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Benito Jerónimo Feijoo y Montenegro (1680-1768): fue un avanzado en la defensa de las nuevas
ideas ilustradas en la España de la época. En sus obras arremete contra las supersticiones y contra
la ya agotada cultura barroca.
Ignacio Luzán (1702-1754): Destaca, sobre todo, como autor de la Poética (1737), el texto retórico
más importante del siglo. En ella establece las normas que deben cumplir las normas para ajustarse
a los ideales clasicistas.
José Cadalso y Vázquez (1741-1782): cultivó también la poesía y el teatro, pero destacó
especialmente como prosista. Sus tres obras principales son:
o Cartas marruecas, conjunto de cartas que se cruzan entre sí dos marroquíes y un español y
en las que se critican diversas costumbres españolas (la nobleza inútil y parasitaria, el
excesivo número de religiosos, el menosprecio de la ciencia y el conocimiento…).
o Noches lúgubres, obra dialogada en la que el protagonista, enloquecido por la muerte de
su amada, intenta desenterrar su cadáver para morir junto a él prendiéndole fuego a su
casa.
o Los eruditos a la violeta, sátira de la educación superficial y de los individuos que
aparentan tener muchos conocimiento cuando, en realidad, son unos ignorantes.
Gaspar Melchor de Jovellanos (1744-1811): es el más sobresaliente de los ilustrados españoles,
compuso poemas y teatro, pero destaca como escritor de textos en prosa, en los que abordó los
problemas más importantes del país y expuso sus ideas de reforma para resolverlos: Memoria
sobre espectáculos y diversiones públicas; Informe sobre la Ley agraria; Memoria sobre
educación pública…
4. LA POESÍA ILUSTRADA
El ambiente general del siglo no favorece una creación poética emotiva y original. La falta de renovación
interior, la carencia de autenticidad, la repetición de esquemas y expresiones y el afán didáctico
determinaron unas formas poéticas sin fuerza expresiva y que solo responden a la idea del “buen gusto” y
la utilidad.
Los autores cultivan esta poesía en todas sus vertientes y se les suele encuadrar en dos grupos o escuelas:
Escuela salmantina:
o José Cadalso: publicó sus poemas con el título Ocios de mi juventud. Son interesantes sus
sonetos: “Sobre el poder del tiempo” y “Renunciando al amor y a la poesía lírica con motivo de la
muerte de Filis”.
o Jovellanos: aconsejaba cultivar temas serios. Sus sátiras encierran un hondo afán de reforma
social.
o Juan Meléndez Valdés: es el poeta más destacado del siglo. Son famosas sus Anacreónticas, una
poesía sensual, epicúrea, cuyos temas giran en torno a la alegría del amor envuelta en una
escenografía delicada y elegante. Por influencia de Jovellanos tratará temas de carácter moral,
como en la epístola: El filósofo en el campo o a un ministro sobre la beneficencia.
Escuela madrileña:
o Nicolás Fernández de Moratín: su poema, en quintillas, titulado “Fiesta de toros en Madrid”, es
de gran valor plástico.
o Leandro Fernández de Moratín: hijo del anterior, escribió poesía satírica para criticar las malas
costumbres y la ignorancia y poesía lírica (Elegía a las musas).
o Los fabulistas: cultivan una poesía plenamente didáctica. Los principales autores don Tomás de
Iriarte y Félix María de Samaniego.
5. EL TEATRO NEOCLÁSICO
El teatro barroco siguió siendo el preferido por el público durante mucho tiempo. Por ello, el teatro
neoclásico tuvo que ser impuesto desde el poder (por ejemplo, se prohibieron en 1765 los autos
sacramentales). Poco a poco, las obras ilustradas ocuparon las carteleras teatrales, aunque el género
dramático de mayor aceptación popular fue el sainete, visto también con suspicacia por los ilustrados.
La comedia nueva o El café satiriza las obras teatrales que gustaban al público de la época. La mojigata
critica la falsa piedad, la hipocresía religiosa y la mala educación de los jóvenes.
Entre su producción destaca El sí de las niñas, cuya estructura responde al esquema neoclásico. Se
desarrolla en una posada de Alcalá de Henares, entre las siete de la tarde de un día y las cinco de la mañana
del día siguiente.
El argumento se basa en el matrimonio forzado de una joven con un hombre mayor, y el tema
principal es la mala educación que recibían las mujeres y la autoridad mal ejercida. El pensamiento
ilustrado se hace patente en el triunfo de la virtud, la razón y la obediencia y en una fina ironía que
envuelve los diálogos, la descripción y el planteamiento de los personajes.
El teatro de Moratín se caracteriza por el respeto a las reglas de las tres unidades y por la intención
de ser verosímil. La verosimilitud explica el empleo de una lengua sencilla y adecuada a cada personaje, así
como el uso de la prosa o del verso breve.