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Seminario Conciliar de Tunja

Eclesiología
Guía de Trabajo N° 2: Introducción - Desarrollo histórico
de la Eclesiología

Clase 2 – Miércoles 29 de Julio de 2020

Apreciados Seminaristas:

Como pueden ver en el Programa de la Materia, hemos estructurado nuestro tratado de Eclesiología
en tres partes con el planteamiento de tres preguntas: ¿Qué es la Iglesia?, ¿Cómo es la Iglesia?,
¿Cuál es la razón de ser de la Iglesia? A cada una de estas preguntas iremos respondiendo a la luz
del dato Bíblico, del Magisterio de la Iglesia y de los aportes de la Reflexión teológica actual.

Para esta nuestra segunda clase, correspondiente a las dos horas del día miércoles, nos proponemos
como introducción a la materia, dar una mirada panorámica que nos permita ver el proceso que ha
tenido la comprensión de la Iglesia, y la renovación de esta comprensión, a través de los siglos, así
como el origen de la Eclesiología como disciplina teológica sistematizada.

Para tal fin, los invito a leer el siguiente resumen que les presento y a desarrollar las
correspondientes actividades que podrán ser entregadas a lo largo de esta semana con plazo
máximo del mediodía del sábado 01 de Agosto. Buen estudio!

INTRODUCCIÓN

1. El tratado de Eclesiología

En pocas palabras podemos decir que la Eclesiología es el tratado teológico que


tiene por objeto el estudio del origen, naturaleza, constitución y misión de la
Iglesia.
El tema eclesial es de gran importancia, no sólo porque después del Concilio
Vaticano II ha recobrado interés, sino por el lugar central que ocupa dentro de los
estudios teológicos y de la misma vida cristiana.
2. Desarrollo histórico de la Eclesiología
El tratado de eclesiología, entendido de forma orgánica y completa, tiene una
historia relativamente reciente. Diversos autores señalan como el tratado más
antiguo sobre la Iglesia el De regimine christiano (1301-1302) de Santiago de
Viterbo. Los primeros pasos hacia un auténtico tratado De ecclesia pueden verse
en el tratado de Juan de Ragusa (1433) y en la Summa de Ecclesia (1453) de Juan
de Torquemada. Esto no significa que no hubiera antes una reflexión de carácter
eclesiológico; solo que se trataba de temas particulares y no sistematizados. De
este modo podemos identificar las siguientes etapas en el desarrollo de la reflexión
eclesiológica:

a) Eclesiología patrística: la Iglesia como misterio y comunión

En los primeros siglos la eclesiología era más una vida y una conciencia que una
teología sistemática. Los Santos Padres no sintieron la necesidad de elaborar una
reflexión sistemática sobre la Iglesia, precisamente porque se trató de una
eclesiología vivida, experimentada y celebrada, en la cual podemos identificar las
siguientes características:

- La Iglesia es entendida desde la categoría de “misterio”, considerando su origen,


su naturaleza y su función dentro del designio salvífico de Dios.
- Como centro de esta temprana eclesiología se sitúa la realidad de la comunión
entendida como el vínculo de unión entre obispos y fieles que se realiza y se
manifiesta de forma preeminente en la celebración-comunión eucarística.
- La Eclesiología de los Padres se expresa a través de una multitud de imágenes
(Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo, Madre y virgen, Esposa de cristo, comunión
de los santos, etc).
- Es muy viva la conciencia de la maternidad de la Iglesia, la “Ecclesia Mater”,
como portadora de la salvación y generadora del hombre nuevo gracias al
bautismo.

Entre las reflexiones de los santos Padres se destacan los siguientes aspectos:

- San Ignacio de Antioquía en sus cartas hace indicaciones fundamentales


sobre la unidad de la Iglesia y sobre su estructura jerárquica.
- San Ireneo de Lyón desarrolla ampliamente el tema de la apostolicidad de la
Iglesia.
- San Agustín reflexiona ampliamente sobre la Iglesia como cuerpo de Cristo.

b) El giro constantiniano y teodosiano: La Iglesia como “imperio”

El concepto de “misterio” según el cual los Santos Padres habían


comprendido a la Iglesia, es sustituido por el concepto de “imperio”. Tras el
edicto de Milán (313) se inicia el proceso que convertirá el cristianismo en la
religión oficial (Teodosio, 380). La Iglesia va coincidiendo cada vez más con
el Imperio Romano en lo geográfico (en una Iglesia que tiene que dar acogida
a masas enteras de pueblos que se convierten al cristianismo, las fronteras
pasan a coincidir con las del mundo); la Iglesia va asumiendo y
“cristianizando” costumbres e instituciones: usa los templos dedicados a los
antiguos dioses romanos; el Papa imita cada vez más al emperador y los
obispos a los funcionarios del estado. Así se va pasando de un concepto
bíblico y patrístico de pueblo de Dios al concepto socio-cultural y político del
mismo. El ingreso a la Iglesia, surgido por una opción de fe, pasa a coincidir
con el nacimiento; la introducción de la práctica del bautismo de los niños
significó un progresivo debilitamiento del catecumenado, del anuncio
kerigmático y de la exigencia moral.

c) La Iglesia medieval: el modelo de cristiandad

La ciencia canónica que aparece como disciplina propia del siglo XII con
Graciano, a partir de las controversias entre en papado y los reyes o
emperadores comenzó a elaborar una eclesiología de los poderes, de las
prerrogativas y derechos de la Iglesia, llevando al mismo tiempo a una visión
de la Iglesia como corporación en sentido societario (la Iglesia-sociedad) y
centrada en la monarquía papal donde el Papa es visto como el obispo de la
única diócesis que es la Iglesia universal y los obispos son vistos como
“vicarios del Papa”. El concepto eclesial de “pueblo”, queda restringido a los
laicos en cuanto distintos del clero y la Iglesia se identifica prácticamente
con la jerarquía, es decir que se produce una clericalización de la Iglesia
donde la jerarquía ve a los laicos como súbditos. El concepto de “testigo de
la fe” se sustituye por el de “luchador por la de fe” lo que desemboca en
hechos como las cruzadas y la inquisición.

Con relación a los escritos teológicos, las síntesis o sumas medievales


carecen de un tratado específico de eclesiología. El mismo Santo Tomás de
Aquino no explicitó este tema, ya que la Iglesia estaba presente e incluido
en todas y cada y una de las partes de su teología como espacio y marco
vital. Será la obra De regimine christiano (1301-1302) de Jaime de Viterbo la
que se considere tradicionalmente como el primer tratado de eclesiología,
que surge en un contexto polémico marcado por condicionamientos socio –
políticos, como las disputas entre Felipe el Hermoso y Bonifacio VIII. En este
panorama Egidio Romano, en De ecclesiastica sive Summi Pontificis
potestate, defiende una postura marcadamente papalista, al atribuir al Papa
un poder directo incluso en asuntos temporales. Por su parte Juan de Paris,
apoyándose en el hecho de que Cristo careció de él, considera que la Iglesia
no debe influir directamente en el orden temporal sino tan sólo
indirectamente en virtud del orden sagrado y del Magisterio.
Simultáneamente, se va configurando una tendencia a la consideración
interior y espiritualista de la Iglesia, que se agudizará en Guillermo de
Ockham y desembocará posteriormente a través de Juan Wycliff y de Jan
Hus, en Lutero.

d) De los tratados apologéticos del siglo XVI a la concepción de la Iglesia como


sociedad perfecta

Algunos hechos que señalan el comienzo de la Edad moderna provocan


también un cambio en la imagen de la Iglesia, por cuanto se da una
desaparición de la cristiandad universal, con los primeros intentos de
consolidación de los estados nacionales deseoso de someter a la Iglesia a sus
políticas.

A nivel de la reflexión, frente a las posturas de Wycliff y Hus quienes en sus


tratados De Ecclesia presentaban a la Iglesia como una realidad invisible,
perceptible únicamente en la fe, formada por individualidades salvadas y
predestinadas, aparecen reflexiones más equilibradas como la de Juan de
Torquemada. En su Summa de Ecclesia de 1489, rechaza la posibilidad de
aplicar a la Iglesia esquemas políticos de este mundo ya que es misterio de
fe; sostiene igualmente que el Cordero que se ha entregado por su Iglesia ha
previsto la existencia de órganos santificadores y unificadores que la
establecen como realidad social.

Por otra parte, el debilitamiento de los vínculos eclesiales se radicalizó por


las actitudes anti-institucionales y anti-romanas, alimentadas por abusos y
escándalos y por la decadencia del papado. La Reforma encontró así un
suelo fértil para ofrecer su alternativa eclesiológica. Según esta perspectiva,
Lutero absolutizó el aspecto espiritual sosteniendo que la verdadera Iglesia
es invisible, la comunidad espiritual de los justificados, porque sólo Dios sabe
quiénes son. Así afirmó que la Iglesia debe liberarse de la “cautividad
babilónica” en que ha caído la Iglesia romana. Prefierió sustituir el término
“Iglesia” por el de “comunidad o asamblea de cristianos” y “communio
sanctorum”, cuya vida reside en la Palabra de Dios. Lutero absolutizó la sola
fides, eliminando toda mediación y colocando la Escritura por encima del
Magisterio. Consecuentemente terminó por negar la jerarquía y la Iglesia
como institución dotada de medios para administrar la salvación de los
hombres.

El Concilio de Trento reafirmó el valor de la mediación eclesial situándola en


la lógica de la encarnación y de la alianza; y para que resultara más creíble y
eficaz, establece las condiciones para una reforma de la vida eclesial. Pero a
la vez favoreció la consolidación de un sistema jerárquico centrado más en
el régimen que en la comunión, de una estructura centralista de la que Roma
es cúspide y cima (visión piramidal de la Iglesia). Dentro de estos
planteamientos se desplegará la eclesiología contra-reformista centrada
más en la perspectiva de la potestad jerárquica. En este contexto los
tratados de eclesiología se vuelven comunes en el siglo XVI en el ámbito de
la apologética en el momento en que se libran las primeras controversias
con el luteranismo y el calvinismo.

Junto a la Reforma, la Ilustración representa un segundo factor de la época


moderna que repercute en la configuración de la eclesiología, en cuanto que
esta corriente filosófica además de considerar que la razón es el único
camino para la comprensión del hombre y del mundo, pretende partir de lo
universal o común que pueda unir a los hombres más allá de las diferencias
confesionales. Por su parte y como reacción, en la reflexión eclesiológica se
va enfatizando la consideración de la Iglesia como sociedad organizada
según un modelo piramidal. En sus formas más excesivas, se la describe
como una organización en la que Cristo y el Espíritu habrían intervenido
simplemente en su origen como fundador y como garantía de autenticidad.
Se describirá a la Iglesia mediante la noción de societas perfecta: que posee
en sí misma todo cuanto necesita para alcanzar sus propios fines.

e) La eclesiología del Vaticano I al Vaticano II

El Concilio Vaticano I (1869-1870) surge en un contexto histórico polémico


de controversias con el racionalismo, el ateísmo, el panteísmo, el
agnosticismo, y el fideísmo. Se propuso como objetivo la unificación del
mundo católico en torno a una vigorosa exposición de la verdad
contrapuesta a los errores de la época. Sus frutos quedaron plasmados en
las dos Constituciones dogmáticas que produjo: la Dei filius cuyo aporte a la
eclesiología es el de mostrar la importancia de la Iglesia en la acogida de la
fe por parte del hombre, en cuanto que la Iglesia al mismo tiempo que nos
presenta las verdades que se han de creer, lleva en sí misma el sello de su
origen divino y por eso es un “gran y perpetuo motivo de credibilidad de tal
forma que es como un signo levantado entre las naciones”. Y la Pastor
Aeternus, cuya doctrina no trató de toda la doctrina sobre la Iglesia, sino solo
del tema del Primado e infalibilidad del Papa en sus decisiones ex cathedra.
Sin embargo, el Vaticano I no asumió las nuevas perspectivas que se
presentaron como proyecto, tal como la comprensión de la Iglesia como
Cuerpo de Cristo; la mayoría de los participantes no veían en tal expresión
más que una metáfora, no una definición. Como consecuencia tras el
Concilio seguirá dominando el carácter societario y jerárquico de la Iglesia.
En los 50 años que siguieron al Vaticano I, la imagen de la Iglesia que reinaba
en los manuales, en la predicación y en toda la realidad eclesial, sigue basada
en el tema de la autoridad docente, en la que el primado papal continúa
teniendo un puesto central. Las intervenciones del Magisterio en este
período, a partir de los aspectos de la realidad visible de la Iglesia, la
presentan como sociedad perfecta que reivindica sus derechos en relación
con la sociedad civil.

Se hacía urgente salir del planteamiento societario, que coloca a la Iglesia en


paralelo con las sociedades civiles, para insertarla en el entero evento
salvífico y dejar de girar en torno a la jerarquía para reecontrarse como
comunión de todos los bautizados, enriquecida con los carismas y
ministerios de cada uno de ellos. Este proceso fue lentamente recorrido
hasta encontrar su máxima expresión en el Concilio Vaticano II.

f) El Concilio Vaticano II y la eclesiología de comunión

Por primera vez en su historia secular, la Iglesia se definió a sí misma en la


Constitución dogmática Lumen gentium y en otras constituciones, decretos
y declaraciones. Esta autodefinición viene caracterizada por la misma
estructura de la Lumen Gentium, especialmente manifiesta en sus dos
primeros capítulos. Además se encuentran muchos elementos de
eclesiología en otros documentos conciliares tales como las tres restantes
Constituciones sobre la liturgia (SC), sobre la revelación (DV), sobre la Iglesia
en el mundo (GS), así como en los decretos: sobre la actividad misionera la
Iglesia (Ad gentes), sobre el ministerio de los obispos (Christus Dominus),
sobre el ministerio de los presbíteros (Presbyterorum Ordinis); sobre el
apostolado de los laicos (Apostolicam Actuositatem), y sobre el ecumenismo
(Unitatis redintegratio).

En todos estos documentos se percibe un cambio decisivo de enfoque sobre


la Iglesia: la prioridad la tiene su carácter de misterio. Se pasa así de una
concepción que veía la Iglesia principalmente como societas y que tuvo
fuerte reflejo en el Vaticano I y en los tratados eclesiológicos que le
siguieron, a una concepción más bíblica, atenta a una visión misionera,
ecuménica e histórica, donde la Iglesia es descrita como “Sacramento de
Salvación” (LG 1, 9, 48, 59; SC 5, 26; GS 42, 45; AG 1, 5), fórmula que es eje
de las afirmaciones del Vaticano II.
La clave unificadora de todos los aportes del Vaticano II se da a partir del concepto de
communio haciendo revivir un pensamiento permanente en la tradición cristiana
redescubriéndolo como dimensión eclesial constitutiva. Al hablar de comunión, el
Vaticano II se refiere ante todo a la comunión con Dios, de la cual se participa a través
de la palabra y los sacramentos, que lleva a la unidad de los cristianos entre sí y que se
realiza concretamente en la comunión la de las Iglesias locales en comunión jerárquica
con el que, como obispo de Roma, “preside en la caridad” la Iglesia católica (LG 13). La
comunión fundamental de la Iglesia, es entonces la comunión del Pueblo de Dios, que
surge como participación de la unidad trinitaria. La noción permite comprender la
radical igualdad de todos los miembros de la comunidad como sujetos activos. Pero
esta realidad no constituye simplemente una fuerza englobante y masificante, sino que
se da en la diversidad y catolicidad. La Iglesia no se fragmenta administrativamente en
sucursales de una organización internacional, ni es la congregación universal de los
creyentes presidida por el obispo de Roma, sino que subsiste y se realiza en las Iglesias
particulares abiertas a la comunión con las demás. Se trata además de una comunión
jerárquica, de una igualdad diferenciada que integra a los obispos entre sí y con el Papa
y a todos los ministros con el pueblo de Dios al que sirven.

Actividades a desarrollar:

1. Realiza una gráfica que ilustre los distintos momentos que tuvo el desarrollo
de la reflexión eclesiológica a través de la historia.

2. Viendo este proceso histórico, ¿qué opinión personal te genera?

3. En una gráfica, presenta la estructura general de la Constitución Dogmática


sobre la Iglesia Lumen gentium.

4. Leyendo los números 1, 9, 48, 59 de LG, explica a qué se refiere el Concilio


cuando afirma que la Iglesia es Sacramento.

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