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Manuel Alberto Vargas Hernández

No. de cuenta 303096935


Literatura Española Medieval

La escolástica como trasfondo filosófico de la literatura medieval


española: la concepción del amor cortés

Por mucho tiempo se creyó y se enseñó que la Edad Media fue un periodo de oscurantismo
el cual contrastó con el posterior renacimiento italiano en el siglo XV. Se le achacó al
medievo su falta de desarrollo científico como consecuencia de la hegemonía política y
social de la iglesia católica. Ejemplo de ello son las pestes y enfermedades que se
esparcieron por Europa debido a la falta de conocimientos sobre higiene y sobre las cusas
de la propagación de dichas enfermedades. En la actualidad, sin embargo, se ha entendido
que la Edad Media fue un periodo de gran dinamismo cultural, contrario a lo que se creía.
La Edad Media estuvo profundamente marcada por el progreso de los estudios del clero, el
aumento de las bibliotecas y del conocimiento de la literatura latina, el desarrollo de la
teología, la historiografía, el derecho y las ciencias, la aparición de las primeras
universidades así como la renovación de las artes y el auge de la literatura en lenguas
vernáculas.
A este periodo de producción cultural se le ha llamado el “renacimiento de la Edad
Media”. Charles Haskins, en su obra The Renaissance of the Twelfth Century, muestra
como además de ser un periodo de producción cultural original la Edad Media fue un
periodo de gestación de ideas, de instituciones y de procesos históricos que influirían en
gran manera en la civilización europea de occidente:
The European Middle Ages form a complex and varied as well as a very
considerable period of human history. Within their thousand years of time they
include a large variety of peoples, institutions, and types of culture, illustrating
many processes of historical development and containing the origins of many
phases of modern civilization. Contrasts of East and West, of the North and the
Mediterranean, of old and new, sacred and profane, ideal and actual, give life and
color and movement to this period, while its close relations alike to antiquity and to
the modern world assure it a place in the continuous history of human development.
Both continuity and change are characteristic of the Middle Ages, as indeed of all
great epochs of history (Haskins, 1955, p. 3).
Según Haskins, la Edad Media contenía el embrión, por así decirlo, de ideas y
conceptos resultados de la interacción de elementos nuevos y viejos, sacros y profanos. Una
de esas ideas que tendrían una repercusión significativa en la cultura europea es la del

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“amor cortés”. Es mi intención en este ensayo mostrar como la idea del amor cortés es
resultado y consecuencia de la interacción de distintos elementos ideológicos y
filosóficos los cuales permearon a la cultura de la sociedad europea medieval: lo que
conocemos con el nombre de escolástica.
Por lo general, entendemos por escolástica a la filosofía o filosofías de la Edad Media
que dieron lugar a expresiones culturales como el canto gregoriano o a instituciones como
la Escuela de Traducción de Toledo. La asociamos, a menudo, con la enseñanza del trívium
y quadrivium de las escuelas conventuales y con la hegemonía religiosa de la iglesia
católica y sus dogmas. Según Martin Grabmann, en su obra Filosofía medieval, la
escolástica lejos de ser una filosofía o compendio de filosofías uniforme presenta un gran
dinamismo y un número mayor de corrientes del que antes se creía:
Bajo el nombre de Escolástica se comprende la especulación filosófico-teológica
forjada en las escuelas de la Edad Media, Se tenía antes la idea, que aún hoy no ha
desaparecido por completo, de que la filosofía escolástica de la Edad Media
muestra una estructura del pensamiento completamente uníosla y uniforme que
representa una recapitulación y compendio del pensamiento antiguo y del de los
Santos Padres y que sólo tiene valor en el orden del pensamiento en cuanto contiene
lo que existía en sus fuentes y predecesores. Es cierto que se encuentra en la Edad
Media una mayor comunidad y convergencia en el método y en las fundamentales
convicciones filosóficas que en la filosofía de la Edad Moderna; podemos designas
con C. Baeumker esta unidad de forma y este carácter de su contenido como
“acervo de la Escolástica” o, con M. de Wulf, como “la síntesis escolástica”. Sin
embargo, encontramos en la Escolástica una “diferenciada variedad y una tensión
vital” (Baeumker), mucho mayor movimiento y multiplicidad de direcciones y
corrientes de lo que antes podía sospecharse (Grabmann, 1968, pp. 32, 33).
En la opinión del mismo Grabmann, “como la silueta de una montaña vista de lejos
parece uniforme y cuanto más nos acercamos a ella tanto mejor se nos muestra en su
estructura y en su riqueza de formas, así le sucede al que se sumerge en el estudio sobre
todo de las fuentes y textos de la filosofía medieval” (Grabmann, 1968, p. 33). Es muy fácil
perderse entre la espesura del bosque o selva de la escolástica. Las corrientes filosóficas en
que converge la escolástica son muchas y a veces contradictorias entre sí.
En vez de dar una definición sobre lo que es la escolástica podemos señalar tres
corrientes principales del pensamiento escolástico: los escritos aristotélicos en relación con
la filosofía arábigo-judía, las fuentes platónicas y neoplatónicas y, por último, las fuentes
patrísticas, es decir, los escritos de los santos padres; a saber, Santo Tomas de Aquino y
San Agustín, por mencionar a los más importantes. Además de esto, cabe mencionar a las
Sagradas Escrituras, o sea, la Biblia. Es importante hacer notar que las enseñanzas de los

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santos padres a menudo eran interpretaciones de la Biblia con base en la filosofía griega,
particularmente de Platón, de los neoplatónicos, de Aristóteles, de la filosofía estoica, etc.
En otras palabras, la escolástica amalgamaba elementos que en la superficie eran afines
pero eran contradictorios en lo más profundo.
Casi todos los estudiosos de la literatura y de la Edad Media coinciden en que la
escolástica fue el trasfondo filosófico de la Edad Media. Las expresiones culturales de
dicho periodo ya sea en la música o en la literatura fueron moldeadas por el pensamiento
dominante medieval: la escolástica. Pretendo mostrar en este ensayo como la escolástica
influyó en la concepción del amor cortés en dos aspectos concretos. Primero, el
carácter contemplativo -neoplatónico- del amor cortés y, segundo, la relación de la
mariología con lo que llaman “la religión del amor”.
Para empezar, hay que decir que el amor cortés fue un artificio literario que si bien
refleja las ideas y deseos de las clases dominantes feudales, en otras palabras, de la corte,
fue en esencia un recurso literario que, salvo algunas excepciones, no trascendió del ámbito
literario al ámbito real. Las características principales del amor cortés fueron sumisión del
amante a la dama, cortesía, carácter adultero, y tono religioso de la pasión, ósea, la religión
del amor. Como bien señala Carlos García, en su libro El redescubrimiento de la
sensibilidad en el siglo XII: el amor cortés y el ciclo artúrico, “en el amor cortés el énfasis
está puesto en el acto de amar y no en la realización del impulso erótico”. En otras palabras,
es un amor “espiritual”, contemplativo:
Como se ve en la cita, se insiste en el aspecto «espiritual» de la relación, y en
muchos poemas parece que no hay realización física del amor cortés. Hay distintos
grados en la recompensa que la dama otorga al amante: simple acogida, algunas
caricias, besos y, en cuarto lugar, la entrega total «bajo las mantas». Muchas veces
el trovador se contenta con signos muy ligeros del agrado de su dama. Muchas
veces se trata solo de un adulterio espiritual de buen tono. Tan sólo simpatía entre
dos almas o fingimiento de esa relación cordial, que no llega a efusiones de otro
tipo. Pero en algunos casos la pasión desborda las normas civiles, y entonces
tenemos un amor que lleva a la muerte o a la catástrofe (como en el amor de Tristán
y el de Lanzarote).
Pero en el amor cortés el énfasis está puesto en el acto de amar y no en la
realización del impulso erótico. De ahí la emotiva historia del amor de lonh de
Jaufré Rudel o el enamoramiento platónico de Dante por Beatriz, que, vista apenas
una mañana, ilumina toda una vida, ejemplo del amor ideal para los poetas del
dolce stil nuovo. El amor cortés, en suma, exalta a Eros y no a Afrodita. Pero hay
otros casos y variantes menos ejemplares (García, 1997, p. 21).

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En efecto, el verdadero amor según Platón es el que “ilumina la vida”. Es un amor
“ideal”, es decir, que pertenece no al mundo sensible sino al de las ideas donde la verdadera
belleza se encuentra. En uno de los diálogos de Platón, “Fedro o del amor”, Sócrates
compara al alma con un carro alado del cual tiran dos caballos 1. Uno, el de color blanco,
representa la razón; el otro, el negro, representa los deseos de la carne. El alma que tiende a
elevarse a las regiones celestiales etéreas asciende en movimiento circular hacia la región
de las ideas donde yace la verdadera justicia, la verdadera bondad, la verdadera belleza 2. Es
necesario domar al caballo negro, el de los impulsos carnales, que nos conduce al mundo
sensible, y ejercitar la razón, el caballo blanco. Nótese que bien coincide la metáfora del
carro alado con la concepción animista de Plotino, uno de los más grandes exponentes del
neoplatonismo3:
Las expresiones: “seguir el movimiento circular del universo y tomar su carácter,
recibir su influencia”, no son una prueba cierta de que para Platón nuestras almas
son partes del alma del universo. Porque el alma es capaz de recibir muchas
impresiones de la naturaleza de los lugares, de las aguas y del aire; la habitación de
ciudades diferentes y el temperamento corporal dejan también en ella sus
impresiones. Estando nosotros en el universo tenemos, según decíamos, algo del
alma del universo; recibimos así la influencia del movimiento circular del cielo,
pero oponemos a estas influencias otra alma; lo que demuestra, sobre todo, que ella
es otra, es que resiste. Queda en pie el hecho de que nosotros somos engendrados en
el interior del universo; pero el hijo, en el seno de la madre, tiene un alma distinta, y
la que entra en su cuerpo no es la de la madre (Plotino, 1950, p. 66).

De acuerdo con Plotino, todos tenemos algo de divino pues venimos del ser y
regresaremos al ser. El alma humana trasciende la muerte según Platón y los neoplatónicos

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En la metáfora del carro alado, es guiado por el auriga y jalado por dos caballos. La concepción trinitaria del
alma en el pensamiento de Platón influiría profundamente el pensamiento cristiano posterior. La concepción
de la Santísima Trinidad en la teología patrística, ósea, de los padres de la iglesia, tiene una influencia directa
de Platón y el neoplatonismo.
2
Cabe destacar el movimiento circular que sugiere la metáfora del carro alado. Para los neoplatónicos el
círculo es el símbolo del espíritu, el movimiento del alma y la transmigración de la vida.
3
En el siglo II después de Cristo, hubo una reinterpretación del pensamiento de Platón en Atenas, Siria y
Alejandría, principalmente. Plotino, Porfirio, Jámblico, Proclo y Filón fueron los principales representantes
del más tarde llamado neoplatonismo. Los neoplatónicos fueron más allá al decir que el ser, el “nous” o
inteligencia pura y el alma son uno solo. Así, la filosofía de los neoplatónicos fue, en esencia, ontología. Baste
como muestra la siguiente reflexión de Plotino sobre el alma y el ser: “Es, pues, necesario que el alma sea una
y múltiple, que sea divisible e indivisible. No vayamos a dudar de que una sola alma, y una misma cosa pueda
estar en muchos sitios. No admitirlo es negar que haya un ser que sostiene y que dirige todas las cosas, que las
sostiene abrazándolas todas y que las dirige son sabiduría; un ser que es múltiple, porque las cosas son
múltiples, pero que es uno porque el ser que lo contiene todo debe de ser uno. Por su unidad multiplicada
distribuye la vida a todas las partes; por su unidad indivisible las dirige con sabiduría. En las cosas que no
tiene la sabiduría hay un principio directivo que imita esta unidad del alma sabia” (Plotino, 1950, p. 55).

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porque es espiritual. El amor real según Platón es el contemplativo, el que puede ver el
alma no sólo la carne. En la misma línea, Manuel Cruz señala, en su ensayo ¿Es el
concepto platónico del amor intelectualista? Eros como impulso contemplativo y
desiderativo en Platón, como el amor platónico es el que puede ver “con los ojos del alma”
la verdadera belleza, la espiritual:
Por tanto el amor es aspiración a la belleza total, que se manifiesta primero en los
cuerpos e imágenes sensibles y alcanza su cénit en la intelección o visión con los
ojos del alma de aquello por lo cual todo lo demás se dice bello. Este acto de
conocimiento se sitúa más allá de los conocimientos objetivos, es decir, aquellas
disciplinas que versan sobre objetos concretos y variados, y se centra en la belleza
en sí misma, la cual no se identifica con ningún objeto concreto.
De este modo plantea Platón una nueva noción del amor purificado por la
contemplación de la belleza en sí. El amor es bueno y noble cuando aspira a lo
bueno y noble en sí, mientras que si se queda en el impulso a las bellezas corporales
y sensibles arrastra al hombre a una vida infeliz (Cruz, 2017, p. 14).
Volviendo al tema del amor cortés podemos decir que es, en esencia, un amor más
orientado a la contemplación de lo bello que un amor donde se gratifiquen los deseos
carnales. Aunque el amor cortés es un amor adultero, se trata de un adulterio espiritual
donde el amante se contenta con ser correspondido por su dama. A pesar de que pueda
haber algún elemento físico en el amor que la amada despierta en el caballero, el respeto
que siente el amante por el honor de su dama le impide dejarse dominar por sus deseos y
prefiere mantenerse a la distancia. En otras palabras, el hecho que la amada este casada es
un impedimento a su amor que propicia un amor por correspondencia, un amor espiritual,
contemplativo e ideal. En este sentido, podemos decir basándonos en el siguiente
comentario de Manuel Cruz que el amor cortés se eleva de entre la conducta pecaminosa y
se vuelve un amor virtuoso:
Un amor puro es aquel que se encuentra despojado de la satisfacción sensible
inmediata porque apuesta por la contemplación de algo más alto, y por eso mismo
alumbra la vida del hombre en todo su recorrido hacia el bien, la belleza y la
justicia. Ese amor, correctamente ordenado, no anula los impulsos y las relaciones
interpersonales, sino que las transforma y las eleva imprimiendo en ellas la belleza
y permitiendo la contemplación. Por eso mismo la contemplación de la verdadera
belleza es la que engendra la virtud (Cruz, 2017, p. 23).
Todas las cosas hasta aquí mencionadas sobre el amor cortés y su influencia platónica
pueden corroborarse en la obra de Diego de San Pedro, Cárcel de amor. Para empezar, la
obra comienza cuando el autor, perdido en Sierra Morena, se encuentra con Leraino quien
es llevado a la prisión del amor por un monstruo llamado “Deseo”. Desde un principio se
condena la pasión carnal asemejando al deseo con un monstruo. Además el amor –en este

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caso el amor cortés- es como una cárcel pues ante la imposibilidad de consumarlo sólo
queda el mirar al objeto de dicho amor a la distancia. El amor entre Leriano y Laureola es
un amor por correspondencia, un amor a distancia. Las mentiras en contra de la virtud de
Laureola son el principal obstáculo en su relación. Precisamente, con el fin de salvaguardar
su reputación y su virtud Laureola le pide a Leraino que renuncie a ella. En la última carta
de Laureola a Leriano, podemos apreciar las características platónicas del amor cortés antes
mencionadas:
El pesar que tengo de tus males te sería satisfación dellos mismos si creyeses
quánto es grande, y él solo tomarías por galardón sin que otro pidieses, aunque
fuese poca paga segund lo que me tienes merecido, la qual yo te daría como devo si
la quisieses de mi hazienda y no de mi onrra. No responderé a todas las cosas de tu
carta, porque en saber que te escrivo me huye la sangre del coraçón y la razón del
juizio; ninguna causa de las que dizes me haze consentir tu mal, sino sola mi
bondad, porque cierto no estó dudosa dél, porque el estrecho a que llegaste fue
testigo de lo que sofriste; dizes que nunca me hiziste servicio; lo que por mí has
hecho me obliga a nunca olvidallo y sienpre desear satisfazerlo, no segund tu deseo,
mas segund mi onestad; la virtud y piedad y conpasión que pensaste que te ayu
darían para comigo, aunque son aceptas a mi condición, para en tu caso son
enemigos de mi fama, y por esto las hallaste contrarias. Quando estava presa
salvaste mi vida, y agora que esto libre quieres condenalla; pues tanto me quieres,
antes de vrías querer tu pena con mi onrra que tu remedio con mi culpa; no creas
que tan sanamente biven las gentes que, sabido que te hablé, juzgasen nuestras
linpias intenciones, porque tenemos tienpo tan malo, que antes se afea la bondad
que se alaba la virtud; assí que es escusada tu demanda, porque ninguna esperança
hallarás en ella, aunque la muerte que dizes te viese recebir, aviendo por mejor la
crueldad onesta que la piedad culpada. Dirás, oyendo tal desesperança, que so
movible, porque te comencé a hazer merced en escrevirte y agora determino de no
remediarte; bien sabes tú quán sanamente lo hize, y puesto que en ello uviera otra
cosa, tan convenible es la mudança en las cosas dañosas como la firmeza en las
onestas. Mucho te ruego que te esfuerces como fuerte y te remedies como discreto
(San Pedro, 1995, p. 162).
Laureola reconoce que a Leriano le basta como “galardón” el ser correspondido por
su amada. Para Laureola, es mucho más importante conservar su virtud, su bondad, su
piedad, su compasión y su honestidad. Fue por poseer tales virtudes en primer lugar por lo
cual se enamoró Leriano de ella, según ella misma reconoce. Es con el fin de conservar tal
virtud por lo que Leriano debe renunciar al amor. Dicho de otro modo, fue con los ojos del
alma con los que Leriano en primer lugar pudo contemplar la belleza espiritual de su dama
y ahora debe renunciar a ella para preservar aquello que incluso la muerte no puede
destruir: la verdadera belleza. Leriano debe cesar en su amor para preservar el amor real, el
espiritual.

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Otra manera en que podemos apreciar la filosofía escolástica como trasfondo de la
literatura medieval es a través de lo que algunos llaman mariología, es decir, el culto a la
Virgen María promovido por los santos padres, en especial por Santo Tomás de Aquino. Ya
hemos mencionado atrás le influencia de la patrística sobre la escolástica. Es importante
mencionar que gran parte de los escritos de los santos padres fue dedicado a promover la
adoración de María. Esto pudiera sonar como algo natural, sin mayor importancia, pero no
es así. El cristianismo primitivo de los siglos I y II fue muy diferente al introducido por
Constantino en el siglo III. En esta etapa del cristianismo, María era considerada sólo un ser
humano usado por Dios para dar a luz a Jesucristo, el hijo de Dios. No se le rendía ninguna
adoración o culto y mucho menos se usaban imágenes de ella o de otros “santos”. Fue con
la hegemonía de la iglesia católica y el sincretismo con elementos tomados de la religión
grecorromana que se le dio a la Virgen María un estatus divino.
Una de las características del amor cortés es la religión del amor o el tono religiosos
de la pasión. Para estos amantes medievales, la amada era semejante a la madre de Cristo,
la Virgen María. Le dedicaban estos caballeros adjetivos que sólo se usaban para María.
Comparaban además su pasión con el acto de adoración de Dios o la Virgen. Carlos García
en su libro muestra el sincretismo de elementos paganos y elementos que se supone son
cristianos:
Al advertir el poderío del amor los poetas lo califican de impulso divino, ensalzan
su omnipotencia, y consideran a la amada como un objeto de adoración. Emplean
para esta celebración del erotismo términos religiosos y describen actitudes
semejantes a las propias del culto cristiano y de la invocación mariana. Mediante
una personificación alegórica resurge el dios Amor. (Como en la lírica pagana
clásica, a veces como ecos del pagano Ovidio. El influjo de Ovidio debe ser tenido
en cuenta. Algún estudioso ya escribió que hay mucho de ovidiano en toda esta
concepción del arte amoroso. Ovid misunderstood», tal vez, pero hasta cierto punto.
Ovidio era más irónico y lúdico que la mayoría de estos poetas.). Al otro lado del
Rhin en forma femenina aparece una tedesca diosa Minne (puesto que Minne,
“amor”, es femenino en alemán) en la lírica de los Minnesinger.
No hay que pasar por alto que por la misma época (siglos XII y XIII) en la que
se extiende el fervor del culto a la Virgen María, sus epítetos y cálidas invocaciones
parecen competir con los exaltados elogios dedicados a la amada imposible.
Algunos estudiosos postulan una influencia de un culto –el de la Virgen María-
sobre el otro, el del amor cortés (García, 1997, pp. 21, 22).
Justo antes de morir, Leraino expone quince razones por las cuales quienes hablan
mal de las mujeres están equivocados y veinte razones de su bondad. Entre otras cosas,
Leriano señala su origen divino: Dios las creó. Después, dice que puesto que la Virgen

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María es nuestra salvadora todas las demás mujeres también son buenas. Todos nacimos de
una mujer, argumenta Leriano. Otra razón es su belleza física. Leriano va más allá al decir
que el amor a las mujeres da a los hombres las virtudes teologales. Otra de las razones que
da Leriano es que el amor a las mujeres vuelve contemplativos a los hombres: “La otava
razón, porque nos hazen contenplativos, que tanto nos damos a la contenplación de la
hermosura y gracias de quien amamos y tanto pensamos en nuestras pasiones, que quando
queremos contenplar la de Dios, tan tiernos y quebrantados tenemos los corazones, que sus
llagas y tormentos parece que recebimos en nosotros mismos” (San Pedro, 1995 p. 186). En
todas estas razones vemos como se le atribuyen a las amadas características divinas. El acto
de amar es semejante al de la experiencia religiosa dirigida a Dios o, todavía mejor, a la
Virgen.
En conclusión, la Edad Media llamada por mucho tiempo “oscurantismo” fue una
época de producción intelectual importantísima y fue un periodo de gran dinamismo
cultural. El medievo estuvo marcado por la hegemonía política y social de la iglesia
católica por lo cual la escolástica fue la filosofía dominante. Hoy se sabe que lejos de ser
una doctrina cerrada fue más bien una filosofía que abrevo de distintas corrientes. El
sincretismo es la característica principal de la escolástica ya que articula elementos que
eran bastante contradictorios. El amor cortés es uno de esos conceptos que sólo se pueden
entender plenamente adentrándonos en la espesura de la filosofía escolástica. Como señalé,
por una parte, en este ensayo, el neoplatonismo está muy presente en el carácter
contemplativo y espiritual del amor cortés. Por otro lado, mostré la influencia directa de la
patrística, en particular de la mariología, en la concepción de la religión del amor. Si las
imponentes catedrales góticas y el canto gregoriano son el resultado de procesos culturales
e intelectuales complejos de la Edad Media, no podemos decir menos de la literatura
española medieval.

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Bibliografía

Cruz, Manuel y Ortiz de Landázuri. (2017). “¿Es el concepto platónico del amor
intelectualista? Eros como impulso contemplativo y desiderativo en Platón”, en
Anales del Seminario de Historia de la Filosofía 34 (2), 9-25.
Deyermond, Alan. (1980). “Los códigos de la ‘novela’ sentimental”. Historia y crítica de
la literatura española. Barcelona: Editorial Crítica.
García, Carlos. (1997). El redescubrimiento de la sensibilidad en el siglo XII: el amor
cortés y el ciclo artúrico. Madrid: Ediciones Akal.
Grabmann, Martin. (1968). Filosofía medieval. Barcelona: Editorial Labor.
Haskins, Charles. (1955). “The historical background”. The Renaissance of the Twelfth
Century. Massachusetts: Harvard University Press.
Lewis, C. S. (1958). “Courtly love”. The allegory of love. A study in medieval tradition.
New York: Oxford University Press.
Morgott, Francisco. (1899). La mariología tomística, ósea la doctrina completa de Santo
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Platón. (1981). “Fedro o del amor”. Diálogos. México: Porrúa.
Plotino. (1950). El alma, la belleza y la contemplación. Buenos Aires: Espasa.
San Pedro, Diego de. (1995). Cárcel de amor. Barcelona: Crítica.

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