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SIMPOSIUM SOBRE ANÁLISIS INFANTIL

(1927)

Sus comienzos datan de 1909, año en que Freud publicó "Análisis de la fobia de un niño
de cinco años". como lo hizo en la persona del niño de que se trataba, la verdad de lo
que Freud había descubierto que existía en los niños partiendo del análisis de adultos,
cuya importancia no podía ser apreciada en aquel entonces. No sólo mostró la presencia
y la evolución del complejo de Edipo en los niños y las formas en que opera en ellos.
Freud
mismo describe su descubrimiento de la siguiente forma: "Debo ahora
preguntar en qué ha perjudicado a Juanito el haberle hecho conscientes complejos no
sólo reprimidos por los niños sino también temidos por padres. ¿Emprendió acaso el
niño alguna acción grave en lo que respecta a sus pretensiones con su madre?
¿Tradujo acaso sus malas intenciones contra el padre en actos malos? Sin duda se les
ocu rrieron tales temores a muchos doctores que entienden mal la esencia del
psicoanálisis y opinan
que al hacer conscientes los malos instintos éstos se fortifican, no tuvo ya miedo a los
caballos y empezó a tomarse libertades con su padre, bastante divertido. Pero lo
que el padre pudo haber perdido en respeto lo ganó en confianza: 'Creí -decía Hans -
que como supiste lo del caballo sabías todo'; pero el mismo efecto es alcanzado por
un camino diferente.
Ya en 1921, cuando publiqué mi primer artículo "El desarrollo de un niño", yo había
llegado a conclusiones muy distintas., explorar el complejo de Edipo basta sus
profundidades, y que en esta tarea se podían obtener resultados por lo menos iguales a
los obtenidos en los análisis de adultos. Además de esto descubrí que en un análisis de
este tipo no sólo era innecesario que el analista se empeñara en ejercer una
influencia educativa sino que ambas cosas eran incompatibles. y así es como llegué a
intentar el análisis de niños muy pequeños, de tres a seis años de edad, y a
encontrarlo afortunado y pleno de perspectivas. Por esto, y como es claro también
por las conclusiones más directas que se han sacado, se quiere significar que no se
deben tratar demasiado las relaciones del niño con sus padres, o sea que no se debe
explorar minuciosamente el complejo de Edipo. Los ejemplos que da Anna Freud no
muestran ningún análisis del complejo de Edipo.
Es notable, y debería dar que pensar, que aunque se intentó el análisis de niños hace
dieciocho años y se lo practicó desde entonces, tengamos que enfrentarnos con el
hecho de que sus principios fundamentales no han sido todavía enunciados claramente.
Si comparamos con esto el desarrollo en el psicoanálisis de adultos, descubrimos que en
un período de tiempo aproximadamente igual no sólo fueron establecidos todos los
principios para el trabajo posterior, sino que también fueron probados y comparados, y
que se desarrolló una técnica cuyos detalles tenían que perfeccionarse pero cuyos
principios fundamentales han permanecido incólumes.
¿Cómo se explica el hecho de que precisamente el análisis de niños haya sido mucho
menos afortunado en su desarrollo? El argumento que a menudo se oye en los círculos
analíticos de que los niños no son sujetos adecuados para el análisis no parece ser
válido. H. Hug-Hellmuth era realmente muy escéptica sobre los resultados que se
podían obtener con niños. Es más, restringió el tratamiento a un limitado número de
casos. También Anna Freud establece límites bien definidos a la aplicación del
tratamiento, en lo que respecta a las posibilidades del análisis de niños adopta una
posición más optimista que la de H. Hug- Hellmuth. Al final de su libro dice: "A pesar de
las dificultades que he enumerado, en el análisis de niños producimos realmente
cambios, progresos y curas que no nos atreveríamos a soñar en el análisis de
adultos"
Creo que el análisis de niños, comparado con el de adultos, se ha desarro llado en el
pasado de manera mucho menos favorable porque no fue encarado con un espíritu de
investigación libre y desprejuiciado, como lo fue el de adultos, y en cambio estuvo
trabado y entorpecido por varios preconceptos. Si reflexionamos sobre el primer análisis
de un niño, fundamento de todos los demás (el análisis de Juanito), descubrimos que
no sufrió por esta limitación. Por cierto que no había aún una técnica especial: el padre
del niño, que bajo la dirección de Freud llevó a cabo este análisis parcial, no era versado
en la práctica del análisis. Sin embargo tuvo el valor de avanzar bastante en el análisis y
obtuvo buenos resultados. En el resumen mencionado anteriormente en este artículo,
Freud dice que a él mismo le hubiera deseado ir más allá. Lo que dice muestra, además
que no veía peligro alguno en el análisis minucioso del complejo de Edipo; de modo
que evidentemente no pensaba que por principio no hay que analizar en los niños este
complejo. Pero H. Hug-Hellmuth, quien por tantos años trabajó sola en este campo,
emprendió su tarea desde el comienzo con principios que obligatoriamente habrían de
limitarla, y por consiguiente hacerla menos fructífera, no sólo en lo que respecta a sus
resultados en la práctica, el número de casos en los que había que utilizar el análisis,
etc., sino también en lo que respecta a los descubrimientos teóricos. Durante todos estos
años, el análisis de niños, del que con toda razón hubiera podido esperarse una
contribución directa al desarrollo de la teoría psicoanalítica, no ha hecho nada que
merezca ser expuesto. Como H. Hug- Hellmuth, Anna Freud piensa que al analizar niños
no sólo no podemos descubrir más sobre el primer período de la vida que cundo
analizamos adultos, sino que incluso descubrimos menos.
Se dice que la conducta del niño en el análisis es evidentemente distinta a la del adulto, y
que por consiguiente es necesario emplear una técnica diferente. Creo que este
argumento es incorrecto. Si me está permitido adaptar el dicho "Es el espíritu el que
construye el cuerpo", quisiera sostener que la actitud, la convicción interna, encuentra la
técnica necesaria. Repito lo que ya he dicho: si emprendemos el análisis de niños con la
mente abierta, podemos descubrir caminos y medios para explorar las profundidades
más recónditas
Creo que ciertos conceptos empleados por Anna Freud pueden explicarse desde
dos puntos de vista: 1) supone que no se puede establecer la situación analítica con los
niños; y 2) encuentra inadecuado o discutible el análisis puro del niño, sin intervención
pedagógica.
La primera tesis es una consecuencia directa de lo enunciado en la
segunda.
Si comparamos esto con la técnica del análisis de adultos, vemos que
establecemos incondicionalmente que una verdadera situación analítica sólo puede darse
con medios analíticos. Veríamos como grave error el asegurarnos una transferencia
positiva por parte del paciente, con el empleo de las medidas que Anna Freud describe en
el primer capítulo de su libro, o utilizar su ansiedad para hacerlo sometido, o intimidarlo
o persuadirlo por medios autoritarios. Pensaríamos que aun cuando esta introducción nos
garantizara un acceso parcial al inconsciente del paciente, nunca podríamos establecer una
verdadera situación analítica ni llevar a cabo un análisis completo que penetrara en lo más
profundo de su mente. Sabemos que constantemente debernos analizar el hecho de que
los pacientes quieren ver en nosotros una autoridad -ya sea odiada o amada- y que
sólo por el análisis de esta actitud ganamos acceso a esto s estratos más profundos.
Pero creo que debemos tener bien claro cuáles son los soportes en los que nos
apoyamos y cómo los usamos. El análisis no es en si mismo un método suave: no
puede ahorrarle al paciente ningún sufrimiento, y esto se aplica también a los niños.
De hecho.
¿Pero si realmente debernos apelar en nuestro trabajo a los sentimientos de
angustia y de culpa, por qué no contar con ambos y trabajar con ellos
sistemáticamente desde el principio?
Yo misma lo hago siempre, y he descubierto que puedo depositar confianza
absoluta en una técnica que se basa en considerar y trabajar analíticamente con
cantidades de angustia y culpa que son tan grandes en todos los niños y mucho más
claras y fáciles de percibir que en los adultos.
Anna Freud manifiesta que una actitud hostil o ansiosa niño hacia mi no me
justifica para concluir inmediatamente que en el trabajo se da una transferencia negativa,
porque "cuanto más tiernamente apegado a su madre está un niño, tanto menos impulsos
amistosos le quedarán para los extraños". En niños más grandes la situación es
análoga aunque diferente en algunos detalles. Por supuesto mi método presupone que
desde el comienzo quiero atraer hacia mí tanto la transferencia positiva como la
negativa, y además de esto, investigarla hasta su origen, en la situación edípica.
Estas dos medidas concuerdan plenamente con los principios psicoanalíticos, pero Anna
Freud las rechaza por razones que me parecen infundadas.
Creo por lo tanto que una diferencia radical entre nuestras actitudes
hacia la angustia y el sentimiento de culpa en los niños es la siguiente: que Anna Freud
utiliza estos sentimientos para que el niño se apegue a ella, mientras que yo los registro al
servicio del trabajo analítico desde el comienzo.
Este es ahora un verdadero trabajo analítico y se ha establecido una verdadera situación
analítica. Además, tenemos establecida ya la base para trabajar con el niño mismo, y a
menudo podemos ser en gran medida independientes del conocimiento de su ambiente.
En resumen, hemos cumplido con las condiciones necesarias para el análisis y no
prescindimos de las laboriosas, difíciles y no confiables medidas descritas por Anna
Freud, sino que (y esto me parece aun más importante) podemos garantizar para nuestro
trabajo todo el valor y el éxito de un análisis equivalente en todo sentido al análisis de
adultos.
En este punto no obstante choco con una objeción expresada por
Anna Freud en el segundo capitulo de su libro, titulado "Los recursos empleados en el
análisis infantil".
Si examinamos estas técnicas bastante más estrechamente -digamos por ejemplo el
dibujo, o el relato de fantasías, etc.-, vemos que su objeto es obtener material de otra
forma que el obtenido por la asociación acorde con la regla y esto es sobre todo
importante para que los niños liberen su fantasía y para inducidos a fantasear.
En uno de los postulados de Anna Freud tenemos una clave, que debemos
considerar cuidadosamente. Y de nuevo "aun niños de poca inteligencia que en todos los
otros aspectos parecían lo más ineptos posible para el análisis, lograron la interpretación
de los sueños". Creo que estos niños no hubieran sido de ninguna manera ineptos para el
análisis si Anna Freud hubiera utilizado, tanto de otras formas como de la interpretación
de los sueños, la comprensión del simbolismo que manifestaban tan
claramente. Porque en mi experiencia he encontrado que si se hace esto, ningún niño,
incluso el menos inteligente, es inepto para el análisis.
"Si un niño tumba un pone de farol o una figura, ella (Melanie Klein) probablemente
interprete esta conducta como debida a tendencias agresivas hacia el padre, mientras
que si un niño hace chocar dos carros lo interpreta como signo de la observación
del coito entre los padres". Jamás aventuraría yo una interpretación simbólica tan
"silvestre" del juego de niños. Por lo contrario he recalcado esto muy especialmente en
mi último artículo. Suponiendo que un niño exprese el mismo material psíquico en
numerosas repeticiones -a menudo por varios medios, por ejemplo juguetes, agua,
recortando, dibujando, etc
Las condiciones prácticas y teóricas para la interpretación son precisamente las mismas
que en el análisis de adultos.
Los pequeños juguetes que uso son sólo recursos que proveo: papel,
lápices, tijeras, cuerda, pelotas, ladrillos y sobre todo agua. Están a disposición del niño
para que los use si quiere, y su finalidad es simplemente ganar acceso a su fantasía
y liberarla. Hay algunos niños que durante mucho tiempo no tocan un juguete o que
durante semanas quizá sólo cortan las cosas. En el caso de niños por completo inhibidos
para jugar, es posible que los juguetes puedan simplemente ser un instrumento para
estudiar más de cerca las razones de esta inhibición. Algunos niños, a menudo los muy
pequeños, una vez que los juguetes les han dado la oportunidad de dramatizar
algunas fantasías o experiencias que los dominan, dejan completamente de lado los
juguetes y pasan a cualquier clase de juego imaginable en el que ellos mismos, ciertos
objetos de la habitación y yo debernos tomar parte.
Podemos establecer un contacto más rápido y seguro con el inconsciente de los
niños si, actuando con la convicción de que están mucha más profundamente
dominados que los adultos por el inconsciente y los impulsos instintivos, acortamos la
ruta que toma el análisis de adultos por el camino del contacto con el yo y nos
conectamos directamente con el inconsciente del niño. Si lo hacemos habremos ganado
acceso a los niños mismos. Por supuesto que esto no se realiza tan fácil y rápidamente
como parece; si así fuera el análisis de niños pequeños duraría poco tiempo, y esto no es
el caso de ninguna manera
Si observamos los cambios en su manera de representar lo que ocurre dentro suyo
(ya sea si cambia de juego, o si lo abandona, o si hay un ataque directo de angustia) y
tratamos de ver qué hay en el nexo del material que cause estos cambios, nos
convenceremos de que continuamente nos enfrentamos con el sentimiento de culpa, y
que a su vez debemos interpretarlo.
Estos dos factores, son los auxilios más dignos de confianza en la técnica del
análisis de niños, son mutuamente dependientes y complementarios. Sólo interpretando y
por tanto aliviando la angustia del niño siempre que nos encontremos ella, ganaremos
acceso a su inconsciente y lograremos que fantasee. Entonces, si llevamos hasta el fin el
simbolismo que sus fantasías contienen, pronto veremos reaparecer la angustia y
podremos así garantizar el progreso del trabajo.
Quiero agregar aquí que probablemente lo principal es que los niños no pueden asociar,
no porque les falte capacidad para poner sus pensamientos en palabras (hasta cierto
grado esto sólo se aplicaría a niños muy pequeños) sino porque la angustia se resiste
a las asociaciones verbales. No pertenece al propósito de este artículo discutir con mayor
detalle esta interesante cuestión especial: sólo mencionaré brevemente algunos datos de la
experiencia.
La representación por medio de juguetes -en realidad, la representación simbólica
en general, al estar hasta cierto punto alejada de la persona misma del sujeto- está menos
investida de angustia que la confesión por la palabra hablada. Si entonces logramos
aliviar la angustia y obtener en primer lugar representaciones más indirectas, estaremos
en condiciones de convencernos a nosotros mismos de que podemos despertar para el
análisis toda la expresión verbal de que es capaz el niño.
Al tercer día la angustia era aun mayor, correspondiendo al material que había aflorado
en los días anteriores. Producía las asociaciones casi exclusivamente por medio del juego
con juguetes y agua.
Si somos lógicos en nuestra aplicación de los dos principios sobre
los que he puesto énfasis, a saber que debemos seguir el modo de representación
simbólica del niño y que debemos tener en cuenta la facilidad con que surge la
angustia en el niño, podremos también contar con que sus asociaciones son un recurso
muy importante en el análisis, pero, como ya lo he dicho, sólo en algunos momentos y
como un medio entre varios.
Creo por lo tanto que es incompleto lo que manifiesta Anna Freud cuando dice:
"De vez en cuando, también, vienen en nuestra ayuda asociaciones intencionales e
involuntarias" (pág. 41). El que las asociaciones aparezcan o no depende con bastante
regularidad de ciertas actitudes precisas del analizando, y de ninguna manera del
azar. En mi opinión podemos utilizar este recurso en mucha mayor medida de lo que
probablemente parece. Una y otra vez éste salva el abismo que lo separa de la realidad,
y ésta es una razón por la que este modo está más estrechamente asociado con la
angustia que el modo de representación irreal, indirecta. Por esto yo no consideraría
terminado ningún análisis de niños, ni siquiera el de niños muy pequeños, a menos de
lograr finalmente que se exprese con palabras, hasta el grado de que es capaz el niño,
y así de vincularlo con la realidad.
Tenemos entonces una analogía perfecta con la técnica del análisis de adultos. La
única diferencia es que con los niños encontramos que el inconsciente prevalece en
mucho mayor grado y por lo tanto su modo de representación predomina mucho más
que en los adultos, y además que debemos tener en cuenta la mayor tendencia del niño a
angustiarse.
Quisiera además contestar a esta última objeción que estas
intenciones de los pacientes adultos (que en mi experiencia ni siquiera son tan efectivas
en ellos como Anna Freud supone) son absolutamente superfluas en los niños, y con esto
no quiero decir sólo niños muy pequeños.
Es evidente por lo que acabo de decir que los niños están tan
dominados por su inconsciente que para ellos es verdaderamente innecesario
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excluir deliberadamente ideas conscientes . Anna Freud misma también sopesó en su
mente esta posibilidad (pág. 49). Dediqué tanto espacio a la cuestión de la técnica
que debe emplearse con los niños porque esto me parece fundamental en todo el
problema del análisis infantil.
Cuando Anna Freud rechaza la técnica de juego, su argumento no sólo se refiere al
análisis de niños pequeños sino en mi opinión también al principio básico del análisis de
niños mayores, tal como yo lo entiendo. La técnica de juego nos provee una rica
abundancia de material y nos da acceso a los estratos más profundos de la mente. Si
la us amos incondicionalmente llegamos al análisis del complejo de Edipo, y una
vez allí, no podemos poner límites al análisis en ninguna dirección. Si entonces
realmente queremos evitar el análisis del complejo de Edipo, no debemos utilizar la
técnica de juego, aun en sus aplicaciones modificadas a niños más grandes.
Para responder a esta afirmación, que me parece incorrecta, deberla
entrar en una detallada discusión sobre la estructura del superyó en los niños. Pero
como esto está expuesto en un pasaje posterior, me contentaré aquí con unos pocos
enunciados que están apoyados por mi exposición siguiente.
Anna Freud considera que al analizar niños el analista no es, como cuando el paciente
es un adulto, "impersonal, indefinido, una página en blanco sobre la cual el paciente
puede inscribir sus fantasías", que evita imponer prohibiciones y permitir gratificaciones.
Pero de acuerdo con mi experiencia es exactamente así como debe comportarse un
analista de niños, una vez que ha establecido la situación analítica. Su actividad es sólo
aparente, porque aun cuando se vuelque completamente en todas las fantasías en el
juego del niño, conforme a los modos de representación peculiares de los niños, está
haciendo exactamente lo que el analista de adultos, quien, como sabemos, también sigue
de buen grado las fantasías de sus pacientes. Pero fuera de esto, yo no permito a los
pacientes infantiles ninguna gratificación personal, ya sea en forma de regalos o caricias,
o de encuentros personales fuera del análisis, etcétera
Pero debo discutir las conclusiones de Anna Freud, tanto como sus
premisas. En mi experiencia, aparece en los niños una plena neurosis de transferencia, de
manera análoga a como surge en los adultos. Cuando analizo niños observo que sus
síntomas cambian, que se acentúan o disminuyen de acuerdo con la situación analítica.
Observo en ellos la abreacción de afectos en estrecha conexión con el progreso del
trabajo y en relación conmigo. Padres que observan a sus hijos cuidadosamente con
frecuencia me han contado que se sorprendieron al ver reaparecer hábitos, etc., que
habían desaparecido hacia mucho. No he encontrado que los niños expresen sus
reacciones cuando están en su casa de la misma manera que cuando están conmigo: en
su mayor parte reservan la descarga para la sesión analítica. Por supuesto, ocurre que a
veces, cuando están emergiendo violentamente afectos muy poderosos, algo de la
perturbació n se hace llamativo para los que rodean al niño, pero esto es sólo
temporario y tampoco puede ser evitado en el análisis de adultos.
Sabemos que uno de los principales factores en el trabajo analítico es el manejo de
la transferencia, estricta y objetivamente, de acuerdo con los hechos, en la forma que
nuestros conocimientos analíticos nos han enseñado que es la correcta. Una resolución
cabal de la transferencia es considerada como uno de los signos de que un análisis ha
concluido satisfactoriamente. Sobre esta base el psicoanálisis ha establecido una serie de
importantes reglas que en todos los casos han demostrado ser necesarias. Anna
Freud deja de lado en su mayor parte estas reglas, en el análisis del niño
Anna Freud de que los dos métodos utilizados en el análisis de adultos (o sea, la
asociación libre y la interpretación de las reacciones transferenciales), con el objeto de
investigar la temprana infancia del paciente, fracasan al analizar niños. Estoy incluso
convencida de que incumbe especialmente al análisis de niños, en particular el de niños
bastante pequeños, proporcionar valiosas contribuciones a nuestra teoría, precisamente
porque en los niños el análisis puede ir mucho mas profundo y puede por lo tanto traer a
luz detalles que no aparecen tan claramente en el caso de los adultos.
Si el análisis de niños pequeños, igual que el de niños más grandes, es llevado lo
suficientemente lejos, brinda un panorama muy claro de la enorme complejidad del
desarrollo que encontramos aun en niños muy pequeños y muestra que niños de, dig
amos, tres años, precisamente por el hecho de ser hasta tal punto productos de la
civilización, han pasado y pasan por serios conflictos.
Trataré ahora con mayor detalle los conceptos de Anna Freud sobre el superyó
del niño. En el capítulo IV de su libro hay algunas pro posiciones que tienen especial
significado, tanto por la importancia de la cuestión teórica a que se refieren como por
las amplias conclusiones que Anna Freud extrae de ellas.
Los análisis de niños mayores y de niños muy pequeños brindan un panorama
claro de los diversos elementos a partir de los cuales se desarrolla el superyó y los
diferentes estratos donde tiene lugar el desarrollo. Vemos cuántos escalones tiene esta
evolución antes de terminar con el comienzo del período de latencia. Se trata realmente
de terminación, porque contrariamente a Anna Freud, estoy llevada a creer por el análisis
de niños que su superyó es un producto sumamente resistente, inalterable en su núcleo, y
que no es esencialmente diferente del de los adultos. La única diferencia es que el yo
mas maduro de los adultos está más capacitado para llegar a un acuerdo con el
superyó. Pero esto a menudo sólo es aparentemente lo que pasa.
Aun en los niños estos objetos -los padres- no son idénticos al superyó. Su influencia
sobre el superyó del niño es enteramente análoga a la que podemos comprobar que está
en juego en los adultos cuando la vida los coloca en situaciones algo similares, por
ejemplo, en una posición de particular dependencia. La influencia de temidas autoridades
en los exámenes, de los oficiales en el servicio militar, etc., es comparable con el efecto
que Anna Freud percibe en las "constantes correlaciones en los niños entre el
superyó y los objetos amorosos, que pueden ser comparadas con las de dos vasos
comunicantes".
Sin embargo, también en los adultos esto es indudablemente importante.
En el período de la vida que precede inmediatamente a la pubertad, un niño que tenía un
impulso incontrolable a robar descubrió que el agente principal que lo influía era su temor
al padre. Anna Freud toma esto como prueba de que aquí el padre, que realmente
existía, podía todavía ser reemplazado por el superyó. Ahora bien, creo que
con bastante frecuencia podemos encontrar los adultos desarrollos similares del superyó.
Hay muchas personas que (a menudo durante toda su vida) en última instancia controlan
sus instintos asociales únicamente por miedo a un "padre" con una apariencia algo
distinta: la policía, la ley, el desprestigio, etc. Lo mismo es también cierto en lo que
respecta a la "doble moralidad" que Anna Freud observa en los niños.
modo y adoptan una actitud cuando están solos o con sus iguales, y otra para
superiores y extraños. Creo que una razón de la diferencia de opinión entre Anna Freud
y yo es la siguiente. Entiendo por superyó (y en esto estoy completamente de
acuerdo con lo que Freud nos enseñó sobre su desarrollo), la facultad que resulta de la
evolución edípica a través de la introyección de los objetos edípicos, y que, con la
declinación del complejo de Edipo, asume una forma duradera e inalterable. Como
ya lo he explicado, esta facultad, durante su evolución y más aun cuando ya está
completamente formada, difiere fundamentalmente de aquellos objetos que realmente
iniciaron su desarrollo. El superyó que Anna Freud cree funciona todavía en la persona
de los padres no es idéntico a este superyó interno en el verdadero sentido,
aunque no discuto su influencia en él. Si queremos penetrar en el verdadero superyó,
reducir su poder de actuación e influirlo, nuestro único recurso para hacerlo es el análisis.
Pero con esto quiero decir un análisis que investigue todo el desarrollo del complejo de
Edipo y la estructura del superyó.
Volvamos al ejemplo de Anna Freud que he mencionado anteriormente.
Una razón más para seleccionar este caso entre otros muchos análogos es que se trata de
un niño que se podría llamar perfectamente normal y que estaba en tratamiento analítico
sólo por razones profilácticas. Sólo después de un tiempo de análisis y cuando el
complejo de Edipo fue explorado en profundidad, pude reconocer la estructura completa
y diferentes partes del superyó del niño. Mostró las reacciones de un sentimiento de
culpa con una ética de nivel realmente elevado. Condenaba todo lo que consideraba
malo o feo de un modo que aunque apropiado para el yo de un niño, era análogo al
funcionamiento del superyó de un adulto con un alto nivel ético.
La evolución del superyó del niño, aunque no menos que la del
adulto, depende de varios factores que no necesitarnos tratar aquí con mayor
detalle.
Lo que Anna Freud dice con respecto a esto me da la impresión de que ella cree
que el desarrollo del superyó, con formaciones reactivas y recuerdos encubridores, tiene
lugar en alto grado durante el período de latencia. Mi conocimiento analítico de niños
pequeños me obliga a diferir de ella en forma absoluta en este punto.
Mi observación me ha enseñado que todos estos mecanismos están ya
establecidos cuando surge el complejo de Edipo, y son activados por éste
Estos fenómenos, no obstante, no son privativos de la niñez. Lo que Anna Freud
considera como una ampliación adicional del superyó y como formaciones reactivas en el
período de latencia y en el período inmediatamente anterior a la pubertad, es
simplemente una adaptación aparente y superficial a las presiones y exigencias del mundo
exterior, y no tiene nada que ver con el verdadero desarrollo del superyó. A medida que
crecen, los niños (como los adultos) aprenden a manejar el "doble código moral" más
hábilmente que los niños pequeños, que todavía son menos convencionales y más
honestos.
El caso en cuestión es uno que Anna Freud discute en varios pasajes de su libro:
el de una niña de seis años que sufría de neurosis obsesiva. Esta niña, que antes del
tratamiento manifestaba inhibiciones y síntomas obsesivos, se tornó en ese momento
desobediente y falta de límites. Anna Freud infirió que en ese punto hubiera debido
intervenir con el rol de educadora.
Erna, cuya conducta en el hogar era intolerable y que manifestaba marcadas
En estos períodos en los que se liberaban con tanta fuerza impulsos sádico-
anales, Erna manifestaba una inclinación temporaria a descargarlos y gratificarlos fuera del
análisis. Llegué a la misma conclusión que Anna Freud: que el analista debía haberse
equivocado. Sólo que -y ésta es probablemente una de las diferencias más sobres
alientes y fundamentales entre nuestras opiniones- yo inferí que había fracasado de
alguna manera por el lado analítico y no por el educacional Quiero decir que me di
cuenta de que había fracasado en resolver completamente las resistencias durante la
sesión analítica y en liberar totalmente la transferencia negativa. En este y en todos los
otros casos encontré que si queremos capacitar a los niños para controlar mejor sus
impulsos sin que se agoten en una laboriosa lucha contra ellos, la evolución edípica
debe ser desnudada analíticamente tan completamente como sea posible, y los
sentimientos de odio y culpa que resultan de esta evolución deben ser investigados
hasta sus mismos
Anna Freud se detuvo entonces, cesó de avanzar más lejos en el
análisis precisamente en el momento en que hubiera debido analizar el odio de la niña
por su madre.
Vemos que es verdad que había liberado y llevado a su descarga algunos de los impulsos
sádico-anales, pero no puso atención en la conexión de estos impulsos con la evolución
edípica; por el contrario, confinó sus investigaciones a estratos superficiales
conscientes o preconscientes, porque hasta donde podemos juzgar a través de lo que
escribe, también parece haber omitido la prosecución del análisis de los celos de sus
hermanos y hermanas hasta sus deseos inconscientes de matarlos.

¿cuáles son las razones de Anna Freud para abstenerse de un análisis más profundo,
que investigara sin reservas la relación del niño con sus padres y con el complejo de
Edipo? Hay una serie de importantes argumentos con los que nos encontramos en varios
pasajes de su libro. Resumámoslo y consideremos sus alcances.
Anna Freud siente que ella no debe intervenir entre el niño y sus
padres, y que la educación del hogar peligraría y se crearían conflictos si se le hace
consciente al niño su oposición a los padres.
Creo que este punto es el que determina principalmente la diferencia entre las opiniones
de Anna Freud y las mías, y nuestros opuestos métodos de trabajo

Hay varios peligros en el análisis de la relación con los padres que


Anna Freud teme y que piensa que surgirían de la debilidad que ella supone que
caracteriza el superyó del niño. Permítaseme mencionar algunos. Y nuevamente:
"Donde el análisis del niño no puede llegar a ser parte orgánica de toda su vida sino
que se introduce como un cuerpo extraño en sus otras relaciones, perturbándolas,
probablemente lo único que hagamos sea complicarlo en más conflictos que los que
nuestro tratamiento resuelve" En cuanto a la idea de que el superyó del niño no
es aún lo
suficientemente fuerte, y que hace temer a la autora que cuando el niño se libere de la
neurosis no podrá ya adaptarse satisfactoriamente a las exigencias educacionales
necesarias y a las de las personas que lo rodean, respondería yo de la siguiente manera:
. Aquí se revela en mucho mayor grado la severidad del superyó del niño, rasgo
que Anna Freud misma descubrió en ocasiones. Encontramos que lo que se necesita no
es reforzar el superyó sino suavizarlo. No olvidemos que las influencias educativas y las
exigencias culturales no están suspendidas durante el análisis aun cuando el analista, que
actúa como un tercero absolutamente imparcial, no as uma la responsabilidad de estas
influencias y exigencias. Si el superyó ha sido lo bastante fuerte cono para conducir al
conflicto y a la neurosis seguramente mantendrá suficiente influencia, aun si en el análisis
lo modificamos gradualmente.
Pero creo que esto prueba indudablemente que, al lado de la severidad del superyó,
este anhelo de amor es una garantía adecuada de que el niño tendrá un motivo
suficientemente fuerte para obrar de acuerdo con exigencias culturales razonables, sólo si
el análisis libera su cap acidad de amar.
Y he demostrado repetidas veces que cuando un niño se torna menos neurótico se
hace mucho menos cansador para aquellos que lo rodean y que son neuróticos o
faltos de insight, y de esta forma el análisis no ejercerá más que una influencia favorable
en las relaciones entre el niño y su medio.
En los últimos ocho años he analizado gran número de niños, y mis
descubrimientos con respecto a este punto, crucial en la cuestión del análisis de
niños, ha sido constantemente confirmado. Podría resumirlo diciendo que el peligro
temido por Anna Freud, que el análisis de los sentimientos negativos de un niño hacia sus
padres arruinará su relación con éstos, es siempre y bajo toda circunstancia, inexistente.
Por el contrario, lo opuesto es verdad. Exactamente lo mismo sucede en los adultos: el
análisis de la situación edípica no sólo alivia los sentimientos negativos del niño para
con sus padres, hermanos y hermanas sino que también los resuelve en parte, y así
posibilita mayor fortificación de los impulsos positivos.
Y este traerlos a luz es lo que libera al niño de ellos. Hasta ahora nunca he tenido quejas
le la familia después que el análisis terminara y aun durante su curso, de que la relación
del niño con su ambiente hubiera empeorado. Esto significa mucho cuando recordamos la
ambivalencia de las relaciones. Por otra parte, se me ha asegurado con frecuencia que
los niños se tornaban mucho más sociables y mucho más dóciles con respecto a su
educación. De modo que finalmente hago un gran servicio tanto a los padres como al
niño justamente en lo que se refiere al mejoramiento de las relaciones entre ellos.
"La enfermedad definida no es lo único que nos hará decidirnos a analizar a un
niño. El lugar del análisis infantil es sobre todo el millieu analítico; por ahora debemos
limitarlo a los niños cuyos padres son analistas, se han analizado o tienen cierta
confianza o respeto por el análisis." En respuesta diría que debemos discriminar muy
claramente entre las actitudes consientes e inconscientes de los mismos padres, y he
hallado repetidas veces que las ac titudes inconscientes no están de ninguna manera
garantizadas por las condiciones deseadas por Anna Freud. Los padres pueden estar por
completo convencidos teóricamente de la necesidad el análisis y pueden desear
conscientemente ayudarnos con todas sus fuerzas, y sin embargo, por razones
inconscientes, pueden obstaculizar nuestro trabajo a cada momento. Por otra parte,
constantemente hallé gente que no sabía nada sobre el análisis -a veces simplemente una
niñera que me tenía confianza personal- que fue de la más grande ayuda debido a una
favorable actitud inconsciente. Sin embargo, según mi experiencia, todo el que analice
niños tiene que contar con una cierta hostilidad y celos por parte de niñeras, institutrices,
e incluso la madre, y debe tratar de realizar el análisis a pesar y en contra de estos
sentimientos. A primera vista esto parece imposible y representa por cierto una
dificultad especial y muy considerable en el análisis del niño. No obstante en la
mayoría de los casos no la he encontrado insuperable.
Sino que debemos manejar tanto la transferencia positiva como la negativa de manera tal
que nos capacite para establecer la situación analítica y confiar en ella. Es
asombroso cómo los niños, incluso niños pequeños, nos apoyan entonces con su insight
y con su necesidad de ayuda y cómo podemos incluir en nuestro trabajo las resistencias
causadas por aquellos con quienes están vinculados los pequeños pacientes.
Si el analista incluso temporariamente se torna representante de agentes educativos, si
asume el rol del superyó, bloquea en ese punto el camino de los impulsos instintivos a
la conciencia: se vuelve un representante de los poderes represores.
Si lo hace, además, demostrará la validez del segundo principio que expongo en
oposición a Anna Freud, a saber: que debemos analizar completamente y sin reservas la
relación del niño con sus padres y su complejo de Edipo.

En el Prefacio y en la Tercera parte de su nuevo libro, Anna Freud presenta


diversas modificaciones de su técnica. Algunas de estas modificaciones conciernen a
algunos puntos que traté en este artículo.
Una divergencia en nuestras opiniones surgió de su utilización de métodos
educativos en el análisis de niños. Anna Freud explicó que esta técnica era necesaria a
causa del superyó débil y no desarrollado de los niños, aun en el período de latencia (que
en ese entonces ella consideraba el único período en el que los niños podían ser
analizados). Declara ahora en su Prefacio que la parte educativa en la tarea del analista de
niños ya no es necesaria (porque los padres y las autoridades educacionales se han vuelto
mucho más instruidas) y que el analista "puede ahora, salvo raras excepciones,
concentrar su energía en el aspecto puramente analítico de su labor'. Además, cuando
Anna Freud publicó su libro en
1926, no sólo criticó la técnica de juego (que yo había empleado en el
análisis de niños pequeños), sino que también se opuso por principio a que niños
pequeños, por debajo del período de latencia, se analizaran. Ahora, como lo dice en su
Prefacio, redujo la edad "desde el período de latencia, como lo sugirió en un principio,
hasta los dos años..." y según parece también aceptó hasta cierto grado la técnica de
juego cono parte necesaria del análisis de niños. Además amplió el número le pacientes
no sólo en lo que respecta a la edad sino también en lo que respecta al tipo de
enfermedad, y ahora considera "que se puede analizar niños cuyas perturbaciones son de
tipo esquizofrénico"
Nuestras opiniones sobre este problema tienen por lo tanto en común que la fase
introductoria es innecesaria (aunque Anna Freud sólo parece admitir esto en algunos
casos especiales) si se descubre que los caminos y los medios analíticos penetran
las primeras resistencias. En mi contribución al Simposium traté este problema
principalmente desde el ángulo de la angustia aguda del niño pequeño. Sin embargo, en
mi libro El psicoanálisis de niños, muchos ejemplos muestran que en aquellos casos en
los que la angustia es menos aguda, atribuyo gran significación al análisis de las
defensas desde el comienzo. En realidad, no es posible analizar las resistencias sin
analizar las defensas. No sé sobre que fundamento se basa esta declaración, y el lector de
este libro y de mi libro El psicoanálisis de niños no encontrará pasajes que lo
justifiquen ni material de análisis de niños de menos de dos años y tres meses de edad.
Por supuesto que atribuyo gran importancia al estudio de la conducta de los lactantes,
especialmente a la luz de mis descubrimientos sobre los tempranos procesos mentales,
pero estas observaciones analíticas son algo es especialmente distinto que llevar a cabo
un tratamiento psicoanalítico.

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