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Psicología de los Regímenes Políticos 63

El sujeto de la Democracia

“Lo que más confusión provoca en el espíritu es el uso que


se hace de estas palabras: democracia, instituciones democrá-
ticas, gobierno democrático. Mientras no se las defina clara-
mente y no se llegue a un entendimiento sobre su definición, se
vivirá en una confusión de ideas inextricable, con gran ventaja
para los demagogos y los déspotas”. Alexis de Tocqueville, El
Antiguo Régimen y la Revolución II. p. 100.

D urante el siglo XX en Europa, después de la II Guerra Mun-


dial, encontramos una generalización y relativa estabilidad
del régimen democrático.
Desde una perspectiva histórica, en los países donde se verificó
tempranamente la importancia del mercado –por ejemplo Inglate-
rra, Países bajos, luego los Estados Unidos–, también lo hizo el flore-
cimiento de las instituciones republicanas. Ambas, el mercado y el
sistema republicano, han hecho lugar a la democracia y servido de
garantía para la vigencia de ese régimen político.
Desde hace décadas los principales partidos políticos –inclu-
so los denominados de izquierda, por caso el Partido Socialista,
que han llegado al gobierno en importantes países de Europa–,
han dejado de cuestionar la propiedad privada mercantil como
institución crucial del encuadre histórico contemporáneo. Con ello
han descartado procesos revolucionarios y en cambio aceptado
la democracia representativa como metodología política para lo-
grar cambios sociales.1
No obstante en varias partes del mundo ese régimen aún no se
ha consolidado o bien no existe.2

1. El fenómeno conocido como ‘eurocomunismo’ consolidado a mediados de


los 70 –pero insinuado a fines de los 60–, cuyo centro fueron el Partido Comu-
nista Italiano y el Partido Comunista Francés, adoptaron la vía parlamenta-
rista en lugar de la Revolución y la Dictadura del Proletariado consagradas en
la Tercera Internacional Comunista como camino a una sociedad socialista.
2. Uno de los registros del progreso del régimen democrático puede verse en:
Freedom House (1999). Democracy’s century. A survey of global political
change in the 20th century. Nueva York: Freedom House.
64 Narciso Benbenaste

Relevancia de su Estudio

Bajo la denominación de democracia hay llamativas variacio-


nes en el ejercicio de Gobierno, en consonancia a la calidad de las
Instituciones y al perfil psicológico de la población en su comporta-
miento como sujeto público.
Visto este escenario caben al menos un par de preguntas:

-¿Basta el régimen electoral para hablar de democracia?


-¿Las poblaciones se hallan preparadas para ser sujeto de un régi-
men democrático?

Estos puntos, creemos, son especificaciones del interrogan-


te que ya planteara Alexis de Tocqueville y que figura en el epí-
grafe de este capítulo.
En estrecha vinculación con los interrogantes anteriores y con-
siderando la actualidad del mapa geopolítico, ¿es aceptable decir
que el Populismo, o incluso el Fundamentalismo, es un régimen com-
patible con el ejercicio de la Democracia?
Por último ¿es un régimen virtuoso la democracia? ¿Cuál
es su sentido?
Comenzaremos por este último de los interrogantes pues
es la brújula conceptual desde donde orientar el análisis de to-
dos los restantes:

1. El sentido histórico de la democracia

Si se observa la evolución política en la historia se desprende


que el sentido primordial de la democracia ha sido y es relativizar el
Poder.3 En el siglo XVIII comienza de una manera marcada –prece-
dida por la Revolución Inglesa de 1688– el acotamiento de las mo-
narquías absolutas y luego, a través de distintos hitos, se concreta
una transferencia de la soberanía hacia el concepto de ciudadano.4

3. El dictum de Lord Acton (1834.1902) “Power tends to corrupt, and absolute


power corrupts absolutely” es gráfico acerca de la bondad de relativizar el Poder.
4. La “Gloriosa Revolución” de 1688 puso fin en Inglaterra a la monarquía del
derecho divino creando posibilidades para la vida republicana. En rigor ya
obraba el antecedente de la Carta Magna de 1215 donde a través de 63 artí-
culos Juan sin Tierra limitaba su Poder absoluto asegurando Derechos y
Garantías a la Aristocracia, Comerciantes, Artesanos y la Iglesia. El peligro
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La democracia emerge con la modernidad y más nítidamente


con la sociedad contemporánea. La experiencia de la Atenas clási-
ca, que duró desde la Reforma de Clístenes 510 a.c. hasta el 322 a.c.
cuando advino la presencia macedónica, buena parte de la pobla-
ción no tenía derecho al voto.5 Durante la Edad Media la democra-
cia no tuvo lugar y más interesante como lección, es demostrar por-
que no había condiciones objetivas ni subjetivas para ese régimen.
Durante la Edad Media la tierra fue el principal factor de pro-
ducción, un bien que el hombre encontraba pero que no producía.
Por tanto, y sobretodo con la ausencia de tecnología para extender
su uso más allá de la fertilidad natural, la tierra aparecía como un
bien susceptible de ser monopolizado en muy pocas manos. Los se-
ñores feudales en Europa occidental, y con distintos nombres según
las regiones y épocas, han sido los grandes tenedores de la tierra.6
Esa monopolización de la tierra se hallaba sostenido en un es-
quema productivo basado en instrumentos artesanales que sólo
permitía renovar lo que se había consumido (“reproducción simple”
en términos de Marx) lo que se correspondía con una población en
su mayoría analfabeta y, desde el ángulo epistemológico, una visión
escolástica del conocimiento.7

de la concentración del Poder y la necesidad de su control institucional,


es aún más destacado en la Declaración de Derechos de Virginia de 1776
que servirá de documento liminar para la Constitución de los
EstadosUnidos de Norteamérica.
5. Al respecto en su Política dice Aristóteles: “...en la ciudad con mejor orga-
nización política y provista de hombres justos en un sentido absoluto y no
relativo al fundamento básico del régimen, los ciudadanos no deben llevar
una forma de vida propia de obreros ni comerciantes (pues esa forma de
vida es innoble y contraria a la virtud); ni tampoco ser campesinos los que
vayan a habitarla (pues se necesita tiempo libre para el nacimiento de la
virtud y para las actividades políticas)”. Alianza editorial, p. 263.
6. En el Japón, por ejemplo, el régimen feudal los daimyo y el yogunato llega
hasta avanzado el siglo XIX cuando la revolución Meiji (1867) comienza un
proceso de modernización; en Turquía es ya iniciado el siglo XX cuando Kemal
Ata Turc consigue separar a la Iglesia del Estado y con ello comenzar un
proceso para introducir a Turquía en la modernidad. En la Argentina, con
sus peculiaridades, los caudillos hasta bien entrado el siglo XIX manejaban
feudalmente lo que, justamente, consideraban sus territorios y gente.
7. La creencia de que todo lo que debía conocerse ya se hallaba escrito.
Por lo tanto ante dudas o incertidumbres la cuestión radicaba en leer con
más cuidado y mejor interpretar los textos considerados referentes pri-
mordiales y definitivos.
66 Narciso Benbenaste

En esa configuración del mundo, el siervo de la gleba en su coti-


dianeidad percibía que, al cabo de un cierto período, las semillas que
había echado a la tierra brotaban produciendo frutos vitales para su
existencia. Pero ese sujeto desconocía la racionalidad del proceso que
entre el input y el output se generaba, fuera de su vista, en el interior
de la tierra. Por lo tanto aquella transformación, de consecuencias
tan decisivas para su existencia, era representada como obra de algo
sobrenatural. Lo que el siervo de la gleba no podía entender (ni en
general ninguno del medioevo) era cómo bajo la superficie se daba
un proceso de la naturaleza de consecuencias tan vitales, por lo tan-
to lo proyectaba como obra del cielo, como gracia sobrenatural.
En consonancia de esa escasez racional, tanto de medios objeti-
vos disponibles como en la actitud misma de la población, el alcance
de las representaciones religiosas regía cada uno todos los aspectos de
la vida –de ahí la expresión “integrismo cristiano”–. Ya entrando en la
Baja Edad Media, tras el cometido de rescatar Tierra Santa de manos
musulmanas Las Cruzadas (fines del siglo XI a fines del XIII), abrieron
rutas comerciales entre occidente y el acceso al contacto con otras
formas culturales.8 Los grandes viajes intercontinentales posteriores y
en general el incremento de la actividad comercial, más distintas
controversias fueron vulnerando la consistencia del orden sacro-
medieval.9 El pasaje de lo que se nombrará como teoría descen-

8. El apoyo a esos emprendimientos motivó la recaudación de donaciones


por toda Europa destacándose en esa labor la famosa Orden de los Pobres
Caballeros de Cristo (Los Templarios) fundada en 1118. Además de la custo-
dia militar de Las Cruzadas, organizó una red financiera exuberante que tras-
cendió el propósito original siendo prestamista incluso de monarcas.
9. Esto sin merma de vicisitudes específicas como la lucha entre el Papado y
los Emperadores por determinar derechos y beneficios de los feudos ecle-
siásticos que llevara a Gregorio VII a prohibir en 1073 el matrimonio de sa-
cerdotes para evitar que la sucesión en aquella clase de feudos cayera en
manos ajenas a la Iglesia. Otro conflicto esta vez acaecido en el seno mismo
de la Iglesia Cristiana fue la famosa ‘querella de los universales’ entre Realis-
tas (Neoplatónicos) y Nominalistas (antecedente del Empirismo del Siglo
XVII y XVIII y del Empirismo Lógico del siglo XX). Sin merma de su especi-
ficidad, ambos acontecimientos, así como la Reforma iniciada por Lutero en
1517 y consiguientes guerras religiosas de ese siglo, tienen como contexto el
avance del mercado y de nuevos descubrimientos geográficos, desarrollos y
usos de técnicas para la navegación y armas. Para una visión sobre la evolu-
ción de lo Público en particular sobre la relativización del Poder en la Edad
Media puede verse: Ullmann, W. (1983), Historia del Pensamiento político en
la Edad Media, Editorial Ariel, Barcelona.
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dente del Poder a la teoría ascendente del Poder tuvo como pun-
to clave la gradual desacralización de la Monarquía y con ello de
la organización vertical y fijista de la sociedad (Ullman, 1983). Sin
embargo será con la revolución industrial de fines del siglo XVIII
cuando la Edad Media definitivamente dará paso a un nuevo sis-
tema social con actores y relaciones cualitativamente diferentes.
El núcleo de lo que se conoce como Revolución Industrial fue la
máquina desplazando a la tierra como principal factor de produc-
ción. Con la máquina, ahora sí, se podía percibir no sólo los esta-
dos inicial y final sino controlar los distintos pasos de la transfor-
mación de la materia prima.10 Ello fue un factor indispensable para
promover un sujeto con actitud hacia lo racional –para buscar,
entender y prever– en lugar de la mera esperanza (en lo sobrena-
tural). 11 Además, dado que el hombre producía a la misma má-
quina también podía reproducirla “n” veces, lo que fortaleció su
imagen como hacedor de las condiciones de su propia vida.12 Este
papel de la racionalidad promovida por la ampliación de los inter-
cambios comerciales y luego el advenimiento de la máquina, so-
cavó la hegemonía psicosocial de la religión. La razón para enten-
der y efectivizar procesos productivos y la posibilidad de experi-
mentar los placeres mundanos por acceso a mercancías venidas
de distante latitudes, fueron factores cruciales en la ampliación
del registro de lo diferente comenzando a resquebrajar el corset
mental del Integrismo Cristiano. 13 Esta confianza en la razón y
capacidad de disfrute de lo sensorio-sensual en lugar de sentirlo

10. En la teoría psicogenética de Jean Piaget el sólo registro de los estados,


configuraciones (lo estático), es propio del período pre-operatorio mientras
que el siguiente, denominado de las operaciones concretas, comienza cuan-
do el niño/a es capaz de captar las transformaciones.
11. La esperanza es una representación que tiene la tilde de una espera, cen-
trado en lo que no depende de la voluntad.
12. Explicar un cierto fenómeno es poder generalizar los factores y pasos de
su proceso de producción.
13. “La burguesía ha desempeñado, en el transcurso de la historia, un papel
verdaderamente revolucionario. Dondequiera que se instauró echó por tie-
rra todas las instituciones feudales, patriarcales e idílicas. Desgarró impla-
cablemente los abigarrados lazos feudales que unían al hombre con sus su-
periores naturales y no dejo en pié más vínculo que el del interés escueto, el
del dinero contante y sonante, que no tiene entrañas. Echó por encima del
68 Narciso Benbenaste

pecaminoso, significará una disminución relativa de la creencia


trascendentalista como organizador psíquico, facilitando enton-
ces la tolerancia hacia otras creencias.14
Pero a la par de ese debilitamiento del papel hegemónico de
la religión hubo un correlato político. La gobernabilidad en lugar
de ser sólo potestad del monarca o de unos pocos nobles, pasará
a ser cuestión concerniente a muchos, propietarios de máquinas
y comerciantes en general.15
De los propietarios importantes, el derecho electoral irá avan-
zando hasta alcanzar a todos los hombres y entrado el siglo XX tam-
bién a las mujeres. Paralelamente las monarquías absolutistas van
desapareciendo o se convierten en monarquías constitucionales o
más relativizadas aún, parlamentarias. En suma, el sentido históri-
co primordial de la democracia, ha sido el de superar la forma abso-
lutista de gobierno, esto es relativizar el Poder entre las distintas
instancias del gobierno y que la soberanía se fuera ampliando hasta
alcanzar al conjunto de la sociedad.
Un segundo sentido histórico, sobreimpreso al primero, es el de
constituirse en un mecanismo para mediatizar los conflictos entre
los diferentes sectores de la sociedad. Hay que subrayar que la de-
mocracia no es per se un mecanismo para el desarrollo sino para
mediatizar conflictos. Por el contrario, como veremos en el punto 4,
su existencia y mantenimiento supone el desarrollo del mercado.
Desde una perspectiva histórico-psicológica puede decirse que el

santo temor de Dios, de la devoción mística y piadosa”. Marx & Engels (1998),
Manifiesto Comunista. Madrid: Alba. p. 54.
14. Desde la modernidad la religión ya no es pauta obligatoria sino una op-
ción. Uno de los primeros antecedentes de tolerancia religiosa fue el Edicto
de Nantes promulgado en 1598 por Enrique IV de Francia (antes Rey de Na-
varra), aún cuando fue parcialmente abrogado por el cardenal Richelieu en
1628 y completamente revocado por Luis XIV en 1685. Otro antecedente fue
la paz de Westfalia (1648) que permitía la emigración de quienes profesaban
religión diferente a la imperante en el Principado donde se vivía. La Carta de
la Tolerancia escrita por John Locke en 1689 es un verdadero manifiesto que
tiene como leitmotiv la tolerancia religiosa y constituyó un sello que perdu-
raría como característica del pensamiento Liberal.
15. Esta es una lección generalizable. No solamente en la Edad Media con el
factor tierra sino que, en cada momento histórico cuando los principales fac-
tores de riqueza pueden ser manejables por pocas manos, entonces, son en-
debles las condiciones para la democracia republicana.
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desarrollo económico, así como la democracia sostenida en institu-


ciones republicanas, emergen y persisten en sociedades donde el
desarrollo individual es sentido un valor positivo.16

2. La paradoja de la Democracia

El mecanismo electoral puede ser utilizado al servicio de legiti-


mar formas más o menos absolutistas de gobierno, negando los dos
sentidos primordiales de la democracia. Esta posibilidad cierta es
dable porque la democracia no está garantizada en el Derecho Na-
tural, esto es en un fundamento considerado trascendentalista. Por
el contrario, en la sociedad contemporánea existe el Derecho Positi-
vo, leyes decididas y revocables por los hombres. Cuando se entien-
de que la regla de la mayoría –quien obtiene la mayoría gobierna– es
condición suficiente para definirla como régimen político, puede arri-
barse a un efecto paradojal: que se vote la caducidad misma de la
democracia. O, sin llegar a ese extremo, que por mayoría se decida
acotar las libertades públicas o menoscabar la independencia de los
tres Poderes o conculcar derechos individuales. De todo esto ha
habido y hay sobrados ejemplos.
Para disminuir el riesgo de esa paradoja la regla de la mayo-
ría debe acompañarse de otros requisitos. Dos de los cuales, mí-
nimos, son la vigencia de libertades públicas y que existan ver-
daderas alternativas electorales.
Uno de quienes han comentado la importancia de estos dos re-
quisitos ha sido Norberto Bobbio:
“Por lo demás, también para una definición mínima de de-
mocracia, como es la que adopto, no basta ni la atribución del
derecho de participar directa o indirectamente en la toma de
decisiones colectivas […] es indispensable que aquellos que
están llamados a decidir o a elegir a quienes deberán decidir,
se planteen alternativas reales y estén en condiciones de selec-
cionar entre una u otra. Con el objeto de que se realice esta
condición es necesario que a quienes deciden les sean garanti-
zados los llamados derechos de libertad de opinión, de expre-
sión de la propia opinión, de reunión, etc., los derechos con base
a los cuales nación el Estado liberal y se construyó la doctrina
del Estado de derecho en sentido fuerte, es decir, […] que lo

16. Por oposición a sociedades donde la iniciativa y desarrollo individual es


connotado como egoísta y por tanto opuesto al interés social.
70 Narciso Benbenaste

ejerce dentro de los límites derivados del reconocimiento cons-


titucional de los llamados derechos ‘inviolables’ del individuo”
(Bobbio, 1996, p. 26).

2.1 Las Libertades Públicas

Para la eficacia política de las libertades es menester que


estas se hallen como modalidad de la vida cotidiana –lo que hace
a la sociedad poder reconocerse como organización cívica y no
militar o religiosa–.
Entonces las libertades públicas no sólo para los períodos y ob-
jetivos electorales sino todo el tiempo, es lo que permite a cada indi-
viduo vivenciar e informarse sobre diferentes facetas de la vida, in-
cluso las triviales. Experiencia esa que permite a cada uno poder
sentir que no está constreñido a comportarse como un zoon
politikon, esto es a que todas las facetas de su vida resulten deter-
minadas o en función de la política.17 Coadyuva a que cada uno pue-
da experimentar lo diverso sin que se convierta en objeto repudiado
o peligroso para la identidad de otros; esa experiencia en la vida
cotidiana hace a la formación de un sujeto que, jurídicamente, son
los derechos cívicos-individuales.18 La conciencia de disponer de una
variedad tanto de información como de vivencias en la vida cotidia-
na es uno de los factores que forma a cada uno en la convivencia
pluralista de personalidades. La pluralidad como rasgo de la política

17. Citamos uno de los párrafos que muestra que el sentido dado por Aristó-
teles a la expresión zoon politikon (animal político) es el de un ser social:
“Por lo tanto, está claro que la ciudad es una de las cosas naturales y que el
hombre es, por naturaleza, un animal cívico. Y el enemigo de la sociedad
ciudadana es, por naturaleza, y no por casualidad, o bien un ser inferior o
más que un hombre. [...] Al mismo tiempo semejante individuo es, por natu-
raleza, un apasionado de la guerra, como una pieza suelta en el juego de
damas. La razón de que el hombre sea un ser social, más que cualquier abeja
y que cualquier otro animal gregario, es clara. [...] Sólo el hombre, entre los
animales, posee la palabra». La Política, p. 43.
18. Se los lee en la Declaración universal de los Derechos Humanos promul-
gado por las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948, cuyo Preámbulo
comienza “Considerando que la libertad, la justicia y la paz en el mundo
tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los dere-
chos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana”.
Esta Declaración tiene en el pensamiento de John Locke (1632 - 1704) a uno
de los antecedentes más conspicuos.
Psicología de los Regímenes Políticos 71

se halla entonces fertilizada cuando cada uno interioriza la convi-


vencia con lo diferente como modalidad de la vida cotidiana.
Sobretodo, es en la medida que ese tipo de convivencia no es
mera tolerancia sino modalidad del crecimiento simbólico que, vis-
to desde la perspectiva política, prepara a un sujeto con sensibili-
dad republicana (con aversión a lo absolutista).
Ese pluralismo entendido como intercambios y reconocimien-
tos simbólicos con el diferente no obsta para reconocer que aún la
mera tolerancia demandó varios siglos y mucha sangre, como lo es-
bozamos más arriba, y que, en muchas regiones, aún se halla lejos
de consolidar. Justamente son las que no se han realizado como so-
ciedades con instituciones republicanas y donde el desarrollo per-
sonal es percibido disonante al interés general.

2.2. Las alternativas para elegir Gobierno

Respecto al otro requisito señalado por Bobbio, la oferta de al-


ternativas electorales con reales probabilidades de acceder al go-
bierno representa un status distinto al de las libertades públicas.
Las libertades hacen al plano de vida cívico y, como dijimos, prepa-
ran al sujeto de la democracia, las alternativas electorales pertene-
cen al mecanismo mismo de ese régimen político.
Una de sus virtudes de la existencia de reales alternativas elec-
torales es que cada candidato deba enfrentar la competencia. La
pluralidad y competencia entre candidatos es una cuestión decisiva
para la democracia, el de la posibilidad que los electores tengan en-
tre que elegir. A la vez la competencia obliga, en una u otra medida,
a que los postulantes puedan defenderse desde un nivel argumen-
tal. Pero que la racionalidad se halle presente en el sentido que los
intereses particulares por menos que sea deben argumentarse, no
significa que ello deje de teñirse de formas autoritarias de promo-
ción, de búsqueda del uso de los rasgos regresivos del público, esto
es lo principal del marketing político. Pero hay otro punto crucial.
Las propuestas de cambio y controversias entre los políticos tienen
un límite estructural, el cuestionamiento a lo que obra como encua-
dre histórico que hace posible y alberga la vigencia de la pluralidad
política y en suma la democracia representativa: la propiedad privada
mercantil. Hay una tensión. En la democracia cabe la representación
de la tesitura política que el mercado (se nombra habitualmente el
72 Narciso Benbenaste

capitalismo) debe desaparecer pero, sin embargo, ese es el límite


para negociar y arribar a acuerdos. Por lo tanto la apuesta implícita
de la democracia es que la mayoría de los sujetos deseen seguir en
ese sistema abierto que incluye las diferencias incluso los que, al
menos en las declaraciones lo niegan –lo que supone que aquella
concepción anti propiedad privada mercantil no llegue a prevale-
cer–. El mercado es un mecanismo de decisiones descentralizadas.
En consecuencia genera las condiciones objetivas y la base del suje-
to para la democracia. En el mercado la coordinación de los intere-
ses privados y sus decisiones resulta de una dinámica impersonal,
del juego de la oferta y demanda. En alguna medida ello es diferente
en la democracia, por un lado porque cada individuo no decide di-
rectamente sino que elige representantes; por otro, estos discuten
conscientemente, argumentalmente, para negociar los diferentes in-
tereses y arribar a consensos.
La sociedad de mercado es entonces el límite lógico para las
diferencias dentro de la democracia. Si se anula o socava el mer-
cado el sujeto de la experiencia de elegir y tomar decisiones sobre
los propios intereses desaparece. Queda entonces el riesgo de asis-
tir a un mecanismo de decisiones centralizadas y un sujeto que
recibe lo que debe hacer.
Pero hay que subrayar que el mercado como límite histórico
para la práctica de las decisiones políticas, del juego en la demo-
cracia, es con mucho, más amplio que lo ocurrido en sociedades
pasadas o bien de lo que es característico de los regímenes políti-
cos que son hoy vigentes y usufructúan al mercado mundial aun-
que se posicionan como sus críticos tal es el caso del régimen Po-
pulista o que lo estigmatizan como el propio del discurso Funda-
mentalista contemporáneo.19

19. La sociedad de mercado y su forma política por excelencia la democracia


permite la representación de quienes sustentan regímenes políticos que si
prevalecieran en el mundo abolirían la propia democracia e incluso la pro-
piedad privada mercantil.
Psicología de los Regímenes Políticos 73

2.3. Límite temporal al Gobierno

Otro de los requisitos para ser efectivo el sentido de la demo-


cracia y evitar su paradoja es que en la Constitución de los Estados
se halle plasmado un límite temporal para el ejercicio de Gobierno.
En tanto los Estados son republicanos la ley de leyes prevé poner
límites a la regla de la mayoría simple. En las Constituciones de esos
Estados los cambios importantes, como por ejemplo el de la propia
ley fundamental de la nación o el régimen de Gobierno, exige más
que la mera mayoría simple.20 Significa que la organización jurídica
de la sociedad tiene una jerarquía de exigencias racionales y que
ésta contiene al funcionamiento de la política. La idea de una insti-
tución sola y a corto plazo es inconsistente. Lo que hace que una
pauta se denomine institución es si tiene validez racional a mediano
plazo, o dicho de otro modo si puede regular lo que puede cambiar-
se a corto plazo. Si el régimen mismo de la organización política
estuviera sujeto a modificación radical con cada nuevo gobierno o
voto de la mayoría circunstancial la sociedad correría el riesgo de
caer en anarquía o bien provocar el acceso de una tiranía. Mientras
que las libertades públicas hacen que se experimente lo diferente
como aspecto normal de sus intercambios en la vida cotidiana y las
alternativas electorales es la traslación de esa experiencia cívica al
ejercicio de la política, el que todo Gobierno tenga un límite para
su ejercicio hace que la sociedad civil se afiance como soberana.21

20. En el caso de la Constitución argentina se requiere los dos tercios de lo


miembros del Congreso Nacional para realizar la convocatoria en donde la
reforma parcial o total será tratada (Art. 30).
21. En su Primer Tratado sobre el Gobierno Civil Locke critica la teoría del
“derecho divino de los reyes” y en el Segundo propone la restricción de las
llamadas prerrogativas del rey precisamente, tomando conciencia de la na-
turaleza humana de los monarcas. “Por tanto es evidente que la monarquía
absoluta, que para algunos hombres es considerada como el único gobierno
en el mundo, es de hecho inconsistente con la sociedad civil. Pero yo deseo
que éstos que hacen estas objeciones recuerden que los monarcas son sólo
hombres. Es como si los hombres al abandonar el estado de naturaleza, acor-
daran que todos ellos excepto uno deban estar bajo la restricción de la ley;
pero que él debería retener toda la libertad del estado de naturaleza, aumen-
tada con poder y hacerse licenciosa por impunidad. Esto es pensar que los
hombres serían tan tontos que se cuidarían de evitar los daños que le pue-
dan hacer los gatos y los zorros, pero estarían contentos y aun pensarían
que es seguro el ser devorado por leones”.
74 Narciso Benbenaste

A su turno la capacidad de la sociedad civil de ser soberana es un


factor para que el Estado no interfiera en las libertades públicas y
para algo más medular aún, asegurar los derechos individuales.22
El sentimiento de la sociedad de ser soberana significa tener con-
ciencia de que el Gobierno, incluso aunque obre para la población,
no debe actuar en lugar de ella.23
Aún cuando un gobernante realizara una muy buena gestión, si
jurídicamente puede tener un manejo ilimitado del Estado, la sobe-
ranía de la sociedad civil se debilita, es un ejemplo que tiende a me-
noscabar la calidad del comportamiento ciudadano de la población.
En cambio si cada uno sabe que tiene el resorte último para
decidir sobre su gobierno, o sea que es soberano, esa percepción
influye no sólo en la esfera política sino cultural. En los intercam-
bios de su vida cotidiana cada uno se representa al otro como ser
valioso esto es que decide sobre lo importante. Por el contrario, cuan-
do los sujetos no sienten que son políticamente válidos, o sea que
no pueden decidir sobre la cuestión de gobierno, las posibilidades
de interacciones agresivas en la vida cotidiana aumentan y, a la par,
las libertades públicas y los derechos individuales resultan frágiles.
Es en el grado de vigencia de derechos individuales, liberta-
des públicas, alternativas auténticas para elegir y acotación tem-
poral del ejercicio de gobierno, cuando lo público es vivido como
propio. Por el contrario, en la medida de la defección de esos
requisitos, el manejo del Estado se hace privado (privado en el
sentido premercantil) y cada uno experimenta sólo como propia
su vida íntima (privada).

22. Para John Locke los derechos individuales, para él derechos naturales,
eran la vida, la libertad y la propiedad. La Carta sobre la Tolerancia se la
estima el fundamento ético ineludible de la idea de república. En dicha obra
Locke dice: “los intereses civiles, yo les llamo a la vida, la libertad, la salud
y la indolencia del cuerpo y la posesión de las cosas externas”.
23. “Todo para el Pueblo pero sin el Pueblo” es un aforismo utilizado para
caracterizar al despotismo ilustrado. Carlos III en España, José I el Refor-
mador en Portugal, Federico II el Grande en Prusia, Catalina II la Grande en
Rusia son algunos exponentes de la Monarquía absoluta pero contestes con
las ideas de la Ilustración.
Psicología de los Regímenes Políticos 75

3. Las Instituciones republicanas en el funcionamiento del gobierno

La diferenciación clara entre gobierno y Estado es un rasgo re-


publicano que se apoya en los requisitos hasta aquí analizados a la
vez que, retroactivamente, coadyuva decisivamente para hacer aque-
llos más sólidos. La no identificación de Gobierno con el Estado en
general favorece las libertades públicas y en particular a que apa-
rezcan alternativas reales para que cada ciudadano pueda elegir. Esa
diferenciación entre Gobierno y Estado se concreta en tanto hay
independencia y mutuo control entre los denominados tres Pode-
res: Ejecutivo, Legislativo y Judicial.24
La independencia de la Justicia por ejemplo facilita la no impu-
nidad de los eventuales hechos corruptos de quienes conforman el
gobierno de turno. 25 En relación a la independencia del Poder

24. “En cada Estado hay tres clases de poderes: el legislativo, el ejecutivo de
las cosas pertenecientes al derecho de gentes, y el ejecutivo de las que perte-
necen al civil. Por el primero, el príncipe o el magistrado hace las leyes para
cierto tiempo o para siempre, y corrige o deroga las que están hechas. Por el
segundo, hace la paz o la guerra, envía o recibe embajadores, establece la
seguridad y previene las invasiones; y por el tercero, castiga los crímenes o
decide las contiendas de los particulares. Este último se llamará poder judi-
cial; y el otro, simplemente, poder ejecutivo del Estado (...) Cuando los pode-
res legislativo y ejecutivo se hallan reunidos en una misma persona o corpo-
ración, entonces no hay libertad, porque es de temer que el monarca o el
senado hagan leyes tiránicas para ejecutarlas del mismo modo.
Así sucede también cuando el poder judicial no está separado del poder le-
gislativo y del ejecutivo. Estando unido al primero, el imperio sobre la vida y
la libertad de los ciudadanos sería arbitrario, por ser uno mismo el juez y el
legislador y, estando unido al segundo, sería tiránico, por cuanto gozaría el
juez de la fuerza misma que un agresor.
En el Estado en que un hombre solo, o una sola corporación de próceres, o
de nobles, o del pueblo administrase los tres poderes, y tuviese la facultad de
hacer las leyes, de ejecutar las resoluciones públicas y de juzgar los crímenes
y contiendas de los particulares, todo se perdería enteramente”. Montes-
quieu (1748). El espíritu de las leyes, p. 46.
25. Un órgano republicano de suma importancia es la Auditoría General de
la Nación (AGN) que asiste técnicamente al Congreso en el control del esta-
do de las cuentas del sector público. Verifica el cumplimiento contable, legal
y de gestión por parte del Poder Ejecutivo Nacional; controla la exposición
completa, clara y veraz de las cuentas públicas y analiza la administración
de los intereses fiscales. Controla y no coadministra la cosa pública: exami-
na hechos, actos y documentos una vez finalizados los ejercicios contables
de los entes que se haya decidido audita. La dirección de la Auditoria debe
ser nombrada por la oposición. Otra institución republicana, para muchos
76 Narciso Benbenaste

Legislativo respecto a los demás Poderes es que lo argumental tie-


ne cabida como fundamento para promulgar leyes. Esta conside-
ración no significa desconocer dos puntos que se dan en la prácti-
ca parlamentaria. Uno de ellos es que en el Parlamento (Congreso
en Argentina) converge la lucha de intereses de los grandes secto-
res particulares de la sociedad. El segundo punto es que las banca-
das, esto es representantes de distintos partidos políticos llevan al
recinto del debate posturas preacordadas. Si estos dos puntos fue-
ran completamente determinantes podría hablarse que el Parla-
mento es mera formalidad de un gobierno que toma las medidas a
espalda del público, una forma de autoritarismo conocida como
cripto gobierno. Pero a favor de la necesidad de argumentar en el
Parlamento coadyuva el control que ejerce el público a través de la
prensa y de las otras instituciones del Estado. Es en la medida que
un control de este tipo obre sobre el Parlamento éste aparece como
el lugar donde se debe justificar los intereses particulares en jue-
go. La independencia del Poder Legislativo sobre los otros Pode-
res y el control del público sobre el Parlamento hace plausible que
las distintas pretensiones pasen el filtro de demostrar que lo pro-
puesto no sólo obedece a un interés particular sino que también es
socialmente beneficioso.
En suma, lo que hemos descrito en el punto 2 y 3 nos permite
decir que el grado de vida republicana (libertades públicas y dere-
chos individuales, alternativas electorales, límite temporal del go-
bierno, control mutuo entre instituciones, soberanía de la sociedad
civil votante, es el contexto histórico -formal que hace el régimen
democrático reduzca el riesgo de negarse a sí mismo y no degradar
su sentido histórico. Hasta aquí describimos el deber ser. ¿Cual es la
factibilidad de esas condiciones institucionales formales?

4. Mercado, República y Democracia

Hay tres hechos decisivos para la factibilidad de una organiza-


ción republicana eficaz que es la condición para que la democracia

crucial, es el Banco Central. Este organismo encargado de la emisión de di-


nero y en general de la política monetaria en Argentina fue creado en 1935. El
artículo 85 reza: «…El presidente del organismo será designado a propuesta
del partido político de oposición con mayor número de legisladores en el
Congreso…”.
Psicología de los Regímenes Políticos 77

no resulte un mero mecanismo electoral y en cambio pueda cumpli-


mentar sus dos sentidos históricos precisados en el punto 1.
Un hecho es que haya desarrollo del mercado y que su dinámi-
ca general resulte más importante que cualquier grupo económico
particular que lo integra.
Otro hecho, subsidiario del anterior, es que no emerjan pocas
sino varias grandes empresas o sectores importantes de la econo-
mía. Esto significa que el desarrollo no conlleve concentraciones de
capital que actúen como monopolios.
Un tercer hecho es que el papel del consumidor devenga crucial.
Esos tres hechos hacen lugar a que pueda sostenerse el plura-
lismo político y el carácter republicano de las instituciones.26
La vigencia de diversidad de sectores económicos presionan al
Gobierno por sus intereses pero en tanto aquellos son varios –que
buscan ser favorecidos o que no se los perjudique con lo privilegios
de otros–. En esa circunstancia es cuando el Gobierno puede lo-
grar una cierta independencia para buscar operar en pro de una
marcha eficaz de la dinámica general del mercado a la par que fa-
vorecer a otros aspectos sociales. Cuando la economía en su con-
junto es mucho más importante que cualquier corporación por fuer-
te que esta sea, se hace viable políticas de interés general y una
Justicia eficaz.27 Aunque no siempre de manera mecánica, el plu-
ralismo político y de la prensa tienden a expresar una relación siem-
pre tensional entre desarrollo por una parte –y por tanto exigencia
de creciente productividad para una mayor competitividad en el
mundo– y, por otra, el acceso a los bienes y servicios por parte del
conjunto de la población.
Tal vez convenga detenerse en este punto a través de un ejem-
plo emblemático, la rivalidad electoral entre el Partido Republica-
no y el Partido Demócrata en los Estados Unidos de Norteamérica.

26. Pluralismo político es la competencia de alternativas en cada instancia


electoral por lo tanto, de hecho, un mutuo control entre ellas; un equivalente
en el plano institucional, es decir en el de la racionalidad más permanente, es
la organización republicana.
27. En los Estados Unidos de Norteamérica (1890) se estableció la Sherman
Anti-Trust Act . En 1911 la Corte Suprema de Estados Unidos falló a favor del
gobierno obligando a que John David Rockefeller dividiera la Standard Oil.
Desde entonces otros casos resonantes han acontecido por violación a la
Ley Anti-monopolio (Competition Law).
78 Narciso Benbenaste

El primero ha sido más enfático para garantizar las condiciones


del desarrollo y competitividad por ejemplo apoyando el libre mer-
cado mientras, siempre en términos relativos, el Partido Demócra-
ta ha esgrimido la necesidad de la distribución de la riqueza utili-
zando impuestos y otros mecanismos para ese propósito. Sin em-
bargo puede observarse que ninguno de los dos Partidos refleja
todas las facetas implicadas en el concepto de mercado tal como
lo hemos presentado en el capitulo anterior. Los republicanos tien-
den a representar a sectores más competitivos y poderosos a la par
que de formas más tradicionales en la vida psicosocial cotidiana
mientras, al contrario, los demócratas expresan más a sectores de
menos riqueza relativa pero a la vez con propensión a comportarse
según las nuevas pautas de comportamiento (se diría más liberal).
Así los republicanos que apoyan la mayor productividad y competi-
tividad del mercado sostienen en sus discursos y decisiones políti-
cas valores propios de una etapa de poco desarrollo de mercado –a
veces medievales–. En cambio los Demócratas buscan legitimar los
comportamientos cotidianos que van al son de las estimulaciones
producidas por la dinámica del mercado contemporáneo –por ejem-
plo, divorcio, matrimonios mixtos, apoyo a la investigación de célu-
las madres– pero a la par impulsan condiciones económicas (en el
sentido usual y pobre de ese significante) que entorpecen la plena
expansión de la dinámica de mercado, proteccionismo o más carga
impositiva por ejemplo. Ninguno de los dos grandes Partidos repre-
senta cabalmente al mercado. Por tanto políticamente cada uno re-
presenta sólo a una de sus grandes facetas, la objetiva por una parte
(la necesidad de incrementar la competencia) y, por otra, la subjeti-
va (valor mercantil). Más aún, a medida que los republicanos han
tenido éxito convalidando la intensificación creciente de la compe-
titividad del mercado más representativa de la vida cotidiana de la
mayoría de la población se han tornado las posiciones del Partido
Demócrata. Esto permite esperar a futuro una adecuación de cada
uno de esos Partidos para ir cubriendo la faceta descuidada. Lo que
puede hacerse de modo intuitivo pero en verdad reclama un enri-
quecimiento teórico para entender que el mercado es hoy día socie-
dad de mercado y por lo tanto que es más que la mera economía en
el sentido usual de ese término.
En los puntos anteriores hemos considerado de qué manera la
democracia para no degenerar necesita existir con Instituciones
Psicología de los Regímenes Políticos 79

Republicanas y cómo ello es históricamente factible en la medida


que hay o está en camino un mercado desarrollado no monopólico.28

5. El Sujeto cotidiano de la democracia

Las condiciones objetivas para que la democracia no se degra-


de con relación a su sentido histórico primordial, lo hemos visto, se
centra en las libertades públicas como instancia cívico-política bá-
sica y en las condiciones republicanas o sea en la diferenciación en-
tre Gobierno y Estado que de un modo algo más desglosado signifi-
ca la independencia y mutuo control entre los tres Poderes. Asimis-
mo hemos puntualizado, la capacidad de ser soberano y los dere-
chos individuales como los atributos del tipo de sujeto cívico-políti-
co correspondiente.29 Pero que la población pueda detentar esos atri-
butos es en la medida que, como lo indicara Aristóteles, cada indivi-
duo es libre y racional (Aristóteles (1995).
Para el maestro de Alejandro “libre”, en aquella Atenas, signifi-
caba no necesitar trabajar. Sin embargo en la sociedad contempo-
ránea ello no es dable si se piensa en la mayoría de la población.
A esa exigencia, sin embargo, la podemos adaptar al mundo de
hoy formulándola por lo negativo: en la medida que la población
depende del Estado para vivir no es libre como sujeto político. Cuan-
do hay mercado, es decir libre competencia de compra y venta, en
particular cuando éste se halla o está desarrollando, existen opcio-
nes para que cada uno pueda trabajar y obtener sus satisfactores,
de esta manera responsabilizarse por su propio progreso sin depen-
der de los manejadores de turno del Estado.
El otro requisito para considerar a un habitante Ciudadano, en
sentido riguroso, que para Aristóteles era el sujeto republicano, es
el ser racional. Pero para el autor de Política no se trata de una ra-
cionalidad instrumental.30 Es por una parte capacidad para ejercer

28. El que ya se halle consolidadas las instituciones republicanas en los paí-


ses donde el mercado se encuentra con más desarrollo facilita, en cierta me-
dida, para que se conformen en países de menor desarrollo relativo.
29. Soberanía significa que no hay ninguna otra instancia por encima de.
30. Racionalidad instrumental es una expresión que aparece en “Dialéctica
del Iluminismo” de Max Horkheimer y Theodor Adorno publicado en 1944
pero en rigor es una adaptación terminológica de la “acción racional con
arreglos a fines” de Max Weber.
80 Narciso Benbenaste

las magistraturas del Estado y, por otra, reconocer la razón como


forma objetivada en las leyes –que regulan por igual tanto las con-
ductas de quién ejerce el mando como las de quién es mandado–. El
estagirita dice al respecto:
“Por eso se dice, y esto con razón, que no se puede mandar
bien sin haber sido mandado. La virtud de estos es distinta, pero
el buen ciudadano debe saber y estar en condiciones de dejarse
mandar y mandar. Esa es precisamente la virtud del ciudada-
no: conocer el mando de los hombres libres en uno y otro senti-
do” (Aristóteles, 1995, p. 102).

La de ser capaz de mandar y ser mandado bajo la Ley. Para


Aristóteles la Ley es forma, lo que pone al abrigo de las pasiones, en
particular, de las arbitrariedades, dice:
“Pero a su vez también los gobernantes deben tener esa ra-
zón general. Y es mejor aquello a lo que no se asocia la pasional
que aquello a lo que es algo connatural. Efectivamente, en la
ley esto no se encuentra, mientras que toda alma humana lo
tiene necesariamente”.31

Esta virtud de la Ley no le impide reconocer que pueden hacer-


se buenas o malas leyes:
“Pues las leyes, a semejanza de los regímenes, son tam-
bién necesariamente malas o buenas, injustas o justas; salvo
que esto es evidente: que las leyes deben atenerse al régimen
político. Ahora bien, si así es, está claro que, necesariamente,
las que corresponden a los mismos rectos serán justas y las que
a los desviados, injustas”.32

Así nos hallamos con dos cuestiones. Una, la Ley es forma, una
capacidad de la razón para formularse como institución o sea como
pauta de un rango temporal mayor al de las circunstancias que es
donde más se ponen en juego las pasiones. En ese sentido la Ley es
lo que hace posible que el mandado no tema y el mandante pueda
estar contenido en sus desbordes pasionales, en una palabra la Ley
sirve de tope para evitar una modalidad extrema de vínculo autori-
tario cual es el vínculo perverso.33 La otra cuestión es que las leyes
son función del tipo de régimen político y por tanto pueden ser bue-
nas o malas. Significa que en un cierto régimen puede producirse

31. Op. cit. p. 139.


32. Op. cit. p. 129.
33. Entendido como la dependencia de los estados subjetivos del otro.
Psicología de los Regímenes Políticos 81

una relación entre gobernante y población regulada por leyes autorita-


rias. Tenemos entonces que, la Ley, cualquiera sea la ley en cuestión, es
la regulación de las pasiones y por tanto resguardo del peligro de un
vínculo perverso entre gobernante y población. Pero ello no quita que
un tipo de vínculo no perverso pero autoritario, resulte en ley para un
cierto Régimen Político. Ahora bien la racionalidad requerida por Aris-
tóteles para caracterizar al Ciudadano no es aplicable tal cual en la
sociedad contemporánea. En el mundo actual la gran mayoría de la
población ejercita la democracia basándose en la racionalidad lograda
como sujeto del mercado (tal como lo expusimos en el capítulo ante-
rior). Esa racionalidad instrumental, válida para la inserción en el mer-
cado, le permite no depender de los políticos para poder vivir. Sin esa
dependencia a la hora de votar es libre para comparar las ofertas elec-
torales aún cuando solamente lo haga en función de sus intereses y
representaciones. Frecuentemente, en el momento histórico actual,
sólo la minoría se halla más allá de la racionalidad instrumental del
mercado y posee una formación para entender la dinámica general de
la sociedad –lo que sería la equivalente a capacidad de ser mandado
y mandar requerida por Aristóteles–. Esa racionalidad como requi-
sito del Ciudadano era más factible porque se trataba de una Ciu-
dad-Estado con democracia directa y poca población a más con sólo
una parte de ella con derecho a elegir y ser elegido. Ahora bien, el
sujeto libre y racional, el Ciudadano, se verifica en tanto hay una
sociedad donde el desarrollo individual resulta un valor positivo.

6. El desarrollo individual

Al menos en países como la Argentina son notorias dos re-


presentaciones sociales que funcionan como prejuicios particu-
larmente nocivos para el desarrollo económico y una calidad de
vida republicana.
Una es que el desarrollo individual es individualista en el
sentido de egoísta. La otra representación social es la tenden-
cia a asimilar iniciativa o beneficio económico como antagóni-
co al interés social.
Respecto a la primera representación hay una dimensión his-
tórica y otra ontogenética que los desautorizan.
Históricamente el sujeto individual surge con la Modernidad. El
sujeto de la Edad Media se hallaba inmerso en una sociedad de
pobre diferenciación, donde regían pautas que uniformizaban el
82 Narciso Benbenaste

comportamiento de la población –en términos de Durkheim de soli-


daridad mecánica o comunidad en términos de Weber–. Para que un
sujeto individual sea posible ha sido menester un desarrollo con alta
división del trabajo y consecuentemente variedad de roles (solidari-
dad orgánica de E. Durkheim). En esas condiciones aparece una
legitimación de lo diferente esto es de la experiencia de elegir y ser
portador de distintas representaciones.
Desde la dimensión ontogenética, trabajos como los de Jean
Piaget (1983), de Lev Vygotski (1988) o Henri Wallon (1987) entre
otros, demuestran que la posibilidad del desarrollo individual es fun-
ción de un sujeto capaz de interiorizar la producción cultural propia
del desarrollo histórico y las relaciones sociales posibles.
Así el sujeto que logra un desarrollo confía en su capacidad y
por ende tiende a establecer relaciones constructivas lo que implica
la necesidad de normas. Esa actitud en nada significa aceptar to-
das las normas sociales sin más, se trata de lo que Durkheim (1997)
denominara adhesión esclarecida a la norma.
Vemos que histórica y psicológicamente considerado, lo indivi-
dual y lo histórico-social no son nociones opuestas, por el contrario.
El segundo prejuicio se nutre del primero.
La idea que la iniciativa individual y logro de riqueza es antiso-
cial tiene dos componentes para el análisis. Uno, muy generalizado
en Argentina, es que la riqueza no se consigue por caminos relacio-
nados con la producción o la ética. En las últimas décadas alimenta
esta representación la sospecha generalizada de que muchos se han
enriquecido en la función pública o actividad política. Sin embargo
esta representación si bien refuerza no explica aquella asociación
negativa entre riqueza individual e interés social. El otro compo-
nente más antiguo y arraigado es la envidia –que nadie se enriquez-
ca si no soy yo–.34 En tanto que es una envidia bastante generaliza-
da difícilmente alguien aparezca, o se perciba, culposo. Este senti-
miento actitudinal se presenta en una población donde también al
decir de Isuani (1998), la anomia no resulta un disvalor.35

34. Ver Benbenaste, N.; Etchezahar, E.; Petit, L.: Psicología de la anomia:
grado de percepción en estudiantes universitarios. Memorias de las XV Jor-
nadas de Investigación y Cuarto Encuentro de Investigadores en Psicología
del Mercosur. XIV, 2, 2008.
35. Estos dos rasgos lo trataremos al abordar el fenómeno del Populismo,
específicamente en el capitulo correspondiente al perfil psicológico de la
población.
Psicología de los Regímenes Políticos 83

El análisis histórico ha mostrado que, prioritariamente, el de-


sarrollo de mercado ha tenido lugar en países donde la iniciativa y
responsabilidad individual ha sido un valor social positivo. En el
punto 4 habíamos sostenido que el desarrollo de mercado es con-
dición de factibilidad para una democracia republicana. Ahora es
posible decir que si la iniciativa individual tiene lugar como valor
social positivo ello es clave para que exista un sujeto del desarrollo
económico a la par que de la vida republicana.36 Por el contrario en
la medida que la iniciativa individual no resulta un valor social fuer-
temente positivo y, consonantemente, el desarrollo de riqueza per-
sonal no es percibido sinérgico al provecho social, es probable se
verifique un mercado con insuficiente desarrollo relativo a la vez
que débil organización republicana.

7. La necesidad de distinguir entre desarrollo individual


e individualismo

En la vida cotidiana de países como Argentina el término


individualista tiende a tener una connotación de egoísta. Por
otra parte en la literatura económica y política ese término po-
see una connotación distinta.
Para precisar la diferencia entre la connotación argentina y
la dada en la literatura económica o política debemos distin-
guir entre dos significaciones de egoísmo: ‘egoísmo vulgar’ y
’egoísmo económico’.
Definimos egoísmo vulgar a la actitud de quien se ocupa de la
satisfacción de sus intereses inmediatistas de un modo que no ge-
nera consecuencias sociales útiles. Mientras que reservamos la ex-
presión egoísmo económico, en el sentido de Adam Smit, la actitud
de quien buscando la satisfacción de sus intereses particulares, ga-
nancia, produce algo socialmente válido. El individualista entendi-
do como egoísta vulgar tiende a ser un oportunista social, es decir

36. En la década de los 80 el neo-institucionalismo económico (North) a tra-


vés de trabajos empíricos llevados a cabo en América Latina mostró que hay
una fuerte asociación entre baja calidad institucional e insuficiente desarro-
llo económico. Lo que en nuestras investigaciones mostramos que la asocia-
ción entre baja calidad institucional y actitud anómica de la población (Ben-
benaste, N.; Etchezahar, E.; Petit, L.: Psicología de la anomia: grado de per-
cepción en estudiantes universitarios).
84 Narciso Benbenaste

establece relaciones para intentar sacar ventajas de las debilidades


de otro, por tanto tiende a no percibir la anomia como dis-valor.37
El individualista en el sentido de egoísta económico, el sujeto del
mercado, tiende a, le conviene, tomar en cuenta las normas sociales.
Tomando en cuenta los requisitos para el Ciudadano considera-
dos por Aristóteles el egoísta económico (en el sentido de Adam
Smith) es un sujeto, al menos en lo básico, adecuado para la demo-
cracia. Es libre en cuanto no depende de los políticos para vivir y
tiene una racionalidad instrumental la que le permite comparar al-
ternativas electorales aunque más no sea en función de lo que cree
le conviene. Para la realidad de la sociedad contemporánea el egoís-
ta económico tiende a ser reactivo ante el monopolio político y bus-
ca ser soberano por lo tanto se aproxima a lo que hemos definido
“sensibilidad republicana”.
Pero hay que decir que el concepto de desarrollo individual no
se exhausta sólo en el individualismo en el sentido político y econó-
mico (egoísmo económico). Es dable que cada uno se realice en as-
pectos artísticos o científicos aún no siendo un sujeto pleno del
mercado esto es en la productividad mercantil o consumo de place-
res inmediatistas.
A su vez, el desarrollo individual puede, potencialmente, alcan-
zar no sólo una sensibilidad sino una conciencia republicana.38

Conclusiones

a) Pensar que desde la democracia todo es posible delata la necesi-


dad de idealizar de los sujetos que así se la representan. Y ello
juega a favor de legitimar formas Populistas.
Como todo lo terrenal, la democracia es un sistema de decisio-
nes que tiene límites. De un lado una pobreza conceptual –que la
regla de la mayoría es condición suficiente– puede llevar a la

37. En países como el nuestro se tiende a señalar como individualista, en la


significación de egoísmo vulgar, a quienes buscan hacer riqueza; no, por su-
puesto, cuando ese es un comportamiento propio.
38. La actitud republicana implica la conciencia de pérdida que se da en los
vínculos líder-masa, tanto como sujeto político como de la vida subjetiva y
psicosocial cotidiana: en la esfera política de soberanía y de libertades públi-
cas; en la subjetiva de responsabilidad y en la esfera de la vida cotidiana, de
desvalorización de los intercambios interpersonales.
Psicología de los Regímenes Políticos 85

paradoja que la democracia se vote contra si misma o al menos


que se legitime severas restricciones como régimen político.
Por otro lado, lo que hace a su vigencia histórica como sistema
de decisiones, es decir el alcance de su racionalidad, se halla
condicionada por las posibilidades de la propiedad privada
mercantil devenido sistema social (ver capítulo anterior sobre
lo que históricamente representa la racionalidad de la socie-
dad de mercado y sus límites).
En suma la democracia no existe en sí, ahistóricamente, depen-
de de las condiciones históricas objetivas y subjetivas.

b) El carácter soberano de cada individuo de la sociedad civil es una


faceta de la organización republicana del Estado. Esa soberanía
se edifica con las libertades públicas a su vez ejercitadas en la
vida cotidiana como derechos individuales (lo que hace, históri-
camente, a un sujeto individual).
Pero genealógicamente, ambas facetas que hacen a la res públi-
ca, el funcionamiento republicano de las instituciones (el mutuo
control entre los tres Poderes en el Estado) y la soberanía de la
sociedad civil (que, en particular significa límite a la temporali-
dad del gobierno), se erigen en tanto se constata la responsabili-
dad individual como valor social.

c) La democracia no es meramente un cúmulo de votaciones cir-


cunstanciales; es un régimen político. Es decir un sistema de de-
cisiones donde las de corto plazo, sin perder su autonomía relati-
va, se hallan contenidas por reglas válidas para el mediano plazo
y en última instancia, de un sujeto libre y racional capaz de no
delegar su soberanía.
En las decisiones circunstanciales, elecciones por ejemplo, la ra-
zón se halla impregnada de lo pasional, de los intereses particu-
lares. En comparación, las instituciones son concebidas con el
objetivo de tener validez a mediano plazo (por ejemplo la ley de
leyes, la Constitución) y por ello expresen una mayor indepen-
dencia de la razón que la puesta en juego por los juicios en cada
circunstancia. Por ello, por ejemplo, la Constitución prevé la ne-
cesidad de obtener una mayoría extraordinaria, habitualmente
los 2/3, para decisiones importantes, tales como modificar el
período por el cual se elige gobernante o la frecuencia por la
que es reelegido.
86 Narciso Benbenaste

Tenemos entonces que la democracia no es sólo las votaciones


para las cuestiones circunstanciales sino que ellas deben estar
encuadradas en instituciones esto es en una racionalidad acor-
dada para que regule el mediano plazo y para cuya modificación
se prevé un requisito más exigente.39 Pero también compone el
régimen democrático, lo republicano, el mutuo control, entre las
instituciones (tres Poderes del Estado en particular) cuya vigen-
cia continua es un supuesto indispensable. Pero bien mirado ese
mutuo control entre instituciones es equivalente a una votación
que, a su turno, unas hacen sobre las otras.
En síntesis la democracia como régimen no es tan simple como
el sentido común parece concebirlo. Como lo hemos tratado de
mostrar en este capítulo entender la democracia como régimen
reclama una ciencia social cuyo vértice es el estudio de la pobla-
ción como sujeto público.

39. Ver Buchanan, J. M. & Tullock, G. (1993). El Cálculo del Consenso.


Psicología de los Regímenes Políticos 87

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