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Manuel Alberto Vargas Hernández

Los ejércitos

Colombia es un país exuberante. Debido a su cercanía con el ecuador, su clima es


cálido. Su gente es vario pinta: hay blancos, morenos, negros, mulatos, etc. Sus mujeres
también son exuberantes, fértiles como la selva tropical. El espíritu de los colombianos
es festivo, a pesar de encarar serios problemas. Los ejércitos, obra de Evelio Rosero,
muestra la realidad de la guerra y la guerrilla en Colombia. En medio del fuego cruzado,
la población tiene que apañárselas para sobrevivir. Los desplazamientos son también
problemas muy serios que forman parte de la cotidianeidad del país. Evelio Rosero usa
a un pueblo imaginario llamado San Francisco para mostrar la manera en la que la gente
de a pie vive tales eventos.

La primera mitad de la novela trata sobre la vida tranquila de Ismael, un profesor


retirado, y Otilia, su esposa. Ismael está obsesionado con su vecina, una voluptuosa
morena que se pasea desnuda por su casa y jardín. Tal tranquilidad es interrumpida
permanentemente por la llegada de los paramilitares:

Y cierra la puerta, sin más: no se acordará de lo que yo me acuerdo. Reinicio de


nuevo el rumbo a mi casa, al otro lado del pueblo. Estoy lejos; cuánto me alejé,
¿a qué horas?, simplemente no quería seguir la ruta de la sombra que corría.
Ahora puedo volver, ya la sombra se habrá ido, creo, y creo volver pero en la
plaza me detienen los soldados, me conducen, encañonándome, con un grupo de
hombres sentados en las gradas de la iglesia. Nos conocemos, allá veo a
Celmiro, más viejo que yo: un amigo dormitando. Algunos me saludan.
Detenido. Hoy Otilia no se aburrirá con mis noticias. Veo alumbrar el
amanecer, que baja del pico de las montañas igual que sábanas flotantes; el
clima es fresco todavía, pero da campo, minuto a minuto, al recalcitrante calor,
si tuviera una naranja en mi mano, si la sombra del naranjo, si Otilia se asomara
a sus peces, si los gatos (Rosero 40, 41).

A medida que avanza la novela Ismael, el protagonista, sufre varios cambios no


sólo en su estado de ánimo sino también en su estado mental. Tales cambios son
perceptibles también por el cambio de estilo a medida que avanza la narración y el
protagonista sufre un deterioro significativo en sus capacidades cognitivas. Al principio
el autor usa el estilo directo, luego el estilo indirecto y al final el estilo indirecto libre.
En algunos momentos el protagonista expresa sus pensamientos y sensaciones más
profundas de su mente; podríamos hablar del stream of concciusness o fluir de la
conciencia:

Mis brazos y piernas se balancean sin ningún ritmo mientras avanzo por las
calles como entre madejas de algodón, qué mal sueño son estas calles vacías,
intranquilas; en cada una de ellas me persigue, físico, flotante, el aire oscuro,
aunque vea que las calles pesan de más sol, ¿por qué no traje mi sombrero?,
pensar que no hace mucho me jactaba de mi memoria, un día de estos voy a
olvidarme de mí mismo, me dejaré escondido en un rincón de la casa, sin
sacarme a pasear, los vecinos hacen bien —digo, lo repito—, cada vez hay
menos en el pueblo, y con razón, todo puede pasar, y pase lo que pase será la
guerra, resonarán los gritos, estallará la pólvora, sólo dejo de decirlo cuando
descubro que camino hablando en voz alta, ¿con quién, con quién? (Rosero 54).

La lectura de Los ejércitos es fluida. El autor usa un vocabulario sencillo, nada


rebuscado. Los eventos avanzan de una manera lineal en un espacio temporal más o
menos reducido. El cambio de estilo a medida que el estado mental del protagonista
empeora es interesante; una muestra de habilidad narrativa.

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