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La importancia del afecto y las emociones en el proceso de aprendizaje

Nuestra composición neurobiológica produce y recibe estímulos que


determinan nuestras sensaciones, emociones y estados de ánimo. Estos a su
vez, abren las puertas del filtro afectivo que, dependiendo si el estímulo es
positivo o no, bajará sus límites en pro del ingreso de la información y del
conocimiento nuevo. Este quedará registrado de una manera más intensa y
duradera dependiendo de las emociones surgidas

El estudio acerca de las funciones cognitivas y del cómo el cerebro aprende es


una tarea apasionante y llena de variables dignas de ser consideradas.  Existen
diferentes enfoques que nos permiten acercarnos a entender de distintas
maneras el proceso de aprendizaje de la persona, en los  cuales se toman en
cuenta factores de ambiente, fuente del conocimiento, método del educador,
entre otros. Sin embargo, más allá de los factores externos, los factores
intrínsecos o internos, inherentes a la persona, poseen una importancia
fundamental, si queremos viabilizar y promover el aprendizaje significativo en
las personas. Uno de estos factores, que consideramos esencial, es el afecto.
Hablamos entonces del factor empático-emocional que permite al ser humano
generar vínculos y relaciones sociales, y que le permite a su vez desarrollarse
como persona.  Es natural entonces pensar que el elemento afectivo
repercutirá  de  manera positiva o negativa en la forma de aprender,
dependiendo de cuál sea el estímulo y cómo se procese.

En el pasado se creía que el aprendizaje y sus respectivos procesos eran


determinados sobre todo por aspectos externos al aprendiente. De esta
manera, se consideraba como factores prioritarios el tema tratado, la práctica y
la memorización, y el lugar o persona  que impartía el conocimiento cuando se
evaluaba el éxito o fracaso  del aprendizaje de un estudiante. Esta concepción
cambiaría con el tiempo y nos permitiría enfocar el aprendizaje como un
proceso en el que interactúan elementos tanto externos como internos, y que el
componente emocional o afectivo podría ser determinante para abrir o cerrar
los conductos de un conocimiento nuevo.
Tomando esto en cuenta, es importante recordar que todo conocimiento que
adquirimos, lo hacemos a través de nuestros sentidos, que al recibir estímulos
los interpretan, y de ser relevantes, los almacenan, para poder ser invocados
cuando la situación lo requiera. Pero, como podemos inferir, el ser humano
está expuesto a miles e incluso millones de estímulos cotidianamente y si el
cerebro los recibiera todos (a pesar de su increíble potencia) se sobrecargaría,
Así pues, para que un estímulo llegue a su destino y el aprendizaje se pueda
dar, aquel debe superar, embarcado en el canal atencional de la persona, una
buena cantidad de filtros que el ser humano tiene para solo recordar
posteriormente lo que es trascendente para él.  A esto podríamos sumarle tres
tipos de variables afectivas o actitudinales como la motivación, la confianza en
uno mismo, y la propia ansiedad, Destaca también que un estudiante con
menor tensión y/o estrés se mostrará más comunicativo, abierto a la nueva
información y con una actitud positiva.  
Los factores convergen. Nuestra composición neurobiológica produce y recibe
estímulos que determinan nuestras sensaciones, emociones y estados de
ánimo. Estos a su vez,  abren las puertas del filtro afectivo que, dependiendo si
el estímulo es positivo o no, bajará sus límites en pro del ingreso de la
información y del conocimiento nuevo. Este quedará  registrado de una manera
más intensa y duradera dependiendo de las emociones surgidas. Así, sabemos
también que un criterio amplio y un manejo inteligente de las emociones
tendrán como resultado inmediato una mejor experiencia de aprendizaje.

Es necesario, en el aula y fuera de ella, plantearnos esta teoría, desarrollando y


potenciando la dimensión emocional de los que están aprendiendo, así como
su control sobre ella, como pieza clave en el desarrollo cognitivo. Buscar las
formas de desarrollo de conocimientos y habilidades fundamentadas  en las
emociones tienen como meta preparar al estudiante para afrontar los desafíos
que le pueden suscitar los nuevos conocimientos, que de igual manera le
servirán para enfrentar su día a día, y para toda la vida.

La fórmula es sencilla; brinde afecto y las personas aprenderán mejor. Tan


simple como eso. Es labor y reto del docente, padre o cualquier persona en el
rol, ser la chispa que, con cariño, encienda la automotivación del que se
encuentra aprendiendo, logrando que su resistencia afectiva baje y que abra de
par en par las puertas al aprendizaje  y a una gama totalmente nueva de
conocimientos y experiencias.

https://cpal.edu.pe/novedad/la-importancia-del-afecto-y-las-emociones-en-el-
proceso-de-aprendizaje/

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