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Fallos de estudio obligatorio para el primer parcial:

 “RAMOS, José Luis c/ ESTADO NACIONAL” C.S.J.N. 6.4.2010.

La Corte Suprema consagra la estabilidad laboral para empleados públicos contratados.


Es para casos de renovación sucesiva de contratos, el máximo tribunal avaló el reclamo
de un trabajador que, por más de 20 años, había prestado servicios en la Armada tras la
actualización continuada de su relación por tiempo indeterminado.
La Corte Suprema de Justicia de la Nación consagró la estabilidad laboral para empleos
públicos en casos de renovación sucesiva de contratos.
Lo dispuso en el caso “Ramos”, en el cual el Máximo Tribunal revocó la sentencia de la
Sala III de la Cámara Federal de Apelaciones de La Plata que había rechazado un
reclamo indemnizatorio formulado por un empleado que, durante más de 20 años, había
prestado servicios para la Armada Argentina.
El vínculo laboral, iniciado en 1976 como locación de obra y a partir de 1981 fue
encuadrado en el Régimen para el Personal de Investigación y Desarrollo de las Fuerzas
Armadas (aprobado por decreto 4381/73), se había prologado merced de la renovación
sucesiva de contratos por tiempo determinado hasta que, en abril de 1998, el director de
Armamento del Personal Naval decidiera disolverlo con sustento en las restricciones
presupuestarias establecidas en la ley 24.938.
El decreto 4381/73 autoriza a contratar personal para proyectos de investigación
científica y desarrollo tecnológico, sin que se genere derecho a indemnización por
rescisión. Sin embargo, la norma limita la posibilidad la posibilidad de renovación de
esos contratos a un máximo de cinco años.
Según el voto de los ministros Ricardo Lorenzetti, Elena Highton de Nolasco, Enrique
Petracchi y Carmen Argibay, la demandada contrató en el marco de ese decreto al actor
por el lapso de 21 años, “en abierta violación del plazo máximo previsto por la norma”.
Explica que las tareas realizadas por el actor carecían de la transitoriedad que supone
ese régimen de excepción, que era calificado y evaluado en forma anual, que se le
reconocía la antigüedad en el empleo y que se beneficiaba con los servicios sociales de
su empleador.
“La demandada utilizó figuras jurídicas autorizadas legalmente para casos
excepcionales con una evidente desviación de poder que tuvo como objetivo encubrir
una designación permanente bajo la apariencia de un contrato por tiempo determinado”,
añade.
Así, en tales condiciones, asegura que “el comportamiento del Estado nacional tuvo
aptitud para generar en Ramos una legítima expectativa de permanencia laboral, que
merece la protección que el artículo 14 bis de la Constitución Nacional otorga al
trabajador contra el ‘despido arbitrario’”.
Y agrega la solución no significa que el mero transcurso del tiempo haya modificado la
situación irregular del actor, que tiene derecho a la reparación de los perjuicios
derivados del obrar ilícito de la demandada, “pero no podría solicitar su reincorporación
al empleo ni a la aplicación de un régimen laboral específico para el cálculo de la
indemnización que le corresponde”.
Asimismo, señala que la ley de regulación del empleo público (L. 25.164) establece un
régimen diferenciado para empleados que ingresen como planta permanente y para
aquellas personas contratadas o designadas como transitorias.  Y que el artículo 8º sólo
reconoce estabilidad a quienes ingresen a cargos pertenecientes al régimen de carrera, y
cuya financiación esté prevista en la Ley de Presupuesto.
“En tales condiciones, si se atribuyera estabilidad a quien no ha sido incorporado con
los requisitos y medios de selección previstos para el ingreso a la carrera administrativa,
no sólo se estaría trastocando el régimen previsto por la ley 25.164, sino que también se
estaría alterando el monto autorizado por el legislador, en forma diferenciada, para
financiar gastos correspondientes a personal contratado y personal peramente”, indica.
En tanto, los ministros Carlos Fayt, Juan Carlos Maqueda y Raúl Zaffaroni fallaron
según su voto, aunque también revocaron la sentencia apelada. Aseguran que “el
vínculo entre las partes exhibió varias características típicas de una relación de índole
estable... (y que) la demandada se valió de una figura legalmente permitida para cubrir
necesidades que, conforme las circunstancias relatadas y el tiempo transcurrido, no
pueden ser calificadas como transitorias”:
Agregan que la Constitución Nacional no impide al Estado celebrar contratos de empleo
que, por circunstancias transitorias o eventuales que no puedan verse superadas o
satisfechas por el personal de planta permanente, excluyan el derecho del trabajador a la
permanencia, “siempre y cuando, naturalmente, los requisitos y condiciones a las que
sean sometidos resulten, por su objetividad y razonabilidad, una excepción admisible a
las reglas del artículo 14 bis”.
Sin embargo, destacan que son inválidas las cláusulas contractuales y disposiciones
legales que nieguen la configuración de una relación de empleo “cuando los términos de
la vinculación –o la ejecución de ésta en los hechos- muestren la presencia de los
elementos constitutivos de esa relación”.
Añaden que la acreditación de los extremos que habiliten la contratación de agentes sin
permanencia habrá de ser examinada con criterio “restrictivo”, atendiéndose en cada
caso en particular la transitoriedad y especificidad del requerimiento.

 “DE LUCA, José c / BANCO FRANCÉS DEL RIO DE LA PLATA”, C.S.J.N.


25/2/69, D.T. 1969, 159.

ESTABILIDAD PROPIA ABSOLUTA: el despido sin causa es un acto ilícito (era lo


que estaba regulado) forma tal que si el empleador lo adopta, tiene la obligación de
reincorporarlo, y el trabajador el derecho a pedirla. Se encuentra regulado en los
estatutos profesionales, hasta 1969 CSJN sostenía está posición en fallo “De Luca C/
Banco Frances” donde establece la inconstitucionalidad de la cláusula que estaba
contenida en los estatutos profesionales, los argumentos que dio la CSJN fueron que:
este tipo de estabilidad era contraría a 2 garantías constitucionales del trabajador:
Libertad de comercio + ejercer toda industria lícita del empleador, que implica la
libertad de elegir los medios para llevar a cabo su actividad por lo tanto, este no puede
ser obligado.

 “MADORRÁN, Marta Cristina c/ ADMINISTRACIÓN NACIONAL DE


ADUANAS s/ Reincorporación” C.S.J.N. 3.5.2007

Los agentes públicos solo pueden ser despedidos con justa causa.
La Corte Suprema de Justicia de la Nación consagró la estabilidad laboral para empleos
públicos en casos de renovación sucesiva de contratos.
La Corte, presidida por Ricardo Lorenzetti, dictó el fallo en la causa promovida por
Marta Madorrán, que trabajó desde 1970 en la Aduana hasta que fue dejada cesante, en
noviembre de 1996. Ahora, Madorrán deberá ser reincorporada y podrá cobrar todos los
sueldos devengados desde ese año. El fallo lleva las firmas de Lorenzetti, Elena
Highton, Carmen Argibay, Juan Carlos Maqueda, Enrique Petracchi y Carlos Fayt. No
firmó Raúl Zaffaroni, que se encuentra de viaje.
El fallo tiene impacto en la administración pública nacional y en la porteña. En muchas
provincias, el empleo público es la principal fuente de trabajo, pero allí la estabilidad en
el cargo depende de lo que establezcan las respectivas constituciones.
Si bien la Constitución estableció una protección casi absoluta contra el despido de los
empleados públicos, un convenio colectivo de 1992 había dispuesto que los trabajadores
de la Administración Nacional de Aduanas podían ser despedidos sin causa justificada,
con el solo pago de la indemnización prevista en la ley de contrato de trabajo. En 1992,
durante la gestión de Domingo Cavallo al frente del Ministerio de Economía y con la
reforma del Estado, muchos empleados públicos se pasaron al sector privado.
Florecieron entonces convenios como el ahora declarado nulo por la Corte, que ayer
confirmó un falló de la Sala VI de la Cámara del Trabajo y declaró nulo e
inconstitucional el artículo 7 del convenio colectivo 56/92. Según la Corte, la
Constitución protege a los trabajadores contra el despido y les reconoce el derecho a una
indemnización. Pero, además, en el caso de los empleados públicos, la Constitución
reconoce en el artículo 14 bis -incorporado en la reforma constitucional de 1957- la
estabilidad propia, por lo que no pueden ser despedidos sin justa causa.
Los jueces de la Corte reconocen que los derechos pueden ser reglamentados, pero no
pueden ser desnaturalizados ni alterados.
¿Qué dice el fallo?
La estabilidad en el empleo público es una cláusula desarrollada en el siglo XX por el
constitucionalismo social.
Recuerda que la norma fue incorporada en la Constitución nacional para evitar que el
empleado público esté sujeto a las cesantías en masa, en ocasión de los cambios de
gobierno y para evitar que los partidos que conquistan el poder dispongan de esos
cargos como un botín de guerra. Se busca evitar así la arbitrariedad jerárquica o de la
política partidaria.
La Constitución Nacional protege no sólo a los trabajadores, sino también a la
Administración Pública contra su propio deterioro.
El artículo 16 de la Constitución establece que la idoneidad es una condición para ser
empleado público. El Estado, al despedir al trabajador, debe probar la causa, es decir,
deberá demostrar que dejó de ser idóneo.
Los tratados internacionales incorporados en nuestra Constitución también asignan un
grado similar de protección.
Las atribuciones del presidente de despedir a los empleados públicos están limitadas por
esa estabilidad.
La "estabilidad del empleado público" expresada por el artículo 14 bis "es una cláusula
operativa, según ya lo entendió esta Corte: en su recto sentido la norma proscribe la
ruptura discrecional del vínculo de empleo público y es, así, susceptible de autónomo
acatamiento por las autoridades administrativas".

 “BARIAIN, Narciso c/ MERCEDES BENZ”, C.N.A.T., SALA VI, 14/12/85,


D.T. 1985-B, pág. 1156.

El actor, que se desempeña como ingeniero y jefe de departamento para la accionada


alega que en setiembre de 1982 se le informó que, por la situación económico-financiera
por la que atravesaba la empresa, dejaría sus funciones y comenzaría a desempeñarse
como "adscripto" de categoría inferior y que sus ingresos se verían reducidos. Agrega
que fue presionado para aceptar las nuevas condiciones impuestas y que
amenazándoselo con despedirlo se le hizo suscribir en noviembre de 1982 una suerte de
acuerdo por el que aceptaba la modificación del contrato.
La demandada, al contestar la acción que el trabajador iniciara persiguiendo el cobro de
las diferencias salariales emergentes de la rebaja de categoría y de las indemnizaciones
por el despido, sustenta su postura en que, por la crítica situación por la que atravesaba
la empresa, se vio en la obligación de plantearle al demandante la disyuntiva de tener
que prescindir de sus servicios u ofrecerle la posibilidad de ocupar un puesto inferior lo
que se concretó luego de repetidas reuniones y con la plena aceptación del demandante,
quien habría cumplido sus nuevas tareas y cobrado las respectivas remuneraciones, sin
reclamo u oposición alguna.
El a quo rechazó la pretensión del actor porque consideró que no se probó coacción
alguna y que habían sido aceptadas las nuevas condiciones ofrecidas por la empleadora.
Tal decisión motiva la queja del vencido.
En primer lugar, diré que el presente caso se relaciona con un tema que es esencial en el
Derecho del Trabajo y es el de los alcances del poder jurídico de la voluntad del
trabajador durante el desarrollo de la relación laboral o, lo que es lo mismo, la
influencia de la relación de dependencia sobre las decisiones del trabajador referentes a
la disponibilidad de sus derechos.
En efecto, nuestra disciplina aparece como limitativa del principio de autonomía de la
voluntad recepcionando en nuestro derecho por el art. 1197 del Cód. Civil, porque
comienza a advertirse que en las vinculaciones laborales, por la presencia misma de la
relación de dependencia, en especial en su faceta económica, no puede decirse que
exista "una declaración de voluntad común destinada a reglar los derechos de las
partes", como requiere la definición de contrato (art. 1137, Cód. Civil) sino una
voluntad con mayor poder de negociación ¬¬la del empleador¬¬ que se impone a la del
dependiente como ya advertí en Derecho Laboral, t. I, p. 75, la base de la relación
laboral es la situación de hipo suficiencia del trabajador, situación social real que lo
lleva a incorporarse como trabajador subordinado a las cadenas empresarias. Esta
situación se agrava en época de desempleo, como ya lo señaló la O. I. T. (conf. Informe
sobre el Programa PIACT, Ginebra, 1984, ps. 4 y sigtes.) y lo advierte el simple sentido
común.
Digo esto porque al analizar cuestiones como las de autos, debe partirse del principio de
que, en una relación laboral, una de las partes está en condiciones de imponer su
voluntad a la otra y de que hay que interpretar restrictivamente los alcances de un
consentimiento que puede no ser tal.
Lo expresado, que constituye la esencia de una de las manifestaciones del espíritu
protectorio de la disciplina y que es el principio de irrenunciabilidad, me lleva a
concluir que en casos como el presente, para darle poder jurídico a una manifestación de
voluntad tendiente a aceptar una disminución de categoría importante, con una
considerable disminución salarial y un relevante perjuicio, se debe estar persuadido de
que se arribó a ésta con libertad, ya que, es un axioma del contractualismo el creer que
solo lo "libremente querido" es justo
Ahora bien, en las actuaciones existen elementos que evidencian que aquí se impuso la
voluntad de la empleadora y prueba de ello es que en el propio responde la accionada
admite que le propuso al trabajador esta disyuntiva: la rebaja de categorías con
disminución salarial o el despido.
Es sabido que la imposición de la voluntad del empleador se sustenta en el temor del
dependiente a verse privado de su sustento por un distracto, en especial en un mercado
de trabajo peculiarmente competitivo por lo que en realidad la opción conlleva la
aceptación del perjuicio y encubría una renuncia de derechos.
La situación socio real de desempleo aumenta el hipo suficiencia y es más de las
causantes de un estado interno de temor que dificulta incluso la defensa de los propios
intereses y derechos. A esta presión colectiva es difícil escapar, por estar inserta en el
subconsciente. De ahí que numerosos silencios y evasivas no sean, consentimiento
tácito sino auténticas renuncias, integrando un deterioro ecológico interno y
significando una involución en el proceso nominada.
Repárese en que el representante legal de la demandada, al responder la posición 12 del
pliego de fs. 102/103 reconoce que en setiembre de 1982 "se le informa al actor que
deberá dejar sus funciones como jefe de departamento para desempeñarse como
adscripto", lo que pone de manifiesto que más que una oferta contractual, el cambio de
tareas revistió el carácter de una directiva, porque es obvio que si un empleador
"informa" a un trabajador que se lo rebajará de categoría, poco espacio queda a la
voluntad del dependiente para aceptar "libremente" tal propuesta.
El testimonio de Garrido, ofrecido por la demandada y personal jerárquico de ésta, es
categórico y muy ilustrativo sobre el tema, ya que afirma que la alternativa era o aceptar
la disminución o prescindir de los servicios del actor.
Debe resaltarse que la rebaja se concretó en setiembre de 1982 y que la supuesta
conformidad se obtuvo recién en noviembre del referido año y que el mencionado
testigo Garrido expresa que a principios de 1983 el demandante manifestó su
descontento y que cuando formalizó su queja le sacaron los tres empleados que tenía a
sus órdenes, por lo que mal puede hablarse de aceptación pacífica o de "consentimiento
tácito".
A esta altura es necesario señalar, que, para considerar carente de eficacia jurídica el
consentimiento del trabajador prestado tácitamente o expresamente en un acuerdo como
el de fs. 87, no se necesita la presencia de los vicios de la voluntad a los que se refiere el
Derecho Civil, disciplina que regula las relaciones entre iguales, porque el principio de
irrenunciabilidad recepcionado en el art. 12 de la L. C. T. (Rev. D. T., 1976, p. 238) al
que ya aludiera, consciente de la incidencia de la dependencia laboral sobre los
trabajadores, priva de efectos a toda convención que importe una disponibilidad en
perjuicio del dependiente o la renuncia a lo que acuerdan normas imperativas.
Es cierto que la situación económica de la empresa no era próspera y que se redujo el
personal en forma considerable por la crisis económica general (aspecto no cuestionado
por las partes, art. 477, Cód. Procesal) y también es verdad que nos encontramos ante un
trabajador profesional, pero no es menos cierto que la crisis económica también incide
en los trabajadores y no sólo en las empresas, afectando un mercado de trabajo y
agudizando su carácter competitivo y que el hecho de que el actor sea ingeniero no
incide en su condición de "dependiente", en especial si evaluamos que tenía una
antigüedad de 21 años en la empresa, como señala el a quo y 40 años de edad, lo que
hace que pudiera querer conservar el empleo y tener verosímil temor a reincorporarse a
un mercado, como ya señalé, peculiarmente competitivo por causa de la misma crisis
que afectó no sólo a la empleadora.
Si no se hubiese alegado la situación económica de la demandada, que existió en
realidad, la claridad de la cuestión hubiese sido tan obvia y la conducta de la accionada
tan antijurídica, que no requeriría mayor fundamento el rechazo de una pretensión como
la de la empresa, de que es válido un acuerdo por el cual un trabajador admite una
rebaja de categoría y de salario, pero a esta altura corresponde realzar que nuestro país
aún no ha elaborado un "Derecho del Trabajo de la Crisis", con base normativa que
permite rever los alcances del orden público laboral y amén de ello, no debemos olvidar
cuando de este tema se habla, que el trabajador es por esencia ajeno a los riesgos, lo que
es la contrapartida de la ajenidad en los frutos, por lo que no pueden recaer sobre él las
contingencias económicas de una unidad productiva con fines de lucro. Los riesgos del
mercado integran los riesgos propios de la empresa y deben ser soportados, en principio,
por el empleador, como bien lo señalara Juan Carlos Fernández Madrid en el VIII
Congreso Iberoamericano y VII Nacional de Derecho del Trabajo y de la Seguridad
Social (Buenos Aires, 1983) conf. Ponencias, t. I, ps. 39 y siguientes).
En síntesis, creo que el actor tenía derecho a que se le mantuviera su categoría y su nivel
salarial y que la conducta de la accionada ¬¬que no niega el perjuicio económico del
cambio¬ no se ajustó a derecho y que el despido indirecto fue legítimo por lo que debe
indemnizárselo.
La demanda progresará por: $a 8.623 por la integración del mes del despido (art. 232, L.
C. T.), por $a 26.289,90 por la indemnización sustitutiva del preaviso, integrada la
remuneración con la parte proporcional del SAC (arts. 231 y concs., L. C. T.), $a 75.900
por la indemnización por antigüedad (arts. 245 y concs., L. C. T.), lo que totaliza $a
110.812,90, suma que será actualizada desde que cada crédito es debido y hasta su
efectivo pago con las pautas del art. 276 de la L. C. T. y devengará intereses moratorios
al 15 % anual por el mismo lapso.
De prosperar mi voto, las costas de ambas instancias serán soportadas por la accionada
vencida.
Por lo expresado, y en síntesis, propongo: 1°) revocar la sentencia apelada y hacer lugar
a la demanda interpuesta por Narciso T. Bariain contra Mercedes Benz Argentina, S. A.
y condenando a ésta a pagar al actor, dentro del quinto día de notificada la suma de $a
110.812,90 que será actualizada desde que cada crédito fue debido y hasta su efectivo
pago con las pautas descriptas por el art. 276 de la L. C. T. y devengará intereses al 15
% anual por el mismo lapso; 2°) imponer las costas a la demandada vencida.
Los doctores Rodríguez Aldao y Fernández Madrid adhieren al voto que antecede pues
comparten sus fundamentos.
En atención al resultado del presente acuerdo, el Tribunal resuelve: 1) Revocar la
sentencia apelada y hacer lugar a la demanda interpuesta por Narciso T. Bariain contra
Mercedes Benz Argentina, S. A. y condenando a ésta a pagar al actor, dentro del quinto
día de notificada, la suma de $a 110.812,90, que será actualizada desde que cada crédito
fue debido y hasta su efectivo pago con las pautas descriptas por el art. 276 de la L. C.
T. y devengará intereses al 15 % anual por el mismo lapso; 2) imponer las costas a la
demandada vencida.

 “PRINETTI, Jorge c/ BAGLEY”, C.N.A.T., SALA III, D.T. 2000 B, pág. 1427.

El fallo "Prinetti c/ Bagley" trata lo referente al "principio de irrenunciabilidad", al


alcance del art. 12 de la L.C.T., su proyección sobre todo tipo de derechos, incluso los
de fuente contractual, del contrato individual, no sólo los provenientes de la ley o del
convenio colectivo. Se resuelve sobre la "irrenunciabilidad" a la baja del valor de
determinada comisión remuneratoria que el trabajador tenía asignada en su contrato
individual de trabajo. Es un fallo correspondiente, entonces, a "Principios del derecho
del Trabajo".

En este caso el trabajador, Prinetti, había prestado su consentimiento para celebración


de diversos acuerdos que significaron una rebaja de sus remuneraciones, así todos y
cada uno de los cambios operados en la forma de retribución del trabajador contaron
con el consentimiento de este. Por lo cual el Tribunal analizó el valor de dicho
consentimiento como condición indispensable para la solución de la causa.
Allí los votos de los Dres. Guibourg ilustra nítidamente acerca de la real legitimidad de
las reducciones salariales, las cuales -se sostiene- corresponde sean analizadas
invariablemente a la luz del principio de irrenunciabilidad de derechos, y que la
expresión de voluntad de un trabajador para acordar modificaciones peyorativas,
sobremanera frente a las condiciones de desempleo que se observan en nuestro país,
acentuadas desde perspectivas amenazantes de despido con pérdida de la fuente de
trabajo, importan explícita o implícitamente que las propuestas patronales pueden ser
presumidas -en su caso- como viciadas en los términos de los arts. 897, 900 y 937 del C.
Civil.
También sostuvo en la causa “Prinetti” que el art. 12 de la L.C.T. no enumera el
contrato individual de trabajo que, siempre que no se vulnere ninguno de los niveles de
protección del orden público laboral, puede ser libremente modificado por las partes.
Desde luego, la voluntad del trabajador para renunciar al contrato o modificarlo en su
perjuicio no puede inferirse de su silencio ni de modo alguno que no implique una
forma de comportamiento inequívoco (art. 58, L.C.T.). Reconoció como hipótesis más
probable que el empleador proponga una reducción de las condiciones del contrato
como medio para resolver una crisis empresaria que pudiera llevar a la destrucción de la
fuente de trabajo, extremo que se acredita en autos. De cualquier modo, el acuerdo
expreso del trabajador, para ser válido, debe corresponder a una actitud ejecutada con
discernimiento, intención y libertad (art. 897, Cód. Civil), y la presunción admite prueba
en contrario, ya sea de conformidad con hechos invocados y probados en la causa o en
virtud de condiciones de las partes o de la relación habida entre ellas que indiquen, en el
caso, la existencia de una efectiva libertad negocial.

El “ius variandi” se refiere exclusivamente a decisiones unilaterales del empresario, a


cuyo poder de dirección fija límites estrictos. Es inaplicable a los casos en los que media
un acuerdo bilateral, ya que una modificación concertada de los términos del contrato
no puede identificarse, al menos en condiciones normales, con el poder patronal de
dirección. (Del voto de Dr. Guibourg).
La gravedad que presenta la realidad social económica afectada seriamente por un alto
índice de desempleo y el correlato del miedo del trabajador a perder su puesto de
trabajo, circunstancias que son sobrevinientes al esquema en el que fueron concebidas
las normas relativas al “ius variandi” dentro de la Ley de Contrato de Trabajo, imponen
al juzgador la necesidad de adaptar sus criterios de decisión, siempre dentro de las
normas vigentes, a fin de garantizar que su aplicación se ajuste a los parámetros de la
Constitución Nacional, que imponen a las leyes asegurar al trabajador “condiciones
dignas y equitativas de labor” (artículo 14 bis).
Cualquiera sea el nivel que cada uno pueda entender como “digno y equitativo”, la
sujeción total de la propia voluntad negocial a la de la contraparte está en abierto
conflicto con el modelo constitucional.

 “FERNÁNDEZ ESTRELLA C/ SANATORIO GUEMES”, C.S.J.N. 23/8/88,


D.T. 1989-A, pág. 580.

Lo mismo el fallo "Estrella Fernández c Sanatorio Güemes", se refiere al principio de


igualdad de trato, a la interpretación del alcance del art. 14 bis de la Constitución
Nacional, en lo referente a "igual remuneración por igual tarea" y de los art. 17 y 81 de
la L.C.T.

Es el caso de la jefa de enfermería que como se encontraba fuera de convenio no la


afectaban lo aumentos de, entre otros sus subordinados (ya que ella era personal
jerárquico). La actora interpone recurso extraordinario (basándose en que se estaba
violando el principio de igualdad) y se lo deniegan por eso interpone recurso de queja
ante la corte y procede. La corte dice que quien paga menos debe demostrar el porqué
de esa diferencia, lo cual es muy difícilmente mensurable (y lo único que debió
demostrar Fernández es que había empleadas que trabajan menos que ella y cobraban
más).

Tiene por objeto evitar todo tipo de discriminación injusta, pero no las distinciones
sustentadas en méritos particulares”.

En ese punto, indicaron que la Corte también señaló que la garantía de igualdad ante la
ley radica en consagrar un trato legal igualitario a quienes de hallen en una razonable
igualdad de circunstancias, lo que impide que el legislador contemple en forma distinta
situaciones que considere diferentes, en tanto dichas distinciones no se formulen con
criterios arbitrarios de indebido favor o disfavor, privilegio o inferioridad personal o de
clase o de ilegítima persecución.

Estrella era una enfermera, que paso a ser supervisora, eso quiere decir que paso a
personal jerárquico, y no necesita un convenio colectivo de trabajo ni la ley de jornada.
Más allá que empezó a tener diferencias con sus compañeros, también lo vivió en
remuneración de su sueldo, ya que todos los aumentos no serían obligatorios en el caso
de su cargo que tenía. Ósea que de apoco sus compañeras antes enfermeras como ella,
estaban igualando su salario, y es allí donde ella hace una demanda contra el sanatorio.
Y plantea que debe haber una diferencia porque ella era responsable y por el cargo que
se le asigno. Y la corte dice que si se la perjudicó, pero el empleador debería darle un
plus, o sea una brecha lógica de dinero, por la diferencia a su cargo, con respecto a las
otras enfermeras.

 “RICA, Carlos c/ HOSPITAL ALEMAN y otros s/ DESPIDO” C.S.J.N,


24.4.2018.
La Corte Suprema decidió que no toda prestación de servicios de un particular
para una empresa reviste carácter laboral

Un médico neurocirujano demandó al hospital en que trabajaba aduciendo que el


vínculo que lo unía a la institución era de carácter laboral. La Cámara Nacional de
Apelaciones del Trabajo admitió el planteo con fundamento en que “el contrato de
locación de servicios no existe más en ningún ámbito del derecho” y concluyó que,
probada la prestación de servicios, el vínculo era necesariamente de carácter laboral.

Con la firma de los Jueces Ricardo Lorenzetti, Elena Highton de Nolasco y Carlos
Fernando Rosenkrantz, la Corte Suprema revocó el fallo.

El Tribunal destacó que la mera prestación de servicios para una empresa no implica
que la relación sea dependiente y remarcó la vigencia indiscutible de la figura de la
locación de servicios en el derecho argentino.

Por otro lado, el Tribunal descalificó el pronunciamiento porque omitió valorar prueba
según la cual la relación no tenía ninguno de los rasgos típicos de la relación laboral. El
médico era socio de una asociación que tenía injerencia directa dentro del hospital en la
toma de decisiones sobre qué profesionales podían ser admitidos al nosocomio, cómo
debían llevarse adelante las prácticas médicas y cómo eran distribuidos los honorarios.
Además, el médico solo cobraba si realizaba prácticas médicas.
La Corte hizo hincapié, finalmente, en circunstancias adicionales indicativas de la
ausencia de relación laboral (el actor era monotributista y emitía facturas, nunca hizo
reclamo alguno durante siete años y no invocó ni probó haber gozado de licencias o
vacaciones pagas).

 “RODRÍGUEZ, Juan c/ COMPAÑÍA EMBOTELLADORA ARGENTINA S.A.


y otro” C.S.J.N., 15/4/93, D.T. 1993 A, pág. 753.

Finalmente, el caso "Rodríguez c Compañía Embotelladora” se refiere al tema


"Contratación y subcontratación. Responsabilidad solidaria", realiza una interpretación
restrictiva sobre el alcance de la responsabilidad solidaria que el art. 30 establece para la
empresa principal que subcontrata la realización de servicios que se relacionan con su
actividad normal y específica propia.

Compañía embotelladora argentina compraba a Pepsi el extracto hacia la gaseosa y la


vendía. El trabajador era empleado de la embotelladora. Y se discute si Rodríguez podía
reclamarle a Pepsi o no. Lo que se establece que la embotelladora no correspondía a la
actividad llamado “unidad técnica” habitual y normal de Pepsi. Este es un supuesto del
art 30. Se intenta distinguir entre objeto social y lo que realmente realizaba en la
práctica.

Como este es un fallo de la década del 90, y muy defendido por las empresas y muy
criticado por los laboralistas (se presume que se lo dicto para bajar línea a los tribunales
inferiores), en donde prácticamente se vació el contenido del art 30, es decir, si esto no
es actividad normal específica y habitual entonces que es!? Y en el fallo procura y
nombra también al fomento de la empresa y a la no afectación del comercio.

Esto fue evolucionando (aunque fue repetido por la corte y acatado por los tribunales
inferiores en varias ocasiones) hasta que de a poco se fue relajando, de la siguiente
manera: la corte empezó a rebotar los recursos extraordinarios que no respetaban el fallo
Rodríguez de los tribunales inferiores, es decir, dejando hacer tácitamente.

Bien vale recordar que donde el fallo “Rodríguez” resolvió a mérito de interpretar al art.
30 de la LCT que no correspondía reclamar responsabilidad solidaria por créditos
laborales de un empresario que suministrare a otro un producto determinado,
desligándose expresamente de su ulterior procesamiento, elaboración y distribución, el
“nuevo criterio” de la Corte para el juzgamiento de la responsabilidad solidaria a partir
de “Benítez” implicó abandonar el criterio restrictivo de extensión, sosteniendo que para
definir la aceptación o el rechazo de la solidaridad, debía probarse la existencia de “una
unidad técnica de ejecución entre la empresa y su contratista, de acuerdo a la implícita
remisión que hace la norma en cuestión (el art. 30), al art. 6del mismo ordenamiento
legal”. Se infería entonces de “Benítez” que la solidaridad dependía de la prueba de esa
unidad, referida al establecimiento, que está precisado en el art. 69 de la LCT como un
segmento de la empresa, que hace a sus fines.

Lo valioso, y que debe significarse de los fallos “Rodríguez” y “Benítez”, es que más
allá de los efectos de uno y del otro, la Corte verdaderamente quiso fijar doctrina,
estableciendo criterios y pautas para la valorización en la materia del Artículo 30. Así
fue como, en definitiva, instó a los jueces de grado a considerar los hechos y pruebas de
cada caso concreto.

Contrariamente a lo dicho, en “Editorial Rio Negro” el Tribunal provincial quiso,


precisamente, analizar los hechos y merituar la actividad en cuestión, donde la Corte
solamente tildó de “desmesurado” el razonamiento del Superior Tribunal de Justicia de
Rio Negro. Es decir, y bien podríamos sostener, fue inconsecuente con la doctrina que
regía desde “Benítez”.

Como corolario, debemos decir que la pregunta disparadora del presente artículo de
opinión queda (lamentablemente) inconclusa y abierta a raíz del fallo comentado.
Entendemos que la Corte Suprema no ha realizado un análisis pormenorizado de la
actividad de distribución y venta de diario, por un lado, ni tampoco ha buscado tratar las
distintas aristas que, desde Rodríguez con Compañía Embotelladora, persisten sin
criterio unificado hasta el día de la fecha.

 “BENÍTEZ, Horacio Osvaldo c/ PLATAFORMA CERO S.A. y otros” C.S.J.N.


22.12.09
ANTECEDENTES: La Cámara Nacional de Apelaciones del Trabajo confirmó la
sentencia de primera instancia en cuanto había desestimado la extensión de
responsabilidad al Club River Plate Asociación Civil, pretendida por la actora con base
en el artículo 30 de la Ley de Contrato de Trabajo. Consideró la inteligencia que la
Corte Suprema asignó a tal disposición en “Rodríguez, Juan Ramón” (Fallos: 316:713),
así como a las circunstancias que en este último fueron requeridas para la aplicación de
ese precepto. Contra ello, la vencida interpuso el recurso extraordinario. La Corte
Suprema, por mayoría, dejó sin efecto la resolución apelada. En disidencia, la Dra.
Argibay consideró que correspondía desestimar el recurso interpuesto.

ESTÁNDAR APLICADO POR LA CORTE: El Tribunal entendió configurada la


“inconveniencia” de mantener la ratio decidendi del precedente “Rodríguez, Juan
Ramón” ( Fallos: 316:713) para habilitar la instancia extraordinaria, pronunciarse sobre
el fondo de la cuestión y asentar la exégesis de normas de derecho no federal -en el
caso, el artículo 30 de la Ley de Contrato de Trabajo-, y dado que la decisión del a quo
no se apoyaba en un criterio propio sobre la interpretación y alcances de dicho precepto,
sino que se reducía a un estricto apego a la doctrina mayoritaria del citado precedente,
debía ser dejada sin efecto con el objeto de que la cuestión litigiosa sea nuevamente
resuelta en la plenitud jurisdiccional que le es propia a los jueces de la causa, resultado
que no abre juicio sobre la decisión definitiva que amerite el tema sub discussio
(artículo 16, primera parte, de la ley 48). Por su parte, la jueza Argibay entendió que los
agravios de la apelante no habilitaban la competencia apelada de la Corte en los
términos del artículo 14 de la ley 48.

En fecha relativamente reciente, la Corte Suprema de Justicia de la Nación dictó


sentencia en los autos "Benítez, Horacio O. c/Plataforma Cero SA y otros s/despido" del
22 de diciembre de 2009, decisorio que, más allá de su contenido intrínseco (se dejó sin
efecto, ordenándose dictar uno nuevo, un pronunciamiento de la Cámara Nacional de
Apelaciones del Trabajo, sala IX, mediante el cual se había desestimado el planteo
tendiente a obtener la aplicación de lo dispuesto en el art. 30 LCT con relación a una de
las demandadas) contiene una serie de consideraciones que por más que son (o debieran
serlo) archiconocidas y derivadas de la más rancia ortodoxia constitucional, desde hace
un tiempo parecían olvidadas. Más aún, de las expresiones vertidas por la Corte se
aprecia con claridad que, en verdad, los ministros intervinientes se consideraron
prácticamente "obligados" a formularlas en razón de la proliferación que se advierte en
el ámbito judicial, ya sea por magistrados, abogados y doctrinarios en cuanto a citar en
apoyo de sus posturas, un fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación referido a
una determinada interpretación acerca de normas de derecho común.

Esto se patentiza, en el ámbito de nuestra disciplina, con las sentencias dictadas por la
Corte en los casos "Carballo" y "Palomeque", referidos a la responsabilidad laboral de
los socios y administradores de las sociedades comerciales derivada de los arts. 54, 59
y 274 ley 19.550. En base a esas decisiones se generó una profusa doctrina y
jurisprudencia que sostenía la necesidad de adecuarse o remitirse al "criterio" sentado
por el Alto Tribunal en dichos precedentes.

Otro tanto puede decirse de lo resuelto en "Rodríguez, Juan R. c/Compañía


Embotelladora Argentina SA y otros" del 15-4-93 (5), que es, precisamente al que se
refiere el pronunciamiento que estamos analizando. El mismo fue dictado en una
controversia vinculada a los alcances que debe otorgársele al art. 30 LCT referido, como
se sabe, a determinados supuestos de responsabilidad solidaria en casos de cesión o
subcontratación de servicios o trabajos correspondientes a la actividad del
establecimiento. En esa oportunidad, la Corte incursionó en la exégesis de una
disposición de carácter "común" como lo es el citado art. 30 de la Ley de Contrato de
Trabajo y a partir de allí es habitual -al menos hasta la fecha- que magistrados,
doctrinarios y litigantes para fundar sus asertos con relación a este punto, se limiten a
remitirse al "caso Rodríguez" o al "criterio de la Corte en Rodríguez".

Para decirlo más concretamente, el Tribunal Supremo, en ese malhadado precedente


"Rodríguez" y con una integración parcialmente diferente a la actual, no solamente
invalidó el fallo de un órgano judicial inferior sino que, además, resolvió el fondo del
asunto y sentó una interpretación propia del citado art. 30 LCT, con el propósito, según
dijo, de "afianzar la justicia" y "poner un necesario 'quietus' en la evolución de las
diversas tendencias jurisprudenciales que distan de ser pacíficas, como surge de
numerosos pronunciamientos del fuero laboral".
 "DUQUELSY, Silvia c/ FUAR S.A." C.N.A.T., SALA III, D.T. 1998 A., pág.
715.

2ª Instancia. — Buenos Aires, febrero 19 de 1998.


La doctora Porta dijo:
Contra la sentencia de autos, que acogió el reclamo de la accionante, se alza ésta a
mérito del memorial que luce a fs. 181/183. La perito contador apela los honorarios que
le fueran regulados, por considerarlos reducidos.
Se queja la recurrente pues, sostiene que correspondía extender la condena en forma
solidaria a la presidente del directorio de la codemandada Fuar S. A., en virtud de la
responsabilidad que le cabe a ésta emergente del art. 59 de la ley 19.550.
Llega firma a esta alzada, ya que no existió agravios al respecto, que la relación laboral
habida entre la actora y Fuar S. A. no fue debidamente registrada. Tal como sostuviera
este tribunal (sent. 73.635 del 11/4/79 "in re": Delgadillo Linares, Adela c. Shatell S. A.
y otros s/ despido), dicha conducta constituye un típico fraude laboral y previsional, ya
que tiene normalmente por objeto y efecto disminuir en forma ilegítima la incidencia
del salario normal en las prestaciones complementarias o indemnizatorias y en los
aportes al sistema de seguridad social. El pago en negro perjudica al trabajador, que se
ve privado de aquella incidencia; al sector pasivo, que es víctima de la evasión, y a la
comunidad comercial en cuanto, al disminuir los costos laborales, pone al autor de la
maniobra en mejor condición, para competir en el mercado, que la reservada a otros
empleadores respetuosos de la ley.
El art. 54 de la ley 19.550, en el último párrafo agregado por la ley 22.903, dispone "La
actuación de la sociedad que encubra la consecución de fines extra societarios,
constituye un mero recurso para violar la ley, el orden público o la buena fe o para
frustrar derechos de terceros, se imputará directamente a los socios o a los controlantes
que la hicieron posible, quienes responderán solidaria e ilimitadamente por los
perjuicios causados".
No podría decirse que el pago en negro encubre en este caso la consecución de fines
extra societarios, puesto que el principal fin de una sociedad comercial es el lucro; pero
sí que constituye un recurso para violar la ley, el orden público (el orden público laboral
expresado en los arts. 7°, 12, 13 y 14, ley de contrato de trabajo), la buena fe (que obliga
al empresario a ajustar su conducta a lo que es propio de un buen empleador, art. 63, ley
de contrato de trabajo) y para frustrar derechos de terceros (a saber, el trabajador, el
sistema previsional, los integrantes del sector pasivo y la comunidad empresarial, según
ya se ha indicado).
Ahora bien, no se ha probado en autos que la codemandada Silvia Cao fuera socia de
Fuar S. S. A., por lo que no le resulta aplicable al art. 54 de la ley 19.550. Sin embargo,
en su carácter de presidente del directorio de dicha sociedad y en virtud de lo dispuesto
por el art. 274 de dicho cuerpo legal responde ilimitada y solidariamente ante los
terceros –entre quienes se encuentra la actora–, por la violación a la ley –supuesto que
se encuentra configurado en el caso, en virtud de lo señalado precedentemente– ya que
no ha probado que se opusiera a dicho actuar societario, ni mucho menos que dejara
asentada su protesta y diera noticia al síndico de la misma, único medio de eximirse de
tal responsabilidad. En consecuencia, propiciaré que se haga lugar a la queja de la
accionante.
Teniendo en cuenta el mérito e importancia de las tareas realizadas por el perito
contador, estimo que los honorarios que le fueran regulados resultan adecuados, por lo
que propiciaré que se confirmen los mismos.
Por ello, propicio: I. Modificar la sentencia apelada, en el sentido de hacer extensiva la
condena, en forma solidaria, a la codemandada Silvia N. Cao; II. Imponer las costas de
alzada a dicha codemandada; III. Regular los honorarios del firmante de fs. 181/183 en
… % de lo que corresponda percibir por su actuación en primera instancia.
El doctor Guibourg dijo:
Que adhiere al voto que antecede por compartir sus fundamentos.
Por lo tanto, el tribunal resuelve: I. Modificar la sentencia apelada, en el sentido de
hacer extensiva la condena, en forma solidaria a la codemandada Silvia N. Cao; II.
Imponer las costas de alzada a dicha codemandada; III. Regular los honorarios del
firmante de fs. 181/183 en … % de lo que le corresponda percibir por su actuación en
primera instancia.

 "PALOMEQUE, Aldo c/ BENEMETH S.A. y otro" C.S.J.N. 3/4/03, Revista


Lexis Nexis Nro. 5, pág. 351.

Así lo dispuso el supremo tribunal nacional en los autos “Recurso de hecho deducido
por Gabriel Lipovetzky, Jacobo Lipovetzky y Sergio Lipovetzky en la causa
Palomeque, Aldo René c/ Benemeth S.A. y otro"
El expediente llegó a la Corte luego de que los codemandados recurrieran en queja la
sentencia de la Cámara Nacional de Apelaciones del trabajo que modificó la de primera
instancia y les extendió solidariamente la condena.

La cámara laboral modificó la sentencia de grado y extendió la condena a los restantes


demandados en su carácter de directores y socios de la sociedad anónima empleadora.

A su turno, el Procurador General de la Nación, señaló que según emerge la juez de


grado consideró probado que el actor percibía una suma fija y un porcentaje en concepto
de comisiones por ventas y que su ingreso a la firma accionada resultó anterior al
registrado por la empleadora.

Y agregó que dicho fallo, fue apelado por Benemeth S.A. que se agravió de la admisión
del rubro comisiones y por la actora disconforme con la liberación de responsabilidad
de los socios directores de la firma rechazando la cámara el recurso de la demandada y
admitiendo el planteo de la actora.

Expresó el representante del Ministerio Público Fiscal que figura acreditado que el actor
fue registrado por la empleadora en fecha posterior a la real y en una categoría que no
era la propia como así también la existencia de pagos no registrados.

El procurador, afirmó que toda sentencia debe contener una derivación razonada del
derecho vigente con arreglo a las circunstancias comprobadas de la causa y estimó que
en el caso bajo examen la sentencia no cumple dichos recaudos, en tanto que no ha
quedado acreditado que estemos en presencia de una sociedad ficticia o fraudulenta,
constituida en abuso del derecho y con el propósito de violar la ley.

Asimismo puntualizó que tampoco se advierte... que estén reunidos los elementos
necesarios para considerar que entre los codemandados a título personal y el actor
existía un contrato de trabajo.

Así, el Procurador concluyó que desde esta perspectiva, no alcanzo a advertir que, el
contexto probatorio del caso posea virtualidad suficiente como para generar la
aplicación de una causal de responsabilidad en materia societaria de orden excepcional,
sin la suficiente y concreta justificación; ... Una vez radicado el expediente en la Corte,
ésta hizo suyos los fundamentos del Procurador y dejó sin efecto la sentencia apelada
remitiendo las actuaciones al tribunal anterior para que se dicte un nuevo fallo con
arreglo al presente.

El pronunciamiento de la CSJN contó con los votos afirmativos de Moline O"connor,


Augusto Cesar Belluscio, Enrique Petracchi, Adolfo Vázquez y Juan Carlos Maqueda
en tanto que Antonio Boggiano lo hizo en disidencia.

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