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EMOCIONES Y PENSAMIENTO
Las emociones son mecanismos de regulación y adaptación para la vida. La reacción emocional
es inconsciente, ocurre antes de que tengamos una noción clara de la situación a la que nos
enfrentamos. Pero, la realidad emocional, en el caso de la especie humana, adquiere una
dimensión especial. No podemos olvidar nuestra condición de seres pensantes. A diferencia de
otras especies, con la aparición del lenguaje, el ser humano sabe de su reacción (Damasio, 2201;
Mora, 2002).
Por lo tanto, podemos pues ir aún más lejos, matizando más el concepto de emoción y entenderlo
como una reacción conductual, subjetiva, producida por una información que puede provenir del
mundo externo o interno del individuo y que es procesada por éste en función de su propia
historia. Esta reacción siempre se acompaña de fenómenos neurovegetativos (Mora, 2002).
Nuestra respuesta ante los avatares de la vida siempre tiene una naturaleza triple: respondemos
desde lo cognitivo, desde lo fisiológico y desde lo comportamental. Pensamos, sentimos y
actuamos.
No saber reconocer las emociones y verse arrastrado por ellas sin saber lo que nos pasa es, como
Goleman dice, ser “analfabetos emocionalmente” (1998).
Justamente este reconocimiento de lo que nos pasa, de nuestra propia trascendencia, es lo que
nos hace humanos. Nuestro cerebro, con sus miles de millones de neuronas, integra la activación
fisiológica, el lenguaje, los sentimientos, los procesos mentales, la cultura y la conciencia de
nosotros mismos, de nuestro entorno, de nuestra vida y de nuestra muerte. El elemento que ha
elevado al hombre más allá de lo biológico es, precisamente, la conciencia de si mismo, el
sentimiento de trascendencia. (Mora, 2002).
Tal y como Mora señala, la superación de nuestra condición de humanos (sin violencia, ni
agresión, sin ambición, sin maldad) está en la integración de lo emocional con la sabiduría y la
ponderación. Es decir, con el pensamiento y la acción.
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El reto está pues en la superación, en establecer nuevas vías de conexión sináptica, en ser más
creativos, más flexibles, en poder generar más alternativas y elegir como actuaremos; en disminuir
o eliminar la rigidez de nuestras respuestas. Necesitamos hacer más operativa la antigua fórmula
del “conócete a ti mismo”1 y trabajar en nuestra propia transformación y desarrollo, pasar al “hazte
a ti mismo” (Mora, 2002).
Sólo de este modo podremos construir una nueva forma, necesaria, de relación. Sólo así
podremos sentar las bases de lo que José Antonio Marina llama inteligencia compartida o
inteligencia colectiva (Marina, 2006) y aumentar el sentimiento de reconocimiento mutuo, de vida
y de esperanza.
Hace ya mucho tiempo que hablamos de una sociedad caracterizada por cambio continuo y
acelerado. Vivimos en un entorno en el que se producen continuas innovaciones de todo tipo que
generan diferencias cualitativas con la realidad inmediatamente anterior. Y todo ello sucede en
una escala que trasciende la “ya antigua” concepción de división geográfica y cultural. El proceso
de cambio tiene ahora una dimensión global.
Lógicamente ante las nuevas realidades necesitamos desarrollar nuevas estrategias para
adaptarnos y sobrevivir. Y en el desarrollo de estos nuevos caminos humanos las emociones
tienen un papel fundamental. La raíz etimológica de la palabra emoción “movere”, nos refiere al
movimiento, al impulso que mueve a la acción. Sin emociones no nos movemos, no tomamos
decisiones, no actuamos.
1
Entre otras cosas porque hoy sabemos los muchos mecanismos internos que nos alejan de ese objetivo (Goleman, 1997b).
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(capacidad para ponerse en el lugar de los otros y relacionarse bien con ellos; saber comprender a
los demás, saber ayudarles a controlarse, saber motivarlos cuando no lo están).
Es decir, una gran parte de nuestra respuesta inteligente depende de la habilidad de reconocer las
emociones, propias y ajenas. Y el efecto más o menos efectivo que tendrán las emociones estará
en función de cómo las sintamos, de cómo las diferenciemos, las reflexionemos y las expresemos.
Ser conscientes de nuestras emociones y tener las habilidades suficientes para integrarlas con
respuestas pertinentes es una manifestación de inteligencia básica para conseguir nuestros
objetivos.
Las emociones están presentes (y actuando) en los procesos de análisis y toma de decisiones
(Garrido, 2000). Una buena gestión de las emociones nos hace más competentes, más eficaces
en nuestro ámbito personal y profesional.
EMOCIONALMENTE INTELIGENTES
Desde hace milenios, los seres vivos han luchado por su supervivencia ante los retos cotidianos
con dos fórmulas de respuesta: el afrontamiento o la huida, la famosa fórmula de “fight or fly”. La
inteligencia, en sentido adaptativo y vital, conlleva saber hacer la elección correcta y, si ésta es la
de afrontar la situación, necesitamos saber escoger los recursos y las estrategias que nos
permitan hacerlo de forma efectiva (Sapolsky, 1995).
Ser inteligentes emocionalmente no tiene nada que ver con dejar al descubierto la propia
intimidad, ni con la expresión indiscriminada y aparatosa de nuestros sentimientos. Sí tiene que
ver, sin embargo, con una gestión eficaz que nos permita una mayor capacidad de respuesta, que
aumente nuestras alternativas de actuación, nuestra capacidad de control ante diferentes
situaciones. Una gestión apropiada de las emociones nos abre la puerta a la posibilidad de elegir
de qué modo vamos a afrontar los nuevos retos.
El bienestar emocional posibilita una vida autónoma, abierta a nuevas experiencias, creativa, con
capacidad de establecer relaciones de solidaridad, amistad, amor, compromiso, comprensión y
ayuda mutua. Estar bien emocionalmente, implica poder disfrutar de la existencia, partiendo de la
aceptación realista de uno mismo y de las propias capacidades para afrontar los retos vitales;
abriendo la posibilidad de trabajar individual y colectivamente, en la transformación y mejora de la
realidad cotidiana.
Hoy menos que nunca, ante nuestra nueva realidad global, podemos pensar en el bienestar
como algo meramente individual (Navarro, 2004). La integración del conocimiento y la gestión
adecuada de las emociones es una tarea indispensable para poder construir, de forma consciente,
un marco de convivencia inteligente que nos permita afrontar con éxito la complejidad de los
nuevos retos, alejándonos del fracaso colectivo (Marina, 2004; Sennett, 2003).
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Conseguir gestionar las emociones de forma efectiva requiere el trabajo con uno mismo y el
esfuerzo de comprensión de los mecanismos que configuran la propia relación con el mundo
(Davis, 1985; Ellis, 2003).
El bienestar emocional viene determinado por múltiples factores tanto internos (las características
propias de cada persona), como externos (se articula en estrecha interacción con las
características del entorno). Por esta razón, los esfuerzos para gestionarlo deben ser también
multidimensionales.
Acercarnos a la comprensión del comportamiento desde una concepción “ecológica” que integre
los diferentes factores y su mutua interacción (Green, L.; Kreuter, M. 1991) nos ayuda a planificar
estratégicamente nuestro propio plan de actuación. Si a esto le añadimos la garantía que nos
proporciona el saber que actuamos desde una base contrastada, desde lo que sabemos que
funciona, porque tenemos evidencia de ello, estamos actuando de la manera más sensata posible.
Los factores de influencia presentados a continuación cumplen ambos requisitos (Avia, 1999;
Bandura,1987; Buela-Casal,1997. Costa y López, 1997, Csikszentmihalyi. 1997; Damasio, 2001;
Davis, 1985; Ellis, 2003; Goleman, 1997a; Mora..2002. Sapolsky, 1995; Segura, 2005; Seligman,
1975, 2003).
El trabajo de reflexión sobre cada uno de ellos, el análisis en relación a uno mismo y el desarrollo
de las competencias pertinentes nos permitirá sentar las bases de una gestión emocional
inteligente.
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FACTORES DE PREDISPOSICIÓN
Información:
Comprensión de la naturaleza de las emociones
Creencias:
Culturales
En relación a uno mismo: autoestima / autoeficacia
En relación a los demás
Generales: locus de control
Sistema de valores: estadios morales
Actitudes:
Hacia el trabajo de introspección y desarrollo
Hacia la relación de ayuda
Estilo cognitivo:
Expectativas de resultados
Optimismo / pesimismo
Explicaciones de lo que nos pasa
FACTORES DE FACILITACIÓN
Personales:
Equilibrio fisiológico
Comportamiento de afrontamiento eficaz: empatía, escucha activa y asertividad.
Del entorno:
Cultural
Organizativo
Grupal
Apoyo social
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Adaptación de los Modelos PRECEDE (acrónimo de Predisposing, Reinforcing, Enabling, Causes in, Educational Diagnosis and
Evaluation) y PROCEED (acrónimo de Policy, Regulatory, Organizacional Constructs in Educational and Environmental Development).
Utilizados para la planificación del cambio de los comportamientos de salud, se fundamentan en la epidemiología, las ciencias sociales,
del comportamiento, de la educación y de la salud. Han sido aplicados, estudiados, evaluados y verificados en más de 960 estudios
publicados y miles de proyectos no publicados de intervención en diferentes ámbitos durante los últimos diez años.
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GLOSARIO
Estilo cognitivo: Forma en que interpretamos la realidad que nos rodea, la información
que recibimos, lo que nos pasa. Las emociones están íntimamente
ligadas a la naturaleza de nuestra forma de explicarnos la vida.
Locus de Control: Lugar en el que situamos el control de lo que nos pasa (interno:
sentimiento de control personal o externo: sentimiento de aleatoriedad)
El bienestar emocional está relacionado con el locus de control interno,
con la creencia en la posibilidad de ejercer control.
Pensamiento causal: Aprender a diagnosticar. No creer nada, ni bueno ni malo, hasta que no
se demuestre su veracidad. No dar crédito a habladurías. Buscar
información en fuentes fiables y “leerla” con objetividad. Enterarse de
los detalles. Poner las palabras en su contexto. Entrenarse para ser
objetivo. En esta fase, es fundamental la información (saber dónde
encontrarla y saber interpretarla).
Pensamiento creativo: Aprender a ver todas las alternativas. Capacidad de generar diferentes
opciones de actuación. Técnicas creativas. Descartar los bloqueos por
inseguridad, por convencionalismo, por costumbre.
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Pensamiento Crítico: La cara oculta de la luna. Las dos caras de la moneda. “Del color con
que se mire todo depende…”3. Hay que contemplar los distintos
ángulos, verificar lo más eficaz y justo. Evaluar los “pros y contras” que
yo veo/que el otro ve.
Heteronomía: Estadio premoral. La moral viene impuesta desde fuera, por los otros (5-
6 años).
Individualismo: Descubrimiento de las reglas del juego y aplicación de la ley del talión
(ojo por ojo… o lo que puede ser una versión más moderna: te trato
como tu me tratas). No es tanto incitación a la venganza, como
moderación de la venganza. Egoísmo mutuo, pero no agresión gratuita,
no delincuencia. Permite la convivencia (Hacia los seis años).
3
Nota Musical: Pau Donés. Jarabe de Palo. “Depende”. 1998 Virgin Records España, S.A.
4
Lawrence Kohlberg, discípulo de Jean Piaget y creador de la teoría del Desarrollo Moral fue profesor en la universidad de Chicago y
catedrático en Harvard. Kohlberg, considera el crecimiento moral como secuencial y creciente y defiende apasionadamente las
posibilidades de aprendizaje en este ámbito (Kohlberg, 2002).
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Principios éticos universales: Creencia firme en la igualdad de los seres humanos y vivencia
coherente. Actuación según la “Regla de Oro”: hacer por los otros lo que
desearía que los otros hicieran por mí.
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BIBLIOGRAFÍA REFERENCIADA
• GREEN, L. & KREUTER, M. Health Promotion Planning. Mountain View: Mayfield Publishing Co.
1991.
• NAVARRO, V. Political and Economic Contexts of Health. Navarro (Ed.), Baywood. 2004.
• SAPOLSKY, R. ¿Por Qué Las Cebras No Tienen Úlcera?. Madrid: Alianza. 1995.
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