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La gestión de las emociones

Nota Técnica

Diseñado y elaborado por: Mari Pau González, profesora de EADA.

Esta nota ha sido producida como investigación por EADA.


Prohibida su reproducción.
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LA GESTIÓN DE LAS EMOCIONES

EMOCIONES Y PENSAMIENTO

Las emociones son mecanismos de regulación y adaptación para la vida. La reacción emocional
es inconsciente, ocurre antes de que tengamos una noción clara de la situación a la que nos
enfrentamos. Pero, la realidad emocional, en el caso de la especie humana, adquiere una
dimensión especial. No podemos olvidar nuestra condición de seres pensantes. A diferencia de
otras especies, con la aparición del lenguaje, el ser humano sabe de su reacción (Damasio, 2201;
Mora, 2002).

Por lo tanto, podemos pues ir aún más lejos, matizando más el concepto de emoción y entenderlo
como una reacción conductual, subjetiva, producida por una información que puede provenir del
mundo externo o interno del individuo y que es procesada por éste en función de su propia
historia. Esta reacción siempre se acompaña de fenómenos neurovegetativos (Mora, 2002).

Nuestra respuesta ante los avatares de la vida siempre tiene una naturaleza triple: respondemos
desde lo cognitivo, desde lo fisiológico y desde lo comportamental. Pensamos, sentimos y
actuamos.

Podríamos hablar de los sentimientos como de la parte consciente de la emoción. Cuando


sentimos integramos la información del pasado y del presente, sintetizamos experiencia y deseos
y le damos una dimensión de significado personal en función del propio sistema de valores.

No saber reconocer las emociones y verse arrastrado por ellas sin saber lo que nos pasa es, como
Goleman dice, ser “analfabetos emocionalmente” (1998).

Justamente este reconocimiento de lo que nos pasa, de nuestra propia trascendencia, es lo que
nos hace humanos. Nuestro cerebro, con sus miles de millones de neuronas, integra la activación
fisiológica, el lenguaje, los sentimientos, los procesos mentales, la cultura y la conciencia de
nosotros mismos, de nuestro entorno, de nuestra vida y de nuestra muerte. El elemento que ha
elevado al hombre más allá de lo biológico es, precisamente, la conciencia de si mismo, el
sentimiento de trascendencia. (Mora, 2002).

Tal y como Mora señala, la superación de nuestra condición de humanos (sin violencia, ni
agresión, sin ambición, sin maldad) está en la integración de lo emocional con la sabiduría y la
ponderación. Es decir, con el pensamiento y la acción.

El concepto de inteligencia emocional (Goleman, 1996) se refiere al reconocimiento de las


propias emociones y a saberlas utilizar para el desarrollo y la motivación personal. Y, por
supuesto, también al aprendizaje de las habilidades necesarias para poder controlarlas, que no
reprimirlas, cuando amenacen con desbordarnos.

Copyright © 2006 EADA - Escuela de Alta Dirección y Administración, Barcelona.


Este Caso fue preparado por el profesora Mari Pau González de EADA, como base de discusión en la clase y no como ilustración del
manejo eficaz o ineficaz de una situación administrativa.
Prohibida su reproducción sin el permiso escrito de EADA.

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“Los humanos, a diferencia de los animales, podemos tener, simultáneamente, sentimientos


contradictorios” (Segura, 2005). Aprender a entender estas tormentas interiores es fundamental
para conocernos y conocer a los demás. Y entender los sentimientos de los demás, que pueden
ser muy diferentes de los nuestros en una misma situación, es una de las habilidades que más
madurez y más riqueza de personalidad confieren.

El reto está pues en la superación, en establecer nuevas vías de conexión sináptica, en ser más
creativos, más flexibles, en poder generar más alternativas y elegir como actuaremos; en disminuir
o eliminar la rigidez de nuestras respuestas. Necesitamos hacer más operativa la antigua fórmula
del “conócete a ti mismo”1 y trabajar en nuestra propia transformación y desarrollo, pasar al “hazte
a ti mismo” (Mora, 2002).

Sólo de este modo podremos construir una nueva forma, necesaria, de relación. Sólo así
podremos sentar las bases de lo que José Antonio Marina llama inteligencia compartida o
inteligencia colectiva (Marina, 2006) y aumentar el sentimiento de reconocimiento mutuo, de vida
y de esperanza.

La especie humana ha evolucionado constantemente desde su aparición sobre la tierra y hemos


conseguido grandes logros y avances tecnológicos de todo tipo. Sin embargo, no hace mucho que
somos conscientes de la necesidad de desarrollar nuestra inteligencia emocional. Y el desarrollo
de este tipo de inteligencia, como de cualquier otro aspecto humano, no se da en el vacío. Tiene
una dimensión básicamente ecológica, se articula de forma interactiva con el medio. Lo humano
se construye siempre en la interacción con la realidad social y ambiental concreta de cada
momento histórico.

LA INTELIGENCIA EMOCIONAL AQUÍ Y AHORA

Hace ya mucho tiempo que hablamos de una sociedad caracterizada por cambio continuo y
acelerado. Vivimos en un entorno en el que se producen continuas innovaciones de todo tipo que
generan diferencias cualitativas con la realidad inmediatamente anterior. Y todo ello sucede en
una escala que trasciende la “ya antigua” concepción de división geográfica y cultural. El proceso
de cambio tiene ahora una dimensión global.

Lógicamente ante las nuevas realidades necesitamos desarrollar nuevas estrategias para
adaptarnos y sobrevivir. Y en el desarrollo de estos nuevos caminos humanos las emociones
tienen un papel fundamental. La raíz etimológica de la palabra emoción “movere”, nos refiere al
movimiento, al impulso que mueve a la acción. Sin emociones no nos movemos, no tomamos
decisiones, no actuamos.

Estamos en un momento de continuo reaprendizaje de nuevas formas de vida y de relación. Y


desde el ámbito de la psicología hemos descubierto que, para relacionarnos bien, no basta con la
buena voluntad, sino que necesitamos el desarrollo de una inteligencia específica. Howard
Gardner (1993) habla de dos inteligencias básicas en este sentido; la Inteligencia Intrapersonal
(capacidad de entenderse a sí mismo, controlarse y motivarse) y Inteligencia Interpersonal

1
Entre otras cosas porque hoy sabemos los muchos mecanismos internos que nos alejan de ese objetivo (Goleman, 1997b).

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(capacidad para ponerse en el lugar de los otros y relacionarse bien con ellos; saber comprender a
los demás, saber ayudarles a controlarse, saber motivarlos cuando no lo están).

Es decir, una gran parte de nuestra respuesta inteligente depende de la habilidad de reconocer las
emociones, propias y ajenas. Y el efecto más o menos efectivo que tendrán las emociones estará
en función de cómo las sintamos, de cómo las diferenciemos, las reflexionemos y las expresemos.
Ser conscientes de nuestras emociones y tener las habilidades suficientes para integrarlas con
respuestas pertinentes es una manifestación de inteligencia básica para conseguir nuestros
objetivos.

Las emociones están presentes (y actuando) en los procesos de análisis y toma de decisiones
(Garrido, 2000). Una buena gestión de las emociones nos hace más competentes, más eficaces
en nuestro ámbito personal y profesional.

EMOCIONALMENTE INTELIGENTES

Desde hace milenios, los seres vivos han luchado por su supervivencia ante los retos cotidianos
con dos fórmulas de respuesta: el afrontamiento o la huida, la famosa fórmula de “fight or fly”. La
inteligencia, en sentido adaptativo y vital, conlleva saber hacer la elección correcta y, si ésta es la
de afrontar la situación, necesitamos saber escoger los recursos y las estrategias que nos
permitan hacerlo de forma efectiva (Sapolsky, 1995).

Ser inteligentes emocionalmente no tiene nada que ver con dejar al descubierto la propia
intimidad, ni con la expresión indiscriminada y aparatosa de nuestros sentimientos. Sí tiene que
ver, sin embargo, con una gestión eficaz que nos permita una mayor capacidad de respuesta, que
aumente nuestras alternativas de actuación, nuestra capacidad de control ante diferentes
situaciones. Una gestión apropiada de las emociones nos abre la puerta a la posibilidad de elegir
de qué modo vamos a afrontar los nuevos retos.

Las emociones sentidas pueden ser adecuadas y prácticas en un momento determinado,


potenciando nuestra eficacia, o pueden convertirse en un elemento de distorsión y desajuste con
nuestro entorno. La función de los sentimientos debe ser la de ayudarnos a vivir mejor cada día, a
ser más felices; pero, hay sentimientos inadecuados. Hay emociones que, mal gestionadas,
pueden destrozarnos la vida.

El bienestar emocional posibilita una vida autónoma, abierta a nuevas experiencias, creativa, con
capacidad de establecer relaciones de solidaridad, amistad, amor, compromiso, comprensión y
ayuda mutua. Estar bien emocionalmente, implica poder disfrutar de la existencia, partiendo de la
aceptación realista de uno mismo y de las propias capacidades para afrontar los retos vitales;
abriendo la posibilidad de trabajar individual y colectivamente, en la transformación y mejora de la
realidad cotidiana.

Hoy menos que nunca, ante nuestra nueva realidad global, podemos pensar en el bienestar
como algo meramente individual (Navarro, 2004). La integración del conocimiento y la gestión
adecuada de las emociones es una tarea indispensable para poder construir, de forma consciente,
un marco de convivencia inteligente que nos permita afrontar con éxito la complejidad de los
nuevos retos, alejándonos del fracaso colectivo (Marina, 2004; Sennett, 2003).

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DIAGNÓSTICO Y GESTIÓN ESTRATÉGICA DE LAS EMOCIONES

Conseguir gestionar las emociones de forma efectiva requiere el trabajo con uno mismo y el
esfuerzo de comprensión de los mecanismos que configuran la propia relación con el mundo
(Davis, 1985; Ellis, 2003).

El bienestar emocional viene determinado por múltiples factores tanto internos (las características
propias de cada persona), como externos (se articula en estrecha interacción con las
características del entorno). Por esta razón, los esfuerzos para gestionarlo deben ser también
multidimensionales.

Acercarnos a la comprensión del comportamiento desde una concepción “ecológica” que integre
los diferentes factores y su mutua interacción (Green, L.; Kreuter, M. 1991) nos ayuda a planificar
estratégicamente nuestro propio plan de actuación. Si a esto le añadimos la garantía que nos
proporciona el saber que actuamos desde una base contrastada, desde lo que sabemos que
funciona, porque tenemos evidencia de ello, estamos actuando de la manera más sensata posible.

Los factores de influencia presentados a continuación cumplen ambos requisitos (Avia, 1999;
Bandura,1987; Buela-Casal,1997. Costa y López, 1997, Csikszentmihalyi. 1997; Damasio, 2001;
Davis, 1985; Ellis, 2003; Goleman, 1997a; Mora..2002. Sapolsky, 1995; Segura, 2005; Seligman,
1975, 2003).

El trabajo de reflexión sobre cada uno de ellos, el análisis en relación a uno mismo y el desarrollo
de las competencias pertinentes nos permitirá sentar las bases de una gestión emocional
inteligente.

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MODELO DE DIAGNÓSTICO PARA EL CAMBIO COMPORTAMENTAL2

FACTORES DE PREDISPOSICIÓN

Información:
Comprensión de la naturaleza de las emociones

Creencias:
Culturales
En relación a uno mismo: autoestima / autoeficacia
En relación a los demás
Generales: locus de control
Sistema de valores: estadios morales

Actitudes:
Hacia el trabajo de introspección y desarrollo
Hacia la relación de ayuda

Estilo cognitivo:
Expectativas de resultados
Optimismo / pesimismo
Explicaciones de lo que nos pasa

Percepción y competencias cognitivas:


Pensamiento causal
Pensamiento creativo
Pensamiento consecuencial
Pensamiento de perspectiva
Pensamiento estratégico
Pensamiento crítico

FACTORES DE FACILITACIÓN

Personales:
Equilibrio fisiológico
Comportamiento de afrontamiento eficaz: empatía, escucha activa y asertividad.

Del entorno:
Cultural
Organizativo
Grupal
Apoyo social

FACTORES DE REGULACIÓN “ECOLÓGICA” DEL COMPORTAMIENTO

Consecuencias positivas o negativas


Efectos no deseados
Manejo de las contingencias

2
Adaptación de los Modelos PRECEDE (acrónimo de Predisposing, Reinforcing, Enabling, Causes in, Educational Diagnosis and
Evaluation) y PROCEED (acrónimo de Policy, Regulatory, Organizacional Constructs in Educational and Environmental Development).
Utilizados para la planificación del cambio de los comportamientos de salud, se fundamentan en la epidemiología, las ciencias sociales,
del comportamiento, de la educación y de la salud. Han sido aplicados, estudiados, evaluados y verificados en más de 960 estudios
publicados y miles de proyectos no publicados de intervención en diferentes ámbitos durante los últimos diez años.

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GLOSARIO

Apoyo Social: Factor claramente identificado y ampliamente documentado en la


literatura relacionada con la salud y el bienestar.

Autoestima: Factor fundamental en el funcionamiento armónico de la persona. La


autoestima positiva posibilita y potencia el desarrollo de recursos
personales para afrontar los conflictos cotidianos. El concepto de
autoestima está ligado a la imagen que cada uno tiene de sí mismo
(autoconcepto): confianza en la propia capacidad de pensar y afrontar
los desafíos de la vida. Seguridad en el propio valor personal, actitud
positiva en relación al derecho a vivir y ser feliz.

Autoeficacia: Creencia de las personas sobre su propia capacidad de actuar con


eficacia. Tiene relación directa con la autoestima positiva y con el locus
de control interno.

Estilo cognitivo: Forma en que interpretamos la realidad que nos rodea, la información
que recibimos, lo que nos pasa. Las emociones están íntimamente
ligadas a la naturaleza de nuestra forma de explicarnos la vida.

Asertividad: Concepto que no sólo implica cortesía. También incorpora el sentido de


justicia y de eficacia en la comunicación, que debe estar adecuada al
contexto. Para poder relacionarnos de forma asertiva es necesario
poder reconocer las emociones en el otro.

Locus de Control: Lugar en el que situamos el control de lo que nos pasa (interno:
sentimiento de control personal o externo: sentimiento de aleatoriedad)
El bienestar emocional está relacionado con el locus de control interno,
con la creencia en la posibilidad de ejercer control.

Percepción y competencias cognitivas

Pensamiento causal: Aprender a diagnosticar. No creer nada, ni bueno ni malo, hasta que no
se demuestre su veracidad. No dar crédito a habladurías. Buscar
información en fuentes fiables y “leerla” con objetividad. Enterarse de
los detalles. Poner las palabras en su contexto. Entrenarse para ser
objetivo. En esta fase, es fundamental la información (saber dónde
encontrarla y saber interpretarla).

Pensamiento creativo: Aprender a ver todas las alternativas. Capacidad de generar diferentes
opciones de actuación. Técnicas creativas. Descartar los bloqueos por
inseguridad, por convencionalismo, por costumbre.

Pensamiento Consecuencial: Aprender a prever el futuro sin bola de cristal. Capacidad de


prever las consecuencias de la actuación. Poner en marcha la
imaginación, aprender de la experiencia, utilizar el conocimiento del ser

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humano, la madurez personal. Pensar con la cabeza… no con los


ojos… las consecuencias no se ven, se imaginan, se calculan.

Pensamiento de Perspectiva: Aprender a mirar desde otro punto de vista: Capacidad de


ponerse en la piel del otro, mirar desde la perspectiva del otro (la
empatía incluye, sobre este concepto, la sintonía afectiva). Entender
que las personas tienen motivos que explican su conducta.

Pensamiento Estratégico: Aprender a planificar/actuar: Capacidad de trazarse objetivos claros


y saber buscar los medios para conseguirlos. Clarificación de valores
evitando el relativismo. No da lo mismo todo.

Pensamiento Crítico: La cara oculta de la luna. Las dos caras de la moneda. “Del color con
que se mire todo depende…”3. Hay que contemplar los distintos
ángulos, verificar lo más eficaz y justo. Evaluar los “pros y contras” que
yo veo/que el otro ve.

Sistema de Valores: Estadios del crecimiento moral según Lawrence


Kolhberg4

Heteronomía: Estadio premoral. La moral viene impuesta desde fuera, por los otros (5-
6 años).

Individualismo: Descubrimiento de las reglas del juego y aplicación de la ley del talión
(ojo por ojo… o lo que puede ser una versión más moderna: te trato
como tu me tratas). No es tanto incitación a la venganza, como
moderación de la venganza. Egoísmo mutuo, pero no agresión gratuita,
no delincuencia. Permite la convivencia (Hacia los seis años).

Expectativas interpersonales: Motivado por el deseo de pertenencia, de aceptación. Hago lo que


esperas de mí porque quiero que me aceptes, que me quieras.
Cumplimiento de la norma por temor al rechazo, al castigo. Si se
“enquista”… estilo pasivo, víctima. (Inicio en la adolescencia).

Sistema social y conciencia: Comienzo de la autonomía moral, Vivencia del binomio


compromiso-responsabilidad, uno se hace responsable de aquello a lo
que se ha comprometido. Hace el bien y evita el mal por compromiso,
consigo mismo y con los demás. Aunque no haya recompensa ni
testigos. Se limita a lo concreto, lo pactado, no al trabajo que está “más
allá de su responsabilidad”.

3
Nota Musical: Pau Donés. Jarabe de Palo. “Depende”. 1998 Virgin Records España, S.A.
4
Lawrence Kohlberg, discípulo de Jean Piaget y creador de la teoría del Desarrollo Moral fue profesor en la universidad de Chicago y
catedrático en Harvard. Kohlberg, considera el crecimiento moral como secuencial y creciente y defiende apasionadamente las
posibilidades de aprendizaje en este ámbito (Kohlberg, 2002).

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Contrato social: Se supera el círculo inmediato de relaciones y responsabilidades


propias y se abre uno al universo entero, a la humanidad. Es reconocer
con hechos que todos los seres humanos tienen derecho a la vida y a la
libertad y actuar coherentemente en la esfera personal.

Principios éticos universales: Creencia firme en la igualdad de los seres humanos y vivencia
coherente. Actuación según la “Regla de Oro”: hacer por los otros lo que
desearía que los otros hicieran por mí.

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BIBLIOGRAFÍA REFERENCIADA

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