CASO A: Se trata de una mujer de 58 años, L. C., que presenta un cuadro de
torpeza generalizada, lentitud y temblor postural en miembros superiores de dos años de evolución. Inicialmente es diagnosticada de Enfermedad de Parkinson idiopática. Dos años después del inicio del cuadro parkinsoniano es reevaluada por presentar de forma fluctuante: conducta impulsiva, cambios de carácter con violencia y agresividad, ataques de llanto repentino y comportamiento infantil. Presenta asimismo dificultades en concentración, poca capacidad de comprensión y razonamiento y dificultad para hablar y expresarse. En ocasiones confunde ideas simples, también nombres de objetos y personas. Comienza a perder las rutinas de su vida diaria, mantiene poca relación con el entorno y muestra falta de cuidado personal. CASO B: J. G. es un señor de 76 años, con antecedentes de hipertensión arterial y aumento del colesterol. Actualmente, sus familiares afirman que no se encuentra en ningún tratamiento farmacológico. Además, relatan que hace unos 14 meses presentó de forma brusca y durante varios días, fallos de la memoria (dificultades en las tareas cotidianas, como alimentarse y vestirse…) de los que se recuperó parcialmente, y desde entonces ha ido empeorando progresivamente. Actualmente tiene fallos ocasionales en el control de esfínteres. También se han observado cambios en su forma de comportarse en el humor y en el interés por los demás. El paciente refiere que tiene la cabeza menos clara que antes y se le hace difícil tomar decisiones. Ha perdido interés en sus aficiones y su pensamiento es confuso. No tiene problemas de sueño ni presenta síntomas depresivos. CASO C: La paciente S. D., mujer de 77 años, se ha perdido varias veces debido a la desorientación espacial originada por la enfermedad. Con respecto a la movilidad no parece presentar graves problemas, ya que mantiene la postura adecuada, no se observa rigidez ni temblor, y se conserva la motricidad gruesa y fina. No necesita de ayuda para caminar. Según el informe del neurólogo, presenta una grave desorientación de tiempo y espacio, lo que provoca que se pierda frecuentemente. La memoria está muy afectada, rellenando las lagunas que tiene con falsos recuerdos. No presenta afasia, aunque ha perdido la capacidad de iniciar la conversación. Reitera con frecuencia expresiones o frases. Tiene alterada su expresión emocional tanto a nivel de expresión facial como verbal. Tiene dificultad para planificar tareas y secuencias de tareas, se suele “saltar pasos” para realizar cualquier tarea. La paciente presenta un alto grado de ansiedad y miedo, debido a su inseguridad en la realización de cualquier actividad. Necesita la comprobación constante por parte de los demás de que lo que hace está bien.