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Definición de la psicología
Para Watson la psicología era (1929): "la parte de la ciencia natural cuyo objeto de estudio
es la conducta humana, las acciones y verbalizaciones, tanto aprendidas como no
aprendidas, de las personas" (pág. 4). No es necesaria ninguna mención de la vida
psíquica o la conciencia; éstas son "puros supuestos". Watson incluía expresamente la
verbalización como un tipo de conducta (1925): "Decir es hacer, en otras palabras, es
conducta. Hablar de una manera manifiesta, o hablarnos a nosotros mismos (pensar), es
un tipo de conducta tan objetiva como el béisbol" (pág. 6).
El conductismo de Watson tenía dos objetivos específicos: predecir la respuesta,
conociendo el estímulo, y predecir (en realidad, postdecir) el estímulo, conociendo la
respuesta. Los términos estímulo y respuesta representaban para Watson conceptos más
amplios que los reconocidos por sus definiciones usuales. Así, decía:
La regla que el conductista tiene siempre ante sí es: ¿Puedo describir este trozo de conducta
en función de "estímulo y respuesta"? Estímulo significa para nosotros cualquier objeto del
ambiente en general o cualquier cambio en los tejidos del mismo debido a la condición fisio-
lógica del animal, como por ejemplo el cambio que podemos obtener cuando impedimos a un
animal la actividad sexual, la alimentación o la construcción de su nido. Respuesta significa
para nosotros cualquier cosa que el animal haga, como por ejemplo, volverse hacia una luz o
alejarse de ella, saltar ante un ruido, o las actividades más organizadas, tales como
construir un rascacielos, dibujar planos, tener hijos, escribir libros, etcétera (1925, págs. 6-
7).
Postulados
1Marx, M. y Hillix, W.: Sistemas y teorías psicológicas contemporáneas. Ed. Paidós, México, 1984.
Capítulo 6.
espacio; éstos deben ser, al menos en principio, analizados cuantitativamente, y las
unidades de descripción son las relaciones estímulo-respuesta, aunque pueden ser
unidades de escala bastante grandes —como es el caso de "construir un rascacielos"— y
no meramente "contracciones musculares".
Principios de conexión
Aquí Watson adoptó en un principio la antigua versión del asociacionismo: las leyes de
frecuencia y recencia, con prescindencia del "efecto" que había agregado Thorndike.
Aparentemente encontró en el "efecto" las viejas actitudes mentalistas, aunque, como
hemos notado, es posible una interpretación estrictamente objetiva y operacional. Watson
decía que la respuesta de éxito debe siempre acaecer y dar término a la conducta; la
réplica de Thorndike era que muy a menudo ciertos errores —tales como el entrar en un
callejón sin salida de un laberinto— eran más frecuentes que la respuesta correcta
correspondiente. Más tarde, Watson se interesó en el condicionamiento clásico
demostrado en el laboratorio de Pavlov y Bechterev. Finalmente reconoció en ese
condicionamiento la base de todo aprendizaje; los hábitos más complejos serían
combinaciones y cadenas de reflejos más simples. Es interesante señalar, como lo hace
Woodworth (1948, pág. 88), que a pesar de su entusiasmo por el condicionamiento clásico
Watson aparentemente nunca reconoció la gran similitud entre el refuerzo pavloviano y el
efecto de Thorndike; continuó aferrado a la ley del ejercicio (los factores de frecuencia y
recencia), mientras por otra parte aceptó los principios del condicionamiento clásico e
incluso los empleó en sus experimentos sobre el condicionamiento emocional en los niños.
Principios de selección
Uno de los problemas del conductismo es la amplitud cada vez mayor de los estímulos a los
que responde un individuo. Esto es tan notable, que a primera vista podría uno dudar de la
formulación que hemos hecho, a saber, que puede predecirse la respuesta. Si observan
ustedes el crecimiento y desarrollo de la conducta en el ser humano, encontrarán que
mientras una gran cantidad de estímulos provocan respuestas en el neonato, muchos otros
estímulos no lo hacen. En todo caso, no provocan la misma respuesta que provocarán
después. Por ejemplo, no llegarán ustedes muy lejos si muestran a un niño recién nacido un
lápiz, un pedazo de papel, o la partitura de una sinfonía de Beethoven. ... Debido a que el
condicionamiento tiene lugar ya desde la temprana infancia, el predecir una respuesta
determinada es muy difícil para el conductista. (1925, pág. 13.)
Por lo tanto, Watson sostuvo que la selectividad de la respuesta y del estímulo suficiente
depende solamente de las conexiones E—R innatas y adquiridas. La selección no
constituye un problema aparte. Los antiguos conceptos mentalistas de intención y valor
son eliminados como explicaciones.
Aunque el trabajo inicial de Watson se relacionó con problemas animales, tal como ya
hemos indicado, el mejor ejemplo de su programa conductista experimental es
probablemente la investigación sobre el condicionamiento y reacondicionamiento de las
respuestas emocionales en los niños. Este trabajo representa también el mejor ejemplo de
la técnica de condicionamiento aplicada por los conductistas clásicos. La descripción más
completa de las primeras investigaciones es la que hace Watson en Psychologies of 1925,
(1926a) y en ella se basa fundamentalmente la exposición que sigue.
Apoyándose en el ventajoso punto de partida de sus estudios extensivos sobre la conducta
fetal y postnatal de los animales, Watson inició el estudio comparativo de niños muy
pequeños, en un esfuerzo por identificar con precisión el tipo y variedad de las conductas
congénitas y presumiblemente heredadas. Observó "casi diariamente" a varios cientos de
niños a lo largo de sus primeros 30 días de vida, y a una cantidad menor durante
períodos prolongados de la primera infancia. El resultado fue un catálogo del "equipo
innato del ser humano joven", según las propias palabras de Watson. Incluía una larga
lista de conductas, con descripciones objetivas de cada una; pero las únicas
observaciones experimentales, o semiexperimentales, de esta época, correspondían a un
interesante trabajo sobre los factores causales del predominio de una u otra mano,
realizado en 20 bebés. La conclusión de Watson (1926a) fue que no hay una diferencia fija
de respuestas para cada mano, hasta tanto el uso social comienza a establecer el pre-
dominio de una de ellas (pág. 29).
Watson se interesó también en el estudio genético (longitudinal) de la vida emocional del
bebé y el niño. También aquí aplicó la técnica objetiva de descripción de la conducta, en
este caso a una muestra de niños de tres años. Se encontró, sin demasiada sorpresa, que
la mayoría de los niños de tres años tienen muchísimas reacciones emocionales inútiles e
incluso nocivas. Sin contentarse con lo que consideraba la interpretación históricamente
ortodoxa (según la cual esta conducta emocional sería heredada), Watson reconoció la
necesidad de nuevas técnicas experimentales. Pronto descubrió que los niños
pertenecientes a hogares típicos no eran buenos sujetos para el estudio del origen de las
emociones, debido a la necesidad evidente de trasfondo emocional controlado. Esta difi-
cultad se superó reuniendo a "niños fuertes y saludables criados por amas de leche en los
hospitales, y otros niños criados en su hogar bajo la observación de los experimentadores"
(1926a, pág. 42). Utilizó una extensa serie de tests simples, que consistían
fundamentalmente en la introducción de varios tipos de animales, tanto en el jardín
zoológico como en el laboratorio. Watson no pudo encontrar indicios de miedo, y concluyó
que las explicaciones sobre el carácter hereditario de las respuestas emocionales a esos
estímulos eran falsas.
Como resultado de ulteriores observaciones semiexperimentales, Watson describió las
condiciones básicas de las cuales dependería la producción del miedo, la cólera y el amor
en los bebés. Es ésta una de sus contribuciones mejor conocidas, dentro de la fase del
programa de investigación que estamos analizando. Watson encontró que el miedo era
producido por sonidos fuertes y pérdidas súbitas del apoyo, la cólera por los
impedimentos al movimiento corporal, y el amor por las cosquillas, las palmaditas, las
caricias y el acto de mecer.
Este trabajo pionero de Watson constituyó un adelanto y una estimulación para la
investigación ulterior. Bridges (1932) cuestionaba la capacidad del bebé para discriminar
diferentes emociones, y sus resultados mostraron que la única distinción segura era la
que existía entre un estado de excitación general y otro de quietud. Actualmente se acepta
en general que los adultos no pueden hacer juicios confiables sobre la emoción
manifestada por un bebé, a menos que conozcan la situación estimulante (por ejemplo, un
pinchazo o una caricia). A pesar de las modificaciones sugeridas por la investigación
ulterior, la conclusión básica de Watson —a saber, que los bebés muestran muy pocas
variedades de conducta emocional innata— no ha sido desmentida.
A partir de 1918, nos dice Watson, dirigió experimentos destinados a determinar algunos
de los factores básicos de la adquisición y la pérdida de las respuestas emocionales en los
niños. "En un primer momento teníamos cierta resistencia hacia esos experimentos", dijo
(1926b), "pero era tal la necesidad de este tipo de estudio, que finalmente decidimos
experimentar la posibilidad de fabricar miedos en los niños y estudiar luego los métodos
prácticos para eliminarlos" (pág. 51). Watson encontró que era relativamente fácil
establecer un miedo en un sujeto, mediante un simple procedimiento de
condicionamiento. Este aspecto de la investigación se completó con la demostración de
que la respuesta condicionada de miedo se difundía o generalizaba a los estímulos
similares previamente neutrales, tal como ocurría con otros tipos de respuestas
condicionadas desprovistas de componentes emocionales.
Finalmente, Watson se dedicó al problema de eliminar los miedos condicionados. Se
ensayó primero experimentalmente con varias técnicas de uso común: desuso,
exhortaciones verbales, aplicaciones frecuentes del estímulo aterrorizante, utilización de
un modelo social no miedoso. Ninguna de ellas tuvo efecto sobre los sujetos en los que se
habían producido miedos condicionados. Luego, en un experimento ejecutado por Mary
Cover Jones bajo la dirección de Watson, la técnica de descondicionamiento o
recondicionamiento demostró claramente su efectividad, al ser aplicada intensivamente a
un bebé llamado Peter. Mientras el niño comía, se colocaba el estímulo condicionado que
provocaba miedo a cierta distancia, de modo tal que no produjera la respuesta de miedo.
Después de varios días de colocar el estímulo (un conejo) cada vez más cerca, sobre la
larga mesa del comedor, el niño pudo finalmente tomarlo sin miedo mientras continuaba
comiendo. Se encontró también que este procedimiento permitía eliminar las respuestas
generalizadas de miedo ante objetos similares.
Varios años más tarde, al evocar el recuerdo de Watson y de esta investigación, Mary
Cover Jones concluía su artículo con un cálido comentario final: "En la actualidad
empleamos la expresión terapia de modificación de la conducta para describir el enfoque
práctico de Watson y sus seguidores. Quiero aprovechar esta oportunidad para reconocer,
con gratitud, la deuda que tenemos con esta notable figura de la psicología
norteamericana" (1974, pág. 583).
Hay una brecha de casi treinta años entre el informe de Jones (1924) sobre la afortunada
eliminación del temor en Peter y el desarrollo de algún cuerpo significativo de trabajos en
el campo de la modificación de la conducta. Esto nos proporciona una buena oportunidad
para descubrir si, dentro de la historia de la psicología, somos teóricos del Zeitgeist o del
gran hombre. ¿Habría habido alguna diferencia significativa en el desarrollo de la
modificación de la conducta si John B. Watson no hubiese tenido que presentar su
renuncia como profesor en Johns Hopkins en 1929, poco antes de empezar el semestre de
otoño?
Alguna vez quisiera desarrollar la tesis de que la sociedad nunca ha podido echar el guante
a estas reacciones viscerales y glandulares implícitas; de otra manera, ya las hubiera
adiestrado, porque como ustedes saben, la sociedad gusta de regularizar todas nuestras
reacciones. La mayor parte de nuestras reacciones adultas manifiestas —nuestro lenguaje,
los movimientos de nuestros brazos, piernas y tronco— están adiestradas. Pero la sociedad
no puede asir la conducta visceral y establecer reglas para su integración, debido a la
naturaleza oculta de esta conducta. Como corolario, resulta que no tenemos nombres,
palabras para describir estas reacciones. No se pueden verbalizar (1926b, pág. 56).
Aunque Watson sostenía una teoría del pensamiento esencialmente periférica, poniendo el
énfasis en las reacciones musculares y en las tendencias a ellas, otros conductistas
llevaron el supuesto de una progresiva supresión de las acciones musculares a su
conclusión lógica. Esto dio por resultado una teoría central del pensamiento, que implica
solamente estados cerebrales. Cualquiera sea la solución final a este problema, no
afectará los postulados metodológicos del conductismo, sino solamente la elaboración
watsoniana de éstos. Las consideraciones que hace B. F. Skinner sobre la conducta verbal
(1957) muestran que la posición watsoniana básica respecto del lenguaje y el pensamiento
mantiene su vitalidad. Todos los éxitos logrados últimamente en la enseñanza de algún
tipo de lenguaje a los chimpancés parecen basarse en un punto de vista que enfoca el
lenguaje sólo como otra conducta. Se piensa, en consecuencia, que existe la posibilidad de
enseñar esta conducta a los organismos inferiores, una vez que se encuentre una
respuesta adecuada. Cabe presumir que cada organismo tenga algunas limitaciones
prácticas respecto de la complejidad del lenguaje que puede aprender y producir.
Querría dar un paso más esta noche, y decirles esto: dénme una docena de niños
saludables, bien formados, y un ambiente para criarlos que yo mismo especificaré, y
prometo tomar uno al azar y prepararlo para cualquier tipo de especialidad que se pueda
seleccionar, sean cuales fueren sus tendencias, aptitudes, vocaciones, talento y raza de sus
antepasados. ... Tomen nota, por favor, de que en caso de realizarse este experimento se me
permitirá especificar el modo en que se los criará y el tipo de ambiente en que habrán de
vivir (1926a, pág. 10).
Pienso que el conductismo establece las bases para una vida más sana. Debe ser una
ciencia que prepare a los hombres y mujeres para la comprensión de los principios
fundamentales de su propia conducta. Debe hacer desear a los hombres y mujeres el
reordenamiento de sus propias vidas, y especialmente la crianza saludable de sus hijos.
Quisiera tener tiempo para describir esto más detalladamente; para pintarles el individuo
maravilloso y rico que podríamos hacer de cualquier niño sano, si sólo pudiéramos permitirle
que se modelara concretamente y le diéramos un universo donde pudiera ejercitar esa
organización; un universo que no estuviera atado al folklore legendario de los hechos
sucedidos cientos de años atrás, ni a la desdichada historia política, ni a las costumbres y
convenciones tontas que no tienen ningún significado pero cercan al individuo como una
rígida faja de acero (1925, pág. 248).