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Agrupación al Servicio de la República

Recreació n del logo del movimiento político.

La Agrupación al Servicio de la República (ASR) fue un movimiento político españ ol creado en febrero de 1931 por José Ortega y Ga-
sset, Gregorio Marañ ó n y Ramó n Pé rez de Ayala con vistas a «movilizar a todos los españoles de oficio intelectual para que formen un copioso
contingente de propagandistas y defensores de la república española», segú n su manifiesto fundacional publicado en el perió dico madrileñ o El
Sol el 10 de febrero de 1931.

1. Historia

1.1 Fundación

La ASR no fue creada con la intenció n de ser un partido, sino un grupo de unió n de intelectuales y profesionales interesados en construir un
nuevo Estado. Así, la ASR debe entenderse como una empresa orteguiana, en la línea del artículo “El error Berenguer”, publicado en El Sol el
15 de noviembre de 1930, en el que Ortega y Gasset concluía, frente a la crisis del ré gimen de la Restauració n y de la dictadura del gene-
ral Miguel Primo de Rivera: «¡Españoles, vuestro Estado no existe! ¡Reconstruidlo! Delenda est Monarchia.»

Tras la publicació n de su manifiesto fundacional en El Sol el 10 de febrero de 1931, tuvo lugar el primer acto pú blico de la ASR el 14 de febre-
ro en el Teatro Juan Bravo de Segovia, bajo la presidencia del poeta Antonio Machado. El día siguiente, 15 de febrero, el jefe del Gobierno, el
general Berenguer, presentó su dimisió n.

Dado el importante apoyo social que consiguió el llamamiento de la ASR, é sta se fue convirtiendo en partido. El primer objetivo de la ASR era
la convocatoria de «elecciones constituyentes» y la construcció n de un Estado «auténticamente nacional» integrador de todas las clases de ciu-
dadanos.

1.2 Elecciones de 1931

En las elecciones municipales del 12 de abril de 1931, la ASR no presentó candidatos pero pidió el voto para la candidatura republicana. Des-
pué s de la proclamació n de la segunda repú blica españ ola dos días despué s, José Ortega y Gasset elogió la tranquilidad con la que el Gobierno
provisional republicano había llevado a cabo el cambio de ré gimen.

En vista a las elecciones constituyentes, convocadas para el 28 de junio de 1931, la ASR presentó candidatos dentro de la candidatura repu-
blicano-socialista. Constituyó un programa de signo liberal en lo político, que incluía las siguientes propuestas:

1. Separació n clara de los poderes ejecutivo y legislativo.


2. Parlamento unicameral elegido por las regiones, asistido por comisiones té cnicas.
3. Estructuració n regional (pero no federal) del Estado en grandes provincias gobernadas por asambleas y gobiernos locales.
4. Estatuto general del trabajo, con sindicació n obligatoria de los trabajadores.
5. “Economía organizada”, es decir, cierta planificació n econó mica por parte del Estado, en vista a la construcció n de un “Estado
social”.
6. Separació n nítida de Iglesia y Estado.

La ASR consiguió 13 escañ os de diputados en las Cortes Constituyentes: Justino de Azcá rate, Alfonso García Valdecasas, Juan Díaz del Mo-
ral, Bernardo Giner de los Ríos, José Fernando Gonzá lez Uñ a, Vicente Iranzo Enguita, Gregorio Marañ ó n, José Ortega y Gasset, José Pareja Yé -
benes, Ramó n Pé rez de Ayala, Manuel Rico Avello, Juan José Santa Cruz y Publio Suá rez Uriarte.

1.3 Debate constitucional


En el debate de totalidad del proyecto de la Comisió n de Constitució n celebrado entre el 27 de agosto y el 9 de septiembre de 1931, José Orte-
ga y Gasset intervino como portavoz del grupo parlamentario de la ASR para decir que «nuestro grupo siente una alta estimación por el pro-
yecto que esa Comisión ha redactado» («hay en este proyecto auténtico pensamiento democrático, sentido de responsabilidad democrática», añ a-
diría má s adelante), pero advirtiendo a continuació n que «esa tan certera Constitución ha sido mechada con unos cuantos cartuchos detonan-
tes, introducidos arbitrariamente por el espíritu de propaganda o por la incontinencia del utopismo».

Entre esos «cartuchos detonantes» destacó que «para el proyecto la autonomía es algo especial, puesto que no la estatuye para todos los espa-
ñoles», sino que responde a los deseos «de dos o tres regiones ariscas», lo que daría lugar a «dos o tres regiones semi-Estados frente a España, a
nuestra España»; en cuanto al resto de regiones, al afirmar el proyecto, segú n Ortega, que la autonomía só lo se concedería «a aquellas provin-
cias que posean características definidas, históricas, culturales y económicas comunes», esto las animaría a «una campaña de nacionalismo allí
donde hasta ahora no ha existido». Ortega propuso otra “solució n”: «En cambio, si la Constitución crea desde luego la organización de España
en regiones, ya no será la España una quien se encuentre frente a frente de dos o tres regiones indóciles, sino que serán las regiones entre sí quie-
nes se enfrenten, pudiendo de esta suerte cernirse majestuoso sobre sus diferencias el Poder nacional, integral, estatal y único soberano. Contem-
plad la diferencia de una solución y de otra.» (José Ortega y Gasset, Comisió n de Constitució n de las Cortes, 4 de septiembre de 1931)

El otro «cartucho detonante» era, segú n Ortega, «el artículo donde la Constitución legisla sobre la Iglesia», que le pareció «de gran improceden-
cia».

«Yo dudo mucho que sea la mejor manera para curarse de tan largo pasado como es la historia del Estado-Iglesia, esas liquidaciones subitáneas
[la disolución de las órdenes religiosas que aparecía en el artículo 24, luego 26, del proyecto]; no creo en esa táctica para combatir el pasado. [...]
Nosotros propondríamos que la Iglesia, en la Constitución, aparezca situada en una forma algo parecida a lo que los juristas llaman una Corpo-
ración de Derecho público que permita al Estado conservar jurisdicción sobre su temporalidad.» (José Ortega y Gasset, Comisió n de Constitu-
ció n de las Cortes, 4 de septiembre de 1931)

Las intervenciones de Ortega y Gasset en las Cortes, posteriormente recogidas en el libro “Rectificació n de la repú blica”, eran muy esperadas,
comentadas y criticadas, en particular cuando se expresó sobre el problema de la estructura territorial del Estado y el proyecto de Estatuto
de autonomía catalá n. Pese a ello, el partido fue relativamente poco influyente en las Cortes, en parte por causa de las declaraciones del filó -
sofo, que describía su movimiento como un grupo de intelectuales metidos en política solo por deber y como a disgusto.

1.4 Disolución

Muy pronto, el líder de la Agrupació n al Servicio de la Repú blica mostró su desencanto respecto al nuevo régimen y al cariz demasiado extre-
mista que tomaba. El “Manifiesto disolviendo la Agrupació n al Servicio de la Repú blica” fue publicado en el perió dico Luz el 29 de octubre de
1932: en él Ortega explicaba que la Repú blica estaba ya «suficientemente consolidada», por lo cual el grupo había conseguido su objetivo y se
disolvía «dejando en libertad a sus hombres para retirarse de la lucha política o para reagruparse bajo nuevas banderas y hacia nuevos comba-
tes».

Los miembros de la ASR continuaron su trayectoria política en distintos partidos; la mayor parte pasó al Grupo Republicano Independiente,
pero algunos pasaron al Frente Popular.

Cierta falta de claridad y de concreció n en el proyecto de la ASR impidió sin duda que su mensaje fuera bien entendido por la clase política es-
pañ ola y adquiriese un amplio respaldo social; la imagen del partido quedó estrechamente vinculada a la personalidad de sus tres fundado-
res.

2. Manifiesto fundacional

«Un manifiesto

Agrupación al Servicio de la República

Con el título que antecede se ha publicado el siguiente documento:

Cuando la historia de un pueblo fluye dentro de su normalidad cotidiana, parece lícito que cada cual viva atento sólo a su oficio y entregado a su
vocación. Pero cuando llegan tiempos de crisis profunda, en que rota o caduca toda normalidad van a decidirse los nuevos destinos nacionales, es
obligatorio para todos salir de su profesión y ponerse sin reservas al servicio de la necesidad pública. Es tan notorio, tan evidente, hallarse hoy
Es-paña en una situación extrema de esta índole, que estorbaría encarecerlo con procedimientos de inoportuna grandilocuencia. En los meses,
casi diríamos en las semanas, que sobrevienen tienen los españoles que tomar sobre sí, quieran o no, la responsabilidad de una de esas grandes
deci-siones colectivas en que los pueblos crean irrevocablemente su propio futuro. Esta convicción nos impulsa a dirigirnos hoy a nuestros
conciuda-danos, especialmente a los que se dedican a profesiones afines con las nuestras. No hemos sido nunca hombres políticos; pero nos
hemos presen-tado en las filas de la contienda pública siempre que el tamaño del peligro lo hacía inexcusable. Ahora son superlativas la urgencia
y la gravedad de la circunstancia. Esto, y no pretensión alguna de entender mejor que cualesquiera otros españoles los asuntos nacionales, nos
mueve a iniciar con máxima actividad una amplia campaña política. Debieron ser personas mejor dotadas que nosotros para empresas de esta
índole quienes ini-ciasen y dirigiesen la labor. Pero hemos esperado en vano su llamamiento, y como el caso no permite ni demora ni evasiva, nos
vemos forzados a hacerlo nosotros, muy a sabiendas de nuestras limitaciones.

El Estado español tradicional llega ahora al grado postrero de su descomposición. No procede ésta de que encontrase frente a sí la hostilidad de
fuerzas poderosas, sino que sucumbe corrompido por sus propios vicios sustantivos. La Monarquía de Sagunto no ha sabido convertirse en una
institución nacionalizada, es decir, en un sistema de Poder público que se supeditase a las exigencias profundas de la nación y viviese
solidarizado con ellas, sino que ha sido una asociación de grupos particulares que vivió parasitariamente sobre el organismo español, usando del
Poder públi-co para la defensa de los intereses parciales que representaba. Nunca se ha sacrificado aceptando con generosidad las necesidades
vitales de nuestro pueblo, sino que, por el contrario, ha impedido siempre su marcha natural por las rutas históricas, fomentando sus defectos
inveterados y desalentando toda buena inspiración. De aquí que día por día se haya ido quedando sola la Monarquía y concluyese por mostrar a
la intemperie su verdadero carácter, que no es el de un Estado nacional, sino el de un Poder público convertido fraudulentamente en parcialidad
y en facción.

Nosotros creemos que ese viejo Estado tiene que ser sustituido por otro auténticamente nacional. Esta palabra “nacional” no es vana; antes bien,
designa una manera de entender la vida pública que lo acontecido en el mundo durante los últimos años de nuevo corrobora. Ensayos como el
fascismo y el bolchevismo marcan la vía por donde los pueblos van a parar en callejones sin salida: por eso, apenas nacidos padecen ya la falta de
claras perspectivas. Se quiso en ambos olvidar que, hoy más que nunca, un pueblo es una gigantesca empresa histórica, la cual sólo puede
llevarse a cabo o sostenerse mediante la entusiasta y libre colaboración de todos los ciudadanos unidos bajo una disciplina más de espontáneo
fervor que de rigor impuesto. La tarea enorme e inaplazable de remozamiento técnico, económico, social e intelectual que España tiene ante sí
no se puede acometer si no se logra que cada español dé su máximo rendimiento vital. Pero esto no es posible si no se instaura un Estado que por
la amplitud de su base jurídica y administrativa permita a todos los ciudadanos solidarizarse con él y participar en su alta gestión. Por eso
creemos que la Monarquía de Sagunto ha de ser sustituida por una República que despierte en todos los españoles a un tiempo dinamismo y
disciplina, llamán-dolos a la soberana empresa de resucitar la historia de España, renovando la vida peninsular en todas sus dimensiones,
atrayendo todas las capa-cidades, imponiendo un orden de limpia y enérgica ley, dando a la justicia plena trasparencia, exigiendo mucho a cada
ciudadano trabajo, destre-za, eficacia, formalidad y la resolución de levantar nuestro país hasta la plena altitud de los tiempos.

Pero es ilusorio imaginar que la Monarquía va a ceder galantemente el paso a un sistema de Poder público tan opuesto a sus malos usos, a sus
privilegios y egoísmos. Sólo se rendirá ante una formidable presión de la opinión pública. Es, pues, urgentísimo organizar esa presión haciendo
que sobre el capricho monárquico pese con suma energía la voluntad republicana de nuestro pueblo. Esta es la labor ingente que el momento re-
clama. Nosotros nos ponemos a su servicio. No se trata de formar un partido político. No es sazón de partir, sino de unificar. Nos proponemos sus-
citar una amplísima Agrupación al Servicio de la República, cuyos esfuerzos tenderán a lo siguiente:

1º. Movilizar a todos los españoles de oficio intelectual para que formen un copioso contingente de propagandistas y defensores de la República
española. Llamaremos a todo el profesorado y magisterio, a los escritores y artistas, a los médicos, a los ingenieros, arquitectos y técnicos de
toda clase, a los abogados, notarios y demás hombres de ley. Muy especialmente necesitamos la colaboración de la juventud. Tratándose de
decidir el futuro de España, es imprescindible la presencia activa y sincera de una generación en cuya sangre fermenta sustancia del porve-
nir. De corazón ampliaríamos a los sacerdotes y religiosos este llamamiento, que a fuer de nacional preferiría no excluir a nadie; pero nos co-
híbe la presunción de que nuestras personas carecen de influjo suficiente sobre esas respetables fuerzas sociales.

Como la Agrupación al Servicio de la República no va a modelarse un partido, sino a hacer una leva general de fuerzas que combatan a la
Monarquía, no es inconveniente para alistarse en ella hallarse adscrito a los partidos o grupos que afirman la República, con los cuales pro-
curaremos mantener contacto permanente.

2º. Con este organismo de avanzada, bien disciplinado y extendido sobre toda España, actuaremos apasionadamente sobre el resto del cuerpo
nacional, exaltando la gran promesa histórica que es la República española y preparando su triunfo en unas elecciones constituyentes, ejecu-
tadas con las máximas garantías de pulcritud civil.

3º. Pero, al mismo tiempo, nuestra Agrupación irá organizando, desde la capital hasta la aldea y el caserío, la nueva vida pública de España en
todos sus haces, a fin de lograr la sólida instauración y el ejemplar funcionamiento del nuevo Estado republicano.

Importa mucho que España cuente pronto con un Estado eficazmente constituido, que sea como una buena máquina en punto, porque bajo las
inquietudes políticas de estos años late algo todavía más hondo y decisivo: el despertar de nuestro pueblo a una existencia más enérgica, su rena-
ciente afán de hacerse respetar e intervenir en la historia del mundo. Se oye con frecuencia más allá de nuestras fronteras proclamar, como el
nuevo hecho de grandes proporciones que apunta en el horizonte y modificará el porvenir, el germinante resurgir ibérico a ambos lados del At-
lántico. Nos alienta tan magnífico agüero; pero su realización supone que las almas españolas queden liberadas de la domesticidad y el envileci-
miento en que las ha mantenido la Monarquía, incapaz de altas empresas y de construir un orden que a la vez impere y dignifique. La República
será el símbolo de que los españoles se han resuelto por fin a tomar briosamente en sus manos propias su propio e intransferible destino.
Gregorio Marañón, José Ortega y Gasset, Ramón Pérez de Ayala.»

(El Sol, Madrid, martes, 10 de febrero de 1931, añ o XV, nú mero 4.211, pá gina 12)

Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Agrupaci%C3%B3n_al_Servicio_de_la_Rep%C3%BAblica
Guardia de Asalto

La Guardia de Asalto, denominada de forma oficial como Cuerpo de Asalto, fue un cuerpo policial
españ ol creado durante la segunda repú blica (1931-1936) con el objetivo de disponer de una fuerza
policial para el mantenimiento del orden pú blico y que fuera de probada fidelidad a la Repú blica.

Rá pidamente se convertiría en un eficaz cuerpo policial, y tuvo una destacada e intensa actividad
durante toda su historia, especialmente durante algunos hechos de la guerra civil españ ola (1936-
1939). Durante el golpe de Estado de julio de 1936 la fidelidad y actuació n de los Guardias de Asalto
fue fundamental en muchos sitios para que fracasase el golpe y por ello gozó de prestigio entre la
població n de la zona repu-blicana. No obstante, el Cuerpo de Asalto fue fusionado, por decreto, el 27
de diciembre de 1936 con la Guardia Nacional Republicana (GNR) para formar el nuevo Cuerpo de
Seguridad Interior (CSI), aunque este siguió manteniendo unas Unidades de Asalto y
Vanguardia (UAV) que actuaron en operaciones mili-tares.

1. Historia

1.1 Orígenes

La policía españ ola fue creada en 1824 mediante una real cé dula del rey Fernando VII. Tras muchos
avata-res y reorganizaciones, se funda en 1844 el Cuerpo de Protecció n y Seguridad (CPS), un cuerpo Escudo gené rico de los
civil de policía, distinto del militarizado que constituía la Guardia Civil. Fue en 1887 cuando se Guardias de Asalto.
determinó que la policía comprendía dos servicios: el de Vigilancia y el de Seguridad, dependientes
ambos del Ministerio de la Gobernació n.

Segú n un Real decreto de 25 de noviembre de 1930, se aprueba un nuevo reglamento de la policía. Mediante este decreto, la policía guberna-
tiva se ponía bajo el mando directo y ú nico del Director General de Seguridad (dependiente del Ministro de Gobernació n). La policía se com-
pondría de dos cuerpos: el Cuerpo de Vigilancia y el Cuerpo de Seguridad, atribuyendo a ambos cará cter civil. Sin embargo, el Cuerpo de Segu-
ridad se regía por normas militares, estando sus componentes sujetos al Código de Justicia Militar. Sus funciones comprendían el manteni-
miento del orden pú blico, la seguridad personal, el respeto a las propiedades y la observancia de las leyes. Dentro de este Cuerpo, se crea la
denominada Sección de Gimnasia, encargados del mantenimiento del orden pú blico.

Con la llegada de la segunda repú blica en 1931, aumenta la inestabilidad social. A ello se une el hecho de que la policía no goza ni del apoyo ni
de la confianza de los nuevos gobernantes republicanos. Miguel Maura Gamazo, político republicano conservador que fue nombrado ministro
de la Gobernació n del Gobierno Provisional de Repú blica, acometió la tarea de adaptar el antiguo Cuerpo de Seguridad a las nuevas necesida-
des: «crear rápidamente otra fuerza, para hacer frente a las alteraciones del orden en las ciudades, más ágil y con más moderno armamento, de-
jando a la Guardia Civil la custodia del campo, su auténtica misión».

Recié n proclamada la Repú blica, el 17 de mayo de 1931 se reorganizó el Cuerpo de Seguridad y se le adscribieron las llamadas Compañ ías de
Vanguardia (posteriormente denominadas Secció n de Guardias de Asalto), utilizando como base la ya existente Secció n de Gimnasia del
Cuer-po de Seguridad. Integrada en el Cuerpo de Seguridad, la Secció n de Guardias de Asalto constituyó una fuerza de choque destinada a
actuar en las aglomeraciones con motivo de festejos, desfiles, manifestaciones, etc., y en los intentos de alteració n del orden pú blico. Se trata
de los antecesores de los actuales antidisturbios. Entre otros cambios, respecto la Guardia Civil sus miembros fueron mejor dotados y
equipados pa-ra la conservació n del orden pú blico.

1.2 Durante la segunda república

Finalmente, el 9 de febrero de 1932, una parte del Cuerpo de Seguridad se transformó en Guardias de Asalto, pasando el cuerpo a denominar-
se Cuerpo de Seguridad y Asalto (CSA). Fue nombrado Muñ oz Grandes primer jefe y fundador del Cuerpo, por el entonces Director General de
Seguridad, José Valdivia, permaneciendo Muñ oz Grandes al frente de la nueva policía republicana hasta 1935. Para su nombramiento influyó
la gran fama adquirida al organizar y dirigir las tropas regulares de Marruecos durante la guerra del Rif (del 8 de junio de 1911 al 27 de mayo
de 1927). Así se convirtió en el má ximo responsable del orden pú blico en las grandes ciudades.

En enero de 1933, este cuerpo interviene junto a la Guardia Civil en la represió n de los sucesos de Casas Viejas (del 10 al 12 de enero de
1932), en el cual mueren má s de 20 vecinos de la localidad. La brutalidad empleada por las fuerzas represivas conmociona a la opinió n pú bli-
ca españ ola. No sería la ú nica actuació n durante ese añ o, si bien durante la conocida como revolució n de diciembre de 1933 intervienen nue-
vamente en el mantenimiento del orden y la lucha contra los distintos levantamientos y atentados anarquistas. La otra intervenció n destaca-
da tendría lugar durante la revolució n de 1934, donde los Guardias de Asalto volvieron a jugar un importante papel en la represió n de los dis-
turbios en Barcelona o el fracaso de la huelga en Madrid y otras ciudades importantes.
1.3 Guerra civil española
Con el estallido de la guerra civil, el Cuerpo se alineó fundamentalmente con el Gobierno de la repú blica, siendo uno de los cuerpos armados
donde menos apoyos tuvo la sublevació n militar del 18 de julio: un 70% se mantuvo leal al Gobierno. Sin embargo, los acuartelamientos
de Zaragoza y Valladolid se sumaron a la sublevació n (los de Oviedo, Sevilla y La Coruñ a al principio permanecieron fieles al gobierno). De to-
dos los cuerpos policiales que habían quedado en la zona gubernamental, el de Asalto era el mejor visto por la mayor parte de la població n.5
Esto hizo que gran nú mero de militares decidieran ingresar en este cuerpo, para evitar los recelos y suspicacias que la filiació n militar creaba
entre las milicias obreras. Este hecho llegó hasta el punto de que el presidente de Gobierno, Largo Caballero, tuvo que prohibir a los oficiales
del ejé rcito integrarse a la Guardia de Asalto sin autorizació n expresa del Ministerio de la Guerra. Los Guardias de Asalto se distinguieron co-
mo una infantería fiable y de choque a la que la repú blica siempre confiaba sus operaciones má s delicadas, como la supresió n de los sucesos
de Barcelona de mayo de 1937 o la toma de Belchite. Ya avanzada la guerra, el Cuerpo de Asalto se convirtió en la é lite del nuevo Ejé rcito Po-
pular (EPR). El propio George Orwell [1903-1950] lo reflejaba en una de sus obras má s destacadas «Eran unas tropas magníficas, con mucha
diferencia las mejores que yo había visto en España [...] Yo estaba acostumbrado a las andrajosas y mal armadas milicias del frente de Aragón, y
no sabía que la República poseyera tropas como aquellas. No sólo eran hombres de unas condiciones físicas excepcionales, sino que lo que más
me asombraba eran sus armas [...]» (Orwell, George. “Homenaje a Cataluñ a” (Homage to Catalonia, 1938), pá gina 146)

1.4 Desaparición

A pesar de su importante papel, la vida del cuerpo estaba llegando a su fin. Con la reorganizació n de las instituciones de la Segunda Repú blica
a finales de 1936, llegaron algunos cambios: la Guardia Civil ya había sido transformada por el gobierno republicano en Guardia Nacional Re-
publicana. A su vez, é sta fue fusionada, por decreto, el 27 de diciembre de 1936 con el Cuerpo de Seguridad y Asalto para formar el Cuerpo de
Seguridad Interior pero no llegó a ser efectivo realmente. Sin embargo, el nuevo Cuerpo creado siguió manteniendo unas Unidades de Asalto
o Vanguardia (fundamentalmente los miembros del ya extinto Cuerpo de Seguridad y Asalto), que sirvieron en el frente o con misiones pseu-
domilitares en la retaguardia. Con el final de la guerra, el Cuerpo de Seguridad Interior sería disuelto por los vencedores de la contienda. Tras
la contienda, la Ley de 15 de marzo de 1940 promulgada por Francisco Franco haría desaparecer también el Cuerpo de Carabine-
ros integrá ndolo en la Guardia Civil. Los pocos miembros de la Guardia de Asalto que superaron los expedientes de depuració n, se integraron
en la recié n creada Cuerpo de Policía Armada y de Trá fico (cuyos miembros empezaron a ser popularmente conocidos como “los grises”, por
el color de sus uniformes).

2. Estructura

2.1 Organización inicial

El Cuerpo de Seguridad y Asalto estaba organizado militarmente y distribuido en pelotones (de veinticinco guardias), que agrupados en com-
pañ ías, se desplegaban por las principales ciudades españ olas. Su funció n principal era el mantenimiento del orden pú blico y actuaba nor-
malmente en caso de disturbios. A diferencia de los otros cuerpos policiales de la é poca, no tenía como funció n principal la persecució n de la
delincuencia. Con su creació n, el mantenimiento del orden pú blico, hasta entonces en manos de la Guardia Civil, quedó exclusivamente a su
cargo en las zonas en las que estaba desplegado. Estaban bajo el mando directo del ministro de la Gobernació n.

El Cuerpo de Asalto se dividía en grupos de diferentes tamañ os al modo del Ejé rcito, pero quedá ndose en la jerarquía de Compañ ía:

 Escuadra: 7 agentes al mando de un cabo.

 Pelotón: 3 escuadras má s un suboficial; ademá s cuentan con ametralladora (Hotchkiss M1914), camió n descubierto de 25 plazas y
grana-das de humo.

 Sección: 3 pelotones.

 Compañía: 3 secciones a cargo de un oficial.

 Grupo: estaba formado por 3 compañías de fusiles y una que llamaban Compañía de especialidades. Esta compañ ía estaba
integrada por una Plana Mayor y tres secciones: una de morteros, otra de ametralladoras y la secció n motorizada, la cual contaba con
coches ligeros, mo-tocicletas, camionetas y autocares, ambulancias y blindados Bilbao dotados de ametralladoras.

2.2 Evolución

El 24 de abril de 1932 se autorizaba el aumento de la dotació n del Cuerpo de Seguridad y Asalto a un coronel, dos tenientes coroneles,
12 comandantes, 57 capitanes, 177 tenientes, 302 suboficiales y sargentos, y 3.896 cabos y guardias. El 8 de septiembre del mismo añ o, se
autorizaba un aumento de 2.500 guardias má s que se unían a los ya existentes.1 Ya en 1936 el nú mero de integrantes del Cuerpo de Seguri-
dad y Asalto era de 17.660: 450 jefes y oficiales, 543 suboficiales y 16.667 guardias, de los que unos 8.000 pertenecían a la secció n de Seguri-
dad y el resto a la de Asalto. Para esas fechas el cuerpo tenía 50 compañ ías distribuidas en 16 grupos: Madrid (1º,2º y 3º), Bilbao (4º), Se-
villa (5º), Valencia (6º), Zaragoza (7º), La Coruñ a (8º), Má laga (9º), Oviedo (10º), Badajoz (11º), Valladolid (12º), Murcia (13º) y Barcelo-
na (14º, 15º y 16º).
3. Puntos oscuros en su historial

Algunos puntos negros de la historia del cuerpo fueron la citada intervenció n en la represió n de la revuelta anarquista de Casas Vie-
jas en 1932, los enfrentamientos en mayo de 1937 en las calles de Barcelona, la dureza empleada en reprimir algunas huelgas o protestas so-
ciales y la participació n de varios de sus miembros en el asesinato del líder del Bloque Nacional y diputado José Calvo Sotelo, el 13 de ju-
lio de 1936.

4. Empleos y divisas

4.1 Segunda república

4.1.1 Oficiales

España

Coronel Teniente Coronel Comandante Capitá n Teniente Alfé rez

4.1.2 Suboficiales y tropa

España

Sargento Guardia
Subteniente Subayudante Brigada Sargento Cabo Guardia
Primero Primero

4.2 Guerra civil

4.2.1 Oficiales

España

Coronel Teniente Coronel Comandante Capitá n Teniente Alfé rez

4.2.2 Suboficiales y Tropa


España

Brigada Sargento Cabo Guardia

Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Guardia_de_Asalto

Partido Republicano Radical


El Partido Republicano Radical (PRR), tambié n referido simplemente como Partido Radical, fue
un partido político españ ol. Fundado por Alejandro Lerroux, en el momento de su creació n en enero
de 1908 el partido lograría atraer hacia sus filas a buena parte del lerrouxismo, un movimiento
anticlerical, anticatalanista y republicano. Si bien durante sus primeros añ os tuvo un papel discreto,
durante la eta-pa de la segunda repú blica (1931-1936) se convirtió en una de las principales
formaciones políticas es-pañ olas, llegando a participar en el gobierno en varias ocasiones. Afectado
por varios escá ndalos de co-rrupció n y por su creciente derechizació n política, el PRR entró en una
fuerte crisis que significó su de-saparició n de la vida pú blica españ ola. Terminaría desapareciendo
tras el estallido de la guerra civil (1936-1939).

1. Historia
Escudo del partido político.
1.1 Orígenes y fundación

Llegada de Lerroux el 5 enero de 1908 a Santander, fotografía de Zenó n Quintana en Nuevo Mundo. Un día má s tarde tendría lugar la
fundació n, en el Teatro Principal de dicha ciudad, del PRR.

El partido fue fundado por Alejandro Lerroux en Santander, al escindirse Lerroux y sus partidarios en 1908 de la Unió n Republicana (UR)
de Nicolá s Salmeró n. El acto fundacional tuvo lugar el 6 de enero de 1908 durante un mitin que se celebró en el Teatro Principal de Santan-
der. A este respecto, el propio Lerroux señ alaría má s adelante que el partido: «No nació de mi capricho, ni menos aún de una disidencia, que si
de una disidencia humana hubiera nacido necesitaría ahora de la execración de la opinión pública. Nació de una necesidad política.»

El motivo de esta salida se debió a que una parte de la Unió n Republicana (encabezada por el propio Salmeró n) se unió a la coalició n catala-
nista “Solidaridad Catalana” (Solidaritat Catalana), lo que provocó una grave crisis en la coalició n republicana. Los republicanos “blasquistas”
tambié n se acabarían escindiendo en una nueva formació n. Así pues, Lerroux impulsó la creació n del PRR con la idea de reestructurar en tor-
no a su persona tanto a lo que quedaba de la Unió n Republicana como a otros elementos republicanos dispersos.

Los orígenes del partido se encontraban en el movimiento político y social que Lerroux había construido en torno a su persona durante su
etapa en Barcelona. En sus inicios mantuvo un discurso de corte obrerista, anticlerical y anticatalanista, consiguiendo politizar a las masas
obreras y atraer a una parte importante de los sectores inmigrantes. Coincidiendo con un momento en que el anarquismo atravesaba una im-
portante crisis (tras el fracaso de la huelga general de 1902), esto le permitió presentarse como la ú nica opció n política de la clase obrera
barcelonesa y en clara oposició n a las posturas defendidas por la conservadora y cató lica Liga Regionalista de Cataluñ a (Lliga Regionalista de
Catalunya o Lliga Regionalista) Como señ alaría posteriormente Eduardo Aunó s, Lerroux logró alzar «contra la burguesía catalana [...] a las
masas proletarias abandonadas en los suburbios fabriles de la gran ciudad mediterránea».

Lerroux, sin embargo, daría un giro hacia posturas centristas a partir de 1910, en el convencimiento de que el republicanismo españ ol carecía
de «respetabilidad» y de un verdadero apoyo social. Desde ese momento Lerroux centraría sus esfuerzos en hacer del PRR una formació n po-
lítica de corte interclasista, que agrupara a diversos sectores. Progresivamente, fue abandonando su demagogia y se acercó a las clases me-
dias.

1.2 Primeros años


Durante sus primeros añ os el PRR mantuvo su centro de gravedad en Barcelona y Cataluñ a, aunque se mantuvo alejado de los partidos cata-
lanistas y se centró má s en el electorado obrero. La existencia del partido lerrouxista dejó a la izquierda catalanista carente de posibilidades
políticas por lo menos hasta 1923.

En 1910 el PRR concurrió a las elecciones generales en alianza con otros partidos republicanos y de izquierdas, la conocida como Conjunció n
Republicano-Socialista (CRS), logrando sacar 8 diputados en cortes. Despué s de su primer gran éxito político en las elecciones de 1910, cua-
tro añ os despué s Lerroux firmó el llamado Pacto de San Gervasio, por el cual el PRR establecía una alianza electoral con la Unió n Federal Na-
cionalista Republicana (UFNR). El PRR mantuvo esta alianza electoral durante los comicios de 1914 y nuevamente en los de 1916, aunque
má s adelante esta fó rmula no se reeditaría debido al escaso é xito que había reportado para ambas formaciones.

Para estas fechas Lerroux se había convertido en el jefe indiscutible del republicanismo. 20 Hasta la instauració n de la dictadura de Primo de
Rivera en 1923, el PRR mantuvo una modesta representació n parlamentaria en el congreso. Durante la dictadura el partido pasó a la clandes-
tinidad y Lerroux mantuvo una discreta actividad política.

En 1929 el partido sufrió una primera escisió n: el sector má s progresista del PRR se
separó para fundar el Partido Republicano Radical Socialista (PRRS), y má s adelante
una parte del PRRS acabaría confluyendo en la posterior Izquierda Republicana (IR)
de Manuel Azañ a.

A finales de los añ os 1920, en los estertores del reinado de Alfonso XIII, el PRR fue uno
de los principales firmantes del Pacto de San Sebastiá n, y como tal participó en
el “Comité Pro-visional” que comandó el derrocamiento de la Monarquía y en el
Gobierno Provisional que sustituyó al Gobierno de la Corona tras la proclamació n de
la segunda repú blica, el 14 de abril de 1931.

1.3 Segunda república

En el debate de la Constitució n de 1931 el grupo parlamentario del PRR, que con 90


parla-mentarios era el segundo má s numeroso de las Cortes Constituyentes, tras
los socialistas, apoyó en general el proyecto presentado por la Comisió n de
Constitució n, especialmente el Estado integral que permitía la formació n de “regiones
autó nomas”.

Sin embargo, como manifestó su portavoz Rafael Guerra del Río, discrepó en algunos
pun-tos importantes, como que las Cortes fueran unicamerales («la minoría radical
sostiene el sistema bicameral» con «un Senado que se define como representante de los
intereses sociales y de los intereses específicos de las regiones [...] al cual asignamos una Lerroux, fotografiado por Compañ y,
función de freno de las impaciencias del momento de la Cámara popular», aunque estaría
hacia 1908, en Nuevo Mundo.
supeditado a ella), que se disolvieran las ó rdenes religiosas (debían ser sometidas a una
ley especial, porque son «asociaciones muy especialísimas», así como la Iglesia Cató lica
en general, y a algunas ó rde-nes, especialmente a los jesuitas, se les debía prohibir el ejercicio de la enseñ anza por cons-tituir «un peligro
social, un peligro para la juventud española, que antes que nada debe ser amparada por la República») o la “socializació n” de la propiedad
(«reconocemos legítima la expropiación de la propiedad por parte del Estado para fines sociales, pero siempre mediante indemni-zación.
Confiscaciones, nunca; despojos sin indemnización, nunca, ni siquiera a las órdenes religiosas»). El portavoz de la minoría radical, Rafael Guerra
del Río, acabó su intervenció n diciendo: «Quizá muchos queridos correligionarios, republicanos no afiliados a nuestro partido radical,
sospecharán que en esta postura de esta minoría, de este partido radical, hay más o menos espíritu de derecha. Yo declaro que a mí eso, en estos
momentos no me preocupa absolutamente nada. [...] Cuando hablamos de esta futura Constitución, no pensamos más que en una cosa; que
vamos a fabricar un hogar para todos los españoles; que nosotros hemos sido republicanos como lo fueron los de Francia y lo fueron los de Italia,
unien-do en una misma acepción las dos palabras, patriota y republicano. Éramos republicanos porque queríamos a España; ahora que tenemos
la Re-pública, queremos la República para todos los españoles. He dicho.»

En diciembre de 1931, Lerroux abandonó el gobierno de Azañ a por estar en desacuerdo con la continuidad de la coalició n republicana-socia-
lista que lo sustentaba y a partir de entonces lideró la oposició n parlamentaria desde el centro-derecha, lo que le sirvió para atraer a ciertas
figuras políticas moderadas que fueron moná rquicas antes de la dictadura de Primo de Rivera, como Santiago Alba.

En el otoñ o de 1933 la caída del gobierno Azañ a supuso la convocatoria de nuevas elecciones, a las cuales se presentó el PRR de Lerroux con
una propuesta de «República, orden, libertad, justicia social, amnistía». Tras las elecciones de noviembre 1933, que arrojaron una mayoría de
las derechas en el Parlamento y en las que el PRR obtuvo 102 escañ os, los radicales de Lerroux pasaron a liderar el gobierno de la Repú blica,
primero en solitario (un gabinete monocolor apoyado por la Confederació n Españ ola de Derechas Autó nomas o CEDA), y despué s en coali-
ció n con la CEDA de José María Gil-Robles. A lo largo de su mandato, Lerroux tuvo que hacer frente a la revolució n de octubre de 1934, orga-
nizada por los socialistas, y que resultó particularmente violenta en Asturias; y a la simultá nea rebelió n de la Generalidad de Cataluñ a y su
presidente, Luís Companys (Izquierda Republicana de Cataluñ a (Esquerra Republicana de Cataluña) o ERC), que proclamó el Estado catalá n
dentro de la «República Federal Española». Tras controlar la situació n en el resto del país, el Gobierno radical detuvo a Companys, suspendió
la Generalidad y mandó a las fuerzas del orden, incluida la Legió n Españ ola, a combatir la insurrecció n obrera en Asturias, que fue duramente
reprimida bajo la direcció n del general Franco a las ó rdenes de la Repú blica. Las políticas cada vez má s derechistas del PRR empezaron a
crear fuertes disensiones en su seno, algo que se manifestó plenamente cuando la diputada Clara Campoamor abandonó el partido.

En abril de 1934, ya al mando del gobierno republicano, Diego Martínez Barrio salió del partido con los cuadros má s centristas de los radica-
les para fundar el Partido Radical Demó crata (PRD), que posteriormente sería el nú cleo en que se constituiría la nueva Unió n Republicana
(UR). Este sector del PRR se mostraba en desacuerdo con la creciente línea derechista de la mayoría radical, que pretendía seguir gobernan-
do con el apoyo decisivo de la CEDA.

1.4 Decadencia y desaparición

Los gobiernos radicales se sucedieron durante el período 1933-1935, aunque cada vez má s debilitados por varios escá ndalos de corrupció n
(entre ellos, el del “estraperlo” y el asunto “Nombela”) en que se vieron envueltos sus líderes, lo que llevó a que Lerroux saliera del gobierno
en septiembre de 1935. El PRR nunca se recuperó . En las elecciones generales de 1936, que dieron el triunfo a la coalició n de izquierdas
del Frente Popular, el PRR sufrió un fuerte descalabro: obtuvo un 1’1% de los votos y só lo cinco diputados. En la prá ctica, esto dejó al PRR en
la irrelevancia política. Ni siquiera Lerroux logró obtener representació n parlamentaria.

Como el resto de partidos políticos activos durante la repú blica, el PRR fue ilegalizado tras la victoria del bando sublevado en la guerra civil.

2. Periódicos y órganos de expresión

A lo largo de su existencia el partido dispuso de numerosos diarios y semanarios que sirvieron como ó rganos de expresió n del PRR. Tras la
proclamació n de la segunda repú blica se formaría una importante red de prensa “radical” por toda Españ a. Entre ellos destacaban los dia-
rios La Voz de Có rdoba, La Voz Extremeña (de Badajoz), el Diario de Alicante, La Voz de Menorca o La Voz de Almería. Tambié n hubo perió di-
cos que, sin pertenecer al partido, se mantuvieron muy cercanos al Lerrouxismo en diferentes coyunturas, como fue el caso del diario  La Pu-
blicidad de Granada, El Popular de Má laga, La Zarpa (de Orense), La Voz de Guipúzcoa, etc.

Tal y como ha señ alado el historiador Antonio Checa Godoy, el lerrouxismo nunca llegó a contar con un gran perió dico en la capital españ ola,
a pesar de los diversos intentos que hubo al respecto. El histó rico diario El Imparcial mantuvo en sus ú ltimos añ os posiciones cercanas al
PRR, si bien só lo sería de forma temporal. Situació n distinta fue en Cataluñ a, donde los radicales dispusieron desde sus inicios de numerosas
publicaciones. En Barcelona tuvieron perió dicos como El Progreso, La Aurora o Renovación. El lerrouxismo catalá n tambié n contó con la cer-
canía de dos perió dicos barceloneses, El Día Gráfico y La Noche, así como del diario El Liberal.

3. Resultados electorales

3.1 Elecciones generales

Comicio # de
% +/– Notas
s escaños obtenidos

1910 ? 8/404 8 Dentro de la Conjunció n Republicano-Socialista.

1914 ? 5/408 3 En coalició n con la Unió n Federal Nacionalista Republicana.

1916 ? 5/409 0 En coalició n con la Unió n Federal Nacionalista Republicana.

0,49 3
1918 2/409 Dentro de la “Alianza de Izquierdas”.
%
0,98 2
1919 4/409
%
1.96 4
1920 8/409
%
1.71 1
1923 7/409
%

19.1 9
1931 90/470 Dentro de la Conjunció n Republicano-Socialista.
% 0

21.6 1
1933 102/473 Dentro de la coalició n con republicanos de centro.
% 2
9
1936 1.1% 5/473
7

Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Partido_Republicano_Radical

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