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Mario ACKERMAN
Distraídos los juristas por los debates –de calidad desigual y no siempre jurídicos-
en torno de la polémica regla del apartado 1 del artículo 39 de la LRT, no parecen haber
prestado ellos suficiente atención al que probablemente sea el punto más débil –
jurídicamente- del sistema diseñado por la Ley 24.557.
1
Ver ACKERMAN, Mario y MAZA, Miguel A., Ley sobre Riesgos del Trabajo; aspectos
constitucionales y procesales, Ed. Rubinzal-Culzoni, Buenos Aires, 1999, pág. 51 y ss.
2
2. Como bien explicó hace ya algún tiempo Francesco CARNELUTTI –y, por el
momento, la ciencia jurídica no pone en cuestión estos conceptos-
Estos conceptos básicos aportan una primera explicación al hecho de que, en los
países civilizados –y en particular en los que imperan regímenes democráticos-, la
función de juzgar aplicando normas de fuente estatal se atribuya a profesionales del
derecho, y no a ingenieros, geólogos o médicos4.
Y agrega más adelante el gran procesalista colombiano que, para que se cumpla el
principio de independencia de aquellos funcionarios a los que se atribuye la
delicada función de juzgar, éstos deben ser empleados del Estado, pagados por
éste y han de disponer de remuneraciones justas7, advirtiendo, además, que son
gravísimas las consecuencias de permitir que, sea por el origen o nombramiento
de los funcionarios judiciales, por la posibilidad de ocasionar sus renuncias o por
la utilización de cambios en las leyes orgánicas para idénticos fines, la justicia esté
a merced de la política o de los políticos8.
Los médicos –y los demás funcionarios- que integran las Comisiones Médicas,
no obstante su condición de empleados públicos nacionales9, están incluidos en
5
CARNELUTTI, F, Op. cit., pág. 314.
6
DEVIS ECHANDÍA, Hernando, Teoría General del Proceso, 2ª ed., Ed. Universidad, Buenos
Aires, 1997, pág. 56.
7
Idem, pág. 127.
8
Idem, pág. 130.
9
Ver ACKERMAN, M. y MAZA, M.A., op. cit., pág. 235 y ss.
4
10
Amén de que probablemente también esto implique la violación de reglas constitucionales (Ver
ACKERMAN, M. y MAZA, M.A., op. cit., pág. 69 y ss.). También sobre la cuestión de la falta de
estabilidad previene CARNELUTTI al señalar que
La inamovilidad de los jueces constituye verdaderamente uno de los principios fundamentales
del régimen del Estado … La inamovilidad se resuelve en una disciplina del empleo público, en
virtud de la cual queda notablemente limitada la dependencia del empleado respecto del otro
sujeto de la relación que es el Estado administrador. Elementalmente, inamovilidad del
empleado significa defecto en quien lo ha nombrado de poder quitarle el empleo; de esta
manera el juez se sustrae al arbitrio del Poder Ejecutivo (CARNELUTTI, F, op. cit.,pág. 315)
11
Difícilmente avalaría este financiamiento CARNELUTTI, quien también advirtió que la libertad, el
bien más preciado para el juez, exige además que se reduzcan al mínimo otros lazos sociales que
podrían trabar el ejercicio de la función (Idem, pág. 317).
5
Decía CASTORIADIS que si la casa está mal construida, todo esfuerzo por vivir
en ella será, en el mejor de los casos, un arreglo poco satisfactorio12.
12
CASTORIADIS, Cornelius, El avance de la insignificancia, Ed. Eudeba, Buenos Aires, 1997, pág.
255.
6
El artículo 6° del Decreto 410 del 6 de abril de 2001, reglamentario del Decreto
1278/00, precisó que el dictamen jurídico previo, en torno a las divergencias planteadas
con relación a la naturaleza laboral del accidente … será emitido por el órgano que a tal
efecto determine la Superintendencia de Riesgos del Trabajo, que, a su vez, y en virtud de
la misma norma, quedó facultada para dictar las normas complementarias
correspondientes.
Con esta base normativa, por Resolución N° 222 del 7 de mayo de 2001, la SRT
creó la Unidad de Asesoramiento a las Comisiones Médicas, con dependencia funcional de
la Subgerencia de Asuntos Legales de aquélla. Unidad que, en virtud de una disposición
interna de la misma Subgerencia, luego pasó a ser la Delegación de Asesoramiento Legal a
las Comisiones Médicas.
Amén de que el esfuerzo reformista dejó intactos los defectos más graves de las
Comisiones Médicas y de sus normas procesales, el jurista no puede dejar de observar que:
provocando de este modo que los médicos juzguen y los abogados actúen como
peritos;
13
Tampoco debe olvidarse que el pacífico incumplimiento de la regla del apartado 1 del artículo 38
de la Ley 24.557 ha llevado a que en los seis años y medio de vigencia del sistema de la LRT ya
transitaron por la máxima jerarquía del organismo rector del sistema ocho Superintendentes.
8
que producen los dictámenes, al igual que las de los médicos que integran esos
organismos, sean abonados con los recursos aportados por la Aseguradoras de
Riesgos del Trabajo, esto es, una de las partes interesadas en sus pronunciamientos.
14
VASILACHIS de GIALDINO, Irene, Enfermedades y accidentes laborales; un análisis sociológico
y jurídico, Ed. Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1992, pág. 63.
15
QUELLET, F., La santé et la sécurité au travail, IRAT, Montréal, 1977, pág. 19 (cit. por
VASILACHIS de GIALDINO, I. en op. y loc. cit. en nota anterior).
9
efectúa la atribución, por las propiedades del siniestro y por las circunstancias en las que
se produjo16.
La Ley sobre Riesgos del Trabajo, sin embargo, ignorando estas observaciones, y
apartándose en este punto de los precedentes nacionales –de las Leyes 9688 y 24028-,
aporta en el apartado 1 de su artículo 6° una precaria definición, a la que como primer y
obvio reproche debe señalarse que nada dice sobre la provocación de un daño a la salud
del trabajador17.
Omisión ésta que sería por sí suficiente para excluir a los profesionales del arte de
curar de toda intervención en la determinación de la naturaleza laboral del accidente, dado
que su incumbencia profesional específica poco puede aportar para relacionar una
situación de hecho con el concepto del apartado 1 del artículo 6° de la LRT18.
16
VASILACHIS de GIALDINO, I, op. cit., pág. 116.
17
Recuérdese que el apartado 1 del artículo 6° de la LRT establece que se considera accidente de
trabajo a todo acontecimiento súbito y violento ocurrido por el hecho o en ocasión del trabajo.
18
Aunque en el caso se trataba de la consideración de un accidente como in itinere, señaló en una
oportunidad el Dr. LACLAU que lo que aquí se discute no es la existencia de una lesión sino el
lugar donde ésta se produjo, lo que implica el manejo de un conjunto de nociones jurídicas que
rigen la evaluación de las pruebas que puedan aportar las partes implicadas y que, sin desmedro
de la alta calidad profesional de los médicos intervinientes, resultan ajenas a sus conocimientos
(CFSS, Sala III, 19/07/01, autos GREXZKO, Nicolás Antonio c/MAPFRE ACONCAGUA ART s/Ley
24.557, expte. 54.152/2000)
10
a) accidentes de trabajo ocurridos dentro o fuera del establecimiento pero con motivo
de la ejecución misma del trabajo;
c) como subespecie del anterior supuesto, accidentes in itinere, que son los verificados
en el trayecto habitual o en un trayecto modificado si la alteración se debe a alguna
de las causas admitidas por la misma ley y en tanto se haya comunicado la
alteración por escrito al empleador, aportándose el certificado correspondiente19.
2. El accidente in itinere
19
MAZA, Miguel A., Manual básico sobre la Ley de Riesgos del Trabajo, Ed. Universidad, Buenos
Aires, 2001, pág. 63.
11
Este criterio jurisprudencial, seguido, además, por los tribunales de todo el país, se
apoyaba en la modificación que había introducido el inciso c) del artículo 1° de la Ley
12.631 al concepto de accidente de trabajo contenido en el artículo 1° de la Ley 9.688,
cuando reemplazó el texto con motivo y en ejercicio de la ocupación en que se les emplea
por la expresión por el hecho o en ocasión del trabajo, siguiendo de este modo la regla del
Convenio 12 de la OIT.
B) Las dos cuestiones que plantea la definición del trayecto: límite topográfico y
desvío por causas ajenas al trabajo
20
REAL ACADEMIA ESPAÑOLA, Diccionario de la Lengua Española, 22ª ed., Madrid, 2001, T. II,
pág. 2222.
21
RAINOLTER, Milton, Régimen de accidentes de trabajo; Ley 24.028, 3ª ed., Ed. Astrea, Buenos
Aires, 1993, pág. 38.
22
MONZÓN, Máximo D., El trayecto en el accidente “in itinere”, JTA, N° 9/10, pág. 346. En el
mismo sentido FERNÁNDEZ MADRID, Juan Carlos y CAUBET, Amanda B., Ley de accidentes de
trabajo comentada, Ed. Errepar, Bs. As., 1992, pág. 52; GIRARDINI, Enrique y MAMBELLI,
Roxana, Riesgos del Trabajo; Ley 24.557, Ed. FAS, Rosario, 1996, pág. 98; VÁZQUEZ VIALARD,
Antonio, Accidentes y Enfermedades del Trabajo, Ed. Hammurabi, Bs. As., 1986, pág. 92/95;
MEILIJ, Gustavo, Comentarios a la Ley de Accidentes del Trabajo, Ed. Ariel, Bs. As., 1977, pág.
23; RAMÍREZ BOSCO, Luis E., El accidente de trabajo dentro del domicilio del trabajador, TSS,
1973/4, pág. 438; etc.
23
SCBA, 2/10/73, autos FIRPO, Adriana c/Textiles San Andrés S.A., DT 1973, pág. 865.
24
Ver, por ejemplo, FERNÁNDEZ GIANOTTI, Enrique, Accidente de trabajo antes de salir del
domicilio, en DT 1973, pág. 865 y ss.
25
Ver, por ejemplo, CNAT, Sala II, 4/6/76, TSS T. IV, pág. 91; Idem Sala V, 21/10/80, ED T. 92, pág.
598; Idem Sala II, 22/3/76, LL 1976-D, pág. 347, sum. 73.593, todos ellos cit. por VÁZQUEZ
VIALARD, A., en op. cit., pág. 92 y 93.Ver también en el mismo sentido las citas jurisprudenciales
de GIRARDINI, E. y MAMBELLI, R., en op. cit., pág. 98, nota 23.
26
CNAT, Sala III, 30/4/80, LT T. XXIX, pág. 917.
13
Pero, por esta misma razón, debe considerarse que forma parte de tal ámbito de
privacidad el jardín de la casa, cuando éste está incluido dentro de los límites del espacio
exclusivo que habita27 -lo que lo excluye así del trayecto-, en la inteligencia de que
accidente in itinere es aquel evento dañoso que se produce en el trayecto directo y habitual
entre la salida del umbral de la casa del trabajador y el límite del ingreso al lugar de
trabajo28.
27
En la expresión de FERNÁNDEZ MADRID, J. C. y CAUBET, A. B., en op. cit., pág. 52, aún
cuando no se refieren al supuesto del jardín. Merece sin embargo señalarse que éste es también
el criterio de la jurisprudencia francesa, que en varias oportunidades ha excluido del concepto de
accidente de trayecto al sufrido por un trabajador en el jardín de su domicilio cuando, por ejemplo,
se dirigía a subir a su automóvil para ir a trabajar. Ver Ed. Francis Lefebvre, Accidents du travail-
Maladies professionnelles, Ed. Francis Lefebvre, Paris, 1993, pág. 127, donde se resumen varios
fallos de la Sala Social de la Corte de Casación.
28
Dictamen del Fiscal de Cámara, que comparte el Tribunal, en CFSS, Sala I, 30/11/98, autos
GARCILAZO, Blanca E., c/Sul America ART s/Ley 24.557, TSS 1999, pág. 402.
14
Tal posición restrictiva, sin embargo, no debe llevar a un extremo de rigidez que
reclame una inviable inmutabilidad en el itinerario a recorrer por el trabajador.
Tal vez la fórmula más amplia de flexibilización para la aceptación del desvío o la
interrupción haya sido la utilizada por FERNÁNDEZ MADRID cuando, a partir de una
concepción dinámica –que debería permitir al trabajador introducir variaciones en el
recorrido-, afirmó que mientras exista el “animus” de dirigirse a prestar servicios el
trabajador se encuentra en el trayecto30.
al pronunciamiento judicial se planteó porque no estaba claro si, en ese momento, aquél
estaba entrando o saliendo de su domicilio.
Y fue esta circunstancia lo que llevó al sentenciante a apelar a la figura del animus,
en la inteligencia de que –como también explica- la responsabilidad (del empleador) no
desaparece por el solo hecho de que (el trabajador) retroceda escasos metros.
Este repaso del origen jurisprudencial del animus in itinere y los excepcionales
supuestos en los que, con el marco normativo anterior, la jurisprudencia consideró que no
se había producido el desvío o interrupción en interés particular del trabajador o por una
razón extraña al trabajo, aporta un dato que no es irrelevante a la hora de merituar algunos
pronunciamientos recientes de las Comisiones Médicas y, especialmente, de la Unidad de
asesoramiento.
31
CNAT, Sala I, 16/11/95, BLANCO, Martiniano c/Comercio Internacional SA, DT 1996-B, Pág.
2642.
16
todo proceso- está afectado por aquellos vicios que señalé tanto en la composición personal
de los órganos a los que se atribuye la facultad de juzgar y la función de asesorar, como en
las reglas procesales que rigen sus actuaciones.
Y el tema, claro está, quedará centrado en casos en los que el debate giró en torno
de la naturaleza laboral del accidente y, en particular, de la calificación como in itinere de
accidentes ocurridos fuera del establecimiento donde el trabajador debía prestar servicios.
a) Los hechos
Se consigna, sin embargo, que de las actuaciones judiciales surge que el arma del
trabajador –que fue hallada a su lado- había sido disparada, que se había utilizado un solo
proyectil y que respecto de la prueba Dermotest, que determina si el Sr. González había
disparado el arma, se tomaron hisopados de ambas manos del trabajador, no contándose
aún con el resultado del mismo.
c) Observaciones
Sin embargo, vulnerando las que en una actuación judicial serían las reglas del
debido proceso, y sin explicar las razones de su premura, ese cuerpo asesor emite su
opinión con los elementos obrantes a la fecha del dictamen e indica que debe tenerse por
cierto que se produjo un accidente por el hecho del trabajo, presumiendo, así, al mismo
tiempo, una relación causal mucho más intensa que la mera circunstancia de tiempo y
lugar que supondría la ocasión del trabajo.
2. Desvío en el trayecto
a) Los hechos
Dos cuadras antes de llegar al banco ella fue atropellada por un vehículo automotor.
c) Observaciones
33
Expte. 012 –L-01358/01
19
circunstancias de tiempo y lugar que podrían habilitar tal calificación-, es evidente que ese
eventual debate no aparece siquiera insinuado en el lacónico y precario argumento de la
Comisión Médica Central.
En orden a las circunstancias de hecho del caso, debe también señalarse que en la
Resolución no se hace ninguna referencia a la producción de pruebas sobre el motivo por
el que la trabajadora se dirigió al cajero automático –bien entendido que ella podría haber
ido a retirar dinero, a depositarlo, a pagar un servicio o tan sólo a averiguar el saldo de su
cuenta-, ni sobre la existencia de otros cajeros más próximos al trayecto directo hacia su
domicilio, ni sobre la intención de la trabajadora de dirigirse posteriormente a su domicilio
particular. Es más, nada se dice sobre esto último, y podría haber ocurrido que ella fuera a
retirar dinero –si es que ése era su propósito- para luego hacer alguna compra antes de
regresar a su casa, supuesto éste en el que no habría debido desconocerse que hubo desvío
o interrupción del trayecto.
Pero, claro está, tanto el análisis jurídico como la valoración de las pruebas en
orden a su trascendencia jurídica, reclaman una incumbencia profesional específica, que es
la jurídica. Y, como bien es sabido, a la Comisión Médica Central, aunque integrada por
calificados profesionales de la medicina, cuyos conocimientos médicos no están puestos en
cuestión, no parece razonable reprocharle falta de conocimientos jurídicos.
a) Los hechos
c) Observaciones
Lo único que agrega este último dato es que, ese día, la trabajadora cumplió una
jornada de labor diferente, pero esto no le quita al trámite que hizo el carácter de gestión
particular, y la autorización de su empleador para cambiar la jornada no borra la ajenidad al
trabajo de la causa del accidente.
34
Expte. 10-D-L-4580/01
21
–y abusado- animus in itinere, el Dr. CAPÓN FILAS da a entender que la desviación del
trayecto por razones personales en los casos de accidentes in itinere, sólo resulta eximente
de responsabilidad empresaria en los supuestos en que tal desviación fuere la causa
determinante del siniestro35.
En este caso, no se hizo referencia al animus pero, aún cuando se hubiera apelado a
esa discutible figura, es evidente que si la trabajadora no hubiera ido a la obra social, no
habría sufrido el accidente.
La Delegación de Asesoramiento Legal, sin embargo, pareció optar por evitar toda
sofisticación jurídica en su análisis, y apeló así a un argumento dogmático, que la llevó a
eludir incluso la aplicación de un inequívoco precepto legal por la vía de la invocación de
la irrelevante autorización del empleador para modificar el horario de labor.
a) Los hechos
35
CNAT, Sala VI, 30/8/85 (DT 1985-B, pág. 1829). El texto reproducido es el del sumario del fallo
publicado por la revista Derecho del Trabajo.
36
Ver, por ejemplo, BUNGE, Mario, La causalidad; el principio de causalidad en la ciencia
moderna, Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1997.
22
2) En lo que se refiere al hecho de que el Sr. Larrea iniciara su trayecto desde la casa
de su abuela, cabe puntualizar que la cuestión del domicilio puede dar lugar a
diversas interpretaciones. Sin perjuicio de ello, la jurisprudencia ha resuelto que el
concepto de domicilio puede comprender lugares que, sin reunir las características
del artículo 89 del Código Civil, justifiquen que el trabajador establezca en ellos
su residencia. Tal sería el caso de la casa de los padres, novia, casa de fin de
semana, por ejemplo, a los que el trabajador concurre con cierta habitualidad,
razón por la cual el trayecto entre ellos y su lugar de trabajo también debería
considerarse como habitual.
c) Observaciones
Pero pese a que ninguno de estos tres datos está cuestionado, la Delegación de
Asesoramiento Legal, con dos argumentos insólitos, se aparta del texto legal, para
reconocer al accidente el carácter de in itinere.
37
Expte. 10B-L-2196/02
38
CNAT, Sala I, 16/11/95 (DT 1996-B, pág. 2642)
23
Es obvio que nada indica que el trabajador no se proponía no ir a trabajar ese día –
aunque tampoco se acreditó lo contrario-, pero también es evidente que, en el momento del
accidente, él no se dirigía a su lugar de trabajo sino a la casa de su prima. Y, si no hubiera
sido ése su destino, él no habría estado en el lugar del accidente y éste, en consecuencia, no
se habría producido.
Pero, en cualquier caso, Larrea, más que aportar una anécdota extrema, no hace
sino confirmar que no es un dictamen jurídico lo que habrá de proveer a las Comisiones
Médicas y a sus reglas de procedimiento la alta cuota de juridicidad de la que, por ahora,
están despojadas.
V – EN SUMA
El proceso judicial es, así, la vía para lograr el reconocimiento del derecho con la
aplicación de la ley.
24
Y así como cualquier persona puede –y debe- cumplir con los mandatos legales,
sólo un juez puede aplicar la ley39.
¿Qué puede esperarse, entonces, del derecho a la tutela judicial efectiva, cuando el
juzgador se encuentra limitado en su idoneidad jurídica e independencia, y las normas
procesales no respetan las reglas elementales del debido proceso?
39
CALAMANDREI, Piero., Derecho Procesal Civil, Ed. Harla, México, 1997, pág. 18
40
DEVIS ECHANDÍA, H., op. cit., pág. 127.