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UNIDAD 3

EL HOMBRE
COMO SER POLÍTICO
“El hombre como ser Político” UD3

INTRODUCCIÓN

Luego de estudiar al hombre en sí, nos proponemos ahora abordar al hombre en su


faz social, es decir política.

Consideramos, con Aristóteles y Santo Tomás, que el hombre es un ser naturalmente


proclive a vivir en comunidad y que de esa natural tendencia surgen consecuencias
de orden práctico que se vinculan directamente con estas grandes cuestiones: el Es-
tado, la autoridad, el poder y la ley.

Como el hombre tiene un fin último, según vimos en la unidad anterior, la comunidad
política también tiene un fin último propio, al que llamamos, junto con los clásicos, el
“Bien Común”, del cual todos y cada uno participamos mediante distintos modos, y
que genera, respecto nosotros, deberes y derechos.

OBJETIVOS ESPECÍFICOS

- Que el alumno descubra a la comunidad política como una realidad motivada


por la natural sociabilidad humana.
- Desarrollar las consecuencias prácticas derivadas de la comunidad política, en
orden a fundamentar adecuadamente la existencia de la autoridad, el poder y la
ley.

CONTENIDOS

3.1. La naturaleza social del hombre.


3.2. Las causas del orden político.
3.3. El Bien Común.
3.4. La autoridad y el poder.

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ESQUEMA CONCEPTUAL

EL HOMBRE COMO SER POLÍTICO

La naturaleza so- Las causas del La autoridad y el


El bien común
cial del hombre orden político poder

BIBLIOGRAFÍA
q Montejano, Bernardino “Curso de Derecho Natural”, Editorial Abeledo Perrot
q Sancho Izquierdo, Hervada: “Compendio de Derecho Natural”.

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DESARROLLO DE LOS CONTENIDOS


Comenzamos…

3.1. LA NATURALEZA SOCIAL DEL HOMBRE

El hombre es un animal político, como ya lo advirtiera Aristóteles (“zoon politikón”),


por cuanto en su naturaleza racional, libre y espiritual “inhiere” la sociabilidad como
un reclamo que hace a la perfección de su naturaleza, a su realización personal. Y ésto
es así, según enseña Santo Tomás, por diversos motivos:

• Por sus imperfecciones: En cuanto el hombre es el más desprovisto de los ani-


males, el que requiere el mayor cuidado cuando nace, como condición misma de
supervivencia, hasta su adultez.

• Por sus perfecciones: en tanto sus facultades intelectiva y volitiva, la libertad y


la vida espiritual de la que es capaz lo “ligan” a los otros hombres, para volcar en
ellos su afectividad, su conocimiento y su amor, para posibilitar la consecución y
defensa de los bienes indispensables para la vida, para formarse y educarse, etc.

La sociabilidad aparece así como una inclinación y una exigencia racionalmente


adecuada para la perfección del hombre. En el hombre hay un apetito natural de
sociedad y signos que le llaman a esta convivencia, de los cuales el más típico es el
lenguaje, como exigencia imprescindible para la comunicación y la relación señalada.
Por eso decía Aristóteles que “el hombre que no viva en sociedad será más o menos
que un hombre: un dios o una bestia”.

Hay, a la par de las tendencias individuales del hombre, una tendencia social, que
se forma y educa por la convivencia y la solidaridad. El hombre está inserto en una
comunidad de cooperación y complemento de esfuerzos y bienes, lo que nos lleva a
descubrir una nueva dimensión del bien que perfecciona la naturaleza humana y es
adecuado a ella: el bien común, que se obtiene en la convivencia.

Esta dimensión de su naturaleza, sin duda, enriquece al


hombre en procura de su perfección, pero también implica
deberes de obediencia, de cooperación y de participación
en función del bien común.

A continuación el segundo tema…

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3.2. LAS CAUSAS DEL ORDEN POLÍTICO

La definición tradicional de ciencia es “Conocimiento cierto según las Causas”. Ahora


bien, ¿a qué llamamos Causas? La causa, preliminarmente, supone un principio ex-
plicativo de la realidad, aquello de lo cual algo procede. Todo ser, enseña Aristóteles,
tiene una causa y puede ser explicado por ella, siendo la causa aquello de lo cual una
cosa depende en su ser y en su hacer. Por ello, nada es causa de sí mismo y el único
SER encausado es Dios.

La causa material, responde a la pregunta ¿de qué esta hecho ese ser?; la causa
formal, se refiere a la determinación o manifestación que actúa sobre la materia,
haciendo que la cosa sea lo que es; la causa eficiente, pregunta por el sujeto que
actuó sobre la cosa; inquiere entonces, ¿quién lo hizo? y la causa final que pregunta
sobre la finalidad de la cosa, en cuanto determina y especifica la acción de la causa
eficiente, por lo que pregunta ¿para qué esta hecho? Engloba y da origen a todas las
demás. Está en el principio del ser, pero es realizada al final.

• Causa Material: ¿DE QUÉ ES? (Ej: el mármol en la escultura).


a) es una causa intrínseca, en cuanto comunica su ser al que de
ella depende.
b) la materia es el sujeto permanente de los cambios físicos.

Causa Material de la Sociedad: Población y Territorio.

El hombre está condicionado por espacio, tiempo, historia, cul-


tura y territorio (formas culturales, arraigo a la tierra), que son
antes de las formas políticas definitivas. De ésto surge el DEBER
DE PIEDAD que tenemos todos.

“Nación es un proyecto de vida diferenciada en la universalidad, con


nuestros héroes y traidores, amores y odios, problemas resueltos y
por resolver.” Ortega y Gasset.

La Nación es un destino común. Es lo nacional lo que nos dife-


rencia de lo universal.

• Causa Formal: ¿QUÉ ES? (Ej: Estatua.)


a) es una causa intrínseca (da cuenta de la quididad o la esencia
de la cosa)
b) es aquello por lo cual una cosa es lo que es y no otra.

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Causa Formal de la Sociedad: La Ley.

La Causa Formal otorga un orden que es imprescindible, y


cuya máxima expresión está dada en el ordenamiento jurídico
positivo por la CONSTITUCIÓN NACIONAL. Equilibra la tensión
entre el ejercicio de los derechos individuales y los de la co-
munidad.

De esta manera, se deben consolidar los lazos culturales para


que las comunidades subsistan, y ésto no se puede lograr sin
rescatar los viejos conceptos de NACIÓN y PATRIA.

• Causa Eficiente: ¿QUIÉN ES? (Ej: Escultor).


a) es una causa extrínseca, como realidad distinta a la cosa, que
ejerce influencia sobre ella.
b) la que hace lo hecho (Aristóteles).

Causa Eficiente de la Sociedad: La Autoridad.

La función de la autoridad es orientar la acción libre de los


ciudadanos al Bien Común. Se debe discernir correctamente
y luego actuar en consecuencia. Por ello, su principal virtud
debe ser la PRUDENCIA POLÍTICA.
Toda autoridad es legítima en la medida en que cumpla con su
función esencial de procurar el Bien Común.

• Causa Final: ¿PARA QUÉ ES? Ej: Expresar la Fe.


a) es una causa extrínseca (la primera en el orden de la intención
y la última en el orden de la ejecución).
b) “es aquello por lo que algo se hace” (Aristóteles), es “la causa de
las causas” (Santo Tomás de Aquino).

Causa Final de la Sociedad: El Bien Común.

El Bien Común es el conjunto de condiciones que hacen posi-


ble el pleno desarrollo del hombre y de su naturaleza.

Todo acto político se realiza en razón de un fin, que entraña una


verdad política que es prudencial y que lleva al Bien Común.

El Bien Común se funda en elementos cualitativos (Cultura) y


cuantitativos (Educación, Salud, Bienes Materiales), en la parti-
cipación, la justicia y la paz, que es, al decir de San Agustín, la
“tranquilidad en el orden”.

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Son necesarias personas formadas en los hábitos de la ciuda-


danía y la actuación política. Esa es nuestra misión para restau-
rar la solidaridad social, comenzando desde lo pequeño en la
vida cotidiana.

• Causa Material ..................................... Población y Territorio.

• Causa Formal ....................................... La Ley.

• Causa Eficiente .................................... La Autoridad.

• Causa Final ........................................ El Bien Común.

Es clave para el proceso de aprendizaje, la comprensión total de los conceptos que


hasta aquí le hemos presentado.
Sigamos avanzando…

3.3. EL BIEN COMÚN

El concepto mismo de BIEN COMÚN reviste una singular importancia en nuestros


tiempos, toda vez que alrededor de él se debaten trascendentes cuestiones que ha-
cen a la dimensión social de la persona y, consecuentemente, a la actividad política
de los pueblos y a la justificación del poder de los gobernantes.

POLITICA-SOCIEDAD-PODER-BIEN COMÚN son, entonces, conceptos íntimamente


relacionados y definirlos adecuadamente constituye, sin lugar a dudas, emprendi-
miento que trasciende lo meramente conceptual para tocarse con la vida misma
del hombre y sus realizaciones sociales. Ya Aristóteles ubicaba así a la política entre
las ciencias prácticas, por cuanto el conocimiento de su objeto - los actos humanos
sociales - está inmediatamente ordenado al obrar.

El hombre es un ser personal en el cual - en su naturaleza misma - infiere la socia-


bilidad, de modo tal que es imposible concebir al ser humano sin esta dimensión
social. Esta afirmación ya nos ubica en un primer espacio de confrontación: las tesis
voluntaristas/contractualistas (su principal exponente fue J.J. ROUSSEAU) que conci-
ben a la sociedad como una decisión voluntaria del hombre, plasmada a través de un
contrato social tácito o implícito, por el cual los individuos acuerdan conformarla, para
satisfacer sus necesidades, pero que en modo alguno surge de su misma naturaleza.
Pero cabría preguntarse, ante la comprobación universal e histórica de la sociabilidad
humana, en primer lugar, si todos los hombres, de todas las geografías y de todos
los tiempos “suscribieron” este “contrato”, ¿no será más lógico - y más fácil - afirmar

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que es un reclamo de su propia naturaleza y no una común decisión voluntaria?


Supuesta entonces la sociabilidad, como inherente a la misma naturaleza del
hombre, surge entonces con similar naturalidad la pregunta por el fin de la sociedad,
que nos pone en contacto con el discernimiento del fin de la política, como ciencia
práctica y arte rector del obrar humano social.
Si la sociedad está compuesta por hombres, el fin de la misma no podrá ser subs-
tancialmente distinto del fin del hombre. La comprobación del obrar humano, en su
misma raíz antropológica, nos muestra la tensión existente entre el fin del hombre,
el bien y la felicidad, tal como lo describiéramos precedentemente:

“TODO HOMBRE OBRA POR UN FIN, QUE SE LE PRESENTA EN


RAZÓN DE BIEN Y QUE LE PRODUCE FELICIDAD”

Pero inmediatamente, el hombre constata por su propia experiencia y por la


observación de la misma realidad, que ningún bien subjetivo, ningún bien - por
decirlo así - “terrenal” le sacia su apetito de felicidad, es decir, se le presenta fin, valga la
redundancia, “definitivo”. Debe entonces procurar la conquista de un Fin, que consista
en un Bien de tal naturaleza que sea capaz de procurarle plena Felicidad (adviértase
que por primera vez se usa mayúscula en los tres términos). Esa plena felicidad con-
siste en la perfección, ésto es, en la actualización de todas las potencialidades de su
naturaleza, racional, libre y espiritual.

Si esta relación hacemos del hombre, es posible, analógicamente, hacerla de la so-


ciedad. Entonces, hay que discernir cuál será el fin de la sociedad. Ese fin deberá ser
un bien que sea capaz de lograr, aunque en la temporalidad, la felicidad social. Los
clásicos lo llamaron “BONUM VIVERE”. Posteriormente, a partir de Santo Tomás de
Aquino, en Occidente, asumió la expresión de BIEN COMÚN. En la medida en que
esta dimensión social y política es una necesidad de la naturaleza humana, condición
de su conservación, desenvolvimiento y plenitud; entonces, el fin de esa convivencia
política no puede ser otro que prestar las condiciones necesarias para que esa natu-
raleza humana se conserve, desenvuelva y alcance su plenitud.

Intentando discernir el concepto, debemos decir que, aunque parezca obvio, el bien
común es primariamente un BIEN. Esto ya ubica al concepto mismo y a la realidad
que designa en el ámbito moral.

Primera conclusión:

LA VIDA SOCIAL Y POLÍTICA DEL HOMBRE ESTÁ ÍNTIMAMEN-


TE LIGADA Y SUBORDINADA A LA VIDA MORAL.

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La realidad política es esencialmente ética en su misma constitución, pues lo que


la funda no es un instinto forzoso, sino un movimiento intrínsecamente moral y, como
tal, moralmente obligatorio. Así como es obligatorio moralmente tender a la propia
perfección, es obligatoria la vida en sociedad. Por lo tanto, es el orden moral quien da
existencia y rige la vida política.
En segundo lugar, debemos decir que este bien es COMÚN. Es decir, que es el bien
de la totalidad de los integrantes del cuerpo social, de sus individuos y de sus grupos.
Pero el bien de todos, el bien común es, necesariamente, objetivo respecto de todos;
caso contrario, sería el bien subjetivo de muchos que, llegado el caso, puede no con-
sistir, esencialmente, en un bien. He aquí una segunda conclusión:

EL BIEN COMÚN ES CUALITATIVAMENTE DETERMINADO Y NO


CUANTITATIVAMENTE DETERMINABLE.

Ahora entonces estamos en condiciones de definir el concepto de BIEN COMÚN, no


sin antes aclarar que nos estamos refiriendo al bien común temporal, ésto es, el bien
de la sociedad humana temporal, excluyendo expresamente la consideración acerca
del bien común sobrenatural.

En este sentido, debe entenderse por BIEN COMÚN

“EL CONJUNTO DE AQUELLAS CONDICIONES DE LA VIDA SO-


CIAL QUE PERMITEN A LOS GRUPOS Y A CADA UNO DE SUS
MIEMBROS CONSEGUIR MÁS PLENA Y FÁCILMENTE SU PRO-
PIA PERFECCIÓN”.

(Catecismo de la Iglesia Católica, Nº 1906). Es condición y medio para que el hom-


bre alcance su perfección, en cuanto parte del todo, informando así el contenido
mismo de la vida del hombre social, de la sociedad misma, de la política, del estado,
del poder, del derecho y de la ley.

Esta conclusión es por demás importante y sus consecuencias también lo son:


• EL HOMBRE se debe a la sociedad, bien que sólo en aquello que se refiere a la
vida en común, con su esencial nota de alteridad;
• LA SOCIEDAD no es absolutamente autónoma, subjetivamente arbitraria,
sino que está informada de una finalidad propia, inherente a ella y objetiva res-
pecto de la voluntad de sus individuos;
• LA ACTIVIDAD POLÍTICA, por ser esencialmente moral, debe ser direccionada
al bien común y no al bien de unos pocos, llámense partidos, grupos, poder;

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• EL ESTADO, al ser la misma sociedad jurídicamente organizada, debe procurar


crear las condiciones para que el hombre alcance el bien humano en la convi-
vencia social y política;
• EL PODER es un medio, no el fin de la vida política ni del estado, por tanto, debe
ser usado y valorado moralmente, según su direccionalidad al bien común;
• EL DERECHO deberá reconocer lo que es justo y lo que es de cada uno y lo que
es debido por cada uno en las relaciones de los individuos entre sí y de los indi-
viduos con el todo social, para posibilitar así la instauración de un orden social
justo y la consecución del bien común;
• LA LEY, finalmente, tendrá que ser “recta ordenación dirigida al bien común”,
como condición misma de su existencia.

Es muy importante que intente elaborar un texto paralelo con aquellos conceptos
que lo ayuden a la interpretación del contenido.

Finalmente, parece conveniente explicitar el contenido del BIEN COMÚN, a


modo de conclusión y para una mejor comprensión del concepto:
• es un PRINCIPIO ÉTICO y del ORDEN NATURAL;
• prevalece sobre el BIEN PRIVADO;
• impone deberes de JUSTICIA;
• supone el RESPETO A LA PERSONA HUMANA;
• implica LA PAZ, en cuanto tranquilidad en el orden justo;
• exige la suficiencia de las cosas necesarias para la FELICIDAD SOCIAL.

Para pensar:

“La función del arte en la sociedad es edificar,


reconstruirnos cuando estamos en peligro de derrumbe.”
SIGMUND FREUD.

Finalmente el último tema…

3.4. LA AUTORIDAD Y EL PODER

La palabra autoridad proviene de “auctor”, uno de los nombres con que la tradición
latina designaba al Creador del Universo. En la amplitud y la fuerza de este término
se descubre el sentido primigenio de la “autoriítas” como fuente del orden. De modo
análogo, todo hombre capaz de ser punto de partida de una acción ordenada con
vistas a un fin, es un “auctor”.

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Primitivamente el “auctor” es también padre, porque genera acciones libres o inteli-


gentes y restablece así la alianza natural entre la paternidad y la autoridad. El padre es,
por ello, la primera autoridad conocida por el hombre, pero no la única.

La autoridad en lo político, es causa eficiente del orden social dirigido al bien común.
Por ello, está íntimamente ligada a los conceptos de poder y gobierno y, a su vez,
profundamente impregnada de contenido y significado ético, en su ejercicio. La auto-
ridad funda el gobierno y requiere el poder, pero no son sinónimos.

• Atributos de la autoridad: Un atributo esencial de la autoridad es su responsa-


bilidad personal: el ejercicio de una función de autoridad exige que alguien sea
centro emisor de actos decisivos e inteligentes, de modo que tanto los aciertos
como las fallas le son directamente imputables. Por ello la principal virtud moral
de la autoridad reside en la prudencia política: una auténtica autoridad es res-
ponsable y fundadora de actos decisivos. De otro lado, el carácter de su acción
política nos figura otro atributo esencial: la indelegabilidad, deducida de la res-
ponsabilidad de su obrar prudencial. Se tiene autoridad o no, y cuando se tiene
se funda en una perfección de la inteligencia, donde reside la prudencia, y de la
voluntad, para obrar en consecuencia con el juicio prudencial.
Responsabilidad, prudencia política e indelegabilidad emanan como conse-
cuencias necesarias del carácter personal de la autoridad.

• Virtudes de la autoridad: Además de la prudencia política, la autoridad debe


fundarse en otras virtudes, en cuanto está tensionada al bien común que, a su
vez, significa una tensión a la perfección de la naturaleza humana: la autoridad
supone la virtud.
El hombre de autoridad es. Por esa razón no puede medírselo cuantitativamente
por sus riquezas, sus conocimientos informativos, sus conexiones o sus “contac-
tos”. La perfección natural sólo puede estimarse en términos de ser, de vida, de
inteligencia y de voluntad. Para poder apreciarla hace falta una realidad humana
en consonancia: una inteligencia y una voluntad alerta para descubrir nuestras
faltas y saber apreciar con justicia las excelencias de los otros.
La verdadera autoridad conoce los medios para lograr sus objetivos. Es capaz de
examinarlos con eficiencia y ordenar de tal modo los actos de sus subordinados
para que éstos comprendan los propósitos y participen concientemente en la
acción.
La acción humana es ante todo inteligente. Sin inteligencia clara de los fines
propuestos no hay autoridad. El hombre de autoridad se manifiesta en la delibe-
ración por el conocimiento de los medios adecuados para la realización de ese
fin. La autoridad se completa con el don de mando para que la voluntad no sea
detenida en la ejecución del proyecto por la concupiscencia, el miedo o la ira.

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La “posesión de sí mismo” o “dominium” es condición “sine qua non” del comando,


y cualquiera que no esté enemistado con la sana pedagogía conoce el dominio
como resultado de una conquista interior.

• El poder: A partir de Maquiavelo la ciencia política es una reflexión sobre el po-


der. Desde entonces, el fin de la acción política ha quedado reducido a la adqui-
sición, conservación, acumulación e incremento del poder. El poder ya no es un
medio de la autoridad para la conquista del bien común, fin de la vida política.
EL PODER ES EL FIN. “El poder por el poder mismo”, pareciera ser la consigna de la
vida política moderna y contemporánea12.
Pero el poder se relaciona simplemente con la fuerza y la mera capacidad natural
de obrar, como elementos al servicio de la autoridad. No basta el poder. La vida
política requiere de la autoridad, ésto es, de la inteligencia y voluntad políticas,
impregnadas de finalismo ético en el orden del obrar.

¡No hay aprendizaje sin actividad! Responda las siguientes consignas.

ACTIVIDAD DE APRENDIZAJE
Preste mucha atención al siguiente texto.

Arturo Enrique Sampay. “Introducción a la Teoría del Estado”, Ediciones


Theoría, Segunda Edición, Buenos Aires, 1996, pág. 477 y siguientes.

“La Ciencia Política es la parte de la Filosofía Moral que tiene por objeto
el estudio de los principios universales y abstractos del comportamiento
del hombre como miembro del Estado. La Prudencia Política es la virtud
mediante la cual se aplican esos principios universales y abstractos a
determinadas circunstancias, dirigiendo el concreto obrar político.

Genéricamente, pues, bajo el nombre de Prudencia Política debe com-


prenderse toda prudencia directiva del obrar humano que se refiere al
bien de la comunidad estatal. La Ciencia Política, en su conclusión nor-
mativa, da la ley política universal, y esta virtud de la Prudencia Política
la ajusta y acomoda a las circunstancias que se presentan. Pero como al
bien de la comunidad estatal concierne tanto el obrar de quienes ejer-
cen la función gubernativa como el obrar de los súbditos, la Prudencia

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“Cualquier parecido con la realidad, es mera coincidencia”. Sin embargo, más allá de la ironía, es preciso
advertir que en la sustitución del bien común por el poder, como fin de la actividad política, se encuentra
quizás la clave para entender la crisis del estado contemporáneo y la evidente pérdida de valor que la
función pública y la actividad política ha experimentado en los últimos años.

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Política es arquitectónica en quienes dirigen el total de la comunidad


política para lograr el bien que le es propio, y es obedencial en quienes
se rigen a sí mismos acatando los imperativos de los órganos guberna-
mentales en orden al Bien Común.

La Prudencia Política del gobernante es arquitectónica porque debe


obrar atendiendo al bien de toda la comunidad, y dirigirla íntegramente
hacia la prosecución de ese bien. Este ámbito total, que abarca el obje-
to de la Prudencia Política arquitectónica, da las mismas dimensiones a
algunas de las partes ya estudiadas de la Prudencia; así, el conocimiento
de la realidad presente que es materia del obrar y que integra la parte
de la Prudencia que llamamos inteligencia, y la memoria que registra la
experiencia que enseña a preferir medios adecuados al fin que se busca
con el obrar.

La Prudencia Política obediencial es la prudencia del súbdito referente


a su obrar conforme a la dirección que sobre él ejercen los órganos del
Estado, con miras al Bien Común. Es decir, no obstante que el súbdito,
como persona singular, se rige a sí mismo por la Prudencia Política obe-
diencial para operar actos singulares, no se trata aquí de la prudencia
monástica o personal, porque ésta dirige al sujeto en acciones singulares
que tienden a su bien propio, mientras que la Prudencia Política obedien-
cial lo hace en operaciones singulares que mediata o inmediatamente se
vinculan al Bien Común”.

a) Subraye las ideas principales del texto y, en base a ellas, realice un análisis va-
lorativo de lo planteado con respecto a la realidad que observa todos los días.

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b) En base a lo estudiado, responda las siguientes preguntas:

1. ¿Por qué afirma Santo Tomás que el hombre es un ser social?

2. Explique brevemente la causa material de la sociedad.

3. Explique brevemente la causa formal de la sociedad.

4. Explique brevemente la causa eficiente de la sociedad.

5. Explique brevemente la causa final de la sociedad.

6. ¿Por qué decimos que “La vida social y política del hombre no está en absoluto
divorciada de la vida moral”.?

7. Explique la frase: “El Bien Común es cualitativamente determinado y no cuanti-


tativamente determinable”.

8. ¿Cuál es la relación que tiene el hombre con la sociedad?

9. ¿Cómo debe ser usado el poder en la vida del Estado?

10. ¿Cómo podría definirse al Bien Común y cuáles serían las consecuencias de
dicha definición?

“Las mentes brillantes manejan ideas;


las mentes corrientes hablan de actualidades;
las mentes mediocres hablan de los demás.”
Anónimo

Hemos llegado al final de la unidad didáctica, no pase a la siguiente si tiene alguna


duda. Recuerde que su tutor está esperando sus consultas.

Mucha suerte…

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