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COMENTARIO FILOLÓGICO 3.

Tomo primero en sus braços la cabeça de Muño Salido


e razonóse con ella como si fuese bivo:
"Salvevos Dios, Muño Salido, mi conpadre e mi amigo,
dadme cuenta de los mios fijos que en vuestras manos ove metido,
por do en Castiella e en Leon erades vos muy temido
e de mejores que vos erades servido.
¡De Dios seades perdonado, conpadre e amigo,
si fuestes vos en consejo con su tio don Rodrigo,
lo que vos non fariades por lo que en vós no avia visto!
Catariades los agüeros como amo e padrino,
non vos querria creer Gonçalo Gonçalez mi fijo,
ca se doldria de mi que yazia en cativo.
E perdonatme, conpadre e mi buen amigo,
que mucha falsedat sobre vos he dicho."

COMENTARIO.

El sistema fonético-fonológico que aparece en el texto está prácticamente fijado, lo que nos
hace pensar en una primera aproximación, que se trata de un texto posterior a la época alfonsí
(siglo XIII), momento en la que se fijó el uso de las grafías en la lengua romance castellana,
regularizando el sistema medieval anterior y acerándolo al sistema fonológico castellano actual.

A continuación destacamos las diferentes características y rasgos localizados en el texto que


nos permitirán precisar la cronología del mismo:

1) Mantenimiento de la f- inicial latina. A lo largo del texto nos encontramos verbos y voces
que mantienen la grafía f- inicial latina, como “faríades”, “fijos” y “fijo”. Esta grafía, se
mantendrá hasta principios del siglo XVI, alternando de forma esporádica con la grafía h- que
aparece en textos a partir del siglo XII, y que representaba la aspiración fonética, posteriormente
realizada sin aspiración siguiendo la norma de la corte madrileña; ésta última, fonética y grafía que
representa la forma actual del verbo citado: hacer y la palabra hijo/-os. Aunque, como decíamos, la
norma general, era el mantenimiento de la grafía latina f- pese a que su pronunciación no fuera tal,
ni siquiera la aspirada, que se perdió tempranamente.

Parece claro por los documentos, que el fenómeno de aspiración, con el consiguiente cambio
de grafía, se inicia en las zonas norteñas limítrofes al vasco, aunque también se habla de influencia
árabe.

Suele ponerse como ejemplo de cambio de grafía las dos primeras ediciones de La Celestina
porque, en la primera (1499), predomina la grafía f- y, en la segunda (1501), la h-. Aunque, a partir
del XVI, lo predominante sea la grafía /h/, no faltan textos arcaizantes que presenten f-.
Todavía en el Siglo de Oro podemos encontrar la f- mantenida en la literatura
“arcaizante” (libros de caballerías, teatro en fabla) y en documentos notariales. Y por contra, hasta
la primera mitad del siglo XVII podemos encontrar h- en palabras que hoy han mantenido la f-
(halda/hebrero).
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2) La /b/ oclusiva bilabial sonora intervocálica. En el texto nos encontramos con algunos
ejemplos propios del período llamado betacismo y que corresponde a un período de alternancia y
confusión entre las grafías –b- y –u-/-v- en posición intervocálica. En la Edad Media, nos
encontramos con dos fonemas marcados etimológicamente y que se diferenciaban tanto en el habla
como en la escritura: el fonema bilabial sonoro /b/ y el fonema fricativo labiovelar sonoro /v/,
correspondiente a la semiconsonante o semivocal wau y que tras perder su articulación velar, se
convierte en fricativo labial sonoro /v/.

En situación intervocálica, esos dos fonemas, fricativo y oclusivo, son representados


gráficamente por la grafía -v- (amava), lo que nos lleva a pensar que el fonema que se esconde tras
esta grafía es el fricativo. Aun así, se dan confusiones. En un mismo texto, podemos ver la misma
palabra unas veces con -v- y otras veces con -b-. En el texto, reseñamos las palabras “ove, avía,
bivos”.

Por otro lado, otra de las circunstancias que complicó el fenómeno del betacismo es el
proceso de fricatización que sufren el fonema oclusivo bilabial /b/ en posición intervocálica, cuyo
rasgo de sonoridad, fricatiza y tiene a perderse. En el texto encontramos un ejemplo en el que ya se
ha perdido: “cativo” y que evolucionará posteriormente reponiendo la semivocal /u/ “cautivo”.

Desde el punto de vista gráfico, el problema queda solventado en el siglo XVIII, con la
creación de la RAE y la publicación del Diccionario de Autoridades (1726), porque decide seguir
criterios etimológicos, de manera que se impone que las palabras cuyo étimo tenía /p/ o /b/ se
escriban con -b- y las que, etimológicamente, tenían wau se escriban con -v-. La presión del uso y la
tradición provocó no pocos vocablos que tienen -b- o -v- no etimológica: vota > boda. En el texto
encontramos algunos ejemplos de esta regla: “braços, cabeça, salvevos, vuestras, vos”.

Desde el punto de vista fonético, tras esa etapa de distinción, que dura hasta el siglo XIII
aproximadamente, se da una neutralización que provoca que los dos fonemas medievales se
conviertan en dos alófonos de un mismo fonema en español, el labial oclusivo sonoro.

3) Sibilantes. En la Edad Media había tres parejas de sibilantes: las alveolares /s/ y /z/, las
dentoalveolares /ŝ/ y /ẑ/ y las prepalatales /š/ y /ž/. Se da un reajuste en los Siglos de Oro de manera
que en la pareja de alveolares hay un ensordecimiento de la sonora, en las parejas dentoalveolares,
las africadas se hacen fricativas, se ensordecen, adelantan el punto de articulación y se hacen
interdentales /Ɵ/. Por otra parte la pareja de prepalatales también se ensordece y retrasa el punto de
articulación velarizándose, así surge /x/ (grafía -j-).

En el texto encontramos las grafías -ҫ- y -z- que representaban a los fonemas dentoalveolares
africados sordo y sonoro /ŝ/ y /ẑ/ respectivamente, que en la Edad Media, procedentes de los
latinos tj, kj, cj y c + e, i, palatalizaron en latín vulgar a consecuencia de la yod y que en situación
intervocálica se sonorizó. Cuando se produce la palatalización del grupo /kt/ > /ĉ/ en un sonido
idéntico al sonido palatal africado sordo /ŝ/, este último adelanta su punto de articulación
convirtiéndose en dentoalveolar africada sonora en posición intervocálica o implosiva
(“razonose, yazia” en el texto) o sorda si no es intervocálica (“Gonçalo”, “Gonçalez” en el
texto).

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Estas dos grafías -ҫ- y -z- sólo son válidas desde la época alfonsí, ya que antes todavía
pueden encontrarse casos de “confusión” de grafías, puesto que éstas no estaban fijadas. De hecho,
en el texto todavía queda algún resquicio de confusión en ““braços” y “cabeça” Perdurarán hasta
su regularización en 1726, fecha de la publicación del primer tomo del Diccionario de Autoridades,
en cuyo prólogo se dictan las primeras normas académicas, suprimiendo la -ҫ- y regularizando los
empleos de -b-, -u- y -.

4) Oclusivas dentales sordas y sonoras /t/ y /d/. La tónica generalizada de estos fonemas a
lo largo de la Edad Media, tanto en posición intervocálica como en posición final, es el fenómeno
de la degeminación y sonorización y/o fricatización y pérdida, respectivamente.
A lo largo de la Edad Media podemos encontrar formas escritas con la grafía -t- o con -d-. En
la primera mitad del siglo XV alternan ambas grafías, si bien la de -t- desaparece a finales de esta
centuria. El hecho de que aparezca la grafía de la sorda no implica que la /d/ se pronunciara como /
t/. También se registra desde mediados del siglo XVI algún ejemplo con pérdida de la consonante
final: verdá. En el texto nos encontramos con los ejemplos “perdonatme” y “falsedat”,
perdonadme y falsedad.

5) Aparición de ñ-. En el texto nos encontramos con el nombre propio “Muño”, que en otras
versiones aparece como “Nuño”. La grafía -ñ- se consolida para marcar el fonema /ṉ/ en el siglo
XIV, por lo que es raro encontrarla en textos del siglo X, donde las nasales acompañadas de la yod,
aún no habían palatalizado. Este fenómeno comienza a darse en la antesala del siglo XIII, época
prealfonsí, donde la forma –ni- era muy común, tal es el caso de vinia, que posteriormente
evoluciona a viña.

6) Otros rasgos fonéticos, morfológicos o léxicos que podemos apreciar en el texto son los
siguientes:

- En el texto nos encontramos con la voz primitiva “conpadre”, cuyo resultado actual es
compadre. La evolución natural de la lengua romance ha dado como resultado el fenómeno fonético
de la asimilación, en este caso, de un rasgo articulatorio, donde la consonante nasal alveolar sonora
/n/ ha asimilado el punto de articulación bilabial de la consonante bilabial oclusiva sorda /p/ que le
sigue, dando como resultado la aparición del fonema nasal bilabial sonora /m/ en la actualidad.
Como se observa en el texto, esta voz se mantiene en su realización primitiva.

- Diptongación de la ĕ breve latina. Vemos como en los orígenes del español, hay una
alternancia de dos variantes: -ě- > -ie- / -ia-. Mientras que en romances como el leonés y
documentos como los aragoneses presentan ambas variantes, el castellano sólo alterna desde el siglo
X la forma -ie- con la forma culta sin diptongar.

Posteriormente, se da una monoptongación del diptongo –ie- en –i- en diferentes casos:


1) -ellu, -ella > -iello, -iella > -illo, -illa
Ej. castella > castiella > castilla
① diptongación de -e- > en -ie- (proceso de bimatización)
② monoptongación de -ie-, producida por la articulación palatal diferente de la -e-
respecto a los otros dos sonidos: /i /, /ḻ /.

La monoptongación del diptongo se produce ya en el siglo X, en el norte de Castilla y los


primeros ejemplos en lengua literaria se registran en el Arcipreste de Hita. Lo que podría significar
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que la reducción tenía una consideración sociolingüística baja. Ya en el último tercio del siglo XIV,
la forma estaba generalizada.

- Alternancia en el uso de “non” y “no”. La forma “non” decae a partir del siglo XV a
favor de “no” y del “ni”.

- En cuanto a la conjunción copulativa podemos observar que aparece la forma “e”. En el


XV es la “e” la que tiene la supremacía, y a partir de principios del XVI son “y” o “i”. Desde el
Poema de Mio Cid hay casos de “y” o “i” pero son escasos, al igual que “e” también la podemos
encontrar a principios del XVI, sobre todo en textos notariales más conservadores.

- “Ca” se utiliza durante toda la Edad Media y ya en el siglo XVI resulta una palabra
anticuada.

- La /d/ intervocálica en las segundas personas de los verbos se perdía en diferentes épocas
según la vocal que le precediese fuese tónica o átona. Si la vocal era tónica se pierde a finales del
siglo XIV, si era átona se perdía a finales del XVI. En el texto observamos que hay verbos
acabados en –ades lo que nos indica que este morfema verbal aún no ha caído a favor de –ais, como
sucede ya a partir de 1270. En el texto hay conservación “erades”, “seades”, “fariades”,
“catariades” por erais, seáis, haríais y cataríais.

LOCALIZACIÓN Y DATACIÓN.

Nos encontramos ante un texto perteneciente al período medieval, patrimonial del género
épico. Concretamente estamos ante un fragmento del Cantar de Los siete infantes de Lara, de autor
anónimo, que forma parte del Ciclo épico de los Condes de Castilla, y que aunque está datado por
los estudiosos en el siglo X, llega a nuestros días a través de refundiciones y otras versiones
prosificadas, recogidas en la Estoria de España o más conocida por la edición de Menéndez Pidal,
Primera Crónica General, de la segunda mitad del siglo XIII.

Es importante hacer esta aclaración ya que, aunque El Cantar de Los siete infantes de Lara es
originario del siglo X, los rasgos fonéticos-fonológicos que hallamos en el texto no corresponden a
la épica primitiva, sino que datan de finales del XIII, teniendo en cuenta la intención y labor de
Menéndez Pidal y otros estudiosos por recuperar el Cantar, a partir de las versiones prosificadas
posteriores, hasta el punto de reconstruir versos que se habían perdido.

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