Está en la página 1de 8

LA LITERATURA DEL SIGLO XVIII: EL NEOCLASICISMO

A partir de finales del siglo XVII se observa un cambio en la mentalidad de los intelectuales

españoles. Sin embargo, el espíritu barroco está tan arraigado en España que asistimos a un

fenómeno que repite las fórmulas de los grandes escritores del siglo XVII, aunque con una clara

pérdida de cualidades literarias.

Durante el reinado de Felipe V se crean instituciones que empezarán a difundir el espíritu ilustrado

(las Academias), publicando obras como el Diccionario de Autoridades de Covarrubias, los Orígenes

de la lengua española de Mayans y la Poética de Luzán. En el ámbito del arte, se imitaron obras

francesas de estilo rococó, un estilo suelto, sensual y elaborado, que encontró su expresión literaria

más clara en las Odas anacreónticas de Meléndez Valdés.

A finales de siglo, especialmente después de la Revolución Francesa, se notaron nuevos cambios

en el ideal de belleza estética: lo que antes supeditaba a la razón, ahora se hace a la sensibilidad.

Las pinturas de Goya fueron el anuncio de un nuevo motivo artístico llamado prerromanticismo, del

que claros ejemplos se pueden encontrar en la literatura como las Noches lúgubres de José Cadalso.

1 CONCEPTO DE SIGLO DE LAS LUCES E ILUSTRACIÓN Y ORIGEN DE LOS TÉRMINOS

El siglo XVIII es llamado el Siglo de las Luces en Europa porque los pensadores de esta época

buscan desterrar de una vez por todas la ignorancia, la superstición y las tinieblas en las que aún

muchos están sumidos, iluminándolos con la luz de la diosa de Razón. Para ello, se apoyan en el

pensamiento del filósofo alemán Immanuel Kant, quien concede a la razón una importancia vital

para acceder al conocimiento. El ejemplo más característico es la Enciclopedia de Diderot y

D’Alembert.

Este nuevo pensamiento racionalista y crítico propició, por un lado, extraordinarios avances en los

campos de la ciencia y la tecnología que marcaron el comienzo de la revolución industrial, pero, por

otro lado, a una nueva mentalidad, más reformista y liberal que llevará al despotismo ilustrado y a

la Revolución Francesa.

2. CARACTERÍSTICAS

Ahora nos centraremos en los rasgos de la literatura neoclásica, la que representa con más fidelidad

los principios de la Ilustración:

○ Buen gusto: es la facultad de aceptar lo bello y rechazar lo feo. Esta noción se difunde,
sobre todo, a través de la Poética de Luzán, que indicaba que la imitación de los modelos

clásicos y la imposición de reglas era la mejor manera de alcanzarlo.

○ Predominio de la razón: se ponen a disposición del arte los postulados de la Ilustración,

y se diversifica la creación literaria con elementos filosóficos, científicos o históricos. La

aparición de academias, preceptivas, diccionarios y gramáticas es también un intento de

racionalizar el saber y la lengua y la literatura.

○ Carácter moralizador: es un rasgo propio de los pensadores ilustrados, que pretenden

educar al pueblo en los nuevos valores éticos, estéticos y científicos, por lo que estos

contenidos se insertan no solo en las obras académicas y pedagógicas, sino también en las

obras literarias. El ejemplo más significativo son las fábulas.

○ Utilidad: del carácter pragmático de los ilustrados nace esta característica, que supedita la

belleza formal a la finalidad de las obras literarias, que no es otra que lograr la felicidad y

mejorar el estado de la sociedad de su época. Un ejemplo de utilitarismo lo podemos ver en

la amplia difusión del género ensayístico y en el nacimiento de la prensa escrita de carácter

periódico: el Diario de los literatos es el primer ejemplo de ello.

3. LA LENGUA LITERARIA

Nuestra lengua se convirtió en el siglo XVIII en un elemento de comunicación apto no solo para la

literatura, sino también para la ciencia y otras disciplinas. El español moderno se forja en este siglo y

a ello contribuye la creación de la Real Academia Española, con su lema "limpia, fija y da esplendor"

y sus tres primeras publicaciones: el Diccionario de autoridades, la Ortografía y la Gramática.

En la lengua del siglo XVII priman la sencillez, la claridad y la facilidad de comunicación, de ahí que

se la haya calificado a veces de prosaica y de que en ella sobresalga más una literatura de reflexión,

de tipo ensayístico, que de creación ficcional. Los nuevos ideales se basan en la razón, el buen

gusto, la verosimilitud y la pureza de dicción. Garcilaso es el ejemplo más representativo de clásico al

que imitar; por el contrario, Góngora es el paradigma del estilo oscuro y artificioso del que hay que

huir.
4. LA LÍRICA. TENDENCIAS

Se cultiva una poesía con pretensiones morales y filosóficas, que canta los ideales de la Ilustración.

También abundan los poemas didácticos.

Siguiendo un orden cronológico, y teniendo en cuenta que algunos estilos poéticos conviven en el

tiempo e incluso en un mismo autor, reconocemos las siguientes tendencias:

Poesía barroquizante

Poemas en los que se imita, de forma estereotipada, a los grandes autores del Barroco, como

Quevedo o Góngora. Un ejemplo de ello puede ser José León y Mansilla, autor de la Soledad

tercera.

Poesía rococó

Es una poesía de salón, frívola y sensual. En este grupo tuvo un gran éxito un género menor: la

anacreóntica, de versos cortos y tono amable y desenfadado, que exalta los placeres epicúreos de

la mesa, el vino, la amistad y el amor. Su máximo representante fue Juan Meléndez Valdés.

Poesía neoclásica

Se trata de una poesía caracterizada por el sometimiento a las reglas del arte clásico, la regularidad

métrica y los géneros y temas propios del Renacimiento (mitología, amor, naturaleza), tratados con

mayor profundidad. En esta corriente señalamos autores como Vicente García de la Huerta, con el

Endimión, de tema mitológico.

Poesía ilustrada

Poesía racional de carácter utilitario, prosaica, en la que se contienen tanto la emoción como la

ornamentación. Los temas son filosóficos, didácticos, político-sociales, religiosos, morales y

patrióticos. Obras típicas de este tipo de poesía son las fábulas, con los autores Félix María de

Samaniego y Tomás de Iriarte, o El poeta filósofo, de Cándido María Trigueros.

Poesía prerromántica

A finales de siglo encontramos un grupo de poetas llamados prerrománticos, pues ya caminan hacia

el naciente Romanticismo con su gusto por lo sentimental y macabro y su tono melancólico, a veces

grandilocuente y desgarrado, con abundancia de apóstrofes, exclamaciones, vocativos o el exceso

de adjetivación. Muchos de los autores de esta corriente evolucionan desde los grupos anteriores,

como Juan Meléndez Valdés, con Mis desengaños, Nicasio Álvarez Cienfuegos o José Cadalso.
5. LA NARRATIVA. TENDENCIAS

El rasgo más destacado de la prosa en este siglo es la decadencia de los géneros narrativos en

beneficio del ensayo, de ahí que lo tratemos en un apartado diferente. Algunas de las obras que se

citan como novelas tienen una gran cantidad de elementos didácticos y no se ajustan al esquema

tradicional, como por ejemplo sucede con el famoso Fray Gerundio de Campazas del padre Isla.

Junto a la narrativa ficcional y al ensayo, el costumbrismo es vital, una narración breve que retrata,

con tono amable, una escena cotidiana. Los llamados Cuadros de costumbres se difunden

normalmente a través del periódico.

Por último, los ilustrados españoles experimentan el afán de viajar y observar de forma directa la

realidad. Por estas causas son importantes el periodismo y los libros de viajes.

De este modo, dividiremos la prosa del siglo XVIII en dos corrientes, en función de su carácter más o

menos innovador: barroquizante y renovadora.

Narrativa barroquizante

Durante la primera mitad del siglo XVIII o se repiten los géneros más usuales del siglo anterior, como

novelas bizantinas, cortesanas o quijotescas, o se hacen traducciones y adaptaciones de novelas

extranjeras como el Telémaco, de Fénelon, o el Gil Blas de Santillana, de Lesage.

De los autores más importantes de esta tendencia, destacamos los siguientes:

María Egual es, junto a Clara Jara de Soto, la única novelista española del siglo. Escribió poemas y

obras de teatro, pero es conocida El esclavo de su dama, narración breve de género bizantino.

Diego de Torres Villarroel es uno de los autores más célebres de este período, por obras como

Visiones y visitas de Torres con don Francisco de Quevedo por la Corte, imitación de la literatura

satírica y alegórica de Quevedo, con escenas extravagantes y llenas de humor. Y, sobre todo, con la

Vida, novela autobiográfica que va desde las alegres travesuras infantiles hasta el pesimismo del

viejo enfermo que escribe el final.

Clara Jara de Soto es una escritora que se dio a conocer con una obra al estilo de Quevedo y

Torres Villarroel, El instruido en la corte y aventuras de un extremeño.

José Francisco de Isla es un escritor famoso por una sola y polémica obra, Historia del famoso

predicador fray Gerundio de Campazas, alias Zotes, en la que se hace una crítica social mediante
cuadros de costumbres. Además, reprueba las supersticiones, la vida conventual y a los clérigos,

pero también se burla de los métodos experimentales y muestra su desconfianza en materias

filosóficas y científicas.

Narrativa renovadora

Se desarrolla sobre todo en el último tercio de siglo e intenta reflejar el pensamiento ilustrado con

cierto toque sentimental. Aparece la novela como expresión de los impulsos. Entre los autores de

esta corriente podemos mencionar a los siguientes:

Pedro Montegón es autor de novelas de diversos géneros. Su obra más importante es Eusebio,

basada en el Emilio, de Rousseau, novela pedagógica cuyo protagonista viaja en busca de la virtud y

la felicidad. Esta novela mezcla elementos como el viaje, el análisis psicológico y las escenas

lacrimosas, alternando la sencillez de un relato lineal con la demora en las reflexiones y

Descripciones.

José Cadalso es un escritor y militar considerado uno de los mayores representantes de nuestra

literatura ilustrada e introductor del Romanticismo en nuestro país. De su obra, destacan en esta

corriente Los eruditos a la violeta, y, sobre todo, Noches lúgubres.

6. EL ENSAYO

El mayor hallazgo de la lengua del XVIII es la creación de una prosa clara y precisa. De aquí arranca

el ensayo moderno, con un estilo expositivo en el que se ha eliminado todo lo superfluo para una

mayor claridad, es pues, el género por excelencia.

CARACTERÍSTICAS DEL ENSAYO EN EL SIGLO XVIII

○ No encaja ni en los géneros literarios (narrativa, lírica y teatro) ni en la didáctica

tradicionales

○ Trata gran variedad de temas, tanto cotidianos como filosóficos, morales, políticos o

religiosos

○ Suele ser un texto breve, por lo que evita conclusiones definitivas

○ Presenta un espíritu escéptico y está fuera del contexto académico

Una de las formas ensayísticas más utilizadas son los diálogos. En estos no suele aparecer un
vencedor y se respeta la opinión del contrincante. El punto de vista no es único, sino que hay una

perspectiva que muestra el espíritu abierto de la conversación.

Otras formas ensayísticas utilizadas fueron los discursos o disertaciones, las memorias, los

informes, los diarios, los ensayos periodísticos y las cartas.

Entre los autores más destacados podemos citar a los siguientes:

Benito Jerónimo Feijoo es un fraile y el gran representante del ensayo del siglo XVIII, gracias a su

Teatro crítico universal, obra en la que con humor e ironía arremete contra los prejuicios y las

supersticiones de la sociedad de la época. Su segunda obra importante son las Cartas eruditas y

curiosas, que aborda esos mismos temas como si se tratara de correspondencia real.

José Cadalso se sirve en parte de su obra de recursos del género ensayístico. Las Cartas

marruecas se valen de un mínimo armazón narrativo: las cartas que se intercambian dos

marroquíes para componer una obra donde se mezclan el informe de un viaje, el diálogo

pedagógico o las reflexiones sobre la historia de España y los defectos nacionales.

Gaspar Melchor de Jovellanos destacó también en el ensayo con discursos, informes y memorias.

De su obra, destacan el Memorial para el arreglo de la policía de los espectáculos y el Informe sobre

la Ley Agraria, en las que plantea los defectos e insuficiencias de España y propone reformas,

insistiendo en la educación como solución a los problemas nacionales.

7. EL TEATRO

Como ocurre con otros géneros literarios, durante la primera mitad del siglo XVIII el teatro imita los

modelos del siglo anterior. En la vida teatral, se cultivaron diversas fórmulas:

El teatro barroquizante

Las obras dramáticas y las representaciones teatrales de buena parte del siglo XVIII estuvieron

marcadas por los modelos del teatro barroco y por la figura de Calderón de la Barca.

Dos autores serán los representativos de esta tendencia: Antonio de Zamora, con su obra No hay

plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague, y José de Cañizares, quien compuso El sacrificio

de Ifigenia.

La renovación teatral

Los hombres de la Ilustración tomaron como valores la razón, la moral pública y el orden social. Para
ellos el teatro era un mecanismo para inculcar sus ideas reformistas. Aunque en este tipo de teatro

se agrupan muchas tendencias, destacaremos, por su importancia y por el éxito de público, la

comedia neoclásica.

La comedia neoclásica

Es una comedia con una discreta sátira social y abundantes toques sentimentales, que busca la

verosimilitud y el didactismo. Alcanzará el éxito gracias a la fórmula de Leandro Fernández de

Moratín.

Otros autores son Nicolás Fernández de Moratín (padre de Leandro), con obras como La petimetra,

en la que ridiculiza a la mujer que imita en todo a la moda francesa, y Tomás de Iriarte, con La

señorita malcriada o El señorito mimado, en las que aborda la educación de los jóvenes y los vicios

matrimoniales.

María Rosa de Gálvez

Dentro del teatro debemos destacar la figura de María Rosa de Gálvez, escritora atacada por su

feminismo y su carácter libre e independiente. Sus obras fueron representadas en los grandes

Teatros del país y por los actores más famosos; entre ellas destacan la comedia Familia a la moda o

la tragedia Ali-Bek. El tema más habitual en su teatro, tratado siempre desde un punto de vista

femenino y feminista, es la libertad.

Leandro Fernández de Moratín

En sus comedias refleja los problemas de la clase media burguesa. La comedia moratiniana nace de

una combinación de las comedias neoclásicas de costumbres y sentimental, en la que se plasma,

con toques de sensibilidad, una crítica a ciertos comportamientos sociales como la hipocresía, la

vanidad o los prejuicios de clase.

Sus cinco obras teatrales pueden ser clasificadas por su temática en dos grupos: acuerdos

matrimoniales (El viejo y la niña, El barón, La mojigata, El sí de las niñas) y la crítica de los usos

teatrales (La comedia nueva o El café).

La comedia nueva está dividida en 2 actos en prosa y se ciñe estrictamente a las reglas de unidad

neoclásicas: todo ocurre en un café al lado de un teatro donde se va a representar una comedia

heroica, El cerco de Viena, cuyo autor Eleuterio, con su familia y amigos, almuerza y espera el
éxito o fracaso de la obra.

El sí de las niñas transcurre en una posada de Alcalá de Henares, y se centra casi exclusivamente en

la concertación de la boda de Francisca. La obra trata de la falsedad de los matrimonios concertados

sin la voluntad de los que se van a casar.

También podría gustarte