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Un mundo es, según Epicuro, "un trozo de cielo que comprende astros,
tierras y todos los fenómenos, recortado en el infinito". Los mundos son
infinitos; están sometidos a nacimiento y a muerte. Pero, sosteniendo
Epicuro que los átomos caen en el vacío en línea recta y con la misma
velocidad, para explicar el choque, en cuya virtud se agregan y se
disponen en los varios mundos, admite una desviación casual de los
átomos de su trayectoria rectilínea. Esta desviación de los átomos es el
único acontecimiento natural no sujeto a necesidad. Como dice Lucrecio,
"rompe las leyes del hado".
En este mundo, del cual se ha eliminado cualquier traza de potencias
divinas, Epicuro admite, sin embargo, la existencia de divinidades. Y la
admite en virtud de su mismo empirismo: porque los hombres poseen la
imagen de la divinidad; y esta imagen, como cualquier otra, no puede
haberse producido en ellos más que por flujos de átomos emanados de las
mismas divinidades. Los dioses tienen forma humana, que es la más perfecta
y, por tanto, la única digna de seres racionales. Mantienen entre sí una
amistad análoga a la humana; y habitan en los espacios vacíos entre mundo
y mundo (intermundos). Pero no se preocupan ni del mundo ni de los
hombres. Cualquier cuidado de este género sería contrario a su perfecta
dicha, puesto que les impondría una obligación y ellos no tienen
obligaciones, antes bien, viven libres y felices. Por esto el motivo de que el
hombre sabio les honre no es el temor, sino la admiración de su excelencia.
El alma, según Epicuro, está compuesta de partículas corpóreas
difundidas por todo el cuerpo como un soplo cálido. Tales partículas son
más finas y redondas que las demás, y, por lo tanto, más móviles. Las
facultades del alma, como se ha visto, son fundamentalmente tres: la
sensación en sentido propio; la imaginación (mens, según Lucrecio), que
produce las representaciones fantásticas; la razón (λσγος), que es la facultad
del juicio y de la opinión. A estas facultades teoréticas se añade el
sentimiento, placer o dolor, que es la norma de la conducta práctica. La
parte irracional del alma, que es principio de vida, está difundida por todo el
cuerpo.
Con la muerte los átomos del alma se separan y cesa toda posibilidad de
sensación: la muerte es "privación de sensaciones". Por eso es necio temerla:
"El más terrible de los males, la muerte, no es nada para nosotros porque
cuando existimos nosotros no existe la muerte y cuando existe la muerte,
nosotros no existimos" (Ep. ad Men., 125).
101. LA ETICA
BIBLIOGRAFIA
§ 96. Los datos antiguos sobre la vida, los escritos y la doctrina de Epicuro fueron recogidos por
primera vez por H. Usener, Epicúrea, Leipzig, 1887. Bignone, Epicuro, obras, fragmentos, testimonios
de su vida, traducidos con introducción y comentario, Bari, 1920; Diano, Epicuri Ethica, Florencia,
1946; Arrighetti, Epicuro. Opere, introducción, texto crítico, traducción y notas, Turín, 1960. Los
últimos volúmenes recogen también los fragmentos encontrados en los papiros de Herculano.— Sobre
la formación de la doctrina epicúrea: Bignone, L'Aristotele perduto e la formazione filosófica di
Epicuro, 2 vol., Florencia, 1936; Diano, Note epicuree, en "Annali Scuola normale superiore di Pisa",
1943; Questioni epicuree, en "Giornale critico filosofia italiana", 1949.
§ 97. Sobre los discípulos menores de Epicuro: Zeller, I I I , l, p. 378 y sigs. Del De rerum natura
de Lucrecio, véase la edición de Giussani, Turín, 1896-1898. Y la de Joaquín Balcells, 2 tomos,
segunda edición, en la colección de la "Fundado Bernal Metge", Barcelona, con texto catalán junto al
latino.