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ARREPENTIMIENTO ¿QUE SIGNIFICA?

PARA TI
DEFINICIÓN
El arrepentimiento es alejarse del pecado y se contempla mejor
al verlo como cotérmino con la fe (es decir, como un requisito
imprescindible que va junto a la fe), la cual consiste en volverse a
Dios en confianza.

RESUMEN

El arrepentimiento es alejarse del pecado y, junto con la fe, es


una parte constitutiva de la conversión cristiana. Es un
componente clave de nuestro cambio inicial del pecado a Cristo,
pero también es una parte necesaria de la vida cristiana en
curso. Aunque el pesar por el pecado se asocia bíblicamente con
el arrepentimiento, y es comprensible que el arrepentimiento a
veces vaya acompañado de una emoción profunda y sincera, el
arrepentimiento no está necesariamente ligado a cierto tipo o
clase de emoción. El arrepentimiento se contempla de mejor
manera cuando incluye tanto componentes intelectuales como
afectivos.
Introducción

El arrepentimiento es un tema clave en la Biblia y generalmente


lo asociamos con la realidad de la conversión (a menudo se dice
que la conversión está constituida tanto por el arrepentimiento
como por la fe). El verbo «arrepentirse» o el adjetivo
«arrepentido» aparecen trece veces en el Antiguo Testamento. El
término «arrepentimiento» aparece veinte veces en el Nuevo
Testamento y el verbo «arrepentirse» aparece veintisiete.

En el Antiguo Testamento hay dos palabras (ambas son verbos)


que debemos notar: shuv y naham. Shuv se puede traducir
como «girar», «volver», «cambiar». A veces denota el tipo de
cambio completo de corazón que llegaremos a ver en el Nuevo

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Testamento. Por ejemplo, en 1 Reyes 8:46-53, shuv se usa para
denotar un cambio del corazón y confesión de perversidad e
iniquidad (ver también 2 Cr 6:37; Sal 7:12; Is 1:27; Jr 5:3; Ez
14:6; 18:30). Naham tiene varios significados: «suspirar,
lamentarse, compadecerse, consolar o (en modo reflexivo)
lamentarse, vengar, consolar, arrepentirse». Es el verbo que se
usa cuando Dios se «duele» o «arrepiente» de Su decisión de
crear al ser humano sobre la tierra (Gn 6:6) y también es el verbo
que se usa cuando se dice que Dios no se arrepiente (Nm 23:19) o
cambia de propósito (1 S 15:29).

En el Nuevo Testamento, el sustantivo «arrepentimiento»


proviene de la palabra griega «metanoia» y «arrepentirse»
proviene del verbo griego «metanoeō», los cuales connotan un
cambio de mentalidad. Lo mejor es ver en el arrepentimiento
un alejamiento del pecado completo y total por parte de la
persona. La fe, por otro lado, sería un consecuente volver a
Cristo, reconociendo Su señorío. Tradicionalmente, los cristianos
han hablado con razón de que el arrepentimiento y la fe juntos
constituyen la conversión. Es interesante notar que esta idea de
que una persona tenga un cambio completo y total de
pensamiento, voluntad y estilo de vida, de una forma a otra,
parece faltar en la cultura griega precristiana y no cristiana.

Arrepentimiento, fe, conversión

Es importante comprender que uno no puede tener


arrepentimiento sin fe y viceversa. Podríamos decir que son dos
caras de una misma moneda. En la conversión uno se vuelve del
pecado (arrepentimiento) a Cristo (por fe). Son cotérminos. El uno
no se encuentra sin la otra. Charles Hodge escribió: «La
discusión sobre la cuestión de si la fe precede al arrepentimiento,
o el arrepentimiento a la fe, no puede tener lugar si se acuerda el
significado de las palabras» (Systematic Theology [Teología
Sistemática] volumen iii, p. 41). Podríamos notar que Juan
Calvino vio el arrepentimiento como una consecuencia de la fe.
Para él, el arrepentimiento y el perdón de los pecados son

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conferidos al creyente por Cristo y tanto el arrepentimiento como
el perdón «los alcanzamos mediante la fe» (Institución, III.III.1).

¿Alejarse de qué?

Bíblicamente, ¿de qué se está apartando uno realmente en el


arrepentimiento? Vemos en las Escrituras que el arrepentimiento
es alejarse del pecado. Se puede hablar de este pecado en
términos generales, como «transgresiones» (Ez 18:30), «maldad»
(Hch 8:22), o de las «obras» o «hechos» de uno (Ap 2:21-22). A
veces el arrepentimiento se da por idolatría o adoración de
demonios (Ez 14:6; Ap 9:20) o por inmoralidad sexual (Ap
2:21; 9:20). Curiosamente, en el libro de Apocalipsis, el contraste
entre el arrepentimiento y la falta de arrepentimiento es
alarmantemente marcado. Los que no se arrepienten en
realidad maldicen el nombre de Dios. Estas personas deberían
haberse arrepentido y dado gloria a Dios (Ap 16:9). Este pasaje
trae a la mente la marcada antítesis iniciada en el jardín de Edén
(Gn 3:15), donde Dios decretó que habría enemistad entre la
simiente de la serpiente y la simiente de la mujer.

Aunque es correcto hablar del arrepentimiento como


alejarse de algo (es decir, del pecado, de uno mismo y de
Satanás) y de la fe como volverse hacia algo (es decir, a Cristo
mismo), debemos notar textos como Hechos 20:21, donde Pablo
dice que ha testificado «tanto a judíos como a griegos, del
arrepentimiento para con Dios y de la fe en nuestro Señor
Jesucristo». Nótese aquí que el arrepentimiento es algo que se
hace hacia Dios y Pablo inmediatamente habla de la fe como
proyectada en nuestro Señor Jesucristo. Esta clase de pasajes
nos impulsa a ver (1) el estrecho e inextricable vínculo entre el
arrepentimiento y la fe, pero también a reconocer (2) que el
arrepentimiento mismo es algo que se puede hacer hacia Dios,
casi con seguridad porque en el arrepentimiento uno también se
aleja del pecado. En Hechos 26:18 se usa una palabra griega
diferente, epistrephō, «volverse». Al relatar su conversión y
llamado, Pablo menciona que en el corazón de su misión
apostólica está el ser usado por Dios para abrir los ojos a los

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gentiles «a fin de que se conviertan de las tinieblas a la luz, y
del dominio de Satanás a Dios». Así que aquí el «volverse»
es de las tinieblas a la luz y del poder de Satanás a Dios.
Dos versículos más adelante (Hch 26:20), Pablo vincula los dos
verbos «arrepentirse» (metanoeō) y «volverse» (epistrephō), al
decir al rey Agripa que en su ministerio trabajó para que los
gentiles pudieran «arrepentirse y volverse a Dios…».

Arrepentimiento, tristeza y emociones

¿Debe el arrepentimiento requerir o estar siempre asociado con


el remordimiento, el dolor o algún otro estado emocional? Es una
buena pregunta. Dado que el arrepentimiento (dar la espalda al
pecado) está justamente ligado a la fe (volverse a Cristo), es
ciertamente comprensible si el arrepentimiento a menudo
conlleva emociones o se asocie con ellas, un cierto tipo de
estado existencial, etc. En efecto, en la conversión
(arrepentimiento y fe), ¡uno se está alejando del pecado y
volviéndose al Dios vivo! Por lo tanto, es comprensible que en la
experiencia de arrepentimiento de muchas personas haya a
menudo la experiencia real y propia de una gran emoción.
Podríamos pensar en las clásicas historias de conversión
de Agustín, Martín Lutero y Juan Wesley. Cada uno de estos
gigantes de la fe parece haber experimentado una crisis
existencial significativa, llena de emoción e incluso drama (el
libro de Romanos fue clave para cada uno de estos tres). Al
mismo tiempo, no debemos exigir ni esperar tal emoción como un
componente constitutivo del arrepentimiento genuino. El
arrepentimiento puede, y posiblemente debe, incluir algún tipo de
remordimiento por el pecado de uno. Pero uno debe tener cuidado
en este sentido, no sea que suponga que debe alcanzarse
cierto nivel o tipo de remordimiento o de
cierto nivel o tipo de experiencia emocional, antes de que se
pueda decir que uno ha experimentado un arrepentimiento
genuino. No obstante, el arrepentimiento en el Nuevo Testamento
se asocia con una tristeza «conforme a la voluntad de Dios» (2 Co
7:9-10).

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¿Arrepentimiento una vez y listo?

¿Es el arrepentimiento solo o principalmente una realidad


momentánea? Es decir, ¿hay un momento en el que uno se
arrepiente y todo está hecho? ¿Es el arrepentimiento, podríamos
preguntar, un tipo de realidad de «una vez y listo»? Hay más
diversidad y diferencia en la historia de la iglesia cristiana sobre
esto de lo que podría sospecharse (ver Turning to
God [Volviendo a Dios] de David Wells, cap. 4). La Biblia
ciertamente describe a menudo la conversión (incluyendo el
arrepentimiento y la fe) como una especie de realidad radical,
momentánea y algo repentina, como en la conversión del eunuco
etíope (Hch 8:26-40). Así como creemos para ser salvos, pero
luego continuamos creyendo a lo largo de la vida cristiana,
también nuestro arrepentimiento inicial marca el comienzo de
una vida de arrepentimiento mientras buscamos vivir para Dios.

Así que es correcto enfatizar la naturaleza de una vez por todas


del arrepentimiento y la fe (y por lo tanto, la naturaleza de una
vez por todas de la conversión). Sin embargo, vemos a lo largo de
las Escrituras que todavía se nos ordena: «transfórmense
mediante la renovación de su mente…» (Ro 12:2). De nuevo,
nuestro arrepentimiento inicial marca el comienzo de una vida de
transformación que culminará solo en la glorificación final.

¿Qué lleva al arrepentimiento?

¿Qué lleva realmente al arrepentimiento? Una vez más, es


importante ver el vínculo indisoluble entre la fe y el
arrepentimiento. Pero cuando la Biblia habla ante todo del
arrepentimiento, vemos que (1) la bondad de Dios lleva al
arrepentimiento (Ro 2:4) y que (2) la tristeza conforme a la
voluntad de Dios lleva al arrepentimiento. Por supuesto, nos
gustaría preguntar ¿qué lleva a la tristeza conforme a la voluntad
de Dios? La respuesta seguramente sería el mensaje del
evangelio, que incluye la realidad del juicio contra el pecado, el
llamado al arrepentimiento mismo y la promesa de perdón para
los que creen.

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El bautismo y el arrepentimiento

Hay una serie de pasajes que vinculan el arrepentimiento y el


bautismo. En el nivel más básico, el bautismo y el
arrepentimiento están relacionados con el perdón y la limpieza de
los pecados y, por lo tanto, es comprensible que estén
relacionados entre sí.

 «Entonces Pedro les dijo: “Arrepiéntanse y sean bautizados cada


uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus
pecados, y recibirán el don del Espíritu Santo”» (Hch 2:38).
 «Yo, en verdad, los bautizo a ustedes con agua para
arrepentimiento» (Mt 3:11).
 «Juan el Bautista apareció en el desierto predicando el bautismo
de arrepentimiento para el perdón de pecados» (Mr 1:4)
 «Y Juan fue por toda la región alrededor del Jordán, predicando
un bautismo de arrepentimiento para el perdón de los pecados»
(Lc 3:3).
Hechos 2:38 destaca una relación estrecha entre el
arrepentimiento y el bautismo: el bautismo sigue y, en cierto
sentido, expresa el arrepentimiento. El bautismo «para» el perdón
de los pecados puede significar «sobre la base de» el perdón de
los pecados. Los otros tres pasajes (Mt 3:11; Mr 1:4; Lc 3:3)
pueden tratarse generalmente juntos. Mateo 3:11 habla de un
bautismo para arrepentimiento, mientras que Marcos
1:4 y Lucas 3:3 hablan de un bautismo de arrepentimiento. El
bautismo de Mateo 3:11 puede ser «para» el arrepentimiento en
el sentido de «sobre la base de» el arrepentimiento. El
bautismo de arrepentimiento en Marcos 1:4 y Lucas 3:3 puede
ser algo así como «bautismo que significa o representa
arrepentimiento».

El arrepentimiento y dar fruto

En varios lugares del Nuevo Testamento está claro que el


arrepentimiento debe llevar a dar fruto. Juan el Bautista ordenó
que «den frutos dignos de arrepentimiento» (Mt 3:8, cp. Lc 3:8).
Pablo testificó que los oyentes de su mensaje apostólico debían

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«arrepentirse y volverse a Dios, haciendo obras propias de su
arrepentimiento» (Hch 26:20). En Apocalipsis 2:5, una parte del
mensaje a la iglesia en Éfeso es: «arrepiéntete, y haz las obras
que hiciste al principio». Todos estos pasajes enseñan la misma
verdad esencial: el verdadero arrepentimiento está orgánica y
necesariamente conectado con la transformación del
comportamiento y la vida.

El arrepentimiento, la soberanía divina y la responsabilidad


humana

Finalmente, notamos que la enseñanza bíblica sobre el


arrepentimiento nos recuerda un tema clásico en la teología
cristiana: la naturaleza y realidad tanto de la soberanía divina
como de la responsabilidad humana. En Hechos 5:31 leemos que
es el mismo Señor Jesús resucitado quien da el arrepentimiento:
«Dios lo exaltó a Su diestra como Príncipe y Salvador, para dar a
Israel arrepentimiento y perdón de los pecados». De manera
similar, en Hechos 11:18 leemos: «Al oír esto se calmaron, y
glorificaron a Dios, diciendo: “Así que también a los gentiles ha
concedido Dios el arrepentimiento que conduce a la vida”». El
arrepentimiento es algo que Dios «da» o «concede». Al mismo
tiempo, el arrepentimiento es algo que el ser humano hace. De
hecho, el mandato imperativo «arrepentirse» se da varias veces
en la Biblia y en muchas otras veces se espera que se
arrepientan los oyentes de la Palabra de Dios. Este
arrepentimiento es un componente necesario de la conversión
(ver Mt 3:2; 4:17; 11:20; Mr 1:15; 6:12; Lc
13:3, 5; 16:30; 17:4; Hch 2:38; 3:19; 8:22; 17:30; 26:20; He
12:17; Ap 2:5, 16, 21; 3:3, 19; 9:20; 16:9, 11).
ROMANO 10; 17 ASÍ QUE LA FE ES POR EL OÍR Y EL OÍR POR LA
PALABRA DE DIOS

OREMOS

LLAMADO, PASTOR LUIS EDUARDO CRUZ. SANTA ANA, 7-03-24

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