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Conductismo1

EL CONDUCTISMO WATSONIANO: CRITERIOS SISTEMÁTICOS

Definición de la psicología

Para Watson la psicología era (1929): "la parte de la ciencia natural cuyo objeto de estudio
es la conducta humana, las acciones y verbalizaciones, tanto aprendidas como no
aprendidas, de las personas" (pág. 4). No es necesaria ninguna mención de la vida
psíquica o la conciencia; éstas son "puros supuestos". Watson incluía expresamente la
verbalización como un tipo de conducta (1925): "Decir es hacer, en otras palabras, es
conducta. Hablar de una manera manifiesta, o hablarnos a nosotros mismos (pensar), es
un tipo de conducta tan objetiva como el béisbol" (pág. 6).
El conductismo de Watson tenía dos objetivos específicos: predecir la respuesta,
conociendo el estímulo, y predecir (en realidad, postdecir) el estímulo, conociendo la
respuesta. Los términos estímulo y respuesta representaban para Watson conceptos más
amplios que los reconocidos por sus definiciones usuales. Así, decía:

La regla que el conductista tiene siempre ante sí es: ¿Puedo describir este trozo de conducta
en función de "estímulo y respuesta"? Estímulo significa para nosotros cualquier objeto del
ambiente en general o cualquier cambio en los tejidos del mismo debido a la condición fisio-
lógica del animal, como por ejemplo el cambio que podemos obtener cuando impedimos a un
animal la actividad sexual, la alimentación o la construcción de su nido. Respuesta significa
para nosotros cualquier cosa que el animal haga, como por ejemplo, volverse hacia una luz o
alejarse de ella, saltar ante un ruido, o las actividades más organizadas, tales como
construir un rascacielos, dibujar planos, tener hijos, escribir libros, etcétera (1925, págs. 6-
7).

Postulados

Watson formuló sus supuestos de una manera directa y cuidadosa, aunque no


necesariamente bajo la forma de postulados. Los principales son los siguientes:
1) La conducta se compone de elementos de respuesta, y puede ser analizada con éxito
mediante los métodos objetivos de la ciencia natural.
2) La conducta se compone por entero de secreciones glandulares y movimientos
musculares; por lo cual es en última instancia reductible a procesos físico-químicos.
3) Ante todo estímulo efectivo hay una respuesta inmediata de algún tipo; toda respuesta
obedece a algún tipo de estímulo. Hay entonces un estricto determinismo de causa y efecto
en la conducta.
4) Los procesos de la conciencia, si es que existen, no pueden ser estudiados
científicamente. Los alegatos concernientes a.la conciencia representan tendencias
sobrenaturales, y dado que constituyen remanentes de las fases teológicas pre científicas
de la psicología es necesario ignorarlos.
Existe una cantidad de supuestos secundarios, que tienen que ver con la naturaleza del
pensamiento, el papel del ambiente y otros temas similares; se los analizará en una
sección ulterior, porque no son esenciales para la argumentación central del conductismo.

Naturaleza de los datos

En el material incluido en los dos criterios precedentes se ha indicado ya el carácter de los


datos que interesan al conductista. En pocas palabras: hay siempre informes objetivos
sobre movimientos musculares o secreciones glandulares que se dan en el tiempo y el

1Marx, M. y Hillix, W.: Sistemas y teorías psicológicas contemporáneas. Ed. Paidós, México, 1984.
Capítulo 6.
espacio; éstos deben ser, al menos en principio, analizados cuantitativamente, y las
unidades de descripción son las relaciones estímulo-respuesta, aunque pueden ser
unidades de escala bastante grandes —como es el caso de "construir un rascacielos"— y
no meramente "contracciones musculares".

Principios de conexión

Aquí Watson adoptó en un principio la antigua versión del asociacionismo: las leyes de
frecuencia y recencia, con prescindencia del "efecto" que había agregado Thorndike.
Aparentemente encontró en el "efecto" las viejas actitudes mentalistas, aunque, como
hemos notado, es posible una interpretación estrictamente objetiva y operacional. Watson
decía que la respuesta de éxito debe siempre acaecer y dar término a la conducta; la
réplica de Thorndike era que muy a menudo ciertos errores —tales como el entrar en un
callejón sin salida de un laberinto— eran más frecuentes que la respuesta correcta
correspondiente. Más tarde, Watson se interesó en el condicionamiento clásico
demostrado en el laboratorio de Pavlov y Bechterev. Finalmente reconoció en ese
condicionamiento la base de todo aprendizaje; los hábitos más complejos serían
combinaciones y cadenas de reflejos más simples. Es interesante señalar, como lo hace
Woodworth (1948, pág. 88), que a pesar de su entusiasmo por el condicionamiento clásico
Watson aparentemente nunca reconoció la gran similitud entre el refuerzo pavloviano y el
efecto de Thorndike; continuó aferrado a la ley del ejercicio (los factores de frecuencia y
recencia), mientras por otra parte aceptó los principios del condicionamiento clásico e
incluso los empleó en sus experimentos sobre el condicionamiento emocional en los niños.

Principios de selección

Watson postulaba una gran cantidad de tendencias de reacción de carácter hereditario,


así como también la transformación "casi inmediata" de esas tendencias, por
condicionamiento, en otras tendencias más complicadas y diferenciadas individualmente.
Escribió al respecto:

Uno de los problemas del conductismo es la amplitud cada vez mayor de los estímulos a los
que responde un individuo. Esto es tan notable, que a primera vista podría uno dudar de la
formulación que hemos hecho, a saber, que puede predecirse la respuesta. Si observan
ustedes el crecimiento y desarrollo de la conducta en el ser humano, encontrarán que
mientras una gran cantidad de estímulos provocan respuestas en el neonato, muchos otros
estímulos no lo hacen. En todo caso, no provocan la misma respuesta que provocarán
después. Por ejemplo, no llegarán ustedes muy lejos si muestran a un niño recién nacido un
lápiz, un pedazo de papel, o la partitura de una sinfonía de Beethoven. ... Debido a que el
condicionamiento tiene lugar ya desde la temprana infancia, el predecir una respuesta
determinada es muy difícil para el conductista. (1925, pág. 13.)

Por lo tanto, Watson sostuvo que la selectividad de la respuesta y del estímulo suficiente
depende solamente de las conexiones E—R innatas y adquiridas. La selección no
constituye un problema aparte. Los antiguos conceptos mentalistas de intención y valor
son eliminados como explicaciones.

EL PROGRAMA EXPERIMENTAL DE WATSON

Aunque el trabajo inicial de Watson se relacionó con problemas animales, tal como ya
hemos indicado, el mejor ejemplo de su programa conductista experimental es
probablemente la investigación sobre el condicionamiento y reacondicionamiento de las
respuestas emocionales en los niños. Este trabajo representa también el mejor ejemplo de
la técnica de condicionamiento aplicada por los conductistas clásicos. La descripción más
completa de las primeras investigaciones es la que hace Watson en Psychologies of 1925,
(1926a) y en ella se basa fundamentalmente la exposición que sigue.
Apoyándose en el ventajoso punto de partida de sus estudios extensivos sobre la conducta
fetal y postnatal de los animales, Watson inició el estudio comparativo de niños muy
pequeños, en un esfuerzo por identificar con precisión el tipo y variedad de las conductas
congénitas y presumiblemente heredadas. Observó "casi diariamente" a varios cientos de
niños a lo largo de sus primeros 30 días de vida, y a una cantidad menor durante
períodos prolongados de la primera infancia. El resultado fue un catálogo del "equipo
innato del ser humano joven", según las propias palabras de Watson. Incluía una larga
lista de conductas, con descripciones objetivas de cada una; pero las únicas
observaciones experimentales, o semiexperimentales, de esta época, correspondían a un
interesante trabajo sobre los factores causales del predominio de una u otra mano,
realizado en 20 bebés. La conclusión de Watson (1926a) fue que no hay una diferencia fija
de respuestas para cada mano, hasta tanto el uso social comienza a establecer el pre-
dominio de una de ellas (pág. 29).
Watson se interesó también en el estudio genético (longitudinal) de la vida emocional del
bebé y el niño. También aquí aplicó la técnica objetiva de descripción de la conducta, en
este caso a una muestra de niños de tres años. Se encontró, sin demasiada sorpresa, que
la mayoría de los niños de tres años tienen muchísimas reacciones emocionales inútiles e
incluso nocivas. Sin contentarse con lo que consideraba la interpretación históricamente
ortodoxa (según la cual esta conducta emocional sería heredada), Watson reconoció la
necesidad de nuevas técnicas experimentales. Pronto descubrió que los niños
pertenecientes a hogares típicos no eran buenos sujetos para el estudio del origen de las
emociones, debido a la necesidad evidente de trasfondo emocional controlado. Esta difi-
cultad se superó reuniendo a "niños fuertes y saludables criados por amas de leche en los
hospitales, y otros niños criados en su hogar bajo la observación de los experimentadores"
(1926a, pág. 42). Utilizó una extensa serie de tests simples, que consistían
fundamentalmente en la introducción de varios tipos de animales, tanto en el jardín
zoológico como en el laboratorio. Watson no pudo encontrar indicios de miedo, y concluyó
que las explicaciones sobre el carácter hereditario de las respuestas emocionales a esos
estímulos eran falsas.
Como resultado de ulteriores observaciones semiexperimentales, Watson describió las
condiciones básicas de las cuales dependería la producción del miedo, la cólera y el amor
en los bebés. Es ésta una de sus contribuciones mejor conocidas, dentro de la fase del
programa de investigación que estamos analizando. Watson encontró que el miedo era
producido por sonidos fuertes y pérdidas súbitas del apoyo, la cólera por los
impedimentos al movimiento corporal, y el amor por las cosquillas, las palmaditas, las
caricias y el acto de mecer.
Este trabajo pionero de Watson constituyó un adelanto y una estimulación para la
investigación ulterior. Bridges (1932) cuestionaba la capacidad del bebé para discriminar
diferentes emociones, y sus resultados mostraron que la única distinción segura era la
que existía entre un estado de excitación general y otro de quietud. Actualmente se acepta
en general que los adultos no pueden hacer juicios confiables sobre la emoción
manifestada por un bebé, a menos que conozcan la situación estimulante (por ejemplo, un
pinchazo o una caricia). A pesar de las modificaciones sugeridas por la investigación
ulterior, la conclusión básica de Watson —a saber, que los bebés muestran muy pocas
variedades de conducta emocional innata— no ha sido desmentida.
A partir de 1918, nos dice Watson, dirigió experimentos destinados a determinar algunos
de los factores básicos de la adquisición y la pérdida de las respuestas emocionales en los
niños. "En un primer momento teníamos cierta resistencia hacia esos experimentos", dijo
(1926b), "pero era tal la necesidad de este tipo de estudio, que finalmente decidimos
experimentar la posibilidad de fabricar miedos en los niños y estudiar luego los métodos
prácticos para eliminarlos" (pág. 51). Watson encontró que era relativamente fácil
establecer un miedo en un sujeto, mediante un simple procedimiento de
condicionamiento. Este aspecto de la investigación se completó con la demostración de
que la respuesta condicionada de miedo se difundía o generalizaba a los estímulos
similares previamente neutrales, tal como ocurría con otros tipos de respuestas
condicionadas desprovistas de componentes emocionales.
Finalmente, Watson se dedicó al problema de eliminar los miedos condicionados. Se
ensayó primero experimentalmente con varias técnicas de uso común: desuso,
exhortaciones verbales, aplicaciones frecuentes del estímulo aterrorizante, utilización de
un modelo social no miedoso. Ninguna de ellas tuvo efecto sobre los sujetos en los que se
habían producido miedos condicionados. Luego, en un experimento ejecutado por Mary
Cover Jones bajo la dirección de Watson, la técnica de descondicionamiento o
recondicionamiento demostró claramente su efectividad, al ser aplicada intensivamente a
un bebé llamado Peter. Mientras el niño comía, se colocaba el estímulo condicionado que
provocaba miedo a cierta distancia, de modo tal que no produjera la respuesta de miedo.
Después de varios días de colocar el estímulo (un conejo) cada vez más cerca, sobre la
larga mesa del comedor, el niño pudo finalmente tomarlo sin miedo mientras continuaba
comiendo. Se encontró también que este procedimiento permitía eliminar las respuestas
generalizadas de miedo ante objetos similares.
Varios años más tarde, al evocar el recuerdo de Watson y de esta investigación, Mary
Cover Jones concluía su artículo con un cálido comentario final: "En la actualidad
empleamos la expresión terapia de modificación de la conducta para describir el enfoque
práctico de Watson y sus seguidores. Quiero aprovechar esta oportunidad para reconocer,
con gratitud, la deuda que tenemos con esta notable figura de la psicología
norteamericana" (1974, pág. 583).
Hay una brecha de casi treinta años entre el informe de Jones (1924) sobre la afortunada
eliminación del temor en Peter y el desarrollo de algún cuerpo significativo de trabajos en
el campo de la modificación de la conducta. Esto nos proporciona una buena oportunidad
para descubrir si, dentro de la historia de la psicología, somos teóricos del Zeitgeist o del
gran hombre. ¿Habría habido alguna diferencia significativa en el desarrollo de la
modificación de la conducta si John B. Watson no hubiese tenido que presentar su
renuncia como profesor en Johns Hopkins en 1929, poco antes de empezar el semestre de
otoño?

CARACTERÍSTICAS SECUNDARIAS DEL CONDUCTISMO WATSONIANO

En la actualidad, las características metodológicas de la posición conductista parecen ser


las más básicas, debido a su amplia aceptación y al rechazo o controversia suscitados por
los otros puntos. La palabra conductista no implica los aspectos secundarios del
pensamiento de Watson. Sin embargo, gran parte del ataque al conductismo se ha
orientado a estos puntos secundarios, a los que muchas veces se confunde con las
características fundamentales (ver Koch, 1954, págs. 5-6).
Es conveniente distinguir las proposiciones críticas de las secundarias. Por ejemplo,
aunque es natural que un conductista considere el pensamiento como un proceso
periférico, fácilmente accesible a la observación conductual, no es necesario aceptar el
periferialismo de Watson para ser un "buen" conductista metodológico. Es este tipo de
características el que consideramos secundario. Como ejemplos, analizaremos el
desarrollo del lenguaje y del pensamiento, el papel de los factores ambientales en la
conducta, y el determinismo y la responsabilidad personal.

El desarrollo del lenguaje y del pensamiento

Dado que se la utiliza como ejemplo de interpretación conductista de un concepto


mentalista, la teoría del desarrollo del lenguaje cumple un papel clave en el pensamiento
conductista. En un primer momento, el aparato vocimotor del bebé humano produce, de
modo natural, muchas sílabas separadas. La instigación normal para la primera de estas
emisiones —por ejemplo, el sonido da— es probablemente algún oscuro estímulo
fisiológico. Finalmente se establece una respuesta circular condicionada como resultado de
la concurrencia entre el sonido da y su dicción. Esto es, el niño oye da al decirlo, y el
sonido mismo se transforma en estímulo condicionado para la dicción; la respuesta se
llama circular porque se autoperpetúa. Se desarrolla así el parloteo característico de las
primeras vocalizaciones; el niño sólo interrumpe la repetición de sílabas cuando se le
distrae con algún otro estímulo más fuerte, o cuando se fatiga. En un segundo momento,
la madre o algún otro adulto oye este parloteo y repite el sonido, produciendo así un
estímulo condicionado y provocando la repetición en el niño. De esta manera el bebé
aprende rápidamente a imitar muchos de los sonidos que hace la madre; al menos de un
modo aproximado. Por último, la madre muestra al niño un objeto, por ejemplo una
muñeca, al tiempo que repite la sílaba apropiada [en inglés, doll]. Así se establecen nuevas
conexiones entre los estímulos visuales y los sonidos correspondientes. El proceso ulterior
de desarrollo del lenguaje es una continua elaboración y refinamiento de este proceso. En
apoyo de la solidez de esta interpretación general, se citaron casos de sordomudos: niños
sordos de nacimiento cuyos parloteos iniciales no continuaron, y que no aprendieron a
hablar a causa presumiblemente de la ausencia de estímulos condicionados auditivos. Ya
en el terreno de lo normal, el conductista puede aludir también a la media lengua que
utilizan corrientemente los padres para comunicarse con sus hijos.
En todo esto, insiste el conductista, no hay más que conexiones y reconexiones
cerebrales; no son necesarios los sucesos mentales. El niño aprende a decir azul, rojo o
verde, o ruidoso, agudo o grave, debido al condicionamiento de los hechos cerebrales, y no
a experiencias sensoriales. Watson prefería evitar la vieja terminología, contaminada de
connotaciones mentalistas, pero Weiss y otros conductistas menos radicales procuraron
utilizar los viejos términos dotándolos de nuevos significados conductistas.
Watson extendió esta interpretación al pensamiento que sería una conducta implícita o
encubierta. Esta consiste en tendencias a los movimientos musculares o las secreciones
que no se pueden observar directamente mediante las técnicas usuales pero que
desempeñan un papel importante en la activación o mediatización de otras conductas,
más manifiestas; es el caso, por ejemplo, de las corrientes de acción que pueden
descubrirse en la musculatura mediante recursos electrónicos, en ausencia de
movimientos manifiestamente observables. A medida que se desarrollan las funciones del
lenguaje —a partir de los dos años—, el niño tiende a acompañar gran parte de su
actividad motriz con una descripción verbal, más o menos completa. Por ejemplo, cuando
come tiende a decir "Sarita come" o algo así. Bajo la presión de los padres y de los otros
adultos, en quienes esto provoca una reacción desfavorable, la criatura se ve obligada a
reducir gradualmente la vocalización manifiesta. Esta tiende entonces a transformarse en
el habla silenciosa —o pensamiento— de la adultez.
El aprendizaje previo en forma de condicionamiento puede explicar tanto las conductas
corporales manifiestas como las respuestas de lenguaje manifiesto e implícito. Si se
inhiben los aspectos manifiestos de la conducta, pueden subsistir las respuestas verbales
implícitas. El pensamiento, de este modo, resulta ser ante todo una conducta del
mecanismo laríngeo, del tipo ensayo-error; (al decir de un humorista, "utilizando su
tráquea para pensar, Watson decidió que no tenía mente"). Sin embargo, Watson señaló
luego que bajo ciertas condiciones podría no haber siquiera una conducta verbal de este
tipo, y entonces el pensamiento continuaría en forma de actividades corporales manifies-
tas o de reacciones viscerales. La posición watsoniana sería entonces que pensamos con
todo nuestro cuerpo. Debido a las pocas conexiones existentes entre la serie de cambios
viscerales y la de cambios musculares laríngeos, las respuestas de pensamiento visceral
son en gran parte no verbalizadas. Por lo tanto tienen fundamental importancia en el
pensamiento no verbalizado (tendencias determinantes, barruntos e intuiciones,
sentimientos de familiaridad, extrañeza, cuasi familiaridad, certidumbre, etc.). Aunque el
pensamiento se da fundamentalmente en términos verbales, puede darse en otras formas.
La siguiente afirmación resume la posición de Watson respecto del control del
pensamiento no verbalizado:

Alguna vez quisiera desarrollar la tesis de que la sociedad nunca ha podido echar el guante
a estas reacciones viscerales y glandulares implícitas; de otra manera, ya las hubiera
adiestrado, porque como ustedes saben, la sociedad gusta de regularizar todas nuestras
reacciones. La mayor parte de nuestras reacciones adultas manifiestas —nuestro lenguaje,
los movimientos de nuestros brazos, piernas y tronco— están adiestradas. Pero la sociedad
no puede asir la conducta visceral y establecer reglas para su integración, debido a la
naturaleza oculta de esta conducta. Como corolario, resulta que no tenemos nombres,
palabras para describir estas reacciones. No se pueden verbalizar (1926b, pág. 56).

Aunque Watson sostenía una teoría del pensamiento esencialmente periférica, poniendo el
énfasis en las reacciones musculares y en las tendencias a ellas, otros conductistas
llevaron el supuesto de una progresiva supresión de las acciones musculares a su
conclusión lógica. Esto dio por resultado una teoría central del pensamiento, que implica
solamente estados cerebrales. Cualquiera sea la solución final a este problema, no
afectará los postulados metodológicos del conductismo, sino solamente la elaboración
watsoniana de éstos. Las consideraciones que hace B. F. Skinner sobre la conducta verbal
(1957) muestran que la posición watsoniana básica respecto del lenguaje y el pensamiento
mantiene su vitalidad. Todos los éxitos logrados últimamente en la enseñanza de algún
tipo de lenguaje a los chimpancés parecen basarse en un punto de vista que enfoca el
lenguaje sólo como otra conducta. Se piensa, en consecuencia, que existe la posibilidad de
enseñar esta conducta a los organismos inferiores, una vez que se encuentre una
respuesta adecuada. Cabe presumir que cada organismo tenga algunas limitaciones
prácticas respecto de la complejidad del lenguaje que puede aprender y producir.

La importancia del ambiente

Aunque en sus primeros trabajos Watson aceptaba la importancia de las tendencias


conductuales heredadas, en su trabajo posterior adjudicó más importancia al papel del
ambiente en el moldeamiento de la conducta humana adulta. Declaró que el concepto de
instinto no era ya necesario en la psicología, pero tuvo el cuidado de especificar que no
desconocía la importancia de las estructuras heredadas. La conducta dependía entonces
del modo en que el ambiente actuaba sobre esas estructuras. En el ejemplo siguiente
intenta aclarar su posición:

El conductista no diría: "Este niño heredó la capacidad o talento de esgrimista de su padre".


Diría: "Este niño es evidentemente delgado como el padre, tiene el mismo tipo de ojos. ...
También tiene la figura de un esgrimista". Y continuaría: "...y su padre se dedica mucho a
él. Cuando tenía un año puso una pequeña espada en sus manos, y en todos sus paseos le
habla sobre el arte de la esgrima, el ataque y la defensa, el código de honor y temas
similares". Un cierto tipo de estructura más un entrenamiento temprano —la inclinación—
explican el desempeño adulto (1926a, pág. 2).

Al insistir en la importancia de los factores ambientales, Watson señaló la intensa


variedad de rasgos y hábitos humanos asociados con diferentes climas y culturas. Aunque
reconocía las limitaciones de los datos disponibles, creía que todo bebé humano normal
tiene potencialidades esencialmente similares. Este supuesto le llevó a formular
predicciones que le valieron fuertes ataques. Por ejemplo, afirmó (1926a): "Tengo plena
confianza en que la tentativa de criar saludablemente a un bebé nacido de una larga línea
de fulleros, asesinos, ladrones y prostitutas, resultaría en última instancia afortunada.
¿Quién tiene pruebas de lo contrario?" (pág. 9). Y, admitiendo que iba más allá de los
hechos, enunció el desafío que le hizo famoso:

Querría dar un paso más esta noche, y decirles esto: dénme una docena de niños
saludables, bien formados, y un ambiente para criarlos que yo mismo especificaré, y
prometo tomar uno al azar y prepararlo para cualquier tipo de especialidad que se pueda
seleccionar, sean cuales fueren sus tendencias, aptitudes, vocaciones, talento y raza de sus
antepasados. ... Tomen nota, por favor, de que en caso de realizarse este experimento se me
permitirá especificar el modo en que se los criará y el tipo de ambiente en que habrán de
vivir (1926a, pág. 10).

Determinismo y responsabilidad personal


En lo que hace al viejo desacuerdo entre la ciencia, que postula un mundo natural
estrictamente determinado, y la teología y diversos tipos de filosofía, que aceptan en
general el libre albedrío, no caben dudas sobre la posición del conductismo watsoniano.
Ya que toda la conducta, incluyendo la denominada voluntaria y las elecciones, se
interpreta en términos físicos, todos los actos están determinados físicamente de
antemano.
El interés de Watson no estaba tanto en el problema teórico del determinismo, en sí
mismo, sino en su consecuencia o corolario: la responsabilidad personal. Junto con
muchos otros psicólogos y sociólogos de inclinaciones conductistas, se opuso firmemente
al supuesto de que los individuos son personalmente responsables de sus acciones, en el
sentido del libre albedrío. Esto adquiere especial importancia en relación con problemas
sociales tales como el crimen. El conductista aceptaría el castigo de los criminales como
parte de un sistema general de control social, pero no sobre la base de una teoría de la
retribución. En lugar de un tratamiento retributivo mediante el cual se haría pagar al
individuo desviado sus violaciones a la ley, Watson postulaba un tratamiento basado en la
necesidad de reeducación del individuo. Concedía que en caso de que los criminales no
pudieran ser salvados para la sociedad —esto es, si no pudiera lograrse un
recondicionamiento satisfactorio— había que mantenerlos encerrados o destruirlos.
Watson mismo desarrolló un visionario programa de progreso social, una ética
experimental basada en el conductismo. Así, su temprano entrenamiento funcionalista
(para aplicar una conceptualización conductista a la carrera del propio Watson) se
manifiesta particularmente al final de su Behaviorism:

Pienso que el conductismo establece las bases para una vida más sana. Debe ser una
ciencia que prepare a los hombres y mujeres para la comprensión de los principios
fundamentales de su propia conducta. Debe hacer desear a los hombres y mujeres el
reordenamiento de sus propias vidas, y especialmente la crianza saludable de sus hijos.
Quisiera tener tiempo para describir esto más detalladamente; para pintarles el individuo
maravilloso y rico que podríamos hacer de cualquier niño sano, si sólo pudiéramos permitirle
que se modelara concretamente y le diéramos un universo donde pudiera ejercitar esa
organización; un universo que no estuviera atado al folklore legendario de los hechos
sucedidos cientos de años atrás, ni a la desdichada historia política, ni a las costumbres y
convenciones tontas que no tienen ningún significado pero cercan al individuo como una
rígida faja de acero (1925, pág. 248).

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