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Alumna: Alba Rodríguez Segovia

Curso: 5º Teología
Asignatura: Derecho Canónico

LA NOVEDAD Y LA NECESIDAD ECLESIAL DE LA


FUNDAMENTACIÓN TEOLÓGICA DEL DERECHO CANÓNICO

I. Antecedentes históricos del problema.

La Iglesia es una realidad visiblemente constituida, con un funcionamiento propio que


ha ido expresándose y organizándose gracias a categorías teológicas y jurídicas. Desde
su inicio surgen dificultades en torno a la comprensión de la autoridad, de la ley
antigua, la fijación de la doctrina, la celebración litúrgica, sin que se cuestione nunca la
necesidad de un derecho para la ordenada expresión de su vida. Ni siquiera la Reforma
luterana pone en cuestión la necesidad de un principio de autoridad y un derecho
interno que organice la vida de las comunidades eclesiales reformadas, hasta el punto
de que, ya en el s. XX, Karl Barth afirma que “en la Iglesia no es posible una separación
del orden externo de la confesión de la fe”.

II. Rudolph Sohm.

El cuestionamiento radical del derecho canónico llegará con las teorías generales
positivas del Estado y del derecho, la soberanía nacional, desvinculada de imperativos
trascendentes, y el positivismo jurídico. Rudolph Sohm postula la radical contradicción
entre el ser de la Iglesia y el derecho canónico, haciendo de la historia del derecho, la
historia de un distanciamiento de los orígenes carismáticos y sacramentales de la
Iglesia. La respuesta católica a esta tesis utiliza dos vías, la teológico-dogmática (el
derecho no es exclusivamente mundano, ni el ser de la Iglesia es puramente
espiritual), que lleva a Mörsdorf a pedir una fundamentación teológica del derecho
canónico; y la histórico-eclesial que demuestra cómo la primera Iglesia no se organiza
exclusivamente a partir de la base del carisma, valiéndose de la 1ª carta a los Corintios
y la de Clemente a los Romanos.

III. El Concilio Vaticano II

En principio, el Código de Derecho Canónico de 1917 parecía un instrumento adecuado


doctrinal y pastoralmente al nuevo tiempo que se abría en la Iglesia, siendo necesaria
simplemente una revisión parcial que se adecuara a los postulados del Concilio. Sin
embargo, tras éste surge una actitud de desconfianza e inseguridad ante el paso de un
conjunto normativo en vigor a otro que seguía al cambio conciliar y que alcanza al
magisterio, la liturgia y toda la actividad pastoral; y como fruto también de la quiebra
del más elemental sentido de la obediencia en la misma Iglesia. Estos dos factores
intra-eclesiales se vieron potenciados por el triunfo de ciertas ideologías y estilos de
vida que disolvieron la fe y las costumbres de los católicos y sus comunidades.
Mientras algunos teólogos se alinearon con el clima circundante y postularon una
eclesiología “poco” católica, otros, con su respuesta a los primeros, abrieron la puerta
en la eclesiología a la fundamentación teológica del derecho canónico.

IV. La respuesta de la canonística

Se basa fundamentalmente en dos proyectos: la reforma del Código de Derecho


Canónico y la formulación científica de una teoría general de los fundamentos
teológicos del derecho. En un momento dado se intentan aprovechar las teorías del
Estado democrático para frenar la ola antijuridicista, pero este planteamiento se reveló
no adecuado, y los canonistas de Munich trataron de corregirlo proponiéndose seguir
adelante con el proyecto de la fundamentación teológica del derecho, pero partiendo
metodológica y sistemáticamente de los rasgos propios de la constitución de la Iglesia
y de su misión. Esta visión acabó siendo significativa para la sistematización del Código
de Derecho Canónico de 1983, el cual consiguió acabar con el problema de la
inseguridad jurídica pero no con la perspectiva antijuridicista, ya que no respondía
satisfactoriamente a la necesidad de fundamentación teológica. Por eso a partir de
1985, con la asamblea general extraordinaria del sínodo de los Obispos, las propuestas
de los alumnos de Mörsdorf, Corecco y Rouco Varela, se inicia un periodo de desarrollo
de la Teología del Derecho Canónico.

V. Hacia una teología del derecho canónico

La respuesta a la corriente antijuridicista tenía que ser contundente y para eso había
que reconocer que la consideración de la Iglesia como mera sociedad humana, que,
como tal, requería un derecho propio, era insuficiente; que la alusión a la voluntad de
Cristo como recurso teológico resultaba extrinsecista y que era necesario un punto de
partida temático y sistemático diferente. Se proponen por lo tanto vías de
profundización considerando a la Iglesia desde su Misterio: como Pueblo de Dios,
Cuerpo de Cristo y Esposa del Espíritu, edificada visiblemente por la Palabra y los
sacramentos, auténtica por la garantía de la sucesión apostólica, de constitución
jerárquica, y Sacramento fundamental del Señor Jesús, instrumento por el que el Señor
comunica su Gracia a los fieles.

VI. El momento actual

Actualmente se percibe como síntoma positivo el hecho de la aparición en las


facultades de derecho canónico de un capítulo dedicado a los fundamentos teológicos.
La profundización en el estudio y la comprensión del derecho desde esta perspectiva
supondrá un mayor conocimiento y una mejor praxis del ordenamiento jurídico, de
modo que la comunión de la Iglesia sea seriamente afirmada y practicada
concretamente en la acción pastoral. Visto así, el munus regendi, coopera a un más
eficaz ejercicio del munus docendi y del munus santificandi, y crece la conciencia en
laicos y clérigos de la necesidad del ordenamiento jurídico. Esto es más importante si
cabe, si se tiene en cuenta la cantidad de sufrimiento que se deriva de una mala
comprensión y praxis del derecho en una sociedad que ve cómo su conciencia ética
está corrompida y se acerca inexorablemente al positivismo relativista, de modo que la
misma ley llega a servir a la negación de los derechos fundamentales.

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