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Entre 1931 y 1936 emergieron a la superficie todos los problemas profundos del
país; irrumpiendo súbitamente en el peor momento, cuando la crisis económica de 1929
se dejaba sentir en España, provocando una gran tensión social que agravó la lucha de
clases. Esto en sí mismo era grave, pero aún más cuando en el entorno internacional
existían dos totalitarismos en auge, el fascismo y el comunismo, que se aprestaban a dar
la batalla definitiva. Y es que la historia del siglo XX ha consistido, en buena medida,
en un enfrentamiento entre revolución y contrarrevolución.
Un Rey puede equivocarse y sin duda erré yo alguna vez, pero sé bien que
nuestra patria se mostró siempre generosa ante las culpas sin malicia.
Ante la carencia de Jefe del Estado y con una República que había nacido el día
14 de abril, hacía falta un gobierno que mantuviera el equilibrio entre las diferentes
fuerzas políticas, pero que además buscara el equilibrio regional de vascos, gallegos y
catalanes. Para ello se formó un Gobierno Provisional de la República, que estaba
formado por hombres de tendencias moderadas (muchos de ellos miembros del Pacto de
San Sebastián), de extracción medio-burguesa la mayoría de ellos, y partidarios de
realizar las reformas por vía democrática y legal (no violenta ni revolucionaria); muchos
de ellos eran pertenecientes a la masonería.
Azaña quería expropiar los latifundios y repartir las tierras entre los campesinos,
crear un ejército profesional, democrático y obediente al poder civil, limitar la
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influencia de la Iglesia, secularizar la vida y promover una educación laica y, por
último, rectificar el centralismo (concediendo descentralización a las autonomías).
Provocó además divisiones en el seno del ejército y fue recibida con reserva y
hostilidad por parte de ellos; el problema radicó, en gran parte, en que Azaña la
planteó con poca habilidad política o no buscó el consenso dentro del propio
ejército, no mejoró su eficacia y los recortes presupuestarios impidieron la
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El sistema de ascenso podía suceder por méritos en conflictos bélicos o por antigüedad; se denomina
sistema de ascenso “africano” al conseguido por méritos en las colonias españolas en África, donde
existían mayor número de conflictos.
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modernización de material, armamento y equipamiento, que era una necesidad
(y que hubiera contrapesado el efecto de las reformas).
Esta reforma se unía al Decreto de Términos Municipales (20 abril 1931) por la
que obligaba a los patronos a contratar a jornaleros del propio término
municipal; para evitar con ello la contratación de esquiroles, por parte de los
patronos, que rompieran las huelgas reivindicativas de los obreros. Esta medida
pretendía proteger a los trabajadores, pero se olvidaba de los asalariados.
“La única ocasión en que se dan las condiciones políticas adecuadas para
emprender una reforma agraria que afectase a Andalucía en el seno de u
estado liberal democrático es, como se sabe, durante la Segunda República.
No obstante, el propietario rural la había estado reivindicando desde
mucho antes obteniendo como respuesta, en los más de los casos, la mera
represión. … La agricultura tenía gran peso en la economía del país
durante aquella época, lo que confería a los terratenientes un poder nada
despreciable que además supieron agrandar mediante alianzas con otros
sectores sociales de la derecha. Estas alianzas se vieron facilitadas porque
otros problemas tales como las demandas autonómicas, la crisis económica,
los conflictos laborales, la fuerza del sindicalismo extraparlamentario y el
laicismo republicano, entre otros, se superpusieron a la cuestión agraria
aglutinando con ello a la derecha tradicional que difícilmente iba a
transigir a tantas y profundas reformas simultáneas.”
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El concepto laico se refiere a la independencia del Estado con respecto a la religión (distinguiendo el
plano secular del religioso), mientras que laicismo es la doctrina, con cierta hostilidad e indiferencia
contra lo religioso, que está en contra de toda influencia de la religión en la sociedad e individuos.
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Algunas de las medidas
reformadoras fueron: la
reglamentación laica del
divorcio, los matrimonios
civiles, la secularización de los
cementerios, la generalización
de un sistema educativo público
y laico, la libertad religiosa, la
supresión del presupuesto
dedicado al clero y culto
católico, y la obligación a las
órdenes religiosas a pagar
impuestos.
La Iglesia se mostró reacia a admitir esta legislación, sobre todo, en el tema de los
matrimonios, divorcios y cementerios, porque lesionaban sus derechos históricos;
pero sobre todo reaccionó cuando se obligó a suprimir la asignatura de la religión
y a quitar los crucifijos de las escuelas. La Iglesia denotaba cada vez más su
hostilidad a este sistema republicano y alababa a la fenecida monarquía. Ante esto
grupos de republicanos asaltaron la sede del diario ABC (de carácter monárquico)
y se iniciaron la quema de conventos e iglesias en casi toda España ante la
pasividad del Gobierno y la indiferencia de las fuerzas del orden público.
“Desde que sobrevino el nuevo régimen no he escrito una sola palabra que
no fuese para decir directa o indirectamente esto: ¡No falsifiquéis la
República! … No: la República en España, o es la que triunfó, la auténtica,
o no será. Así, sin duda ni remisión … Una cantidad inmensa de españoles
que colaboraron con el advenimiento de la República con su acción, con su
voto o con lo que es más eficaz que todo esto, con su esperanza, se dicen
ahora entre desasosegados y descontentos: «¡No es esto, no es esto!». La
República es una cosa. El «radicalismo» es otra. Si no, al tiempo”
Ortega y Gasset, diario El Sol
Las elecciones del 19 de noviembre de 1933 supusieron el voto del 67,46% del
censo electoral y la primera vez que votaron las mujeres4. Los resultados obtenidos
fueron 3.365.700 votos a la CEDA (39,4%), 3.118.000 a los partidos de izquierdas
(36,5%) y 2.051.500 al partido de centro (Partido Radical, liderado por Alejandro
Lerroux, 24%); la diferencia entre derecha e izquierda era de apenas 250.000 votos,
pero debido al cambio de la Ley Electoral de Azaña, que favorecía más a las
agrupaciones políticas, dieron a la CEDA más del doble de escaños en las Cortes,
aunque no la mayoría absoluta. La división de la izquierda, debido en gran parte por la
radicalización de algunos de sus grupos, fue motivo para no ganar las elecciones.
Los resultados implicaron que no se podía gobernar sin la CEDA ni contra ella.
A pesar de estos resultados, el Presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, no
estaba dispuesto a que la CEDA gobernara y encomendó la misión de formar gobierno
al centrista Alejandro Lerroux (histórico republicano que se había desplazado al centro-
derecha ante las actuaciones-reformas de Azaña), con su Partido Radical. Así este
elaboró un ejecutivo formados por ministros de su partido, ninguno cedistas, pero
contando con el apoyo parlamentario de estos en las Cortes, lo que se suponía 372
diputados (80% de los escaños).
Pero esta entrada en el gobierno supuso la excusa para una insurrección armada
el día 6 de ese mismo mes (octubre), por parte de la izquierda obrera, al ver en ella la
versión española del ascenso del fascismo dentro del auge internacional de las derechas.
Gil Robles había puesto en práctica una política de búsqueda de partido de masas, por lo
que realizó mítines, como el de El Escorial (donde se concentraron unas 50.000
personas, a pesar del intento de hacerla fracasar, por parte de los socialista, al forzar los
raíles del ferrocarril que llevaba a esa localidad), que les parecía a la oposición muy
similares a las de los líderes fascistas.
Alcalá Zamora fue convencido por Azaña para que disolviera las Cortes y
convocara nuevas elecciones (pero era la segunda vez que las disolvía durante su
mandato, lo que implicaba la violación de la Constitución).
Elecciones de 1936
Azaña, que había chocado en varias ocasiones con Alcalá Zamora, consiguió
derribarlo con el apoyo del Frente Popular, y fue elegido presidente de la República
(jefe del Estado), el 10 de mayo, con la total abstención de la derecha. La posibilidad de
un gobierno Prieto se frustró por el veto del sector caballerista del partido socialista
(división dentro de los socialistas), por lo que formó gobierno Santiago Casares
Quiroga (jefe del Gobierno), líder de la ORGA gallega, hombre próximo a Azaña.
El doctor Juan Negrín, también del PSOE, pero más moderado sustituyó a Largo
Caballero, supeditó toda su política a acabar con la guerra, por lo que estaba dispuesto a
eliminar el poder revolucionario. Para controlar la rebelde Barcelona trasladó allí su
gobierno; y todas las fábricas y tierras expropiadas fueron devueltas al Estado para
garantizar la producción de guerra. Tuvo como aliados a los comunistas del PCE, por
directrices de Moscú. Estos últimos usaron las “checas”, escuadrones paramilitares para
acabar con sus oponentes políticos (anarquistas y trotskistas).
Negrín era sabedor de que la única opción de ganar la guerra era que hubiese un
cambio a nivel internacional y que se produjese una guerra en democracias y fascismos;
por lo que no Franco recibiría más apoyo y algunas naciones ayudarían a la República.
Así pensaba que “resistir es vencer”. Azaña quería la paz por tres razones: evitar más
muertes, la dependencia cada vez mayor de comunistas y de las ayudas de la Unión
Soviética harían a la República rehén de una potencia extranjera, y por que España no
podía entrar en otra guerra más internacional; por eso formuló su famosa petición de
“paz, piedad y perdón”.
Esta crisis interna, entre partidarios de resistir y los de rendirse, se retrasó hasta
la caída de Cataluña, donde residía el gobierno, que tuvo que trasladarse a Francia. En
ese momento muchos políticos se quedaron en el exilio (como el mismo Presidente de
la República, Manuel Azaña), pero Negrín decidió volar hasta Alicante para intentar una
resistencia hasta el inicio de la Segunda Guerra Mundial (para él salvar la república era
resistir). Pero el reconocimiento del gobierno de Franco por Francia y Gran Bretaña
dejó sin argumento a Negrín. El 5 de marzo de 1939 los partidarios de rendirse iniciaron
un revolución militar contra el presidente (entre ellos socialistas moderados, militares y
anarquistas, todos ellos anticomunistas), para que se pidiese la paz y perdón para los
vencidos (los republicanos). Era otra guerra civil dentro de la guerra civil, que acabó
con la victoria de los partidarios de la rendición, que prepararon una Junta de
negociación (dirigida por el coronel Casado que dijo “entre militares nos
entenderemos”, una clara alusión al Abrazo de Vergara); se intentó negociar una
rendición sin represión pero Franco sólo les garantizó la vida a los miembros de la Junta
(cosa que efectivamente respeto, pues los embarcó en un barco inglés que los llevó
fuera de España).