Según nuestro pensador, no existe una sola verdad, ni una sola lógica, ni una sola estética, tampoco una sola ética -disciplina filosófica cuyo objeto de estudio es la moral, vale decir, normas de conducta para hacer el bien y evitar el mal- sino multiplicidad de ellas. En efecto, tales categorías conceptuales cambian con el tiempo y de una sociedad a otra, y dentro del mismo grupo, según las actividades específicas; sus diversas formas de realización han sido y son coexistentes, simultáneas y varias a través de la historia. No se presentan de modo idéntico en todo el mundo, no son uniformes, varían según la cultura, psicología, grado y forma de trabajo, ambiente y otros factores de la vida de un pueblo. La verdad es la expresión de una determinada realidad en una etapa de la historia. Es cambiante, no es eterna. Muchas verdades de tiempos pasados ya no lo son. Quedaron atrás, fueron superadas por el avance científico que demostró su falsedad. Que la tierra era plana y estática fue una verdad de larga duración. La teoría geocéntrica de Ptolomeo fue superada por Copérnico. A la teoría de éste le sucedieron otras. Y así hemos llegado a nuestro tiempo en que se habla de la provisionalidad del conocimiento científico, cuyo crecimiento tiene ahora velocidad vertiginosa. En una misma época, parte del conocimiento (verdad científica) se confirma, otra parte se recusa y queda obsoleta. Además, según Orrego, la verdad es personal, no se la puede abstraer del hombre que la piensa y por eso lleva el estilo de cada sujeto. También, la lógica tiene diversas manifestaciones. La lógica del hombre contemporáneo no es la lógica del hombre primitivo. Los grupos étnicos de la amazonia tienen una lógica diferente al de un citadino de la costa. En la mentalidad de los estudiantes de algunos países asiáticos no tiene cabida el plagio en las evaluaciones como sucede en nuestro medio; en su lógica y en su ética no existe explicación de tal hecho, de esa falta contra la honradez; no conciben que se cometa trampa para aprobar los exámenes. Eso es un atentado en contra de los valores. Y así también, cada ser humano es por sí mismo un ejemplar moral, un producto de realización ética que ha dejado atrás, por la expansión de su mundo interior, las precedentes manifestaciones de la conducta humana. El hombre actual ha recibido la enorme herencia histórica de la vida humana de todos los tiempos; su realización ética resulta de un largo proceso de superación que hace de él un tipo moral con sus características privativas. En nosotros se produce, entonces, como escribe Orrego un “rebasamiento de las anteriores expresiones de la conducta humana”. Ni la infancia ni la adultez de ahora son las mismas del siglo XVI – cuando llegaron los españoles al Perú- menos de los tiempos más lejanos. En su proceso de crecimiento, la conciencia del hombre asimila la esencia profunda de las cosas y logra una visión total del universo; de esta manera, la concepción ética de la vida también se amplía en un proceso de liberación progresiva de los cánones o preceptos morales acuñados por el modo de vida de los pueblos. Esta ampliación de la conciencia lleva implícita la obra de la educación en sus vías formales e informales. Orrego relaciona íntimamente la ética con la estética. Y señala que la más elevada manifestación de ambas consiste en que el hombre sea siempre él mismo, viva armónicamente, sin limitaciones y con lealtad frente al asombroso mundo que le rodea y frente a la velocidad de los acontecimientos de cada día. Que valore su propia existencia y las maravillas de la naturaleza; que se estudie a sí mismo y desentrañe los secretos y descubra las leyes que rigen al universo. Como cada hombre es un ejemplar moral, cada hombre debe vivir su propia moral, no adoptar la moral ajena, tampoco someterse a la camisa de fuerza de una estética, sino realizar su propia estética. Los hombres no son hechos en serie como los productos de una fábrica o moldeados siguiendo un manual de biología. Dios hizo un ejemplar de hombre, no un género, dice. Y si Dios es infinito y único, su creación, el hombre, es así, su imagen y semejanza: único, irrepetible e inconfundible. Tendrá el sello peculiar de su ética y estética. Esto no conlleva la idea de libertinaje o desorden; se ubica dentro del marco de la vida de una determinada sociedad guiada por un modelo de conducta, normas de convivencia aceptadas grupalmente dentro de las cuales cabe el comportamiento distintivo de cada persona. Por eso, la ética de una empresa no es la ética de una orden religiosa; la primera realiza negocios (dentro de la ley) para lucrar; la segunda ejecuta obras de caridad. Tampoco descarta a las figuras paradigmáticas cuyos comportamientos merecen ser resaltados, porque es de vital importancia situarse en elevados planos de la dimensión moral para lograr el dominio de sí mismo. Orrego aspiró a que en el futuro, el hombre viva en una nueva dimensión ética, el reemplazo de la rigidez de ciertas normas morales por la flexibilidad de una moral más amplia, la superación de reglas de conducta presentadas en términos negativos por otras de carácter afirmativo; sustituir el tan frecuente “no” por el “sí”, el “¡no hagas!” por el “haz”. Muchas frases, sobre todo dirigidas a los niños, crean actitudes de vida negativas, generan miedo y pesimismo. Así, en los pequeños se pueden provocar sentimientos subconscientes de culpabilidad, en vez de estimularlos en forma positiva para que asuman las responsabilidades de sus actos. Y el concepto de autoestima, ampliamente difundido ahora, ya estuvo en el ideario orreguiano desde sus años juveniles. La vida de Orrego es una muestra de integridad moral, ejemplaridad ciudadana, honestidad acrisolada. Supo mantener su figura enhiesta de héroe civil, vivió con modestia, no trocó su línea ética por la vida muelle que le hubiera dado la flaqueza frente a las fuerzas tentadoras de los antivalores. Como rector universitario, envió alumnos becarios al exterior a recoger experiencias, hacer comparaciones con nuestra realidad y estudiar en procura de asimilar el avance del conocimiento para aplicarlo a la solución de nuestros problemas. También envió docentes a perfeccionarse al extranjero. Pero él, no obstante haber pensado en su juventud ir a Francia, no se aprovechó del cargo para viajar con dineros del tesoro público. Y cuando un candidato presidencial quiso ser favorecido, con la influencia del amauta sobre el electorado, a cambio de una elevada cantidad de dinero, recibió rechazo contundente de esa actitud deshonesta. No sólo escribió sobre ética, sino que actuó con ella. Dijo su palabra y realizó su acción, aunque por eso tuviera de recorrer caminos difíciles en su vida: “No hay más cobardía que no hacer tu acción o no decir tu palabra. Que esta sea tu moral”. (Orrego, 2011: I, 91). Pues bien, como intelectual, político y ciudadano, Orrego dijo e hizo lo que pensó. Fue consecuente con sus ideas. Y vivió plenamente su moral. Sobre este tema, a continuación los textos de Orrego: “Ética”, y “Pecado y santidad”. ÉTICA Así como no hay una sola verdad, ni una sola lógica, ni una sola estética tampoco hay una sola Ética. Cada hombre es un ejemplar moral, un tipo de realización ética en sí mismo, un rebasamiento de las anteriores expresiones de la conducta humana. A medida que la conciencia del hombre se amplíe, a medida que vaya incorporando en su substancia la esencia profunda de las cosas, a medida que interprete más sutil y noblemente el espíritu global del Universo, la concepción ética de la vida va dilatándose también, va liberándose, gradualmente, de todas las morales y rompiendo la unilateral y arbitraria rigidez de los códigos y de las costumbres. La Estética y la Ética sólo pueden existir separadas por abstracción y existir contrapuestas por superficialidad o endeblez de espíritu. Ser siempre uno mismo, mantenerse en su íntegra y armónica unidad vital, expresarse y vivir, libre y lealmente, ante la estupefaciente presencia del Universo y ante la rauda carrera de los sucesos, es la máxima enunciación de la Estética y de la Ética ¿Quién osará ponerles limitaciones, reducirlas a sentencias o a normas sin rebajar y corromper su excelencia? Los hombres adoptan una Moral en vez de vivir su Moral: así como se encadenan a una Estética, en vez de realizar su Estética ¿Se puede acaso concebir un lobo que adoptara la moral de un perro? ¿Se puede concebir un comerciante adoptando la mística moral del cenobita? Más aún, ¿se puede concebir un santo adoptando la moral de otro santo? Basta que un recién nacido abra las pupilas, para cumplir una orden del Universo, para realizar una nueva traducción del gran enigma, y por consiguiente, para ensayar una nueva Estética y una nueva Ética. ¿Crees tú, acaso, que los hombres son manufacturados como los objetos de una fábrica en un mismo molde y que llevan en la espalda su etiqueta clasificativa: Made in Germany, Made in England o Made in New York? El sello divino es otro, amigo mío, no indica un género, indica un ejemplar. Dios, según la frase bíblica, dijo al hombre: Serás a mi imagen y semejanza, y Dios es infinito y único. Le castigó después, no porque desobedeciera comiendo del fruto prohibido, sino porque al comerlo desconoció en sí mismo su condición infinita. Profundo es el símbolo del Génesis. (Notas marginales, en Obras completas, 2011: I, 44-45). PECADO Y SANTIDAD -Hermano mío, no te digo que aprendas de mis flaquezas: son ellas tan vergonzosas y mezquinas. Aprende de mis virtudes y de mis heroicidades. Sólo ellas pueden enseñarte algo de la bondad eterna de todas las horas de Dios. -Nada hay más cobarde que premunirse de los vicios de otro o de las flaquezas y deslices de un santo y de un hombre superior para justificar los propios extravíos. Si precisamente ellos cayeron para que nosotros nos sirvamos de su experiencia y no tropecemos. -Si no hubiera un aleccionamiento ético hacia la perfección ¿para qué entonces la vana experiencia moral de cada vida? ¿Para qué si no vamos a esforzarnos en no repetir la misma cadena del pecado? -No te diré que no peques porque jamás conocerás el dolor -sabio, fuerte y lúcido maestro-, y porque con el pecado se sube a la virtud iluminada; pero sí te digo que jamás trates de rebajar las vidas generosas por sus flaquezas y, menos aún, que te sirvas de ellas para justificar el mal en ti mismo. -El pecado es la escarpadura, el camino, el crisol, el calvario y la prueba. -Si no te quemas y te sangras alguna vez, ¿cómo vas a poder evitar, alma mía, el fuego y la espina? -La virtud sólo vale como virtud cuando es una larga experiencia dolorosa. -Así como el castramiento físico no produce generación alguna, el castramiento moral o espiritual no produce nunca obras eternas y buenas. -Tu virtud, por fuerza, tiene que sufrir su pecado. -¿Cuál es virtud y cuál es pecado? Nadie puede decírtelo, en verdad. Ríete de quien pretenda imponértelos, así sea un hombre, un libro, una sociedad o una religión dogmatizada. Sólo en ti está la luz, adéntrate en tu propia intimidad, en los más oscuros senos de tu conciencia personal y de allí brotará la voz, la auténtica voz de tu eternidad. -Y no vivas en cobardía. No es el temor sino el amor de Dios el que salva. -El temor sólo lo engendran los tiranos y los déspotas, y lo sufren sólo los esclavos. Pero Dios no es un tirano, y tú, hombre, no eres un esclavo. -La virtud temerosa es la moral de los publicanos y de los negociantes que esperan una recompensa por sus buenas obras. Tu llega a la virtud por el camino del amor que todo lo reviste de belleza, de dulzura y gracia. -Ámate a ti mismo, pero, ÁMATE. -El mal y el pecado no existen en verdad; sólo existen como tránsito y como puente hacia la virtud, hacia la gracia que es el conocimiento de ti mismo. -El hombre que no ha pasado por el pecado es el hombre neutro, jamás el virtuoso y el héroe. -Cada vida tiene su pecado y su mal y ¡ay! del cobarde que tema las encrucijadas, los malos pasos y los abismos. -Es preciso haber salvado abismos, encrucijadas y malos pasos para ser un hombre, es decir, criatura divinizada que sabe todos los secretos de la tierra y del Cielo, precisamente porque ha pecado y ha sufrido el mal. -Cae al abismo sólo el que teme el abismo. -Desconfiad del hombre que no ha pecado nunca, o es un hipócrita redomado o un monstruo en que la vida se ha negado a sí misma, en que la santidad se ha tornado neutra y negativa. -¿Comprendéis el absurdo moral de una virtud sin esfuerzo, sin vencimiento y sin victoria? -No temas el pecado, pero véncelo y aprovéchalo cuando llegue, porque sino serás la hoja seca y la veleta de todos los azares y de todos los vientos. -Virtuoso significa: guerrero, vencedor y héroe. -Y cuidado conque trates de justificar tu pecado con los recursos de tu razón. No sólo perviertes así a otras almas sino que te tornas en la celestina de tus vicios, en la comadrona de tus errores. Perviertes además, a la inteligencia usando una de sus potencias como abogado o intermediario del mal. -Que toda tu lealtad viril, que todo tu valor moral esté en gritar, arrepentido: “¡He pecado!” -¡Cómo queda de límpida y tranquila el alma después de este grito! -Acaso, todo el mal del mundo esté en el extraviado uso que hacemos de la razón. Si tuviéramos el valor de no engañarnos y de no engañar a los demás, abusando y prostituyendo la inteligencia, no habrían ya tiranos, ni sistemas, ni injusticias. -Una epopeya espantosa falta crear al ingenio humano, una epopeya infernal y satánica que explique la tragedia de la inteligencia humana desplazándose de sus fines divinos, de sus excelsos fines de belleza y de verdad, haciéndose el instrumento y el vehículo pasivo de los vicios, errores, extravíos y concupiscencias del hombre. Goethe, acaso, tuvo vagamente esta intuición en el Fausto, pero le faltó pintar la tragedia de la inteligencia con todo su lúgubre colorido, la tragedia del hombre al deponer a los pies de Satán precisamente su más alta investidura, su oriflama o signo divino que le levanta por sobre toda la Creación. -El hombre es un Dios caído, pero caído precisamente por tener un pensamiento puro, una razón que ha enlodado en sus más bajos instintos extraviándola de sus fines supremos. -Si no razonáramos nuestros vicios para justificarlos, asumiendo valerosamente nuestra responsabilidad, casi los habríamos vencido, pero razonamos. Porque es mentira, en un sentido absoluto, que haya pecados y vicios irreflexivos, que haya pecados y vicios injustificados!... -No toda la vida es el ejemplo. El ejemplo es después de la caída, cuando se es el conocedor del peligro y la víctima del mal. ¡Escúchalo bien juzgador implacable de las santidades y de las predicaciones generosas!... (El monólogo eterno, en Obras Completas, 2011: I, 94-96).