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LA VALORACIÓN DE LA NATURALEZA LABORAL DEL ACCIDENTE POR

LAS COMISIONES MÉDICAS

Mario ACKERMAN

I – DOS VICIOS INICIALES: LAS FACULTADES OTORGADAS A LAS


COMISIONES MÉDICAS Y LAS REGLAS ESTABLECIDAS PARA SU
ACTUACIÓN

Distraídos los juristas por los debates –de calidad desigual y no siempre jurídicos-
en torno de la polémica regla del apartado 1 del artículo 39 de la LRT, no parecen haber
prestado ellos suficiente atención al que probablemente sea el punto más débil –
jurídicamente- del sistema diseñado por la Ley 24.557.

En efecto, las facultades otorgadas por el artículo 21 de la LRT a las Comisiones


Médicas y a la Comisión Médica Central creadas por la Ley 24.241 (art. 51), no sólo
suponen un cambio sustancial frente a las funciones asignadas inicialmente a estos
organismos en el marco del Sistema Integrado de Jubilaciones y Pensiones, sino, antes aún,
contradicen -por variadas razones- preceptos constitucionales relacionados directa e
indirectamente con la garantía del debido proceso.

El dictado del Decreto 717/96, con el que se conformó el primer esquema


normativo para la actuación de estos verdaderos tribunales administrativos integrados por
profesionales del arte de curar, provocó también, en una primera aproximación, que ellos
fueran susceptibles de no menos de cinco grandes reproches:

1. La atribución a órganos administrativos nacionales -las Comisiones Médicas- de


facultades típicamente jurisdiccionales, entre las que se destaca la resolución de
conflictos entre particulares –la ART, por una parte, y los trabajadores o sus
derechohabientes, por la otra-, sustrayendo así la materia a los jueces naturales –
esto es, los jueces ordinarios locales o provinciales-, contradice los artículos 75,
inciso 12, y 121 a 123 de la Constitución Nacional1.

1
Ver ACKERMAN, Mario y MAZA, Miguel A., Ley sobre Riesgos del Trabajo; aspectos
constitucionales y procesales, Ed. Rubinzal-Culzoni, Buenos Aires, 1999, pág. 51 y ss.
2

2. Como bien explicó hace ya algún tiempo Francesco CARNELUTTI –y, por el
momento, la ciencia jurídica no pone en cuestión estos conceptos-

El proveimiento jurisdiccional compone el litigio de pretensión discutida. Y


como la discusión de la pretensión da lugar a cuestiones, el juez las resuelve o
las decide; de aquí que el proveimiento sea una decisión. A su vez, como la
decisión es a un tiempo la exposición y la imposición de la opinión del juez
acerca de las cuestiones, recibe, por lo general, el nombre de sentencia. …
Además, para regular la marcha del proceso, el juez puede asimismo resolver
cuestiones y, por tanto, adoptar decisiones, e incluso … tales decisiones
pueden tener la misma forma del proveimiento jurisdiccional, por lo que son
equivalentes los conceptos de proveimiento jurisdiccional, de decisión y de
sentencia. … Por tanto, todo proveimiento jurisdiccional es una decisión.
Decidir es juzgar, o sea extraer, según la estructura de cada juicio, una
conclusión de dos premisas: una regla y un hecho. Toda decisión se
descompone en estos tres elementos: premisa de derecho, premisa de hecho,
conclusión o disposición2.

Esta reflexión merece ser completada con la observación de CHIOVENDA cuando


señalaba que, como expresión de un modelo de sociedad democrática, los
nombramientos (de los funcionarios judiciales) se hacen según normas
establecidas que abren el camino a los más aptos y preparados3.

Estos conceptos básicos aportan una primera explicación al hecho de que, en los
países civilizados –y en particular en los que imperan regímenes democráticos-, la
función de juzgar aplicando normas de fuente estatal se atribuya a profesionales del
derecho, y no a ingenieros, geólogos o médicos4.

Este requisito mínimo de idoneidad, exigido por el artículo 16 de nuestra


Constitución Nacional para la ocupación de cualquier cargo público –y al margen
de las numerosas excepciones de las que los argentinos no logramos aún
2
CARNELUTTI, Francesco, Instituciones de Derecho Procesal Civil, Ed. Harla, México, 1997,
pág. 227. Los subrayados corresponden al original.
3
CHIOVENDA, Giuseppe, Curso de Derecho Procesal Civil, Ed. Harla, México, 1997, pág. 30.
4
Y, con la misma lógica –apuntalada a su vez por el sentido común-, la construcción de puentes, la
prospección minera y las intervenciones quirúrgicas no se encomiendan a abogados.
3

liberarnos-, no parece cumplirse así en el caso de las Comisiones Médicas, que


están facultadas no sólo para decir el derecho en cada caso concreto sino, además,
para aplicar las normas procesales que regulan el procedimiento.

3. También observó CARNELUTTI que el oficial investido de funciones judiciales no


es idóneo si no es libre5.

En términos similares, y al explicar el sentido del llamado principio procesal de


independencia de la autoridad judicial, DEVIS ECHANDÍA advierte que:

El juez debe sentirse soberano en la recta aplicación de la justicia


conforme a la ley. Por eso, nada más oprobioso que la existencia de jueces
políticos, de funcionarios al servicio de los gobernantes o de los partidos. Un
Estado donde los jueces sufran la coacción de gobernantes o legisladores deja
de ser un Estado de Derecho6.

Y agrega más adelante el gran procesalista colombiano que, para que se cumpla el
principio de independencia de aquellos funcionarios a los que se atribuye la
delicada función de juzgar, éstos deben ser empleados del Estado, pagados por
éste y han de disponer de remuneraciones justas7, advirtiendo, además, que son
gravísimas las consecuencias de permitir que, sea por el origen o nombramiento
de los funcionarios judiciales, por la posibilidad de ocasionar sus renuncias o por
la utilización de cambios en las leyes orgánicas para idénticos fines, la justicia esté
a merced de la política o de los políticos8.

La contradicción de estos principios básicos –elementales y obvios- del proceso


aparece reiteradamente en el sistema de la LRT a poco que se observa que:

 Los médicos –y los demás funcionarios- que integran las Comisiones Médicas,
no obstante su condición de empleados públicos nacionales9, están incluidos en

5
CARNELUTTI, F, Op. cit., pág. 314.
6
DEVIS ECHANDÍA, Hernando, Teoría General del Proceso, 2ª ed., Ed. Universidad, Buenos
Aires, 1997, pág. 56.
7
Idem, pág. 127.
8
Idem, pág. 130.
9
Ver ACKERMAN, M. y MAZA, M.A., op. cit., pág. 235 y ss.
4

el ámbito personal de aplicación de la legislación laboral común, lo que los


priva de estabilidad en el empleo10.

 El funcionamiento de las Comisiones Médicas se financia con aportes de una –y


sólo una- de las partes del proceso: las ART y los muy pocos empleadores
autoasegurados (art. 36 del Decreto 717/96, y Resoluciones SRT 134/96,
200/96, 45/97 y 61/97)11.

4. No obstante el contenido y la trascendencia jurídica tanto del procedimiento, como


de los actos y las resoluciones de las Comisiones Médicas, no se exige que las
partes actúen asistidas de patrocinio letrado.

Esta omisión es particularmente grave en cuanto limita severa e irreversiblemente


el derecho de defensa del trabajador quien, por ejemplo, podría llegar a la instancia
judicial –sea el Juzgado Federal de primera instancia o la Cámara Federal de la
Seguridad Social- privado del derecho de ofrecer prueba, ya que, según la regla del
artículo 28 del Decreto 717/96, en las etapas procesales posteriores a la resolución
final de la Comisión Médica Local, sólo podrán ofrecerse medidas probatorias que
hubiesen sido denegadas en la instancia anterior.

5. Si la carencia de patrocinio letrado es potencialmente más perjudicial para el


trabajador –o sus derechohabientes- que para la ART –que, de hecho, seguramente
tiene a su disposición un servicio jurídico altamente especializado-, y confirmando
una vez más que la violación de los principios básicos del Estado de Derecho, más
tarde o más temprano, tiene eficacia erga omnes, la aseguradora queda en el límite
–interno- de la indefensión cuando la regla del artículo 29 del Decreto 717/96

10
Amén de que probablemente también esto implique la violación de reglas constitucionales (Ver
ACKERMAN, M. y MAZA, M.A., op. cit., pág. 69 y ss.). También sobre la cuestión de la falta de
estabilidad previene CARNELUTTI al señalar que
La inamovilidad de los jueces constituye verdaderamente uno de los principios fundamentales
del régimen del Estado … La inamovilidad se resuelve en una disciplina del empleo público, en
virtud de la cual queda notablemente limitada la dependencia del empleado respecto del otro
sujeto de la relación que es el Estado administrador. Elementalmente, inamovilidad del
empleado significa defecto en quien lo ha nombrado de poder quitarle el empleo; de esta
manera el juez se sustrae al arbitrio del Poder Ejecutivo (CARNELUTTI, F, op. cit.,pág. 315)
11
Difícilmente avalaría este financiamiento CARNELUTTI, quien también advirtió que la libertad, el
bien más preciado para el juez, exige además que se reduzcan al mínimo otros lazos sociales que
podrían trabar el ejercicio de la función (Idem, pág. 317).
5

establece que el recurso contra la decisión de la Comisión Médica se concederá …


con efecto devolutivo.

Así, ese organismo administrativo, al que, como anticipé, se podría reprochar


carencia de idoneidad –jurídica- y falta de independencia frente al Poder
Administrador, está facultado para dirimir conflictos individuales -de interés y de
derecho- con eficacia inmediata. Consecuencia ésta raramente admitida en procesos
judiciales revestidos de todas las garantías de defensa que conforman aquello que
los juristas calificamos como el debido proceso y que, por cierto, todavía tiene
entre nosotros reconocimiento Constitucional (art. 18 de la Constitución Nacional).

II – LA REFORMA INTRODUCIDA POR EL DECRETO N° 1278/00. FUNCIONES


DE LA UNIDAD DE ASESORAMIENTO A LAS COMISIONES MÉDICAS Y
TRASCENDENCIA DE SU OPINIÓN.

Decía CASTORIADIS que si la casa está mal construida, todo esfuerzo por vivir
en ella será, en el mejor de los casos, un arreglo poco satisfactorio12.

El Decreto de necesidad y urgencia N° 1278 del 28 de diciembre de 2000, en el que


es difícil ignorar el doble propósito de bloquear el tratamiento parlamentario de una
importante –y poco prudente- reforma de la Ley 24.557 y de desalentar los
cuestionamientos judiciales a la validez constitucional de su artículo 39, desconociendo
seguramente aquella advertencia de CASTORIADIS, intentó también atenuar con un
parche los severos reproches que se dirigían a la integración y a las facultades de las
Comisiones Médicas.

Así, al incorporar un 5° apartado al artículo 21 de la LRT, el Decreto 1278/00


estableció que cuando exista una divergencia sobre la naturaleza laboral del accidente, y
siempre que ella quede planteada al iniciarse el trámite, la Comisión actuante,
garantizando el debido proceso, deberá requerir, conforme se establezca por vía
reglamentaria, un dictamen jurídico previo para expedirse sobre dicha cuestión.

12
CASTORIADIS, Cornelius, El avance de la insignificancia, Ed. Eudeba, Buenos Aires, 1997, pág.
255.
6

El remiendo, sin embargo, tuvo forma y vocación de remiendo, porque, aunque


resulte sobreabundante, es necesario recordar y subrayar que

 los reproches a las reglas del artículo 21 de la LRT no se agotaban –como no se


agotan- en la falta de idoneidad de los médicos para pronunciarse sobre la
naturaleza laboral del accidente;

 el dictamen jurídico sólo es requerido por el apartado 5 del artículo 21 de la Ley


24.557 en el supuesto de que exista discrepancia –entre el trabajador o sus
derechohabientes y la ART o el empleador autoasegurado- sobre la naturaleza
laboral del accidente, pero no sobre otras cuestiones jurídicas, sean éstas
procesales o sustanciales, materias éstas en las que la Comisión Médica puede
tomar decisiones sin requerir opinión a los profesionales del derecho.

El artículo 6° del Decreto 410 del 6 de abril de 2001, reglamentario del Decreto
1278/00, precisó que el dictamen jurídico previo, en torno a las divergencias planteadas
con relación a la naturaleza laboral del accidente … será emitido por el órgano que a tal
efecto determine la Superintendencia de Riesgos del Trabajo, que, a su vez, y en virtud de
la misma norma, quedó facultada para dictar las normas complementarias
correspondientes.

Con esta base normativa, por Resolución N° 222 del 7 de mayo de 2001, la SRT
creó la Unidad de Asesoramiento a las Comisiones Médicas, con dependencia funcional de
la Subgerencia de Asuntos Legales de aquélla. Unidad que, en virtud de una disposición
interna de la misma Subgerencia, luego pasó a ser la Delegación de Asesoramiento Legal a
las Comisiones Médicas.

Amén de que el esfuerzo reformista dejó intactos los defectos más graves de las
Comisiones Médicas y de sus normas procesales, el jurista no puede dejar de observar que:

 La unidad de asesoramiento –hoy Delegación- no es más que eso: un cuerpo


consultor que da un mero parecer, un consejo –jurídico- que, como tal, no obliga al
juzgador –esto es, a la Comisión Médica-;

 En estos términos, el modelo de desjudicialización ratifica su vocación de negación


de las reglas del debido proceso –que casi hipócritamente se reclama respetar-,
7

provocando de este modo que los médicos juzguen y los abogados actúen como
peritos;

 Se diseña así un curioso proceso en el que la función de juzgar se atribuye a los


profesionales del arte de curar, en tanto la función pericial corresponde a los
profesionales del derecho;

 Estos peritos –jurídicos- son empleados de la Superintendencia de Riesgos del


Trabajo, designados por el funcionario que se encuentre circunstancialmente a
cargo del organismo13, y sujetos al mismo régimen de inestabilidad en el empleo
que el resto del personal (art. 38.3 de la Ley 24.557);

 El recurso ante la Comisión Médica Central para pretender la modificación del


criterio jurídico seguido por la Comisión Médica local, no supone la posibilidad de
un nuevo dictamen por un cuerpo jurídico distinto del que emitió la primera
opinión, de modo que si sólo está en discusión aquel criterio, la segunda instancia
administrativa será un mero trámite obligatorio que apenas aportará una dilación
para llegar a que un tribunal judicial se avoque al conocimiento y resolución de la
cuestión discutida;

 No obstante la trascendencia de los dictámenes jurídicos, y soslayando una vez más


la exigencia de idoneidad reclamada por el artículo 16 de la Constitución Nacional,
los abogados que integran la delegación de asesoramiento –y en esto no hay
diferencias con el resto de los abogados de la Subgerencia de Asuntos Legales de la
SRT- no son designados después de ser sometidos a un concurso de antecedentes y
oposición –como sí ocurre ahora con los magistrados nacionales-;

 En virtud del artículo 4° de la Resolución 222/01 de la SRT, los gastos fijos y


variables que por todo concepto demande la creación y el funcionamiento de la
Unidad de Asesoramiento, son solventados con cargo al Fondo de Reserva para
financiar el funcionamiento de las Comisiones Médicas constituido por la
Resolución SRT N° 134/96, lo que lleva a que las remuneraciones de los abogados

13
Tampoco debe olvidarse que el pacífico incumplimiento de la regla del apartado 1 del artículo 38
de la Ley 24.557 ha llevado a que en los seis años y medio de vigencia del sistema de la LRT ya
transitaron por la máxima jerarquía del organismo rector del sistema ocho Superintendentes.
8

que producen los dictámenes, al igual que las de los médicos que integran esos
organismos, sean abonados con los recursos aportados por la Aseguradoras de
Riesgos del Trabajo, esto es, una de las partes interesadas en sus pronunciamientos.

Con este marco, no es infrecuente –ni debería sorprender, aunque sí disgustar-


tropezar con curiosos criterios, tanto de la Unidad de Asesoramiento como –naturalmente-
de las Comisiones Médicas, en la valoración de la naturaleza laboral del accidente.

III – LA NATURALEZA LABORAL DEL ACCIDENTE

1. Las categorías conceptuales y el marco normativo general

VASILACHIS de GIALDINO14, al abordar lo que ella misma califica como el


problema de la definición del accidente laboral, siguiendo a QUELLET15, señaló hace ya
algunos años que los estudios que se han ocupado de esta cuestión, comparten en su
mayoría cuatro presupuestos:

a) el infortunio no es el resultado de una causa única, ya que diversos determinantes


convergen simultáneamente hacia el evento final;

b) las causas no son ni independientes ni aislables;

c) estas causas definen un cierto estado de la empresa, del puesto de trabajo o de


ambos; y

d) el evento nocivo no puede ser comprendido si no se lo ubica en la situación en la


que se produjo.

A partir de esta primera aproximación, y apoyándose en una prolija y exhaustiva


investigación, concluye luego VASILACHIS que un accidente da siempre lugar a
atribuciones causales que pueden estar determinadas por los valores y características
propios de la víctima o de quien realice la asignación causal, por el grado en que este
último esté implicado en el accidente, por el tipo de relación entre la víctima y aquel que

14
VASILACHIS de GIALDINO, Irene, Enfermedades y accidentes laborales; un análisis sociológico
y jurídico, Ed. Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1992, pág. 63.
15
QUELLET, F., La santé et la sécurité au travail, IRAT, Montréal, 1977, pág. 19 (cit. por
VASILACHIS de GIALDINO, I. en op. y loc. cit. en nota anterior).
9

efectúa la atribución, por las propiedades del siniestro y por las circunstancias en las que
se produjo16.

Estas observaciones llevan necesariamente a dos primeras conclusiones:

1) La imposibilidad de comprender en un concepto único la totalidad de factores


causales que pueden provocarlo y la variedad de situaciones en las que el accidente
de trabajo puede manifestarse, hacen que no resulte conveniente insertar su
definición en un texto legal, a menos, claro está, que se pretenda limitar
severamente el universo de situaciones cubiertas por ese ordenamiento;

2) Si se define normativamente el accidente de trabajo, su identificación en cada caso


concreto reclamará la acreditación de las circunstancias de hecho previstas en el
tipo legal a través de la producción de pruebas en el marco de un proceso de
conocimiento, al que necesariamente deberá integrarse la opinión jurídica, y que
sólo reclamará la evaluación médica a la hora de considerar la vinculación causal
del accidente con el daño a la salud.

La Ley sobre Riesgos del Trabajo, sin embargo, ignorando estas observaciones, y
apartándose en este punto de los precedentes nacionales –de las Leyes 9688 y 24028-,
aporta en el apartado 1 de su artículo 6° una precaria definición, a la que como primer y
obvio reproche debe señalarse que nada dice sobre la provocación de un daño a la salud
del trabajador17.

Omisión ésta que sería por sí suficiente para excluir a los profesionales del arte de
curar de toda intervención en la determinación de la naturaleza laboral del accidente, dado
que su incumbencia profesional específica poco puede aportar para relacionar una
situación de hecho con el concepto del apartado 1 del artículo 6° de la LRT18.

16
VASILACHIS de GIALDINO, I, op. cit., pág. 116.
17
Recuérdese que el apartado 1 del artículo 6° de la LRT establece que se considera accidente de
trabajo a todo acontecimiento súbito y violento ocurrido por el hecho o en ocasión del trabajo.
18
Aunque en el caso se trataba de la consideración de un accidente como in itinere, señaló en una
oportunidad el Dr. LACLAU que lo que aquí se discute no es la existencia de una lesión sino el
lugar donde ésta se produjo, lo que implica el manejo de un conjunto de nociones jurídicas que
rigen la evaluación de las pruebas que puedan aportar las partes implicadas y que, sin desmedro
de la alta calidad profesional de los médicos intervinientes, resultan ajenas a sus conocimientos
(CFSS, Sala III, 19/07/01, autos GREXZKO, Nicolás Antonio c/MAPFRE ACONCAGUA ART s/Ley
24.557, expte. 54.152/2000)
10

Esta limitación genérica se confirma a poco que se advierte que la inmediata


inclusión en el concepto legal de los accidentes in itinere lleva, como observa MAZA, a
que la ley ampare, en esta materia, tres eventos posibles:

a) accidentes de trabajo ocurridos dentro o fuera del establecimiento pero con motivo
de la ejecución misma del trabajo;

b) accidentes de trabajo acontecidos en ocasión del contrato de trabajo; y

c) como subespecie del anterior supuesto, accidentes in itinere, que son los verificados
en el trayecto habitual o en un trayecto modificado si la alteración se debe a alguna
de las causas admitidas por la misma ley y en tanto se haya comunicado la
alteración por escrito al empleador, aportándose el certificado correspondiente19.

Si bien esta tipología implica que el pronunciamiento sobre la naturaleza laboral


del accidente supone, en cualquiera de los tres casos, vincular una situación de hecho con
una categoría normativa, y de cara a algunos criterios seguidos por las Comisiones
Médicas, el caso de los accidentes in itinere, merece –como siempre mereció- alguna
precisión conceptual complementaria.

2. El accidente in itinere

A) La norma legal y la relevancia de sus antecedentes

El apartado 1 del artículo 6° de la LRT, luego de establecer que se considera


accidente de trabajo a todo acontecimiento súbito y violento ocurrido por el hecho o en
ocasión del trabajo, incluye también en esta categoría conceptual al (acontecimiento súbito
y violento) ocurrido en el trayecto entre el domicilio del trabajador y el lugar de trabajo,
siempre y cuando el damnificado no hubiere interrumpido o alterado dicho trayecto por
causas ajenas al trabajo.

La incorporación de los accidentes in itinere o de trayecto a la noción de accidente


de trabajo no es en absoluto una creación original de la LRT ni tan siquiera del derecho
argentino.

19
MAZA, Miguel A., Manual básico sobre la Ley de Riesgos del Trabajo, Ed. Universidad, Buenos
Aires, 2001, pág. 63.
11

La fuente inspiradora inmediata de la regla del apartado 1 del artículo 6° es el


artículo 3° de la Ley 24.028, originado, a su vez, en el artículo 1° de la Ley 9.688 en la
redacción que le diera la Ley 15.448 –del año 1960-.

Pero la Ley 15.488, que sumó a la legislación argentina la cobertura de los


accidentes cuando el hecho generador ocurra al trabajador en el trayecto entre su lugar
de trabajo y su domicilio o viceversa, no hizo más que dar consagración legislativa a lo
que ya había sido aceptado por la jurisprudencia a partir del Fallo Plenario N° 21 de la
Cámara Nacional de Apelaciones del Trabajo, dictado el 9 de noviembre de 1953.

Este criterio jurisprudencial, seguido, además, por los tribunales de todo el país, se
apoyaba en la modificación que había introducido el inciso c) del artículo 1° de la Ley
12.631 al concepto de accidente de trabajo contenido en el artículo 1° de la Ley 9.688,
cuando reemplazó el texto con motivo y en ejercicio de la ocupación en que se les emplea
por la expresión por el hecho o en ocasión del trabajo, siguiendo de este modo la regla del
Convenio 12 de la OIT.

Así, se entendió –primero por vía jurisprudencial y luego normativamente- que el


empleador era responsable por los accidentes in itinere en razón de que éstos se habían
producido por la ocasión del trabajo.

Esta definición, sin embargo, sumada a la excepción que implicaba la interrupción


o alteración del recorrido por causas ajenas al trabajo –como prevé la norma en su
redacción actual-, abrió las puertas a dos nuevas cuestiones que reclamaron sendas
respuestas doctrinarias y jurisprudenciales.

B) Las dos cuestiones que plantea la definición del trayecto: límite topográfico y
desvío por causas ajenas al trabajo

a) Comienzo y terminación del trayecto

En rigor, nunca se consideró trascendente conocer cuándo terminaba el trayecto en


el centro de trabajo, en la inteligencia de que, a partir de allí, no parece discutible que
siempre habría ocasión e incluso hecho del trabajo y, consecuentemente, el accidente
ocurrido será un accidente de trabajo.
12

La identificación del límite se torna en cambio imprescindible en el extremo


opuesto, esto es, el domicilio del trabajador, dado que tal definición marcará la diferencia
entre el reconocimiento y el desconocimiento del derecho a las prestaciones del sistema.

A partir del concepto aportado por el diccionario de la Real Academia de la Lengua,


en el sentido de que trayecto es el espacio que se recorre o puede recorrerse de un punto a
otro20, tanto la doctrina como la jurisprudencia han interpretado con criterio restringido los
límites topográficos del accidente in itinere, para poner su límite en la puerta de entrada al
domicilio del trabajador, al entender que en cuanto aquél es producto de un riesgo
ambulatorio, él supone un riesgo específico que se da a partir del momento en que el
trabajador pasa el umbral de su domicilio y “se asoma” al inicio del camino que lo
conducirá al trabajo21, de suerte que no puede considerarse accidente in itinere el que sufra
el trabajador puertas adentro de su domicilio22.

Y, con apenas alguna excepción23, severamente criticada por la doctrina24, éste ha


sido el criterio predominante en la jurisprudencia25.

La nota de flexibilización, en cuanto lleva a extender la cobertura a ámbitos de


propiedad del trabajador, se da en los supuestos de accidentes ocurridos en las partes
comunes de viviendas colectivas, ya que, en tal caso, si bien se trata de un ámbito de
propiedad del trabajador no lo es de su privacidad26.

20
REAL ACADEMIA ESPAÑOLA, Diccionario de la Lengua Española, 22ª ed., Madrid, 2001, T. II,
pág. 2222.
21
RAINOLTER, Milton, Régimen de accidentes de trabajo; Ley 24.028, 3ª ed., Ed. Astrea, Buenos
Aires, 1993, pág. 38.
22
MONZÓN, Máximo D., El trayecto en el accidente “in itinere”, JTA, N° 9/10, pág. 346. En el
mismo sentido FERNÁNDEZ MADRID, Juan Carlos y CAUBET, Amanda B., Ley de accidentes de
trabajo comentada, Ed. Errepar, Bs. As., 1992, pág. 52; GIRARDINI, Enrique y MAMBELLI,
Roxana, Riesgos del Trabajo; Ley 24.557, Ed. FAS, Rosario, 1996, pág. 98; VÁZQUEZ VIALARD,
Antonio, Accidentes y Enfermedades del Trabajo, Ed. Hammurabi, Bs. As., 1986, pág. 92/95;
MEILIJ, Gustavo, Comentarios a la Ley de Accidentes del Trabajo, Ed. Ariel, Bs. As., 1977, pág.
23; RAMÍREZ BOSCO, Luis E., El accidente de trabajo dentro del domicilio del trabajador, TSS,
1973/4, pág. 438; etc.
23
SCBA, 2/10/73, autos FIRPO, Adriana c/Textiles San Andrés S.A., DT 1973, pág. 865.
24
Ver, por ejemplo, FERNÁNDEZ GIANOTTI, Enrique, Accidente de trabajo antes de salir del
domicilio, en DT 1973, pág. 865 y ss.
25
Ver, por ejemplo, CNAT, Sala II, 4/6/76, TSS T. IV, pág. 91; Idem Sala V, 21/10/80, ED T. 92, pág.
598; Idem Sala II, 22/3/76, LL 1976-D, pág. 347, sum. 73.593, todos ellos cit. por VÁZQUEZ
VIALARD, A., en op. cit., pág. 92 y 93.Ver también en el mismo sentido las citas jurisprudenciales
de GIRARDINI, E. y MAMBELLI, R., en op. cit., pág. 98, nota 23.
26
CNAT, Sala III, 30/4/80, LT T. XXIX, pág. 917.
13

Pero, por esta misma razón, debe considerarse que forma parte de tal ámbito de
privacidad el jardín de la casa, cuando éste está incluido dentro de los límites del espacio
exclusivo que habita27 -lo que lo excluye así del trayecto-, en la inteligencia de que
accidente in itinere es aquel evento dañoso que se produce en el trayecto directo y habitual
entre la salida del umbral de la casa del trabajador y el límite del ingreso al lugar de
trabajo28.

En suma, así, todo daño a la salud sufrido por el trabajador en el ámbito


correspondiente a la privacidad de su vivienda, que es aquél en el que el trabajador y su
familia tengan derecho exclusivo de habitación, será un accidente doméstico, excluido del
concepto de accidente in itinere. Y, simétricamente, el accidente ocurrido a partir del punto
de ingreso al establecimiento donde presta servicios, será un accidente de trabajo, y ya no
de trayecto.

b) Interrupción o desvío por causas ajenas al trabajo

El mismo apartado 1 del artículo 6° de la Ley 24.557, reproduciendo –aunque con


alguna modificación- el criterio de sus precedentes normativos nacionales, luego de admitir
el accidente de trayecto, limita este concepto a los supuestos en los que el damnificado no
hubiere interrumpido o alterado dicho trayecto por causas ajenas al trabajo.

Para una primera aproximación a la identificación de este supuesto de hecho, que


supondrá para el trabajador la pérdida del derecho a las prestaciones del sistema, es
necesario tener presente que la jurisprudencia siempre ha tendido a una apreciación
restrictiva en la admisión de los accidentes ocurridos fuera de la esfera material en la que el
empleador ejerce sus poderes jerárquicos –y la ART las facultades de control-, en la
inteligencia de que

27
En la expresión de FERNÁNDEZ MADRID, J. C. y CAUBET, A. B., en op. cit., pág. 52, aún
cuando no se refieren al supuesto del jardín. Merece sin embargo señalarse que éste es también
el criterio de la jurisprudencia francesa, que en varias oportunidades ha excluido del concepto de
accidente de trayecto al sufrido por un trabajador en el jardín de su domicilio cuando, por ejemplo,
se dirigía a subir a su automóvil para ir a trabajar. Ver Ed. Francis Lefebvre, Accidents du travail-
Maladies professionnelles, Ed. Francis Lefebvre, Paris, 1993, pág. 127, donde se resumen varios
fallos de la Sala Social de la Corte de Casación.
28
Dictamen del Fiscal de Cámara, que comparte el Tribunal, en CFSS, Sala I, 30/11/98, autos
GARCILAZO, Blanca E., c/Sul America ART s/Ley 24.557, TSS 1999, pág. 402.
14

En un accidente “in itinere”, la relación de causalidad entre el infortunio y el


trabajo debe apreciarse con criterio estricto, debiendo ocurrir en la ruta más cómoda,
directa y razonable …. Por ello, para que el siniestro sea indemnizable, quien lo invoca
debe acreditar que han ocurrido los requisitos de tiempo y espacio necesarios, motivo
por el cual el hecho de que el trabajador tomara por un camino poco razonable, sin
haber acompañado a autos prueba alguna que acredite que dicho camino era el
adecuado, lo excluye de un nexo lógico de causalidad entre la conducta de la empresa y
el infortunio acaecido29.

Tal posición restrictiva, sin embargo, no debe llevar a un extremo de rigidez que
reclame una inviable inmutabilidad en el itinerario a recorrer por el trabajador.

Pero así como no sería admisible la imposición al trabajador de un recorrido fijo y


único para trasladarse entre su domicilio y el lugar de trabajo, e incluso debería aceptarse
que él opte por un trayecto más extenso que el directo cuando ello obedezca, por ejemplo,
a razones de seguridad –eligiendo calles iluminadas o de mayor tránsito-, tampoco puede
dejar de prestarse atención a la posición fijada por el legislador actual, quien, al vedar la
alteración o interrupción por causas ajenas al trabajo, parece haber optado por un fórmula
menos amplia aún que la adoptada por la Ley 15.448 –y mantenida tanto en las posteriores
reformas de la Ley 9.688 como en el artículo 3° de la Ley 24.028- que hacía referencia al
interés particular del trabajador –y también a la razón extraña al trabajo-.

Tal vez la fórmula más amplia de flexibilización para la aceptación del desvío o la
interrupción haya sido la utilizada por FERNÁNDEZ MADRID cuando, a partir de una
concepción dinámica –que debería permitir al trabajador introducir variaciones en el
recorrido-, afirmó que mientras exista el “animus” de dirigirse a prestar servicios el
trabajador se encuentra en el trayecto30.

Debe advertirse, empero, que en el caso resuelto en el expediente en el que se


pronunció el magistrado, se trataba de un trabajador que fue asesinado por delincuentes en
la puerta y fuera de su casa cuando se disponía a ir a trabajar, y la discusión que dio lugar
29
CFSS, Sala I, 30/4/01, autos MAZZONE, Daniel A. c/Prevención ART, sumario de FERNANDEZ
MADRID, Javier en Sumarios de fallos; Riesgos del Trabajo: accidente “in itinere” y Dictamen de la
Comisión Médica Central, Errepar, DLE N° 199,T. XVI (marzo 02), pág. 269.
30
CNAT, Sala VI, 30/8/85, autos BECERRA REYES de MOYA, Angelina y Otros c/ALCAR MAT.
CONSTRUCCIONES SRL, DT 1985-B, pág. 1829 y ss.
15

al pronunciamiento judicial se planteó porque no estaba claro si, en ese momento, aquél
estaba entrando o saliendo de su domicilio.

Y fue esta circunstancia lo que llevó al sentenciante a apelar a la figura del animus,
en la inteligencia de que –como también explica- la responsabilidad (del empleador) no
desaparece por el solo hecho de que (el trabajador) retroceda escasos metros.

También un caso en el que el trabajador fue víctima de un acto criminal que lo


obligó a desviarse de su recorrido habitual llevó a la Sala I de la Cámara Nacional de
Apelaciones del Trabajo a afirmar que el concepto de trayecto es por esencia dinámico, ya
que es el lugar por el que se debe atravesar normalmente para arribar a un punto, por
eso, mientras exista el “animus” de dirigirse a prestar servicios o regresar al domicilio
particular el trabajador se encuentra en el trayecto al que hace referencia el artículo 1° de
la Ley 968831.

Este repaso del origen jurisprudencial del animus in itinere y los excepcionales
supuestos en los que, con el marco normativo anterior, la jurisprudencia consideró que no
se había producido el desvío o interrupción en interés particular del trabajador o por una
razón extraña al trabajo, aporta un dato que no es irrelevante a la hora de merituar algunos
pronunciamientos recientes de las Comisiones Médicas y, especialmente, de la Unidad de
asesoramiento.

IV – CUATRO PRONUNCIAMIENTOS REPRESENTATIVOS

No es mi intención actual hacer un análisis exhaustivo o una sistematización de los


dictámenes de la Unidad de Asesoramiento a las Comisiones Médicas, ni de los de éstas o
de las Resoluciones de la Comisión Médica Central. Propósito que, de todos modos, no
resultaría de fácil concreción considerando la limitada publicidad que se da a aquéllos y a
éstas.

Si, en cambio, pretendo mostrar, a partir de cuatro ejemplos, las severas


imperfecciones y las cuestionables conclusiones a las que se puede arribar cuando el
procedimiento diseñado para el conocimiento de la verdad –que es finalmente el sentido de

31
CNAT, Sala I, 16/11/95, BLANCO, Martiniano c/Comercio Internacional SA, DT 1996-B, Pág.
2642.
16

todo proceso- está afectado por aquellos vicios que señalé tanto en la composición personal
de los órganos a los que se atribuye la facultad de juzgar y la función de asesorar, como en
las reglas procesales que rigen sus actuaciones.

Y el tema, claro está, quedará centrado en casos en los que el debate giró en torno
de la naturaleza laboral del accidente y, en particular, de la calificación como in itinere de
accidentes ocurridos fuera del establecimiento donde el trabajador debía prestar servicios.

1. Accidente por el hecho del trabajo

a) Los hechos

El señor Dante Eugenio GONZÁLEZ trabajaba como vigilador y cumplía sus


funciones en el horario de 7 a 19 horas.

El día 5 de agosto de 2001, a las 8 de la mañana, luego de haber ingresado a


trabajar y estando en su lugar de trabajo, murió por un impacto de bala en su cabeza.

Se discute si fue un accidente de trabajo o un suicidio.

b) Las pruebas y los dictámenes de la Unidad de Asesoramiento y de la


Comisión Médica

Según se indica en el dictamen de la Unidad de Asesoramiento –del 4/12/01,


Dictamen N° 220/01-, la muerte se produjo en circunstancias no aclaradas judicialmente a
la fecha del dictamen.

Se consigna, sin embargo, que de las actuaciones judiciales surge que el arma del
trabajador –que fue hallada a su lado- había sido disparada, que se había utilizado un solo
proyectil y que respecto de la prueba Dermotest, que determina si el Sr. González había
disparado el arma, se tomaron hisopados de ambas manos del trabajador, no contándose
aún con el resultado del mismo.

La Unidad de Asesoramiento, luego de mencionar un informe de una entidad


privada aparentemente contratada por la ART que califica al hecho como hipotético
suicidio, de señalar que a la fecha de recepción del presente expediente no ha concluido la
instrucción del sumario, desconociéndose –por ende- su resultado y de observar que no ha
surgido ningún testigo presencial del hecho, afirma que no es posible arribar a una
17

conclusión definitiva de la investigación que permita establecer si se trató de un homicidio


o un suicidio.

En virtud de ello, e invocando un precedente jurisprudencial –de la Suprema Corte


de la Provincia de Buenos Aires- que reclamó una prueba concluyente del suicidio para
descartar que se trate de un accidente de trabajo, dictamina que el Sr. González habría
sufrido un accidente por el hecho del trabajo, encontrándose éste en dependencias de su
ámbito laboral habitual, a disposición de la empleadora y dentro de su horario de trabajo.

La Comisión Médica N° 10B, en la conclusión de su dictamen del 12/12/01 32,


ratifica que se trató de un accidente por el hecho del trabajo, pero en los fundamentos
indica, además, al describir el siniestro, que se dispara el arma accidentalmente y le
provoca la muerte al damnificado.

c) Observaciones

Bien es sabido que cualquier pronunciamiento de un tribunal sobre el fondo de la


cuestión, estando pendiente la producción de pruebas relevantes, se considera un
prejuzgamiento y esto, por cierto, lo descalifica como acto judicial válido.

La Unidad de Asesoramiento hace expresa referencia a las actuaciones judiciales


aún no concluidas y a una prueba dermatológica esencial tampoco producida.

Sin embargo, vulnerando las que en una actuación judicial serían las reglas del
debido proceso, y sin explicar las razones de su premura, ese cuerpo asesor emite su
opinión con los elementos obrantes a la fecha del dictamen e indica que debe tenerse por
cierto que se produjo un accidente por el hecho del trabajo, presumiendo, así, al mismo
tiempo, una relación causal mucho más intensa que la mera circunstancia de tiempo y
lugar que supondría la ocasión del trabajo.

Y no le va en zaga el tribunal médico cuando, antes de aceptar el dictamen jurídico,


afirma, apodícticamente, que el arma se disparó accidentalmente y provocó la muerte del
trabajador.

No es inoportuno recordar la trascendencia adicional que le aporta a estas


afirmaciones arbitrarias –que vician así de arbitrariedad al pronunciamiento, pero que son a
32
Expte. 10 B-L-3749/01
18

su vez producto de la violación de los elementales principios procesales de defensa y


congruencia- el hecho de que el recurso contra esa decisión, en virtud del artículo 29 del
Decreto717/96, será concedido con efecto devolutivo.

Y, en cualquier caso, no es fácil imaginar con qué andamiaje conceptuale o


referencias normativas la Comisión Médica Central podría evaluar los defectos procesales
del dictamen producido en primera instancia por la Comisión Médica local.

2. Desvío en el trayecto

a) Los hechos

El día 10 de noviembre de 2001, la Srta. Norma G. BARREIRO, cumplida su


jornada de labor, se retiró del establecimiento donde prestaba servicios y, en su bicicleta, se
dirigió hacia un cajero automático instalado en un banco ubicado a unas veinte cuadras del
centro de trabajo en dirección opuesta a la del trayecto que debía seguir para regresar a su
hogar.

Dos cuadras antes de llegar al banco ella fue atropellada por un vehículo automotor.

b) Resolución de la Comisión Médica Central

En la Resolución aprobada en el Plenario de la Comisión Médica Central del 29 de


mayo de 200233, ésta ratificó el dictamen de la Comisión Médica N° 12, que había
considerado que la Srta. Barreiro había sufrido un accidente in itinere, con el argumento de
que el pago de los salarios, por medio de cajeros automáticos, obedece a una disposición
del Ministerio de Trabajo, que de ninguna manera establece en qué cajero se debe realizar
el cobro, por lo que se comprende el desvío del recorrido habitual dentro de un concepto
dinámico de trayecto.

c) Observaciones

Si bien la modalidad de pago de las remuneraciones mediante acreditación en


cuenta abierta a nombre del trabajador podría dar lugar a un interesante debate jurídico
sobre el carácter de hecho u ocasión del trabajo que podría atribuirse al acto de cobrar a
través de un cajero automático, -en el que habría que considerar especialmente las

33
Expte. 012 –L-01358/01
19

circunstancias de tiempo y lugar que podrían habilitar tal calificación-, es evidente que ese
eventual debate no aparece siquiera insinuado en el lacónico y precario argumento de la
Comisión Médica Central.

De haberse ingresado en un debate jurídico sobre esta cuestión, podría haberse


valorado, por ejemplo, la trascendencia que tendría en el caso –éste u otro- el hecho de que
el trabajador no opte por cobrar en dinero efectivo haciendo uso del derecho que le da el
artículo 124 de la Ley de Contrato de Trabajo (t.o.) en su párrafo final, o que no concurra
al banco a retirar todo el dinero de su sueldo inmediatamente después de vencido el plazo
del artículo 128 del mismo ordenamiento.

En orden a las circunstancias de hecho del caso, debe también señalarse que en la
Resolución no se hace ninguna referencia a la producción de pruebas sobre el motivo por
el que la trabajadora se dirigió al cajero automático –bien entendido que ella podría haber
ido a retirar dinero, a depositarlo, a pagar un servicio o tan sólo a averiguar el saldo de su
cuenta-, ni sobre la existencia de otros cajeros más próximos al trayecto directo hacia su
domicilio, ni sobre la intención de la trabajadora de dirigirse posteriormente a su domicilio
particular. Es más, nada se dice sobre esto último, y podría haber ocurrido que ella fuera a
retirar dinero –si es que ése era su propósito- para luego hacer alguna compra antes de
regresar a su casa, supuesto éste en el que no habría debido desconocerse que hubo desvío
o interrupción del trayecto.

Pero, claro está, tanto el análisis jurídico como la valoración de las pruebas en
orden a su trascendencia jurídica, reclaman una incumbencia profesional específica, que es
la jurídica. Y, como bien es sabido, a la Comisión Médica Central, aunque integrada por
calificados profesionales de la medicina, cuyos conocimientos médicos no están puestos en
cuestión, no parece razonable reprocharle falta de conocimientos jurídicos.

3. Interrupción del trayecto

a) Los hechos

El día 17 de agosto de 2001, la señorita Lorena GOYENECHE, que trabajaba en


una empresa localizada en el barrio de Belgrano, ciudad de Buenos Aires, y que vivía en
Beccar, Pcia. de Buenos Aires, fue autorizada por su empleador a retirarse una hora antes
20

de la terminación de su horario de labor habitual, para hacer un trámite personal en su obra


social, ubicada en la zona de Tribunales de la Capital (avenida Córdoba al 1500).

Luego de hacer el trámite, y cuando se encontraba en el andén de la estación Callao


para abordar el subterráneo con el que emprendería el regreso a su casa, resbaló y fue
arrollada por un tren.

b) Dictamen de la Delegación de Asesoramiento Legal a las Comisiones Médicas

En su dictamen N° 002/02, del 16/7/02, en el que se apoya luego la Comisión


Médica N° 10D34, la Delegación de Asesoramiento Legal a las Comisiones Médicas se
inclina por considerar que en el caso se trató de un accidente in itinere, con el argumento
básico de que la Sra. Goyeneche concurrió a su obra social, con consentimiento de su
empleador, adelantando su horario de egreso de su trabajo.

c) Observaciones

Como claramente prevé el artículo 6° de la LRT en su apartado 1, el accidente in


itinere es el producido en el trayecto entre el domicilio del trabajador y el lugar de
trabajo, siempre y cuando el damnificado no hubiere interrumpido o alterado dicho
trayecto por causas ajenas al trabajo.

En este caso, la alteración del trayecto en interés particular de la trabajadora y, en


consecuencia, por una causa ajena al trabajo, no es materia de discusión.

El matiz que introduce la circunstancia de que ella se haya retirado antes de la


terminación de su horario habitual es tan irrelevante como la autorización de su empleador
para hacerlo.

Lo único que agrega este último dato es que, ese día, la trabajadora cumplió una
jornada de labor diferente, pero esto no le quita al trámite que hizo el carácter de gestión
particular, y la autorización de su empleador para cambiar la jornada no borra la ajenidad al
trabajo de la causa del accidente.

Es más, en un precedente que aparece reiteradamente citado en los dictámenes tanto


de la Unidad de Asesoramiento como de las Comisiones Médicas para justificar el inasible

34
Expte. 10-D-L-4580/01
21

–y abusado- animus in itinere, el Dr. CAPÓN FILAS da a entender que la desviación del
trayecto por razones personales en los casos de accidentes in itinere, sólo resulta eximente
de responsabilidad empresaria en los supuestos en que tal desviación fuere la causa
determinante del siniestro35.

En este caso, no se hizo referencia al animus pero, aún cuando se hubiera apelado a
esa discutible figura, es evidente que si la trabajadora no hubiera ido a la obra social, no
habría sufrido el accidente.

El tema podría penetrar así en la compleja cuestión de la causalidad jurídica, sobre


la que se han derramado ya ríos de tinta y erudición –no sólo jurídica36-.

La Delegación de Asesoramiento Legal, sin embargo, pareció optar por evitar toda
sofisticación jurídica en su análisis, y apeló así a un argumento dogmático, que la llevó a
eludir incluso la aplicación de un inequívoco precepto legal por la vía de la invocación de
la irrelevante autorización del empleador para modificar el horario de labor.

4. Accidente in itinere en el que no se verifican los requisitos topográficos

a) Los hechos

El señor Sergio A. LARREA, empleado de una estación de servicio en la que


trabajaba en el horario de 22.00 a 6.00, el día 28/01/02, por la tarde, fue a visitar a su
abuela con motivo de la muerte de la madre de ésta y, desde la casa de aquélla,
conduciendo un ciclomotor, se dirigió a la casa de su prima, con el propósito de trasladar a
ésta hasta allí, para luego dirigirse él a su trabajo.

Antes de llegar a la casa de su prima, aproximadamente a las 21.45, fue atropellado


por un camión.

b) El dictamen de la Delegación de Asesoramiento Legal a las Comisiones


Médicas

35
CNAT, Sala VI, 30/8/85 (DT 1985-B, pág. 1829). El texto reproducido es el del sumario del fallo
publicado por la revista Derecho del Trabajo.
36
Ver, por ejemplo, BUNGE, Mario, La causalidad; el principio de causalidad en la ciencia
moderna, Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1997.
22

En su dictamen N° 004/02, del 18/7/0237 la Delegación de Asesoramiento Legal a


las Comisiones Médicas considera que se trató de un accidente in itinere en razón de que:

1) En el caso la intención del trabajador era la de dirigirse a su trabajo más allá de


acompañar a su prima hasta su domicilio; y

2) En lo que se refiere al hecho de que el Sr. Larrea iniciara su trayecto desde la casa
de su abuela, cabe puntualizar que la cuestión del domicilio puede dar lugar a
diversas interpretaciones. Sin perjuicio de ello, la jurisprudencia ha resuelto que el
concepto de domicilio puede comprender lugares que, sin reunir las características
del artículo 89 del Código Civil, justifiquen que el trabajador establezca en ellos
su residencia. Tal sería el caso de la casa de los padres, novia, casa de fin de
semana, por ejemplo, a los que el trabajador concurre con cierta habitualidad,
razón por la cual el trayecto entre ellos y su lugar de trabajo también debería
considerarse como habitual.

c) Observaciones

Probablemente pocas veces se haya puesto a debate un caso en el que tan


claramente concurren todos los presupuestos de hecho que deberían llevar a descalificar a
un hecho como accidente in itinere.

En efecto, el trabajador había partido de un lugar que no era su domicilio y su


destino inmediato no era su lugar de trabajo. El desvío, además, obedecía a una causa
ajena al trabajo.

Pero pese a que ninguno de estos tres datos está cuestionado, la Delegación de
Asesoramiento Legal, con dos argumentos insólitos, se aparta del texto legal, para
reconocer al accidente el carácter de in itinere.

En cuanto al primer argumento, que se apoya a su vez en uno de los precedentes


judiciales en el que se sostuvo que mientras exista el “animus” de dirigirse a prestar
servicios … el trabajador se encuentra en el trayecto 38, cabe recordar que el fallo citado

37
Expte. 10B-L-2196/02
38
CNAT, Sala I, 16/11/95 (DT 1996-B, pág. 2642)
23

fue dictado en un supuesto en el que el trabajador, contra su voluntad, fue desviado de su


itinerario y herido por delincuentes.

Es obvio que nada indica que el trabajador no se proponía no ir a trabajar ese día –
aunque tampoco se acreditó lo contrario-, pero también es evidente que, en el momento del
accidente, él no se dirigía a su lugar de trabajo sino a la casa de su prima. Y, si no hubiera
sido ése su destino, él no habría estado en el lugar del accidente y éste, en consecuencia, no
se habría producido.

Pero si el primer argumento es inconsistente, el segundo merodea el absurdo.

Amén de que la pretendida jurisprudencia que se invoca es apenas una cita


doctrinaria, no puede dejar de observarse que el trabajador no había fijado su residencia en
la casa de su abuela, y es evidente que no era allí donde iniciaba su trayecto habitual hacia
su trabajo, dado que, como se admite expresamente, la visita obedeció al infrecuente hecho
de la muerte de su bisabuela, desgraciado evento éste que descarta toda idea de
habitualidad.

De todos modos, si el trabajador se hubiera visto forzado a modificar el itinerario


con alguna frecuencia, el mismo apartado 1 del artículo 6° de la Ley 24.557 indica las
causas, el procedimiento y las cargas de conocimiento que él debía cumplir si pretendía
gozar de la protección legal.

Pero, en cualquier caso, Larrea, más que aportar una anécdota extrema, no hace
sino confirmar que no es un dictamen jurídico lo que habrá de proveer a las Comisiones
Médicas y a sus reglas de procedimiento la alta cuota de juridicidad de la que, por ahora,
están despojadas.

V – EN SUMA

El derecho a la tutela judicial efectiva es un derecho de derechos, en cuanto es el


derecho que permite acceder al reconocimiento y protección de todos los derechos.

El proceso judicial es, así, la vía para lograr el reconocimiento del derecho con la
aplicación de la ley.
24

Y así como cualquier persona puede –y debe- cumplir con los mandatos legales,
sólo un juez puede aplicar la ley39.

De ahí que, como señaló DEVIS ECHANDÍA,

Las normas positivas de derecho material resultan ineficaces si no es posible su


adecuada actuación en los casos particulares, mediante un proceso; y éste no se logra
sino cuando se dispone de esos dos medios indispensables: el órgano calificado para
hacerlo y las normas procesales adecuadas para su intervención. Es más posible
obtener una justicia con malos códigos de procedimientos que con malos jueces. Las
deficiencias de aquéllos pueden ser subsanadas con el criterio jurídico, la capacidad y
la actividad de los funcionarios que los aplican; pero las deficiencias de éstos hacen
nugatorias las ventajas de los buenos códigos40.

¿Qué puede esperarse, entonces, del derecho a la tutela judicial efectiva, cuando el
juzgador se encuentra limitado en su idoneidad jurídica e independencia, y las normas
procesales no respetan las reglas elementales del debido proceso?

Una preocupante respuesta a esta interrogación puede encontrarse en los


pronunciamientos de las Comisiones Médicas del sistema de la LRT y de su Unidad de
Asesoramiento.

39
CALAMANDREI, Piero., Derecho Procesal Civil, Ed. Harla, México, 1997, pág. 18
40
DEVIS ECHANDÍA, H., op. cit., pág. 127.

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