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Depresión
Muchas personas víctimas de infidelidad se presentan en la consulta abatidas. Tras una ardua
lucha, en muchos casos, renuncian; se rinden. La rendición puede ser parcial, es decir, no
afecta a todos los ámbitos de la vida, por ejemplo, la persona mantiene la actividad laboral. En
este caso, aunque la renuncia no sea total, el malestar es generalizado. Lo que ocurre
algunos veces es que la renuncia parcial, toma forma de evitar una futura implicación
emocional. Es decir, que la persona víctima de infidelidad renuncia al afecto e incluso a las
emociones. Construye una creencia irracional y disfuncional según la cual, si no se implica,
nada puede sucederle (Muriana et al., 2007). Así, adopta una postura defensiva ante futuras
posibilidades. La depresión en estos casos que, como he señalado, puede durar años, no se
caracteriza por una tristeza permanente, sino que “el eje sintomático se traslada de la tristeza
a la inhibición, a la pérdida de iniciativa” (Ibid, p. 43). De hecho, hay muchas personas que,
como se dice popularmente, no vuelven a rehacer su vida”.
Pero también hay circunstancias en las que la renuncia afecta a todas las esferas de la vida,
no pudiendo trabajar y por lo tanto, cogiendo una baja laboral, delegando el cuidado de los
vástagos a la familia, entre otras formas de renuncia.
La depresión supone la ruptura de un equilibrio (Ibid). Supone la ruptura de una creencia, esto
es, un pensamiento estructurado que la persona toma por verdad; una certeza. Se trata de un
conocimiento que estructura toda una visión del mundo que, en el caso de la infidelidad, se
viene abajo. Ese acontecimiento inesperado, resquebraja la rigidez de la creencia –certeza– y
hace que ésta se rompa: “Todo lo que ha funcionado… ya no funciona, todo aquello en lo que
se ha creído se derrumba ruinosamente bajo el empuje destructivo del accidente no previsto”
(Ibid, p. 48). En el caso de la depresión, “ la creencia de fondo se hace añicos, se rompe y el
paciente incapaz de reconstruirla, renuncia” (Ibid, p. 49). La infidelidad establece un antes y un
después. Ya nunca nada será lo mismo. La infidelidad no deja de ser una ruptura.
Desde esta perspectiva, la persona deprimida por ser víctima de infidelidad, es una ilusa
desilusionada primeramente por “la traición, nunca contemplada” (Ibid, p. 38). Esta persona
vivía en la creencia certera de la fidelidad. Pero es que en eso justamente se basa al amor
monógamo; en la confianza. No es una creencia fabricada por sí misma. Es una creencia
basada en un pacto mutuo, sin el cual, la pareja no sería viable. Por eso quizás, el profundo
sentimiento de impotencia al no poder modificar la situación. Porque la infidelidad ha sucedido
sin que ella pueda hacer nada, sin que ella lo sepa.
En algunos casos, la víctima de infidelidad vive con pasividad la condición de sentirse
traicionada, ahondando en su condición de víctima y condenando a la pareja infiel. En otros
caso, puede perdonar, de tal manera que permita a ambos componentes de la pareja superar
esa visión ideal de la pareja original y reconstruirse (Ibid).
Pero ¿qué tipo de ilusión es la de la persona infiel para que se sienta engañada? Se trata de
una ilusión que promete aquello que esperamos: la fidelidad. En efecto, si la ilusión no lleva
consigo la promesa de cumplir las expectativas –pactadas–, no será ilusión y por tanto no
habrá engaño ni depresión. Porque para que una ilusión sea engaño, ésta tiene que prometer
aquello que esperamos: “La estafa solo puede tener éxito porque el estafador promete al
estafado hacer realidad parte de sus sueños” (Cyrunlik, 2013, p. 41).
“Flash-back” o imágenes que invaden
Una vez “revelada” la infidelidad, hay quienes deciden continuar con la relación. Pero no son
pocas las personas que reviven una y otra vez el acontecimiento, ya que les invaden
imágenes y fantasías sobre el acto mismo, incluso tras haber pasado años. La persona
victima de infidelidad se ve asaltada, en cualquier momento, por escenas fantaseadas sobre el
acto mismo. No puede parar de pensar en ello, de imaginárselo. La persona, a veces, entra en
una especie de bucle o espiral de la cual, le resulta prácticamente imposible salir, es obsesivo.
Pueden pasar años y la persona seguir imaginándose situaciones, lugares, frases. Como
consecuencia, la persona quiere saber exactamente, busca información de una manera
obsesiva, interroga de manera inquisitiva a su pareja. Quiere saberlo todo. Aparecen
fenómenos como la desconfianza, los celos, la paranoia y la vigilancia, el registro, como
manera de intentar controlar una situación que se escapa de las manos. Una multiplicidad de
reacciones se desatan. Si la pareja ha sido capaz de mentir, saber la verdad se impone al
precio que sea. Se enfocan en detalles, nimiedades a veces pero que ahora, a la luz de la
infidelidad, pueden ayudar a comprender, a explicar, a saber. Se adentra en un bucle del cual
es difícil salir. En esta situación, la persona víctima de infidelidad caracterialmente se
transforma, aparecen lados oscuros que ni sospechaba. Se vuelve desconfiada, controladora,
celosa. Y cada vez que el fantasma de la infidelidad reaparece, muchas reacciones ya
mencionadas en apartados anteriores vuelven a suceder, como el primer día. Es decir, es
como si la persona víctima de infidelidad volviera a esa primera vez en que se enteró de la
noticia y vuelve a pasar por las fases de shock, rabia, ira, deseos de venganza, tristeza,
depresión, angustia, culpa, ansiedad, vergüenza. Se vuelve una y otra vez a la casilla de
salida. La persona actúa como si la infidelidad se repitiera una y otra vez, lo que ocasiona
cambios en el carácter, continuos altos y bajos, cambios de humor, en definitiva, una marcada
inestabilidad emocional. Es como si la persona estuviera atrapada en una vivencia de la que
no puede salir. Revive la experiencia una y otra vez. Su vida se ha parado. No puede dar ni
marcha atrás ni tirar para adelante. Está atascada en un suceso del que no puede salir. Esta
reviviscencia, a veces, se manifiesta también a través de los sueños, convertidos muchas
veces en pesadillas.
Es como si la persona buscara entender, comprender… necesita explicaciones. Busca un
motivo, una causa, una explicación. Busca comprender lo que pasó. Intenta aferrarse
desesperadamente a la razón, al entendimiento. Es como si volviera constantemente al lugar
del crimen para encajar las piezas. Porque la infidelidad, pertenece a lo inefable. De hecho, el
acto de la infidelidad es un acto secreto, no dicho.
El factor sorpresa suele ser, en muchos casos, el tinte que da color al trauma: “No me lo
esperaba de él”. Efectivamente, la infidelidad, en muchos casos, pilla por sorpresa. La
persona no se lo espera. La persona confía, lo que es normal porque está pactado. Lo
contrario sería celotipia y por lo tanto sería del orden de la patología.
Autoestima
La autoestima, el sistema inmunitario de la conciencia, es esa confianza en nuestras
capacidades. Pero también para la autoestima, la confianza resulta fundamental: “La esencia
de la autoestima es confiar” (Branden, 1994, p. 22).
La baja autoestima en personas víctima de infidelidad viene de la pérdida de confianza en sí
mismas y en sus capacidades, particularmente del hecho de verse sustituidas, reemplazadas,
vencidas, inferiores a la persona amante. Algunas sienten que han fracasado tanto en su
identidad personal como de género. Las personas así, se sienten inseguras, no confían en sus
capacidades, abandonando, en muchos casos, actividades placenteras como el deporte, la
costura, la pintura, la escritura. Su seguridad, en muchos casos, desaparece. No parece las
mismas personas de antes. En parte, debido a la vergüenza y a la humillación, distorsionan la
imagen de sí mismas. No se ven como les ven los demás. El concepto de sí mismas se
devalúa y tienden a callarse por miedo a perder más aún si cabe. Su mirada se centra en los
defectos propios y en cómo podrían camuflarlos mejor. Recuerdo una mujer que lo primero
que hizo tras enterarse de la infidelidad fue llamar a una esteticista para hacerse una limpieza
de cutis. Era su primera vez.
Aparecen rumiaciones, pensamientos machacantes, casi obsesivos sobre la imagen, el
autoconcepto. En este sentido, la persona va intentar lidiar con este sentimiento o bien
inhibiéndose aún más o bien, compensándolo, de manera compulsiva, en una especie de
explosión maniaca.
Vergüenza
Ese afecto que depende de la mirada del otro, emerge casi inmediatamente, en la infidelidad.
Tiene que ver con el rechazo, con el desprecio de la persona de quien esperamos afecto y
normalmente se reacciona evitando, ocultándose y retirándose (Cyrulnik, 2013). En la persona
avergonzada, “la representación de sí está desgarrada” (Ibid, p. 46). Una representación
devaluada por no haber estado a la altura.
La vergüenza está ligada al sentimiento de inferioridad: “la vergüenza es un sentimiento
penoso de inferioridad, indignidad o deprecio ante los demás” (Thalman, 2008, p. 58). Y aquí
es donde nos encontramos con la dimensión social de la infidelidad, que muy a menudo se
ignora. La persona víctima de infidelidad se para a pensar en lo que los demás pensarán de
ella, interpreta que los demás verán algo que ella no ve, en quién lo sabe y lo sabía antes que
ella. A ojos de los demás, se siente culpable, fracasada y teme ser juzgada. Por eso, tiende a
esconderse. Quisiera desaparecer. Porque, recordemos, que la infidelidad, en la mitología
popular, ocurre porque esa persona no le ha dado algo que se suponía que le tenía que dar.
Es decir, que la infidelidad, desde esta errónea perspectiva, es culpa de la persona víctima de
la infidelidad. De ahí la vergüenza social. Todo el mundo sabrá que ella no le ha dado algo.
Ella será la culpable.
La infidelidad es vivida como una humillación no sólo privada sino pública. Su vida íntima de
alguna manera se ve aireada, sacada a la luz. Lo que pertenece al ámbito de lo privado es
publicado sin su consentimiento. A veces se ve hasta “obligada” a contar, a airear aspectos de
su vida privada. Algo que no hubiera hecho de no haber habido infidelidad. Pierde un poco su
dignidad. Esa transparencia involuntaria que denota su falla, ese poner en evidencia, genera
vergüenza.
Como la vergüenza no suele expresarse, se inventan algunas estrategias para ocultarla.
Recuerdo una persona víctima de infidelidad que cuando “explicaba” como acabó su relación
sólo podía articular la misma frase: la relación se “terminó de manera muy traumática”. Esta
persona pasó meses encerrada en casa durante los fines de semana. Dejó de asistir a actos
públicos como ceremonias y celebraciones.
Secuelas de la infidelidad y estrés postraumático
Dadas las secuelas que la infidelidad produce en algunas personas, particularmente en
parejas de larga duración y que deciden continuar con la relación, podríamos considerar la
infidelidad como trauma, y situar los síntomas de algunas personas víctimas de infidelidad
dentro de la categoría diagnóstica de estrés postraumático. Precisando que no todas las
personas víctimas de infidelidad presentan esta sintomatología particular. La reacción
psicológica ante la infidelidad depende de muchas variables como la edad, las circunstancias,
la estabilidad de la pareja, los recursos psicológicos, la red social, la propia personalidad,
entre otras.
No obstante, la experiencia de la infidelidad en algunos casos transforma, modificando a la
persona, de tal manera que altera su personalidad y su manera de apreciar y evaluar la
realidad. El recuerdo constante de la infidelidad, impide “pasar página”, generando conflictos
que pueden durar años. Es como si la persona víctima de infidelidad, en algunos casos, se
quedara atrapada en ese instante, fijada, bloqueada. Por momentos, parece vivir con
normalidad, hasta que algo en su mente salta y revive de nuevo la infidelidad. Es un constante
rumiar. Es como si esa idea estuviera constantemente en la mente ,a veces como telón de
fondo y otras veces, como protagonista. Es como si la experiencia de la infidelidad no se
terminara de asimilar. Algo se detiene y no se puede avanzar. Muchas personas realizan
esfuerzos ingentes para “superar” la infidelidad y seguir adelante sin conseguirlo. Dos, tres,
cuatro y hasta cinco años pueden pasar en ese “impass”. En ocasiones, tras años de haberse
separado, aún siguen sin poder pasar página o rehacer su vida. Siguen ancladas en la
infidelidad, en el dolor, en el sufrimiento, en la rabia, en el temor. No es extraño que se den
cambios en las personalidad, volviéndose desconfiada, paranoide, celosa, irritable, ansiosa.
En ciertas personas, la venganza toma forma de promiscuidad sexual, de infidelidad y otros
comportamientos impulsivo-compulsivos [14] a menudo adoptando formas de autoagresión
como recaídas en adicciones, pudiendo llegar al suicidio. También hay formas de
heteroagresión como por ejemplo, ser infiel o convertirse en amante para vengarse, por
ejemplo.
Criterios de estrès postraumático en la infidelidad
La conceptualización y definición de esta categoría diagnóstica así como su modificación a
través de los años, resulta controvertida. Otro punto polémico es el parentesco
sintomatológico con otras categorías diagnósticas como trastorno de estrés agudo.
Finalmente, lo que añade más debate al tema es la evaluación de esta problemática en los
adultos (Crespo y Gómez, 2011).
No obstante, ante la noticia de la infidelidad, en la práctica clínica encontramos un patrón que
se repite, particularmente en las relaciones de larga duración, coincidiendo con la
sintomatología propia del estrés postraumático. En este sentido, vamos a revisar dichos
criterios y a mostrar esta particular coincidencia.
Para comenzar, debemos precisar que el trastorno de estrés postraumático es ante todo un
trastorno de ansiedad. Un estado de inseguridad, conmoción, intranquilidad, nerviosismo y
preocupación, caracteriza a algunas personas que han sido víctimas de infidelidad. Estado
que puede extenderse a lo largo del tiempo e, incluso cronificarse. Estas personas ven su
vida, sus sueños, sus proyectos peligrar, cuando no, desaparecer. Este estado anímico no
permite dormir, relajarse, estar en determinados lugares, alimentarse, al contrario,
desencadena muchas otras reacciones como la hipervigilancia, falta de apetito porque el
estómago se cierra, agitación psicomotriz en muchos casos, dolores diversos de origen
tensional. Es un estado que lo invade todo y genera mucho miedo fundamentalmente por la
sensación de no poder controlar.
Pero además del cuadro ansioso, se presentan circunstancias características como la re-
experimentación del evento traumático, la evitación de estímulos asociados al trauma y un
embotamiento de la capacidad de reacción del sujeto. Una de las cosas que más destacan en
las personas a quienes se les comunica la infidelidad de su pareja y que deciden permanecer
en la relación, es la constante reviviscencia de la infidelidad. Su cabeza no puede parar de
imaginárselo, de verlo. Son imágenes que invaden la mente, que irrumpen, sorprendiendo a la
persona. Por ello, en parte, se intenta evitar todo aquello que recuerde la infidelidad, la mayor
parte de veces sin éxito.
La sorpresa del desvelamiento de la infidelidad en la mayor parte de ocasiones, en un primer
momento, deja sin capacidad de reacción. La persona entra como en un estado de parálisis.
En algunos casos, no se siente nada. Recuerdo una persona que dijo que empezó a
reaccionar, a darse cuenta [15], a tomar conciencia, a despertar, a los seis meses de la noticia
y al año, osó preguntar finalmente, lo que realmente había sucedido. La persona no puede
creerlo. Por supuesto que las personas continúan con su vida pero a nivel emocional, algo se
para. No se entiende. Esa incomprensión del porqué, del cómo, y los numerosos interrogantes
que emergen y que, en la mayor parte de casos no son revelados, tampoco permite elaborar
psíquicamente la situación, con lo que el embotamiento puede ser mayor. La falta de
comunicación, las mentiras, las ocultaciones, en definitiva, la falta de información y la
deshonestidad por parte de la persona infiel, no permite salir de ese estado de incredulidad.
El estado de estrés postraumático está representado por toda una sintomatología que
exponemos a continuación y que coincide en muchísimas personas víctimas de infidelidad
(Bobes et al., 2000).
Cuadro clínico:
A. La persona ha estado expuesta a muerte o amenaza de muerte o peligro de daño grave, o
violación sexual real o amenaza, en una o más de la siguientes maneras:
1. Experimentar uno mismo el acontecimiento.
2. Ser testigo del acontecimiento que le ha ocurrido a otro.
3. Tener conocimiento de un acontecimiento que le ha ocurrido a alguien cercano o a un
amigo.
4. Experimentar exposiciones repetidas o de extrema aversión a detalles del acontecimiento
(por ejemplo personal de emergencias que recoge partes de cuerpo; agentes de policía
expuestos repetidamente a detalles sobre abuso infantil).
Lo extraño de este ítem es que en ciertos casos, no hay una exposición directa al acto infiel en
sí, lo que se experimenta en primera persona es el hecho de saber o de enterarse. Lo que
resulta particularmente traumático es “la ausencia física del cónyuge traicionado” (Pittman,
1994, p. 43). Esa revelación de su ausencia resulta ser una forma de exposición en primera
persona a un peligro o daño grave. La amenaza está fundamentalmente en la desaparición, la
aniquilación de todo un sistema de vida que la infidelidad implica, además del distanciamiento
emocional que suele conllevar. La infidelidad golpea en la línea de flotación psicológica de la
persona, la cual, en un principio, tiende a quedar paralizada, bloqueada. A veces, entra en tal
estado de confusión que le puede llevar meses incluso, para salir de él. Cuesta reaccionar.
Dicho estado impide en muchos casos tomar decisiones. Hay una resistencia mental a creerlo,
frecuentemente acompañada de otros mecanismos de defensa como el de la negación “Esto
no me puede estar pasando” o despersonalización “Es un sueño y en cualquier momento me
voy a despertar”.
En algunos casos, la infidelidad puede llevar a la ruptura amorosa, al abandono sin mayores
explicaciones por parte de la persona infiel, sin hablar de lo que ocurre en la pareja. Esta
desaparición aumenta la cualidad traumática del acontecimiento. La persona infiel lleva en
completo silencio y ocultación, por adelantado e individualmente, todo un proceso de
separación que comenzó mucho tiempo antes incluso de la infidelidad. La persona víctima de
infidelidad recibe un duro golpe que, por no ser físico, no es menos dañino. No estaba
preparada. Empiezan las preguntas, la lucha para no volverse loca. El mundo se derrumba. La
cabeza no fluye, se embota, brotan preguntas para intentar comprender, retomar el control:
¿desde cuándo? ¿qué ha pasado? ¿cuántas veces? ¿le quieres? ¿cómo es posible?
Lo difícil para ser considerado estrés postraumático es calibrar a qué llamamos exposición al
daño. Porque no le ha pasado físicamente nada. Su integridad física no ha sido amenazada.
Pero si su integridad psicológica. El daño tiene secuelas irreversibles tanto en ella como en la
familia. Muchos vástagos llegan a enterarse, incluso, los progenitores los utilizan como
árbitros en la contienda, en la medida en que se posicionan del lado de la víctima en muchas
ocasiones, negándose a tratar con la persona que ha sido infiel. Ocurre que la modificación
caracterial no sólo afecta a la persona a quien se le “notifica” la infidelidad, sino a la
progenitura. Esta puede expresarlo de muchas maneras: cambios bruscos de humor, bajada
en el rendimiento escolar, depresión, ansiedad, fobias diversas, culpabilidad, ira, rabia,
agresividad, violencia, trastorno negativista desafiante. También afecta a la economía familiar,
empobreciéndola, en la mayor parte de los casos.
Lo particular de esta situación es que la persona experimenta la infidelidad repetidamente con
cada exposición a imágenes, conversaciones, películas. Cualquier mención al tema puede ser
un desencadenante para revivir toda la sintomatología.
B. Síntomas intrusivos que están asociados con el acontecimiento traumático (iniciados
después del acontecimiento traumático), tal y como indican una (o más) de las siguientes
formas:
1. Recuerdos dolorosos del acontecimiento traumático, espontáneos o con antecedentes
recurrentes, e involuntarios e intrusivos.
2. Sueños recurrentes angustiosos en los que el contenido y / o la emoción del sueño están
relacionado con el acontecimiento.
3. Reacciones disociativas (por ejemplo, flashbacks) en el que el individuo se siente o actúa
como si el acontecimiento traumático estuviese ocurriendo (estas reacciones pueden ocurrir
en un continuo, en el que la expresión más extrema es una pérdida completa de conciencia
del entorno).
4. Malestar psicológico intenso al exponerse a estímulos internos o externos que simbolizan o
recuerdan un aspecto del acontecimiento traumático.
5. Importantes respuestas fisiológicas al recordar el acontecimiento traumático.
Ni que decir tiene que este grupo de síntomas intrusivos son quizás los más destacados en
las personas víctimas de infidelidad. El revivirla constantemente, el reactivarla a través de los
estímulos tanto externos como internos, el intenso malestar psicológico ante evocaciones, las
respuestas fisiológicas ante el recuerdo o la referencia a la infidelidad como vómitos, mareo,
nauseas, contracción del estómago, ansiedad. Muchas veces, la persona queda atrapada en
una especie de bucle, un “impass”, caracterizado por rumiaciones constantes de tipo
obsesivo, evocando el evento doloroso.
Cada uno de estos cinco ítems de este criterio diagnóstico refleja a la perfección las secuelas
de muchas personas víctimas de infidelidad. Así, los recuerdos dolorosos de la infidelidad se
evidencian y reactivan de manera intrusiva, es decir, sin que la voluntad de la persona
intervenga, involuntaria y recurrentemente.
En muchos casos hay sueños angustiosos y pesadillas relacionadas con el tema, incluso
mucho tiempo después.
Las reacciones disociadas, entre otras, a modo de flashback, es decir, escenas retrospectivas
o ilusiones visuales propias de un trastorno de percepción (Howell, 2005), se suceden incluso
años después. La reviviscencia de estas escenas hace que, en la persona que las vive, se
desencadenen toda una serie de reacciones como las que brotaron al principio. Algunas
personas víctimas de infidelidad se ven atrapadas en un bucle de fantasías e imágenes del
evento que no han visto, pero lo sufren en propia carne. Quizás esta es la mayor de las
paradojas. Verse asaltada por fantasías de un evento que no le ha sucedido pero al mismo
tiempo, sí. Es decir, es una situación no vivida como protagonista pero afecta directamente
justamente por no haberla vivido, es decir, porque su pareja no mantuvo una relación con ella
en ciertos momentos, sino con otra persona. Pues bien, estas imágenes fantaseadas, son
vividas en la mente una y otra vez. Las personas no parecen tener ningún control sobre ellas.
Cuando éstos flashbacks se producen, la persona vuelve a reaccionar como al principio,
desencadenándose reacciones fisiológicas y fundamentalmente un profundo malestar
psicológico, destacando la angustia, la ansiedad y la depresión, síntomas que pueden estar
presentes durante años.
Muchas de las respuestas psicológicas, como resultado de un estrés prolongado, pueden
desencadenar incluso enfermedades psicosomáticas como síndrome de colon irritable,
hipotiroidismo. En general, enfermedades de carácter autoinmune. También se producen
dolores musculares de origen tensional que, en ciertos casos, se vuelven crónicos,
apareciendo contracturas que necesitan tratamiento a largo plazo.
Desesperanza, depresión y ansiedad. Es una triada emocional que generalmente se
concatena.
C. Evitación persistente de estímulos relacionados con el acontecimiento traumático (iniciados
después del acontecimiento traumático), a través de la evitación de una (o más) de las
siguientes formas:
1. Evitación de recordatorios internos (pensamientos, sentimientos o sensaciones físicas) que
estimulan recuerdos relacionados con el acontecimiento traumático.
2. Evitación de recordatorios externos (personas, lugares, conversaciones, actividades,
objetos, situaciones) que estimulan recuerdos relacionados con el acontecimiento traumático.
Esta evitación cambia la vida de la persona víctima de infidelidad. A consecuencia de la
evitación, la persona suele cambiar hábitos de vida, a veces drásticamente. Deja de rodearse
de gente, deja de frecuentar lugares habituales, pierde contactos y, en algunos casos, tiene
que empezar la vida desde cero. Hay personas que llegan incluso a cambiar de puesto de
trabajo para evitar toparse con la tercera persona en discordia. La persona hace lo que sea
con tal de evitar aquello que puede suscitar de nuevo toda la sintomatología descrita.
No obstante y paradójicamente, también hay personas víctimas de infidelidad que persisten en
querer saber, incluso de manera obsesiva, detalles del acto y de la tercera persona, en un
intento, al parecer, de comprender, llenar el hueco, el vacío que deja lo incomprensible,
conocer personalmente a la figura de la amante, hablar con ella. En este sentido, su
comportamiento lejos de ser evitante, puede parecer hasta persecutorio, lo que no deja de ser
una reacción dañina y particularmente obsesiva.
D. Alteraciones negativas en las cogniciones y del estado de ánimo que se asocian con el
acontecimiento traumático (iniciadas o empeoradas después del acontecimiento traumático),
tal y como indican tres (o más) de las siguientes formas:
1. Incapacidad para recordar un aspecto importante del acontecimiento traumático.
2. Persistente y exageradas expectativas negativas sobre uno mismo, otros, o sobre el futuro.
3. Culpa persistente sobre uno mismo o sobre los otros sobre la causa o las consecuencias
del acontecimiento traumático.
4. Estado emocional negativo generalizado- por ejemplo: miedo, horror, ira, culpa o
vergüenza.
5. Reducción acusada del interés o la participación en actividades significativas.
6. Sensación de desapego o enajenación frente a los demás.
7. Incapacidad persistente para experimentar emociones positivas
Con respecto a los lapsus de memoria, la persona a veces disociada o en estado de shock, no
escucha o no retiene cierta información. Por eso, mucho tiempo después puede volver a
escuchar lo sucedido y sentir que no lo había escuchado antes o, que es la primera vez que lo
escucha cuando igual la pareja infiel ya se lo había dicho.
La persona víctima de infidelidad puede llegar a entrar en una espiral de baja autoestima que
puede incluso desembocar en actos autolesivos. Las ideas de suicidio se pasan en algunos
casos por la imaginación, cuando no, se realizan. Algunas fantasean pensando en tener
accidentes de coche, imaginan las reacciones de las personas allegadas si “desaparecen”. La
persona víctima de infidelidad en esta situación postraumática se piensa la más fea, la más
gorda y la persona más denigrante del mundo. Piensa que nadie va a quererla nunca y que
nunca saldrá de ese pozo. Fantasea sobre la posibilidad de quedarse sola hasta el fin de sus
días. Desarrolla muchas fobias y comportamientos fóbicos o de evitación. Tiene miedo de salir
incluso a comprar. Siente una mezcla de sentimientos que van desde el miedo, pasando por la
rabia, la culpa y sobre todo la vergüenza, el qué dirán, cómo va a explicar lo sucedido. Evita
salir a la calle para no exponerse. Se plantea si hay personas que saben lo que ella no ha
sabido hasta ahora. Por supuesto, que deja prácticamente todas las actividades de lado,
exceptuando el trabajo en algunos casos. Se distancia de todas las personas, se aísla. Puede
incluso pasar meses sin salir de casa, sin llamar a nadie. No siente nada… algo se ha
congelado, parado en su interior.
E. Alteraciones en la activación y reactividad que están asociados con el acontecimiento
(iniciadas o empeoradas después del acontecimiento traumático), tal y como indican tres (o
más) * de las siguientes formas:
1. Comportamiento irritable, enojado o agresivo.
2. Comportamiento temerario o auto-destructivo.
3. Hipervigilancia.
4. Respuestas exageradas de sobresalto.
5. Dificultades para concentrarse.
6. Trastornos del sueño – por ejemplo, dificultad para quedarse o permanecer dormido [16].
Cabe destacar la rabia, la ira incluso llegando a la agresividad y la violencia, además de un
estado permanente de irritabilidad. Esta rabia, en algunos casos, asesina, se ve claramente
en la película “Infiel” en el que el protagonista víctima de la infidelidad, mata al amante. Sin
llegar a esos extremos, conocemos bien escenas de peleas entre la persona víctima de
infidelidad y la persona amante o situaciones en las que, la persona víctima y la persona
amante se ponen en contacto y se informa de lo sucedido. También sabemos de actos de
agresión consistentes en amenazas, llamadas telefónicas acosadoras, de planes sobre cómo
vengarse, de venganzas a través de impedir que la persona infiel vea a los vástagos. Hay
muchas maneras en que las personas víctimas de infidelidad han generado respuestas
violentas. No obstante, hay personas que sufren este estado de ira como irreal, como estados
en que no son ellas mismas como si algo se apoderara de ellas. Se asemejan a formas
alteradas de conciencia o estados disociativos.
El comportamiento temerario y autodestructivo se impone, llegando en algunos casos hasta el
suicidio. Ya nada importa. La persona no tiene nada que perder. Es un estado de
desesperación. “¿Qué más da ya?” oiremos en consulta muchas veces. En otras ocasiones,
las personas vuelven a recurrir a sustancias tóxicas: recaen en el tabaquismo o retoman el
consumo de cannabis, por ejemplo.
La hipervigilancia se caracteriza por una sensibilidad sensorial acentuada acompañada de una
exageración de conductas –overreacting–, con la finalidad de detectar amenazas (Bobes et
al., 2000). Algunas víctimas de infidelidad, desarrollan una marcada atención a cualquier señal
que le indique de nuevo otra infidelidad, rozando a veces la paranoia, puesto que en su día,
no fueron capaces de preverla. Están atentas a cualquier llamada, cualquier detalle, cualquier
cambio de voz, de comportamiento. La infidelidad les ha pillado por sorpresa y ahora tienen
que prevenir.
Una mayor atención y alerta suele ir acompañada de una exaltación sensorial, cognitiva y
afectiva. Hay una mayor consciencia que suele paradójicamente ir acompañada de una
marcada distraibilidad. De ahí, en parte las dificultades para concentrarse y para dormir,
muchos tiempo después, incluso años.
F. Estas alteraciones (síntomas de los Criterios B, C, D y E) se prolongan más de 1 mes.
Todas las alteraciones mencionadas y explicadas se producen mucho tiempo después,
incluso años, y con nuevas parejas. Hay personas que la celotipia se vuelve caracterial, es
decir, que los cambios de carácter sufridos en la infidelidad permanecen a lo largo del resto de
la vida. La desconfianza particularmente pasa a formar parte del carácter, impidiendo incluso
impide que la persona rehaga su vida. Las nuevas parejas podrían –y de hecho, en algunos
casos lo son– ser víctimas de estas secuelas.
Hay que precisar que ciertas alteraciones persisten cuatro y cinco años después, a veces, con
la intensidad del primer día.
También matizar que la mayor parte de estas secuelas, perduran fundamentalmente en las
parejas que, a pesar de la infidelidad, siguen adelante con la relación, es decir, que no ha
habido separación.
En las parejas que se separan, si bien la mayor parte de los síntomas pueden permanecer con
el tiempo, mucho tiempo, años después, también desaparecen algunos, sobre todo aquellos
síntomas descritos en las secciones A, B y C.
En general, suelen permanecer los trastornos del sueño, la hipervigilancia, las secuelas
psicosomáticas, la evitación, la baja autoestima, la culpa, el desapego, la desconfianza. La
depresión y la angustia suele remitir o tomar diferentes formas. La ansiedad tarda más y
puede desaparecer aunque en otras personas, la ansiedad se transforma en ansiedad flotante
generalizada. En la clínica, se ha observado también síntomas que remiten, pero que pueden
volver a surgir al iniciar otra relación como la desconfianza, los celos, el control, la
hipervigilancia, la susceptibilidad.
No obstante, el tipo de reacción de las parejas ante el hecho, lleven mucho o poco tiempo,
suele mostrar un patrón similar, destacando un malestar psicológico intenso (ansiedad,
depresión y angustia), insomnio, trastornos del sueño, comportamientos de evitación de
estímulos relacionados, manifestaciones de ira y agresividad, embotamiento afectivo,
hipervigilancia, comportamientos autodestructivos. La diferencia suele radicar en el factor
tiempo. En cualquier caso, la mayoría de estos síntomas suelen durar más de un mes.
G. Estas alteraciones provocan malestar clínico significativo o deterioro social, laboral o de
otras áreas importantes de la actividad del individuo.
A riesgo de ser redundante, la persona víctima de infidelidad tiende a suspender actividades
cotidianas, si bien en muchos casos llega a mantener el trabajo y los estudios, particularmente
si el trabajo es fuente importante de ingresos. En otros casos, las bajas laborales se suceden
así que como el abandono temporal o definitivo de los estudios. En muchos casos, se produce
un aislamiento social y el cese de actividades, fundamentalmente de ocio. El distanciamiento
puede afectar también a la familia de origen, familia extensa.
H. Los problemas no se deben a efectos fisiológicos directos de una sustancia o a una
condición médica general.
Los síntomas frutos de la infidelidad de la pareja expuestos, no parecen estar conectados o
relacionados con el consumo de sustancias tóxicas ni enfermedad alguna.
Reflexión final
La infidelidad, en muchas personas, no se supera del mismo modo que se supera la muerte
de un ser querido ni ninguna otra pérdida. En este sentido, la infidelidad en algunas víctimas,
parece una herida que no cicatriza, que no puede parar de supurar o que puede sangrar en
cualquier momento de manera intensa a modo de hemorragia. Y que sigue influyendo a pesar
del tiempo transcurrido. Puede llevar y de hecho lleva, años para “superarse”, debido
fundamentalmente a la persistencia de la sintomatología a través del tiempo y a las enormes
consecuencias que ésta acarrea en la persona que la sufre particularmente. La persistencia
de la sintomatología traumática puede ser en parte, por la propia estructura de la infidelidad
basada en una profunda herida narcisista infringida por la falta de conciencia moral de la
persona infiel, quedándose estancada, la persona que la sufre “pasivamente”, en un bucle
depresivo compuesto fundamentalmente de estructuras y mecanismos defensivos, difícil de
digerir, generando altos niveles de sufrimiento.
Entroncamos la infidelidad con el concepto de trauma psíquico entendido éste como una
experiencia vivida por el sujeto cuyo impacto, deja secuelas en forma de cuadro sintomático
que guarda, en muchos casos, similitudes con el trastorno de estrés postraumático.
En este sentido, la infidelidad nos parece una problemática que tiene, en muchos casos,
graves consecuencias en la salud mental de la víctima y para la familia en general. Hay que
precisar que las víctimas de infidelidad son numerosas y las consecuencias tienen un coste
económico y emocional muy elevado. Desgraciadamente, la bibliografía es escasa y poco
rigurosa y llama la atención que no sea un foco de estudio e investigación más destacado.
En parte quizás aún se piensa que la infidelidad es una cuestión moral asociada a los valores
morales, hoy en día en desuso. Percibimos en la infidelidad y en su trato, una cierta
banalización de este mal. La psicología, y por extensión las ciencias en general, abordan poco
y mal asuntos existenciales tales como el amor, la fidelidad, la voluntad, la honestidad, la fe, el
perdón, el sufrimiento, el dolor, el daño, la moral, la ética, la libertad, el bien común. Todo ello
queda oculto en el secreto profesional encerrado en clínicas terapéuticas en forma de
síntomas, claras manifestaciones de dolor y sufrimiento difícil de tratar en muchas ocasiones.
Gran parte del trabajo consistiría primeramente en desmitificar muchos juicios y prejuicios
sobre la infidelidad que circulan en forma de creencias populares. En dar a las relaciones y
vínculos una mayor relevancia tanto en sus aspectos patológicos como sanos.
Notas
1. Agradables y breves. No se necesita esfuerzo alguno para disfrutar de ellas.
2. Móviles de la infidelidad (Salomon, 2005).
3. Término filosófico que significa sí mismo.
4. Discrepancia, contradicción o incompatibilidad entre las creencias, los pensamientos e
ideas (cogniciones) y las acciones.
5. “Anlehung”, término que define un tipo de relación de dependencia. Fue utilizado por Freud,
por primera vez en “Tres ensayos sobre una teoría sexual” en 1905. Ha sido traducido por
apoyo o apuntalamiento.
6. Cuyo precursor podríamos situarlo en el filosofo estoico griego Epicteto quien decía que las
personas son afectadas por la opinión que se hacen de los acontecimientos, no por los
acontecimientos en sí.
7. Pieza tejida con fragmentos de otras telas.
8. Delirio, es decir, evidencia, más que creencia, de una interpretación de la realidad
dislocada. Algo interno, tras ser disociado, es proyectado en el exterior. Y ese error –
percepción paranoidemente rígida– es entendida como un auténtica verdad. Se trata de una
“forma de razonar” por la cual se percibe como real algo que no lo es (Castilla del Pino, 1998).
9. Delirio compartido.
10. Mecanismo de defensa regresivo que consiste en suplantar una realidad virtual a la
realidad real. No tiene nada que ver con el concepto de imaginación, proceso sano orientado
hacia una realidad (Castilla del Pino, 1998).
11. “False self”.
12. Ninfa que habitaba escondida los bosques castigada a responder a la voz del otro,
repitiendo la última palabra pronunciada (Ovidio,1997).
13. “It is the subjective experience of the objective events that constitutes the trauma…The
more you believe you are endangered, the more traumatized you will be…Psychologically, the
bottom line of trauma is overwhelming emotion and a feeling of utter helplessness. There may
or may not be bodily injury, but psychological trauma is coupled with physiological upheaval
that plays a leading role in the long-range effects”.
14. Acting out o pasaje al acto, término psicoanalítico que en la clínica psiquiátrica designa
una serie de acciones impulsivas, violentas, agresivas que expresan una imposibilidad de
representar, es una forma simbólicamente distorsionada y en general, no forman parte de la
manera de reaccionar del sujeto (Laplanche y Pontalis, 1993).
15. En el sentido del término inglés “realize”.
16. Los síntomas necesarios para el cumplimiento de este criterio serán contrastados con
datos a nivel empírico.
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