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Desarrollo del conocimiento de las letras

Entre los distintos enfoques de enseñanza de la lectura, existe uno al que se


denomina “enfoque alfabético”. Quizá este nombre no nos diga gran cosa,
pero este enfoque fue predominante
muchos años y, en cierta manera, nuestra
cultura popular sobre cómo se enseña a leer
hace referencia al enfoque alfabético.

En el enfoque alfabético, se aprendían los


nombres de las letras, normalmente en el
mismo orden en el que aparecen en el
alfabeto y después se memorizaba la forma
de leer sus combinaciones. Expresiones
como “la eme con la a ‘ma’” se remontan a
aquella forma de enseñanza.
En el primer tema ya expliqué que existe un
enfoque alfabético en el método sintético o
fónico en el que se aprenden los nombres de
las letras y después la forma de leer sus
combinaciones. De él derivó el popular “la
eme con la a ‘ma’”.

Este enfoque empezó a decaer en el siglo XIX, sustituido por el enfoque fónico,
en el que no se enseñan los nombres de las letras, sino sus sonidos. Sin
embargo, su influencia perduró en algunos lugares. Por ejemplo, a principios
del siglo XX “El lector católico mexicano”, el “Silabario-catón de Ezequiel
Solana”, el “Silabario o catón cristiano” o el “Silabario moderno de Almagro”
comienzan presentando el alfabeto.

¿Hay que conocer los nombres de las letras para aprender a


leer y escribir?
https://www.youtube.com/watch?v=vsiuHIjICv8

En realidad, el conocimiento que se precisa para aprender a leer y a escribir es


el del sonido de las letras. Conocer su nombre no es necesario. También hay
quien piensa que es contraproducente. Cuando se enseña a leer con un
enfoque alfabético, un fenómeno bastante común es el de observar a
alumnado que, en lugar de sintetizar los sonidos que corresponden a las letras
para formar las palabras, agrupan los nombres de las letras, es decir, ante:

PATO

no leen: “pato”, sino: “peateo”1.

Pero las letras existen, son populares y desconocer su nombre es falta de


cultura. No solo eso, sino que las letras tienen otras funciones distintas a las de
representar sonidos, como clasificar, describir, representar palabras o
expresiones (mediante siglas o como símbolos de las notas musicales o de
elementos químicos). Podemos oír cosas como las siguientes:
- “Marca la casilla H5 con una equis”.
- “Disparó con un fusil M-16”.
1 Probablemente este tipo de error es transitorio y se debe a que no hay un buen conocimiento de las
relaciones entre letras y sonidos. Sin embargo, apenas tenemos datos sobre su frecuencia y su persistencia.
- “Necesito ver su DNI2”, “lo he convertido a PDF”.
- “Vivo en el 4º C”.
- “No tiene impurezas, es solo H2O”.
- “Caminaba haciendo eses”.
- “Vete a la M.”
- “Eso se escribe con hache”.
Una cosa es que conocer el nombre de las letras no sea necesario para adquirir
las habilidades iniciales de lectura y escritura y otra cosa es que conocer los
nombres de las letras es importante, como conocer los nombres de animales
comunes, o de prendas de ropa. En una burda analogía, uno puede vestirse
correctamente sin saber qué nombre reciben las prendas que se pone. Pero
conocerlo le facilitará las cosas para comprarlas, leer consejos de moda o
explicar cómo se ha conjuntado.

Algunos datos de investigación


Shayne Piasta y Richard Wagner, del centro de investigación de la lectura de la
Universidad Estatal de Florida, publicaron una revisión sobre los efectos del
aprendizaje del alfabeto (enlace). En él se revisan 63 estudios, en los que
participaron 8.468 alumnos de ocho países diferentes. Sus resultados no son
especialmente espectaculares:
● Las intervenciones que combinan la enseñanza del alfabeto con la de
otras habilidades relacionadas con la iniciación a la lectura produjeron
mejoras en el aprendizaje del nombre de las letras y de su sonido,
aunque no de la velocidad con la que se nombran las letras.
● Las intervenciones dirigidas a aprender el sonido de las letras producen
mejoras en el conocimiento del sonido de las letras y, en menor medida,
en el conocimiento de su nombre. De forma inversa, las intervenciones
dirigidas a aprender el nombre de las letras producen mejoras en el
conocimiento de sus nombres y, en menor medida, de su sonido.
● Las intervenciones de enseñanza del alfabeto producen una mejora en la
habilidad lectora. Los pocos estudios de seguimiento parecen indicar
que esas mejoras no se mantienen a lo largo del tiempo.

2 En España es común referirse con este nombre al documento nacional de identidad o cédula de
identificación.
● Se identificaron tres factores que influyen sobre el aprendizaje de las
letras y sus sonidos: las intervenciones escolares fueron más eficaces
que las realizadas en el hogar, las intervenciones en pequeño grupo
fueron más efectivas que las individuales, y cuanto más tiempo se
dedicaba a la intervención mayores eran los efectos.

Una reflexión
A diferencia de lo que sucede en inglés, especialmente con los sonidos
vocálicos, en español, en la mayor parte de las letras, su nombre nos ofrece
información sobre su sonido o sobre su sonido más frecuente. Solo hay dos
casos en los que el nombre de la letra no nos informa de su sonido o de uno de
sus sonidos: H y X.

El conocimiento de las letras


Hasta ahora he hablado, sobre todo del nombre de las letras, pero el
conocimiento de la letra abarca más que eso, por ejemplo, se puede plantear
que incluye:
● La habilidad para reconocer y diferenciar las letras, distinguiéndolas de
dibujos, símbolos o de otros signos que se emplean en la escritura, como
los números o los signos ortográficos.
● La habilidad para diferenciar cada una de las letras, normalmente de
forma visual, aunque también se trabaja con relativa frecuencia el
reconocimiento táctil (por ejemplo, en el método Montessori).
Fotografía de Lisa Maruna. Licencia CC BY 2.0

● El conocimiento de los nombres con los que nos referimos a las letras.
● El conocimiento del sonido o sonidos que corresponden a las letras,
incluyendo casos más complejos como letras en las que el sonido
depende del contexto (C, G, R o Y), o letras que pueden formar partes de
dígrafos (Ch, Gu, Ll, Qu o Rr). Esta asociación entre letras y sonidos se
puede reforzar con recordatorios visuales (imágenes de palabras que
comienzan por ese sonido, por ejemplo, una foca para /f/) o gestuales.
● La habilidad para escribir o trazar las letras, repasándolas, copiándolas o
de memoria y utilizando distintos materiales y soportes (lápiz, tiza,
pintura de dedos, al aire, con arcilla…)
● Reconocer distintas formas de una misma letra: mayúscula, minúscula,
manuscrita o de imprenta en distintas tipografías.

Visto lo anterior, parece claro que no se adquiere un conocimiento completo


de las letras antes de comenzar el aprendizaje sistemático de la lectoescritura.
Normalmente, se llega a un conocimiento parcial, pero podemos pensar que
cuanto más completo sea más se va a facilitar el aprendizaje de la lectura y la
escritura.
Cómo evoluciona el conocimiento de las letras
Conocer las letras requiere instrucción puesto que no se trata de un patrón
que aparezca por maduración. El niño o niña, por sí solo, no puede saber cómo
se llaman las letras ni cómo suenan. Incluso en el caso de lectores muy
precoces que parecen aprender a leer espontáneamente, antes de que se
inicie la enseñanza escolar de la lectura, es común que hayan tenido que
preguntar o informarse de las correspondencias entre letras y sonidos.

No parece haber una secuencia de aprendizaje de las letras y es común que los
niños y niñas empiecen por tener conocimiento de las letras que forman su
nombre. Aunque hay escasos datos obtenidos de hispanohablantes,
disponemos de un estudio reciente (enlace) en el que, De la Calle, Guzmán-
Simón y García-Jiménez (2018), proponen la siguiente secuencia de
aprendizaje:

1. Las vocales, estarían entre los primeros grafemas que los niños
reconocen.
2. Entre las consonantes se pueden distinguir varios grupos según la edad
en la que la mayor parte de los alumnos las reconocen:

S, P

C, Z, M, V, X

F, J, N, R, T, Ñ, D, Y

Q, L, G, B

Hay que tener en cuenta que las pruebas empleadas para evaluar el
reconocimiento de las letras no incluyen todas las letras (faltan H, K, W).
También, que ambas las presentan como minúsculas, en lo que llamaríamos
“letra de imprenta”.

Otro resultado interesante de este estudio es que los autores no encuentran


paralelismo entre la secuencia de aprendizaje de los grafemas y la secuencia
de adquisición de los fonemas. Finalmente, el conocimiento de las grafías es un
buen predictor de la habilidad para leer palabras y pseudopalabras (palabras
inventadas) seis meses después.
Nuevamente, me gustaría recalcar que, aunque encontremos este tipo de
datos, eso no indica que haya una pauta universal o común en el aprendizaje
de las letras. Nos encontraremos habitualmente con que las primeras letras
que aprende a reconocer un alumno en concreto son las que forman parte de
su nombre.

Enseñar los nombres de las letras


Para quien quiera incluir el nombre de las letras entre los contenidos de la
alfabetización inicial, probablemente la mejor forma de enseñarlas sea
utilizando sus nombres al presentarlas o hablar de ellas. No es necesario que
esto sustituya a otras prácticas. Por ejemplo, para hablar de la letra “N”, habrá
clases en las que se haga referencia al sonido: “es la /n/”, otras en las que se
vincule a un nombre que comience con esa letra: “es la de Nuria” o “es la de
nariz”, quizá acompañándolo por una imagen de apoyo; en el programa
Letrilandia o Molalaletra es una de las gemelas3. De lo que se trataría es de que
se además de la forma de presentación elegida, se proporcione una
información adicional: “esta se llama N”.

No habría que confiar demasiado en la memorización del alfabeto como forma


de aprendizaje de los nombres de las letras ya que puede suceder que se
conozcan esos nombres, pero de forma indiferenciada, sin la capacidad de
asociar buena parte de ellos a la letra a la que corresponden.

Entre los niños es frecuente referirse a las consonantes formando una sílaba en
la que se le añade una vocal. Por ejemplo, “esa es la ne”. Quizá esto esté
influido por la exposición al alfabeto en el que encontramos “be”, “ce” y “de”
en el comienzo. Pero también emplean otras formas como “es la na”. Aunque
sea una forma incorrecta de denominar a la letra, sirve para recordar su
sonido. Particularmente, acepto esas denominaciones, aunque informo sobre
el nombre correcto: “sí, la na; pero yo le llamo ene”.

En algunos casos adopto una postura más explícita en la que los alumnos van
mostrando en un tablero con las distintas letras que necesitan reconocer (en

3 Bonita historia que nos explica -de forma mitológica- por qué se parece tanto a la Ñ y a la M, que es su
madre, pero no da pistas sobre su sonido.
mi caso, mayúsculas, ligadas y minúsculas de imprenta) y pregunto por el
nombre de varias. Si el alumno sabe nombrarlas anoto sus aciertos y si no, le
indico yo el nombre correcto. Cuando un alumno reconoce una letra en todas
las formas en que la presento, la considero como sabida y solo volveré a
preguntar por ella de forma ocasional, normalmente buscando que tenga
éxito. A esta actividad la llamo Ya me sé las letras y aparece descrita en el
documento enlazado (enlace).

Documento complementario
Un solo nombre para cada letra
https://www.rae.es/consultas/un-solo-nombre-para-cada-letra

¿Existe la letra “che”?, ¿es correcto decir “be baja”?, ¿se puede llamar “ye” a la
“y griega4”? Este documento de la Real Academia Española hace una
recomendación justificada sobre qué nombre podría recibir cada letra y
también nos informa sobre las distintas formas que se emplean para nombrar
a algunas de ellas.

4 Conocida por bastantes de mis alumnos como “la Y riega”.

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