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Las Etapas en el Aprendizaje Motor,

Neurociencias y Deporte
Juan Francisco Jácome · 22 Junio, 2015

El aprendizaje motor puede definirse como un cambio relativamente permanente en el


rendimiento o en las potencialidades de comportamiento que se puede conseguir mediante
la experiencia o la práctica y que implica una serie de modificaciones en el área del SNC
que generalmente no se pueden observar, que pueden inducirse mediante cambios en la
actuación en los aspectos cognitivos y motores. Estos cambios se reflejan en una mejora
de las capacidades de elaboración de la información (identificación de los estímulos
relevantes, selección y establecimiento de los parámetros del programa motor adecuado,
establecimiento para un punto de referencia para la corrección de la confrontación entre
resultado esperado y resultado real, etc.), que se vuelven más rápidos, económicos y
eficaces. Como consecuencia, el movimiento se hace seguro, fluido y preciso.

El aprendizaje motor se manifiesta gradualmente, con el paso progresivo de una fase


inicial de comprensión de la tarea y de coordinación torpe a una fase final de comprensión
profunda y automatización del movimiento (Glencross, 1993). A medida que se va
afrontando una tarea nueva en diversas ocasiones, incluso de forma simplificada, la
incertidumbre va poco a poco dejando paso a una mayor seguridad y desenvoltura.

Se distinguen tres etapas relativamente diferenciadas del aprendizaje, dentro de las cuales
existen distintos niveles de evolución de las habilidades: etapa verbal-cognitiva, etapa
motora y etapa autónoma (Fitss y Posner, 1967), definidas también como de coordinación
gruesa, de coordinación fina y de disponibilidad variable (Meinel y Schnabel, 1977). Los
movimientos de tránsito de una fase a la siguiente no siempre pueden identificarse de
forma precisa. De hecho las tres etapas describen un proceso evolutivo que
verdaderamente no se puede dividir de forma rígida, en el que pueden darse
estancamientos y regresiones (tabla 6.3).

Etapa verbal-cognitiva o desarrollo de la coordinación gruesa

Son numerosas las dificultades iniciales que el individuo tiene que afrontar en una nueva
tarea, especialmente si es compleja. El problema para el principiante es el de comprender
cuáles son los objetivos, cuándo se debe iniciar la acción, cómo nos debemos comportar,
a qué debemos prestar atención, qué hacer y cuáles son los objetivosy los efectos de la
acción. Esta etapa se define como etapa verbal-cognitiva o verbal-motora (Adams, 1971),
por la importancia de los procesos verbales para conseguir la comprensión cognitiva de la
tarea. Algunos individuos utilizan precisamente verbalizaciones internas como una especie
de guía para desarrollar la acción, prácticamente para explicarse a sí mismos qué deben
hacer. La verbalización desarrolla una doble función: favorece la organización y ayuda a
memorizar las percepciones relativas al movimiento y al entorno (fig. 6.5). Esta actividad
exige un gran esfuerzo de los procesos de atención y, por tanto, hace difícil la elaboración
simultánea de otras informaciones para desarrollar tareas relacionadas. Por esta razón, las
actividades verbales, útiles en la fase inicial para facilitar la consecución de una primera
aproximación del gesto, pronto pierden importancia (Singer, Lidor y Caraugh, 1993).
La estructura del movimiento, en esta fase, se corresponde sólo a grandes rasgos con lo
exigido por la tarea, y el rendimiento es decadente. El individuo comienza a elaborar una
representación mental preferentemente visual, aún torpe y parcial, del discurso y de la
acción. La tarea se desarrolla si las condiciones son muy favorables. Los errores son
frecuentes, el movimiento tiende a no economizar etapas y las sensaciones motoras son
más bien confusas. Esto determina, a escala del comportamiento visible, tensiones
musculares y reducción de los grados de libertad del movimiento. Los incrementos en el
aprendizaje de la forma base de la acción son inicialmente más bien rápidos y superiores
respecto a otras etapas del proceso de adquisición.Las estrategias útiles para el desarrollo
de la tarea se retienen, mientras que las inapropiadas son descartadas (Thomas, Thomas
y Gallagher, 1993).

Desde el punto de vista práctico, es importante iniciar el aprendizaje a partir de algo que el
individuo pueda realizar para después avanzar en las adquisiciones cognitivas. De hecho,
la formación de un nuevo esquema motor a menudo se ve favorecida por el
reconocimiento de similitudes entre habilidades que ya se poseen y habilidades que se
deben adquirir. Para simplificar las operaciones de tratamiento de la información, las
condiciones iniciales deben resultar relativamente fáciles y accesibles y las dificultades
deben ser introducidas gradualmente (desde lo más fácil a lo más difícil, de lo simple a lo
complejo). Los modelos reales, los videos, las fotografías y los diseños aportan
importantes instrucciones visuales capaces de facilitar una representación inmediata de la
acción que se va a efectuar. Las instrucciones verbales deben orientar la atención del
individuo hacia señales pertinentes y, por tanto, ser muy claras, sintéticas, reducidas a sus
nociones más elementales y centradas en los aspectos más relevantes de la tarea. A las
instrucciones verbales y visuales debe seguir la ejecución real (Schempp, 1992).

Etapa motora o desarrollo de la coordinación fina

En esta segunda fase, muchas dificultades cognitivas relacionadas con la comprensión de


la tarea se superan, y el problema ahora es el de afinar la acción pasando del “qué hacer”
al “cómo hacerlo”.

Los programas motores son perfeccionados y la información derivada del feedback de la


respuesta, necesaria para corregir los errores, es aprovechada. La acción mejora en sus
características de precisión, constancia y fluidez, gracias también al incremento de la
importancia funcional del analizador cenestésico (el sistema de recepción y tratamiento de
la información propioceptiva derivada de los músculos, los tendones y las articulaciones)
(véase analizadores sesoriales). La representación interna del gesto deportivo se hace
más detallada y precisa, enriqueciéndose con componentes multisensoriales derivados de
la contribución y de la integración funcional de los distintos órganos de los sentidos. La
eficacia del movimiento reduce los constes energéticos y la guía subvocal asume menor
importancia (Wrisberg, 1993). El descubrimiento de las regularidades en los
acontecimientos relacionados con el rendimiento favorece la eficacia de la acción y el
desarrollo de capacidades provisionales (anticipación). Los cambios que se constatan en
esta fase son más lentos y graduales que en la fase anterior, pudiendo durar varios días,
semanas o incluso meses. Además, durante el aprendizaje, pueden observarse momentos
de estancamiento y hasta de regresión, seguidos de momentos de progreso. En
condiciones favorables, la tarea se desarrolla fácilmente conforme a un modelo ideal; en
situaciones difíciles y variadas, aún aparecen imperfecciones y errores, con tensión de los
músculos antagonistas y reducción de los grados de libertad.

En los deportes de situación es importante comenzar a modificar sistemáticamente, pero


de modo gradual, los factores de variabilidad. Las sensaciones cinestésicas detalladas
pueden ser verbalizadas y, por tanto, relacionadas fácilmente con las instrucciones y
explicaciones verbales y visuales, ahora más sofisticadas y minuciosas.

En esta fase es importante una actividad introspectiva de análisis de las características


técnicas ejecutivas. Exigir la descripción de las percepciones subjetivas inherentes a la
ejecución favorece la conexión del lenguaje con la información derivada de los
analizadores y tiende a profundizar en los conocimientos del movimiento (Chamberlin y
Lee, 1993; Sinclair y Sinclair, 1994).

Etapa autónoma o desarrollo de la disponibilidad variable

Después de una práctica intensiva, el individuo alcanza la tercera y última etapa de


aprendizaje. En esta fase, los programas motores se encuentran bien desarrollados y son
capaces de controlar con precisión la acción. La tarea se desarrolla con seguridad,
conservando una ejecución perfectamente coordinada y eficaz también en situaciones
difíciles, variadas, inhabituales e imprevistas (fig.6.6). Las sensaciones motoras son muy
precisas y específicas, aunque no necesariamente conscientes, y pueden encontrarse
relacionadas fácilmente con las explicaciones verbales. El individuo posee una rica
representación interna multisensorial de la acción ideal que le permite una confrontación
muy precisa, útil para corregir los errores, entre resultado esperado y resultado real. El
lenguaje interno, como guía del movimiento, ya no resulta necesario, y un análisis excesivo
de las particularidades tiende a dañar seriamente la acción automatizada en curso. Sin
embargo, las instrucciones internas sintéticas y específicas son útiles para facilitar
actividades cognitivas superiores, pudiendo actuar, por ejemplo, como estudios
mnemotécnicos para evocar determinadas acciones tácticas y estrategias de competición.
Es típica de esta fase la automatización de muchas operaciones mentales, desde la
percepción hasta la realización: la atención puede así ser desviada de la ejecución motora.
Los menores costes de atención hacen posible: un análisis sensorial rápido y preciso de
las informaciones ambientales y el desarrollo de actividades cognitivas “nobles” que
requieren tomar decisiones (como en los juegos colectivos), anticipar dificultades y
controlar el estilo de la ejecución (como en el patinaje artístico). El desarrollo de las
capacidades de precisión se vuelve esencial, especialmente en los deportes
de habilidades abiertas debido a la presencia de imposiciones temporales que precisan de
procesos extremadamente rápidos de tratamiento de la información (Abernethy, 1991).
Los incrementos de rendimiento son, esta fase, muy lentos y se consiguen con fatiga, pues
el individuo ya posee la mayor parte de las competencias y habilidades necesarias para
realizar una buena actuación. En el deporte de alto nivel, esta fase no concluye jamás, ya
que siempre es posible realizar, por leves que sean, continuos progresos técnicos y
mejoras en la constancia para lograr una actuación de calidad. Paralelamente a la
estabilización de la técnica, favorecida por la búsqueda de la constancia en los patrones
de respuesta, se busca la diversificación del repertorio de comportamientos. La variabilidad
de las situaciones enriquece el bagaje subjetivo de experiencias y ayuda a afrontar con
éxito las dificultades de la competición. Desde el punto de vista práctico, resulta importante
variar mucho las propuestas, incluso introduciendo las dificultades añadidas e información
no pertinente paracrear obstáculos similares, si no superiores, a los que se encuentran en
competición (Haslam, 1989; Landin, Herbert, Fairweather, 1993).

Artículos relacionados:

Fundamentos neurofisiológicos del aprendizaje de la técnica deportiva

Los analizadores sensoriales, neurociencias y deporte

Capacitación recomendada:
I Simposio Internacional de Neurociencias aplicadas al Deporte

Bibliografía:

ABERNETHY B.: Visual search strategies and decision-making in sport. International


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