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LENGUA CASTELLANA Y
LITERATURA
El siglo XVIII se conoce como el siglo de la Ilustración, movimiento cultural e ideológico que se desarrolló
en Europa a lo largo de este siglo. La Ilustración postulaba la razón como método para llegar a la verdad.
En España fue un movimiento tardío debido al Concilio de Trento y a la pugna entre los ilustrados
y los conservadores. Algunos intelectuales españoles, como los novatores ( precursores de la Ilustración
en España) proclamaban la razón como fundamento de la ciencia, la experiencia como método y la
utilidad como finalidad, principios de la Ilustración que se difundieron a través de las Sociedades
Económicas de Amigos del País y de la prensa. Destacó el afán didáctico, que se refleja en la
concepción de la literatura que, según los defensores de la Ilustración, “debe enseñar deleitando”.
Dentro de los diferentes estilos artísticos, triunfó el neoclasicismo, que supone la vuelta a la preceptiva
clásica.
Entre los géneros cultivados (poesía [rococó: Meléndez Valdés, ilustrada: Jovellanos, Meléndez
Valdés, Iriarte, Samaniego y prerromántica: Jovellanos]; novela:el padre Isla [ subgénero que tiene una
mínima relevancia en esta etapa] ), se prefirió el ENSAYO y el TEATRO.
EL ENSAYO fue el género predilecto para la divulgación de los principios de la Ilustración. En él
destacan Feijoo, Cadalso y Jovellanos.
Fray Benito Jerónimo Feijoo pretendía, con sus textos, educar al pueblo. Entre sus temas
destaca su intento de demostrar la falsedad de las supersticiones y de ciertas creencias
populares, la censura de la irracionalidad y la defensa del sentido común. Sus obras son Teatro
crítico universal y Cartas eruditas y curiosas. Su estilo se caracteriza por una prosa simple y
sencilla que contrasta con la barroca.
José Cadalso en cuya obra trata sobre las costumbres de los españoles y la educación. Su obra
más destacada es Cartas marruecas ( título que imita el de Cartas persas, de Montesquieu),
donde adoptó la forma epistolar: tres personajes intercambian cartas (90 cartas sin orden
cronológico) que permiten al autor mostrar la realidad española desde distintos puntos de vista
(una visión exterior dada por Gazel, otra interior dada por Nuño y una visión generalizadora que
pertenece a Ben-Beley). Esta obra se caracteriza por el llamado perspectivismo.
Otras obras del autor son Noches lúgubres (introduce la literatura sepulcral),influencia prerromántica y
cuyo eje del discurso es el diálogo y Los eruditos a la violeta, obra neoclásica que se caracteriza por
cierto subjetivismo y la inclusión de narraciones ejemplarizantes.
Se considera a Cadalso precursor de la generación del 98 por su preocupación por los problemas de
España.
EL TEATRO, de gran aceptación, se convierte en uno de los géneros más populares por su carácter
didáctico y además ejercía un poderoso influjo sobre la sociedad.
Si bien en la primera mitad de siglo continuó la producción de obras barrocas, heredadas de los
dramas de Lope y Calderón, hacia la segunda mitad se inicia un teatro reformista, neoclásico.
También se desarrolló un teatro costumbrista cuya expresión más destacada fueron los sainetes de
Ramón de la Cruz.
Entre las obras de la tragedia neoclásica hay que citar Raquel, de Vicente García de la Huerta y El
Pelayo, de Jovellanos.
En la comedia neoclásica, hay que citar como antecedente a Jovellanos con El delincuente
honrado, comedia lacrimosa. Sin embargo, fue Leandro Fernández de Moratín que consiguió crear una
nueva fórmula teatral que mantuvo su vigencia durante todo el siglo XIX. Este autor, a pesar de haber
escrito solamente 5 comedias, es considerado el “Molière español”. Desde su teatro, apoyó las ideas
reformistas de Carlos III.
Moratín es autor de 3 comedias en verso: El viejo y la niña; El barón; La mojigata y de dos
comedias en prosa: La comedia nueva o el café y El sí de las niñas. En todas ellas se dan las
características del teatro neoclásico.
En El sí de las niñas, Moratín censura la educación de las mujeres de la época y el abuso de
autoridad de los padres al que éstas se veían sometidas. La comedia se ajusta a las normas neoclásicas.
La prosa es natural y sencilla y en los diálogos prima la agilidad. Los momentos serios y sentimentales no
llegan a la exageración, y los cómicos no caen en lo chabacano, lo que contribuye a la sobriedad y
mesura de la pieza.
Los críticos han querido ver en El sí de las niñas un anticipo de las características del
romanticismo (debido a los elementos sentimentales) como del realismo (por la descripción de las
costumbres).