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MITOS Y LEYENDAS

SOBRE EL 25 DE MAYO DE
1810
 HACE 12 MESES.

¿Llovió y había paraguas? ¿De qué color eran las cintas


que repartían French y Beruti? ¿Cómo fue el Cabildo
Abierto del día 22? En esta nota intentamos, a veces con
éxito y otras no, resolver algunas de las cuestiones que
armaron la historia de la Revolución de Mayo.

Más allá de que la independencia de la Argentina se proclamó el 9 de julio de 1816, no


hay dudas que esa gesta no podría haberse llevado a cabo sin la revolución del 25 de
mayo de 1810 que, si bien juró fidelidad al Rey de España, constituyó una junta de
gobierno integrada en su mayoría por hombres nacidos en el suelo de lo que entonces
era el Virreinato del Río de la Plata, con excepción de los españoles Juan Larrea y
Domingo Matheu.
Mucho se ha escrito sobre la Semana de Mayo, y con el tiempo y la ayuda de
historiadores, ciertas verdades que se creían infalibles comenzaron a ponerse en duda,
con refutaciones que terminaron en nuevas certezas o en interrogantes eternos debido a
los más de dos siglos desde el hecho en cuestión. A continuación revisamos algunos de
esos hechos históricos, con el simple propósito de tener más argumentos a favor en caso
de alguna discusión que se dé en la mesa familiar, locro y pastelitos de por medio.
- El reparto de escarapelas de French y Beruti.
No fueron escarapelas: la escarapela en 1810 era sólo un símbolo militar, más allá de la
comprobada filiación castrense de ambos patriotas. Tampoco eran celestes y blancas:
los historiadores no logran ponerse de acuerdo si los colores eran blancas o rojas y
celestes (los colores de la Corona Española y la Casa de los Borbones).
- El 25 de mayo de 1810, ¿llovió o no? ¿Existían los paraguas?
Los paraguas eran artículos de lujo importados de Inglaterra. No se sabe a ciencia cierta
si llovió, pero de haber llovido la cantidad de paraguas de la gente que se juntó en la
Plaza es infinitamente menor a la de los cuadros que representan ese momento.
- ¿Cómo fue la convocatoria al Cabildo Abierto del 22 de mayo?
En ese punto todos están de acuerdo. En 1810 la población de Buenos Aires era de
aproximadamente 30 mil habitantes. Se cursaron 450 invitaciones al Cabildo Abierto
entre lo más selecto de la población, y la mitad de esas personas respondió a la
convocatoria.
- El 25 de mayo, ¿fue un fenómeno porteño o implicó a todo el territorio del
Virreinato?
Fue un fenómeno porteño. Tras la asunción de la Primera Junta, una de las primeras
medidas de Cornelio Saavedra fue enviar chasquis a los Cabildos de las provincias para
informarles de lo ocurrido. Algunas, como Córdoba, tomaron con agrado las novedades.
Otras, como la Banda Oriental (hoy Uruguay) o el Paraguay, rechazaron de plano a la
Primera Junta.
- ¿Qué papel jugaron las reuniones en la jabonería de Vieytes?
La jabonería estaba ubicada en la esquina de Tacuarí y Venezuela. Fue sede de tertulias
que, integradas por lo más distinguido de la sociedad colonial, fueron gestando a partir
de 1809 lo que se denominó el “partido patriota”, germen de la futura revolución.
Fuentes: 1, 2, 3, 4 
 
 

El 25 de mayo es una fecha clave para la historia argentina, constituye ni más


ni menos que el hito fundacional del relato de cómo nuestro país se volvió
nuestro país. Desde muy chicos aprendemos sobre la Primera Junta, el
Cabildo, Belgrano, la escarapela, Napoleón, la famosa máscara de Fernando
VII (que no era de Fernando sino de los criollos) o las disputas entre Moreno y
Saavedra.

Pero esta historia no escapa a la suerte de otras tantas, y los mitos, esas
imágenes construidas a posteriori con el fin de terminar de darle forma a un
relato ya masticado para el consumo masivo, una suerte de fastfood de la
historia, abundan donde quiera que se mire.

1. Arranquemos por el que quizás sea el más discutidode todos. Los famosos
paraguas a las puertas del Cabildo, imagen eternizada por Ceferino Carnacini
en su obra de 1938 “El pueblo quiere saber de qué se trata”. ¿Llovía el 25 de
mayo de 1810? Y si llovía, ¿había paraguas en el Río de La Plata? Hoy es un
lugar común afirmar que no, que no había paraguas en el Buenos Aires
colonial, que la pintura está errada, que es anacrónica. ¿Seguro? Quizás no
tanto…

La verdad es que sí había paraguas en el Buenos Aires colonial. Oriundos de


Londres (difícil imaginar una ciudad que los necesite más) e importados desde
Buenos Aires, eran por aquellos años el último grito de la moda, aunque
claramente no constituían un artículo de consumo masivo.

La prueba la encontramos en el Museo Histórico Nacional, que expone en una


de sus vitrinas un paraguas propiedad de un cabildante anónimo. Con un
mango de marfil y tela marrón, llevaba estampado un escudo con el perfil de
Fernando VII, el rey de España capturado por Napoleón.
2. Otro punto tan discutido como el anterior son las famosas cintitas que French
y Beruti repartieron en la plaza el día 25. El relato presenta a estos dos
personajes repartiendo cintas blancas entre los asistentes al Cabildo el día 22
de mayo, para señalar que recién el día 25 se incorporaron las de color celeste.
De modo que la multitud (que no era tal) reunida alrededor del Cabildo ese 25
ostentaría cintitas con los colores de la escarapela, en una suerte de presagio
divino o sobrenatural que viene a dar firmeza a los hechos políticos.

En historia, si de algo hay que desconfiar es de los relatos que cierran


demasiado bien. Lo cierto es que estas cintitas no eran ni celestes ni blancas,
sino azules y rojas, colores de la casa de Borbón (la de Fernando VII) y de la
Corona española. La escarapela con sus colores vendría después, en marzo
de 1811.

3. Lo interesante es el otro mito que se desprende de esta historia: el de un 25


de mayo armónico, sin tensiones, con cintitas de colores a modo de guirnaldas
decorativas de una recién estrenada soberanía nacional.

Lejos de esta historia estilo Billiken, lo que en realidad hacían French y Beruti
con las famosas cintitas era identificar a los asistentes que estaban a favor del
reemplazo del Virrey por la Junta de Gobierno. Se repartían en la plaza porque
el acceso al Cabildo estaba fuertemente custodiado, en miras de sólo dejar
acceder a aquellos individualizados de antemano como simpatizantes de la
causa revolucionaria.

La violencia no aparece en el relato oficial de la Revolución de 1810, o se


muestra sólo a propósito las tensiones personales entre los líderes del Cabildo.
Nada más alejado de la realidad. La revolución de mayo fue posible, entre otros
factores, porque las armas no fueron empuñadas en función de un interés
personal, sino utilizadas de forma social en defensa de un proyecto que, en
tanto criollo, fue un proyecto de clase, un proyecto liberal y burgués, con todas
las tensiones que esta definición clasista acarreó.

4. Un cuarto mito tiene que ver con la extensión de estos sucesos de mayo. El
relato más difundido tiende a presentar al 25 de mayo como el día en el que
“nace la Patria”, una fecha que marcaría un antes y un después en la historia
del país. Sin embargo, poca mención se hace al rol que le cabe en este relato
del “nacimiento de la patria” al resto del país.

Como dijo una reconocida historiadora, a partir de 1811, todos los 25 de mayo
“Buenos Aires se festeja a sí misma”. Los Cabildos del interior se van
enterando lentamente de la formación de la Primera Junta. Algunos, como el de
Córdoba, se resisten a aceptar el nuevo orden. Otros, como el de Mendoza lo
aceptan, aunque la noticia le llega recién un mes más tarde.

El 25 de mayo es, entonces, un fenómeno esencialmente porteño. La


construcción de una identidad nacional no termina sino que comienza en esa
fecha. A partir de mayo de 1810 se librará una batalla encarnizada entre
Buenos Aires y el interior, entre el puerto y las provincias, por definir la primacía
en el nuevo orden social.

5. Una última cuestión muy extendida gira en torno al punto de partida para
esta historia. Por lo general el relato comienza el día 18 con el anuncio de la
caída de Andalucía en manos francesas y termina el 25 con la formación de la
Primera Junta de Gobierno.

Sin embargo, así como el 25 de mayo no se entiende aislado de toda esa


semana, mayo de 1810 tampoco se entiende aislado de un suceso clave para
esta historia: las invasiones inglesas. Es en esos episodios donde debemos
rastrear el verdadero quiebre social y político para la historia de la
independencia argentina.

Las invasiones inglesas van a dejar a Buenos Aires con casi 8.500 hombres
armados en las milicias. Estas milicias no se disuelven tras la expulsión de los
ingleses, sino que sobreviven hasta convertirse en factor clave en los sucesos
de mayo.

El Buenos Aires de 1810 contaba con una población de casi 40 mil personas.
Si tenemos en cuenta que de esas 40 mil, 8.500 estaban organizadas y
armadas, el proceso en su conjunto se entiende mejor. Es como si hoy hubiese
en la Ciudad 850 mil personas organizadas en ejércitos populares armados,
que discuten política y eligen a sus líderes de forma asamblearia.

(*) Florencia Oroz. Historiadora. En Twitter @Flor_Oroz

Nota publicada en el portal Notas periodismo popular

Bailes con mate y sin tragos


Aunque el vino había llegado a estas tierras con los primeros
conquistadores españoles y se producía en Mendoza y San Juan, no
era frecuente que se lo bebiera en las famosas tertulias, reuniones en
casas de familia que empezaban alrededor de las 8 de la noche y se
extendían hasta la madrugada. En estos encuentros, los bailes y las
charlas se acompañaban con tortitas, mate y chocolate caliente.

Volviendo al vino, se tomaba al mediodía, ya que los almuerzos eran


mucho más abundantes que las cenas. La variedad popular era el
llamado carlón, primero importado y luego proveniente de viñedos de
Cuyo, principalmente, hechos con la uva criolla, pionera antes de la
llegada de las cepas francesas. El dato escandaliza a cualquier
feminista contemporánea es que los bebedores eran, por lo general,
hombres. Las señoras sólo podían darse el lujo de una copa de
tinto ocasionalmente, en un banquete, o en privado.
¿Cómo debemos imaginar a esta Buenos Aires de 1810 respecto de sus comidas, la vestimenta
usada, los peinados y demás? —Tenemos algunos mitos creados en los actos escolares de las
escuelas. Por ejemplo, el sereno, el que decía '¡Las 12 han dado y sereno!’, es muy posterior,
es de la década de 1830. En 1810 no había serenos en Buenos Aires. Tampoco estaban los
peinetones. Aquellos famosos peinetones que las chicas usaban en los actos son posteriores.
Mariquita Sánchez de Thompson los pudo haber usado, pero a partir de 1828 cuando Manuel
Masculino llegó a Buenos Aires y comenzó a vender ese tipo de peines. La ropa era muy
sencilla. Las mujeres se hacían los vestidos que eran de un tiro alto. El hombre en general
usaba levita, un saco con cola. Por supuesto, todos con sombreros. En cuanto a las ventas, sí se
vendían empanadas. En los actos gritábamos ‘¡empanadas calientes que queman los dientes!’.
Eso no podía pasar de ninguna manera porque uno compraba las empanadas en la recova, en
el medio de la Plaza de Mayo, en un canasto que estaban semitapadas y que por supuesto a
esa altura ya se habían enfriado. —¿Había clases sociales definidas? ¿Cuál era la concepción de
"pueblo"? —Las clases sociales estaban claramente definidas. Cuando nosotros decimos
‘pueblo’, eran los vecinos importantes, las familias más prestigiosas de aquél tiempo. Bajo
ningún punto de vista el concepto de pueblo es visto como nosotros lo vemos ahora. En la
asamblea o Cabildo abierto se invitaba a todo el vecindario, y ¿qué era el vecindario? Sobre 30
mil habitantes, todo el vecindario eran 450 vecinos representativos. (Fuente www.perfil.com).
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