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Contexto social

El día 18 de Octubre del año fue un día crucial para nuestro país, un día histórico que puede
ser catalogado como el inicio de un movimiento sin igual, al menos, luego de la vuelta de
la democracia. Pero se debe destacar que este movimiento es una expresión genuina del
descontento social que en ningún caso se gestó únicamente ahora, sino que son producto de
problemas estructurales propios del sistema en el que vivimos y que se llevan desde todo
nuestro devenir histórico como país. El tema del aumento del pasaje en el metro, solo fue la
gota que rebalso el vaso de una sociedad que tal como una olla a presión llevaba hirviendo
hace un tiempo.

Primeramente, si echamos una mirada histórica a nuestro país tenemos una sociedad
dividida entre ricos y pobres, ya lo decía Recabarren en 1910 y después de 100 años la
desigualdad e injustica siguen terroríficamente muy vigentes. En este orden de ideas, es a
nuestro parecer el gestor del movimiento del que estamos viviendo ahora, que encuentra
rostro en un sinfín de demandas, pensiones, salud, educación, etc. Pero, en el fondo la idea
es una sola, una vida digna y justa.

Por otro lado, señalar que este descontento ya llevaba tiempo siendo visibilizado por cierta
parte de nuestra sociedad. Por ejemplo los estudiantes con el mochilazo del 2001, la
revolución pingüina del 2006 y las movilizaciones del 2011, las movilizaciones contra el
sistema de pensiones, contra el sistema de salud, los profesores, por el recurso de los
recursos naturales, pueblos originarios, las manifestaciones feministas, etc. Creemos que es
correcto decir que ya antes del 18 de Octubre existía una conciencia colectiva de
experiencias comunes en el grueso de la población que son quienes viven las sombras de
este sistema.

No obstante, no se pude dejar de señalar las particularidades que tiene el movimiento


actual, parece ser un movimiento sin comparación en nuestra historia y también resulta
difícil divisar una salida que para el movimiento sea favorable. Ahora, al ver al movimiento
se ve como un movimiento de masas pues no existe una cabeza, que podría ser “cortada”
para apaciguarlo, y el gobierno no tiene con quien dialogar.
Por una parte, este es un movimiento que ha tenido una validación sin igual en nuestra
historia reciente, la población está de acuerdo con las demandas e incluso se “aceptan” y
legitiman expresiones de acción directa que hace un par de años eran criminalizadas por el
grueso de la población. Esto se debe a que el descontento social llegó a tal punto que al
poner las experiencias de movilizaciones de años anteriores, se da cuenta de que la “vía
pacífica” que había sido, por lo general, la estrategia a seguir no parece dar abasto ni mucho
menos soluciones favorables.

También, es posible hablar de una crisis de represantatividad, la población no cree en la


clase política, sea cual sea la postura política de político. La población no encuentra
representación y desde aquí parece no ser posible una salida política a la situación.

Ahora, si le damos una cara al movimiento, se puede señalar que es un movimiento


horizontal que agrupa una gran variedad de nuestra sociedad, de quienes son víctimas de
este sistema. De la misma manera, al precisar un poco más es posible encontrar al
“capucha” quienes son quienes cubriendo su rostro toman labores propias de la acción
directa y del repertorio de las expresiones sociales, haciendo uso de todo tipo de
herramientas de este mismo repertorio. Estos “capuchas” juegan un rol fundamental dentro
del movimiento, pues fueron quienes dieron, en cierta medida, una “radicalidad” que como
señalamos anteriormente, parece ser necesaria.

Pero, ¿Quiénes son los capuchas? Pensamos que es indefinible definir quiénes son, pero de
algo se está seguro, son gente que ha vivido en carne propia la exclusión social, la
desigualdad generada por el mercado y una cultura propia , aprendido en la calle y no en la
educación formal. Quienes han encontrado en el movimiento una especie de escape pero
también esperanza en que la realidad puede cambiar y de que ese cambio está en sus
propias manos.

Acá hay otro tema, pues son estos capuchas quienes viven en primera línea la represión por
parte de los organismos del estado, es sabido por todos de las bestialidades cometidas por
estos organismos durante los meses que ha durado el movimiento. Entonces, estos
capuchas, que están conscientes de los “peligros” que existen en estas situaciones, están
dispuestos hasta dar la vida, al menos en o abstracto, por el movimiento.
Siguiendo, estas capuchas han sido vistos con buenos ojos por el grueso de la población y
por el contrario se ha construido una visión negativa de las fuerzas de orden público del
estado. Existe un rechazo a estas instituciones y una desvalidación de la institucionalidad a
la cual estas representan.

Finalmente, esta desvalidación no es producto de algo al azar, sino que responde a su


misma incompetencia. Existen gran cantidad de casos, como el “pacogate” y el
“milicogate”, que generan indignación en la opinión pública. Pero, durante este movimiento
se visibilizaron prácticas que parecían enterradas, al menos a un nivel sistemático, con la
vuelta a la democracia. Se evidenciaron torturas, violaciones, golpizas y un sinfín de
violaciones a los derechos humanos. Todo esto genera la des validación de la
institucionalidad lo cual es claramente expresado en la calle.

Para ir cerrando, parece incierto el final de esta movilización, no se vislumbra una salida
hasta hoy. Y comprender el papel que tiene la enseñanza de la historia, pues si miramos al
pasado, un movimiento de esta magnitud solo ha sido frenado a punta de fusil.

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