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Los ejércitos
Mis brazos y piernas se balancean sin ningún ritmo mientras avanzo por las
calles como entre madejas de algodón, qué mal sueño son estas calles vacías,
intranquilas; en cada una de ellas me persigue, físico, flotante, el aire oscuro,
aunque vea que las calles pesan de más sol, ¿por qué no traje mi sombrero?,
pensar que no hace mucho me jactaba de mi memoria, un día de estos voy a
olvidarme de mí mismo, me dejaré escondido en un rincón de la casa, sin
sacarme a pasear, los vecinos hacen bien —digo, lo repito—, cada vez hay
menos en el pueblo, y con razón, todo puede pasar, y pase lo que pase será la
guerra, resonarán los gritos, estallará la pólvora, sólo dejo de decirlo cuando
descubro que camino hablando en voz alta, ¿con quién, con quién? (Rosero 54).