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Chile posee una larga tradición en formación de docentes.

No obstante, los inicios de esta acción en el país


como fenómeno sistematizado, impulsado y estimulado desde el Estado una como política de gobierno, se
encuentra -a pesar de algunos intentos en los albores de la República- a fines de la primera mitad del siglo XIX.

Entusiasmados con la idea de llevar al país por la senda de las naciones en desarrollo, el Estado y las elites
intelectuales comprometidas en esta labor fundan, en 1842, la primera Escuela de Preceptores de Chile. A partir
de entonces, y con un transcurrir de altos y bajos principalmente en cuanto a la valoración social de la
profesión, calidad de la formación docente y la remuneración y, asimismo, inspirados e influenciados
filosóficamente en el modelo educacional francés, alemán y posteriormente norteamericano, se comienza a
escribir la historia de la formación docente en Chile.

Orígenes de la Formación Docente: Escuela de Preceptores y el instituto Pedagógico


La educación ha sido una preocupación constante en nuestro país, y ésto, desde los inicios de la República.
Como Director Supremo, “Bernardo O`Higgins mostró un gran interés por la educación primaria [y con este
propósito] se debían preparar maestros para ella” (Caiceo, 2008, p.3). De este modo, se funda en Santiago la
Escuela Normal de Preceptores en 1842, durante la administración del Presidente Manuel Bulnes (1841-1851).
Así, siendo Ministro de Instrucción Pública Manuel Montt y Primer Director el argentino Domingo Faustino
Sarmiento, se establece “La primera forma institucional de formación docente en el Chile independiente”
(Abalos, 2005, p.1). No obstante, la preocupación también se extendía más allá del nivel primario, y es también
en 1842 cuando se establece un organismo de formación superior; la Universidad de Chile.
Ubicada en Plaza de Armas, la Escuela Normal de Preceptores -a pesar de los esfuerzos- en sus primeros años
no tuvo el éxito esperado. La primera promoción fracasó pues “comenzaron a asistir a la Escuela de Preceptores
personas del pueblo, de muy baja cultura, lo que hizo fracasar la primera promoción y, con el propósito de
corregir esto, hubo que elevar las exigencias y transformar la escuela en un internado” (Caiceo, 2008, p.3). Para
ingresar a la escuela se debía tener la enseñanza primaria terminada y, paralelamente a la formación pedagógica,
se cursaba la enseñanza secundaria.
El esfuerzo por profesionalizar la labor y tarea docente en el ámbito primario continúa progresivamente,
fundándose, en diferentes lugares del país, Escuelas de Preceptores y Escuelas Normales. Así, lo anterior será
refrendado posteriormente cuando en 1854 se establezca la primera Escuela de Preceptoras, dependiente de las
religiosas del Sagrado Corazón.
Por otro lado, la formación de profesores de educación secundaria tiene sus antecedentes en el año 1889 año en
el cual se funda el Instituto Pedagógico de Chile. En este sentido, “la influencia alemana marcó también el sello
que tendría el Instituto Pedagógico” (Abalos, 2005, p.1); siendo encargada la dirección de éste al alemán
Federico Johow. Un año después, en 1890, el Instituto Pedagógico pasa a formar parte de la Facultad de
Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile. Cabe mencionar que, a instancia de la formación de
profesores secundarios, surgen los primeros liceos en nuestro país con la finalidad de poseer un centro de
aplicación de lo estudiado.

Durante las décadas posteriores, se expandió considerablemente la formación de docentes tanto primarios como
secundarios. A las ya creadas Escuelas de Preceptores encargadas de la formación de profesores primarios, se
fueron sumando otras creadas a instancias particulares que continuaban formando a los docentes. En el ámbito
secundario, además de la formación del Instituto Pedagógico -único hasta ese entonces en formar a docentes
secundarios- ahora se sumaban las nacientes universidades que fundaban sus respectivas escuelas.
La Formación Docente entre 1900 y 1973: Consolidación de Las Universidades.
En 1942, la Universidad Católica funda su escuela de Pedagogía y, posteriormente, también la Universidad de
Concepción. Ambas comienzan a formar los docentes secundarios para el creciente sistema educacional
chileno. Sumado a lo anterior surgen, a instancia de la Comisión de Renovación Gradual del Sistema Escolar
Secundario, nuevos liceos experimentales que entregaran renovados impulsos en este sentido. De esta forma, la
formación de profesores secundarios en este periodo comenzó, gradualmente, a quedar en manos de las
universidades; entre éstas, la Universidad de Chile, la Universidad Católica de Chile, la Universidad Técnica del
Estado, la Universidad Católica de Valparaíso, la Universidad de Concepción y la Universidad Austral de
Valdivia. Por otro lado, la formación de los profesores primarios continuará en manos de la Escuelas Normales
y de Preceptores, prerrogativa que tendrá fin el año 1973 con el Golpe Militar.

Periodo de Cambios: La Formación Docente entre 1973 – 1990


El Golpe de Estado de 1973 no sólo trajo consigo un quiebre en la historia democrática y republicana del país,
sino que, además, un profundo cambio al sistema educativo y principalmente en lo que a formación de
profesores se refiere. La necesidad de reformular y transformar la educación chilena se venía haciendo patente
cada vez más. Con el propósito de adecuarla a los nuevos tiempos surgen a principios de los 60’s iniciativas en
este sentido; no obstante, será el año 1973 con el Golpe Militar la fecha de mayores cambios.
Motivados por factores ideológicos y económicos, el gobierno militar ordenó el cierre de las escuelas normales
y la transferencia de sus estudiantes y recursos a las universidades geográficamente más cercanas. Durante los
años setenta las ocho universidades existentes en Chile fueron intervenidas por las autoridades militares y se
“produjo una ‘limpieza ideológico-política’ en el profesorado, especialmente en las facultades o carreras de
ciencias sociales y de educación” (Núñez, 2002, p. 33).
Entre 1980 y 1981 y en el marco de la nueva política educacional, las carreras de formación de profesores para
todos los niveles fueron decretadas “no universitarias” y se ordenó su reestructuración en Academias Superiores
o Institutos Profesionales. Finalmente, el último acto del gobierno militar expresado en la Ley Orgánica
Constitucional de Enseñanza (10 marzo de 1990) completó la vuelta de la formación docente a su rango
universitario, al incluir a las pedagogías entre las carreras que requerían licenciatura previa a la obtención del
título profesional.

La Nueva Formación Docente.


Durante la primera parte de la década de los noventa, al regreso de la democracia, se observaba claramente la
debilidad de la formación de docentes. Los efectos de las reformas estructurales de la época militar, tanto en el
conjunto del sistema de educación superior, pero especialmente en las carreras de pedagogía, habían afectado a
las instituciones que las ofrecían. Paralelamente, la desvalorización de la profesión docente que se vivió durante
esa época, traducida entre otros factores en un grave deterioro de las remuneraciones para los docentes en
servicio, debilitó el interés de los jóvenes por los estudios pedagógicos. (Abalos, 2005, p.5).
El 21 de Mayo de 1996, el Presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle anunció una serie de medidas para asegurar una
reforma educativa de calidad que incluyeron un fondo equivalente a 25 millones de dólares para la formación
inicial docente, los que se entregarían sobre la base de proyectos competitivos a los programas de formación
docente inicial que se los adjudicasen. Con esto comienza el proceso, de cinco años de duración, por el cual los
programas de formación docente de 17 universidades a lo largo del país compartirían el esfuerzo por mejorar su
calidad.
Reflexiones Finales.
La formación docente en nuestro país ha transcurrido a través de altos y bajos. Desde los orígenes en las
escuelas de preceptores hasta nuestros días en las universidades, se han acometido diversas formulas en la
formación de los docentes de nuestro país, variando en cuanto a la valoración social de la profesión, calidad de
la formación docente y la remuneración, así como a la inspiración filosófica de la docencia.
En el actual momento del país, donde el tema educacional está en el tapete y se vislumbran cambios sustantivos
en el diseño de la formación docente y revisiones a los paradigmas de calidad pedagógica, es clave reflexionar
en profundidad sobre estos aspectos, de manera de tomar las decisiones correctas que permitan dar el salto al
desarrollo, la democratización de la calidad de los aprendizajes en y hacia todos los niñas y niños del sistema
educativo nacional y la dignificación concreta, real e integral de la profesión docente.
Fotografía "Escuela Normal de Preceptores" Cortesía de Museo de la Educación Gabriela Mistral. Tomada de
Memoria Chilena.
Antecedentes
La Universidad de Chile ha iniciado un vasto proceso de reorganización de toda su docencia de
pregrado, que apunta a la coherencia, integración y flexibilidad de los estudios.

Desde 1999 tres comisiones de alto nivel han trabajado en las definiciones y orientaciones del
proceso, y en el año 2000 se reglamentó la existencia de tres tipos de formación: general, básica y
especializada, las cuales se insertan en un complejo mayor de educación continua. Estos tipos han
estado tradicionalmente presentes en los currículos de pregrado, sólo que con características muy
heterogéneas, sin una concepción integrada de la enseñanza y en muchos casos carentes de
actualización metodológica.

Con ello se busca superar las deficiencias que diversos diagnósticos han detectado en la docencia:
la falta de flexibilidad en la organización de los estudios, tanto desde el punto de vista del devenir
vocacional de los estudiantes como de la ausencia de una perspectiva transversal en la educación;
la aguda compartimentación de la docencia, agravada por el privilegio excesivo que se concede a la
especialización profesional, en desmedro de las relaciones entre las disciplinas y del desarrollo de
perspectivas epistemológicas, éticas y cívicas amplias; las diferencias de calidad y equidad, y la
escasa renovación de formas, contenidos y metodologías de enseñanza.

Conceptos formativos

Así, de acuerdo a las nuevas definiciones, el sentido de la formación general estriba en la


adquisición de perspectivas amplias sobre los problemas fundamentales del conocimiento que abren
el camino a las diversas formas de tratamiento disciplinar de los mismos, y en el fomento en el
estudiante de una capacidad reflexiva, inquisitiva, dialógica y crítica, evitando concebirlo como
simple depositario de información y como mero sujeto de destrezas.

Por su parte, la formación básica está orientada a suministrar al alumno una experiencia integrada y


actualizada de conocimiento, que le permita comprender los conceptos y problemas fundamentales
que definen a la disciplina y al área de conocimiento respectiva, reflexionar y plantear preguntas
relevantes a partir de ellos, apropiarse de las herramientas metodológicas pertinentes, familiarizarse
con las estrategias de indagación propias de la disciplina y del área y entender la situación relativa
que ambas tienen en el campo general del saber.

Finalmente, la formación especializada se identifica con el cuerpo de conocimientos, metodologías,


tecnologías y destrezas fundamentales que son pertinentes al estado actual de desarrollo de una
disciplina o profesión, y cuya apropiación permite al estudiante adquirir las condiciones
epistemológicas y prácticas que aseguren el buen desempeño y el avance ulterior en una u otra.

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