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precedentes
Alberto F. Garay
INTRODUCCIÓN
El título de esta convocatoria parece dar por supuesta una no-
ción de la palabra “precedente” y de su doctrina. Sin embargo,
esto mismo podría ser objeto de controversia en nuestro medio.
Es por esta razón que previo a considerar el caso aludido comen-
zaré por deslindar algunas ambigüedades y presuposiciones. Esta
expresión —v.gr. precedente— tiene un significado común, per-
teneciente al lenguaje natural, que alude a algo que ha ocurrido
anteriormente o que está antes de otra cosa. Sus usos son múlti-
ples. Pero ella tiene también un significado técnico, que remite
a la extensión con que esa expresión es empleada por la llama-
da Doctrina del Precedente, técnica esta difundida en los países
pertenecientes a la tradición del Common Law (Cueto Rúa, 1957;
Cross y Harris, 1991; Cappalli, 1997; Postema 2002, 2003).
En esa tradición se considera que la decisión adoptada en una
sentencia respecto de un caso por un juez debe ser reiterada en un
caso posterior en tanto sus hechos relevantes sean substancialmente aná-
logos a los del primer supuesto. Esa obligatoriedad o vinculación
entre el precedente y los casos análogos posteriores se la conoce
con una expresión latina, a saber: stare decisis et quieta non movere o
su versión breve, stare decisis. Es decir, como ese lenguaje indica, “no
perturbar lo que ya está decidido”. En este sentido técnico emplea-
ré la expresión “precedente”, refiriéndome a esa decisión anterior.
A este respecto, hay que destacar dos variantes de esa reiteración.
Por un lado, lo resuelto por un juez o tribunal en la sentencia pro-
nunciada en un juicio anterior, a lo que suele aludirse con las ex-
presiones holding o ratio decidendi, debe ser reiterado por él o ella
ante un caso subsiguiente cuyos hechos relevantes son substancialmente
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1
Excluyo aquí el tratamiento habido en torno de si la noción de holding o ratio
decidendi debe ser completada con la o las “razones” que llevaron al tribunal
que estableció el precedente a resolver tal como lo hizo.
La Corte Suprema argentina y el uso de sus precedentes 115
2
“Tomás Tomkinson y compañía y el Fiscal, sobre diferencia de aforo entre
‘mantas mezcla’ é ‘imitación Pampas’”, Fallos de la Corte Suprema de Justi-
cia de la Nación (en adelante, Fallos, indicando a continuación el Tomo o
Volumen: página (año)): 1: 148 (1864).
3
Fallos: 1: 148 y 153 (1864).
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4
Fallos: 1: 148 y 156 (1864).
La Corte Suprema argentina y el uso de sus precedentes 117
5
Artículo 31. Esta Constitución, las leyes de la Nación que en su consecuencia
se dicten por el Congreso y los tratados con las potencias extranjeras son la
ley suprema de la Nación; y las autoridades de cada provincia están obliga-
das a conformarse a ella, no obstante cualquiera disposición en contrario
que contengan las leyes o constituciones provinciales, salvo para la provincia
de Buenos Aires, los tratados ratificados después del Pacto de 11 de noviem-
bre de 1859.
6
Artículo 100. Corresponde a la Corte Suprema y a los tribunales inferio-
res de la Nación, el conocimiento y decisión de todas las causas que versen
sobre puntos regidos por la Constitución, y por las leyes de la Nación, con
la reserva hecha en el inciso 11 del artículo 67, y por los tratados con las
naciones extranjeras; de las causas concernientes a embajadores, ministros
públicos y cónsules extranjeros; de las causas de almirantazgo y jurisdicción
marítima; de los asuntos en que la Nación sea parte; de las causas que se
susciten entre dos o más provincias; entre una provincia y los vecinos de
otra; entre los vecinos de diferentes provincias; y entre una provincia o sus
vecinos, contra un Estado o ciudadano extranjero.
7
Artículo 101. En estos casos la Corte Suprema ejercerá su jurisdicción por
apelación, según las reglas y excepciones que fije el Congreso, pero en todos
los asuntos en los que una Provincia fuera parte o un Cónsul o Ministro de
una potencia extranjera, lo será originaria y exclusivamente.
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Real Cédula de Carlos III de 23 de junio de 1778, Capítulo V: “Para evitar
los perjuicios que resultan con la práctica, que observa la Audiencia de Ma-
llorca, de motivar sus sentencias, dando lugar á cabilaciones de los litigantes,
consumiendo mucho tiempo en la extensión de las sentencias, que vienen
á ser un resúmen del proceso, y las costas que á las partes se siguen; mando,
cese en dicha práctica de motivar sus sentencias, ateniéndose á las palabras
decisorias, como se observa en el mi Consejo, y en la Mayor parte de los Tri-
bunales del reyno; y que á exemplo de lo que va prevenido á la Audiencia de
Mallorca, los Tribunales ordinarios, incluso los privilegiados, excusen moti-
var las sentencias, como hasta aquí, con los vistos y atentos, en que se referia
el hecho de los autos, y los fundamentos alegados por las partes; derogando,
como en esta parte derogo, el auto acordado 22. tit. 2. lib. 3 duda 1.ª R, ú
otra qualquiera resolución ó estilo que haya en contrario” (Murillo, 2012, p.
45; Méndez, 1944, p. 442).
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“Si para la sanción de una ley importa que el legislador esponga [sic] previa-
mente sus motivos, con más razón importa esa esposición [sic] cuando se trata
de la aplicación de ella. Este es el único modo de evitar errores o arbitrariedades,
y de hacer efectiva la responsabilidad judicial, que en nuestro actual sistema, la
creo irrealizable, quimérica y nominal” (Tau Anzoátegui, 1962, p. 194).
9
Entre los integrantes de su cuerpo de editores estaban otros miembros que,
años después serían designados Jueces de la Corte Suprema de Justicia de la
Nación, tales como José Barros Pazos (1863-1877), Marcelino Ugarte (1870-
1872), José Dominguez (1872-1887) y Luis Sáenz Peña (1890-1892). Miguel
Estévez Saguí, autor de la tesis doctoral de 1837 a la que me he referido
anteriormente, también integraba ese cuerpo.
10
Quesada, Navarro Viola y Miguel Estéves Saguí, entre otros, fueron desig-
nados conjueces de la Corte Suprema de Justicia Nacional en 1865 (Ver
Fallos: 2: 5 (1865). Un conjuez, es una persona que ocasionalmente integra
la Corte Suprema en casos donde su intervención es necesaria para alcanzar
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11
Es más, en línea con las fuentes que nutrieron a los constituyentes y juris-
tas argentinos, las sentencias de la Corte Suprema se publican de manera
oficial, ininterrumpidamente, desde su instalación en 1863. La decisión de
publicar las sentencias, quedó plasmada, con la firma del Secretario del Tri-
bunal, José M. Guastavino, en el Prefacio del primer volumen de la colec-
ción de fallos. Algunos de sus párrafos dicen lo siguiente: “Las decisiones
de la Suprema Corte que, tanto por los principios primordiales de todo go-
bierno cuanto por los fundamentos propios del sistema, tienen aunque no
sin graves inconvenientes, el carácter y toda la autoridad de ley obligatoria
para todos los Estados y todos los individuos, es preciso que sean conocidas
del pueblo. Al lado de la influencia y poder que ejercen sobre la garantía de
los derechos y sobre la suerte y organización del país es necesario agregar
la publicidad (…) para levantar ante el tribunal de la Corte Suprema el
poder de la opinión del pueblo, quien, a la par que gana en inteligencia
con el estudio de las decisiones judiciales, con su censura hace práctica la
responsabilidad de los jueces, los cuales ganan a su vez en respetabilidad y
prestigio ante sus conciudadanos, según sea la ilustración y honradez que
muestren en sus decisiones. De esta manera logra también el pueblo, por un
medio indirecto, pero que obra poderosamente sobre el hombre, prevenir
la corrupción de sus jueces (…) Así como en los Estados Unidos de Norte-
américa, esta publicación será, con el tiempo, en la República Argentina, el
gran libro, la grande escuela en que todos, y con particularidad los magistra-
dos, los legisladores, los abogados y los estudiantes concurrirán a estudiar la
jurisprudencia, la Constitución y la perfección o imperfección de las leyes”
Fallos: 1: iv (1864).
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12
“Municipalidad de la Capital v. Isabel A. de Elortondo” Fallos: 33: 162
(1888): “[P]orque cualquiera que sea la generalidad de los conceptos em-
pleados por el Tribunal en esos fallos, ellos no pueden entenderse sinó [sic]
con relación a las circunstancias del caso que los motivó, siendo, como es,
una máxima de derecho, que las expresiones generales empleadas en las
decisiones judiciales deben tomarse siempre en conexión con el caso en el
cual se usan, y que en cuanto vayan más allá, pueden ser respetadas pero de
ninguna manera obligan el juicio del Tribunal para los casos subsiguientes”.
Es evidente que si la Corte se refería a una “máxima de derecho”, no se esta-
ba refiriendo a una máxima de derecho español o romano. Era claramente
una del Common law. Y tanto era ello así que el párrafo transcripto es casi una
traducción literal —sin citarlo— de la sentencia de la Corte Suprema nor-
teamericana redactada por John Marshall en “P.J. Cohen and M.J. Cohen v.
Commonwealth of Virginia, 19 U.S. 264, 399 (1821): “It is a maxim not to
be disregarded that general expressions, in every opinion, are to be taken in
connection with the case in which those expressions are used. If they go be-
yond the case, they may be respected, but ought not to control the judgment
in a subsequent suit when the very point is presented for decision”. Este
párrafo es seleccionado por Jones, Murphy and Kernochan como ejemplo
de obiter dictum (Jones, Kernochan y Murphy, 1980, p. 131).
13
Existen muchísimas sentencias en la cuales la Corte Suprema ha resuelto
por remisión “a los fundamentos” de una sentencia anterior o, lisa y llana-
mente, al precedente, mencionándolo por su carátula. Entre los anteceden-
tes más conocidos de sentencias que remiten, brevemente, a otras, figuran
los fallos que, a veces muy sucintamente y por remisión a otros preceden-
tes, declaraban la improcedencia del recurso extraordinario por contener
cuestiones federales insustanciales. Ver, entre muchos otros: “Carder S.A.
v. Municipalidad de Santiago del Estero” Fallos: 256: 512-513 (1963); “Bel-
trán Laguyas v. Pegras S.R.L” (Publicado sólo en sumario en Fallos: 263: 377
(1965)).
La Corte Suprema argentina y el uso de sus precedentes 125
La doctrina de las cuestiones federales insubstanciales fue tomada, como
muchas otras doctrinas, de la jurisprudencia de la Corte Suprema norteame-
ricana. Ver, por ejemplo, “Corporación de Transportes de la Ciudad de Bue-
nos Aires v. Compañía de Ómnibus de la Ciudad de Buenos Aires” Fallos:
194: 220 y 229 (1942). Pero, a diferencia de lo que ocurría en la Argentina
de entonces, la Corte Suprema norteamericana había sancionado una regla
específica que la autorizaba a proceder de ese modo. En la actualidad, esa
regla también fue sancionada en Argentina (arts. 280 y 285 del Código Pro-
cesal Civil y Comercial de la Nación).
14
Ver “A.F.I.P. v. Intercorp S.R.L.” Fallos: 333: 935 (2010); Garay, 2013.
15
Razones de espacio impiden que me extienda sobre el punto. Ver Garay,
2019.
126 Alberto F. Garay
16
Ver, por ejemplo, “D. Ricardo Vadillo contra Pedro Palma y hermanos” Fa-
llos: 23: 366-367 (1881): “Este juzgado no tiene jurisdicción para conocer;
artículo 14 de la Ley Nacional de jurisdicción y competencia; jurisprudencia
hecha por la Corte Suprema fallo: 146, Volumen 3,2ª. serie, p. 505”.
17
“Rodríguez Balmaceda y Cía., contra el Fisco Nacional” Fallos: 6: 159-160
(1868): “La Corte Suprema de Justicia (…) ha resuelto por segunda vez dan-
do á la palabra ‘parte’ del citado art. de la Constitución una interpretación
restrictiva y declarando que la Nación no es ‘parte demandable’ (causa 77,
p. 43, del tom. 2, de la publicación de los Fallos por su Secretario)”.
“Don Ramón Dávila, contra Don Ricardo Valdez” Fallos: 23: 726-727 (1881):
“[Y] la jurisprudencia seguida por la Corte Suprema en casos análogos”; “D.
Tristán A. Malbrán, contra D. Antonio Marechal” Fallos: 28: 28 y 30 (1885):
“Y finalmente, estas son las doctrinas que con más acierto y en conformidad
a la Constitución y leyes, ha hecho prevalecer en diversas resoluciones poste-
riores al fallo citado por el demandado, vease 2ª.serie, Tomo 3°, p. 7 y tomo
4°, p. 392”.
18
Por supuesto que hubieron excepciones. Por ejemplo, en “Agustín Richeri
contra la Municipalidad de Buenos Aires” Fallos: 22: 37 (1880), el juez fe-
deral de primera instancia sostuvo: “Que (…) la Suprema Corte, en el fallo
publicado en la página 476, tomo 2, serie 2ª, ha declarado que la Justicia
Nacional no puede ejercer superintendencia en las Municipalidades por tar-
danza de éstas en resolver lo que á ellas corresponde; y el hecho de retardar
el pago del sueldo se halla en este caso”.
128 Alberto F. Garay
decirse del modo en que la Corte trabajaba durante ese siglo. Con
el transcurso del tiempo, no obstante, la práctica de explicitar re-
gularmente una regla de derecho de la sentencia no fructificó.
Es cierto que existen sentencias en las cuales la Corte Suprema
emplea expresiones tales como “holding”19 o, en ocasiones, ratio
decidendi20, para apuntar a lo que la Corte concretamente decidió
Ver también “Don Herlado Eckell, contra Empresa del Ferro-Carril del Sud”
Fallos 28: 75-76 (1885), donde el tribunal inferior expresó: “Que es de estric-
to derecho, que todas las consecuencias jurídicas de un siniestro marítimo
(…) corresponden privativamente al juez de sección en cuyas aguas ocurre
el hecho, y así se halla resuelto por la Suprema Corte en el caso que cita
“Eckell de las Mensajerías Fluviales con Don Santiago Cánepa”.
“Varios comerciantes estranjeros [sic] contra D. Samuel Palacios y Compa-
ñía,” Fallos: 28: 78 (1885). El Juez federal de primera instancia dijo: “2° que
apenas merece mencionarse que nuestra Constitución, en su artículo 100,
tomado de la Norte-Americana, artículo 3°, Sección 2ª., adoptando lo dis-
puesto en la ley Judiciaria de los Estados Unidos de 1789, atribuyen al fuero
federal las causas en que sean partes un ciudadano y un extranjero; y la Su-
prema Corte de la Nación, en la aplicación de este principio, ha observado
una rigurosa uniformidad. T° 8, Série [sic] 1ª, p. 156. T° 9°, p. 350. T° 11,
Série [sic] 2ª, p. 393. Tómo 14, p. 731.”.
19
“Champion IBSA c. Estado Nacional” (Rosenkrantz, en disidencia) (Corte
Suprema de Justicia de la Nación; 10 de julio de 2018; sentencia sin publi-
car); “Silvia Amanda Sevilla” (Corte Suprema de Justicia de la Nación; 30 de
septiembre de 2014; sentencia sin publicar; “César Luis Waltta” Fallos: 327:
3829 (2004); “Armando Boto c. Obra Social Conductores de Transporte
Colectivo de Pasajeros” Fallos: 320: 786 (1997); “Willner, Eduardo Mario c.
Osswald, María Gabriela s/exhorto” (Fayt y Petracchi, en disidencia) Fallos:
318: 541 (1995).
20
Ver “Norma Alicia Lentine de Sarnari c. Estado Nacional” (Corte Suprema
de Justicia de la Nación; 17 de octubre de 2018; sentencia sin publicar);
“Villar, Lisandro Nelson c. COMFER” (Corte Suprema de Justicia de la Na-
ción; 16 de junio, 2015; sentencia sin publicar); “Hugo Miguel Cristiani c.
IOSE” (Corte Suprema de Justicia de la Nación, 18 de noviembre de 2014;
sentencia sin publicar); “Orlando Mario Gómez c. Estado Nacional” Fallos:
337: 1337 (2014); “Elsa Alejandra Monroy c. Infantes S.R.L.” Fallos: 336:
1468 (2013); “Carlos Fabián Cerigliano c. Gobierno de la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires” Fallos: 334: 398 (2011); “Horacio Osvaldo Benítez c. Plata-
forma Cero S.A.” Fallos: 332: 2815 (2009); “Casa Casmma S.R.L.” (Argibay,
voto concurrente) Fallos: 332: 616 (2009); “Isacio Aquino c. Cargo Servicios
La Corte Suprema argentina y el uso de sus precedentes 129
Industriales S.A.” Fallos: 329: 5913 (2004); “Víctor Peláez” Fallos: 318: 1967
(1995).
21
Un caso curioso que testimonia este uso vago de la palabra “holding” es
“Amelia Ana Villamil c. Estado Nacional” Fallos: 340: 345 (2017). La Corte
no explicitó cuál era el “holding.” En su lugar, dijo: “En efecto, la diferencia
mencionada resulta inmaterial puesto que ella no fue parte del holding de
‘Larrabeiti Yañez’ (expresado en el considerando 5° de dicha sentencia).
Si se lee el caso aludido, esto es, “Anatole Alejandro Larrabaeiti Yáñez c.
Estado Nacional” Fallos: 330: 4592 (2007), se advertirá que el considerando
5 al que se remite tiene 65 renglones y alude a otros tres casos, una ley, un
artículo de un código y diferentes hechos.
22
Ver “Carlos Eugenio Mansilla c. Fortbenton Co. Laboratories S.A. y otros”
Fallos: 337: 179 (2014).
130 Alberto F. Garay
23
Excepciones a esa prevalencia han sido el ex Presidente de la Corte Supre-
ma, Genaro R. Carrió (1983-1985) y el actual Presidente del Tribunal, Carlos
F. Rosenkrantz (2018-). Ambos cursaron estudios de posgrado en Estados
Unidos y enseñaron en universidades norteamericanas.
24
Ver “Gustavo Mario Bazterrica” Fallos: 308: 1392 (1986).
25
Ver, por ejemplo, “Banco Comercial de Finanzas” Fallos: 327: 3117 (2004).
132 Alberto F. Garay
que la Corte defiende en muchos otros casos26. Del otro lado del
mostrador, y afirmando la relevancia de esta práctica, los aboga-
dos frecuentemente toman en consideración la jurisprudencia de
la Corte Suprema para fundar sus argumentos y los juristas han
desarrollado teorías y doctrinas basadas casi con exclusividad en
casos resueltos por la Corte Suprema27.
Otra razón que históricamente ha sido empleada contra la
práctica de la Doctrina del Precedente, conforme se alega fre-
cuentemente, dice que los tribunales no “crean” Derecho pues
esa función pertenece a las legislaturas. Sin embargo, en la actua-
lidad es innegable que la noción de separación de poderes (o,
más apropiadamente, de funciones) no posee la rigidez que se le
reconocía en los siglos XVIII y XIX. Esa forma de concebir a esa
doctrina ha sido abandonada hace años judicial y académicamen-
te desde la aparición del Estado Administrador, en la segunda mi-
tad del siglo XX.
Finalmente, al menos en ocasiones la Corte Suprema ha aplica-
do incidentalmente reglas y estándares que no han sido sanciona-
dos previamente por legislatura alguna ni están en la Constitución.
Ellos son “creados” por la Corte misma28. Dicho procedimiento
26
Ver notas de pie de página 29 y 35 y textos a los que acompañan.
27
Ver, entre muchos otros, Barrancos y Vedia, 1991; G. Carrió, 1978 y 1987;
Imaz y Rey, 1992; Rivera, 2009; Legarre, 2016; Gondra, 1944; A. Carrió,
2015; Pérez, 1962.
28
Piénsese en la regla de exclusión de prueba obtenida ilegalmente, emplea-
da en “Charles Hnos” Fallos: 46: 36 (1891) o más recientemente en “Diego
Enrique Fiorentino”,Fallos: 306: 1752 (1984) y “Reginald Rayford” Fallos:
308: 733 (1986) y tantos otros después; en la regla que exige “actual mali-
cia” para responsabilizar a un medio periodístico por la propalación de una
información falsa, “Patitó”, Fallos: 331: 1530 (2008); en la imposibilidad del
fisco de decretar y ejecutar medidas cautelares por sí y ante sí, “Intercorp”
Fallos: 333: 935 (2010); el estándar que exige declarar la inconstitucionali-
dad de una norma sólo como ultima ratio, “P.D. Rasspe Söhne” Fallos: 249:
51 (1961); y el que impide pedir la inconstitucionalidad de un régimen legal
al que previamente el impugnante se sometió voluntariamente sin formular
reservas, “H. A. Roberts y Cía. S.R.L.” Fallos: 259: 402 (1964); en la imposi-
bilidad de pedir la inconstitucionalidad de una ley si no ella no le produce
La Corte Suprema argentina y el uso de sus precedentes 133
lares del mismo modo parece una de las proposiciones más ele-
mentales de la Justicia30. A ello he añadido tanto los reclamos del
movimiento de jóvenes juristas que principió alrededor de 1830,
como la fuerte influencia de la Constitución norteamericana y la
práctica de sus tribunales en la Constitución Argentina y en la
práctica del poder judicial federal argentino. Finalmente, la expe-
riencia judicial argentina avala la práctica de basar la decisión de
un caso presente en lo decidido en otro anterior. Veamos enton-
ces algunas de las objeciones más importantes que se han alzado
contra esta doctrina.
Una de ellas encuentra al menos extraña la idea de estar obli-
gado a seguir lo resuelto “equivocadamente” o “erróneamente”
en un precedente. En realidad esta postura no ataca la idea de
obligatoriedad del precedente en sí misma sino, eventualmente,
una visión de ella que dice que, aún equivocado, lo resuelto en un
precedente debe ser reiterado en los casos análogos subsiguien-
tes. Es decir que, conforme esta visión, los jueces que así actuaran
estarían obligados a perpetuar el error. Una posición semejante
sostuvieron algunos juristas ingleses durante el siglo XVII. Jere-
miah Bentham, quien no simpatizaba con el modo en que los
magistrados ingleses fallaban, describía la actividad de los jueces
cuando —para resolver un caso— lo hacían conforme se había
resuelto uno análogo anterior, como “actuando sin razón, para
la exclusión declarada de la razón, y por ello, en oposición a la
razón” (Bentham, 1983, p. 434). Sin duda que, en abstracto y sin
reflexionar demasiado, esta crítica a la obligatoriedad del prece-
dente suena acertada, casi improponible. No obstante conviene
hacer tres aclaraciones previas y mostrar por qué he sostenido que
esta posición basada en la perpetuación del “error” tiene sus pro-
blemas.
En primer lugar, debemos tener presente que una de las carac-
terísticas de la remanida “obligatoriedad” consiste en que ella sólo
es tal cuando quien debe resolver un nuevo caso considerado aná-
30
Ver Hart, 1963; Ross, 1963; Wasserström, 1961; Schauer, 1967.
La Corte Suprema argentina y el uso de sus precedentes 135
31
Estas líneas están fuertemente influidas por el deslinde que hace Stevenson
entre desacuerdos de creencias y desacuerdos de actitud. Desde ya que am-
bas posiciones pueden influirse y aparecer entrelazadas (Stevenson, 1971).
138 Alberto F. Garay
32
Puede haber excepciones en las que, a pesar del claro error, la Corte consi-
dere que él es tan irrelevante que el costo de modificarlo supera al beneficio
que se obtendría de su corrección. Puede ocurrir también que el caso en el
que vuelva a presentarse la misma cuestión ella pueda ser resuelta por una
argumentación alternativa, no tenida en cuenta en el precedente.
33
Refiriéndose a la obligatoriedad “lisa y llana”, que caracteriza como “obliga-
toriedad simple”, el profesor y ex juez, Néstor Sagüés sostiene que se trata
de “la menos vigente, y la menos empalmable (a falta de ley, al menos) con
la Constitución” (Sagüés, 2002, p. 202). Su posición tendría mayor asidero,
en mi opinión, si la Corte Suprema hubiera rechazado sistemáticamente la
posibilidad de imponer cualquier doctrina sin ley que la habilite o la de fun-
La Corte Suprema argentina y el uso de sus precedentes 139
36
En oportunidades, la Corte no ha hablado de obligatoriedad de sus prece-
dentes. En contextos similares ha preferido referirse, con igual significa-
do, a la “autoridad institucional” de aquéllos. Ver, entre muchísimos otros,
“Martín H. Cáseres” Fallos: 320: 1891 y 1897 (1997); “Elizabeth Saucedo y
otro” (Corte Suprema de Justicia de la Nación; 12 de septiembre de 1995;
solo consulta por internet); “Roberto Alejandro Fuster y otra” (Corte Supre-
ma de Justicia de la Nación; 13 de junio de 1995; solo consulta por internet);
“Aldo Roberto Tarelli” (Corte Suprema de Justicia de la Nación; 30 de mayo
de 1995; solo consulta por internet). También ha aludido al stare decisis: ver,
entre otros, el caso “Miguel Baretta v. Provincia de Córdoba” Fallos: 183: 408
(1939).
37
Uno de los pocos casos donde la negó de modo terminante fue “Ernesto
Alfredo Montalvo” Fallos: 313: 1333 y 1358 (1990).
38
Entre muchos otros ver las sentencias citadas supra, notas de pie de página
17 y 18.
39
En 1930 ocurrió el primer golpe de estado. En 1943 sobrevino un nuevo
golpe. En 1947, durante el gobierno constitucional de J.D. Perón, quien, en
realidad ya se había desempeñado, simultáneamente, como vicepresidente
de facto, ministro de guerra y secretario de trabajo y previsión desde el gol-
pe de 1943, cuatro de los cinco jueces de la Corte fueron sometidos a juicio
político. Ello permitió luego reemplazarlos por jueces simpatizantes de ese
gobierno. En 1949 se sancionó una nueva Constitución. Luego hubo sucesi-
La Corte Suprema argentina y el uso de sus precedentes 141
modo. Inclusive, dado el tenor de las dos citas a las que acude, pa-
reciera que ella estuviera queriendo dar un paso más, asimilando
a nuestro sistema la Doctrina del Precedente y sus particularida-
des en materia constitucional, tal como se la emplea en Estados
Unidos42.
En esta misma tesitura también se alineaban, por esa época,
aquellos precedentes en los que el Alto Tribunal rechazaba los
recursos extraordinarios porque “una reiterada y clara jurispru-
dencia de la Corte Suprema impid[e] cualquier controversia seria
respecto de su solución”43.
Como advertirá el lector, tanto en el caso mencionado en nota
de pie de página como en los dos anteriores la Corte sienta la re-
gla general de la obligatoriedad y admite excepciones a esa regla.
Muchos años más tarde, la Corte volverá a citar aprobatoriamente
el caso “Baretta”44.
Más recientemente, en la causa “Barreto”45, la Corte se esforzó
en demostrar que el cambio de jurisprudencia que allí efectuaba
42
Incorporación que, por otra parte, no sería novedad; como adelanté an-
teriormente, muchas doctrinas de derecho constitucional norteamericano
han sido incorporadas a la jurisprudencia del Tribunal desde sus inicios has-
ta nuestros días. Ver Miller, 1997.
43
En “Corporación de Transportes”, luego de acudir nuevamente a la cita de auto-
res norteamericanos, dijo la Corte: “[S]iempre que no sea dudosa la aplica-
ción de la doctrina sentada por la Corte Suprema en precedentes repetidos,
ni se adelanten argumentos que puedan inducir seriamente a considerar
la conveniencia de modificarla, el recurso extraordinario debe denegarse,
porque la cuestión federal en que se lo funda resulta notoriamente ineficaz
para la modificación del pronunciamiento recurrido”. (“Corporación de
Transportes de la Ciudad de Buenos Aires v. Compañía de Ómnibus Ciudad
de Buenos Aires” Fallos: 194: 220, 229-230 (1942)). Ver también “Gaviña,
Mario B. y Hnos. v. Provincia de Buenos Aires” Fallos 209: 431 (1947).
44
“Sucesión Emilia Namen de Cheuan v. Dirección Nacional del Azúcar” Fa-
llos: 319: 1552, 1556 (1996); “Ernesto Alfredo Montalvo” (disidencia de En-
rique S. Petracchi) Fallos: 313: 1333 y 1358 (1990), entre muchos otros.
45
“Alberto Damián Barreto y otra v. Provincia de Buenos Aires” Fallos: 329:
759 (2006).
La Corte Suprema argentina y el uso de sus precedentes 143
46
Sostuvo la Corte: “4°) Que los miembros del Tribunal que suscriben esta
decisión consideran que debe abandonarse la generalizada calificación del
concepto de “causa civil” que se viene aplicando desde el citado precedente
de 1992. En efecto, por un lado no está en discusión el reconocimiento del
principio —sentado por el Tribunal desde el tradicional precedente dictado
en el caso “Miguel Baretta” (Fallos: 183: 408, 413-414 (1939)) con arreglo
al cual es deseable y conveniente que los pronunciamientos de esta Corte
sean debidamente considerados y consecuentemente seguidos en los casos
ulteriores, a fin de preservar la seguridad jurídica que resulta de dar una
guía clara para la conducta de los individuos (Fallos: 248: 115 (1960)). Mas
con parejo énfasis cabe igualmente aceptar que esa regla no es absoluta ni
rígida con un grado tal que impida toda modificación de la jurisprudencia
establecida, pues los tribunales no son omniscientes y como cualquier otra
institución humana, también pueden aprovechar del ensayo y del error, de
la experiencia y de la reflexión. Por cierto que para que ello suceda, tal
como fue señalado en los precedentes recordados, tienen que existir ‘causas
suficientemente graves, como para hacer ineludible tal cambio de criterio’
o es necesario que ‘medien razones de justicia al efecto’, entre las cuales se
encuentra el reconocimiento del carácter erróneo de la decisión, la adecua-
da apreciación de las lecciones de la experiencia o si las cambiantes circuns-
tancias históricas han demostrado la conveniencia de abandonar el criterio
establecido” (Fallos: 313: 1333 (1990), disidencia del juez Petracchi, y sus
citas).”
47
Si el lector acude al caso “Baretta” advertirá que allí se discutía la aplicación
retroactiva de un cambio de jurisprudencia operado en otra causa, con pos-
terioridad a que Baretta iniciara su demanda.
144 Alberto F. Garay
48
“Magdalena Videla v. Vicente García Aguilera” Fallos: 9: 53 (1870). En el
mismo sentido Sagüés: “porque la expresión ‘por su fundamento se confir-
ma,’ no aclara si está aludiendo a todos los fundamentos mencionados por
el juez federal de sección (que eran tres), o sólo a alguno de ellos.”). Este
fallo pertenece a lo que el mismo autor ha denominado “doctrina del some-
timiento simple” (Sagüés, 2002, p. 187).
La Corte Suprema argentina y el uso de sus precedentes 145
surgía con claridad si, al confirmar “por sus fundamentos”, ella tam-
bién convalidaba lo expresado por el juez en cuanto a la obliga-
toriedad. Pues, cabe remarcarlo, en el caso, esas manifestaciones
eran claramente dicta. No obstante, en numerosas sentencias de
esa época se advierte que los jueces inferiores seguían a rajatabla
la jurisprudencia de la Corte Suprema49.
Unos pocos años después de “Videla”, la Corte falló el caso
“Pastorino”50. Aquí, una vez más, la Corte confirmó la sentencia
del tribunal inferior “por sus fundamentos”. El juez de primera ins-
tancia, que había resuelto a la luz de precedentes del Alto Tribu-
nal, habló de una suerte de “obligación moral” en virtud de la cual
las instancias inferiores debían seguir los precedentes de la Corte
Suprema. Sin embargo, esa obligación moral dejaba de existir, a
juicio del tribunal inferior, cuando esos precedentes “no sean con-
formes a derecho”51. Es decir que —más allá de que el juez inferior
hablaba de la existencia de una obligación moral— pareciera que
él consideraba que un tribunal de primera instancia estaría facul-
tado para revisar un fallo dictado por el tribunal federal más alto
en esa materia en supuestos verdaderamente excepcionales (v.gr.,
casos no conformes a derecho). Más allá de la excepcionalidad
del caso, ¿qué significaba para el juez estar sometido a una obli-
gación moral? O, más fuerte aún, ¿qué significaba estar obligado?
Ya en el siglo XX y luego de que en otras sentencias se insis-
tiera sobre la “obligación moral”, la Corte Suprema, por mayoría,
volvió sobre el tema. En “Cerámica San Lorenzo” sostuvo que “si
bien (…) su fallo no resulta obligatorio para casos análogos, los
jueces inferiores tienen el deber de conformar sus decisiones a
aquéllas”52. Agregó que consideraría a las sentencias de los tribu-
49
Ver supra, nota de pie de página 17.
50
“Bernardo Pastorino, capitán de la barca Nuovo Principio v. Ronillón, Mari-
ni y Compañía” Fallos: 25: 364 (1883).
51
Este fallo es el que comienza la llamada “doctrina del sometimiento condi-
cionado como deber moral” de acuerdo a Néstor P. Sagüés (Sagüés, 2002, p.
188).
52
Fallos: 307: 1094 (1985). Fayt emitió un voto individual (p. 1097 in fine).
146 Alberto F. Garay
53
Fallos: 307: 1094-1097 (1985).
54
“‘Prometo pero no debo’ es paralelo a ‘es y no es.’ Decir’ prometo’ pero
no realizar el acto prometido es paralelo a decir simultáneamente ‘es y no
es.’ Tal como el propósito de la afirmación se frustra por una contradicción
interna (cuando a la vez equiparamos y contraponemos y de esa manera
anulamos o neutralizamos el procedimiento) así también el propósito de
un contrato se frustra si decimos ‘prometo y no debo.’ Esta expresión com-
promete y cancela el compromiso. Es un proceso que se auto-anula. Una
afirmación compromete a otra afirmación” (Austin, 1971, pp. 94-95).
55
“Herminia del Carmen González v. AnSes”, Fallos: 323: 555 (2000).
La Corte Suprema argentina y el uso de sus precedentes 147
56
“Sixto Celestino Chocobar” Fallos: 319: 3241 (1996). Aclaro que no partici-
po de la solución que la Corte proporcionó a este caso.
57
“Herminia del Carmen González v. ANSES” Fallos: 323: 555 y 563 (2000).
148 Alberto F. Garay
58
Ver, por ejemplo, “Edgardo Alberto Sabio y otro” Fallos: 330: 3092 (2007),
donde el tribunal de casación provincial se había apartado de la jurispru-
dencia de la Corte Suprema “con base en una aseveración meramente con-
jetural” (Del dictamen del Procurador General al cual remite la Mayoría del
Tribunal). Inclusive los tribunales inferiores han llegado a resistir un fallo
de la Corte dictado en la misma causa. Por ejemplo, en “Daniel Alberto Vi-
llarreal v. Alejandro Daniel Fernández”, Fallos: 331: 379 (2008), a pesar de la
existencia de una sentencia revocatoria anterior de la Corte Suprema en la
misma causa (Fallos: 329: 3488 (2006)) la Sala encargada de dictar un pro-
nunciamiento acorde con lo dispuesto por el Alto Tribunal, volvió a fallar
150 Alberto F. Garay
BIBLIOGRAFÍA
Austin, J. L. (1971). Palabras y Acciones. How to do things with words. 1ª
edición. Buenos Aires: Paidós.
Barrancos y Vedia, F. N. (1991). Gravedad institucional. Buenos Aires: Abe-
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1785-1853. University of Nebraska Press.
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Transnational Publishers.
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nos Aires: Hammurabi.
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nos Aires: Abeledo Perrot.
Carrió, G.R. (1987). Recurso de Amparo y técnica judicial. Buenos Aires:
Abeledo Perrot.
Carrió, G.R. (2006). Notas sobre Derecho y lenguaje. 5ª. ed. Buenos Aires:
Abeledo Perrot.
59
Los precedentes ingleses que suelen ser citados en este punto son Beamish
v. Beamish [1859-1861] 9 H.L.C. 274 y London Tramways Co. Ltd. v. London
County Counsil, [1898] A.C. 375.
60
Practice Statement [1966] 3 All ER 77. Éste fue ratificado por la Corte Su-
prema del Reino Unido en Austin v. Mayor of Burgesses of the London Bo-
rough of Southwark, [2010] UKSC 28.
152 Alberto F. Garay