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CORTINA, A.

EL QUE HACER DE LA ÉTICA

MAPA FÍSICO DE LA ÉTICA

Tanteando el terreno

La ética es una parte de la filosofia que reflexiona sobre la moral, y por eso recibe también el
nombre de «filosofia moral». Igual que hay dimensiones de la filosofía que tratan sobre la ciencia,
la religión, la política, el arte o el derecho, también la reflexión filosófica se ocupa de la moralidad
y entonces recibe el nombre de ética.

Ética y moral se distinguen simplemente en que, mientras la moral forma parte de la vida
cotidiana de las sociedades y de los individuos y no la han inventado los filósofos, la ética es un
saber filosófico; mientras la moral tiene «apellidos» de la vida social, como «moral cristiana»,
«moral islámica» o «moral socialista, la ética los tiene filosóficos, como «aristotélica», «estoica» o
«kantiana». La verdad es que las palabras «ética» y «moral», en sus respectivos origenes griego
(éthos) y latino (mos), significan prácticamente lo mismo: carácter, costumbres. Ambas
expresiones se refieren, a fin de cuentas, a un tipo de saber que nos orienta para forjamos un
buen carácter, que nos permita enfrentar la vida con altura humana, que nos permita, en suma,
ser justos y felices. Porque se puede ser un habilísimo político, un sagaz empresario, un
profesional avezado un rotundo triunfador en la vida social, y a la vez una persona humanamente
impresentable. De ahí que ética y moral nos ayuden a labramos un buen carácter para ser
humanamente íntegros.

Precisamente porque la etimología de ambos términos es similar, está sobradamente justificado


que en el lenguaje cotidiano se tomen como sinónimos. Pero como en filosofia es necesario
establecer la distinción entre estos dos niveles de reflexión y lenguaje -el de la forja del carácter en
la vida cotidiana y el de la dimensión de la filosofia que reflexiona sobre la forja del carácter-,
empleamos para el primer nivel la palabra «moral» y la palabra «ética» para el segundo.
Justamente por moverse en dos niveles de reflexión distintos el cotidiano y el filosófico-, José Luis
ARANGUREN ha llamado a la moral «moral vivida'>, y a la ética, «moral pensada».
CONCEPTO DE LO ETICO. DEFINICION ETIMOLOGICA Y REAL.

DISTINCION ENTRE LA ETICA Y EL DERECHO,

LA PSICOLOGIA Y LA METAFISICA

• La actividad de los seres humanos es parecida, de algún modo, a la de todos los seres vivientes
que pueblan la tierra: a la de los vegetales en cuanto a los procesos físico-químicos de asimilación
y desasimilación; a la de los animales irracionales en cuanto a los procesos de la sensibilidad; pero
tiene un carácter exclusivo, que consiste en estar orientada por la luz de la razón y ejercida por la
libre elección de la voluntad. Y en estos dos últimos niveles echa sus raíces el comportamiento
ético, que sólo tiene sentido en el hombre.

La Ética o Filosofía Moral (del griego "ethos" y del latín "mos", vocablos que significan
"costumbre") es la rama de la Filosofía que estudia los actos humanos en relación con la
moralidad, es decir, en cuanto son buenos o malos desde el punto de vista de la moral. Su estudio
constituye la Ciencia Ética, que no es meramente teórica, sino teórico-práctica, por cuanto indaga
los fundamentos filosóficos que regularán la conducta humana. Estudio necesario, porque lo ético
es un verdadero problema, más acuciante aún que lo económico, lo social o lo político, ya que, en
última instancia, lo económico, lo social y lo político son epifenómenos del problema ético.

En efecto: las relaciones humanas que se establecen entre los Individuos, de un modo permanente
o transitorio, provocan a menudo conflictos en los que están en juego la apetencia del poder o la
codicia del dinero o la obtención de bienes materiales o las ansias del placer sensible o el orgullo
de la propia estima o la soberbia étnica o el egoísmo, exagerado en sus mil variadas formas.

Esos conflictos se deben a que todos los contendientes o algunos de ellos carecen de principios
éticos a que ajustarse, o a que, conociéndolos, en la práctica no los tienen en cuenta.

Y además esos conflictos no se van a solucionar nunca radicalmente si se buscan sólo fórmulas
económicas, sociales o políticas. En síntesis: los actuales males del mundo, incluidas las guerras
entre naciones, la es cases de alimentos y de viviendas y las degradantes lacerias en que yacen
millones de seres humanos, no son sustancialmente más que un problema de naturaleza ética,
aunque admitimos que se agudiza con la circunstancia económica, social o política.

Prueba de esta afirmación es el hecho de que en algunos pueblos que no se caracterizan


precisamente por los problemas económicos, los hay de índole personal (angustia, soledad, hastío
de la vida, drogadicción endémica o epidémica), que acusan una terrible falencia: no haber
afrontado seriamente el problema ético, o no haberle encontrado aún satisfactoria solución.

Aunque etimológicamente Ética vale tanto como "ciencia de las costumbres", en realidad éstas
ocupan más bien el campo de la Sociología; lo cual no impide que juzguemos buenas o malas las
costumbres de un grupo humano o de un individuo. Durkheim y Lévy- Bruhl definieron la Ética
como "ciencia de las costumbres", reduciéndola a una ciencia de hecho. La Ética es una ciencia de
derecho: no investiga lo que hace el hombre, sino lo que debe hacer. Y en este aspecto se asemeja
al Derecho, aunque el Derecho (objetivo) no excede los límites externos de la conducta humana,
mientras que la Ética introduce su indagación en lo interno de la conciencia.
La Psicología Filosófica proporciona a la Ética la noción de “alma" o "espíritu" y el conocimiento de
sus características relevantes (unidad, espiritualidad, identidad, sustancialidad); la Psicología
Experimental le ofrece las nociones de "voluntad", "deseo", "motivación" y el mágico y misterioso
juego de la "libertad", condición ésta "sine qua non" de la moralidad de los actos humanos.

En cuanto a la Metafísica hemos de decir que ella respalda el análisis ético con la clara noción del
"ser", de sus causas, de sus accidentes, del acto y de la potencia.

DIMENSIONES DE LA ETICA COMO ESTRUCTURA

NORMATIVA Y COMO CONTENIDO DE VALOR

El hombre, desde los primeros años de su existencia, va creciendo con las ideas de bien y de mal,
que le son inculcadas por sus padres en el hogar y refirmadas (0 a veces modificadas) por la
sociedad en que vive. Este modo de inculcación es casi siempre vivencial, y a veces es también
sistemático (en los establecimientos educativos, en la prensa, en el radio y en la televisión). Pero
llega un momento (pubertad, adolescencia) en que el hombre piensa, reflexiona por sí solo y se
pregunta: ¿Qué es lo bueno? ¿Qué es lo malo? ¿Por qué es malo robar? ¿Por qué es bueno
obedecer a mis padres? ¿Cuáles son los fundamentos de la moral? ¿Cuál la regla de la moralidad a
la que tengo que ajustar mis acciones? ¿Es relativa la moral? Estas y otras cuestiones análogas
constituyen el meollo del problema ético. Y son la prueba de que, en todas las culturas, en todas
las latitudes existe un hecho moral, un fenómeno moral detrás del cual se esconde un auténtico
sentido de responsabilidad:

"Para evitar ideas preconcebidas en el momento de ponernos a dar una definición del concepto de
ética, lo más sensato será describir, en primer término, el fenómeno de lo moral, al objeto de
establecer claramente hasta qué punto y en qué sentido es posible una ciencia de lo ético. Una vez
que hayamos conocido la estructura esencial de lo ético podremos abordar la cuestión de si existe
una ciencia del comportamiento moral en forma de un catálogo de normas.

Dentro de nuestra conciencia experimentamos que todas las acciones van acompañadas de una
sensación de responsabilidad sobre cada una de las cosas que hacemos. Lo mismo antes que
después de la acción vemos que estamos en ella comprometidos como personas. De alguna forma
nos sentimos responsables, obligados. Es cierto que no siempre distinguimos claramente si esa
obligación es respecto del contenido mismo de la acción, o está referida a otro ser distinto; lo
cierto es que nos sentimos responsables de aquello que elegimos y hacemos libremente. Quiere
esto decir que dentro de nosotros hay algo más que la mera apreciación de un valor."

Cuando el hombre adulto se adentra en su espíritu y reflexiona, no puede escapar al planteo de


este problema; puede ser que la reflexión tarde en venir, que se presente en el ocaso de la vida,
pero al fin llega. Cada hombre ansia saber si él es realmente bueno (aunque tenga fama de que no
lo es, o de que lo es); y si se convence de que no lo es estará en constante inquietud hasta que
logre serlo. Las apariencias de una moralidad puramente exterior no engañan a nadie, ni siquiera
al propio sujeto. EI cumplimiento estricto de las leyes positivas humanas no basta muchas veces
para hacer del hombre un ser moralmente bueno; en primer lugar, porque hay actos humanos
(todos los internos y no pocos externos) que escapan a las leyes; en segundo lugar, porque no
todas las leyes humanas son moralmente buenas, aunque debieran serlo. Toda ley positiva
debiera ser éticamente buena: no siempre lo es. Moralidad y legalidad no son conceptos
convertibles; y en los hechos no siempre un acto legal es moral, ni siempre un acto moral es legal.
Precisamente por confundir ambos términos (moral y legal) surgen equívocos en muchas
apreciaciones de contenido moral práctico.

La única manera de juzgar bueno o malo moralmente un acto humano es comprobar si se adecua,
o no, a una determinada pauta, norma, o criterio. Como poseemos criterios de divisibilidad para
verificar, sin realizar sendas operaciones, que el número 19800 es divisible por 2, por 3, por 4, por
5, por 6, por 3, por 9, por 10 y por 11; y criterios para comprobar si un niño es supradotado,
normal, fronterizo o imbécil (escalas del C.I.), del mismo modo, si llegamos a conocer, mediante la
reflexión filosófica, cuál es la norma de moralidad, tendremos el instrumento necesario y
suficiente que nos permita juzgar buena o mala una determinada acción humana. Si armoniza con
la norma establecida (establecida como fruto de una madura racionalización, no como resultado
de un convenio arbitrario entre los hombres), será moralmente buena; si no armoniza, será mala,
proporcionalmente al grado de desarmonización.

De esto se colige que la Ética es -debe serlo - una estructura normativa. Y quien así no pensare
quedará a merced de las opiniones y de la veleidad de los juicios ajenos en lo concerniente a su
vida moral; y quien levantare como bandera del obrar de la conciencia su propio gusto, su libre
voluntad, o en fin, la negación de toda norma de moralidad, no hará otra cosa que afirmar una
norma de moralidad.

Pero la Ética es también un contenido de valores. No es una estructura vacía, de normas ciegas,
despóticas, frías, a las que hay que sujetarse porque sí, como si hubiera que obedecer al
imperativo categórico kantiano "El deber por el deber" La norma orienta, evita desvíos, allana el
camino, endereza, da tranquilidad en el obrar cuando el sujeto consciente procede con buena
voluntad. Lo cual supone que existen valores morales que satisfacen el sentido del acto humano
que se realiza; que hay bienes que perfeccionan a la naturaleza humana mediante el ejercicio de
los actos virtuosos; que hay fines a los que apunta como flecha todo agente intelectual qué está
convencido de que toda su vida terrena, desde el primer instante de la concepción hasta el último
aliento, tiene una meta a la que debe llegar voluntariamente, libremente, como corresponde a un
ser que es movido, pero no forzado.

La Ética de fines, la Ética de, bienes y la Ética de valores representan tres enfoques distintos de la
moderna Filosofía Moral, pero no necesariamente tres planteos diversos; porque el fin es siempre
un bien que se valora. En cambio, no hay manera de eludir el planteo de la regla moral, de la
norma que debe regir la conducta del hombre. Como dice Leclercq:

"La cuestión de si existe un problema moral, es decir, si existe uta regla moral independiente del
hombre, a la que éste debe someterse y que debe buscar para sometérsele, es lógicamente la
primera cuestión que se plantea al filósofo cuando aborda la filosofía de la acción. En efecto: como
el análisis descriptivo revela un hecho moral con carácter de imperativo, parece que el espíritu
debe inmediatamente preguntarse qué vale esta experiencia y si responde a una realidad. Sin
embargo, esta cuestión no aparece cronológicamente hasta bastante tarde, pues los espíritus
sencillos no se la plantean. Para el espíritu sencillo la existencia de la moral es una evidencia:
podrá discutir su contenido y sus principios, pero no duda de que exista una."

DEONTOLOGIA O ETICA PROFESIONAL. OBJETO DE LA ETICA: EL ACTO HUMANO


La Ética da normas para regular la conducta humana en general, cualquiera sea el estado, la edad,
la profesión o el oficio del hombre.

Podemos hablar entonces de una Ética General. Pero es obvio que determinadas actividades
humanas, como son, por ejemplo, las profesiones, generan en quien las ejerce obligaciones y
derechos que no incumben a los individuos que no las ejercen. Así nació la Ética Profesional,
modernamente denominada Deontología (del participio griego deon = lo que conviene) que, según
sea la profesión a que se refiera, se llamará Deontología Jurídica, Deontología Médica, Deontología
Docente, etcétera.

La Deontología no es una Ética aparte: es la misma Ética que desciende hasta las actividades
concretas de cada profesión, especificando las aplicaciones que derivan racionalmente de los
principios generales y tratando de conciliar estos últimos con las reglamentaciones que el Derecho
Positivo suele imponer en cada país y para el ejercicio válido de cada profesión.

El objeto material de la Ética son los actos humanos, que no son todos los actos que realiza el
hombre. Los actos del hombre son todos los actos que el hombre hace, conscientemente,
subcons-cientemente, inconscientemente, voluntariamente, involuntariamente, con uso de razón
o sin él, por ejemplo: mover los pies cuando se está dormido, responder a una pregunta que
formula el profesor, caminar, beber un vaso de agua, analizar el contenido de un discurso, hacer
un plan de clase, cometer un lapsus al hablar, al escribir o al leer, etc. Los actos humanos son una
especie de los anteriores. Son únicamente aquellos actos del hombre que se hacen
conscientemente, libremente; con uso de razón. Escribir yo estas líneas y leerlas el alumno son dos
actos humanos.

El objeto formal de la Ética es la relación que los actos humanos, en cuanto tales, tienen con la
norma ideal de la conducta humana, de Modo que puedan ser calificados como buenos o como
malos. La Psicología y la Sociología también estudian los actos humanos (aunque no
exclusivamente), pero en cuanto a su génesis o lo en cuanto son un hecho que influye en la
dinámica de una sociedad, = respectivamente Así, por ejemplo, la drogadicción es considerada
como un hábito por la Psicología, como un fenómeno que es índice de profundas alteraciones
sociales por la Sociología, y como una conducta que se encuadra en la problemática moral por la
Ética.

"En la medida en que los actos humanos son considerados como el sujeto o materia de la
moralidad, la ética los estudia de tanto, de aquella en que lo hace la psicología. Esta se ocupa sólo
de la facticidad de los mismos, mientras que la ética los examina como algo susceptible de una
recta ordenación moral. Pero ello no significa que la ética pueda constituirse de un modo
enteramente independiente del saber psicológico. Los actos morales son actos voluntarios, y la
filosofía moral toma a la psicología la determinación del carácter voluntario de los mismos y todas
las precisiones que ello lleva consigo."

El acto humano, para que sea tal, debe cumplir las siguientes condiciones:

1) Uso de razón, que no se da ni en todas las edades del hombre (no en los bebés y niños muy
pequeños), ni en todos los momentos de la vida del adulto (no cuando se está dormido,
anestesiado, drogado o plenamente embriagado).
2) Libertad psicológica (distinta de la legal y de la física) que acompaña casi siempre -no siempre--
al uso de razón.

3) Conciencia psicológica, es decir, advertencia de que se está haciendo algo y, además, de que es
bueno o malo lo que se está haciendo.

La ausencia de una sola de estas condiciones basta para que no haya acto humano sino sólo acto
del hombre. No es suficiente la inteligencia: se necesita el uso de ella para que haya acto humano.
No hay niños pequeños malos o buenos, como no hay tampoco tigres O leones malos. La maldad
moral, la malicia, supone una inteligencia que actúa en el momento de realizarse el acto.

La libertad psicológica, o libre albedrío, o libertad de la voluntad no debe confundirse con la legal
ni con la física. En los tres casos hay ausencia de limitación. Pero mie as en la libertad legal. las
limitaciones ausentes son las leyes en sentido amplio, es decir, las prescripciones y prohibiciones
que proceden de un superior, y en la libertad física lo son los vínculos físicos de cualquier género
(ataduras, cadenas, muros de la prisión, etc.), en la libertad psicológica los vínculos ausentes son
las tendencias interiores "que fuerzan (o forzarían) al sujeto a realizar determinadas acciones, o
que le impedirían realizar otras".

El estado consciente del sujeto es un darse cuenta de lo que se está haciendo; puede ser pleno
(foco de conciencia), lo cual lleva consigo la máxima responsabilidad del acto, o limitado (margen
de conciencia), lo cual reduce proporcionalmente la responsabilidad. Ni los actos inconscientes, ni
los subconscientes del individuo afectan su comportamiento ético, por maravillosos o desastrosos
que sean lo efectos físicos de esos actos.

Sin embargo, debemos hacer una advertencia al no haber libertad psicológica ni conciencia de lo
que se hace, no hay tampoco responsabilidad moral directa; pero puede haberla indirecta (o
antecedente) que es la que se le imputa al sujeto que libre y conscientemente se colocó en un
estado inconsciente y carente de libertad, sabiendo o previendo qué clase de actos haría o podría
hacer en este último estado. Es el caso del que se droga o se embriaga antes de cometer una
acción moralmente mala, o el del que se entrega a la bebida sin hacer caso de los actos a que lo
podrá arrastrar el estado de embriaguez.

La voluntariedad de los actos humanos con la libertad que les es propia, es la fuente de la
moralidad. El hombre es bueno o malo por su voluntad, no por su alto o bajo cociente intelectual.
Y si no fuera libre en el ejercicio de su voluntad, si no pudiera no querer lo que realmente quiere,
si necesariamente quisiera lo que de hecho quiere, entonces su comportamiento no pertenecería
a lo ético: no sería ni bueno ni malo en su obrar. Sus actos tendrían, como con-secuencia, efectos
físicamente malos o buenos, para sí o para otros; pero no se lo podría censurar ni alabar por lo que
hubiese hecho.

El determinismo en todas sus formas (biológico, psicosocial, psicológico y teológico) es


incompatible con la moralidad de la conducta humana: si ésta existe y tiene sólidas raíces
filosóficas, aquél representa una teoría falsa; pero si el determinismo es verdadero, entonces la
moralidad es un mito, y los mismos deterministas tendrían que abstenerse de condenar al asesino
o de alabar al virtuoso.
Ni en la administración de la justicia humana habría sentencias dictadas por los jueces: no habría
ni condenas ni absoluciones porque no habría delitos ni actos meritorios, porque (en la hipótesis
determinista) tanto los unos como los otros habrían sido realizados sin libertad.

Una consideración especial merece el "determinismo psíquico" de Freud, para quien los
fenómenos psíquicos, al igual que los físicos, están determinados por las causas que los producen;
es decir, que tales fenómenos, como efectos necesarios de causas también necesarias, nos llevan
al descubrimiento de éstas: un símbolo onírico significa una determinada situación conflictiva, un
"lapsus" es un efecto y un síntoma de determinadas causas. No dudamos del mérito a que se ha
hecho acreedor Freud por haber llamado la atención sobre los mecanismos inconscientes y
subconscientes de la psiquis humana, sobre la gravitación que tienen en la creación artística, en la
compleja trama de los sentimientos y de las emociones, en los estados neuróticos y en las
periódicas crisis fisiológicas y psicológicas que jalonan las etapas de la existencia humana. Pero lo
importante, lo que realza al ser racional, lo que lo sitúa por encima del fondo instintivo es su
comportamiento libre. Es peligroso endiosar lo inconsciente; porque si el "animal ético" que es el
hombre ha sido "endiosado" de algún modo hecho a imagen y semejanza de Dios-- lo ha sido en
razón del privilegio de la libertad que caracteriza a la naturaleza humana. Esta es libre,
grandiosamente libre, con todo lo hermoso y lo trágico a que puede conducir el uso de la libertad.

El acto humano puede ser voluntario de diversos modos:

1) Acto voluntario ilícito y acto voluntario imperado: El primero procede inmediatamente de la


voluntad; es la decisión, acto puramente interno, que puede no manifestarse ante los ojos de los
demás y que no será conocido de los demás si el sujeto no lo da a conocer de algún modo:
queriendo o sin querer, advirtiéndolo o sin darse cuenta de ello. El segundo, el acto imperado, es
el ordenado por la voluntad, pero se ejerce por medio de otras facultades psíquicas o por medio
de los miembros del cuerpo, por ejemplo: pensar, caminar, dibujar, beber, imaginar, conducir un
auto-móvil, etc. El acto imperado depende mediatamente de la voluntad.

2) Acto voluntario directo y acto voluntario indirecto: El primero es querido por sí mismo; el
segundo es querido sólo como efecto previsto de un acto directamente querido, por ejemplo: un
bombero que en un incendio entra valientemente por una ventana en llamas quiere directamente
salvar a. un niño del fuego, y quiere también; pero indirectamente exponerse al peligro de muerte.
El hombre es responsable del acto voluntario directo; del acto voluntario indirecto solo es
responsable cuando tiene posibilidad 'y obligación de impedirlo.

3) Acto voluntario actual, voluntario virtual y voluntario habitual: es actual cuando es querido por
la voluntad en el momento en que se lo realiza; es virtual cuando depende de un acto de la
voluntad realizado antes, y que todavía influye de algún modo en el obrar del sujeto; es habitual
cuando depende de una decisión anterior que orienta toda una manera habitual de proceder. Un
acto voluntario actuales la decisión de ir a Bariloche en las vacaciones de julio con todos los
compañeros del curso; un acto voluntario virtual es el acto de p al pasaje en la boletería de la
estación, el de preparar la valija para el viaje, el de levantarse a las seis de la mañana el día de la
partida, etc.; un acto voluntario habitual es el de levantarse todos los días hábiles a las siete de la
mañana para ir a la escuela o al trabajo.

FIN O INTENCION Y CIRCUNSTANCIAS EN EL ACTO

HUMANO. EL FIN Y LOS MEDIOS. LA LEY DEL DOBLE EFECTO

lodo agente obra por un fin. Este principio metafísico orienta toda la actividad del universo, desde
el movimiento insignificante de cualquier microbio que cumple sus funciones en el interior de un
organismo animal, hasta los gigantescos y velocísimos desplazamientos de los astros de todas las
galaxias del universo. Es un principio que se cumple en los impulsos instintivos del animal, aunque
éste no conoce el fin perseguido como tal, y que se cumple de un modo superior en el hombre, ya
que el conoce el fin a que apunta como tal: sabe que persigue un fin, sabe para qué lo persigue,
sabe. que determinadas acciones son los medios que utiliza para llegar a ese fin. Resulta así muy
claro que todo agente intelectual obra por un fin de un modo mucho más complejo que el que se
observa en los animales irracionales: obra con conciencia de lo que hace y con conciencia de que
es libre en la persecución de ese fin y en el empleo de los medios que utiliza. En otras palabras:
cuando el agente intelectual obra por un fin -aunque no llegue a conseguirlo nunca-está haciendo
un acto humano.

¿Podemos afirmar que todo acto humano está ordenado a un fin? Sin duda, podemos y debemos
afirmarlo. Y si el agente obtiene el fin apetecido nadie puede atribuir éste a un hecho azaroso,
puesto; que el fin, intentado excluye la casualidad. El fin o la intención buena con-que se realiza un
acto excusa al agente de los errores o torpezas cometidas; perdonamos a un compañero las
palabras ofensivas que nos ha, dicho cuando él nos manifiesta sinceramente que las dijo con la
mejor intención, sin ánimo de ofendernos.

Pero la buena intención no es el único elemento, aunque sí es el principal, de los tres que integran
la conducta humana. Para que ésta sea moralmente buena, íntegramente buena, deben serio: el
objeto (que es la acción en sí), la intención (o fin) y las circunstancias.

Si la acción no es en sí misma moralmente buena (robar no lo es, asesinar - no lo es, calumniar no


lo es), aunque la intención y las circunstancias lo sean, el acto humano no lo será en su integridad,
por lo menos objetivamente (tal vez sí subjetivamente, como lo explicaremos al referirnos a la
norma subjetiva de la moralidad). Si la acción es en sí buena (hacer una donación de 50 millones
de pesos al Hospital de Niños) con la sola intención -no manifestada, por supuesto de humillar a
otra persona que ha donado 20 millones à la misma institución, el acto humano no será bueno.
Por último, si la acción y la intención son moralmente buenas (dar un buen consejo a un amigo con
el fin de apartarlo del vicio de la embriaguez), pero la persona da el buen consejo en forma pública
y notoria, durante una brillante reunión social, avergonzando así a su amigo y tal vez
desprestigiándolo, el acto humano es en su total integridad malo, porque son malas (por su
imprudencia) las circunstancias en que se realiza.

En suma: la integridad del acto humano bueno implica:

a) ACCION BUENA EN SI MISMA.


b) INTENCION BUENA.

c) CIRCUNSTANCIAS BUENAS.

Esta integridad metafísica del acto humano nos lleva a sostener sin titubeos que es falso el
principio tan divulgado "El fin justifica los medios". Si son muchos pensadores los que lo defienden
teóricamente con falaces argumentaciones, son muchísimos más aún los pensadores y no
pensadores que avalan con ese principio procedimientos a todas luces inmorales.

Es verdad, como decía Aristóteles, que el fin es el que en última instancia especifica el acto
humano, porque, reiterando lo que dijimos en líneas anteriores, "todo agente intelectual obra por
un fin". Pero esto se ha de entender siempre con la condición "sine qua non" de que los medios
que se empleen sean en sí moralmente buenos. En caso contrario el acto humano es moralmente
malo; y en lugar de ser el fin el que justifica los medios, son éstos -precisamente porque son
malos- los que hacen malo el fin. La afirmación de que "el fin justifica los medios" es
psicológicamente halagadora, casi fascinante: se piensa y se proclama a todos los vientos que un
fin noble, sublime, religioso purifica cualquier acción que se haga para llegar a ese fin, por mala y
deshonesta que sea en sí misma. En el mundo de los negocios y en el de la competencia política
nacional e internacional, en los procedimientos de investigación policial y en los servicios de
inteligencia de los Estados modernos, todo está permitido: el robo, la violación del secreto
profesional, la tortura física y la psicológica, la desintegración de la conciencia por medio de
tratamientos químicos, el asesinato, la calumnia, las denuncias criminales, si es que de ese modo y
sólo de ese modo se logra el fin apetecido; y muchas veces nada más que porque de ese modo se
obtiene el fin con más facilidad, rapidez y seguridad.

Nicolás Maquiavelo (1469-1527) sembró esta peligrosa. doctrina, aplicándola sobre todo a la
ciencia política y al arte de gobernar, en sus obras. ** Príncipe" y "Discursos sobre la primera
década de Tito Livio", donde no tiene empacho en subordinar la moral y la religión a la política y
todos los derechos individuales al Dios-Estado. "Es, pues, necesario --aconseja al Príncipe-- que un
Príncipe que desea mantenerse aprenda a poder no ser bueno, y a servirse o no servirse de esta
facultad, según que las circunstancias lo exijan"

¿Por qué sostenemos que el fin no justifica los medios? Porque una acción, mala en sí misma, no
cambia su propia naturaleza por el hecho de que se la elija como medio para obtener un fin
bueno. Cuesta entender esta simple afirmación cuando están en juego los propios intereses, las
pasiones que ciegan la reflexión sensata; pero en frio nadie niega que es deshonesto matar a una
persona para salvar a otra, robar en una tienda para hacer un obsequio a la propia madre en el día
de su cumpleaños, cometer un adulterio para evitar que otra persona se suicide, asesinar a un
candidato político para evitar que, una vez triunfante en los comicios, provoque con sus actos el
malestar de la república. Hace muy al caso el antiguo aforismo: "No se deben hacer cosas malas
para que resulten cosas buenas"

Los actos malos que se llevan a cabo para conseguir un fin noble vician el acto humano total. No
importa, ni mucho ni poco, que el efecto material obtenido sea bueno y reporte beneficios a otras
personas: obraría moralmente mal quien perpetrara un audaz asalto en una entidad bancaria con
el único fin de proporcionar artículos sanitarios a todos los hospitales municipales del país. Ni
siquiera cuando se trata de un fin tal alto y sublime, como lo es Dios para un creyente, puede
admitirse que el fin justifica los medios.

Entonces ¿el fin nunca modifica los medios en la valoración moral? Si el fin es malo, entonces, por
la misma razón, todo el acto humano es malo, de modo que los medios empleados para lograr un
fin malo, aunque considerados en sí mismos sean buenos, carecen de positivo valor moral: son
acciones moralmente buenas, viciadas por la mala intención. Si el fin es bueno y los medios son
también buenos, cabe algunas veces una modificación: la superioridad moral del fin eleva la
moralidad de los medios, independientemente del valor moral que posee en sí todo el acto
humano. Por ejemplo: si Gustavo trabaja durante una semana para comprarse una colección
literaria que le interesa mucho, o una docena de discos de su preferencia, el medio empleado (el
trabajo) tiene un determinado valor moral positivo; pero si ese mismo medio lo emplea para
solucionar una grave situación económica de un amigo, o para colaborar con otros compañeros en
el envío de una gran remesa de vitamina "C" a los niños mapuches de las escuelas del Sur,
entonces el valor moral del medio empleado es superior: ha sido elevado por el fin, que en este
segundo caso es más noble que en el primero. En síntesis:

EL FIN NO JUSTIFICA LOS MEDIOS INJUSTOS, PERO HACE MAS JUSTOS LOS MEDIOS QUE YA SON
JUSTOS

En virtud de la intrínseca dependencia que tienen los medios respecto del fin apetecido por la
voluntad libre del hombre, el grupo binario medios-fin debe estar revestido de la bondad moral en
cada uno de los dos componentes. Disociar éstos con una especie de restricción o abstracción
mental es ficción arbitraria, totalmente antipsicológica: "quiero los medios buenos que empleo,
pero no quiero el fin a que ellos me conducen", "no quiero los medios malos que empleo, sino tan
sólo el fin bueno que persigo", son dos posturas de la voluntad que nadie puede sostener
seriamente. Se trata de una disociación que rompería toda la reciedumbre del acto moralmente
bueno. Por este motivo es dificultosa al hombre muchas veces la conducta buena. Existe una
terrible tentación de autojustificarse haciendo notar la fidelidad a uno solo de los dos
componentes del grupo binario. Si se cae en esa tentación se pueden cometer las acciones más
abominables bajo la apariencia de 'bien, como lo comprobamos en algunos episodios
internacionales contemporáneos.

La Ética plantea una situación parecida a la que acabamos de comentar. Supongamos que, de una
acción, buena en sí, se siguen simultáneamente dos efectos, uno moralmente bueno y el otro-
moralmente malo. ¿Es moralmente bueno realizar esa acción? Adviértase que hemos subrayado el
adverbio simultáneamente; porque si las efectos de la acción se siguieran sucesivamente, uno
después del otro, estaríamos en un planteo distinto el primero de los efectos tendría la función de
medio re recto del otro, , que desempeñaría el rol de fin; y tendríamos entonces, o un medio malo
y un fin bueno (esquema ya descartado por inmoral), o un medio bueno y un fin malo (esquema
también descartado por inmoral).

Volviendo, pues, a la situación planteada, contestamos afirmativamente, es decir, que quien


realiza esa acción obra moralmente bien si y solo si se cumplen las siguientes tres condiciones

1) Que el agente, aunque conoce que seguramente o probable mente se seguirá el efecto malo,
intente obtener sólo el bueno.
2) Que la obtención del efecto bueno constituya un asunto de suma gravedad, es decir, ame sea
gravemente necesaria su obtención.

3) Que no haya otro medio (acción) en el estado actual del progreso científico y técnico, para
obtener el efecto bueno.

Esta es la denominada REGLA DEL DOBLE EFECTO, que tiene frecuente aplicación en el campo de
la medicina quirúrgica. Un médico decide intervenir a una madre embarazada para extirparle un
tumor grave que es letal para ella: sabe que con seguridad o con mucha probabilidad morirá
simultáneamente el fruto del embarazo y se salvará la vida de la madre. Si se verifican las tres
condiciones antedichas, el cirujano y los responsables que autorizan la intervención proceden
moralmente bien.

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