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Ensayo del libro Historia del Pensamiento Arqueológico, del autor Bruce Trigger y del

artículo Nacionalismo en Arqueología, el Contexto Político de Nuestra Disciplina, de la


autora, Margarita Díaz Andreu:

Del libro Historia del Pensamiento Arqueológico, del autor Bruce Trigger:

Para empezar, el autor, Bruce Trigger, explica, en el capítulo 10 de este libro, que el objetivo
como tal de un arqueólogo es trabajar con datos, es decir no debe ir al campo, sino analizar
los registros. Aquí el autor – arqueólogo, Schiffer (1976), trata el mismo tema, donde dice que
se debe estudiar la cultura como parte del comportamiento humano y que la cultura material
debe ser estudiada no solo desde el presente hacia el pasado, sino también en el propio
presente.

Algunos otros autores como Deagan (1982, p. 167) y Binford (1981. P. 28), explican que el
registro de estas piezas antiguas encontradas en el campo por otros investigadores y
almacenadas, no contiene suficiente información, o por así decirlo es nula la información que
de estos registros se debería extraer. El Arqueólogo, Daniel (1975, pp. 370 – 376), explica
que si sólo se estudian objetos en una investigación arqueológica, es decir si sólo se incluyen
piezas de cultura material y no de cultura inmaterial, como la visión que tenían las sociedades
del pasado sobre estos objetos, se estaría haciendo una suerte de coleccionismo de objetos
antiguos. En una cita hecha a este mismo autor, Bruce Trigger, se plantea: “…La mayoría de
los arqueólogos continúan contemplando la arqueología como un medio para estudiar el
comportamiento humano y el cambio cultural en el pasado, aunque están lejos de coincidir en
lo que esto implica…” (Trigger, 1992: 344).

En este punto explica, el autor Trigger, que se podría realizar un estudio desde el presente con
sociedades actuales, una especie de arqueología etnográfica experimental, para conocer mejor
el comportamiento humano. O como lo dice aquí la cita del autor mismo, Trigger:

“…Tradicionalmente, la arqueología se ha equiparado con la


recuperación, el análisis y la interpretación de los restos
materiales del pasado. Pero la arqueología ha trascendido
esos límites. Nadie ha cuestionado la arqueología experi-
mental, que aunque no estudia, estrictamente hablando,
materiales del pasado, tiene una gran importancia para la
interpretación arqueológica…” (Trigger, 1992: 344).

A todo esto se puede decir, que un estudio del presente es más un estudio psicológico – social,
que un estudio arqueológico, ya que la arqueología tiene como función estudiar el pasado para
reconstruirlo y con esto entender el presente; ahora bien, si estudiamos el presente desde el
presente mismo no estaríamos haciendo arqueología, estaremos haciendo una especie de
psicoanálisis a través del significado de los objetos para sociedades del presente, es decir,
analizamos cómo se comporta la gente, en vez de cuáles son los rasgos de cultura (bien sea
material o inmaterial) que definen propiamente una comunidad o sociedad; ya que en sí la
cultura son los significados, las ideas, el pensamiento, que tienen los humanos, a cerca de algo
en particular y no sólo el comportamiento.

En otra cita del autor Trigger, se explica:

“…Tradicionalmente la relación con la historia ha sido mu-


cho más estrecha en aquellos momentos en que los ar-
queólogos estudiaban lo que creían eran los restos de
sus propios ancestros o de civilizaciones para las que se
disponía de mucha documentación escrita. Sin embargo
se acercaba más a la antropología cuando el objeto de
estudio era el Paleolítico, o bien culturas más recientes
pero menos avanzadas tecnológicamente…” (Trigger,
1992: 345).

Todo esto se puede objetar ya que la arqueología, vista desde hoy en día, al menos, no es sólo
el estudio de la prehistoria, sino más bien, es el estudio del pasado, desde la prehistoria, que es
cuando hay una inexistencia de escritura, una historia, que es cuando comienzan las primeras
escrituras y luego el surgimiento de la cultura, las estructuras y las comunidades. Aquí se
evidencia esto en una cita hecha al autor – arqueólogo Irving Rouse, en el libro Introducción a
la Prehistoria, donde dice en su explicación del cubo de las eras de la tierra:

“…1. Era geológica – el período transcurrido desde la for-


mación de la tierra, a través del desarrollo de la vida
hasta la primera aparición del hombre.
2. Era Prehistórica – el período que va desde la primera
aparición de la humanidad hasta el desarrollo de la his-
toria escrita.
3. Era histórica – el período a partir del cual el hombre
fue capaz de producir testimonios histórico signi-
ficativos…” (Rouse, 1973: 3).

Aquí en este punto el autor, Trigger en este libro de Historia del Pensamiento Arqueológico,
en el mismo capítulo 10, expone que, todas estas descripciones de tipos y modos, es decir de
las características propias de los objetos, no conllevan a más nada que una descripción simple,
poco profunda y que no lleve a más allá, de unas simples cualidades visibles, es decir al
objeto como objeto, y no al sujeto como creador de estas tecnologías de fabricación de
objetos, en que principalmente está el sujeto. Expone además, que no se hacen
reconstrucciones históricas propiamente con estos datos y descripciones de tipos y modos de
los objetos, llevándolos a un término un poco ruidoso de “subjetividad”. Aquí lo dice la cita al
mismo autor, Trigger:

“…Generalmente se acepta que las tipologías son creacio-


nes de los arqueólogos más que reconstrucciones de
de las categorías de los que construyeron o utilizaron
el material que estudia, aunque muchas veces se ha
exigido su equivalencia. (…) Son subjetivos incluso
aquellos esfuerzos por clasificar “objetivamente” me-
diante la búsqueda de agrupaciones “naturales” de atri-
butos dentro de grandes matrices de datos…” (Trigger,
1992: 354).

A lo que se responde, que sin la existencia de estos datos o características a interpretar,


realmente qué tan profunda es una investigación arqueológica, si la arqueología se basa
principalmente en el estudio de cultura material, si no se estudiaran las cualidades, usos
funciones, características, de los objetos y de quienes los fabricaron, sería más bien una
etnografía.

En un último punto de este autor, Bruce Trigger, del libro en cuestión, se expone una idea de
que la subjetividad dentro de una investigación arqueológica (arqueología como parte siempre
de la antropología) nunca puede obviarse, ni separarse de la objetividad, pues el investigador
vivencializa u observa directamente los objetos en un yacimiento, para recoger estos datos en
el campo; por lo que siempre va a estar inmersa la cuestión más que sentimental, se diría la
cultura, en aras del pensamiento propio del investigador. De la misma forma expone que la
conjunción de arqueología con etnografía siempre sería útil para reforzar teórico –
metodológicamente, estos análisis de datos, recogidos en el campo, aplicando de igual forma
esta técnica de recolección (la etnografía) al campo. Aquí lo explica mejor, el autor, Trigger,
en esta cita donde dice:

“…No hay garantías de que esas inferencias no estén con-


taminadas por factores subjetivos. Pero el desarrollo de
nuevos y más numerosos algoritmos para la inferencia
del comportamiento a partir de datos arqueológicos y pa-
ra especificar la validez de las analogías etnográficas pro-
porcionan los medios para maximizar las condiciones de
la evidencia arqueológica de en estos factores subjetivos…”
(Trigger, 1992: 366).

Del artículo de Nacionalismo en Arqueología, el Contexto Político de Nuestra Disciplina,


de la autora, Margarita Díaz Andreu:

Para comenzar, en una cita de esta autora, Margarita Díaz Andreu, se evidencia lo
anteriormente dicho sobre que la arqueología estudia en sí es al pasado, que mediante
reconstrucciones históricas definen culturas específicas; la cita dice:

“…Toda disciplina científica tiene una historia tras de sí


que determinados miembros dentro de una comunidad
científica se han dedicado a investigar y describir. Quien
se interesa por el pasado de la arqueología puede acudir
a las magnificas obras de carácter general producidas por
Glyn Daniel (Daniel, 1975), Arnaldo Momigliano (Momi-
gliano, 1955 (1950) (sic), Bruce Trigger (Trigger 1989), o
Alain Schnapp (Schnapp, 1993) por citar a los más cono-
cidos…” (Díaz, 2001: 3).

Entre los siglos XIV y XV según, esta autora, Díaz Andreu, es cuando se comienza a producir
el interés por objetos del pasado, las personas de clases sociales elevadas, de la época
medieval europea volcaron sus intereses en objetos extraños y antiguos, más que nada por su
valor estético – artístico, llevándolas a un mero recuerdo de lo que es el concepto de
Anticuario.
Todo lo que querían representar en estas obras de arte era su poderío y su estatus con respecto
a las clases menos pudientes, ya que en sí las clases más pudientes eran nobles o miembros
del clérigo (la iglesia Católica). En una cita de la misma autora, Díaz Andreu, se explica
mejor este punto:

“…lo cierto es que solamente a partir de siglos XIV y XV


fue cuando por primera vez a determinados individuos
de la sociedad se les permitió especializarse de una ma-
nera más definitiva y continuada en el estudio del pasa-
do y de sus restos materiales. (…) En esta Europa en trans-
formación las élites comenzaron a interesarse por los
objetos antiguos de una manera nunca conocida antes,
ni si quiera durante el período romano, momento en el
cual las estatuas griegas habían atraído gran atención…”
(Díaz, 2001: 5).

Esta autora, Díaz, explica en oro punto, que el concepto de nacionalismo está dividido en dos
concepciones diferentes pero correlacionados entre sí, como es el de nacionalismo cívico o
político y nacionalismo cultural o étnico. A parte la autora, comenta que la palabra nación
significa etimológicamente, lugar de origen, tanto de comunidades, regiones, comarcas o
países.

Dando este concepto es importante decir, que la historia del pasado, siendo estudiada desde el
presente, nos permite aprender de nuestros ancestros conocimientos que aún hoy siguen
vigentes, así no sean del todo objetivos o empíricos, como las ciencias naturales.

Con todo esto expone, la autora, Díaz Andreu, que a través de este interés por el nacionalismo
se surgieron los museos, debido al creciente interés de rescatar y conservar estos monumentos
y objetos de cultura material y así debieron los dirigentes de Estado, buscar personas
especializadas en actividades de este tipo, con lo cual surgieron en las universidades las
carreras de arqueología (correspondiente a la escuela británica) y de antropología
(correspondiente a la escuela norteamericana). Es decir este nacionalismo cívico produjo que
se afianzara la arqueología como ciencia. En una última cita hecha a esta atora, Díaz Andreu,
se evidencia esto:

“…Pero además la nueva consideración dada a la educación


implicó la apertura de museos donde exponer objetos pro-
venientes de la antigüedad clásica y esto llevó a la necesi-
dad de tener profesionales que se ocuparan de ellos y por
tanto a la de incluir a la arqueología entre de los saberes im-
partidos en la universidad o en las escuelas de educación
superior…” (Díaz, 2001: 6).
Bibliografía:

 Díaz, A. M. (2001). Nacionalismo y Arqueología: el contexto político de nuestra


disciplina. Revista do Museu Aruqueologia e Etnologia Sao Paulo. Vol. 11. pp. 3 – 20.
 Rouse, I. (1973). Introducción a la prehistoria: un enfoque sistemático. Bellaterra:
Barcelona, España.
 Trigger, B. (1992). Historia del Pensamiento Arqueológico. Crítica: Barcelona,
España.
Universidad Central de Venezuela
Facultad de Ciencias Económicas y Sociales
Escuela de Antropología
Departamento de Arqueología y Antropología Histórica
Materia: Teoría y Métodos Arqueológicos I

RELACIÓN HISTÓRICA DE LA AFIANZACIÓN DE LA ARQUEOLOGÍA COMO


CIENCIA SOCIAL.

Gabriela De Gregoriis

Caracas, octubre del 2017.

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