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LA PARÁBOLA DEL BUEN EDUCADOR

(inspirada en Lc 10, 25-37)

En aquel tiempo Jesús de Nazaret estaba a la puerta de un lujoso hotel donde se desarrollaba un
congreso sobre educación. Y sucedió que, habiendo terminado las conferencias de ese día
comenzaron a salir los expertos e invitados especiales. Jesús se recreaba con tres chiquillos que
brincaban a su alrededor ante el disgusto de algunos de sus discípulos.

Entonces, un doctor en Pedagogía que reconoció a Jesús, decidió ponerlo a prueba y le preguntó:
“¿Maestro: qué tengo que hacer para ser un buen educador?” Jesús le preguntó a su vez: “¿Qué
está escrito en sus libros de pedagogía?” El doctor respondió: “Respeta a tu alumno, estimúlalo
para que aprenda y evaluarlo con justicia”. Jesús le dijo: “Has respondido acertadamente. Sigue
actuando así y alcanzarás la vida eterna por el camino de la docencia”. Pero el doctor en
pedagogía preguntó además: “¿Y quién es mi alumno?” Jesús volvió a tomar la palabra y le
respondió:

Un joven asistió a la escuela durante algún tiempo, los días pasaban y el joven sólo sentía en su
interior agobio y extrañeza ante las propuestas que le hacían los directivos y maestros. El
ambiente de la escuela le aburría porque la encontraba desconectada de la realidad. Las
relaciones con sus maestros y compañeros se deterioraban día a día. Y se cansó de los gestos que
lo humillaban y de sentirse solo. Un día dejó la escuela, se colocó los audífonos de Ipad, abrumado
y herido de muerte en su esperanza, se sentó al borde de la vida… de su vida… y se decidió a vagar
y no hacer nada.

Ocurrió que pasaron a su lado los altos funcionarios de la Secretaría de Educación y comentaron:
“este joven debe tener una crisis de identidad” y siguieron su camino. Tras ellos venían un
psicólogo y dos coordinadores de convivencia, quienes salían del hotel de su curso de capacitación
sobre “Problemática Socio-educativa en Contextos de Exclusión”. Al ver al joven y su actitud de
abandono, comentaron: “Esto que vemos es la consecuencia lógica de un sistema educativo que
excluye a los jóvenes diferentes, que no hace más que reproducir la victimización de las clases
marginales”.

Unos minutos después pasó una maestra que casi se tropieza con el cuerpo del joven. Lo miró. Se
le acercó. Entabló con él un pequeño diálogo. Aún el joven sentía deseos de estudiar, porque no
había perdido la esperanza. Caminó con él. Llegaron hasta las puertas de la escuela y…

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