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FUENTES IMPERIALES

siglos III-IV d.C.

1.EDICTO DE CARACALLA (AÑO 212):

«El emperador César Marco Aurelio Severo Antonino Augusto proclama: Es muy oportuno que yo, atribuyendo las
causas y razones de todas las cosas a un origen divino, busque una manera de darle gracias a los dioses inmortales
por preservarme en tan grandes peligros. Estimo por lo tanto que la manera más magnífica y piadosa para honrar
su majestad, es presentando mis ofrendas a los dioses junto con los extranjeros que con el tiempo han entrado a
hacer parte del número de mis súbditos, además que con mi propio pueblo.
Por lo tanto, concedo a todos los extranjeros que viven en el Imperio la ciudadanía romana...excepto a los
dediticii...Este edicto engrandecerá la majestad del pueblo romano...» (ANTONINO CARACALLA, 212 d.C.).

2.EDICTO DE GALERIO o DE TOLERANCIA (año 311)

(en Lactancio, Cómo mueren los persecutores, 34):

«Entre nuestras otras disposiciones para bien y utilidad de la res publica, hemos querido hasta este momento
restablecer toda conformidad con las leyes antiguas y la disciplina de los Romanos, y hacer que también los
Cristianos, quienes abandonaron la religión de sus padres, volvieran a la recta razón, ya que por algún motivo
fueron invadidos por una tal obstinación y locura que ya no quisieran seguir las antiguas instituciones, establecidas
por sus padres, sino que a su arbitrio hicieron sus propias leyes para ellos mismos, y lograron atraer bajo ellas
hombres de distintos orígenes y creencias. Por lo tanto, en virtud de nuestras constituciones, con las cuales se les
ordenaba que volvieran a las antiguas tradiciones, muchos entre ellos sufrieron en carne propia las consecuencias
de sus actos y otros quedaron expuestos al peligro. Sin embargo, ya que muchos persistían en sus convicciones y se
vio que ni les rendían culto a los antiguos dioses ni, por miedo, adoraban ya al Dios de los Cristianos, en nuestra
moderación y clemencia y por la eterna costumbre de conceder el perdón a todos los hombres, consideramos justo
ofrecer nuestra pronta indulgencia. Para que de nuevo sean Cristianos y se reúnan en sus comunidades, mientras
no hagan nada en contra de la ley. Por otra epístola haremos saber a los jueces a qué deberán atenerse. Y sepan los
Cristianos que en consecuencia de nuestra tolerancia deberán rezarle a su Dios por nuestra salud, la de la res
publica y la de ellos, a fin de que en todos los lugares la res publica permanezca segura y ellos mismos puedan vivir
incólumes en sus domicilios». (GALERIO Y LICINIO AUGUSTOS, NICOMEDIA-SÉRDICA 30 DE ABRIL 311).

3. EDICTO DE MILÁN (año 313)

(en Lactancio, Cómo mueren los persecutores, 48)

«Cuando nosotros, Constantino Augusto y Licinio Augusto, felizmente nos reunimos en Milán y discutimos acerca
de todo lo que le conviene al bien y la seguridad pública, consideramos que, de entre las cosas que podían aportarle
beneficio a los hombres, la reverencia hacia la Divinidad mereciera nuestra atención por encima de todo, y que
fuera justo conceder así a los Cristianos como a todos los demás la libertad de seguir la religión que a cada cual le
parezca preferible; para que aquella divinitas, que reside en los cielos, pueda ser benigna y propicia a nosotros y a
todos los que están bajo nuestra potestad. Consideramos por lo tanto una medida justa y conforme a la razón, que a
ningún hombre le sea negada la facultad de adherir a los ritos de los Cristianos, o de cualquier otra religión que le
parezca la más apta para si, así que la Divinidad suprema, a cuya devoción nos dedicamos libremente, pueda seguir
concediéndonos su favor y benevolencia.
Por consiguiente conviene que tú sepas1 que nosotros decidimos que queden anuladas por completo todas las
anteriores disposiciones dadas sobre los Cristianos, desfavorables e indignas de nuestra clemencia, y que desde
ahora a todos los que eligen seguir tal religión debe ser permitido permanecer en ella en absoluta libertad, y que de
ninguna manera deben ser molestados. Y creemos que sea justo reiterar que, entre los asuntos confiados a tu
responsabilidad, la indulgencia que concedimos a los Cristianos en materia de religión es amplia e incondicional; y
que tú entiendas que del mismo modo la profesión abierta y tranquila de la religión es permitida a todos los demás,
de la misma manera que a los Cristianos. Ya que es oportuno para la tranquilidad de nuestros tiempos que a todo
individuo sea permitido practicar la religión según su propia elección; y acerca de esto no admitiremos
derogaciones, por el honor debido a cada religión.

Además, en lo que se refiere a los Cristianos, en el pasado hemos dado ciertas órdenes concernientes los lugares
que ellos utilizaban para sus asambleas religiosas. Ahora es nuestro deseo de que todas las personas que
adquirieron estos lugares, del fisco o de cualquiera, los devuelvan a los Cristianos, sin por ello pedir dinero u otro
precio, y que esto sea hecho sin oposición o demora alguna. Es también nuestro deseo que aquellos que hayan
obtenido algún derecho sobre estos lugares a título de donación, del mismo modo restituyan aquel derecho a los
Cristianos: siempre reservando a estas personas, que adquirieran un derecho por un precio o lo recibieran de
forma gratuita, la facultad de presentar demanda ante el vicarius para obtener de nuestra benevolencia un bien
equivalente. Todos aquellos lugares deben en virtud de tu intervención ser restituidos al corpus Christianorum
(=comunidad de los Cristianos) de inmediato y sin demora. Y como parece que, además de los lugares dedicados a
los ritos religiosos, los Cristianos poseyeran otros que no pertenecían a particulares sino a la comunidad entera
(=corpus), o sea a sus iglesias, todos ellos queremos que sean incluidos en la ley que aquí se manifiesta, y deseamos
que por orden tuya sean restituidas a las comunidades e iglesias sin demora ni controversia: siempre quedando
salva la facultad, por parte de los que restituyan sin pedir precio alguno, de pedir una indemnización confiando en
nuestra benevolencia. Poniendo en práctica todo esto en favor de los Cristianos, deberás usar la máxima diligencia,
a fin de que nuestras órdenes sean cumplidas eficaz y satisfactoriamente, y sea realizado nuestro objetivo de
asegurar la tranquilidad pública. Y así pueda el favor divino, del cual ya hemos gozado en los asuntos de la más
grave importancia, seguir concediéndonos el éxito, por el bien de la res publica. Y para que este edicto nuestro sea
conocido por todo el mundo, queremos que usando de tu autoridad y por transmisión a los funcionarios locales tú
lo hagas publicar en todos los lugares » (CONSTANTINO Y LICINIO AUGUSTOS, MILÁN, 313).

4.EDICTO DE TESALÓNICA (año 380)

C.1,1,1.« LOS EMPERADORES GRACIANO, VALENTINIANO Y TEODOSIO, AUGUSTOS, AL PUEBLO DE LA CIUDAD DE


CONSTANTINOPLA. – Queremos que todos los pueblos, que rige el imperio de nuestra clemencia, profesen aquella
religión que enseñó a los Romanos el divino apóstol Pedro, según declara hasta hoy la propia religión por él mismo
predicada, y que es manifiesto que siguen el Pontífice Dámaso, y Pedro, obispo de Alejandría, varón de apostólica
santidad, esto es, que creamos conforme á la disciplina apostólica y a la doctrina evangélica en la sóla deidad del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, con igual majestad y en piadosa Trinidad.

§ 1. – Mandamos que los que observen esta ley abracen el nombre de cristianos católicos, y que los demás locos e
insensatos que estimen sustentar la infamia del dogma herético, deberán ser castigados primeramente por la
vindicta divina, y después también por la pena de nuestra resolución, que por celestial arbitrio tomemos.

DADA EN TESALÓNICA A 3 DE LAS CALENDAS DE MARZO, BAJO EL QUINTO CONSULADO DE GRACIANO Y EL DE TEODOSIO, AUGUSTOS.
[380]».

1 El Edicto fue enviado a todo gobernador provincial para que lo pusiera en ejecución lo más pronto posible.
5.CONSTITUCIONES IMPERIALES CONTRA EL PAGANISMO:

CTh.16.10.2
El emperador Constancio Augusto a Madaliano viceprefecto del pretorio: que cese la superstición, que sea
abolida la locura de los sacrificios. Que contra todo aquél que en contra de la ley de nuestro divino padre y
de esta nuestra órden se atreva a celebrar sacrificios se aplique el justo castigo y la inmediata sentencia.
(341 ....).

CTh.16.10.3
El mismo Augusto a Catulino prefecto de la Urbe: a pesar de que toda superstición deba ser erradicada,
queremos sin embargo que los templos, ubicados fuera de las murallas, permanezcan intactos y en perfecto
estado de mantenimiento. Ya que en muchos de ellos suelen tener origen los juegos, los circos y las carreras,
y no conviene destruir lo que le proporciona al pueblo romano la diversión de las antiguas celebraciones.
(346 [342] nov. 1).

CTh.16.10.6
El mismo Augusto y Juliano César: ordenamos que padezcan la pena capital los que celebren sacrificios y le
rindan culto a las estatuas. (356 febr. 19).

CTh.16.10.10
Graciano, Valentiniano y Teodosio Augustos a Albino prefecto del pretorio: que nadie se contamine con
sacrificios, nadie inmole víctimas inocentes, nadie entre a los recintos paganos, nadie purifique los templos
y le rinda culto a simulacros plasmados por mano humana, para que no se haga culpable de crímenes hacia
Dios y la humanidad... (391 febr. 24).

CTh.16.10.12
Los emperadores Teodosio, Arcadio y Honorio Augustos a Rufino prefecto del pretorio: que nadie de
ninguna clase, rango o dignidad, que tenga alguna potestad o magistratura, que sea potente por
nacimiento o humilde por condición, en ningún lugar, en ninguna ciudad sacrifique a insignificantes
estatuas ni celebrando ritos en secreto a los lares con el fuego, al genio con el vino, a los penates con
esencias perfumadas les encienda velas, queme incienso, o cuelgue coronas.
Ya que si alguien se atreverá a sacrificar o a consultar las vísceras, será acusado y condenado como
culpable de lesa majestad, así no haya hecho nada en contra de la salud de los emperadores o acerca de su
salud. Es suficiente para efectos de éste crimen querer quebrantar las mismas leyes de la naturaleza,
investigar lo ilícito, esconder lo oculto, intentar lo prohibido, desear la ruina de alguien, hacer votos por la
muerte de otro... (392 nov. 8).

6. SALVIO JULIANO SOBRE LA COSTUMBRE (JULIANO EN EL DIGESTO DEL EMPERADOR JUSTINIANO, 1,3,32):

«En aquellos casos en que no usamos de leyes escritas, conviene se guarde lo que se ha introducido por el uso y la
costumbre ; y si esto faltare en algún caso, entonces lo que le sea análogo y consiguiente; y si en realidad tampoco
apareciere esto, entonces debe observarse el derecho que se usa en la ciudad de Roma.

1. No sin razón se guarda como ley la costumbre inveterada, es decir, el derecho que se dice establecido por la
costumbre. porque así como las mismas leyes por ninguna otra causa nos obligan, sino porque fueron aprobadas por
la voluntad del pueblo, así también con razón todos guardarán lo que el pueblo aprobó sin que estuviera escrito; pues,
¿qué importa que el pueblo declare su voluntad con el voto, o con las mismas cosas y los hechos? Por lo cual también
está perfectísimamente admitido, que las leyes sean derogadas no solo por la voluntad del legislador, sino también por
el tácito consentimiento de todos, por medio del desuso».
7. Ley de citas (Teodosio II, año 426)

LOS EMPERADORES TEODOSIO Y VALENTINIANO AUGUSTOS AL SENADO DE LA URBS ROMA. DESPUÉS DE OTRAS COSAS.
«Confirmamos todos los escritos de Papiniano, Paulo, Gayo, Ulpiano y Modestino; así deberá reconocerse a Gayo la
misma autoridad que a Paulo, Ulpiano y los demás, y de toda la obra de él se podrán extraer los pasajes para recitar
ante el juez. Queremos que sea válida también la doctrina de aquellos cuyas discusiones y opiniones los cinco juristas
mencionados inscribieron en sus obras: es el caso de Escévola, Sabino, Juliano y Marcelo, y de todos los otros que estos
juristas citaron, siempre y cuando la autenticidad de sus libros, por causa de la incertidumbre debida a la antigüedad,
sea garantizada por medio de la colación de los manuscritos. En el caso de que sean presentadas opiniones discordes,
que prevalezca primero que todo la mayoría de los autores, o, si el número es igual, prevalezca la autoridad de
Papiniano, varón de ingenio extraordinario, cuya opinión prevalece por encima de la de cada uno, pero cede ante la
opinión conforme de dos. Además disponemos que sean consideradas inválidas las notas de Paulo y Ulpiano a la obra
de Papiniano. Si se citan en número igual opiniones en contraste, y estas pertenecen a aquellos juristas cuya autoridad
es reconocida como igual, la prudencia del juez escogerá cuáles habrán de seguirse. Disponemos además que sean
siempre válidas las Sentencias de Paulo » (DADA EN RAVENA SIETE DÍAS ANTES DE LOS IDUS DE NOVIEMBRE DEL AÑO DEL XII
CONSULADO DE TEODOSIO Y DEL II DE VALENTINIANO AUGUSTOS)».2

2 Adaptación de la traducción italiana de Carucci-Germino, Guida alla lettura delle principali fonti latine, Napoli 2004, pp.36 ss.

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