Está en la página 1de 2

¿Dios es por nosotros?

©Lightstock
Vivimos en una sociedad egocéntrica que ha saturado nuestras iglesias y nuestra fe. Hemos
sido programados para pensar en nosotros mismos. La mayoría de los patrones en nuestras
vidas están vinculados de alguna manera a servir «a mí mismo y mis necesidades», «mi
familia» o «mi país». Piensa cuánto de nuestra generosidad está ligada a lo que nos
beneficia. ¿Diezmaríamos tanto si no fuera deducible de impuestos? ¿Daríamos más a un
programa de construcción (del cual nuestros hijos se beneficiarán) o a un programa de
pobreza en Indonesia (que no me beneficia de ninguna manera)?

Junto con este pensamiento egocéntrico, con frecuencia escucho a la gente decir: «Dios
quiere el bien para mí». «Está bien, claro, absolutamente. Estoy de acuerdo». Aquí está el
problema. ¿Qué es el «bien»? Creo que allí está la diferencia. No creo que la perspectiva de
Dios de lo «bueno» sea la misma que la nuestra. El «bien» de Dios no necesita salud aquí
en la tierra. El «bien» de Dios no requiere la falta de defectos de nacimiento, bendición
financiera, inteligencia, cónyuge piadoso, etc. Aunque podemos ser bendecidos al
experimentar algunas de estas cosas, la «bondad» de Dios no los necesita.

El «bien» de Dios tiene que ver con conformarnos a la imagen de Cristo. Ese es
nuestro mayor bien
 
El «bien» de Dios no es específico a un individuo, sino que está ligado a lo que beneficia al
cuerpo corporativo. El «bien» de Dios tiene que ver con conformarnos a la imagen de
Cristo. Ese es nuestro mayor bien. Nuestro mayor bien es lo que más glorifica a Dios y
promueve la adoración de su santo nombre entre las naciones. El mayor bien de Dios para
nosotros es hacer uso de nuestras vidas con el propósito de la redención. Sí, eso es correcto,
hacer uso de nuestras vidas. Somos los siervos, Él es el amo. A veces es «bueno» clavarte
en la cruz por el bien de los demás en el plan del reino redentor de Dios.

El «bien» de Dios no se centra en mí o en ti, se centra en la obra de su reino y los medios


por los cuales podemos ser más útiles para promover el establecimiento de ese reino.
Ciertamente, Pedro insinúa eso: «Pues es mejor padecer por hacer el bien, si así es la
voluntad de Dios, que por hacer el mal» (1 P 3:17). Hay ocasiones en las que la voluntad de
Dios es que suframos por causa de la justicia para que podamos ser usados para el bien de
su gloria y su reino. Pero, ¿qué pasa con ese famoso pasaje que se cita a menudo: «Ustedes
pensaron hacerme mal, pero Dios lo cambió en bien para que sucediera como vemos hoy, y
se preservara la vida de mucha gente» (Gn 50:20)? Dentro de ese contexto, debemos
recordar que Dios no dudó en dejar huérfano a José, al menos por una temporada, venderlo
como esclavo, acusarlo falsamente y encarcelarlo para ayudar a redimir al pueblo de Dios.

En otras palabras, Dios está enfocado en ti, sí, pero lo hace dentro del marco más amplio
del plan redentor para su pueblo. Se trata de ti, ya que eres parte de un cuerpo más grande y
de la protección de Dios sobre ese cuerpo, aun si eso significa lastimar al dedo del pie para
salvar la pierna. Creyente en Jesús, que Dios nos libre de nuestras vidas «centradas en mí»
y nos ayude a ver que Él está orquestando un tapiz de redención y es nuestro privilegio ser
usado de la manera que Él considere conveniente. Si eso significa ser fiel en un mal
matrimonio como testigo para mi cónyuge, mis hijos y el mundo, que así sea. Si eso
significa arriesgarlo todo para decirle a mi familia, amigos, vecinos y compañeros de
trabajo que Jesús los ama, que así sea. Si eso significa vender mi casa y mudarme al campo
misionero, que así sea. Si eso se traduce en comprar un Accord en lugar de un Lexus, o para
la mayoría de nosotros, comprar un automóvil usado en lugar de un automóvil nuevo para
poder dar la diferencia a los que lo necesitan, que así sea. Si eso significa ser un testigo fiel
mientras el cáncer asola el cuerpo de mi hijo, que así sea. Si eso significa perdonar al
conductor ebrio que mató a mi cónyuge en el accidente automovilístico, que así sea. Si eso
significa ser fiel en medio de una gran bendición financiera mientras mi cartera de acciones
se dispara, que así sea.

Hay ocasiones en las que la voluntad de Dios es que suframos por causa de la justicia
para que podamos ser usados para el bien de su gloria y su reino
 
Al final, mi vida no es mía. Pertenece al Rey. Ojalá que dejemos de pensar en nosotros
mismos, en nuestras posesiones y en nuestras familias y nos entreguemos a Dios por
completo. Ojalá podamos entregar nuestra comodidad y felicidad inmediata y busquemos la
santidad diciendo: «Dios, úsame como mejor te parezca para tu gloria y la promoción de tu
reino entre las naciones».

También podría gustarte