."¡iza de los escritos de Galileo, conocidos elementos lle- terminadas declaraciones metodológicas, ni aún ciertas aplicaciones
,"*"-i"rrr¡i¡r. le lleva a la convicción de que dichos
'^ enseianza dei Co- de esta «metodología>> que, <<formalmente>>, anticipan las <<declaracio-
;;;o Galileo gracias a la tomista pero ecléctica nes» de autores del siglo xvII para situar las causas determinantes de
l"egio Romano, es decir, de los iesuitasa0' las nuevas teorías tres o cuatro siglos antes. ¿Quién es capaz de afir-
Bastante próximo u»lullutt, por io que respecta a la identifica- mar que inciuso las frases «literales» tomadas de textos dela Metafísi-
importantes' es
ción de 1o, p....r.rores medievales de Galileo más ca de Aristóteles, tienen el mismo sentido en éste que en Sto. Tomás,
i;;r-Á. \í.iJeipl. Este afitma también que los principios' la
filoso-
Occam, o cualquier otro pensador medieval, o mejor, cristiano? Pues
fía ciencia- *b.. lu que se desarrollará la labor científica del
-dela medieval' en es- bien, en el campo de la cosmología, paru emplear un sólo término,
síslo xvII, fueron inroducidos por el escolasticismo sucede 1o mismo entre las teorías o reflexiones de los siglos xIiI-xIV y
Sto' Tomás' que habrían i.*o-
;:;io;; i, áu., de Alberto Mugt'o v de la ¡aÍualeza. Aunque, por las del xvII.
ducido una teoría <<puramente física» A principios dela década de 1730, ei luteranoJ. S. Bach optó al
or.n pu*., afitma qrr. lu <<vía matemática>> de Thomas Bradwardine
físicos en una sola ley título de compositor de la corte de la católica Dresde, que por cierto
á". ri.,i."i.U^ unifiiar todos los movimientosdesaffoll0 de la física en el ganó. Con tal motivo escribió la Misa en si menor(I133). Obviamente,
;ut el fundamento del triunfal
^atirufue esto no significaba en absoluto una conversión de Bach al catolicis-
siglo xvttal.
-^-- mo. Más aún, es indudable que ni siquera se preocupó de la viabili-
Corno puede verse, quizás podría decirse que
no hay un sólo
clad litúrgica de su Misa en el culto católico, al que sin duda no se
«continuismo, sino uná ,erie de tesis continuistas. No
obstante, sus
'adaptabaa3. Algo similar podría decirse de las reflexiones «moder-
puntos en común'
defensores más comprometidos tienen importantes nas>> de los nominalistas: sus afirmaciones en el campo de la física o
la cosmología en realidad no apuntában a una nueva física o cosmo-
re 'ilallace 198i, P. 315. logía.
a0Creoqrr"yu"rinveteradoeldesacuerdoentrelosmedievalistasrespectoa
Xttt, con la obra de Santo Tomás'
estas cuestiones. Mientras ,r.ro, uuloru., el siglo
una culminación, .",;";it a la cual e'Í nominalismo sería pura decadencia' 42 Recordemos que autores ejemplarmente rupturistas, como Koyré, han puesto
como una
úlrimo,n pt""*itnto originat y moderno' la liberación de
es-
otros ven en este ,lc manifiesto este punto. C/ Koyré 1980.
q;" t; hrbi, ,r.lto'.'tttii' put"tt ['" §lulluc" estaría más cerca de
los de-
;;ñri; ar Véase A. Robertson y D. Stevens (comp.), Historia general de la música, ) vols.
fensores del tomismo. trrrig. ingl. 1966), trad. cast.: Aníbal Froufe, Madrid, Ed. Istmo, i979, vol. u,p.364.
er ¡. A. lil/eisheipl 1961.
Antonio Beltrán El descubrimiexto de la cíencia medieual: el continuismo 47
46

riza a reffotraer la función metodológica y el estatus epistemológico


La teoría del irrtpetus de Buridan y su aplicación no sólo ala ex' que las matemáticas tenían en Galileo a los oxonienses del siglo
plicación del moviÑento de los proyectiles sino también a 1a del
mo-
xN47. A diferencia de los mertonianos, Galileo está interesado en
1a
ii-i."t" de los planetas podría huttt ptt"ut, como de hecho su-
desde Duhe-, ir. se estaba aproximando al moderno
que sus definiciones correspondan a los movimientos reales del mun-
..dldo do físico. A los filósofos del siglo xrv no les preocupa la relevancia
principio de inercia y al abandono de la dualidad aristotélica de
empírica de sus afirmacionesas. Galileo estaba muy lejos de aplicar
-rr.rdt, sublunar y supralunar, o anticipando una primera formula-
sus matemáticas a la medición de cualesquiera «cualidades» como el
ción. Estas tesis ya han sido criticad as y matizadas en numerosas
oca-
A' Maier hasta Ciagett y .,calor>>, la <<caridad» o 1a <<gracia», tal como hacíanlos calculatores, del
,io""t po. 1o, propio, medievalistas desde
decir que estos argumentos for- mismo modo que las aplicaba en sus teorías sobre el movimiento de
Úr[u... P..o á-Éi¿n es importante los cuerpos. Sólo una descontextualización de lo que hoy entende-
man parte de una preocupación más teológica que astonómica'
mos como elementos «metodológicos»> permite postular tal tipo de
posibilidades. especulativ¿s del sistema es- anticipaciones.
La exploración exhaustiva de 1as
a poner de manifiesto la soberanía de Dios y str potentitt En un sentido trivial de <<continuidadrr, se puede retroceder, si se
.ota.ri.o apuntaba
por quiere, hasta el caldo precámbrico, pero eso no aporta ninguna com-
)l*iri, fiZi.r absolrtol, pero no a ampliar e1 conocimiento de1 mundo
el hombre aa. prensión, sino que pone de manifiesto la aceptación de un determi-
nado esquema. P. Duhem inicia su monumental obra Le Systéme du
EsoexplicaríaelhechodequeloscomentarioscríticosaAristó- Monde que, no olvidemos, se subtitula pretende ser :una- Histo-
teles o los erperimentos mentales de autores como Buridan
u Ores- -y
ria de las doctrinas cosmologicas de Pktón a Copérnico, como sigue:
me no .onclry..un en ei abandono definitivo de Aristóteles o en
la
afirmación de ia realidad del movimiento de laTierca' En la génesis de una doctrina científica no hay comienzo absoluto; por más
arriba que nos remontemos en la línea de pensamientos que han preparado,
El más claro «precursor» de Copérnico en el nominalismo' Nicolas Oresme' sugerido, anunciado esta doctrina, siempre se llega a opiniones que, a su vez,
se desviO deli cosmología aristitélica precisamente
para poder ser capaz de han sido preparadas, sugeridas y anunciadas; y si se deja de seguir este enca-
45. denamiento de ideas que procedieron unas de otras, no se trata de que se
salvar la física de Aristóteles»
haya alcanzado e1 primer eslabón, sino de que la cadena se hunde y desapa-
rece en las profundidades de un insondable pasado.
Por otro lado, es cierto que la teoría del ,,impetu»> está Clafamen-
diferen-
te presente en el'De motu ái Galiieo, incluso en una versión
lo que) con todas las matiz cio- Naturalmente, eso implica que:
t. ..t 1o. Discorsi, pero no es menos
.r." qrr" puedan introducirse, en esta última obra, Galileo ha Incapaces de remontarnos hasta un principio verdaderamente primero, nos
tru.r.fo.-udo radicalmente el concepto de impeto' Ahora. no es ya hemos limitado a dar un punto de partida arbimario a la historia que quere-
a6' Aunque demos por
causa de movimiento, sino un efecto de éste mos describir ae.
con-
cierto que conoció y usó, no sólo el vocabulario, sino también
;;;;t y--,.o."-u. d. lu .i.r.-¿tica mertoniana, como por ejemplo el
auto-
No obstante, resulta sumamente extraño y sospechoso que, por
á" tu uálo.i¿ad media o aceleración uniforme, eso difícilmente
una elección puramente arbitraria, Duhem decida iniciar su «histo-

Blumenberg 1987, P.162 a7 Sobre estos temas puede verse también S. Drake I975 y A. C. Crombie 1975.
qs lbid., p.158. En este texto, Blumenb erg generuliza su afirmación: «E1 nominalis-
a8 Recuérdese la insistencia de Galileo en este sentido en su tratamiento del mo-
hacia el sistema
mo parisino tiene, en .u p.opósito general, una actitud conservadora vimiento náturalmente acelerado, en la Jornada Tercera de los Discorsi, Galileo, Opere
Los cambios qr" ,. p.o"prri"ron o intentaron en la física y cosmología del
aristotélico. vru, pp. 197.
sistema pueden ser considerados como arreglos"' ae Duhem 19ú-1959, vol. r, p.5.
a6 Véase Koyré 1980, pp.91 ss.; y Clagett 1'972,pp'729 ss'

\
Anto?tio Behrán El descubriruiento de la ciencia mediet,al: el continuisrnr¡ 49
48

ñalando el <(marco>> en que se originan y se desarrollan los logros me-


ria>>con la cosmología gtiega, es decir, con la cosmología que-los his-
dievales en este campo:
toriadores no contínuistas han señalado, utilizando criterios fronteri-
t0' k a \a búsqueda de
zos, como <<la primera cosmología científica>>
La mayor parte de los conceptos que hemos presentado como importantes
«nuesffo» origen hasta el <<primer hombre,> no nos remite simple- surgieron en el interior de la estructura coficeptual d.e la mecánica aristotélica; pero
mente a Adán, sino que nos plu.rt.u problemas de criterios, de defini- estas doctrinas medievales contenían ya el germen de una confutación críti-
ciones, de saltos cualitatirros, de mutaciones, etc'51' Así tampoco ]a ca de tal mecánica. Los estudiosos medievales de mecánica, difundiendo
historía de determinadas ideas, por ejemplo, las de la mecánica gali- estos conceptos, trataron de enmendar el sistema en los puntos en los que se mos-
leano-newtoniana, se soluciona retrocediendo en la mera cronología traba más débil, y al hacerlo así concentraron la atención sobre esras debilida-
de autores. Para entenderla también se necesitan criterios y, muy pro- des, llevando a cabo al mismo tiempo algunos intentos preliminares y no del
bablemente, recurrir a las mutaciones, etc. todo fallidos de resolver los problemas cruciales: los problemas que deriva-
Dado que, como hemos visto, no todos los historiadores conti- ban de 1as reflexiones sobre las operaciones delabalanza y de la palanca, de
nuistas están de acuerdo en cuál sea la <(metodología,, responsable la caída de la piedra, del vuelo de la flecha52. [La cursiva es mía.]
del desarollo de la ciencia moderna, ni sobre cuándo y dónde fue
las versiones de Los elementos de una estructura lo son en cuanto que pertene-
introducido, cabría hacer un examen de cada una de
cen a ésta. Si los aislamos pierden su función y por tanto su identi-
la tesis continuista. Pero, para nueslo fines, es suficiente destacar un
dad, lo cual hace difícil imaginar en qué pueda consistir su suma. Un
elemento común sumamente importante. Tanto Duhem, como Crom-
caso donde ia suma de 1o heterogéneo se lleva hasta sus extremos es
bie, Randall, §leisheipl o §íallace parecen concebir el <<metodo cien-
el de R. M. Blake, coautor de un libro citado muy frecuentemente en
tífico» como algo cuarteable y recomponible. Tod<¡s ellos, en efecto,
los estudios sobre estos temas5l. Nos interesa traerlo aquí a cola-
afirman que Galileo habría recibido esto de aquí y aquello de allá, y
ción, no únicamente para ilustrar una vez más este aspecto, sino por-
lo habría unido como las piezas de un puzzle. Creo que hoy es legíti-
que nos reÍoffae a nuestro punto inicial. ¿Qué consecuencias tiene
mo tener dudas respecto a que exista ral método científico. Y si exis-
este continuismo para la concepción del Renacimiento y su papel o
te algo parecido, creo que podemos tener la seguridad de que no es
lugar en la historia de la ciencia?
,r.ru ir"." acumulación o ,,r-u de elementos heterogéneos' El propio
Como ya señalábamos, la recuperación historiográfica, el descu-
clagett concluye su importante libro sobre la mecánica medieval se-
brimiento del pensamiento científico medieval, se convirtió con su
espíritu antiburkhardtiano en una contraofensiva. El desamoilo de la
50 Véase Koyré 1977 , pp 7 6 y ss; y Kuhn 1978, pp 52 y ss'
tl Incluso en un mismo ser pueden producirse esquemas de desarrollo muy dis-
tesis continuista venía a mostrar que la parcialidad de la imagen del
tintos dependiendcl <1e las circunstancias. Permítaseme recordar a los cínifes cecido' Renacimiento que Burckhardt había taz^do, no se debía tanto a una
míidos y sus modos de reproducción, que podría resultar interesante pará la refle- deficiencia del rabajo del historiador, como a una realidad histórica:
xión soúre la continuidad y la ruptura. En su artículo «La sabiduría orgánica, o por no había ciencia en el Renacimiento, o más exactamente, no había
qué debe una mosca comerse a su madre desde dentro>>, en StephenJay Gould 1981'
que esos diminutos mosquitos pue- ciencia renacentista. Parecía una tesis implícita en el continuismo y
óp. 99 fO5, y especialmente p. 100, cuenta Gould
á.. ,.gri.'., ,r, .ep.o,lr..iá., el proceso normal de huevos, mudas larvaria y pupal y como ya hemos visto sus grandes pioneros hacían hincapié en este
adultoie reproduición sexual. Pero, en determinadas circunstancias, las hembras se punto. Duhem ya había insistido en que para los humanistas los te-
reproducen po. prrt".rogé.esis con una interesante variante adicional: la descenden- mas de los nominalistas eran demasiado abstractos, sus métodos de-
ciá se desarrolla en el interior del cuerpo de la madre -mien¡as aún es larva o
pu-
y para crecet, los hijitos masiado sutiles, y su latín grosero y bárbaro. Muchos años más tarde
pa- pero no en un útero, sino dentro de los propios teiidos,
i, uu., d",ro.u.,do desde el interior. Pocos días después, salen deiando la carcasa qui-
tinosa de 1a madre, para, a su vez, dos días después, empezaf a ser comidas_literal- 52 Clagett 1972,p.7$.
mente, por sus propits hijos. Resulta tenrador establecer comparaciones entre los dos 5r Se trata del libro de R.
M. Blake, C. J. l)ucasse y E. H. Madden (comps.), 1966.
.rodo. d" reproducción de estos bichitos, y la ciencia normal y la revolucionaria. El artículo de Blake a que me refiero es el titulado <<Natural Science in the Reanis-
Pero, si aún estoy a tiempo, no quisiera resultar grosero para nadie, ni siquiera para sance>>, pp. 3-21.
los cínifes.
50
Antonio Bebrán 2. A LA BUSQUEDA DEL «RENACIMIENTO
CIENTÍFICO»
Crombie iniciaba su discusión sobre la <<Continuidad de Ia
medieval y la del siglo xvtt>>, afirmando:
Las artes llevan consigo el que el hombre cree a partir de si
En la actualidad, muchos estudiosos están de acuerdo en que eI humanismo mismo 1o divino [...] En la industria, el individuo se ve obliga-
del siglo xv, que surgió en Italia y se extendió hacia el norte, fue una inte- do a atenerse a su propia actividad y a ser él mismo el elemen-
rrupción en el desatrollo de la ciencia»'4. to creador; los hombres acaban, de este modo, sabiéndose li-
bres, haciendo valer su libertad y teniendo la fuerza necesaria
Apenas un año después, R. M' Blake desarrollaría el tema' Blake paÍa acfuat al servicio de sus propios fines e intereses.
es un duhemiano de esffictísima observancia establece una
Duhem y -aunque
las de De las Así volvió el espíritu a sí mismo; así se recobró, y contem-
cierta relación entre las tesis de Randa1155.
xv y principios del pló como sus propias manos su propia razón. Este renacimien-
tres tendencias que identifica de finales del siglo
y precursores to del espíritu queda en la historia como el renacimiento de las
xv, Ios occamistas son los científicos más originales los
artes y de las ciencias dedicadas alamateria presente, como la
.rrá, i-po.tuntes de Galileo. Pero, en el siglo xv, dice, en Italia se de- época en que el espíritu cobra confianza en sí mismo y en su
sarrolló una notable oposición conla este nuevo movimiento científi- propia existencia, y encuentra su interés en su presente. El es-
co. Se trataba, claro está, del <<humanismo,>. Aquellos filólogos no po- píritu ahora se reconcilia en verdad con el mundo, no en sí, en
dían soportar <,las minucias lógicas de los nominalistas, su sobria el más allá, en forma de pensamientos vacíos, en el día del Jui-
investigación científica de la naturalezat>, dice Blake siguiendo a Du- cio final, en la hora de la mansfiguración del mundo, es decir,
hem. Estaban inspirados más bien por los escritos de Platón, los neo- cuando ya éste no es realidad, sino con e1 mundo como tal y
platónicos y, .ob.. todo, por la recuperación del ocultismo y de no con el mundo extinguido.
otodas las extrañas exffavagancias de las ciencias herméticas>>' E1 hombre, que venía esforzándose por buscar la moral y
ya bien entrado el siglo xvt continuaron el derecho, no podía ya encontrarlos en aquel terreno y tendió
De hecho, los humanistas
-dice-
desplegando una característica hostilidad hacia la investigación empírica la mirada en torno, para buscarlos en otro sitio. El lugar que
56.
ahora se le señala al hombre es el hombre mismo, su interior, y
misma
la nattraleza exterior; en la observación de la naturaleza se
e inicia a continuación una larga secuencia de citas de <<humanistas>> atisba como presente e1 espíritu que vive en el1a.
identificarlos con <<renacentistas»- que ridiculizan irónica-
-parece H¡ccr. Lecciones sobre historia de k filosofía Íü)).
mente o atacan violentamente a la ciencia. Petrarca, Erasmo, Rabe- Traducción §lenceslao Roces.
lais, Luis Vives, Ficino, Pico della Mirandola, metidos en un mismo rcr, México, 1955,vol. ru, p. 160.
saco, son citados ampliamente'
Parece claro qre, en cualquier caso, el continuismo tiene unas cla-
ras implicacio.r., d. ca.f- a la valoración de la ciencia renacentistá. El Como ya hemos dicho, la obra de Burckhardt fue suficientemente
Renacimiento, en cuanto tai, es un periodo de decadencia, si no de inte- fértil como para inspirar el rabajo historiográfico de lo que resraba
rrupción. Pero la defensa del Renacimiento científico no se hizo esperar. de siglo. Es más, éste no se agotó con ei inicio del siglo xx. Al contra-
rio, la labor historiadora dedicada a estudiar y caracterizar los aspec-
ta Crombie l9l 4, vol. 2, p. 98.
5r Además eso le causa ciertos problemas: su propio «probabilismo» y el de los tos teóricos, filosofía y ciencia, del Renacimiento, descuidados por
nominalistas parisinos, que es la corrcepcíón <(correcta» según Duhem, no casa con el Ilurckhardt, proliferaron con la misma progresivamente mayor-
.,realismo,, de los grandes protagonistas de la ciencia del xvlI. Estos no creyeron que
-y que hemos examinado.
intensidad que la de la oposición continuista
su meioría ..rp"Á a Aristóteles pudiera expresarse en términos de probabilidad. Quizás pueda señalarse a §íilhem Dilthey como gran iniciador
oP"ro sr, era totalmente infundado, y no dejaba de tener su razón histórica»,
"r.o.-no rle esta tendencia. No nos interesa aquí detenernos especialmente en
tlice Blake (Blake 1966, p. 20). Menos mal, pobrecitos'
5(, Blake t966,p.5. sus ideas filosóficas. De cuaiquier manera es obvio que su escuela de
52
Antonio Bel¡rdn A la búsqueda del «Renacimiento científico» 5)

«Geisteswissenschafteno tuvo gran importancia en la filosofía de


la his- dos ideas características del Renacimiento. En primer lugar, la de un
to.i, y en la historiografía, eJpecialmente !a-alemana' No resulta nada <<nuevo hombre», dueño ahora de su destino. Es ei tema de la airtus

extraño si pensamos que, en Dilthey, la «filosofía» viene poco


menos contra la fortuna: sors animae filia. En segundo lugar, la idea de una na-
qrr" u id..ttlficarse con la «historia de la filosofía>>' Sus tesis implican turaleza regida por una causalidad físico-matemática, por más que el
la necesidad de una historiografía que había de ser forzosamente
más origen de esta concepción residiera más en una rebelión ética que
del momento his- científical. Lo cierto es que algunas de sus tesis, especialmente larcla-
il¡;I,;;b"rdar y relaciorui 1o, di,,ersos aspectoscultural de la épo- ¡iva ala influencia de Nicolás de Cusa en Italia,'t hoy son difícilmente
7Ar¡r"'^,,.o,',p..rrd.rr>, en busca de la estructura
ca, de su Grrúb,a través del análisis de sus tipos de Weltanschauung'
defendibles. No obstante, el libro constituye, sin duda, una respuesta
Desde estas premisas, Dilthey inició el estudio de los aspectos re- a1 interrogante que se plantea y fue un paso importante en el estudio

lativos a la historia de las ideas descuidados por Burckhardt en su del pensamiento renacentista que destaca la originalidad de éste.
imagen del Renacimiento, analizando sus diversos tipos de Weltays' En este sentido, mucho más radical aún sería G. Gentile que,
,boírng renacentista: religioso, histórico y político, con los cuales' desde una postura hegeliana, ve en la filosofía del Renacimiento la
pensamiento, se inicia la mo-
fu.u »it,t "y, también .., .1 .u-po del
antítesis de la medieval y el origen de la filosofía moderna. Pero, se-
iernidad .lu.a ruptura con el Medievo. Pero, naturalmente, los as- gún Gentile, el antecedente de la filosofía de Bruno y de la ciencia

teóricos a estudiar, las posibilidades de investigación en el de Galileo son los <<humanistas»>.
pectos
.u-po de la historia del pensamiento que ofrece una época tan com-
plejá como el Renacimie.tto muchas y Dilthey no hacía más que El humanismo [...] tiene que explicarnos el Renacimiento, la Reforma y ia
".un Conrarreforma, 1a filosofía empirista y la racionalista del xvt y xvtr, y el
-
-cornertz r, o más bien recomenzar'
estado liberal; tiene que explicarnos la Ilustación y el Romanticismo y el si-
o,.o inv"stigador en este campo, procedente también de la histo- glo xx5.
en
ria de la filosofía es Ernst cassirer. con é1 estamos ya plenamente
el ámbito concreto que nos interesa aquí. De hecho, st lndioiduurn
El de Gentile es, sin duda, un auténtico furor explicativo que
und Kosmos in der Philosophie der Renaissance (1927) se propone'
sin
dar
podría hacer palidecer incluso el entusiasmo de un Jules Michelet.
entar en problemas ni disiusiones de relación histórica,
Pero, al margen de estas expresiones radicales, los estudios de Genti-
pensamien- le sobre el Renacimiento tuvieron gran influencia enla historiografía
Una respuesta a la pregunta de si, y en qué medida, el curso del de la filosofía italiana de entreguerras.
partida
to de 1os siglos xv y *ul, u pesar de la multiplicidad de 1os puntos de
de ios problemas' consti- También en la década de los veinte, aunque desde un contexto y
y uri., .on iodr, 1r. divergencias en las soluciones
cerrado en sí mismo 1' una perspectiva opuestos a los de Gentile, Leonard Olschki6 desta-
irryu .r., todo unitario,
caúa la importancia primordial de dos elementos que sitúa en el ori-
Aunque parte del libro está dedicado a Nicolás de Cusa porque' gen de la ciencia moderna. Por una parte, los técnicos, artesanos, in-
según Cassirer genieros, artistas... del Renacimiento. Según Olschki, 1o que da origen
a la ciencia moderna no es la apropiación de determinados <<mé-
«cualquier estudio que tienda a concebir la filosofía del Renacimiento todos» antiguos o medievales. La ciencia empírica y matemática de
.o,,,oi,u unidad sistemática, debe tomar como punto de partida la filosofía Galileo o Descartes tenía su origen en la actividad práctica de los
de Nicolás de Cusa»2. constructores y técnicos en general, ajenos a la cultura oficial y uni-

Los pares de conceptos de <<libertad-necesidad'> y <<obieto-sujeto» ) lbid., pp.186 y 191.


constituien el núcleo Je su investigación que destaca especialmente a Para este tema puede verse Eugenio Garin 1976a, p.267.
5 Citado por Ciliberto 1915, p. )0.
¿' En su obra
1 Cassirer 1974,p.16. Gescbichte der neuspracblicben uissenschaftlichen Literatur, ) vols.,
, tbid., p. t9. Leipzig-Heidelb erg 19 19 - 1927 .
54 Antonio Bebrán I l,r húsqueda del «Renacimiento científico» 55

versitaria, que estaban en contacto con la naturaleza.Pot oÚa parte, y I)or un lado, queda claro que la mayor parte de la historiografía
',,,l,r'e el Renacimiento, y en cualquier caso la que nos interesa aquí
.rt...há relación con lo anterior, este nuevo espíritu estaba ínti-
"n
mamente ligaáo a, y era inseparable de, la «lengua vulgar» que le da- r'n cSte punto, apfftir de la década de los treinta, reconoce a éste, en
rá expresiói y es la usada por aquellos que desarrollaban actividades
,'l ¡rlano del pensamiento, como una entidad histórica autónoma que
prácticas. En la visión de olschki, esto sitúa por igual a escolásticos y r.r)rpe con el Medievo e inaugura una nueva época. Ahora bien, a la
irumanistas fuera del camino que llevará a la ciencia moderna' lr,,¡i¡ ds caracterizar esa <<entidad», de determinar en qué consiste
l.r luptura o la innovación aparecen muy diversas interpretaciones y
rr ¡tlir uoá serie de problemas. Para empezat, cabría mencionar:

I. HUMANISMO Y RENACIMIENTO: UN PROBLEMA PREVIO l) las relaciones del «Humanismo>> y/o el <,Renacimiento>> con
l,'s orígenes de la ciencia moderna, y
A partir de los años treinta, los estudios historiográficos sobre el 2) las relaciones del «Humanismo>> y/o el <<Renacimiento>> con
Renacimiento, entendido como un período histórico en ruptura con l,r I{cvolución Científica,
la Edad Media e iniciador de la modernidad, proliferan enormemen-
te, a la vez que la diversificacíón de investigaciones sobre distintos rlur', en mi opinión, no son dos enunciados distintos de un mismo
aspectos del Renacimiento se hace poco menos que inabarcable. 1,,,,l¡lema, sino de dos problemas distintos, como creo que quedará
Cibríu, naruralmente, citar algunas grandes figuras de la historiogra- , l:rro más adelante. Pero, por el momento, abordemos el problema
fía de \a filosofía especializadas en el período en cuestión, como i ()n su planteamiento usual.
Eugenio Garin, Paul O. Kristeller, Cesare Vasoli, Frances Yates o La primera dificultad consiste en saber con un mínimo de exacti-
D.P. \Walker entre otos7. r,r.l de qué se está hablando. La imprecisión se explica quizás por el
Nuesto objeto de estudio es lá RC y, por tanto, en principio, la l,r'olrio origen de los términos que nos ocupan. No podemos olvidar
historia de la ciencia. Pero, de nuevo, ¿cómo y hasta qué punto se .¡rre el término, y sobre todo ei concepto, de <<Renacimiento>> se gana
distingue o es independiente de la historia de la filosofía cuando un ,rrr lugar en la historia como fruto de la propaganda cultural de los
perioáo cenlal del objeto a estudiar es el Renacimiento? No se trata lrrrrnanistas o renacentistas mismo modo que el término y con-
ú.ri.u-..t. de que partamos de la premisa de que el pensamiento fi- -del
r t pto de «Reforma» constituyen un éxito en distintos frentes que po-

losófico o cientrfico adquiere su sentido sólo tras la debida contex- r,,'a la Iglesia católica en la tesitura de tener que actuar a la <<contra>>.
tualización en su entofno. El hecho es más bien que, tratándose de (,rrntimori habla de la
Renacimiento, esro es prácticamente inevitable. se trata de un perio-
do en el que es más difícil encontrar un personaje que sea filósofo, o ,,,nfusión extraordinaria y formidable, compleja, total, universal, armónica,
teólogo, o mago, o científico, o artista exclusivamente, que una docena rrrrr variopinta como se quiera, que se oculta demasiado a menudo bajo el

qrr. Io ,.^., todo u la vez. Cuando se afronta el Renacimiento el pro- ollCepto de Renacimiento, tal como es usado comunmente
, 8.

Éle.nu .onri.te más bien en delimitar, aislar analíticamente al filósofo


o a\ científico, o mejor attn la filosofía áe la cierucia etc. En definitiva, Ei concepto de «Humanismo>>, aunque no poco huidizo, parece
nriis abordable, más acotable, hasta el punto de que autores como
puede ser tan difícil <<descontextualizao> el objeto de nuestro interés
(,:rntimori o Tenenti han propuesto cambiar ei uso de <<Renacimien-
como contex tualizarlo debidamente.
8 D. Cantimori. Studi d¡ Stolia, Turín, 1959; citado por Ciliberto 1975,p.50. Pero
i Pero, para nuestros intereses, en ocasiones puede ser útil o incluso necesario ¡,rrcclen verse, en castellano, dos importantes recopilaciones de artículos de Cantimo-
r r ((lantimori 1984 y 1985) muchos de los cuales tienen ínterés para este tema, espe-
tomar en cuenta también investigaciones como las de D. catimori, H. Baron o F.
Chabot, de E. Panofsky o F. Saxl, R. Klein y A. Chastel, por aludir sólo a estudiosos
, i,rlrnente la segunda parte de su 1985 dedicada toda ella a problemas historiográfi-
, ,,s del Renacimiento.
de algunas aréas de la cultura del momento.
Anton¡o Behláfi I lu búsqueda del «Renacimiento científico» 57
,6

por el de «Humanismo» o uEdad humanística>>. Pero su pro- Pero incluso dentro de una misma disciplina, la historia de la fi-
to>>
l,,sofía o la historia de la ciencia, por ejemplo
puesta no parece haber tenido mucho éxito y tampoco esa sustitu- -siempre
relacionadas
, on la tadición burckhardtiana- los términos «Humanismo>> y «Re-
ción deja de producir cierta incomodidad. Más aún, eso pone de ma-
nrrcimiento>> son conflictivos. Por aludir sólo a dos grandes especialis-
nifiesto una dificultad aladida, las relaciones entre los campos
trrs, P. O. Kristeller y E. Garin entienden, relacionan y valoran ambos
semánticos de ambos términos. Cuando Tenenti proponía la mencio-
( ()nceptos de modo muy distinto. Parten, eso si de un acuerdo
nada sustitución advertía que eso no servía de nada antes de que se bási-
( () muy bien expresado por Kristeller:
hubiese impuesto ..una revalorización casi completa dela periodiza-
ción histórica>>. Y eso nos lleva al tercer elemento en discordia. Cili-
Sirnplemente insisto en que el llamado período renacentista tiene una fiso-
berto comenta estas propuestas con el siguiente texto:
rromía propia, y que 1a incapacidad de los historiadores a la hora de dar una
,l,finición sencilla y satisfacoria de dicho período no nos autoriza a dudar
De hecho, los historiadores que hoy ya prefieren sustituir el término Renaci- ,1.'su existencia; de otro manera, y siguiendo la misma línea de pensamien-
miento por el de Revolución Científica se remiten a una nueva periodiza- t,r, ¡s¡d¡f¿r.s que dudar de la existencia de la Edad Media y del siglo
ción de la historia europea fundada sobre el convencimiento de que 1os orí- r vru 11.
genes del <<mundo modernor> coinciden con los orígenes del desarrollo de la
ciencia clásica, de Copérnico a Newtone.
Pero, a partir de ahi existe un desacuerdo importante enffe los
tkrs eminentes historiadores. Según Kristeller
Una afirmación que recuerda forzosamente la anterior, ya clásica
y famosa, de H. Butterfield:
l,l pensamiento filosófico del Renacimiento italiano inicial puede agruparse
, rr tres grandescorrientes o tradiciones: humanismo, platonismo y aristotelis-
Como esta revolución ha sido 1a que echó abajo la autoridad de que goza- t,lt)r, I2.
ban en 1as ciencia no sólo la Edad Media sino también ei mundo antiguo
no solamente eclipsando la filosofía escolástica, sino también des-
-acabó ia física aristotélica-, cobra un brillo que deja en la sombra todo Y, cuando se refiere al «Humanismo>>, insiste una y offa vez eD
truyendo
(lue para comprender este concepto debemos olvidarnos de la refe-
lo acaecido desde el nacimiento de la Cristiandad y reduce al Renacimiento
y a 1a Reforma a la categoría de meros episodios, simples desplazamientos lt'ncia a los valores humanos que el término ha adquirido en el len-
de orden interior dento del sistema del cristianismo medieval r0. ¡iuaje moderno. Si queremos entenderlo debemos recuperar su senti-
,lo inicial en el que <<humanista»> era el .,maestro de humanidades o
La irrupción del término «Revolución Científica» en el texto de rludia humanitati»>, es decir, del conjunto de disciplinas compuesto
Ciiiberto es un tanto abrupta. Pero, además de proporcionarnos un ¡ror «gramática, retórica, poesía, historia y filosofía moral». Para Kris-
dato más sobre la imprecisión que domina la cuestión, nos recuerda rcller, el humanismo fue un movimiento intelectual renacentista cuyo
de nuevo que el tema de Ia «periodización>>, de los criterios de perio- interés primordial consistía en un programa cultural y educativo, eru-
áización, es crucial. Obviamente, ésta depende del cento de intere- ,lito y estilístico, basado en el estudio de autores griegos y latinos.
ses del historiador. A buen seguro, para el historiador de la literatura
y para el de la ciencia el término humanismo tendrá, a pesar de las Aclemás [insiste Kristeller] no creo yo que sea posible definir el humanismo
coincidencias, un sentido y un alcance teórico y cronológico distin- lcnacentista como una serie de ideas filosóficas específicas común a todos
Ios humanistas, o considerar el humanismo como un movimiento exclusiva-
tos. Y, además, según parece, los especialistas de una determinada ra-
,rente filosófico, y mucho menos como 1a suma total de la filosofía renacen-
ma de la historiografía tienden a dar por supuesto que la situación en
otras ramas es menos confusa que en la propia.
11 Kristeller 1982, p. )4.
e Ciliberto 1975,p.49.
12 E. Cassirer; P. O. Kristeller, y J. H Randall Jr. (comps.), Tbe Renaíssance philo-
10 Butterfield L971, p. 8 of Man, Univ. of Chicago Press, 797 5 (oúe. 1948), p. 2.
" 'pby
58 Antonío Beltún I lr hisqueda del «Renacimiento científico» 59

tista, tal como algunos eruditos recientemente se han inclinado a pensar. Gran I'r1 1¡. [, como decir que el progreso de la ciencia en el siglo xx es obstaculiza-
parte del trabaio de los humanistas era erudito o literario más que filosófico, , l( ) l)()r la crítica literaria o por los filósofos existencialistas 1t.
aun en el sentido más amplio de la palabra, y muchos de los humanistas, sa-
bios distinguidos o escritores, no conribuyeron significativamente, incluso en A mi entender, este texto denuncia correctamente los excesos de
aquella rama de la filosofía, la ética, considerada dentro de su terreno 1J. l,,s l-ristoriadores de la ciencia aludidos, pero el postuiar simplemente la
rrr,lcpendencia entre humanismo y ciencia no parece e1 mejor modo de
Kristeller se está enfrentando aquí a Garin, cuyá postura es clara- r rrrregir aquellos excesos. Por 1o demás, quizas convenga tener en
mente distinta. tanto en el tono general como en varios puntos concre- r r¡cntá las relaciones que sí establece Kristeller entre aristotelismo y
tos que resultan esenciales a la hora de evaluar las relaciones del Hu- , rcnciá. Así lo señala Garin cuando aúna a Kristeller con Gilson, Nardi,
manismo y del Renacimiento con la ciencia. Para empezar, no deja de l,rl'fanin, Duhem, Thorndike y Crombie y afirma que todos ellos
ser significativo que Garin titule uno de sus libros LUmanesimo itdliano
cuando en é1 estudia e incluye las tres corientes que Kristeller distin- ,,,inciden en lo sustancial al señalarnos que las líneas maesras del pensa-
gue en el pensamiento filosófico del Renacimiento. Efectivamente, Ga- ,ricnto durante estas centurias transcurren según directrices aristotélicas desde
rin se opone rotundamente a distinciones que usualmente se postulan l,r t scolástica tardía hasta llegar a Galileo y Descartes 16.

respecto al periodo renacentista. Se opone, especialmente, a la idea de


un primer momento, el Humanismo, como mero imitador de la anti- Pero aquí no necesitamos examinar todos los matices que se dan
güedad, frente a un segundo momento del Renacimiento, que habría r('specto del concepto de Humanismo. Ateniéndonos a nuestro proble-
no ya imitado sino desarrollado las ideas de la antigüedad. Para ello ,,r,r puede establecerse una gran línea de demarcación entre dos, o más
insiste en la convergencia de los <rstudia humanitatis y de fermentos lrien ffes posturas.
científicos». Por una parte, estarían los historiadores continuistas que, como he-
rnos visto en el capítulo anterior, no sólo interpretan el humanismo
En efecto, cuando pasamos de la cultura viva de entre los siglos xrv y xv a la ( ()mo un movimiento eminentemente literario o artístico sino que, ade-
que se desarrolla entre el xv y el xvl tenemos la impresión de una maduración, nriis, le atribuyen una mayor o menor responsabilidad, según los casos,
14.
no de una antítesis , n el retraso del desarrollo de la ciencia en su época.
En segundo lugar, pueden aunarse los hisioriadores más o menos
Está claro que según se entienda el Humanismo, en el sentido de , l¿ramente rupturistas. Ente éstos los hay que establecen una distin-
ia distinción u oposición denunciada por Garin, de un doble humanis- t ión entre un humanismo literario, pedagógico, valorándolo neutrai o
mo, literario-retórico el primero y naturalista-científico el segundo, o rrcgativamente, según los casos, y un humanismo posterior, naturalista,
bien en el sentido más amplio y global propugnado por Garin, la valo- ,lc clara influencia positiva en el nacimiento de la ciencia moderna; y
ración de Ia relaciones con la ciencia pueden ser variadas y matiz d^s Ios que, como Garin, tienden a restar importancia a la posible distin-
incluso dentro de cada término de la alternativa. Cabe también la pos-
ción enffe los dos momentos humanistas, y destacan como aspecto po-
tura de Kristeller cuando dice: sitivo, primordial, del humanismo en general, la inffoducción de un
nuevo espíritu, una nueva filosofía que estaría en la base del nacimien-
Cuando los historiadores de la ciencia afirman que el humanismo renacentista
to de la nueva ciencia. Lo importante a señalar en este último punto de
retardó el progreso de la ciencia en un siglo o dos, la observación está fuera de
vista es que tiende a destacar no tanto los contenidos, es decir 1o lo-
rr Kristeller L974, p.15. Puede verse también l¿ introducción y el primer capítu- gros efectivos en uno u oüo campo del saber, como la nueva atmósfe-
lo de Kristeller 1982; y los capítulos de la primera parte de Kristeller 1986. ra,la ruuetlafilosofía que posibilita esos logros.
la E. Garin. «Umanesimo e Rinascimento: connessione o antitesi?», en Garin
1976b, pp. ,16-59, especialmente 57-58. Pueden verse tambien, en castellano, los ar-
tículos «Edades oscuras y Renacimiento: un problema de límites» y «Los humanistas It Kristeller 197 4, p. 196.
y la ciencia», en Garin 198la; así como Garin 1981b. 16 Garin I981a,p.249.
60 Antonio Beltrán I la búsqueda drl «Renacimiento científico» 61

En mi opinión está claro que, por más que efectivamente la políse- vieron lugar alolargo de un periodo de siglos más que de décadas. Y, en la
mia del término «humanismo» plantea serias dificultades, ei equívoco rr)ayor parte del periodo que hemos estudiado, hubo un diálogo e interrela-
r itin constante entre los descendientes intelectuales de Ficino y Paracelso
en esta discusión no radica tanto en las interpretaciones del término
«humanismo>>, como en la expresíón «orígenes de la ciencia nn¿oderna». l)()r una parte, y de Guinter de Andernach y Peuerbach por otra. El herme-
rista y el alquimista continuaron debatiendo con sus adversarios galenista y
Como se habrá advertido, para los continuistas la expresión «orígenes
l,tolemaico [o copernicano] hasta bien entrado el siglo xvtt. Quizás este con-
de la ciencia moderna,> remite a las teorías de física y asffonomía del rinuo intercambio es lo que mejor establece los límites de 1a ciencia «rena-
escolasticismo de los siglos xIt y xIv en el que encontamos a los «pre- r t ntista>> 18.

cursores de Galileo». Son precisamente los desarrollos de esta tradición


los que critican y ridicuiizan los humanistas' De ahí 1a acusación de La recuperación por parte de los humanistas de autores como
que rerasan o entorpecen e1 desamollo o progreso de la ciencia, y la r\r'químedes o Ptolomeo por una parte y Ia de Hermes Trismegisto
valoración negativa de que son objeto. l)()r offa es 10 que hace afirmar a Debus que <,e1 siglo xvr es para-
Por ei conffario, para los rupturistas, la expresión «orígenes de la ,l«r jico>>.
ciencia moderna,, refiere a la <,nueva visión», el cambio de contexto Pero es, sin duda, Garin el que con sus numerosas investigacio-
que, en contra del escolasticismo y en ruptura con éste, introduce el r,.'s de historia de la filosofía dedicadas al estudio del Renacimiento
Renacimiento, y en el que los humanistas desempeñan un papei más o l,,r hecho, una y otra vez, la defensa más apasionada de la relevancia
menos importante, según los historiadores. ,1,'l papel representado por los humanistas del Renacimiento en el
Debo apresurarme a señalar que las posturas historiográficas des- rr:rcimiento de la ciencia moderna. Es el representante más claramen-
critas difícílmente se dan en estado puro en todos y cada uno de los r( rrnticontinuista de la historiografía dela filosofía.
historiadores. Si bien muchos de éstos pueden ser arropados en una u Recogiendo la observación de R. Klein 1e, Garin niega la existen-
otra parte de la clasificación, no dejan de serlo un tanto procústeamen- , i,r de una relación causa-efecto enffe humanismo y declinar de la
te. Un caso significativo de las variaciones posibles 1o constituiría el , ii'ncia de que tal declinar hubiera existido- por razo-
caso de Allen G. Debus que establece no ya una doble distinción en -en el caso
n( s puramente cronológicas. En efecto, la decadencia de la investiga-
el Humanismo, sino que distingue tres humanismos e insiste en 1a im- , ion científica en Oxford y en París precede y no sigue al auge de los
portancia de su reconocimiento. Según Debus habría habido un primer :ttt¿lia humanitatis.Y en Italia, donde realmente se da tal auge, la in-
h.rmanismo del que destaca la dimensión pedagógica, su ideal educati- r, stigación científica no decae. En realidad, todas y cada una de las
vo, y que valora negativamente respecto al desarrollo de la ciencia' r.sis continuistas se ven refutadas por Garin. Según éste la crítica hu-
rrr:rnista alos barbari no era puramente formal o estilística, sino que
En resumen, eI clima educativo de1 Renacimiento inicial fue de un dudoso va- ,1,,r <lirigida ala falta de funcionalidad de las teorías de los nominalis-
lor para el desarrollo de las ciencias. La formación universitaria en este perío- rrrs. Señala que el humanismo en su origen no fue literario, sino nota-
do puede ser caracterizada en su mayor parte como consefvadora. Respecto a , r,rl, ligado a las cancillerias y a la vida política, a la redacción de car-
la reforma de la educación primaria ilevada a cabo en los siglos xtv y xv, ésta r,r\. oraciones y disputas públicas. E incluso como cultivadores de las
17.
fue abiertamente anticientífica
lttt('rde bumdn(rc en la factitad de artes pudieron llegar a la filosofía
r;rlural, al leer a Aristóteles en el original griego. Garin niega con ve-
Después, el humanismo, en un principio literario, ¡tgaría un doble
l,, nrencia que hubiese una progresiva conversión del humanismo a la
papel en el origen de la ciencia moderna.
i r( ncia. Por el conÚario, se tata simplemente del acceso a la filosofía
,, ,r la ciencia a través de los studia humanitatis, y a continuación ex-
Seguramente hubo una Revolución Científica. Pero como toda revolución fue
un asunto de largo plazo. Los monumentales cambios que hemos descrito tu-
I' lbid., p. 140.
t'' Iln su artículo «Los humanistas y la ciencia>>, en R. Klein 1980, pp. 299-)L2,
17 Debus 1978,p.4. l,, cialmente p. 299.
l
I

62 Antonio Beblán I lr húsqueda del «Renacimiento científico» 6)

trae las consecuencias de su argumentación y de los datos históricos, De ese coniunto de elementos unidos al descubrimiento del Nue-
señalando: r',r l\{¡¡ds, y no de 1^teoría del impetus o las técnicas lógicas de los es-
,,,1:isticos, surgirá Galileo y la nueva ciencia, según Garin.
Ante todo, es insostenible no sólo 1a oposición, sino la mera distinción entre Oomo podemos ver, «Humanismo>> es el nombre que parece dar
«humanistas,> y <<científicos» o «filósofos». Por el conrario, el contraste real es ( ,:.'in a todo el movimiento intelectual del Renacimiento responsable
el que se da entre <<lectores>> de los originales griegos o de las obras latinas clá- , I la ruptura con la Edad Media e introductor de una nueva
filosofía
sicas directamente derivadas de e1los y los nlectores» de 1as compilaciones ará- , r) un sentido muy amplio. El Renacimiento, pues, es aquel periodo
bigo-latinas y comentarios medíevales20. lusttjrico que con su ruptura con el mundo medieval y el cambio de vi-
,r.n, de intereses, etc. da origena la ciencia moderna. Esta es, sin dud¿,
En relación con esto, cabe mencionar que la primacía que con el ,rrrr r.esis rupturista. Pero no está libre de dificuitades. su ambigüedad
humanismo se da a ciertas disciplinas provoca un nuevo equilibrio en-
,lrttlará de manifiesto, a continuación, en nuestro tratamiento de algu-
tre las facultades que iniciará una nueva e importantísima valoración ,,,, tle los más representativos historiadores de ia ciencia rupturistas.
del bomofabely su relación con el homo sapiens. El contacto entre artis-
tas, constructores y humanistas constituye un primer paso. Pero ade-
más, frente a la actitud medieval que ve en las obras que conoce de la
antigüedad los retazos, a lo sumo momentáneamente contradictorios,
II APORTACIONES Y VALORACION DEL RENACIMIENTO «CIENTÍFICO»
de una única concepción, de un todo teórico unitario, la pulcritud filo-
logía lleva a los humanistas a un descubrimiento fundamental: la plura- I I ¡rlimero que deberíamos citar, siguiendo un criterio cronológico, es
lidad de las doctrinas y concepciones de las cosas. Se descubre el mate- ,\lt x¿ndre Koyré. Pero, por razones que inmediatamente se pondrán
matismo platónico enfrentado al empirismo aristotélico, y distinto a ,l( nlanifiesto, nos ocuparemos antes de una obra que puede ser consi-
éstos a Arquímedes, Demócrito, Epicuro, Lucrecio, Galeno. Los huma- ,lr'r:rda ya como ciásica en ia historiografía de la ciencia de este perio-
nistas empiezan a contextualizar las docffinas. Y así se produce la con- ,1,, 1\'[6 refiero a The Scienttfic Renaissance 14j0-16j0 de Marie Boas
siguiente crisis de Ia creencia de una ciencia unitaria depositada en un ll.rll. En ella se nos ofrece 1o que posiblemente sea la visión de conjun-
solo autor, el Fiiósofo, en un solo libro, al igual que la Biblia recogía r,, rn.ls conocida en la historiografía de la ciencia del Renacimiento. Me
las enseñanzas de 1a fe. Y, paru citar un elemento más al que volvere- ,rrr('vería a decir que constituyó el primer intento importante de mos-
mos más tarde, ¿qué decir de la influencia del humanismo en la revolu- rr.r¡, también en el campo de la historia de Ia ciencia, la autonomía del
ción copernic^fia, a tavés de la literatura del mito solar y la idea de ar- li, rrircimiento y, por tanto, puede considerarse el punto álgido de esa
monía de las que bebió Copérnico? ,,'nicnte postburkhardtiana que venimos comentando. En este sentido
l,r'' ¡ralabras iniciales de su prefacio no pueden ser más significativas:
Garin 1981a, p. 259. Dicho sea de paso, el tema de la recuperación y traduc-
20
ción de las obras de la Antigüedad también es, naturalmente, objeto de debate entre
los medievalistas y los estudiosos del Renacimiento. Kristeller, por ejemplo, observa I libro muestre que el periodo que va de I4j0 a 1630 consriru-
.t,, r,, que esre
que si los filósofos modernos <,pueden leer hoy no sólo traducciones de Aristóteles r, ,rr estadio definido en la historia de la ciencia. Fue una era de transforma-
hechas por Tomás de Aquino, sino los originales de Aristóteles, de Platón y de muchos , r('n(s profundas, pero esas transformaciones fueron llamativamente coheren-
oros filósofos griegos ya sea en el original o traducidos, deben este enriquecimiento r, , A su vez, esta época marca una ruptura con el pasado21.
de su bibliotec¿ filosófica al rabajo de los humanistas del Renacimiento» (Kristeller
1974, p. 16). Compárese esta afirmación con la de E. Grant, un distinguido medieva-
l)cro ¿qué es 1o que define, lo que caracteriza a este periodo? In-
lista, quien tras señalar que los taductores del Renacimiento utilizaron las traduccio-
ncs rlc numerosos autores griegos hechas por Guillermo de Moeberke sin mencionar-
,lrs. en el libro de Boas Hall resulta difícil hallar una formulación cla-
kr, urlirrlt: la valiente labor de este pequeño ejército de traductores de los siglos r.r rlc estas carácterísticas. Me refiero, obviamente, a ufla catacteriza-
"Sin
\r v \rr, lro solo no hLrbiera logrado materializarse la ciencia medieval sino que la re-
r,,,lrr, r,rrr r it ¡rt¡litir tlcl siglo xvn difícilmente podría haberse producido» (E. Grant
l'rr1 l, I'tr .l.l ,l'r) 'r ,\larie Boas Hall 1966, p. xr.
I

64 Antonio Bel*án I Lt luisquetla del «Renacimiento científico» 65

ción más concreta que las que hemos examinado ltasta ahoru y simi- 1., ,lilricultad no consistía en que no hubiera diferencia enre la filosofía na-
lar a las que fáciimente podemos enconÚar -se acepten como co- r,rirl v la ciencia mística, sino más bien en que aquellos hombres veían que
, ,r,l;r ciencia tradicional tenía su contraparte mágica, oculta o sobrenatural.
rrectas o no- de los periodos anterior y posterior. Boas menciona
l.r ;r¡rlicación de 1a astronomía podía ser navegación o asrología, la aplica-
como elemento definitorio de la época las apasionadas tentativas de , r,,r) (lc la química, metalurgia o búsqueda de la piedra fik¡sofal. No obstan-
revivir el saber antiguo y, por otra parte, las sorprendentes implica- ,,.,r1 mismo tiempo, incluso los más ardientes practicantes de las ramas mís-
ciones que esto iba a tener. r,,,rs s¿rbían que su fbrma de ciencia no era, ni intelectual ni moralmente,
r,r, ,ligna de crédito como 1as formas más normales. Los asmólogos estaban
Lejos de rebelarse conrra este énfasis literario y filológico que, superficial- ,,,, ¡or pagados que los fabricantes de insffumentos, pero, en el siglo xvl, in-
mente, podría parecer más alejado de la ciencia que el curriculum de los es- , lrs. los no científicos sabían en el fondo de sus corazones que los astrólogos,
colásticás con su interés omnicomprensivo de las obras de Dios, e1 científico ,,,n)() los magos, apuntaban a cosas prohibidas, aunque también sabían que
<]el siglo xV se sometía gustoso a la úgidez de una aproximación intelectual ,,t t//tt))oría de ellos no estaban realmente aliados con el diablo.
qrr. e.tub, anclada en la adoración del pasado remoto, y así sorprendente- 1...] En cada caso, lo único importante para el científico era la conciencia
mente preparó el camino para una forma genuinamente nueva de pensar la ,l, lrr diferencia entre sus dos campos de interés, pues en cada caso aceptaba
nafiraleza en la generación siguiente22. ,l rrristicismo en cuanto conducía a aquel conocimiento inaccesible por los
,,r,rlir¡s científicos ordinarios de investigación. El área a la que la magia po-
Pero Boas va poco más allá de este nivel de abstracción. Alude, ,lr.r scr y era aplicada, en el siglo xvr, era aún muy grande. Resulta fascinante
naturalmente, a los diversos desarrollos que provocaría esa recupera- ,'l)\crvar el modo en que los problemas científicamente uálidos fueron progresi-
ción del saber antiguo en los distintos campos. Pero lo cierto es que t'ttt/r'nte cribados 1t separados del abiganado misticismo del pensamiento y la
las consecuencias revolucionarias de esa labor se daúao sólo después t,rrrttica del siglo xvr, para dejar a1 margen las áridas ahechaduras de la su-
del Renacimiento, como, por otra parte, puede enffeverse en nume- t,r'r'sticiónz+. ll-a cursiva es mía.]
rosos textos del libro. Por eiemplo, cuando Boas nos dice que
Así pues, el Renacimiento sería aquel período en que, a pesar del
,rl,r'umador dominio de la «ciencia mística>>, los «problemas científi-
1a ciencia no era aún reconocida como una rama independiente del saber
r ;unerite válidos» fueron separándose progresivamente de la supersti-
[...] la ciencia mística, en este período, era la más ampliamente conocida [..']
( r()n. De ahí que, a lo largo del capítulo citado, veamos expurgados
la entonces naciente ciencia experimental era popularizada como magta na-
{ n ciertos autores algunos aspectos de su obra que pudiera apottar
tura1, en sentido restringido como e1 estudio de 1as fuerzas aparentemente
inexplicables de la naturale za 1...] e¡ sentido más general como maravillas , lt'rneotos «anticipatorios» de la nueva ciencia que iba a surgir en el
natuiales y trucos de charlatanes. La matemátíca aportaba su parte a la ma' ,'ililo xvII, ya fueran materiales o «hechos>> de algun alquimista para-
gia bajo la forma de misticismo de los números, útil para los pronósticos2l. ,,'lsiano como Basil Valentine, que más tarde utilizaría\a qtímica,ya
lrrcran ciertas anticipaciones de carácter metodológico, como en el
Éste es un hecho histórico especialmente importante: los rena- ,,rso de G. B. della Porta, del que Boas dice que <<tenía cierta genui-
centistas estaban «fascinados por la magia>> como titula Boas uno de rr;l comprensión del papei del experimento en la investigación>¡z:.
los capítulos de su libro. Y aquí es donde la historiadora introduce Nrrturalmente, ocupan parte importante del libro los casos muchos
sus reflexiones, respecto a la sutil demarcación entre los aspectos má- rnris claros de Copérnico, Kepler o Harvey, sobre los que cabe poca
gico-místicos del período y los hoy considerados netamente científi- ,liscusión respecto a que estén enlos orígenesde la ciencia moderna.
cos, que me parecen destacables. Boas nos dice que <<ios propios Pero ¿podemos aceptar que la dificultad no consistía en que no
cicntíiicos no estaban seguros de dónde terminaba la filosofía natural I'rrbiera diferencia entre «filosofía natural,, y «ciencia mística>>, entre
y rlrinrle empezaba la ciencia mística>>, pero a continuación añade: ..nragia» y «ciencia racional»? De hecho, la propia autora señala en

ll,r,l , ¡. lt1. Ibid, pp.166-168.


ll,nl , y¡ l') v ).1 Ibíd., p. 188.
66 Antonio Beltrán 1 la búsqueda del «Renacímiento científico>>
67

más de una ocasión que la <<ciencia>>, la «ciencia racional>> no había ,:poca, 1o que estamos haciendo únicamente es afirmar
ia incredulidad
nacido aún. ¿Sabían realmente, <,en el fondo de sus corazonesr>, los ,ic la nuestra, y no sé hasta qué punto eso no es exagerado2e.
Si bus_
magos, alquimistas, astrólogos, etc., que su labor era de una autentici- ( 1rmos las razones de la apreciación de Boas, es
-.r.hJ.ná, fáci1 encon-
dad dudosa, que se estaban engañando? ¿Qué margen de ambigüedad t|arlas en su presente que en aquel pasado.
nos deja la afirmación de que «la mayoría de ellos,> no estaba real-
mente aliada con el diablo? No resulta extraño que Boas considere a s'rl¡emos muy bien que la ciencia del siglo xvr
difería profundamente de la
Kepler como totalmente ajeno al mundo moderno y <<uno de los "estra
y, no obstante, nos obstinamos en juzgar los esfuerzos que
hacun
se
(,tonces como si secretámente_aquellos investigadores hubieran experimenta-
científicos más difíciles de retratar con precisión o valorar tal como
,1. l,a.nuestro tour dbsprit. Es absolutamente nJcesario deshacerse
realmente fue>>. Es bien sabido que ilegó al menos a dos de sus preci- ie esta iLu
ti,ln lo.
sas leyes matemáticas científicamente uálidas a p^rttr de sus ideas místi-
cas típicas del Renacimiento, <<aparentes absurdos metafísicos>> como
Este texto de Lenoble parece una respuesta a ras observaciones
dice M. Boas26. Resulta muy difícil, en el caso de este <<auténtico de
liras Hall. Pero podemos encontrar más voces en este sentido:
científico renacentista>>, establecer las demarcaciones y la conciencia
de éstas que le atribuye Boas27. Y, en definitiva, podemos preguntar-
nos, ¿cuáles eran esas formas <<más normales» de ciencia en e1 siglo '\t¡uellos hombres, habituados a nadar en ra imprecisión, se acomodaban a si-
rrrllcion-es-confusas, ambiguas,_poco defínidas qr. no. parecen absurdas y nos
xvt? ¿Era la construcción de intrumentos <<más normal,>, en un senti-
do epistemológico, que la confección de horóscopos u otras activida- 'rritan [...] Entre tanta incertidumbre, ros contemporáneos de Rabelais no ex
r'crimentaban en absoluto.este malestar que para ,oro,.o, resultaría insoporta-
des de la astrología? Apenas pensamos en el criterio posible paru áe- l'lc, lógicamente insoportable [...] pero,
r. aii¿, la que creía esrar en el sabbat
terminar esa .,normalidad» nos vemos irremediablemente abocados ilrientras permanecía en su casá era pobre gente
[...j ¿pobre gente? l"ro ay.,_r,
ai anacronismo. Creo que, simplemente, debemos aceptar que, en el lr.rcces? Esos no eran pobres gentes, ni analfabetos
[.-] Nudu"n.r, n toriri'u t^_
siglo xvt, la forma más <<normal>> de ciencia era precisamente la que '
h¿r de especial credulidad, de tontería, de debilicLá .rr.n,ul
...pá.1;;. ,;.
( ()ntem.poráneos a los magistrados
Boas llama <<ciencia mística>> o <<ciencias ocultasrr. Más aún, si puede [..J ¿Locura?, esta palabra no ,i"n" sentido.
\rr modo de pensar no era el nuestro, he aquí toáa
hablarse de la ciencia en el siglo xvt la «ciencia mística» no era sim- la cuestiónll.
plemente la dominante, sino la ciencia, sin más.
Son, sin duda, textos sugerentes, representativos de la moderna
Todas estas cuestiones pueden plantearse desde dos vertientes. his_
r.riografía. Lenoble insiste también en Lste sentido y afirma q""
Una de ellas sería la del problema de ia credulidad, de la seriedad u .i Á.
honestidad con que aquellos hombres propugnaban y creían en io ¡.r medio de prepararnos para comprender el pensamien,o'.i.ntrfi.o
rt'nacentista consistiría en leer las obras de piaget
mágico28. Me parece claro que a1 insinuar la incredulidad de aquella sobre la representa_
, i<in del mundo en el niño o de Lér,y Brhul sob"re
la mentalidái ;ñt
I i rra 12.
26 lbid., cap. x, especialmente p. 309.
27 No estoy afirmando que Kepler no estableciera diferencias entre, por ejemplo,
sus horóscopos y sus estudios sobre la órbita de Marte. Sabemos que sus ideas sobre 2e
Aunque se que es mezclar niveles, no es totalmente inoportuno
decir que no
la astrología eran bastante matizadas. Pero no es menos cierto que mantuvo hasta el ''"kr las masas populares y algún presidente de gobierno y
señora, sino también la
final de su vida lo que Boas llama «ideas místicas» que alimentaron su <<investigación ri(nte universitaria>> no está en absoluto libre de ciertas creencias e incluso
formas
científica». Hoy puede verse en castellano la obra de A. Koestler, tan criticada como 'lc pensamiento típicas del siglo xvr. Un elevado porcentaie d" -i, alrm.ro"-rigr.
apasionante y apasionada, Los sonámbulos (Koestler, 1986). Puede verse también Gé- "r'atención, e incluso pasión, su horóscopo. y másde rn p.of".o, de actividad p?
rard Simon 1979; y Edward Rosen. <<Kepler's attitude toward astrology and mysti- l' sional «más- científica» que la mía no sólá sigue
el suyo, sino también d.l proimo
cism>> en Brian Vickers 1981, pp. 25)-272. ,
lrc, a veces, he sido yo. "1
2s En otro lugar (A. Beltrán 1988) he tratado el tema de laparudoia que presenta "' R. Lenoble le7l. p.8].
el Renacimiento en relación a este tema. Por una parte, por ejemplo en Koyré, el si .lc L._rr L. Febvre 1968, pp. 405-406. Cabe ver también los artículos de la cuarta parte
glo xvt se presenta como crédulo y acrítica, por otra, como en Popkin 1983, se nos pre- Febvre 1970.
senta como el siglo de la recuperación y explotación áel escepticismo. '' Lenoble 1971. p.85-86.
1 la búsqueda del «Renacimiento cíentífico» 69
lr8 Antot4io Beltrán

,rconsiderar el libro de Boas, por ei momento diré que, en mi opinión,


Obviamente, éste es un punto en el que la postura de Boas nece-
lrr respuesta es un <<no)> rotundo. En este sentido, la posición de
sitaba una revisión y, desde entonces, como veremos, se ha ffabajado
A. Koyré en su artículo <<La aportación científica del Renacimiento>>16
mucho en este campoll.
..'smucho más moderna que la de Boas, a pesar de que fue escrito trece
Pero hay aun otro gran problema, la otta vertiente de la que ha-
,rños antes que el libro de ésta.
blabamos, que debe plantearse. En el prefacio a la obra de Boas Hall
No obstante, Koyré y Boas tienen mucho en común. El inicio del
que venimos comentando se nos dice que
rrrtículo de Koyré señalaría uno de los puntos de acuerdo entre ambos.

Las teorías y métodos revolucionarios de la década l54O estaban completa-


I I¿blar de la aportación científica del Renacimiento puede parecer paradójico
mente actualizados en 1630. El trabajo de Harvey sobre la circulación de la
sangre, publicado en 1628, y el brillante Diálogo sobre k¡s dos máximos sistemas
, incluso increible [...] sabemos todos que la inspiración del Renacimiento no
Iue una inspiración científica. El ideal de civilización (del Renacimiento) no es
del muido, acabado en 1610, señalan al unísono la culminación del trabajo
,le ningún modo un ideal de ciencia, sino un ideal de rct6rica37.
del siglo precedente y el comienzo de una nueva edad 14.

Es cierto que, tanto en el capítulo dedicado a Galileo como en el


Según Koyré, el artistay sobre todo «l'homme de lettres» son los
que encarnan el espíritu del Renacimiento que, en la perspecti-
epflogo, Boas insiste casi exclusivamente en el carácter innovador de "tipos>>
r,,r koyreana, habría sido una de las épocas menos provistas de espíritu
la obra de Galileo. No obstante, cabe plantearse la pregunta ¿consti-
r'r'ítico, en que la superstición más grosera y profunda,la magia, ia bru-
tuye realmente Galileo la «culminación» del proceso o progreso rena-
j,.:ría, la asffología, 1o dominan todo y están presentes en autores como
centista? ¿Constituye Galileo el final feliz de esa criba progresiva de
I'icino, Pomponazzi o Campanella; un periodo en el que los libros de
los «problemas científicamente válidos»? Posiblemente, si considera-
r'xito no son tanto las üaducciones de clásicos, como los libros de ma-
mos el único aspecto de la obra de Galileo que estudia Boas en este
11ia de Cardano y Porta. Lo más positivo del Renacimiento habría sido,
librort, es decir, la astronomía, habrá que establecer, sin duda, una
st'gún Koyré, su labor negativa, destructiva del gran enemigo de su
vinculación enffe ambos. Pero, si nos atenemos únicamente a la as-
tonomía, ¿por qué no considerar a Kepler como la culminación del l)cnsamiento filosófico y científico: ia síntesis aristotélica. Y esa destuc-
t ión sería decisiva puesto que tuvo como consecuencia lo que caracte-
proceso? Sin duda su obra astronómica fue más importante y conclu-
ri.a al Renacimiento, su «credulidad sin límites»18. Aquí Koyré ha in-
siva que la de Galileo. No puede ser, pues, únicamente en base a su
tloducido una afirmación un tanto sorprendente:
obra en asffonomía, sino a su obra en cosmología por lo que Boas
considera a Galileo el fin del camino. Pero ¿es la obra de Galileo en
Irféctivamente, después de haber destruido la física, la metafísica, la ontología
este temeno, en cosmología, la culminación del progreso renacentista,
rrristotélicas, el Renacimiento se encontró sin física y sin ontología, es decir, sin
de los métodos de la década de 1540? Aunque tendremos que volver
¡,osibilidad de decidir con anticipación si algo es posible o nole.

D No obstante, veinte años después de la publicación de su libro, con ocasión del Resulta relevante que sólo unas líneas más adelante Koyré afirme
homenaie a Garin en su setenta aniversario, Boas hacía una revisión de los distintos te- (
lue
mas de la historiografía del Renacimiento científico, y seguía afirmando que las <,cien-
cias herméticas no recibieron nunca un pleno reconocimiento social y eclesiástico, sino
que siempre fueron sólo quasi lícitas>>. Boas. «I1 Rinascimento Scientifico», en vv AA
,l Renacimiento se ha visto lanzado o reducido a una ontología mágica. Si se
rrriran los grandes sistemas, las grandes tentativas de síntesis filosóficas de la
1983, pp. )25-)52, p. ))r.
ra Boas ]iilall 1966, p. xI. También en el epílogo nos dice que «el juicio de Galileo
señala el clímax del gran debate sobre cosmología, y el fin de la larga búsqueda de una 16 En A. KoyÉ 1977, pp. 41-50.
nueva astronomía que empezó con Peuerbachr. Ibid., p.344. r7 Koyré 1977,p.41.
rr De hecho q,r" nos ocupa forma parte de la serie de volúmenes sobre The )8 lbid.,p.42.
"llib.o
Rise of lvlodern Science, editados por Rupert Hall, y puede completarse con A Rupert » lbid.
}1all 1,9$ yA.RupertHall 1983.
I
I

70 An¡onio Beltrán A la búsqueda del «Renacimiento científico» 71

época [...] se encontrará siempre en el fondo de su pensamiento una ontolo- se introduce una nueva mentalidad que, en adelante, iba a ser domi-
gía mágicaao. nante en el mundo científico. Esta es, sin reticencias, una postura
rupturista.
¿Desde qué punto de vista la ontología ruágica no es una ontolo- Pero, aun con esta diferencia fundamental, hemos visto que en la
gía? No sé me ocurre otra respuesta que sólo desde la nuestra, es de- valoración del Renacimiento en ia historia de la ciencia por parte de
c*,la científica. Pero, el anacronismo de Koyré es muy distinto del de [3oas y Koyré había, como no podía ser de offo modo, muchos pun-
Boas. Lo es hasta el punto de que le lleva a la primera c^racteriz ' tos en común. En especial, el hecho de que, en aquel periodo, domi-
ción concreta del pensamiento o mentalidad renacentista, que es de ne la «ciencia mística»>, la <<ontología mágica», hace que para ambos
signo radicalmente opuesrc ala de Boas. <<De hecho, si se quiere re- el Renacimieoto científico, como un todo, quede reducido a muy
sumir en una frase la mentalidad del Renacimiento, yo propondría la ¡roco. Tiene un pasado y un futuro tan claros que su presente queda
fórmula: todo es posiblo>at. Después Koyré menciona también, como totalmente oscurecido. Especialmente en Koyré, el papel del Renaci-
característicos del Renacimiento, la recuperación de los grandes tex- rniento en la historia de la ciencia parece quedar reducido al de ad-
tos científicos como los de Ptolomeo y Arquímedes que están en la rninistación de correos de la cultura, que ffae dei pasado la buena
base de la nc. Alude a Copérnico y su heliocentrismo, a Kepler, <<Ja- r)ueva pero que, como corresponde al cartero, no tiene nada propio
no bifronte» cuyas limitaciones vencerá el osado Bruno, gran filósofo ..1ue decir.
y «matemático execrabler>, proclamando Ia infinitud del universo. Y
ya no más. Con ellos se acaba el Renacimiento. O mejor aun, se aca-
ba cuando surge Galileo. III. i]ERMETISMO Y REVOLUCIÓN CIENTÍFICA.
PRIMERA APROXIMACTON
Kepler [y Bruno] pueden ser incorporados al Renacimiento; con Galileo I)cro la historiografía no se detendúa aquí. El mismo Koyré, como ya
salimos sin ninguna duda y definitivamente de esta época. Galileo no tiene Iremos indicado, señalaba una y otra vez, frente a la historiografía po-
nada de lo que 1o caracteriza. Es antimágico en el más alto grado [...]42. sitivista como historia de aciertos hacia nuesro presente, la impor-
trrncia de tomar en cuenta los <<erores>>, de reandar las <<sendas equi-
No se trata pues de disputar sobre fechas. El «1610» de Boas po- vocadas>>. El más que nadie puso de manifiesto y mosró la necesidad
dría señaiar la muerte de Kepler, y entonces estaría de acuerdo con ,le poner el pensamiento científico en relación con su entorno cul-
Koyré. No es una cuestión cronológica. La mayor parte de los con- t u ral.
temporáneos de Galileo, y muchos después de su muerte responden
Pues bien, esa direcriz fue imponiéndose progresivamente en la
a la mentalidad renacentista. Pero 1o importante es que con Galileo
lristoriografía de la ciencia y del pensamiento en general, dando lugar
:r partir de la década de los sesenta a un conjunto de trabajos que,
¿o Ibid.,p. $.
1r lbid.. L. Febvre, años más tarde desarrollaría el tema. «En realidad, entonces lrasta cierto punto, permiten calificar a sus autores de movimiento
nadie tenía el sentido de lo imposible. La noción de imposible. Se nos dice que un lristoriográfico bien definido. La rudicalización de las tesis sobre la
decapitado ha cogido su cabeza entre sus manos y ha echado a correr por la calle. irrter-relación enÚe la ciencia y su entorno cultural, su reevaluación
Nosotros nos encogemos de hombros, sin preocuparnos más por el hecho: seríamos ,lc ias «sendas equivocadas» les llevó, no obstante, á posturas total-
ridículos. Los hombres de 1541 no dicen: imposible. No pueden dudar de la posibili-
rr)ente opuestas ala de Koyré.
dad de un hecho. Ninguna noción tiránica, absoluta, constrictiva de /ey limitaba para
ellos el poder ilimitado de una naturaleza creadora y productora sin freno. La crítica Este conjunto de historiadores que, en muchos casos, tenían una
del hecho no empezará, precisamente, más que el día en que esta noción de ley en- (strecha relación con eI Wargburg Institute, modifican los términos del
trará en vigor universalmente día en que, por eso mismo, la noción de imposi-
-el ¡rlirnteamiento e insisten en el valor y aportaciones de esas tradicio-
ble, tan fecunda a despecho de sus apariencias negativas, adquirirá un sentido; el día
rrcs místicas, la <<ciencia mística>> de Boas, en el nacimiento de la
en que, para todos los espíritus, el non posse engendrará el non esso>. L. Febvre 1968,
pp. 406-407. , icncia moderna.
a2 Koyré 1977,p.49. La importancia de la tadición hermética en la cultura del Rena-
I

12 Antonio Belnán A la búsqueda del «Renacimiento científi«t» 7)

cimiento había sido señalada ya por Kristeller y Garin. Pero, en el la del hombre como c^p^z de desarrollar esa ciencia dominadora.
ámbito que nos ocupa, sin duda el antecedente y pionero más impor- ldeas que coinciden y se derivan del ideal renacentista del mago,
tante fue Paolo Rossi con su olxa Francis Bacon: De la magia a la cien- pero que a partir de Bacon cobran una nueva dimensión.
cia, de 1957 $ , que significó un paso fundamental en el abandono Pero, como decíamos, a partir de finales de los años cincuenta y
de la imagen tradicional de Bacon como <,fundador de la ciencia mo- principios de los sesenta y, en especial, del tabajo de Frances Yates,
dernarr, como héroe de la nc por su preciosa aportación metodológi Giordano Bruno y la tradición berrnética, publicado originariamente en
ca: la inducción o método inductivo. Asi hoy se llama frecuentemen- 1964, historiadores como D. P. \)7alker, A. G. Debus, P. M. Rattansi,
te la atención sobre el aforismo cxxx, último del primer libro del M. C. Jacob, Ch. \üTebster y otros tralsajaún en este ámbito de intere-
Nouurn Organum, donde parece renunciar ala elabotación difinitiva y ses desarrollando una importante labor dedicada a poner de mani-
acabada de su método inductivo, poniendo el acento en los rudimen- fiesto que la magia, numerología, alquimia, el conjunto de ciencias
tos ya constuidos y en la elaboración de la historia natural: ocultas a que nos hemos referido, en definitiva, la tradición herméti-
ca no podía dejarse de lado como mera «superstición>>, como «credu-
Ha llegado el momento de proponer el arte mismo de Intetpretar la Natura- lidad grosera>>, como mero error. No podía olvidarse que esta tadi-
leza. Aunque pensamos haber establecido preceptos utilísimos y certísimos, ción estaba presente, no sólo en autores como Ficino, Agrippa,
no 1e aribuimos una necesidad o una perfección absolutas fcomo si nada Paracelso o Campanella, sino también en científicos que contribuye-
pudiera hacerse sin ella] [...] Por el contrario, nosotros, que consideramos. la ron de manera decisiva a la ciencia moderna como Gilbert, Kepler o
mente no sólo en su capacidad nativa, sino también en su relación con las Newton. Allen G. Debus, al que ya hemos aludido, afirma que
cosas, debemos dejar sentado que el Arte de descubrir puede perfeccionarse
44.
con los descubrimientos mismos
I)aracelso puede ser visto como el heraldo de la Revolución Científica [Y en
()tro lugar destaca:] Es importante tratar de no separar lo <.místico» y 1o
Pero en 1957 el texto de Rossi, en el que Bacon era puesto en
ncientífico» cuando ambos están presentes en el trabajo de un único autor.
relación con la tradición mágico-alquimista y consecuentemente reu- Ilacerlo así sería distorsionar el clima intelectual del periodo [...] imponer
bicado en la RC, fue revolucionario. Rossi destacaba precisamente r)uesuas distinciones al siglo xvlt es ahistóricoa6.
cómo el programa metodológico baconiano hallaba su culminación
en una de las obras menos científicas de la primera mitad del siglo Como puede verse, la reivindicación de las ciencias ocultas se ha-
xvII, la Sylua sylaarurn, en la que Bacon se desplazaba cada vez más ce, precisamente, desde preceptos historiográficos intachables.
de una historia natural a una historia literaria. Por lo demás, puntua- El hermetismo tenía, sin duda, una importancia enorme en el si-
liza Rossi: glo xvt. Es bien conocida la historia según la cual en 1463 llegó a
Iilorencia un monje realidad un buscador de manuscritos a las
El plano en el que se desarrolla la Sylua syluarum es aqué1, típicamente «má-
-en
rirdenes de Cosme de Médici- procedente de Macedonia, qte traía
gico», de Deila Porta y Cardano y que más tarde será también el de los consigo una copia del Corpus Hermeticuru. La leyenda, que se tuvo
45.
«herméticos, y magos de1 siglo xvrr inglés, de John Dee y Robert Fludd» lrrrr cierta hasta 1614, hacía dei autor, Hermes Trismegisto, un profe-
tir y vidente egipcio, casi contemporáneo de Moisés, una especie de
Lo realmente importante en Bacon, históricamente, sería la con- ¡rrofeta del cristianismo y mago prodigioso, de cuya sabiduría se ha-
cepción de la ciencia como poder, como dominio de la nattraleza, y lrrían alimentado todos los filósofos griegos y cristianosaT. Al saber
,le la llegada de tales escritos, Cosme de Médici ordenó a Ficino que
ar La obra fue revisada en la segunda edición que es la que traduce la versión ,rbandonara la taducción de las obras de Platón, que ya había reuni-
castellana. Véase Rossi 1990. ,lo, para que tradujera, antes, los escritos herméticos.
a{ F. Bacon. La Gran restaurución, trad. cast. M. A. Granada, Madrid, Alianza
19t35,1;p. 185-186. 16 Debus 1978, pp. 15 y 11 respectivamente
r) Il,ossi 1990, pp. )60-)61. {7 Véase al respecto Yates 198-1, pp. 17 ss.
74 Antonio Beltrín A la búsqueda del «Renacimiento cienttfico» 75

Pues bien, este hermetismo, recuperado de su infravaloració¡ ffa- Es un hecho que, desde sus primeras afirmaciones respecto a la
dicional por los historiadores de la ciencia, será ahora valorado, espe- importancia del hermetismo en el nacimiento de la ciencia moderna,
cialmente por la insistencia del mago hermético en la importancia de en su Giordano Bruno y la tradición hermética, Yates ha rudicalizado
la observación de Ia naturaleza, como un elemento esencial a la hora sus posturás de modo que a muchos nos parece exagerado. Pero no,
de explicar el nacimiento de la ciencia modernaa8. Sirva la propia Ya- más bien debería decir que la radícalización de sus tesis ha ido po-
tes de ejemplo. Para ella, el mago renacentista es el que ejemplifica el niendo de manifiest o, cada vez más claramente, unos presupr..toi fi-
cambio de actitud de1 hombre hacia el cosmos, 1o que, en su opinión, losóficos e historiográficos que hoy rechaza la mayor parte de la his-
era un preliminar necesario para el nacimiento de la ciencia moderna. toriografía de la ciencia, precisamente la historiografía rupturista.
En mi opinión resulta muy difícil no observar el estricto paralelo
Si, como yo creo, el mago renacentista era el inmediato antecesor del cienti- existente entre las tesis de esta historiadora y las de los medievalistas.
fico del siglo xvtt, entonces es verdad que el <,neo-platonismo>> tal como es Como estos últimos, Yates y algún otro colega como Debus han pasa-
interpretado por Ficino y Pico era efectivamente e1 cuerpo de pensamiento
do del descubrimiento del hermetismo a una valoración de éste según
que, interviniendo entre la Edad Media y el siglo xvtt, preparó el camino
para la emergenci¿ de la cienciaae.
Ia cual presentan a la ff^dición hermética como el claro punto de
partida u origen de la ciencia moderna. Como en el caso de los me-
Este «camino» tendría varias fases. Yates propone a los <<historia- dievalistas con 1os escolásticos tardíos, Yates y sus colegas han en-
dores sensibles» e1 uso del término <<Rosacrucian,> para designar <<una contrado entre los magos hermetistas a los precursores de la nueva
fase de Ia tradición hermética en relación con la ciencia»; es decir, re- ciencia, y han visto la tadición hermética como la primera fase de la
feriría el tipo de mago hermético que desarrollaría sus intereses en Itc. Es, en definitiva, una tesis continuista absolutamente análogay pa-
dirección a la ciencia, mezclada con la magia. La demostrada influen- lalela. Sustitúyase, en las tesis de Yates, <<mago>> por <<escolástiio pari-
cia de ese hermetismo rosacruciano en personal'es como Gilbert, Ba- sino u oxoniense del siglo xrv» y se habrán reproducido de modo es-
con, Bruno, John Dee etc. le hace decir: tricto las tesis de Duhem o sus más fieles seguidores.
Resulta paradójico que tesis que parecían surgir de una exigencia
Tales descubrimientos no hacen a las grandes figuras menos grandes, sino historiográficamente moderna, como ia de la contextualización, la no
que demuesran la importancia de la tradición hermética renacentista como proyección de nuestros esquemas a épocas pasadas, hayan resultado
un inmediato antecedente de la emergencia de la ciencia. E1 ejemplo de ello
susceptibles de ser acusadas precisamente de ser eso: descontextuali-
que estudiaré en este libto es Giordano Bruno [...] Más aún, [G. Bruno] es
zadoras. En efecto, una de las críticas más válidas que pueden hacer-
el precursor de la visión del siglo xvII, aunque formulada dentro del marco
de referencia renacentista to.
sc al continuismo duhemiano es que descontextualiza determinados
tcoremas o reflexiones metodológicas falseando, por tanto, su signifi-
a8 Aunque este aspecto es especialmente importante y destacado por la propia Ya- cación y atribuyéndoles un sentido que en su contexto histórico no
tes, su tesis incluye también otros elementos de continuidad. Fundamental sería la acep- tcnían. Y éste es un tipo de acusación que puede dirigirse igualmente
tación del copernicanismo por parte de los filósofos herméticos. Estos interpretaron ia ,r lo que, por analogía, podríamos denominar «la reuuelta de los rena-
obra de Copérnico como un ieroglífico mágico y un momento crucial, aunque insufi- tcntistas;>, es decir, de los historiadores del hermetismo renacentista.
ciente, de la recuperación dela prisca tbeologia. Pero, aun así, contribuyeron a la adop'
Pero, quizás lo más sorprendente y destacable es que este nueuo
ción y justificación del heliocentrismo y sus consecuencias físicas y, por tanto a la cien-
t ontinuismo, como creo que puede llamarse, se postula ffas el desa-
cia moderna. Véase Yates 1981, pp. 182-186 2)9 ss.

ae F. Yates. «The hermetic tradition in Renaissance science>>, en Ch. S. Singleton
(comp.), 197O, p.258. ,i(ista contemporánea. El colapso real de la ciencia mágica renacentista solamente ocu-
sa lbid.,p.270. A.G. Debus piensa que Yates sobrestima la datación correcta, 1614, r ri.
en el período posterior a 1660. Hasta entonces fue una fuerza positiva que estimuló
de los escritos del Coryus Hermeticum como pertenecientes al siglo III, como causa del .r ,rlgunos científicos a un nuevo modo observacional de aproximación alanarur^leza»>
debilitamiento de la influencia de la pdmera fase del hermetismo. Según Debus, en toda r(.itado por Yates 1967, p.272). G. J. R. Parry pone en cuestión los supuestos de esta
la primera mitad del siglo xvu, más allá de 1614, hubo un creciente interés en «la apro- ,liscusión al mostrar que la datación del corpus hermeticum por casaubon no constituye-
ximación ocultista alana¡traleza que corría paralelo al surgimiento de la filosofía meca- ,,'r una novedad, como Yates y Debus creen. Véase G.J. R. Parry 1984.
16 Antonio Beltrán Ak búsqueda del «Renacimiento científico» 77

rrollo de toda una historiografía de la ciencia ruptutistd,la más impor- do ni cuáles fueron los motivos que condicionaron el surgimiento de este
nuevo interés por la naturalezay por su funcionamiento52.
tante, sin duda, de las últimas décadas y, precisamente, en el mismo
decenio en el que ese rupturismo era objeto de la reflexión más im-
portante e influyente que se haya hecho hasta el momento sobre los No está muy claro qoé «explicación>> es la que <<puede» dar la
rupturistas. La estructura de las reaoluciones científicas, de Tho- historia de la ciencia del nacimiento de la ciencia moderna si n<-r
f.o."ro.
mas S. Kuhn, se publicó en 1962, y Patrones de descubrirniento, de ¡,uede responder a los «porqué» a que alude Yates a continuáción.
N. R. Hanson, se había publicado en 1958. Eso es precisamente 1o Pero, en cualquier caso, y ffas aducir en su apoyo esos historiadores
que hace más llamativo el hecho de que Yates diga que Bruno «es el continuistas, Yates ¿matiza? su afirmación primera cuando nos dice,
precursor de la visión del xvu aunque formulada dentro de un marco respecto a la pregunta por las causas dei nacimiento de la ciencia
de referencia renacentista>>. En la moderna historiografía de la ciencia, moderna, que
cuyas características hemos esbozado en nuestro primer capítulo, este
modo de expresión ya es de por sí totalmente insatisfactorio' El de Una de las respuestas a ta1 pregunta que sugiere este libro es <<Hermes Tris-
<<precursor)> es un concepto ya desterrado, pero es especialmente difi rnegisto». Bajo este nombre incluyo el núcleo hermético del neoplatonismo
flciniano. [Y algo más abajo insiste:] Los procedimientos con los que el ma-
cíl de encajar cuando se habla, alavez, de «marcos de referencia>> en
go intentaba operar en la práctica no tienen nada que ver con los rigurosos
el desarrollo científico. Pero, en cualquier caso, a partir de los años
rnetodos de la ciencia. Pero se plantea la siguiente cuestión: ¿acaso tales pro-
60, 1a décad a de la aparición de 1o que se llamó nueua filosofía de la cedimientos mágicos servían para estimular Ia voluntad en dirección de la
ciencia, cuyos grandes protagonistas eran Kuhn, Hanson y P. K. Feye- genuina ciencia y de sus actividades? En un capítulo precedente he dado
rabend, la afirmación de Yates es, quierase o no, contradictoria. Natu- una respuesta afirmativa a esta preguntal...)53.
ralmente, no pretendo en absoluto criticar a Yates porque su erudi-
ción no sea aún más vasta y no incluya un mínimo conocimiento de ia Es decir, que en el mismo libro se señala una y offa- vez la inde-
filosofía de la ciencia de su momento. pendencia teórica de, digamos las dos «mentalidades)> o <<marcos
En realidad Yates participaba de unos presupuestos que sólo mentales>> y sin embargo se establece una continuidad entre ellos. O
en los años en que ella publicó el libro estaban entrando en crisis. rca, el hermetismo no tiene nada que ver con la ciencia pero la pre-
Pero 1o más curioso es que la contradicció¡ala que aludo se pone
¡''ara, la estimula, la anticipa. Pero, si la prepara, estimula y anticipa
de manifiesto en la propia obra de Yates. Efectivamente, refirién- ¿no tiene que ver algo con ella? ¿Cómo puede el mago hermetista ser
dose a su propio libro sobre Bruno y el hermetismo, Yates nos dice precursor del científico moderno y no tener nada que ver con é1? Pa-
rcce claro que se :utllizal categorías que hoy consideramos incompa-
Este texto no tiene relación ninguna con la historia de la ciencia pura y de
tibles.
sus vicisitudes, que llevarán hasta la elaboración de la mecánica galileana.
Tal proceso pertenece a la historia de la ciencia propiamente dicha, a las Resulta sorprendente que no se haya destacado este punto. El
investigaciones de Duhem [...] t1. ¡rropio Rossi que, como hemos dicho, podría situarse en el inicio de
l:r directriz historiográfica de Yates, en la segunda edición de su
Pero, a continuación, Yates introduce un texto extraño: I;rancis Bacon: de la magia a la ciencia, se distanciaba de estos historia-
,l<rres un tanto escandalizado por sus exageraciones y aludía a la
La historia de la ciencia puede explicar y seguir páso a paso los diversos t'uestión. Pero resulta curioso que fuera precisamente Rossi, que se
estadios que llevaron hasta el nacimiento de la ciencia moderna en el siglo ,'scandalizaba aún mucho más con 1o que él consideraba el rupturis-
xvII, pero no explica el porqué de tal eclosión en este momento determina- rrro inaceptable de Kuhn, que no compartía en absoluto, quien haya

,1 Yates 1983, p.506. Resulta revelador que en esta página, Yates nos remite o
,, lbid.
se apoya en tres historiadores continuistas como Duhem, J. H. Randall Jr. y Crom- \)
bie y no en Koyré u otros historiadores rupturistas. Ibid., pp. 507 -508.
78 Antonio Beltrán 3. REVOLUCIÓN, T'NOSOFÍA, CIENCIA Y METODO

aludido a este puntosa. Rossi nos dice que frente a su insistencia ini-
cial de la proximidad de Bacon a la magia, ahora, .,precisamente en Educaban a sus discípulos en el santo temor a la hipótesis,
parcial desacuerdo con F. Yates y P. M. Rattansi>>, preferiría insistir considerada [por hombres que, por otra parte, tenían siempre
en la imagen del «hombre de ciencia» que dibuja Bacon en tantas pá- en la boca las grandes palabras «método» y <<verdad>> científi-
ginas suyas. Y tras aludir a que subrayar la presencia del hermetismo ca] como el peor de los pecados contra lo que ellos llamaban
en autores del siglo xvII se ha convertido en una moda, añade: Ciencia. En el frontón de su historia grababan con letras de
fuego un perentorio hypotheses non Jingo. Y para la clasificación
de ios hechos, una máxima única: seguir rigurosamente el or-
Lo que fue en oros tiempos una útil polémica conra la imagen luminosa de
den cronológico [...] ¿No era una engañifa el orden cronológi-
una historia de la filosofía y de la ciencia que va de triunfo en triunfo según
co? La historia que se nos explicaba [...] la historia que se nos
un línea gararrtlzada de progreso, tíene el peligro de dar lugar a una historio-
enseñaba a hacer no era, en realidad, más que una deificación
grafía únicamente <(retroactiva», dedicada sólo a subrayar los elementos de
del presente con ayuda del pasado. Pero rehusaba verlo
continuidad y el peso ejercido por las ideas tradicionales t'. -y
decirlo-. [Cursiva en el original.]
En un artículo posterior, Rossi precisa que su desacuerdo con
Lucr¡N Frsvnr. Combates por la htstoria Í953).
Yates o Rattansi no es respecto ala necesidad de estudiar lamagiay
Trad. F. J. Fernández Buey y Enrique Argullol
el hermetismo, también Rossi lo considera necesario, sino porque Barcelona, Artel, 1986, p.23

éstos enfatizan únicamente los elementos de continuidad entte la tradición


hermética y la ciencia moderna 56.

Éste no es, obviamente, el único punto de posible discusión que


I. EL NUEVO CONTINUISMO

suscita la obra de estos historiadores. Pero una consideración más


detallada puede suscitar oros, y quizás sea el momento de detener- Hemos visto que, conffa la imagen burckhardtiana del Renacimiento,
nos en lo dicho hasta ahora. surgía un movimiento historiográfico que, ateniéndonos a los histo-
riadores de la ciencia, fue denominado continuista. No obstante,
como veíamos, su labor no era en absoluto defensiva, por decirlo de
algún modo. Es cierto que enre sus principales objetivos estaba el
de reivindicar la importancia de la Edad Media y sus aporraciones
a la ciencia, en contra de la imagen que los renacentistas habían
intoducido de aquélla. Pero, especialmente en el caso de los histo-
riadores de la ciencia, su obra no se iimitaba a\ descubrimiento del
pensamiento científico de la Edad Media, sino a la consiguiente des-
calificación de la relevancia del periodo renacentista en la historia de
la ciencia. Según estos historiadores, la Edad Media es, en realidad,
5a El uso del pasado es forzoso porque, desde sullbro I segni d.el tempo(Rossi 7919) creadora de métodos y teorías que constituyen el origen, el in¡c¡o áe la
Rossi ha cambiado considerablemente su actitud respecto de las tesis de Kuhn. Pero ciencia moderna. En eso consiste el continuismo, en afirmar la con-
esto hace doblemente interesante la denuncia del continuismo por parte de Rossi, en tinuidad entre los métodos y teorías de los siglos xrrr o xrv, según las
este momento de nuestra historia y de la suya.
distintas versiones, y los del siglo xvn. En esta perspectiva el Renaci-
" Rossi 1990, pp. 18-19.
56 P. Rossi. <<Hermeticism, Rationality and the Scientific Revolutíon>>, en M. L. Rig-
miento constituye un periodo de decadencia en la investigación, in-
hini llonelli y §üilliam R. Shea (comps.), 1975, p.26.1. Posteriormente el artículo se cluso un momento de oposición a este proceso o progreso científico.
lrtrlrlicir en versión italiana en Rossi 1977, pp. 149-1.84. En realidad, más que reparar la injusticia que cometieran los propios
il

Antonio Beltrán Reuolución, filonfa, ciencia


80 1 método 81

humanistas al inventar Ia imagen de Ia Edad Media como <<edad te- metodológico. Pero en este caso, los elementos metodológicos
apa-
nebrosa>>, estos historiadores medievalistas únicamente han invertido recen como una consecuencia, como un efecto de algo más funda-
los términos de ésta. Sí hay una <,edad de las tinieblas» en el desarro- mental o general. No se postula un método como origen y causa
d,e
11o científico y es, precisamente, el Renacimiento, podría ser la nueva la ciencia moderna, como en el caso del continuismo Áedievalista.
formulación. Pero hay o*a diferencia importante. Ninguno de los continuis-
Por otra parte, hemos visto que, paralelamente, tanto en el campo tas renacentistas niega, como era frecuente en el caso de
los medie-
de historia de la filosofía como en el de la ciencia, se desarrolla, o
la valistas, la existencia de una revolución científica, de la nc- l¿"y
contrario, todos ellos la afirman con énfasis. y aquí es donde
,l
más bien se continúa si 1o incluimos en la tradición burckhardtiana, se ha-
otro movimiento historiográfico que reafirma la ruptuta de1 Renaci- ce explícita_la ambigüedad de expresiones como <<orígenes de la
miento con el Medievo, así como su especificidad teórica. Por 1o que ciencia moderna, y <<Revolución científica, y pod.*ás justificar
respecta al pensamiento filosófico y científico esto implica, naturalmen- nues*o planteamiento inicial. Es decir, que el p.tbl.-, de las rela-
te, negar la continuidad de teorías y métodos entre 1a Edad Media y el ciones en*e <<Humanismo-Renacimiento-orígenes de ra ciencia
mo-
siglo xvu. Significa, por tanto, negar que los orígenes de la ciencia mo- derna>>y el de las relaciones en*e <<Humanismo-Renacimiento-Re-
derna se hallen en la Edad Media. Muy al conrario, para estos historia- volución científica» son dos problemas distintos. En efecto, en
er
dores, esos orígenes se hallan en el Renacimiento. Pero, ¿qué significa caso del continuismo medievalista, lo que se propugna es una
con-
eso? En general, podemos decir que estos historiadores son rupturistds tinuidad intrateórica, intracientífica. En este caso, <<orígenes de la
en cuanto que niegan la continuidad entre los métodos y teorías del siglo nv ciencia moderna>> significa exactamente que lo qr. llumámos «cien-
y los del siglo xwt. Pero, a su uez, atribuyen los orígenes de la ciencia moderna cia moderna>> empieza en y con el escoLsticismo tardío, es entor_
al Renacimiento, es decir, afirman la continuidad entre el pensamiento rena- pecida con el humanismo, y es continuada por el siglá ,uu,
,i.,
centista y la ciencia moderna. Con ello se hacen susceptibles de la misma transformación revolucionaria alguna. Como ^h.o'o, .* ..u
acusación que algunos de ellos dirigían a 1os medievalistas. explícitamente afirmado por Duhem. "ñr",
Con todo, debemos introducir inmediatamente dos aclaraciones . .En cambio, para los historiadores que ha!¡lan de los <<orígenes
tle la ciencia moderna>>, ubicándolos en el Renacimiento, rn ,,í¡rÁn-
que matizan de modo importante 1o anterior:
ción no tiene el mismo sentido. Todos en general u..p,u, explícita
1) No se tata en ambos casos de un mismo tipo de continuismo' 1, reiteradamenre que la ciencia moderna impieza.., ál ,iglo ,rrr, y
2) Las tesis continuistas de los distintos historiadores que si- tnás aún, que io hace de un modo revolucionario. Es decii,
afirman
tuan el origen de la ciencia moderna en el Renacimiento a la existencia de la nc. Es obvio, pues, que <<orígenes de Ia
-que ciencia
partir de ahora denominaremos <<continuismo renacentista)> frente al rnoderna>> no significa lo mismo para ambos. pára los
continuistas
<<continuismo medievalista>>- tienen importantes matices que ponen .cnacentistas viene a significar que, sea cual sea el elemento
inme-
de manifiesto tanto diferencias, como curiosos puntos de contacto ,liatamente responsable del inicio revolucionario de la ciencia
mo-
entre una y otfa. ,lerna, sea un elemento metodológico u otro, riene su
causa prime_
r',r en algo más global, en un cambio de actitud
ante la
Por 1o que respecta al primer punto hay, en efecto, dos diferen- ('n una nueua filosofía qug y eso es io importante, "ururutu^,
introdujo el Re_
cias importantes. Ya vimos que los continuistas medievalistas afirma- rrrrcimiento. Resulta que las causas del nacimiento revolucionario
ban especialmente una continuidad de método. Mientas que los con- ,lc la ciencia moderna había que buscarlas fuera de lu p."p;;;;;
tinuistas renacentistas, al margen de ciertas diferencias que veremos, t i¿, de la propia teoría científica. Eso expiica además ro ie naci-
insisten especialmente en la continuidad de <,una nueva filosofía», de ¡rriento reuolucionario. Porque la nueua
fitosofa que estaba en su
<<una nueva visión del mundor>, de uuna nueva relación hombre-natu- rtí2, pot más elementos medievales que contuviera, con su nueva
raleza>> que habría introducido el Renacimíento. Esta nueva visión rrragen de la relación hombre-nuturul.ru había roto con
la fiLoso-
ticnc, naturalmente, claras e importantes consecuencias en el terreno lrrr que inspiraba la ciencia tardoescorástica y había sentado las
82 Antonio Beltrán Reuolación, filoso;fn, ciencia y método
8)

bases y premisas necesarias para el nacimiento de la ciencia mo- so' Desde


.nuestra perspectiva constituye uD totum reuolutum. Eso ex-
plica que la historiografía dera firosofia y de ra ciencia,.
derna. i;.r";;;"
De hecho, estos continuistas renacentistas comparten una tesis otras ramas de la cultura, de este periodo tengan que entrecruzarse
general que ya había sido desarrollada por Koyré. E¡ 1954, por ejem- constantemente por más que una u otra prestaran mayor
atención a
plo, en su ensayo dedicado al tema de «La influencia de las concep- unos determinados autores u obras. peroieamos algo más
d"t..ridu-
ciones filosóficas sobre la evolución de las teorías científicas>>, Koyré mente a los historiadores que aquí nos ocupan.
destacaba tres enseñanzas fundamentales que nos proporcionaba la En cuanto a M. Boas Hail, su ubicación en este aspecto es espe_
historia del pensamiento científico: cialmente compleja. Hemos_visto en el capítulo u.t..io. q,_,., pt.
,r'nu
parte, afirmaba claramente la ruptura del Renacimi"rrto
*.r'ü épo.u
1.o El pensamiento científico no ha estado jamás enteramente separado del anterior y el carácter de <<estadio definido» de éste como periodo
en
pensamiento filosófico. la historia de la cíencia. Pero, además, nos decía que er
cilntífico re-
2.o Las grandes revoluciones científicas siempre están determinadas por nacentista se sometió a la perspectiva humanista y así «sorprendente-
los trastocamientos o cambios de concepciones filosóficas. rnente>>, puntualiza Boas, «preparó el camino puru
rnu forma genui_
3." El pensamiento científico
-hablo
de las ciencias naturales- no se de- namente nueva de pensar la oatutaleza en Ia generación siguiÁte>>r.
sarrolla in uacuo, sino que se encuenffa en el interior de un marco de l)esde un_ principio, pues, afirma cierta continuidad ente
ideas, de principios fundamentales, de evidencias axiomáticas que, ha- á Renaci-
rniento y la ciencia moderna. Pero,
bitualmente, han sido consideradas como propias de la filosofía 1. ¿en qué consiste exactamente esta
continuidad?
EI.libro de Boas presenta una paradoja. por una parte, como vi-
Ésta sería una tesis de gran éxito y ampliamente compartida.
rnos, distingue netamente entre la nciencia mística>> y <rla
Pero sería interpretada de muy distinta manera por unos u otros his- ciencia ra_
cional>> o <<ciencia moderna»a. Además, .o.rro
toriadores, y con ello ya entramos en nuestro segundo punto, es de- -"rraionábamos, en
su capítulo dedicado ala magia y en o*os, nos dice reiteradament.
cir, las coincidencias y divergencias entre los continuistas renacentis-
.¡ue las ciencias ocultas constituían la <<ciencia domínante».v,
tas. E,n parte, ciertas diferencias pueden ser explicadas, por un lado, r. i^.g.
rlel libro podemos encon*ar breves pero numerosos e inequívoás
a partir de los distintos centos de interés de los historiadores', y po,
t omentarios, en el mismo sentido:
oro por la peculiaridad teórica del Renacimiento, por la diferencia
de su mentalidad respecto a Ia nuesra, pero también respecto a las
.n un plano menos racional, el platonismo y el neoplatonismo dieron un
mentalidades inmediatamente anterior y posterior. im-
,ulso tan fuerte a la astrología y al misticismo d" ior .rú-..o, q"", p"r,
Debido a la gran distancia teórica que lo separa de nosotos, el Ir.mbre de la calle, los términos «matemático>> y «astrólogo»
pensamiento renacentista se nos aparece como especialmente confu- .run .in¿rriaor r.-"l

Ahora bien, de los once capítulos del ribro Boas dedica cinco a ra
1 El artículo se encuentra hoy en Koyré 1961, pp. 25)-270. Nuestra cita en p. 256. irstronomía, dos a las ciencias de Ia vida, otro a la historia
natural,
2 Aun sin pretender, en absoluto, repartir carnets profesionales, parece claro que ()tro a la matemática aplicada, o*o ala organización
d. lu.i..r.ia y,
Garin puede ser considerado, básicamente, historiador de la filosofía, mientras que
Boas y Debus, a pesar de sus diferencias, son historiadores de la ciencia. En cuanto a
Yates y algunos colegas, no creo que pueda negárseles el título de historiadores de la Boas 1966, p. 18.
filosofía, pero lo cierto es que se centran especialmente en ámbitos de sabor warbur- r En lo cual, dicho sea de paso, coincide enteramente con yates. ya hemos
vist<r
giano y, en concreto, en el estudio del hermetismo. Y lo cierto es que, en la mayoría nos decía g3e «lo¡^¡locedimientos_de[ mago» no rf.."-."a]^ q""
de casos, las distintas adscripciones suelen conllevar ciertos presupuestos y preferen-
:]..:^,::lié..rra
\'( r con la «genuina ciencia»_(yates tfal, p.50g) Desde.r,"
i""r" a"l;;,;;;;.
cias, cierta sensibilidad a determinados problemas e indiferencia por otros, cierta pul- '1, las grandes diferencias, el libro de Boas y el cre yates .. .o-pl.m"rt^.irí pá.r..-
critud en unos temas y una mayor generalidad e imprecisíón en otros que, cuanto se r'rrcnte. Ambas parten de y comparten un taiante criterio de
deÁarcación a"r.a .1",
tratan temas fronterizos como los presentes, pueden resultar importantes y creo que , rir v hermetismo.
pueden, efectivamente, ayudar a expIicar ciertas diferencias. ' Boas 1966, pp. t67-168.
I

Antonio Beltrán Reuolución, filosofía, ciencia y método 85


84

solamente uno a la <(magia» o <<ciencia mística>>. Hay, pues, un


cla- de nuesra discusión. Boas acepta el carácter bifronte de la obra de
ro contraste entre la importancia que esta ciencia tenía y el espacio Kepler, destaca como
matemática no de-
;;;;iltb; le dedica. Éo.qr", .,rá.do hablaydeotros aspectos-de la
áá * una línea r lu n,rÁ".ología, cábala Místico y racional, matemático y cuasi-empírico, Kepler transformó constan-
matemática de los magos renacentistas' En los largos y excelentes temente aparentes absurdos metafísicos en relaciones astronómicas de la ma-
puede encontrarse algún co- yor importancia y originalidad 8.
.up""t"t sobre la astránomía, apenas
la Vesalio y Flarvey'
-á.rtu.io sobre los desarrollos de astrología'
matemáticos' Peuerbach Incluso al comentar la creencia de Kepler en que el universo era
Stevin y los consffuctores de instrumentos
reflejo de la Trinidad del Padre, las estreilas fijas
-el Sol reflejo
Lrn
y Regiámontano, Copérnico y Kepler,Tartaglia y Gaiileo' éstos son
rlel Hijo, y el espacio intermedio del Espíritu Santo-, Boas insiste
ío, p".oaugo.istas de s¿¿ Renacimiento' Por tanto, podemos ver que en una afirmación anterior según la cual Kepler era .,totalmente aje-
.1 R..ru.i-iento que a ella le interesa, y que llama <<científico>>
en
histórico, en el sentido del no al mundo moderno>>, comentando:
el título del libro, no es el Renacimiento
periodo caracteúzado o dominado por un marco mental mágico- lin su misticismo y en su audacia, Kepler se situó fuera de las principales
naturalista. Este merece, como digo, un capítulo de los once del
li-
(()rrientes del progreso científico, que ya insistía sobre el racionalismo en-
bro. El <<renacimiento>> que ocupa a Boas es en buena parte' pues'
rcndido como su principio guía9.
un constructo teórico' Y el criterio paru tal construcción consiste
pa-pel im-
en reunir los elementos que hoy sabemos que jugaron un Pero, si todo esto es asi ¿en qué sentido podemos aceptar que
y
portante en la ciencia de1 siglo xvII, los autores que los desarro- ( ialileo constituye la culminación de los métodos y teorías del perío-
11aron. ,lo renacentista?
Podría pensarse que la continuidad enre el Bruno del argu- Es muy probable que algún lector piense en este punto que, una
mento de la piedra qr. ,. deja caer desde 1o alto del mástil de
un
\,(z aceptado el movimiento tereste, la exigencia lógica de una nue-
t;;;;., o .l k.pl.. ártró.,o-o y Galileo es más fácll de establecer
r':r física era demasiado evidente como para no provocar el nacimien-
;;. i"'q". práu existir entre Paracelso o Campanella y Galileo' t,r cle una <<nueva física>> compatible con éste. Pero, diga lo que diga
d.grrurn..,r. es cierto. Pero por pequeno que sea el problema' aún .,lrLrestra lógicarr, nuestros criterios, eso tiene más que ver con la pro-
fr"y q". t"tucionarlo.'Ño bá.tu dar esa continuidad por sentada'
i, cía del pasado que no fue. Lo cierto es que tenemos sólidos ele-
».;r"a" de lado, por el momento, el caso de Copérnico' ras.los
nr('ntos de juicio para pensar que los renacentistas habieran segtido
;;tu¡* de \x/. rág.1 ,ob.. Harvev está claro que por muy moder-
el he- ' ,ttsiderando <<compatible>> con el heliocentrismo copernicano una fí-
q,i. ..t"f,. ,, ifi.*ución de la <<circulación de la sangre'>'
',it rr eue, aun teniendo necesariamente puntos coincidentes, no sería
""
.ho'., que su descubrimiento pone de manifiesto su adhesión a
l,r .1ue se impuso y desarrolló a partir de Galileo, una física que dista-
ideas muy poco modernas que, difícilmente, pueden presentarse
r:r rnucho de la «física matemática>> que se impondría.
como antecediendo o anticipando el espíritu, método o estilo
gali-
Paru empezar, en el campo de la teoría del movimiento local, Co-
7.
leanos l', r'nico se iimitó a hacer brevísimas consideraciones <,cualitativas>>r0
Pero el caso de Kepler puede servir perfectamente como base r, ¡,,rr lo demás, si tenemos en cuenta la enorme debilidad de sus ar-
l,unrcntaciones en este puntoll, no parece que la cuestión le ator-
. B.""" t984,t:t.,pp. 142 ss. Es el conocido argumento sobre la relativi-
(1 584i)
daddelmovimientoyder,rp..."ptiOt'quedespuésreformularíayreorientaríaGali ' ltoas 1966, p.287.
leo en su Diálogo. Véase Galileo.- Opery'ttt, 170 ss Puede verse al
respecto Koyré 'tbid,p.T.t.
- pp. 159 ss., y \ülestman 1977, pp )4 ss'
1980, ' Oopérnico. De Reuolutionibus. l. t, cap. vIrI, en Copérnico 1965 (orig. 1543),
;'É;" q,r.du'á. manifiesto en el propio tratamiento que hace Boas de1 tema. Véa- ,1,
1 Así lo señaló Koyré en su Copérnico 1965, p.25:
se rW. Pagel 1979. <<Introducción>> a <<Las prue-
ll

8ó Antonio Behrán lioolución, filosofía, ciencia y tnétodo 87

mentara. Desde luego no atrlbaía a la cuestión la importancia que le .'l final del libro se nos da a entender que esa <<ciencia racional>> es,
concedemos nosotros. La primera generación de copernicanos dieron rr principios dei siglo xvII, la dominante. Y asi en definitiva, su resis
por buena la interpretación instrumentalista de Osiander. Y cuando viene a coincidir con la de Yates. La diferencia enre la obras de
Bruno se enfadó tanto con ese <<asno ignorante y presuntuoso>> 12, ;rrnbas sería que Boas se centra en los autores y obras de la <<cien-
como llamaba a Osiander y reivindicó con Copérnico la versión rea- , ia racional>> y Yates, en cambio, historía el entorno hermético.
lista, elaboró argumentos sobre la relatividad del movimiento, con la I)cro la difusa relación entre ambos aspectos y los tajantes criterios
ayuda de la física del impetus, de nuevo, puramente cualitativos. ,lcsde los cuales se establece, parecen ser los mismos o por lo me-
Como ha señalado §(/estman, Bruno se dió perfecta cuenta de que la rros vienen a coincidir. Y por tanto, también en Boas cabe señalar
afirmación del movimiento de la Tiema exigía superar las dificultades l:r contradicción ente la distinción radical entre dos <<marcos men
en el campo de la física, pero sus reflexiones distaban mucho de ir trrles>> y, ala vez,la afftmación de la continuidad entre ambos. Pero

en la dirección galileana de la geometrización, «un pasatiempo para (lctengámonos un momento en un punto común que, con distinto
locos ingeniosos>> 11, ese «jugar con la geometría» que había consti- , nfasis, destacan estas dos historiadoras.
tuido ya una de las limitaciones de Copérnico 14. Al contrario, Bruno
era un crítico radical del matematismo y proponía un naturalismo
animista, totalmente aieno al mecanicismo que se impondría 15.
No bastaba, pues, ser copernicano convencido y tener clara con- II- EL MITO DEL MÉTODO
ciencia de la necesidad de superar graves dificultades en el campo de
Ia física paru llegar a la física gallleana. Más aún, por más que Bruno lloas y Yates coinciden, al formular sus tesis, en destacar la impor-
fuera consciente de este tipo de dificultades, éstos no eran los pro- trrncia de un elemento que ha tenido gran aceptación en la histo-
ri<tgrafía de la ciencia como elemento decisivo alahora de explicar
blemas del heliocenrismo y copernicanismo que más le preocupa-
ban. Sus intereses le llevaban a un marco que, desde luego, no tenía t l nacimiento de la ciencia moderna: las anticipaciones que los ma-
la física, y menos la física matemática, como elemento cental tal 11rs renacentistas habrían hecho en el temeno del <<método experi-
como sucedería en el mecanicismo. nrcntal». Con ello vienen a coincidir con los continuistas medieva-
Así pues, debemos insistir, ¿cuándo, cómo y en qué autores se listas en un punto esencial. Unos y otros conciben la ciencia
dió esta progresiua criba de los oproblemas científicamente válidos de nroderna como caracterizada por un método, pero además ambos
que habla Boas? Lo cierto es que la historiadora no nos explica el t rrntinuismos afinan la caracterización con el adjetivo <<experimen-
paso del dominio de la ciencia mística al dominio de la <<ciencia ra- t;rl>>.Para ser justos, deberíamos decir que dan por buena, sin reti-
r t'ncias, la identificación que la filosofía de la ciencia había hecho
cional>>, no nos explica la supuesta continuidad. Simplemente hacia
,lrrrante muchos años del «método experimentalr> como definitorio
,le la ciencia.
bas que Copérnico aduce para su doctrina son sumamente curiosas. Habland<¡ con
propiedad no llegan a probar nada en absoluto y, desde el punto del vista del adver- Efectivamente, la idea de la ciencia como caracterizada por su
sario, no surten ningún efecto. Sus contraobieciones físicas son desde el ,tt:todo era una idea que a la largo del siglo, desde el empirismo 1ó-
-siempre
punto de vista de1 adversario- igualmente débiles». rlico hasta el racionalismo crítico popperiano, se había mantenido
T. S. Kuhn, por su parte, insistía: <<A decir verdad, tales argumentos son muy
l)()cro menos que sin discusión. La adjetivación podía variar y podía
poco convincentes... Sólo quien, como Copérnico, tuviera otras razones para suponer
l,,rl¡larse de método <<experimentalr>, de «inducción explicativa»,
que la Tierra se movía, podría haber tomado completamente en serio el contenido
del Libro Primero del De Reuolutioni bu»,. Ktthn 1978, pp. 197 -198.
.,lripotético deductivo>>16. Pero la versión que valoraba especial
12 Bruno 1984, rl, p. 117 (orig. 1584).
1) Ibid.,p. 118.
ta lbid.,\pp.69-7). 16 Puede verse
como ejemplo los famosos /o¿z: Reichenbach t967, pp- 111-112 y
1' Puede verse respeto a este punto Garin, <,La rivoluzione copernicana e il mito '\')240, donde habla de «método experimental>>, o de «método hipotético deducti-
solare,r, en Garin 1976a, pp. 255-282; y R. S.
\X/estman 1977. . ,, .. llamado también inducción explicativat ; y Popper 797 7, cap. t y l.
lit'uolación, filosofa, ciencia 1 método
88 Antonio Beltún 89

l,rs conjeturas no tenían ni arte ni parte en su análisis intuitivo de los hechos


mente el sesgo <<experimental>> de tal método fue de los más afor-
ni cn sus deducciones matemáticas sacadas de la teoría19.
tunados en la historiografía. Sirva como ejemplo un texto de
'ü1. C. Dampier: A diferencia de Dampier, pero de acuerdo con su espíritu, mu-
,lros filósofos e historiadores consider^ban a F. Bacon como uno de
Se necesitaba una nueva base para consruir el templo del saber: había l,,s héroes de la nc precisamente por su introducción de la «induc-
que sustituir el sistema deductivo de Aristóteles y de Tomás de Aquino
, irin>>, pero ya nos hemos referido a este punto y no vale la pena in-
por 1a inducción basada en el estudio de la naturaleza, y ésa la pusieton,
y ',istir en ello hasta que introduzcamos nuevos elementos de juicio.
en primer término los matemáticos, astrónomos anatomistas italianos.
( ,.n todo, a finales de los años
Leonardo comprendió intuitivamente y urrtlizó eficazmente el auténtico treinta, tanto en la historiografía con
método experimental un siglo antes que Francis Bacon filosofase sobre él l(oyré como en la metodología con Popper, el inductivismo fue so-
en términos todavía inadecuados y antes de que Galileo lo pusiese en ¡|e tido a una dura crítica.
de la
práctica. Harvey llega a esta expléndida visión
-el descubtimiento
citculación de la sangre- no a fterza de especulaciones ni deducciones a
Después de todo, Ia historia muesta que Newton sí hizo hipóte-
,,is, muestra que hay diferencias importantes
enffe sus principia y su
priori, sino a fuerza de inducción basada en múltiples observaciones di- ( )l)ticd. Y por 1o que respecta
a autores como Copérnico, Kepler o
rectas sobre el funcionamiento del corazón [...] Galileo [...] combinó los t 'rrlileo, por no hablar de Descartes, caben menos dudas aún d" q,_r"
métodos experimental e inductivo de Gilbert con la deducción matemáti- l.r'¡¡¡lu.o, hipótesis. Su adhesión al heliocentrismo, desde el p..nto
ca, con lo que descubrió y estableció e1 verdadero procedimiento de la
ciencia física 17.
,lt vista del experimentalista, es como mínimo osada y hay asfectos
,lt' su tabajo que pueden provocar serios problemas al inductivista.
l',rr'1o demás, apenas es necesario referirse aqoí a las conocidas dife-
Si tomamos en cuenta textos como el citado quizas debamos
pensar que el título del libro, Historia de la ciencia y sus reldciones colt r( ncias ente unos y otros. Hemos aludido yaala distancia que pue-
la filosofia y la religión, no aludiría tanto a la interdependencia ente
,lt establecerse, desde este punto de vista, entre Kepler y Galileo.
estas disciplinas como al supuesto hecho de que la ciencia tuvo
l't'ro a Descartes, a pesar de un acuerdo fundamental respecto a ia
que aveLnzar en contra de la filosofía y de la religión. Pero en cual- rrrrlrortancia de las matemáticas <<para examinar las materias físicas>>,
quier caso, está claro que, según Dampier, el nacimiento de la cien- rro sólo le parece que Galileo hace continuas digresiones que dis-
Irrren del hilo argumental, que no sigue un orden y no se detiéne con
cia moderna fue una especie de orgía metodológica con <<un poqui-
l.r rrtención debida a examinar cada asunto hasta el final, sino que ade-
to de cada)> y, naturalmente, en este procéso la magia y sus
rrrris <<sin haber considerado las primeras causas de la naturaleza, sólo
desvaríos no tienen nada que pelar. Ya Leonardo, señala Dampier:
l,,r buscado las razones de algunos efectos particulares y, asi ha cons-
rrrricio sin fundamento»20. Mersenne y Descartes quedan totalmente
Por supuesto, no se dió por enterado de 1a idea que aún tenían sus con-
temporáneos de que el ojo emite rayos sobre el objeto que desea examinar. ,1,'silusionados al leer a Bacon: promete mucho y no da nada, pien-
También descartó despectivamente 1as locuras de la alquimia, astrología y ..rn. Por 1o demás, hay diferencias generales importantes entre los fi-
nigromancia 18. l,rs.fos o científicos del continente y los ingleses. Y si tenemos en
( r¡('nta la diversidad de disciplinas que comprende
la Rc se hace cada
Naturalmente, Dampier interpreta el famoso <rhypotbeses non r, z rrás difícil hablar de un método científico, como señala A. R. Hall:
fingot> newtoniano en el sentido de que, para Newton,
l l rrétodo científico del siglo xvrr no puede atibuirse a un sólo origen. No
17 §(/. C. Dampier 1972, pp. ú),]J4, 111,751 . Una obra cuya reciente reimpre-
l,,.lcsarrolló lógicamente un solo filóiofo y rampoco fue ejemplifiádo en
sión (de la edición castellana) resulta sorprendente, sobre todo si tenemos en cuenta
que la cuarta edición inglesa de 1948 la que se ha hecho la traducción- ya t''
-sobre
resultaba anticuada como muestra incluso el generoso apéndice de L B. Cohen.
Ibid., p. 199.
'') Carta a Mersenne del lt de octubre de 1618.
18 Ibid.,p. l)6.
90 Antonio Beltún lit.tnlución, fihnfk, ciencia y ruétodo 9l

una sola investigación. Hasra es dudoso que hubiera a1gún procedimiento ¡u'riencia como fuente de conocimiento. Ahora bien, los criterios por
ran conscienr. /.l.finido que sea posible describirlo fuera del contexto de I.s eue se determina que tal requisito es satisfecho cambian a 1o lar-
ideas con e1 que estaba reiacionado. La actitud de los científicos del siglo ¡',, de la historia, o simplemente se aplican de manera diferente, de-
xvrr ante la nituraleza su tendencia casi uniforme a 1a filo'
-especiaimente l)('r)diendo de diversos factores determinados por los distintos mar-
sofía mecanicista- no formaba estrictamente parte de su método científico; r .s firentales o paradigmas, y eso explica las diferencias entre un
pero ¿puede analizarse de algún modo salvo en_relación con la idea de la na-
1,,'r'íodo y otro.
irrulá¡ En gran parte el .uiá.t.r del método 1o determinó el alcance de la No se trata, pues, de que los escolásticos siguieran ciegamente a
inteligencia de 1os hombres que lo aplicaron2l.
r\r'istóteles, en cuestiones que hoy incluiríamos dento de la cosmolo-
Para el historiador resulta evidente que la Rc no puede explicarse rirrr, por puro dogmatismo. Es cierto que las tesis de Aristóteles en
mediante el recurso a un determinado «metodor. Pero la tesis espe- r.r.ño ál movimiento local están erizadas de dificultades y eso, por lo
,lr'rnás, se vió y criticó mucho antes de Galileo. Pero no es menos
cialmente afortunada que identifica este método con el «método expe-
r it rto eu€, en el momento en que fue recuperada o integrada en el
rimental», se nos apar¿ce hoy como una tesis típica del fetichismo de
los hechos del positivismo decimonónico. Sus defensores nos cuentan l', nsamiento occidental, la obra de Aristóteles ofrecía un esquema
cómo Galileo, po. to-u. un caso especialmente ejemplar, sería el pri- r.n6sp1¡¿l que explicaba, de modo relativamente satisfactorio y uni-
mero que, abandonando funestas autoridades habría estudiado las le- r,rlio, grandes ámbitos de la realidad. Además no se conocía ninguna
yes dei morrimiento mirando, sin presuposiciones, es decir, «viendo>> y ,rltcrnativa equivalente. Por eso, además de por las implicaciones teo-
descubriendo <<cómo>> cae una piedra de hecho. Esa imagen del Gali- l,'¡iicas que muy pronto pasó a tener la cuestión, y no por puro dog-
leo antiaristotélico y experimentalista por ¡af,xaleza se inicia con el rrrrtismo fanático, fue seguido Aristóteles, o mejor se desarrolló el
primer biógrafo de' Gaiileo, su discípulo V' Viviani, que recoge la .r istotelismo 22. Por ota parte, el siglo xvrr no elimina las autoridades.
Encyclopédie y que consagran autores como Mach, en un primer mo-
lln¿s veces más retóricamente que oras, para muchos innovadores
de historia ,lt aeuel momento Platón o un cierto platonismo, Arquímedes, De-
-..rro, y q.r. ". ...ogida en nuesffo siglo por los manuales r,,,rcrito, Epicuro o Lucrecio jugaron un papel hasta cierto punto si-
de Ia cieniia ,r-.ioro,
y libros de texto. La proverbial estupidez-que,
,,,i1¿rr al que Aristóteles desempeñaúa para sus oponentes. No se ta-
de ser esto ,rí, t"nd.ír-os que atribuir a todos los científicos o filóso-
fos anteriores a Galileo hace muy sospechosa nuestra inteligencía al r,r, pues, de que a aquellos grandes científicos a los
nnllos renacentistás- les sucediera lo que a César -nientampoco
proponer tales tesis. Afortunadamente lo más probable es, consolémo- las Galias, de
,¡,r. a diferencia de sus antecesores se atuvieran a los hechos, que in-
.ror, q,r. en ninguno de 1os dos casos se trate de estupidez' Lo que
esro pone de manifiesto es más bien que la falta de prejuicios está tan
rrril¡1'6¡¿¡1 el <<método experimental». Una forma más frívola, pero
,¡uizás menos inexacta de caracteúzar los cambios de la RC, sería de-
u..r..r,. en el estudio de las ieyes del movimiento como en las consi-
r r que lo que se dió fue un cambio de prejuicios.
deraciones filosófico-metodológicas o historiográficas.
En realidad, hoy ya no es necesario destacarlo, el acuerdo enffe Cuando Boas o Yates afirman la continuidad de una determina-
la teoríaylos hechos nunca ha sido total, ni antes ni después del siglo ,l.r rrctitud experimental, de determinados elementos metodológicos
, nrle dos marcos de referencia distintos, están independizando el
XVII. El requisito de que exista un ajuste enffe las consecuencias
. rrrctodo>> del marco en que se practica. Pero el <<método
o predicciones de la teoría y los hechos que ésta pretende explic-ar o experimen-
péd..i. es una exigencia que se han impuesto los estudiosos de la r.rl» no funciona en el vacío. Por lo demás, no consiste en e1 simple
fiaI)r^leza de todos los tiempos incluyendo, naturalmente, a Aristóte-
les o los magos y naturalistas del Renacimiento. Seguramente 1o difi 'r Ya hemos visto en el capítulo anterior que la ausencia de contrastación empíri-
cil es escontrar un momento histórico en que no se reivindiq.uelaex- , , , lt ciertas tesis d,e física, durante la Edad media, se explica por la sencilla razó¡ de
'rr( no están haciendo física como la haría Galileo. Parece que lo que pretendían los
,,,',licvales era, más bien, entender a Aristóteles y sobre todo no perder el carácter
21 A. R. Hall 1985, pp. 110-111 ,rr utrrrio del sistema.
Ailtonio Beltlán l:, utlución, fihsofa, ciencia
92 1 método 91

atenerse ala experiencia del sentido común. Parece claro, como desta' ,rr( rés por poner claramente de manifiesto el carácter radicalmente innova-
caba Koyré, que tanto Copérnico como Galileo, por ejemplo, intro'
,1,,r'de la nueva ciencia respecto a la especulación medieval, ubicando su
,rl)ortancia, no en un enriquecimiento de datos «experimentales>>, sino en
d.r."., ,ú, ideas más impoitantes contrala experiencia que reivindica ,,l, ,rs oríginales24.
el aristotélico. En cuanto al <,experimento>> ¿qué parecido tienen las
actividades del alquimista en su laboratorio con los experimentos de
Garin cita además a otros muchos historiadores y algún que otro
Galileo? con Galileo se ha dado un cambio de sentido al concepto lrl,rsofo en apoyo de sus tesis25. Especialmente, claro está, cita a
J. n.*p.rie.rcia>>, se ha introducido una nueva idea de naturaleza 1.,,y¡[ qu6 puede considerarse el padre de la criatura. Pero si Koyré
por las cualidades prímarias- y en ésta y sólo en esta
-consiituida l,,rlriera podido estar presente y hubiera visto cortejar así a su criatu-
nattraleza tiene sentido .1 .rp".i-..,to galileano que se hace desde
r.l, scguramente no habúa dudado de la honestidad de Garin, pero
1a matemática». Por más quá, efectivamente, partif del siglo Xvll,
^ no ,¡rriziis síde la rectitud de sus intenciones. Porque me temo que Ga-
se de un incremento de la actividad experimental, 1o importante r u ¡ r'stá intoduciendo un sutil equívoco. Esto, en mi opinión, empie-
es el aumento, sino la diferencia cualitativa que hay enffe el experi'
mentalismo del científico moderno y el del mago renacentista o del
Oo"..t. de manifiesto cuando Garin llega al punto que le inte-
,1.,1,
filósofo medieval. La propia Yates o Boas reconocen esa diferencia,
de <<método»
f..o .., iugar de dedrrcir que sóio tienen sentidoy hablarcomo elemen' I l, lirrmos así al centro de 1a discusión: la <<revolución científica» constituye
., ,t .orL*to determinaáo, 1o independizan' aislan
,rr nromento inseparable del Renacimiento; se fundamenta en una nítida
to autónomo y 1o usan para afirmar la continuidad entre dos contex'
,1rl,r.ra teórica, en el fortalecimiento de posiciones que admiten visiones al-
tos y actividades heterogéneos' r, rrrtivas entre las cuales es necesaria una comparatio que, a su vez, impone
,,,, ,rn¿ilisis crítico de 1os fundamentos26.

[-os pasos de la argumentación de Garin están claros. En primer


[I, CIENCIA Y FILOSOFÍA l,rlirrr',insiste en la tesis koyreana de la prioridad teórica. En segundo
lrrliru', se tiliza ésta para para ataceLr el continuismo metodológico-ex-
En cuanto a Gaún, es seguramente el más entusiasta defensor de la¡ ¡,, rirnentalista de Crombie. Por último, y éste es el paso importante,
tesis de Koyré sobre las relaciones entfe ciehcia y filosofía enuncia' ,, ,l,r por sentada una determinada concreción de la tesis de Koyré
das más urilbu. En un artículo sobre estos temas recordaba otra for' t,,,,,r cl caso de la nc: la teoría que subyace a la RC es la <<nueva filoso-
mulación de estas mismas tesis: tr,r,, .-tal como la entiende Garin, naturalmente- que introduce e1
li,'rr:rcimiento en ruptura conffa la Edad Media. Acaso ésta sea una
En Rupert Hall t...1 había hecho una serie de precisiones muy claral
1g57, r,',is clefendible, pero desde luego no es la de Koyré y dudo que re-
de tesis: 1) la priori'
I...] habíá insistido .o.,,r.,d"r,"1nente en dos órdenes ,,lr, legítimo apoyarse en las formulaciones abstactas de éste para
áu¿ a"t momenro teórico, filosófico y 1ógico, en la revolución científica,
'1, l, nclerla como si existiera una clara coincidencia. Ya hemos visto
ii iu-i.,i.iutira del científico, y no de1 ,.t..á.,o, tanto en la crítica de 1a radi' 1,, ,¡rrc Koyré piensa de la inspiración y aportaciones renacentistas,
.iór, .o*o en la discriminación y utilización de los instrumentos técnicos
de los datos t...1 Hall, que hablaba en presencia de Crombie, tenía un vivo
| ( iarin 797 6a, p. )02.
2r Hay, es cierto, otra clase de experimentos, los de Boyle por eiemplo' que p3' Lo cierto es que uno siente una cierta incomodidad al ver citados a Koyré,
drían aproximarnos, estan más próximos, a las actividades o <<procedimientos»
dcl l',,1,t,, r, Kuhn y Feyerabend en defensa de una misma causa. Pero quizás la impreci-
."n"*"tl.tr, y tendremos que decir de ello más adelante' Pero aquí' consl' ,, ,,,¡rrc ello comporta está relacionada con la que exponemos a continuación. Como
-ug. ^lgo , ', r'r, Garin es tan agudo en la crítica a la afirmación del continuismo entre la
d"ár,lo las tesis de yates, .ro ,or-r ,.i"un.rres porque e¡a misma introduce una difo.
rencia radical entre las actividades del mago y «los rigurosos métodos de
la cienc I ,lr,l lvlcdia y el Renacimiento, como impreciso cuando se trata de las relaciones en-
por ejemplo, los de Galileo; y la continuidad que ella afirma y hay que explicar es ,', ,l I{r.nacimienro y la nueva ciencia.
tre esas actíuidades oPuestas.
'' ( larin 1976a, p. )09.
94 Antonio Bebrán li,'uolución, filosofia, ciencia y método 95

cómo afirma explícitamente que su ontología es radicalmente distinta lY más adelante:l Es evidente que para los discípulos de Galileo, lo mis-
a la de la nueva ciencia. Hemos visto cómo, según Koyré, con Gali- nr() que para sus contemporáneos y antepasados, matemática significa pla-
leo, primer gran protagonista de la nueua ciencia, <<salimos cierta y de- rr)r)ismo. [Y al final del artículol La ciencia nueva es para él [Galileo] una
fínitivamente de esta época>>, es decir del Renacimiento. Koyré afir- l,r'rreba experimental del platonismo28.
ma, sin duda, que una determinada filosofía está en la base del
E,stá claro, pues, que no hay confusión posible enre la tesis de
nacimiento de la nueva ciencia, pero ésta dista mucho de poder iden-
( i:rrin que es continuista, por lo que respecta la
tificarse con la difusa <<filosofía renacentista)> o <(nueva filosofíar> de la a filosofía renacen-
rista y la ciencia del siglo xvrr, y la tesis de Koyré en la que se des-
que habla Garin, que se inicia con el Humanismo y se acaba no se
rirca la ruptura entre ambas. Por lo demás, se llame platonismo o
sabe muy bien dónde. Pero eso es precisamente 1o que hace Garin:
dar por sentada la identidad de ambas.
r(), quienes introdujeron la <<nueva filosofía>> fundamento de la
rrucva ciencia fueron Galileo y Descartes, y 1o hicieron a principios
Ahora bien, tanto en sus Estudios galileanos de 1939, como en un
,lt l xvII, una vez que el Renacimient o ya había hecho su labor áes-
artículo posterior de 1943, Koyré afirma la existencia de «dos plato-
rlr¡ctiva29. Pero, curiosamente, Garin cree estar de acuerdo con
nismos>», de «dos tradiciones platónicas»'.
lirryré, incluso cuando llega a conclusiones opuestas. Efectivamen-
r(', en su largo comentario de las tesis de Koyré, insiste en que, es-
En la historia de 1a filosofía hay varios platones y varios platonismos; hay so-
bre todo dos tipos distintos: e1 platonismo, o más exactamente, el neoplato- 1,,'cialmente en el caso de los grandes científicos que inráducen
nismo, de la Academia Florentina, mezcla de mística, aritmología y magia; y l,r'()fundas innovaciones, pretender separar su filosofía, suponiendo
el platonismo de los mátemáticos de un Tartaglia, el de un Galileo-, ,¡rc quol piulila al uento sería cambiante, de su verdad científica
platonismo que es matematismo, sin más27. -el , st¡ble es una ilusión y fuente de equívocos históricos sin fin, y
r ( )ncluye:
Koyré destaca los puntos centrales de su posición a este respecto
cuando aclara que si reivindicamos un status superior para las mate- .\si, dintinguir en Platón, y en la tradición platónica desde proclo a Fici-
máticas y les atibuimos un valor real y una posición decisiva en la fí r(), Lrna metafísica pitagoúzante de una ciencia fisico-matemática exacta,
sica, somos platónicos. Mientas que si considerarnos la matemática ,. cs solamente la más antihistórica operación que pueda imaginarse; es,
como una mera ciencia abstracta sin una relación con 1o real como la .,,lrre todo, un error confundente, desde el momento en que, a menudo,
que tienen la física y la metafísica, si creemos que la física se consÚu- l,,s impulsos científicos más fecundos fermentaron precisamente a partir
ye directamente a partir de la experiencia, entonces somos, en este ,l, los humores más turbioslo.
punto, aristotélicos. Ésta es la oposición que se daba en el siglo xvtt,
Con quien coincide Garin, en realidad, es con Yates. Ya vimos
según Koyré. No era una simple cuestión del uso «técnico>> o insffu-
mental de la matemática
l.rs tesis de ésta. Después de todo, Yates nos dice reiteradamente
,IUC

De lo que se trata aquí no es de la certeza aristotélico ha puesto


-ningún
en duda la certeza de las proposiciones o demosmaciones geométricas-, si- '* Koyré 7977,pp.172,175 y 179.
no del ser; ni siquiera del empleo de las matemáticas en física aris- "' Al hablar de la aparente <.claridad, y «simplicidad» del principio de inercia, de
totélico ha negado jamás nuesto derecho a medir lo mensurable -ningún
y a contar I r', leves fundamentales del movimiento, Koyré nos dice que requirieron espíritus tan
1o numerable-, sino de 1a estructura de la ciencia, y por tanto, de la del ser. ¡',,,lrndos como los de Galileo y Descartes, éstos, dice <(no tenían que descubrir o es-
r'rl¡l(ccr estas leyes simples y evidentes, sino que tenían que crear y construir el mar-
, ,, ,rismo que haría posible estos descubrimientos. Para empezar, han tenido que re-
27 Koyré 1980, p. 202. Tanto en este texto, un poco más abajo, como en su ar. l'!¡rrilr nuestro propio intelecto; darle una serie de conceptos nuevos; elaborar una
tí« trlo clc 1941 («Galileo y Platón», hoy en Koyré 1977 , pp. 150-179, esp. p. 176) Koy. ,,1,':r ,ueva dela nattraleza, una concepción nueva de la ciencia; dicho de otro mo-
r(iir(usil rr Ilrrrtt rlel pecado venial de no distinguir entre estas «dos (y no una) tradi. ,1,,. rur¿ nueva filosofía». Koyré I977, pp. 182-18i.
r iottcs lrlltlonit ltsr>. '" Garin 197 6a, pp. 267 -268.
I
|,

96 Antonio Belmín licuolución, filonfk, ciencia y método 97

el mago renacentista tiene sus raíces en el núcleo hermético del neoplatonis- ,rmbos. Parece como si, en Garin, la ciencia se redujera a la filosofía
mo renacentista. que- El neoplatonismo fue el cuerpo de pensa- t'n la que surge y la historia de la ciencia se diluyera en ia historia de
-Afirma
miento que preparó el camino para el nacimiento de 1a ciencia. -Y tam- lrr filosofía.
bién- Tal vez pueda ser una perspectiva iluminadora distinguir dos fases Si yo he entendido correctamente el texto
en el progreso globalmente designado como revolución científica' La prime-
¡uro- el mérito y la dificultad de la argumentación -y nodeestoy muy se-
Garin radica
ra de ellas vendría caracterizaáa por un universo animado y gobernado pot
( n su equivocidad, en que unifica dos tesis en una: quizás resulte
la magia, mientras que la segunda produciría un universo matemático gober-
nado por las leyes de físicas de la mecánical1.
,rccptable la afirmación de la influencia de ese «neoplatonismo» rena-
( ('ntista en Copérnico; también es aceptable sin duda que, y aquí em-

No hay duda de que Garin se aproxima mucho a estas formula- ¡,iczan las dificultades, en ciertos dspectos importantes, Galileo y Bruno
ciones cuando, en un apasionado artículo, <<La rivoluzione copernica- ',,n <<herederos»> de Copérnico. De este modo Garin consigue intro-
na e il mito solare» nos dice que, en el marco cultural de la Italia ,lrrcir inadvertidamente dos continuidades, por así decirlo, distintas
donde Copérnico gestó su heliocentrismo, no debemos situar única- , orrro si fuesen la misma: una entre la filosofía neoplatónica y (la ges-

mente las grandes filosofías o la «filología>> humanista) con su recupe- r:rción de) el <<nuevo modo de sentir>> de Copérnico, la teoría heiio-
( ('nrica o, simplemente, Copérnico; otra entré la teoría heliocéntrica
ración de textos, además, dice Garin
,1,' Copérnico y Galileo y Bruno. Perc, independíentemente del becho de

Había un modo de r.,er el cielo, y el cosmos en general, que va desde la lite- ,¡trc resulten dceptdbles o no,es obvio que esas dos tesis, esas dos conti-
ratura solar y de las representaciones artísticas a los renovados cultos hermé- r¡rridades no pueden identificarse. La primera se establece ente dos
ticos, a 1a moda egipcia y a las plegarias al Sol. E,l libro de Copérnico vendrá , lcm€ntos heterogéneos. La segunda entre dos momentos de una
a colocarse en e1 lugar iusto en el momento iusto, casi para concluir en el pla- rrrisma teoría, o entre dos visiones de una misma teoría astronómica
no de la racionalidad científica un modo d*tinto de sentir madurado a lo largo de ,,r dos momentos distintos. Naturalmente no se trata de negar que el
aproxiruadamente un siglo, en aquella cultura italiana a la que el docto polaco rrtoplatonismo pudo influir en Copérnico e ímpulsarle a eiaborar su
se unió en momentos decisivos, y que recibió su herencia con Bruno y con r,.ría heliocéntrica. Por otra parte sería ridículo negar que Galileo
Galileo en un continuo diálogo, nunca interrumpido bajo el signo dei Sol .rr t'ptó la teoría heliocéntica de Copérnico. Pero lo que no puede
12.
[...] [Cursiva mía.] r( ( ptarse tan fácilmente es la ffansitividad entre ambas cosas que in-
rr,,tluce Garin. Es decir, lo anterior no nos aütoriza a affumar alguna
Aquí es Copérnico quien aparece como conclusión eo otro pldno,
,rlltrencia del neoplatonismo en Galileo; no nos autoriza a afirmar
.ro yu áági.o sino científico, de un modo de sentir.En definitiva, es la
rnrguna continuidad entre el neoplatonismo que influyera en Copér-
afirmación de Ia continuidad enffe una perspectiva <<neoplatónica»
nr( (), en cuanto <<nuevo modo de sentir», y las ideas o teorías de Ga-
desarrollada a 1o largo del siglo xv y del xvr y la «racionalidad cientí'
lrl, o ll.
fica». Ahora ya sabemos en qué consiste la <.nueva filosofía», el <<nue'
(ion todo, ahora podemos entender mejor la reiterada insistencia
vo modo de ver,, de que habla Garin a 1o largo de sus textos. Esa (larin en que la ruptura entre los científicos medievalistas y Gali-
,1,
nueva manera de pensar, que como vemos está en la base del naci'
miento de la ciencia moderna, es el «neoplatonismo». Por tanto la
l(
') cra de tipo filosófico, de modos de ver. De hecho, como hemos
coincidencia con la tesis de Yates parece clara. No obstante, también ' r',to, Garin insistía en Ia íntima relación entre filosofía y ciencia y,
r,rrur¿r1mente, entre sus historias, afumada por Koyré. De ahí que re-
-y Boas- insisten,
cabe señalar que, mienffas que Yates a la vez que
r, ( i()ne tan enérgicamente contra el continuismo medievaiista postu-
en la continuidad, en la ruáical diferencia enre <<el neoplatonismo» y
la .,nueva ciencia>>, Garin sólo se preocupa de la continuidad entre
" Naturalmente si la restricción del <,nuevo modo de sentir» al ámbito de la «ra-
ir
Yates, «The Hermetic Tradition in Renaissance Science>>, en Singleton (c ',,,r,,rlirlad científica>> significa su identificación con el platonismo matemático de
1e67, 1rp. 255 y 258; y Yates 1981, p. 511. I ,r\r( r)o se plantearían ningún problema. Pero no parece que éste sea el sentido de
rr (larin 1976a, pp. 258 259. | , .rlrr rrlrci<¡n de Garin.
98 Antonio Beltnín lituolución, filosofta, ciencia 1 método 99

lado por los historiadores de la ciencia y lo haga con especial agude- ro filosófico, el <<neoplatonismo>>, en algo tan amplio y general que no
za. Su crítica no puede ser más lúcida, y vale la pena citarla in extensct l)rrrece haber ningun^ teoría, método, o declaración filosófica que
rro 1a tenga por contexto. Pero ¿no se llega así ala neutralización del
Cuantos, en diversas formas, a veces tan sutiles y difuminadas que son rontexto? Si hay un sólo platonismo, de Proclo a Newtonls, ¿por
capaces de escapar a la mirada más atenta, han afirmado el nexo estrechísi- ,1rré se a{irma tan contundentemente una ruptura entre el Medievo y
mo la identidad de fondo- de temas y problemas entre Galileo y , l Renacimiento, mientras que se rechaza rádicalmente una ruptura
-incluso
1a investigación lógica y física del siglo xlv, en esencia han desvinculado la r'rrtre €1 Renacimiento, con su modo de ver mágico naturalista, y la
renovación científica de toda transformación de las concepciones generales , icncia del siglo xvu?
de 1a realidad y, alavez, han negado cualquier ruptura filosófica. Con ello Resulta sorprendente que, precisamente aquí, se repita la historia.
han llevado a cabo una dobie operación: 1) la conservación de una metafísi- Si recordamos la crítica de Koyré a los continuistas medievalistas,
ca dogmática, como perenne filosofía de eternos problemas; 2) la aparente vt'íamos que éste aceptaba abiertamente que no se trataba tanto de
«neuralización» filosófica de la ciencia degradada así, en realidad, de teoría
,'rr desacuerdo sobre hechos como de un desacuerdo sobre la idea
conscientemente articulada en una concepción general, a <<objetiva, conside-
,¡rre cada uno tenía de la «ciencia moderna>>r,.Aq,ri de nuevo y
ración sectorial <<autónoma" fcuando no a técnica refinada o instrumento
,.orprendentemente, cuando Garin acusa de <<antihistórica»17 la se-
prácticol.
La operación es de extremo interés, al estar ligada a una vasta acción de l)rrración koyreana de dos «platonismos» parece como si, a pesar de
recuperación de la metafísica medieval, al vaciado de la <<ruptura)> renacentis- l,r aguda crítica filosófica que é1 hace a los continuistas medievalistas,
ta, a ür,a separación de la ciencia de la filosofía que, cuando no enmascara l;rrnbién pretendiera que el desacuerdo es sobre hechos históricos.
con 1a <,continuidad» científicala p:ura y simple conservación de una metafí- Está claro que el «platonismo» <<neoplatonismo»- tal como
sica dogmática, anhelando <<una ciencia que esté libre de la metafísica, la co' l,r entiende Garin tiene un referente -ohistórico muy claro, y en este
loca en 1as mejores condiciones para convertirse en un sistema metafísico .., ntido podría decirse que es un concepto histórico. Mientras que
el
dogmático»14. [Cursiva y enrecomillados en e1 original]. ..¡rlatonismo» tal como 1o define Koyré, es más bien un concepto ázi-
t,»iográfico. No estoy insinuando, como es obvio, que no tenga una
Aparece clara aquí la preocupación fundamental de Garin, histo- ,, ,rlidad histórica en la que apoyarse; también el «platonismo,, koy-
riador de la filosofía renacentista: la correcta interpretación dei pen- rr'irno tiene un sólido referente histórico. Así Io muesta la polémica
samiento filosófico renacentista, la reivindicación de su distancia y ',,,hre la certitado mathematicarum de Piccolomini, Barozzi, Catena,
diferencia con el Medievo, es decir, su <(ruptura filosófica» con la ( ,lrrvio o Bianchini que ha estudiado Gahzzi,8. Lo que quiero des-
Edad Media. Los medievalistas han podido despreciar la filosofía del rrr(¿lr es que el de Koyré es un concepto historiográficamente más
Renacimiento y su papel en la historia de la ciencia, porque desvin- , l,rhorado. Con todo, creo que resulta significativo que en el caso de
culaban Ia ciencia de la filosofía. De 1o contrario... No, aquí ya no po- l,,s filósofos-científicos, anteriores al siglo xvrr, es muy frecuente en-
demos seguir a Garin. De aceptar la relación e incluso inseparabili- , ()ntrar autores en los que están fundidos, posiblemente inseparables
dad entre filosofía y ciencia en general, e incluso entre filosofía y r ¡,robablemente dominando el aspecto místico, los dos platonismos
ciencia en el siglo xvII, no se puede pasaLr a afirmar la inseparabilidad ,¡rrc distingue Koyré;1o cual, en principio podría favorecer la unici-
ente el neoplatonismo y la ciencia moderna, de Copérnico a New- ,l,r..l de la tradición platónica, defendida por Garin. Pero no es menos
ton y aun más acá.
Los medievalistas descontextualizaba¡ ciertos conceptos, teorías '' Garin 1976a, pp.267-268. Ya hemos citado parcialmente el texto en nuestrá
o métodos científicos de la filosofía en que habían surgido. Garin pa- rr,rr,r 30, Garin continua hablando de «[...] la inseparabilidad de los dos pretendi-
lt'ce llcvar a cabo una operación conÍaria a ésta: convierte el contex- ,l,rs platonismos, no separables ni siquiera en tiempos de Newton, o de las polémi-
, ,rs rrntinewtonianas de Berkeley [...]».
r" Koyré 1971,p.51.
'r (,¡r'irr l()/(r¡¡, ¡r¡r i0l-104. El último enrecomillado es de Feyerabend 1971, 'i Garin 1976a, pp. 261-268.
|. .,
'' Gduzzi 197).
lr ,ru1
|*,

li, uolución. filosofia, ciencia 1t método


r00 Antonio Beltruin

,lc una progresiva mejora de la precisión, apartir de las mismas ba-


cierto que, en filósofos-científicos del siglo xvII en adelante, es cada scs ptolemaicas? Corresponde a Koyré y especialmente a Kuhn el
,r, *i, frecuente encontrar autores -aunque Descartes ya setía rrérito de haber planteado estas preguntas y el haber indicado las
bastante- en los que o bien no aparece el <<neoplatonismo>> o bien r('spuestas.
es totalmente dominante el «matematismo». Y entonces, toda la argu-
Kuhn señala que uno de los factores más sorprendentes de esta
mentación pasaría a favorecer la distinción koyreana. Detengámonos
¡r'volución asÚonómica es, precisamente, la ausencia de elementos
brevemente en este punto, ateniéndonos especialmente a autores del
,rstronómicos <<desencadenantes>> de esa revolución. Copérnico, en
siglo xvt y primera mitad del xvII como máximo.
r'lccto, no disponía de ningún instumento nuevo que le permitiera
,,bservaciones más precisas sucedió con el telescofio d. Gr-
-como ningún fenómeno
lilco-, ni en su vida pudo observar celést. excep-
, i.nal que resultara decisivo enla crítica de la astronomía tradicional
IV. «PLATONISMOS"Y«COPERNICANISMOS»
como sucedería, por ejemplo, con la <<nova» de Tycho Brahe.
La nc incluye como elemento fundamental lo que se ha llamado la
l.s, pues, en el medio ambiento intelectual tomado en su sentido más am_
<<revolución copernicana>>. En su De reuolutionibus de t543, Copéni'
co proponía lu .".rrp".u.ión y elaboración matemática de 1o que el ¡'1i., fuera del estricto marco de la astronomía, donde cabe buscar principal-
,rt'rte los hechos que permiten comprender por qué la revolución tuvo lu-
.oÁid..^bu una idea <<pitagórica», el heliocentrismo, que había sido 1',,r' en determinado momento y qué factores la precipitaronat.
unánimemente rcchazada cuando fue propuesta en la antigüedad. ¿Qué
es 1o que indujo a Copérnico a proponer tal innovación?'e' Copérnico Esos <<factores>> que podemos encontrar en su entorno intelectual
.ro, di.. qrr. ul int"ntar explicar el movimiento de los planetas, los l'( r'lenecen al neoplaronismo.
asffónomoi han ganado precisión a costa de la violación de principios
fundamental.r, el de la circularidad, y de Ia introducción de
á-o I I rreoplatonismo completa la escenificación, a nivel conceptual, que acoge
técnicas geoméfficas, como el ecuante, que han convertido el sistema ,I ,lcsarrollo de la revolución copernicana, al menos tal y cámo lo-examiná-
de los ci.lo, .. un <<monstruo>> 40. Pero ¿qué fue lo que hizo que r(,¡os en este libro. se trata de una confusa y desconcertante escenificación
copérnico viera un monstruo en la asffonomía fadicional que liega t,,rir una revolución astronómica pues son muy escasos los elementos pro-
hurt, ,, tiempo? ¿Por qué é1 ve un monsruo que hay que abando' l,lrrl))ente astronómicos que intervienen 12.

nar, donde la^maylría d. ,.rt contemporáneos ven aún la posibilidad


Sabemos bien, en efecro, cuál fuera el trasfondo filosófico en el
re Naturalmente, se pueden sugerir muchos puntos de partida de la innnovación ,lu('se educó Copérnico, cualquiera que sea el grado de conciencia
copernicana. \il/estman enumera los siguientes: su descontento con la teoría lunar dc ,,,, el que 1o asumiera. Birkenmajer ha trazado el itinerario filosófico
Ptolomeo (Rosen), su estudio del modelo excénffico de Regiomontano para la segun' ,1, ()opérnico a través del estudio de sus citas, que puede complerar-
da anomalía (Swerdlow), su percepción de un elemento anual en los epiciclos de lor
planetas superiores y de los deferentes de los planetas inferiores (Dreyer) o su intento
'., ,.n el estudio de Paul §ü. Knoll sobre la universidad de cracovia
á" .eformu-d"l calendario a través de un nuevo modelo de la precesión de los equi' 'r lirales del siglo xv, y el de vasoli sobre el entorno filosófico de co-
noccios (f. Ravetz). Véase R. S.'Westman (comp) 1975, «Introducción>>, p 3'-Pero l', rrico en las distintas universidades italianas donde estudió¿:. Si
éstos no o entran en conflicto con, sugerencias de carácter más general Por
"*alry".r,
1o demás, mi propósito aquí no es en absoluto responder a esta cuestión sino, espc' rr Kuhn 1978, p.182. Incluso en su sintético
artículo, de 194g, <,Las etapas de la
cialmentá, ,"álu. lur ."lucio.,". entre el heliocenffismo o copernicanismo y las con' ,,,,rrr.logía científica>>, Koyré señalaba ya: <<Así, una de las razones más profundas
cep.iorre, generales de distintos autores de finales del siglo xvl y principios del xvtl,
|r,rl¡ablemente la más profunda- de la gran reforma astronómica op.rrda por co-
ur, .o., ináependencia de la importancia que tuviera en la gestación de sus respectl' l', rri((), no era del todo científica». KoyÉ 1977,p.8).
vas ideas. 'rhid.
a0 copérnico. La reuolución de las esferas celestes. Libro primero, en Koyré (comp,l
1g65, pp. 41-42. Para un amplio tratamiento del tema remito básicamente a Koyrá
" Alexandre Birkenmajer 1965; c. vasoli, «copernico e la cultura itariana del
r ¡' Vasoli 1977, pp. ) I3J 50; P. \X/. Knoll 197j.
r l ( rrpo>>, en
1961a; Kuhn 1978; y Hanson 1978, que puede servir de contrapunto'
102 Antonio Bebrán l!.cuolución, ftlosofta, ciencia y método 103

tomamos al pie de la letra su afirmación, en el Prefacio al De reoolu- l,órnico una actitud neoplatónica dada es posterior o anterior a la elabora-
tionibus, de que ocultó sus ideas durante «no sólo nueve años, sino , ión de su nueva asuonomía. No existe una ambigüedad similar en los co-
cuatro veces nueve>> esto nos remitiría a 1506, durante su primera es- I,crnicanos posteriores. Por ejemplo, Kepler [...] a7.
tancia en Italia, como fecha aproximada de la gestación de su teoría
Kepler, pues, ofrece menos dudas. Pero a estos elementos neopla-
heliocéntrica, aunque especialistas como E. Rosen o N. Su¡erdlow se
tonicos, a finales del siglo xvr, vendría a añadirse otro reiacionado
inclinan por l5l4 o, como máximo, 1509-1510. En cualquier caso,
,.rn las discusiones teológicas: la infinitud del universo, y con ello
durante la estancia de copérnico en ltalia, dominan aquí las corrien- ( stamos en Bruno.
tes neoplatónicas florentinas que han recuperado y taduciáo el cor'
Bruno es un copernicano, como lo son Kepler y Galileo. Está cla-
pus hermeticum.
r'o por offa parte que los ffes mantienen cierta relación con el neo-
En su detallado estudio, Vasoli nos habla de la <,nueva apertura
¡rlatonismo o platonismo. Y ambas cosas
filosófica y metodológica, la perspectiva crítica»> que había adquirido -su copernicanismo y su
¡rlatonismo- están íntimamente relacionadas. A pesar de las graves
Copérnico en Italia; comenta como había <<conocido sugestiones e in-
,lificultades que plantea la teoría heliocéntrica, no sóio en el campo
fluencias filosóficas que actuaron profundamente en la decisión de
,lc la física, sino incluso en el campo de la astronomía ejemplo
cambiar el centro del orden cósmico»aa' Hemos visto más arriba las
lrr ausencia de paralaje-, a pesar de estas dificultades, -por
digo, se adhie-
afirmaciones de Garin en este senddo, según las cuales un nuevo mo-
rcn al copernicanismo. Tanto Kepler como Galileo aceptan el helio-
do de ver el cielo, ia literatura solar, los cultos herméticos, habrían ( cntrismo antes de aportar los elementos
formado parte del proceso de maduración de Copérnico y sus teo- astronómi-
i'rrs, teorías del movimiento terestre y -observaciones
celeste- que pudieran
rías. Pero, ateniéndonos a las comedidas reflexiones de Kuhn al res-
, onsiderarse probatorios, fortalecedores o al menos no incompatibles
pecto, éste identifica como elementos neoplatónicos concretos que
,,rn el movimiento temestrc y la posición central del Sol. Debemos
pudieron ser importantes en la obra de Copérnico:
l)cnsar, pues, que su copernicanismo surge del hecho de que compar-
r('n con Copérnico los elementos filosóficos neoplatónicos que he-
una nueva fe en la posibilidad y ia importancia de descubrir en la naturale-
nros mencionado más arri6a. Pero, aún as( el copernicanismo de uno
za simples regularidades aritméticas y geoméfficas, y una nueva visión del
so1 como fuente de todos 1os principios y fuerzas vitales existentes en el uni-
l oto muesta diferencias radicales que ponen de manifiesto la dis-
verso 45. trrncia teórica, el distinto modo de ver que tienen unos y otros, espe-
, ialmente la diferencia ente Galileo y los otros dos.
En el caso de Copérnico, no obstante, Kuhn se muestra muy pru- Según Bruno, Copérnico es tan buen asÚónomo como cualquiera
dente y, aunque en base al texto en que Copérnico habla del Sol en ,lc los grandes de la antigüedad y más inteligente que todos ellos.
tonos un tanto Poéticosau, alirma r\lás aún, es mejor asrónomo porque se liberó de los falsos presu-
l)uestos de la filosofía, pero no pudo alejarse lo suficiente de ésta
Es, pues, manifiesto el neoplatonismo que preside la actitud de Copérnico l)()rque «fue más estudioso de la matemática que de la naturaleza,r.
frente al sol y a la simplicidad matemática; l'cro, a pesar de ello hay que alabarle, dice Bruno, porque aunque
,'staba <<prácticamente desprovisto de razones vivas>>, supo reunir los
y a continuación añade:
rrrrsísimo, ¿quién podría haber puesto a este luminar en otro lugar mejor, donde pue-
Se rrata de un elemento esencial del clima intelectual que alumbró su visión ,l,r iluminarlo todo al mismo tiempo? Pues no impropiamente algunos lo llamaron
del universo. Sin embargo, no es fácil discernir si en el pensamiento de Co- Ir.lcrna del mundo", otros "mente", y otros "rector". Trismegisto lo llama.dios visi-
1,1, "; Sófocles, en Electra, 'el que todo lo ve". Y así como en un trono real, gobierna la

{{ Vasoli 1977, pp. ))4-))5. l,rnrilia de los astros que giran en torno)>. Copérnico. De Reuolutionibz;s l. r, cap. x.
15 Kuhn 1978,p.176. ( ()t)órnico 1965,pp.81-82. Citado en Kuhn 1978, p. 180.
r" .<Y cn cn cl centro de todos ellos reside el Sol. Y colocado en ese templo her' a] lbid., p. 181.
104 Antonio Bebrán
Iitrolución, filosofa, ciencia y método 10,

fragmentos ruinosos del heliocentrismo del pasado y hacerio más ve- (,«rnsidérese, pues, que de la misma manera que el macho se mueve haciala
rosímil y, desde luego, dado que se trataba de un <<discurso más lrcmbra y la hembra al macho, cada hierba y cada animal (uno más expresa-
matemático que natural»,hizo la anfigua teoría <<más cómoda y ex- nrcnte y otro menos) se mueve hacia su principio vital, es decir, al Sol y
pedita para la teoría y la razón calculatoria>> a8. La filosofía que ha- ()tros astros. El imán mueve al hierro, la pajahacia el ambar y en definitiva
bía dominado era una filosofía basada en un burdo empirismo, que ( ir(la cosa va al encuenüo de su semejante y huye dé su contrario. Todo
es
, rrLrsado por e1 principio interior suficiente, por el cual viene a moverse de
nos igualaría a los asnos y estaba sustentada por el principio de au-
lo|ma natural y no a partir de un principio exterior, como vemos que ocurre
toridad. A pesar de sus limitaciones> no eran pocos, pues, los méri-
',icmpre en aquellas cosas que son movidas o en contra o al margen de su
tos de Copérnico, un hombre
¡,r'opia naturaleza.La Tierra, por tanto, y los otros asffos, se mueven según
l.rs propias diferencias locales a partir del principio intínseco que es su pro-
dispuesto por los dioses como una aurora que debía preceder 1a salida de tl.
este sol de la antigua y verdadera filosofía, durante tantos siglos sepultada l,irr alma
en las tenebrosas cavernas de la ciega, maligna, proterva y envidiosa igno-
ra¡cia{g. Por ello, nosotos no podemos comprender los movimientos pla-
¡rrtarios. Para comprender ese <<animal inmenso e infinito» que es el
Como es sabido, Bruno no se andaba con chiquitas cuando se ,rniverso, hay que uúlizar esas <<razones vivas,r, onaturales, de que ha-
trataba de insultar al contrario o alabarse a sí mismo. Porque aqui l,Lr Bruno. Es decir, hay que hacer filosofía natural que Bru-
Bruno no está empleando sólo una florida metáfora. Copérnico no -según de
rr,,, y de acuerdo con una larga tradición- excluye lamatemática
había sido sino un hito más en la preparación del camino paru é1, l.r l-isica.
Bruno, que sería el auténtico protagonista de la recuperación de la Pero, recordemos que esta idea y esta ffadición son las que ten-
verdadera filosofía. Conra el asno Aristóteles y frente a Cristo, ,lrri que combatir Galileo a la hora de elaborar sus <<nuevás ciencias».
cuya misión había consistido en anunciar las tinieblas, Bruno anun- l.rr eue propugnará Galileo, conra \a directiz propuesta por Bruno,
ciabala luz de la antigua sabiduría, continuando así a Hermes Tris' ',( r'¿i precisamente potenciar \a <<razón calculadora,r, ese <<geometrare»
megisto, Pitágoras, Platón... Copérnico50. Pero, dejando a un lado ,¡rrc a Bruno le parece cosa de bobos. Curiosamente, el único modo
la prisca theologia a la que se liga Bruno, en la perspectiva de éste, la ,1, «vivificar>> la filosofía natural sería utllizando la geometría, \a ma-
teoría copernicana, que el empirismo ingenuo no es capaz de asimi- r( nrática, la razón calculatoria. Pero, como decía Koyré, no se trata
\ar, aparece como una condición necesaria para acal:ar definitiva' ,,,kr del <<uso>> de la matemática. Lo que está en juego en el enfrenta-
mente con la cosmología aristotélica. Pero, mientras que para noso- nrrcnto de esas concepciones es la «ontología»>. La de Bruno es la
tros el valor del heliocentrismo copernicano reside precisamente , rrlrología mágica>>, su naturalismo es mágico y vitaiista. La de
Gali-
en su matematización, en que es una teoría técnica y malemática' l,,,gs 1¡¡¿ ontología matemática, como nos dice en su famoso texto
mente comparable a la de Ptolomeo, para Bruno este enfoque ma' ,l, l libro del universo .<escrito en caracteres matemáticos». Un texto
temático constituye una limitación. El orgullo de Copérnico por la ,¡,,e debe completarse con aquel en que diferencia las cualidades pri-
armonía unitaria de su sistema, Ia supuesta relación precisa de unas rrr;rlias y secundarias52. Las primeras son las que pertenecen ala ¡a-
órbitas con otras, era un espejismo porque los cuerpos celestes son r,',t,rleza, son las matenatizal)les. Es obvio que el «platonismo» de
«animales»> cuya libertad de movimientos no pueden someterse al t i;rlileo no tiene nada en común con el neoplatonismo de Bruno5l.
cálculo preciso, ala <<razón calculadorar. Quizás podríamos hallar una mayor proximidad teórica ente
a8 Bruno (1584) 1984, t, pp.7l-72. Véase también w, 162, donde insiste: <<h
'I Ibid., m, p. 116. Véase también v, pp. 766-767.
[doctrina] de Copérnico, aunque cómoda para los cálculos, no es, sin embargo, sc' ' (lalileo, Opere, vt, pp. D2 y 347 348, respectivamenre.
gura y expedita en lo que se refiere a las razones naturales, que son las principr' '' Para la visión opuesta de la cuestión, puede verse «La rivoluzione copernicana
lesrr. , rl nrito solare,> en Garin 1976a, pp.257-281, especialmente 257-267, que ve en los
1e Ibid r, ir('s (le Bruno citados los elementos adecuados para situarlo en una misma línea de
50 Bruno 1984, pp. 80 ss.
1,, r\.rniento con Copérnico, Kepler, Galileo y Newton.
106 Antonio Beltrán licuolución, filosofu, ciencia 1 método 107

Bruno y Kepler que enre Bruno y Galileo. Pero el copernicanismo ,rbsurdo que sean iguales, porque <<¿para qué habrían de ser infinitos
de los dos primeros tiene demasiados puntos radicalmente divergen- si uno cualquiera de ellos contiene toda la perfección?>>58. y si son
tes para que permita aunarlos en cuanto a la concepción filosófica tlistintos uno será más perfecto que otro. Ahora bien,
que está en la base de su obra. La idea más moderna de Bruno, el uni-
verso infinito y la pluraiidad de mundos, es para Kepler «temible fi- Le geometría es una y eterna, y resplandece en la mente divina, siendo la
losofíar> y le hace esremecer de terror filosófico 5a. Al saber que los l)rrrticipación en ella concedida a los hombres una de las causas de que éste
sca imagen de Dios. Ahora bien, en la Geometría,aparte de la esfera, el tipo
«planetas medíceos» descubiertos por Galileo son satélites jovianos
,rás perfecto de figuras es el formado por los cinco cuerpos .rrclíd.os, pr.,
y no planetas de las estrellas fijas, se consuela y dice a Galileo: ( ste nuesffo mundo planetario ha sido ordenado
tomándolos ao-o .rora, ,
.n rluetipo 5e.
pues del mismo modo que Copérnico y yo con él hemos demostrado el
error de 1os antiguos en el modo de concebir cómo se plasmaban en e1 mun- La distancia enre Kepler y Bruno está bastante clara y no necesi-
do los cinco cuerpos, sustituyéndolo por el procedimiento genuino y muy
trr mayor comentario. En todo caso, en su Epitome astronomiae coper-
verdadero, así tú corrijes y en parte tornas dudosa esa doctrina que nuestro
,ícanae de 1618, Kepler insistiría en lo que son puntos cruciales del
Bruce toma de Bruno)).
l,rofundo desacuerdo con Bruno respecto a la filosofía natural, ai co-
Las preocupaciones de Kepler ante los nuevos cuerpos celestes nlentar el orden geométrico de nuestro mundo:
eran muchas. No le preocupaba sólo la astrología que, aun con los
cuaüo nuevos satélites <<se mantiene en pie>>56' Además está el tema lin fin, el orden de esras proporciones, proclama que el Creador [...] empezó
de la teleología antropocentrista. Parece claro, dice Kepler, que estos ¡,,rr 1a Tierra como su primera medida [...] Efectivámente, la Tierra debía ser
lrr sede de 1a criatura contemplativa, merced a la cual fue creado el universcr
satélites no han sido creados para nosoffos, como nuesffa Luna, sino
1...] Puesto que la Tierra estaba destinada a convertirse en la sede de una
para las criaturas jovianas. Pero, entonces 1 r'iatura mensurante, está claro que debía convertirse en medida de los cuer-
1,,,s celestes con su cuerpo, y con su semidiámetro, en cuanto línea, de las lí-
¿qué pasa?, preguntarás, ¿acasotlalizaremos con ellos acerca de quién ocu- ,cAS, o sea de las distancias60.
iá mejor
e1 puesto en e1 mundo? [...] ¿Cómo habrían de ser entonces todas
ias cosas para el hombre? ¿Cómo habríamos de ser los señores de la crea" Desde la perspectiva de Bruno, eso era, sin duda, la exacerbación
ción divina?57. ,lcl error copernicano, elevándolo además ala categoría de sistema
nretafísico. Efectivamente, también según Kepler, Copérnico no se
Kepler expone todo tipo de razones para mostrar que nosotros l,,rl¡ía dado cuenta de todas las dimensiones e implicaciones de su
habitamos el globo que corresponde a las criaturas (corpóreas) mas
It'«rría, su descripción del mundo había sido <<casi ocular, sacando
nobles que, en su opinión, somos los humanos; y que nuestro mundo
a la hz tó oti>>. Mientras que Kepler dice de símismo, hablando
sistema solar es el más perfecto. Porque si hay infinitos mundos, es ",,1o
r'n t€rc€rd persona que, siguiendo a los <<portentosos Pitágoras, Pla-
r,)n y Euclides>>, <<asciende a las causas y al to dioti>6r. Es decir, Co-
ta Cuando comenta el descubrimiento galileano de los satélites de Jupiter, dice l,ttrnico sólo había mostrado el cómo es el mundo, mientras que Ke-
en el conocido texto dirigido a Galileo: <<Ante todo estoy contentísimo de haber naci. ¡,lrr explicaría además por qué es como es. Y la pregunta que tenía
do de nuevr¡ en gran medida gracias a tus trabajos. Si hubieras encontrado planetas
girando en torno a una de las fiias, ya tenía yo reservadas cadenas y cárcel junto a las
''r lbid., p. 745.
innumerabilidades de Bruno, o incluso más bien el exilio en aquel infinito. Así que
me libraste ahora del gfan temor que me embargó con las primeras noticias de tu li.
. lbid.
bro., Kepler 1619, pp. 1)7-1)8. "') Kepler, V/erke, vl, 276-279. Citado por Rossi 1971, p. 244, qrre desarrolla el
,i,
" Iht:¿|., ú9-140. 'rrcuerdo mencionado aquí, entre Bruno y Kepler, sobre la pluralidad de los
,,, lhil, p. l42. ,,,, r rttlt)s.
1 Kepler, Conuersación con el rnensajero
't ll'll'¡ 114' " s ideral, ob. cit. p. 139.
108 Antonio Belnán ll.euolución, filosofía, ciencia
1 método 109

que responder p^r^ ello era ¿por qué hay seis y sólo seis planetas y Antes de seguir adelante vuelvo a repetir a Sarsi que no
soy yo quien quiere
por qué se hallan a las distancias que están del Sol? Kepler esrá muy t¡ue el cielo, como cuerpo nobiLsimt, ,..rgu ,r.bié,
fig".á noUilr.i_i ."a
lejos de considerar, como podría pensar un partidario del nolano, ,'s la esférica, sino el mismo Aristóreres
[...fEn cuanto a mi no habiendo rei
que no hace filosofía. Por el contario, incluso en el primer libro de 'lo nunca las crónicas ni títulos de nobleza particulares ¿"'r". rig"rri * ..
cuáles de en*e ellas puedan ser más o
su Harmonice Mundi que, como especifica el título, es <<GEo¡úÉ,TRt- trrs. Más bien creo que todas sean anriguas y
-.rro. nobles, .e. " -iná.;;.
co, sobre el origen y la demostración de las Figuras Regulares, que engen- nobles y i..f..tur.;.i;;;;"
tl., o mejor dicho, que en sí mismas .,á ,o, ,.,i y p..f..r^ ,i ;nr.,obl".
dran las relaciones armónicas», Kepler se preocupa de aclarar, en el c imperfectas sino que, paralevantar muros, las"oblá,.rrrd.á,1r. ,o" -i.-p".f..r^,
Prefacio, que su temáttca es filosófica: <<No rato de Filosofía como ,¡ue las esféricas, pero para rodar o arrasúar los carros
son más perf-ectas las
Geómetra, sino de esta parte de la Geomería como Filósofo»62. ledondas que las triangulares65.
Por 1o demás, Copérnico había ampliado enormemente las dimen-
siones del universo, pero, ¿cuán grande era este universo? Lo cierto A Galileo las especulaciones de Kepler en el Mysterium dellieron
es que, en su Mysteriunt Cosmographicum, Kepler no dice nada al res- Parecerle totalmente desbocadas y, poribl.,,..r,. fu. esa la razón de
pecto. Pero no hay ninguna duda de que, desde la perspectiva keple- rlue.diera la callada por respuesta.Hasta que no necesitó
er apoyo de
riana, la infinitud que Bruno atribuye al mundo es una idea peligro- Kepler para su Mensajero no volvieron a escribirse. p.;-";;;;.;.
sa y descabellada. Tal afirmación, observa Simon: tlue a partir de ahí Garileo se convirriera en un lector
de Kepler. Así
,o,advertiría otroaspecto de la obra de Kepler.on.l q,r..i;;;,
habría representado desconocer todo lo que se puede inferir del lugar cen- lrubiera simpatizado. En 1605, cuando casi ienía terminada
la Astro_
tral y del papel vital del Sol: en la medida en que materializa simbólicamen- rt.mia Noua,,en la que formulaba dos de sus famosas leyes,
Kepler ha_
te la Trinidad, La Creación debe encerrarse en la Esfera de la Fijas, respe- t ía estas declaraciones programáticas a un amigo:
tando proporciones determinadas 61.
r\'lio.bjetivo es mostrar que la máquina celeste no es ningún tipo
Kepier ba en la dirección opuesta a la de Bruno. Pero el de ser divi-
rr. vivo, sino una especie de.mecanismo de relojería quien
^vanzque lo
<<matematismo)> aleja de Bruno, no lo acerca a Galileo. Preci-
¡y
I.j,tiene un alma atribuye ala obra la gloria <tel'artrfice],
.r". q,r" .l ,._
.n ..rr.ra'qr. .u.i
samente la Conuersación con el mensajero sideral está escrito en forma t.dos los múltiples movimientos los ocasiona unn fu"r)^.rg;;;i;;;;;"
de carta abierta a Galileo, y reanudaba la breve correspondencia 'ial muy simple, del mísmo modo que todos los movimientás ,lel relo; los
que ambos habían mantenido años atrás. La intemupción se dió r)casiona un simple peso. Y muestro también
como estas .aura, fí.i.u, í...-
cuando Kepler, después de enviarle a Galileo su obra, conocida con sitan una expresión numérica y geoméÍica66.
el nombre de Mysterium cosrr¿ogrdphicurn, le pide su opinión. Nunca
obtuvo respuesta. Sabemos que, para Galileo, los caracteres matemá- Pero, como sabemos, no sería Kepler quien llevaría a cabo
este
ticso con que estaba escrito el universo no obedecían a ninguna je- l)rograma. Trece años más tarde, presa de la inspiración, cegado por
l,r luz, confirma sus ideas iniciales del Mysteriu*-Cor*ogiaphTru;;;.
rarquía de dignidad o nobleza ontológica como en Kepler6a. El
«platonismo>> o <<matematismo»> de Galileo no incluyen este tipo de ,lcja llevar:
consideraciones:
Sí,-me he dejado a*astrár por un desvarío sagrado. Desafío burronamente a
t'rdos los mortales con esta confesión abierta] he robado r^
62
dornd". nuu.,
Johannes Kepler gesammelte'Werke, Múnich, Beck, 1918. Vol. vl, p.20. Citado ,lc los egipcios para cons*uir con ellas un tabernáculo pu.,
en G. Simon 1979, p. 149.
.iEo;, ;;;l;
¿'r G. Simon \979, p. )94.
6a Kepler <<toma el término scibilis en un sentido ontológico: Galileo, Opere, vr, p. )19.
es cognoscible lo "t
66
que por naturaleza tiene una medida común, próxima o cercana, con el círculo. Y el Kepler, carta del 10 de febrero de 1605 a Herwart von Hohenburg.
citada
circulo no es un figura geométrica cualquiera: e.r efectivamente la esencia divina y, ¡,, rr Koestler 1986, p. 26i . Y éase también el artículo de G. Holton
t orrro tal, sirve de medida y arquetipo para todor>. G. Simon 197 9, p. 1.57. I lriverse: Its Physics and Metaphysics,r,
Íf"r;;;;-i;[;;
en Holton 197), pp.6L)_9O.
Antonío Behrán lioolución, filosofta, ciencia y método

jos de las fronteras de Egipto. Si me perdonais, me alegraré. Si os irritais, lo ción entre multiples «platonismos». Pero lo que nos interesa es tratar
soportaré. Ved, he arrojado los dados, y estoy escribiendo un libro, ya sea ¡ror lo meno., d. .o-.. el plato y no simplámente recoger las migai
para mis contemporáneos, ya sea para la posteridad. No me importa. Puedo jas. No todas las distinciones tienen la misma relevancia. Desde el
ag:uardaf un centenar de años hasta encontrar un lector, puesto que Dios ha
esperado seis mil años para tener un testigo [...] 67.
l)unto de vista historiográfico de quien se interesa en las grandes
transformaciones de la nc la distinción más releuarute es, en mi opi-
,ión, la señalada por Koyré. Puede resultar sumamente interesanrá e
Y en este libro, Harmonice Mundi, en el que desentraña las leyes
incluso necesario señalar las diferencias entre Bruno y Kepler, o en-
geométicas de la mente divina de Dios al crear las esferas y sus ar-
tre Kepler y Fludd cuando el primero le dice al segundo <<yo me en-
monías, Kepler formula su famosa tercera ley que afirma que los cua-
trego a las matemáticas como matemático, tú como hermético>>6e.
drados de los períodos de revolución de dos planetas cualesquiera
l'ero la distinción koyreana se remite a una transformación concep-
son proporcionales a los cubos de sus distancias medias al Sol. En-
tual, a una ruptura, que Ia afirmación de un único platonismo esca-
tonces tuvo más bien pocos lectores, y Galileo no parece haber sido
rnotea y a la que no remiten las otras distinciones. Pero si esto es así
uno de ellos. Pero sí encontó el lector idóneo: Newton. Éste sería el
lray que t.^,ui d. cara.ctetizar el Renacimienro cienrífi.o d. modo
que completaría el programa de Kepler.
rnás claro del que hemos visto hasta aquí.
En cualquier caso, es obvio que no sólo el «platonismo» de Ke-
pler, sino también su <(copernicanismo>> disan mucho del de Galileo.
En Galileo la teoría copernicana no parece tener ninguna de las con-
notaciones teológicas o místicas que tiene para Kepler. La única insu-
ficiencia de Copérnico, p^ra Galileo, radica exclusivamente en ia de-
bilidad de sus pruebas, especialmente en el campo de Ia física. Lo
que hace más admirable aún que Copérnico haya podido

anteponer lo que el razonamiento 1e dictaba, a aquello que las sensatas ex-


periencias le mosüaban clarísimamente en conÚa68.

Lo fascinante de Copérnico, para Galileo, no es que constituya


un paso en Ia recuperación de Ia prisca theologia o de la prisca philo-
sophid, o que haya avaflz áo sin darse cuenta hacia el descubrimiento
de la metafísica matemática del Creador. Lo fascinante para Galileo
es que Copérnico obliga a repensar la física y sus relaciones con la
m^temática, las relaciones enffe teoría y experiencia, 1o que significa
reconstruir las relaciones entre hombre y naturaleza; lo que histórica-
mente significa embarcarse en la concepción mecanicista del mundo.
Con Galileo estamos, lejos de Kepler y Bruno, en la ciencia moderna.
Estas breves consideraciones motivadas por el deseo de ilustrar
la inoperancia de afirmar una sola radición platónica a 1o largo de Ia
historia podrían ahora, sin duda, esgrimirse en defensa de una distin-

67 Kepler, Harmonice Mundi. <J¡:roducción>> al l. v. Citado por A. Koestler 1986,


pp.312-)l). 6e Kepler, Apologia. Gesammelte Werke, Ed. M. Caspar, Múnich, j.940, vt, 3g6
68 Galileo, Opere, ul, p. )55. t .itado por Yates 1983, p. 502.
4. MAGIA, CIENCIA, LEGALIDAD Y EMPIRISMO
Alagia, ciencia, legalidad 1 empirisrno 11)

especiales de las ciencias singulares y de los agrupamientos de los pensado-


res de1 pasado, constituidos en base a 1as disciplinas actualmente enseñadas
¿Qué es la magia? El secreto de hacer lo que no puede hacer en la universidad.
lanaturaleza; es 1o imposible, de modo que se ha creído en ella La contribución decisiva para el reconocimiento de la legitimidad de la
en todos los tiempos [...] [Los magos caldeos] sabían más que expresión methodological reuolution of tbe seuenteenth century ciertamente no
los demás: buscaban las causas de las lluvias y el buen tiempo, ha sido presentado ni por las historias especiales de las ciencias individuales,
y pronto pasaron por hacer la lluvias y el buen tiempo. Eran ni por una historia de la ciencia exclusiuamente atenta a los procesos de desa-
astrónomos: los más ignorantes y los más osados fueron astó- rrollo de las teorías, de 1as técnicas mentales y matemáticas. Nos hemos da-
logos. Un hecho sucedía bajo la conjunción de dos planetas: clo cuenta de su legitimidad en el momento mismo en que se ha aceptado la
luego esos dos planetas habían causado este hecho; y los astró- imagen de una ciencia y de su evolución sólo relativamente independientes
logos eran los amos de los planetas. Mentes impresionables ha- de la historia de las ideas filosóficas, metafísicas y religiosas, de los cambios
bían visto en sueños a sus amigos muertos o moribundos: los de la vida social l. fCursiva en original.]
magos hacían aparecer a los muertos.
Es, como puede verse, la insistencia y desarrollo de la tesis koy-
[...] Lo peor era que los pueblos, viendo que la magistratura y réana sobre1a relación ciencia-filosofía.
la Iglesia creían en lamagia, se convencían aun más de su exis-
Ahora bien, aceptado esto, 1o dicho hasta aquí nos ha mosrado
tencia: por consiguiente cuanto más se perseguía a los brujos,
más aparecían. ¿De dónde venía un error tan funesto y gene-
que no es suficiente afirmar la ruptura del Renacimiento con la Edad
ral? De la ignorancia: y eso prueba que quienes desengañan a Media, estableciendo a partir de entonces un proceso lineal de desa-
los hombres son sus verdaderos benefactores. rrollo de la ciencia moderna.
Entre el <<cosmos cemado,, y jerarquizado de la Edad Media y el
Vorr¡rRr. Filosofía de la Historia (17 65). universo infinito, de infinitos corpúsculos o áromos que se mueven
Estudio preliminar, traducción y notas de Martín Caparrós. cn el vacío sometidos a leyes matemáticas precisas, está el mundo
Madrid, Tecnos, 1990, pp. 17 | y 17 4. «indefinido» del Renacimiento, donde .,el cenro está en todas partes
y la circunferencia en ninguna»>, como dice Nicolás de Cusa2, un
universo que con Bruno se convertirá en un <<inmenso e infinito ani-
mal». Un universo en el que, conlacábala y el hermetismo, la causa
I. REVOLUCION CIENTÍFICA. RENACIMIENTO Y RUPTURAS fisica y la analogía verbal vienen a coincidir; en el que números, pala-
bras, plantas, metales, imágenes, asffos, deseos, personas, pensamien-
Si nos atenemos a 1o dicho hasta aqui está claro que la RC es un fe- tos, constituyen o poseen fuerzas ocuitas que pueden producir los
nómeno sumamente complejo en el que intervienen distintas clases rnás <<admirables efectos»; en el que los distintos elementos son acto-
de factores. No nos hemos ocupado aquí de offos elementos, que po- res del gran drama cósmico. Es, sin duda, un universo difícilmente
drían enriquecer más aun tal complejidad, como las relaciones de la acotable según nuesras categorías, lo que hace que Koyré io caracte-
ciencia con la religión y con las iglesias católica y protestante. Pero, rice con la tórmula «todo es posible» l. Pero ésta es una care'cteniza-
en cualquier caso, éstas como otras posibles temáticas historigráficas ción que ffaza más los límites de nuesrra propia mentalidad que la
como las desamolladas por el externalismo, al que aludiremos más indefinición de la renacentista. Lo que se afhma asi en realidad, es
adelante, ponen de manifiesto la creciente conciencia de la necesidad que en el marco conceptual renacentista no rige la ley científica que
de salir de la pura teoría científi ca pata explicar un fenómeno de las
características de la nc. I Rossi 1977, p. 151.
Paolo Rossi aladía a este hecho con las siguientes paiabras: 2 Recoge así la afirmación que un texto hermético del siglo xtt, el Liber xxrv pbi-
htsophoram, refería a Dios. Véase Yates 1983, p. 285.
r <<Si se quisiera resumir en una frase la mentalidad del Renacimiento, yo pro-
1...l No obstante, es indudable que puede hablarse (y de hecho se ha habla-
¡,ondría la fórmula: todo es pctsibla>. (Cursiva en original.l Koyté 1977, p. $.
tlo) tle <<revolución científicar>, sólo abandonando el campo de las historias
tt4 Antonio Behrán \l¿Qia, cienciq legalidad 1 empirisrno t15

ordena el universo mecanicista, delimitando el campo de lo posi- l'.stablecer los hechos y después operar con ellos [...] Muy bien, si pero cui_
ble. Una caracteúzación positiva no se lirhite a decir lo que ,l,rtl de no establecer de esa manera una nefasta división del mabajo, una pe-
-que
el Renacimiento científico no es- es realmente difícil pero, sin du- ligrosa jerarquía. No estimuléis a quienes, en apariencia modestos y d...orr-
lirr(los y en realidad pasivos y gregarios, amasan hechos para nada y d.rprr.,
da, este período teórico se define también por una ontología que ( sl)eran con los brazos crtzados eternamente
a que llegue el homt.. .aprz
conforma u¡a ruafuraleza y, pot tanto, por unos modos de aproxi- ,lt ordenarlos [...] Manipulaciones, invenciones: a un lado lo, p"o.., a oiro
mación a ella rudicalmente distintos, si se quiere por unos rnétodos l()s constructores. No. Para que no se pierda nada del vabajo humano, la in-
diferentes a los de la ciencia mecanicista. La magia, las ciencias \ ( nción tiene que realizarsc en todas partes. Elaborar un hecho es construir.
ocultas constituyen el medio para penetrar esa <<creación en casca- l.s rjar soluciones a un problema, si se quiere. y si no hay problema no hay
da>>, esa naturaleza sin rupturas ente 1o Uno y la materia más ínfi- rrir(la 7.

ma, ese gran organismo animado que se complace en mostrar próli-


jamente los más diversos prodigios y maraviilas. El Renacimiento Sea como fuere, las dificultades evidentes que plantea una carac_
constituye un período teórico, si no delimitado, sí delimitable y, tt'rización del Renacimiento no deben inducirnos a rechazar cual-
desde luego, diferenciable no sólo del marco aristotélico-escolásti- t¡trier intento en este sentido. Y quisiera indicar, por lo menos, algu_
co, sino también del mecanicista del siglo xvlIa. r,.rs elementos que pueden acercarnos a nuestro objetivo.
En 1976, cuando P. O. Kristeller estaba ya retirado de su labor Hemos visto que el Renacimiento entendido como periodo teóri_
docente, le propusieron escribir la obra definitiva, en el sentido de ( (), como marco mental, no infoduce la filosofía que
inspira la nueva
sintética y global, sobre la filosofía del Renacimiento. Su reacción , icncia. Por más que se le reconozca un papel en la historia de la
fue inmediata. <<No estamos listos para llevar a cabo esta , icncia, su reculer pour mieux sauter,la indudable importancia de algu-
-dijo-
empresa>>5. Cuando en 1979, unos treinta años después de escribir rr:rs ideas de cusa y Bruno, la nueva valoración dél tabajo .'u.r,iul,
su libro The Scientific Reanissance. 1450-1630, en su participación en r'1c., lo cierto es que su <<marco teórico>>, su filosofía mágico naturalis-
el homenaje a Garin, M. Boas revisaba los estudios historiográficos ril no es la que inspira el nacimiento de la ciencia moderna. por er
sobre el Renacimiento científico, señalaba que en esta área de la r.ntfafio, la nueva ciencia insistirá una y offa vez por boca de sus
historiografía existían muy pocos campos sin explorar. Pero, alu- Ir.imeros creadores, Galiieo o Descartes, en que ha desterrado todo
diendo a una cita suya anterior, añadía que en casi todos estos ,'l abigarrado e impensable mundo de las fuerzas ocultas, simpatías y
campos «se ha desarrollado un rabajo que Bacon habúa denomi- ;rrtipatías, etc. Más aún, Ia guema frontal, el enfrentamiento directo
nado <,un buen inicio>>6. Aun siendo optimista, quizás esta conclu- i on las formas de pensamiento renacentista que se reconocen como
sión, si destacamos lo de <<inicio>>, pueda interpretarse como coinci- ,rlrsolutamente diferentes y opuestas a la nueva ciencia, se llevará a
dente con la de Kristeller. En cualquier caso, quizás sea meior no , ,rl¡o desde distintos frentes: la obra de Mersenne es un buen ejem-
exageraj en este sentido. Siempre quedará mucho por hacer, y la ¡,lo de e11o8. Pero Galileo o Descartes parecen tener bastante con
modestia de los grandes especialistas o la magnitud real del ttabajo '', «rnstruir>> la alternativa y simplemente ignoran las batallas puntua-
a rcalizar deben inclinarnos tan sólo a la prudencia, pero no deber l, s Del mismo modo que algunos renacentistas sienten un claro des-
servirnos como excusa paralizante. Para emprender una tarea como 1,r'ccio intelectual-moral por los escolásticos y su formalismo estéril,
la catacteúzación del Renacimiento científico siempre hará falta ,rlgunos delos nueuos científicos practican a veces esa forma refinada
aodacía y, no lo olvidemos, algo más que documentos <<suficientes»>. ,le desprecio que consiste en ignorar al adversarioe.
Quizás convenga recordar también aquí la aclaración que ya mu-
7 L. Febvre 1986, pp.22-D.
chos años antes había hecho L. Febvre:
' Vease R. Lenoble 97 L
1

a Lo que, por otra parte, no es más que la consecuencia lógica de afirmar que cl '' En su libro Religion and the decline of magtc, Keith Thomas destaca el carác.
Renacimiento constituye un estadio teórico de la historia de la ciencia. r( r ¡rutoconfirmador de sistemas de pensamiento como el mágico naturalista
de Rena"
5 Kristeller 1982,p.9. ' r.riento. «un brujo o un astrólogo siempre er^ capaz de dar una explicación de
¿' M. Boas Hall, en Varios 1981, p. 352. , rr,rlquier aparente fallo en sus operaciones, sugiriendo que debía haber
habido ,n
1L6 Antonio Behún \l,t,qia, cienci4 legalidad 1 empirismo lll
Pues bien, esta valoración del marco mental renacentista no sólo ,lrción neopiatónica y hermética, y la división del cristianismo con la
no nos es en absoluto a:1ena, sino que además constituye tan sólo un l(t'forma, el problema adquirirá otro planteamiento. Ahora se centra-
momento de una larga historia de la oposición ai pensamiento mági- r:r, por una parte, en el enfrentamiento de las magias nataraly demo_
co. Nuestra cultura científica se ha ido constituyendo como cultura y ttittcdt2. Por otra, los protestantes constituirán un frente
especial-
civilización modernas en una reiterada poiémica de varios frentes rrrt'nte crítico acusando, a su vez, al catolicismo y su sácramentalismo
con la magia, con el ocultismo; una larga lucha que, si observamos ,lt' magia. El sacramentalismo era acusado de mágico en cuanto que
los reiterados manifiestos delos astrónomos contrr-la astrología, no pa- , rrrnportaba una eltcacía que residía en la ejecución del rito
como
rece haber terminado. r.rl, sin referencia a la interioridad moral y religiosa de los actuantes
En efecto, desde su mismo nacimiento, el cristianismo se enfren- ,1,'l rito mismo.
ta a la magia la que a su vez es acusado r0- en varios frentes, Por último, debemos aludir brevemente al frenre más importante,
-de
Para empezar, no puede aceptar la equivalencia del milagro cristiano \'(lue más nos interesa aqui contra la magia: la polémica que inició
y el prodigio pagano, mágico. Este último sería propiciado por el po- ,.ntra ella la nueva ciencia y que, continuada a 1o largo de los siglos
der residual de los daimones, que ahora se conciben como los ángeles ,, \ ur y xlx,
como hemos mencionado, llega hasta nuestros días.
caídos y cohorte de Lucifer. Pero el gran sacrilegio consiste en no Cuando en su History of Royal Society Thomas Sprat canta las ala-
aceptar a Cristo y su mensaje, pretendiendo explotar la eficacia del l,rrnzas de la sociedad científica
y de su filosofía, la.,nueva filosofío>,
mundo demoníaco por medios distintos a los sacramentales, que son ,rlilma que no podemos esperar que ia especulación se baste a símis-
los que fueron concedidos por Cristo a su Iglesia. En cualquier caso, il)rr para combatif los terrores y aprensiones que, en realidad, ella ha
el cristianismo triunfante, que en la práctica integra, sustituye o des- , r.'ado y que atormenta a las mentes débiles. Nos cuenta que,
desde
r,aturalíza los ritos mágicos populares, especialmente a partir del siglo l,r rrntigüedad, los poetas introdujeron el engaño, toda claie de qui-
xnt domina, somete y persigue la magia, sistematizando su posición ,r('ras y fantasmas, que en tiempos recientes se revivieron las formas
teórica ante ésta. Si antes hubo momentos de contemporización, a r.rrs fantásticas, que todas las iglesias se llenaban de apariciones y los
partir del Malleus Maleficarum, de finales del siglo xv, las dudas se l,,,rnbres empezaban a ser asustados desde sus cunas. pero desdeque
han acabado y la intoleranciayla hoguera se impondrán11. l.r rruténtica filosofía ha aparecido dice Sprat que ya no queda sitio
Pero por entonces, con Ia recuperación y reivindicación de Ia tra- l';r'a esas fantasías: el curso de las cosas sigue el verdadero cauce de
l,rs causas y efectos, y
error en sus cálculos o que había omitido alguna precaución ritual de vital importan.
cia>>. En realidad casi siempre los pacientes eran culpables de los errores. «[...] Así 1,,' cxperimentos, aunque no han completado el descubrimiento de la ver_
pues, la reacción contra la magia no podía provenir del resentimiento acumulativo dc
,l,rtl, ya han derrotado a estos fantásticos habitantes de los falsos mundos
clientes decepcionados. Tenía que proceder de fuera del sistema>>. Véase K. Thomar
197 i, pp. 1 67 -7 68.
,
lrr( asombrab a¡ a las mentes de los hombres 11.

10 Véase,por ejemplo, el siguiente texto de Celso: «El poder que parecen poseer
los cristianos les viene de la invocación de nombres misteriosos y de la invocación de Éste es uno de los hitos iniciales de la historia según la cual la
ciertos <<daimonesr> o espíritus (a los que algunos llaman demonios). Fue por Magir , r( rcia experimental no sólo nos permitiría, ésta sí, descubrir el fun-
por lo que su Maestro realizó todo lo que parece espantoso o de maravillar en sus ac. , r().amiento de la naturaleza, sino que además nos libraría de los ho-
ciones; en seguida tuvo gran cuidado en advertir a sus discípulos que se guardasen
,,,,r'es de \a magia y de la superstición, realizando el noble sueño de
de los que, conociendo los mismos secretos, pudiesen realizar 1o mismo, y que evitr,
sen como él de participar de mágicos poderes propios de dioses. ¡Ridícula e increpan. l.¡,icuro. Copenhaver nos recuerda como Fontenelle no lo
te contradicción! Si condena con razón a los que lo imitan, ¿cómo es que no vuelvc -autor
contra él tal condena? Y si no es impostor ni perverso por haber realizado tales pro. rr Véase el ya clásico libro de D. P. rü/alker 1975. Puede verse además Brian Eas-
digios, ¿cómo es que sus imitadores, por el hecho de rcalizar los mismos hechos, lo l,.r l!)1i0.
son más que él?». Celso (178?) 1989,pp.20-21. LJ
Th. Sprat. History of Royal Society (1667), editado por Jackson I. Cope y Ha_
)1 Por lo que respecta a las relaciones entre magia y cristianismo hasta el Renaci' ,,,1,1 \Y/hitmore Jones,Londres, Routledge and Kegan paul, reimpresión de 1966,
miento, puede verse Franco Cardini 1982. 1r' \)9.340.
118 Antonio Bebrán \lqia, cienciq legalidad y empirismo 119

olvidemos, de la desffuctiva obra Histoire des Oraclesl4-, en su Tampoco en este caso le atribuiré a la mocosa un especial genio
Eloge de Newton, no sólo silencia algunas opiniones negativa§ lil.sófico. Pensaré cosas como <<es un niño>>, <<son diferentes», npla.ru
d. érte sobre Descartes, sino también los intereses ocultistas del rlc otra manera)> o, si me intereso lo suficiente, puedo llegar a p.nru.
gran científico inglés. La historia no había hecho más que empezar, rl.e uD modo mejor de entenderlo es acudir al tipo de investigación
Si.r drdu, la crítica que hace la ciencia es la que introduce el hiato ,le Piaget, por ejemplo, sobre el «pensamiento intuitivo, o el áealis_
más profundo entre nuestro marco mental y el renacentista. Así pa- ¡rr. nominal>>, etc. 18, y por este camino puede que, como exclamaba
recen atestiguarlo las dificultades que los historiadores de las reli' l(«ryré ante algunos autores del pasado, pueda llegar a afirmat <<y,
giones, o la antropología, han tenido en su aproximación al pensa' ,lcspués de todo, tienen razón>>, es decir, puede que consiga encon-
Li..rto mágico de los pueblos primitiuos no occidentales, desde lr'1rr una lógica interna a su discurso. Ese es posiblemente el objetivo

Frazer hasta Lér,y-Bruhl, pasando por Durheiml'' Problemas simi' .r conseguir con el pensamiento renacentista si queremos mantener la
lares a los que podemos percibir claramente cuando recorremos .rlirmación de que constiruye un periodo o estadio determinado de
los estudios historiográficos sobre la magia renacentista a lo largo l:r historia de la ciencia.
de la primera mitad de nuesto siglo 16. Refiriéndose al Renacimiento, Koyré destaca que
Y creo que esa dificultad late todavía en las tesis de M. Boas,
así como en las de otros historiadores. Más aún, si no la tomamos ,,rr. de los rasgos más curiosos y más característicos de la época es esta au-
en cuenta, puede entorpecer la justa comprensión -o poner en ',t nciatotal en el pensamiento de la categoría de lo «imposible» 19.
cuestión la validez- de afirmaciones como las de Koyré
-cuando Quizás es hora de insistir más bien en que tampoco la categoría
atibuye al pensamiento renacentista una "credulidad sin lími'
t,,.:dzat juega papel alguno en el pensamiento
tes>>- o, por lo menos, puede inducirnos a sacar de ellas conse' -mágico
naturalista-
r('nacentista20. En efecto, creo que la insuficiencia de las caracteriza-
cuencias totalmente ilícitas. Por eiemplo, podríamos pensar que
, i.nes del Renacimiento que hemos visto en los distintos historiado-
aquél era el reino de la fantasía, de la arbitrariedad, incluso de la
rt s, así como las tesis de Boas Hall, Yates y del nuevo continuismo
ignorancia. Esa sin duda no sería una buena caracterización del Re'
, n general, hace necesaria la insistencia en una serie de puntos que
nacimiento. Permítaseme una analogía.
(luiero esbozar a continuación.
Yo estoy dispuesto a suscribir que los niños, más o menos gra'
E,n primer lugar, no basta aceptar que durante el Renacimiento la
ciosos o insoportables, son unos <,locos bajitos>>, Sercat dixit. Pero
, icncia dominante era la de la tadición ocultista, púa a continua-
cuando descubro que todos los niños de unos 4 ó 5 años, al verter
, ion negarie legitimidad cognoscitiva. Más bien hay que insistir,
el mismo nún¿ero de perlas de una vasija achatada a olra más alta,
r trmo hemos señalado, en que en el Renacimiento el sabei que
afirman que <,hay más perlas que antes>> porque <<es más alto>>, no funda-
rrcnta las creencias y las incredulidades, el conocimie.rto q,r. la épo-
puedo pensar simplemente que son idiotas.
{ rr sancionaba como verdadero, el aceptado por la com,r.ridud
.rl-
«Papá, ¿existe Dios?» pregunta una niñita de nueve años. El padre respon' r'rral, es el con;'unto constituido por las ciencias ocultas. Es cierto
de que no está seguro. A lo cual 1a pequeña responde: ¡Es necesario quc ,lt'l mismo modo que lo es que el marco mental dominante a finares del
exista, puesto que tiene un nombre!11 . ',i1ilo xvtl es el mecanicista, o que hoyla comunidad cultural acepta
, .rno fundamento de nuestras creencias el corpus del conocimiento
la Fontenelle- Histoire des Oracles, París, edition critique par Louis Maigron' Pu'
, ientífico. En otras palabras, como diría un sociólogo de la
blications de la société Nouvelle de Librairie et d'Etiotion, Edouard cornéIy et cie, ciencia,
Editeurs, 1908. Una edición más asequible puede encontrarse en la reciente edición
de obras de Fontenelle que publica Fayard.
Ú Para el desarrollo de este tema puede verse Ernesto Martino (comp.) 1962 l8 Para el primer caso citado, Piaget I970, p.177.
16 Para la ilustración de este tema puede verse la <<Introducción» del propio re Koyré 1981, p.87.
11) Pueden
V¿soli a C. Vasoli (comp.) 1976. verse los apuntes de J. Piaget sobre el concepto de ,razar, en la historia
rr l)iirget 7984, p. 66. ,lr I ¡rcnsamiento precientífico y científico en Piaget 1975,pp.14g-150.
t20 Antonio Behrán l4agia, ciencia, bgalidad 1 empirismo
r21

en el siglo xv o xvl, la magia tiene la misma «autoridad o validez cog- clamental de éste, sea cual sea el mecanismo explicativo que propon-
nitiva>> que tiene hoy la ciencia2l. gan y el nombre que le_den: la imposición de lai leyes de-la vida psi-
Enfte offas tesis de R. Lenoble que recuperaré en lo que sigue, quica a los objetos de la realidad exterior, en nuestro modo de ex-
cabe recordar que Presión aún cartesiano. No obstante, para nosotros es sumamente
¡mportante la ptntualización que introduce piaget al respecto, en su
todas las épocas se han definido a sí mismas como .,Iógicas>> y «científicas» rrnálisis.de la magía infantil. Tomemos .o-o .;..plo la-teoría freu-
en relación a sus antecedentes <<prelógicosr> y <<precientíficosr>22. .liana' Esta explica el pensamiento mágico como resurrado del narci-
sismo. El narcisista, según Freud, enamorado de sí mismo, atribuiria
Por tanto ¿podemos acusar precipitadamente al pensamiento del ir sus propios deseos un valor y eficacia particulares; lo que un enfer-
Renacimiento de fantasía, arbitrartedad, ignorancia? ¿Ignorancia? rno denominó creencia en la <<omnipotlncia del pensarniento»: de-
sear_ algo equivaldría a su realización. Ahora bien,
¿Cuál? La de las masas populares no es relevante aquí. También en- iegún piaget, esta
tre nosotros hallamos fácilmente creencias mágicas. Es, pues, la igno- cxplicación tiene la dificultad de que presupone la diJinción".rtr.
rancia de los cultos, la de los no ignorantes. Y la contradicción pone l,o de la persona y 1o demás. No obstante, lo que a nososffos, los "l
de manifiesto 1o perogrullesco del sentido real de la acusación: no sa- ,rdultos occidenrales, nos impide creer en la rcirización aotomática
bían 1o que nosoÚos sabemos. Pero, en ellos, esa ignorancia no expli- (le nuesffos deseos es que sabemos que son subjetivos. y
esto pone
ca nada. La situación ante la que nos enconffamos es, más bien, que rle manifiesto que el narcisista freudiáno no distingue ,r, p.r.u*i.r_
el mago renacentista no ignora oada, más bien lo sabe todo. Só1o con ro del de los demás, ni su yo del mundo exterior.
Descartes, en el siglo xvII, la ignorancia confesada, la ignorancia fingi-
da, como producto de la duda sistemática, será fuente de conocimien- Iis, por tanto, que no tiene conciencia de su yo. Si está prendado
de sí mis-
to. Con Descartes, que es un dogmático el sentido de que cree nro no es porque conoce su yo, sino porque ignora todo lo que es
extraño a
posible un conocimiento indudable- y -en no un escéptico. Con Des- str sueño y a sus deseos. El narcisismo, es decir, el egocen*ismo
absoluto,
I,roduce 1a c_reencia mágica,
pero sólo en tanto qre imlplique ausencia de la
cartes que, curiosamente pero no por casualidad, hace una distinción
radical: divide el mundo en yo, res cogitans, y 1o otro, res extensa. Esto ''nciencia del yo [...] Por eso, al ver a los bebés regácijarse de ros movi-
,ricntos de sus pies, se tiene la impresión de que experimentan la alegría
es fundamental paru nuestro tema, como puede verse en el siguiente rrn dios que dirigiera a distancia el movimiento,l" ü. artror.
d,e

paso. [y en o"tro lu-


lirrr insiste Piaget, a propósito del animismo infantill En resumen, para un
Fantasía, absurdo, arbitrariedad, tendemos a pensar de las afirma- ( spíritu que no_ distingue o. que
distingue mal el yo del mundo exterior,
ciones y especulaciones de los renacentistas. A nuestros ojos, sin du- t.clo participa de,todo y todo puede obrar sobr. ráao
t...1 la participacián
da. Quizás haya algo de eso, en efecto, en la mentalidad reancentista, re sulta de una indiferenciación entre conciencia
de la ,..iá" a. ,, -ir.o y
en el mundo de la magia. Pero no nos precipitemos. También puede l.r conciencia de la acción sobre las cosas
1...r Acrividad y pasividad, movi-
afirmarse qrte también el pensamiento mágico obedece a una lógica rri('nto propio y movimienro adquirido son. a este respecto, nociones geme_
lrrs eue el pensamiento deduce poco a poco de un continuum
implacable. Desde Frazer a Freud y hasta la actualidad, todos los ana- original, en el
, rr¿l todo parece vivo2l.
listas del pensamiento mágico han insistido en una característica fun-

zr Véase al respecto el <<Introductory Essay» de Brian P. Copenhaver 1978. . Elpasar


texto no puede ser más sugerente. Sus tesis principales po_
'lr'ían por una descripción más del pensamiento renacentista,
zu Robert Lenoble 1969,p.19. En mi opinión éste es un libro excesivamente des'
rrrcluso la imagen del niño como un dios moviendo los astros-pies pa-
cuidado por la dominante tradición anglosajona, que merece ser recuperado. Por
r('L'e una referencia explícita a la crítica de muchos .ont.rnpo.á.rÉo,
ejemplo, en 1981, Brian Vickers tras repasar la literatura sobre el tema de las mentali'
tlatlcs científica y oculta del Renacimiento, llega a la conclusión de la necesidad de ,r Newton, por su recaída en el pensamiento mágico al introiucir
una
irlentificrrr,,Lrs componentes individuales de los dos sistemas>>. Creo que este libro le
lrttl¡itrit rt'sulrarlr de gran ayuda y que en buena medida anticipa buena parte de lar
srt¡¡ t, ttt i,rs ,¡rrt. t'n cl tcxto cle Vickers se hacen.
'r] Piaget 1984, pp. ú6-737 y 199
122 Antonio Bebrán Magia, cíencia, legalidad 1 empirismo 723

«acción a distancia». En cualquier caso, no me detendré en cada una reooluturn para el niño, el primitivo o el mago renacentista no parece
de las concreciones del realismo de la mentalidad mágica el que ser así.
lo objetos son signos el y pensamiento posee la
-en
materialidad de las Como destacaPiaget,,a la indisociación primaria en que consiste
cosas. Los sueños, según los niños, como en Homero, vienen de fue- el el animismo le añade una indistciación secundaria que
realismo,
ra. Se piensa por la boca. De ahí la identidad de pensamiento y ver- consiste en prestar a las cosas caracteres análogos a los que el espíri-
bo, de nombre y cosa, y la virtud de las palabras, el poder bené-fico tu se presta a sí mismo. Asi si bien es cierto que en ra naturaleza-má-
de la ben-dición o malé-fico de la mal-dición, etcétera2a. gica.nada acontece por el efecto de leyes, independientes de la
histo-
Este realismo u objetiuismo es el dato primitivo que da como pro- ria de los hombres, no Io es menos que nada acontece tampoco por
ducto el animismo. Es común a los niños y a los pueblos primitivos cfecto del azar.
y, como hemos dicho, el Renacimiento le construye un fundamento
metafísico: la cadena continua del ser y el hombre como <<magnulla El niño lescribe Piaget] se representa el mundo como una sociedad
de seres
miraculurn» que, inserto en ella, puede recorrerla en un sentido u que obedecen leyes sociales y morales [...] atribuye a las cosas
-á, ,r.u .o-
ral que una psicología [...] Hasta alrededor de los 7 u g años se
otro. EI hombre, en la mentalidad renacentista, es libre, pero en nin- niega a admi-
tir que las cosas puedan hacer lo que quieran, pero ello .o .,
gún caso independiente. Para Ficino, por ejemplo, la excepcionalidad absoluto
r)ofque las cosas no tengan. voluntad,.sino po.qrr" su voluntad esta"." obligaáa
del hombre frente a los animales y ángeles está en su naturaleza in-
r)or una ley moral cuyo principio .. hrc.rio tádo po, er mayor bi"" dJ io.
termedia, en que posee las naturalezas de ambos, en que <(se une a hombres 27.

sus objetos, se las ingenia pata hacerse todo»25. Puede ejercer su li-
bertad en tanto que está fundido con la nattraleza en la cadena del Pues bien, del mismo modo, la anropología, desde Lér,y_Bruhl,
ser, en tanto no se le ha dado ..nada propio» y puede .,ser io que qui- ha mostrado cuán ajena es la noción de Ja mentalid"d p.i-iti-
siere>>, como dice Pico della Mirandola en su De la dignidad del hom' ^)a,todo
va. Para ésta nada ocurre por azat, porque es manifestación di-
bre,llevando a su extremo la posición ficiniana: .ecta o simbólica de poderes ocultos. Los fenómenos no se
explican
cn base a series causales independientes, sino por intencio.r., otrltu,
Al hombre, en su nacimiento, le infundió el Padte toda suerte de semillas, (lue, no obstante, obedecen a una legalidad moral qlie
alcanza por
gérmenes de todo género de vida. Lo que cada cual cultivare, aquello flore' igual a los hombres y a las cosas.
ceú y dará su fruto dentro de é1. Si 1o vegetal, se hará planta; si lo sensual, R. Lenoble, refiriéndose ai período de la Rc, establece la correcta
se embrutecerá; si lo racional, se convertirá en un viviente celestial: si lo in' t onexión histórica:
telectual, en un ángel y en un hijo de Dios [...] ¿Quién no admirará a ese ca'
maleón? o ¿qué cosa más digna de admirar?26. l,zrmagia no sólo responde a las leyes de la conciencia, sino que
la naturale-
rir que constfuye se presenta como una nairaleza legal.El falso
dogma de la
El realismo o camaleonismo del hombre del Renacimiento es el ',ignorancia» primitiva ha conducido a los historiadoies a datar el áigen
del
producto de la generosidad del Creador. Es ia garantía ontológica y Pcnsamiento determinista en base a la constitución de una física de i.y.r, y
( sta segunda creencia es
el precio histórico de su libertad. tan falsa como la primera. Nuesmo daermínismo
Con todo, debemos insistir en el peligro de atribuir precipitada' 'itnttfico,limitado a las cosas regidas por el principio de inercia, ha rrrc.did.,
mente la arbitariedad a su pensamiento y a su mundo. Es cierto que,
en el universo mágico, la nafuraleza está viva, que cada una de sus 27 A partir de los
7-8 años ciertos movimientos, como los de arroyos o nubes, se
partes tiene conciencia, pero si de eilo resulta para nosotrosutr totum ' rplican cada vez más en base a un determinismo físico. pero hasta ios 11-12 aáos,
¡i'rn número de cuerpos, sobre todo astros y viento siguen sometidos a ras reglas mo-
r,rles primirivas. Asociado a la intencionalidad universll que
el niño presta a ñr.;.;
2r Para el desarroilo de estos temas puede verse Piaget 1984; también Lenoble, r',rs, está también el finalismo. <<En cuanto al movimiento físico, el
ob. cit., pp.50-51. '1,' [...] nos ha demostrado suficientemente que las regularidades de ".aaio ".p.""ái-r.
tu Nu,"."l.rn
¡ I). (). Kristeller 195),p. 115.
' r¡,lican por finalismo>>. véase piaget rgg¿, ft7-20ó, especialmente lg.,, 194-195
r" l)iro tltll;r Mirantlolt (1,18(¡) 1984, pp. 104-105. r .100.
124 Antonio Beltrán ,\lttgia, ciencia, legalidad y empirismo t25

no al indetenninismo lentendido como el reino del azarf, sino al sobredetermi- Pero, en cualquiera de los posibles ámbitos encon*aremos expli-
28.
nismo mágico, que une en un mismo destino a hombres y cosas ( rlciones curiosas. oigamos esta encantadora receta conffa la jaqueca:

En el seno de una r')atunalez viva y consciente, las voluntades de (


'.rtad el anca izquierda a un sapo y dejadre ir; después calcinad bien
unos y otras se entrecruzan en una red inextricable. La acción causal esta
'rrrca bajo una te1'a, y que la persona aquejada de jaqueca lleve esas cenizas
se concibe, pues, como un poder psicológico o moral2e. La palabta .,,rbre su cotazón: cutatá pata
siempre
uirtus es significativamente equívoc a y aún se empleará en la física "a,
-"aro, de tres meses.
del siglo xvu. ,, cl remedio de una respetable dama contra el reúma:
Podemos asombrarnos ante los más extraños prodigios y maravi-
llas. Por ejemplo, en las montañas <<caspias» crecen unos frutos enor- N. había hecho más que sonarse en un papel, donde envolvió después una
mes; si se abren cuando están maduros, se encuenffa dentro de éstos rrr.nedita de plata, que tiró luego al ,,r"io, d. forma que el que lá
r..ogiO
una <,bestezuela en carne viva, como un corderito, y se comen esos l,rrsó a tener reúma y e1la sanóll.
frutos y esas bestezuelas»>. Odorico señala que muchas gentes no
quieren creerlo, pero <<esto es tan posible y tan creíble como las ocas claro está, las combinaciones de este tipo son infinitas. pero no
qrr. .. Irlanda nacen de los árboles». Y a Mandeville esas cosas no le rrtrs precipitemos a hablar de azar. Si bien es cierto que sus analogías
["r...., tan excepcionales, porque en su Inglatema también hay ár' rr,rs resultan muchas veces sorprendentes,
jcmplo,
no lo es mearo, q.ra, ioa
boles cuyas flores al caer se vuelven pájaros y son buenos para co' ' la
tat¡\a de correspondencias ent.e macrocosmos v micro-
merro. Por su parte, Conrad de Megenberg, en su Buch der Natur, de i()smos, que es el principio fundamental de toda la astrolágía y
la
gran éxito en el Renacimiento, al hablar de las gemas se refiere a las .r(luimia así como de esta farmacopea, es en sí misma .rn datJ
de ex_
llamadas Terobolen, de las que se dice que son rrema estabilidad a 1o largo de toda la historia. solo un prejuicio
em-
¡'irista permire negar la extrema estabilidad de temas yiimbolos del
piedras que provienen de oriente, algunas de las cuaies presentan forma de r','nsamiento mágico, señala Lenoble y añade que sólo a un cierto ni-
hombre y otras de una hermosa mujer ¡'oven' Si se las acetca una a otÍa, §c r,l de la consrucción mágica entra en .r...ulu fantasía,la .,escolás-
envían llamas y fuegoll. trtir y la casuística del animismo)>, pero incluso ahíhay una cierta
es-
r'rlrilidad. En cualquier caso, es difícilmente negable que también
en
Hay otras piedras no menos maravillosas que aparecen en variot , l rnarco mental renacentista, \anattralezatienelu
trgilido¿to.
lapidarios, como la Heliotropia de la que se dice que, además de pro' Afirmaciones tan sorprendentes para noso*os cámo ra, que he-
teger al cuerpo del veneno y al alma de error, puede hacer al porta' nros mencionado más artlba, por ejemplo, pueden inducir
u ....r,
dor invisible . El Saphyrus, <<gema de las gemas>>, también tiene gran' *rrro de hecho ha sucedido, que se laniat>ai a desaforadas especula-
des poderes medicinales, mágicos y espirituales. Celestialmente azul , r()nes sin tener ningún respeto por los hechos.
Nada más faiso. En
en su color, posee poderes celestiales Íanscendentales: no sólo prote' r'rilner lugar, una de sus reivindicaciones contra sus antecesores era
ge el cuerpo y el alma del portador, sino que, según Marbodus, cal' ,tr¡(' su ciencia era experimental. Más aún, según \X/alker,
una de las
ma la ira del Señor y asegura su respuesta favorable a nuestras plega' 'r( ,saciones más frecuentes de Pompo¡azzi a la magia demoníaca es
riasr2. Debía ser algo así como una bula de la sabia nattralezapall 'rr( no es científica como Ia magia natural),. clari está, la obserua-
ricos, que son los que suelen tener tales chucherías. 't'i, de aquellos hombres no era como la nuestra, no la llevaban a ca-
l" c.mo nosotros la entendemos. pero detalles que fortalecieran
' la
28 Lenoble 1969,p.45. ,rrrtt'nticidad de los hechos no faltaban:
2e Piaget I97 5, pp. 2)4-2)5.
r0 Claude Kappler 1986, pp.68 y 156 ss.
rr " Citado por L. Febvre 1970, pp. 19) y 194
Cítado por F. D. Adams 1954, p. 142. 'r Véase Lenoble 1969, p. 48.
12 Citado por Adams 1954, pp.152 y 151.
D. P. Valker t975. p. t t0.
li

Antonio Beltún \l t.r,t, ciencia, legalidad I ernpírisnzo


126 t27

El monstruo que ahora veis representado aquí ha sido hallado dentro de un , r:ltro piernas>>, o el caso de las <,dos gemelas unidas por la fren-
huevo, con el aspecto y semblante de un hombre, todo el cabello hecho de t, -18. Después de todo, el expositor 106 de la Gallerie dAnatomie
pequeñas serpientes vivas, y la barba al modo y m neta de tres serpientet |
't,paté del Museum d'Histoire Naturelle de parís guarda especíme-
que 1e brotaban del mentón; fue encontrado el 15 de marzo del año 1569, rrt s teratológicos como el de Ritta-christina, cuya anormalidad
es
en casa de un abogado llamado Baucheron en Autun, Borgoña, por una sir' ,1',r,rlmente sorprendente. Tras el famoso caso de Eng y Chang que
vienta que rompía huevos para freirlos con mantequilla, entte los cuales sc ,lrr'r'trn nombre a los siameses, estos seres son de uná.*..p.ionrri-
hallaba éste; ai quebrarlo, vio salir el monstruo en cuestión, con rostro hu' ,l;rrl casi vulgarle. Lo del <<monsffuo medio hombre medio puerco>>
mano y cabellos y barba serpentinos, 1o que 1a espantó extraordinariamentc,
\.r r)os cuesta más creerlo; podría ser una descripción y un dibujo
Se dio clara de este huevo a un gato, que murió al instante. Advertido dc
, r,rgerados: podría haber empezado con una desáfortunada imagén
ello el señor barón de Senecey, cabailero de la Orden [de Saint-Michel], hi'
zo enviar de su parte el monsffuo al rey Carlos, que se enconüaba entonccü ,l,scriptiva que después el dibujo se habría encargado de codifl-
en Metz36. (.r'lo. No oividemos que, en aquel momento, no está definido el
, (rr)cepto de especie y que el fruto mixto de una unión
aberrante en_
El texto reproduce un detallado dibujo. Pero, fijémonos, una fe' rr( clos especies diferentes no está teóricamente descartada. Al con-
cha y lugar precisos: el 15/3/1569 y la casa de un abogado de nom' rrir'io, las causas de la monstruosidad están bastante bien estableci-
bre Baucheron; una criada en actitud de romper huevos para freírlor ,l.rs. Claro, para nosotros, como decíamos, hay cosas que sabemos que
con mantequilla, el barón de Senecey cuya fiabilidad, siendo caballe' il() son posibles. Pero, entonces, necesitamos entender: primero, de
ro de Ia Orden de Saint Michel, es indudable, y por si fuera poco, el ,l,,.de salieron tales historias; en segundo lugar, y sobre todo, cómo
rey Carlos Ix, en Metz. No se pueden pedir más pelos y señales. Jac' rrr.,ieron tanta audiencia y pasaron a formar parte de la <,realidadr>
ques Roger desarolla ampliamente estas cuestiones en las que, posi' ,lr'1. momento. Lo que nosotros necesitamos entender es
cómo es po_
blemente, sean las mejores páginas sobre el tema, y apostilla: '.rlrlc que ellos lo creyeran. Y lo cierto es que Roger no da a
"ntenáe.
' rr ningún momento que Paré, Liceti o cualquier otro inroduzcata-
Si es cierto que el rey Carlos IX, cuya existencia nadie ha puesto en duda ia' l, * cletalles de mala fe. Es cierto que el esquema de estos relatos sue-
más, estuvo efectivamente en Metz, ciudad conocida de todos, si es cierttl lr' tefl€f unas constantes que usualmente incluyen que el testimonio
que para freir huevos con mantequilla, hay que romperlos, 1o que es públi' rr,r ss di¡sq16, pero la fecha, el lugar
y las circunstaniias están claros,
camente notorio, es cierto también que el huevo en cuestión contenía unt
cabeza erizada de serpientes [...] Se trata de un mecanismo psicológico muy 18 Ambroise
Paré, ob. cit., pp. 28-30.
simple, 1a acumulación de detalles circunstanciales se encarga de hacer el rc' r') Curiosamente San Agustín
en st Ciudad de Dios, cap. g, según cita A. paré, ob.
lato más verosímilrr. ' r , p. 25, cita la exacta contrapartida sexual de Ritta-christina: «San Agustín dice
'r,r( en su época nació en oriente un niño que tenía de vientre arriba todas las par-
Lo cierto es que el comentario de Roger, con su poquito de iro' r, \ superiores dobles y las infe¡iores sencillas, pues tenía
dos cabezas y .rut.o o;or,
nía, que como es bien sabido resulta un mecanismo psicológico muy 'l''' pechos y cuatro manos, y el resto como otro hombre; vivió bastante tiempor. Ílit-
r., r christina eran una criatura (¿o dos?) constituida por dos torsos, con sus
eficaz para fortalecer nuestra propia posición, puede tranquilizarle r , l,razos, unidos por la cintura; de ahí paru alsajo eta como una mujer normal. Los
cabezas

uno un poco. Claro, eso expiica... pero, ¿qué explica? Seamos fuertc¡ ¡',r,lres, pobres, las llevaron a París y, a pesar de la prohibición de las ¿utoridades de
y osados: nadie tiene que convencernos de que no existía tal mons. '.lribirlas abiertamente, fueron exhibidas en privado muchas veces, <<incluso dema-
truo; no. Quizás sea cierto Io del «niño con dos cabezas, dos brazos y r,r,lirs veces, ya que murió en buena parte debido a una excesiva exposición
a los ele-
,,r( rtos, a los cinco meses de edad». Véase s.
J. Gould. «vivir interconectado»> en
t
"'r¡ld 1987, pp.63-76. La monsruosidad anatómica es excepcional, la monstruosi-
16Ambroise paú (157)) 1981, p.28. ,l,r,l moral es una constante.
r7 Roger 197 I, p. 33. Roger recoge la historia del Traité des monstres, de Fortunirr r0 A. Paré, ob. cit., p. 67. Este podría plantearse
como un problema similar al que
Liceti, que es de 1616. Paré, de quien seguramente 1o toma Liceti, podía aducir adc. ,,s plántean los signos tradicionales del zodíaco: ¿cómo y por qué veían en la Anti-
más la proximidad temporal dado que el hecho ha sucedido sólo seis años antes dG ¡,,,,tlad osos o escorpiones y demás, en configuracio.r.. donde nosotros no
r, rlos nada de eso? "rtalur.,
la publicación de su libro.
1.28 Antonio Beltruín \l,r,qia, ciencia, legalidad y empirismo t29

algún personaje «fiable>> está relacionado, usualmente una autoridad ,r]rl I'oven muy hermosa de constanza llamada Magdalena, sirvienta de un ciu-
ciudadana y a veces algún miembro de la alta aristocracia está al final
'l,rrlano muy rico de aquella ciudad, que hacía correr la voz de que el diablo,
de la historiaal. Pero cuantos más detalles uerificadores se nos cuen-
',rr,r noche, lahabía deiado embarazada; ala vista de ello, las autoridades de la
ten y más personajes intervengan, más problemático será para noso- ' i.dad la manda¡on encarcelar, para esperar el resultado de aquel parto. Llega-
tros, no el hecho quizás, sino su afirmación por aquellas simpáticas ,l,r Ia hora del alumbramiento, ella sintió las habituales conrracciones
y dolore,
gentes 12.
'l, las mujeres que van a dar a luz; y cuando
las comadronas estaban listas
Un tema especialmente difícil para nosotos es el de cómo se las 1',rrir recibir el fruto y pensaban que iba a abrirse la matriz, empezaron a salir
arreglaban para discernir entre esas dos magias, natural y demoníaca, 'l,l cuerpo de esta joven clavos de hierro, *ocitos de madera y de vicrrio, hue-
que distinguenll. A veces el cruce de niveles resulta prácticamente ,,,s, piedras y cabellos, estopas y varias offas cosas fantásticas y
raras que el
inmanejable. No me resisto a comentar el siguiente texto de Paré: 'li,rblo había colocado allí con sus arres, para engañar y burlarse der vrrlgar po-
l,',1¿cho que presta fe con excesivaligerezaa prestigios y engaños14.
Con el fin de que no se piense que el artificio diabólico es cosa de otra!
épocas, él ha practicado aun en nuestro tiempo semejantes artes, como [o
han visto varios y lo han escrito muchos hombres doctos, en la persona dc
Ciertamente, la historia tiene algo de meta-maravillosa. porque,
t Lrál es la moraleja? A renglón seguido, paré deja muy claro que tanto
al Con todo, no conviene exagerar la importancia de estos elementos. No olvidc' l,,s filósofos como los hombres de iglesia confiesan que los diablos
mos que también a Boyle, gran protagonista del experimentalismo baconiano, a vecet
también le parecía oportuno mencionar el pedigree aristocrático de los asistentes ¡l "'rr permiso de Dios o para castigo de nuetros pecados, pueden abusar así de
experimento, y nadie duda de su empirismo por ello, más bien al contrario. 1,,,¡n§¡ss.y mujeres; pero el que de semeiante unión pueda engendrarse una
a2 Como es bien sabido, hoy ya no dejamos al albur del testimonio de caalquiua,
' rrltura humana no solamente es falso, sino conÍario u nrart.r- religión, que
cuestiones tan serias y científicas como la identificación de un monstruo anatómic«1, .rli.rna que 1'amás existió hombre alguno engendrado sin semen hum;o,
Esa clase de testimonios ha quedado relegada, por ejemplo, a los juicios de asesinato u.r_
, , pción del Hijo de Diosa5.
en que a uno pueden mandarle a la cárcel o, en algunos países más desarrollados, a lt
muefte.
1r Pero, no obstante, es un tema revelador. Jean Bodín fue, como sabemos, uno O sea, que los pobres estúpidos, con su credulidad, esperaban una
de los grandes teóricos dela caza de brujas: <,Cualquier castigo que podamos orden¡r ' rirrtura humana. No hubo ta1 cosa, claro: ¡eso sí que hubiera sido
contra las brujas [decía] como tostarlas y quemarlas lentamente al fuego, es muy ,rr.rnbrosol Paré cree incluso que <(esa pretendida cohabitación es ima-
poco comparado con las eternás agonías que están preparadas para ellas [en el inficr.
no], puesto que el fuego aquí no puede durar más de una hora antes de que las bru. lrrirria y procede de una impresión ilusoria de Satanás». ¡y la burla del
jas mueran>>. Esa es la postura que triunfó, efectivamente. Pero, incluso en aquellt ,lirrhlo consistía en que los expectantes congregados ante la parturienta
época <<acrítica y crédula» los había que, como Johan rWeyer o Reginald Scot, negl. r"istiría_n a un aulgar parto de clavos, madera, vidrio, estopas,
etc., que
ban los hechos imputados a las bruias y acusaban a sus jueces severamente. rWcyll , I tliablo, en una relación no ya carnal, sino simplemente
les increpa <,..o crueles tiranos, jueces sedientos de sangre, carniceros, torturadorer ¡l
de br¡ioieur
l'rrrmistá, había colocado allí! Hasta cuando son escépticos, consiguen
agresivos bandidos». Scot a su vez, afirma que los jueces de estas pobres ancianll
.,.,, ,rnbrarnos.
solo están de acuerdo entre sí <,en crueldades, absurdos e imposibilidade»>, les acutl
de <<monstruosas mentirasi>, y exclama «Pero ¡oh! absurda creduliddd". Pero 1o más in.
teresante son las razones de su crític¿, tanto religiosas como teóricas. A \ü/eyer cr¡[ \ , ,¿ndo Fortunio Liceti lee en Plinio que una mujer que se había ayuntado
razones no sólo no le impiden sino que le inducen a creer que los magos mascalinAü ,,,rr rrn elefante, parió un elefantito, se muesta escéptico.
cullos si pueden conseguir conjurar. convocar y controlar al diablo y sus demoni6 ¿por qué?'po.qr",
de todo el mismo lü/eyer ha visto cómo una persona era transportada
-después
el diablo. Scot, se burla de todas estas supercherías. La magia espiritual y demoní rr A. Paré, ob. cit., p. 8J. Lo cierto es que,
sin pretender criticar ra traducción, no
es mera superstición. Solo la magia natural permile producir fenómenos marav ,,,r,'ig. decidir si el bulo lo hizo correr Ia propia Magdalena, o fue el ocirdaáno
comprender las cualidades ocultas de las cosas y los extraños efectos de la natu
'r,r¡r'rico». Quizás la presencia del notable ciudadano en la trama tenga únicamente
Véase para este tema y los textos citados Brian Easlea 1980, cap. I, esp. pp.16-25, l' lrrrción de dar verosimilitud a la historia y no desempeñara ningún otro papel. pa-
cursivas de las citas son mías para destacar el contraste que ofrecen a la caractc ,, l'.I(ce poco dado alaironía.
ción de Koyré. t' lbid,pp.83-84.
t)0 Antonio Beltdn \l,rtt, cienciq legalidad y empirisno 1)t

como todo el mundo sabe, el eiefante es un animal muy casto: <,para haccl 1,," ,ecesidades de los campos y las causas d,elapaz,larazón del laico y <Jel
e1 amor, se oculta con mucho cuidado; ¿cómo, pues, habría podido embarl. ,, l.siástico, la nattraleza de Dios y Satán, el veneno y el antídoto, lu dlf.-
zzr a vna mujer? a6. !r',(ia entre las mujeres y las vírgenes [...] de la brevedad y la longitrrd, del
, .ito y del fracaso y de cómo obtener esos resultadost0.
Efectivamente, su observación ni sus criterios experimentalet
fii
eran los que nosoffos consideramos adecuados y necesarios. Pero cs<) Sin las mismas ideas, sin las mismas preguntas, sin las mismas es-
no hace sino delatar el hecho de que los términos <<observación», l,r'r'tativas, sin la misma razófi, es decir, sin la misma concepción de
«experiencia» o «científico>> no son tan unívocos semánticamente l.r t'iencia, de la naturaleza,
¿cómo podían ver lo mismo qr" ,oro-
como nosotros tendemos a creer. Mejor dicho, por una parte, no¡ rr,rs/ Como nosoffos, también ellos ponían los becbos por encima de
ilusta algo que desde los años sesenta viene siendo un lugar comúlll t'r1f1¡¡ f6 demás a la hora de entender la naturaleza. pero
s, concep-
que la observación no consíste en abrir los ojos y miraraT. Nuestr§ , r()n era radicamente distinta de la nuesffa:
percepción de esto o aquello está íntimamente relacionado con nuc§'
tro conocimiento. l,rs para ellos se probaban por asociación; al descubrir la subjeti-
<<hechos»

',,l,rd de la asociación no só1o hcmos relegado fuera de los hechos lo, oh"-
A menudo, <<¿qué es 1o que usted ve?>> sólo plantea 1a cuestión o¿puede ur' ,l*rs>> 9ue ellos creían mejor establecidos, sino que hemos
cambiado el mo-
ted identificar el objeto que hay ante usted?» Esto, está más destinado e '1. 1¡i5¡¡6 de agrupar nuestras sensaciones en «hechos objetivos» [...] y los
comprobar nuestro conocimiento que a probar nuestra vista48. 1,,,'hos que nos interesan hoy, ellos nunca los encontraron porque
nunca
1,,' bu_scaron, porque ni siquiera concibieron lo que habrían-pod'ido hr...
Es decir, que la observación se hace desde un determi¡ado sabÜ , ,,rr ellos rl.
que, en cierto sentido, determina las posibilidades de nneslra exp€.
riencia. En el caso de las criaturas o <<monsffuos)> mencionados már Ellos no podían uer, descubrir nuestros becbos porque no estaban
arriba, de que nos habla Paré, para él son ilustraciones de un caso teil. .rlri, yni siquiera podían imaginar que lo estuvieran.
ricamente bien establecido: el exceso de semen es reconocido desdc Hoy Ia institución científica ha organizado sus métodos de arbi-
Hipócrates como causa de monsruosidad. De ahí que titule el capí. rriric para establecer la fiabilidad de las pretensiones aparenremenre
tulo en que expone sus características «Ejemplos de la excesiva can. ,,t,rc1as. En las polémicas científicas todos espera.r, poi ejempio, los
tidad de semen>>4e. Y el saber que Paracelso, por ejemplo, creía nece. ,licrámenes de I'lature, además de los filtros académiio, más usuales.
sario para el médico, ilusffa perfectamente la diferencia de nuestrol )'losotros hoy damos por sentado que el experimento debe ser repe_
marcos mentales: r rl,lc. Y ya en los estaruros de 1699
de la renova da Académie des scien-
, ,'r de Paris,los artículos xxv y xxlx insistían en este
Ei médico debe saber lo que es útil y nocivo a 1as criaturas insensibles, a ltll aspecto:
monstruos marinos y a los peces, 1o que aman y lo que detestan 1os animalct
privados de razón [...] los poderes de 1as fórmulas mágicas [...] quién es Mc" .rt'. Todos 1os experimentos presentados serán repetidos sí es posible en las
lusina, quién es Sirena, qué es la permutación, e1 trasplante y la transmuttt.
r( r¡.iones, y si no en el domicilio particular ante la presencia de algunos
.rr rrtlémicos.
ción, cómo aprehenderlos y cómo comprenderlos perfectamente, lo que su'
pera la naturaleza, la especie, la vida, la nattraleza de 1o invisible, de kl ' itx. L¿ Académie repetirá todos los experimentos importantes y hará notar
l,r c.nformidad y las diferencias entre sus propias otr"ruu.io... y las de
dulce y de 1o amargo, lo que tiene buen sabor, qué es la muerte, 1o que utilí'
,,1 1¡r 52.
za e1 pescador, el preparador de cuero [...] 1o que concierne a1 tiempo, 1..,1
¡

a6
J. Roger 197), p. )6. "' Paracelso. Le liure Paragrafium, tra¿,. francesa en oeuures médicales, parís, 196g,
17 <<Para los filósofos simplistas, la observación consiste simplemente en abrir lot ¡, l9-{, citado por FranEoisJacob 19jj, pp. 29J0.
ojos y mirar>>. N. R. Hanson 1977, p. 11). 'r R. Lenoble 1969, p. fi.
aB lbid., p.95. 'r citado en Martha ornstein Bronfenbrenne r. 'f he Role of scientific societies in the
ae Paré 1987, pp.25-)4. \, tt',tcentb Centwy (orig.1928), Chicago, Univ. of Chicago press, 1975, pp. 160_1(r1.
Magia, ciencia, legalidad I ernpirismo t)3
r)2 Antonio Bel¡rán

renacentista puede tener que ver con la calidad de este o aquel suje-
Pero tendemos a olvidar que estas declaraciones metodológicas
tcr. La naturaleza mecanicista, constituida por lo medible, ti.r. qr.
que transparentan un cierto baconismo, se hacen, pueden hacerse,
ver con la geometría o el álgebra, sea quién sea el filósofo nat.rral y sea
desde una ontología, desde una concepción de la naturaleza y, en
r'ual sea su catadura moral. EI científico renacentista conoce lu ,atr-
consecuencia, del sujeto experimenta dor, mecanicistas. Es decir, desde
en cuanto que comulga con ella, en cuanto que es indistingui-
una concepción de la naturaleza que ha intoducido y establecido un '¡leza
lrle de ésta; no existe una distinción clara enre ,i¡rto y objeto,-por
hiato entre sujeto y objeto, entre hombre y naturaleza. Só1o tras ese
trrnto la subjetiaidad no es un defecto sino más bien una ne.".iárd
distanciamiento, tras esta objetiuización pueáe exigirse la objetividad,
rrretodológica, en el sentido de una característica metodológica inevi-
1a intersubjetividad, la repetibilidad de1 experimento.
trrble 5t.
Pero en la ¡aturaleza del Renacimiento, donde 1o material y lo
Pero hay además otro aspecto que cabe destacar. Aristóteles, en
inmaterial, 1o vivo y lo inerte, están íntima e indísolublemente inter' su nicomaquea, aclara un aspecto fundamental de su concepción
conectados, donde el deseo puede producir cambios físicos, donde _Etica
* ,le la «experiencia>> cuando dice que el joven puede ser b,r.., mat.-
conocer la nattraleza es tener conciencia de sus modificaciones cua'
rrrático, buen geómetra, pero no un buen físico.
litativas, el experimentar no puede tener esos caracteres del experi- á

mento dentro del mecanicismo. Por el contrario el experimento, si


ll,a señal de lo que se ha dicho es que los 1'óvenes pueden ser geómetras y
queremos emplear este término, es una especie de sympatheia, de re' u)atemáticos, y sabios, en tales campos, pero, en cambio, no parecen poder
lación de simpatía con la naturaleza o con alguna de sus manifesta' \( )' prudentes. La causa de ello es que la prudencia tiene también po.
ob¡"to
ciones. Estamos en el reino de lo cualitatiuo q'te difícilmente puede I,r particular, que llega a ser familiar por la experiencia, y el
¡o,r.n.ro tíen.
someterse a medida. La adrenalina podrá medirse, pero el odio ( xperiencia, pues la experiencia requiere mucho
tiempo. y si uno investiga
no5l. Estamos, necesariamente, en el reino de Io subjetivo. Las ple' I,,rr qué un muchacho puede llegar a ser matemático, pero no sabio, ni
garias, para ser eficaces, dice Pomponazzi, lrsico, la respuesta es ésta: los objetos matemáticos .*irt.., por abstra_
, ción, mienras que los principios de las otras ciencias proceden
de la expe-
deben proceder de1 fondo de nuestros corazones y ser fervientes; puesto it'ncia
r 56.

que así los espíritus son intensamente afectados y son más poderosos en sus
prevalecer sobre las inteligencias Parece claro que el me;'or modo de entender el estatus de la ex_
efectos sobre 1a materia
-no en orden a
[pues éstas son inmutables], sino en orden a ser más afectados-; del mismo lu'riencia en Aristóteles sea contrastándola conla inexperiencia y no la
modo que la saiiva de un hombre o de una serpiente coléricos es más pode' , speculación, por ejemplo. En esta concepción, el buen físico es
rosa que la de un hombre o una serpiente que no lo están5a. ',icmpr€ un hombre experto, no un experimentador. La experiencia es
l r trto de la larga práctica no de la observación
y precisa. Si hu-
Esa fuerza oculta no es tatable mediante el producto de dos ele' ^ctiva
l,ie ra que_resumirlo podríamos decir que en Aristóteles li experiencía es
mentos, sean la masa y la aceleración o cualesquiera otros. La mate- r lqo que el físico tiene, no algo que el físico hace.
mática es aquí tan inútil como necesaria en el ámbito de las cuali' Pues bien, en mi opinión esta formulación es en cierto modo ex_
dades primarias, objetiuas, medibbs, es decir, tratables mediante un rr'rsible al caso de la mentalidad renacentista5T. con ello no quiero
abstracto como la matemática. La ¡aturaleza cualitatiua del ,l, cir que el carácter actit-to del mago renacentista, que tanto ha áesta-
"l"m"nto

Con todo, hoy la obra fundamental para cualquier cuestión relacionada con la Acadc' 'i Dejo de lado el aspecto iniciático y, por tanto, secreto, que puede tener este
mia de Ciencias de París es R. Roger Hah¡. Tbe Andtom! o a Scientific lnstitution,'I'ln ..rLt t.
Paris Academl ofSciences,1666-1803. Berkeley, Univ. of California Press, 1971. '" Arisróteles. Etica nicomáqaea,l. vm, 1142 a, 12-21. Transcribo la traducción de
5r Aunque siempre existe la posibilidad de confundir o identificar una cosa con
l,rl¡r, Pallí Bonet. Véase Aristóteles 1985, p.278.
la otra. '; Y, en todo caso, es extensible sin lugar a dudas a los oponentes de Galileo en
ta Pomponazzi. De Incantationibus...,Basrlea, 1556, p.255, citado por D. P. \lünl'
, I rt r¡cno de la teoría del movimiento y de la física en general.
kcr 1975, p. 108, que señala la coincidencia en este punto entre Pomponazzi y Ficino,
L)4 Antonio Behtuln \l,u.rr, ciencia, legalidad y empirismo r35

cado Yates, no constituya un elemento y catactetística importante del r( r)L'mos que constatar entre el marco mental renacentista y la nueva
marco teórico renacentista. Pero esa mayor actividad del mago, con' , rt'ncia. No
es casual que las <<resÚucturaciones>> descritas por Piaget,
sistía en un trato más asiduo y más directo con la naturaleza, no en l,,s cambios bruscos y repentinos de un estadio a offo, hayan servido
un mayor conrol experimental tal como nosotros 1o entendemos. Si , h' rnodelo a teóricos del <<rupturismo)> como Kuhn o Feyerabend.

se quiere un modo de expresión que incluya ese sesgo actiuo, puede


decirse que, en el caso de mago renacentista, la experiencia consistía
en algo que se consigue más que en algo que -te hace58. Aunque en
muchas ocasiones sería más pertinente hablar de la experiencia com<l I I CODA: SABERES Y EXPERIMENTOS.
algo que el mago siente.Pero no cabe insistir más en ello. SOBRE VINO, AGUA, PLOMO Y ORINA
Lo que sí es necesario enfatizar es la diferencia radical que podc'
mos encontrar, en cada uno de los aspectos que estudiemos, entre el I otlas estas consideraciones sobre el modo renacentista de entender

marco mental renacentista y el mecanicismo que vino a sucederle, v cstudiar la naturaleza se hacen inevitablemente desde la superiori-
Creo que el siguiente texto de Piaget, sobre el abandono del animis- ,/,il de nuesto conocimiento presente. Sin duda nuesffa mirada se
mo por parte del niño, ilusffa perfectamente el cambio que hubo que l);uece un poco a la que el emperador debía echar, desde 1o alto, a
darse para pasar del marco mágico-naturalista del Renacimiento al l,,s miles de obreros que se afanal:an en levantar su pirámide. Desde
mecanicismo de la nueva ciencia. rrlcstra perspectiva sabemos más qlue ellos. Nuestros conocimientos
',,,n el resultado de la criba de la superstición, de la imaginación des-
En efecto, no es posible ninguna experiencia directa para llevar al niño o l,ocada. Nuestrcls métodos garantizan la erradicación de esta clase de
descubrir que un movimiento no es intencional o que una actividad no e§ r'r'r'or. El signo más evidente de nuestro sentimiento de seguridad es
consciente. La condición de esta disociación no es el enriquecimiento del l,r sonrisa o la carcajada que se nos escapa ante ciertas afirmaciones
saber ni aun el desenvolvimiento de ia capacidad de control o de experi' tipicamente renacentistas. Antes de analízar la cuestión, de haberla so-
mentación, es un cambio radical en los hábitos del espíritu. Só1o una evolu' rrrctido a una conffastación con nuestros sólidos conocimientos cien-
ción cualitativa de la mentalidad infantil puede llevarlo a renunciar al ani' rrlicos, ya nos hemos reído. Para describirlo adecuadamente, pode-
mismo 59.
nros decir que naturalmente flo tenemos necesidad de comprobar
r :rda una de las locuras que encontramos en los escritos de aquellas
Sólo tenemos que cambiar «niño>> por <<mago>> y tendremos una
lruenas gentes.
perfecta formulación de la ruptura que, contra Boas, Yates o Garin
Con todo, a lo largo de este capítulo, al hablar de los monsruos
,lcscritos en el Renacimiento, he insinuado la posibilidad de una
t8 No voy a insistir aquí en la distinción enlre experiencid y experimento. Por lo
tierta gradación que puede generalizarse y que tiene un cierto interés
demás creo que valen aquí los comentarios que Dijksterhuis hace respecto a Roger
Bacon. Las reflexiones de éste sobre la scientia experimentalis ponen de manifiesto que l)ara nuestro tema. Enre la afirmación más absurda y la más perogru-
<,cada vez que encontramos el término experientia o experimentum estamos muy cercil llcsca hay toda una gama de posibilidades que nos parecerán más o
de la esfera de lo oculto... ÍJn experimentuln flo se parece a un experimento científico n)cnos probables. Pues bien, en estos casos nuestra actitud, nuestras
más de cuanto tn matbematicus se parece a un verdadero matemático.'.
[eacciones, incluso nuesffos ensayos teóricos pueden faicionarnos.
-astrólogo-
Una cosa es segura: la scientia experimentalis es algo absolutamente distinto del méto'
do experimental de la investigación científica>>. Dijksterhuis 797 I, pp. 186-187.
Aunque mi interés no apuntá haciala historia moralizante, no me re-
por las causas de sisto a comentar brevemente la siguiente.
'e Piaget 1984, p. 206. Y cuando a continuación se interroga
esta transformación en el niño, tras otras puntualizaciones comenta que, contra las te' En la primera jornada de sus Discorsi, Galileo discute una cues-
sis de Tylor, «es la ignorancia del psiquismo lo que permite al niño animar las cosas, tión que no viene á cuento aqtí, y confiesa que no sabe el por qué el
1 el descubrimiento del sujeto peltsdfite es lo que le obliga a abandonar este animismo>>. ld, ,rgua puede quedarse concentrada en globulitos, en gotitas sobre las
[La cursiva es mía]. Éste es precisamente uno de los ndescubrimientos>> que, en rela"
ción al animismo renacent¡sta, podemos atribuir a Descartes. gran protagonista y te(i' lrojas de col, por ejemplo, sin derramarse. Pero insiste en que está se-
rico del mecanicismo. ¡¡uro de que eso no es debido a la cohesión interna de las partes del
t)6 Antonio Bebrán ,\[agia, ciencia, legalidad y empirismo t17

agua. De ser ésta la causa, si eso sucede cuando esa gota está rodeada «incluso con preferencia al experimento real,r, denuncia ciertos
d*e aire, con mayof razón ocuffiría si la gota de agua estuviera rodea- ,rbusos galileanos en la utilización de tal método. Uno de los casos
da de un medio más denso, por ejemplo, el vino tinto' Pero no suce- rlue ilustra este abuso es precisamente la <<digresión hidrostática>>
de así. Más aún, podemos u.r qrr. al invertir un recipiente esférico .obre el vino y el agua, que hemos transcrito. Las tesis de Koyré son
ileno de agua coIlun pequeño oiifi.io, situando éste en la parte infe- las siguientes: 1) Galileo no ha hecho realmente el experimento.
rior, a peár de sus piopensiones naturales, el agua no cae y el aire llabrá oído hablar de él y lo reconsrruyó en su imaginación, con-
no ,rb", es decir no entra en el recipiente, <<por el conffario p-elma- trindolo como si fuera real; 2) si hicieramos el experimenfo <<tal
necen, Áá, bi".r, los dos hostiles y desconfiados"' Galileo -Salvia- , r¡mo lo describo> el agua y el vino no se sustituirían uno a offo, se
ti-, en este Punto, continua así: rnezclarían; l) si el recipiente lleno de agua se comunicara con el
vino rnediante dos orificios en lugar de uno, y además se pusiera
Saluiati. Si presento, por e1 contrario, a aquel orificio un vaso con vino tinto' trn tubito en cada uno de ellos, el resultado se aproximaría más a
que es en una medida casi insensible más ligero que el agua, 1o veremos in- lo descrito por Galileo, <<acumulándose el vino arilsa y el agua aba-
Áediatamente elevarse lentamente a través del agua en forma de ¡azos roji- jo», pero incluso en este caso habría mezcla.
zos, y que el agua, con la misma lentitud, descenderá por el vino-sin mez'
Lo cierto es que el rexto de Koyré y sus afirmaciones de detalle,
.tu.t. Éut,u q,r'. .i gl.rbo se llenará completamente de vino, por lo que el
lcspecto a las diferencias entre el experimento tal como es descrito por
agt.lacaerá toda al fondo del vaso colocado debaio. Así pues, ¿qué otra cosa
( ialileo y tal como é1 1o propone, pueden inducir a pensar que por
p'uede decirse o argumenrarse excepto que una ldisconue-
_incompatibilidaá
1o
iirrza).ntr. e1 agua y el aire, que a mí se me oculta, pero quizás"'? nrenos hizo el experimento con el recipiente de los dos oríficios. Pero,
Stmplicio. Casi me dan ganas de reír al ver que el Sr. Salviati siente tanta ,lcspués de todo, también Galileo da detalles y Koyré no cree que hi-
antipatia por la antipatía, que ni siquiera quiere nombrarla, cuando no obs- , iera el experimento. Quizás debamos pagarle con la mismu mt.r.du.
tn.rt" .. tan apropiada para resolver la dificultad. l)espués de todo, Koyré no dice en ningún momento que é1 hiciera el
salaiati. Pr_,", bi.n, si así le place al Sr. Simplicio que sea ésta 1a solución ( xperimento. Pero, sobre todo, Koyré es el gran defensor de la prece-
a nuestra duda, y dejando a un lado las divagaciones, volvamos a nuestro
pro-
,lencia de la teoría respecto al hecho, es el racionalista por antonomasia,
pósito60. [Los puntos suspensivos están en e1 original y no indican ningún , l que afirma que «la buena física se hace a priori> y 1o hace precisa-
corte mío en el texto.l nrente al final de este apéndice62. Todo esto hizo que algún crítico no
( r'eyera que Koyré reconstruyó realmente el experimento.
Como se ve, en realidad no hemos salido de nuesro tema' Gali'
El caso es que, en 1971, James Maclachlan reconsruyó el ex-
leo siente, en efecto, una considerable antipatía por las pretensiones
teóricamente ridículas de los renacentistas. Por ejemplo, siente una l)crimento descrito por Galileo y además la variante propuesta por
lioyré para mejorar los resultados pretendidos6l. No hay duda de
cierta irritación ante la pretensión de que al afhmat que enffe dos
l,r fecundidad del análísis conceptual de Koyré en sus estudios histo-
elementos existe una «antipatía» aportemos algún conocimiento del
r iográficos. Pero, tras la reconstrucción del experimento por parte
asunto. En más de una o.^iió., a 1o largo de su obra ridiculiza el apa-
,lc Maclachlan, cabría decir:
rato conceptual renacentista. Pero aquí no puede perder el tiempo,
su objeto de interés es la caída de los graves' I lrry que confesar, sin embargo, que no está exento de peligro y que la
En tqOO, en un breve apéndice a un conocido artículo suyo6l, rr'rrtación de la concrcción a tltranza, a la que se sucumbe bastante fácil-
Koyré, que a 10 largo del artículo ha mostrado y alabado i-a fe-cr11di' rn('nte, iuega algunas veces pasadas bastante molestas, y conduce a afirma-
drá d"l o-¿todo dál experimento imaginario» en 1a obra de Galileo, , i()nes que la realidad se obstina en desmentir.
¡Desgraciadamente hay que
,r,lvertir qte Koyréno evitó siempre este peligrol6a.

60 Galileo. Opere,''rrtt,p. 176.


Koyré 1977, p. 257
6r «El D¿ mátu grauiu-d,e Galileo: del experimento imaginario y de su abuso"' hoy Maclachlan 197J.
cn Koyré 1977 , pp. 206'251. Koyré 1977, p. 250
118 Antonio Behún Magiq ciencia, legalidad 1 empirisruo B9

El lector me perdonará el 1'uego, perc el texto que acabo de transui- Está claro que Gaiileo podía haber oído hablar de este fenómeno.
bir Es el comentario que Koyré hace de Galileo, acusán-
es dc Koyré. Más aún, parece ser que era tan común que había unos recipientes que
dole precisamente de su abuso del experimento imaginario y de no recibían el nombre del fenómeno; <<montavinos>> (monte-uinsi. No se tra-
haber hecho realmente el experimento que estamos comentando. Yo ta de un nombre que Paré se invente para un instrumento puntual y
sólo he sustituido el nombre de Galileo por el de Koyré. Creo que concreto que é] haya usado en un momento determinado; n1 siquiera
los propios términos de Koyré describen mejor aún que las críticas pretende que é1 mismo ha hecho la experiencia. Más bien nos dice que
de Maclachlan las insuficiencias del analisis de Koyré, describen me- se les llama así. Creo, pues, que puede inferirse que eran objetos bien
ior <<1a potencia... e imprudencía dela imaginación»65 no de Galileo, conocidos en tiempos de Galileo libro citaáo de paré pubricado
sino del propio Koyré. por primera vez cuando Galileo era-el un niño, alcanzó.,, .ra.iu edición
Lo cierto es que Maclachlan usó en su reconstrucción una pajita en 1585, cuando Galileo tenía veintiún años. Más aún, ya en 1564, el
o tubito esrecho en el orificio de la botella o frasco que no figura en año del nacimiento de Galileo, en su primera edición dé operations de
la descripción de Galileo más que como indicación del tamaño del la chirugie, cap. Lrr, Paréhabía utilizado la «belle comparaison, del mon-
agujero, no de su uso en el experimento. Pero, como es sabido, los re- tavinos en un texto casi idéntico al que hemos reproducidsos.
sultados, independientemente de la modificación de ciertas variables Es cierto que Galileo no menciona el <<montavinos». pero
en los distintos ensayos, mostraron que, en todas las ocasiones, el agua
debemos tener en cuenta que 1o que le interesa destacar en el texto,
descendía por debajo del vino y se formaba un volumen de agua clara
no es tanto el fenómeno mismo del comportamiento del agua y el
que ocupaba de un 40 a un 60 por ciento del volumen inicial del vino. vino, para Io cual el montavinos hubiera sido idóneo, sino la difeien-
cia de1 comportamiento del agua respecto al aire y al vino. De ahí que
Después, más o menos rápidamente, se producía la mezcla66.
en su argumentación tenga interés qte el mísmo globo de cristallleoo de
Koyré estaba equivocado. Galileo pudo haber becho el experimen-
agua y con un pequeño orificio en la parte superior, cuando se invier_
to con ios resultados que describe o muy próximos. Pero hay una
te en el aire, sobre el aire, no se derrama, mientras que si se invierte po-
cosa en Ia que Koyré tiene razón: Galileo pudo también haber oído
niéndolo en contacto con vino tinto, sobre el aino tinto, sí lo hace. La
hablar de este experimento. Koyré 1o indica de pasada. Maclachlan
continuidad y contundencia argumentales exigían que se trataru del
no se ocupa de este comentario, reforzando así su marginalidad. mismo recipiente, y no tenía demasiado sentido complicarlo con la in-
Pero, parece claro que la cuestión puede tener interés para las con- roducción de un artefacto más refinado y específióo. pero, en cual-
clusiones que Maclachlan deduce de su reconstrucción. quier caso e independientemente de que Galileo conozca los montavi-
Pues bien, tenemos una fuente muy clara que prueba que, en nos, lo que parece poco probable es que Galileo no hubiera oído
efecto, Galileo pudo oír hablar de este fenómeno. Curiosamente hablar, que no hubiera sabido, del fenómeno en cuestión.
se ve no nos alejamos de nuestro tema- e1 texto es, una vez Pues bien, ahora sabemos que, en conra de las afirmaciones de
-como
más, de Ambroise Paré que, comentando <<ciertas cosas extrañas que Koyré, el fenómeno descrito por Galileo efectivamente se produce. Lo
la oaturaleza rechaza merced a su increíble providencia», dice así:
!.Tof comprobado. Ahora bien, en el contexto en que nos movemos,
dada 1a argumentación de Maclachlan, cabe p."g,r.rtu.r.,
¿quiere de-
[...] sin embargo, vemos que estas cosas suceden en los objetos inanimados, cir eso que debemos inferir que Paré hizo, él mismo, el expérimento2
como nos lo demuestra la experiencia en los dos recipientes de vidrio llama- Un texto de Galileo ha desencadenado una polémica y ,rru .".o.rr-
dos montavinos, de los que, estando lleno de agua el superior y de vino el trucción. Tenemos ahora un texto casi idéntico de Paré.
inferior, colocados uno encima de otro, se ve manifiestamente cómo sube el ¿Deduciría
Maclachlan 1o mismo que ha deducido en el caso de GaliÉo? Tengo
vino a través del agua, y cómo el agua baja a través del vino, sin que se mez-
la sospecha de que el caso de Paré, un renacentista supersticioro, io
clen, aunque sea por un mismo y estrecho conducto6T.
suscitará ei mismo espíritu reivindicativo experimentalista.
6' Koyré 1,977, p.253.
66 Maclachlan, loc. cit., p. )77 68 Paré 1840-1841, rr, p.501, donde
Malgaigne da más información sobre las va_
,/ A. Parc (1571) 1q87. p. 58. riantes de las distintas ediciones.
140 Antonio Beltrán t\[agia, ciencia, legalidad y empirismo r47

Naturalmente, el que fuera un hecho conocido refuerza la opi- en función de nuestro <,saberr>, como hacen los renacentistas. Creo
nión de que el fenómeno descrito no es un experimento meramente que esta historia puede ayudar, efectivamente, a ilusrar que, al igual
imaginado y en este sentido Koyré, como hemos dicho, se equivocó. que ios renacentistas, también nosotros confiamos en nuestras teorías
Pero si, efectivamente, el fenómeno era suficientemente conocido, ca- v métodos hasta el punto de que esta confianza nos taiciona. Los re-
be preguntarse si el detalie con que 1o describe Galileo era el resulta- nacentistas se excedían en Ia extensión del campo de lo posible. No_
do de su manipulación personal, o bien si simplemente pudo haberlo sotros parece que nos excedemos en la extensión del campo de lo
presenciado en alguna ocasión, o bien si simplemente oyó hablar re- irnposible. No pretendo equiparar los dos excesos, o los resultados de
petidamente del asunto y le era suficientemente familiar para hablar Ios mismos. Pero, frente a algunas críticas o caracterizaciones del
en los términos en que lo hace. Después de todo, también la descrip- rnarco mental renacentista también de la ciencia moderna-,
creo que es oportuno destacar-y que nuestra diferencia con ellos no
ción de Koyré es suficientemente detallada y Maclachlan no creyó
que hubiera hecho realmente el experimento, como Koyré no creyó lrasa únicamente por el hecho de que nosotros disponemos de unos
a Galileo. Por tanto, párece que 1o decisivo es el resultado, 1o que real- rnétodos, de unas actitudes intelectuales que denen como componen-
mente sucede. Demuestra que Koyré, efectivamente, no hizo el ex- te esencial el empirismo controlado. Dado que las respectivas ántolo-
perimento. Por otra parte, obviamente, la reconstrucción de un expe- gías, naturalezas, son radicalmente distintas, también nuestras respec_
rimento, aunque los resultados coincidan con los descritos por el tivas experiencias serán distintas, como lo serán los criterios de
autor original, en ningún caso prueban fehacientemente que tal autor t',nr.rol experimental. Quizás no debamos exagerar nuestra superiori-
hiciera realmente el experimento, sólo prueban que pudo hacerlo. .lad metodológica frente a aquellos hombres que profesaban una
Pero, si además, como en nuesffo caso, el extraño fenómeno descrito ucredulidad sin límites», que eran absolutamente «acríticos».
era, en realidad, como parece ser, un fenómeno bien conocido ya en Posiblemente el lector no se habrá extrañado de que en determi-
ios siglos xvl y xvn, entonces el resultado positivo de la reconstruc- nado momento he dicho que, conra lo afirmado poi Koyré, ahora
osabemos>> que lo descrito por Galileo sucede realmente. Era un plu-
ción pierde en buena parte la fuerza ptobatoria que podía atribuírsele
en el caso de que no hubiera ninguna mención del hecho. lal corporativista y complice. Nosotros,los que estámos en la cima de
Cuanto más piensa uno en el asunto, más se convence de que, <.en lr pirámide del saber, contemplando los esfuerzos a veces inútiles, in-
el fondo de sus corazones>>, el comportamiento de1 ag,ttz. y el vino no cluso cómicos de nuestros antepasados, formamos un sólo cuerpo a
interesa a ninguno de los implicados en esta historia. A Galileo no le la hora de proclamar nuestra superioridad. Pero ¿no es eso .u.i .n
preocupa más que como un medio para otra cuestión. En realidad, en ,rquello que estamos criticando? ¿Qué quiere decir «sabemos»7 La
estas páginas de los Dzicorsi está divirtiendo al personal, dándole un comunidad de historiadores o estudiosos interesados en el tema cree
respiro y cuando Simplicio se pone simple con la tontería de la «anti- que Maclachian, a pesar, por cierto, de que sus ideas epistemológi-
('as parecen más bien contrarias a las de Koyré, es una persona
patía>>, da por terminada la divagación. A Galileo, pues, el comporta- fiable
miento del agua y el vino, no le preocupa demasiado porque, además, -yo tampoco 1o dudo- y que ha hecho y descrito honesramente el
no sabe qué hacer con un asunto tan desconcertante. A Koyré 1o que cxperimento y sus resultados6e. Para todos los que no hayan corrido
le preocupa, obviamente, es una posible confirmación más de su inter- rrl baño con la copa de vino aprobar con su botella de after-sbauelle-
pertación <<platonista» de Galileo. A Maclachlan lo que le importa es ,a de agua, como hizo Maclachlan, se trata de un testimonio indirecto.
mostrar que Koyré se excede en su racíonalismo y que Galileo y la Scría ri.lículo, estoy de acuerdo, pretender que uno tiene que experi-
ciencia moderna son más empiristas de 1o que Koyré dice. rnentarlo todo personalmente. Necesariamente, la mayor partá de
Y a mi aunque el asunto del agua y el vino ha llegado a inquie- nuestros conocimientos se basan en el testimonio indirecto. pero, si
tarme y creo que puede tener un cierto interés haber introducido un t's así, ¿por qué se lo criticamos a los renacentistas como algo funda-
elemento que no se había tomado en cuenta, 1o que me interesa en rrental? ¿Cuál es la diferencia que justifica que en nuesro caso nos
este momento es mosffar que este asunto ilusÚa bastante claramente
6e Cree, ahota, a Maclachlan, como antes, al parecer, creyó a Koyré.
que también nosotos sólo Koyré- aceptamos o no los hechos
-no
142 Antonio Beltrán Magia, cienciq legalidad I empirisrno 143

parezca natural y no catasffófico? Creo que es inútil Úatar de aislar chísimo; 1e rogué amablemente que me revelara el secreto, cosa que me con-
un determinado elemento para explicar estas diferencias. Y constitu- cedió de buen grado, debido a algún favor que yo le había hecho. Tal agua
ye una ingenuidad ya casi afiacrónica pretender hacer pasar esa dife- no era otra cosa que su orina, con la que previamente se lavaba las manos,
rencia por el elemento experimental. En mi opinión es indudable cosa que he comprobado ser cierta, por haberla experimentado posterior-
que el recurso a la experiencia es un elemento de diferencia enffe el mente. El susodicho caballero, en lugar de su orina se frotaba ias manos con
ungtrcntum aureunz o algo similar, lo que igualmente he experimentado, y
marco mental renácentista y el nuestro, pero sólo en cuanto que
puede darse razón de ello: su susrancia densa impide que el plomo se adhie-
constituye una función más denro de un esquema unitario y no des- ra a las manos, y 1o rechaza a uno y ouo lado en pequeñas virutas. y por
cuartizable, que es 1o diferente. De ahí el interés de mejorar nuestra afecto hacia mí, hizo más: tomó una pala de hierro al rojo, arrojó sobre ella
caracteúzacíón del marco mental renacentista en el sentido apuntado unas tajadas de tocino y lo hizo derretir, y mienrras aún ardía, se lavó las
más ariba. -i manos con el jugo; me dijo que lo hacía gracias a que antes se había lavado
Con todo, es obvio que hechos o cuestiones como los descritos { las manos con jugo de cebolla. He querido contar estas dos historias
aquí tienen un gran interés para ayudarnos a mejorar nuestra com- que no vengan totalmente al caso- para que, por este medio, algún -aun-
indivi-
I
prensión, no sólo de un período u otro de la historia de la ciencia, si- i duo simpático pueda deslumbrar a quienes desconozcan el secretoT0.
no también de nuestras propias ideas sobre la ciencia, su método y
su historia. Por ello, de1'aré esta coda intoduciendo el tema para 1o Sólo hace {alta un Maclachlan. Pero, por favor, tengan cuidado.
que podría ser una nueva fuga.
Maclachlan parece haber ratificado en un caso concreto la afir-
mación de Ambroise Paré de que hay historias que no están fuera de
lugar. Enre las muchas que Paré cuenta hay algunas que le parecen
especialmente interesantes como para incluirlas en un breve capítulo r
':.

que titula «Otras historias que no están fuera de ;:.

-precisamente-
lugar,r, que a continuación reproduzco. El final del texto es suficien-
.i

temente elocuente para que entre yo aquí en detalles sobre la pro-


puesta que, tras lo dicho, enciera. En nuestro caso, y en este contex-
to, ni siquiera será necesario que yo adopte el papel del Koyré de la
historia anterior, porque Paré por sí solo ya resulta bastante retador,
tanto teórica como metodológicamente. Pero estoy seguro de que
también aquí se puede sacar provecho y enseñanza, como hemos vis-
to que sucedía en el caso del agua y el vino. He aquí el texto:

Algunos opinan que es una monstruosidad el lavarse las manos con plomo
fundido; incluso Boaistuau, en e1 capítulo octavo de srs Historias prodigiosas,
cuenta que Hierosme Cardan, en el libro sexto De subtilitate, relata esta his-
toria como algo prodigioso: «Cuando yo escribía>>, dice, «mi libro de las Su-
tiles Invenciones, vi a un individuo en Milán que se lavaba las manos con
plomo fundido>>. Cardan, ratando de averiguar la causa natural de este se-
creto, dice que el agua con la que primeramente se lavaba 1as manos tenía
que ser por fuerza extremadamente {ría, y había de tener una virtud oscura
y densa; sin embargo, no 1a describe. Y hace poco he sabido lo que era, por
un caballero que lo tenía como gran secreto, y se lavó las manos con plomo
tlt'rrcticlo en mi presencia y en la de varios otros, lo que me maravilló mu- 70 A. Paré (157)) 1987, p.92;Paré I 840,1841, lr, pp. 67-68.
I Iometismo, ciencia moderna, racionalidad y contextilalizdción t45
HERMETISMO, CIENCIA MODERNA,
RACIONALIDAD Y CONTEXTUALIZACION
rrueva ciencia, autores como Rattansi o McGuire, pagel, Debus o
Westfall han estudiado y, en su caso afirmado, la relacián, de uno u
()tro tipo, de determinados elementos hermeticos en este o aquel
[...] aunque tardemos cincuenta o quinientos años nos librare- t ientífico, en esta o aquella teoría de la nueva ciencia. Eso, natural-
mos de vosotros, sí, arrojaremos al mar al ú1timo inglés, y en-
rnente, les permite hablar de Ia influencia del hermetismo en la nue-
tonces lanzó sobre Fielding furiosamente-, y entonces
-semedio besándole- tú y yo seremos amigos. vtr ciencia, pero dista mucho de ser la misma afirmación que hacía
-terminó,qué no podemos ser amigos ahora? el otro, suje- Yates: el hermetismo, entendido como un todo, es <<causar> del naci-
-¿Por -dijo
tándolo afectuosamente-. Es lo que yo quiero. Es lo que tu ..riento de la nueva ciencia. Ese nivel más concreto de la discusión,
quieres. cn mi opinión puede y debe ser rrátado de un modo independiente r.
Pero los caballos no lo querían: se apartaron bruscamente; la Iln este caso, ya no se trata de la <<ciencia>> entendida como un métt¡-
tierra no lo quería, y enviaba rocas junto a 1as cuales los jinetes :i ,lo o como un marco teórico supradisciplinar. Los historiadores men-
tenían que pasar en fila india, los templos, el estanque, la cár- r§
cionados se limitan a estudiar la génesis de determinadas ideas, a ffa-
cel, el palacio, los pájaros, los animales muertos y e1 Pabellón
S,
tar de aclarar Ia reiación de unas ideas o teorías del hermetismo con
de los Huéspedes, que aparecieron al salir ellos del desfiladero s!
d icleas o teorías de la nueva ciencia, con independencia de que éstas
y ver Mau a sus pies, tampoco lo querían, y 1o dijeron con sus
cien voces: «No, todavía no>> y el Cíelo dijo: <<No, ahí no».
pudieran estar constituidas o no de un modo sistemático ..r .l R..ru-
cimiento, y de que caracferizatan o no su marco mentai. ya no se tra_
E. M. Fonsrrn . Un uiaje a la India (1924). ta de determinar la definición esencial del hermetismo y de la ciencia
moderna y, ante una coincidencia suficiente
Trad.: José Luis López Muñoz.
Madrid, -tlianza, 1981, p. 405. tal, por ejemplo- afirmar la continuidad entre -launaactitud experimen_
y ora. Sá tata de
cxplicar qué tipo de relación manrienen ciertas ideas de la tradición
hermética y otras del mecanicismo, cuando las enconÚamos en un
Entonces sentí carnalmente que estaba discutiendo no con mismo autor.
otro hombre, sino con otro universo. Fn realidad, en algunos casos, y por parte de algunos historiado_
res, la discusión consistió más bien en si, efectivu-é.rt., en determi-
FrRNaNoo Pzssctt. P oesta. nado auto¡ estaban presentes elementos herméticos. Un ejemplo de
Selección, traducción y notas
csta línea lo constituye el artículo de E. Rosen «was copernicui a her-
de José Antonio Llardent.
metist?»2. El momento central del artículo lo constituye el análisis fi-
Madrid, Alianza, 1984, p.90.
Iológico del famoso texto del libro r, cap. x, del De reuorutionibus en
el que se nos habla del Sol en tonos un tanto poéticos y en el que
muchos historiadores han visto una evidencia del hermetismo de óo-
pérnicor. Según Rosen, todo el hermetismo de Copérnico en ese tex_
El planteamiento que hemos hecho en nuestro capítulo anterior no
agota el tema del papel del hermetismo en la nueva ciencia. Es bien
conocido el hecho de que, no sólo en el Renacimiento sino ya a .
1 No pretendo que esa independencia
no comporte problemas_ pero creo que no
finales del siglo xvu y principios del xvIII, en algunos de los grandes hay contradicción entre afirmar la ruptura radical entre el hermetismo y lu nr"rn
ciencia, como sistemas teóricos, y afirmar la presencia e influencia de determinadas
protagonistas de la nueva ciencia, del mecanicismo, encontramos
ideas del hermetismo en alguno de los grandes proragonistas y gestores del mecani-
también ideas típicas del hermetismo. De hecho, la mayor parte de c1smo.
los colegas de Yates han desarrollado esa línea de investigación. 2 Publicado originariamente en A. C. Crombie (comp.)
1961, pp. g55_g76. Cito
Mientras que Yates afi;rma explícitamente un continuismo global por la edición del artículo en Roger H. Stuewer (comp.) 1970, pp. 1$-),7I.
más que centrado en aspectos cruciales como el método expe-
r Copérnico. De Reuolutionibus, l. r, cap. x. Koyré (comp.) 1965, pp. g1_g2. puede
-por
rimental, el utilitarismo, etc.- ente el hermetismo renacentista y la
verse el texto en nuestra n. 46 del cap. 3. Efectivamente es te*to -á, citado entre
"l
..,,,,,ir,ü',,1,,J,,iúli,üi,1,J,1,,1,in.h1,il,,",,,.,,,.,,,

Antonio Beltrán I lermetismo, ciencia moderna, racionalidad y contextualización


t46 t17

to acabaría reduciéndose a tes palabras de ellas, en el manus- que ésta sea de un tipo u otro. Y como es natural hay interpretacio-
-una
que es Trismegistus, lo cual nes encontradas al respecto.
crito, Trimegistus en lugar de 1o correcto
para Rosen es significativo- menos de media línea de los más de M. Boas H91l y A. Rupert Hall han mantenido desde un princi_
200 folios, con un promedio de 10 palabras por línea y 40 líneas por ¡rio una actitud escéptica respecto a la importancia de .ro, .r.rit,r.
página del manuscrito del De Reuolutionibus, argumenta el eminente sobre alquimia para la obra científica de Newton en par-
'ewtonianos
especialista. <<La asociación con el hermetismo suma aproximada- ticular y en Ia personalidad científica d. Ñ.*to, en general. ya
en
mente un 0.00002 del De Reuolutionibus>>a. Patece como si estuviera .n temprano artículo de 19587, ponían en cuestión el hecho de que
en juego algo más que el posible hermetismo de Copérnico. Segura- Newton persiguiera metas como Ia piedra firosofar o el erixir de
la
mente Rosen no aceplaría que su artículo es el menos importante de vida, como un alquimista cualquiera. S, t.ri, es que Newton
se ha_
los escritos al respecto porque es el más cortos. Irría aproximado ala alquimia, iratando de interpretar

racionarmente
Pero, aun en el caso de que Copérnico estuviera limpio de todo sus símbolos, desde sus intereses puramente científicos8.
]§ Desde en-
cargo, el hecho es que eso no suavizaría el problema en lo más míni- *. lonces, su postura no parece haber cambiado demasiado. Diecisiete
ra
mo. La presencia de ideas herméticas en Newton, el más grande rrños más tarde, Marie Boas Hall comentaba argunos
¿l
1j:
trabajos de
protagonista de la nueva ciencia es un hecho que ya nadie discute. Westfall respecto al dilatado interés de Newton á t.-u, de
,.
alqui_
El problema es más bien qué función o importancia se les atribuye, rnia, poniendo en cuestión que Newton fuese «un alquimista
iout
Si el criterio mencionado de Rosen resultara aceptable, no cabría l)uy>>y qle sus experimentos tuviesen un <<fin místico>>. \ü7estfall cree
duda de que Newton era un hermético, hiciera lo que hiciera en el ,¡ue ha encontrado clara evidencia de que entre los manuscritos
Je
campo de la física o la astronomía. Porque, como es sabido, Newton Nev/ton no sólo hay notas de lectura, sino escritos de alquimia
com-
se dedicó durante mucho más tiempo y de un modo mucho más l)uestos por el propio Newton. Boas Hall tiene que á..pru. qr:.
continuado a sus intereses por la alquimia que a cualesquiera otras Newton efectivamente.esctibió textos alquímico., pero .., ,,, opi.riá
actividades más científicas. Hoy la cronología de sus escritos alquí' Io hizo sólo en el sentido de que
micos ya ha sido estudiada con atención6. Efectivamente, la mecáni'
cay la dinámica ocuparon su atención en la década de 1660 y, lue' ¡rrntó palabras y frases, incluso ideas, en esta forma particular. pero todos los
r('xtos que he examinado con la mayor atención
go, durante la redacción de los Principia; de la óptica apenas se lo, .rir¿o,
preocupó más que un breve período, hacia e\ ai,o t670;las matemá' ¡"rr el profesor \üTestfall- -. pr...é que se leen -incluyendo
irleas-de oÍas personas, y/o un intento de correracionar
como un sumario de las
ticas le ocuparon dos años, 1664-1665 y algún que oto momento r,lcas 9.
e interpretr. tul..
aislado; mientras que sus escritos de alquimia, más de medio millón
de palabras, se extienden apenas sin interrupción desde 1670 a En cuanto,a A. Rupert Hall no parece que tenga demasiado inte-
1696, año en que abandonó Cambridge. Naturalmente, eso de por sí ,
r['s en seguir discutiendo la cuestión. En la reedición
revisada de su
no demuestra que entre esas ideas de Newton y sus trabajos científi- lrrmosa obra La Reuolución científica, deja muy claro que
no ,. d.t.*
cor, que hoy consideramos sus grandes logros, haya una relación y ,lr'á apenas en <<"pseudociencias" .o-o Í, astrología yiu
t
aq"i-iár.
icrto, dice, que Newton y oÚos científicos .. ,Áuúu., en-serio
i,
estas
( ()sas y que algunos historiarlores
los defensores del papel del hermetismo en la gestación del heliocentrismo coperni' creen que esas ideas afectaron prá-
cano. lrrndamente su labor científico-técnica. comenta ar respecto
a Rosen, loc. cit.,p. 169.
qr"'pu
t Con todo, 1o concreto de la argumentación no está reñido para él con la genc'
7 Marie Boas y A. R. Hall 195g.
ralidad e importancia de las conclusiones. El artículo concluye con una lograda scn'
t
Los espejos metálicos para sus telescopios le habrían pranteado problemas
tencia que, al igual que esos epitafios que pretenden resumir toda una vida, resuntd res.
la cuestión: <<Más acá del Renacimiento, la magia y la astrología se convirtió, no eñ r'( cto a la estructura de Ios metales y la alquimia le proporiionabu g.á.,
.untrduJá.
l', chos acumulados que podían serle útiles.
ciencia moderna, sino en magia y astrología moderna». Rosen, /oc cit. p. 17l.
6 Puede verse \lZestfall 7975', así como 1ü/estfal1 1980. ') M. Boas }{all 1975, pp. 240-241.
r48 -,,.r.- Heñct, o,cídciaño¿¿ñ4t¿ci*t¡d¿dlnnte,tiüz¿.íóh t4e
T
tece que «el progreso del rnsamienm va^acomci*.51:^:"T ry o,."¡"-,',-,cebibte que no hubi€r. conexión enr¡e su esrudios álqui
cie de atavismo» y que casi todos los pensadores revoluciona¡ios. in' t .i"d y ra ffI.."f, q"r.r¿" *";i6i".",; ;h**" q"" p*d; ;;-;;
cluyendo a Newton y Einstein, ! @nstruida. eútir de;us rab.jos impresosla.
tr
muestran algún tipo de apego a algún orden de pensamiento más antiguo Según Rattansi, los intereses de Newton por la alquimia sí apun_
que parece casi inexplicable a las épocas posteriores. Habiendo rechazado tan a lo-s_procesos que tienen que ver con loslntentos á..o.rr.grri. lu
tantos iuguetes de la infancia intelectual, ¿por qué se aferraron a ese? piedra filosofal, pero en una dirección en la quela piedra r..íu álora-
A este respecto, confieso sin vergüenza alguna que sigo una línea positivista da por los verdaderos adepti no a causa d. L poribl. rransmutación
e incluso ubis t...] No creo que Copérnico sea una figura histórica impor- de los metales y la curación de ias enfermedaáes, sino porque haría
tante porque nombrara una vez a Hermes [...] que el nombre de Newton sea posible la comprensión del mayor secreto de la naturaleza, ei espíritu
inmortal porque leyera a los alquimistas [...] 10.
sot1l o mercurio filosofal que era la fuente de toda actividad en el
uni-
verso. A partir de ahí resulta coherente estudiar la relación entre el
\X/estfail cree que la opinión de estudiosos como A. R. Hall
de I. B. Cohen que en La reuolución newtoniana y la transformación de
-o ':
concepto de spiritus, el me-rcurio fitosofat y las hipótesis en las que
Newton trata de explicar fenómenos como 1as u.iior", eléctricas y
las ideas científicas apenas sí hace unas breves referencias a la cuestión
sin mencionar siquiera el hermetismo 11- deben tomarse muy en
magnéticas, los fenómenos químicos, el movimiento animar, la gravi-
tación, a partir de un medio etéreol5. euizás el tratamiento máI am-
cuenta. Pero también cree que los que sostienen opiniones igualmen-
plio y sistemático de estos temas se halle en el libro de Betty
te radicales pero en sentido conÚario explícitamente a Jo T.
-menciona Dobbs Tbe foundations of Newton! Alchemy or <<The hunting of tiu"grrrn
David Castillejo para quien Newton fue sencillamente un ocultista-
lyon», de 197516.
también deben ser escuchados. Y en cualquier caso, naturalmente,
Las posibles interpretaciones, como era de esperar, no se acaban
eso no le impide seguir acumulando lo que é1 considera evidencias y
aquí. J. E. McGuire, coautor con Rattansi de uno áe los artículos pio_
argumentoSenfa,,orde1ainter-relaciónde1hermetismoy1amecá-
neros ia defensa de la relevancia del hermetismo en la mecánica
nica I2.
de -en
Newton- más importantes sobre el tema 17, pasó posteriormente
§Testfall cree que los conceptos newtonianos de fuerza y a:'ra'c'
a una postura más próxima ala de A. R. Hall, restando importancia a
ción tienen su origen en ideas herméticas. Pero en general su ar-
las ciencias herméticas en la configuración de Ia concepclón newto-
gumentación se basa en <<ffes hechos empíricamente probados»>:
niana de la¡aturaleza. un proceso conrrario al de \x/esfá[ia. pero mi
1) Newton nos dejó un ampiísimo legado de textos sobre alquimia que
intención no es, en absoluto, hacer aquí una exposición más o menos
ponen de manifiesto que el tema le interesó; 2) Newton introdujo un
completa del tema.
cambio fundamental en el mecanicismo continental, afirmando la
De lo que se *ata es de determinar lo más claramente posible el
existencia de fuerzas, affacciones y repulsiones entre partículas de
problema. Porque no se tata únicamente de que el problema sea di-
materia que no están en contacto; 3) Hubo un nexo cronológico entre
ticilmente soluble, básicamente porque de nuevo no e. solament.
Ios dos primeros puntos, que coincide con el periodo en que New-
una cuestión de hecho, sino de que a veces resulta difícil determinar
ton se interesó por la alquimia y modificó la fiiosofía natural tl.
P. M. Rattansi sostiene una postura similar y affuma de Newton:
11 P. M. Rattansi 1972, e¡ Allen G. Debus (comp.) 1972, p. 16g.
It P. M. Rattansi 7972, en A. G. Debus (comp.) 1972, roi. ,, pp. 173 y ss. para
10 A. R. Hall 1985, pp. 10-11. un
rrayor desarrollo de la relevancia del concepto de spiritas..r l, oi.n ,.*to.irru, pr"-
11 Véase I. B. Cohen 198J, pp.28-29.
,le verse Rattansi, en Mikulás Teich y Robert young (comps.) 197), pp. 14g_166.
12 Véase R. S. lWestfall 1990, en Vickers 1990 pp.257 y ss. (ed. orig., p. 116). Da'
das mis dudas respecto a lo cuidado de la traducción castellana del texto de Vickers,
'ó B.J. T. Dobbs 1984.
17
J. E. McGuire y P. M. Rattansi 1966, pp.108-141.
claré también la referencia al texto original: Vickers 198'1 en bibliografía. 18 Para los pasos
rr Westfall 1990, en Vickers 1990, p. 2)8 (Vickers 1984, p. )17). de uno y orro proceso puede verse B. Vickers 1990, pp. 35 y 36
(Vickers 1984, pp. 20-21 y 51).
x

150 Antonio Baltrln I l, rmetismq ciencia moderna, racionalidad y contextualización 15L

exactamente cuál es el problema. Quizás fuera adecuado traar de dl' l)ilntano confuso de los conceptos herméticos, renacentistas, y se re-
ferenciar, hasta donde sea posible, algunas de las cuestiones histogrl' sistieron a aceptar esa modificación hasta casi mediado el siglo xvrrr.
ficas implicadas. La primera puede enunciarse así. Y cuando 10 aceptaron, como ya hemos mencionado, se impusieron
La nc puede presentarse, así 1o he hecho aqui como la suce§ion ,l silencio de los iniciados respecto a las actividades intelectualmente
t rrgoTtzosas de Newton.
de tres rnur.o, mentales separados por dos rupturas. Así se pone el
acento en la diferencia rudical del marco mental hermético y del me' Incluso en Inglaterra, ya Thomas Pellet, al examinar los manus-
canicista. Para ello se insiste en los elementos esenciales de cada untl, , ritos de Newton, tras la muerte de éste, había garubateado en los
( rrvoltorios de dichos manuscritos una especie de consigna a seguir:
pero especialmente en los que permiten ilustrar mejor la ruptura cn'
i.. u-bor. De este modo, resulta fácil ilustar la cuestión acudientlo .,No apto parula publicación». Si los continenrales tenían razón o oo,
a Bruno y Paracelso, por ejemplo, frente a Galileo y Descartes. Lo r{
( r) su línea de crítica a conceptos newtonianos como la atracción o
significativo es que siempre se acude al mecanicismo inicial, conti' .rcción a distancia, es algo que, como es obvio, todavía se está discu-
t.
nental, cartesiano que, como es bien sabido, es un mecanicismo mu' rrcndo y parece que va para largo. Pero, en cualquier caso, al sinteti-
li't
cho más radical que el que finalmente se impondría, es decir, que el z,rr los grandes pasos de la nc convendría quizás señalar con énfasis
newtoniano. La diferencia entre esos Tnecanicismos puede ser evaluu' l,rs modificaciones que sufrió el mecanicismo en Inglaterra, desde los
da de distintos modos, pero es obvio que no es comparable a la exir' rrt'oplatónicos cantabrigenses como More hasta Newton. Eso obvia-
tente entre el hermetismo y el mecanicismo en cualquiera de sus ver' n)cnte no soluciona el problema. Pero sí puede ayudar a evitar la
siones. A pesar de las diferencias entre el mecanicismo cartesiano y el .rl)arente contradicción entre la afirmación de la ruptura del mecani-
newtoniano puede seguir hablándose de un programa mecanicista: rc' , ismo con el hermetismo, a principios del siglo xvl, y la aflrmació¡
ducir la variopinta multiplicidad de cualidades que observamos nl ,lc una posible influencia de ideas herméticas en grandes protagonis-
movimiento de los corpúsculos que constituyen la materia' Ahclru rrrs del mecanicismo, a finales del siglo xvrr. De hecho, tanto el tema
bien, esas diferencias pasan precisamente por conceptos que tienen' ,lc la relación ciencia-teología o ciencia-hermetismo como el de la re-
como hemos visto, un claro aire de familia, por 1o menos, con princi' lrrción teoría-experiencia, ponen de manifiesto que Gran Bretaña y el
( ,ontinente siguieron caminos relativamente independientes
pios centrales del hermetismo 1e. En el universo cartesiano, una vcu en la RC
que Dios ha creado la materia dividida con una cantidad constante l cso es un hecho a tener en cuenta alahora de historiarla. Pasemos
áe movimiento y las leyes que lo rigen, no existe más principio de ac' ,rlrora al segundo problema.
tividad que la res cogitans. Y lo cierto es que la influencia del yo es es' Es obvio que si el problema se discute tanto y, a veces, con tanta
casa incluso en el propio cuerpo. En el mecanicismo newtoniano, por ¡,asión, es porque afecta cuestiones filosóficas básicas. Filósofas como
el contrario, el mundo está poblado de principios activos que son r\lary B. Hesse e historiadores como Paolo Rossi han puesto de ma-
responsables de la conservación y estabilidad del mundo2o. No en nifiesto alguna de esas grandes cuestiones al plantear la cuestión de
uu.ro 1o, continentales acusaron a Newton precisamente de volver al lrr infuencia del hermetismo en la ciencia moderna en términos de
ilracionalidad-racionalidad2l. Mary B. Hesse no parece creer muy
irnportante el estudio del hermetismo para la historia de la nc. Rat-
le En alguna ocasión tWestfall afronta la cuestión como si el hermetismo lo inun trrnsi había hablado del <<sabor místico y emotivamente cargado del
dara todo, incluso el claro y simple mecanicismo cartesiano (véase \)lestfall 7972, ctt Ircrmetismo, con su rechazo de la razón corrompida y su valoración
A. G. Debus 1972,pp. 185"187) pero como ya hemos visto también utiliza como clc'
mento fundamental de su trabaio el hecho del cambio introducido por Newton en cl
mecanicismo (véase rX/estfall 1990, en B. Vickers 1990, pp. 255-219 (Vickers 1984'
21 Mary B. Hesse, 1970, en Roger H. Stuewer, 1970, pp.
pp. )15-))5). ú4-159; y Hesse 1973,
20 Recuérde se la
Quaestio 31 de la Optica, áonde Newton afirma: <<En efecto, en cl
, n Mikulás Teich y Robert Young (comps.) 197), pp. 121-117. Paolo Rossi. «Tradi-
mundo encontramos muy pocos movimientos que no se deba a estos principios acti. .'rone ermetica e rivoluzione scientifica», en Rossi 1977, pp.149-185; puede verse
vos>>.Newton (1101, L706,1711) 1977, p. 345. Pueden verse también las notas 62 rt r,rrrbién la versión inglesa más breve <rHermeticism, Rationality and the Scientific Re-
64 del autor de esta edición, Carlos Solís, á estos textos. voluticrn>>, enM. L. Righini Bonelli y rX/. R. Shea (comps.) 1975, pp.2q7-274.
I

152 Antonio Behráru Ilernetismo, ciencia modern4 racionalidad


1 contextualización D3
la r,azón científica, o bten porque permiten mostrar las bases <<irracionales>>
de la "experiencia">>, en contraste con la nueva ciencia mecanicista:
de la construcción de la ciencá
<<Un desencantado y soberbio sistema de conocimiento natural, ar- -od.rrru inicial y de cualquier fo.;;;;.,
ber científico? Para usar un renguaje más cle .ádu,
monizado con la relígión tadicional, y comentaba: ¿h..á.,ir.o f .á.iu
moderna se suceden una a otro como dos mrtophysiot ,rrrorr[ piog;):*r,
sustancialmente equivalentes?,
¿representan d.os paíadig*o, irron*rÁrloOUr,
Pasar de un sistema a otro era cambiar un esquema conceptual de ordena- conteniendo cada uno de los ellos sus propios ,iondorá, of
rationahtl, o üen,
ción del conocimiento natural a otro, con el cambio concomitante en la con la revolución científica ha nacido en ia historia hr-r.,u
elección de problemas, métodos y modelos explicativos 22.
ber a la vez intersubjetivo y capaz de crecimiento? ";-;ió;;-..
¿eué., lo qr"." fon"
en cuestión, el insuficiente conocimiento de la génesis
de la ciencia *od'"..r,
A Hesse, esa catacterización le parece bien, pero comenta que o bien la estructura misma de la ciencia moderna?25.
fCursivas en el ori-
ginal.l
el cuadro queda indebidamente oscurecido cuando se dice que el «herme-
tismo» es una uadición de <<investigación científica»21. Rossi está horrorizado ante la posibiridad de que nos invada
una
ola de irracionalidad- La cosa p,rád. ser de t.-.., según lo que se
Pero 1o cierto es que, tras su detallado análisis filosófico, no se entienda por eso. Pero tampoco parece que una ,r,r.lt"a al pos'itivis_
sabe muy bien en qué se base este rechazo2a. mo más rancio sea una meta muy apetecible. En cualquier
caso, de
En el caso de Rossi sucede algo similar. Está de acuerdo con Rat- su texto se deduce que no hay tipos de ciencia, sino u)a,
es decír h
tansi en la importancia del estudio del hermetismo para la compren- ciencia que, obviamente, es la nues*a; que no hay distiníos
,toni)rd,
sión de la RC, en la importancia del hermetismo en ideas de autores de racionalidad, sino la racionalidad propia d. lu .i..r.á,
como Copernico o Newton. en que sería un crror identificar el her-
., J..i., ¿.
nuevo' la nuestra, que resulra imposible áistinguir de ra .,racionariáad
metismo con <<un renacimiento patológico del irracionalismo>>, en intemporal». Pero, entonc_es,
¿por qué no califLar ut h..-.tirÁo, qr.
que el propósito del historiador de la ciencia no debe ser el de de- obviamente no es asimilable a nuei*a ciencia, de irracionarir-o¡io
mostar ia <<racionalidad intemporal de las inferencias científicas de cierto es que en este planteamiento parece inevitable. C..o qr.
Newton>>, y en muchas cosas más. Pero a continuación Rossi da también cabe preguntarse, en lugar de _casi
du.lo po, supuesto, ¿cuál es el
cuenta de su desacuerdo con Rattansi, exponiéndolo de maneru for- peligro de aceptar la existencia de diferentes standards
ie'racionari-
n almente ambigüa mediante interrogantes. dad? ¿Qué es 1o que pierde nuestra idea de ra racionarid"d
descubrimos que en realidad es nuestrd racionalída&
,;;;;í.
¿A.rro ;; i;;.
¿Qué entiende de modo preciso Rattansi cuando habla de <(nuestro tipo de guiremos e;'erciendo exactamente igual que ,.rr.r, i.nro
dejará de
ciencia» y de <.nuestro tipo de racionalidad»? Las investigaciones sobre el producir ciencia por eso? ¿Acaso lo, hr-uno, dejáremos
hermetismo y sobre l.a magía, ¿son importantes porque nos ayudan a esclate- a. ,..io1i
descubrimos orras formas áe vida inteligente fr..á d.
cer mejor los orígenes de la ciencia moderna (que al inicio de su largo cami-
ta? La adhesión militante de Rossi a lalacionalídad ""J;" ;ú;.
tiene.l
no indudablemente se vió vivificada también por una <<disreputable stracture ;;.üi;;,
da por_supuesro en qué consiste ésta; más aún, parlce como
of ideasr) o bienson importantes porque nos llevan a 1a conclusión de que la {".nr:
si la simple adhesión {acilitara nuestra comprensión
ciencia moderna no es otra cosa que la continuación, en formas nuevas, de de ola racionali-
una aproximación de tipo «místico>> a la naturaleza?, ¿son importantes por- dad», pero obviamente no es así. No se entiend. bi.; ;;;;;,
que nos muestran cuán difícil, tortuoso y complicado ha sido el camino de
-ry
e.n los tiempos que corrían (en L975-77) _y corren_'para
la-filosáfía
de la ciencia,_ Rossi piensa que es ud..r:áo y necesario exigir
una
clarificación de expresion., io*o «nuesrro tipt de ciencia>>
22 Rattansi, «The intelectual origins of the Royal Society», en Noles and Records of
; ;;,
tro tipo de racionalidad>>, pero no lo es ...p..1o a <,.ra racionaridad»
the Royal Societl of Londoz xxIIr (1968) p. 119. Citado por Hesse, loc. cit., en R. H.
o
Sruewer rcomp.t 1970. p. t55. «la ciencia» sin más. Y no se entiende, esjecialment.,
23 Hesse, ibid. ;..;;;;;;;..
2a Véase la crítica, en este sentido, que le hace Thackray en <<Comment by Ar-
2t Rossi 1977,p.I72
nold Thackray», en R. H. Stuewer, 1970, pp. 160-162.
154. Antonio Beltrán Hermetismo, ciencia moderyq racionalidad y contextualízación lr5
que el propio Rossi distingue claramente el hermetismo de la ciencia cas. Puede decirse que no hay más categorías que
las nuestras, más
Áod...rr. Úno p,rede poner en duda la pertinencia de considerar la t racionalidad que Ia nuestra, más ciencia qrr. lu
.\ y ..rior.,
cuestión en términos de paradigmas o program¿ts de inuestigación, perc ces concluir con un suspiro que los renacentistar,"".rr.r,
N.*ion y _.r-
lo que resulta exremadamente difícil, si no inaceptable, es que tas chos contemporáneos ..un ,_rru partida d. .hdudtr, p;;;-io',
las iransformaciones de los años sesenta en la filosofía de la ciencia Ia esquizofrenia fue una suerre, porque una de .", ;r.
se pueda seguir hablando de «ciencia>> o «racionalidad» como 1o ha- ies, llevaba de vez en cuando pt. át buen
;.;;;;uliá;.,
camino de Ia cientifi-
ce Rossi en este texto26. cloacl-
Más aún, uno puede poner en duda la propia concepción de los A mí me parece más sensata la solución de aceptar que nues_
paradigmas2T, o mentalidades separadas por rupturas epistemológi- tras categorías no son las únicas posibres, que nuestia
idea de ura-
cionalidad>> es un constructo teórico que hay que
rechazar v susti-
26 Lo cierto es que después, y muy reiteradamente, Rossi ha formulado tesis que tuir, tras su acérrima defensa, .r,u.rdo ,,r, limitu.i";;; 'y;-;.
se distancian enormemente de las del texto citado, cuando no lo contradicen clara- puedan disimularse.
_y eso, en mi opinión, ocume cuando desde
mente. Puede plantearse la cuestión en términos de evolución. En 7979, Rossi hacia nues*a <<racionalidad>> tenemos que ialificar a Newton, y
un tipo de consideración respecto a las tesis de Kuhn que parecen indicar un cambio
.o., et
una gran mayoúa de nuestros antepasados, de <,chaladorr, "
(Véase Rossi 19i9, pp.14-16). Éste se ve confirmado por artículos posteriores de o.rtúpi_
---.."
dos», <<irracionales>> o cualquier or.u '
1gg0 a 1984. Léase como ejemplo el siguiente texto: <<Los criterios de demarcación y -o.r..i, de esta i^"r.
Como es bien sabido, es frecuente una crítica qr. ,.
los mismos "criterios de racionalidad' tienden a presentarse, a los ojos de los historia' rasga las
dores, no como históricamente inmutables, sino como vinculados, por una parte a las vestiduras ante el relatiuismo, que se escand,ariza l^ i..r.i3""li
específicas reglas de una tradición o de una disciplina y, por otra, a convicciones_ o dlÍ,0y. comporta postular una ruptura epistemológi.u ""á ..,tr. Á.n_
..e"n.i6 o expectativas o evaluaciones que tienen que ver con la cultura, están unidas talidades distintas, ante la afirmación de la inconmensurabilidad
a ella o dependen de ella. El concepto "ciencia'(como los de verdad, o de evidencia, áe
uconstruido", (Rossi 1990a, p 194; pero véase los paradigmas. En mi opinión, por el momento eso
o de experiencia) es, en todo caso, es lo mejor
también pp.51 ss., 67 ss.,82 ss., donde se reirera y desarrolla esta tesis). Parecc que tenemos. Constituye.el aparato conceptual
más apto p^ru ui"r_
.lu.o, prr.t, que Rossi ha experimentado una evolución. No obstante, incluso así, carse a Ia realidad que hemos sido capace, d.
conrt.rá. R.;;lr,
creo percibir una diferencia considerable entre sus tesis «filósoficas>> y sus tesis «his' cnormemente insatisfactorio, es cierto, nos plantea
toriojráficasr. Dicho de otro modo, creo que el Rossi historiador está muy por delan- numerosos pro-
blemas. Buena parte de tales probleÁas derivan precisamente
te del Rossi filóso[o de la ciencia de
Llue nos ha hecho ver la total inutilidad d. lo,
27 No deseo entrar aquí en la problemática generada por la polisemia del térmi. .rqr.;", ;;-"h;,
no para<Jigma, pero cabe tr.". la, siguientes puntualizaciones. Uso el término en el ¿hora hemos defendido con tanta precisión como
esteriliáad y, no
más lato de los sentidos en que 1o utilizó Kuhn primitivamente, algo pues que «pas0 rbstante, aún no tenemos unu alternativa totarmen,.
por la completa constelación de creencias, valores, técnicas, y así sucesivamente, com-
,"rirr*íá.iu.
I)ero sospecho que ya no hay vuerta atrás. con
partidos pár los miembros de una comunidad científica dada» -y aun debería añr- todas sus ri-ir".i.
iir que iambién la expresión ocomunidad científica» se usa en el sentido más latrr teoría de los paradigmas (o mentalidades): 1) ;.;;;;-il;;;y
'es,,la
posibl". (Krh.r I971, p. 269) Es cierto que después éste sería el sentido del términtr rnodos distintos de pensar que la historia pon"-cru.um..rt.
que despertaría menos interés, incluso en el propio Kuhn. Eso, no obstante, se debe, tie manifiesto;2) no convierte -algo
u lo, q.r. no piensan como nosotros
*tr" o,.u, fazones, al hecho de que el término ha sido estudiado más en el camprt ..'n idiotas, o ciegos; 3) no postula una incomunicación
de |a filosofía de la ciencia, pensando en las teorías científicas, que en el de |a hist«r' total entre
I.s miembros de paradig-á. o
riografía de la ciencia. En mi opinión, en este último campo, es defendible, en prinei. -..rtulidades dirtirrtur, u,r.r;;."p.os
el uso del término para la historiografía de «tiempo largo", por así decir; en con'
tule la inconmensurabilidad de sus paradigmas
pio,
-a.",o, o mentaridades. Es
a.ao que puede ser pertinente su uso para el estudio de los grandes cam[io¡ r¡n esquema impreciso e insuficiente, pero nos
ofrece lo que creo
qr]" irri".on lrgn. .., la RC y en la gestación de la ciencia moderna' De hecho así l0 (l.e por el momento es la única posibilidad que
tenemos de satisfa-
úuce K"nrn.y en su libro Science and Change 1500-1700 <<En este libro sostendré c¡ue t e r el objetivo que la filosofía de ra ciencia
la clave para interpretar los orígenes y desarrollo de la Revolución científic¿ sc c¡t' se planteó t.o.i.rÁ"r,t.
.ont.rrá ..r t.", t.ádi.io.r". características o paradigmas orgánico, el mágico y rl
-el
p.17). En segundo lugar, debo aclarar que, aunquc $oy ,(
mecanicista>> (Kearney, 1971, los conceptos de «paradigma» y «mentalidad», creo que,
para nuestros intereses v
c()nscicnte <1e que no es totalmente lícito dar por sentada una total equivalencia ctt' , ,r\(, concrero. tienen mayor importancia sus puntos .o.rn"r'qr"
,r, d¡fa..rairr.
156 Anrcnb Belt,'drl
Hermetismo, ciencia modernT rucionalidatl
1 contextualización lrl
desde principios de siglo: entender en qué consiste Ia ciencia y cómo
Pero, aun evitando este pranteamiento, ra cuestión
funciona 28. resurta suma-
mente difícil no ya de responáer, sino de plu.rt.u.
Quizás la respuesta que Rattansi da a las críticas de Hesse no re- satisfactoriamente.
En la introducciór a una antología de artículos d.di.rá;.;;;;^
sulta nada improcedente en el caso de los comentarios críticos de
mente a_ la cuestión, Brian Bicke* pu.u revisra
Rossi. Rattansi no acepta que afirmar la importancia del hermetismo a los proble_u, or.
plantea la relación en*e una m..rtrfidud
en los siglos xvr y xvfl y su influencia en grandes científicos como o.rio ;;;;:;;;ri;". ai"
de críticamente.a la postura de distintos historiadores
Newton sea equivalente a desafiar la racionalidad de la ciencia. Por sobre Ia cues_
jjg",_po. ejemplo la de stalter pagel. Los rabajos d. ú. p;;;i*b..
el contrario, dice, \ü7. Harvey
o Paracelso insisten u Áen,,do en Ia ilegitimid;J?;;;;".
Ios elementos <<modernos>> de un autor. En
Algunos de los trabajos más estimulantes de la historia de la ciencia moder- ,.ro d.".r, *t*
na inicial provienen de una generación de historiadores intelectuales como Harvey, por e;'emplo, tras aludir a ra presentación que"rUá;., I
a menudo se
E.A. Burtt, Ernst Cassirer, y Alexander Koyré, que mostraron hasta qué pun- hace de la figura de Harvey simplemáte .o-o
,r, científico moder-
to el estudio de la naturaleza está relacionado con presupuestos metafísicos no, empirista, etc., o como máximo como un «habitant.
d; J.;;;"
más amplios y está relacionado de modo muy complejo con otras áreas de 1a dos», el de Aristóteles su maes*o y el de ra
ciencia moderna a la cuar
cultura intelectual. Su trabajo parecía requerir el desarrollo en dos direccio- contribuyó decisivamente, pagel dártuca,
nes. Prímero, un estudio más atento del Neo-Platonismo y Hermetismo re-
nacentistas [...] 2e.
Parece, no. obstante, que haya existido un tiempo
en el que lo que hoy sue_
na conrradictorio no parecía tal. La unificacion
Es decir, Rattansi se considera continuador de los grandes maes- de l" *-..*i¿.1, ;r;h;;
do correcto y relevante con lo que, po, .orrt.rrio,
ros que inauguraron ia moderna historiografía de la ciencia. A mi te debió ser posible en la misma Á.n,.,
es juzgado negativamen_
"l lu .uri, no
entender, es totalmente la observación que hace §í.R. Shea obsrante, conservó de
algún modo la propia integridad y fu.truír.
^ceft^da
cuando dice que el brillante programa de investigación tan bien ilus-
tado por los tabajos de Debus y tü/estfall, puede ser puesto en peli-
gro por aquellos que plantean la cuestión en términos de elementos , .A Vickers eso le parece una <<presentación exacta, de esa pecu-
liaridad de algunas mentes del sijlo xvrr que
consiste en <<vivir en
racionales conffa otros irracionales en el desarrollo de la ciencia. Y clos mundos>> r2. No obstante, afiÁa q,r. j concepto «unificación>>
continua asi tle Pagel no es satisfactorio en .r_rr.r,o qr.

Esto es completamente engañoso, porque la cuestión no es si los hombres


supone que esos diferentes mundos mentales
deseaban ser racionales o irracionales, sino si las tradiciones mística y her- se unificaban en una meclida
cn que ninguno de ellos era consciente der
mética tenían, en el siglo xvrr, tan buenas credenciales de racionalidad otro ro que obviam.n,. .ro r.r."-
rle (en ocasiones, puede pensarse, los críticos
(como entonces se entendía) como la filosofía mecanicistal0. renacentistas del mundo de lo
;::1: p:|f,
r¡l propra) ".
detectar su presencia en las mentes d. lo, ,t.m¿r,
;;;;;;;
La discusión planteada en términos de racionalidad contra irra-
cionalidad nos desplaza inmediatamente a un terreno puramentc
axiológico que no afecta en absoluto nuestra comprensión del pro-
No creo que sea en absoluto obaio qure Harvey, por ejemplo,
te_
,ía claru conciencia de cuándo ..u y .,rá.ráo ,.' up.guiu-u
blema. -od...o
I. anriguo. Más bien *eo que no hay ni una ,átu rJon;;ñ.T;;
28
Quizás sería más exacto decir que nos ha hecho ver que difícilmente podrc r1 Pagel r979,
mos determinar en qué consiste la ciencia, si no prestamos atención a cómo funciono, p 22. vickers r990, p. 2) (vickers 1984, p.l4),cita la versión ori-
2e Rattansi, <<Some evaluations of reason in sixteenth and seventeenth century nil. 1linal inglesa del artículo.
12 No obstante, no está en absoluto de acuerdo con pagel
tural philosophy», en Mikulás Teich y Robert Young (comps.) 197), p. 149. (r.c los aspectos <<modernos'de cuando éste afirma
t0 §1. R. Shea en la «Inroducción>>, a M. L. Righini Bonelli y \X/. R. Shea (com¡rr,) la p".u..lro
obra d" *-".g".ro de un sistema mán-
ri( o aieno a la medicina científica. Vickers 1990, pp.2(t_27
1c)7 5, pp. 2-).
), Ibi¿.
ff[kers 1rgr,;;.-il 1;-"
w*
ry
]G
#
158 Antonio Bebnín r§,
Ilermetismo, ciencia moderna, racionalidad y contextaalización 1r9

asíra. En cualquier caso, Vickers piensa que es mejor hablar de <,co- { ne en duda. El problema o los probremas los planteamos nosotros
{l
existencia>> de las dos mentalidades. Y, desde estas premisas, y a pro- :i c-uando queremos dar un sentido a ras actividades de
N.,,to.¡ .ru.,
pósito del caso de Newton hace una serie de afirmaciones en las que do queremos entenderlas, hacerlas comprensibl.r, y .r^, u.,i"i¿"l.r,
vale la pena detenerse un momento. los r<hechos» no encajan adecuadame.ri. .n nuestros esquemas.
El
Está claro que actividades tan distintas como la mecánica, \a al- «hecho» no amenaza nues*a cordura, pero sí nuestra idea
de cordu-
quimia y los estudios religiosos los realizó «el mismo Newton>>, pero ra que incluye la de una cierta coherencia. Naturalmente, .ro
.ñru
«la cuestión Vickers- es si las mismas partes de su mente es- sensato pensar que existiera o exista algo que incapacitara
a Newton
-dice
tán implicadas en cada actividad>>)5. Dudo que ese planteamiento para hacer todas esas cosas a lavez, en un tiempo más
o menos cor-
ayude a claúficar la cuestión'6, pero no vale la pena detenerse en los to. Pero ¿es eso un argumento a favor de que las hiciera
sin relacio-
términos usados aquí, porque Vickers reformula su idea en varias narlas, o relacionándolas_ causalmente, o viéÁdores una
aire de i;iri",
ocasiones de distintos modos y es una idea que tiene interés y de Ia o creyendo en la posibilidad de unificarlas, etc.? No lo es, no es
un
que saca sorprendentes consecuencias. argumenro en favor de ninguna de estas posibilidades. pár
tanto lu
Una de esas reformulaciones está en un texto en el que, de nue- razón de que los intentos de unificación puedan ser descarriaJ"r
r*
vo, se comenta el caso de Newton. Para nuesffos fines el texto puede brá que justificarlos con algo adicional. vickers conrinua el
texto así:
dividirse en partes. Se inicia con la afirmación siguiente:
El celo por descubrir una única clave organizadora de las actividades de
En Newton, la presencia de esas tendencias diversas puede plantear un pro' Newton es, de hecho, anacrónico, ahistórico, un producto de la
creenciu
blema eternamente irresoluble. De hecho, intentos recientes por mostrar posterior del siglo xx en una mentalidad científica <<unificada>>.
T;;;;;,
que las ideas alquímicas pueden o deben integrarse con 1a física y 1a óptica una
-él debe de haber tenido unal8.
si su coexistencia en ia mente de Newton supusiese por 1o demás
-como
úna amer,aza a nuestra cordura si no a la suya- pueden estar fundamental' Este texto consriruye un serio desafío. Es fácil ver por qué.
A lo
mente descarriados. ¿Por qué tendría que ser Newton incapaz de investigar largo de este trabajo hemos visro una y o*avezcomo distinLs
hist<¡-
la cronología bíblica, componer tratados de alquimia y efectuar la matemati' riadores formulaban un precepto historiográfico definitorio
zación de la física, todo ello en e1 mismo mes o año? Esto puede ofender a
d. lu ,no
rlerna historiografía de la ciencia y qrr. yI nos es familiar.
nuesra idea de racionalidad, pero evidentemente no le violentó a é1 -en
en p.o a.
Ia claridad de Ia exposición, permítárem. ...o.dar
cualquier caso no como ocupaciones; otra cosa es su publicación17. un texá y;;;
cionado de Debus que apunta en este sentido. Dice asÍ

Quizás convenga empezar diciendo, que la <<presencia>> de diver' Irs importante no tratar de separar ro «místico>> y ro «científico'
sastendencias y actividades en la mente de Newton no es un proble' lros están presentes en el trabajo de un
cuando am-
único autor. Hacerlo así sería distor-
ma, ni soluble ni irresoluble, es simplemente un hecho que nadie po' sionar el clima intelectual del período
[...] Forzar nuesrras distinciones sobre
cl siglo xvu es ahistóricole.
14 Aun en el caso de que Vickers estuviera en lo cierto respecto al hecho his«iri
co, cosa como mínimo dudosa, lo que resulta muy atrevido es decir que sea «obvio»,
Esta formulación de Debus es una formulación posible del pre_
cuando se están escribiendo páginas y páginas exponiendo opiniones encontradas rll
respecto, como está haciendo Vickers en su Introducción.
cepto historiográfico según el cual no se deben proyecrar nuesffas
ca-
)t ld.IJ¡as líneas antes. Vickers ha hablado con cierto tono crítico del uso de ll¡ tegorías a épocas anteriores eso .r .rp..i"l-ente importante
metáforas en esta cuestión. -y
r uando sus categorías son tan claramente distintas de las nrrestras.
16 Entre otras cosas, porque está claro que cada vez que, en un determinatlo
El texto mencionado de Vickers no es una versión del precepto
científico, encontremos una actividad que nos pñezc^ extrdnd' podemos suponer u¡lt'
lristoriográfico sí formula en o*as partes de ,, ,.",oj,., ,i.ru
<<parte)> más en su mente. Así quizás aumentemos la partición de su mente, pero fl() -que
nucsra comPrensión.
r8 Vickers 1990, p. 35. (Vickers
'i Vicl<ers 1990, p. l4 (\rickers 1984, p.20) He corregido la raducción castell¡rnt re Debus 1978, p. 11.
1981, p. 20).
rlt l r< xro cntrc !,uiones, que dice exactamente lo contrario del original inglés.
t60 Antonio Beltrán Iermetismo, ciencia moderna, racionalidad
I y contextualización 161

confusa falacia. En primer lugar, supongo que debemos entender que buimos a nosoffos mismos es prudente y necesario aÚibuírselas tam-
lo anacrónico e histórico no es proyectar nuesÚo <(celo», que es lo l¡ién a los personajes del pasado. pero eso, no sólo no es ahistóric.,
que dice el texto, sino proyectar esa idea de <,unidad>> a la que alude sino que por el con*ario es una condición sine qua non d,e la posibi-
Vickers. Ahora bien, ¿está sugiriendo Vickers que nuestra mentalidad lidad de historiar.
científica ha unificado el hermetismo y Ia ciencia y que resulta ahistó- Dicho esto, hay que añadir inmediatamenre que la suposición de
rico y anacrónico proyectar al siglo xvII esta unidad <<nuestra>>? No, .¡ue las actividades intelectuales de Newton, ..r rá, .u-pos de
obviamente no es eso. Pero no es fácil determinar con precisión el la me-
ctinica, alquimia y escriturologÍa, poseen cierta unidad ., ,rru hipóte-
sentido de la expresión de Vickers, porque <(tenemos una mentalidad sis de trabajo tan legítima como la de que Newton no les
conceáía el
científica unificadar> puede querer referirse a que nuestras teorías rnismo_ estatus epistemológico, o como la de que creía que
científicas, o mejor nuestras «actividades>> no muestran las diferencias había una
tunidad fundamental y dedicó muchos esfue.ios u poneria de mani-
que parecen tener nosotros- las de Newton. No, claro está, l'iesto y no 1o consiguió. El complejo conjunto qre fárman los
-para
es que nosoffos hemos excluido de la ciencia, hemos negado el esta.
manus_
critos,_ las obras publicadas, la comespondencá de los contemporá-
tuto de científico, a esas <<actividades, newtonianas. Así, naturalmen- ,eos, ios estudios de historiadores ant¿riores, nuestra mayor o menor
te, nuestra mentalidad científica es unificada. Pero entonces resulta lamiliaridad con oras áreas de conocimiento, etc., han conformado
totalmente falaz hablar de que proyectamos nuestra «mentalida«l estas distintas hipótesis y seguirán matizándolas, modificándolas
científica unificada»>. Resulta falaz actsar a los que estudian la posibi. o re-
chazándolas. Pero por el momento, creo que resulta infundado
lidad de que que exista una cierta unidad enre las distintas activida, afir-
rnar que una de ellas es profundamente descarriada.
des de Newton, de proyectar <<nuesffa mentalidad científica unifica. El hecho de que Newton no publicara sus escriros de alquimia, o
da». Ni ellos ni nadie puede proyectar un tipo de .,unidad» de Ia que sus exégesis bíblicas o sus especulaciones de teología ,.ritnii.tu,
no disponea0. Otra posibilidad es que esa expresión refiera algo parc. r"-
s,lta para algunos un signo evidente de que Ne,rrto., .ro 1", .o.r..díu
cido a <<no me siento intelectualmente esquizofrénico>>. Pero, difícil. cl mismo valor teórico y congnoscitivo que a sus teorías de mecánica
mente puede ser éste el sentido ya que unas páginas más atrás, 1o hc. rr óptica. Sin duda es una hipótesis razonable. Otros piensan que
mos visto, incluso Vickers está de acuerdo con Pagel en que ideas y hay
()ffa explicación posible y que, entre otras cosas, huy
teorías que hoy resultan contradictorias para nosotros, no 1o fueron
,., texto newto_
que la apoya e insinúa. se *ata concretamenie de la respuesta
en el pasado, que estuvieron en la misma mente y que ésta no perditi 'iano
tl9_N1vto.n
«su integridad y su fuerzarr. En cualquier caso, un cierto grado de ? yna pregunta planteada por Boyle a Oldenburg en
1676. Boyle había descubierto un mercurio que ai mezcrarro
sensatez, coherencia, salud mental y muchas otras cosas que nos atri" .á .l
.ro se calentaba. Esa era una propiedad que lás alquimistas atibuían
:rl mercurio filosofal. No sólo é1 sino tu-Lié., el udtcto ,....tr.io
á.
a0 Podría succder también que, a pesar del término científica, Vickers se reficrú l,r Royal Society>> y el «juicioso presidente» habían tenido
al carác¡er unitario de <<nuestra cultura en generalrr. En este caso 1o primero que hl.
.r. ."..r-
rio en sus manos y habían comprobado con Boyle que, al cabo de
bría que considerar es si la afirmación de Vickers no es excesivamente optimista, y yo un
,rinuto de mezclarlo con oro, se calentaba. La medicinas mercuriales
creo que sí. Habría que considerar que la especialización que c^r^ctetiza nuestra cu¡
tura actual nos hace ignorantes sobre casi todo lo que no es nuestra pequeña parcclt,
lrrbricadas con este mercurio serían de extraordinaria utilidad, pero
Deberíamos recordar que se ha podido hablar de ndos culturas,> la científica y la hrt" , r'a posible que los «problemas políticos,> que se derivaran,
si aquéi
manista. Tendríamos que mencionar el hecho de que nuestras televisiones dedican po, t .a auténtico mercurio filosofal y <<caía en malas manos)>, fueran
más
siblemente más espacio a las ociencias místicas» que a la <<ciencia oficial>> y organizln irnporrantes que su bondad medicinai.
debates ínvitando a representates de unas y de oras ciencias; que los científicos orgt. ¿eué debía hacer2 Newron
no cree que el mercurio conseguido por Boyle sea tan noble como
nizan listas de firmas para denunciar el fraude de todas estas pseudociencias, micn,
('ste piensa. Pero, aun asi está convencido de que
tras sus estudiantes, entre clase y clase, se entretienen leyendo su horóscopo en al¡u' Boyle debe guar_
na revista del corazón. Nada serio, claro. Y podríamos añadir un largo etc. En csttl ,lrrr un «profundo silencio». otros han creído oportuno o.,,ltur.-.i..-
concliciones, hablar de nuestra <<mentalidad unificada» tesulta como mínimo atrcvitlo, trrs características del mercurio filosofal, quizás éstas sean
I)cto, posiblemente Vickers no se refiera a eso.
la entrada a
'',rlgo más noble, que no puede ser coÁunicado sin inmenso daño
tl,
{.
É,
t62 Anbnio Beltráfi Hermetísmo, ciencia noderna, racionalidad contextualización
1
,t- 163

paru el mundo si hay algo de cierto en ios escritos herméticos». Por mo.s visto, la historiografía
dela nc a lo iargo de este siglo se ha desa-
tanto, dice Newton, 1o mejor será que Boyle guarde un «profundo silen- rrollado en una dirección en la que esa perspectiva d*e los <,marcos
cio». Hasta que é1 mismo o un «verdadero Filósofo Hermético» puedan mentales, o los «paradigmas» aparece .o-o .ir.r.rltado más elabora-
aclarar las implicaciones de la cuestión. Newton sabe que además de la do. Pero, dicho esto, y en cualquier caso, creo que en nuestra cues-
<<transmutación de los metales, hay offas cuestiones implicadas tión también hay oro punto de partida se quiere la oúa cara
esos con grandes grandes pretensiones no fanfarronean) que sólo
-«(si del mismo punto de partida- a mi entender -o siiguaLente indudable:
ellos entienden)>- pero no sabe exactamente qué cosasal. Según fiosotros, hoy, somos incapaces de ver esos dos auaao, mentales y
sus
esta interpretacióna2, en estas condiciones Newton pensaba que era tipos de investigación como algo unitario, fundible; sólo podemos ver
más prudente no hacer públicos los conocimientos de alquimia y él la tadición hermética, dominante en el Renacimiento, y la ciencia
mismo siguió el consejo que díera a Boyle, a través de Oldenburg. moderna que se impone en el siglo xvrr, como radicarmáte diferen-
Paolo Casini, por su parte y aunque al margen del tema áe \a ruzón tes, si se quiere, como inconmensurables.
de la no publicación de los manuscritos de alquimia, desde una pos- Ahora bien, las mentalidades, marcos mentales o paradigmas in_
tura por otra parte muy comedida, attliza esta misma carta para po- conmensurables ejemplo, el hermetismo y el Á..uni".i...,o-
ner de manifiesto un cierto escepticismo de Newton ante las preten- son radicalmente-por
distintos e inconmensurables tanto si las encontra-
siones de los alquimistas al. Mientras que, desde su interés en mos conviviendo en un siglo, en una misma comunidad científica, su-
destacar las diferencias entre la concepción alquímica de Boyle y de cediéndose a 1o largo de siglos, o en la mente de Kepler, N.*tá., o
Newton, el análisis que hace Rattansi de la carta van más en la direc' cualquier offo científico concreto. si nuestro plr.rtár-i..rto en el
ción de Dobbsaa. caso de ios científicos individuales parte, .o-o ., el caso de la nc
En cualquier caso, y al margen de esta cuestión concreta, el con- en su conjunto, de <<marcos mentales>>, <<mentalidades» o oparadig_
junto tan dispar de posiciones y, a veces, la confusión, muestran, mas>>46, creo que nuestro problema es, efectivamente, insolutle.
Ei
como decíamos, que el problema resulta, efectivamente, difícil inclu-
so de plantear. Pero me gustaría hacer unas breves observaciones al claro qué sea un hecho y qué sea un recurso del hist<¡riacl<¡r para contar su
historia
respecto, insistiendo en un punto ya mencionado. de manera que ésta tenga un sentido. Y a veces, esto provoca serias confusiones. yo
creo que.la.afirmación de que el Renacimiento constituye un período histórico
En mi opinión, es necesario distinguir dos ámbitos o niveles de historia de la ciencia, caracterizable por su marco ,,"nrrl
de la
la investigación. Uno es aquel en el que 1o que consideramos son -ági.o-.rotr*lirtn, d"Jgnn
efectivamente un hecho históricct, y creo, además y ala vez, qre el historia.lor
omentalidades>>, <<esquemas conceptuales>> o «paradigmas,. Este es el cuál sea- desde unos determinados intereses i.rtár".trul"r,-.ánocimientos -"sea
; ig"..;;
caso del marco mental renacentista y el del siglo xvrr, es decir, el del cias ha sido el que lo ha identificado como un hecho.Tambiéncreo que.".
rr'ira.i"
dor, desde otr.s intereses, conocimientos e ign.rancia, puecle incluso no verlo
marco mental mágico-naturalista frente a1 mecanicistaa5. Como he- como
un hecho. ¿Como solucionaremos nuestro desacuerdo, si es que nos leemos y
cstamos dispuestos a discutirlo? Por un lado, v eso es fundamenial, apelanrJo
a los
11 H. §tr. Turnbull (comp.) 1959-1967, vol. u, pp. 1-3. bechos históricos. este rexto dice 1, por tanro..., aquel matiza e induce
a p.n."...., to.,u
a2 Puede verse desarrollada en B. J. T. Dobhs, 198'1, pp. 194 ss. clel otro favorece la idea de que-.., este texto en concreto demues*a f"ho.i"nt"*.nt. "l
ar Paolo Casini, 1975, en M. L. Righini Bonelli y W.R Shea, pp. 23)-2)9, esp. que.. este manuscrito es una prueba de... etc. pero la ostensión puede
no bastar. Si
p.2)7. nos atenemos a la experiencia, lo más probable es que no burt". y, por tanto, por
11 P. M. Rattansi 197 2, e¡ Debus 1972, pp. 167 -782. otra parte, tendremos que acudir también a nuestras respecti'as perspectivas his«¡rio-
a5 Cuando intentamos historiar [a sucesión de uno y otro, sus relaciones, nuestro lrá[ices. Yo no tonozco mrncra dc cscapar a ar," a,rarl,,. y si un.r'no pu".].,.for_
punto de partida no es únicamente el coniunto de documentos, textos, correspon' tarlo, se-guramente lo mejor es que se dedique a otra cosa.
dencia, etc. de distintos autores, las polémicas y enfrentamicntos entre magos v nue'
rr' Esta es la perspectiva de vickers cuando
. destaca: «El título de esra obra, con
vos científicos, etc. Es decir, nuestro punto de partida no está sólo constituido por cl término_'mentalidades", pone el énfasis donde creo debe ponerse; en clos tracliciones
krs hechos históricos que, además, incluyen actitudes ambiguas, autores pertenecien' r'¿da una de las cuales tiene sus propios procesos de pensamiento, sus propias
categorías
tcs rl un marco que tienen ideas que pudieran funcionar en e[ otro. Todo ese coniun' r,entales, que determinan totalmenre su enfoque de la vida, del espíritu,'de
tu ."íti¿ra
lo tlc clcmentos, es obviamente un punto de partida indispensable. No se puede ha" lisica» (corrijo de nuevo la traducción española) vickers 1990, p. 20 (vickers
19g,1,
tcr lrisrt¡ria sin hechos históricos. No obstante, hay que añadir que no siempre estri 1,. (r). [Jn texto que pone claramente dc manifiesto que la rraclucción c]el título clel li-
164 Antonio Bellftin
I lermetisr¿o, ciencia ruoderna, racionalidad 1 contextualización 165

tonces, en efecto, no ya la unión o fusión de esas dos mentalidades <l rlientemente de su desacuerdo con Fludd, precisamente el de Kepler
paradigmas, sino su mera coexistencia en una mente puede aparecer .:s uno de los casos más claros de una mente en la que hay ideas,
para nosotros pertenecientes a mentalidades radicalmente distintas, a
como una conÍadicción inaceptable.
paradigmas inconmensurabies y que, no obstante, no parece que le
Pero ¿es este planteamiento aceptable, para el caso de científicos
yrrodujera ninguna inquietud que en él no fuera normal que, por
individuales? Yo creo que no. Más aún, creo que buena parte de los
problemas expuestos se deriva del planteamiento mismo. Si tomamos cierto, eran muchasae.
el caso de I-{arvey o Van Helmont, creo que puede afirmarse que cs El caso de Newton también podría inducir a pensar en la perti
dudoso que, en la mente de uno u otro coexistieran tna mentalidad nencia y necesidad de acudir a las <<mentalidades» o «paradigmas».
hermética y una científica, o cualesquiera otras mentalidades. En su Ya hemos visto que, en un nivel al menos, el de la publicación, dife-
mente se gestaban, y haLría, diversas ideas. Nosotroq hoy, hemos deci. renció radicalmente sus distintas clases de ideas. Eso permite que
dido que unas pertenecen a una u offa mentalidad, al paradigma her- consideremos, legítimamente, su obra como bloques separados. Y, es
mético o aristotélico y offas a la nueva ciencia mecanicistaai,y eso es obvio, de eso se pasa fáciimente a considerar esos bloques como pa-
lo que podría inducirnos a verlas como contradictoriasa8. Pero, en- radigmas distintos. Pero, es evidente que sea cual sea la significación
tiéndase bien, ése es un probleÍn naestro. No tenemos ninguna razón Je esta diferenciación por parte de Newton, no tenemos ninguna ra-
para pensar que estos autores vivían eso como un problema, suelc zón para atribuirle el sentido que hoy tiene para nosotros. Más aun,
decirse. Pero quizas conviene formularlo diciendo que no se trata de cuanto más acerquemos sus razones paru la diferenciación entre sus
que tuvieran esos elementos incompatibles o esas incompatibilidades ¿ctividades alquímicas y las de física a nuesffas razones, más proble-
en su mente y no las sintieran como tales. De lo que se trata es de mática se convertirá su obra como un todo, más cerca estaremos de
que en su mente no existía ningún referente de nuestro problema. aribuirle la consabida <<esquizofrenia» intelectual. Ésta es, según
Podría pensárse que el caso de Kepler hace dudosa nuesta afir- creo, la última posibilidad a acept^r.lH.ay una variada gama de posi-
mación. Podría decirse que su polémica con Fludd es una muestra bilidades. Creo que todas deben incluir que Newton veía alguna di-
de que distinguía entre distintas tradiciones y que él se distanciaba ferencia entre ambas actividades, pero que ninguna puede coincidir
conscientemente de la hermética. No obstante, desde antiguo las dis- con nuestra propia visión de la cuestión. Creo que la investigación
tintas escuelas han establecido diferencias entre ellas y eso no signi- histórica es la que tiene que decidir, si puede hacerlo, cuál es la bue-
fica que estuvieran formulando nues[a idea de mentalidades ra- na. Esa investigación histórica incluye, naturalmente, los instrumen-
dicalmente diferentes o paradigmas inconmensurables. Quizás el tos conceptuales del historiador. Pero creo que entre éstos, para el
r caso de Newton, como para el de cada uno de los autores del siglo
problema es más bien que tendemos a ver, indebidamente, la polémi-
ca de Kepler y Fludd como una formulación de la teoría paradigmá-
i:a
xvl y xvII, considerado indiuidualmenle no debemos incluir nuesffos
iir
tica, en lugar de verla como una mera ilustración de esta teoría de los ,Éi conceptos de <<mentalidad» o «paradigma». Si 1o hacemos asi nuesÚo
paradigmas, que es 1o que efectivamente es. En todo caso, e indepen- ill problema, como hemos dicho, no tiene solución por definición. Tam-
.i. bién en la mente de Newton, como en el Renacimiento y en el siglo
,.
bro debería ser Mentalidades oculta y científica en el Renacimiento y no .,ocultas,,
y tl
xvII, respectivamente, el hermetismo y el mecanicismo son inconmen-
«científicas>>. como se ha traducido. ,ii
...,n
surables. Ese es el problema: no Newton y su posible esquizofrenia,
a7 No cstoy diciendo que aquellos filósofos o científicos no distinguieran entre ,
'f. ; sino nosoffos y nuestras distinciones. Son nuestras categorías las que
escuelas. que no tuvieran la más minima conciencia de estar más próximos a una tra-
nos permiten y obligan a ver como contadictorias y sólo como con-
dición, a una escuela, o a otra. Pero dudo que esto sea equivalente a que en su cabe-
za hubiera distintas .<mentalidades» o <<paradigmas».
18 En unos casos, parecerá difícilmente discutible que determinadas ideas son
ae Está claro que ésta no parece ser la idea de Vickers que, cuando
contradictorias. Pero, en el caso del historiador, la determianción de la posible con- comenta los
artículos de Edward Rosen y Judith Field, editados en su libro, comenra: <<Kepler se
tradicción enre dos ideas no es una simple cuestión de lógica, o si se quiere, de lo
que se trata no es tanto de discutir la corrección formal de un razonamiento como de alió conscientemente a una tradición científica derivada de Ptolomeo; Fludd afirmó
su lealtad a Hermes Trismegisto». Vickers 1990, p. 32 (Vickers 1984, p. 19).
cuáles son los axiomas y premisas de partida.

&
166 Antonir¡ Bdt¡in (r. UNA REVOLUCION CIENTíFICA
tradictorias las actividades de Newton. En realidad, el problema tie.
ne que ver con Newton sólo colateralmente. Newton y sus activirlu. No todo lo que y no todo
des es, en este caso, el campo de análisis de nuestras propias limitrr.
I*§ es cierutífico es necesariamente uerdadero,
lo que es falso es necesariamente no científico. El resultado
ciones categoriales. Es nuesffo aparato teórico el que está cn ti
científico puede ser visto ahora como no estando de acuerdo
cuestión. con la realidad física, pero puede haber estado de acuerdo con
Está claro que hay aquí una tensión ente 1o general y lo particu. lo qúe efitonces era considerado la realidad física y puede haber
lar. Aquí se concreta en las dualidades épocas-individuos, mentaliclrr. sido hallado, no por pura especulación, sino por observación y
des-mentes. Pero no es independiente de otra tensión a la que aludi. pensamiento consistente. [Cursiva en original].
remos en el siguiente capítulo, que quizás puede ayudar a plantear cl
R. Hooyraas. «Pitfalls in the historiography
presente tema con mayor claridad.
of geological sciences>>.
Histoire et Nature, nitm. 19-20 (1981 1982), pp.21 36.

SEGUNDO BALANCE: EL MODELO HISTORIOGRÁPICO NP KOYRÉ

Bajo las expresiones contifiuismo-lapturismo hemos examinado hasta


aquí distintas polémicas y algunas de sus ramificaciones que han
constituido buena parte de la historio grafía de la ciencia en este siglo.
Nuestro análisis crítico nos ha llevado a la necesidad de una caracte-
rización de la nc como constituida por dos grandes rupturas: una en-
re la Edad Media y el Renacimiento, es decir, entre el marco aristo-
télico escolástico y el mágico naturalista del Renacimiento; y ota
entre este marco mágico naturalista y la ciencia moderna. Siguiendo
las premisas de los historiadores que postulan una u otra ruptura, o
las dos, hemos mostrado que este esquema interpretativo exigía una
mejor caracterización de ese estadio cenrral de la nc que es el Rena-
cimiento científico, entendido tanto en el sentido de un periodo cro-
nológico acotable con cierto margen entre 1450 y 1600, como en el
sentido de un marco mental diferenciable de los otros dos y que
dominó durante un tiempo entre ambos.
Creo que ésta ha sido una tradición sumamente fructífera y ha
dado algunos de los trabajos más influyentes en el campo de la histo-
riografía de la ciencia, en el momento en que ésta empezaba a consti-
tuirse como una disciplina institucionalmente aceptada y empezaba a
producir profesionales del campo. Tal como la hemos descrito aquí y
como es frecuentemente aceptado, Koyré puede ser visto como el
máximo representante de esta tradición historiográfica y no sería ex-
cesivo llamarla radición o modelo koyreano. Buena parte de los his-
toriadores más influyentes de los últimos cuarenta años han recono-
168 Antonio Beltrán
IJ na reuoluuón científica
169
cido sus trabajos como el modelo aimitar. En mi opinión, aunque se
aún no existen facultades de ciencias y humanidades, ni se distin-
hayan abierto nuevas perspectivas no cabe aún hablar en pasado y
guen «dos culturas»> como ha podido hacerse en nuestro tiempo.
todavía constituye un admirable modelo que puede seguir produ- Más
aún, los que consideramos los nuevos científicos no oponen .r., n.r.rru
ciendo frutos. Pero el desarrollo de sus virtudes pone de manifiesto
ciencia a la vieja filosofía, sino una noeva
también sus limitaciones y problemas y, a modo de balance, debemos filosofía a oira vieja. su al-
ternativa, además de las que comportan sus teorías concretas, a veces
referirnos a algunos de ellos que me parecen especialmente impor-
es- pfanteada explícitamente como una alternativa de
tantes. El primero de ellos hace referencia al sentido de la expresión caráctei global.
El saggiatore de Galileo consrituía un elemento más en er inteito de
«ciencia moderna,r.
los nouatori de desarrollar, un programa filosófico cultural _y de po
La nc plantea parula historiografía de la ciencia distintos tipos de
Iítica cultural- global, akernativo al aristotélico-jesuítico do-inu.
problemas que pueden indicarse poniendo el acento en una u otra
te2. Por otra parte, es bien conocido que a Descartes ni siquiera se le
parte de la expresión. Podría decirse que, hasta este momento, y aun-
ocurrió pretender ser el más grande científico a costa de dejar de ser
que resulta muy difícil hacer una distinción esticta en este sentido,
filósofo. Por el contrario, lo que quería era ser un nuevo Aristóteles.
hemos hecho hincapié en los problemas que planteaba la afirmación
Podríamos extendernos en otos ejemplos significativos, como el trtu-
de una Reuolución Científica. Pero también se plantean importantes
lo de la opus maior de Newton, donde r" ro, habla no de «ciencia»,
problemas a los que podríamos aludir acentuando ia otra parte de la
sino de <<filosofía natural». Pero, de hecho, hoy nadie pone en duda
expresión: ¿por qué decimos que es una Revolución CientíJica?
esta circunstancia. Ahora bien, el que nuesra idea de ciencia sea más
Evidentemente, podría objetarse más que contestarse, porque
estrecha y/o más precisa que la de1 siglo xvr o xvrr no convierte en im-
con esa expresión se alude al nacimiento y desarrollo de la ciencia
posible el hacer historia de la ciencia, sino que simplemente, aunque
moderna. Es cierto que así se inffoduce un replanteamiento crucial no
es poco, nos obliga a haceila de determinada manera. precisaÁente,
del problema. Conta io que pudiera parecer, en nuesro plantea-
esta diferencia es, 1o hemos visto, la principal razóo de que algunos
miento, como historiadores, no tendremos que elaborar un criterio
historiadores de la ciencia insistan r.ru y ot., vez en qrr.-p".u"hirto-
de demarcación entre la ciencia y la no ciencia r, sino tratar de delimi-
riar la nc debemos hacer historia d.e la ciencia. Ero p,r.d. significar,
tar qué se entiende en la historiograÍía por «ciencia moderna». Cuan-
como máximo, hacer historia de 1o que nos interesa a nosotos
do 1o planteamos en estos términos, al punto nos damos cuenta dc
toria de la ciencia- pero sin olvidar cómo lo hacían y entendían-his-
ellos
que eso nos lleva exactamente a lo contrario de lo que pretendían l<ls
sea sin olvidar la historia. Y, como es obvio, eso nos sitúa en el
filósofos de ia ciencia neopositivistas o popperianos con su criterio -o
lado opuesto del problema filosófico del criterio de demarcación.
de demarcación.
Por el contrario, como hemos dicho, y podemos ver reiterada- _ F.n las polémicas que hemos revisado den*o de la histori ografía
de la ciencia pueden encontrarse, dependiendo del cont"rto,"muy
mente afirmado en distintos historiadores, entre los siglos xv y xvll
distintas acepciones de <<ciencia modeina,r. pero creo qr., ..t." lo,
cíencia y filosofta podríamos incluir también \a teología natural, y la
-y
metodología- no están claramente diferenciadas. El lento proceso dc
múltiples referentes de la expresión, pueden distinguirse dos básicos
que ya han aparecido una y ottavez en nuestra exposición a lo largo
diferenciación empezará precisamente, en el siglo xvII. Pero entonccs
de los capítulos anteriores. En efecto, hemos visto que los contin.r"is-
ras, viejos o nuevos, aceptaban sin demasiado análiiis crítico la ima-
I Como es bien sabido, durante muchos años, éste se consideró un probleml gen según la cual la ciencia moderna se caracterizaba por t¡ método.
crucial de la filosofía de la ciencia, especialmente entre los iniciadores del prograrnt
Así pues, en esta acepción, <<ciencia moderna>> no designaría tanto un
formalista de filosofía de la ciencia. Ahora, algunos de sus herederos estructuralist¡u
minimizan el interés del problema, cuando no lo rechazan sin más. Si partimos dcl conjunto de conocimientos como el modo o método d1 conseguirlos.
supuesto de que hay uvas, yo entiendo que uno tenga repetidos cólicos por comerlttt
verdes y que eso le haga aborrecerlas. Pero, dado que esto no es unarazón suficientc,
2
lo que hay que justificar es 1a idea de que las uvas no madurarán o por qué ahora ¡c ,leo u Puede verse al respecro, P. Redondi 1990. Eso no excluye, claro está, que Gali_
afirma que no hay uvas. otros nuevos científicos introdujeran numerosás teorías concretas. pero veíar,
(stas teorías como formando parte de una alternativa
teórica y cultural global.
U, '

170 Antonio Beltrán U na reuo lución científica 17t

Los rupturistas, también Io hemos visto, acusaban a esta concepción enla década de los sesenta, se cenrraba enl^ dinámica del desamollo
de simplista. A 1o sumo, el método podía considerarse uno de los ele- científico y, especialmente, en las discontinuidades y rupturas que
mentos de la ciencia moderna pero, como offos elementos, formaba éste presentaba. Se abrió así una perspectiva que ponía en cuestión
parte de un marco teórico más amplio que le daba sentido. En esta algunos de los puntos centrales de la concepción del propio Koyré.
segunda acepción, 1a expresión «ciencia moderna,, hace referencia no De este modo, el interés de la historiogtafíade la ciencia se desplazó
ranto a un conjunto de conocimientos, ni a un método para conse- hacia offos aspectos del problema, que son los que aún se discuten
guirlos, sino a algo más global que incluyc a ambos, algo que qoizás hoy.
podríamos llamar una nueva filosofía natural, que es 1o que da senti- A la hora de hacer historia de la nc es posible, incluso necesario,
do a los elementos, por la función que juegan en la esÚucturar.Si como se ha dicho, salirse de las ciencias concretas y hacer historia de
queremos concretar más, podemos decir que ia ciencia moderna, en- la ciencia. Hacemos justicia asi es el argumento fundamental, a las
tendida como una nueva filosofía natural, es el mecanicismo. concepciones de los hombres de los siglos xvr y xvrr, o del pasado en
Como vemos, tanto los continuistas como los rupturistas, a pesar general, y no nos dejamos caer en Ia tentación anacrónica de proyec-
de las diferencias radicales que los separan, tienen en común el he- tar nuestras propias concepciones. Ahora bien, es evidente que re-
cho de que unos y otros entienden por «ciencia moderna,> algo dis- sulta no sólo legítimo, sino absolutamente necesario, desde la his-
tinto de una u otra disciplina concreta, algo distinto de una deter- toriografía de la ciencia, esrudiar por ejemplo, el desarrollo y
minada ciencia o grupo de ciencias, diríamos nosotros. Y por tansformaciones en la astronomía de los siglos xvr y xvrr) o en la físi-
consiguiente, historiar la nc, el nacimiento y desarrolio de la ciencia ca, o en la biología o ciencias de la vida; es decir, escribir historias de
moderna no consiste únicamente en hacer historia de la astronomía, las distintas ciencias. Aun en el caso de la perspectiva más interdisci-
de la física, de la biología, etc., sino en algo distinto de eso o, por lo plinar y global, la historia de la ciencia exige el estudio detallado de
menos, en algo más que eso. En esta perspectiva es abolutamente ne- las distintas teorías y disciplinas particulares. De hecho, un autor
cesario, en efecto, tatar de delimitar claramente, o bien el método como Koyré ha podido afirmar Ia transformación global, el cambio
científico, o bien los marcos que se suceden en el nacimiento y trans- de mentalidad en que consiste la Rc precisamente a partir de su deta-
formación de la ciencia moderna, y a ello hemos aludido en capítulos l1¿do estudio de la astronomía y de la física. Y, efectivamente, por
anteriores, tratando de indicar un posible camino de mejorar esa de- muy atentos que estemos a evitar la descontextualización y sea cual
limitación. Dicho muy sintéticamente: si hablamos de nc y por tanto sea la causa última de estos cambios, apenas iniciamos nuestro estu-
hacemos historia de la crencia, debemos insistir en dos elementos: dio de la nc, se hace claro que la asrronomía desde Copérnico, y la fí-
por una parte, debemos reconocer la legitimidad y validez cognitiva sica desde Galileo, hasta Newton, jugaron un papel fundamental, fue-
del hermetismo durante el Renacimiento y buena parte del siglo xrrtt; ron ciencias protagonistas en las grandes Úansformaciones culturales,
por otra, debemos afirmar la radical distancia que separa al hermetis- en el cambio de marco mental. Después de todo, el mecanicismo es
mo y a la nueva ciencia como sistemas teóricos. algo así como la exaltación de la mecánica. Y tanto la cinemática
Como hemos visto, ya Koyré destacó el hecho de que ei des- como Ia dinámica modernas, que son partes de la mecánica, se desa-
acuerdo enÍe continuistas y rupturistas no era tanto un desacuerdo rrollaron a partir del heliocentismo y el movimiento de Ia Tte.ra
sobre hechos, sino sobre la concepción de la ciencia de 1a que se par- afirmados por Copérnico. Si, efectivamente, la Tierra se movía, ningu-
tía, es decir, era un desacuerdo sobre filosofía de la ciencia. Pero fue i no de los movimientos de cualesquiera cuerpos en relación al giobo
especialmente Kuhn quien, yendo mucho más allá de esa toma de terráqueo tenía sentido. O, dicho de otro modo, la teoría copernica-
conciencia, desarrolló las consecuencias en el ámbito que le co- na, con el movimento terresffe, sólo podía aceptarse si se conseguía
rrespondía. En efecto, la filosofía de la ciencia que se desarrolló elaborar una nueva explicación de los movimientos de los cuerpos,
tanto teffesÍes como celestes, y de sus causas4. No hay duda de quc
J lr.n tLlinitiv¿ lo que hoy llamaríamos un paradigma en el sentido más lato tlcl
l( r'r)riil(), rrl (luc hcrn()s aluc]iclo cn el capítulo anterior. a Si la Tierra ya no ocupaba el centro del universo, que era cl lu.q,t tt,t/trul l,.l
U
¡
t72 Antonio Beltrán U na reuolación científica t7)

en estas ciencias, las ffansformaciones fueron profundísimas, radtca- Iarga tradicién y que desde la antigüedad eran cultivadas por especia-
les. Pero, hubo ciencias y campos de estudio, como la ciencias de la listas: la astonomía, la estática, la óptica, armonía y matemática. Esta
vida o, en general, la mayoría de los ámbitos de la Historia Natural última, dominada por Ia geomeúia, er^ la que caructerizaba y daba
que no tuvieron tal papel protagonista. Incluso podría decirse que al- unidad a todo el grupo, que era practicado, como un conjunto fuer-
gunos de estos campos más bien sufrieron la irrupción del mecanicis- tcmente unido, por los mismos individuos. A estas se uniría un cam-
mo y la nc. Ésta no es una simple observación reffospectiva, pues ya po más, la te<¡ría del movimiento local que, a raíz del análisis medie-
en el propio siglo xvu tuvo lugar una polémica fundamental sobre los val, en el siglo xvt se convirtió en un campo autónomo.
Iímites del mecanicismo y el modelo de explicación que representa- Pues bien, respecto a este conl'unto de las ciencias clásicas, Kuhn
ba. De hecho la recepción y techazo del mecanicismo cartesiano en el hace dos observaciones que, cuando se ponen en relación con su ca-
mundo británico y las transformaciones que éste sufriría hasta conso- racterización de ias ciencias experimentales, resultan fundamentales.
lidarse e¡ el mecanicismo newtoniaruo pueden verse, no sólo como una En primer lugar, destaca que, tanto en la Antigüedad como durante
reacción básicamente teológica, sino también como una protesta y re- ia nc, los practicantes de estas ciencias ciásicas realizaron, con pocas
acción ante las pretensiones de universalidad de1 mecanicismo carte- y notables excepciones, pocos experimcnros y observaciones minu-
siano. ¿Cómo podía ei «ciego azarr>,la «estúpida materia>>, producir ciosas. En segundo lugar, las transformaciones radicales que caracte-
algo tan complejo, tan maravilloso, como la vida y los fenómenos del rizaron la RC se dieron precisamenre en esras ciencias clásicas que,
mundo de lo orgánico en general? Es una pregunta que encontramos durante los siglos xvl y xvtl <<fueron reconstruidas desde sus cimien-
una y oÚa vez en textos importantes de la Inglatema de la segunda tos)>, pero los otros ámbitos de las ciencias naturales, las ciencias ba-
mitad del siglo xvu5. Pero aunque, en mi opinión, la perspectiva de conianas, no experimentaron transformaciones semejantes.
unas ciencias que protagonizarr la nc y otras que la sufren puede ser
válida, creo también que, como otros temas a los que nos hemos re- Por tanto, si uno piensa en la Revolución Científica como una revolución
ferido, debe someterse previamente a una importante distinción kuh- de ideas,lo que tiene que tratar de entender son los cambios en estos cám-
pos tradicionales, quasi-matemáticos. Aunque, durante los siglos xvr y xvn)
niana que ya es hora de comentar.
a 1as ciencias también les sucedieron otrás cosas de importancia vital (la
Efectivamente, el estudio de los problemas planteados hasta aquí,
Revolución Científica no fue meramente una revolución mental), resulta-
llevó a T. S. Kuhn a introducir una distinción y, con elia, ciertas tesis ron ser de clase distinta y hasta cierto punto independienteT. fCursiva en
e indicaciones que resultan fundamentales y permiten plantear mu- original.l.
chas cuestiones, hasta ahora simplemente confusas, en forma de pro-
blema soluble. Se trata de la distinción que, dentro de las ciencias de En cuanto a las <<ciencias baconianas», lo primero que cabe decir
la oaturaleza, hace Kuhn entre las ciencias clásicas o matemáticas y las es que no sólo no tenían urla larga tradición, sino que incluso a prin-
ciencias baconianas o experimenta/e¡ en su artículo «Mathematica/versus cipios del siglo xvu prácticamente no existían como tales ciencias.
Experimental Traditions in tbe Deoelopment of Physical ScienceȒ. Kuhn Simplemente empezaban a organizarse en los a veces muy burdos in-
llama ciencias .,clásicas, a aquellas que, en el siglo xvII, ya tenían una tentos de las historias naturales baconianas. El estudio de fenómenos
relacionados con el magnetismo, la elecricidad, la termometría, o los
elemento más pesado, ¿por qué los cuerpos pesados caía¡ hacia el centro de la Tie- que nosoffos ubicaríamos en la química, y de muchas otras cuestio-
rra? Y si el mecanismo de universo no funcionaba impulsado por el primer motor nes enraizadas en el mundo artesanal y técnico, se desarrollaron
aristotélico, ¿qué era lo que movía a la Tierra y a los demás planetas alrededor del enormemente a lo largo del siglo xvu y especialmente a partir del
SolT
t 1650, pero se orgaoizarían en distintas ciencias naturales sólo mucho
Puede verse al respecto E. Pacchi 1971.
ó Hoy traducido como «La tradición matemáticá y la tradición experimental en más tarde, en la segunda mitad del siglo xvrrr o en el xrx. La caracte-
el desarrollo de la física», en Kuhn 1981, pp. 56,90. Se trata, en mi opinión, del ar.
7 Kuhn 1981, p. 66. Puede verse el original en Kuhn 1977, p. 41. Da<Jo Lr rlt.sus
tículo más importante, escrito desde hace muchos años, sobre la historiografía dc
Irr I{( l. troso de la traducción castellana, también citaré siempre la version originrl.
f
r74 Antonio Behrán Una reuolución científica 175

rística fundamental de estos campos de estudio era su carencia total con la RC se toma conciencia y se propugna la necesidad de la experi-
de teorías mínimamente articuladas de modo que pudieran someter- mentación, Kuhn insiste en que, en la RC, esa <<filosofía empiristá no
se a contastación empírica8. En un principio, por tanto, las «ciencias era ninguna novedadr>; y tras recordar que aunque se diera un au-
baconianas>> no aportaron otra cosa que inventarios de efectos expe- mento importante de la experimentación, lo más decisivo aún son
rimentales desconocidos hasta entonces. Por tanto, si a lo sumo «las diferencias cualitativas entre las antiguas y las nuevas formas de
estaban empezando a constituirse, estas ciencias baconianas difícil- experimentación»> e, añade Kuhn:
mente podían sufrir profundas ransformaciones como las que expe-
rimentaron las ciencias clásicas. Pero, como es bien sabido, además Los protagonistas del nuevo movimiento experimentalista, a menudo llama-
iban arropadas por una auténtica campaña en favor de la importancia dos baconianos debido a su principal propagandista, no únicamente amplia-
del experimento, de ahí que ese coniunto de quehaceres se reuniera ron y elaboraron los elementos empíricos que ya estaban presentes en la ffa-
bajo el rótulo de «filosofía experimental»> o <<física experimental>>. Si dición de las ciencias naturales clásicas. En lugar de eso, crearon una clase
las ciencias clásicas eran matemáticaq las baconianas, como su nom- de ciencia empírica diferente que, en lugar de suplantar a su predecesora,
bre indica, etan experimentales, o eran con1'untos de experimentos que durante un tiempo coexistió con ella 10.
aspíraban a organizarse en ciencia. Pero sus practicantes, encabeza-
Cabe, efectivamente, diferenciar el papel del experimento en una
dos por Bacon, pensaban que más valía experimento sin teoría que
teoría sin experimento. Con la cantidad de errores que la historia de y otra tradición. En las ciencias clásicas el experimento podía ser de
la filosofía había acumulado, 1o primero que había que hacer era ha- distintas clases y tener distintas funciones, y no siempre .i fá.il d.t".-
cer acopio de hechos, lateoúa ya vendría después. De ahí que Bacon
minar en cuál de ellas debemos incluir un determinado experimento.
pudiera rebajar el nivel de exigencia en la preparación que se necesi- El <<experimento mental», en el siglo xvn, ya tenía r.ru ü.gu t.udi-
taba para contribuir al desarrollo del conocimiento. Para recolectar ción, como hemos mencionado. En cualquier caso, en las ciencias
fenómenos más o menos llamativos, nohacía falta un talento especial clásicas, el experimento podía tener la función de confirmar una pre-
y, además, su método conffibuiría a democratizar la inves tigación dicción teórica, o bien de responder a pregunras planteadas poi lu
científica. teoría. En las ciencias baconianas, por el conffario, los experimentos
Pues bien, esta distinción intoducida por Kuhn permite ahora
no tienen la función de fortalecer teoría alguna, ni ejemplifican nin-
guna ley,
afrontar el tema de la importancia del <<método experimental» y de
un <<nuevo modo de pensar)>, del siglo xvII, de un modo más adecua-
sino que al modo expuesto por Bacon para las historias naturales, constitu-
do y menos maximalista. Se puede hablar, como Koyré por ejemplo,
yen genuinos experimentos de exploración de una ¡atttaleza cuyo compor_
de la nc como uná transformación conceptual porque, efectivamente,
tamiento resulta impredictible; son experimentos heurísticos, genuinas pre-
ésta se dió: en las ciencias clásicas. Pero también hay que reconside- guntas a la natttaleza cuyas respuestas se arrancun , ,aa", con violen-
rar el papel del <<método experimental>> en términos más ajustados. cia, obligándola a ponerse en tesituras en las que ella normalmente no se
Ya no parece adecuado hablar del método experimental o del recur- sitúa 1 1.

so a la experiencia sin más, frente a la pura especulación, perpetuan-


do un planteamiento que, efectivamente, se dio en el siglo xvrr. Fren- Durante la RC, y en gran medida hasta el siglo xrx, las ciencias
te a los que, continuando una retórica del siglo xvrr, pretenden que clásicas y las baconianas constituían dos tadiciones independientes e
incluso opuestas 12. Así pues, dice Kuhn, cabe aceptar que
8 Como comenta Carlos Solís: <<En el caso de las áreas baconianas. la
ausencia de
teorías precisas hace que la investigación se vea presidida por marcos conceptuales fi- e Kuhn 1981, pp. 66-67;Kuhn 7977, p. 42.
losóficos muy vagos y generales (el cartesianismo, el atomismo, el mecanicismo, el L0 lb¡d.
hermetismo), incapaces de establecer un nexo firme con los fenómenos para predecir rl Carlos Solís en su «Introducción,> a Boyle 1985,p.22.
o prohibir taiantemente situaciones de hecho bien especificadas». véase la «Introduc. 12 como es bien sabido Bacon se oponía no sólo a las matemáticas sino a ra pr..
ción>> a la antología de textos de Robert Boyle 1985, p.22. pia estructura deductiva de las ciencias clásicas. Por otra parte, Kuhn señala la clxis
?
176 Antonio Behrán
Una reuolución científica ü7

Con todas las reservas debidas, algunas importantes, resulta que Alexandre los filósofos experimenralistas de Inglarerra, no ignora la labor que se
Koyré y Herbert Butterfield estaban en lo cierto. La transformación de las está llevando a cabo en la confección de la historia narural baconia-
ciencias clásicas durante la Revolución Científica es atribuible, con más na, simplemente no considera que eso sea ciencia. De hecho, Koyré
exactitud, a nuevas maneras de contemplar fenómenos ya estudiados, que a nos lo dice así en multimples ocasiones. Afirma, por ejemplo, quá si
11.
una sucesión de descubrimientos experimentales imprevistos Newton triunfó en la óptica y Boyle o Huygens fracasaron Írr. uio.o
consecuencia de la insuficiencia de su filosofía de \a ciencia
En mi opinión, cabe introducir un matiz. Para Koyré la Rc es pre- mada de Bacon»>r7. Pero Koyré es aún más contundente y claro: -to-
cisamente la ffansformación de 1as ciencias clásicas. Y las reservas
más importantes a que alude Kuhn, serían debidas precisamente a Sin embargo, sea cual sea la importancia de los nuevos <,hechos, descubier-
que no distingue una cosa de otra o, dicho de otro modo, a que Koy- tos y reunidos por los uenatores,la acumulación de un cierto número de ohe-
ré simplemente no acepta Ia existencia de las ciencias baconianas. Y chosrr, es decir, una pura colección de datos de observación o de experien_
así Io prueba, creo, la valoración que hace Koyré de la aportación de cia, no constituye una ciencia: los <,hechos, deben ser ordenados,
Bacon a la nc o más bien de su falta de aportaciones. Kuhn sostie- interpretados, explicados. Dicho de otro modo, hasta que no se somete a un
ne que la infuavalorución que Koyré hace de Bacon es el <<resultado tratamiento teórico, un conocimiento de los hechos no se convierte en cien-
cia [...] La experimentación es un proceso teleológico cuyo fin está determi-
de considerar las ciencias como una>>. Puede que éste sea un modo de
nado por la teoría. El «actívismo, de la ciencia moderna tan bien advertidcr
decirlo, pero puede resultar equívoco 14. Yo creo que resulta más
actiua, operatiua- y tan mal interpretado por Bacon, sólo es la con-
exacto decir que Koyré deliende unafilosofía de la cíencia que no in- -scientia
üapartida de su desarrollo teórico 18.
cluye las actividades desarrolladas en el siglo xvII, en el programa ba-
coniano, denffo de la ciencia, que no las considera como ciencias. La No se ffata, pues, de que Koyré trate las ciencias como una sola,
identificación que hace Koyré ente RC y transformación de las cien- sino de que su filosofía de la ciencia es un tanto estrecha para abar-
cias clásicas se basa en su firme creencia, defendida en numerosas car 1o que Kuhn ilama «ciencias baconianas». para ser juitos, cabe
ocasiones: «Creo que la ciencia, la de nuestra época como la de los cuestionar la exactitud de la expresión ciencias baconianas aplicada al
griegos, es esencialmente tbeoria>> lt. Cuando Koyré habla de Bacon siglo xvIr. Desde luego, entonces, y el propio Kuhn 1o ,.ñulu, .ro
como del <,heraldo, el buccinator [tompetero] de la ciencia moderna, estaban constituidas como conocimiento organizado, como las cien-
no uno de sus creadoresr>16, no ignora el papel que éste tiene entre cias que pasarían a constituir después. Pero si continuamos la refle-
xión por este camino
tencia de grandes escepciones como Galileo y Newton que, con todo, a pesar de par.
-el precepto
zación, tan caro a Koyré-
historiográfico de la contextuari-
nos vemos obligados a reconocer como
ticipar en las dos tradiciones, no constituyen contraejemplos de su separación. Veasc más importantes las limitaciones de las tesis de Koyré.
Kuhn 1981, pp. 7,1 ss.; Kuhn 1977, pp.48 ss. Si Kuhn tiene razó¡ frente a Koyré, como creo que la tiene, es no
rr Kuhn 19ü,p.71 Kuhn 1977, p.46.
ra No se trata, en mi opinión, de que Koyré no distinga las distintas ciencias y ac" sólo por la mayor amplitud de su perspectiva filosófica, sino también
tividades que se dieron históricamente en el siglo xtaI. Es cierto, por una parte, quc porque la afirmación de Koyré, por más elaborada que esté filosófica-
Koyré valora como especialmente importante el ..nuevo modo de pensar» que se in. mente, es incorrecta históricamente. Es evidente que, aproximada_
troduce en el siglo xvtt, llamémoslo rnecanicismo, que no es atribuible a una u otra dc mente desde mediados del siglo xvrr, y no sólo en la Ingláterra de la
las ciencias individuales clásicas. Así pues, Koyré considera las ciencias clásicas com,r Royal Socíety, aunque más en las islas británicas que en el Continente,
una en el sentido de que son las responsables de la introducción de una nueva ima-
gen de la naturaleza, del hombre y de Dios, de una nueva concepción del ser y dcl
las «ciencias baconianas» de Kuhn eran considéradas como Ia t*ea
conocimiento. Si es que en estas cuestiones pueden trazarse fronteras, quizás cabrin
decir que el planteado es un tema historiográfico. Por otra parte, la afirmación rlc 17 Koyré 1917,p.6. Resulta
Kuhn puede entenderse en e[ sentido que a continuación desarrollamos en el texto, muy interesante comparar estas afirmaciones de Koy-
ré con los comentarios que hace Kuhn al respecto en Kuhn 19ü,p.75;Kuhn 197i,
que constituiría un tema más netamente filosófico.
lt Koyré l9l7,p.)85. 1,.50.
lE Koyré 1977,p.275.
16 Koyré 1977,p.151.
t78 Antonio lldtr'ln I I na reuolución científica 179

fundamental de la comunidad científica 1e. Sea cual sea la limitaci<tn rr ton2r se estableció una relación estecha entre el ethos protestante y
esterilidad que nosoffos podamos criticar en esta labor, aunque cl nacimiento de la ciencia moderna, especialmente en Inglaterra. Es-
podamos discutir que su tabajo fuera en reaiidad tan fielmente bg, tudios posteriores han comegido las tesis de Merton. Después de
coniano como sus declaraciones dan a entender, el hecho es quc h todo, es obvio que también los países y científicos católicos
cientificidad, el status gnoseológico de esta labor experimental nrr -ltalia,
Iirancia, Galileo, Descartes- en los que obviamente no operaban los
eran puestos en duda ni por un momento. Más aún, eran precisamcn. elementos del puritanismo destacados por Merton, también se hicie-
te esas actividades las que, a finales del siglo xvtr y buena parte rlel ron aportaciones fundamentales a la nueva ciencia22. Pero el caso de
xvIII, constituían el modelo de conocimiento, de ciencia. Con lo quc, las ciencias baconianas que, además, tuvieron un especial éxito en In-
por una parte, hay que decir que, bistoriognificarnente, la tesis rle glaterra, parece que es un ámbito en el que se puede hacer justicia a
Kuhn es intachable. Por ora, hay que reconocer que, despuér la tesis mertoniana. Pero éste es un tema que, por más brevemente
de todo, también la filosofía de la ciencia de Koyré era una filosofía cle que sea, merece un comentario aparte.
la física matemática.
En cualquier caso, es evidente que la distinción kuhniana de lnr
ciencias de la nc permite pensar la ol:ra de Bacon de modo más equi.
librado. Su papel en 1as transformaciones conceptuales de la nc fuc II. INTERNALISMO Y EXTERNALISMO: DENTRO Y FUERA ¿DE DONDE?
más bien nulo, pero su importancia en Ia constitución de toda un¡r
serie nueva de disciplinas que, andando el tiempo completaría el En 1918, un año antes de la publicación de los Estudios galileanos de
marco de nuestrd física, fue fundamental. Esa perspectiva kuhnianrr A. Koyré, se publicaba orra obra que también constiruye un punto
permite, además, apreciar en su justo valor la imagen de Bacon como de referencia de una determinada directriz dentro de la historio grafía de
una figura de transición enffe el mago renacentista y el nuevo cientí. la ciencia. Se trata de la obra de Robert K. Merton, Ciencia, tecnología
fico, si entendemos a éste último como <rfilósofo experimental», ejem. y sociedad en la Inglatera del siglo xvnz3. Hoy es un estudio clásico,
plificado por Boyle. De hecho, como decíamos, la distinción kuhnia. que a veces es citado como el punto de referencia inicial más impor-
na puede replantear en términos más adecuados muchas de la¡¡ tante de la moderna sociología de la ciencia. El rabajo de Merton te-
polémicas formuladas por las tesis globales sobre la nc. El propio nía antecedentes, por 1o demás bien conocidos24, hasta el punto de
Kuhn apunta la posible operatividad de su distinción en polémicari que A. R. Hall ha podido ver el trabajo de Merton como ia culmina-
como Ia influencia del hermetismo en la ciencia o ciencias de la Rc20, ción de una tradición más que como el principo de una tradición
Por otra parte, parece claro que sus tesis se muestran sumamentc nueva. Pero 1o cierto es que esta obra de Merton fue la más impor-
adecuadas para reubicar las tesis de Merton y su campo de aplica. tante en su línea, y constituye el punto de referencia obligatorio al
ción. Como es sabido, con los estudios de M. §leber y R. K. Mer. comentar el externalismo. La tesis de su libro es en realidad doble v

1e Piénsese en los distintos proyectos el de Huygens para la futura Aco. 21 M. \X/eber 1969 y R. K. Merton 1984.
-comode academias científicas o en las
démie des Sciences de París- para la fundación 22 Puede verse la crítica de A. R. Hall. <<Merton Revisited or Science
dc. and Society
claraciones programáticas de éstas las de la Royal Society como las de la Acl. in the Seventeenth Century», en LIistory of Science, 19$, pp. 1-16. Hoy recogido en
-tanto
démie des Sciences de París. Aunque haya diferencias entre las prácticas de amba¡ C. A. Russell (comp.) 1973, pp.55-7), donde también se recogen otros artículos de in-
instituciones, en sus declaraciones siempre destacan con ahinco de picador que la la. terés para el tema.
bor a rcalizar por la comunidad científica consisre en la exploración de la naturalezo 2r El texto fue reeditado por Merton en 1970. La traducción castellana, Merton
I
para acumular hechos. Sólo cuando se hayan reunido los suficientes, se podrá empc. 1984, está hecha sobre esta reedición.
zar a pensar en elaborar teorías. 2a El modelo de relación entre infraestrucrura y superestructura postulado
por el
20 Cabría ver hasta qué punto el interrogante de Kuhn respecto marxismo constituye un antecedente teórico claro. Un ffabajo clásico en este sentido
a la relación entrc
la tradición baconiana y la de las ciencias clásicas puede inter-relacionarse con la prc. es el del historiador ruso Boris Hessen <<On the Social and economic roots of Neur
gunta de Rattansi u otros por la relación de los conceptos de la alquimia con la mc. ron's Principia>> (i931). Véase Hessen 1971. Algo anterior pero más próximo teórica-
cánica, a la que aludíamos en el capítulo anterior. mente es el rabajo citado de Max 1ü7eber.

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180 Antonio Bel¡rán
Una reuolución científica 181

responde a dos hechos que él destaca. Por una parte, Úata de expli- determinar con la clarid ad, quizás debería decirse con el tipo de cla-
car por qué se dió un crecimiento científico tan importante a media- ridad que exige Hall, el tipo de relación que pueda existir entre dis-
dos del siglo xvtt, en Inglaterra. La respuesta par^ Merton radica en tintos aspectos de la ciencia y otro tipo de elementos, especialmente
el impulso que el espíritu,el etbos puritano dio a la investigación cien- si éstos resultan tan heterogéneos como los factores sociales o econó-
tifica. El entramado de distintas doctrinas teológicas y las ideas sobre micos. Pero qoizás aquí sea aplicable y extensible el comentario de
el fin supremo de la existencia, <<1a glorificación de Dios», llevan al Kuhn respecto ala precisión de algunos términos usados en la discu-
puritanismo a valorar positivamente y estimular el utilitarismo social,
sión:
la búsqueda del éxito mediante el trabajo constante y metódico. Pero
además, para el puritanismo, el estudio de los fenómenos naturales se
El rótulo que aplica Merton refiere a1 término puritano- quizás sea im-
convierte en un medio especialmente adecuado para mostrar la gloria propio, pero no hay duda de -se
que el fenómeno que describe sí existió2e.
de Dios, estimulando e impulsando así el desarrollo científico. Por
otra parte, Merton intenta responder a la pregunta de por qué en En realidad, las tesis de Merton, en su momento, tuvieron muy
este crecimiento de la ciencia se hace un especial hincapié en las poco éxito y fueron rápidamente dejadas de lado. Ya hemos visto
ciencias físico-naturales. La respuesta, para Merton, estaría en las de- que, por las mismas fechas de la publicación del libro de Merton, se
mandas sociales que planteaban a los científicos los distintos campos estaba empezando a desarrollar con fuerza un nuevo modelo historio-
técnicos y artesanales, como la ingeniería, navegación, minería, meta- gráfico que, prácticamente, dominaría el campo hasta los inicios de
lurgia, etc.2,, que sólo podían ser satisfechas por las ciencias físico- su constitución como disciplina profesional. En 196), haciendo ba-
naturales. De hecho, Merton fue cauteloso, o por lo menos ambiguo lance del estado del campo, A.R. Hall, tras hacer notar la ausencia
en la formulación de sus tesis. Afirmaba la existencia de una esffecha casi total de artículos de línea externalista, afirmaba:
relación ente el puritanismo y el nacimiento de la ciencia moderna
en Inglaterra, entre las demandas tecnológicas y el mayor desamollo Indudablemente, las explicaciones exrernalistas de la historia de 1a ciencia
de las ciencias físico-naturales, pero no quedaba claro de qué tipo de han perdido su interés tanto como su capacidad interpretativa. IJna razón
relación se rataba exactamente26. Asíse 1o censuraba A. R. Hall, que de ello pude ser que tales explicaciones nos dicen muy poco de la ciencia
10.
no creía que las tesis mertonianas fueran en absoiuto defendibles. misma

¿Cuando y en qué circunstancias se ve uno obligado a inferir que una deter"


Pero en años más recientes, ha habido toda una serie de historia-
minada parte de un mabajo científico fue hecho por alguna razón extracien. dores cuyos trabajos matizan, corrigen y desarrollan las tesis merto-
tífica?27. nianas. Los brillantes estudios de autores como Christopher Hill o
Charles B. \ü/ebster, M. C. Hunter, a los que podrían añadirse, enÚe
Y Hall, desde luego, no cree que la religión, la tecnología o la otros, ios de M. C. Jacob, han seguido esta línea estudiando la rela-
economía constituyeran elementos relevantes para la ciencia moder. ción de distintos aspectos de la cultura, sociedad y política inglesa
na en el silgo xvtt, en el sentido afirmado por Merton u oros autorc§ del siglo xvrr y la nueva cienciarl.
más radicales como Zi1se128. Hay que reconocer que no resulta fácil
Noland (comps.) 1971, pp. 228-289; asícomo su artículo «The Social Roots of Scien-
ce>>, en Tbe American Joarnal of Sociolog (1941-42), núm. 47, pp.544-562. Tesis más
2t Para una y otra tesis puede verse respectivamente los capítulos wvu y del vtt
ponderadas en este sentido, pueden verse en Paolo Rossi 1970, o Bertrand Gillc
en adelante de Merton 1984. También lMerton 1977.
26 Aunque, 1o cierto es que muchos textos inducían a reflexionar que estaba pcn- 1972.
2e Kuhn «La historia de la cienciar, 1968, hoy en Kuhn 1983, p. 140; Kuhn 1977,
sando en una relación de tipo claramente causal.
,7 A. R. Hall 196), pp. 63-64. pp. 115-116. El comentario de Kuhn alude al hecho de que muchas de las críticas <li- 1,fl

28 Pueden verse los tres artículos de Edgar Zilsel publicados en 1940-41 en el rigidas a Merton comenraban la ambigüedad del término <(purirano».
,u A. R. Hall 1963. p. 7t.
lournal of History of ldeas y reeditados posteriormente en Philip P. rüTiener y Aaron rr Ch. Hill 1980; Ch. \X/ebster 1975; M.C. Jacob 1c)7Q M. lIunter l9t]t. l,ls rlr.
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t82 Antonio Beltnín U na reuolución científica 181

Pero el tema del externalismo, de la historiografía de la ciencia enffe offos, y no por la ciencia en cuanto conocimiento. Si consulta-
externalista no se acaba aqui o quizás sería mejor decir que comienza mos de nuevo el Diccionario de Historia de la Ciencia mencionado, nos
aqui pero no se sabe muy bien dónde se acaba. Es decir, la frontera dice que el <<internalismo» es la
que separa la historia interna de la historia externa no está muy clara-
mente definida y es evidente que distintos historiadores utilizan dis- Teoría según la cual la ciencia es fundamentalmente una empresa intelectual
tintos criterios fronterizos. Hemos visto que en la pregunta que plan- y absffacta, aislada de circunstancias sociales, políticas y económicas. Los
teaba A. R. Hall se aludía no ya a las visiones sociologistas en historiadores internalistas se centran en el estudio de 1os aspectos obviamen-
particular sino que se trazab^ una delimitación más global. La pre- te intelectuales de la formulación y resolución de problemas relativos a la
gunta que, sin duda, Hall consideraba un desafío insuperable habla- comprensión y a1 control del mundo nafural)3.
ba de <<razones externas» sin más. Unas líneas más abajo consÚasta la
esterilidad de las directrices historiográficas mertonianas con la ferti-
Lo primero que debe destacarse respecto de estas definiciones,
que en el mencionado Diccionario están desarrolladas en excelentes
lidad manifiesta del modeio del <<bistoriador intebctual»> cuyo ejemplo
artículos, es el hecho de que tanto <<externalismo>> como «internalis-
paradigmático es Koyré. De esta manera, Hall identifica «historia inte-
mo>> son) ante todo, etiquetas creadas por los historiadores para ca-
lectual» con <<bistor¡a interna>>, cosa por 1o demás frecuente. Más aún,
racterizar y valorar el enfoque historiográfico propio o ajeno. Está
Hall está usando una caracterizacíóo muy común del término <(exter-
claro que, en numerosas ocasiones, estos términos constituyen el cali-
nalismo» que 1o definiría del siguiente modo:
ficativo educado usado pára delimitar aquello que, desde la propia
perspectiva, en realidad se considera o bien totalmente marginal,
Teoría según la cual 1as circunstancias sociales, políticas y económicas afec-
ta¡ a1.a búsqueda del conocimiento de la nattraleza)2. cuando no independiente, respecto ala historia de la ciencia (exter-
nalismo), o bien una concepción estecha y falseadora de la historia
Creo que cabe aclarar que el externalismo así definido no exclu- de la ciencia (internalismo). En segundo lugar, ranto un enfoque his-
ye de ningún modo que la investigación científica se vea afectada por tórico de la cuestión como un recorrido por la historrografía de \a
otros factores, además de los mencionados. En concreto no excluye ciencia actual muestra, en mi opinión, la relatividad de los criterios
ei papel posible de los disdntos ámbitos culturales, filosofía, reli- por los que pasa la delimitación de lo interno y de 1o externo, a pesar
gión, etc., en la ciencia; al contrario, usualmente estos elementos suelen de cierto grado de aceptación conseguido por las definiciones men-
ocupar un papel cental en la historia externalista, y el caso de las te- cionadas la.
sis de Merton son un buen ejemplo. Pero el externalismo se intere- Tras lo dicho a 1o largo de los capítulos anreriores, quizás la defi-
sa especialmente por la ciencia en cuanto un fenómeno sociocultural nición del término <<internalismo» puede parecer excesivamente am-
bigua o equívoca. Creo que, efectivamente, lo es en el sentido de que
agrupa bajo el rótulo de internalistas a historiadores cuyas diferen-
notar que, prácticamente todos ellos se han centrado en las ciencias baconianas en ln-
cias, incluso en la delimitación de lo exrerno e interno, resulta difícil
glaterra y, en cierto modo, pueden considerarse el desarrollo de la reformulación dc
las tesis de Merton atendiendo a la distinción kuhniana e¡tre ciencias baconianas y ignorar por más que tengan en común que no son <<externalistas>> en
ciencias clásica¡. el sentido definido más altiba.
Cabe decir que, al margen de la evidencia que puedan aportar a las tesis hasta Si recordamos el breve recorrido histórico por la historiografía
aquí comentadas, hay otro tipo de relación que, en mi opinión, estos historiadores sí de Ia ciencia de nuestro primer capítulo, podemos observar que des-
han contribuido a dejar bien establecida. En efecto, creo que un libro como el dc
M. C. Jacob 1976 muestra la influencia de la ciencia, o de algunos aspectos de ésta,
de Tannery a Koyré y, en definitiva, la moderna historiografía, se
sobre la sociedad o la Iglesia o algunos sectores de éstas, tan claramente o más que
la relación inversa. )) Ibid., p. )22.
r2 §7. F. Bynum, E. J. Browne y R. Porter (comps.) 1986. Así se inicia la entrada r{ Para precisiones importantes respecto a los posibles sentidos de los términos
<<externalismo>> e¡ este Diccionario de historia de k ciencia, aunque la continuación ma- (historia) <<interna>> y <(externar> puede verse el breve comentario bibliogrrific. tlc
tiza ampliamente esta definición inicial. Kuhn 1979, p. 128.
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t84 Antonio Beltrán Una reuolación científica
185

oponía a un modo de hacer historia de la ciencia que sin duda po- III. UN INCISO: VERDAD DE LA BUENA
dría denominarse radicalmente internalista. Efectivamente, la antigua
historiografía la del siglo xvrrr como la de Mach o Duhem- Detengámonos un momento en este texto. euizás lo primero
-tanto
atendía poco menos que exclusivamente a las relaciones lógicas entre que cabría destacar es que lo que los científicos individuales preten-
los conceptos científicos que se estructuraban para configurar nues- dan, por el hecho de pretenderlo, no tiene nada que u...o.rio q,r"
tro actual cuerpo de conocimientos. Eso se hacía, claro está, a base consigan. El que «busquen» la verdad no es reiwante en absoluro
de proyectar en el pasado nuesffos propios conocimientos, lo cual, respecto a que lo que ellos encuentren sea la verdad o una verdad,, ni
obviamente, es históricamente incorrecto. Desde esta perspectiva, la garantiza en absoluto que encuenÚen una u otra. pero eso pefmite
insistencia de Koyré en la estechísima relación ente la ciencia, filo- formular una pregunta relevante para este tema:
¿qué diferencia ha-
sofía y religión en el siglo xvII, y la consecuente exigencia de tomar bría en*e el proceder de dos cieniíficos, o.,rpudoJ en un mismo pro_
en cuenta esta situación al historiar la RC, puede parecer la reivin- blema, uno de los cuales buscara la verdad y ot.o que buscara una
dicación de una postura más externalista, y cteo que efectivamente verdad? En la medida en que aceptemos que la expresión de Trues_
1o es. dell .,buscar una verdadr> tiene algún contenido, ...o q,r. la respues-
Pero aquella vieja concepción historiográfica aun tiene sus parti- ta es que no habría ninguna diferencia. pero precisa-..rt. por iá que
darios. Siguen existiendo reconocidos maestros defensores de un in- nos dice este autor a continuación, tenemos razones para suponer
ternalismo radical. Un buen ejemplo de ese internalismo sin conce- que tal expresión era un mero recurso retórico.
siones Io constituirían los rabajos de C. Truesdell.
_ Pero, además, resulta llamativo el modo en que Truesdell plantea
la cuestión. No establece un paralelismo enrre lo qr. es posibl) hoy y
En los escritos contemporáneos de Historia de la Ciencia ocurre 1o mismo lo que era posible en el siglo xvr o xvr. Ni siquierá ro e.iabrece entre
que en el comportamiento social: es de muy mal gusto llamar a las cosas por lo que hoy se considera posible (o imposible) y io q,r" entonces se consi-
su nombre. En particular, la tendencia al eufemismo llega al extremo de re- deraba posible_(o imposible). Establece el paialelismo entre ro que hoy
chazar de plano el que pueda haber algo erróneo en la Ciencialt. se considera y lo que entonces era. Lo que hace más complic uáo y
f^-
rragoso el asunto. Parece claro, en todo caso, que Truesdell establece
Según Truesdell, la pretensión de la moderna historiografía de no
una identificación, al menos respecto a los puntos mencionados, res-
proyectar nuestras categorías y conocimientos y ubicar y juzgar la pecto a lo que hoy se considera y laverdad. Es decir, lo que hoy no_
obra de los científicos en su época no es más que una fuente de sotos consider¿mos respecto a la imposibilidad del movimiento me-
error. Para este autor las cosas son mucho más sencillas y claras y cánico_ perpetuo y de la transmutación de los metales es, para
estos historiadores de la ciencia
Truesdell laverdad. Además debemos suponer que Truesdell da^por
supuesta, en primer lugar,Ia estabilidad de los hechos y su indepen_
olvidan el hecho importante de que los científicos buscan la verdad y no
dencia de nuesras consideraciones sobre ellosrT. En segundo lrgur du
una verdad. [Y en nota a pie de página continual ¿Por qué no llevar a su
por supuesto que, sentado esto, si una proposición sobre un hecho es
más alto grado la imparcialidad de estos nuevos historiadores? Incluso ellos
mismos admiten que la ciencia se ocupa de la teoría y la demosración de verdadera, 1o será con independencia de lo que nosoros creamos, de
los fenómenos naturales. Ahora bien, si esta ciencia está condicionada tem- dónde y de cuándo lo creamos. Más aún, y .ro ., importante para
poral, social e institucionalmente, ¿sucede lo mismo con 1os fenómenos que nuestro tema) no sólo podemos equivocarnos al afirmar que algá es
investiga? Si el movimiento mecánico perpetuo y la transmutación química verdadero, sino_que algo puede ser verdadero sin que ,orát.o.
¡"u-á,
de los elementos se consideran imposibles hoy en día, ¿acaso eran posible alcancemos a saberlo, e incluso aunque no podamos saberlo.
cn tiempos de Leonardo o Newton?16.

17 No entraré aquí en el hecho de que la física cuántica ha rcchazado estc sr-


" ( l.'l'r'r¡cs<lell 1975, p. 140. puesto. Pueden verse al respecto opiniones de importantes protag.nistas
irctrrirlt.s rlt.l
I

i campo en P. C. §7. Davies yJ. R. Brown, 1989.


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186 Antonio Behr¿ín


Una reaolación científica 187

cuestión suficientemente evidente para dar por supuesta la respuesta,


Aceptando que eso sea correcto, ¿qué relevancia tiene para la
como hace Truesdell. Como es bien sabido, no se quedaron en la re-
historia y paru la historiografía de la ciencia? ¿Qué relevancia tiene
paru \a investigación de los científicos que quiere conocer la natura-
tórica sino que argumentaron detalladamente su posición. Desafortu-
nadamente, no conocemos los argumentos de Aristarco en favor de
leza o determinados ámbitos de ésta y proponen y aceptan o recha-
sus tesis. Arquímedes, que nos informa de estas ideas de Aristarco,
z^n teoÍías, o p^ta el historiador que quiere dar cuenta de la historia
no nos ffansmite ninguna justificación dada por éstere. Pero es obvio
de la ciencia o, en general, para cualquiera interesado por la consecu-
que los argumentos de Aristarco no fueron nada convincentes, por-
ción del conocimiento científico? Ya hemos visto que Truesdell tiene
por verdaderas las proposiciones que niegan la posibilidad del movi-
que no tuvo seguidores. Más aún, lo que realmente constituye un
problema es en qué razones se apoyó Aristarco para proponer un sis-
miento mecánico perpetuo y la posibilidad de la transmutación quí-
tema heliocéntrico. Porque 1o que sí sabemos con seguridad es que
mica de los elementosr8. ¿Por qué? Realmente tenemos muy buenas
razones para afirmar lo que afirmamos en los casos que Truesdell ci-
no fueron nuestrds razones las que le indujeron a proponer el sistema
heliocénffico, que no tenía los mismos argumentos que nosotros para
ta y en muchos otros en los que nuestras afirmaciones difieren de las
defender ia afirmación del movimiento de la Tierra.
hechas por los científicos de siglos anteriores. Los hechos y la correc-
ción de los razonamientos apoyan esas teorías que hoy defienden los
Hoy podría decirse: Aristarco defendía 1o que nosoffos afirmamos
que es verdadero, y sus oponentes, del siglo que sea, por muchos que
científicos. Pero, aceptado esto, caben dos preguntas:
fueran, estaban en conra. Es decir, Aristarco decía la verdad y sus
oponentes afirmaban algo emóneo. Ahora bien, si aceptamos que nues-
A) ¿Creemos acaso que los científicos del pasado no tenían
tras afirmaciones son aceptables por las buenas razones que las susten-
también <,buenas razones>> para afumar 1o que afirmaban, que eran
tan, que decimos de algo que es verdadero porque tenemos funda-
unos insensatos que no afirmaban, tal como lo hacemos nosoÚos, lo
que los hechos y el razonamiento correcto les dictaban? mento racional y empírico para afirmarlo ro, y si además tomamos en
B) ¿Permiten <(nuestras buenas razones>> asegurar que 1o que cuenta los datos de observación y principios teóricos de que dispo-
nían aquellos científicos, deberemos convenir que la actitud de todos
afirman nuestros científicos hoy es la verdad?
los críticos de Aristarco fue la actitud racional, científica. Debemos ad-
Tomemos un ejemplo.
En el siglo IIt a.C., Aristarco de Samos había propuesto un siste- mitir que actuaron igual que 1o hacen nuestros científicos hoy y, preci-
samente por eso, rechazaron la afirmación de1 movimiento terrestre y
ma que afirmaba el movimiento de la Tierra, tal como más tarde ha-
ría Copérnico y aceptaría la ciencia moderna. No obstante, el hecho afirmaron el geostatismo. Se ha insistido numerosas veces en ello.
Toulmin y Goodfield, por ejemplo, señalan al respecto:
bien conocido es que prácticamente la totalidad de los astrónomos y
cosmólogos de entre los siglos rr a.C. y xrv d.C. que afrontaron la
Por consiguiente no debemos sorprendernos de que los griegos fueran es-
cuestión, rechazaroo la tesis de Aristarco. Examinaron detenidamen- cépticos con respecto a 1a sugestión de Aristarco; más bien debemos felici-
te la teoría y concluyeron, de acuerdo con Aristóteles y Ptolomeo, tarlos por su buen sentido. Al juzgarlos como científicos, es decir, como in-
que estaba meior sustentado el sistema geostático. Concluyeron que térpretes racionales de la naturaleza, lo importante no es saber a cuántas
el movimiento temeste era imposible, que afirmarlo era absurdo. conclusiones de 1as que nosotros aceptamos habían llegado, sino en qué me-
También ellos habrían podido preguntar retóricamente, con la misma
seguridad y ex{tctamente por el mismo tipo de razones o con el mismo tipo de re Arquímedes. El Arenario, en Francisco Vera (comps.) 1970, p.205.
a0 Naturalmente, según lo dicho más arriba, algo puede ser verdadero indepen-
criterios que Truesdell, si es que el movimiento terreste que ellos
dientemente de lo que afirmemos nosotros. Pero, si queremos decir de algo que es ver-
«consideraban» imposible, en tiempos de Aristarco era posible. Y, si- dadero, exigiremos <,buenas razones»> para hacerlo. No aceptaremos como verdadera la
guiendo con el recurso retórico, también habrían considerado la afirmación de alguien si no dispone de una buena justificación de su afirmación. Inclu
so así podemos equivocarnos, es cierto, pero eso no obsta para que exijamos una buc
rx Il('sl)c(to ¿ cst¿rs cuestiones, estas proposiciones son /¿ verdad, y las proposi- na justificación. Al contrario, lo que ese peligro puede provocar es que seilnros rrils
(lr¡( rrlir r¡¡iur l¡r c()ntrario son falsas ahora y lo eran en los siglos pasados.
( r()n( s
exigentes. Y se supone que precisamente los científicos son los más exigcntcs.
.{*:

188 Antonio Behtán U na reuolución científica 189

dida sus conclusiones se hallaban fundamentadas por los elemenros de juicio lato o explicación que esta o aquella opinión que fue aceptada eru
disponibles por entonces. En la medida en que sus juicios se hallaban influi- «verdadera>> no 1o mejora en absoluto, ni le añade nada relávante. Si,
dos por e1 peso de las pruebas, puede decirse que pensaron científicamenteal.
como Truesdell, lo afirma porque años o siglos después nosotos la
consideramos verdadera, está claro que eso no añade nada reievante ni
Está claro, pues, que si uno examina la cuestión con un poco de
pertinente al relato, simplemente indica que Truesdell se mueve dentro
átención, no puede acusar a aquellos (autores del pasado) que no es-
de un modelo historiográfico whig. si nuesto horror ante ra pasada
tán de acuerdo con nosotros de no ser tan cuidadosos como nosotros
guerra civil española no afecta en absoluto el que tuviera lugar y el que
en sus argumentaciones y en su respeto a los hechos.
murieran tantas personas, ¿por que nuestras actrales .onr]d"ír.ion..
Pasando a nuestro segundo interrogante, seguramente Truesdell es
sobre la verdad de esto o aquello tienen que afectar a lo que pensaran
uno de los pocos que hoy afronta estas cuestiones en estos términos
y aceptarar. los científicos hace años o siglos? Nuestro .o.roiirni.nto
de la verdad. Quizás sea oportuno recordar aquí que un entusiasta de-
del experimento del péndulo de Foucault no hace en absoluto mel'ores
fensor de la vetdad, que ha pensado algo más detenidamente la cues-
las razones argumentos de Copérnico, Kepler, Galileo o cualquier
tión, ha concluido que 1o que podemos afirmar con seguridad es que .y
otro autor dei siglo xvrr en favor del movimiento de la Tierra, ni le da
determinada proposición o teoría es falsa pero no que es aerdadera. Y
ninguna ventaja al historiador alahoru de explicar y justificar el com-
según nos cuenta el mismo Popper a quien, naturalmente, me estoy re-
portamiento racional y científico de aquellos eminentes científicos.
firiendo, eso se le ocurrió cuando la teoría científica que más «verifica-
Lo dicho aquí puede ayudar a entender el hecho de que Kuhn, en
ciones») o <,confirmaciones>> había recibido, la que se consideraba más
La estructura de las reuoluciones cientdicas, insista en el hecho de que, ni
sólida, es decir, la teoría dinámica newtoniana, fue sustituida por la de
en su análisis de casos históricos, ni en la exposición, sus tesis fiiosófi-
Einsteina2. La experiencia histórica y la lógica párecen inducir a la
cas e historiográficas sobre el desarrollo de la ciencia, no ha necesirado
prudencia y a la humild ad, y a dejar de lado la identificación ente 10
recu*ir al término verdad; y en que el proceso de desarrollo de la
que nosotros afirmamos hoy, con fundamento, y la verdad, aun en el
ciencia no necesita de la verdad como meta, porque es un proceso de
caso de que aceptemos que eso es 1o que buscan los científicos.
«evolución-a-partir-de-lo-que-conocemos)> y no rna oevolrción-hacia-
Pero la historia y la filosofía de la ciencia quizás pueden inducir-
1o-que-deseamos-conocer>> 41.
nos a dar un paso más. Ya no se trata únicamente de si es correcto o
Por lo demás, está claro que no se uata en absoluto de desinterés
no el identificar determinadas afirmaciones nuestas como verdade- por parte de Kuhn respecro de la concepción de la verdad, sino más
ras, sino de proponer si es útil o necesario plantear esta cuestión.
bien, si se me permite decirlo asi del desinterés de la concepción men-
¿Contibuye en algo a la calidad, claridad, precisión de nuesrro traba- cionada de la verdad por la historia de la ciencia, por la ciencia real.r¡.
jo historiográfico? Se puede contar la historia de la astonomía hasta
el siglo xvII, para utllizar el ejemplo al que hemos aludido, sin intro-
ducir el término «verdadr> y sin que, por ello, nuesro relato pierda
nada mínimamente relevante. De hecho, los historiadores que he {r Kuhn 1971, pp. 262-263, rexto citado en nuestro primer capítulo. De
hecho,
mencionado así io hacen y no sólo no desmerecen respecto de las bajo estas cuestiones historiográficas, late la dificultad fundamental áe la relación tec,-
<<historias» más tradicionales, sino que son considerados modélicos. ría-hechos, la <<teoría epistemológica», que Kuhn hace objeto central de su libro y so-
Si nuestro relato ha explicado el proceso por el que una determinada bre la que no vamos a insistir aquí. Nótese, en cualquier caso) que .l t"*tl d"
teoría se impuso, el hecho de que el historiador aiada al final de su re- f'ruesdell que hemos transcrito, éste da por sentada una distinción radical "n entre la
c_iencia como investigación cc¡lectiua, institucional
1 realizada en un deterruinado momeilto,
de los fenrimenos que inuestiga. Es decir, por un lado estarían los científicos con sus
al Toulmin, y J. Goodfield 19éJ, pp. l4l-112. Pueden verse también las obser-
S. creencias y las distintas influencias que los afectarían o condicionarían, y por otro, in-
vaciones y argumentaciones en el mismo sentido de Kuhn 1978, pp. 71 ss.; y Han- dependientes, los «hechos», incontaminados, inmunes al capricho .re modas y épocas.
son 1978, pp.29 ss. Eso es precisamente lo que no es obvio en absoluto.
{2 Popper 1977, pp.50-51. Sobre esr¿s ideas de Popper me permito remitir al ar «Aquí quisiera decir: una rueda que puede girarse
sin que con ella se mueva cl
lcctor a A. Beltrán 1983a. resto" no pertenece a la máquina». \X/ittgenstein 1988, Parte t,271, p.2)).
*

190 Antonio Behrán [.Jna reuolución científica 191

sibilidad psicológica». Es, sin duda, una visión muy personal de la


Pero, retomando nuestro tema, desde la perspectiva de Truesdell, cuestión. Pero, en cualquier caso, Drake afirmaexplícitámente:
hacer historia de \a ciencia tal como la moderna historiografía la en-
tiende, es decir, entre otras cosas una historiografía que contextualice La reconstrucción del pensamienro de Galileo intentada aquí hace uso, bási-
los conocimientos, teorías y creencias en su momento, es, por defini- camente, de la evidencia inrerna y la plausibilidad piscológica; enlos Estu-
ción, hacer <<historia externa)>. Truesdell caricaturiza un tanto la postu- dios Galileanos de Koyré, el criterio era, principarmente, la Jvidencia exrerna
ra de Koyré, pero no caricattriza en absoluto la propia postura. Es la y la deducción lógi6¿aa.
postura de un científico que concibe la historia de la mecánica como
un modo más de investigar en la mecánica racional, uno de tantos in- Así pues, mientras que, comparado con Merton, Koyré es sin
quilinos del tercer mundo popperiano. Ya hemos mencionado más duda un modelo de «internalismo>> y así es presentado por Hall,
arriba y en capítulos anteriores los supuestos filosóficos de cada postu- comparado con Drake o Truesdell es un <<externalista, espelialmente
ra, y no es necesario insistir aquí en la cuestión. Hablando de los li- representativo, y así lo consideran explícitamente estos historiadores.
bros de historia de la paleontología escritos desde «la anterior tradi- Quizás la expresión <<historiador intelectualr> sería adecuada para des-
ción histórica>>, Martin J. S. Rudwick nos ofrece 1o que puede cribir el tipo de historiografía propugnada por Koyré, atenta a Ia con_
considerarse una respuesta al texto de Truesdell: textralizació¡ en la cultara de su momento de lai teorías científicas.
Mienras que historia inrerna podría aludir al tipo más resringido de
[...] y 1as figuras del pasado podían dividirse, a grandes rasgos, en los que
investigación de Drake y, sobre todo, de Truesdell. pero no pÁt..rdo
habían estado «en 1o cierto>>, y aquellos cuyas opiniones había sido «erró- en absoluto introducir un cambio de sentido en estas er,pierioner,
neasr>. Para los historiadores de la ciencia de nuestros días este tipo de porque además ello tampoco solucionaría todas las ambigüedades. Es
historiografía es ya un cadáver que no merece grandes discusiones45. obvio que A. R. Hall se considera a sí mismo un uhistorádor intelec-
tual» en lalínea de Koyré. En los capítulos anteriores vimos que tam-
En 1970, Stilman Drake, en un claro y legítimo intento de dis- bién é1 insistía en la importancia del <<momento firosófico» ., lu nc.
putarie a Koyré el lugar que ocupa entre los estudiosos de Galileo sin embargo, hemos visto también que a Ia hora de determinar la in-
y enmendarle \a plar.a, publicó sr¡ Galileo Studies. Personality, Tradi- fluencia del entorno filosófico y cultural en general, se distancia cla-
tion and Reuolutionaí. Drake alude a la importancia dada por Koyré ramente de Koyré. Éste no sólo no tiene ningún inconveniente en
a la filosofía en el nacimiento de la nueva ciencia, es decir Ia im- aceptar la influencia de corrientes como el «neáplatonismo>> en auto-
portancia dada a lo que Drake considera «factores externos»> 47. res como copérnico o Kepler, sino que la afirma explícitamente.
Frente a 1o que Drake considera una relación deductiva, estableci- Mientras que A. R. Hall no se muestra en absoluto receptivo a la
da por los historiadores entre la filosofía y determinadas ideas idea de una influencia del hermetismo en la Rc en general o .., d.t..-
de Galileo, el historiador americano propone minados científicos en particular. Del mismo
-metodológicas-
un tipo de investigación que llama <<biográfico>>. Esta investigación -odo, la actitud de
Kuhn, sin duda un <<historiador intelectual», ante temas como la in-
buscará las razones de las ídeas de Galileo no en factores externos, fluencia del hermetismo o del «puritanismo» o incluso de factores so-
como las discusiones metodológicas de su momento, sino en la ciales en general en la RC, es claramente distinta e incluso distante de
«plausibilidad interna>> de su obra, utilizando como criterio la «plau- la de Hall.
Pero, además, la expresión <<historia intelectual>> puede plantear
1' M. J. S. Rudwick
1987, p. 16. problemas incluso aparentemente más serios. Traba¡os de paáro Ros-
+r Drake alude a la voluntaria similitud del título de su libro con el de Koyre, si, como Los filósofos y las mríquinas, Francis Bacon: de la magia a ra cien-
Estudios galileanos, como dirigida a sugerir el carácter <<complementario» de las dos cia, o bien I segni del tempo. storia della Te*a e storia dette nazioni rJa
aproximaciones a Galileo. Cualquier lector puede ver, no obstante, que Drake trata
más bien de construir una imagen alternativa. Drake 1970, p. 14.
a7 Drake 1970, pp.5 y 10. a8 Drake 7970, p. 1,4
,ryt&r,
q

192 Antonio Beltrán Una rcuo lución científica 193

Hooke a Vicoae, ¿pertenecen al campo de la historia de la ciencia? Como ejemplos de trabajos que cumplen esta misión de puente cita
No hay un criterio establecido para responder con un sí o un no. los de §Testfall sobre religión natural5r, los estudios.ob.á lu ciencia
Ahora bien, está claro que50 los historiadores de la ciencia los ci- en la literatura de los siglos xvu y xvrrr, de Nicolson 5a, el tabajo de
tan reiteradísimamente y al menos en este sentido pertenecen al Rogerr5 sobre las ciencias de la vida y el pensamiento francés en el
campo. En todo caso, habrá que preguntarse qué tipo de denomi- siglo xvIn..Creo que hay pocas dudas de que los tabajos citados de
nación tenemos que dar a un tipo de trabajos a los que los historia- Rossi también podrían incluirse enre los mencionados aquí por
dores de la ciencia se ven obligados a referirse tan frecuentemente. Kuhn.
Sospecho que A. R. Hall no les concedería la adscripción sin reti- En definitiva, creo que está claro que incluso dento de la lra-
cencias. Pero, en cualquier caso, resulta relevante el comentario del mada «historia inteiectual,> también hay una amplia gama de po_
propio Rossi al respecto. Me parece relevante por una doble razón: sihilidades y unas son más claramente .,internaiistaJ, qrr. o,iur.
en primer lugar, porque creo que denota algún tipo de punto de Hay un requisito básico fundamental: la historia de la ciencia, para
inflexión en la evolución de Rossi; en segundo lugar, porque atañe ser tal, tiene que ocuparse de las teorías científicasi6. Ero.á.rr_
directamente al tema que estamos ratando aquí. En el último de tituye, en última instancia, el elemento esencial y definitorio de la
los libros mencionado s, I segni del tempo, Rossí comenta: historia de la ciencia. Pero ocuparse de las teorías científicas no
significa únicamente5T explicar las relaciones lógicas de ros con-
Como otros trabajos míos y como el libro anterior sobre I filosofi e le mac' ceptos básicos de éstas y su modo de conexión con la realidad a
chine que en l97L ha sido publicado de nuevo en esta misma colección través de los experimentos. Las posibilidades, como muesrra una
[se refiere a 1a colección Storia della Scienza de Feltinelli] también este vo- mirada a grandes trabajos del campo, son muchas más y no está
lumen nace de la convicción de que una historiografí^ ala vez alas
^tenfa muy claro ni el cómo ni ei dónde ffazar la frontera de ra «historia
teorías científicas, a las filosofías, a 1as corrientes de ideas, tenga una fun-
interna».
ción precisa. Este género de investigaciones, que no pertenece en sentido
estricto ni a la historia de la filosofía ni a la historia de la ciencia, tiene Esta complejidad se explica en buena parte por el hecho de que
una tradición muy respetable y parece ser, en los últimos años, objeto de la <<historia intelectual», al dominar el campo durante mucho tiempo,
renovada atención, sobre todo por parte de los historiadores de la ciencia. desde que abortó el desa*ollo de las tesis de Merron, ha experimen-
Esto parece depender en gran medida de la fortísima crisis (probablemen- tado un espectacular desarrollo. Pero, 1o cierto es q,.r", hoy, los pro_
te irreversible) que está atravesando aquel tipo de historia «epistemológi- blemas fundamentales del campo en este ámbito no purá., po. io.
ca>> de la ciencia que concebía las reconstrucciones históricas como una
especie de inventario de «ejemplos reconfortantes» pará puntos de vista
epistemológicos ya consolidados 5r. 5¡ \X/estfall 1958.
ta Nicolson 1960.
Se puede encontrar la contrapartida a este texto en un historia- tt Roger 1971.
dor de la ciencia. Efectivamente, Kuhn, años antes, en su revisión '6 Eso no obsta en absoluto para que investigaciones que no tratan directamentc
del campo de la historio grafía de la ciencia, decía: de las teorías científicas no sean totalmente relevantes para la historia de la ciencia.
Incluso puede darse el caso de que libros que excluven deliberadamente el trata-
miento de las teorías científicas puedan tener gran interés para la historia rle la cien-
Aunque el salto parezc^ pequeño, no hay abismo que más necesite ser salvado
c.ia. Un historiador tan poco sospechoso como Kuhn señala un ejemplo
que el existente entre el historiador de las ideas y e1 historiador de la cienciat2. en este senti-
do al referirse a Portruit o;[ lsaac Neuron de Frank Manuel. n¡...1 E, ,.gr.u.r".rr"
estudio más brillante y concienzudo sobre su remá escrito en mucho iiempo. salvo "l
ae Rossi 1970;i990 y 1979 respectivamente. los o_fendidos por su punro de vista psicoanalítico, los expertos en Newton con los
que que lo he comentado, me aseguran que afectará ,r. t.rbulo. en los añ<¡s veni.lercrr.
'0 Con independencia del hecho, que puede considerarse marginal, de
se h,r-
yan publicado tanto en colecciones de historia de la ciencia como de historia de la li' La historia de la ciencia sería mucho más pobre si no se hubiese escrito este ]ibro,,.
losofía o de las ideas, y alguno en una y otra sucesivamente. Kuhn 1981, p. 182; Kuhn 7977, pp. 157-158.
5I Rossi 7c)7c), p. 11. 57 si nos atenemos los grandes
a maestros del campo deberíamos clecir inclrs.:
52 Kuhn 1981, p. 118; Kuhn 1977, p. 11,1. no debe signficar únicamente.
194 Antonio Beltrán
7. IJN NUEVO ¿EXTERNALISMO?
matices diferenciadores dentro de la <<historia interna». En reaiidad,
ahora es cuando se presenta con toda su crudeza, e incluso con más
¿De qué leyes se Úata? Si se trata de esas fórmulas comunes
radicalismo que nunca, la reivindicación de un <<externalismo>>, de que forman series agrupando hechos hasta entonces separados,
una <<historia externa>> que está empezando a tener un desarrollo ¿por qué no? Así será como la historia experimentará una vez
comparable al de la «historia interna>> en las décadas pasadas. más la unidad viva de la ciencia; y entonces se sentirá, más
aún, hermana de las otras ciencias, de todas aquellas para las
cuales ei gran problema hoy es negociar el acuerdo entie lo ló_
gico y lo real la misma manera como para la historia se
-de
trata de negociar el acuerdo enme lo institucional v lo contin-
gente. [La cursiva es mía.]

L. Fsnvnr. Combates por la historia (l91ú).


Trad.: Francisco J. Fernánde z Buey y Enrique Argullol.
Barcelona, Ariel, 1986, p.33.

Cuando, en el capítulo anterior, he delimitado el mínimo necesari<¡


para considerar una investigación como perteneciente a la historio-
grafía de la ciencia, he afirmado que tal investigación debía ocuparse
de las teorías científicas. Con ello apuntaba a un hecho a."ptado
usualmente, incluso por Merton y los externalistas, hasta hace algún
tiempo: la existencia de una distinción, en principio clara, enÚe los
«factores externos>> y las teorías científicas o ios elementos técnicos
del conocimiento científico. Ahora bien, hay que aceptar que, por lo
menos desde hace tres décadas, ese supuesto es como mínimo muy
discutible en el sentido de que da por sentado, entre otas cosas, la
existencia de una concepción mínimamente clara de qué sean las teo-
rías científicas. Eso, efectivamente, es mucho suponer. pero, además,
la cuestión se complica más aún si tomamos en cuenta el hecho de
que está en cuestión incluso el supuesto de que las teorías científicas
sigan siendo el objeto básíco de atención de la filosofía delaciencia.
Con las transformaciones que {oruaroo a al¡andonar la llamada
<<concepción heredada,> t, se introdujeron en la filosofía de la ciencia,
conceptos como <<paradigma» o <<programa de investigacióo>. Los fi-
lósofos de la ciencia formalistas establecieron inmediatamente una
correspondencia enre el concepto de paradigma y el de teoría. La re-
ducción de uno a otro era interesada, naturalmente. Porque el pro-
blema que se estaba planteando era si debía seguirse con el plantca

1 Puede verse al respecto Frederick Suppe 1979


196 Antonio Behrán Un nueuo ¿extemalismo? 197

miento hasta entonces vigente en la filosofía de la ciencia. El concepto sentaciones que los sociólogos de la ciencia hacen de su campo de
de paradigma, con toda la vaguedad de que pueda acusársele, formaba investigación siempre le conceden un lugar fundamental en la génesis
parte de una propuesta de renovación del campo que ya no consistiría de sus principios teóricos. Y no resulta nada exraño qrre Barnás, uno
en el análisis formal de lo que se suponían productos científicos, las de los grandes protagonistas del strongprogram, se hayá detenido a es-
llamadas teorías científicas, sino que exigiría un estudio interdiscipli- cribir un libro como T. S. Kuhn and Social Science. Segun Barnes
nar de la práctica científica, cenrado en Ia historia de la ciencia.
Así pues, dada la escasa aplicación del concepto más desarrolla- Kuhn ha hecho una de las contadas aportaciones fundamentales a la sociolo-
do de teoría2,y dada la polisemia del término paraáigma, resulta ine- gía del conocimiento. Tuvo la suerte de ofrecer, cuando más necesaria era
vitable una cierta ambigüedad. Es decir, tanto si simplemente usamos (en la década de los sesenta), una indicación clara de la manera cómo se
el término <<teoría>> en un sentido amplio, no formal, como si adopta- puede, entender desde el punto de vista sociológico nuestra formas de co-
nocimiento natural4.
mos el concepto de paradigma como elemento importante de la his-
toria de la ciencia en el sentido de «ejemplar>> como en cual-
-tanto
quier otro más amplio como «lexicón>>, <<estructura léxíca» o <<visión
Eso y las consecuencias que esta aportación tuvo en este momen-
to, afirma Barnes, hace
del mundo»>-, la frontera entre io <<interno>> y 1o <<externo)> no es tan
fácilmente tazalsle como hacían creer las antiguas concepciones. Y
posible a¡alízar los conocimientos actuales de la sociología del conocimien-
eso ha sido claramente utilizado por los sociólogos de 1a ciencia actua-
to científico a partir de la obra de Kuhn, aun cuando este autor no sea so-
les, es decir, por el nuevo externalismo. Pero, de hecho, la actual so- 5.
ciólogo
ciología de la ciencia ha hecho más que usar ese elemento concreto de
la obra de Kuhn. Con todo hay dos puntos, ampliamente desamollados por la filo-
Está claro que el papel de Kuhn en la evolución de la historio- sofía de la ciencia kuhniana, que ocupan un lugar prefeiente en la
grafía de la ciencia en los últimos treinta años ha sido fundamentai, exposición de las tesis fundamentales de la actual sociol ogía áe la
incluso enffe historiadores con muy distintas opciones, pero parece ciencia. se tata de la tesis de la infradeterminación lógica de las teo-
que es pronto para ubicarlo y valorarlo adecuadamente. Si nos detu- rías, desarrollada ente oros por Duhem y Quine6, y de la tesis kuh-
vieramos en los últimos años de la década de los sesenta y principios niana de la carga teórica de los hechos. Si una teoría siempre puede
de los setenta, quizás sí podríamos decir cuál ha sido el papel de ser salvada de la refutación experimental inroduciendo alguna modi-
Kuhn en la historiografía.La obra de Kuhn constituye posiblemenre ficación en los supuestos auxiliares, si no hay una experiencia fija y
el punto álgido de desarrollo del modelo koyreano que se fue impo- neutra que permita una clara dilucidación empírica respecto a la ver-
niendo desde los años treinta. Kuhn puso de manifiesto sus virtudes, dad o falsedad de dos teorías en competición, si existe más de una
pero también señaló sus limitaciones y abrió un amplio abanico de interpretación teórica consistente con la evidencia empírica, si 1o que
posibilidades de desarrollo. En cualquier caso, como vimos, él se
considera a sí mismo como un continuador de la historiografía mol-
a B. Barnes 1986, p.
deada por Koyré. Se considera a sí mismo un historiador intelectual 11.

e internalista r. No obstante, y aunque esta imagen seguramente no le ' Ibid.


6 Duhem (1906) 1989, pp.278-289; Quine 1962, pp. 9-ü. para
satisface tanto, hoy es posible verlo como uno de los puntos funda- _ somerer a prue-
ba experimental un determinado enunciado teórico, no sólo necesitamo. de lo,
mentales de arranque del nuevo externalismo. Efectivamente, las pre- enunciados relacionados que constituyen la teoría a la que pertenece el enunciado en
cuestión, sino que también se tendrán que especificar determinadas condiciones ini-
ciales e introducir supuestos auxiliares. si el resultado experimental no es el previsr()
2 Una vez abandonada la llamada «concepción heredadar, los lógicos de la cien- no hay manera de saber cuál de todos estos elementos es falso: puede ser nucstr()
cia tuvieron que restringir drásticamente sus pretensiones. La nueva concepción «es- enunciado, pero también puede ser algún supuesto auxiliar. Eso puede permirir c.rr
tructuralista» de teoría sólo se aplicaba a teorías físicas altamente matematizadas. servar la teoría introduciendo algunas modificaciones en las hip(rtesis iruxiliirrt.s,
r Véase Kuhn 1.979, p. 125. ¡r,r
ejemplo-
l?

198 Antonio Belnán Un nueuo ¿externalismo? 1_99

constituya una observación pertinente o un experimento válido pue- tradicional rcchazaba Ia idea de que el conocimiento científico
de resultar una cuestión legítimamente discutible, si, en definitiva, la pudiera tener una explicación <<no-científica>>. Por el contrario, el
lógica y la experiencia no constituyen los únicos criterios o no consti- <<internalismo metodológico», en alguna de sus versiones, tiende a
tuyen criterios suficientes para la práctica científica y p^ra determina- considerar la posibilidad, y \a afirma en muchos casos, de que el
das elecciones enffe teorías, entonces, argumentan los actuales soció- conocimiento científico tenga un carácter social.
logos de la ciencia, ya no es posible excluir de enrada el papel de ios
factores externos y, entre elios, de los factores sociaies en Ia práctica Progresivamente lo social ha empezado a aparecer como parte integrante de
científica. 1o técnico y cognitivo, y estos aspectos parecen empezaÍ a mosüar 1r, .r.r.-
terísticas que tradicionalmente se han atibuido a los fenómenos sociales 10.
Si es cierto que los primitivos soció1ogos del conocimiento se veían imposi-
bilitados de someter la ciencia natural y tecnológica a1 análisis sociológico, Está claro, pues, que la distinción tradicional entre <<interno>> y
debido a 1a convicción de que las elecciones de teoría científica só1o son de- <<externo)> y su correspondiente división del rabajo ha saltado por lo
cididas (impuestas) por 1a naturaleza, entonces, hoy, la sociología ya no pue- aires. Dado que la <<realidad» no determina unívocamente la ieoría,
de seguir siendo impedida de este modo7. puesto que los hechos no hablan por sí mismos, sino que hay que ha-
cerles hablar, los científicos, que son los que se encargan de eso y no
Dicho de un modo positivo por Steve Shapin, otro de los prota- siempre coinciden en qué hacer decir a los hechos, tienen un cierto
gonistas de la actual sociología del conocimiento: margen de maniobra, es posible la negociabilidal del conocimiento
científico. Y en la negociación, que constituye un elemento inffínseco
la sociología del conocimiento se construye a partir de la percepción de las de la producción del conocimiento científico, pueden entar en juego
circunstancias contingentes que afectan la producción y evaluación de 1as expli-
los más distintos intereses. De este modo, la elección de teorías, el re-
caciones científicas 8.
conocimiento de un <<descubrimiento>>1r, el acuerdo respecto alava-
lidez e interpretación de un experimento, en definitiva la producción
Pero no se ffata únicamente de que ahora se haya legitimado cla-
del conocimiento científico, puede presentarse como un proceso so-
ramente el estudio sociológico de ia ciencia. Lo que los sociólogos de
cial sorprendentemente parecido a uta ttaftsacción comercial o una
la ciencia reiteran una y otra vez es que el foco principal de su inte-
negociación política.
rés ha cambiado radicalmente, incluso se ha invertido respecto a la
La anterior es una brevísima e insuficiente descripción de algu-
sociología de Ia ciencia radicional. Ahora su objeto es
nas tesis centales del llamado «programd. fuerte, desarrollado en la
universidad de Edimburgo, cuyos grandes protagonistas son Barry
una investigación sistemática de las actividades técnicas, juicios e interpreta-
ciones de los científicos naturales y tecnólogos a partir de una perspectiva
Barnes y David B1oor, entre oros. Pero eso no agota en absoiuto las
claramente sociológica. Varios enfoques en 1os que este objetivo es lo funda- perspec_tivas y enfoques de la actual sociología de la ciencia. El «pro-
mental adoptan 1o que puede ser descrito como una forma de internalismo grarna fuerte» tiene una ramificación en la universidad de Bath, con
metodológico: las practicas <<internas>> de la empresa científica constituyen el autores como H. M. Collins o Trevor Pinch, que han dedicado espe-
núcleo de la investigacióne. [Cursiva en original.] cial atención a determinados experimentos y episodios de la ciencia
contemporánea. Pero a éstos habría que añadir enfoques de sociolo-
Naturalmente no identifican este <<internalismo,, con lo que hasta gía del conocimiento mucho más radicales. Por ejemplo, los llamados
aquí hemos entendido por este término. En realidad el internalismo estudios etnográficos del trabajo cienttfico, desarrollados por autores

r0 K. D. Knorr-Cetina y M. Mulkay (comps.)


J. 1983, p. 11.
7 K. D. Knorr-Cetina y M. J. Mulkay (comps.) 19ü, p. 4. 1r «El «descubrimiento»> es una categoría social de
aprobación cluc tlcn.lrr t'l r/a
8 Steve Shapin 1982,p.159. tus de validez de aquello a lo que se refiera>>. Véase B¿rnes lgii(r, yr. ()(r; r, A¡,,rrslirrc
" K. D- Knorr-Cetina y M. J. Mulkay (comps.) 1.983, p. 7
. Braningan 198i, pp. 163 ss.
lll

2OO Antonio Beltrán Un nueuo ¿externúlismo? 201


lii
como Bruno Latour, Steve §7oolgar, Karin D. Knorr-Cetina, con su Ante las tesis de la negociación, de la necesidad de privilegiar
el
enfoque consructivista. El título de uno de los artículos de Latour es estudio del cómo hacen o dicen sus cosas ros científicos,
,.ru i.iii.u
bastante ilustrativo «Give me a laboratory and I will raise the world»12. frecuente es que los sociólogos de la ciencia olvidan
Estos autores se han centrado en el estudio de la práctica de labora- de "Lprfli;"g"d.
por, el input sensorial. Pero la respuesta por parte
ros u.rrul.i ,,r-
torio lo que, en principio, parece un buen modo de determinar en ciólogos de la ciencia.o r. hu....p.á.. ñadie ha
qué consiste la práctica científica y, en especial, cuestiones tan deba- "r,"áiáá.-.""
más atención el cómo los científicor producen conocimiento
con ros
tidas como la relación teoría-hechos. Pero su conclusión resulta bas- ojos puestos en la realidad, nadie ha éstudiado con más
a.r"tt. .á-o
tante sorprendente. Tras considerable ffabajo en los laboratorios, ai hacen sus experimentos, cómo procesan Ia informació.,
,.n*.i"l ,
estilo del anropólogo en una cultura extaña, observando la conduc- *avés de éstos y en relación .on ,r^ teorías, nadie lo fr^
fr..fr", il
ta de los científicos, cen, como nosottos los sociólogos de la ciencia 15.

E1 resuitado, para resumirlo en una frase, fue que nada extraordinario y na- En esta literatura empírica y-en ra sociorogía teórica del i
corpus der conoci-
da «científico>> pasaba dentro de los sagrados muros de estos templos 11. miento no se trara de negar er papel causarle ra rearidad
no-irbnt¡rnd)-"obr.
la que tratan dererminadas ..."niiu. científicas.
euizás de r" q;"'r;;r;;.,
Más radicales aún, si cabe, son los enfoques de los estudios et- de si una.específica formulación aerbar de la realidad
ti.n. qr. 1., ir¡r)iür¿,
nometodológícos de la ciencia (de autores como S. §loolgar o Mi- en la explícación sociológica o históricar6. '1 -'--6--"
fcursiva en el oJginal.]
chael Lynch), y del programa áe estudios de analisis del discurso en la
ciencia (de Michael Mulkay o Jonathan Potter), que rechazan cual- como es bien sabido, los historiadores han sucumbido frecuente-
quier intento de <<explicación positivo> del conocimiento científico, mente a Ia tentación de dar por sentado o afirmar q". tu
ria.táá u
dado que el resultado de cualquier <<teorización positiva>> no sería los hechos sea una exigencia que constituya ,r.r, .*pli.u.
ia" ,r¡iri"rt"
más que un discurso que a su vez debería ser a¡alizado. Para los et- del desarrollo del conocimiento científícá. Esto, según Shapin,
equi-
nometodólogos de la ciencia no se trata de preguntar el por qué áe vaie a caer en la concep ción wbígy er anacronismo tantas
,r..., ..i,i-
Ios métodos de explicación de los científicos o por qué hacen lo que cado por los propios historiadoÁs de la ciencia. pero,
.., .rrulqri..
hacen, lo que hay que hacer exclusivamente es preguntarse por el cd- caso, eso conduce a un punto fundamental de lo,
sociólogo. qr. ,i
mc¡ hal¡\an de y hacen la ciencia 1a. En relación con esto cabría co- pretenden dar explicaciones positivas del quehacer
científicá-
mentar la relevancia que dan estos autores al análisis del lenguaje Como decíamos, Kuhn fue tomado como punto de partida
por
usado por los científicos, io que ha permitido hablar del «giro lin- muchos sociólogos de la ciencia actuales, entre otras cosas,
porque
puso de manifiesto la inutilidad y el farseamiento
güístico»>, otro más, en la sociolo gía de \a ciencia. de tu i*^g.l á.=iu
práctica científica supuesta por las racionalizaciones
de la"filosofía
de la ciencia dominante hrstr_los sesenta. Según los .o.iól;g;;-á;
12 El artículo puede encontrarse en el libro mencionado de Knorr-Cetina y Mul- i"
ciencia, Kuhn mostró la vacuidad de ras reiteiadas referenci
kay (comps.) 1983, pp. 141-170. No menos ilustrativo es el título del más conocido li- í, u to *
bro de B. Latour y Steve 'Woolgar. Laboratctry L{e: the social construction o;f scientific z9n y justtficación racional, a la lógica, ala prueba experimental,
al dictado
t'acts,Londres, Sage. 1979; o el del libro de K. D. Knorr-Ce¡ina.'l'he manufacture of de los hecbos, etc. Ya hemos ,l.,Jido más ariba a
este punto. pero lo
knowleldge. En essay on the constrilctiuist dn contextual nature of science, Oxford, Perga- cierto es que una vez rechazada toda esa parafern*^, f"fr" j"
mon Press, 1981.
1r B. Latour, <,Give me...», art. cit. en Knorr-Cetina y Mulkay (comps.) 1981,
respuestas alternativas suficientemente satisiactorias.
Kuhn nos habla ".
p.141.
de que los criterios paru la elección de teorías pueden ,.,
uruáo,
ra Algunos de estos autores han adoptado una perspectiva próxima a la de Searle, como valores, pero no explica satisfactoriamrnt jo, quéros
científi-
en base a la cual las manifestaciones lingüísticas son consideradas como speech acts.
Para este tema puede verse el artículo de M. Mulkay, J. Potter y S. Yearley. «\X/hy an Y.eso es algo que resurta difícirmente discutible. Lo que
Analisis of Scientific Discoutse is Needed», en Knr¡rr-Cetina y Mulkay (comps.) -rt
está, es si sus estudios son aceptables, correctos históricamente,
sí puede serro, crrrr.
16
etc., o no lo son.
1981, pp. 171-203. S. Shapin L982, pp. 196-197.
202 Antonio Belnán Un nueuo ¿_externalisao? 20)

cos llegan a un acuerdo sobre determinada solución a un determina- do una alternativa positiva igualmente sólida que haya conseguido un
do problema, o por qué se amplía un paradigma del modo en que 1o mínimo consenso. Y eso hace que no siempre sea sencillo justificar las
hace, o por qué unos cíentíficos ven como <(rompecabezasr, 1o que críticas fáciles a 1o <,descabellado» de estas ideas. La fuerza de nues-
otros ven como <<anom alíarrtt . tras convicciones no fortalece, como es sabido, la fuerza de nuestros
Tras hacer notar estos puntos, autores como Barnes o Shapín argumentos 21.

affuman que la insuficiencia del enfoque de Kuhn se debe á que no Pero, entonces, ¿cuáles son los argumentos de la comunidad fi-
toma en cuenta el hecho de que la generación y evaluación del cono- losófica no sociologista en conffa de estas tesis? Esta no es una pre-
cimiento es una empresa dirigida a (la satisfacción de) unos fines. gunta fácil de contestar. Enffe offas cosas porque, como se habrá
Como dice Barnes, no toma en cuentá que, en la ciencia observado, el conjunto de las directices de la sociología de la cien-
cia mencionadas se ha desamollado especialmente en los últimos
1asinferencias y los juicios están estructurados siempre por 1os caracteres diez años. Además cabe tener en cuenta que, actuaimente, la comu-
contingentes de los medios en donde ocurren, y particularmente por los fi- nidad filosófica no presenra un frente único trabajando bajo un pro-
nes y 1os intereses comunalesl8. yecto filosófico asumible por las distintas parres. En esta situación,
unos simplemente ignoran e1 trabajo de los sociólogos de la ciencia.
El estudio de cada caso concreto nos dirá el tipo de intereses y Otros han sabido desde el principio que esto no conducía a ningu-
fines que estaban en juego. Tales fines e intereses pueden ser especí- na parte.
ficos de la comunidad científica en cuestión 1e, o bien pueden ser fi- En el primer caso, estoy pensando, naturalmente, en los conti-
nes e intereses de amplia base social2t). Pero 1o que está claro, según nuadores del programa formalista. En efecto, dadas sus premisas, el
estos autores, es que alguna clase de factores sociológicos estarán im- tabajo teórico o empírico de los sociólogos de la ciencia poco puede
plicados en el caso. aportarles y es, como mínimo, de dudoso interés.
Como resulta obvio, Ias teorías desarrolladas por las distintas co- El segundo grupo estaría bien representado por un autor como
rrientes de la sociología dela ciencia actual son realmente radicales y Larry Laudan, que halló muy pronto la vía de escape con la formula-
la reacción inicial puede fácilmente ser de total incredulidad y conse- ción del criterio de demarcación que denomina (tsunción de a-racio-
cuente desinterés. Esto, naturalmente, pone de manifiesto que estas nalidad qtte reza así'.
tesis chocan frontaimente con nuestras ideas, más o menos organiza-
das teóricamente, sobre la ciencia. Pero, como decía más arr16a, la sociología del conocimiento puede intervenit en la explicación de las
nuesras ideas sobre la ciencia, la actual filosofía de la ciencia, creencias si y sólo si estas creencias no pueden ser explicadas en términos
todavía está en un momento en el que, tras rechazar una imagen do- de sus méritos racionales 22.
minante del conocimiento científico y su desarrollo, no ha construi-
Eso último, claro está, es misión de ia <,historiografía de la cien-
17 Véase Shapin 1982, p. 197; y B. Barnes 1986, pp. 213 ss. cia intelectual o racional, y la asunción de a-ractonaliáad establece,
18 Barnes L986,p.214;y Shapin ibid. como se ve, una división del trabajo entre los historiadores de las
le Como en el caso del enfrentamiento de los modelos del «encanto>> y del <<co-
lor» de las micropartículas, estudiado por Andrew Pickering. Según este autor los in-
tereses creados de las distintas especialidades y su conservación contribuyeron a que
2r A no ser, claro está, que la fuerza, de nuestos argumentos consista en que seán
se impusiera el modelo del <<encanto>>. A. Pickering <rThe role of interest in higb-energi comunes ala maltoría de la comunidad filosófica, en cuyo caso podremos entenderlo
physics: the choice bettueen chanr'z dnd colou»r, en K. D. Knorr; R. Krohn y R. Whitley, como una defensa de los intereses profesionales que apuntan a la autoconservación rlc
lc)80, pp. 107-118. las propias pautas y puestos profesionales como fin últrmo momentáneo. Pero cs ol;
2{) Forman pone en relación las condiciones sociales, culturales y políticas de la vio que este no es un argumento que váyan a querer usar los críticos dc las tesis r.rrrli
rclrLiblica de \X/eimar con la interpretación estadística de la mecánica cuántica. Véase cales de la sociología de la ciencia, dado que sería un modo dc darlcs 1r,,r lo nr..rros
l'. lrorr¡rrn 1984. Para el desarrollo de estas cuestiones puede verse el artículo citado un poquito de ruzó¡.
rI Slrir¡rirr l()112, y Ratnes 1986, pp.214 ss. 22 Larry Laudan lc)78, p.202.
204 Antonio Beltrán Un nueao ¿externalismo? 205

ideas y los sociólogos del conocimiento. Laudan afirma que su cri- Ahora bien, frente a posturas como la de A. R. Hall, que hemos
terio de demarcación es ampliamente compartido por los sociólogos mencionado en el capítulo anterior, no sólo no criticaba la <<histo-
de la ciencia, citando a Merton. Como hemos visto, éste no es el tia extetna»>27, sino que pensaba que era necesaria.
caso de los actuales sociólogos de la ciencia. No es nuesro objeti-
vo, ni necesitamos desarrollar aquí una crítica a los argumentos de Aunque los enfoques interno y externo de la historia de la ciencia tienen
Latdan». Pero tras lo expuesto aqui no parece que este plantea- una especie de autonomía natural, de hecho son complementarios. Hasta
que no sean practicados como tales, apoyándose mutuamente, es improba-
miento afronte o reconozca siquiera el problema planteado. La clart-
ble que se entiendan aspectos importantes del desarrollo científico2s.
dad de las distintas demarcaciones de Laudan no parecen sino pura
nostalgia de un pasado que ya se fue, y no merece demasiado comen- Kuhn pensaba incluso que había un excesivo desequilibrio en fa-
tario. Sea como fuere, Laudan reconoce en un primer momento la vor de la historia interna, y daba la bienvenida a los raba;'os de his-
«posibilidad para un enorme (y potencialmente fructífero) conflicto>> toria <<externa>>. Su postura era pues, claramente favorable a la histo-
entre Ia sociología cognitiva de la ciencia y la historiografía de la cien- úografía externalista. Podría pensarse incluso que la aparición de los
cia intelectual y racional2a,y éste es el punto que quizás cabe des- rabajos historiográficos de los sociólogos de la ciencia habrían de ser
tacar. bien recibidos por Kuhn.
Una tercera postura podría adivinarse difícil decir Cuando en l9l9 afrontaba de nuevo la cuestión2e, la actual so-
más- en las pocas menciones más o menos -resulta
directas que ha hecho ciología de la ciencia estaba empezando a desarrollarse, por 1o me-
Kuhn al respecto. En un conocido ensayo de 196825, Kuhn asumía nos el programa fuerte había tenido ya un cierto desarrollo. No obs-
la diferencia tradicionalmente aceptada entre la <<historia interna» y tante, la referencia más explícita que hace Kuhn a este tipo de
la <<historia externa>>. Más aún, en base a sus ideas desarrolladas en estudios es una vaga alusión bibliográfica, en el comentario biblio-
La Estructura de las reuoluciones científicas, intoducía incluso una justi- gráfico finai. En ei desarrollo de su artículo, al repasar la situación
ficación y matización adicional de la separación tradicional entre his- del campo de la <<historia de la ciencia» Kuhn trata de la dicotomía
toria interna y externa. Vale la pena citarlo extensamente: historia interna-historia externa, pero sigue urilizando la caracteri-
zación más tradicional de una y ota, ignorando total y absoluta-
En los primeros momentos del desarrollo de un nuevo campo, las necesida- mente las tesis de los sociólogos de la cienciar0. De ahí que lo
des y los valores sociales son el determinante principal de los problemas en
los cuales sus practicantes se concentran... Los practicantes de una ciencia 21 Tanto si con ello nos referimos
a las tesis de R. K. Merton, o las reformulacio-
madura son hombres formados dentro de un sofisticado cuerpo de teoría nes de C. rü7ebster, M. C. Jacob, es decir, a la influencia en la ciencia de los
fdctoles
tradicional y de técnicas instrumentales, matemáticas y verbales. A resultas sociales, econóruicos o políticos como si aludimos a factores culturales como la influencia
de ello constituyen una subcultura especial, dentro de 1a cual sus miembros del hermetismo en la ciencia del siglo xvr xvrr.
son el público exclusivo y jueces de los rabajos de cada uno de ellos... En 28 Kuhn 19$,144-115; Kuhn 1977, p. 120.
fin, comparados con offos profesionales y con otras empresas creativas, los 2e Me refiero a Kuhn 7979, que repite el título de un artículo suyo anterior ya
practicantes de una ciencia madura están eficazmente aislados del medio mencionado.
r0 Los historiadores internalistas se interesarían <<predominantemente
cultural en el cual viven sus vidas exüaprofesionales26. pclr las
ideas científicas y las técnicas experimentales>>, centrándose en el estudio de las obras
o textós publicados o no de los científicos. Los historiadores externalistas se <<con-
2r Eso ha sido hecho a mi entender muy clara y contundentemente por Richard centran en la relación entre las ciencias como un todo y la sociedad en que son prac-
Jennings 1984. ticadas. Sus obietivos son varios, pero les preocupa especialmente la comprensión de
2a Laudan 1978, p. 198. las fuerzas económicas y sociales que promueven o inhiben el crecimienio de detcr-
25 Se trata de «History of Science» publicado en International Encyclopedia of tbe minadas clases de empresa científica en determinados países en determinad's m.-
Social Sciences, vol. 14, Nueva York, Crowell Collier y Macmillan 1968, pp.74-83; mentos... Para esta clase de trabajo los artículos técnicos de los científic6s s6n usrr¿l-
hoy en Kuhn 1983 pp. 129-150; Kuhn 1977, pp.105.126. mente menos relevantes que las explicaciones populares de la ciencia..., (Krrllrr l,)7.),
2" Kuhn 1983, p. 143; Kuhn 1977, pp. 118-119. Como casi siempre, corrijo la tra- pp. 122-12)). Como puede verse es exactamente el criterio cle rlcmir¡r'irtion rrír(li(.i(r
rlrrct itin castcllanr- nal, explícitamente criticado por los soci<ílogos de la cienci¿.
206 Antonio Beltrán Un nueuo ¿externalismo? 207

que, en principio, podría párecer una clara referencia al creciente de- terios comunes a científicos de distintos paradigmas para determina-
sarrollo del trabajo historiográfico de los sociólogos de la ciencia, re- das elecciones teóricas, dieron lugar a acusacioñes dá que hacía una
sulte un tanto enigmática: descripción de la empresa científica como irracional, suLjetiva, de un
relativismo radical. como es bien sabido, Kuhn negó inmediatamente
En cualquier caso, la mayoría del rabajo publicado en revistas de historia los cargos en reiteradas ocasionesll. Aquí no no, int.r.ru este aspec-
de la ciencia todavía es internalista, aunque no estoy seguro de que éste sea to de la cuestión. Lo que nos interesa destacar aquí es que Kuhn no
el caso en la década próxima11. acepta esas críticas ni cuando se le dirigen como recriminación ni, so-
bre todo, cuando se le hacen como halago. Es decir, los seguidores o
Pero 1o más interesante de su actitud es el cambio que parece ha- simpatizantes del racionalismo popperiano criticaban a Kuhn porque
ber experimentado su idea de las relaciones enre Ia «historia inter- consideraban esa irracionalidad, ese relativismo, etc., como algá catas-
nar> y \a <<externa)>. Ahora Kuhn nos dice: trófico. Los sociólogos de la ciencia alaban a Kuhn porque ionside-
run lo mismo como una descripción correcta de la piáctica científica
Respecto al modo apropiado de describir las relaciones enre la historia in- y un avance decisivo en la filosofía de la ciencia, aunque un tanto tí-
terna y la externa, actualmente tengo muchas dudas. Durante años las he mido. Pero la reacción de Kuhn en este último caso es más firme que
considerado como distintos enfoques de un único objeto y he pedido insis-
contra los filósofos tradicionales. Ante unos y otros parece exclamar
tentemente que se incrementaran 1os esfuerzos para reconciliarlas. Se han
«¿Qué dicen?, no 1o han entendido y 1o valoran mal>>. pero mientras
hecho algunos intentos pero ninguno ha tenido más que un éxito muy mo-
desto. Todavía no hay modelos que integren totalmente 1as técnicas interna- que ante los filósofos anteriores se esfuerza en buscar los puntos de
listas y las externalistas. Aunque cabe esperar que aparecerán, empiezo a te- contacto, en hacerles comprender, en tratar de convencerles de que
mer que ta1 labor puede ser íntrínsecamente imposible y que la descripción reorienten el tabajo, con los sociólogos de la ciencia parece más ám-
que les atribuye un objeto distinto es más adecuada que la referencia stan- peñado en poner de manifiesto la distancia que les separa y 1o desen-
dard a los diferentes enfoques. Quizás lo máximo que cabe esperar es que caminados que van. Es decir, su respuesta teórica es exaciamente la
ambos puedan interactuar de modo fructífero. Actualmente existe evidencia, misma, pero los matices de su valoración son muy distintos en uno u
áunque limitada, de la posibilidad de esta clase de interacción12. otro caso.
Aunque el dominio inercial de las viejas preocupaciones ha he-
Kuhn tiene el corazón partido. Sus revolucionarias ideas de La cho pasar desapercibido e incluso ha disimulado este aspecto, a
eslruciurd de las reuoluciones cienttfica-r parecen tener consecuencias, en- Kuhn le preocupa mucho más el ser asociado con los irracionalistas
cerrar posibilidades que Ie superan, que é1 no puede ignorar pero que con los defensores de una cierta racionalídad, con los relativistas
tampoco asumir. Y cuando observamos esta actitud, podemos cam- radicales que con los defensores de la ciencia como conocimiento
biar de perspectiva. Podemos empezat a percibir de modo invertido fuerte y modelo de conocimiento en general. El siempre se ha consi-
lo que antes veíamos respectivamente como fondo y forma. derado entre los segundos, en ambos casos. En ,n, á. las pocas re-
Es cierto que en Kuhn pueden enconffarse los elementos en los ferencias directas a los sociólogos de la ciencia así 1o pone áe mani-
que se apoyan los sociólogos de la ciencia. Pero ¿cuál es la actitud de fiesro.
Kuhn ante estos elementos y la interpretación de sus consecuencias Las discusiones tradicionales partían de una concepción del mé-
por los sociólogos de la ciencia? todo científico que el indiuiduo no tenía más que aplicár para produ-
Cabe empezar recordando cuál fue la reacción de Kuhn ante cir conocimiento científico. Kuhn puso de manifiesto que, aunque la
ciertas críticas inmediatas. Tesis como la carga teórica de los hechos,
la inconmensurabilidad y la consecuente problematicidad de los cri-
rr Desde la Postdata: 1969 en Kuhn 1971, pasando por «Objetividad, juicios <lt.
valor y elección de teorías» en Kuhn 198J, hasta «Racionalidaj y eleccitin <lc rc.
r1 Kuhn 1979,p.124. rías>>, en Kuhn 1989, Kuhn ha reiterado una y otra vez la inaceptabilitla<l rlc r.sr¡rs srr
12 Kuhn 1.979,p. 123. puestas consecuencias de sus tesís.
x

Antonio Belnán Un nueuo ¿ externalisrno ? 209


208

troducción indican, sin embargo, lo desencaminada que yo pienso que


ciencia es practicada por individuos, en realidad el conocimiento es
esa clase de crítica16.
científico es producido por las comunidades científicas y que las carac-
terísticas y eficacia de la empresa científica difícilmente podían resol- Y, efectivamente, en los artículos mencionados, Kuhn intenta
verse sin prestar atención a estas comunidades. destacar aquellos aspectos de sus ideas que permiten continuar vien-
do la ciencia como una empresa que de ningún modo depende de
En este sentido Kuhn- mi trabajo ha sido profundamente sociológi- intereses, tal como la presentan estos socióiogos. Más aún, creo que, a
-dice
co, pero no en un sentido que permita que el tema sea separado de la epis-
14.
lo largo de este libro y desde entonces, Kuhn muesrra una progresiva
temología
tendencia a destacar la prioridad de la historia interna de un modo
Ahora bien, Kuhn affumaba que la discusión interparadigmática que perpetúay la distinción tadicional entre <<internalismo»
«no podía ser resuelta mediante un prueba,r, que no existía un crite- y «externalismo».^centua
Naturalmente no lo hace en los términos que he-
mos visto en Hesse o en Laudan, para los que en definitiva <<interno>>
úo capaz de dictar la elección de cada individuo, que en una elec-
ción de paradigma intervenía la fe, y aiadía retóricamente que, en y <<externo» venían a coincidir con <<racional>> e «irracionalr>, lo cual

estas circunstancias, «¿qué mejor criterio podía haber que la decisión


equivale a recurrir a categorías no menos problemáticas que las que
se quieren explicar. Pero si bien es fácil darse cuenta de la renuncia
del grupo científico?>> Ya sabemos qué críticas despertó esto por par-
te de los filósofos de la ciencia anteriores. Kuhn insistió una y ota del uso de determinadas categorías por parte de Kuhn, no resulta fá-
vez ei que él afhmaba la existencia de uvalores compartidos>> por cil decíamos- determinar cuál es su alternativa positiva o,
parte de la comunidad científica que, aunque no podían dictar las en -corr,o
cualquier caso, no parece que haya conseguido una formulación
decisiones individuales, sí determinaban la elección de la comunidad satisfactoria de sus nuevas propuestas alternativas.
que los compartía15. La respuesta de Kuhn no resulta del todo satis- Ése es el gran problema de Kuhn, pero no sólo suyo. Kuhn ha
factoria ni para unos ni para otros. Una parte de la discusión es ya mosrado la total insuficiencia de la anterior concepción de la ciencia
bien conocida.
y los conceptos concomitantes de «objetividad)>, <<experiencia flja y
neutra>>, «racionalidad») <(progreso hacia la verdad,>. Pero Kuhn no
Pero lo que nos interesa aquí es la relación de este tema con la
actual sociología de la ciencia. Kuhn alude al hecho de que «el siste- ha perdido \a esperarza de poder construir una imagen de la ciencia
ma de valores de la ciencia>> ha sido discutido en la sociología dela que tenga buena parte de las características de la anterior, es decir,
ciencia, por Merton y sus seguidores y, a continuación añade: una idea de ciencia como conocimiento fuerte que nada tiene que
ver con la negociacíón o el cambalache. Más aún, Kuhn nunca ha
puesto en duda que la ciencia sea, efectivamente y como supusieron
Recientemente este grupo ha sido repetida y, a veces, estridentemente criti
cado por sociólogos que, apoyándose en mi rabajo y que a veces se descri- los filósofos de la ciencia positivistas y popperianos, el conocimiento
ben informalmente a sí mismos como «kuhnianosr, enfatizan que los valores por excelencia, con unas características distintivas respecto a otras
varían de una comunidad a otra y de un momento a otro. Además, estos crí- disciplinas. Pero esa esperanza y esa convicción kuhnianas aún no se
ticos señalan que, cualesquiera que puedan ser 1os valores de una comunidad han visto cumplidas. Kuhn ha indicado caminos, ha señalado direc-
dada, uno u otro de esos valores es reiteradamente violado por sus miem- trices y ha ido matizando sus formulaciones, pero no ha proporciona-
bros. En estas circunstancias, creen que es absurdo concebir el análisis de do una imagen de la ciencia alternativa que satisfaga sus espectati-
1os valores como un medio significativo de iluminar la conducta científica.
Los comentarios precedentes, así como los artículos a los que sirven de in-
16 Kuhn 1981, p. 22; Kuhn 1977, p. xxr. El texto forma parte
de la inrrr¡rlr¡r.t.iorr
en la que Kuhn comenta los artículos que componen el libro, de ahí su c()rl(.r)r¡*.ir)
ra Kuhn 79ü, p.2l; Kuhn 1977, p. xx. Modifico, una vez más, la traducción. del final de nuestra cita. En nota a pie de página, Kuhn remite a un ¿rrlít.r¡lo tlt.S. lt
r5 Kuhn 1983, p. 145; Kuhn 1977, pp. )20-321. Entre otros muchos lugares posi- Barnes y R. G. A. Dolby. «The scientific ethos: a deviant Vicw¡,r)ir)1,>, cn /ltt l,t*.t
Européennes de socblogie, núm. 11 (1970), pp. l-25, comr¡ kxus tltttn.nt I)rrir (.\l¡r ( lrr\r.
bles puede verse además Kuhn, «Consideración en torno a mis críticos>> en Lakatos
de crítica.
v Musgrave (comps.) 197 5, pp. 391-154.
I
w-

210 Axtonio Behran Un nueoo ¿externalismo? 211

vas,7. Así pues, cuando reacciona ante los sociólogos de la ciencia y El contexto de la crítica de Kuhn es su estudio de las relaciones
sus tesis con el rechazo absoluto, ¿desde qué idea de la racionalidad, enre la historia y la historia de la cienciale. Más concretamente,
objetividad, intersubjetividad o, en general, filosofía de la ciencia, 1o Kuhn está argumentando que cuando los historiadores oposi-
hace? ción a los historiadores de la ciencia- prestan atención-por
a la cíencra,
Sospecho que Kuhn tiene la misma base para rechazar las tesis tienden a pensarla como la mera aplicación de un método científico
de los socíólogos de la ciencia que la que estos mismos sociólogos según ideas ya trasnochadas, y cuando pasan de las consideraciones
tienen para sus tesis tan radicales. Es decir, una base muy in- metodológicas generales a <<la sustancia de las teorías científicas»
^vanzar
segura y provisional. Del hecho de que la ciencia no sea de determi- tienden a dar <,excesivo énfasis al papel del clima ambiental de ideas
nada manera y tenga ciertas características, como mostró en La estruc- extracientíficas>>. Entonces Kuhn afirma:
tura de las reuoluciones cienttficas, Kuhn no cree que se pueda deducir
que la ciencia es puro trapicheo de intereses más o menos turbios No voy a discutir de momento que este clima no sea importante para el de-
para fines más o menos inconfesables. Y, ante la sugerencia de esa sarrollo científico. Pero, excepto en los estadios rudimentarios del desarrollo
posibilidad, quiere poner de manifiesto y recordar que no tenemos deI campo, el medio ambiente intelectual actúa sobre la estructura teórica
por qué abandonar todos los supuestos básicos de la filosofía de de ia ciencia sólo en la medida en que puede ser puesto en relación con los
la ciencia anterior, ni él lo ha propuesto nunca. Del hecho de que la problemas técnicos concretos de los que se ocupan los practicantes del cam-
po. Puede que, en el pasado, los historiadores de la ciencia hayan estado ex-
ciencia muestre ciertas características, puestas de manifiesto por
cesivamentr: interesados en el núcleo técnico, pero los historiadores usual-
Kuhn enffe otros, los sociólogos de la ciencia llegan a conclusiones
mente han ignorado su existencia40.
que van mucho más allá de lo que Kuhn quisiera llegar y, desde ahi
Kuhn resulta sin duda excesivamente tímido e incluso timorato. Pero, en cualquier caso, el hecho es que Kuhn ve el artículo de
Pero, ante la inseguridad y provisionalidad de la base de uno y Young como un ejemplo de la imagen que acaba de criticar. Yo no
otros, ¿cómo pronunciarse claramente al respecto? En ausencia de dudo, dice Kuhn, que ideas como la infinita perfectibilidad y progre-
una sólida base teórica en la que apoyarse puede resultar prematuro so, la economía competitiva del laissez faire de Adam Smith y, sobre
hacer pronunciamientos rotundos, sobre todo teniendo en cuenta 1o todo, los análisis de población de Malthus fueran <<de vital importan-
reciente de buena parte de la literatura de sociología de la ciencia cia»> en el pensamiento darwiniano. Pero, añade, no se puede preten-
que sería necesario y pertinente examinar.
der explicar el origen de la teoría de la evolución darwiniana sin
No obstante, respecto al tema de la relación reacción- de mencionar cuestiones técnicas, es decir, <<internas>> como la situación
Kuhn con los sociólogos de la ciencia, puede tener-yun cierto interés de campos como la est^tigra;fía, la paleontoiogía, el estudio geográfi-
aludir a uno de los poquísimos casos de crítica por parte de Kuhn a co de la disribución de plantas y animales, y los distintos sistemas de
uno de los estudios historiográficos de un historiador que está clara- clasificación, en las décadas anteriores a Origen de las especies. Hay
mente en la línea de los nuevos sociólogos. Se tata del artículo que confesar que, si aceptamos las premisas, el argumento es difícil-
<<Malthus and the euolutionists: the common context of biological and social
mente discutible y resulta muy complicado no estar de acuerdo con
tbeory>)8, de Robert Young. No necesitamos aquí enffar en la discu-
la afirmación de Kuhn. Lo curioso es que incluso el autor criticado,
sión del caso histórico en cuestión. Pero creo que, aun asi pueden Robert Young, está de acuerdo con esta parte de la argumentación
hacerse algunos comentarios pertinentes para nuesffa cuestión.
de Kuhn.

r7 Para este punto me permito remitir a A. Beltrán. «T.S. Kuhn. De la historia de re Véase ol-as relaciones entre la historia y la historia de la ciencia», en KLrl¡n
la ciencia a la filosofía de la ciencia'>, en Kuhn 1989,pp.9-fi. 1983, pp. 151-188; Kuhn 1977, pp.127-161.
18 Young t969. La crítica de Kuhn se encuenua en su artículo <<Las relaciones a0 Kuhn 1981, pp. 161-162 Kuhn 1977, pp. 138-139. Como se vc, Kuhn cstrr lci
entrc la historia y la historia de la ciencia», en Kuhn 1981, pp. 151-188, especialmen- terando la distinción tradicional y una idea que, como hemos visto, ya hrbrrr ('xl)lr(§r(l
tt'1r¡r. l(r2-1(r4; Kuhn 1977, pp.127-164, esp. pp- 138-140. en 1968.

,&
212 Antonio Beltrán Un nueuo ¿externalismo? 21)

Obviamente, Kuhn también tie¡e razón al decir que sin tomar en considera- a Kuhn. Incluso podría restarse una cierta contundencia a los co-
ción estos datos, el conjunto del origen, desarrollo y recepción de sus teorías
mentarios de Young, interpretándolos como \a pataleta por la «iro-
de Darwin- no puede ser entendidoal.
-las nía» de Kuhn al hacer sus críticas que yo no com-
A mi entender, resulta sorprendente y sospechoso que en su ré- parto. Pero, insisto, es el único caso-interpretación
que tenemos y algo nos permite
plica Young no ffate de mostrar en el caso concreto estudiado, por comentar.
más brevemente que sea, que sí existe una relación enffe los factores Hay que reconocer que Kuhn ha sido muy hábil en la elección
externos e internos tal como él mismo afirma y tal como Kuhn exige del caso a críticar. Efectivamente, le permite manejar la disrinción
y desea ver ilusrado. Lo cierto es que, para la ilustración y justifica- clásica enffe los <<factores internos» y <<externos>> sin apenas problema
ción de sus tesis, Young nos remite al excelente libro de Grubera2, y alguno. Pero el hecho de que Young no aporre razoncs puntualcs
é1 se limita a <<m^t^r al padre»> con pronunciamientos de carácter más para ilustrar que efectivamente ha roto las barreras cntrc los f¿rctorcs
global y teórico, refiriéndose a Kuhn en estos términos: internos y los externos como se proponía, ¿invalida sus aflrmirciones
generales respecto a Kuhn en lo que se refiere estrictamcntc l l¿r tlis-
Cuando las consecuencias de la dicotomía internalista-externalista y el fuaca- tinción entre historia ioterna y externa y al conjunto dc tcsis «le los
so definitivo de la historiografía kuhniana paÍa trascenderla se hace clara,
sociólogos de la ciencia que hemos presentado brevísimarncnrc rrl
también se hace evidente que, en definitiva, el entusiasmo causado por su
principio de este capítulo2 Creo que la respuesta debe scr cl¡rlir v t.s
enfoque es un misterio. Mientras se consideraban sus investigaciones libera-
doras a causa de su introducción de factores sociales en el proceso del cam- un <<no>>. Otra cuestión es si este conjunto de tesis es acc1rt,rlrl..,, rr,,
bio conceptual, no se advirtió que de este modo excluía los factores socio- por otras razones.
económicos dela esencia de 1a ciencia, y que excluía l^ tatea fundamental de En mi opinión, el mantenimiento por parte de Kuhn rlc lrr tlisrin
analizar los niveles de la pertinencia de las asunciones sobre las que se apo- ción tradicional entre historia <<interna>> y <<externa>>, en el cst¿t,l,r ,rr.'
yaban... Nos ha proporcionado una especie de contextualismo de internalista tual de su fllosofía de la ciencia, puede efectivamente planrcar st.r'iirs
relacionado con un medio social, pero es el contexto social de los científicos dificultadesat y,.n este sentido, los sociólogos de la ciencia al)lult:lrl
en la sociedad de la ciencia, no en el mundo4l. legítimamente a un problema real. Pero, por otra parte, eso no irrr¡,li
Y, algo más al:ajo, tras afirmar que Kuhn es representativo de los ca en absoluto la disolución de cualquier frontera entre lo inrclrro v
más altos estándares de la ortodoxia dominante en la historia de la 1o externo, ni legitima la enorme y sorprendente facilidad c()n (lu(.
ciencia y que su caso es ilustrativo porque nos muestra los límites de Ios sociólogos de la ciencia pasan de hablar de «factores extcrn()s» ¡r
esta ortodoxia alavez que parece ffascenderlos, añade Young: hablar de «factores sociales>>, como si fueran 1o mismo. Enffe lrr ¡rrrr..
ba lógica y el recurso experimental, tal como eran entendiclos hlstir
Sus reacciones ante los que han tratado de avanzar más allá de la radición es- Kuhn, y el juego <<social>>, «comercial>> o <<político)> de intercscs, ll:rv
tablecida contribuyen a poner de manifiesto que al final áa marcha atrás44. un amplio margen16.
Pero ¿podría decir y concluir Kuhn 1o mismo que dice y cont'lrr
Quizás, dadas sus características, éste no sea el ejemplo ideal ye en el caso de Young ante todos y cada uno de los estudios histo
para ilusÍar nuesffo tema. Pero yo no he sido capaz de enconffar
otro lugar en el que Kuhn se refiriera mínima y explícitamente a omo
caso historiográfico trataáo por los sociólogos de la ciencia. Podría +; Es decir, creo que efectivamente la filosofía de la ciencia que ha rechirza.lt, l,'r
criterios de demarcación tradicionales y ha introducido términos aún ambigtros tor:r,
l)cnsarse que, en este caso concreto, Young se 1o ha puesto muy fácil
«paradigma», «comunidad científica» o <,valores compartidos>>, permitc ¡rorrr.r en
cuestión la tradicional separación entre lo interno y lo externo, e inclusr¡ n()s (.xill(.
rr lltrbert Young 1973, p.411.
una reinterpretación en términos no tradicionales.
rr I low¿trtl L,. Gruber 1984. a6 En su reciente libro Los caminos del agua (véase Solís 1990), (l¿rlos Solrs n,':
I' l(. \'<rrrrrg ihid. p.412. Es fácil imaginar a Kuhn pensando que a esos cuervos
muestra cómo la historia de [a teoría del ciclo hidrol<igico no rcs¡rontlt.r.n rrlrsr¡lrrlr,.r
tt,, l,rs ltit r'ri:rrlo til. los estándares filosóficos prekuhnianos, y sin emblrgo no nos obligr rri nos ¡r.rnrrtr,
" ll,rl , f .ll 2.
recurrir a una explicación puramente sociológica.
214 Antonio Behrán Un nueuo ¿extemalismo? 2t5

riográficos comentados por ShapinaT? Es decir, resuka sorprendente caso y por el momento creo que hay mucho que hacer aun desde su
que la crítica de Kuhn a los sociólogos de la ciencia pueda consistir modelo. Quizás necesite de una poda, pero me niego a aceprar que
en que no se ocupan de la <<sustancia>> del conocimiento científico, haya que cortarlo.
cuando éstos reivindican una y offa vez que su ocupación básica ha Schoenberg, el introductor del dodecafonismo y la atonalidad,
pasado a ser precisamente el estudio de los elementos <<técnicos>>, dijo en una ocasión que, en su opinión, quedaba mucha música bue-
<<internos», del conocimientos científico. Shapin, que se pregunta con na por escribir en la tonalidad de Do. Yo, que por cierto todavía no
ironía por las razones de que se siga haciendo esta afirmación, cuan- he pasado dela Noche transfigurada, no rengo ninguna duda de que Ia
do el rabajo historiográfico de los sociólogos de la ciencia, o el de historiografía kuhniana todavía puede y debe dar muchos frutos.
offos que apoyan las tesis de éstos, resulta apabullante, ha escrito un Pero está claro que a Kuhn le pasa lo que a tantos innovadores, que
artículo cuya única misión es presentar y comentar este enorme tra- a menudo tienen problemas con las consecuencias de su trabajo, y
bajo historigráfico. Creo que no es posible ignorar simplemente todo qoizásla analogía con Schoenberg puede ser más estricta. Poco antes
este material. de su muerte en 1951, Schoenberg comenzó una conferencia dicien-
Pero 1o que sí cabe es analizaÁo. Porque, a primera vista, una do: <,A veces me pregunto quién soy»>. Estaba haciendo referencia a
parte de 1o que Shapin presenta como evidencia del trabajo y de los los anuncios de su conferencia que habían aparecido en la prensa y
presupuestos que avalan las tesis de la sociología dela ciencia, ha si- le presentaban como un <<famoso teórico y polémica figura musical
do desamollado por áutores totalmente ajenos a su programa teórico conocida por la influencia que ha tenido en la música moderna>>. Y
y que, en muchos casos, posiblemente incluso disientan de las con- Schoenberg prosiguió: <<Hasta ahora, creía que componía por otros
clusiones de los sociólogos de la ciencia. El mismo Shapin está segu- motivos>> 50.
ro de que habrá ofendido a muchos autores al incluirlos en su liita
bibliográfica de <<sociología histórica del conocimiento científico» as.
De hecho, buena parte de esa bibliografía, en sus distintos epígrafes,
está constituida por trabajos sobre casos históricos que ilustran sí la
tesis de la carga teórica de los hechos, por ejemplo, o influencias
<<culturales». Pero es dudoso que esto, por sí mismo, constituya razón
suficiente para presentarl0 como evidencia de las tesis de la sociol0-
gía de la ciencia. Pienso, por ejemplo, en trabajos del propio Kuhn,
de Rudwick, de M. C. Jacob o de Rartansi, incluidos en la bibliogra-
fía de Shapin, que no sólo son perfectamente asumibles por la hiito-
riografía kuhniana, sino que son típicos ejemplos de ésta. En este
sentido, al raenos en algunos casos, hay un claro desequilibrio entre la
radicalidad de las formulaciones teóricas de Shapin u otros colegas
suyos y los rabajos historiográficos que se supone que ilustran esas
tesis.
Creo que es cierto que Kuhn, antela tesis de los sociólogos de la
ciencia uda marcha atrás» incluso respecto a algunas de sus propias
tesis. Quizás ¡ayl, eso sea debido a <<factores externos»4e. En todo
tículo de 1979, concede Kuhn a los .,factores externos>> a la hora de considerar l¡r
cuestión del internalismo y el externalismo en el estado actual y futuro de la disci¡rli
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