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En ella, Dios le dice a Daniel cuándo habría de venir Jesús por primera vez, así como
la fecha exacta en la cual habría de morir, 400 años antes de que ocurriese.
INTRODUCCIÓN
Jesús mismo declaró, cuando comenzó su ministerio, “el tiempo se ha cumplido” (Mar
1:15). Y Pablo agregó: “Pero cuando se cumplió el tiempo, Dios envió a su Hijo…” (Gál
4:4).
La única que daba una fecha precisa para la aparición pública del Mesías prometido era la
de Daniel 9. La única cuyo cumplimiento es admirable es la que nos viene desde los días de
Jesús mismo, en una línea ininterrumpida hasta hoy.
A causa de las transgresiones de los judíos, Dios había permitido que fuesen llevados en
cautividad a Babilonia, y ahora le parecía a Daniel que las continuas faltas de su pueblo
determinarían una extensión de los 70 años. De modo que se dirigió a Dios en oración,
pidiendo perdón en favor de su pueblo.
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21 Aun estaba hablando en oración, y aquel varón Gabriel, al cual había visto en visión al
principio, volando con presteza, me tocó como á la hora del sacrificio de la tarde.
22 É hízome entender, y habló conmigo, y dijo: Daniel, ahora he salido para hacerte
entender la declaración.
24 Setenta semanas están cortadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para acabar la
prevaricación, y concluir el pecado, y expiar la iniquidad; y para traer la justicia de los
siglos, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos.
25 Sepas pues y entiendas, que desde la salida de la palabra para restaurar y edificar á
Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; tornaráse
á edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos.
26 Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, y no por sí: y el
pueblo de un príncipe que ha de venir, destruirá á la ciudad y el santuario; con inundación
será el fin de ella, y hasta el fin de la guerra será talada con asolamientos.
Con más de 400 años de anticipación la osada profecía había predicho el año exacto cuando
Jesús sería bautizado, y también cuándo sería crucificado. Más aun, explica para qué iba a
venir Cristo. Vendría para cumplir la alianza concertada con su pueblo. Vendría a morir
para poner fin al pecado e introducir la justicia eterna.
Gabriel comenzó su explicación con una declaración relativa al tiempo: “Setenta semanas
están determinadas[fijadas, separadas, descontadas, cortadas] sobre tu pueblo y sobre
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tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la
iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al
Santo de los santos” (vers. 24).
Por supuesto, son 70 semanas de años. ¿Pero cuál es la evidencia bíblica para decir que en
la profecía simbólica un día representa un año?
Para conocer más del principio Día por Año, visita este artículo
70 semanas x 7 días cada semana = 490 días. Según el principio Día por Año, estamos
hablando de 490 años.
El Angel Gabriel estaba indicando a Daniel que “Setenta semanas” o 490 días/años, serían
dados a los judíos a fin de cumplir el propósito de Dios para el hombre y “traer justicia“,
pero, por otro lado, los judíos llenarían la copa de su rebeldía, y al cabo de ese lapso habría
terminado para ellos, como pueblo, su periodo de oportunidad.
En primer lugar tenemos que tomar nota en los versículos 25 al 27 Gabriel divide las
70 semanas en tres segmentos desiguales de: 7 semanas (49 años), 62 semanas (434
años), y una semanas (7 años). Más aun, subdivide la ultima semana(7 años) en dos
mitades de 3 años y medio cada una.
“Sabe, pues, y entienda, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a
Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se
volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos” (Daniel 9: 25).
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2) El segundo de estos decretos fue promulgado en torno al año 519 a.C. por Darío I
Histaspes (no confundir con Darío El Medo). Poco despues que Darío comenzara a reinar,
recibió una carta en la que se le solicitaba que confirmara el decreto original promulgado
por Ciro. Darío ordenó que se hiciera una prolija búsqueda en los archivos de Babilonia y
Ectabana, y cuando le llegó un memorando oficial mediante el cual se le comunicaba que el
decreto por fin había sido encontrado (Esdras 6: 1-5), y con profunda satisfacción emitió la
confirmación solicitada (Esdras 6: 6-12).
Este tercer decreto, el séptimo año de Artajerjes, es el que le dio renacimiento legal a
Jerusalén. Fue el tercer decreto que autorizaba el nombramiento de magistrados y jueces, y
en particular, restablecía la ley judía como base del gobierno local, el que hizo posible la
restauración de Jerusalén como capital. Por lo tanto, fue ese tercer decreto el que Gabriel
tenía en mente cuando se refirió a “la orden de volver a construir a Jerusalén”.
Este decreto, según la historia, data del otoño del año 457 a.C., Así que ya tenemos la
fecha del comienzo de las 70 semanas: El otoño del año 457 a.C.
Teniendo ya firme esta ancla, es sencillo calcular cada una de las otras fechas.
“Habrá siete semanas” (49 años) a partir del 457 a.C., nos lleva al 408 a.C.. Algunos
interpretes dan especial importancia al periodo de “siete semanas”, o 49 años, pues afirman
que representa el tiempo durante el cual se completaría la construcción de la plaza y del
muro. Puede ser que sea así; sin embago, la información historica de este periodo es muy
escasa. Se sabe poco de las condiciones existentes en Jerusalén desde el tiempo de
Artajerjes hasta el de Alejandro. Lo que puede saberse en base a la Biblia y los documentos
históricos es fragmentario.
“Y sesenta y dos semanas” (434 años) desde el 408 a.C. (o al 457 a.C. contar 483 años
[7 semanas + 62 semanas x 7]) “hasta el Mesías Príncipe”. Esto nos lleva al año 27 de
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Cristo (recordemos que el la escala del año calendario no existe el año 0). Este es
justamente el tiempo cuando Cristo, ]”siendo como de treinta años”(S. Lucas 3: 23), fue
bautizado.
Jesús es Dios, e Hijo de Dios; por lo tanto, es un Príncipe prominente. El Príncipe Jesús
técnicamente llegó a ser el Mesías en ocasión de su bautismo. La palabra hebrea “Mesías”
significa “Ungido”. Jesús que era a la vez Rey, Sacerdote, y Profeta, fue ungido por Dios
en ocasión de su bautismo en el río Jordán, cuando el Espíritu Santo descendió sobre él en
forma de paloma (S. Lucas 3: 21, 22; Hechos 10: 37, 38). Uno de los discípulos de Juan el
Bautista pronto buscó a su hermano Pedro y le dijo con convicción: “Hemos encontrado
al Mesías” (S. Juan 1: 41, 42). Poco después, mientras predicaba en la sinagoga de Nazaret,
Jesús se aplicó a si mismo la profecía mesiánica de Isaías 61: 1, 2 : “El Espíritu del Señor
está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha
enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, y
vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos; A predicar el año agradable del
Señor.” (S. Lucas 4: 18, 19).
Gabriel sigue diciendo: “Y después de las sesenta y dos semanas [después del año
27d.C.] se quitará la vida al Mesías, mas no por sí”(Daniel 9:26). El “confirmará el
pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda”(vers.
27).
También “a la mitad de la semana” Cristo hizo “cesar el sacrificio y la ofrenda”, tal como
dijo el ángel a Daniel. Cuando Cristo fue crucificado en la primavera del 31d.C. “el velo
del templo (en Jerusalén) se rasgó en dos, de arriba a abajo” (S. Mateo 27:51).
A través de este velo, el hombre no tenía acceso al departamento más sagrado del templo,
“el Lugar Santísimo”. Solamente al Sumo Sacerdote le estaba permitido ver más allá del
velo, y esto solamente una vez al año, en el día de la Expiación (véase Levítico 16: 2, 34).
Algo sobrenatural desgarró este velo por la mitad “desde arriba”, no desde abajo, como
cualquier ser humano habría hecho. Con esto, el más sagrado de todos los lugares judíos
había sido profanado, expuesto a la vista de todo el mundo. Era señal del cielo de que Dios
consideraba el sistema de sacrificios como algo terminado para siempre. El Cordero de
Dios había muerto, y este sacrificio eterno tomó el lugar de los sacrificios terrenales (véase
1 S. Pedro 1:19; Hebreos 9: 8-15; 10: 9, 10; 17-20).
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El sacrificio de animales en el templo y la ofrenda (relacionada al sistema de sacrificios y
ceremonias) ya no tenía importancia después de la muerte de Cristo, el Mesías. Dios tenía
un nuevo y mejor método de ilustrar la salvación: a través de la ofrenda perfecta del
cuerpo de Cristo “hecha una vez para siempre” (véase Hebreos 10: 10, 19-20).
Con todo, aún “setenta semanas (490 años) están determinadas (o cortadas) sobre tu pueblo
(los judíos) y sobre tu santa ciudad (Jerusalén)”. Ahora tenemos que ver dónde termina la
última semana en la historia.
De acuerdo con las Sagradas Escrituras, esta semana final (siete años) empezó en el otoño
del año 27 d.C.. Este periodo de 7 años habría de terminar en el otoño del año 34 d.C.
Exactamente en “la mitad de la semana” fue crucificado el Mesías y el velo del templo se
rasgó. Esto es, en la primavera del año 31d.C. ¿Podríamos encontrar algún hecho histórico
significativo, ocurrido en el otoño del año 34d.C., que marque el fin de este periodo de las
70 semanas?
La persecución hizo que los primeros cristianos dejaran de trabajar exclusivamente en favor
de los judíos en Jerusalén. Pero, además, les obligó a trabajar por los gentiles en Judea,
Samaria, y más allá. “Esteban marca por lo tanto la transición del cristianismo judío al
cristianismo gentil… La persecución que siguió a su martirio produjo también la dispersión
de los discípulos, y esto logró que el Evangelio fuera llevado a los samaritanos y más tarde
a los gentiles”(Westmister Dictionary of the Bible, pag. 906).
¡Cuan significativo es que la muerte de Esteban ocurriera durante el año 34 d.C. (véase
Uger’s Bible Dictionary, edición de 1966, pag. 1046) tal como Dios lo había predicho! La
muerte de Esteban marca el fin del reinado de Israel como pueblo especial de Dios (véase
Romanos 11: 7, 11, 19, 32), y marca también el fin de las 70 semanas mencionadas en la
profecía de Daniel.
Obsérvense todos los detalles proféticos que se cumplieron durante la “semana” que siguió
a la aparición del “Mesías Príncipe”, al final de las sesenta y nueve semanas. Nótese cómo
esto completó las “setenta semanas” que estaban “determinadas sobre tu pueblo y sobre tu
santa ciudad” (Daniel 9: 24).
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1. “Para terminar la prevaricación”. Durante siglos Dios soportó a los rebeldes israelitas.
Ahora, con la crucifixión su Hijo y la persecución inmicericorde contra la iglesia cristiana
desde el apedreamiento de Esteban, ellos habían colmado la copa de iniquidad. Les dio la
espalda como pueblo escogido, aunque, por supuesto, no como individuos.
2. “Y poner fin al pecado”. La palabra hebrea que se emplea aquí para pecado es
“chatta’th”. En varios manuscritos se encuentra traducida 135 veces como “ofrenda por
el pecado”. ” Y poner fin [a la ofrenda por el pecado]” probablemente se refiere al fin, a la
vista de Dios, del sistema ceremonial de sacrificios y de ofrendas por el pecado. Esto
termino cuando el Mesías, el verdadero Cordero de Dios, murió en la cruz y la cortina del
templo fue rasgada por manos invisibles.
PRUEBAS ADICIONALES
Cerca del fin de la profecía de las 70 semanas Dios(por medio de su ángel) habló a Daniel
acerca de un importante acontecimiento que habría de ocurrir poco después del fin del
periodo de la profecía. Este evento habría de convencer a los judíos de que Dios los había
rechazado como su pueblo especial. Dijo: “Y el pueblo[ejercito] de un príncipe que ha
de venir[un príncipe que habría de venir después que fuera muerto el Mesías]
destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación” (Daniel 9: 26).
Años más tarde Cristo previno a los cristianos acerca de este acontecimiento (véase S.
Mateo 24: 15-20). Ocurrió en el año 70d.C. Los ejércitos romanos, comandados por Tito,
sitiaron la ciudad de Jerusalén, la destruyeron, y aun araron la tierra. Dios permitió esta
aniquilación para convencer a Israel de que este no volvería a ser jamas su pueblo especial.
Esto sirvió, además, para suspender permanentemente los servicios del templo terrenal. Se
demostraba así que no era plan de Dios que continuara este método simbólico de quitar el
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pecado de los pecadores que, durante los siglos, solo había servido (o por lo menos se
suponía) para dirigir la atención de los hombres hacia el Mesías venidero.
¿No es ésta una solución más lógica y aceptable ( y bíblica) para la profecía de las setenta
semanas? ¿Por qué cortar este periodo en dos partes separadas por 2000 años y tratar de
forzar la aritmética para que las fechas coincidan bien? ¿Y por qué tratar de dividir la
segunda venida de Cristo en dos partes separadas por siete años, una enseñanza que no está
confirmada con la Biblia?
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