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MICHAEL MAHONEY. LA TERAPIA CONSTRUCTIVA.

El término "constructivista" se ha comenzado a utilizar en diversos campos, como la


educación, la biología, la neurociencia y finalmente las psicoterapias.
La incorporación de la perspectiva constructivista a las terapias cognitivas puede resumirse
en los siguientes conceptos:
Para el post-racionalismo ya no es válido el concepto empirista-racionalista de una realidad
objetiva a ser alcanzada por la observación y la razón. No somos simples observadores de
la realidad sino constructores de las experiencias de acuerdo a nuestros instrumentos de
percepción y procesos de construcción de significado. Los seres humanos somos
constructores de nuestra realidad. Por lo tanto, no hay una realidad, sino "realidades
personales".
El paradigma de las cogniciones como causantes de las emociones se combina con el de las
emociones como organizadoras de las construcciones de significados.
Los procesos de asignación de significado se expresan en patrones aprendidos a través de
las experiencias durante toda la vida. Estos patrones son las formas personales de
solucionar los problemas. Los patrones se modifican a través de nuevas experiencias y para
resolver nuevos desafíos, pero a su vez tienden a su estabilidad, a resistirse al cambio, para
protegerse de la incertidumbre y el caos.
En la terapia ya no se trata de enseñar al paciente a no cometer "errores" al percibir o
evaluar la realidad. Ahora se trata de abordar los procesos de asignación de significado que
no le permiten solucionar sus problemas. La terapia supone proporcionar experiencias
nuevas que permitan desarrollar nuevos patrones.
Entre otros aportes, la terapia cognitiva constructivista (o terapia constructiva) ha
incorporado los recursos de otras escuelas y disciplinas, como: Los ejercicios de
imaginación, las técnicas corporales, el psicodrama, la terapia gestalt y la psicoterapia
narrativa.
Aunque el Beck Institute y el Ellis Institute ya han incorporado a su abordaje muchos
conceptos constructivistas, un desarrollo más profundo y exhaustivo de estos podemos
encontrarlo en otros profesionales entre los que queremos destacar a Michael Mahoney
junto con Robert Neimeyer.
Para resumir algunos de los conceptos de Mahoney, elegimos citar, de su último libro, los
siguientes:
 El constructivismo recibe este nombre por su énfasis en los actos de construcción.
 Una perspectiva constructivista de la experiencia humana es aquella que enfatiza la
acción creadora de significados a través del desarrollo de uno mismo en sus relaciones
con los demás.
 Los cinco temas básicos del constructivismo son: actividad, orden, identidad,
relación simbólica y desarrollo vital.
 En cuanto al foco de atención en psicoterapia, existen al menos tres temas
interrelacionados : (a) los problemas, (b) los patrones y (c) los procesos.
 Los procesos de ordenamiento nucleares son procesos profundamente abstractos,
que resultan centrales para la experiencia a nivel psicológico. Podemos pensarlos en
términos de cuatro temas: Realidad (percibir), valor (valorar), identidad (identificarse) y
poder (controlar).
 La psicoterapia constructiva implica una relación compasiva, una acción
colaboradora, una afirmación de la esperanza y un equilibrio de los ciclos de la
experiencia.
Referencias
 Mahoney, M. (2003) Psicoterapia Constructiva. Barcelona, 2005: Ed.Paidós.
 Neimeyer, R. (2009) Constructivist Psychotherapy. New York: Routledgeç
 NÚMERO 012 2002Revista Internacional de Psicoanálisis Aperturas

 El constructivismo en psicoterapia
 Autor: Safran, Jeremy D. - de Celis Sierra, Mónica

 Palabras clave
 Neimeyer, R., Mahoney, M., Autoobservacion, Construccion de significados,
Desarrollo del si mismo, Elaboracion conversacional, Proceso constructivo
dialectico, Psicoterapia constructivista, Reconstruccion narrativa, Teoria de los
constructos personales.

 Libro: Constructivism in Psychotherapy, comp. Robert A. Neimeyer y Michael J.


Mahoney (1999). American Psychological Association: Washington, D.C.
 Autora de la reseña: Mónica de Celis Sierra
 Nota preliminar: se puede encontrar una caracterización sintética del constructivismo en
el apartado  “Formas y facetas de la psicología constructivista” por William J. Lyddon, de
esta reseña. Dentro del psicoanálisis, la concepción cons-tructivista ha influenciado a  la
corriente que se autodenomina “intersubjetiva”, representada por Stolorow, Atwood,
Orange, y a otros autores que sostienen que lo que se construye en la terapia son
narrativas y no descubrimientos de una verdad objetiva (Shafer, Renik, Goldberg, etc.)

Los compiladores, Neimeyer y Mahoney, cuyas prácticas como
psicoterapeutas se han desarrollado desde distintos enfoques teóricos,
como son la psicología de los constructos personales en el primer caso y la
terapia cognitivo-conductual en el segundo, pretenden con esta compilación
ofrecernos una muestra de las variadas respuestas que existen, dentro del
amplio y diverso campo de lo que se viene considerando constructivismo en
psicoterapia, a la pregunta de cómo el ser humano –individualmente o en
grupo- se encuentra con diferentes modos de malestar en su búsqueda de
significados y cómo desde la psicoterapia se puede contribuir al cambio.
Ciertamente, los compiladores son conscientes de que el constructivismo
no aporta respuestas definitivas a esta cuestión y otras de ella derivadas,
pero sí han ido convenciéndose a lo largo de su práctica como
psicoterapeutas de que puede proveer de un marco conceptual en el que
plantearlas y, a partir de ahí, permitir desa-rrollar consideraciones
relevantes en cuanto a la práctica de la psicoterapia.
 El volumen comienza, tras el prefacio, con un artículo introductorio de
Neimeyer, para dividirse luego en cinco partes, cada una de las cuales
desarrolla a través de varios artículos algunas dimensiones de la
perspectiva constructivista en psicoterapia. Por último, ofrece un glosario
donde se recogen los términos más importantes que puedan requerir
alguna aclaración para el profano en terminología constructivista.
 1. Invitación a las psicoterapias constructivistas (Robert A. Neimeyer)
 En un primer acercamiento, Neimeyer define lo que podría ser la 
psicoterapia desde el punto de vista constructivista: un intercambio y
negociación de significados interpersonales con el objeto de que el cliente
pueda articular, elaborar y revisar las construcciones con las que organiza
su experiencia y acción. Neimeyer considera que lo que une a los diferentes
cons-tructivistas es su compromiso con una epistemología o teoría del
conocimiento compartida que considera que la realidad está más allá del
alcance de nuestras teorías, y que por ello nuestras creencias e ideologías
no pueden ser justificadas me-diante el recurso a circunstancia objetiva
alguna fuera de nosotros mismos. Por el contrario, nuestra experiencia es
organiza-da de manera precaria en una estructura de significado que a
veces se tambalea, enfrentándonos con la necesidad de recons-truir
nuestro sentido. En ausencia de un sistema diagnóstico que pudiera definir
la manera en que se frustran nuestros in-tentos de encontrar sentido, los
terapeutas constructivistas buscan descubrir qué es lo problemático para
cada cliente, con objeto de que sus intervenciones le ayuden a explorar
posibles caminos sin dejar de respetar los principios con los que construye
su visión de la vida. Por ello, considera que la psicoterapia es una forma de
colaboración en la construcción y reconstrucción del significado, una
relación íntima y pasajera dentro de un proceso de desarrollo que no acaba
tras el final de la terapia.
 En cuanto a la evolución histórica del enfoque constructivista en
psicoterapia, Neimeyer cree que hace 10 años sólo existían desarrollos
aislados desde distintas orientaciones, desde la psicoanalítica a la
cognitivo-conductual, pasando por la familiar y humanística. Sin embargo,
considera que existen ahora tendencias convergentes, que se reflejan en
un cierto entusiasmo por la integración. A pesar de ello, nos aclara que en
el presente volumen, aunque se recojan una diversidad de perspectivas en
psicoterapia, se han dejado fuera algunas orientaciones de terapia familiar
sistémica y de psicoanálisis por las dudas existen-tes en cuanto a la
compatibilidad de sus presupuestos teóricos con los principios del
constructivismo.
 
 
 PARTE PRIMERA: FUNDAMENTOS HISTÓRICOS Y CONCEPTUALES
 2. Psicoterapias constructivistas: Rasgos, fundamentos y direcciones
futuras (Robert A. Neimeyer).
 Como continuación del artículo anterior, Neimeyer trata de esbozar algunos
de los rasgos característicos de la perspectiva constructivista en
psicoterapia, recurriendo al contraste con los desarrollos de la llamada
psicología “objetivista”. La post-modernidad hace desvanecerse la fe en la
posibilidad de acceder a un conocimiento no subjetivo y transforma la idea
mo-derna del hombre cuestionando su racionalidad y su capacidad de
elección y acción. Aparecen una variedad de perspectivas en ciencias
sociales que reflejan la diversidad de realidades, social e históricamente
constituidas. Desde el punto de vista constructivista, no existe el acceso
directo a realidad inmediata alguna más allá del “lenguaje”, que se define
de manera am-plia incluyendo toda producción simbólica que nos llega de
nuestra cultura.
 Así pues, de modo general, todos los modelos de psicoterapia pueden
resultar recursos válidos para la psicoterapia cons-tructivista, ya que se
consideran como un conjunto de metáforas y orientaciones más que como
una ciencia aplicada que conlleve una conceptualización concreta del
problema clínico y una serie de intervenciones apropiadas. Sin embargo, de
manera más específica, ciertas estrategias de intervención son privilegiadas
sobre otras, debido a que promueven la actividad de construcción de
significados más que la “corrección”  de supuestas disfunciones  del
paciente en sus pensamientos, sen-timientos o comportamientos.
 Para Neimeyer existen cuatro metáforas básicas del proceso
psicoterapéutico en el constructivismo: la de la terapia como una ciencia
personal, basada en la Teoría de los Constructos Personales de G. A. Kelly;
la de la terapia como un desarrollo del sí-mismo; la de la terapia como una
reconstrucción narrativa; y la de la terapia como una elaboración
conversacional. Estas metáforas serán posteriormente desarrolladas por los
distintos autores en los restantes artículos.
 Neimeyer considera llamativo que junto a la proliferación de cientos de
enfoques en psicoterapia se estén dando una varie-dad de llamadas a la
integración de distintas perspectivas, con el objetivo de crear un cuerpo
unificado de conocimiento que pueda servir de guía a la investigación y a la
práctica. Existe cierta ambivalencia dentro del constructivismo con relación
a esta integración, ya que a pesar de la pluralidad teórica existente entre
enfoques que se denominan constructivistas, se tiende a ver con
escepticismo las fórmulas que sintetizan distintas escuelas por el riesgo de
caer en serias incoherencias teóricas -como ejemplo se pone la integración
de la terapia conductista y el psicoanálisis. La integración, desde el
constructivismo, tiene más que ver con el compromiso en torno a una
perspectiva epistemológica que permita la utilización de distintas es-
trategias, y el diálogo entre tradiciones psicoterapéuticas.
 En realidad, dice Neimeyer, usar la palabra “constructivismo” en singular es
más retórico que realista, ya que se trata más bien de una “polifonía”. A
pesar de su unión en la oposición a la epistemología objetivista, existen un
serie de áreas de con-flicto. Las relativas a la centralidad del self   y al locus
del significado polarizan a los autores en la atribución de la creación del
significado al self  individual o al “texto” creado por el lenguaje. Existen
otras muchas  divergencias como el uso o el rechazo de la terminología
cognitiva, la aceptación o no del realismo ontológico, o la adscripción a un
modelo u otro de investiga-ción. Por supuesto, sigue Neimeyer, que estas
diferencias son esperables en autores que proponen un pluralismo postmo-
derno, “que algunas veces parece valorar más la iconoclasia intelectual que
la coherencia conceptual”, pero contribuyen al mantenimiento de un diálogo
enriquecedor.
 3. La evolución continua de las ciencias y psicoterapias cognitivas
(Michael J. Mahoney)
 Mahoney comienza el artículo reflexionando sobre la gran cantidad de
influencias que dan cuenta de lo que llama la “revolu-ción cognitiva” en las
ciencias y en la psicología en particular en la segunda mitad del siglo XX. A
partir de ahí desarrolla una serie de momentos de la evolución en las
ciencias cognitivas desde la hegemonía del paradigma del procesamiento
de la información y la cibernética, los enfoques conexionista y la
neurociencia computacional, hasta  la llegada del constructivismo con su
epistemología evolucionista, y los desarrollos de la psicología narrativa y la
hermenéutica. A continuación pasa a resumir las aportaciones de distintos
enfoques psicoterapéuticos que se han venido desarrollando dentro de la
psicoterapia cognitiva, desde el movimiento de “curación mental”, pasando
por las conocidas terapias racional-emotiva, de Albert Ellis, la psicología de
los constructos personales, de George A. Kelly, y la modificación de
conducta cognitiva, representada por distintos autores entre los que se
cuenta el propio Mahoney. En este sentido resulta interesante el relato de la
polémica que él mismo mantuvo con Skinner, que consideraba que los
desarrollos cognitivos suponían una involución hacia el misticismo y un
obstáculo para el desarrollo de la psicología como ciencia. También se
incluye entre las orientaciones en psicoterapia cognitiva dignas de ser
reseñadas la terapia cognitiva de Aaron Beck y, por último el
constructivismo y las terapias de siste-mas complejos.
 Mahoney considera a Kelly un precursor del constructivismo en
psicoterapia, aunque señala que sus ideas, aparecidas por primera vez a
mediados de los cincuenta, no fueron muy tomadas en cuenta dentro de los
Estados Unidos. También apunta al logoterapeuta Viktor Frankl y a otros
muchos clínicos y expertos como defensores de la perspectiva
constructivista en psicoterapia. Sin embargo, señala el autor, existen una
serie de problemas dentro del constructivismo que hay que tomar en
cuenta. Para empezar, los significados del término “construcción” son muy
variados y alrededor de ellos se posicionan es-cuelas como la radical y la
crítica. Los constructivistas radicales consideran que toda experiencia es
construcción personal y rechazan el objetivismo y todas las formas de
realismo. Los constructivistas críticos se consideran “realistas hipotéticos”,
es decir no rechazan la existencia de un mundo real, pero niegan que se
pueda establecer una correspondencia directa entre la realidad ontológica y
la reificación epistemológica. Existe también una disputa entre las
psicoterapias cognitivas constructi-vistas y racionalistas, en virtud del
diferente modelo de aprendizaje y psicopatología que postulan, a pesar de
que, como señala Mahoney, parece que la mayoría de los psicoterapeutas
cognitivos se considera a sí misma constructivista. Es por ello por lo que
Mahoney aprecia que, aún estando claro que el constructivismo persistirá
como modelo de la experiencia huma-na, la etiqueta acabará careciendo de
sentido si todo el mundo se la aplica.
 Por último, el autor nos avanza los que él considera que serán algunos de
los desarrollos futuros en psicoterapia cognitiva, entre los que incluye un
papel más importante para las emociones, el cuerpo, los procesos
inconscientes y la influencia de las relaciones íntimas significativas en la
vida del sujeto.
 4. Formas y facetas de la psicología constructivista (William J.
Lyddon)
 Lyddon comienza su artículo afirmando que a pesar de su adscripción a la
epistemología constructivista, las diversas teorías constructivistas no
poseen una base filosófica común cuando se contrastan sus atribuciones
en cuanto a la causalidad. Dis-tingue así cuatro formas de constructivismo
psicológico: material, eficiente, formal y finalista. El “constructivismo
material” se basa en la idea de que el conocimiento es una función de la
estructura del sistema cognitivo humano; la realidad, en con-secuencia está
determinada por esa estructura. Esta perspectiva es evidente en las
orientaciones de constructivismo radical, y dentro de la psicoterapia es
seguida por algunos terapeutas familiares sistémicos.
 El “constructivismo eficiente” supone que una realidad ontológica, o
información ambiental, existe independientemente del conocedor y es
activamente procesada, deviniendo útil en la medida en que se desarrollen
representaciones cognitivas ade-cuadas. Las teorías cognitivas basadas en
el procesamiento de la información y en las conceptualizaciones del
aprendizaje social son claras representantes de esta orientación. También
todos los modelos de psicoterapia basados en la idea de que el
procesamiento de información inadecuada es la raíz de los problemas
emocionales y conductuales.
 El “constructivismo formal” se basa en la identificación de patrones de
significado en medio del flujo de la experiencia den-tro de un contexto; por
ello las realidades personales están limitadas por los valores, roles y
narrativas  que constituyen social e históricamente los cambiantes
contextos de las vidas de las personas. Las teorías del constructivismo
social  y los enfoques narrativos en psicología son exponentes de esta
perspectiva.
 Por último, las teorías de “constructivismo finalista” ven el conocimiento
como teleológico y como anticipación de una estructura más amplia.
Comparten la idea de que las tensiones entre la persona y el medio llevan a
nuevas y más amplias formas de conocimiento. Representantes de esta
orientación se pueden considerar las teorías del desarrollo cognitivo, los
enfoques dialécticos, las perspectivas de sistemas y los enfoques
transpersonales.
 Lyddon sugiere que todas estas formas podrían reflejar distintos aspectos
del conocimiento humano, lo que abre la posibili-dad de desarrollar un
modelo de psicología constructivista más integrado.
 5. Psicoterapia constructivista. Un marco teórico (Vittorio Guidano)
 En este artículo, Guidano nos muestra cuál es su comprensión del
desarrollo personal y cómo desde la terapia constructi-vista se
conceptualiza y facilita tal desarrollo. Sobre las premisas de la
epistemología constructivista, establece una serie de rasgos inherentes a la
naturaleza y estructura de la experiencia humana, de los que habrá de
derivarse una metodología y estrategia de intervención para la terapia
cognitiva. En primer lugar constituyen rasgos fundamentales del modelo la
expe-riencia y la explicación de ésta mediante reordenación simbólica, ya
que el conocimiento es la construcción y reconstrucción continua del mundo
por parte de un individuo que trata de crear coherencia de lo que
experiencia. La intersubjetividad es el siguiente aspecto que desarrolla
Guidano, estableciendo que cualquier conocimiento acerca de nosotros
mismos y sobre el mundo es siempre dependiente y relativo al
conocimiento de otros. La intersubjetividad es un prerrequisito para la indivi-
duación y el autoreconocimiento, permitiendo la diferenciación de un
sentido de sí mismo como sujeto tanto como objeto. A través de las
regularidades que aportan los comportamientos y mensajes afectivos de los
cuidadores,  el bebé empieza a construir sentimientos básicos que son
inseparables de las primeras percepciones, acciones y recuerdos. La
emergencia de esta experiencia subjetiva va unidad a la percepción de que
uno es una entidad diferenciada de otros objetos y personas en el mundo.
Los ritmos psicofisiológicos y los esquemas emocionales se convierten así
en ingredientes básicos de la conciencia de sí mismo del sujeto infantil,
conciencia que es fundamentalmente afectiva en “naturaleza y cualidad”.
Este “yo (I)” como sujeto comienza a verse como objeto (me) sólo a través
de la conciencia que los cuidadores tienen de su conducta. Guidano señala
que es habitual la imitación por parte de los padres del comportamiento del
bebé, lo que posiblemente aporta a éste claves para reconocer e
internalizar las características que sus cuidadores le atribuyen. En resumen,
la conciencia de sí mismo emerge como una posibilidad de
autoreconocimiento posible sólo gracias a la habilidad empática de
incorporar la actitud de otro y posteriormente elaborar una imagen
consciente de uno mismo dibujando emocionalmente el perfil del yo como
ob-jeto a partir de la experiencia como sujeto.
 Guidano ve el desarrollo vital de la persona como un proceso en espiral en
el que los continuos cambios en el equilibrio entre el yo como objeto y el yo
como sujeto aportan un andamiaje que permite mantener una continuidad
coherente de experiencia mientras se asimilan las perturbaciones que
emergen de tal experiencia. En este proceso vital hay dos variables
importantes: el papel de la conciencia de sí mismo en la regulación de las
perturbaciones y el papel de la afectividad como desencadenante de tales
perturbaciones.
 En cuanto a la dinámica del cambio terapéutico, Guidano se desmarca de
las terapias cognitivas racionalistas que pretenden reestablecer un orden
racional y “realista” de conocimiento. Por el contrario, si la organización de
la realidad dentro de la experiencia personal es una construcción
autorreferida, el terapeuta no puede apoyarse en la existencia de un punto
de vista objetivo desde el que evaluar la adaptación del cliente, ya que la
racionalidad es relativa y se refiere a los esfuerzos de mante-ner el
significado y la coherencia dentro de un contexto y de una situación
histórica. Para el autor, cualquier cambio signifi-cativo en una terapia lleva
consigo un cambio en la experiencia que el yo como sujeto (I) tiene del yo
como objeto (me), ya que esto permite reordenar la experiencia inmediata
en el sentido en que los afectos negativos puedan ser vividos como propios 
y reales. La cualidad del cambio depende en gran manera del nivel de
autoconciencia. Por lo que es necesario que los terapeutas ayuden a
incrementar la comprensión del cliente acerca de las maneras en las que
tácitamente participan en la organización de sus experiencias.
 La metodología que permite estos cambios lleva consigo un procedimiento
básico: el entrenamiento de los clientes, a través de métodos de
autoobservación, en la diferenciación entre la autopercepción inmediata y
las creencias y actitudes conscien-tes, para luego reconstruir los patrones
de coherencia que usan para mantener consistencia con sus sentimientos.
 Por último, Guidano hace énfasis en que no existe una correlación directa
entre la estrategia de intervención del terapeuta y el tipo de proceso de
cambio. El terapeuta sólo puede establecer las condiciones que puedan
desencadenar una reorganiza-ción, pero no puede controlar cómo los
clientes organizan el resultado final. El aumento en la comprensión de las
reglas de ordenamiento de su realidad siempre va en paralelo con un
incremento en la modulación emocional en el que es probable que
aparezcan nuevas tonalidades de sentimientos. La relación terapéutica es
una interacción real y por lo tanto la estructura y reciprocidad de sus
aspectos emocionales facilita la asimilación del cliente de nuevas
experiencias y la reorganización de las anteriores.
 
 PARTE SEGUNDA: CAMBIO PERSONAL Y RECONSTRUCCIÓN
 6. El desafío del cambio (Greg J. Neimeyer)
 Haciendo uso de una experiencia personal de confrontación con lo
desconocido y la metáfora que de ella se deriva, Greg Neimeyer hace un
repaso de los rasgos básicos de la terapia constructivista tal y como él la
entiende. El autor considera que los problemas que el cliente presenta
pueden ser vistos como ventanas dentro de su sistema de construcciones.
Al entrar en una terapia constructivista, ni el cliente ni el terapeuta tienen
certeza alguna de cuál es la manera adecuada de funcionar, y por ello la
directividad que se asociaría a ese conocimiento por parte del terapeuta
carece de sentido. Para animar al cliente a la exploración únicamente
contamos con la naturaleza de la relación terapéutica, ya que las técnicas
sólo cobran valor desde esa relación.
 La actitud que el terapeuta ha de tener es, entre otras, una “aproximación
crédula”, en términos de Kelly, a la visión del cliente de su propio problema,
lo que implica aceptación del punto de vista del cliente y curiosidad para
seguirle en su proce-so de exploración. Desde el lugar seguro de la
consulta, el cliente puede ensayar nuevas formas de significado y
comporta-miento. Pero la posibilidad de cambio que este espacio permite
se ve enfrentada a la resistencia del cliente a cuestionar sus estructuras de
significado sin antes desarrollar otras alternativas. Para ayudarle en el
proceso de creación de nuevos significa-dos, existen una serie de técnicas
que Neimeyer toma de Kelly y que desarrolla con la ayuda de varios
ejemplos. Una de las formas de introducir nuevos significados son las
representaciones (enactments), diferentes formas de juegos de rol con dife-
rente grado de estructura. Las más breves permiten que el cliente pueda
explorar un papel para tomar contacto con él du-rante apenas unos
minutos. En alguna de ellas el cliente puede tomar el papel de los padres
del cliente, de un amigo preocu-pado por el cliente, de un terapeuta que
busca supervisión para el caso del cliente, etc... Entre las actuaciones más 
elabora-das se encuentra la terapia de rol fijo de Kelly. En esta técnica se
trata, en primer lugar, de que el cliente haga una descrip-ción de sí mismo
en tercera persona que permita al terapeuta hacerse una idea de sus
principales constructos y de la organi-zación de éstos. A partir de esta
caracterización del cliente, el terapeuta diseña una nueva identidad, que no
será totalmente opuesta a la suya sino una “corrección” de ésta en el
sentido en que permita al cliente explorar nuevos modos de relacionar-se a
través de constructos distintos a los suyos. Después de un periodo de
preparación con el cliente, éste pasa a la fase de actuación per se en la
que, durante unas dos semanas, habrá de relacionarse en todos los
ámbitos significativos de su vida desde el rol diseñado. Durante este
tiempo, las sesiones con el terapeuta se dedicarán a trabajar las
dificultades y elaborar los insights que se puedan producir. Una vez pasado
este tiempo, el cliente abandona el nuevo papel y se discute la experiencia.
 Greg Neimeyer nos plantea, finalmente, algunos marcadores que indican
que la terapia está en fase de teminación, como la capacidad del cliente de
usar el diálogo con el terapeuta para cambiar de perspectiva, o la habilidad
para pasar de la experien-cia a la explicación de ésta en el sentido que
indica Guidano. Por último, además de dejar abierta la puerta para que el
cliente retome la terapia si lo considera necesario, Neimeyer le anima a que
ritualice simbólicamente el fin de la terapia de alguna manera que sea
significativa para él.
 7. La construcción de significado y el envejecimiento creativo (Mary
Baird Carlsen)
 La autora comienza preguntándose qué queremos decir cuando hablamos
de envejecimiento, con la intención de cuestionar algunas de las
construcciones que usamos en nuestro trato con los “mayores”. En este
sentido, la edad cronológica no pare-ce aportar mucho para definir el
envejecimiento ya que la edad en sí misma resulta una “variable hueca”.
Por otro lado, se presupone automáticamente que cuando se habla de
envejecimiento se habla de las etapas finales de la vida. Por ello, Baird
Carlsen plantea la necesidad de transformar las definiciones basadas en
etapas de la vida en descripciones de procesos. Den-tro de la idea de
proceso de desarrollo cobra importancia la idea de creatividad, que estaría
asociada a otras como las de sabiduría, trascendencia del yo como parte de
una totalidad, apertura de pensamiento, etc. En este sentido, las personas
que se hacen mayores de manera creativa: experimentan su vida como
llena de sentido, tienen una percepción optimista de la salud, mantienen
relaciones íntimas, continúan creciendo, viven en el presente, desarrollan
su espiritualidad, han desarrolla-do una actitud de perdón hacia ellos
mismos, se ven a sí mismos en evolución, y son activos mental y
físicamente.
 Desde una visión en la que se prima la transformación de significados y
siendo sensible a los pasajes de desarrollo, la terapia se entiende como un
movimiento a través de un “continuum que va de lo continuo, esto es, lo que
sirve para todas las edades, a lo discontinuo, cuando la terapia se centra en
problemas concretos, contextos o dinámicas más en consonancia con las
preocupaciones de un periodo concreto de la vida”.
 No se trata de evitar tomar en cuenta los problemas físicos, o el dolor que
acompaña a las pérdidas, sino de cambiar el énfa-sis desde lo reactivo a lo
proactivo, de lo patológico a lo saludable, y del envejecimiento como
nombre al envejecimiento como proceso.
 La psicoterapia que la autora considera “constructora de significado” adapta
las etapas comunes (establecimiento de la rela-ción terapéutica, recogida
de datos, revisión de patrones, y reconciliación o cierre) a las necesidades
del cliente concreto. Habrá algunos que no completen la secuencia entera,
o que sólo quieran una modificación conductual. En cualquier caso, la
terapia con mayores puede necesitar una serie de ajustes: el
establecimiento de la relación terapéutica requiere que el tera-peuta se
adapte a las capacidades del cliente; la recogida de datos puede suponer
una lucha del pasado contra el presente y la visión del futuro; la
reconciliación puede tomar la forma de una revisión de la vida, de una
preparación para la enfermedad o para la muerte.
 8. La autoobservación en la psicoterapia constructivista (Vittorio F.
Guidano)
 El autor, concretando en la práctica clínica el artículo en el que nos describe
su marco teórico general,  plantea que la auto-observación es un método
esencial en la psicoterapia constructivista. La autoobservación aporta los
materiales para proceder a una reconstrucción de los acontecimientos de
interés terapéutico, trabajando en la interfaz entre la experiencia inmediata
y la explicación simbólica. En este sentido, la autoobservación se diferencia
de la introspección en que se privilegia la inme-diatez  y de las técnicas de
auto-monitorización, en que se privilegia lo explícito.
 El rasgo esencial del terapeuta durante la autoobservación es su habilidad
para diferenciar entre la experiencia inmediata y su explicación más
reflexiva. Por ello, en una situación dada, el terapeuta no debe focalizar
únicamente la manera en que el cliente habla de lo que pasa; al contrario,
mientras se reconstruye el suceso meticulosamente, el terapeuta debe ser
capaz de pasar de un nivel acerca de cómo el cliente experimentó la
situación al de la explicación sobre lo que ocurrió. La experiencia inmediata
expresa una manera de ser en el mundo y, por ello, nunca puede ser
errónea. Las explicaciones, al pertenecer al metanivel semántico, pueden
ser erróneas cuando se comparan con la experiencia que pretenden
explicar. Pero, aunque las explicaciones puedan ser irrelevantes o
inconsistentes, los terapeutas no deben limitarse a sugerir interpretaciones
más satis-factorias, sino que su responsabilidad es crear un contexto
interpersonal donde se puedan explorar las distintas posibilidades.
 Guidano nos explica un método de autoobservación que denomina la
“técnica de la moviola”, donde el terapeuta reconstru-ye con el cliente la
sucesión de escenas del acontecimiento que están investigando; luego el
cliente es entrenado en “dar marcha atrás” o adelante en “cámara lenta”,
con la posibilidad de hacer zoom en una escena concreta, enriquecerla, y
vol-verla a colocar dentro de la secuencia narrativa.
 Además de considerar cómo se hablan a sí mismos o a otros acerca de sus
emociones, y cómo conceptualizan sus senti-mientos tras un
acontecimiento, hay que entrenar a los clientes a enfocar la estructura de
su experiencia inmediata tal y como se despliega en el curso de la
situación. Se explora el “porqué” de esa experiencia, lo que aporta datos
sobre cómo una per-sona se explica lo que ha sentido, y también el “cómo”,
o la estructura de lo que se sintió. Siempre que el terapeuta pueda hacer
esa diferenciación con sus propias experiencias emocionales, puede ayudar
al cliente a cambiar de punto de vista, desde el “porqué” al “cómo”, mientras
se reconstruye el tipo de dificultad experimentada en esos cambios.
Cuando esta diferenciación se hace posible, los clientes pueden empezar a
verse desde dos puntos de vista: uno, en el que llevan adelante una escena
en primera persona (punto de vista subjetivo); y otro, desde el que se miran
a sí mismos en esa escena desde fuera (punto de vista objetivo). Esta
flexibilidad permite reconstruir la experiencia inmediata haciendo inferencias
sobre la posible estructura del punto de vista subjetivo experimentado en la
situación.
 El proceso terapéutico tal y como lo entiende Guidano se lleva a cabo con
la frecuencia de una sesión semanal y está dividi-do en tres fases. En la
primera fase: “Preparación del contexto clínico e interpersonal”, que dura
entre una y ocho sesiones, se trata de reformular el problema que trae el
cliente a terapia, redefiniendo como interno lo que el cliente normalmente
experimenta como extraño a sí mismo. En el caso que plantea el autor, el
del “cliente fóbico”, la reconstrucción de las ca-racterísticas de los ataques
de pánico, con la técnica de la moviola, permite que el cliente se dé cuenta
de que los ataques no ocurren al azar sino que, por ejemplo, ocurren en las
situaciones que percibe como limitativas o en aquellas en las que se siente
desprotegido. Ahora la experiencia de pánico se puede discutir en términos
de los sentimientos y actitudes del cliente  hacia la vida. Señala Guidano
que en esta fase de la terapia no se puede permitir ningún tipo de error,
porque ello afectará a la constitución de un vínculo que aún no está
formado.
 La segunda fase es la de la “construcción del encuadre terapéutico” y
consta de dos subfases cada una de las cuales dura de 3 a 8 meses. En la
primera subfase, denominada “enfoque y reordenamiento de la experiencia
inmediata”, básicamente gracias a las técnicas de autoobservación, el
paciente, además de reconocer los sentimientos que previamente  había
excluido de la conciencia, también puede prestar atención a estados
emocionales más complejos y percibir la conexión entre el apego, el miedo
y la rabia. De hecho se produce una reformulación del problema original al
volverse el cliente más capaz de darse cuenta de cómo los estados
emocionales están ligados a las relaciones afectivas importantes en su
vida. La segunda subfase, o de “reconstrucción del estilo afectivo del
cliente”, puede durar entre tres y siete meses, y comienza con un análisis
detalla-do de la historia afectiva del cliente, especialmente en lo que se
refiere a las variables que actuaron en su “debut sentimen-tal”. La revisión
de la historia posterior de sus relaciones permite reconstruir al cliente los
criterios que usa a la hora de otor-garles o no significación. También es
importante el examen de la manera en que se formaron las relaciones,
cómo se mantu-vieron, y cómo se rompieron, así como las maneras en que
fueron experimentadas. De esta manera se irá revelando la cohe-rencia del
estilo afectivo del cliente, es decir, cómo este estilo produce experiencias
recurrentes que confirman su sentido de sí mismo. Para el paciente fóbico
que Guidano pone como ejemplo, esta subfase podría conectar con el
hecho de que, aun-que el sentimiento de sentirse protegido es básico para
que se establezca una relación, a partir de un cierto punto los senti-mientos
de autolimitación y falta de independencia pueden llevar consigo el
deterioro de la relación de apego. En esta subfa-se, dice el autor, más de la
mitad de los pacientes terminan la terapia, ya que han desaparecido la
mayoría de los problemas por los que acudieron a ella.
 La tercera fase, “Análisis del desarrollo”, ya entrado el segundo año de
terapia, abarca entre tres y seis meses. El objetivo que se persigue es que
los clientes reconstruyan la manera en que su historia de desarrollo ha
influido en la creación de los pa-trones que se hicieron evidentes en la fase
anterior. De manera práctica, se trata de reconstruir la historia de desarrollo
en el intento de identificar sucesos significativos que puedan dividirse en
escenas a las que aplicar la técnica de la moviola. En el ejemplo del
paciente fóbico, el hilo de la historia puede consistir en una involuntaria
inhibición de la autonomía y el com-portamiento explorador por parte de
padres muy queridos.
 9. La aproximación del constructivismo dialéctico al cambio
experiencial (Leslie Greenberg y Juan Pascual- Leo-ne)
 La perspectiva dialéctica del constructivismo se diferencia de otras
perspectivas más simples en que otorga un papel mayor a la experiencia
del mundo externo y al conflicto con él en el conocimiento del mundo, y en
que da un papel más importante a la experiencia interna y al conflicto
interno en la construcción del significado subjetivo. Minimiza el papel de los
determi-nantes innatos, suponiendo que la mayoría de los mecanismos
innatos tienen un propósito general y considera como princi-pios
fundacionales sólo la biología, la experiencia y la cultura.
 En cuanto a la epistemología, el constructivismo dialéctico pretende
resolver la dicotomía realismo-idealismo. Supone que el proceso de
conocimiento se deriva de un repertorio de “esquemas” o “unidades de
conocimiento”. Estas unidades son activadas por la situación y se aplican a
configurar el estado de hechos en el aquí y ahora. Esto ocurre con la ayuda
de la realidad que selecciona de entre el repertorio de esquemas de la
persona aquellos que se ajustan a la realidad. Estos esquemas se aplican a
configurar o sintetizar la realidad en cuestión. Los esquemas tienen
incorporados mecanismos para la realización de los ajustes o desajustes y
también previsiones que pueden o no ser satisfechas en la situación real.
Por ello, mientras se interactúa en la situación, el conjunto de esquemas
aplicables se estrecha, y esta selección de un subgrupo de ellos es lo que
establece la peculiaridad de la situación. Cada unidad de conocimiento o
esquema viene del sujeto -éste es el aspecto idealis-ta-, mientras que el
patrón de coexistencia de esquemas en la  situación viene de la realidad
-aspecto realista-empirista. Por ello, esta perspectiva considera la realidad
como construida, pero los esquemas y las capacidades estructurales que
realizan la construcción de la realidad son, de hecho, conducidas por ella:
este sería el círculo dialéctico que relacionaría la realidad “en crudo” con la
realidad codificada.
 Cuando se trata de la realidad interna, existen esquemas cognitivos pero
también muchos esquemas basados en la emoción que integran afectos y
cognición. En la dialéctica interna, los esquemas emocionales se centran en
la evaluación del significa-do de las situaciones para el bienestar de la
persona. Los esquemas emocionales se activan por acontecimientos tanto
exter-nos como internos y se sintetizan dinámicamente para organizar la
experiencia diaria.
 En la experiencia personal no existen claramente las limitaciones que
impone la realidad externa (en el sentido de los rasgos de la situación que
activan ciertos esquemas), pero las condiciones de activación para las
emociones existen de manera es-tructural y los esquemas emocionales se
van diferenciando con la experiencia y coordinándose entre ellos y con
esquemas más cognitivos. Los esquemas emocionales son resultado de la
combinación de nuestra biología, nuestra experiencia y nues-tra cultura. La
síntesis dinámica de estos esquemas emocionales genera nuestras
complejas reacciones emocionales y nuestras experiencias. Los resultados
de estas síntesis no deben confundirse con pasiones primitivas; por el
contrario, se trata de respuestas emocionales complejas y diferenciadas. La
experiencia de estas respuestas puede hacerse accesible a la conciencia
mediante la atención pero puede no estar simbolizada o incorporada a la
construcción que una persona hace de la realidad. Más que rechazados de
la conciencia, los estados emocionales no son atendidos y por ello no se
experimentan de una mane-ra consciente. Una vez que se pueden
simbolizar contribuyen a crear la base de nuestro sentido subjetivo de la
realidad y aportan retroalimentación sobre nuestra evaluación automática
de la significación de los acontecimientos. La construcción en terapia de
nuevos esquemas “curativos” se produce por integración de esquemas
opuestos en una nueva estructura de mayor nivel.
 Desde este punto de vista, dicen los autores, se trasciende la falsa
dicotomía entre razón y emoción mientras se mantiene la diferenciación
entre emoción y cognición: ni la primera es inherentemente irracional ni la
segunda racional; los dos procesos están enlazados de manera compleja.
Se propone un modelo en el que el pensamiento y la emocionalidad se
encuentran en un proceso dialéctico que lleva a su síntesis. El cambio en
terapia no se produce por modificación de cogniciones, ni por insight
intelectual, ni por catarsis, sino por la construcción de un nuevo significado
personal, afectivo y cognitivo.
  En la terapia el proceso constructivo dialéctico lleva a explorar diferencias
entre la experiencia inmediata y visiones con-ceptuales previas de cómo la
experiencia debería ser. Las contradicciones entre las explicaciones de
cómo las cosas son o deberían ser y la experiencia inmediata de cómo las
cosas realmente son constituyen una fuente importante de malestar
emocional. Se hacen así  necesarias nuevas síntesis que puedan aportar
una sensación de mayor coherencia personal.
 
 PARTE TERCERA: EL ENFOQUE NARRATIVO
 10. Hermenéuticas, constructivismo, y terapia cognitivo-conductual:
del objeto al proyecto (Oscar F. Gonçalves)
 Gonçalves comienza su artículo afirmando que la vida es una narrativa y los
seres humanos narradores y, por supuesto, participantes en sus propias
tramas. Desde este punto de vista, plantea la terapia como un escenario
donde ensayar la cons-trucción y deconstrucción de historias, introduciendo
la hermenéutica como una alternativa a la tensión básica entre la na-rrativa
y el narrador, el objeto y el sujeto, el conocedor y lo conocido. En virtud de
estas dialécticas compara los tres para-digmas de la tradición cognitivo-
conductual -conductista, cognitivo y constructivista-  en base a sus nociones
de textualidad, según se prime alguno de los elementos: el narrador, el
texto o el acto de la escritura, sí-mismo (como objeto o como suje-to),
epistemología (naturaleza del conocimiento) y ontología (naturaleza de la
existencia).
 Acaba presentando el constructivismo crítico de algunas terapias cognitivas
como enfoque hermenéutico que trasciende la dicotomía sujeto-objeto al
conceptualizar a los seres humanos como “proyectos: fuentes de energía
que se actualizan cons-tantemente en un proceso de construcción y
deconstrucción dialéctica de narrativas”. Esta alternativa hermenéutica
anima a revisar las metáforas mecanicistas que han estado predominando
en la historia de las terapias cognitivo-conductuales. Los seres humanos no
deberían ser vistos como ordenadores o como científicos, sino como
artistas actuando a la vez como actores y como directores de la película de
su vida.
 11. Narrativas generadas por el cliente en psicoterapia (Robert A.
Neimeyer )
 Neimeyer considera que, aunque se admita que la narración que da forma a
nuestra experiencia es central en psicoterapia, no  se ha prestado suficiente
atención a las formas más literarias de esta actividad narrativa: los diarios u
otras formas de pro-ducción escrita que muchos clientes traen a la terapia.
Para el autor las narrativas, tanto dichas como escritas por el cliente, tienen
una serie de  funciones interpersonales en relación con el terapeuta, pero
sobre todo una función intrapersonal: la de “establecer una continuidad de
significado en la experiencia vital del cliente”. Estos intentos de
establecimiento de sentido pueden ser vagos, intensos, fragmentarios o
incoherentes con relación a los síntomas, pero si se estimulan en vez de
ignorar-se pueden convertirse en un vehículo que lleve al paciente a
mayores niveles de integración. Neimeyer aporta dos casos clínicos en los
que muestra esta búsqueda de significado a lo largo de dos difíciles
procesos terapéuticos.
 12. De la evaluación al cambio: El significado personal de los
problemas clínicos en el contexto de la narrativa personal (Hubert J.
M. Hermans)
 La tesis de la que parte Hermans en su artículo es doble: primero, que la
comprensión de los problemas clínicos requiere que se sitúen en el
contexto de la narrativa del cliente; segundo, que el problema del cliente es
compartido de tal manera con el psicoterapeuta que, en el proceso de
contarse una y otra vez, su significado personal cambia a lo largo del
tiempo. El autor presenta un marco teórico, la “Teoría de la Valoración”, que
muestra cómo desde la narración sobre sí mismo del sujeto emergen
significados personales. Además describe un método de investigación que
sirve de herramienta para valorar y cam-biar esos significados personales.
 La Teoría de la Valoración, basada en las ideas filosóficas de James y
Merleau-Ponty, establece que ésta es un activo proceso de construcción de
significado. Se trata de una unidad de significado que tiene un valor
positivo, negativo o ambivalente para el individuo. Puede tratarse de un
recuerdo, una serie de sucesos, una meta inalcanzada, la muerte de
alguien querido, un síntoma psicosomático. A lo largo del proceso de
reflexión sobre sí mismo, las valoraciones se organizan en un sistema y,
dependiendo de los cambios en la interacción persona-situación, pueden
aparecer nuevas valoraciones. Cada valoración implica un patrón específico
de afecto. Se supone que aunque en un nivel manifiesto las valoraciones
puedan variar fenome-nológicamente, entre individuos o dentro del mismo
individuo, existen unos motivos básicos que están representados de
manera latente en el componente afectivo de una valoración, y esos
motivos juegan un papel importante en la organización de la narrativa
acerca de sí mismo. Basándose en investigaciones de otros autores,
Hermans identifica dos motivos en la base del componente afectivo del
sistema de valoración: el “motivo S”, relacionado con lo que podríamos
llamar autoestima, y el “motivo O”, relacionado con el contacto con otras
personas y el mundo. Cuando una valoración representa una gratifica-ción
del motivo S (p.e.: “He superado un examen difícil”), la persona tiene
sentimientos de fuerza y orgullo; si se gratifica el motivo O (p.e. “Me
encanta que mi hijo toque el piano”), los sentimientos son de ternura e
intimidad.
 Este modelo del self aporta una base conceptual para el estudio del
significado personal de los problemas clínicos. Estos son considerados
como una valoración personal que funciona en el contexto del sistema de
valoración como una totalidad. El método de la auto-confrontación es un
procedimiento de evaluación individualizado basado en la Teoría de la
Valoración. Se estudian las relaciones entre valoraciones y tipos de afecto,
así cómo la organización de estas variables. Se le piden al cliente una serie
de valoraciones relacionadas con su pasado, presente y futuro y se asocian
con una serie estandarizada de términos afectivos. El sistema de valoración
se estudia cuantitativamente a partir de una serie de índices que  permiten
com-parar valoraciones, a pesar de que el cliente pueda no considerarlas
relacionadas, a partir de su perfil afectivo. La similaridad entre valoraciones
sugiere que comparten un significado latente parecido. Hermans pone
como ejemplo el caso de un pa-ciente con dos valoraciones aparentemente
independientes pero con una gran similitud en el perfil afectivo: una referida
a los persistentes dolores de cabeza de un cliente y otra referida a los
problemas del cliente con su padre. Aporta, además,  tres casos clínicos
que sirven para ilustrar su metodología, y cómo a lo largo de la terapia se
pueden modificar los perfiles de las valoraciones en el sentido del cambio
terapéutico.
 Hermans considera al cliente como un coinvestigador dentro de la relación 
terapéutica, siendo la contribución específica del terapeuta la de ofrecerle
una cierta estructura que permita realizar una reflexión sobre sus narrativas.
Esta colaboración  supone que la “realidad” no es simplemente descubierta
mediante una evaluación objetiva, sino que es construida como resultado
de una cooperación.
 
 PARTE CUARTA: PERSPECTIVAS SOCIALES SISTÉMICAS
 13. Constructivismo radical: preguntas y respuestas (Jay S. Efran y
Robert L. Fauber)
 Haciéndose eco de la queja de algunos terapeutas que habrían intentado
acercarse al constructivismo radical encontrando solo ambigüedad y
confusión, los autores plantean una serie de preguntas básicas a modo de
orientación. En primer lugar el constructivismo radical, dispuesto a no
“tomar prisioneros” en su guerra epistemológica contra el objetivismo,
considera que el lenguaje, en un sentido amplio, es central en la
psicoterapia porque es el lugar donde los problemas se crean y residen. La
terapia, así, es una forma de conversación, pero no se restringe a lo verbal
ni a lo hipotético, sino que lleva consigo una acción.
 Que el mundo esté construido dentro del lenguaje no excluye de él las
realidades sociales más duras, como la pobreza, la enfermedad, etc., pero
la psicoterapia no pretende cambiar la economía ni curar el cuerpo, sino
que es un espacio donde se pretende aclarar el lugar que la persona ocupa
dentro de la ecología social y así encontrar maneras de ser un “miembro
efec-tivo de la familia, un ciudadano útil, y un individuo satisfecho”.
Tampoco afirmar que los problemas existen en el lenguaje significa
sostener que son triviales o imaginarios. Se trataría más bien de poder
hablar claro de quién es uno y de aquello por lo que lucha, de asumir plena
responsabilidad por el camino que uno tome: para el constructivista, la
satisfacción personal no tiene que ver con la moral tradicional o las
condiciones objetivas, sino con el mantenimiento de un mundo propio.
 En coherencia con sus presupuestos, los autores insisten en que no
defienden que su punto de vista sea objetivamente co-rrecto o elegido en el
sentido convencional, sino que su adhesión a esta perspectiva está en
relación con el medio en que se desarrollaron, con un contexto. Esta
conciencia en cuanto a su filiación epistemológica no impide, sino más bien
al contra-rio, la defensa de su perspectiva. Al fin y al cabo no consideran
que las personas podamos controlar nuestros destinos, sino que somos
más bien  seres sociales inmersos tanto en un medio natural como en una
comunidad social.
 14. Constructos personales y práctica sistémica (Guillem Feixas)
 En este artículo, Feixas explora la utilidad de incorporar la Teoría de los
Constructos Personales de George A. Kelly y su práctica a la terapia
sistémica. Kelly, considerado, junto con Bartlett y Piaget, uno de los
primeros pensadores constructivis-tas en psicología y por ello pionero de
los desarrollos constructivistas en psicoterapia, plantea en 1955 su
postulado funda-mental: “Los procesos de una persona son
psicológicamente canalizados por las maneras en que anticipa los
acontecimien-tos”. En las primeras formulaciones sistémicas el problema
que la familia presentaba se consideraba en el contexto de una secuencia
de comportamiento de los miembros de la misma en la cual el síntoma tenía
una función homeostática para todo el sistema. En la última década están
apareciendo desarrollos dentro de la terapia sistémica en el sentido de
adoptar una perspectiva constructivista, pasando de centrarse en las
secuencias de comportamiento a investigar los significados, o cómo los
comportamientos son construidos por los distintos miembros de la familia.
Por ello los comportamientos se explican en términos de mitos familiares,
premisas, o sistemas compartidos de creencias que son coherentes con los
comportamientos sintomáticos. Las nuevas técnicas sistémicas se
proyectan para hacer explícitas estas premisas familiares.
 A pesar de que la Teoría de Constructos Personales, como su propio
nombre indica, hace hincapié en la construcción indi-vidual de significados,
el hecho de que la validación de un sistema de constructos se produzca en
un terreno interpersonal -como la familia en los primeros años, y otros
sistemas más amplios posteriormente- permite la aplicación del modelo a
sis-temas más amplios como puede ser la familia. Para Procter, la familia
negocia una realidad común, el “sistema familiar de constructos”, con
diferentes canales que permiten que los miembros puedan no estar
necesariamente de acuerdo. Además, según el modelo de Feixas el
sistema de constructos personales de cada miembro tiene un diferente
solapamiento con el sistema familiar de constructos. Los miembros cuyos
sistemas más se solapan con el familiar reciben de los significados y
actitudes de los demás miembros de la familia su mayor fuente de
validación. Cuando el solapamiento es menor, las fuentes de validación
externas a la familia cobran mayor importancia. En la Teoría de Constructos
Personales, la anticipación mutua que un miembro tiene de los procesos de
construcción de otros (por ejemplo, la manera en que un padre cree que su
hijo ve a su madre) se denomina “relación de rol”, así que las relaciones
familiares pueden verse como relaciones de rol en las que cada miembro
anticipa el pensamiento y comportamiento de los demás. Aunque esa
anticipación es necesaria, cuando un  miembro se comporta de manera
impredecible está invalidando los constructos de los otros. Los esfuerzos
que los miem-bros de la familia hacen para que los demás se conformen a
los viejos patrones pueden ser fuente de conflicto en el desarro-llo de la
familia. En medio de estos conflictos un miembro puede tener que elegir
entre el crecimiento personal y la adapta-ción a las expectativas de los
demás, lo que hace que puedan aparecer síntomas de malestar entendibles
como soluciones de compromiso para ese conflicto.
 Otro concepto de Procter que Feixas incorpora a su modelo es el de
“posición” dentro del sistema familiar, que consta de dos niveles, el de
construcción y el de acción. La posición que un miembro toma implica tanto
a su construcción de sí mis-mo como a la construcción del pensamiento de
los otros, y sus acciones se derivan de estas construcciones, a la vez que
son maneras de probarlas. De hecho, el sistema familiar de constructos es
la interconexión de las diferentes posiciones de los miembros de tal manera
que cada uno valida o invalida las construcciones de los demás. Este
concepto tiene implicaciones para la intervención, ya que el terapeuta
puede empezar desde cualquier punto, ya sea un comportamiento
específico, o una idea expresada por algún miembro de la familia.  A partir
de ahí debe empezar a investigar los comportamientos y significa-dos
correspondientes a los otros miembros. El proceso por el que los miembros
de la familia se confirman mutuamente las anticipaciones no deseadas del
comportamiento de los demás es considerado el nudo crucial del problema
familiar.
 Feixas sostiene que la Teoría de Constructos Personales permite un
eclecticismo técnico sin dejar de ser consistente desde el punto de vista
teórico. El autor desarrolla aquellas técnicas más propias de la teoría de
constructos personales, como son la puesta a prueba de hipótesis, donde la
conducta se utiliza como variable independiente para poner a prueba el
sistema de constructos, las representaciones y la terapia de rol fijo.
 En relación con las controvertidas cuestiones del papel del terapeuta -como
el poder, las estrategias, el control-, la distinción que desde la Teoría de los
Constructos Personales se hace entre el contenido (content) y el proceso
puede servir para soslayar algunas contradicciones que se plantean dentro
de los enfoques constructivistas. La relación terapéutica se considera una
relación de experto a experto, donde el cliente es experto en relación al
contenido de sus constructos y el terapeuta experto en cuanto al proceso
de cómo los constructos se organizan y aplican a los acontecimientos y
relaciones. Las mismas consi-deraciones se pueden hacer con respecto a
la investigación.
 15. La terminación de la terapia como ritual de paso: estrategias
interrogativas  para una terapia de inclusión (Da-vid Epston y Michael
White)
 Los autores parten de la idea de que los modelos tradicionales y sus
metáforas resultan muy limitativos en el ejercicio de la psicoterapia. En
concreto, en este artículo, se centran en la necesidad de superar la
metáfora de la terminación de la terapia como una pérdida, que lleva
consigo la idea de que el “paciente”, dependiente de la relación terapéutica,
sufrirá con su ter-minación. Plantean que, aunque ciertamente esta
transición es importante, la preocupación del terapeuta con esta metáfora
de la pérdida refuerza la dependencia del cliente, y además dificulta la
liberación de éste de la identidad saturada de proble-mas que le llevó a
terapia. Por ello desarrollan un modelo del final de la terapia como ritual de
paso desde una identidad a otra, para lo que se centran en compartir y
celebrar este nuevo estado  con otros. A este tipo de terapias las
denominan “terapias de inclusión” y al proceso que las permite 
“arqueología de la terapia”, a través del cual, y a partir de una serie de
preguntas  que animan a los clientes a reflexionar acerca de los
conocimientos que han ido alcanzando en el proceso, se facilita la
finalización de la terapia, más que como una pérdida, como una ganancia
en la autoría de la propia vida.
 
 PARTE QUINTA: EL DESAFIO DE LA PSICOTERAPIA
CONSTRUCTIVISTA
 16. La distancia terapéutica óptima: La psicoterapia de constructos
personales desde la experiencia de un tera-peuta (Larry M. Leitner)
 Basándose en George A. Kelly y su Teoría de Constructos Personales,
Leitner expone su visión de una psicoterapia de constructos personales
experiencial, en la que subraya el papel de la relación que el terapeuta
establece con el cliente. Éste, habiendo sido invalidado previamente en sus
relaciones significativas, traerá a la terapia toda una problemática en cuanto
a la posibilidad de correr riesgo en establecer nuevas relaciones. La forma
en que el terapeuta se maneje con esta cuestión podrá determinar el
resultado de la terapia, especialmente en el caso de los pacientes más
perturbados. La “distancia terapéutica óptima” se define como la mezcla
adecuada de conexión y separatividad asociada a una relación terapéutica.
Implica estar lo suficientemente cerca del otro como para experimentar sus
sentimientos pero suficientemente distante como para recono-cerlos como
pertenecientes al otro, y no al terapeuta. Los dos errores básicos
relacionados con la distancia terapéutica los llama Leitner: “extraños
terapéuticos” y “unidad terapéutica”. El primer caso se da cuando el
terapeuta no conecta con la experiencia del cliente, por lo que los dos
experimentan al otro como estático y se destruye la alianza terapéutica; en
este caso, tal vez el terapeuta se empeñe en aplicar técnicas para cambiar
al cliente en vez de permitirse experimentar otro tipo de relación. La “unidad
terapéutica” se produce cuando el terapeuta es incapaz de distinguir los
problemas del paciente de sus propios dilemas, tal vez en la forma de un
excesivo sentimiento de responsabilidad en relación a la conducta del
paciente.
 Este concepto tiene para Leitner una serie de importante consecuencias.
Por ejemplo que las intervenciones pueden no funcionar si la distancia no
es óptima, o que cuando sí lo es muchas y distintas intervenciones pueden
ser terapéuticas. Tam-bién que cada terapeuta debe integrar su persona
con las técnicas que usa, que entonces se convierten en manifestaciones
conductuales de él mismo. Por último, se puede argumentar, sigue el autor,
que el terapeuta está obligado a usar su experien-cia clínica en su
desarrollo personal, ya que el deseo de reconstruir posibles aspectos
centrales de su manera de ser validará un proceso similar en el cliente.
 17. Construyendo en el límite: Mitología clínica en el trabajo con
procesos fronterizos (borderline), por Stephanie L. Harter
 La autora, a través del mito del pecado original, nos lleva al
cuestionamiento de una serie de mitos con los que se enfrenta el
psicoterapeuta en el tratamiento de pacientes considerados fronterizos
(borderline). Para empezar, es controvertida por sí misma la etiqueta de
fronterizo, ya que muchos autores la consideran peyorativa y poco
descriptiva. Sin embargo, su éxito se debe, según Harter, a que más que
expresar un atributo del cliente, la etiqueta expresa cuáles son las
experiencias de los profesionales que trabajan con él. Se llamarían
fronterizos no sólo por la inestabilidad de su self y de las fronteras de sus
relaciones, sino porque suponen un reto para los límites que construimos
para nosotros mismos. Cuestionar la clase de relaciones que establecemos
con este tipo de pacientes es esencial, ya que la interacción entre sus
experiencias de vida y nuestros mitos tiene como consecuencia que las
relaciones de transferencia sean muy complicadas, especialmente por la
posición defensiva en la que el terapeuta las aborda, tanto si queremos
posicionarnos en el lugar del cuidador permisivo y proveedor como si
sostenemos una extrema rigidez en el encuadre en la convicción de que
estos clientes necesitan mano dura. Otros temas, como la tendencia a la
manipulación que frecuentemente se les atribuye a las personas
etiquetadas como fronterizas, y la necesidad de validar el proceso de
construcción del cliente son planteados a lo largo del artículo desde una
perspectiva de constructivismo crítico.
 18. Los requerimientos psicológicos para ser un psicoterapeuta
constructivista (Michael J. Mahoney)
 Mahoney intenta en este capítulo describir algunos de los retos a los que se
enfrenta el psicoterapeuta que adopta una pers-pectiva constructivista y
que son, en su opinión, de mayor envergadura que aquellos que enfrentan
terapeutas de otros enfo-ques.En primer lugar, el rechazo de la
epistemología y la ontología en la que se basan los objetivismos deja al
psicoterapeuta sin la posibilidad de apoyarse en verdad alguna a la hora de
decidir qué es correcto o no para un determinado cliente. No puede recurrir
a las obras completas de ningún autor para buscar apoyo o autorización en
su trabajo como “consejero de vida” (así es como Mahoney prefiere llamar
al psicoterapeuta).
 Desde el punto de vista existencial, el tipo de vínculo que se establece con
el cliente, en el que la presencia emocional del consejero es fundamental
para la facilitación del proceso, supone un esfuerzo difícil de sostener.
Además el consejero debe ser consciente de sus dificultades para
comprender la experiencia de un cliente cuando ésta no está incluida en su
propia gama de experiencias personales.
 En cuanto a las cuestiones prácticas, uno de los mayores retos se
encuentra en lo que llama “primacía de lo abstracto”, esto es, el hecho de
que los procesos más básicos que organizan nuestra experiencia operan a
niveles que están fuera de lo que consideramos conciencia. Por ello, la
tolerancia a la ambigüedad es una habilidad crítica para los terapeutas
constructivistas.
 Si consideramos la metáfora de la psicoterapia como un viaje, Mahoney 
considera que frente a la teleología de algunos en-foques, la psicoterapia
constructivista tiene más que ver con una “teleonomía”, en el sentido de
que se refiere a un movi-miento cuya direccionalidad no está definida por
un destino explícito. El consejero constructivista estaría deseoso de acom-
pañar a sus clientes en el proceso de viaje, a veces liderando el viaje y a
veces siguiendo al cliente, respetando los deseos de éste de descansar,
ayudándole a cargar parte del equipaje por un rato, pero siempre
devolviéndole su responsabilidad en las elecciones y la dirección del
proceso.
 Por último, el autor plantea algunas cuestiones éticas, en el convencimiento
de que ya pasó el tiempo en que el ejercicio de la psicoterapia se
consideraba una actividad libre de valores. El constructivismo supone un
cierto relativismo moral, en el sen-tido de que lo que es bueno o malo está
siempre enmarcado en contextos, ya sean éstos individuales, sociales o
históricos. Por otra parte, sostiene también la convicción de que toda
comunicación está atravesada por valores. El consejero construc-tivista ha
de ser especialmente sensible a este hecho, lo que le llevará a plantearse
muchos dilemas en su actividad, especial-mente en un tiempo como el
actual en el que conviven tan diferentes sistemas de valores.
 
 VALORACION PERSONAL DEL LIBRO
 El hecho de que los dieciocho artículos que integran el volumen estén
escritos por catorce distintos autores hace que sea difícil hacer una
valoración del conjunto. Hemos encontrado los artículos de muy distinto
interés, densidad, y claridad.  Muchos conceptos y planteamientos se
repiten a lo largo de los distintos desarrollos, no siempre de forma
totalmente cohe-rente, lo que tiene mucho que ver con el hecho de que el
constructivismo en psicoterapia, por los propios presupuestos
epistemológicos de los que se parte, da cabida a enfoques diferentes entre
sí y que a veces parecen compartir más la crítica a las psicoterapias
tradicionales que modos de actuación que puedan considerarse integrados
en una escuela tal y como la consideramos en un sentido convencional.
 A pesar de que se afirma una y otra vez la necesidad de liberarse de
ataduras teóricas de corte objetivista en cuanto a los contenidos, se puede
identificar con facilidad el peso de la orientación cognitivo-conductual. Esta
adscripción no es siempre explícita, ya que estas terapias, como otras, son
a veces objeto de duras críticas, pero es casi siempre reconocible.
Echamos de menos algún artículo que pudiera haber dado cabida a
orientaciones diferentes. Nos quedan, por otra parte, ciertas dudas en
cuanto a la pretensión de algunos psicoterapeutas constructivistas de
trabajar libres de limitaciones teóricas en cuanto a la naturaleza de los
contenidos del psíquismo humano. Su insistencia en el predominio del
estudio del proceso sobre el de los contenidos es, ciertamente, una crítica a
tomar muy en cuenta, especialmente desde aquellas orientaciones en
psicoterapia, como ciertas corrientes psicoanalíticas, que han tendido a
forzar la teoría dentro de la práctica. Sin embargo, a veces el lector tiene la
sensación de que detrás de la crítica a las psicoterapias tradicionales no se
plantean alternativas solventes, a no ser que, como tantas otras veces, una
cosa sea la teoría que defendemos y otra muy diferente la que aplicamos
en la práctica. En cualquier caso, la lectura del presente volumen resulta
muy interesante para hacerse una idea del amplio campo que abre a las
psicoterapias la adopción de una perspectiva constructivista y para , una
vez más, cuestionarse los principios con los que trabajamos y, desde ahí,
poder continuar manejándonos desde ciertas imprescindibles certezas pero
con un espíritu algo más crítico. 
  

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